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Revista de historia del derecho
versión On-line ISSN 1853-1784
Rev. hist. derecho no.54 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2017
DOSSIER
El Instituto de después de Levene.
The Institute after Levene.
The work of Ricardo Zorraquín Becú
Por María Rosa Pugliese **
* Presentación efectuada en el acto académico “80 años de la fundación del Instituto de Historia del Derecho Argentino”, llevado a cabo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires el 25 de abril de 2017.
** Abogada y Doctora, especialidad Historia del Derecho, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesora Titular Consulta de Historia del Derecho en la misma Universidad, a cargo de su cátedra. Miembro Titular, Vocal e Investigadora del Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho. Investigadora Adscripta del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Doctor Ambrosio L. Gioja de la Universidad de Buenos Aires. E-mail: mrpugliese08@hotmail.com
Original recibido: 17/06/17.
Original aceptado: 12/10/17.
Original recibido con cambios: 29/10/17.
Resumen:
En el presente artículo evoco al Instituto de Historia del Derecho tras el fallecimiento de Ricardo Levene, para continuar con el nombramiento de Ricardo Zorraquín Becú como director. Comienzo con una biografía de éste último para encarar los objetivos de Ricardo Levene que fueron cumplidos por su sucesor: continuar la obra del Instituto, lograr una cátedra autónoma de la disciplina y reunir a los especialistas de Historia del Derecho Indiano en un Instituto Internacional. A ello se suma la concreción de otros: mantener el nivel científico del Instituto, que fuera lugar de encuentro de profesores y alumnos, definir el carácter de la disciplina histórica-jurídica y su incorporación al plan de estudios de la carrera de abogacía, fortalecer las vocaciones por la disciplina y crear un instituto como sucesor de aquél para cumplir sus fines.
Palabras claves: 80 Aniversario - Instituto Levene - Historia del Derecho - Ricardo Zorraquín Becú
Abstract:
In this article I evoke the Institute of Legal History after the death of Ricardo Levene, and then move forward to the appointment of Institute of Legal History Ricardo Zorraquín Becú as director. I begin with a biography of the latter and then go on to analyze Ricardo Levene's objectives that were fulfilled by his successor: to continue the work of the Institute, raise legal history to the category of autonomous subject and gather Spanish colonial legal history specialists in an international institute. Added to such objectives were others, such as to maintain the scientific level of the Institute, make it a meeting place for professors and students, define the nature of the legal-historical discipline and include it in the syllabus of the School of Law, strengthen legal history vocations and create a successor institute to fulfill its aims.
Keywords: 80th Anniversary - Instituto Levene - History of Law - Ricardo Zorraquín Becú.
Sumario:
I. Introducción. II. Propósitos y logros del Doctor Ricardo Zorraquin Becú. III. Breve biografía del nuevo Director del Instituto. IV. El pensamiento de Zorraquín Becú sobre
I. Introducción
Después de la evocación del doctor José María Díaz Couselo sobre la primera etapa del Instituto de Historia del Derecho de
Mi primera experiencia, sin embargo, fue poco alentadora. Había comenzado la carrera y solía conversar con mi profesor de Introducción al Derecho, Mario Carlos Belgrano. Al manifestarle que me atraía la historia, hizo un ademán hacia la puerta del Instituto, señalando que allí se "hacía historia". Presurosa fui otro día para traspasar esa puerta que me permitiría entrar en contacto con lo que tanto me atraía. La persona que me atendió me preguntó la cantidad de materias rendidas y ante esa circunstancia traté de exhibirme como una alumna más aventajada. Al escuchar que contaba con seis o siete materias me respondió que volviese cuando llegase a cuarto año de la carrera, que nada podía hacer hasta entonces. Cabe aclarar que cuando ingresé a
La experiencia posterior fue de cordialidad y afecto dispensado por quién me recibió, el profesor Eduardo Martiré. Su recepción estuvo acompañada por la entrega de un cuadernillo con la bibliografía general y especial del programa. Al recibir esas hojas sentí que había encontrado mi lugar en
II. Propósitos y logros del Doctor Ricardo Zorraquin Becú
Superada la emoción del recuerdo, corresponde entrar en la segunda parte de esta presentación y brindar un panorama del querido Instituto a partir del advenimiento de la nueva dirección, por el fallecimiento de don Ricardo Levene. Apuntemos que el Instituto no solo mantuvo, sino que acrecentó el prestigio ganado, a la vez que amplió las tareas desarrolladas por su creador. Su impronta lo guiaba y la dirección quedó en forma honoraria a cargo de Ricardo Zorraquín Becú, uno de los grandes maestros de
El acrecentamiento aludido surge nítido si tenemos en cuenta la multiplicación del número de comunicaciones y publicaciones, y de las actividades que desarrollaba. Esa vivacidad fue la que nos circundó cuando ingresamos al Instituto y la que nos fortaleció en la decisión de dedicarnos a la disciplina que allí se cultivaba.
Al analizar su trayectoria se descubre el sentido íntimo de su creación y puede afirmarse que Levene fructificó un sueño, crear un ámbito científico y darle vida. Su misión fue continuada y ampliada por don Ricardo Zorraquín. La preocupación de Levene era que su creación se mantuviese perenne e inspirara transformaciones más profundas, como la consagración efectiva de una cátedra autónoma de la disciplina y la creación de una institución que agrupase a los investigadores, a nivel internacional, con el objetivo de fortalecer a aquélla.
Para evocar el Instituto, entonces, cabe enfocarlo desde lo onírico, para hallar los ideales y propósitos que guiaron al fundador y a quién prosiguió sus pasos.
Si Levene se planteó el Instituto como la concreción de los sueños recién enunciados, tal como lo señaló don José María Mariluz Urquijo, al ocuparse de su figura en la edición homenaje que se le tributó[1], comprobaremos que aquéllos fueron cumplidos y ampliados por su sucesor.
III. Breve biografía del nuevo Director del Instituto
Antes de seguir adelante, corresponde dar una breve relación del biografiado, por la presencia de muchos alumnos en este acto.
Don Ricardo nació en Buenos Aires el 24 de marzo de 1911, estudió la carrera de abogacía en la citada Facultad, egresando en 1935. Unos años más tarde (1939) alcanzó el grado de Doctor en jurisprudencia con su tesis, El federalismo argentino, galardonada con el Premio Facultad. Desde 1942 fue Profesor de Historia argentina en su curso de ingreso. En
Para dedicarse enteramente a la docencia y la investigación, dejó el cargo de Juez y de ésto se desprende que su incorporación en el Instituto le hizo imbuirse de los propósitos de Levene y, a la postre, desarrollar los propios.
Estos propósitos, para los que se formó durante los años que compartió con el maestro, fueron:
1) Continuar la obra del Instituto.
2) Llegar a la titularidad de una cátedra autónoma de Historia del Derecho.
3) Reunir a los colegas especialistas de Historia del Derecho Indiano en una asociación o Instituto Internacional.
Por su parte, planteó sus propios sueños, que fueron expuestos por el maestro José María Mariluz Urquijo en el artículo ya citado y que logró concretar.
1) Mantener el carácter científico del Instituto, alejado de todo tipo de ideologías.
2) Proseguir la obra de Levene y acrecentarla. Asegurar así los trabajos ya iniciados y proyectar los nuevos.
3) Desarrollar el esencial sentido del Instituto, un lugar de encuentro de profesores y alumnos para un diálogo fecundo.
4) Definir el carácter de la disciplina, histórica-jurídica, abandonando así la impronta sociológica anterior.
5) Crear
6) Reunir a los especialistas de Historia del Derecho Indiano y como resultado fundar un Instituto, en 1966, junto a los profesores Alfonso García Gallo y Alamiro de Ávila Martel, que lleva la denominación Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano.
7) Promover consensos y definir el Instituto como una obra colectiva, fruto del esfuerzo de sus integrantes.
Para alcanzar esos objetivos tuvo la virtud de rodearse de colaboradores eficientes, que fueron resorte invalorable a ese fin. Ellos fueron, en primer término, Eduardo Martiré y Víctor Tau Anzoátegui, que tuvieron a su cargo las Jefatura de cursos y de investigaciones. Por otra parte, se propuso propender y fortalecer un diálogo permanente en pro de la disciplina. La empresa que emprendieron el Director y sus acompañantes produjo el nacimiento de múltiples vocaciones, que mantuvieron el vivaz espíritu de ese Instituto y se materializaron en una cantidad mayor de artículos para
El sueño se hizo realidad porque tenía hondas raíces y cada participante lo revivió, se hizo parte de él y así creció vigorosamente. Cuando a don Ricardo se le ofreció el cargo de Embajador en Perú, confió la cátedra a sus dos jóvenes colaboradores Tau Anzoátegui y Martiré, quienes cumplieron sus labores acabadamente, por su formación científica y profesional y ese sello que les había transmitido el director ahora ausente.
El Instituto había extendido su labor con sentido federalista y así se comprueba por la consolidación de múltiples investigadores provinciales, que enviaban sus trabajos para publicar o que concurrían a sus actividades cuando venían a Buenos Aires. Asimismo, al participar en las Jornadas que comenzó a organizar en distintas ciudades del interior con el auspicio de las Facultades de Derecho de sus provincias y de otros organismos públicos y privados. En el caso de las II Jornadas, se llevaron a cabo en la ciudad de Córdoba, organizadas por el maestro Roberto I. Peña, con la colaboración de Mario Carlos Vivas. La organización de las III Jornadas, celebradas en Rosario, en 1970, se encomendó a dos profesores de la misma, José Carmelo Busaniche y Manuel T. Marull, y se hicieron presentes, entre otros, Pedro Santos Martínez, Jorge Comadrán Ruiz, ambos de Mendoza, Oscar Ensinck de Rosario, Roberto I. Peña, Alfredo Velázquez Martínez y Mario Carlos Vivas, de Córdoba, los restantes eran de Buenos Aires o revistaban en esta ciudad.
A estos profesores se agregaron luego Dardo Pérez Guilhou, Cayetano Bruno, Miguel Ángel De Marco, Edmundo Correas, Carlos Luque Colombres, Rafael Castellanos Sáenz Cavia, Abelardo Levaggi, Isidoro Ruiz Moreno, Américo Tonda, Julio Cesar Guillamondegui, Mariano de Echazú Lezica, y muchos otros colegas.
Incluso concurrían profesores de otras materias, brindando su especial aporte, tal los apreciables casos de Marco Aurelio Risolía, Francisco P. Laplaza, Isidoro J. Ruiz Moreno, Alejandro Jorge Padilla, Luis S. Sanz y del Uruguay, Alberto Roca, de España, Alberto de
IV. El pensamiento de Zorraquín Becú sobre
Acerca de cuál fue su línea de pensamiento y en particular en torno al carácter obligatorio y autónomo de la asignatura Historia del Derecho, vale incursionar en una breve relación de hechos al respecto. En consonancia con la existencia de un Instituto de Historia del Derecho, fue adalid de la íntima y fecunda relación que debía existir entre el Instituto y la cátedra. En particular, fue definitorio para establecer el lugar de la materia en el plan de estudios de la carrera de Abogacía, al colocarla al final de los mismos, cuando se estableció el nuevo plan en 1961.
Su pensamiento, además, se rescata a través de las respuestas a las varias encuestas que se dirigieron a los profesores de
En la encuesta organizada por
En su concepto, el estudio excesivamente dogmático del derecho debía complementarse con el enfoque de la historia del derecho y de las ideas jurídicas y políticas, para la mejor aprehensión del fenómeno jurídico y transformar el espíritu del estudiante. El teatro adecuado de los estudios profundizados debía estar justamente en los institutos, como también sería el referido lugar de intercambio entre profesores y alumnos.
En dicha respuesta formuló la propuesta, en coincidencia con la vieja aspiración de Levene, de convertir a
El 28 de octubre de 1957 el Decano interventor Doctor Ambrosio Gioja dictó una resolución por la que creó la cátedra de Historia del Derecho de la cuál Zorraquín Becú fue titular varios años después, cuando los primeros alumnos del nuevo plan de estudios, que habían ingresado en 1962, llegaron al quinto año de la carrera.
Al ser designado al frente del Instituto, en 1959, siguiendo la línea de Levene se dirigió al Decano Francisco Laplaza para elevar un plan de publicaciones y trabajos. El mismo, entre otras, incluía la edición de fuentes legales de la provincia de Buenos Aires anteriores a la codificación. Retomó, a su vez, la idea de escribir la historia de
El 14 de mayo de 1962 el Consejo Directivo de
Creó
Así lo expresó con ocasión de la entrega del Premio alusivo a la doctora Daisy Rípodas Ardanaz,
Levene, brilló en casi todos los campos en los cuales podía descollar su personalidad de estudioso del pasado nacional. La historia política, la económica, la que se ocupa de las ideas, la del derecho, tuvieron en él a un especialista consagrado plenamente a cultivarlas. Lo hizo utilizando el método erudito y con criterio sobriamente científico, aunque poniendo también en evidencia su pasión de argentino. A medida que su obra aumentaba, crecía simultáneamente su prestigio, que lo llevó a ocupa importantes cátedras y los más altos cargos en
En 1966, durante el desarrollo del IV Congreso de Historia de América, se reunió con los colegas de Chile, Alamiro de Ávila Martel y de España, Alfonso García Gallo y resolvieron fundar el Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano. Institución que mantiene una brillante vigencia y ha desarrollado a la fecha dieciocho Congresos de la especialidad, el último en Berlín, en 2016.
Cuando fue designado embajador en Perú, lo reemplazó al frente del Instituto un viejo colaborador, Samuel Medrano y al concluir su labor reasumió la dirección en marzo de 1970. Durante ese tiempo, sus colaboradores trataron de mantener firmes los objetivos de don Ricardo.
Sin embargo,
Al visualizar el peligro que podía correr la obra del Instituto, adoptó una decisión que seguramente repercutió en su alma, dejar el ámbito de
También resulta de interés traer a colación que el Instituto logró el dictado de cursos por catedráticos extranjeros, con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y como expresión referimos el que desarrolló el profesor José Martínez Gijón, de Sevilla, sobre "Enfoques históricos del derecho mercantil"[5].Así como el dictado de conferencias por otros profesores visitantes, tal la que ofreció Alberto de
Entre sus discursos, volvamos sobre el que pronunció con motivo de la entrega del Premio Ricardo Levene a Daisy Rípodas Ardanaz, el 11 de diciembre de 1979, por su libro El matrimonio en Indias. Realidad social y regulación jurídica[7]. En esa oportunidad se refirió a la función del profesor, advirtiendo que era "la de buscar, intensa e insistentemente, la elevación intelectual de todos los que integran la vasta y activa colmena de quienes enseñan y estudian. La buena docencia y el estudio hecho con entusiasmo y dedicación, exigen un constante afán de superarse, para que la primera sea cada vez mejor y el segundo provechoso y formativo"[8].
En otros casos, este premio se entregó en el país de los galardonados, tal en 1968, al profesor don Demetrio Ramos y 1971, cuando lo recibió don Ismael Sánchez Bella, en la sede del Instituto de Cultura Hispánica, en Madrid.
Además, en el marco del Instituto, se dictaban los cursos de Doctorado de Historia del Derecho de
V. Conclusión
A modo de síntesis, resulta de interés subrayar la estrecha relación entre la disciplina y su órgano de expresión, el Instituto, y a su vez, la responsabilidad que le cupo a su Director en la consolidación de su autonomía. El Instituto fue para la cátedra un sostén inigualable y bajo la experta dirección de Ricardo Zorraquín Becú se consolidó en forma definitiva. Ello quedó reflejado en el análisis efectuado sobre el tópico fundamental del objeto de la materia. El tema no solo le interesó, sino le preocupó, dedicándole un estudio en 1978, según expresó, con su fino y delicado sentido, "para encauzarla adecuadamente" a fin de evitar su desnaturalización. Aludió que merecía una seria reflexión, dejando constancia que entre nosotros no era habitual en tanto era moneda corriente en Alemania e Italia, citando a este respecto el estudio de Giovanni Cassandro, "Storia e diritto, un 'indagine metodologica"[9].
Al hacerlo, trajo a colación los aportes de sus otrora colaboradores, Eduardo Martiré, a través de sus trabajos "Las historias especiales y la historia del derecho", luego en "Historia del Derecho, disciplina histórica" y "Consideraciones metodológicas sobre la historia del Derecho"[10]. Y Víctor Tau Anzoátegui, en "La enseñanza de
Posteriormente, José María Díaz Couselo[12] le dedicó un estudio, subrayando la importancia de "meditar sobre esta área de su pensamiento" pues "estamos ante un campo no solo especulativo sino también con un significativo fin pragmático: el perfeccionamiento de la disciplina"[13]. Al bucear en este análisis, descubrió que el tema había desvelado al maestro desde su "Introducción al Derecho", en 1953, lo había continuado en el Tratado de la disciplina (1966) y lo definió acabadamente en sus "Apuntes para una teoría de
Para aprehender el valor del aporte de Zorraquín, debe tenerse presente que la disciplina había sido considerada como una rama de la historia general, con un matiz sociológico fuerte, tal como se exhibió en los inicios del siglo XX. Carácter del que no había logrado desprenderse, de tal manera que Zorraquín se propuso mostrar su verdadera naturaleza, superando la presunta antinomia para definir a la disciplina y pretender incluirla en la historia o en el derecho. La exhibió, en tanto, como una disciplina bifronte.
Para ello recurrió latamente a la propia denominación de la disciplina, que contaba con dos palabras, cuyos significados debían precisarse debidamente. La historia del derecho no podía considerarse como el rastreaje de una serie de normas dictadas a través del tiempo, es decir, asumir una impronta descriptiva propia de un estudio histórico. Su objeto era jurídico y aunque esas normas a las que se dedicaba atención carecían ya de valor vinculante, no por ello perdían su naturaleza propia. Por ello, para incursionar en su estudio y profundizarlo, había que recurrir a los métodos histórico y jurídico, pero sin perder de vista que se desarrollaba sobre un objeto jurídico. Rescataba, de esta manera, el elemento esencial, el derecho, mostrando que debía ser estudiado históricamente con criterio propio.
Se podía denominar historia de lo que fue derecho o historia de los sistemas jurídicos del pasado, pero subrayando lo jurídico, pues los hechos conservaban ese contenido y requerían una aprehensión de tal índole. El investigador, a su vez, debía reunir las dos calidades, ser historiador y jurista, y usar sus respectivos métodos, sin por ello restar calidad científica al resultado[14].
Clarificó aún más la cuestión, pues advirtió que una ciencia no se define por el método, y pone el acento en que éste llevaría al extremo de no hallar diferencias con las restantes historias. El conocimiento jurídico resultaba así esencial, aunque no debía aplicarlo desde un punto de vista lógico sino evolutivo. Lo fundamental era ver como funcionó, como se transformó y se solucionaron los problemas de los que se ocupaba un ordenamiento, extraer las ideas que lo rigieron, su contexto y sus posibles desviaciones. En tanto el jurista debe pretender alcanzar un sistema cada vez más justo, esto no le interesa al historiador, sino solo determinar las características del régimen.
Si el historiador del derecho debe partir del concepto de derecho de la época que estudia, sucesivamente tomará esa pauta en las distintas etapas. Para el estudio incluía tanto las fuentes formales cuanto las materiales, de ahí la importancia otorgada a las ideas jurídicas. Es decir, todos los factores que produjeron determinados contenidos y así estar en condiciones de pasar a la regulación específica, teniendo como base que el derecho no se modifica totalmente a cada momento, sino que se van sucediendo distintos cambios.
Requería una precaución especial y era no confundirla con la historia social, política o la económica. Más allá de tener en cuenta la cultura jurídica de cada momento, el mayor aporte del historiador era brindar una mirada distinta sobre el objeto de estudio, el derecho.
Al interrogarse sobre cuál debía ser el punto de partida para el estudio histórico del derecho, comprendió que debía partir de conceptos actuales, con sentido evolutivo, esto le permitiría verificar como había sido antes y como se desarrollaba. El historiador del derecho podría determinar las coincidencias y diferencias entre conceptos actuales y los vigentes en la época que deseaba considerar, pues debía recrearlo en su investigación. En su opinión, si no se partía de un concepto actual sobre las distintas instituciones resultaría difícil investigar sobre ellas en los diversos períodos históricos. De ahí que la disciplina combinaba un elemento teórico, el derecho en todas sus manifestaciones y la práctica, al observar y explicar las consecuencias de las regulaciones.
¿Con qué podíamos contrastarlos?, con lo actual, es decir con el derecho que el alumno estudiaba[15]. De allí que él propició que la materia se estudiase en el último año de la carrera, porque ya había tomado conocimiento del concepto jurídico y su desarrollo. Podría, entonces, darle la perspectiva temporal que requería[16].
En definitiva, la historia del derecho, en la visión de don Ricardo, tenía su propia autonomía científica, pues lo relevante era el objeto, sin descuidar por ello la faz metodológica, que ofrecía la doble vertiente jurídica e histórica. Constituyó la manera más concreta de otorgarle sustento propio, impidiendo que de ella se hiciese un uso interesado o secundario, si se la veía exclusivamente como expresión histórica. Hoy, cuando asistimos a una invasión del terreno propio a través de una extensión errónea de la interdisciplinariedad, estamos en condiciones de corregir esta deformación y colocar los límites de la disciplina y luchar por su respeto, gracias a las pautas que nos legó en este exquisito trabajo[17].
Tal como expresaba el maestro y rescató Díaz Couselo, mientras la ciencia histórica se ocupa de los hechos ocurridos y éstos llegan mediante una reconstrucción intelectual, la ciencia del derecho, "trabaja con ideas, conceptos o realidades que requieren más reflexión y análisis que búsqueda de datos"[18]. Caracterización tan clara y elocuente que exime de mayores comentarios.
En definitiva, el historiador del derecho comienza su labor tomando en cuenta sus conocimientos jurídicos actuales, partiendo de nociones básicas, para llegar al derecho pretérito, pero sin caer en el error de tratar de incorporar conceptos nuevos a épocas pasadas o pretender encuadrarlo de esa forma. La búsqueda de ese derecho anterior lo debe hacer con los instrumentos que le brinda la historia y la ciencia jurídica y así alcanzar autonomía científica[19].
El Instituto aparentemente cerró sus puertas en 1984, al crearse otro que agrupó a todos los que existían en
Allí abrevamos el amor por la disciplina que nos entusiasma, conmueve y que deseamos perdure en nuestros estudiantes. De ellos espero que nos transforme definitivamente en ciudadanos de esta querida Casa de estudios, superando esa incómoda situación que delineó Hans Thieme y que nos coloca en una zona fronteriza, ser juristas para los historiadores e historiadores para los juristas. Nuestra ilusión es que los estudiantes al interesarse por la historia jurídica, lleguen pronto a integrar los cuadros de su profesorado y liberen a la asignatura de componentes extraños, sustentando con fuerza el componente derecho y poniendo el límite a las incursiones derivadas de la interdisciplinariedad[20].
La muerte del maestro Zorraquín se produjo durante la realización del Congreso de Historia del Derecho Indiano celebrado en Puerto Rico, en el año 2000 y lo despidió con palabras sentidas el doctor Carlos G. Frontera. Fue una manera de seguir teniéndolo presente y de pensar que había corrido en la búsqueda de otros sueños.
Ochenta años: el espíritu vive más allá de una decisión que contrarió el valor de una obra imperecedera.
[1] José María Mariluz Urquijo, "Ricardo Zorraquín Becú y el Instituto de Historia del Derecho", en Revista de Historia del Derecho (en adelante RHD), Homenaje a Ricardo Zorraquín Becú, núm. 28 [2000], Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 2000, pp. 25-37.
[2] Ricardo Zorraquín Becú, "Fundación Internacional Ricardo Levene", en Revista del Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene (en adelante RIHD), núm. 26, [1980-1981], Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
[3] Zorraquín Becú, "Fundación Internacional...", cit., pp. 227 y ss, La sede de
[4] Mariluz Urquijo, "Ricardo Zorraquín Becú...", cit., pp. 25-37. [ Links ]
[5] "Curso sobre Historia del Derecho Mercantil", en Crónica en RIHD, núm. 22, [1971], Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
[6]. Ídem, p. 350.
[7] Ricardo Zorraquín Becú, "Apuntes para una teoría de
[8] Zorraquín Becú, "Fundación Internacional...", cit., pp. 227 y ss.
[9] Zorraquín Becú, "Apuntes para una teoría...", en Estudios de Historia..., cit., pp. 461 y ss. El trabajo citado de Giovanni Cassandro, "Storia e diritto, un 'indagine metodologica", en Rivista di Storia del Diritto italiano, XXXIX, 5-84, Milano-Verona, 1966.
[10] Eduardo Martiré, "Las historias especiales y la historia del derecho", en Trabajos y Comunicaciones, núm. 21,
[11] Víctor Tau Anzoátegui, "La enseñanza de
[12] José María Díaz Couselo, "Las ideas de Ricardo Zorraquín Becú sobre
[13] Ídem, p. 37. Véase la interesante referencia obrante en la nota 1, para mostrar los trabajos dedicados al tema que estamos tratando.
[14] Zorraquín Becú, "Apuntes...", en Estudios de Historia..., cit., p. 468. Allí expresaba que "...el jurista aplica al pasado su propia formación científica, pero adaptándola a las realidades pretéritas (...) conclusión fundamental: la historia del derecho es historia por su método y es derecho por su objeto".
[15] Ídem, p. 464
[16] En su análisis, el maestro recurrió al aporte del profesor Alfonso García Gallo expuesto en su Manual de Historia del Derecho español, t. 1, Madrid, 1959, p. 16, citado en Zorraquín Becú, "Apuntes...", cit., p. 464.
[17] Ídem, pp. 461-484.
[18] Zorraquín Becú, "Apuntes...", cit., p. 462, citado por Díaz Couselo, en "Las ideas...", cit., p. 46.
[19] Ricardo Zorraquín Becú, Historia del Derecho Argentino, t. I, Buenos Aires, Ed. Perrot, 1966, pp. 22 y ss. Citado por José María Díaz Couselo, en "Las ideas...", cit., p. 57.
[20] Díaz Couselo, "Las ideas....", cit., p. 41. La cita la tomó Díaz Couselo de la obra de José Antonio Escudero, Curso de Historia del Derecho, 3ra. edición, Madrid, 1987, p. 33. Hans Thieme, "Ideengeschichte und Rechtsgeschichte", en Festschrift fur Julius von Gierke, Berlín, 1950, p. 228.