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Revista SAAP

versão On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.3 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dez. 2009

 

ARTÍCULOS

Clivajes sociales, estrategias de los actores y sistema de partidos: la competencia política en la Ciudad de Buenos Aires (1995-2005)*

Martín Alessandro

UBA / UTDT
martin_alessandro_21@hotmail.com

Resumen

Este artículo se propone contribuir al debate sobre la evolución reciente del sistema partidario en la Argentina. El texto analiza el comportamiento político-electoral en la Ciudad de Buenos Aires, con especial acento sobre una porción del electorado (los antiguos votantes del Frente Grande/Frepaso) y sobre las estrategias adoptadas por los actores políticos para captar a estos electores tras la crisis de dicha fuerza. A través del análisis de transferencias electorales entre 1995 y 2005, el objetivo es indagar si se ha producido un realineamiento del sistema de partidos, por el cual la preeminencia del clivaje peronismo-antiperonismo hubiera sido desplazada por la emergencia de una dimensión de conflicto entre izquierda y derecha. El análisis empírico mediante regresión ecológica sugerirá la persistencia del clivaje peronismo-antiperonismo, pero también la importancia creciente, al menos para un sector del electorado (y para algunas nuevas fuerzas políticas), del eje izquierda-derecha.

Palabras clave

Clivajes sociales; Sistema de partidos; Comportamiento electoral; Ciudad de Buenos Aires; Peronismo

Abstract

This article intends to contribute to the debate on the recent evolution of Argentina's party system. It analyses political-electoral behavior in Buenos Aires City, with special emphasis on a portion of the electorate (former voters of Frente Grande/Frepaso) and on the strategies pursued by political actors to capture those voters after the party's crisis. Through the analysis of electoral transfers between 1995 and 2005, the objective is to determine whether a realignment of the party system has occurred, by which the preeminence of the peronism-antiperonism cleavage had been replaced by the emergence of a left-right dimension. Empirical analysis with ecological regression will suggest the persistence of the peronism-antiperonism cleavage, but also the growing importance of the left-right axis, at least for a portion of the electorate and for some new political parties.

Key words

Social cleavages; Party system; Electoral behavior; Buenos Aires City; Peronism

"Mainly preoccupied with the reality, I therefore concentrate less on parties -superficial and continuously changing categories- than on the basic tendencies".
ANDRÉ SIEGFRIED (citado en Bartolini, 2007: 11).

Luego de la profunda crisis de los anos 2001-2002, el debate sobre el funcionamiento del sistema de partidos argentino trascendió su habitual confín en los claustros académicos y se trasladó a los medios de comunicación. Los inéditos comicios presidenciales de 2003, en los que el Partido Justicialista no presentó oficialmente ningún candidato (aunque autorizó a tres de sus principales dirigentes a competir "por fuera" de la estructura oficial) y la Unión Cívica Radical no superó el 3 por ciento de los votos, estimularon una generalizada discusión sobre los cambios en la pauta de competencia partidaria. Junto a este resquebrajamiento del bipartidismo y a una marcada desnacionalización del sistema partidario, las subsiguientes transformaciones del peronismo bajo el liderazgo del ex presidente Kirchner, y su aparente intento de realinear el sistema de partidos en dos coaliciones ideológicamente diferenciadas de centroizquierda y centroderecha, contribuyeron también a fomentar el interés por la temática1.

Este cambio en las etiquetas partidarias puede expresarse a nivel sistémico de tres maneras sustancialmente distintas. Por un lado, el reemplazo de ciertas organizaciones partidarias por otras puede producirse sin que se genere una alteración en la dinámica del sistema de partidos y en las líneas de división fundamentales que cruzan al electorado. De este modo, aunque variaran sus partes componentes, la dinámica del sistema permanecería mayormente intacta, porque nuevas fuerzas representarían a las viejos polos del conflicto principal (Mair, 1990, 1997). El crecimiento (o declive) de un partido puede deberse simplemente al declive (o crecimiento) de otro partido dentro su mismo "bloque", sin implicar una alteración de la estructura de clivajes. Así, según sostiene Malamud (2004: 38): "lo que parece descongelarse no es el sistema de interacción partidaria sino uno de sus dos campos, el no peronista".

Otra alternativa sería que la modificación de los partidos que integran el sistema refleje una transformación en la dinámica de éste. Así, la declinación de las antiguas fuerzas y la emergencia de nuevos actores podrían implicar una "normalización" del sistema partidario argentino2 (Abal Medina, 1995; Di Tella, 1998), el cual, durante décadas, ha girado en torno a dos posiciones (el peronismo y el no peronismo) que rara vez constituyeron alternativas ideológicas claramente definidas. Por el contrario, ambos sectores han albergado en su seno posiciones heterogéneas e incluso radicalmente  diferentes, existiendo una mayor distancia ideológica dentro de cada una las opciones que entre ellas (Ostiguy, 1998). Un indicador de la creciente relevancia de esta dimensión podría estar dado por el hecho de que mientras que a fines de los anos '80 alrededor de la mitad de los electores no podía ubicarse en el eje izquierda-derecha (Catterberg y Braun, 1989), sólo una década después el 75 por ciento de los encuestados ya se ubicaba en esta dimensión (Nolte, 2004).

Finalmente, el declive de viejos partidos y el surgimiento de nuevas fuerzas puede indicar un dealineamiento (Flanagan y Dalton, 1990) o incluso una descomposición (Roberts, 2005) del sistema de partidos. La erosión de los clivajes e identidades existentes se produciría, en este caso, sin la activación de nuevas dimensiones de competencia que ordenaran la dinámica del sistema y las posibilidades a disposición de los votantes. De este modo, el comportamiento electoral pasaría a caracterizarse por su carácter volátil y errático, no estructurado por ejes reconocibles de conflicto interpartidario. Esta configuración puede ser transitoria y dar lugar a una eventual recomposición del sistema, aunque éste es un proceso más improbable en vista de las transformaciones en la economía, la estructura social y los medios de comunicación de masas (Levitsky y Cameron, 2003).

Este artículo se propone contribuir al debate sobre la evolución reciente del sistema partidario. Sin aspirar a dilucidar cuál de las tres configuraciones enunciadas ha adoptado (o mejor dicho: está adoptando) la relación entre los partidos, el trabajo pretende aportar un conocimiento más preciso sobre el comportamiento político-electoral en una porción del territorio nacional (la Ciudad de Buenos Aires)3, con especial acento en una porción del electorado (los antiguos votantes del Frente Grande/Frepaso). El foco se centrará en indagar si, tras la disolución de esta fuerza política, sus votantes continuaron optando por agrupaciones no justicialistas (como ARI o Recrear) o si la apelación centro-izquierdista del Frente para la Victoria (kirchnerista) ha inducido un "salto" hacia el polo peronista del clivaje tradicional. El predominio de uno u otro comportamiento permitirá esclarecer qué línea de fractura es preeminente en el distrito, al menos para este importante4 sector del electorado, y determinar en qué medida se mantiene o se modifica la "anormalidad" de la política argentina en este territorio. Si se encontraran transferencias no guiadas por estas dimensiones (por ejemplo, hacia can- didaturas peronistas de derecha, como la de Carlos Menem en 2003) se estaría en presencia del comportamiento errático propio de sistemas dealineados. Anticipando las conclusiones, el análisis empírico mediante regresión ecológica sugerirá la persistencia del clivaje peronismo-no peronismo, pero también la importancia, al menos para un sector del electorado, del eje izquierda-derecha. A su vez, los datos no indicarán que se haya producido un dealineamiento de la competencia político-partidaria.

I. Marco teórico: el doble clivaje de la política argentina

Los sistemas de partidos pueden entenderse y analizarse desde múltiples perspectivas. Distintos enfoques optan por concentrarse en el número de partidos competitivos, en su nivel de penetración en la sociedad, en el grado de estabilidad de la estructura de la competencia, en la vinculación con diferentes elementos del diseno institucional o en la relación del sistema partidario con los conflictos salientes de la estructura social (Abal Medina, 2002). Dentro de este último campo de literatura ocupa un rol preponderante la noción de "clivaje social", que desde hace varias décadas constituye una herramienta habitual para explicar el funcionamiento de los sistemas partidarios. Originariamente aplicado a Europa Occidental (Lipset y Rokkan, 1967) pero más recientemente utilizado también en América Latina (Dix, 1989; Abal Medina, 1995; Scully, 1995; Moreno, 1999; Roberts y Wibbels, 1999; Mainwaring y Torcal, 2000), el clivaje refiere a una fractura profunda en la sociedad, que la divide en grupos enfrentados. La configuración de los sistemas de partidos, se sostiene, está vinculada con la estructura de clivajes propia de cierta sociedad.

Esta vinculación, sin embargo, puede entenderse de diferentes maneras (Zuckerman, 1978; Mainwaring y Torcal, 2000). En interpretaciones más "sociológicas" (ver, por ejemplo, Lipset, 1977), los sistemas partidarios pueden leerse como mero reflejo de divisiones ya existentes previamente en el cuerpo social. Diferencias étnicas, de clase, religiosas, regionales o lingüísticas son la base "estructural" que luego los partidos representarán en la esfera política. Partidos obreros, confesionales, regionalistas o de minorías étnicas son la traducción política de divisiones fundamentales de la sociedad. En términos de Petrocik (1987: 354): "lo que el partido defiende y los asuntos que sus candidatos tocan reflejan las preferencias de los grupos que constituyen el núcleo de apoyo del partido (...) La cara programática del partido emerge de su constituency".

Sin embargo, el determinismo de lo social sobre lo político pasa por alto que estructuras sociales similares pueden generar resultados electorales muy distintos según cuál sea la oferta partidaria a disposición de los votantes cuando deben decidir su voto5 (De Graaf y otros, 2001). Más aún, este enfoque no puede dar cuenta de por qué las mismas divisiones sociales se convierten en algunos casos en clivajes políticamente relevantes, mientras que en otros no influyen en los sistemas partidarios o el comportamiento electoral (Chhibber y Kollman, 2004; Zielinski, 2002). En términos de Ferrara (2005: 8), "estructuras de clivaje similares pueden producir sistemas de partidos diferentes". Por eso, en visiones (como la que adopta este artículo) que ponen un acento más específicamente "político", se entiende que los partidos activan y modelan el sistema de clivajes, maniobrando estratégicamente para potenciar aquellos asuntos que los benefician particularmente. Incluso manteniendo la idea de que existe "algo" a nivel social que requiere ser "traducido" en el plano político, "el problema es que algunos clivajes no son siquiera traducidos. Más aún, la importancia de la noción de traducción radica en la implicancia de que la traducción requiere traductores (...) La vieja sociología de la política daba por sentado que los clivajes son reflejados en, y no producidos por, el propio sistema político" (Sartori, 1990: 176, énfasis en el original). Aun si los partidos políticos responden a una división social "objetiva", también es cierto que los partidos originados por cierta fractura intentarán mantenerla vigente para perpetuar su razón de ser, al tiempo que tratarán de opacar otras que pudieran motivar el surgimiento de nuevos competidores. Es decir, los partidos no son sólo objeto, también son sujeto (Sartori, 1990).

La conocida hipótesis del "congelamiento" de los sistemas de partidos de Europa Occidental formulada por Lipset y Rokkan (1967) obedece en parte a esta razón: "Precisamente porque el sistema de partidos y los partidos son, al mismo tiempo, algo que emerge de las líneas de fractura histórica, pero que también refuerza su naturaleza y fija su identidad, se ha podido hablar de una congelación." (Bartolini, 1991: 223). Aquí radica una de las principales dificultades de cualquier intento de realineamiento. Al establecerse y cristalizarse organizativamente (generalmente a través de partidos políticos), los clivajes sociales se convierten en una instancia de cierre de las relaciones sociales y de estabilización política, dado que presentan a los individuos un conjunto ya definido y ordenado de alternativas a disposición (Bartolini, 2007). En el caso argentino, la conformación de una dinámica interpartidista tras la incorpora- ción de las masas populares a la participación política mediante el peronismo habría "saturado" el espacio de competencia y limitado la aparición de nuevas identidades y opciones electorales (Coppedge, 1998).

La importancia de la estructura de clivajes deriva, por otra parte, de su vinculación con la intensidad que adopta el conflicto político. Los distintos clivajes pueden dividir en todas las cuestiones a los mismos grupos sociales, o bien pueden alinear a distintas coaliciones en cada asunto particular. Se ha senalado (Rae y Taylor, 1969; Lipset, 1977; Zuckerman, 1978) que la existencia de este tipo de clivajes entrecruzados (cross-cutting) reduce la intensidad de las divisiones, al generar pertenencias cruzadas en los individuos y al dificultar el surgimiento de una misma mayoría en todos los clivajes activos. El entrecruzamiento -entendido como "el grado en que individuos que están en un mismo grupo en un clivaje están en otro grupo en otro clivaje" (Rae y Taylor, 1969: 537)- está asociado, así, con políticas de compromiso y acuerdo y una mayor probabilidad de estabilidad democrática. En cambio, el neto predominio de un solo clivaje (dependiendo de cuál sea, evidentemente), o la existencia de clivajes superpuestos que se refuerzan mutuamente, facilitan la polarización de la sociedad.

Este trabajo adopta la propuesta de Ostiguy (1998, 2005, en prensa) sobre un espacio político bidimensional que estructura el sistema partidario argentino. El autor entiende que la fractura izquierda-derecha se encuentra entrecruzada en la Argentina por un clivaje aún más poderoso, de características político- y socioculturales, que históricamente dividió a peronistas6 (en el polo "bajo" de este clivaje) de no peronistas (en el "alto"). En su cariz sociocultural, este clivaje se vincula con "maneras, modales, modos de hablar y vestir, gustos exhibidos en público" (Ostiguy, en prensa: 8), separando estilos y apelaciones más populares y llanas de aquellas más refinadas o intelectuales. Estas diferencias están presentes en numerosas sociedades, pero no necesariamente son activadas y utilizadas como fuente de identidades políticas; en la Argentina, en cambio, estas pautas se han constituido como un eje de división política ya desde el siglo XIX, pero principalmente desde el advenimiento del peronismo7.

En su cariz político-cultural, este clivaje tiene que ver con las formas de liderazgo político y el modo de toma de decisiones auspiciado, distinguiendo posturas más legalistas e impersonales de otras partidarias de liderazgos personalistas y "fuertes". El no peronismo generalmente ha propuesto8 una autoridad política más procedimental, mediada, en tanto que el peronismo generalmente ha valorizado la efectividad en la toma de decisiones por parte del conductor. En definitiva, las dos subdimensiones del eje cultural separan posiciones más formalistas o "abstractas" de otras más concretas o "crudas". Estas diferencias se reflejan, asimismo, en argumentaciones más universalistas entre los primeros y posiciones más nacionalistas o telúricas entre los segundos.

El eje izquierda-derecha cruza de forma autónoma este clivaje predominante, y también puede dividirse en dos subdimensiones. Por una parte, una diferencia política entre izquierda y derecha, que separa posturas críticas de las jerarquías y las autoridades tradicionales de aquellas posiciones que defienden este tipo de valores y relaciones sociales. Por otra parte, una diferencia socioeconómica, que diferencia sectores partidarios de una mayor igualdad en la distribución del ingreso de aquellos que apelan a una defensa más estricta de la propiedad privada. En conjunto, ambas subdimensiones configuran un eje izquierda-derecha9 que intercepta al político- y sociocultural, definiendo así el mapa de la política argentina (ver Figura 1): un escenario configurado por un conflicto principal entre peronismo y no peronismo, entrecruzado por una división entre izquierda y derecha. Debe remarcarse que el peronismo no es equivalente al cuadrante bajo, ya que ha habido otros partidos (como el Modín de Aldo Rico) localizados en ese espacio. Al igual que con las posiciones de izquierda y derecha, los espacios "alto" y "bajo" existen como tales más allá de las fuerzas políticas que los expresen en distintos momentos, y no son necesariamente una especificidad argentina. De todas maneras, en aras de la simplicidad, y considerando el predominio casi total que el peronismo ha tenido dentro del polo "bajo", este artículo utilizará referirá al clivaje "alto-bajo" y al clivaje peronismo - no peronismo como equivalentes.  

La utilidad de este enfoque radica en su capacidad explicativa de ciertos fenómenos a priori paradójicos. En un completo estudio sobre el comportamiento electoral reciente de la Argentina, Calvo y Escolar (2005) encuentran que un tercio de quienes en 1989 votaron por la derechista Alianza de Centro (Ucedé y fuerzas provinciales) optaron en 1995 por la candidatura centro-izquierdista del Frepaso. Aún más llamativo, los autores observan que 79 por ciento de los electores de Acción por la República (también derechista) en 1999 habían votado al Frepaso en 1995. Según Calvo y Escolar (2005: 194-195), este comportamiento denota "una alta propensión al voto estratégico. Bordón [Frepaso], por ejemplo, se transformó en un candidato viable para un sector del voto antiperonista de derecha una vez que la Ucedé fue absorbida por el menemismo". Sin embargo, en la interpretación adoptada aquí sobre un doble clivaje que estructura la política argentina, este comportamiento puede ser leído como sincero y no como estratégico: para estos votantes, en 1995 el FG/Frepaso era sencillamente la opción más cercana a sus preferencias, estructuradas por la dimensión bajo-alto (o  peronismo-no peronismo) antes que por el eje izquierda-derecha.

Figura 1
El doble clivaje de la política argentina

Fuente: Elaboración del autor en base a la propuesta de Ostiguy (1998).
Nota: El eje horizontal ha sido sombreado para resaltar el predominio de la división peronismo-no peronismo (es decir, que es más improbable "saltar" de un lado al otro del eje horizontal que del eje vertical).

II. Frente Grande: del realineamiento fallido al no peronismo

El origen del partido Frente Grande se encuentra, principalmente, en la defección de un grupo de dirigentes peronistas que abandonaron el Justicialismo en 1990 en rechazo a las políticas implementadas por el gobierno de Carlos Menem (Abal Medina, 2000, trata esto en profundidad). Enfatizando el abandono por parte de Menem de las tradicionales políticas estatistas y nacionalistas del justicialismo, inicialmente estos dirigentes trataron de posicionarse como la expresión del peronismo verdadero. Sin embargo, parece claro que a la hora de la competencia electoral en 1991, el Fredejuso (embrión del Frente Grande) ya había renunciado a esta opción, colocando en sus principales candidaturas portenas a dos claros referentes del mundo no peronista de izquierda: Graciela Fernández Meijide y Aníbal Ibarra10. En lugar de aspirar a desplazar a Menem y el PJ del polo tradicionalmente peronista (personalista, decisionista, nacionalista), esta reunión entre parte de la izquierda peronista y parte de la izquierda no peronista sugiere la intención de activar el clivaje izquierda-derecha, en desmedro del eje peronismo-no peronismo. Esta estrategia no resultó exitosa electoralmente, pero como senala Ostiguy (en prensa: 48), "si el Frente Grande se hubiera consolidado en una posición a la izquierda del centro (en el eje izquierda-derecha) pero en el centro o en el bajo-moderado de la división alto-bajo, podría haber producido un claro realineamiento de la política argentina, convirtiendo al eje izquierda-derecha en la principal división política".

La noción de "realineamiento" está asociada a la de "coyuntura crítica", que su propulsor Key (1995) definiera como un comicio donde existiera, entre otras características, una "aguda alteración del clivaje preexistente en el electorado (...) una elección en la que nuevos y duraderos grupos electorales se formaran" (Key, 1955: 17). Este último fenómeno puede deberse, sin embargo, a la satisfacción o insatisfacción de los votantes con el desempeno de sus gobernantes, sin necesidad de que se produjera un cambio en el eje de conflicto preponderante. Por el contrario, la activación de una nueva línea de clivaje implica un realineamiento estructural, inducido por una transformación en la configuración misma del conflicto social (MacDonald y Rabinowitz, 1987). Las dimensiones relevantes para el electorado en la competencia política no están fijas, son variables (Stokes, 1963). El fracaso en activar un polo de izquierda en los albores del menemismo impidió la aparición de este tipo de realineamiento en la política argentina11.

Tras los magros resultados electorales de 1991, la dirigencia frentista modificó su estrategia y concentró su apelación e identidad discursiva en una posición definidamente "alta" en el clivaje peronismo-no peronismo (Ostiguy, en prensa). Así, "a partir de 1992 (...) fueron centrando sus críticas al gobierno en la subordinación del Parlamento por el Ejecutivo, los intentos de reformar la Constitución con el solo objetivo de lograr la reelección, la degradación de la vida política provocada por la corrupción." (Novaro y Palermo, 1998: 92), relegando la crítica de izquierda por una de tipo republicano y procedimentalista. Moderando su crítica económica en el eje izquierda-derecha, el Frente Grande concentró su "oposición más frontal al gobierno en el terreno republicano y en la independencia de los poderes" (Abal Medina y Castiglioni, 1999: 322), "issues" tradicionales de la confrontación entre peronismo y no peronismo. Esta estrategia le permitió al partido, especialmente en la Ciudad de Buenos Aires, disputar exitosamente al radicalismo el electorado receptivo a ese discurso, sin alterar la línea de división históricamente predominante. Si bien variaron los actores que encarnaron uno de los polos del clivaje, la fractura principal continuó siendo la misma. De esta manera, y con apenas un par de anos de existencia, el FG logró enhebrar cinco triunfos consecutivos12 en la Ciudad de Buenos Aires, con porcentajes que oscilaron entre 35 por ciento y 45 por ciento de los votos entre 1994 y 1996 (ver Gráfico 1).

Gráfico 1
Evolución electoral del Frente Grande en la Ciudad de Buenos Aires

Fuente: Elaboración del autor en base a datos del Ministerio del Interior.
Nota: Denominación partidaria en los distintos comicios. 1991 (Diputados Nacionales): Fredejuso. 1993 (Diputados Nacionales) y 1994 (Constituyentes Nacionales): Frente Grande. 1995 (Presidencial, Diputados Nacionales y Senador Nacional) y 1996 (Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires): Frepaso. Los comicios de Jefe de Gobierno de 1996 no se incluyen dado que el candidato del Frepaso no pertenecía al Frente Grande. En las elecciones de senador de 1992 el FG apoyó al Frente del Sur.

En 1991, con las candidaturas de Graciela Fernández Meijide a diputada nacional y de Aníbal Ibarra a concejal, el recientemente creado Frente por la Democracia y la Justicia Social (Fredejuso) obtenía en la Ciudad de Buenos Aires el 4 por ciento de los sufragios (unos 70.000 votos). Dos anos después, en alianza con otros grupos políticos menores y ya bajo la denominación de Frente Grande, el líder partidario Chacho Álvarez obtenía en el distrito capitalino el 13 por ciento de los votos (unos 260.000). Apenas un ano más tarde, en comicios de Convencionales Constituyentes, el FG prác- ticamente triplicaba su caudal electoral (700.000 sufragios, el 37 por ciento) y obtenía un rotundo triunfo en la capital del país. En los comicios presidenciales de 1995, como líder de la confederación Frepaso, la fuerza era apoyada por 900.000 portenos (45 por ciento). Unos meses después, en comicios senatoriales, Fernández Meijide repetía esa performance. Ya en coalición con un socio de mayor envergadura, la Unión Cívica Radical, dirigentes frentistas repetirían sus éxitos en el distrito: Álvarez alcanzaba el 57 por ciento de los sufragios en las legislativas de 1997, e Ibarra era electo Jefe de Gobierno de la ciudad en 2000, con el 50 por ciento de los votos.

La Unión Cívica Radical fue quien sufrió especialmente el crecimiento frentista (Canton y Jorrat, 2002). Si en el plano nacional un tercio de los votantes radicales de 1989 optaron por el Frepaso en 1995 (Gervasoni, 1998; Calvo y Escolar, 2005)13, el perfil de esos votantes sugiere que ese número fue incluso superior en la Ciudad de Buenos Aires. Mientras que en 1989 el candidato presidencial radical Eduardo Angeloz14 obtenía el 45 por ciento de los votos en la ciudad, en 1995 el candidato Horacio Massaccesi no superaba el 11 por ciento de los sufragios. Tanto los "fugados de la UCR" como los "atraídos al Freapso" (Gervasoni, 1998) poseían niveles educativos y socioeconómicos superiores al promedio, y precisamente en la Capital Federal se encuentran los niveles más altos de ingreso y nivel educativo del país15. Si a eso sumamos que el Frepaso era la fuerza mejor evaluada (y el PJ la peor) por los primeros, y que éstos constituían también un sector muy crítico del programa económico (sólo 28 por ciento de apoyo), es factible colegir su opción mayoritaria por la fórmula Bordón-Álvarez.

A esta alineación del FG/Frepaso en el eje no peronista del clivaje socioy político-cultural, se suma una moderada ubicación de centroizquierda en el eje ideológico. Teniendo que definirse en una escala de 1 a 10 (siendo 1 la posición más a la izquierda y 10 la posición más a la derecha), sus votantes se posicionaron en 4,36, un punto y medio a la izquierda de los electores radicales y casi dos a la izquierda de los peronistas16 (Seligson, 2003). Si bien menos críticos del modelo económico vigente que los votantes radicales (Gervasoni, 1998; Seligson, 2003; Novaro y Palermo, 1998), los frepasistas eran también los electores más favorables a la intervención estatal para reducir las diferencias entre ricos y pobres (Seligson, 2003). Esta caracterización nos permite situar la identidad frepasista en el esquema anteriormente presentado. Con un perfil marcadamente "alto" (o no peronista) en el conflicto político- y sociocultural y una ubicación moderadamente inclinada a la izquierda en el eje ideológico (ver Figura 2), el FG/Frepaso cosechó sus mejores resultados en los sectores de clase media de cierto nivel educativo17.

Figura 2
Ubicación del FG/Frepaso en los dos clivajes de la política argentina

Fuente: Elaboración del autor en base a la propuesta de Ostiguy (1998) y a datos presentados en Gervasoni (1998), Novaro y Palermo (1998) y Seligson (2003).

III. Los herederos del Frente Grande: una nueva oportunidad de realineamiento

El FG/Frepaso accedió al gobierno nacional en 1999, tras formar una coalición (la Alianza) con la Unión Cívica Radical, con quien compartía la identidad "alta". Sin embargo, las dificultades en la gestión motivaron la rápida crisis de la fuerza18, cuyo líder Chacho Álvarez renunció a su cargo de vicepresidente de la Nación a fines del ano 2000 y se retiró de la política activa. Luego de la caída del gobierno en diciembre de 2001, en un grave contexto económico y social, el FG/Frepaso se fragmentó en múltiples sectores y dejó de funcionar como un partido político. Esta crisis del FG/Frepaso abrió la posibilidad para el surgimiento de nuevos actores partidarios, y para que -ahora sí- se modificara la línea de división fundamental del electorado. En los comicios presidenciales de 2003 compitieron tres candidatos justicialistas (Menem, Kirchner, Rodríguez Saá) y dos emigrados del radicalismo (López Murphy, Carrió), cada uno de los cuales tenía una ubicación relativamente definida en el esquema político. Los candidatos peronistas, como es de preverse, se presentaron compitiendo por el espacio "bajo" aunque separados por una amplia distancia entre sí, principalmente entre Kirchner (más cercano al centro del espectro) y Rodríguez Saá (con una posición marcadamente "baja"). Los candidatos de extracción radical, en tanto, realizaron campanas acordes con el perfil republicano, formalista y más "intelectual"19 propio del polo "alto" del clivaje. En cuanto al eje izquierda- derecha, Carrió y Kirchner podían ser localizados a la izquierda del centro, en tanto que Menem y López Murphy expresaban una posición más derechista20 (Ostiguy, 2005).

De acuerdo a la propuesta de la Figura 2, el espacio dejado vacante por el Frente Grande/Frepaso fue ocupado principalmente por el ARI de Elisa Carrió21, y parcialmente por Recrear de Ricardo López Murphy (el espacio "alto" de centro y centroderecha) y el Frente para la Victoria de Néstor Kirchner (en la centroizquierda más cercana al polo "bajo"). Desde esta perspectiva, es factible colegir que la mayoría de los votantes del FG/Frepaso optaron por alguna de estas fuerzas, en tanto que los candidatos Menem y Rodríguez Saá prácticamente no deberían recibir apoyos frentistas. Pero una predominante opción por las candidaturas de centroizquierda (Carrió y Kirchner) o por las candidaturas "altas" (Carrió y López Murphy) tendría implicancias distintas para la dinámica del sistema partidario: mientras que el último caso sugeriría la persistente centralidad del clivaje peronismo-no peronismo, la primera posibilidad indicaría un eventual realineamiento del sistema según criterios ideológicos. Finalmente, la existencia de transferencias electorales erráticas, no estructuradas por ninguna de ambas dimensiones de conflicto, indicaría un dealineamiento o incluso una descomposición (Roberts, 2005) del sistema partidario; esto podría ocurrir si una eventual erosión del clivaje principal no fuera acompanada de un nuevo eje estructurante y de nuevas identidades que anclaran el comportamiento de los votantes. Este artículo se propone desentranar cuál de estos caminos adoptó la competencia partidaria en la Ciudad de Buenos Aires.

La realización de encuestas a los mismos votantes a través del tiempo sería una adecuada opción metodológica para responder a esta pregunta. Sin embargo, la inexistencia de este tipo de panel data genera la necesidad de apelar a los datos agregados que presentan los propios resultados electorales. La Ciudad de Buenos Aires está dividida en 28 circunscripciones electorales, y el Ministerio del Interior brinda información sobre los comicios con este nivel de desagregación. Sin embargo, esta cantidad de casos dificulta la posibilidad de realizar regresiones ecológicas con suficiente robustez, por lo que se optó por utilizar resultados con un mayor nivel de desagregación, provenientes de 209 circuitos electorales en los que también se divide a la ciudad (éste es el nivel más cercano a las mesas de votación)22.

Como es sabido, la inferencia ecológica supone la determinación de comportamientos individuales a partir de datos agrupados, lo cual es problemático por la posibilidad de caer en la denominada falacia ecológica (Robinson, 1950): es decir, atribuir a las subunidades de un grupo conductas propias del grupo como un todo. Sin embargo, en ausencia de datos individuales resulta necesario efectuar esta inferencia, reconociendo la existencia de ciertos supuestos previos. Este trabajo utiliza la metodología de inferencia ecológica propuesta por Goodman (1953, 1959; ver también Freedman, 1999), que asume la existencia de una constancia en el comportamiento de los votantes a lo largo de las unidades territoriales estudiadas. Por ejemplo, en nuestro caso se da por supuesto que los votantes del FG/Frepaso no varían sistemáticamente su comportamiento según vivan en cierto circuito o en otro de la ciudad; así, si en la siguiente elección optan mayoritariamente por el partido X, esa opción se asume como generalmente uniforme en todo el territorio. Esta propuesta se contrapone a los llamados neighborhood models, que suponen que la localización territorial de los votantes es el factor más importante que explica su comportamiento23.

El modelo propuesto es el siguiente. Se conoce el porcentaje de votos obtenidos por el FG/Frepaso en 1995 en cada uno de los 209 circuitos electorales, así como el porcentaje obtenido en 2003 por distintos partidos en esos mismos circuitos. Lo que no se conoce es qué fracción de los votantes frepasistas votó por cada uno de los distintos partidos en 2003. Veamos la Tabla 1. Nosotros conocemos qué porcentaje de votos obtuvieron el Frepaso en 1995 (Xi) y los distintos partidos (en este caso, el ARI) en 2003 (Yi) en cierto distrito i. Lo que no conocemos y queremos saber es qué fracción de Xi integra Yi, es decir, ß1i

Tabla 1

Si suponemos, como propone Goodman, que ß1 i y ß2 i se mantienen constantes en todos los distritos (es decir, que ß1 i = ß1 y que ß2 i = ß2), es posible realizar mediante mínimos cuadrados una estimación de Yi en Xi que no resulte sesgada. En la ecuación resultante

Yi = a + b.Xi + ei

ß2 i está dado por la ordenada al origen y ß1 i por la suma de la ordenada y la pendiente (a + b), en tanto que e es un error que se asume como distribuido de modo normal entre los distritos. La Tabla 2 presenta los resultados obtenidos tras correr esta regresión utilizando Stata 9.

Tabla 2
Regresión ecológica: votos FG/Frepaso (1995) y varios partidos (2003)

Número de observaciones: 209 circuitos electorales de la Ciudad de Buenos Aires.

Estos valores presentan algunos problemas. El principal, y que ocurre con cierta frecuencia utilizando esta técnica, es que el coeficiente para Recrear se encuentra fuera de los parámetros válidos (0,1) de la regresión ecológica: tomado literalmente, significaría que un número negativo (-48 por ciento) de los votantes frepasistas optaron por Recrear, algo lógicamente imposible. En este caso, incluso el intervalo presenta signo negativo, lo que impide tomar ningún valor por encima de 0. El otro problema significativo radica en el valor moderadamente bajo que presentan las R-cuadradas (excepto la del ARI), lo que impide atribuir un valor importante de la variación encontrada a la variable independiente postulada (voto por el Frepaso en 1995). ?Pero qué pasaría si incluimos entre las variables independientes a las otras fuerzas relevantes de 1995? Es decir, ?qué pasaría si dejamos de suponer que todo el no voto Frepaso 95 (ß2 i) se comporta uniformemente? Los resultados de la nueva regresión se presentan en la Tabla 3.

Tabla 3
Regresión ecológica 1995-2003 (a + b)

Para esta nueva regresión incluimos como variables independientes a las cuatro listas que lograron colocar diputados nacionales en los comicios de 1995: además de la del FG/Frepaso, la del Partido Justicialista (PJ), la de la Unión Cívica Radical (UCR) y la de la Unión del Centro Democrático (Ucedé), que, al igual que el PJ, postulaba a Menem en la boleta presidencial. Mientras que la UCR tenía un posicionamiento en los dos ejes relativamente similar al del FG/Frepaso (aunque un tanto menos definido, dados los vaivenes del partido tras el Pacto de Olivos), el PJ y la Ucedé apoyaban a un mismo candidato presidencial desde ubicaciones muy distintas en el eje alto/bajo, ya que la Ucedé era un partido de derecha marcadamente no peronista.

En comparación con la anterior (Tabla 2), la nueva regresión presenta valores similares para ARI (Carrió), Frente de la Lealtad (Menem) y Frente del Movimiento Popular (Rodríguez Saá), mientras que Recrear (López Murphy) y Frente para la Victoria (Kirchner) presentan diferencias. Menem y Rodríguez Saá prácticamente no reciben apoyos frepasistas (en el caso de Menem el valor se ubica fuera de los parámetros). Estos resultados son también coherentes con nuestro esquema: la ubicación de centroderecha peronista de Menem lo colocaba a una máxima distancia de la posición frepasista (centroizquierda no peronista), y la posición marcadamente "baja" de Rodríguez Saá (aunque más difusa en el eje izquierda-derecha) también lo situaba lejos del votante mediano frentista. Como es de esperar, ambos reciben la mayor parte de sus votos de la boleta del PJ 1995, la única que en aquel entonces (a diferencia de las de Frepaso, UCR y Ucedé) se situaba en el polo bajo.

El ARI es claramente la fuerza que recibe mayor proporción de los votos frepasistas: alrededor de 60 por ciento de quienes optaron por el Frepaso en 1995 lo hicieron por Elisa Carrió en las presidenciales de 2003. El ARI "hereda" la posición de centroizquierda no peronista ocupada anteriormente por el FG/Frepaso, y por eso no es sorprendente la fuerte correlación positiva en el voto de ambas fuerzas, reforzada además por una importante R cuadrada. Esto indica que el voto frepasista de 1995 explica una importante proporción de la variación encontrada, y es así un buen predictor del voto ARI 2003. Excepto por su líder Elisa Carrió, la amplia mayoría de los dirigentes del ARI provenían del FG/Frepaso, y su prédica republicana por la transparencia política acercaba indudablemente el perfil de ambas fuerzas. La transferencia de electores de una fuerza a otra indicaría, así, la permanencia de muchos ex votantes frepasistas en el mismo espacio de la centroizquierda no peronista. Sin embargo, esta continuidad no nos permite saber si fue el carácter centro-izquierdista o el carácter no peronista del ARI el más influyente en el comportamiento de los electores.

Para responder esa pregunta debemos analizar a Recrear y al Frente para la Victoria, que comparten una característica y difieren en la otra con el FG/Frepaso: en un caso (Frente para la Victoria), coinciden en el eje izquierda-derecha pero no en el eje peronismo-no peronismo; en el otro (Recrear), comparten la posición "alta" pero no la ubicación ideológica. Si el clivaje peronismo - no peronismo continuara siendo el conflicto predominante en la política argentina, debería esperarse una asociación positiva del voto frepasista con el de Recrear, pero no con el del Frente para la Victoria; en cambio, si el eje ideológico izquierda-derecha explicara la estructuración del sistema partidario la relación debería ser la opuesta24. Los resultados de la Tabla 3 sugieren una interpretación intermedia y algo más compleja.

En efecto, en la composición del voto de Recrear encontramos tres fuentes principales: en primer lugar, una alta transferencia de los votos de la Ucedé 1995, aunque este valor también excede los parámetros (0,1). Esta transferencia también está en sintonía con nuestro esquema, dado que ambas fuerzas comparten una definida posición de centroderecha no peronista. La segunda fuente de los votos de Recrear es la Unión Cívica Radical, otro partido situado en el polo "alto" y del que provenía, precisamente, su candidato López Murphy. Finalmente, Recrear recibe votos frepasistas, también del cuadrante alto pero más alejados ideológicamente25. En cambio, no presenta asociación positiva con el voto PJ 1995, claramente situado en el polo peronista. Es decir, todas las fuerzas situadas en el sector "alto" transfieren votos a Recrear, decreciendo la intensidad con que lo hacen a medida que se alejan del centroderecha y se acercan al centroizquierda; en cambio, no recibe votos desde el polo "bajo".

El Frente para la Victoria, en cambio, toma votos de ambos sectores del eje alto-bajo y del eje izquierda-derecha. Tanto los votantes del Frepaso ("alto" de centroizquierda) como los del PJ ("bajo" de centroderecha) se trasladan en proporciones similares (poco más de un cuarto) hacia el Frente para la Victoria, que también recibe votos radicales aunque no de la Ucedé. En síntesis, solamente desde el cuadrante de la centroderecha no peronista (el más alejado de su ubicación) no recibe votos, mientras que sí lo hace desde el polo "bajo" y desde el centro y la centroizquierda "alta". Este origen diverso de sus votantes puede obedecer al propio carácter heterogéneo de esa fuerza. Si bien su fórmula presidencial (Kirchner-Scioli) estaba compuesta por dos dirigentes peronistas que, a diferencia de la fórmula frepasista en 1995, no parecían interesados en romper con el Justicialismo26, el propio Kirchner tenía un perfil sólo moderadamente bajo en el clivaje peronismono peronismo (Ostiguy, 2005). Durante la campana, incluso, el Frente para la Victoria recibió algunos apoyos extrapartidarios (varios de ellos prove- nientes del FG/Frepaso) y del mundo intelectual tradicionalmente "alto"27. Asimismo, la posibilidad de que dos candidatos ubicados en el centroderecha como Menem y López Murphy accedieran a la segunda vuelta puede haber incentivado, según se sostuvo en ese momento en la prensa28, a algunos votantes de centroizquierda "altos" a votar por Kirchner, quien aparecía mejor situado en las encuestas que la también centroizquierdista Carrió. Si este último fuera el caso, el comportamiento estratégico de esos votantes denotaría la prioridad otorgada a la ubicación en el eje izquierda-derecha en desmedro del eje peronismo-no peronismo, optando por el peronista de centroizquierda Kirchner en lugar del no peronista de centroderecha López Murphy. Pero esto, evidentemente, excede las posibilidades de constatación empírica de este trabajo.

IV. Las estrategias de los actores y el comportamiento electoral en 2005

Si, como fue senalado al comienzo de este artículo, la relevancia de los distintos clivajes depende de su activación por parte de los actores políticos, debemos analizar los comicios de 2005 para determinar en qué medida las acciones del presidente Kirchner y de sus opositores impactaron en la estructura de clivajes. La gestión de Kirchner (peronista, es decir, ubicado en el polo "bajo") se caracterizó, especialmente en sus primeros anos, por el importante rol otorgado a líderes políticos provenientes del FG/Frepaso (es decir, del polo "alto"), quienes ocuparon distintos ministerios, secretarías, subsecretarías, embajadas y listas legislativas oficialistas. Más aún, la casi totalidad de los dirigentes partidarios que continuaron en política tras la crisis del FG se enrolaron en el Frente para la Victoria (kirchnerista), con muy aisladas excepciones que se dirigieron al ARI. La mayoría de los dirigentes más relevantes del partido (ver Apéndice) pasó a apoyar al kirchnerismo, ampliando los apoyos brindados al momento de la elección de 2003. Así, podríamos esperar que el FpV consolidara o incluso aumentara los votos recibidos desde el Frepaso 1995, vis a vis los comicios de 2003.

Del mismo modo, el ARI de Elisa Carrió mantuvo en este período su perfil "alto", aunque con un cierto movimiento hacia la derecha en el otro clivaje relevante. Elisa Carrió fue acompanada en 2005 por los candidatos a legisladores Enrique Olivera y Teresa Anchorena, quienes provenían de los sectores más conservadores y socialmente más acomodados del radicalismo. Su discurso, a su vez, pretendió eliminar la importancia del eje izquierdaderecha, afirmando que no creía en "ser de derecha, centro o izquierda"29, y centrando sus críticas al gobierno en apelaciones republicanas y morales. De esta manera, Carrió trataba de reafirmar el clivaje tradicional (peronismoantiperonismo), posicionando a Kirchner como referente del primer polo y a ella misma liderando el segundo. Si esta estrategia fue exitosa, debería esperarse una mayor transferencia que la recibida en 2003 desde la Ucedé 1995, así como una transferencia desde López Murphy 2003 (ambos "altos" de derecha).

De todas formas, la posición definidamente de centroderecha la representó en 2005 Mauricio Macri, del partido PRO. Aliado a Ricardo López Murphy (y por lo tanto, probable receptor de sus votos), Macri tenía sin embargo un perfil mucho menos claro en el eje "alto-bajo". Su rol como presidente de Boca Juniors, el club de fútbol más popular de la Argentina, le brindaba un estilo llano del que López Murphy y todos los otros políticos "altos" carecían. Así, Macri podía "hablarles" tanto a los sectores "altos" de derecha (de los que él mismo provenía) como al electorado "bajo" de derecha, rompiendo con el clivaje tradicional. Si Macri efectivamente logró realizar esto, deberíamos esperar que recibiera principalmente sus votos desde las boletas de Ucedé 1995 ("alto" de derecha) y PJ 1995 ("bajo" de derecha), así como desde López Murphy 2003 ("alto" de derecha) y Menem 2003 ("bajo" de derecha).

A partir de las estrategias de los actores, podemos prever entonces que en 2005:

- el FpV continuara recibiendo votos desde los sectores "bajos" en general (PJ 1995) y los "altos" de centroizquierda (Frepaso 1995), a los que había apelado con particular énfasis en esos dos primeros anos de gestión.
- el ARI mantuviera su perfil marcadamente "alto", aunque con una mayor transferencia desde la derecha (Ucedé 1995, López Murphy 2003).
- el PRO tomara votos de la derecha, tanto del polo "alto" (Ucedé 1995, López Murphy 2003) como del "bajo" (PJ 1995, Menem 2003).

Pasemos a la constatación empírica, entonces, utilizando la metodología de la regresión ecológica. La Tabla 4 presenta las transferencias de votos entre los comicios de 1995 y 2005.

Tabla 4
Regresión ecológica 1995-2005 (a + b)

En comparación con las elecciones de 2003, el FpV mejora su atracción de los votantes del PJ 1995, mientras que mantiene la transferencia desde el Frepaso 1995 y registra una leve pérdida desde la UCR 1995. De esta manera, vemos que el FpV continúa recibiendo una proporción de los votos "altos" de centroizquierda del Frepaso, pero que sus avances se producen en el electorado peronista ("bajo"). Recordemos que en 2003 se presentaron tres candidatos justicialistas (Menem, Kirchner, Rodríguez Saá), mientras que en 2005 Kirchner ya se había consolidado como el líder del peronismo, sin otras candidaturas (al menos en la Ciudad de Buenos Aires) que fragmentaran ese voto. Por lo tanto, el kirchnerismo retuvo su proporción de votantes "altos", pero sin lograr ampliarla pese a las numerosas apelaciones a dicho electorado.

El ARI se mantiene como el principal receptor de los votos "altos" de centroizquierda del Frepaso 1995, aunque esta vez (a diferencia de 2003) también toma votos "altos" de centroderecha de la Ucedé 1995. La estrategia de moderada "derechización" del partido probablemente haya alentado esta transferencia. Sin embargo, el ARI pierde todos los votos que recibía desde la UCR 1995, pese al origen radical de su líder y candidata Elisa Carrió. Aunque fuera de los parámetros (0,1), el ARI continúa sin recibir votos "bajos" (PJ 1995), algo esperable considerando el perfil marcadamente "alto", republicano y procedimentalista, adoptado por el partido en este período.

PRO es el principal receptor (aunque, nuevamente, con una cifra fuera de los parámetros) del voto "alto" de centroderecha (Ucedé 1995), mientras que, como esperábamos por el estilo popular de su candidato Macri, también toma una significativa proporción del voto PJ 1995, un territorio vedado para su aliado López Murphy en 2003. En cambio, mientras que López Murphy sí había obtenido una porción del voto Frepaso 1995, la candidatura de Macri (también de derecha pero más "baja" que la de su aliado) no recibe votantes "altos" de centroizquierda del Frepaso. PRO sí recibe una elevada proporción del voto UCR 1995, que en 2003 se había transferido en múltiples direcciones. Excepto por esta última transferencia, la recepción de los votos de Ucedé y PJ 1995, y la nula transferencia desde el Frepaso, se encuentran dentro de lo esperable en nuestro modelo.

Un análisis de las transferencias electorales entre 2003 y 2005 nos permitirá conocer mejor cómo las estrategias de los actores en este período impactaron en el comportamiento de los votantes, sea contribuyendo a un realineamiento de las preferencias o hacia una consolidación de la estructura de clivajes previa. La Tabla 5 presenta la regresión ecológica de ambos comicios.

Tabla 5
Regresión ecológica 2003-2005 (a + b)

Estos datos ratifican lo previamente indicado. PRO es el principal receptor de los votos de López Murphy y Menem (ambos candidatos del centroderecha, uno "alto" y el otro "bajo"), pero no recibe votos de Carrió y Kirchner (ambos del centroizquierda, "alto" y moderadamente "bajo", respectivamente). Por lo tanto, su candidatura se estructura según el eje izquierda- derecha, tomando votantes de ambos polos del clivaje tradicional peronismo-no peronismo. Por el contrario, el ARI de Elisa Carrió constituye una opción definidamente "alta", reteniendo una alta proporción de sus votantes de 2003 ("altos" de centroizquierda) pero tomando también votos de López Murphy ("altos" de centroderecha). ARI no recibe votantes desde el polo "bajo", estructurándose netamente según el eje peronismoantiperonismo como expresión de este último segmento.

El kirchnerista FpV constituye una opción intermedia. Como vimos en las transferencias 1995-2003 y 1995-2005, esta fuerza recibe votos provenientes del FG/Frepaso ("altos" de centroizquierda), que complementan su apoyo principal del segmento "bajo". Si analizamos las transferencias 2003- 2005, observamos que FpV toma votos del cuadrante "bajo" de centroderecha (Menem) y, en menor medida, "alto" de centroizquierda (Carrió), pese a que éstos se encuentran a la máxima distancia entre sí. Evidentemente, los primeros se trasladaron al FpV por su carácter "bajo", mientras que los segundos lo hacen por su perfil de "centroizquierda". Así, el electorado del FpV se halla estructurado por ambas dimensiones de la competencia política, con un predominio de votantes peronistas complementado por un segmento no peronista de centroizquierda.

Finalmente, debe marcarse que ninguna de las transferencias analizadas en todo el período 1995-2005 registra proporciones significativas de votantes que podríamos definir como "erráticos", es decir, votantes que pasaran de situarse en cierto cuadrante a ubicarse en el cuadrante localizado a la máxima distancia de aquél. No se verifican transferencias "diagonales" (de "bajo" de izquierda a "alto" de derecha y viceversa; de "alto" de izquierda a "bajo" de derecha y viceversa). Esto denota que, en mayor o menor medida, ambas dimensiones estructuran efectivamente el comportamiento de los votantes, por lo que no se registra un "dealineamiento" (Flanagan y Dalton, 1990) o una "descomposición" (Roberts, 2005) del sistema partidario30. La competencia política no se ha transformado en una puja de liderazgos personalistas desvinculados de identidades reconocibles por (y significativas para) los electores. El ocaso de ciertos partidos no ha implicado el ocaso de los clivajes que expresaban y contribuían a reproducir.

V. Conclusiones

Hemos partido de entender a la política argentina como estructurada por dos líneas de división fundamentales: una que separa a posiciones político- económicas de izquierda de otras de derecha; y una segunda división, que enfrenta a posturas personalistas y decisionistas de otras que se presentan como más republicanas y procedimentalistas. Tradicionalmente, el sistema de partidos ha estado dominado por dos fuerzas, el justicialismo y el radicalismo, escasamente diferenciadas en el eje izquierda-derecha pero notoriamente divididas en cuanto a la otra línea de conflicto. Las diferencias ideológicas se han expresado más como divisorias al interior de los grandes partidos que como separaciones entre ellos (Ostiguy, 1998). Sin embargo, el resquebrajamiento del bipartidismo tradicional ha planteado la pregunta sobre si el nuevo sistema de partidos (todavía emergente) expresa y actúa sobre la misma línea de fractura o es indicativo de una novedosa relevancia del conflicto ideológico. Esa pregunta ha guiado este artículo.

A modo de primera aproximación a la cuestión se eligió enfocar el territorio de la Ciudad de Buenos Aires, dada la existencia en este distrito de datos electorales con un nivel relativamente elevado de desagregación. El principal interés se posó en el partido Frente Grande/Frepaso, la primera fuerza en desafiar exitosamente el bipartidismo radical-peronista, imponiéndose en el distrito porteno en cinco elecciones consecutivas. La posterior disolución de este partido ha planteado la pregunta: ¿a dónde han ido sus votantes? ¿La emergencia de nuevos actores partidarios ha seguido la fractura peronismo-no peronismo (como lo hizo en su momento el FG/Frepaso) o se ha orientado según más discernibles líneas ideológicas? ¿Acaso no ha seguido ninguna de estas dimensiones, y el sistema partidario se ha dealineado en torno a líderes personalistas carentes de anclajes en ejes de competencia reconocibles? Para responder a estas preguntas se apeló al análisis de los datos electorales mediante regresión ecológica. Pese a las limitaciones de esta herramienta, la inexistencia de datos individuales convierte en ineludible la utilización de datos agregados.

La información brindada por las regresiones admite interpretaciones en distintos sentidos. Por un lado, entre 1995 y 2003 la mayoría de las transferencias se mantienen dentro de un mismo polo en el clivaje peronismo-no peronismo: la Ucedé transfiere a López Murphy, el PJ a candidatos peronistas (Menem, Kirchner y Rodríguez Saá), y el FG/Frepaso lo hace mayormente a candidatos no peronistas (Carrió y López Murphy)31; solamente la UCR, de confuso perfil tras el Pacto de Olivos, transfiere votos en distintas direcciones, aunque incluso en este caso la mayoría de sus votantes se mantiene dentro del sector "alto". Desde esta perspectiva, la mayoría de los votantes del distrito parecen seguir estructurando su decisión de acuerdo al clivaje "alto-bajo", relegando consideraciones ideológicas de izquierda y derecha. Por lo tanto, la separación central de la sociedad y de los partidos políticos refiere a la tradicional confrontación político- y sociocultural entre el peronismo y el no peronismo, sin que el cambio en la composición del sistema de partidos hubiera alterado su dinámica y pauta de funcionamiento principal. Pese al cambio de actores partidarios, los comicios de 2003 no marcarían un realineamiento del sistema de partidos (Ostiguy, 2005).

Desde otra perspectiva puede advertirse en esta elección una importancia mayor del eje ideológico. En primer lugar, incluso en partidos (como Recrear) que reciben todos sus votos de partidos ubicados en el mismo sector del eje "alto-bajo", la intensidad de estas transferencias se vincula también con la ubicación en la dimensión izquierda-derecha: así, la Ucedé (centroderecha, como Recrear) le transfiere una mayor proporción de sus votantes que la UCR (centrista), y ésta una mayor proporción que el FG/ Freapaso (centro-izquierdista). Esto significa que la división ideológica es también una dimensión que influye en el comportamiento electoral. En segundo lugar, y enfocando en el caso de mayor interés para este artículo, se advierte que una parte significativa del electorado frepasista (alrededor de un cuarto de sus votantes) decide en el 2003 "saltar" hacia el polo peronista del clivaje "alto-bajo". El perfil sólo moderadamente "bajo" del Frente para la Victoria, su posicionamiento centro-izquierdista y sus mejores perspectivas preelectorales (en relación a la otra fuerza de centroizquierda, el ARI) pueden haber motivado esta transferencia.

?Alcanza esto para hablar de la activación de una nueva línea de clivaje? Para evitar "estiramientos conceptuales" (Sartori, 1984) debemos volver a las definiciones utilizadas al desarrollar el esquema teórico del trabajo. La noción de "realineamiento" de Key (1955) requiere que los nuevos agrupamientos sean "duraderos", lo que implica una perspectiva temporal más amplia que el análisis aquí realizado. Una segunda parte de esta investigación abordó, por lo tanto, las elecciones de 2005 en la Ciudad de Buenos Aires. Desde la perspectiva sobre los clivajes que adoptamos aquí (la que entiende que los actores políticos pueden influir en la estructura del conflicto social y no sólo "reflejarlo"), es indudable que la gestión de Kirchner, con su convocatoria a diversos sectores políticos del mundo no peronista, puede haber inducido nuevas alteraciones en la dinámica interpartidista.

Los comicios de 2005 muestran que al menos una fuerza política (el PRO) efectivamente "corta" transversalmente los dos bloques del antiguo clivaje. Mauricio Macri recibe en 2005 elevados niveles de votantes de la centroderecha "alta" (Ucedé 1995, López Murphy 2003) y de la centroderecha "baja" (PJ 1995, Menem 2003), sin atraer electores de centroizquierda. Sus votantes se estructuran según el eje izquierda-derecha. Sin embargo, el ARI de Elisa Carrió muestra el perfil opuesto: una atracción de votantes "altos", principalmente de centroizquierda (Frepaso 1995, Carrió 2003) pero también algunos de centroderecha (Ucedé 1995, López Murphy 2003), sin recibir votantes del polo "bajo". Por lo tanto, esta fuerza exhibe un claro posicionamiento en la antigua línea de conflicto, pero un más diluido perfil en términos de izquierda-derecha. El FpV, como fue indicado, tiene un perfil intermedio: si bien el núcleo de sus votantes proviene del campo "bajo" (Menem 1995, Kirchner 2003, Menem 2003), recibe también una proporción del voto "alto" de centroizquierda del Frepaso 1995, e incluso de Carrió 2003.

En este sentido, cuando nos preguntamos si los votantes portenos han respondido al declive de los viejos partidos optando por nuevos partidos que representan los viejos polos de conflicto, o si se han estructurado según nuevas líneas de clivaje, no puede darse una respuesta unívoca. Algunos votantes parecen continuar estructurándose según el tradicional conflicto "alto-bajo", mientras que otras optan por fuerzas cuya identidad se define principalmente en un eje izquierda-derecha. Así, estos datos sugieren la posibilidad de que esta segunda línea de clivaje esté emergiendo como una dimensión tan relevante como la oposición histórica entre peronismo y no peronismo. Finalmente, la virtual inexistencia de transferencias erráticas (por ejemplo, de un candidato "alto" de izquierda a uno "bajo" de derecha) desmiente la idea de una descomposición del sistema partidario; éste parece continuar estructurado por identificables y significativas líneas de competencia.

Entender la dinámica del conflicto político-partidario no tiene solamente un interés académico. Como ya fue indicado, la estabilidad de la democracia se vincula con la modalidad que adquiera la estructura de clivajes. La existencia de dos dimensiones de competencia independientes y entrecruzadas puede moderar la intensidad del conflicto político y, en tal sentido, contribuir a evitar los elevados niveles de polarización registrados en la Argentina durante buena parte del siglo XX. Del mismo modo, tanto la estabilidad y la calidad de la democracia (Levitsky y Cameron, 2003; Mainwaring y Scully, 1995; Abal Medina, Alessandro y Cheli, 2007) se resienten cuando los sistemas partidarios colapsan o se tornan volátiles, convirtiéndose los partidos en etiquetas personalistas y efímeras incapaces de gobernar y de ser controladas adecuadamente. Estas razones motivan la importancia de estudiar la evolución de la estructura de clivajes y el sistema de partidos en la Argentina, estudio al que este trabajo pretende contribuir.

Apéndice

Este trabajo entiende que las acciones de los líderes políticos influyen sobre la estructura de clivajes y el comportamiento de los votantes. Por lo tanto, se ha analizado si los líderes del FG, tras la crisis del partido, se mantuvieron dentro del polo "alto" (sumándose al ARI, por ejemplo) o si eligieron opciones "bajas" de centroizquierda (como el FpV). Para ello, se ha clasificado a los dirigentes más importantes del FG de la Ciudad de Buenos Aires, incluyendo a aquellos que hubieran ocupado cargos como legisladores nacionales o como ministros del gobierno nacional32, y a quienes fueran reconocidos por los miembros del congreso distrital del FG como los dirigentes con más poder al interior del partido (ver Abal Medina, 2000).

Cuadro 1
El comportamiento de los dirigentes más relevantes del FG

Las laxas fronteras de los partidos emergentes de la crisis de 2001-2002 impiden, en ciertos casos, brindar definiciones categóricas sobre la ubicación de uno u otro dirigente. De todas maneras, es claro que la amplia mayoría de los dirigentes del FG que continuaron actuando en política nacional adhirieron al kirchnerismo33. La opción por el ARI resultó minoritaria, y al momento de los comicios de 2005 solamente dos dirigentes (González y Melillo, quien luego también se sumaría al kirchnerismo) permanecían en esa fuerza. Por lo tanto, y a diferencia de la mayoría de los votantes del FG, el liderazgo partidario optó por mantenerse en la centroizquierda, pero cruzando al campo "bajo" del clivaje peronismo-no peronismo.

Notas

* Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el VIII Congreso Nacional de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP), Buenos Aires, 6-9 de noviembre de 2007.
1
Ejemplos del carácter relativamente masivo adquirido por este debate son los numerosos reportajes o artículos de conocidos politólogos argentinos y extranjeros en medios de prensa escrita, como los de Steven Levitsky ("Hay similitudes entre Kirchner y Menem", en diario La Nación, 04/01/2006), Juan Abal Medina ("Estamos a las puertas de un nuevo sistema de partidos", en diario Clarín, 14/08/2005), Andrés Malamud ("La nueva política huele a vieja", en diario Clarín 30/08/2005), Miguel De Luca ("La transversalidad no se inventó en los tiempos K", en diario Página/12, 30/07/2007), Natalio Botana ("Los caminos de la oposición", en diario La Nación, 05/08/2004 y "Sufren los partidos una aguda crisis de representatividad", en diario La Nación, 20/10/2005), Marcelo Leiras ("Esta elección mostró la enorme fragmentación de los partidos", en diario Página/12, 10/06/2007), María Matilde Ollier ("No se puede hablar de coaliciones", en diario Página/12, 10-09-2007), y Franco Castiglioni, Rosendo Fraga, Isidoro Cheresky y Torcuato Di Tella ("A ambos lados del centro", en diario Página/12, 25/09/2005).
2 En palabras de Di Tella (1998: 343), "muy probablemente, en los próximos anos, el sistema político argentino cambiará de una manera casi irreconocible, pareciéndose más al de Europa Occidental", entendiendo por éste un "bipartidismo, o dos coaliciones" de orientaciones de centroizquierda y centroderecha.
3 El acento estará puesto en las elecciones nacionales realizadas en dicho distrito. El impacto de la dinámica política subnacional sobre la arena nacional se analiza en Malamud y De Luca (2005) y Calvo y Abal Medina (2001). A su vez, Leiras (2006) estudia las dificultades de cooperación entre líderes de ambas arenas para explicar la reciente desnacionalización del sistema partidario.
4 Como ya se verá, el Frente Grande/Frepaso triunfó en cinco comicios consecutivos en la Ciudad de Buenos Aires.
5 A su vez, la oferta de partidos depende de los incentivos provistos a los dirigentes por el diseno institucional, principalmente, por el sistema electoral. Dada la relativa estabilidad de las variables institucionales desde el retorno de la democracia en 1983, este artículo no se concentrará en ellas para entender los (eventuales) cambios en la dinámica del sistema partidario. Sin embargo, no puede dejar de apuntarse que los sistemas electorales generan incentivos para el mantenimiento, el refuerzo o la reducción de la relevancia de los clivajes en la arena política (Norris, 2004), y que el número de partidos depende tanto de los clivajes sociales como de las reglas electorales (Ordeshook y Shvetsova, 1994; Amorin Neto y Cox, 1997).
6 Desde el temprano trabajo de Gino Germani (1996), la composición social del voto peronista ha sido estudiada por Murmis y Portantiero (1987), Smith (1972), Mora y Araujo (1975), Cantón y Jorrat (1978, 2001), Maronese, Cafiero y Waisman (1985), Gervasoni (1998) y Tagina (2006), entre otros.
7 Es interesante notar que si este clivaje cultural contribuyó probablemente a nacionalizar la competencia política en la Argentina, en Europa Occidental, por el contrario, la homogeneización de los sistemas partidarios nacionales ocurrió cuando el clivaje izquierdaderecha eclipsó a los anteriores conflictos de índole cultural (ver Caramani, 2004: 196; ver también Bartolini, 2007, aunque este autor remarca que incluso el clivaje socioeconómico no puede ser reducido a un aspecto puramente "material", dado que los atributos ideológicos y culturales son centrales en la conformación de un clivaje de clase).
8 Como indica Ostiguy, que los sectores no peronistas propusieran (o se presentaran a sí mismos) de esta forma no significa que su comportamiento efectivo se ajustara a ello.
9 También puede senalarse que, combinadas, las dos subdimensiones refieren a la propuesta de Bobbio (1995), quien senala que la izquierda es la orientación genéricamente favorable a la igualdad y la derecha a la desigualdad.
10 Fernández Meijide era una activista de los derechos humanos, en tanto que Ibarra era un ex fiscal que había renunciado a su cargo en oposición a los indultos de Menem a las juntas militares. Claramente, su ubicación en el eje alto-bajo de Ostiguy se sitúa en el primer polo. Ninguno provenía del peronismo.
11 El esquema espacial bidimensional que se utiliza en este artículo no contempla los costos de transacción implicados en todo cambio político, y que pueden causar el fracaso de un intento de realineamiento (Cox, 2004). De todas maneras, en una elección legislativa como la de 1991, no concurrente con comicios presidenciales, y donde se utiliza un sistema electoral proporcional combinado con magnitudes efectivas grandes en los cuatro distritos más importantes (Provincia y Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba), difícilmente hayan sido los constrenimientos del sistema electoral los que motivaran el fracaso del realineamiento.
12 En la única derrota en este período, en los comicios para Jefe de Gobierno de 1996, la coalición Frepaso no presentó un candidato del Frente Grande, sino del Partido Socialista. Fernández Meijide (FG), que encabezó en elecciones concurrentes la lista de candidatos a constituyentes locales, sí triunfó en su categoría.
13 Tanto Gervasoni (1998) como Calvo y Escolar (2005) arriban a ese valor, aun si el primero utiliza datos individuales de encuesta y los segundos realizan inferencias ecológicas a partir de datos agregados. Esta cifra constituye el 60 por ciento de los votos del Frepaso en 1995.
14 Angeloz fue apoyado por la lista de la Unión Cívica Radical (36 por ciento) y la de Confederación Federal Independiente (9 por ciento).
15 Según el Censo de 2001, 35 por ciento de los portenos poseen educación universitaria o terciaria, frente a menos de 17 por ciento del promedio nacional. Asimismo, la ciudad tiene un ingreso per cápita que triplica el del promedio del país (Indec, 2002).
16 Los diputados nacionales del Frepaso (3,50) también se ubicaban a la izquierda de sus pares radicales (4,53) y justicialistas (5,24), presentando asimismo una menor desviación estándar (Rosas y Zechmeister, 2000). Es interesante advertir que los representantes de los distintos partidos se posicionan a sí mismos alrededor de un punto a la izquierda de donde su ubican sus votantes.
17 En términos ocupacionales, Canton y Jorrat (1997: 23) caracterizan el voto frepasista como integrado por "Empleados (fundamentalmente los de 45 anos y más, previsiblemente los de mayor jerarquía), cuenta propia, técnicos y comerciantes, además de estudiantes".
18 Abal Medina (2007) presenta una explicación basada en la organización partidaria para entender la rapidez tanto del crecimiento como de la crisis del FG/Frepaso.
19 Ambos candidatos habían adquirido protagonismo político tras desarrollar una larga trayectoria académica y profesional: Carrió como abogada y López Murphy como economista.
20 Rodríguez Saá es el candidato más difícil de localizar en el eje ideológico, aunque durante la campana su discurso económico fue adoptando una posición claramente izquierdista.
21 De hecho, cuando el Partido Socialista ("alto" de centroizquierda) rompió con el FG su alianza (Frepaso), se incorporó al ARI.
22 Dada la dificultad en obtener información a nivel de circuito, en este trabajo se han debido comparar los resultados electorales de dos categorías distintas: mientras que de 1995 se toman los comicios a Diputados Nacionales, de 2003 se consideran las elecciones presidenciales. Si bien metodológicamente esto no es óptimo, los resultados a nivel circunscripción sugieren que la distribución de votos frepasistas no presenta mayores alteraciones entre las categorías presidencial y legislativa (sí en términos absolutos, pero no en su distribución, que es lo relevante en la regresión realizada).
23 El abanico de herramientas metodológicas existente para estos análisis es muy amplio. Agnew (2002) presenta un abordaje geográfico alternativo al de los neighborhood models. King (1997) presenta una metodología de inferencia ecológica que entiende como superadora de la aquí utilizada, aunque se ha afirmado que "en la vasta mayoría de los casos" ambos métodos generan resultados idénticos (Cho y Manski, 2008: 10). Aunque los neighborhood models suponen un impacto del vínculo territorial que parece excesivo en una ciudad como Buenos Aires (en la que una proporción significativa de la población realiza la mayoría de sus actividades cotidianas fuera del barrio en el que reside), un análisis a nivel nacional del sistema partidario debería incluir esta variable, considerando la creciente territorialización del comportamiento electoral, especialmente en los comicios de 2003 (ver Leiras, 2006).
24 El análisis aquí propuesto toma como constantes ciertas variables que sin dudas influyen en los outcomes electorales. Un votante podría tener más cercanía (en términos espaciales de los dos ejes) con algún candidato o fuerza política y a pesar de eso optar por otro debido a su carisma personal, la confianza que le despierta, etc. Aquí supondremos que la opción por cierta candidatura es consecuencia de una mayor cercanía a su posicionamiento en los ejes.
25 El encuestador Rosendo Fraga lo presentaba a López Murphy, un mes antes de los comicios, como "el candidato de la clase media (...) tras el derrumbe del Frepaso y la desarticulación de la UCR" ("Honestidad y eficacia en un solo candidato", en diario La Nación, 22/ 04/03). Sin embargo, los datos del Tabla 3 muestran que el ARI fue el principal receptor de ese electorado.
26 De hecho, su principal respaldo estaba dado por el entonces presidente (peronista) Eduardo Duhalde.
27 La Dirección Nacional del Frente Grande no apoyó oficialmente a ningún candidato, aunque dejó en libertad de acción a sus afiliados para votar por candidatos que representaran "fragmentos de lo nuevo", como Kirchner, Carrió y el socialista Bravo (Abal Medina, 2007). Numerosos dirigentes del FG sí dieron un apoyo explícito a Kirchner, como Juan Pablo Cafiero (ex Ministro de Desarrollo Social de la Nación), Darío Alessandro (ex Presidente del bloque de Diputados Nacionales del Frepaso), Eduardo Sigal (entonces Presidente del FG de la Provincia de Buenos Aires) y autoridades partidarias de la Ciudad de Buenos Aires (Ariel Schiffrin, Juan Manuel Abal Medina, Abel Fatala). Entre los intelectuales no peronistas que apoyaron a Kirchner se encuentran los sociólogos Torcuato Di Tella y Julio Godio y el periodista Martín Granovsky (ver "Kirchner presentó su libro, en busca de los votos progresistas", en diario Clarín, 16/04/03), así como el ex juez (y dirigente frepasista) Eugenio Zaffaroni. En el Apéndice se presentan las estrategias adoptadas por los principales dirigentes del FG luego de la crisis partidaria.
28 Ver, por ejemplo, "En el final de la campana, el 'voto útil' define la elección" (diario Clarín, 24/04/2003).
29 Ver "Un liberal decente es mejor que un socialista corrupto", en diario Clarín (29/09/2005).
30 Este artículo no analiza a los partidos sino al sistema de partidos, pero es posible que ciertas características organizativas del Partido Justicialista (su informalidad, su flexibilidad) lo protegieran de posibles crisis como la sufrida por la UCR, y contribuyeran por tanto a evitar la descomposición del sistema (ver Levitsky, 2005). Aunque los partidos pueden desaparecer sin modificar al sistema, la supervivencia del peronismo puede haber sido un "ancla" para el mismo, combinado con la influencia de la política y las elecciones subnacionales (Malamud y De Luca, 2005).
31 En su análisis de los comicios de 2003 a nivel nacional, Calvo y Escolar (2005: 233) sostienen que "si se compara el tipo de implantación geográfica del Frepaso en 1995 con (...) López Murphy más Elisa Carrió en el 2003, encontraremos una sorprendente similitud entre el Frepaso 1995 y la suma de los dos candidatos de origen aliancista en el 2003".
32 Aunque no en todos los casos fueran dirigentes con gran poder partidario, quienes ocupaban bancas nacionales eran, a ojos de los electores, las caras más visibles que tenía el partido.
33 El comportamiento de las élites no es el principal interés de este trabajo, aunque vale senalar que en sus decisiones suelen primar los incentivos selectivos, mientras que el electorado general tiende a guiarse por incentivos colectivos (Panebianco, 1990). Como senala Fiorina, en la interacción entre élites (donde hay mucho en juego y donde las acciones individuales pueden influir en los resultados) se puede suponer que la racionalidad instrumental guía las conductas, mientras que en la participación de masas difícilmente pueda sostenerse esto (citado en Manin, Przeworski y Stokes, 2001). El kirchnerismo, a diferencia del ARI, podía proveer cargos gubernamentales a los dirigentes del FG. De todas maneras, también debe indicarse que, a diferencia de sus votantes, la mayoría de los líderes del FG tenía su origen en el peronismo, razón que puede haber influido en su comportamiento posterior a la crisis del partido.   

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