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Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.5 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2011

 

ARTÍCULOS

Un concepto de democratización reanimado:
la metáfora biológica*

 

Laurence Whitehead

Universidad de Oxford, Reino Unido
laurence.whitehead@nuffield.ox.ac.uk

 


Resumen

Las metáforas mecánicas han colonizado las ciencias sociales, incluyendo el estudio de los procesos de democratización. Pero es posible que nos estén brindando un marco conceptual engañoso para evaluar los procesos sociales "autoequilibrantes" en curso que no tienen un "estadio final" natural, como es el caso de la democratización. Propongo, en cambio, indagar en la biología moderna como fuente alternativa de razonamiento por analogía, ya que ésta ofrece un repertorio de metáforas más flexibles y apropiadas que pueden reanimar las explicaciones por analogía de los procesos de democratización. El giro que implicaría modelar la democracia como una práctica viviente permanentemente dirigida hacia la autopreservación y propagación brinda una lógica más clara para los estudios comparativos al centrarse en la "calidad" relativa de la democracia en distintos contextos. Comienzo con una breve reseña de la inestabilidad histórica y de la actual naturaleza disputada de la mayoría de los procesos de democratización; luego, examino la morfología de los conceptos políticos complejos y propongo analogías biológicas alternativas para reemplazar las metáforas físicas que predominan actualmente.

Palabras clave

Democratización; Democracia; Conceptos; Marcos analíticos; Metáforas

Abstract

Mechanical metaphors have colonized the social sciences, including the study of democratization processes. But they may provide a misleading framework for monitoring ongoing "self-equilibrating" social processes with no natural "end-state" such as democratization. I propose that modern biology can be consulted as an alternative source of analogical reasoning, offering a more flexible and appropriate stock of metaphors that can enliven analogical accounts of processes of democratization. The shift towards modeling democracy as a living practice permanently directed towards self-preservation and propagation provides a clearer rationale for comparative studies, focusing on the relative "quality" of democracy in different contexts. I begin with a brief sketch of the historical instability and current contestability of most democratization processes; I then examine the morphology of complex political concepts and propose alternative biological analogies to replace the currently prevalent physicalist imagery.

Key words

Democratization; Democracy; Concepts; Analytical frames; Metaphors


 

Introducción

Las metáforas mecánicas, con el poder persuasivo de un linaje newtoniano ilustre y de larga data, han colonizado las ciencias sociales, incluyendo el estudio de los procesos de democratización. Las democracias se "consolidan" o "construyen", avanzan mediante la "ingeniería institucional", a veces padecen crisis debido a "shocks" exógenos, o incluso se "quiebran" como resultado de "presiones internas". Pero si bien las analogías tomadas de las ciencias físicas pueden estimular la formación de conceptos en las ciencias humanas, también se pueden osificar y terminar brindando un marco conceptual engañoso para evaluar procesos sociales "autoequilibrantes" que no tienen un "estadio final" natural, como es el caso de la democratización. Propongo un correctivo: consultar a la biología moderna como fuente alternativa, igualmente científica, de razonamiento por analogía. Como ilustran otros estudios de la política, ésta puede ofrecernos un repertorio de metáforas más flexibles y apropiadas para generar explicaciones por analogía renovadas y reanimadas de los procesos de democratización1.
En las ciencias físicas, el conocimiento avanza principalmente a través de la acumulación y el refinamiento, dentro de marcos conceptuales que son tan aceptados universalmente que rara vez se los vuelve a examinar. Pero en las ciencias humanas, donde los objetos que están bajo observación son también los observadores, los marcos de referencia consensuados, estables y externamente dados que subyacen al modelo estándar de razonamiento científico (los conceptos "estipulativos") se ven expuestos a desafíos periódicos. A menudo, las formas aceptadas de caracterizar las realidades sociales que ameritan ser estudiadas no logran capturar características importantes de los fenómenos que deben explicar2. Esto es particularmente cierto en el caso de los conceptos normativos muy abstractos cuyo significado proviene de asociaciones y presuposiciones socialmente construidas externas a la definición formal (el conocimiento "tácito" en el sentido de Polanyi, 2009) y que pueden ser utilizados como instrumentos de poder.
El concepto de "democracia política" reúne todas estas condiciones, y sus instancias ("concepciones") prácticas se alimentan intensamente de una variedad de realidades históricas que cambian con gran velocidad. Las variantes locales y las reinterpretaciones generacionales lo exponen a la reevaluación y lo someten a una presión intensa de "estiramiento conceptual". Esto hace que la democracia sea un ejemplo paradigmático de un concepto "esencialmente disputado" (Gallie, 1956), y distingue el estudio de la democratización comparada del modelo estándar de especialización científica que funciona tan bien en las ciencias físicas.
Es posible generar una definición estipulativa de la democracia y derivar de ella una cantidad reducida de indicadores empíricamente verificables para medir el estado de la democracia en distintos contextos. Pero si la democracia es un concepto deontológico y esencialmente disputado, entonces es tanto un conjunto de procedimientos/prácticas institucionales realmente existentes como un ideal deseado, así que los analistas deben lidiar con la implicancia de que habrá al menos algunos aspectos del ideal que no podrán realizarse plenamente. Esta discrepancia sentida entre las condiciones reales y las ideales es el motor de todos los procesos de democratización y obliga a los comparativistas a incorporar consideraciones sobre la calidad de la democracia en sus ejercicios de calibración.
Me centro en los procesos de democratización y no en el ideal de la democracia como un estadio final único, fijo e internamente consistente, y me pregunto si la biología brinda mejores analogías que la mecánica para razonar acerca de los procesos de democratización contemporáneos. Una perspectiva biológica nos puede ayudar a sortear la rigidez excesiva y la arbitrariedad poco razonable de las definiciones estipulativas que predominan actualmente. Y el giro hacia la modelación de la democracia como una práctica viviente que está permanentemente orientada hacia su autopreservación y propagación brinda una lógica más clara para los estudios comparativos que se centran en la calidad relativa de la democracia en distintos contextos. En lugar de concentrarnos en los rasgos defectuosos o disfuncionales de los regímenes democráticos existentes partiendo de un modelo ideal (mecánico), este giro nos permite centrarnos en la salud de un sistema adaptativo complejo gobernado por principios reguladores que le posibilitan acomodarse a distintos ambientes externos y recalibrar las funciones internas. Otra implicancia es que si bien las democracias pueden tener una larga vida, no se puede suponer que sean inmortales.
Comienzo con una breve reseña de la inestabilidad histórica y de la actual naturaleza disputada de la mayor parte de los procesos de democratización. Luego, analizo la morfología de los conceptos políticos complejos y el significado de las metáforas y analogías en este contexto, critico las metáforas provenientes de la física que predominan actualmente y propongo analogías biológicas como una fuente alternativa y renovada para la formación de conceptos. Concluyo recordando que si bien la incorporación explícita de metáforas biológicas a nuestro pensamiento sobre la democratización puede reanimarlo, este procedimiento tiene sus limitaciones y sus peligros.

Concepciones cambiantes de la democracia/democratización

Han existido concepciones contrapuestas de la democracia desde hace por lo menos dos milenios y medio, y si bien las circunstancias de su emergencia fueron específicas a un contexto muy particular, se ha argumentado persuasivamente que la democracia fue inventada en varias ocasiones y en una gran variedad de contextos (Goody, 2006). Estas distintas formas de entender la democracia se derivan en gran medida de preconceptos no analizados3 y supuestos tácitos sobre la naturaleza de la polis, el demos y el orden político. Tradicionalmente, los ciudadanos británicos tienen una propensión a "asociar libremente"4 la democracia con rasgos muy específicos del modelo de "Westminster" que no son componentes fundamentales del concepto abstracto de la democracia, pero que han sido compartidos y tomados como algo dado durante tanto tiempo que enmarcan la comprensión colectiva (las asociaciones tácitas) que tienen los británicos de la categoría general. De manera similar, cuando los ciudadanos estadounidenses promueven la democracia en el exterior, a menudo se embarcan en este proyecto con el conjunto particular de asociaciones que ellos tienen -y no con el "sistema de Westminster" o con las definiciones estipulativas de Dahl o Schumpeter en mente-. De la misma manera, la asociación libre en México, China o Irak no produciría una convergencia fácil en torno a las concepciones británicas o estadounidenses, debido a que tienen una memoria histórica y asociaciones tácitas contrapuestas. Estos breves ejemplos sirven para desentrañar el concepto de democracia política como concepto atemporal, estable y universal, y permiten una comprensión más hermenéutica (en el sentido de Gadamer) de la democratización.
Durante la Guerra Fría, se oponía una versión atemporal y abstracta de la democracia al totalitarismo -un esquema binario que se revivió recientemente con el debate de la democracia versus el islam-. A medida que la polaridad de la Guerra Fría se desvaneció y varios países comenzaron a democratizarse, apareció una visión de la democratización como "metamorfosis" basada en el caso español (1975-1981), que preservaba la esencia del análisis binario. El modelo comienza con un régimen autoritario de larga data y estable; el cambio de régimen se desencadena cuando los intentos de liberalización escapan al control de quienes los inician y allí ocurre la transición a la democracia; poco tiempo después, se arraiga (consolida) un nuevo régimen plenamente democrático y se convierte en el único juego aceptado. Esta explicación simplificada de la transición española fue sostenida por muchos observadores como norma para evaluar todos los procesos de democratización. Generó algunas conclusiones generales fuertes y ofreció un marco interpretativo y un criterio idealizado para analizar otros casos. Pero a medida que los elementos omitidos del esquema se volvieron más frecuentes, el poder explicativo de esta interpretación disminuyó. Los casos complicados del sur de Europa (Grecia, Portugal y Turquía) se dejaron de lado como atípicos, y las complejidades y ambigüedades de la transición española se perdieron de vista.
El cambio de régimen democrático es más complejo, prolongado, errático y tiene trayectorias más diversas de lo que sugiere el modelo binario. La aceptación generalizada del modelo resultó no sólo de su parsimonia y conveniencia moral, sino también de su contribución al discurso del "fin de la historia" en el período posterior a la Guerra Fría. La convergencia entre los requisitos hegemónicos occidentales y el modelo de democratización como "metamorfosis" llegó a su fin y la "guerra contra el terrorismo" llena el vacío que dejó la desaparición de la amenaza soviética. Una "metamorfosis" que cuestione la seguridad occidental en Egipto, Afganistán o quizá incluso México demostraría que no todas las cosas buenas van necesariamente de la mano cuando se pone en marcha la democratización. Por lo tanto, el control sobre lo que cuenta como una democracia se ha convertido en un terreno importante de disputa y debate, resaltando nuevamente la naturaleza "esencialmente disputada" de la terminología.
Estos ejemplos demuestran que las concepciones habituales de términos tan complejos y controvertidos como democracia y democratización están sujetas a formas sutiles pero significativas de desplazamiento y variación. A medida que cambia el contexto histórico y espacial, también pueden cambiar las asociaciones principales que anclan estos conceptos. Por ejemplo, la invasión de Irak bien puede haber sacudido muchas de las nociones colectivas acerca de cuáles son las connotaciones fundamentales del término "democratización". Este tipo de terminología política cambiante es inherentemente propensa tanto al "estiramiento conceptual" como a la disputa y reapropiación normativa. Esto se debe a que existe una estructura metafórica tácita que subyace a los conceptos amplios y que les permite adaptarse a las demandas cambiantes.
Esto ocurre particularmente con conceptos que son internamente complejos y valorativos, como la democratización, y que contienen descripciones contrapuestas de sus partes constituyentes. Las disputas sobre estos términos "no se pueden resolver apelando solamente a la evidencia empírica, el uso lingüístico o los cánones de la lógica" (Gallie, 1956: 178, 169). Uno podría intentar identificar un núcleo fundamental de un concepto que se pueda aplicar universalmente y que lo resguarde del "estiramiento conceptual" (Sartori, 1970). Pero por más convincentes que puedan ser los comparativistas al caracterizar la democracia como un "estadio final", es mucho más difícil, como diría Michael Freeden, "desdisputar" la democratización como proceso histórico (como "trayectoria") que podría estar orientado a un estadio final determinado (Freeden, 1996)5. De hecho, la experiencia comparativa indica que difícilmente pueda definirse la democracia (teleológicamente) en base a un punto de llegada que garantiza su éxito.
La explicación que da Michael Freeden de los conceptos políticos, que se centra en la lógica interna de un análisis morfológico en lugar de en las contingencias externas de la historia política, ayuda a explicar por qué la democratización es tan propensa a eludir las restricciones estipulativas de una definición fija, sin importar cuán bien desarrollada esté la definición6. Si bien debe haber algún elemento central de un concepto que no pueda ser eliminado ("el gobierno del pueblo", en el caso de la democracia), este elemento puede ser demasiado escueto como para estabilizar la idea. Necesitamos una variedad más amplia de componentes para darle al concepto su significado completo, y estos componentes se pueden ordenar de múltiples maneras. Freeden no considera a los conceptos como entidades autónomas y autosuficientes. Por el contrario, los conceptos sucesivos interactúan y se superponen en el discurso político. Una versión de la democracia puede estar fuertemente asociada al liberalismo, otras al republicanismo, al socialismo o al capitalismo. En cada caso, las características adicionales optativas se ordenan para hacer espacio para el concepto adyacente adecuado. Adquieren su coherencia según cómo se vinculen en una ideología o en un discurso político. El análisis morfológico nos muestra que la disputabilidad esencial surge porque las características adicionales necesarias para darle al término toda su fuerza, y los criterios que deberían aplicarse para priorizar algunas características y marginar otras siempre estarán en disputa.

Analogías físicas versus analogías biológicas

Las analogías y las metáforas son los mecanismos frecuentemente ocultos que sirven para racionalizar la elección de alternativas conceptuales y hacer que la narrativa en la cual están insertos nuestros conceptos políticos sea creíble. Usualmente, inspiran nuevas metáforas heurísticas, algunas de las cuales se osifican o se vuelven tan rancias ("boom y decadencia") que es fácil olvidar las analogías físicas a las que hacen referencia; otras todavía no se han convertido en clichés ("pinchar la burbuja" o "impulsar medidas de reforma"). Todas evocan una metáfora importada de un dominio diferente (en todos estos casos, un dominio físico) para dilucidar un proceso social que de otro modo sería menos accesible.
La sustitución de estas metáforas por metáforas biológicas explicitaría lo que actualmente está oculto (la estructura metafórica de la caracterización dominante de la democratización). También dilucidaría un proceso social difícil de aprehender de otro modo a través de la utilización de una estructura de analogías más relevante, apropiada y flexible. Según Loet Leydesdorff, glosando a Jürgen Habermas,

mientras que la física se pregunta por las causas y los orígenes, la teoría evolucionista supone que los mismos efectos pueden ser causados por distintas combinaciones subyacentes (...) Por lo tanto, la búsqueda metafísica de causas últimas y orígenes fundacionales es reemplazada por un enfoque (potencialmente empírico) en el orden emergente (...) En el modelo metabiológico, el esquema de causa/efecto de las variables independientes y dependientes es reemplazado por un modelo de flujo en distintos contextos (...) Se supone que los sistemas distribuidos en movimiento exhibirán tanto estabilidad como cambio a medida que atraviesan un 'ciclo de vida' en una variedad de contextos (Leydesdorff, 2000: 279-280).

La caja de herramientas de los estudios de democratización comparada está repleta de metáforas físicas, como, por ejemplo, olas y bolas de nieve. La transición (un cambio de estado, como de líquido a gas) y especialmente la "consolidación" (el encastre de bloques que se convierten en una estructura sólida) invocan analogías implícitas con procesos físicos. El equilibrio, que está en el centro del resurgimiento neoclásico en la economía, es otro mecanismo de analogía. El equilibrio implica lograr la estabilidad a través del posicionamiento de una entidad en el punto de intersección entre fuerzas iguales y opuestas. Pero en la biología un organismo se autorregula para mantener la homeostasis. Este no es un equilibrio inerte (es decir, la muerte), sino un autobalanceo adaptativo y un acomodamiento a las presiones externas. ¿Cuál de estos procedimientos alternativos tácitos es más relevante para el análisis de los procesos de democratización?
Todo lenguaje está impregnado de alusiones metafóricas, pero sólo un conjunto limitado de estas es capaz de estructurar el pensamiento de las ciencias sociales. A estas se las puede denominar "metáforas constitutivas" en la medida en que se convierten en "una parte irremplazable de la maquinaria lingüística de una teoría científica (...) que los científicos utilizan para expresar afirmaciones teóricas para las cuales no se conoce ninguna paráfrasis literal adecuada" (Klamer y Leonard, 1994: 21). Debemos desentrañar la estructura de analogías general dentro de la cual está inmersa una secuencia de metáforas constitutivas7. Los procesos biológicos nos llevan a

hablar de la dialéctica de la especificidad y la plasticidad durante el desarrollo, la dialéctica mediante la cual el organismo viviente se construye a sí mismo. La propiedad central de toda vida es la capacidad y la necesidad de construir, mantener y preservarse a sí misma, un proceso conocido como autopoiesis (Rose, 2005: 18)8.

La democratización también puede ser estudiada como autopoiesis.
Con ese espíritu, hace un tiempo propuse dos metáforas tomadas de las ciencias biológicas -a saber, "contagio" y "viabilidad"-. En contraposición con la bola de nieve de Samuel Huntington, la metáfora del contagio apuntaba a separar los diversos procesos específicos a través de los cuales el establecimiento de la democracia en un país podía alterar la probabilidad de un hecho similar en países adyacentes. Dos de las posibilidades que propuse (control y condicionalidad) implicaban la acción estratégica internacional y organizada por parte de actores políticos identificables. Se incluía el contagio para permitir la posibilidad de la influencia no organizada de un vecino en vías de democratización (el impacto de la transición revolucionaria portuguesa en la España de Franco, por ejemplo). Contagio está asociado a "consentimiento" -un proceso activo de autorganización que puede ser visto como ampliamente autopoiético en su carácter-. Implica una transmisión a nivel micro que activa una cadena de respuestas individuales que reverbera a través del cuerpo político y desestabiliza la homeostasis preexistente. Las consecuencias generales no son mecánicamente previsibles, ya que dependen del resultado de un proceso complejo y dinámico que podría inocular a la colectividad contra el contagio (como ocurrió en China después de 1989) o generar un consenso colectivo en torno a una alternativa democrática (como en Alemania después del Tercer Reich). Esto implica una dialéctica de especificidad y plasticidad, y no un reduccionismo causal (Rose, 2005: 18).
El contraste entre los supuestos que implican los conceptos de consolidación y de viabilidad también ilustra mi argumento. Insté a la incorporación del concepto de viabilidad en los estudios sobre la democratización, argumentando que el de consolidación conlleva demasiadas presunciones acerca de los componentes necesarios de un eventual régimen estable posterior a la democratización9. La viabilidad se refiere a algo más que la mera persistencia, ya que una democracia podría dejar de ser viable, aun cuando sus formas institucionales persistan.

Como una planta en tierra inhóspita, un régimen democrático podría adaptarse y sobrevivir, pero sólo tomando en cuenta las realidades locales (...) La viabilidad nos permite al menos explorar en qué medida una variante de este tipo de la democratización podría ser capaz de reproducirse y defenderse (Whitehead, 2001: 7).

Por eso, en este ensayo analizo las virtudes de una reformulación completa de las metáforas para poner la naturaleza autopoiética de la democracia en el centro de la escena. Al igual que cualquier organismo viviente, un orden político democrático es un sistema adaptativo complejo con sus propios acuerdos internos que se coordinan a través de un conjunto de principios reguladores orientados hacia su mantenimiento, desarrollo y adaptación a las condiciones externas. Esto a menudo se conoce como homeostasis, aunque prefiero el término homeodinámica, que reconoce la plasticidad necesaria para lograr la viabilidad a largo plazo10.
Así como los organismos vivientes tienen como fin perpetuar sus cursos de vida, también las democracias políticas tienen un impulso hacia la supervivencia y el desarrollo. Para usar la terminología de Steven Rose, ambos combinan el ser con el devenir. Este aspecto evolutivo del curso de vida de todas las democracias se pierde en las metáforas que privilegian los resultados estáticos como el equilibrio y la consolidación. Por el contrario, las analogías biológicas enfatizan la plasticidad y el potencial de desarrollo de la democracia y, de este modo, ubican a la democratización en el centro de la morfología conceptual de la democracia.
Veamos cómo un cambio tal en el origen de las analogías podría relacionarse con la calidad del debate sobre la democratización y la clasificación de regímenes híbridos (el único ejemplo que se me ocurre en la literatura dominante que utiliza una metáfora biológica) (Morlino, 2005). La perspectiva biológica dirige nuestra atención hacia los procesos de adaptación que pueden generar diversidad dentro de un curso de vida y que pueden explicar la posible emergencia de organismos nuevos que se relacionen sólo parcialmente con los tipos establecidos.
En lo que se refiere a la calidad, la analogía biológica obvia sería con un organismo sano. Existen varias fuentes potenciales de problemas de salud y las distintas afecciones se contrarrestan de distintas maneras. Hay envejecimiento y degeneración. Esto correspondería al modelo de democracia cíclica o de tres generaciones que se popularizó entre los griegos antiguos. La decadencia de la salud o las amenazas a ella surgen del debilitamiento de la capacidad del organismo para mantenerse en el tiempo: las defensas vitales se abandonan, ya que parecen innecesarias, o los órganos se emparchan y los emparchados son menos eficientes que los originales. Podría ser productivo explorar estas analogías como fuentes de variación en la calidad democrática en el transcurso del tiempo11.
La infección por bacterias o parásitos hostiles hace pensar en la metáfora del "enemigo interno". Pero la salud tiene más que ver con la simbiosis que con el exterminio. Incluso los organismos más saludables interactúan con agresores potencialmente perjudiciales y, por lo tanto, la desinfección y el aislamiento por sí solos no contendrán el peligro; una democracia vibrante es aquella que tiene la mayor capacidad de domesticar las amenazas y no la que logra sobrevivir detrás de un cordón sanitario artificial. Además, los problemas de salud también pueden surgir por la ruptura de la armonía entre los principales órganos especializados; las interacciones disfuncionales entre el Ejecutivo y el Legislativo o entre el Poder Judicial y las fuerzas de seguridad son contrapartes posibles en un sistema democrático. Las condiciones ambientales adversas también pueden provocar problemas de salud. A un organismo que en términos generales es saludable podría simplemente serle difícil florecer en un ambiente superpoblado donde otros de su especie ocupan espacios más favorables. Sin embargo, estas presiones ambientales también pueden promover mejores adaptaciones estructurales que pueden resultar innovadoras y muy exitosas. Así, un anfibio no es un pez discapacitado y un bípedo no es un cuadrúpedo minusválido.
Veamos las implicancias de esto para los regímenes híbridos. El término hibridez se deriva del latín hybrida, que, según el Oxford English Dictionary se refiere a la cruza de una cerda domesticada y un jabalí, aunque la etimología es dudosa. El punto central es que en algunos casos la cría de padres incongruentes puede terminar siendo vigorosa y capaz de reproducirse, a la vez que exhibir características derivadas de ambos lados. En las definiciones estipulativas tradicionales, la democracia y el gobierno autoritario eran opuestos binarios. Guillermo O'Donnell nos recordó el término dictablanda de los años veinte y propuso como contraparte el híbrido democradura. Desde ese entonces, los académicos se han visto inducidos a aceptar la categoría de regímenes "híbridos", que no son plenamente democráticos ni autoritarios, pero que son capaces de desarrollarse y reproducirse vigorosamente (Morlino, 2005). Su popularidad reafirma la idea de que las analogías biológicas ofrecen una alternativa seria a las metáforas físicas. Por supuesto, las ciencias duras también pueden tomar metáforas gráficas importadas de otros dominios (pensemos en el "big bang" de la cosmología o en "el gato de Schrodinger" de la física subatómica); además, existe una mayor influencia recíproca entre las ciencias biológicas y las ciencias sociales. Por lo tanto, merece la pena fomentar distintos métodos de investigación y hay buenos motivos para pensar que este es el enfoque correcto en muchos campos, incluyendo las ciencias naturales, ya que todo pensamiento creativo implica volver a interrogarse sobre las presunciones establecidas.
Charles Darwin practicaba una versión disciplinada del pluralismo metodológico e invocaba conscientemente las imágenes metafóricas para galvanizar su proceso de formación de conceptos; combinaba así un compromiso tanto con la investigación comparativa objetiva y sistemática como con una orientación valorativa subyacente (Desmond y Moore, 2009). Sobre el término "especies", dice que fue "puesto arbitrariamente, por motivos de conveniencia" y que no "difiere esencialmente del término variedad, que se utiliza para formas menos distintivas y más fluctuantes. El término variedad, nuevamente en comparación con las simples diferencias individuales, también se aplica arbitrariamente por cuestiones de conveniencia" (Darwin, 1958: 67). Y agrega, en relación con la metáfora, que

en el sentido literal de la palabra, sin duda, la selección natural es un término falso; pero ¿quién objetó alguna vez que los farmacéuticos hablaran de la afinidad electiva de los distintos elementos? (...) ¿Quién objeta que un autor diga que la atracción de la gravedad gobierna el movimiento de los planetas? Todos saben qué es lo que se quiere decir e implicar con estas expresiones metafóricas; y son casi necesarias por cuestiones de brevedad (Darwin, 1958: 88).

Desde la época de Darwin, las ciencias se han vuelto más especializadas y profesionalizadas. Pero las metáforas, analogías y el intercambio interdisciplinario siguen existiendo. Por ejemplo, Sean Carroll caracteriza a la naturaleza como un "técnico ingenioso" que produce innovación evolutiva "trabajando con, y arreglando, los materiales disponibles y modificando y retocando constantemente las estructuras a lo largo de los siglos, pero no como lo haría un ingeniero con un plan preconcebido y herramientas especializadas" (Carroll, 2006: 194-195). Carroll explica cómo los embriólogos construyen "mapas de destino" para mostrar de qué manera las células individuales inicialmente indiferenciadas reaccionan a sus posiciones relativas y, de este modo, dan lugar a estructuras orgánicas complejas: "los 'mapas de destino' revelan que (...) las células 'saben' dónde están ubicadas dentro de un embrión y a qué tejidos o estructuras pertenecen" (Carroll, 2006: 89-90). Su enfoque no sólo resalta las limitaciones de la atribución causal atomística estática (reduccionismo) para explicar procesos de desarrollo complejos, sino que también contiene una rica cosecha de imágenes metafóricas tomadas de la vida social. De manera similar, en su manifiesto para "lograr que la biología vuelva a ser integral", Rose argumenta que existe "un mundo, pero muchas formas de conocer" y que "la vida construye su propio futuro" (Rose, 2005: 304-309).
Darwin, Carroll y Rose encuentran la inspiración fuera de su propia disciplina; Darwin hace referencia a Herbert Spencer, con quien se siente en deuda por el término "supervivencia de los más aptos"; Carroll invoca metáforas de la geografía; y Rose hace alusión a temas de la teoría social. Existe un proceso de intercambio recíproco, no sólo de préstamos unilaterales. Por lo tanto, hay lugar para que las ciencias sociales en general, y los estudios de la democratización comparada en particular, intercambien metáforas y conceptualizaciones con las ciencias naturales y, en particular, con las ciencias biológicas.
Si este es el caso, ¿por qué los científicos sociales se han vuelto tan resistentes a la importancia de las metáforas biológicas?12 Durante gran parte del siglo XX, estas transferencias se impregnaron de connotaciones políticas no liberales. El tipo de biología que inspiró la última generación de metáforas políticas a menudo era profundamente conservadora e, incluso, tuvo implicancias antidemocráticas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, las ideas biológicas fueron recurrentemente utilizadas para sostener la causa de la opresión racial y la discriminación contra los discapacitados (eugenesia), y las metáforas sobre la salud social de una nación y su necesidad de desarrollar defensas contra la infección fueron utilizadas para justificar proyectos políticos autoritarios y fascistas. El uso dudoso de estas analogías biológicas trascendía a los racistas y demagogos, y penetró en las ciencias sociales hasta el contraataque liberal de los sesenta, como demuestra el ejemplo del "Círculo de Pareto" de Harvard13. Para nuestros propósitos, el miembro más importante del Círculo fue Joseph Schumpeter, que, fiel a los principios del Círculo, propuso limitar su concepto canónico de democracia política a un arreglo procedimental diseñado para allanar, regularizar y legitimar la circulación de las elites gobernantes14.
Pero en principio no hay ningún motivo para que las metáforas y analogías tomadas del pensamiento biológico actual conlleven necesariamente connotaciones antidemocráticas15. De hecho, el concepto central en la biología y las ciencias de la vida ya no se basa en un equilibrio estático: ha sido "puntuado" por Stephen Jay Gould, marginado por el desarrollo evolutivo (Carroll), desafiado por la homeodinámica (Rose) y la entropía negativa (James Lovelock) (Gribbin, 2004), y apartado a un costado por la coevolución y la adaptación "hasta el borde del caos" (Stuart A. Kauffman) (Kauffman, 1993). Kauffman ofrece una fuente convincente de analogías biológicas para modelar la propagación, y también la reversión, de los procesos de democratización tanto dentro como entre comunidades políticas, y se contrapone fuertemente al funcionalismo del "mantenimiento del sistema" que caracterizó a la teoría social conservadora de mediados del siglo XX.
Lo que tienen en común estas contribuciones a la biología moderna es que, en lugar de restaurar la estabilidad tradicional, especifican principios regulatorios que generan el cambio para explicar la diversidad, complejidad, interconectividad y el impulso direccional de los organismos vivientes. Reconocen que la vida es dinámica, que está en desarrollo y en un proceso de permanente emergencia. Por lo tanto, la biología moderna difiere de la versión practicada durante la era fascista; hoy en día, la diferenciación, complementariedad, interdependencia y adaptabilidad son el sello distintivo de la autopoiesis. A diferencia del modelo autoritario de la vida política, el modo en que las células componentes y los órganos se desarrollan, especializan, comunican y cooperan es lo que determina en gran medida la viabilidad del organismo entero (Rose, 2005). Además, la biología moderna no se ocupa simplemente de la coordinación e integración de células y órganos funcionales dentro de un organismo unitario. También se ocupa de los desarrollos evolutivos en el largo plazo; de la cooperación entre los organismos individuales en una comunidad; de las interacciones entre diversas especies dentro de un nicho ecológico; y ciertamente de los procesos de autorregulación entre todos los organismos vivientes en una biosfera cerrada. Los modelos biológicos diseñados para explicar todos estos aspectos diferentes de la interdependencia, coexistencia y determinación mutua entre seres vivientes discretos bien podrían decirnos algo acerca de cómo pueden persistir, adaptarse e incluso gobernarse las comunidades políticas humanas sin autodestruirse. En este sentido, la biología moderna puede brindar tantas pistas sobre la democracia como sobre cualquier supuesta necesidad biológica de autoritarismo.
Tales metáforas biológicas pueden compararse al menos de manera limitada con la comprensión moderna de la democracia como un emprendimiento colectivo fundado en la creatividad, la adaptabilidad y la capacidad de cooperación y especialización de los ciudadanos individuales que constituyen la base indispensable de toda organización política democrática. Una contribución reciente resalta los paralelos entre las comunidades naturales de organismos y las comunidades políticas humanas.
En una notable síntesis de una vida entera dedicada al estudio del comportamiento de los enjambres de abejas, Thomas D. Seeley muestra con riguroso detalle cómo estas comunidades -a menudo conformadas por más de 10.000 individuos- llegan a las decisiones colectivas fundamentales para la supervivencia. Estas decisiones se toman por medio de un elaborado proceso en el que se recolecta y comparte información, seguido de una competencia entre alternativas para ver cuál tiene mayor apoyo, y que finaliza con pasos de implementación precisamente programados y cuidadosamente coordinados. Estas decisiones se toman por consenso -aunque ocasionalmente el enjambre puede estar dividido de manera tan pareja que debe reunirse nuevamente para una segunda ronda de deliberaciones y en circunstancias extremas, puede incluso dividirse en dos-. El umbral para la implementación de la decisión requiere un quórum.
Para Seeley, el enjambre de abejas es un "superorganismo" que está gobernado por principios democráticos. También compara el proceso de toma de decisiones del enjambre de un kilo y medio de abejas al proceso que ocurre cuando el kilo y medio de células del cerebro humano toman una decisión. Resalta que la colmena no tiene ningún planificador central, controlador o dictador benévolo. Incluso concluye su estudio con una serie de comparaciones más o menos sostenibles entre la democracia de las abejas y los procedimientos de una junta de ayuntamiento de Nueva Inglaterra.
Seeley concluye su relato de la democracia de las abejas enumerando cinco lecciones que sus colegas de la Universidad de Cornell pueden aprender de las abejas: conformar un grupo de toma de decisiones con individuos que tengan intereses comunes; minimizar la influencia del líder sobre el grupo; buscar soluciones diversas para los problemas compartidos; actualizar el conocimiento del grupo a través del debate; y utilizar el quórum para lograr cohesión, precisión y rapidez (Seeley, 2010)16. Obviamente, los enjambres de abejas también difieren de las comunidades humanas en algunos aspectos fundamentales, a pesar de los paralelos. Pero este ejemplo muestra al menos que las analogías tomadas de la biología no tienen por qué estar sesgadas en una dirección antidemocrática. Además, como demuestra el estudio de Seeley, puede haber un tráfico en ambas direcciones entre los ejercicios de modelación realizados por los biólogos y aquellos practicados por los científicos políticos. También existe poco peligro de que cualquiera de las dos disciplinas caiga en la presunción de que estas metáforas pueden trasplantarse directamente de un dominio al otro sin hacer aclaraciones o modificaciones. Sin duda, los trasplantes no teorizados de la ingeniería y la arquitectura pasarán sin mayor discusión. En todo caso, esta comparación renovada es más flexible que las metáforas físicas que actualmente predominan de manera osificada. Puede servir, por lo tanto, para reanimar la formación de conceptos en los estudios de democratización comparada, un campo donde la "huida de la realidad" de los académicos sería particularmente nociva.
Pero, al igual que otras metáforas sociales tomadas del pensamiento biológico (la supervivencia de los más aptos, el gen egoísta), también hay límites a la posibilidad de transferencia de esta concepción: analogía no es lo mismo que homología.

Los alcances -y limitaciones- de la metáfora

He propuesto reformar los marcos analíticos existentes sustituyendo nuestras actuales metáforas agotadas y osificadas por una estructura de analogías más flexible y adecuada. He argumentado a favor de una concepción autopoiética de la democratización en tanto proceso de construcción política complejo, con final abierto y parcialmente reversible. Pero si bien las analogías biológicas son más esclarecedoras que sus precursoras de la física, no dejan de ser analogías, y es importante tener en cuenta, junto con lo que aportan, sus limitaciones. Como la analogía no es homología, la transferencia desde, por ejemplo, la biología a la política sólo puede ser parcial y nunca acrítica.
El uso de un lenguaje analítico preciso facilita la claridad de pensamiento y la confiabilidad de la atribución causal. Ayuda al orador a evitar engañar a los demás o confundirse a sí mismo. Puede limpiar los argumentos de las expresiones de deseo y puede utilizarse para separar los "hechos" de los "valores" que reflejan sesgos emocionales. La expresión máxima de esta búsqueda de precisión es cuando las ideas se plantean con "plainnesse matemática"17. Ni las analogías físicas ni las biológicas que considero aquí se acercan a estos criterios. Más bien, el argumento a favor de invocar una estructura de analogías biológicas se basa en la necesidad de complementar el análisis preciso con metáforas renovadas y animadas, ya que un marco más flexible y esclarecedor capturaría mejor la diversidad de los cambios en la democratización y aclararía los límites de las metáforas anteriores. Estos son dispositivos de encuadre teórico: dirigen la atención del investigador a las líneas de indagación más provechosas y de este modo pueden ayudar a facilitar la precisión analítica productiva, y no reemplazarla. La metáfora ingenieril de una pieza idealizada de maquinaria atemporal (una democratización que lleva a un régimen democrático permanente y plenamente operativo) puede no ser el mejor punto de inicio para la medición exacta y la atribución causal precisa en este ámbito particular de indagación. Corre el riesgo de volverse demasiado rígida y de desviar la atención de la dinámica verdadera que está en juego. Afortunadamente, existe una fuente alternativa de metáforas que también ha demostrado ser capaz de generar explicaciones poderosas18.
Sin duda, para algunos aspectos de los estudios de la democratización comparada (la comparación de los sistemas de voto y electorales, por ejemplo) la precisión matemática es necesaria. Para otras áreas más esquivas y disputadas, el pensamiento por analogía puede resultar necesario. Pero Aristóteles advirtió hace mucho tiempo contra el abandono de la indagación seria sobre aquellos temas que no responden bien a la ultraprecisión. También fue cauteloso respecto a cualquier presunción de que una vez establecida, una democracia necesariamente se autoperpetuaría: "... y no se debe creer que una medida democrática (...) hará a la ciudad más democrática (...) sino aquello que la haga durar el mayor tiempo posible" (Aristóteles, 2005: 340). Esta descripción muestra la democratización como un emprendimiento precario y concuerda con la metáfora biológica de "viabilidad" más que con la presunción física de permanencia y pureza. Evidentemente, la analogía biológica conlleva algunas implicancias inquietantes en relación con la forma en que modelamos la democracia y la democratización, ya que enfatiza que todos los organismos vivientes son finitos, y, o bien evolucionan, o perecen. Esto nos recuerda la antigua hipótesis de que puede existir un ciclo de vida de la democratización.
Viabilidad, contagio, salud e hibridez son todos términos que pueden ser utilizados para esclarecer ciertos rasgos de la democratización que se refieren a la deliberación intersubjetiva entre ciudadanos libres. La autoconstrucción de un sistema político democrático puede modelarse con terminología biológica sin socavar el postulado de la elección individual. De hecho, la autoorganización política implica la participación no coercitiva.
Además, al elegir un marco interpretativo, también debemos tomar en cuenta a los destinatarios del análisis. Los expertos en los campos citados son un conjunto de destinatarios que buscan un máximo de claridad, precisión y objetividad, y pueden aceptar restricciones extremas sobre el ámbito de su investigación y considerarlas como el precio que deben pagar para lograr esos fines. Pero el estudio de la política debe tomar en cuenta un destinatario más amplio y menos especializado. Existe un abanico amplio de actores políticos, formadores de opinión y, ciertamente, ciudadanos comunes que necesitan tener una comprensión analítica de la democracia y la democratización. Ellos emitirán juicios y emprenderán acciones en base al material que tengan a mano y, por lo tanto, los académicos deberían brindar explicaciones que sean exactas y suficientemente gráficas e inteligibles para destinatarios no especializados. Los argumentos por analogía adecuadamente seleccionados y no osificados pueden ser el mejor vehículo para lograr este propósito.
Finalmente, en lugar de montar una defensa del marco de las analogías biológicas contra todos los contrincantes, adopto una postura pluralista. Alentar un nuevo análisis de la morfología conceptual de los estudios de la democratización -incluyendo la modificación de su estructura de metáforas y analogías- es perfectamente compatible con el impulso hacia la aplicación de métodos de verificación empírica cuantitativos, históricos, etnográficos y otros. Sobre todo, debemos mantener abiertos los canales de diálogo y de comunicación entre estas comunidades epistémicas que están en vías de fragmentación.

Notas

* Esta es una versión revisada del artículo publicado originalmente en Perspectives on Politics, Vol. 9, N° 2, 2011; y se reproduce aquí bajo autorización del autor y de los editores. (Traducción de Jacqueline Behrend).

1 Ver Morlino (2009: 273-296), así como mi propio primer intento de aplicar una metáfora biológica al estudio de la democratización (Whitehead, 2001). Un análisis del Estado que trata estas cuestiones más de lleno es el de Steinmo (2010), que lo considera una estructura adaptativa compleja, e invoca modelos evolutivos y biológicos como fuentes de inspiración para el institucionalismo histórico y para teorizar sobre el Estado en particular .

2 Ver, por ejemplo, Shapiro (2005: 202). Shapiro recomienda tomar la "problematización de la redescripción" como prioridad.

3 Lo que Gadamer llama "prejuicios". Ver Gadamer (1989); ver también Searle (2010).

4 Paul Jorion me recordó la utilidad de la técnica de la asociación libre como mecanismo para descubrir los presupuestos no expresados que están detrás de todo análisis formal; ver Jorion (2009: 102).

5 Pierre Rosanvallon rechaza la ilusión de un "estadio final" por motivos relacionados: "Una democracia de equilibrio, por lo tanto, también significa una democracia imperfecta, no terminada, siempre amenazada por una creciente distancia entre las ilusiones que despierta y las realidades observadas" (Rosanvallon, 1998: 305).

6 Es este el motivo por el cual he caracterizado a la democratización como una idea "flotante pero anclada" y por el cual Leonardo Morlino (2005) habla de "anclaje democrático".

7 Por ejemplo, el modelo binario (la estructura de analogía) de la transición democrática como "metamorfosis" invoca una secuencia continua de metáforas físicas.

8 Ver también Maturana y Varela (1980).

9 Ver Whitehead (2001: 3).

10 "El curso de una vida no es puramente homeostático, ya que tiene un comienzo en la concepción y un fin en la muerte. Los organismos y, ciertamente, los ecosistemas se desarrollan, maduran y envejecen. Los puntos fijos de la teoría homeostática no son en sí mismos constantes durante esta trayectoria, sino que cambian con el transcurso del tiempo. El organismo enciende su propio termostato (...) Para entender los cursos de vida, debemos reemplazar el concepto de homeostasis con un concepto más rico, el de homeodinámica" (Whitehead, 2001: 17). En contraposición con la metáfora de la consolidación, las democracias también se desarrollan, maduran y envejecen, y también podrían tener la oportunidad de resetear sus propios termostatos.

11 Más adelante subrayo los problemas asociados al uso "represivo" de las analogías de la enfermedad y la profilaxis en la política y en las ciencias sociales.

12 Geoffrey M. Hodgson ha resaltado el rol de Talcott Parsons y Richard Hofstadter en el surgimiento de esta resistencia. Ver Hodgson (2004).

13 Ver Heyl (1968).

14 Durante setenta años, el PRI en México mantuvo un calendario electoral fijo y la regla de la no reelección, promoviendo de este modo la estabilidad política a través de la circulación no conflictiva de una elite, sin practicar la democracia plena en otros aspectos.

15 Este es un punto que desarrollo en Whitehead (2010).

16 Ver también Lindauer (1961: 43) que contiene un ejemplo vívido de un debate inconcluso dentro de una colmena, seguido de una nueva asamblea. Estos estudios reemplazan a un texto fundacional de la teoría social occidental que a veces es citado como precursor al individualismo del rational choice, a pesar de que su intención original era sin dudas satírica; La fábula de las abejas, o vicios privados, beneficios públicos (1715) de Mandeville resulta, de hecho, una fábula.

17 Del lema de The Royal Society, citado por Leatherdale (1974: 224).

18 Ver, por ejemplo, la visión que tiene Steinmo del Estado en la nota 1.

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