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Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP v.3 n.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2009

 

RESEÑAS

De Mariátegui a Bobbio. Ensayos sobre socialismo y democracia.

Alberto Filippi
Editorial Minerva, Lima, 2008, 285 páginas.

Cecilia Mendoza

Con una erudición que no disimula complicidad, sin pretensiones de biógrafo, Alberto Filippi devela ciertos rasgos personales de grandes pensadores, favoreciendo la comprensión de las circunstancias que permitieron la evolución de dos grandes ideas. Se trata nada menos que de socialismo y democracia, pero también de un valor primordial que pondrá en tensión a ese binomio: la libertad.

Lo que une a los miembros de esta lista que va de Mariátegui a Bobbio, es que no sólo han sido grandes intelectuales e ideólogos, sino que han dado muestras —llegando al sacrificio personal— de ser hombres de acción, comprometidos con su tiempo. A instancias de Sandro Mariátegui Chiappe (hijo de José Carlos), Filippi ha reunido en este volumen algunos ensayos publicados y transcripciones de conferencias. Sin embargo, el libro posee una gran unidad, reflejo de la coherencia que el autor ha demostrado a través de su vida académica dedicada a la historia política latinoamericana.

Filippi posee una reconocida vocación por los claustros universitarios, tanto americanos como europeos, por los que viene transitando desde hace más de cuarenta años. Ha publicado numerosas obras, entre las que se destacan "Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía", "Ideologías e instituciones en la Independencia hispanoamericana", "El pensamiento de Bobbio en la cultura Iberoamericana" (junto a Celso Lafer) e "Il mito del Che. Storia e ideologia dell'utopia guevariana". En su último libro, el derrotero de personalidades por el que nos lleva Filippi va de sudamericanos a italianos. Entre los primeros, el propio Mariátegui y los argentinos Juan B. Justo, José Aricó y Juan Carlos Portantiero. De la península, Piero Gobetti, Antonio Gramsci y Norberto Bobbio. Para enlazarlos, el autor describe las influencias, debates y diferencias de estos con quienes aparecen como "actores secundarios" en el libro: desde Lenin, Sorel, Roselli, Mosca y Pareto, hasta Sarmiento, de Ipola, Mondolfo, Croce, Treves, por supuesto Marx, y muchos otros.

El fundador peruano de este puente, testigo perspicaz de los sucesos que desencadenarán el fascismo mussoliniano, rescata minuciosamente para la reflexión sudamericana el pensamiento del joven liberal socialista Piero Gobetti y del socialista argentino Juan

B. Justo, contrastándolos con Sorel y con el mandato de la III Internacional. Mariátegui, acallado ferozmente durante el siglo XX, ya sea por el comunismo prosoviético aún en vida de él, o por el influjo de la Guerra Fría en las dictaduras sangrientas hasta bien entrada la década de los '80, siempre invita a una nueva lectura. Así, el Club de Cultura Socialista fundado por los argentinos Aricó, Portantiero y Tula retoma con fuerza la variable libertaria sin la cual no parece posible plantear socialismo y democracia en América Latina.

Pero ¿qué entienden Mariátegui y Gobetti por liberalismo revolucionario? Se trata de un liberalismo no reaccionario que es a lo que pretende llegar la lucha del proletariado. Un eslabón en el camino del socialismo, según Mariátegui "como principio de civilización y progreso". Sin embargo, el liberalismo del primer cuarto del siglo XX, lejos de desembocar en el socialismo lo hará en el fascismo europeo y sus remedos latinoamericanos. Sutilmente, a lo largo del libro, Filippi hará referencias a la actualidad sudamericana, en especial a los gobiernos que promueven un "socialismo del siglo XXI".

La vigencia del Estado de derecho ha sido precisamente lo que ha permitido a los sectores postergados de la sociedad acceder al gobierno o instalar una agenda de prioridades con reivindicaciones sociales nunca satisfechas. Lo cierto es que estos "socialismos" no han accedido al poder por medio de la revolución, sino por el voto, lo que presume una aceptación del sistema que no aprueba el régimen del partido único o la exclusión de la oposición. Y aquí es donde encajan y se vuelven indispensables las seis reglas de la democracia de Bobbio que aparecen reseñadas en el libro: así como es impropio de una democracia que una minoría someta a la mayoría, ésta tampoco puede, a partir de sus decisiones, limitar los derechos de las minorías.

Precisamente, Filippi observa que incumplir esta última regla sea quizás el mayor riesgo para América Latina, y ya lo ha sido para Europa: el exceso de poder y la omnipotencia de quien circunstancialmente posee esa mayoría puede ser la nueva forma en que peligren nuestras jóvenes democracias. Contra esta patología es que aparece la libertad como condición del sistema. Con metáforas menos connotativas que la del propio socialismo, tales como "justicia social" o la aún más lavada "equidad", es que se busca el difícil equilibrio para alcanzar la democracia integral de la que habla Norberto Bobbio.

En este otro extremo del "puente" de Filippi, Bobbio se convertirá en un testigo perspicaz y protagonista comprometido de su siglo. A partir de Gobetti y de Carlo Roselli, analiza el socialismo en clave liberal. Filippi describe con detalle el impacto que la obra de Bobbio tendrá en Latinoamérica y especialmente en la Argentina.

También Filippi introduce al otro gran italiano indispensable en el debate sobre libertad y socialismo: Antonio Gramsci. Lo hace por dos vías: la transcripción de una conferencia propia pronunciada en Roma en 2007 en el marco de unas jornadas sobre Gramsci y la cultura latinoamericana; y a partir de las interpretaciones de sus "promotores" en la Argentina, los ya mencionados Aricó y Portantiero. Alberto Filippi describe la evolución que estos intelectuales argentinos mostrarán a lo largo de su producción, diferenciando sus etapas de exilio en México durante los años '70 y su participación en la transición democrática durante los '80. A la primera, de tono más latinoamericanista corresponderá Aricó en 1972 con "La sociedad civil en Gramsci" y Portantiero en 1977 con "Los usos de Gramsci". En la segunda etapa, con el fin de la dictadura argentina y ante la incertidumbre de la hasta entonces nunca alcanzada estabilidad institucional, el debate de los socialistas gramscianos va haciendo cada vez más eje en la cuestión de la democracia y las libertades que le sirven de "precondición" bobbiana. Esto se explicita en la Declaración de Principios del Club de Cultura Socialista que en parte transcribe Filippi: "... sólo en un contexto democrático puede expandirse un movimiento social de izquierda... ". Filippi va más allá, diciendo que la democracia no es una simple vía para transitar al socialismo sino una de sus garantías fundamentales de realización.

Esta síntesis le da la excusa al autor para plantear la cuestión del hiperpresidencialismo, demostrando su profundo conocimiento histórico de las instituciones y de la idiosincrasia iberoamericana. Con la humildad de quien reconoce que ha sido Europa la que ha caído en la peor experiencia de concentración de poder, Filippi advierte sobre la propensión a la autocracia y al cesarismo que acecha a nuestras democracias. Las preguntas que continúan sin responderse son: ¿en sociedades tan desiguales pueden los gobiernos populares lograr la justicia social sin acudir a poderes excepcionales? ¿Es posible contener la inclinación al hiperpresidencialismo modificando el sistema de gobierno? ¿Será que para América Latina la nueva utopía es la "democracia integral"?

Filippi completa su libro con un pormenorizado capítulo sobre los partidos comunistas en América Latina y con un anexo documental que rescata textos esenciales de José Carlos Mariátegui. Las generosas referencias bibliógráficas y el exhaustivo índice onomástico dan prueba de la reconocida seriedad académica del autor, al tiempo que facilitan e invitan a nuevas investigaciones y análisis. Por último, es de destacar que Filippi, además de basar su análisis en el estudio de las decenas de obras legadas "desde Mariátegui a Bobbio", ha mantenido a lo largo de los años un frecuente contacto personal con la familia Mariátegui, una cercanía académica y de camaradería con José Aricó y Juan Carlos Portantiero, y por supuesto, una vivencia directa de la política italiana del último medio siglo.

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