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Revista de historia del derecho

versión On-line ISSN 1853-1784

Rev. hist. derecho  no.45 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2013

 

RESEÑAS DE LIBROS

Víctor Tau Anzoátegui, El taller del jurista. Sobre la colección documental de Benito de la Mata Linares, oidor, regente y consejero de Indias, Madrid, Universidad Carlos III – Dykinson, 2011 (ISBN 978-84-15454-31-1), 175 pp. (versión electrónica http://hdl.handle.net/10016/12735).

 

He aquí un libro singular. Lo es, dentro del panorama variado y extenso de la actual historiografía jurídica, sobre todo por su concepción. Atenderemos enseguida a esa singularidad, pero dejemos antes sentado que también hay razones para calificar a este libro de común y previsible, porque el rigor en la investigación, la solidez en la cimentación de las hipótesis y el cuidado en el manejo de las fuentes son características comunes en la obra del autor y propias de su modo de hacer. Nos tiene además habituados a una prosa cabal y clara, puesta al servicio de un discurso tan respetuoso con la inteligencia del especialista como acogedor para con la menos avisada de quien no cultiva su mismo terreno y acude a la lectura con saludable curiosidad intelectual. A quien espere aquí ese estilo, por conocerlo ya en otros escritos del autor, no le aguarda ninguna sorpresa.

En la cubierta del volumen se lee impreso el nombre del jurista Víctor Tau Anzoátegui y manuscrito el del jurista Benito de la Mata Linares, pues la ilustración que la adorna es la fotografía de un autógrafo, tomada, según se nos dice en la página de derechos, del "Cuaderno de Providencias del Archivo de la Real Audiencia de Buenos Aires". Lo que no consta en los créditos es quién concibió esa cubierta, en la que desaparece el subtítulo de la obra y se inserta la pequeña imagen. Pese a la supresión, el diseño me parece un acierto, puesto que lo que se escatima –esas palabras que concretan el objeto del libro-, es devuelto con creces por lo que la estampa añade: Benito de la Mata Linares comparece ante el lector por su propia mano, presentándose a sí mismo en sus papeles. Tan adecuada es esa fotografía con respecto al contenido del libro, que casi puede verse como una ventana abierta a través de la cual pudiéramos asomarnos a su interior antes incluso de pasar las primeras páginas.

Y es que el principal interés de Víctor Tau no está tanto en el personaje como en sus papeles. Es la colección, ese riquísimo fondo documental conservado en la sede madrileña de la Real Academia de la Historia, la que centra su atención. Constituye una fuente bien conocida por los investigadores, que se han esforzado a menudo en la lectura e interpretación de las piezas que la componen. A través de ellas ha podido profundizarse en muchos aspectos del universo jurídico indiano; persiguiendo el esclarecimiento de uno u otro de sus perfiles, muchos son los trabajos cuyo aparato crítico se ha nutrido de referencias a ese extenso corpus de impresos y manuscritos.

Si sobre él ha recaído con frecuencia la mirada de los especialistas, ésta ha sido siempre, pues, parcial y limitada. La particularidad del enfoque que se adopta en este libro radica en el hecho de que para su autor la colección Mata Linares no es un instrumento, sino el objeto mismo que se quiere conocer. Convertir la fuente, que habría de ser sólo medio, en el fin declarado de la investigación es algo que tiene una larga tradición en la historiografía, ciertamente. El estudio de la génesis, valor, forma y circunstancias del documento, del códice o del libro, considerados en su individualidad o en conjuntos de diversa coherencia, ha sido ocupación propia del historiador por estricta exigencia de ese noble sueño de conocimiento del pasado que durante tanto tiempo ha justificado su quehacer.

No radica en ello, por tanto, la novedad de este libro. Es la tangible realidad a la que apunta la que le otorga ese particularísimo carácter que lo hace tan singular. La colección Mata Linares no sólo es un rico agregado de documentos referidos a materias diversas de cronología larga y proyección territorial extensa, sino que es también el archivo profesional de un jurista. Que sean escasos los que se conservan debería haber provocado el efecto de atraer la atención sobre ellos, pero no ha sucedido así. A pesar de que la evidencia mayor y primera en una colección documental como esta, con nombre y apellidos, debería ser la de que el conjunto es fruto de la labor de quien los tuvo como suyos, ha sido precisamente esa la más desatendida. Como la carta en el relato de Poe, tan expuesta estaba que nadie la vio. Muy escasa curiosidad, si alguna, había suscitado hasta ahora la relación del jurista con esta su peculiar obra.

Tal es el terreno en el que se sitúa Víctor Tau. Se acerca a esta copiosa agregación de textos no como quien acude al almacén de evidencias y datos para obtener de él algún aprovechamiento puntual, sino como observador del trabajo entregado y paciente de quien compilaba los materiales propios de sus empeños de jurista. Muestra Tau que no movía a Mata Linares afán erudito alguno, ni tampoco histórico, ni siquiera literario en el muy amplio sentido que puede darse aún a este término en las décadas finales del siglo XVIII. Don Benito acumula los papeles que genera y provoca, los que recibe y consulta, los que adquiere y estudia. Es servidor fiel de la Corona y escrupuloso en el ejercicio de su magistratura, y va guardando minutas, borradores, copias y originales de informes, relaciones, expedientes, instrucciones, normas y decisiones diversas; los anota, los extracta, los resume, los indexa, los ordena...

Y los cuida: los protege encuadernándolos y enlegajándolos; los conserva consigo en sus diversos destinos a pesar de la dificultad seguramente creciente de las mudanzas de lugar a lugar; los mantiene separados, como papeles profesionales que son, de otros que debieron de pasar con frecuencia por sus manos, atinentes a su casa, a sus devociones y a sus afectos. Ese cuidado, de todos modos, no es que fuera más allá de lo estrictamente necesario: no dispuso Mata Linares nada acerca de lo que habría de hacerse con sus papeles a su muerte. Puede que la falta de decisión -o de noticias sobre ella- se deba, como sugiere Tau, a las circunstancias difíciles de sus últimos años, pero no cabe duda de que el silencio es coherente con su propia consideración, rigurosamente profesional y pragmática, del archivo que formó.

El escrutinio a que lo somete ahora el historiador es igualmente profesional y riguroso. Víctor Tau presenta al lector sus intenciones y presupuestos en un prólogo cortésmente conciso (pp. 9-11), y da cuenta y razón, en la segunda parte del libro (pp. 129-171), del origen, del contenido y de la composición, tanto formal como interna, de la colección de documentos. De modo muy expresivo el autor titula esta parte final "Una visita al taller". Y eso es en realidad este considerable conjunto de papeles: el taller de quien profesó el derecho, el puesto de trabajo del jurista, el lugar que construyó como propio para desarrollar su labor. En lo que este ministro tuvo, como servidor de la justicia, de artífice o artesano del derecho, el taller fue a la vez su sede, su herramienta y su producto elaborado. Tau nos guía en la visita a lo largo de unas páginas cuya consulta rendirá sin duda buenos servicios a quien a partir de ahora haya de hacer uso de la colección documental: además del expresivo cuadro con la "descripción externa" de sus 126 volúmenes, aquí están las certezas y enigmas de su historia, de las series que la componen, de su formación, de sus usos.

La parte más extensa del libro la constituye un "Esbozo biográfico del jurista" (pp. 15-125). La modestia del primer sustantivo del epígrafe se explica, en primer lugar, por no ser objetivo primario de esta monografía reconstruir la trayectoria vital de Benito de la Mata Linares; si así hubiera sido, la investigación habría transcurrido por derroteros distintos. En cualquier caso, el autor avisa de que ofrece novedades en este terreno, a pesar de que no pueda iluminar aspectos que, como el tramo final de su vida y las circunstancias de su muerte, siguen estando envueltos en una bruma imposible de disipar con las fuentes disponibles.

Pero la razón principal para que la biografía huya de cualquier pretensión de exhaustividad es que cumple un papel secundario o instrumental con respecto al conocimiento de la colección. La vida del jurista interesa en la medida en que sirve para desentrañar la maraña de los papeles, permitiendo el acercamiento conjunto a los mismos que el libro persigue. En cierto modo, la vida de Mata Linares es el catálogo sustantivo y oculto de la colección, desde luego lo que la hizo posible y lo que le da un sentido unitario.

Una dinámica particular imprime Tau a nuestra percepción del jurista en su taller. El movimiento es este: para que el investigador pueda manejarse entre los documentos de la colección conviene que sepa de la vida de quien los coleccionó, y mucho de lo que puede saberse de esa vida proviene de aquellos documentos. En este vaivén circular se desenvuelve el autor. Siguiéndole, descubrimos a Benito de la Mata Linares en su primeras tareas en la Audiencia de Chile, lo acompañamos a la de Lima, vamos con él luego a la gobernación de Cuzco, nos demoramos a su lado en la Audiencia de Buenos Aires y volvemos a la Península para contemplarle en su penúltimo y honroso destino de miembro del Consejo de Indias. Lo será también del de Estado bajo José I, y con el rey intruso habrá de marchar al exilio para perderse en un desconocido final.

Durante todo ese recorrido, vemos al jurista que está y que hace, que decide y actúa, pero sin mirarlo directamente. Una pantalla documental continua nos lo oculta, y aunque una y otra vez amaga con levantarse y revelárnoslo, no llega a hacerlo nunca. En ningún momento lo encontramos solo, sino vinculado a los documentos que acumuló, ligado a ellos, podría decirse, por toda una serie de preposiciones que dan matices diversos a esa íntima y compleja relación: contemplamos a Mata Linares ante, con, desde, entre, según, tras... sus papeles. Hay que reconocer que el ardid del biógrafo Tau es elegante. En tiempos de recuperación historiográfica de la biografía y de debate acerca de su método y de su misma posibilidad, arroja sobre su personaje una mirada de soslayo que le permite, por un lado, abrir con respecto a él esa recomendable distancia que dificulta las complicidades y serena los juicios y, por otro, dar a la peligrosamente incierta reconstrucción de una vida, tan llena siempre de elementos inasibles, el anclaje material de los papeles y la potencialidad interpretativa de los textos incorporados a ellos.

Una colección única, una aproximación original basada en una inteligente idea de desarrollo impecable, una contención en la extensión que anima a una lectura concentrada, una exposición de transparente claridad, conocimiento nuevo y sugerentes invitaciones a la reflexión. Esos son los ingredientes de este libro singular. Lo hizo posible una "cátedra de excelencia" concedida al autor, durante un semestre, por la Universidad Carlos III de Madrid. La fórmula parece simple: basta poner los medios y el maestro hará el resto.

Jesús Vallejo

Universidad de Sevilla

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