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Revista de historia del derecho

versão On-line ISSN 1853-1784

Rev. hist. derecho  no.45 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2013

 

RESEÑAS DE LIBROS

Alain Musset, Ciudades nómadas del Nuevo Mundo. México, Fondo de Cultura Económica, 2011. 470 pp.

 

Este volumen se trata de la primera edición en español del afamado libro publicado en francés en 2002. Su tema principal es el particular modo en que las ciudades se insertaron en el paisaje histórico hispanoamericano desde el momento de la conquista. El trabajo de Musset fue inspeccionar las ciudades que, por diversos motivos, fueron trasladadas, desde la conquista hasta nuestros días. Se cuentan más de 160 ciudades trasladadas, algunas varias veces, lo que suma más de 270 traslados, especialmente en los tres siglos de dominación hispana.

La recia personalidad jurídica de la ciudad, heredada de la tradición romana e ibérica, la hizo susceptible de una gran movilidad espacial; pero al mismo tiempo el estatuto de la tierra, elemento no menos jurídico, tradujo una fuerte voluntad de arraigo de los vecinos. Los privilegios fiscales aportaron ingredientes de arraigo y literalmente sentaron plaza erigiéndose en los argumentos más sólidos conque las oligarquías loicales solían resistir al traslado urgido por las autoridades reales.

Estudiar el traslado de las ciudades de América durante la época colonial no sólo permite interrogarse sobre las concepciones urbanas de los fundadores, sino también reflexionar acerca de las formas y funciones de esos asentamientos y comprender mejor las relaciones, en ocasiones conflictivas, que oponían a los citadinos con su entorno, a la vez mal comprendido y mal aceptado. Un enfoque de este tipo pone de relieve las contradicciones internas de la sociedad colonial, ya que la decisión del traslado no era siempre fácil de tomar: era la manifestación de las posturas de poder y dinero que debilitaban a unas poblaciones urbanas con intereses divergentes. Además, los intereses de los vecinos podían no coincidir con los de la corona. La situación de la catástrofe y la posibilidad de la mudanza implicaba el riesgo de poner en duda los lazos de lealtad y fidelidad laboriosamente tendidos entre el rey, sus representantes y la población criolla. Cada cual invocaba la legitimidad de su nacimiento, de su rango, de sus raíces, para justificar su decisión a favor del traslado o su voluntad de quedarse en la ciudad arruinada. Se criticaba a la administración local, y se ponía en duda al rey mismo, a quien se le reprochaba que no estuviera presente, que no compartiera el sufrimiento de sus infelices súbditos más alejados. El momento de crisis que representaba la decisión del traslado agradaba las fracturas entre la administración monárquica y la comunidad local, enfrentando las dificultades cotidianas. Musset propone como su principal hipótesis a lo largo del libro que al resistir a las presiones de la corona y, sobre todo, a las órdenes de sus delegados, los vecinos de las ciudades expresaban, a menudo de manera confusa, la reivindicación de una identidad que terminaría por estallar de forma evidente en los albores del siglo XIX. La estructura política y jurídica de las ciudades fundadas en el nuevo mundo se inspiraba de manera directa en las instituciones españolas, las cuales podían conceder una autonomía bastante extensa a las ciudades de mayor prestigio.

Por otro lado, la sola perspectiva de una redistribución de la tenencia de la tierra podía poner en peligro el orden establecido, amenazaba la jerarquía económica y social que se materializaba, entre otras cosas, en el emplazamiento de los edificios públicos o privados, que marcaban el espacio de la antigua ciudad y sobre todo, ponía en duda la unidad ficticia de una comunidad que, para hacer frente común contra los indígenas, tenía necesidad de reafirmar su identidad colectiva y multiplicar los símbolos de cohesión. Así, la discusión sobre un traslado era el principio de una batalla procesal que ponía en juego la noción misma de ciudad, de comunidad y de república. El traslado generaba además, problemas sobre límites territoriales, competencias administrativas y reparto de la fuerza de trabajo nativa. A esas consideraciones materiales se añadían querellas de prestigios y de preeminencias administrativa, política y jurídica.

Dividido en cuatro secciones, nutridas de estudios de caso con minuciosidad antropológica y conteniendo elocuentes fragmentos documentales e ilustraciones, en la primera, Ciudades de Papel, el autor aborda el tema del conocimiento geográfico cosmográficos y urbanístico desde la antigüedad a la edad media y el inicio del renacimiento, así como las primeras formas de ordenamiento urbano en América y las ordenanzas de descubrimiento y población, así como la percepción en la ciencia española de la naturaleza americana y la noción de riesgo natural, de la dialéctica de lo sano y lo malsano tanto como el recurso a lo divino y lo maravilloso cristiano.

La segunda sección, El tiempo de los errores y los errares, desarrolla la lógica de los traslados, su relación con las catástrofes naturales, del agua, el aire, la tierra, el fuego y los mosquitos tonto como con la resistencia indígena; las movilidades de las poblaciones españolas e indígenas, estas últimas marcada por la presión de los conquistadores y la acción de las comunidades religiosas.

La tercera parte, Partir es morir un poco, muestra la conflictividad política y administrativa del traslado, así como sus consecuencias sociales y jurídicas. Musset realiza un estudio comparativo de abundantes documentos redactados para apoyar o combatir el proyecto de traslado, lo que le permite trazar perfiles sobre lo que representaba la noción de ciudad para cada grupo social y poner de relieve las estrategias individuales y colectivas. Analiza el tema no menor de los costos del traslado y las reconstrucciones de las ciudades y sus edificios públicos, las ayudas financieras, así como la acción de los especuladores y las acciones de la corona en beneficio de la población afectada. En este contexto, el caso de la ciudad de México adquirió el valor de ejemplo y de símbolo tras el desastre que provocó la inundación de 1629 y el proyecto de traslado propuesto por la corona, que dieron ocasión a los regidores de la ciudad para presentarse como víctimas de la administración española. O el caso de los regidores de Guatemala, por ejemplo, que en 1717 recordaban al rey que no se abandonaba tan fácilmente la capital de una gran provincia y que los españoles llegados a la península debían respetar la opinión de los criollos que habían vivido siempre en las tierras conquistadas por sus antepasados.

La última parte, Los territorios de la ciudad nómada, analiza las múltiples consecuencias sobre la organización del espacio que podía ocasionar un traslado, desde las discusiones económicas y jurídicas hasta los argumentos técnicos sobre los materiales para la construcción y la forma de abastecer a la nueva ciudad, así como la relación con los campesinos e indígenas y la repartición de la tierra. El estudio de las modificaciones hechas eventualmente no sólo a la trama urbana sino también a la arquitectura de las construcciones puede ayudar a comprender la evolución de la mentalidad y de las prácticas culturales de la población española. A la inversa, el inmovilismo de los planos urbanos y el carácter estereotipado de la mayoría de los proyectos propuestos muestran que los viejos ideales urbanísimos, heredados de la antigüedad y el renacimiento, conservaron su influencia por lo menos hasta el final de la época colonial.

Varias veces, en el curso de sus investigaciones de campo, el autor del libro fue invitado y hasta obligado a tomar parte en querellas de pueblos cuyos orígenes, en ocasiones, se remontaban a siglos atrás, pues el ordenamiento jurídico y territorial del espacio, según él mismo, sólo adquieren todo su significado en el largo plazo.

Romina Zamora

Investigadora Asistente-CONICET

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