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Revista SAAP

On-line version ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.4 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./June 2010

 

RESEÑAS

La presencia de China en el hemisferio occidental. Consecuencias para América Latina y Estados Unidos.

Guadalupe Paz y Riordan Roett (editores)
Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2009, 318 páginas.

María Fernanda Vizán

El siglo XXI encuentra a China como uno de los actores globales con mayores proporciones de crecimiento en el campo de las relaciones internacionales. Ante este avance, sobretodo en materia de diplomacia y economía, Occidente observa que la idea de perder hegemonía toma cada vez más fuerza frente a un posible emergente sistema multipolar. Una desestabilización geopolítica sería consecuencia de la creciente intervención de China en los precios de las materias primas, los mercados de crédito y las divisas internacionales. Esta influencia se va ganando mediante una estrategia global llamada "ascenso pacífico", totalmente opuesta a la utilizada por Estados Unidos contra la guerra del terrorismo. A su vez, mientras este último se ocupa de estos asuntos, China profundiza sus relaciones con el Sudeste de Asia, África y América Latina.

La presencia de China en el hemisferio occidental… se sitúa frente a este nuevo paradigma, estudiando la relación de Estados Unidos, China y América Latina. Es un desafío hallar, de cara al nuevo contexto, cuáles serán las mejores políticas vinculadas a la migración, la integración, el comercio y la inversión que podrán otorgar mayores beneficios a la región, y este libro aspira dar herramientas que permitan entender las ramificaciones del surgimiento de China como posible potencia.

La obra es producto de la reflexión de expertos en América Latina, China, Estados Unidos y Europa. Presentan varias miradas sobre las consecuencias que pueden darse del avance en las relaciones de China con el mundo. El trabajo presenta cuatro partes: la primera brinda un panorama sobre cómo se presentan las condiciones en las cuales se establecen las relaciones entre China y América, haciendo hincapié en la importancia de Brasil ante la oportunidad que el contexto mundial de globalización ofrece para la cooperación Sur-Sur. A su vez, se presenta como viable la existencia de una geopolítica triangular conformada entre Estados Unidos, América Latina y China, donde el diálogo es un instrumento disponible que puede resolver la innegable asimetría de las partes. No obstante, hay cuestiones que deben ser resueltas en el mediano plazo. La existencia de una división espacial involucra cuestiones como las amenazas percibidas por Estados Unidos de la amplia Cuenca del Caribe, el futuro de Taiwán para China y las necesidades de recursos energéticos de las cuales América Latina es gran proveedora pero que se presenta como un conglomerado de países que aún intenta resolver cuestiones básicas de integración.

La segunda parte hace referencia al papel que asume Latinoamérica en el ascenso de China, sobretodo en cuestiones económicas y de seguridad energética. Para que la relación no caiga en el estigma del neocolonialismo, es necesario que la región resuelva ciertos problemas que eviten que su participación sea solamente como proveedora de materias primas. Esta problemática se vislumbra en situaciones como el impactado de la prominencia china en los países exportadores de recursos naturales como Chile y Perú, los países con estructura de exportación mixta como Brasil y Argentina, y los que manejan exportaciones de bienes manufacturados como México y los de Centroamérica. De esta manera, es menester la intervención de un Estado capaz de incentivar la innovación e inversión en nuevas actividades vinculadas a las exportaciones con vistas a una reestructuración industrial que no lleve necesariamente a la vieja política de sustitución de importaciones. Para que se lleve a cabo este cambio, un primer paso puede ser que este Estado medie para la elaboración de una intensa cooperación entre lo público y lo privado, teniendo en cuenta la autonomía relativa de este último.

La tercera parte hace alusión a cómo se toma por parte de América Latina los avances de China en el mundo, dando dos cuestiones a resolver. Por un lado, la posibilidad de que China sea un modelo a seguir, y por otro lado, relacionado a lo anterior, si esto otorga beneficios, quiénes los asumen y qué consecuencias trae ello para el resto del continente. Que China sea un modelo a seguir no quiere decir que haya ciertas cuestiones que deben ser dejadas de lado. Este país tiene fuertes temas sin solucionar, como la propia inequidad socioeconómica, la contaminación ambiental, los bajos estándares de condiciones laborales, el desplazamiento de productores locales al aumentar las importaciones de productos chinos, como así también el descenso de las exportaciones de bienes manufactureros de países como Brasil hacia el este de Asia. En vistas a las nuevas relaciones de la emergente potencia con África y el sudeste asiático, América debe actuar como observador, y en especial Latinoamérica, tomar las lecciones que se desprendan de esos intercambios, las cuales ayudarán a que se manifieste un desarrollo y crecimiento sostenido de cara al porvenir.

Por ultimo se hace una exposición más exhaustiva sobre la relación triangular que se presenta en los primeros capítulos. Se intenta dar una respuesta a qué tipo de relación se desarrollará entre las partes y qué consecuencias traería para Estados Unidos. Parecería que América Latina tiene una gran posibilidad de redefinir su participación dentro de esta aldea global, pero de qué manera se manifieste depende exclusivamente de ella. Definir intereses compartidos, afianzar las relaciones dentro del continente, aumentar la cooperación entre los estados y hacia el interior de ellos mismos, redefinir la forma de inserción en el mundo en materia económica de manera tal que ningún país se vea perjudicado, es decir, del tipo de fortalecimiento de integración latinoamericana, dependerá el éxito del nuevo paradigma. China puede verse como una moneda de dos caras: como un potencial socio o como una nueva casa. Elegir qué cara es preferible tiene que ser considerado no por Washington, sino por los estados latinoamericanos.

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