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Revista de historia del derecho

versión On-line ISSN 1853-1784

Rev. hist. derecho  no.49 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2015

 

Sección Bibliográfica

Las independencias hispanoamericanas como objeto de historia
Matices de una peculiar modernidad

 

Véronique Hébrard y Geneviève Verdo (eds.), Las independencias Hispanoamericanas. Un objeto de Historia, Madrid, Casa de Velázquez, 2013, 360 págs.

 

 

Entre la extensa producción historiográfica surgida con motivo de los "bicentenarios" de la emancipación americana, merece destacarse esta obra colectiva que compila una serie de trabajos oportunamente debatidos durante un coloquio organizado por Véronique Hébrard y Geneviève Verdo en La Sorbona, en junio de 2011, y publicada en 2013 por la prestigiosa Casa de Velázquez. La reconocida trayectoria de los especialistas que concurren en estas páginas garantiza por adelantado la enjundia de un contenido que, en líneas generales, ofrece un amplio panorama de las tendencias y discusiones actuales en el marco de la historiografía política americanista. Afortunadamente, la señalada amplitud no se traduce en irreductible dispersión -riesgo habitual en compilaciones de esta índole- puesto que el trasfondo común se articula en torno a una serie de consignas precisas que las editoras explicitan en un ensayo introductorio cuyo título bien puede fungir como leitmotiv de toda la obra: "Repenser les indépendances Hispano-Américaines"

Se discuten todavía, en diversos foros académicos, los aciertos y desaciertos de la obra François-Xavier Guerra sobre las independencias hispanoamericanas; sin embargo, ya se tome partido por los detractores o por los entusiastas de su pensamiento, nadie puede negar que sus trabajos establecieron un antes y un después en el estudio de un tópico que ha devenido en "objeto" histórico per se. El impacto del pensamiento de Guerra sobre la historiografía de las independencias aparece entonces como uno de los elementos articuladores del conjunto, convirtiendo así a estas páginas en una suerte de tributo a su legado. Tributo no necesariamente apologético. Tributo que se manifiesta no siempre como reflexión directa sobre su obra, sino que se percibe también, de manera más o menos silenciosa, en las perspectivas, los métodos y los consensos asumidos por los diversos autores.  Son las editoras, vinculadas a la herencia intelectual y académica de Guerra, las que, en la propia introducción, ponen de relieve las improntas renovadoras del historiador francés, destacando entre ellas: el abandono de las lecturas teleológicas y nacionalistas (con la consecuente revalorización de los escenarios locales, regionales y transnacionales); una adecuada re-contextualización del proceso en su dimensión atlántica, así como la crítica al relato de las gestas emancipadoras "ineluctables", para poder situar los hechos en el terreno de lo episódico, de lo coyuntural o, más precisamente, de lo  "accidental" y, a su vez, en el espacio de la corta duración, propio de una intensidad revolucionaria que las contingencias orientarán hacia la imposición de una "modernité de rupture".

Aun cuando se ha objetado que una dosis de teleología se cuela casi necesariamente bajo la noción guerreana de "modernidad", los postulados de su pensamiento vienen evocados en la Introducción como puntos de partida, como partes de un hito que permitió tejer nuevas lecturas, que generó nuevos temas y que incluso favoreció respuestas de tono crítico y superador. Por otra parte, más allá de los debates, lo que resulta indiscutible con respecto a la influencia de Guerra es su aporte a la revitalización de la dimensión cultural en el análisis histórico-político, algo que, en el contexto de los giros metodológicos del siglo pasado, vino a traducirse en la centralidad de los discursos, en el notable desarrollo de la historia conceptual y, finalmente, en una mirada diferente sobre el valor heurístico de los diversos juegos de lenguaje (político, religioso, jurídico, constitucional) que tejen la experiencia social. De allí el interés que esta nueva historia de las independencias tiene también para los historiadores del derecho, acostumbrados a lidiar con un tipo de lenguaje basilar para la construcción social de la realidad. A lo largo de sus diversos apartados, el contenido del libro da cuenta de ese renovado interés interdisciplinar y de los múltiples senderos abiertos por la labor de Guerra en la historiografía contemporánea.

El giro discursivo atraviesa, de un modo u otro, toda la obra, pero se hace presente desde  el título en los dos primeros apartados (sobre un total de cinco que integran el libro). El primero de ellos, titulado "Relato de los Orígenes", agrupa tres trabajos que ponderan el grado de imbricación entre los procesos de independencia y determinadas estrategias discursivas constructoras de identidad que, con diversos matices, ya se venían prefigurando en algunas regiones desde el siglo XVIII. En ese marco, Gabriel Entín ("El patriotismo americano en el siglo XVIII: ambigüedades de un discurso político hispano") critica la noción de "patriotismo criollo" en tanto que con ella se opaca la seña de identidad española y católica de los americanos del siglo XVIII. Éstos, según Entín, salvo algunas excepciones, "no buscaban la independencia de aquella patria abstracta que era la Americana sino la reforma de la Monarquía", de modo que la noción de "patriotismo criollo" impondría un límite para pensar "la producción de la americanidad como forma de discurso hispánico, ilustrado y católico" (p. 31). Sólo el contexto de la crisis imperial daría un nuevo sentido a esa identidad para generar un patriotismo revolucionario que se advierte en la transformación del español americano en "americano en lucha por la libertad contra el español" (p. 32). El mito de una identidad latente como causa de acción revolucionaria parece ceder así, en el análisis, a los efectos imprevistos del impacto revolucionario. Del mismo modo, Alejandro Gómez revisa el relato historiográfico sobre la identidad venezolana, para destacar un aspecto singularmente ausente: la incidencia de las revoluciones franco-antillanas en el proceso de convulsiones y levantamientos que se experimentaron en la costa caraqueña hacia finales del XVIII, poniendo de  relieve -como lo expresa su título- "La caribeanidad revolucionaria de la <costa de Caracas>. Una visión prospectiva (1793-1815)". Georges Lomné, por su parte, se sitúa "Aux Origines du Républicanisme Quiténien (1809-1812)", para destacar de qué modo la prédica y el culto al "buen gusto", asociado a la tradición clásica y la enseñanza del latín, habían generado una suerte de "comunión estética" entre las élites americanas que alimentaría después el proyecto revolucionario. En ese nuevo contexto, sugiere Lomné, "Las virtudes cívicas ciceronianas abandonan su estatus de exempla al servicio del bien común monárquico para ser punta de lanza de la mutación política" (pp. 58-59). Se dibuja de este modo un cuadro en el que además de la tan mentada Ilustración (nunca definida exhaustivamente), aparecen otras variantes culturales como el jansenismo y el neoclasicismo en el terreno de los vectores que convergen en la configuración de una nueva sensibilidad social, estética y política.

La sutil pero efectiva línea que separa a los relatos de los leguajes puede asimilarse a la distancia que suele señalarse entre la retórica revolucionaria y los dispositivos institucionales positivamente instaurados para regir las nuevas prácticas. El segundo apartado del libro, titulado "Los lenguajes políticos", agrupa cuatro trabajos que giran en torno a lenguajes con función performativa y parenética, como los textos los jurídicos, constitucionales o no, y los sermones y pastorales. Marta Lorente ("De las leyes fundamentales de la monarquía católica a las constituciones hispánicas, también católicas") comienza aclarando que el estudio de la "explosión constitucional" que tuvo lugar en el viejo orbe hispano a partir de 1808 puede ser analizada en una doble perspectiva: el estudio de los textos y el estudio de su "efectiva puesta en planta" (p. 68). La mayor complejidad de este último tipo de análisis (requiere indagar en archivos, diarios de sesiones, boletines oficiales, etc.) no desvirtúa la necesidad del primero dado que, bien leídos (sin retroproyecciones y en su propia densidad), los textos por sí mismos dicen ya mucho sobre los determinantes culturales del contexto que los produjo. Con esta perspectiva, Lorente procura poner de relieve los denominadores comunes de un constitucionalismo que, condicionado por elementos indisponibles derivados de la historia y la religión, parece ofrecer respuestas similares a uno y otro lado del Atlántico, siendo, en ambos casos, incapaz de "crear Estado..." (p. 79). Esta última expresión, sin embargo, cobra su verdadera dimensión cuando se intuye el resultado de una historia de la "efectiva puesta en planta". Sin embargo, elucidar los  textos  permite  una  mejor  comprensión  de dicha experiencia y complejiza la -tantas veces invocada- explicación que apela al contraste ingenuo entre los buenos textos y las malas praxis.

El valor de los textos, precisamente, y la necesidad de releer piezas esenciales del período (como las actas declarativas de independencia), orienta el trabajo de Jordana Dym, titulado "Declarar la Independencia. Proclamaciones, actos, decretos y tratados en el mundo iberoamericano (1804-1830)". Las actas, más allá de su valor constitutivo, narran hechos que reflejan, en opinión de la autora, "una transformación política, y a veces, social" (p. 83). El estudio analiza y compara diversas fases y regiones, según la secuencia histórica en que se fueron produciendo actas declarativas de independencia, ponderando además el lugar asignado en ese universo textual a conceptos que se tornarán fundamentales como "pueblo/pueblos", "sujetos" (individuales o corporativos) y "soberanía". La periodización refleja la intensa dinámica en la corta duración, apreciable en el tránsito de unas primeras declaraciones que todavía mantienen giros lealistas, pese a su carácter disruptivo, con otras que, tras la restauración, darán inicio a la "verdadera ola de textos independentistas" a partir de 1816 (p. 84). A diferencia de éstas, las de la primera fase procuraron conjugar las inquietudes generadas por la crisis imperial con un discurso "legalista", en tanto que sus textos expresaban un modo de construir la argumentación política por vía del razonamiento jurídico.  Las páginas de María Luisa Soux  -"Legalidad, legitimidad y lealtad. Apuntes sobre la compleja posición política en Charcas (1808-1811)-, ilustran muy bien este fenómeno característico de los primerísimos años de la crisis, señalando cómo los levantamientos ocurridos en los diversos centros urbanos del distrito de Charcas (Cochabamba, Santa Cruz, Oruro, Potosí), en apoyo de las órdenes emanadas de la Junta de Buenos Aires, tuvieron "un carácter de defensa de la legalidad, la legitimidad y la lealtad" más que de articulación de un proyecto político (p. 115).

El razonamiento jurídico como base del argumento político, en el marco una "monarquía católica" cuyo quiebre generaría, como lo expresa el elocuente título de Lorente, constituciones "también católicas", estaba necesariamente imbricado con todo un lenguaje normativo derivado de los textos sagrados. El propio Guerra llamó la atención, precisamente, sobre las numerosas referencias bíblicas que aparecían en los debates políticos de las independencias, lo que sirve a Víctor Peralta Ruiz como disparador para su estudio titulado "Sermones y pastorales frente a un nuevo lenguaje político. La iglesia y el liberalismo hispánico en el Perú (1810-1814)". Analizando ese particular género que componen los sermones y pastorales, el autor busca, entre otras cosas, elucidar si la adhesión del clero peruano al liberalismo durante la vigencia de la constitución de Cádiz obedeció a una sincera simpatía ideológica o a una cuestión de estricto acatamiento del nuevo orden institucional. Con cautela, su respuesta sugiere diferenciar entre las actitudes del alto clero y las del "clero popular". No obstante, lo que importante destacar es que tanto en uno como en otro caso, se está hablando siempre de un "liberalismo hispánico de contenido católico" (p. 131), fórmula que ya implica una serie de precisiones y matices asumidos en torno a una experiencia que, como la hispana, se nos revela cada vez más refractaria a los grandes modelos paradigmáticos de la cultura liberal decimonónica.

La impronta del análisis discursivo, como dijimos, trasciende a los "relatos" y a los "lenguajes" de los dos primeros apartados del libro. El tercero, bajo el lema "Actores y prácticas", agrupa cuatro trabajos en los que se tematiza, por un lado, el efecto de los etiquetamientos sociales que recibieron determinados grupos de actores durante las contiendas independentistas y, por el otro, la instauración de prácticas que, como sugiere Andréa Slemian, son "indisociables" de los discursos que las constituyen. En su estudio sobre "La organización constitucional de las instituciones de justicia en los inicios del Imperio de Brasil. Algunas consideraciones históricas y metodológicas", la autora brasilera nos muestra de qué modo la irrupción del nuevo lenguaje constitucional marcó un horizonte de problemas y conceptos del que, a pesar de las dificultades prácticas de implementación y de las reacciones conservadoras, ya no se podría regresar. En  páginas previas, Moisés Guzmán Pérez, ofrece, por su parte, un análisis de las "nomenclaturas políticas" que emergieron durante la insurrección novohispana, tomando como categorías centrales las que concurren en el título de tu trabajo: "Chaquetas, insurgentes y callejistas. Voces e imaginarios políticos en la independencia de México". 

Rótulos que dan cuenta de un imaginario social en transformación, del protagonismo de nuevos actores y de las prevenciones que podían despertar en el seno de las antiguas elites. Entre esos nuevos actores aparece el bajo pueblo, retratado para el caso rioplatense por Gabriel de Meglio en un estudio que aprovecha una calificación de época para condensar en el título todo un juicio social al respecto: "Los <sans-culottes despiadados>. El protagonismo político del bajo pueblo en la ciudad de Buenos Aires a partir de la Revolución". La movilización del bajo pueblo, que emerge con renovada fuerza en el marco de una historiografía más sensible a las percepciones propias de los sectores "subalternos", habría resultado entonces estimulada por una declaración de igualdad que se presentaba como un horizonte de difícil consecución. La complejidad étnica de la sociedad colonial, con sus múltiples signos de identidad, y sus diversos lazos de cohesión, tanto entre las elites como en los sectores subordinados, podrían haber incidido para que la igualdad declarada tuviese como efecto paradojal un reaseguramiento del orden político. Así podría resumirse el argumento desplegado por Aline Helg en el trabajo que cierra el tercer apartado y que aborda los efectos de la abolición republicana del principio de la pureza de la sangre en el contexto del Caribe Colombiano ("De castas á pardos. Pureté de sang et égalité constitutionnelle dans le processus indépendantiste de la Colombie Caraïbe"). Más allá de la complejidad étnica y la jerarquización social, Helg señala también el problema del fraccionamiento territorial, algo que, además de agregar una dificultad en el proceso de conformación de identidades sociales, constituye una nota común en las diversas historias de las independencias hispanoamericanas. 

"Los espacios de Soberanía" es el título del cuarto apartado del libro y concurren en él cuatro trabajos que abordan, desde diversas experiencias y enfoques, los problemas derivados de la fragmentación de la soberanía, de su multiplicación entre sujetos llamados a reconstituirse bajo el prisma de las todavía ambiguas fórmulas con-federativas. Esa vaga noción de confederación que parece atravesar todos los espacios políticos en los contextos de las independencias, es analizada en sus diversas genealogías discursivas y en su impacto en el caso concreto venezolano, en el trabajo de Carole Leal Curiel que abre esta parte del libro bajo el siguiente título: "Entre la división y la confederación. La independencia absoluta. Problemas para confederarse en Venezuela (1811-1812)". Entre las tradiciones de lenguaje que la autora señala como vertientes que alimentaron la noción de confederación en dicho contexto, aparece en primer lugar la jurisprudencia del ius civile, junto con la ilustración francesa y, por último, la "invención" de los norteamericanos (p. 200). Con esas premisas, demuestra cómo, en el citado espacio, la declaración de la independencia no se puede comprender sin atender a los problemas que se abrieron (y difícilmente lograron cerrarse) a partir de los debates en torno a la cuestión del "pacto o contrato confederal" (p. 210).

Las múltiples "soberanías" que emergen de la crisis imperial y que se resistirán a la reductio ad unum  que se sospecha latente en cualquier proyecto político que no se manifieste expresamente confederativo, es un tema que trasciende a los acotados casos concretos para convertirse en un patrón recurrente en los más diversos escenarios. El trabajo de Marta Irurozqui pone en evidencia, desde su propio título ("Las metamorfosis del pueblo. Sujetos políticos y soberanías en Charcas a través de la acción social (1808-1810)"), ese juego de singulares y plurales que denota la tensión característica del momento, en este caso, en el espacio charqueño y procurando mostrar cómo y quiénes, en el plano de la acción social, materializaron la "reasunción de la soberanía". Aquella tensión que en el terreno ideológico se representa como una oscilación de argumentos, en pro o en contra, de la pluralidad o de la unidad de la soberanía, refleja, a su vez, experiencias cargadas de acciones de fuerza, motines, guerras civiles, etc. Juan Ortiz Escaramilla se centra, precisamente, en las connotaciones y consecuencias de la guerra civil novohispana, bajo un título que, con otros términos, parece remitir al mismo denominador común: "De lo Particular a lo Universal. La guerra civil de 1810 en México". El autor destaca la permanencia y multiplicación de gobiernos locales, a nivel de ayuntamientos y diputaciones, para explicar, en el contexto mexicano, un proceso que resume como el tránsito "de colonia a república" (p. 242). Podría objetarse que esta formulación requeriría, más allá de su sentido lato, una explicitación conceptual más profunda. Para el segundo de los extremos, dicha profundización aparece en el trabajo que cierra este cuarto apartado, obra de Clément Thibaud, que se adentra en la compleja tarea de delinear los distintos sentidos a los que remitía entonces el concepto de "república" ("Le trois républiques de la Terre Ferme"). Entre esos sentidos, había todavía lugar para un significado tradicional que aludía a la representación corporativa de comunidades locales, clave para la prefiguración de los programas confederativos, y que no resultó, en primer momento, antitético con la forma monárquica de gobierno. Sólo como efecto de las opciones en las que se dirime el proceso independentista, más que como su consecuencia necesaria, se producirá lo que el autor denomina una "dynamique de républicanisation exclusiviste" (p. 253) que, bajo la influencia de los ejemplos norteamericano y francés, de la tradición clásica y del naciente liberalismo, llevará a pensar en la república como expresión antimonárquica, aun cuando en el zócalo de la práctica institucional cotidiana la vieja noción corporativa siguiera operando. 

El carácter complejo, en buena medida contingente, que parece haber signado el proceso de cambios de sentido señalado por Thibaud para la noción de república, nos recuerda el valor de una de las premisas generales de la obra en su conjunto, cifrada en la necesidad de releer esos intensos primeros años de la crisis imperial en toda su densidad. Ello quiere decir también, leerlos sin descuidar los ensayos, proyectos o programas que no prosperaron, pero que en su momento pudieron ser alternativas tan plausibles y atractivas como las fórmulas que terminaron por imponerse. Estrategias alternativas que dialogaron, y así determinaron por reflejo, el perfil de las formas que finalmente triunfaron. El quinto y último apartado del libro (Las Revoluciones y sus reflejos) comienza con una aguda relectura de una de esas alternativas que emergieron y se truncaron durante aquel breve lapso, cuyos testimonios cobran nuevo valor a la luz de las perspectivas historiográficas actuales; nos referimos al estudio de Marcela Ternavasio ("La princesa negada. Debates y disputas en torno a la regencia (1808-1810)") sobre el intento de instaurar, en el momento álgido de la crisis imperial, una regencia en cabeza de la princesa Carlota Joaquina de Borbón. Más allá de su fracaso, los problemas y argumentos desplegados por el carlotismo en torno a la vacancia del poder, incidieron, especularmente, en el desarrollo del juntismo peninsular, dentro de cuyo horizonte no había lugar para la pretendida regencia de la infanta. En este terreno de reflejos que quedarían, después, en el lado obscuro de la memoria, se mueve también el trabajo de Anthony McFarlane, quien propone revisar la "Crisis imperial en el Río de la Plata" a partir de "Una perspectiva realista desde Montevideo (1810-1811)", tomando como objeto la contrarrevolución narrada por un comandante español del apostadero de Montevideo. Lejos de los exitosos ribetes de la contrainsurgencia mexicana, las percepciones de un oficial realista que observa desde Montevideo los acontecimientos que darían lugar a la formación de la primera junta de Buenos Aires, nos muestran la contracara de las acciones que la historiografía convertiría después en gestas patrióticas. El trabajo de McFarlane debe leerse, además, en diálogo con el de Ternavasio, puesto que el carlotismo tuvo uno de sus epicentros en Montevideo, del mismo modo que también tuvo significativas repercusiones en Charcas, recordadas en el ya referido estudio de Irurozqui.

Otras percepciones sobre las independencias, en este caso más lejanas en el espacio y en el tiempo de la revolución, son las que estudia  Monica Henry ("Un champ d'observation pour les États-Unis. La révolution au Río de la Plata"), en un texto dedicado a reflexionar sobre las impresiones recogidas por los emisarios del presidente estadounidense James Monroe, enviados en 1817, a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Fruto de las negociaciones iniciadas desde Buenos Aires para lograr el reconocimiento del nuevo estado -y del interés de algunos estados norteamericanos que veían una oportunidad económica detrás de dicho reconocimiento-, la misión dejaría una serie de informes, además de conocido libro de Backenridge (secretario de la misión) Voyage to South America. La perspectiva del interés económico se entrecruza en la narrativa de los informes con una percepción negativa, atravesada por la carga de la "leyenda negra" de la colonización española, según la cual los habitantes de la América del Sur aparecen como "catholiques superstitieux, indolents, cruels, et surtout laxistes vis-à-vis des populations indiennes et noires, avec lesquelles ils s'étaient mélangés..." (p. 302). Un reflejo de los primeros tiempos posrevolucionarios, llamado a perdurar y a reaparecer con frecuencia a la hora de observar las lecturas, políticas e historiográficas, que desde el norte se harán sobre el desarrollo institucional de los nuevos estados del sur del continente. Sin embargo, modelos comparativos percibidos como menos asimétricos por sus actores podían encontrarse en otras latitudes, como lo evidencia el estudio de Daniel Gutiérrez Ardila ("La République de Colombie face à la cause des Grecs") dedicado a analizar la incidencia del ejemplo griego, y de la lucha de los helenos por emanciparse de la tutela turca, en la conformación de una estrategia diplomática para lograr el reconocimiento de la República Colombiana durante el período 1819-1831.

Con estos reflejos de revoluciones e independencias en procura de reconocimientos, se cierra el quinto apartado y la secuencia de contribuciones que conforman el libro. Queda todavía lugar para un "epílogo" en el que Brian Hamnett, bajo el título "Las independencias y sus consecuencias. Problemas por resolver", reflexiona sobre los grandes dilemas que debieron afrontarse durante "la quiebra de las potencias ibéricas en el continente americano entre 1816-1825" (p. 321). Los problemas de la distribución del poder, de la legitimidad política, de la opción por un modelo de organización constitucional, de la participación y movilización popular, de la creación, ex novo, de la nación como entidad política surgida de la crisis imperial, son referenciados en un registro panorámico que recorre los diversos espacios, para concluir con un cuestionamiento sobre el grado de "transformación (o no) de la cultura política", considerando, entre otros factores, la continuidad de la exclusividad católica en los nuevos estados y su complejo derrotero institucional decimonónico. 

Se cierra así una obra que, como dijimos al comienzo, muestra una sólida articulación temática y argumental, y un logrado estado de la cuestión sobre los tópicos en torno a los cuales se ha ido convirtiendo a las independencias hispanoamericanas en un particular "objeto" de historia. Tratándose de diecinueve ensayos, más una introducción y un epílogo, resultan inevitables algunos contrapuntos que se pueden advertir con respecto a determinadas interpretaciones. Pensemos en la silenciosa tensión a la que es sometida, una y otra vez, aquella primigenia y fecunda idea de "modernidad de ruptura", en trabajos que denotan persistencias o, más aun, revalidación constitucional de viejas tradiciones y que llegan a poner en cuestión el propio grado de transformación de la cultura política. Sin embargo, ya en las páginas introductorias las coordinadoras adelantan las posibilidades de un marco más elástico capaz de dar cuenta de esas tensiones sin necesidad de acudir a soluciones excluyentes. A tal fin, la experiencia iberoamericana del siglo XIX es presentada como una modernidad "avec des spécificités" (p. 15); una modernidad peculiar que, como la europea (con su exclusión de los pobres del cuerpo político), o la norteamericana (con su prologado apartheid sobre indios y negros) habría encontrado en ciertos rasgos calificados como "antiguos" su forma de "adaptación". Se habrá de seguir discutiendo, seguramente, el sentido de tales modernidades, sobre todo si pensamos que al narrar la historia reflejamos también los malestares del presente, entre los cuáles, la desigualdad ocupa un lugar candente en esta parte del mundo. En cualquier caso, entre aquellas inevitables disonancias y estos prometedores debates, los estudios que se ofrecen en este libro representan, a nuestro juicio, un significativo aporte para avanzar en esa obligada discusión.  

 

Alejandro Agüero

Universidad Nacional de Córdoba
CONICET 

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