SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.4 número2Los sujetos de lo político en la filosofía moderna y contemporánea índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.4 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2010

 

RESEÑAS

¡Silencio, Cuba! La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución Cubana

Claudia Hilb
Edhasa, Buenos Aires, 2010, 144 páginas.

Lucas G. Martín

¡Silencio, Cuba!, anuncia al comienzo del libro su autora, Claudia Hilb, indaga una "dificultad", la dificultad que ha tenido largamente la izquierda democrática latinoamericana para tomar posición frente al régimen de la Revolución Cubana. Dificultad para reconocer crímenes que en otras latitudes y otros tiempos hubieran sido denunciados sin peros ni dilaciones y, en el fondo, según propone la Profesora Hilb como hipótesis central de su libro, dificultad para comprender, en el régimen cubano, el carácter indisociable de la igualación de condiciones y la reorganización total de la sociedad bajo el control implacable de un poder concentrado. La buena noticia es que el libro de Hilb contribuye a desanudar las razones de esa dificultad a través de un análisis documentado y metódico, paciente y matizado, que muestra con una prosa cuidada el modo en que dominación total e igualación (no la igualdad) se tejieron en un solo proyecto a lo largo de la primera década revolucionaria.

El ensayo se ordena en tres capítulos. En el capítulo 1 la autora analiza el proceso de igualación de condiciones y el proceso paralelo de concentración de poder llevados a cabo en las dos olas igualadoras (1959-64 y 1966-70). Las rápidas y profundas reformas de colectivización y estatización de la primera década, nos cuenta Hilb, generan una profunda igualación de las condiciones: aumento de pensiones y salarios, disminución de los alquileres, mayor acceso en los servicios de salud y educación y reducción de la brecha entre ciudad y campo. Ese será el fruto, por cierto, de la progresiva monopolización, por parte del Estado, de la totalidad de la producción y la provisión de bienes y servicios, incluidos los salarios. Tan radical transformación derivará en la desorganización económica: el Estado es incapaz de gestionar eficazmente la totalidad de los resortes de la economía que ahora domina, lo que se agrava por la emigración de trabajadores especializados, técnicos y profesionales, y por la ausencia de incentivos para los trabajadores. Pese a todo, la escasez resultante obligará a un racionamiento que, según relata la autora, será organizado de manera igualitaria.

Paralelamente a este dificultoso proceso de igualación, se llevaba adelante un proceso implacable de concentración del poder en un partido único y, en última instancia, en la figura de Fidel Castro. Una diversidad de medidas, y siempre con la intervención de Fidel, obran para subordinar el movimiento estudiantil, el movimiento sindical y las vanguardias culturales, y para purgar las organizaciones estatales, partidarias y revolucionarias. Así fue que, desde muy temprano (1959) la acusación de traición cayó de manos de Fidel sobre los más populares y conspicuos líderes y defensores de la Revolución. Y quienes hasta un momento antes habían sido compañeros de ruta, no hallaron otro destino que el "[s]ilencio, [el] ostracismo, [el] exilio o [la] cárcel".

En el capítulo 2, Hilb analiza el desplazamiento que se da en la población cubana desde una adhesión voluntaria y entusiasta a la Revolución hacia la realización de gestos mínimos de apoyo necesarios para lograr el acceso a recursos indispensables, en el marco de un "sistema capilar y vertical de control social" en cuya cima encarna el poder, siempre, Fidel Castro. Es destacado el rol jugado por los Comités de Defensa de la Revolución que, en cada cuadra, lugar de trabajo o de estudio, ejercen primero presión e influencia y, luego, un control prácticamente policial de los niveles de adhesión o desafección; y por las organizaciones sindicales, que promueven mayor productividad y trabajo voluntario y gratuito a la vez que legitiman la pérdida de las conquistas y derechos laborales y la militarización de la producción. El cuadro se completa con el relato de las alternativas de trabajo obligatorio y gratuito o de bajísimo costo, fruto de la represión de la disidencia y el control social, como los traslados de familias enteras a pueblos de trabajo bajo vigilancia o la persecución y el confinamiento a campos de trabajo forzoso de homosexuales, religiosos y hippies, bajo tutela de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (¡entre 25 y 30 mil confinados en tres años!).

Finalmente, en el tercer capítulo, Claudia Hilb despliega su interpretación sobre los nudos que se han tejido en Cuba para sostener en el tiempo un régimen de dominación total surgido de una revolución antidictatorial. La autora pone al lector ante la degradación del deseo de igualdad y libertad y su mutación a una igualación en el miedo, producto de la imbricación del poder y la ley corporizada en la figura de Fidel Castro. En el recorrido de estos últimos análisis, el lector puede apreciar las diferentes formas en que la igualación en el miedo se articula como principio de acción, como sostén, de un régimen profundamente conservador: en la ausencia de todo derecho por fuera de la unidad del poder y la ley en la voluntad de Fidel, en la sustitución de la virtud por el miedo ante la imposibilidad de forjar la nueva conciencia para el hombre nuevo y en la necesidad de la población de recurrir a la ilegalidad para la supervivencia —necesidad que reproduce así el miedo a la vez que exige, siempre por temor, dar muestras "externas" de adhesión, generando lo que los cubanos llaman una "doble moral"—.

Aquí, retomando la senda abierta por C. Lefort y M. Abensour, Hilb aborda a un mismo tiempo la cuestión de la revolución moderna y el enigma de la servidumbre voluntaria de Etienne de La Boétie. Podemos ver en esta interrogación una de las preguntas clásicas de la teoría política moderna y afines a la tradición republicana: ¿por qué hay dominación y no libertad?, pregunta que Hilb reformula una y otra vez a propósito del régimen castrista: ¿qué queda del deseo emancipatorio, de igualdad y libertad, de la Revolución?

En ¡Silencio, Cuba!, Claudia Hilb pone en blanco sobre negro la difícil realidad del pueblo cubano en medio siglo de Revolución y, particularmente, la inextricable dificultad para romper el largo silencio de la izquierda democrática latinoamericana. El relato de la negación de derechos humanos por fuera del poder, la persecución de homosexuales o hippies, los campos de trabajo, los pogroms, las purgas y los juicios con autoinculpaciones à la Moscú, entre otras realidades opresivas, vuelven estruendoso ese silencio. Y lo mismo puede decirse cuando leemos sobre los destinos de grandes nombres de la Cuba revolucionaria, desde Huber Matos a Pablo Milanés o el general Arnaldo Ochoa, desde Heberto Padilla a Haydée Santamaría o Carlos Franqui, Jesús Díaz o Raúl Rivero.

La Profesora Hilb desmonta la coartada sobre la que se ha sostenido ese silencio. Lo hace a través del ejercicio de un pensamiento original y sin ataduras, ajeno a la aplicación a la realidad de conceptos, clasificaciones o evaluaciones preconcebidos, y distante de las interpretaciones más habituales. Pone en evidencia el proyecto constructivista y regeneracionista de la sociedad que ligó la igualación de condiciones a la destrucción de poder plural y a la concentración del poder, la ley y el saber de la Revolución en la figura de un solo hombre, Fidel Castro. En efecto, tras recorrer las páginas de este libro, el argumento de que la concentración del poder es el precio del beneficio de la igualación social —ese "sí, pero..." que obturó durante décadas cualquier debate y que resistió aun tras la profunda crisis que sufrieron los cubanos luego del derrumbe (del apoyo) soviético— ya no se tiene en pie.

En suma, ¡Silencio, Cuba! es un texto necesario y potente, fruto de una preocupación política e intelectual y de un trabajo de investigación asumidos con honestidad intelectual —plasmada, visible aunque no únicamente, en el uso de la primera persona—, que retoma ese legado de responsabilidad que la izquierda democrática que abrazó el sueño de la Revolución ha asumido progresivamente y que, en este caso, toma la forma de un libro, que es una palabra para romper el silencio sobre Cuba y un llamado al debate sincero, responsable y, como nos previene Claudia Hilb hacia el final del libro, urgente, en vistas de la necesaria y difícil transición por venir, transición de un sueño devenido pesadilla hacia la vigilia de la democratización.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons