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Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.5 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2011

 

ARTÍCULOS

Metamorfosis y crisis de representación. Las estrategias electorales del PJ santafesino en las elecciones provinciales de 1999 y 2003

 

Hugo Ramos
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
Conicet, Argentina
ramoshugo78@yahoo.com.ar

 


Resumen

En este trabajo abordamos los mecanismos utilizados por el Partido Justicialista de la Provincia de Santa Fe para mantenerse en el poder en dos coyunturas electorales particularmente complicadas: las elecciones provinciales de 1999, signadas por la recesión económica, y las elecciones provinciales del año 2003, en el marco de una crisis de representación que abarcaba a todas las fuerzas político-partidarias. Si bien es un estudio de caso, el trabajo pretende ofrecer algunas claves de análisis para identificar las estrategias adaptativas del justicialismo que le han permitido transformarse en un partido político central para el funcionamiento del régimen político argentino.

Palabras claves

Partido Justicialista; Elecciones provinciales; Ley de Lemas; Metamorfosis de la representación - Santa Fe

Abstract

This article analyses the mechanisms used by the Partido Justicialista of the Province of Santa Fe, Argentina, to remain in power in two particularly complicated electoral circumstances: the 1999 provincial elections, marked by the economic recession; and the 2003 provincial elections, within the framework of a representation crisis of all political parties. Although it is a case study, the article pretends to offer some clues to identify the Partido Justicialista's adaptative strategies that have allowed it to become one of the main political parties in Argentina.

Key words

Partido Jusicialista ; Provincial elections; Double Simultaneous Vote; Metamorphosis of representation - Santa Fe


 

Introducción

En el presente trabajo desarrollamos un análisis de las estrategias electorales[1] del Partido Justicialista santafesino en las elecciones provinciales de 1999 y 2003 considerando los conceptos de metamorfosis[2] y crisis de representación[3] (Pousadela, 2006). En este sentido, vinculamos las estrategias electorales con las transformaciones políticas provinciales durante este período en particular al nivel del sistema de partidos y del Partido Justicialista local, vinculándolas con los cambios políticos identificados a nivel nacional por estudios previos (Cheresky, 2006; Calvo y Escolar, 2005; Pousadela, 2003, entre otros).
Dado que nuestro análisis pretende introducir elementos comparativos entre ambas elecciones, a lo largo del trabajo consideramos el contexto político, económico y social que enmarca los procesos eleccionarios seleccionados y que dan cuenta del recorte temporal efectuado, si bien las limitaciones de espacio nos impiden desarrollarlas extensamente. Así, las elecciones de 1999 se desarrollaron en el marco de la crisis terminal de la convertibilidad, eje estructurante de las políticas neoliberales de la década (Lascano, 2001); las elecciones de 2003, en cambio, fueron las primeras luego del colapso de la convertibilidad, en el camino de la normalización político-institucional luego de la debacle del año 2001.
El análisis del PJ santafesino se nutrió de una serie de desarrollos previos que sustentaron nuestro análisis. En primer lugar del trabajo de Steven Levitsky (2005), que aborda al Partido Justicialista nacional desde un enfoque centrado en la organización. En particular, tres de los conceptos utilizados por este autor nos permitieron identificar las formas organizativas del partido y fueron de especial importancia: 1) la noción de flexibilidad estratégica, o la capacidad para modificar las estrategias del partido de acuerdo a las exigencias del entorno; 2) la posibilidad de concebir a las estructuras partidarias como estructuras informales o débilmente institucionalizadas, referenciando así la ausencia de una sólida burocracia central y de normas y procedimientos ampliamente aceptados por los miembros del partido; y 3) el concepto de rutinización débil, que marca la distancia existente entre las normas sancionadas oficialmente y las prácticas efectivas de los miembros del partido. En segundo lugar, debemos mencionar los aportes de Cherny (2003), Cherny y Delgado (2004) y Delgado (2006), que analizaron los partidos políticos en el marco de la Provincia de Santa Fe y propusieron el concepto de autonomía enraizada para dar cuenta de los cambios en los liderazgos partidarios, en particular las nuevas funciones que éstos asumían. El concepto alude específicamente a las capacidades que "adquirieron [los líderes partidarios] de echar raíces institucionales en la estructura partidaria y a la vez mantener una marcada autonomía del partido" (Cherny, 2003: 168). En otros términos, la capacidad de actuar con amplios márgenes de libertad -aspecto observable en los actuales líderes partidarios-, sin que la organización del partido pueda controlar o limitar eficazmente sus decisiones.
Los aspectos a comparar entre ambos procesos eleccionarios fueron seleccionados de acuerdo a su importancia relativa en el conjunto de las estrategias electorales utilizadas en cada elección. Este criterio nos permitió identificar los aspectos que desarrollamos en este artículo: 1) la modificación o la aceptación de las reglas electorales vigentes; 2) la fijación de la fecha de las elecciones; 3) la presencia de alianzas con otras fuerzas partidarias; 4) el rol del partido en su dimensión institucional; 5) el uso de los medios y, en particular, la imagen de los candidatos; y 6) el rol de las plataformas electorales.
Metodológicamente, la perspectiva de análisis de nuestro trabajo es de tipo cualitativa y sus insumos principales fueron noticias periodísticas seleccionadas y fuentes secundarias. En este sentido, nos basamos fundamentalmente en el análisis de noticias de dos medios gráficos de presencia provincial: El Litoral de Santa Fe (1998, 1999, 2002 y 2003) y La Capital de Rosario (1999 y 2003). También consideramos medios nacionales, en particular el diario Clarín durante ese período. En función de los objetivos propuestos, acudimos a otros documentos escritos complementarios: los programas político-partidarios para las elecciones de 1999 y 2003, legislación nacional y provincial vigente sobre partidos políticos, la legislación electoral provincial y discursos de inauguración de las sesiones legislativas ordinarias de los gobernadores Jorge Obeid (1999) y Carlos Reutemann (2003). A las fuentes primarias cabe agregar un número importante de trabajos de especialistas encuadrados en nuestro campo de interés tal como se puede constatar en la bibliografía que citamos al final del artículo.
El artículo se divide en dos apartados y una conclusión. En el primero abordamos la situación del justicialismo en el ámbito provincial en el momento de las elecciones de 1999 y 2003, elaborando un marco general que se entrecruza necesariamente con el escenario nacional. Enfatizamos también las divisiones en el interior del partido, identificando los principales liderazgos y las pugnas intrapartidarias. En el segundo apartado desarrollamos extensamente las estrategias electorales a partir de los ejes ya mencionados, comparando su importancia relativa en el marco de cada elección. En ambos apartados reflexionamos en torno a las nociones de metamorfosis y crisis de representación, para finalmente elaborar una serie de conclusiones que intentan ofrecer algunas claves de análisis para identificar las estrategias adaptativas del justicialismo que le han permitido transformarse en un partido político central para el funcionamiento del régimen político argentino.

El justicialismo santafesino en las elecciones de 1999 y 2003. Sistema de partidos y cambios político-partidarios

Durante la década del noventa se produjeron cambios significativos en la esfera política provincial. En particular, emergieron nuevos liderazgos partidarios y se formaron nuevas coaliciones políticas que modificaron el funcionamiento del sistema de partidos. También se introdujeron reformas profundas en las reglas electorales con la introducción de la Ley de Lemas (Ley 10.524) y el comportamiento de los electores alcanzó cuotas significativas de volatilidad entre las distintas elecciones. Por último, y a pesar de los cambios mencionados, el dominio del PJ en el sistema político provincial se mantuvo inalterable.
La Ley de Lemas se sancionó en el año 1991 en un escenario de fuerte fraccionamiento del partido gobernante. Si bien fue una ley muy discutida, el apoyo de la fracción de la UCR que respondía a Horacio Usandizaga permitió su aprobación parlamentaria. Durante el transcurso de la década esta ley se transformó en un instrumento fundamental para el mantenimiento del predominio justicialista: en tres de las cuatro elecciones a gobernadores en que estuvo vigente (1991, 1995 y 2003) el candidato más votado fue de los partidos de oposición. Sin embargo y dadas las características de la Ley de Lemas -que se explicitan más abajo-, esos candidatos no pudieron acceder a la gobernación.
Las elecciones de 1991 inauguraron también el predominio de un nuevo liderazgo dentro del PJ, con la figura de Carlos Reutemann. El ex corredor de Fórmula 1 ingresó a la política impulsado por el presidente Menem ante la posibilidad cierta de una derrota del partido en las elecciones provinciales de ese año, en particular por el desgaste de la corrupta dirigencia tradicional[4]. La maniobra política resultó exitosa: la popularidad extrapartidaria de la figura de Reutemann se transformó en un apoyo electoral contundente que le permitió, Ley de Lemas mediante, acceder a la gobernación. Así, Ley de Lemas y liderazgo extrapartidario resumen la "fórmula de la victoria" del PJ en las primeras elecciones de la década del noventa. A partir de estas elecciones se iría configurando un escenario político donde la figura de Reutemann ocuparía el lugar central[5].
Por el contrario la Ley de Lemas dificultaría de manera ostensible las posibilidades de la oposición de acceder al gobierno, en particular de la UCR, cuyo candidato sería el más votado en las elecciones de 1991 y 1995. La profundización de las divisiones internas, sumada al progresivo desgaste de su principal líder alejaron las posibilidades de un triunfo pero alentaron la conformación de alianzas con otras fuerzas políticas opositoras.
En este sentido cabe mencionar la progresiva consolidación de una nueva fuerza política en el sur provincial, el Partido Socialista Popular (PSP). Primero bajo el liderazgo de Héctor Cavallero y posteriormente con la conducción de Hermes Binner, el PSP logró transformarse en el principal partido opositor en el mayor centro urbano de la provincia, Rosario, cabeza a su vez de un importante departamento al momento de los guarismos electorales. A partir de 1991 el PSP se divide y Héctor Cavallero funda el Partido del Progreso Social (PPS) que se acerca al PJ. Hermes Binner, por el contrario, logra reafirmar su liderazgo en el PSP ganando las elecciones a concejales de 1993 en la ciudad de Rosario bajo un sublema propio enfrentado a Cavallero. Dos años después accede a la intendencia de esta ciudad, contribuyendo así a la consolidación del perfil opositor del partido[6].
A medida que avanza la primera mitad de la década el sistema de partidos provincial va adoptando progresivamente un perfil de competencia bipolar. A partir de 1995 los que se enfrentan en las sucesivas elecciones son alianzas de partidos. Por un lado la Alianza Santafesina que agrupa a la UCR, el PSP y el Partido Demócrata Progresista (PDP), los tres principales partidos opositores del distrito a los que se sumarían posteriormente otros partidos menores. Por otro una alianza conformada bajo la hegemonía[7] del PJ e integrada entre otros por la Ucedé, el PPS y otros partidos de escaso peso electoral. Los incentivos para la conformación de alianzas se encontraban en el régimen electoral y en particular en la Ley de Lemas. Ésta establecía un doble sistema de votación simultáneo y acumulativo puesto que permite a los partidos o alianzas de partidos (denominados lemas) presentar diferentes candidaturas en listas separadas, que son denominadas sublemas.
Brevemente, el procedimiento que instala la Ley de Lemas es el siguiente: al momento de la elección el elector realiza "un doble voto": primero elige un sublema, por lo cual emite un primer voto privilegiando a un candidato dentro de la oferta presentada por el partido o alianza de partidos (lema). Al elegir el sublema también está eligiendo a un lema determinado por lo cual emite un segundo voto, al privilegiar a un partido o alianza de partidos sobre los demás. Por eso se afirma que el "doble voto" es simultáneo: al seleccionar a un candidato está simultáneamente eligiendo sublema y lema. Por último, el voto es acumulativo: todos los sublemas que tributan a un mismo lema suman sus votos al candidato más votado del partido o alianza de partidos.
La acumulación de votos puede dar como consecuencia resultados aparentemente paradójicos: que el candidato más votado, de todos los partidos, no sea el ganador de la elección. En este sentido, gana el candidato con la mayor cantidad de votos del partido con más votos. Éste fue el caso de la Provincia de Santa Fe, como ya mencionamos, para las elecciones a gobernador de los años 1991, 1995 y 2003[8].
Hasta 2002 la Ley de Lemas no sólo autorizaba las alianzas entre partidos o entre sublemas pertenecientes a un mismo partido sino que también habilitaba las alianzas entre sublemas pertenecientes a distintos lemas aunque con la misma nómina de candidatos. En este caso los votos cosechados por la alianza se sumaban al lema que tuviese mayor cantidad de afiliados en el distrito donde se concertó la alianza. La mención del distrito es importante porque las alianzas establecían la arena electoral donde tenía vigencia: municipal o comunal, departamental y provincial. Por último, cabe mencionar que el reconocimiento de la personería jurídica de los distintos sublemas era válido sólo por una elección.
Las características de la legislación electoral tuvo varios e importantes efectos sobre los partidos, en particular: a) la atomización de la oferta electoral como mecanismo para maximizar la obtención de votos, multiplicando el número de sublemas en cada elección; b) incentivar la conformación de alianzas al favorecer que los sublemas con menores posibilidades de ganar la elección logren algún tipo de acuerdo con otros sublemas, del mismo o de distinto lema; c) desdibujar la identidad partidaria a favor de las distintas facciones[9] conformadas en sublemas.
Desde la perspectiva del elector el principal efecto de la Ley de Lemas fue dificultar la identificación del destino del voto ya sea en términos partidarios o de candidatos. Un segundo efecto negativo, pero ahora en términos de gobernabilidad fue que la fragmentación partidaria se trasladó luego a la legislatura, lo que dificultó la conformación de mayorías para sancionar leyes. Este efecto fue más evidente durante la primera gobernación de Jorge Obeid (1995-1999).
En este marco, Lilia Puig de Stubrin afirma que

Muchas iniciativas del gobernador (...) fueron bloqueadas por la acción llevada adelante por los integrantes del bloque justicialista que respondía a Carlos Reutemann. Pero ello no debe entenderse como una derivación de la legislación sino como el resultado de una lucha política por la constitución de una hegemonía partidaria que se lleva adelante en dos arenas, la arena partidaria en su doble dimensión nacional y local; y la arena del gobierno provincial (Puig de Stubrin, 2000: 16).

En efecto, y tal como lo plantea esta autora, a lo largo de la década se entabló en el seno del PJ provincial una puja entre las distintas facciones para lograr la hegemonía, siendo los principales contendientes Jorge Obeid y Carlos Reutemann. La presencia de la Ley de Lemas evitó que la fractura partidaria se tradujera en la división formal del partido pero exacerbó los conflictos internos en torno a los liderazgos en disputa. A partir de la primera gobernación de Carlos Reutemann (1991-1995) se produjo una progresiva consolidación de su línea interna que alcanza su punto culminante en la elección de 1999.
Las elecciones de ese año se enmarcaron en un contexto de crisis económica, profundizada a partir de la devaluación de Brasil. En el plano político, en tanto, la incertidumbre fue la regla: la indefinición y la feroz disputa en torno al sucesor del entonces Presidente Carlos Menem tuvo su correlato provincial en la incógnita de si Carlos Reutemann aceptaba ser candidato a presidente y competía en las elecciones internas nacionales del partido o si prefería la esfera provincial y aceptaba ser nuevamente candidato a gobernador.
En el plano local el Consejo Provincial del partido apoyó de forma irrestricta la posible candidatura más allá de la filiación de las distintas facciones justicialistas. En este sentido, que Reutemann eligiera participar de la contienda nacional abría el camino a los demás dirigentes que no pertenecían a su línea. Si el ex gobernador optaba por la provincia, tal como efectivamente sucedería, lo más probable era que esos dirigentes se vieran desplazados del núcleo de poder del PJ y no pudieran obtener los principales lugares en las listas de candidatos. Hasta que la decisión del ex gobernador no quedó clara, el PJ provincial se mantuvo en una posición expectante y sostuvo un cronograma paralelo al establecido por el PJ nacional. La nota distintiva fue en todo caso la pugna entre las facciones reutemista y obeidista.
Como ya mencionamos, las arenas principales de competencia (Puig de Stubrin, 2000) fueron el control del aparato partidario, por un lado, y el control sobre las decisiones gubernamentales, por el otro. En ambas se disputaron espacios de poder: la facción reutemista, en la búsqueda de afirmar su hegemonía; la facción obeidista, intentado frenar con escaso éxito el avance del reutemista. Sin ser la única, constituyó una de las divisiones intrapartidarias más relevantes en esta coyuntura.
En relación con estos espacios de disputa es evidente la progresiva erosión del poder del gobernador en ejercicio, Jorge Obeid, en particular en la esfera parlamentaria[10]. La consolidación de la hegemonía reutemista en este plano ya había quedado clara, a mediados de año, con la conquista de la presidencia de la Cámara de Diputados, luego de fuertes disputas con el sector que respondía a Jorge Obeid. En efecto, la renuncia forzada de Daniel Castro, anterior candidato del "consenso" entre ambas facciones, despejó el camino para la elección de Jorge Giorgetti, presidente del bloque reutemista de Diputados. El nuevo presidente también ocupaba la vicepresidencia primera del partido, uno de los principales cargos dentro del justicialismo. En este sentido, la distribución de cargos partidarios favorecía claramente a la línea reutemista, aun cuando su presidente, el vicegobernador Gualberto Venesia, perteneciese a la facción de Obeid[11].
La lucha por la hegemonía partidaria tuvo también otros escenarios. En particular, en el cruce entre las estrategias políticas de los dirigentes locales opositores a Reutemann, que no siempre pertenecían a la línea de Jorge Obeid, y las estrategias de los dirigentes nacionales del PJ, en particular de aquellos dispuestos a participar de las elecciones nacionales como candidatos oficiales del partido. En este sentido, las opciones se distribuyeron entre "duhaldistas", "orteguistas" y "menemistas" y evidenciaron también un clivaje territorial, ya que fue principalmente en el sur provincial donde se constituyeron algunas de las más importantes corrientes opositoras[12].
La dinámica política nacional, sin embargo, va a dar como resultado un liderazgo débil y contestado desde distintos sectores. Reutemann no necesitaba del apoyo del nuevo candidato presidencial del PJ, Eduardo Duhalde, mientras que éste sí necesitaba del respaldo reutemista para aumentar sus posibilidades. Ante este escenario, la corriente provincial que respondía al duhaldismo diluirá toda arista opositora y apoyará activamente la candidatura a gobernador de Reutemann.
En definitiva, en los meses previos a las elecciones provinciales de 1999 encontramos un escenario de realineamiento interno del PJ, consolidándose progresivamente la línea reutemista ya sea en el plano institucional, con el desgranamiento del bloque parlamentario que respondía a Jorge Obeid a favor del ex gobernador, o en el plano estrictamente partidario, con la hegemonía del reutemismo en los órganos de conducción.
En este marco, también es posible constatar la injerencia de líderes nacionales en la interna partidaria, principalmente Menem y Duhalde. Sin embargo, la fuerte disputa que éstos mantenían entre sí menguó sus posibilidades de influencia. Si bien la posibilidad de la reelección mantuvo su vigencia hasta los primeros meses de 1999, alentando a los sectores provinciales opositores a la conducción del PJ local, su evidente inconstitucionalidad y el eficaz bloqueo dispuesto por las fuerzas de oposición dentro y fuera del PJ disminuyeron las posibilidades de contestación de este sector a la conducción reutemista. De forma similar, Duhalde emergió de la disputa con el menemismo debilitado y con escasas posibilidades de influir en la política provincial. La necesidad de contar con el apoyo de Reutemann, por el contrario, lo obligará a respetar los límites impuestos por éste en el marco provincial.
La vinculación de la arena partidaria provincial con la arena partidaria nacional bien puede analizarse en términos de una segunda "fractura" intrapartidaria, en la medida en que la vinculación con determinados dirigentes nacionales tuvo efectos políticos precisos, en particular favorecer o desalentar la emergencia de núcleos de oposición a las facciones hegemónicas en el peronismo local. Para estas elecciones la coyuntura política nacional desalentó -aunque no eliminó- las respuestas contestatarias al liderazgo reutemanista, que contó así con la autonomía suficiente como para mantener el control sobre las distintas facciones del partido.
Cuatro años más tarde, en 2003, las elecciones provinciales se desarrollaron varios meses después de que se eligiera al nuevo presidente. Lejos de ser anecdótico, las condiciones en las cuales Néstor Kirchner asumió la presidencia del país, sumadas al contexto de crecimiento económico que recién se iniciaba, tuvieron consecuencias importantes en el marco provincial[13].
Durante la campaña electoral nacional la postura adoptada formalmente por el PJ provincial y la supuesta "prescindencia" del gobernador reprodujeron en el seno del peronismo provincial la división observada en el plano nacional, si bien con ciertas características polarizantes, dada la escasa implantación territorial de uno de los candidatos justicialistas, el ex presidente Rodríguez Saá. En efecto, el peronismo santafesino optó mayoritariamente por Néstor Kirchner o por Carlos Menem, que aglutinaron a su alrededor a los principales dirigentes locales. Entre los seguidores del postulante santacruceño se encontraban los diputados nacionales Jorge Obeid (ex gobernador) y el ex dirigente reutemista Julio Gutiérrez, también vicepresidente primero del partido. Entre los vinculados a Carlos Menem, en tanto, podemos mencionar a Jorge Giorgetti, que ahora mantenía una conflictiva relación con el gobernador y a numerosos dirigentes del sur provincial.
Contrariamente a lo esperado pronto quedó en claro que el nuevo presidente estaba dispuesto a revertir rápidamente su debilidad política inicial[14]. En este sentido, Isidoro Cheresky afirma que

La elección presidencial marcó una inflexión en el proceso político y electoral. Si la excepcionalidad que prevaleció hasta ese entonces fue la dispersión del poder y la carencia de autoridad política (...) con posterioridad a las elecciones hubo un cambio decisivo en el clima público, uno de cuyos componentes principales ha sido el restablecimiento de la autoridad presidencial (Cheresky, 2004: 37).

Sin embargo, esa "autoridad presidencial" se desplegó en un formato novedoso, caracterizado por la apelación continuada a la "excepcionalidad" del contexto, marcado por el empobrecimiento del país, la cesación de pagos, el aislamiento internacional y el debilitamiento del sistema institucional, lo que justificó -en última instancia- la excepcionalidad en el ejercicio del poder. De esta manera el Presidente logró "contrarrestar la ausencia de recursos institucionales propios" y el Parlamento, en particular la bancada oficialista "se alineó rápidamente con la voluntad presidencial" (Cheresky, 2004: 38).
Aun así el Presidente no podía dejar de considerar el ciclo electoral que se abría luego de las elecciones presidenciales. Éstas constituirían efectivos "tests de confianza" y le permitirían ratificar el apoyo de la ciudadanía (Cheresky, 2004) ante la oposición de algunos sectores del PJ y de otros partidos políticos, todavía desarticulada. Por otro lado, el crecimiento de la economía, que se vislumbraba vigoroso, le permitiría contar con recursos importantes para negociar desde una posición de fortaleza. Desde este marco las elecciones provinciales de Santa Fe se convirtieron en un objeto en disputa entre el nuevo presidente y el máximo líder provincial.
Durante la campaña, el gobernador había evitado pronunciarse a favor del candidato oficialista y sus gestos más elocuentes favorecieron a Carlos Menem. La victoria de Néstor Kirchner lo colocaba entonces en una posición desventajosa en relación con otros líderes provinciales que apoyaron firmemente al nuevo presidente. En el contexto provincial, en particular, Jorge Obeid se encontraba en una situación relativamente mejor que el propio gobernador en razón de su activismo a favor de la victoria kirchnerista.
Sin embargo Reutemann también contaba con ventajas relativas importantes, no sólo en términos de su dominio del aparato partidario local, sino fundamentalmente en el apoyo electoral indiscutible que sustentaba su liderazgo. En este sentido, la victoria del justicialismo era impensable sin su figura y el Gobernador usaría en varias ocasiones este argumento para obligar al kirchnerismo a negociar. Nuevamente entonces las elecciones provinciales fueron el escenario para marcar las posibilidades y los límites de los liderazgos partidarios en los planos nacional y provincial.

Las estrategias electorales desde una perspectiva comparada

La modificación de las reglas electorales

Como ya mencionamos, las elecciones provinciales de 1999 y 2003 se realizaron bajo los lineamientos establecidos por la Ley de Lemas. El impacto de esta norma en los partidos políticos difirió con "relación a la situación de fragmentación o cohesión relativa de cada una de las organizaciones, a la capacidad de controlar la vida interna por parte de la coalición dominante y a los modos de concebir la política que operaban" (Puig de Stubrin, 2000: 17). En el caso del PJ la Ley de Lemas evitó la ruptura partidaria pero al costo de anular la arena electoral partidaria.
En 1999 la hegemonía de la facción que lideraba Carlos Reutemann "le permitió confeccionar una lista de candidatos a diputados y senadores departamentales con dirigentes de su confianza. El triunfo electoral le hizo tener mayoría propia en ambas cámaras e incluso los dos tercios de votos en el Senado" (diario El Litoral, 05/07/03).
En 2003, con el argumento de que las inundaciones[15] en la provincia imposibilitaban realizar las internas partidarias nuevamente las candidaturas fueron objeto de negociación entre las distintas facciones aunque ahora la presencia de un liderazgo nacional fuerte impidió que la voluntad del líder local se impusiera plenamente, tal como analizamos posteriormente.
La Ley de Lemas cumplió un papel central como reguladora de los conflictos internos del PJ, trascendiendo su utilización como estrategia para capturar un mayor porcentaje de votos. Esto no implica negar que su uso pleno, en términos de su aprovechamiento en la constitución de sublemas, favoreciera el triunfo electoral del partido[16]. Cabe mencionar que la utilización de las posibilidades agregativas de la Ley de Lemas no fue un recurso utilizado únicamente por el justicialismo. A partir de 1993 los principales partidos opositores articularon un proyecto aliancista para enfrentar el predominio peronista en la provincia.
En 1999 el peso determinante de la figura de Carlos Reutemann, sumado a ciertos desaciertos por parte de la coalición opositora, le permitieron al peronismo ganar cómodamente la elección. Para las próximas elecciones, sin embargo, la figura del entonces gobernador tenía constitucionalmente vedada su participación en la carrera al Ejecutivo provincial. A esto debía sumarse la consolidación de la figura del principal líder opositor, Hermes Binner, único en condiciones de competir en el terreno donde Reutemann mostraba importantes ventajas: su imagen pública (Cherny, 2003)[17].
Frente a las posibilidades ciertas de triunfar que tenía la oposición el justicialismo optó por modificar las reglas que regían la competencia electoral. A fines de 2002, las modificaciones en la Ley de Lemas apuntaron directamente a la principal debilidad de la oposición: la discusión en torno a las candidaturas. En noviembre de ese año el PJ, sustentado en su mayoría parlamentaria, logra aprobar la Ley 12.079 alterando las disposiciones en torno a la posibilidad de concertar alianzas entre lemas y sublemas. Desde entonces se definiría como lema sólo a los partidos políticos y como sublemas a las agrupaciones del mismo lema. Los lemas podían concertar alianzas pero presentando una lista única de candidatos. Por su parte, los sublemas sólo podían aliarse con otros sublemas del mismo lema.
La modificación generó planteos ante la Justicia de parte de los partidos opositores (UCR, PDP y Socialismo) para que se declarara su inconstitucionalidad. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación no avaló esta interpretación y entendió que las leyes no vulneraban las disposiciones constitucionales ni los derechos de los partidos políticos. En los fundamentos de su dictamen, y en lo referente a la Ley 12.079, el fallo de la Corte afirmaba que "no importa considerar en forma desigual a los iguales (como sucedería si se autorizaran sublemas a un partido político y no a otro), sino tratar distinto a lo que es diverso: partidos políticos y alianzas electorales transitorias" (diario El Litoral, 25/06/03).
Aun aceptando este criterio es claro que los objetivos de la ley eran disminuir las posibilidades de la oposición, agrupada en la Alianza Santafesina, que ahora pretendía sumar al ARI y a otros partidos menores bajo el nombre de "Confederación Encuentro Progresista". Bajo la anterior Ley de Lemas las disputas en torno a las candidaturas habían podido saldarse mediante la instrumentación de una amplia oferta electoral que se decidía en el seno de cada partido de la alianza. Bajo las nuevas disposiciones los partidos -si deseaban mantenerse aliados- debían acordar una lista única de candidatos, lo que se vislumbraba como conflictivo.
En este sentido el Partido Socialista, bajo el liderazgo de Hermes Binner, había sabido mantener la disciplina partidaria y era el partido con mayor cohesión interna. Su proyección provincial luego de ocho años como intendente de la ciudad de Rosario era indiscutible y su figura fue la que permitió aglutinar a los sectores opositores al peronismo en la nueva "Confederación" (Cherny y Delgado, 2004). Las disposiciones legales comentadas, sin embargo, erosionaron el núcleo opositor y favorecieron las escisiones partidarias, cumpliendo así el objetivo no declarado de fragmentar la oferta electoral opositora. En este sentido la alianza se dividió, produciéndose desprendimientos en dos de los principales partidos (UCR y PDP) y el alejamiento definitivo de un tercero (ARI)[18].
Esta fragmentación, sin embargo, tampoco garantizaba la victoria. La existencia de dos sistemas electorales distintos, que regían las elecciones nacionales y provinciales, podía diluir el peso de la candidatura de Reutemann a senador nacional, sin afectar al resto de las categorías electorales. Frente a esta situación se impuso una segunda modificación, la denominada lista "supersábana" que unificó en una misma boleta a todas las categorías en disputa.
En síntesis, frente a las elecciones del año 2003, y ante la imposibilidad constitucional de que el principal líder del partido se presentara nuevamente como candidato a gobernador, el justicialismo apeló a modificar las reglas electorales, manteniendo el esquema básico de la Ley de Lemas -que encauzaba institucionalmente su fraccionamiento interno- y modificando el articulado de esa misma ley que había posibilitado la conformación de una alianza opositora. La unificación en una misma boleta de dos sistemas electorales diferentes, por otro lado, garantizó que la figura con mayor popularidad del peronismo traccionara votos a favor del resto de las candidaturas del partido.

La fecha de las elecciones

En las dos elecciones consideradas se pudo comprobar la utilización de la fecha de las elecciones como un recurso electoral más, separando o "anudando" la dinámica política provincial con la nacional. En nuestro caso, la lógica de separación primó en las elecciones de 1999 mientras que en el año 2003 las elecciones provinciales se mantuvieron separadas de las elecciones nacionales para designar un nuevo presidente; mientras que se unificaron en el caso de la elección de diputados y senadores nacionales.
En el primer caso la separación con respecto al ciclo electoral nacional fue acompañada de la misma distancia con respecto al candidato presidencial del justicialismo, Eduardo Duhalde. En un contexto donde la Alianza opositora contaba con posibilidades ciertas de triunfo, como sucedería finalmente, la anticipación de las elecciones provinciales en casi tres meses buscó evitar la identificación entre la alianza opositora local y la nacional, y con ella el "efecto arrastre". En este caso, entonces, primó "una lógica de conservación del poder provincial" (Cherny y Vammaro; 2004: 161), lo que también nos advierte acerca del grado de autonomía de las ramas provinciales del Partido Justicialista.
De manera similar, en 2003 las elecciones provinciales se realizaron cinco meses después de las nacionales, lo que le permitió al justicialismo local evitar involucrarse directamente en la nueva puja entre Menem y Duhalde y sortear así el riesgo de profundizar las divisiones internas. De igual manera, la elección de una fecha diferente también puso de manifiesto la voluntad autónoma del principal líder justicialista local. En un contexto donde la economía estaba dando además las primeras señales de reactivación, la postergación hasta septiembre de las elecciones provinciales tuvo el efecto adicional de permitirle al partido usufructuar el inicio del nuevo ciclo de crecimiento económico[19].
Por el contrario, la unificación de las elecciones a cargos legislativos nacionales con las elecciones provinciales buscó optimizar la posibilidad de triunfo del justicialismo mediante el aprovechamiento de la imagen y popularidad del gobernador saliente. Sin embargo, la emergencia de un nuevo liderazgo nacional en el justicialismo si bien contribuyó al triunfo electoral del PJ también tuvo, como corolario, recortar la autonomía de Reutemann a la hora de designar a los candidatos.

Alianzas con otras fuerzas partidarias

En los dos procesos electorales el PJ recurrió a alianzas con otras fuerzas partidarias para maximizar sus posibilidades de triunfo. En este sentido, más que consideraciones ideológicas primaron criterios electoralistas, aun cuando del conjunto de fuerzas partidarias aliadas al PJ el sector de centro-derecha primó en las consideraciones estratégicas del partido.
En esta línea se inscriben las alianzas con la Ucedé y Acción por la República, en ambas elecciones, y con el Modín en 1999. La alianza con el PPS, también en las dos elecciones consideradas tuvo también un claro componente territorial, en razón de la fuerza electoral distrital de este partido y de la histórica imposibilidad de triunfar en Rosario por parte del PJ desde el retorno a la democracia. Similares consideraciones cabe realizar en relación con las alianzas con el Movimiento Vecinalista Santafesino (Movesa).
Dada la recurrencia en la conformación de alianzas se justifica describir al sistema partidario de Santa Fe como bipolar (Cherny, 2003; Calvo y Escolar, 2005) identificando a la Ley de Lemas como principal incentivo institucional para la agrupación de los partidos en torno de diferentes esquemas aliancistas[20]. Calvo y Escolar plantean una "compresión partidaria" ya que la legislación electoral "incentiva a las fuerzas menores a integrarse a alguno de los grandes lemas para no licuar sus votos en la arena electoral y aspirar a bancas legislativas" (Calvo y Escolar, 2005: 284).

El rol del partido

Cuando analizábamos al justicialismo provincial en el marco de las elecciones del año 1999 describimos también cómo la facción reutemanista fue consolidando progresivamente su hegemonía tanto en la arena partidaria como en la del gobierno provincial. Un vez logrado este objetivo el futuro gobernador Carlos Reutemann logró que el máximo órgano partidario lo designara "en forma excluyente, por aclamación y por unanimidad" como candidato a gobernador para las elecciones de ese año.
El formato de designación da cuenta de la pérdida de relevancia del partido que permaneció siempre en un discreto segundo lugar a favor de su máximo líder, quien contó con márgenes importantes de discrecionalidad para elaborar y llevar adelante las estrategias electorales en su nombre[21]. En este sentido, las decisiones clave -en el marco de un proceso electoral- no se tomaron en el seno del partido, que asumió más el rol de instrumento al servicio de una estrategia que el de una organización política autónoma capaz de controlar a sus miembros e imponer sus propias condiciones. Desde esta perspectiva la figura de Carlos Reutemann es central y la ausencia de otros liderazgos intrapartidarios fuertes parece haber facilitado la autonomía relativa del candidato para diseñar su propia estrategia y mantener el control de sus decisiones mediante la distribución de castigos y recompensas entre las distintas facciones del justicialismo. Para la próxima elección, cuatro años después, el planteo sigue siendo válido aunque el partido se esmeró por aparentar un papel más relevante. En efecto, en el período enero/agosto del año 2003, los máximos órganos partidarios se reunieron al menos nueve veces, en sus diferentes configuraciones.
En los meses de enero, febrero y parte de marzo el eje central de discusión, que motivó varios encuentros entre dirigentes del PJ local, fue la disputa en torno a las elecciones presidenciales. Una vez definida esta cuestión, la próxima reunión del Consejo Provincial tuvo por objeto reafirmar la realización de las internas partidarias donde aparte de renovar cargos en el partido también se debía designar a los candidatos para las elecciones a diputados y senadores nacionales. Con tal objetivo, el Consejo instruyó a la Junta Electoral partidaria a elaborar el cronograma electoral.
La siguiente reunión, en la modalidad de Mesa Ejecutiva, fue en el marco de las inundaciones en la ciudad de Santa Fe. En esta ocasión se decidió suspender definitivamente las elecciones internas y solicitar al Congreso Provincial que fije una nueva fecha y que elija a los candidatos a diputados y senadores nacionales (diario El Litoral, 10/05/03). De acuerdo a lo informado por este diario "la mesa del consejo provincial esperará que el Poder Ejecutivo convoque a elecciones provinciales (...) para sentarse a conversar con las líneas internas la conformación de una lista de consenso" (diario El Litoral, 10/05/03).
En efecto, la próxima reunión tuvo por objetivo analizar la unificación de elecciones y la posible utilización de la boleta sábana (diario La Capital, 30/05/03). El encuentro se realizó dos días después de que el gobierno anunciara la fecha de las elecciones provinciales y convocara a los partidos políticos a discutir "el mecanismo, la metodología de trabajo para toda la representación política provincial" (diario El Litoral, 27/05/03).
De acuerdo a las opiniones recogidas en los medios gráficos consultados, hubo en el seno del partido una fuerte discusión en torno de la habilitación de la boleta sábana. Sin embargo, y aunque formalmente el Consejo no adoptó una decisión, finalmente se impondría la utilización de este mecanismo para las próximas elecciones. Cabe recordar que el organismo decidió "alentar una consulta -evidentemente preventiva- al gobernador Carlos Reutemann" (diario El Litoral, 30/05/03).
Un mes más tarde, la reunión del 7 de julio tuvo por objetivo ofrecer por aclamación la candidatura a senador a Carlos Reutemann, único dirigente del PJ que fue designado formalmente antes de la realización del Congreso Provincial, uno de cuyos objetivos era precisamente elegir a los candidatos para las próximas elecciones (diario La Capital, 08/07/03).
Como puede observase a través de este rápido recuento de los encuentros de los máximos órganos partidarios del PJ, las grandes discusiones políticas del momento, que involucraban directamente al partido, sólo ocasionalmente tuvieron eco en el seno de la institución. En general, el partido se limitó a aprobar lo que se había discutido y consensuado en otros ámbitos[22].
Cabe destacar el caso de la candidatura de Carlos Reutemann y las discusiones en torno a la conformación de listas para candidatos tanto nacionales como provinciales.
El primer tema se resolvió de forma reservada, en reuniones previas con legisladores y dirigentes justicialistas locales y nacionales (diario La Capital, 21/06/03). El segundo, en cambio, requirió de mayores esfuerzos e involucró negociaciones personales entre el presidente y el gobernador, que ligó su presentación en las elecciones a la posibilidad de elegir a los candidatos. El 28 de junio, por ejemplo, el gobernador se reunió con Juan Carlos Mazzón, operador del kirchnerismo; dos días después con la Diputada Nacional María del Carmen Alarcón, con el dirigente del partido local, Ángel Baltuzzi y con Norberto Nicotra, en representación del peronismo del sur provincial, y con quienes "habría conversado sobre la constitución de las listas de candidatos a legisladores nacionales que será proclamada por el congreso la primera quincena de julio (...) La idea es llegar a dicho congreso con un consenso incluso con el Presidente Néstor Kirchner" (diario El Litoral, 30/06/03).
En los primeros días de julio, dos reuniones entre Carlos Reutemann y Néstor Kirchner terminaron de definir el acuerdo para las próximas elecciones lo que habilitó que el Consejo aclamara la candidatura del gobernador. En estos encuentros:

Reutemann escuchó un planteo concreto del primer mandatario para que se ponga al frente de la campaña, con su nombre en todas las boletas del partido (...) En función de ello, los actuales ocupantes de la Casa Rosada se avendrían a reconocer la imposibilidad de prescindir de Reutemann en el esquema (diario El Litoral, 02/07/03).

Finalmente, se discutió directamente quiénes iban a integrar las listas (diario La Capital, 11/07/03).
Cabría reseñar otros encuentros entre dirigentes nacionales y provinciales del PJ con el gobernador, que se extendieron hasta los días previos a las elecciones. Sin embargo, lo comentado hasta el momento nos permite afirmar lo que decíamos al inicio: en el Partido Justicialista ninguna decisión política estratégica se tomó sin el acuerdo de Carlos Reutemann.
En definitiva, el análisis de las estrategias electorales en dos elecciones provinciales tiene en común la presencia de un liderazgo que ha adquirido un rol central en la dinámica política partidaria. Desde esta perspectiva, se observa una creciente personalización del poder (Manin, 1996: 29) que ha tendido a despojar al partido de sus funciones propiamente partidarias. Tal como plantea este autor, "los partidos continúan desempeñando un papel central, pero tienden a convertirse en instrumentos al servicio de un líder" (Manin, 1996: 30).
Retomando la conceptualización propuesta en nuestro trabajo se puede afirmar que existe una relación de "autonomía enraizada" entre Carlos Reutemann y el Partido Justicialista. Sin los recursos del aparato partidario es difícil pensar la sólida presencia en la escena política del ex corredor de Fórmula Uno. Pero, en el mismo sentido, sin esta figura es difícil pensar en el triunfo justicialista en las elecciones de 1999 y 2003, aun cuando el liderazgo de Reutemann descanse más en virtudes personales y en los "éxitos" de su gestión que en la tradición partidaria.
Como plantean Cherny y Vommaro (2004: 167):

Hay, entonces, una nueva arena de negociación producida por la separación entre liderazgo y partido: la eficacia electoral [comienza] a depender cada vez más de personalidades cuya popularidad o bien era ajena a la vida partidaria o era producida de manera autónoma a través de recursos de gestión (...) Los partidos parecieran avanzar hacia organizaciones fragmentadas cuya eficacia se funda en la capacidad de proveer recursos cada vez más organizativos -de despliegue territorial- que simbólicos a liderazgos cuyo capital es aportar el bien escaso de la popularidad electoral.

La imagen de los candidatos

En el desarrollo del trabajo mencionamos en varias oportunidades a la imagen pública[23] de los candidatos. Retomando la conceptualización propuesta por Inés Pousadela (2006), interpretamos el rol creciente de esas imágenes como una de las manifestaciones más relevantes de las transformaciones actuales en la relación de representación. A partir del concepto de metamorfosis de la representación intentaremos explicar la centralidad de la figura de Reutemann en el justicialismo santafesino destacando los valores que se han ido articulando en torno a su imagen.
En 1999 la construcción de la imagen pública reutemista giró en torno de un conjunto de variables íntimamente relacionadas. En primer lugar, los éxitos atribuidos a su primera gestión, en particular la concreción de importantes obras públicas y la corrección en el manejo de las cuentas públicas, que lo diferenciaba claramente de anteriores administraciones justicialistas provinciales y de la propia administración nacional. En segundo lugar, la atribución de determinadas cualidades personales, tales como la honestidad y la frugalidad de su vida privada, también en contraste con otros dirigentes justicialistas provinciales y nacionales. En tercer lugar, su relativo aislamiento en relación con los rituales partidarios tradicionales y con el partido en general, que parece haber contribuido a destacar su supuesta capacidad de tomar decisiones alejadas de negociados políticos.
En el marco de esa campaña electoral Reutemann apeló a esa imagen recorriendo, en su auto particular, la mayoría de las ciudades y pueblos de la provincia, privilegiando el contacto personal sobre los actos partidarios, que tampoco estuvieron ausentes. Esta modalidad de proselitismo fue divulgada profusamente por los medios de comunicación, que resaltaron los aspectos personales del candidato, mucho más que sus propuestas políticas[24].
Esta estrategia le permitió mantenerse al tope de todas las encuestas[25], anticipando un triunfo que paradójicamente acentuaba sus diferencias con el resto de la dirigencia justicialista. Más allá de la polémica en torno de si Carlos Reutemann "era o no era peronista" lo importante es destacar que su imagen pública estaba construida en torno a otras referencias y que su ventaja radicó precisamente en esta diferenciación.
La autonomía de Reutemann en relación con su partido tenía, sin embargo, sus inconvenientes, en particular a la hora de "transferir" votos a otros candidatos de su misma línea interna o a dirigentes aliados con el justicialismo (Cherny, 2003). Esto fue particularmente cierto en el caso de la ciudad de Rosario, donde el justicialismo en la categoría de gobernador obtuvo el 42 por ciento de los votos, mientras que la suma de los sublemas justicialistas para la categoría a intendente sólo obtuvo el 35 por ciento. En la ciudad de Santa Fe, en cambio, la estrategia tuvo mayor éxito y los candidatos por el reutemismo -tanto en las categorías de intendente como en la de senador provincial- ganaron la elección[26].
La relevancia actual de la imagen de los candidatos es notoria si lo comparamos con lo que tradicionalmente identificaba a los partidos políticos, los programas electorales. Si bien en el próximo apartado analizamos específicamente esta cuestión cabe mencionar que la campaña de 1999 se caracterizó por la notoria ausencia de propuestas políticas concretas.
La centralidad de Reutemann en el proceso electoral también nos advierte acerca de la vinculación de la imagen del candidato con los procesos de personalización del voto: "los electores votan [hoy] más por una persona, no por un partido o por un programa" (Manin; 1996: 29). El énfasis del candidato en el contacto "cara a cara" con sus potenciales votantes indica que Reutemann era consciente del carácter crecientemente personal que está adquiriendo la relación de representación. En este marco, sus promesas en torno a su futuro gobierno se centraron en la confianza, en el sentido común del elector medio, en una evaluación "concreta" de la situación de la provincia y del país en el contexto de finales de los '90:

No promete la radicación de grandes empresas; espera dificultades crecientes en materia de desocupación y habla de la necesidad de optimizar el gasto público en función social. Su mensaje (...) trasunta su conducta ética unida directamente a la capacidad de trabajo y de empresa; a la necesidad de bajar el costo santafesino (diario El Litoral, 11/07/99).

En pocas palabras, Reutemann ofreció "dedicación personal, esfuerzo y honestidad", configurando una oferta electoral que supo captar lo esencial de las demandas sociales del momento.
Para las elecciones del año 2003 lo enunciado hasta el momento mantiene su validez, aun cuando en términos estrictos Carlos Reutemann no participó de las elecciones provinciales, ya que su candidatura era para un cargo nacional, regido además por un sistema electoral diferente. Sin embargo, la unificación de las elecciones y la boleta supersábana lo volvieron a colocar en el centro de la escena política. En este sentido, la discusión con la Nación en torno de las candidaturas a diputados nacionales descansó en la capacidad de extorsión del reutemismo, que amenazó con no participar de la contienda electoral. Y a contramano de lo que indicaban algunos medios antes de las elecciones, la catástrofe provocada por las inundaciones en la provincia no disminuyó la performance electoral del candidato[27].
Al igual que en las elecciones anteriores, Reutemann designó también a sus candidatos favoritos, en particular para la categoría de gobernador. Pero aun cuando expresó formalmente su apoyo a Alberto Hammerly[28] y lo acompañó en varias de sus presentaciones públicas no logró instalarlo como su sucesor, evidenciando así los límites -una vez más- con los que se encuentran los dirigentes a la hora de transferir su apoyo electoral.
Las encuestas de opinión ocuparon en estas elecciones un lugar aún más relevante que en las elecciones anteriores dado que la ausencia de Reutemann en las categorías provinciales acercó peligrosamente al PS a la victoria. En efecto, el 14 de agosto se difundieron los resultados de una encuesta realizada por la consultora Mora y Araujo donde se afirmaba que existía un "empate técnico" entre el PJ y el PS. Hermes Binner, como candidato del socialismo, aventajaba por más de ocho puntos al principal contendiente del justicialismo, Jorge Obeid; sin embargo, la sumatoria de todos los sublemas le daba al PJ una ventaja de cerca de un punto porcentual (diario El Litoral, 14/08/03). Menos de una semana más tarde, el 20 de agosto, Reutemann acusó a la consultora de "estar contratada por el socialismo", en una clara demostración de la importancia política de los resultados de las encuestas. En ese momento el gobernador mostró los resultados de encuestas propias, que daban ganador al justicialismo, en un intento de contrarrestar los potenciales efectos de la encuesta anterior (diario El Litoral, 20/08/03).
Hacia fines de agosto Teresa Pandolfo, analizaba los resultados de las encuestas y predecía, de manera contundente, el resultado electoral:

A siete días del comicio, hay dos datos que sobresalen: uno, el fuerte apoyo que sigue teniendo en la intención de votos Reutemann y el otro, que Hermes Binner es el más sostenido para la Casa Gris. La vigencia de la Ley de Lemas puede hacer que no sea el próximo mandatario porque dentro de su lema, los demás sublemas están sumando pocos (El Litoral, 30/08/03).

En efecto, el justicialismo retuvo una vez más la provincia, demostrando que las estrategias electorales puestas en juego, entre ellas el peso otorgado a la imagen del gran elector, habían sido eficaces.

Plataformas electorales

Antes de analizar el rol de las plataformas electorales cabe recordar que de acuerdo a la legislación electoral vigente en las coyunturas electorales objeto de análisis los partidos no están obligados a presentar los programas de los candidatos sino sólo una plataforma general elaborada por el partido. Como resultado, al no existir la obligación de cambiar la plataforma electoral entre cada elección, los partidos pueden volver a presentar la misma en elecciones sucesivas, lo que definitivamente desvirtúa la posibilidad de analizar los cambios en las orientaciones ideológicas o programáticas de los partidos sólo en base a sus plataformas electorales.
En el caso del PJ de Santa Fe, la plataforma electoral vigente para las elecciones de 1999 y 2003 fue la misma plataforma presentada para las elecciones de 1995, aun cuando el contexto político, económico y social de las tres elecciones haya sido completamente diferente. En síntesis, las plataformas son hoy un requisito legal que los partidos deben cumplir más no una guía eficaz para analizar a los partidos. Por esto mismo parece más promisorio considerar los programas de los candidatos. Sin embargo, al no exigir la ley su presentación en ningún organismo público no se han guardado copias de ninguno de ellos. En la sede del partido, por su parte, y de acuerdo a las consultas personales realizadas, tampoco se archivan copias de los programas de sus propios candidatos.
Frente a esta ausencia de las fuentes primarias, sólo cabe realizar entonces un análisis parcial en función de las fuentes periodísticas consultadas, donde se reproducen fragmentos de los programas de cada candidato.
En este marco, en las elecciones de 1999 se presentaron tres candidatos justicialistas para la categoría de gobernador: Carlos Reutemann, Carlos Bermúdez y Cristina Benzi. En conjunto, los tres programas guardaron similitudes importantes: continuar con los procesos de reforma del Estado, profundizando la descentralización de servicios educativos y de salud y mejorar las cuentas del Estado provincial con mayor o menor énfasis en la política fiscal (reducción de gastos; reforma impositiva; reorganización administrativa del personal estatal, etcétera). Dos de los tres candidatos también coincidían en una política de seguridad más centrada en el endurecimiento del sistema penal (Reutemann y Bermúdez). De igual manera, uno de los candidatos proponía directamente privatizar la empresa estatal de energía (Reutemann) mientras que los otros dos se inclinaban por modernizar la empresa pero manteniéndola en la órbita estatal.
En contraposición, diferían en cómo resolver el problema del desempleo (desde una política centrada en el asistencialismo hasta otra que privilegiaba el apoyo a las medianas y pequeñas empresas, intensivas en mano de obra) y el desarrollo económico provincial. En relación con este último punto, las diferencias en cómo se concebía el rol del Estado eran pequeñas. Todos estaban de acuerdo con un Estado "sólido y eficiente", cercano a los lineamientos establecidos por las políticas neoliberales de los años '90. Esto es particularmente claro en el caso del candidato que finalmente ganaría la contienda, Carlos Reutemann: por un lado, la intervención del Estado debía ser mínima y orientada a los sectores más desfavorecidos mediante políticas sociales focalizadas; por otro, el equilibrio en las cuentas públicas era el eje central a partir del cual se debía planificar el alcance de esas políticas[29].
El contexto recesivo en el que se desarrollaron las elecciones incidió en la elaboración de propuestas que privilegiasen la reducción y el control del gasto público, en particular ante las continuas denuncias de corrupción que caracterizaron al gobierno de Carlos Menem. En la misma línea, el consenso imperante en torno al modelo de la convertibilidad, también parece haber encuadrado el desarrollo de las propuestas, ceñidas a los estrechos límites de una concepción economicista de la política.
En lo referente a las elecciones de 2003, se presentaron cinco fórmulas para la categoría de gobernador que respondían al lema justicialista. Considerando que las dos fórmulas más votadas sumaron el 84 por ciento de los votos del lema, vamos a limitarnos a analizar estas dos propuestas.
La fórmula que resultaría ganadora, de Jorge Obeid y María Eugenia Bielsa, presentó públicamente su programa el 27 de agosto, apenas diez días antes de las elecciones. Encolumnada detrás del proyecto kirchnerista[30] su propuesta transfirió al nivel provincial algunos de los ejes diseñados en el marco nacional. Así, proponía la creación de una nueva Secretaría de Estado de Derechos Humanos, haciéndose eco de la nueva política en torno a los derechos humanos instalada desde el gobierno nacional.
El programa también revalorizaba el rol del Estado, propiciando una mayor intervención en las áreas de salud, educación y vivienda, y defendiendo el papel de la obra pública para afrontar el deterioro de la infraestructura regional tanto como el problema del desempleo (diario El Litoral, 03/09/03). En este sentido el crecimiento económico, que se confirmaba a medida que transcurrían los meses, permitía plantear nuevas opciones a los candidatos.
En lo referente a la segunda fórmula más votada, encabezada por Alberto Hammerly y Estevan Borgonovo, presentó su programa el 22 de agosto en Rosario, acompañada del gobernador Carlos Reutemann (diario La Capital, 22/08/03). Al identificarse públicamente como "la fórmula de Reutemann"[31] cabría suponer que sus propuestas serían similares a las del gobernador en ejercicio. En realidad, su programa no difería en forma sustancial del que encabezaba Jorge Obeid, aunque con mayor énfasis en la descentralización de ciertos servicios.
En el plano institucional también proponía una reforma constitucional, incluyendo la reforma del sistema electoral. De igual manera, los planteos eran similares a los de su competidor en las áreas de salud, educación y acción social.
Focalizando su atención en el desarrollo provincial prometía que iba a continuar con "las obras de infraestructura que apuntalen a la producción santafesina generadora de trabajo y profundizará las políticas de seguridad" y a diferencia de Jorge Obeid, marcaba ciertas diferencias con la Nación, en defensa de los intereses de la provincia. Por último, prometía atender especialmente el desarrollo científico y tecnológico para incorporar valor agregado a la producción (diario El Litoral, 03/09/03).
En conclusión, el análisis de las propuestas no permite establecer diferencias claras entre los candidatos, ya sea por su nivel de generalidad, porque el énfasis parece estar más en la imagen del candidato que en su propuesta o porque las plataformas se adaptaron a los condicionamientos del contexto: si en 1999 la recesión situaba en primer plano la necesidad de reducir gastos y administrar bien los recursos disponibles; en 2003 el proceso de reactivación económica autorizaba a recuperar discursivamente el rol de las obras públicas, a revalorizar el rol del Estado y a encontrar los mecanismos que permitieran "que Santa Fe aproveche las nuevas condiciones macroeconómicas".

Reflexiones finales

A lo largo del artículo intentamos describir y comparar las principales estrategias electorales utilizadas por el justicialismo en relación con las elecciones provinciales de 1999 y 2003. Es claro que en la planificación e implementación de esas estrategias la figura del candidato triunfante ocupó un lugar central. En este sentido, esta particularidad parece guardar una estrecha relación con dos fenómenos vinculados entre sí: por un lado, las transformaciones derivadas de lo que denominábamos metamorfosis de la representación y, por el otro, las características organizativas del Partido Justicialista.
Si bien no es objeto de este trabajo analizar las características históricas del partido, cabe mencionar que esta particularidad traduce también la trayectoria previa del justicialismo. En términos de Levistky (2005), un partido carismático, con alto nivel de personalismo y de características movimientistas. En este sentido, la organización del partido favoreció la concentración del poder en manos de Carlos Reutemann. Por un lado, el partido no puede identificarse sin más como una institución autónoma con reglas claras y precisas que determinan la selección de sus miembros y dirigentes, que vigilan y sancionan la conducta de sus líderes o que establecen claramente los mecanismos para conciliar las disputas entre las distintas facciones. Por el contrario, la predominancia de estructuras informales de decisión y la maleabilidad de las reglas, que se modifican en función de los equilibrios de poder coyunturalmente dominantes, posicionan a los dirigentes electoralmente exitosos en clara ventaja en relación con sus adversarios internos. Esa ventaja se tradujo, básicamente, en la posesión de un grado importante de autonomía en relación con el partido, lo que anteriormente denominábamos como autonomía enraizada. En este sentido, el peso electoral de la figura de Reutemann posibilitó el despliegue de estrategias personalistas, en el sentido de que fueron diseñadas de acuerdo a sus preferencias, vehiculizando a su favor los recursos organizativos y simbólicos del justicialismo. Por otro lado, la flexibilidad estratégica que caracteriza al partido facilitó el diseño de una oferta electoral acorde a las demandas del electorado en un contexto de crisis y sustentada en la imagen positiva del candidato, sin restricciones programáticas derivadas de la historia del partido. Por último, cabe mencionar a la legislación electoral vigente, que reforzó estas tendencias al trasladar a la sociedad los conflictos intrapartidarios y posibilitar que éstos se salden en función del peso electoral demostrado por cada facción.
En relación con lo que denominábamos metamorfosis de la representación, y retomando lo expuesto en el apartado dedicado a la imagen de los candidatos, cabe recordar lo expresado por varios autores (Manin, 1996; Pousadela, 2006; Abal Medina, 2004, entre otros) acerca de la centralidad de los liderazgos para comprender la dinámica política partidaria. El liderazgo de Carlos Reutemann en el seno del justicialismo provincial es, en este sentido, paradigmático y si bien lo mencionamos en reiteradas oportunidades cabe concluir nuestro trabajo retomando los aspectos más relevantes de este fenómeno.
En 1999 la facción liderada por Reutemann logró consolidar su hegemonía política provincial en el marco de la pugna con otros sectores internos del partido, tanto en la arena partidaria como en la del poder gubernamental, en su doble dimensión nacional y provincial. Ese mismo año, además, la victoria en las elecciones provinciales lo instala como poder gobernante por cuatro años; adicionándole una fuerte legitimidad popular, de acuerdo al veredicto de las urnas. En esa coyuntura, Carlos Reutemann logra autonomizar la dinámica política provincial de los avatares de la política nacional, adversa para el justicialismo. La diferenciación es exitosa tanto en el plano económico como en el político. Con respecto al primero, Reutemann logra "despegarse" de la crisis económica, resultado de un régimen monetario y de un modelo económico con el cual no estaba en desacuerdo, y se presenta como el candidato adecuado a la coyuntura: "dedicación personal, esfuerzo y honestidad" configuraron una oferta electoral adaptada en lo esencial a las demandas sociales del momento. Con respecto al segundo, el futuro gobernador logra mantener a los liderazgos nacionales del PJ lejos de la contienda electoral provincial; en particular a Eduardo Duhalde, debilitado por su enfrentamiento con Menem y por eso necesitado del apoyo del líder provincial.
En este marco, el partido "es un instrumento al servicio del líder" (Manin, 1996). Si bien es posible constatar la existencia de dirigentes opositores al ex corredor de Fórmula 1, las decisiones políticas relevantes sólo pueden tomarse con su aprobación y el PJ aparece encuadrado bajo su liderazgo: es Reutemann quien digita los nombres de los candidatos en las listas partidarias; quien decide las alianzas con otros partidos; la posición de los legisladores frente a las iniciativas del gobernador en ejercicio; la participación de los líderes nacionales del PJ en la campaña presidencial; la cantidad de sublemas con candidatos a gobernador del propio partido y la modalidad de la campaña electoral, en donde el rol de los medios como amplificadores de las virtudes personales del candidato es central.
Hacia 2003, la posición de Reutemann siguió siendo sólida. Sin embargo, el ascenso al poder nacional de un dirigente justicialista dispuesto a recomponer la autoridad presidencial, por un lado, junto a una coyuntura local con potencialidad disruptiva, como lo fueron las inundaciones en la Provincia, por el otro, limitaron significativamente la capacidad de decisión del gobernador. Aun así, la victoria del partido descansó en la maximización de las posibilidades de participación como candidato del líder justicialista.
La estrategia electoral, determinada por la modificación de las reglas electorales, dependió nuevamente en buena medida de sus decisiones personales. La influencia del gobierno nacional alentó y sostuvo la emergencia de opositores internos, en un contexto de recuperación de la economía nacional que aumentó las posibilidades de intervención del presidente, mediante la distribución selectiva de incentivos económicos. Aun así, la presencia del gobernador en las elecciones provinciales era esencial para mantener la hegemonía provincial del justicialismo.
En este sentido, la paulatina reabsorción de la crisis política y la reactivación económica, que enmarcan la disputa Reutemann-Kirchner pone de manifiesto que son los liderazgos los que establecen los límites de la cooperación y del conflicto remarcando así la centralidad de los líderes y el eclipse de las estructuras partidarias.

Notas

[1] Consideramos a las estrategias electorales como un conjunto de decisiones de carácter táctico, es decir, planificadas en relación con determinados objetivos, que las organizaciones partidarias implementan para aumentar sus posibilidades de victoria en las contiendas electorales.

[2] El concepto hace referencia "a un conjunto de transformaciones de los partidos políticos, de las relaciones entre partidos y liderazgos, y de los vínculos entre éstos y aquellos y la ciudadanía, cuyas identidades políticas (...) son menos estables (...) Estos cambios son usualmente considerados, en mayor o menor medida, como efecto de la irrupción en la vida pública de los medios de comunicación, y en particular de la televisión" (Pousadela, 2006: 53).

[3] Una crisis de representación es aquella en la que el lazo representativo se rompe por ausencia de reconocimiento de los representados. En esta situación, aplicable a la coyuntura argentina de fines de 2001, el conjunto de los representantes es cuestionado bajo acusación de incapacidad, de no saber verdaderamente "lo que la gente quiere" (Pousadela, 2006).

[4] El Intendente de Santa Fe Carlos Aurelio Martínez, por ejemplo, debió renunciar a su cargo en el año 1989 luego de que una comisión investigadora dirigida desde el Consejo Municipal presentara sus conclusiones, donde se probaban hechos de corrupción ocurridos durante su gestión. Asimismo, el vicegobernador de la Provincia Antonio Vanrell fue destituido al año siguiente luego de comprobarse su participación en maniobras fraudulentas en la compra de juguetes.

[5] Carlos Reutemann representa a nivel provincial "un parteaguas" (Cherny, 2003) en relación con el Partido Justicialista santafesino. Su figura "salva al peronismo de la derrota" (Cherny, 2003) en las elecciones del año 1991 pero a costa del desplazamiento de la dirigencia anterior del partido.

[6] Lo que da cuenta también de la utilización de la legislación electoral para resolver conflictos intrapartidarios y para posicionarse exitosamente, en algunos distritos, por parte de la oposición provincial.

[7] El concepto de hegemonía se utiliza en el sentido que la entiende Botana: como "supremacía" o preeminencia, en este caso de un partido en relación con otros partidos con los cuales conforma una alianza (Botana, 2006: 12).

[8] En 1991 el candidato más votado dentro del PJ fue Carlos Reutemann, quien accedió así a la gobernación. Su sublema sumó un total de 448.105 votos. Horacio Usandizaga, candidato de la UCR obtuvo 601.175 votos. Reutemann pudo ganar la elección porque el lema justicialista alcanzó 694.542 votos y la UCR, sumados todos sus sublemas sólo 601.304 votos. En 1995 el sublema justicialista más votado encabezado por Jorge Obeid, obtuvo 327.706 votos, mientras que el sublema más votado de la Alianza Santafesina alcanzó los 464.270 votos. El lema justicialista ganó la elección al sumar 771.750 votos contra 720.058 de la Alianza Santafesina. Los resultados de las elecciones del año 2003 se presentan en el cuerpo del artículo.

[9] Siguiendo el planteo de Sartori (1992) los partidos están compuestos por diferentes clases de subunidades internas (fracciones, facciones y tendencias). En nuestro análisis privilegiamos el concepto de facción, entendiendo por ésta a los "grupos específicos de poder" que es posible identificar a nivel subpartidario.

[10] En enero de 1999 la mayoría justicialista se encontraba dividida en tres bloques: reutemistas (9 integrantes), obeidistas (16 integrantes) y 3 diputados del Partido del Progreso Social (PPS). En agosto la mayoría cercana al gobernador se había disgregado, sumando 2 diputados al bloque reutemista; 4 diputados habían conformado un nuevo bloque bajo la égida del candidato presidencial Eduardo Duhalde; una diputada, además, había conformado un bloque unipersonal y los 3 diputados del PPS estaban sellando una alianza con Reutemann (diario El Litoral, 13/08/98). La Cámara de Senadores ya contaba desde el inicio con una mayoría reutemista.

[11] El control reutemista del partido se remontaba al año 1997 cuando el PJ local fue derrotado en las elecciones legislativas de ese año a manos de la Alianza. La estrategia del sector de Obeid, autónoma a las directrices establecidas por el ex gobernador Carlos Reutemann, es señalada entonces como la principal responsable, provocando la renuncia en bloque a la conducción del partido. La mayoría queda entonces en manos de la facción que responde a Reutemann (diario El Litoral, 16/02/98).

[12] Cabe mencionar a la agrupación "Presidente Menem Conducción" liderada por el diputado nacional Luis Rubeo y por el titular del Consejo Departamental de Rosario, Carlos Bermúdez. La agrupación incluía al Diputado Provincial Daniel Castro, quien luego se separaría para formar su propia línea interna bajo los auspicios de Eduardo Duhalde (diario El Litoral, 19/11/98). Otra mención merece la "Corriente de Integración Justicialista", dirigida por Norberto Nicotra, quien se encuadraba en las filas del reutemismo hasta enero de 1999 cuando pasa a apoyar la candidatura presidencial de Duhalde.

[13] Aun antes de la definición de las elecciones nacionales las relaciones entre el presidente Duhalde y el Gobernador provincial influyeron en la dinámica política local. En este sentido, la negativa de Reutemann a participar en las elecciones nacionales obligó al duhaldismo a un replanteo estratégico integral. En este sentido, y ante la imposibilidad de derrotar a Menem desde dentro del Partido Justicialista, Duhalde trasladó el conflicto intrapartidario a la sociedad suspendiendo la ley de internas abiertas y simultáneas y permitiendo la presentación de tres candidatos justicialistas: Néstor Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá. Esta opción recibió fuertes críticas del reutemismo, que optó por no apoyar formalmente a ninguno de los candidatos, arrastrando tras de sí al resto del partido local para evitar su fractura.

[14] El 14 de mayo del año 2003 Carlos Menem renunció definitivamente a presentarse al ballotage que definiría al nuevo presidente de la Nación. Su deserción consagró a Néstor Kirchner como titular de la máxima magistratura del país con sólo el 22 por ciento de los votos, lo que generaba múltiples interrogantes acerca de su capacidad de gobernar un país apenas recuperado de la peor crisis de su historia.

[15] En particular la catastrófica inundación de la ciudad capital por el desborde del río Salado en abril de ese año. La manifiesta incapacidad del gobierno para prevenir y posteriormente gestionar la crisis, ofreció un blanco idóneo para la oposición, a la que se sumó la voz de distintas entidades públicas y privadas. El gobierno provincial basó su estrategia de defensa en la ausencia de información confiable sobre la catástrofe. Considerando el resultado de las elecciones, esta estrategia resultaría exitosa.

[16] En 1999 el PJ presentó 40 sublemas provinciales pero el encabezado por Reutemann obtuvo el 96,26 por ciento de los votos del partido, dando cuenta de la consolidación de su facción en el seno del PJ. Las elecciones de ese año fueron atípicas: son las únicas, de todo el arco temporal que cubre la vigencia de la ley de lemas (1991-2004) donde el candidato más votado fue efectivamente el que accedió a la gobernación. En 2003 el partido presenta 39 sublemas provinciales con cinco candidaturas a gobernador. El sublema más votado dentro del lema obtiene 345.744 votos (255.000 votos menos que el sublema más votado del Partido Socialista, que obtiene 600.249 votos). Como el lema justicialista obtiene un total de 721.394 votos frente a los 639.440 del total del lema socialista nuevamente la ley de lemas salva al PJ de la derrota.

[17] En efecto, también Binner había sabido construir una imagen centrada en los rasgos de su personalidad y en el éxito en la gestión de los asuntos públicos, en desmedro del folclore partidario: "gestos parcos y serios, orden administrativo y una intervención muy cuidadosa y mesurada en el espacio público es común tanto a Reutemann como a Binner (...) la frugalidad en la que desarrollaban su vida privada era otra de las características que se ampliaban en el escenario de la comunicación en contraste con los cánones de los actores tradicionales de la política" (Cherny; 2003: 167).

[18] Dentro de la UCR el sector liderado por Horacio Usandizaga constituyó una alianza con el partido Recrear. El otro sector, que agrupaba a las otras dos principales líneas internas ("celestes" y "blancos") se integró a la Confederación Encuentro Progresista. El PDP también se dividió en torno de las figuras de Carlos Favario y Alberto Natale. Mientras que los primeros se mantuvieron junto al Partido Socialista, los segundos se presentaron sin constituir alianza alguna. Por último el ARI, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el Socialismo por los lugares expectables en torno a las candidaturas, optó por presentarse separado. La utilización de las vías judiciales impidió que lo que quedaba del núcleo opositor se pudiera presentar como confederación de partidos y la obligó a subsumirse bajo el nombre del Partido Socialista.

[19] La Constitución provincial establece en su artículo 70 que "la elección debe realizarse con una antelación no mayor de seis meses ni menor de tres" de la finalización del mandato de las autoridades salientes. Como puede observarse, la fecha de las elecciones del año 2003 (7 de septiembre) se establecieron en el límite de las disposiciones constitucionales.

[20] Afirmación que debe relativizarse teniendo en cuenta que aun cuando la Ley de Lemas fue derogada y reemplazada en el año 2004, el sistema de partidos sigue manteniendo un perfil bipolar.

[21] En el período enero/agosto del año 1999, sólo cuatro reuniones del Consejo Provincial merecieron la atención de los medios gráficos consultados. En la primera, el 20 de febrero, el partido expresó su apoyo a la eventual candidatura presidencial del ex gobernador (diario La Capital, 20/02/99). En la segunda, ya definitivamente archivada la posibilidad de que Carlos Reutemann se presentara a las elecciones nacionales, el Consejo analizó las pretensiones del sector reutemista y fijó la fecha para la realización del Congreso Partidario (diario El Litoral, 15/04/99). En la tercera el Consejo anunció que comenzaría a analizar los temas que deberían ser objeto de tratamiento legislativo antes del cambio de gobierno, en lo que puede ser interpretado como un avance del sector reutemista sobre la gestión de Jorge Obeid (diario El Litoral, 21/05/99). En la última en tanto el Consejo aprobó la plataforma electoral (diario El Litoral, 25/05/99). En este marco el Congreso partidario de mayo se limitó a aprobar lo dispuesto por el Consejo en su reunión del 15 de abril otorgando legitimidad a la nueva facción hegemónica.

[22] En este sentido la posición con respecto a los candidatos justicialistas para las elecciones nacionales, por ejemplo, no fue decidida en el seno del Consejo. Un día antes de la reunión de la Mesa Ejecutiva del Partido, Teresa Pandolfo opinaba: "Los ojos están ahora puestos en Reutemann y en la bajada de línea que pueda hacer dentro de la estructura que le responde" (diario El Litoral, 16/02/03, énfasis del autor). En relación a las internas partidarias para la selección de candidatos nacionales queda claro que es en el Poder Ejecutivo donde se toma la decisión de suspenderlas: "no es conveniente que el justicialismo, con responsabilidades de gobierno, lleve adelante una elección interna" (diario El Litoral, 10/05/03). Frente al contexto de la emergencia hídrica el sector reutemista apuesta a no enfrentarse a la posibilidad de que su influencia disminuya en el control del partido. Similar apreciación cabe realizar en lo referente a la unificación de las elecciones y la imposición de la boleta sábana. Nuevamente desde El Litoral Teresa Pandolfo expresaba: "Reutemann insiste en presentarse alejado de la convulsión preelectoral y preservar su remanida ajenidad: focaliza sus declaraciones en la emergencia hídrica (...) y remite al ámbito legislativo o partidario las consultas, como si allí se tomaran las decisiones estratégicas de fondo" (diario El Litoral, 02/06/03, énfasis del autor).

[23] "Las imágenes constituyen en realidad presentaciones políticas simplificadas y esquemáticas" (Manin, 1996: 36) que ofrecen a los electores un recurso de fácil acceso para obtener información política de los candidatos y poder votar así en función de sus preferencias.

[24] El 29 de junio, el periodista del diario El Litoral Rogelio Alaniz, que había acompañado a Carlos Reutemann en parte de su recorrido, afirmaba: "No es tan hermético como lo pintan (...) La sonrisa es franca, la mirada atenta, desconfiada (...) Su pensamiento es concreto, lógico, cargado de sentido común (...) Su sentido común es la del hombre educado en los rigores del campo, en las exigencias y obligaciones de la colonización gringa. Es austero, exigente consigo mismo, metódico y perseverante" (diario El Litoral, 29/06/99). La nota continúa en el mismo sentido, resaltando las virtudes personales del candidato y su contacto con la gente: "Se presenta como es, con su apostura, con su fama, pero también con su timidez. La gente le pide autógrafos, lo abraza, pide sacarse fotos, las mujeres lo besan y abundan las miradas seductoras y enternecidas" (diario El Litoral, 29/06/99).

[25] El rol de las encuestas también es un aspecto a destacar en el marco de la metamorfosis de la representación puesto que se han transformado en uno de los canales privilegiados para medir el humor de la opinión pública y conocer el grado de aceptación de los candidatos entre el electorado (Manin, 1996).

[26] Significativamente, la asociación de determinado candidato con Carlos Reutemann se realizó a través de reuniones de prensa convocadas especialmente para la ocasión, donde el líder expresaba formalmente su apoyo y la pertenencia del candidato en cuestión "al proyecto" que él encabezaba. Esto no implica, sin embargo, que no se haya apelado también a rituales propios del folclore partidario, como las caravanas y recorridas proselitistas por las distintas ciudades y pueblos de la provincia.

[27] En la elección nacional el justicialismo obtuvo una victoria histórica, con un porcentaje de 51,75 por ciento en la categoría correspondiente a diputados nacionales (lo que le permitió obtener seis de los diez puestos en disputa) y 56,89 por ciento en la categoría de senadores nacionales, que era donde participaba Carlos Reutemann.

[28] Recién el 4 de agosto, apenas un mes antes de la elección, Carlos Reutemann "blanqueó" su apuesta por Alberto Hammerly (diario El Litoral, 04/08/03). Sin embargo, era un secreto a voces su apoyo por este candidato, ya sea por su pertenencia al "riñón" reutemista, por la composición de sus listas de candidatos (en su gran mayoría todos miembros públicamente reconocidos como reutemistas), por los apoyos que logró (entre ellos del titular de UPCN, Alberto Maguid, aliado a Carlos Reutemann) como por los gestos previos del gobernador en esa dirección (entre ellos, la presentación de su candidatura en la Casa Gris).

[29] En una entrevista publicada en el diario El Litoral, el futuro gobernador manifestaba: "Tenemos que gastar lo que tenemos; ser muy eficientes con el gasto; eliminar probablemente organismos del Estado superpuestos y buscar que el Estado sea más eficiente" (diario El Litoral, 30/07/99).

[30] Aunque también se reconocía a sí mismo como "continuidad" en relación con el gobierno de Carlos Reutemann: "Soy una continuidad de una gestión que se viene dando hace doce años" (diario El Litoral, 31/08/03).

[31] El 22 de agosto, en ocasión de la presentación de su propuesta de gobierno afirmaba: "Apuesto a ser la continuidad del gobierno de Reutemann" (diario La Capital, 22/08/03).

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