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Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.8 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2014

 

ARTICULOS

Voto hacia nuevos candidatos en sistemas de partidos (des)institucionalizados: el caso de Marco Enríquez-Ominami en Chile 2009 *

 

Tomás Dosek
Universidad de Salamanca, España
tomas.dosek@usal.es

Flavia Freidenberg
Universidad de Salamanca, España
Instituto de Iberoamérica, España
flavia@usal.es

 


Abstract
The Chilean party system has long been considered one of the most institutionalized in Latin America. Nevertheless, the country is living through a crisis of political representation. The goal of this paper is to show empirically how this crisis manifest in the electoral behavior of the Chilean electorate during the 2009 presidential elections. Using public opinion data, we show that the perception of how the Chilean democracy is working and that the levels of confidence in political parties distinguished the voters of Marco Enríquez-Ominami (ME-O). We argue that the party system is going through an incipient process of deinstitutionalization and that, at the same time, the leadership of ME-O cannot be concieved of as a populist one. Unlike in Venezuela, it is improbable that the current crisis in Chile will lead to a breakdown or collapse of the party system, because other factors like economic crisis, the presence of a charismatic leader with a strong anti-system discourse or permisivity of electoral rules have not taken place.

Key words
Marco Enríquez-Ominami; (de)institutionalization of party systems; Chile; Electoral behavior; Political parties

Palabras clave
Marco Enríquez-Ominami; (des)institucionalización del sistema de partidos; Chile; Comportamiento electoral, Partidos políticos


El sistema de partidos chileno ha sido considerado como uno de los más institucionalizados de América Latina. Sin embargo, el país vive una crisis de representación política. El objetivo de este artículo es mostrar empíricamente cómo se manifestó esta crisis en la votación de los ciudadanos en las elecciones presidenciales de 2009. Utilizando datos de opinión pública, se muestra que la percepción sobre el funcionamiento de la democracia y la confianza en los partidos distingue a los votantes de Marco Enríquez-Ominami (ME-O). Se argumenta que el sistema de partidos vive un proceso de incipiente desinstitucionalización pero que, al mismo tiempo, el liderazgo de ME-O no puede ser definido como populista. A diferencia de Venezuela, es improbable que la crisis desemboque en la descomposición del sistema de partidos, ya que no se ha dado una interacción de factores como la crisis económica, la presencia de un líder carismático con discurso antisistema o la permisividad de las reglas electorales.

 

Introducción

El 13 de diciembre de 2009 un nuevo candidato presidencial, Marco Enríquez-Ominami (ME-O), obtuvo el 20,13 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de Chile. Aunque no pasó a la segunda vuelta electoral, en la que también participaron Sebastián Piñera y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, este resultado fue el mejor que ha obtenido un candidato independiente desde el retorno a la democracia. A pesar de esta derrota, algo nuevo había ocurrido en el sistema de partidos chileno, acostumbrado a la estabilidad de la oferta partidista, a una competencia más o menos previsible y a la presencia de dos grandes coaliciones mayoritarias y sus candidatos principales desde la transición a la democracia: la Concertación de Partidos por la Democracia y la Coalición por el Cambio1.
Lo nuevo de esta elección era que esta vez había un candidato crítico, salido de una de esas dos grandes coaliciones, que desafiaba al sistema de partidos vigente. Marco Enríquez-Ominami decidió presentarse como candidato presidencial independiente a las elecciones de 2009 después de que el Partido Socialista rechazara su propuesta de llevar a cabo primarias competitivas en todas las regiones para dirimir la candidatura presidencial por la Concertación. Cuando su propio partido decidió apoyar a Eduardo Frei Ruiz-Tagle en unas primarias limitadas a dos regiones, cuya estructura sociodemográfica pronosticaba una victoria clara del candidato democristiano, ME-O decidió postularse con el respaldo del Partido Progresista, el Partido Humanista, el Ecologista y por una serie de movimientos políticos como el Amplio Social, SurDA y Regionalista.
El objetivo de esta investigación es explorar las razones que llevaron a los chilenos a votar por un candidato nuevo en esas elecciones que resultaron atípicas en relación a la dinámica competitiva previa. Se trata de establecer qué factores (sociodemográficos, actitudinales, coyunturales) influyeron sobre el voto hacia el candidato independiente de izquierda, frente a Frei y Piñera. A partir de ahí, se analiza el modo en que la emergencia de este nuevo candidato refleja transformaciones más profundas en el marco de un sistema de partidos que hasta ese momento había sido considerado como de un alto nivel de institucionalización (Mainwaring y Scully, 1995; Payne et al., 2006) y que ha comenzando a experimentar cambios.
Los resultados del análisis estadístico son consistentes con la premisa fundamental que guió la investigación y que sostiene que una serie de factores inciden sobre la probabilidad de voto hacia ME-O. Los años de formación recibida por el individuo, el nivel de ingreso, la ideología, la evaluación negativa del gobierno anterior y el bajo nivel de confianza en los partidos incrementó la probabilidad de voto hacia ME-O frente a la candidatura de Frei. Asimismo, las razones que diferencian el voto hacia ME-O de las del voto hacia Piñera son otras, ya que ni la evaluación del gobierno de Bachelet ni la confianza en los partidos políticos tienen incidencia sobre la decisión de voto, sino que es la percepción sobre el funcionamiento de la democracia el factor más significativo en la orientación de voto hacia Piñera.
De esta manera, el trabajo profundiza en el análisis de la crisis de representación en Chile desde una perspectiva de comportamiento electoral, ya planteada por algunos autores como Luna et al. (2010) y que, empleando técnicas estadísticas multivariables y variables como la simpatía con los partidos, la percepción de democracia como mejor sistema político o la evaluación del gobierno de Bachelet (entre otras), ya encontraron diferencia en la importancia de estas variables para los votantes de ME-O frente a los otros candidatos, subrayando la relevancia de la simpatía partidista y la necesidad de renovación política como factores claves. El presente trabajo profundiza en esta dirección y enmarca los hallazgos en una discusión específica sobre la desinstitucionalización de los sistemas de partidos y el papel del liderazgo de políticos como Marcos Enríquez-Ominami y los posibles efectos sobre el sistema de partidos chileno.
El trabajo se estructura en cinco partes. Primero, se realiza una evaluación de la situación del sistema de partidos chileno y se detallan algunas de las transformaciones que ha experimentado en los últimos años, como una manera de describir el contexto en el que se dieron las elecciones presidenciales. Segundo, se compara al caso chileno con dos experiencias de desinstitucionalización de los sistemas de partidos en la región, la de Venezuela y la de Colombia, para intentar establecer en qué medida son procesos similares. Tercero, se analiza el proceso de selección del candidato presidencial de la Concertación, la campaña electoral, el tipo de discurso empleado en la contienda y los resultados electorales. Cuarto, se presentan los resultados del análisis de los datos para establecer qué factores inciden en la decisión de voto hacia ME-O y para comprender esos resultados en el marco de la crisis del sistema de partidos. Finalmente, se discuten los hallazgos encontrados por esta investigación y se delinean líneas de trabajo futuras.

 

El problema de investigación: la emergencia de nuevos actores en un sistema de partidos congelado pero sin raíces

El sistema de partidos chileno, junto con el uruguayo y el costarricense, ha sido considerado como uno de los más institucionalizados en América Latina. Diversas investigaciones han dado cuenta también de altos niveles de estructuración programática y del estrecho vínculo entre electores y partidos que han tenido desde la transición a la democracia (Mainwaring et al., 2008: 23-86; Kitschelt et al., 2010). Sin embargo, existe cada vez más literatura que apunta a la existencia de un congelamiento institucional (Scully, 1995; Luna y Zeichmeister, 2005; Mainwaring et al., 2008; Kitschelt et al., 2010) y de cierta crisis de representación del sistema de partidos (Valenzuela, 2011; Corvalán y Cox, 2012), caracterizado por la presencia de partidos fuertes en su acción electoral y gubernamental pero cada vez más desconectados (y desprestigiados) ante sus bases sociales (Luna et al., 2010; Luna y Mardones, 2010; Luna y Altman, 2011), y enfrentados a una creciente desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política, una cada vez menor participación en las elecciones y gran activismo social (Altman, 2006; Toro Maureira, 2008; Dosek, 2010).
Estos trabajos resaltan dos puntos cruciales del modo en que los ciudadanos se vinculan a la política. Por un lado, la desconfianza hacia las coaliciones partidistas y la escasa simpatía con los partidos. Por el otro, la baja participación electoral, particularmente entre los jóvenes, quienes al alcanzar la edad para poder votar no se registran en el padrón. Estos elementos coinciden con algunos de los indicadores empleados para medir el nivel de institucionalización de los sistemas de partidos2 y, en el caso chileno, resulta factible notar cambios en dos de ellos: el nivel de arraigo social y el de legitimidad de los partidos políticos ante los ciudadanos.
Varios trabajos han planteado que los chilenos muestran cada vez menor simpatía hacia los partidos (Luna et al., 2010; Luna y Altman, 2011). Según Lapop3, sólo el 11,6 por ciento de los chilenos simpatizaba con algún partido4. Esto ubica al país en el último lugar en la comparación regional, que está liderada por Uruguay con 66,2 por ciento. Al comparar los datos de 2006 y 2010 se detecta una caída de 14,6 puntos porcentuales en ese periodo. Asimismo, cada vez menos personas aprueban el desempeño de las dos grandes coaliciones5. Según datos del Centro de Estudios Públicos (CEP), a partir de fines del mandato de Michelle Bachelet de la Concertación (octubre de 2009) y hasta mediados de 2012, la aprobación gubernamental evidencia una significativa y sostenida disminución de 41 a 14 por ciento. A fines de 2010, la aprobación por la Coalición por el Cambio comenzó a caer. A diez meses de su gestión presidencial, los ciudadanos dejaron de apoyar al gobierno de Piñera (Dosek, 2012b).
A partir del uso de nuevos datos, varios autores dan cuenta de la coexistencia de dos tipos de vínculos entre los votantes y los partidos (Luna, 2010; Luna y Altman, 2011). Por un lado, sostienen que existen lazos programáticos que expresan las divisiones de autoritarismo-democracia, mercado-Estado y liberal-conservador y, por otro, cada vez adquieren mayor relevancia los vínculos no programáticos, personalistas, clientelares e informales, que priorizan la relación directa entre candidato y elector (Luna, 2010). Además, en este escenario, los partidos tienen cada vez menos lazos con las organizaciones sociales como los sindicatos o los movimientos sociales (Handlin y Berins Collier, 2011).
En ese escenario, los jóvenes están cada vez menos interesados en los procesos electorales (Valenzuela, 2004; Altman, 2006; Corvalán y Cox, 2012; Carlin, 2006; Toro Maureira, 2008). La legislación electoral chilena estipulaba hasta hace poco una combinación de registro voluntario en el padrón electoral y votación obligatoria. Aunque la participación electoral de los registrados decrece levemente y oscila entre el 80 y el 95 por ciento en la elección presidencial, la proporción de personas, sobre todo jóvenes, que quedan fuera del padrón es cada vez mayor. Esto no cambió con la introducción de la registración automática en el padrón y el voto voluntario, tal como quedó plasmado durante las elecciones municipales de octubre de 20126.
Al analizar la participación electoral en Chile resulta necesario observar el porcentaje de los votantes sobre el total de las personas en edad de votación. Así, los números arrojan una imagen diferente. Entre 1989 y 2009, fecha de las últimas elecciones generales, la proporción de los registrados disminuyó de más de 90 a casi 70 por ciento. De la misma manera, el porcentaje de votos válidos sobre las personas en edad de votación bajó de casi 90 a casi un 60 por ciento.


Gráfico 1
Participación y registro de los votantes en Chile (1989-2012)
Fuente: cálculos de los autores en base a los datos de Ministerio de Interior (www.elecciones.gov.cl) e Instituto Nacional de Estadística (www.ine.cl).

 

La explicación de este fenómeno ha sido objeto de varios análisis que se pueden resumir en dos tipos de razonamientos (Toro Maureira, 2007, 2008). Por un lado, algunos autores sostienen que se debe a los bajos incentivos institucionales que genera el sistema binominal, que rige las elecciones para las Cámara de Diputados, al conducir a un virtual empate (Altman, 2006) entre las dos coaliciones más grandes, Concertación y Coalición por el Cambio, y por consiguiente, la relativamente alta certidumbre sobre los resultados de la elección y la concomitante desafección política. Por el otro, la baja participación es el resultado del creciente desinterés de los jóvenes que no vivieron la dictadura y no se enfrentan por el legado de Pinochet, resumido en el conflicto "democracia-autoritarismo"7. En este sentido, Toro (2008) sostiene que las personas de entre 18 y 29 años, que son los que menos participación muestran, se caracterizan por expresar menor confianza en las instituciones democráticas y actitudes más liberales. El mismo autor encontró que la baja participación tenía que ver con el proceso de socialización de los jóvenes y la influencia de los padres sobre su comportamiento (Toro Maureira, 2007). Asimismo, la baja participación es más notable entre los sectores de menos ingresos (Corvalán y Cox, 2012; Contreras et al., 2012).
No obstante, la confianza en los partidos políticos se mantiene estable aunque son unos de los actores en los que menos confían los chilenos (Luna y Zechmeister, 2010). Al mismo tiempo, ha ido disminuyendo la proporción de ciudadanos que consideran a los partidos como indispensables para el funcionamiento de la democracia. A la pregunta sobre la indispensabilidad de los partidos políticos en una democracia, la respuesta en una escala de 1 a 7, siendo 1 muy en desacuerdo y 7 muy de acuerdo, el valor ha disminuido entre 2006 y 2010, de 4,02 a 3,598.
Las dos grandes coaliciones que han dominado la política desde el retorno a la democracia controlan el poder legislativo, sin dejar casi margen para la entrada de otros partidos fuera de los pactos9. Esto se debe a los efectos que ejerce el sistema binominal que rige las elecciones a la Cámara de Diputados. El diseño institucional impone un umbral muy alto10 para el ingreso de nuevos partidos que pudieran canalizar el descontento, convertirse en una alternativa a los partidos vigentes y, por tanto, la volatilidad electoral agregada está entre las más bajas en la región (Payne et al., 2006; Alcántara y Freidenberg, 2006).
Esos dos fenómenos (escasa simpatía y baja participación) han sido acompañados por una creciente fragmentación y volatilidad electoral agregada a nivel subnacional que no ha recibido tanta atención hasta el momento (Luna y Altman, 2011). A partir de 2004, cuando se eligieron por primera vez a los alcaldes y a los concejales municipales por separado, tanto el número de listas como de candidaturas a concejales se han ido incrementando. Mientras en 2004 se presentaron 10 partidos en 5 listas, en las elecciones de octubre de 2012 fueron 14 partidos en 9 listas (Dosek, 2012b). Esto da cuenta de la diferencia entre los diferentes niveles de competencia en el sistema de partidos chileno y de cómo el hecho de emplear diferentes tipos de sistemas electorales (binominal a nivel legislativo y proporcional a nivel subnacional) puede tener resultados distintos en el nivel de fragmentación de la competencia.
Estos elementos permiten sostener que Chile vive un incipiente proceso de desinstitucionalización de su sistema de partidos, definido como un proceso de reversión o disminución significativa de uno (o más) de los cuatro indicadores principales de la institucionalización de un sistema de partidos, mientras los demás se mantienen estables (como la volatilidad electoral agregada para el caso chileno). Esto apunta a que no todos los indicadores se mueven necesariamente juntos en la misma dirección como se asumía originalmente (Luna y Altman, 2011) y que la disminución de uno de ellos, independiente de los demás, abre el camino a la desinstitucionalización (ver el tipo a) de Luna y Altman, 2011: 24).
Este proceso tiene que ver con sistemas que en algún momento han sido considerados como institucionalizados, pero no aplica a los sistemas que nunca llegaron a institucionalizarse, que han sido definidos como débilmente institucionalizados o incoactivos11. En los sistemas de partidos que se están desinstitucionalizando resulta más probable la emergencia de outsiders, con un fuerte discurso contrario alstatu quo dominante del sistema de partidos y el desarrollo de un relato basado en el cambio, aunque esto no suponga necesariamente el colapso del sistema.

 

La desinstitucionalización del sistema de partidos chileno en clave comparada

La desinstitucionalización de los sistemas de partidos ha sido observada también en otros países de América Latina que tenían sistemas de partidos altamente institucionalizados, como Colombia y Venezuela. Respecto del primero, varios autores (Boudon, 2000; Dargent y Muñoz, 2011) apuntan a cierta desinstitucionalización del sistema a partir de finales de la década de 1990, manifestada en el incremento de las candidaturas independientes (con un fuerte discurso anti partido tradicional), la fragmentación de la oferta partidista a nivel subnacional, la presencia de outsiders (Boudon, 2000) y mayor transfuguismo (Dargent y Muñoz, 2011). Este proceso se dio paradójicamente como resultado de reformas democráticas, particularmente la descentralización política, que fomentó las candidaturas independientes a nivel local y socavó la cohesión y disciplina de los partidos tradicionales (Dargent y Muñoz, 2011).
Con relación a Venezuela, el proceso fue aún más significativo. Como plantean Molina y colaboradores (2001)12, el proceso de desinstitucionalización comenzó a partir de las elecciones de 1993, como resultado de los acontecimientos como las protestas populares por el ajuste económico, los intentos de golpe de Estado o la destitución del Presidente de la república en 1993 y el aumento de la abstención electoral. Los mismos autores sostienen (Molina et al., 2001), siguiendo los indicadores planteados anteriormente, que esos han ido mermando (Mainwaring y Scully, 1995). Se ha registrado una creciente volatilidad electoral agregada, ha habido cierta erosión de las lealtades partidistas, se ha notado un surgimiento de candidatos independientes y se ha dado cierta personalización de la política así como también se ha debilitado la solidez organizativa de los partidos tradicionales.
El planteamiento de este trabajo concuerda con el argumento de Molina y colaboradores (2001) respecto a la desinstitucionalización de Venezuela y sostiene que en Chile es improbable el colapso del sistema de partidos, el surgimiento de un candidato antisistema que busque su desmantelamiento y el derrumbe del sistema democrático, precisamente porque se trata de un caso de desinstitucionalización en un sistema previamente institucionalizado. Esto lo asemeja a los casos de Venezuela y Colombia pero, al mismo tiempo, es lo que lo diferencia de los recientes casos de colapso como el peruano, el ecuatoriano o el boliviano, los que han sido caracterizados como"sistemas de partidos incoactivos",que nunca se llegaron a institucionalizar (Sánchez, 2009).
Los datos muestran que los ciudadanos chilenos manifiestan un fuerte apoyo a la democracia como el mejor sistema político y se mantiene la confianza en los procesos electorales. El problema es otro y tiene que ver con la incapacidad de las élites y los partidos de procesar nuevas demandas (y dar respuesta a las mismas). Cuando un sistema de partidos se encuentra fuertemente institucionalizado y está condicionado por arreglos, normas y/o prácticas que le condicionan de manera rígida a permanecer inmutables; la capacidad de ser flexibles y adaptarse a nuevas demandas, conflictos o al surgimiento de nuevos líderes, es mucho menor. El sistema electoral binominal en Chile no ha permitido el ingreso de nuevos partidos a nivel legislativo y con ello ha dificultado la articulación de nuevas demandas sociales. La comodidad del poder de una coalición que gobernó durante veinte años y la ambición legítima de una oposición por acceder al gobierno nacional desincentivó oportunidades de transformación más profundas en el ámbito político.

 

El contexto electoral, la selección de candidatos y los resultados de los comicios

Después de cuatro años del gobierno de Bachelet (2006-2010), Chile enfrentó unas nuevas elecciones generales a fines de 2009. Estas se dieron en un contexto de alta aprobación de la gestión de la Presidente saliente, alcanzando el 78 por ciento de todos los encuestados según los datos del Centro de Estudios Públicos (CEP). Al mismo tiempo, la aprobación de la coalición centroizquierdista era mediana y la de la Coalición por el Cambio no sobrepasaba el 30 por ciento. La campaña preelectoral estuvo marcada por el conflicto sobre la definición del candidato presidencial de la Concertación y la emergencia de un candidato independiente que supuso una coyuntura crítica que impidió un nuevo triunfo de la Concertación13.
A diferencia del año 2005 cuando la precandidata Soledad Alvear decidió no competir en las primarias frente a Bachelet, la Concertación abrió un proceso de selección del candidato presidencial en dos regiones. Este proceso fue diseñado por la coalición dominante con algunos elementos que hacían sospechar cierto control sobre el resultado. Las reglas y las condiciones de la competencia favorecían al ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, candidato oficial del PDC-PPD-PS (Castiglioni, 2010; Morales, 2012). En la elección interna, Frei se enfrentó con el presidente del PRSD, José Antonio Gómez, quien tenía mínimas chances de victoria14. La elección tuvo lugar en dos regiones rurales del centro del país, Maule y O'Higgins, en las que Frei gozaba de mucho apoyo.
El mecanismo establecía que la candidatura presidencial sería para aquel que obtuviera más de 20 puntos porcentuales sobre el segundo competidor. De tal manera, el primero sería automáticamente proclamado ganador y resultaría candidato oficial para competir en las elecciones presidenciales de 2009. Eran elecciones semicompetitivas, condicionadas desde el origen. El selectorado del proceso estaba integrado por todos los inscritos en los registros electorales, salvo los militantes de otros partidos. Se llevó a cabo un proceso interno cerrado a los militantes. Dado que Frei recibió el 64,9 por ciento de votos válidos, frente a los 35,1 por ciento de Gómez, el primero fue proclamado candidato del oficialismo, impidiendo de esta manera que se celebraran primarias en otras regiones.
Los dirigentes del Partido Socialista asumieron como candidato a Frei y, sobre todo, el presidente del partido, Camilo Escalona, uno de los que más rechazo había manifestado por la posible participación de ME-O en la primaria concertacionista y uno de los que evitó que se hicieran primarias como exigían los dirigentes díscolos de la Concertación15. La dirigencia partidista no consideraba a ME-O un candidato aceptable y además se creía (de manera informal) que le tocaba el turno a un demócrata-cristiano después de dos gobiernos con presidentes socialistas. ME-O no estuvo incluido en los sondeos de opinión, ya que no se encontraba entre los potenciales candidatos. A partir del momento en que el CEP lo incluyó entre los posibles candidatos, las encuestas dieron pistas de que lograría restarle apoyo al candidato oficial.


Gráfico 2
Apoyo a los candidatos presidenciales según las encuestas (noviembre 2008-octubre 2009
Fuente: elaboración propia a partir de los datos Centro de Estudios Públicos (www.cepchile.cl).

En este escenario, Enríquez-Ominami decidió abandonar las filas del Partido Socialista (12 de junio) y oficializar su candidatura independiente (10 de septiembre) como líder del que en ese momento se denominó Movimiento Progresista. Para ello, recogió casi 65 mil firmas como aval, superando las 36 mil que le exigía la ley. Durante su salida, denunció que los que se quedaban deberían "soportar los embates de un partido encabezado por una directiva que traicionó los principios del Partido Socialista" y que se negó a hacer la renovación generacional que había sido exigida desde dentro durante el gobierno de Bachelet. Según ME-O, el Partido Socialista había mostrado "falta de tolerancia" a cualquier crítica e incapacidad para la renovación16.
La campaña de ME-O fue de corte personalista, mediática, con un fuerte discurso emocional, basado en la cercanía con la gente y enfrentando a sus otros contendientes a quienes identificaba como "figuras del pasado". La misma estuvo centrada en la crítica a Frei por representar el desgaste de la coalición oficialista y la vieja política que había gobernado Chile. Aun cuando Piñera era el verdadero opositor, prefirió centrar su discurso crítico en el espacio concertacionista para restarle apoyo a Frei. Su discurso destacaba aquello que consideraba positivo de la Concertación, incluso manifestaba sentirse "candidato de lo mejor de la Concertación" pero se distanciaba de las élites oficialistas a las que consideraba como "una sociedad anónima (...) que tenía secuestrada a los partidos y a la política (...) que no ofrecía un cambio a Chile"17.
Con "Sigue el cambio de Bachelet, aquí está el progresismo", ME-O buscaba mostrar su cercanía a las bases de la Concertación (de la "buena" Concertación) y su capacidad para ser el continuador de los cambios que había encarnado la Presidenta, que también había hecho una campaña electoral centrada en los ciudadanos y alejada de los partidos tradicionales, aunque luego debido a los bajos resultados debió regresar discursivamente al seno de la Concertación18. Con el lema "Marco por ti, sigue el cambio", se buscaba evidenciar que ME-O garantizaba los éxitos que se habían conseguido hasta ese momento.
Según los datos del CEP de octubre de 2009, los únicos rubros donde ME-O superaba tanto a Piñera como a Frei eran respecto a la evaluación de sus cualidades personales (sinceridad, cercanía, honestidad) más que su capacidad de gobernar: al 38 por ciento de los ciudadanos el candidato les resultaba "cercano", el 42 por ciento lo percibía como "sincero" y el 62 por ciento lo consideraba "simpático". De la misma manera, sólo el 32 por ciento percibía a ME-O preparado para ser presidente de Chile, el 38 por ciento mantenía que actuaría con firmeza frente a las presiones y el 34 por ciento lo veía capaz de solucionar los problemas de las personas 19 .
Los resultados de la primera vuelta otorgaron a ME-O el mejor resultado que un candidato (formalmente) independiente ha recibido en unas elecciones presidenciales después del retorno a la democracia en Chile. Esta no es la primera vez que el electorado chileno elige a candidatos independientes, ya que tradicionalmente ha habido líderes de derecha, en particular de la UDI que mostraban estos rasgos (Montes et al., 2000; Angell, 2003). Sin embargo, el 20,14 por ciento no fue suficiente para pasar a la segunda vuelta, lo que hizo que quedara tercero. En la segunda ronda se enfrentaron Sebastián Piñera, quién obtuvo 44,06 por ciento y Eduardo Frei con 29,60 por ciento. En cuarto lugar terminó el candidato del Partido Comunista y ex militante socialista, Jorge Arrate Mac-Niven.
La segunda vuelta estuvo muy reñida, ganando por primera vez un candidato de la centroderecha la elección presidencial. Piñera obtuvo el 51,61 por ciento de los votos frente al 48,39 por ciento de Frei. ME-O aguardó hasta el 13 de enero para pronunciarse a favor de Frei como una mejor alternativa frente a Piñera. El papel de ME-O entre las dos vueltas fue por tanto muy discutido, ya que el joven candidato tardó mucho tiempo en expresar públicamente el apoyo a Frei, dejando a sus votantes elegir por quien quisieran. Según los datos de Lapop20, sólo el 57,1 por ciento de los que votaron en primera vuelta por ME-O depositaron su voto en la segunda hacia Frei; 20,6 por ciento lo hizo para Piñera y el resto no votó, votó en blanco o no respondió la pregunta.

 

Datos y metodología

Los datos provienen de las encuestas de Latin American Public Opinion Proyect (Lapop) de 201021. Aunque no es el objetivo primario de la encuesta, dada la cercanía en el tiempo entre la celebración de las elecciones y el trabajo de campo realizado, es posible usarla como una encuesta postelectoral. Los datos fueron recabados entre marzo y mayo de 2010. El trabajo de campo incluyó a casi 2.000 personas tanto en áreas urbanas como rurales (ver más detalles en el Anexo).
El trabajo se centra en las percepciones individuales de los ciudadanos frente a las instituciones democráticas como la principal variable explicativa del voto por ME-O frente a los demás candidatos. Para probar esta hipótesis, se emplean dos variables independientes basadas en las preguntas acerca de la confianza en los partidos políticos y la satisfacción con el funcionamiento de la democracia. El modelo explicativo incluye otras variables normalmente usadas para predecir el comportamiento electoral de los individuos. Se emplean variables que dan cuenta de la evaluación que los ciudadanos realizan de la gestión del gobierno anterior (voto retrospectivo) y la ideología como predictor del voto. Otras cuatro variables sociodemográficas se usan como variables de control: sexo, edad, educación e ingreso.

Variable dependiente

La variable dependiente es el voto en las elecciones presidenciales de 2009. La misma asume tres valores diferentes: el voto hacia ME-O, hacia Frei y hacia Piñera, ya que se incluye en el análisis a los tres candidatos más votados. La categoría de referencia es el voto hacia Frei (en el modelo I) y hacia Piñera (modelo II). Se deja fuera del análisis de los dos modelos a los entrevistados que no estaban inscritos en el padrón, los que sí estaban pero no votaron o no respondieron y los que votaron por el candidato comunista Jorge Arrate Mac-Niven que obtuvo sólo el 6,21 por ciento.

Variables independientes

Confianza en los partidos políticos. Los partidos son los que cuentan con menor confianza de todas las instituciones que incluye el cuestionario de Lapop. Asimismo, ME-O empleó un discurso anti statu quo de los partidos tradicionales, con especial énfasis en la Concertación. Por tanto, es de esperar una menor confianza en los partidos por parte de los entrevistados que han votado hacia ME-O frente a los demás candidatos. La variable se operacionaliza en base a la pregunta de LAPOP sobre la confianza en los partidos políticos, siendo la misma recodificada de manera dicotómica, asumiendo un valor de "0" cuando la persona tiene poca confianza en los partidos políticos (valores 1-4 de la escala original) y de "1" cuando tiene mucha confianza en los mismos (valores 5-7).

H1: Cuanto menor sea la confianza en los partidos políticos, mayor probabilidad de voto por ME-O frente a los demás candidatos.

Funcionamiento de la democracia. Varios trabajos (y el marco teórico de este trabajo) han dado cuenta del desgaste de la Concertación, el agotamiento de los ciudadanos frente a las élites tradicionales y la consecuente crisis de representación. Asimismo, en la sociedad persisten problemas no solucionados desde la transición como el carácter neoliberal del modelo de desarrollo chileno (Navia, 2009, 2010), la persistencia de una Constitución originada en el régimen autoritario y de sus rígidas reglas electorales (Garretón y Garretón, 2010), la exclusión y la desigualdad (Ffrench Davis, 2001; Fuentes, 2012), y la costosa e inaccesible educación (Cortés Lutz y Sakamoto Bravo, 2012; Koschutzke, 2012) como denunció la denominada "revolución de los pingüinos" y sectores de jóvenes que no participan en los procesos electorales (Toro Maureira, 2007, 2008; Luna y Altman, 2011). Estos problemas tienen que ver con el funcionamiento más general de la democracia. Dado que ME-O apelaba durante la campaña electoral al cambio, a una mayor transparencia y profundización de la democracia, es de esperar que la insatisfacción con el rendimiento de la democracia favoreciera a ME-O. Esta variable se operacionaliza a partir de la pregunta de Lapop sobre la satisfacción con el funcionamiento de la democracia. La variable se recodifica como dicotómica y asume el valor de "0" cuando las personas no están satisfechas (insatisfecho + muy insatisfecho) y "1" cuando se sienten satisfechas (satisfecho + muy satisfecho).

H2: Cuanto peor sea la percepción sobre el funcionamiento de la democracia, mayor probabilidad de voto por ME-O frente a los demás candidatos.

Ideología. La ideología representa un issue o una "superdimensión" (Llamazares Valduvieco y Gramacho, 2007) que abarca los demás issues, sirve como un atajo heurístico, reduciendo los costos de información que emplean los individuos al realizar sus evaluaciones (Downs, 1957; D'Adamo y García Beaudoux, 1999). Esta ha servido tradicionalmente en Chile como un fuerte predictor del voto hacia las dos grandes coaliciones (Ruiz Rodríguez, 2005; Rojas Morales, 2009; Luna et al., 2010; Morales, 2009). La autoubicación ideológica de los votantes se mide en una escala de 1 (extrema izquierda) a 10 (extrema derecha). En el caso de Chile, 86,7 por ciento de los entrevistados se supo ubicar en la escala. Dado que ME-O, proveniente del Partido Socialista, es el más izquierdista de los tres candidatos (Frei es de la centrista PDC y Piñera de la centroderechista RN), es de esperar que cuanto más hacia la izquierda se ubique el votante mayor probabilidad del voto por ME-O.

H3: Cuanto más hacia la izquierda se ubique el votante, mayor probabilidad de voto por ME-O.

La evaluación del gobierno saliente. Varios trabajos (Fiorina, 1981; Kinder y Kiewiet, 1981) han planteado como reacción al modelo de comportamiento electoral diseñado por la Escuela de Michigan (Campbell et al., 1960) la importancia de factores de más corto plazo como es la evaluación de la economía por parte de los ciudadanos22. Esto se enmarca, de manera más general, en el concepto de accountability vertical (O'Donnell, 1998; Przeworski et al., 1999), mecanismo a través del cual los electores castigan o premian a los políticos en las urnas. Esta puede manifestarse a partir de la visión que el votante tenga sobre la economía del país (sociotrópico) o la situación económica personal (egotrópico). De manera más general, el voto retrospectivo económico pertenece a una literatura que emplea la evaluación del gobierno saliente desde distintos puntos de vista (economía, solución de problemas, gobernabilidad, escándalos, corrupción), dando así paso a un voto retrospectivo multidimensional (Rennó, 2007; Dalton y Anderson, 2011). Asimismo, la literatura comparada sobre América Latina confirmó la utilidad de este enfoque para el análisis de comportamiento electoral en la región (Remmer, 1991; Stokes, 2001; Murillo et al., 2010; Dosek, en prensa; Tagina, 2012). En el modelo aquí propuesto se incluye una variable más genérica que capta la evaluación que la persona hace sobre el desempeño del gobierno saliente de Bachelet. Se espera que esta variable distinga entre los simpatizantes de los dos candidatos provenientes de la Concertación frente a Piñera. La variable se operacionaliza a partir de la pregunta de Lapop sobre la evaluación del trabajo que hizo Bachelet durante su mandato. Su valor es "0" para los que lo evalúan como muy bueno o bueno y "1" para los que lo consideran regular o muy malo.

H4: Cuanto mejor sea la evaluación del desempeño de Bachelet, mayor probabilidad de voto por ME-O frente a Piñera.

Variables socioeconómicas. Como planteó la Escuela de Columbia a partir del modelo sociológico, pueden existir también variables estructurales de carácter socioeconómico que pueden determinar el voto (Lazarsfeld et al., 1944). Por tanto, el modelo que se especifica a continuación incluye algunas de las variables sociodemográficas claves como sexo, edad, educación e ingreso que se utilizan como variables de control. Para el contraste de las hipótesis se recurre a la regresión logística multinomial para el análisis de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, dado que se pretende observar las razones de voto para los tres candidatos y, por tanto, la variable dependiente es tricotómica (Nicolau, 2007; Rennó, 2007). A diferencia de la regresión logística binaria, la regresión multinomial permite identificar los factores significativos para un mayor número de candidatos de manera simultánea en un solo modelo, tomando a uno como referencia (Dow y Endersby, 2004) e identificando los factores explicativos que diferencian a los demás candidatos del que ha sido elegido como referencia. En este caso, dado que lo que interesa son las diferencias de ME-O frente a los otros dos candidatos, se opta por dos modelos de regresión multinomial corridos por separado, con Frei como categoría de referencia en el primer caso y con Piñera en el segundo. Eso permite una lectura más clara y directa de las tablas de resultados. Se presentan los resultados sólo para ME-O y se omiten, por tanto, los resultados para el par de Frei versus Piñera y viceversa.

 

Análisis y resultados

El modelo de comportamiento electoral que emplea datos individuales de las encuestas de opinión pública da cuenta del desgaste de los partidos tradicionales vinculados a la Concertación y a su candidato presidencial. Esto concuerda con la orientación de los ciudadanos hacia los partidos y, más precisamente, en relación a la simpatía con estas organizaciones. Aunque en general los valores son muy bajos, los votantes de Frei son los que más simpatizan con algún partido político, a diferencia de los votantes de los otros dos candidatos.

Tabla 1
Resultados del modelo estadístico (regresión logística multinomial): elección del candidato presidencial (1ª vuelta)

 

ME-O vs. Frei

ME-O vs. Piñera

 

B

E.T.

Exp(B)

B

E.T.

Exp(B)

Sexo (hombre)

 

Sexo (mujer)

-0,093

0,264

0,911

-0,197

0,273

0,821

Edad (66+)

 

Edad (18-25)

-0,559

0,675

0,572

0,450

0,725

1,568

Edad (26-35)

0,842

0,534

2,322

0,502

0,544

1,652

Edad (36-45)

0,030

0,508

1,031

-0,006

0,528

0,995

Edad (46-55)

0,054

0,509

1,055

0,046

0,526

1,047

Edad (56-65)

0,202

0,519

0,817

0,167

0,543

1,182

Educación (0-8 años)

 

Educación (9-12 años)

0,196

0,348

4,720

0,192

0,371

1,931

Educación (13-18 años)

1,552***

0,418

1,216

0,658

0,422

1,211

Ingreso (CIV)

 

Ingreso (CI)

-0,722

0,523

0,486

-1,086*

0,536

0,338

Ingreso (CII)

0,985*

0,383

2,677

0,682

0,383

1,977

Ingreso (CIII)

0,630

0,398

1,878

-0,030

0,401

0,971

Ideología

 

Ideología

-0,127*

0,063

0,881

-0,641***

0,069

0,527

Desempeño del gobierno (malo y regular)

 

Desempeño del gobierno (bueno)

-0,907*

0,375

0,404

0,550

0,331

1,734

Funcionamiento de la democracia (satisfecho)

 

Funcionamiento de la democracia (insatisfecho)

0,245

0,267

1,277

0,605*

0.277

1,832

Confianza en partidos políticos (mucha)

 

Confianza en partidos políticos (poca y mediana)

0,617*

0,304

1,853

0,451

0,332

1,569

R2 de Nagelkerke

0,432

0,436

Log likelihood

960.864

957.981

LR chi2

300.877

303.760

Voto pronosticado correctamente (global)

65,50%

65,50%

Número de observaciones

637

637

*** p ≤ 0,001; ** p ≤ 0,01; * p ≤ 0,05
Fuente: elaboración propia.

 

Los resultados del modelo estadístico apoyan el argumento de este artículo de que ME-O intentó diferenciarse del candidato oficial de la Concertación por medio de un discurso antiélite, antipartidista y que la desconfianza en los partidos políticos se puede detectar como un factor significativo en el comportamiento electoral individual al momento de elegir al candidato a presidente. De esa manera, se evidencia que los votantes con menor confianza en los partidos políticos tendieron a votar por ME-O frente a Frei.
El modelo muestra además un hallazgo importante respecto a la satisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento de la democracia. Los resultados son consistentes con la hipótesis planteada anteriormente de que frente a los votantes de Piñera, los de ME-O parecen insatisfechos con el funcionamiento de la democracia. Esto podría reflejar una sensación más profunda respecto del modelo de desarrollo, la persistente desigualdad y los problemas en el sector educativo. La paradoja es que mientras tienen un discurso crítico con las instituciones, la situación económica y/o el modelo de desarrollo, sus posiciones continúan dentro del sistema democrático.
En cuanto a la ideología, esta tiene peso importante al momento de distinguir entre los votantes de ME-O tanto frente a Frei como a Piñera. Los resultados dan cuenta de que los votantes de ME-O están efectivamente más orientados hacia la izquierda del espectro ideológico. Frente a Frei, la relación no es tan significativa como respecto del candidato de la Coalición por el Cambio. Es decir, los votantes de ME-O y los de Piñera casi no se solapan en el espectro ideológico y, por tanto, no representan una competencia efectiva uno para el otro. Esta puede ser una de las razones por las que el equipo de campaña de ME-O se orientó más a atacar a Frei que a Piñera, ya que con el primero compartían electorado con valores y preferencias similares.
El resultado más paradójico que arroja el modelo, y que además rechaza una de las hipótesis planteadas, tiene que ver con la evaluación del desempeño del gobierno saliente de Bachelet, dado que a mejor evaluación del mismo, menor probabilidad de voto por ME-O frente al voto por Frei. Esto podría significar que los votantes de ME-O no lo vieron, como él mismo se presentaba, como continuador de lo bueno de Bachelet y el cambio que ella encarnó, o que los votantes de Frei se identificaban casi absolutamente con los resultados del gobierno de Bachelet y que para ellos esta herencia la encarnaba el candidato oficialista, Frei.
Los coeficientes de las variables sociodemográficas y socioeconómicas, empleados como variables de control en el modelo, dan cuenta de que los perfiles socioeconómicos de los votantes de los tres candidatos no difieren mucho entre sí. Respecto de la educación, los resultados confirman los hallazgos de otros trabajos que sostienen que ME-O tuvo un gran apoyo entre los sectores de mayor formación y confirman que más del 40 por ciento de los votantes de ME-O son personas con educación universitaria, es decir, con trece y más años de educación23.    
Con relación al ingreso de los votantes, el patrón es diferente frente a Frei y a Piñera. Respecto del primero, parecería que los sectores de estratos medios bajos se inclinan más por ME-O que por Frei. Respecto del segundo, se confirma que a menor ingreso, menos voto hacia la izquierda, ya que el coeficiente es negativo. Esto está en línea con algunos de los trabajos que encuentran que los estratos económicos más bajos apoyan de manera importante a la (centro)derecha (Altman, 2006).
Finalmente, el sexo o la edad no permiten distinguir al electorado de ME-O frente a los de sus dos competidores. Esto muestra que la apelación a los jóvenes no resultó tan productiva como se podría haber esperado. Ninguna de las franjas etarias se evidencian estadísticamente significativas como para distinguir al electorado de ME-O frente al de Frei y Piñera. Esto puede resultar paradójico, dada la apelación y los intentos del candidato díscolo de movilizar a los jóvenes.
Los resultados de esta investigación corroboran que una serie de factores inciden sobre la probabilidad de voto por ME-O. Los años de formación recibida por el individuo, el nivel de ingreso, la ideología, la evaluación negativa del gobierno anterior y el bajo nivel de confianza en los partidos incrementó la probabilidad de voto hacia ME-O frente a la candidatura de Frei. Los análisis muestran que las personas que mayores niveles de formación tienen (13-18 años/formación universitaria), las que más a la izquierda se autoubiquen en la escala ideológica, menos valoren la gestión del gobierno anterior y menos confianza tengan hacia los partidos políticos, resulta más probable que voten a ME-O en relación a Frei.
Por su parte, los votantes de ME-O se diferencian de los de Piñera por una serie de razones diferentes a los de Frei. Además de un efecto menor en el nivel de ingreso, la mayor diferenciación pasa por la posición ideológica y la percepción del funcionamiento de la democracia y no tanto por la desconfianza en los partidos. Esto sugiere otra lectura del desconcierto de los votantes de ME-O con el "establishment", en el sentido de que los votantes del candidato díscolo son mucho más críticos que los votantes conservadores de la coalición de centro-derecha en cuales son las bases del sistema.

 

Conclusiones

Cuando un sistema de partidos se encuentra fuertemente institucionalizado y está condicionado por reglas o prácticas que le hacen permanecer inmutable, la capacidad de los actores políticos de ser flexibles y adaptarse a nuevas demandas, contextos cambiantes, conflictos en la sociedad, críticas sobre su funcionamiento, procesos migratorios o cambios generacionales, es mucho menor. Esta dinámica hace que las élites políticas tengan poca capacidad para dar respuesta a los problemas de los ciudadanos o, al menos, es más probable que estos perciban que dichas élites son ineficaces en sus tareas de inclusión, agregación y articulación de intereses.
La pérdida de los canales entre élites y ciudadanos o la rigidez de dichos procesos pueden hacer que un sistema que hasta ese momento había sido fuertemente institucionalizado, deje de serlo. En esas circunstancias, la ciudadanía cuenta con muchas maneras de expresar su cansancio hacia las élites dominantes, los partidos y el modo en que estos los representan. Los ciudadanos pueden expresar su rechazo dejando de participar, desconfiando de los actores políticos y de las instituciones, saliendo a las calles a protestar o, directamente, eligiendo en las urnas a nuevos liderazgos y élites.
En 2009 en Chile el descontento ciudadano se expresó fundamentalmente a través de dos vías: en las urnas, donde un sector crítico (también denominado "díscolo")26 apoyó al candidato independiente Marco Enríquez-Ominami como una manera de llamar la atención a las élites tradicionales y, meses después, también en la calle, a través de manifestaciones que reclamaban mejoras en el sistema político y, especialmente, en una serie de políticas públicas (como las relacionadas con la educación)24. Esas intensas movilizaciones estudiantiles no tienen comparación con la manera en que los jóvenes se habían manifestado en los últimos veinte años. Los reclamos han superado un enfoque sectorial inicial, han movilizado apoyos más amplios en la sociedad, han renovado el repertorio de protesta y han condicionando la agenda y la capacidad de iniciativa del gobierno25. Asimismo, estaban totalmente desvinculadas de los tradicionales partidos políticos.
En las elecciones de 2013, Marco Enríquez-Ominami se volvió a presentar, junto a otros seis candidatos alternativos a los dos bloques tradicionales. En esa ocasión, ME-O finalmente consiguió 10,51 por ciento de votos, aproximadamente la mitad de su resultado de 2009. Las elecciones de 2013 se dieron tras las masivas protestas (sobre todo) estudiantiles de 2011 y en un contexto de desafección y desaprobación de las dos coaliciones tradicionales. Sin embargo, la elección contó con la participación de la ex presidente Bachelet, que no dejó de gozar de altos índices de aprobación y finalmente ganó con amplio margen en la segunda vuelta. Futuras investigaciones podrán comparar las razones del voto por ME-O y determinar qué tan similares fueron en las dos ocasiones y si este candidato cosechó en ambas elecciones el "voto protesta", si en 2009 fue una coyuntura particular o si se logra consolidar un tercio alternativo de los votantes desencantados que buscan una alternativa.

El surgimiento de nuevos líderes que presionan (contra las viejas élites, contra la manera opaca de hacer política, contra el modo de tomar decisiones) funciona como un instrumento para la canalización del descontento ciudadano. En algún sentido, el mismo hecho de que existan condiciones para la emergencia de un liderazgo alternativo, dentro del marco del propio sistema, es a largo plazo saludable para su supervivencia. En aquellos contextos donde las viejas élites no han podido canalizar las nuevas demandas o donde no ha habido una coyuntura de oportunidad para la emergencia de nuevos liderazgos o partidos políticos, el sistema ha tenido muchas más razones para colapsar (o para que surjan líderes populistas que buscan arrasar con todo). El caso venezolano es paradigmático de esta situación.
El resultado de ese proceso (y el modo en que el mismo se materializa) depende de una serie condiciones políticas, económicas e incluso de trayectoria democrática. Por un lado, donde la desinstitucionalización del sistema de partidos viene acompañada por una crisis más general de agotamiento del sistema político (modelo), crisis económica, escándalos de corrupción, cierta permisividad del diseño institucional y de las reglas electorales y aparición de un liderazgo claramente antisistema, el proceso puede derivar en el colapso del sistema de partidos (como ocurrió en Venezuela). Por otro lado, cuando la desinstitucionalización se mantiene sólo en el ámbito de lo político, es probable que el resultado sea cierto recambio de élites, un limitado apoyo a nuevos liderazgos o a candidatos independientes que expresan ese descontento y un posible dealiniamiento y desinterés en la política por parte de los ciudadanos.
Las elecciones presidenciales chilenas de 2009/2010 se inscriben en esta segunda situación debido a la estabilidad mayoritaria de las dos coaliciones dominantes, el relativo avance económico y social, la rigidez del diseño institucional y el compromiso de los ciudadanos con la democracia representativa como mejor sistema político. La candidatura de ME-O materializó la protesta por el estilo elitista de hacer política por parte de los partidos de la Concertación, pero no supuso una crítica radical al sistema político ni formas alternativas a la política democrática (como podría ser cualquier práctica delegativa del ejercicio de la representación entorno a un liderazgo populista)27.
La naturaleza de los liderazgos que emergen en las democracias y el modo en que los ciudadanos perciben y se vinculan a sus líderes permiten comprender las raíces de esos liderazgos (y sus organizaciones partidistas) en la sociedad. Pero el surgimiento de líderes alternativos a la política tradicional en democracias consolidadas no supone que todos ellos sean populistas28. El caso de ME-O no puede ser considerado como populista. No es suficiente la crítica hacia el modo en que las élites de su partido y de su coalición toman decisiones, la amplia cobertura mediática o cierto énfasis en la persona del político como para definirle como populista. El populismo es mucho más que una crítica hacia las élites dominantes. Los líderes populistas agregan al discurso institucional crítico una serie de elementos que los diferencian de los otros tipos de liderazgos como la ausencia de la intermediación organizativa, la interpelación discursiva polarizante de unos contra otros, el discurso amigo-enemigo y la incorporación simbólica de sectores que no se sentían incluidos en la comunidad política hasta ese momento29.
El liderazgo de ME-O no abogaba contra los partidos per seni iba contra la necesidad de contar con partidos que articularan la representación democrática. Tampoco proponía eliminar a los partidos de la Concertación o de la Coalición por el Cambio. Su propuesta tenía que ver más con mejorar su funcionamiento, con una mayor transparencia en los procesos políticos y una mayor conexión con los militantes de base y con los ciudadanos. Si ME-O hubiera podido presentarse como candidato presidencial, encarnando las demandas de cambio que buscaba expresar en las elecciones de 2009 y se hubiera podido articular una candidatura de unidad en torno a los partidos de la Concertación, muchos de los argumentos en torno a la crisis de representación del sistema de partidos posiblemente no tendrían cabida.
El conflicto generado alrededor del proceso de selección del candidato oficialista resulta clave para entender la derrota de la Concertación. Supuso una coyuntura crítica que permitió la victoria de Piñera. La presentación de tres candidatos vinculados a la Concertación (Frei, ME-O y Arrate Mac-Niven) evidenció la fragmentación del electorado concertacionista, expresó la tensión entre los militantes y la dirigencia y limitó las posibilidades reales de la Concertación de mantenerse en el poder. Aun cuando cualquier actor racional en un juego de suma cero hubiera recomendado la conveniencia de encontrar un mecanismo que facilitara la negociación, los diversos jugadores maximizaron sus preferencias individuales, minando sus probabilidades de éxito electoral colectivo. Si se calculan juntos los resultados de Frei, ME-O y Arrate Mac-Niven estos obtuvieron en la primera vuelta más del 50 por ciento de todos los votos válidos. Por tanto, una estrategia de unidad hubiera beneficiado positivamente a todos los actores de la coalición oficialista.
Los resultados de la contienda presidencial confirmaron una tendencia latente de más largo plazo que se expresaba a nivel subnacional con un creciente número de candidaturas independientes y partidos nuevos y, por el otro, por los conflictos dentro de la Concertación. La falta de permisividad del sistema electoral a nivel legislativo contribuyó a que esos síntomas se expresaran en los otros niveles del sistema de partidos: el presidencial y el local. Aun cuando el criterio más utilizado para referirse a la desinstitutionalización ha sido un incremento de la volatilidad electoral agregada30, siguiendo la propuesta de Mainwaring y Scully (1995), el caso chileno muestra, por un lado, que esto no es condición suficiente y que, por el otro, se puede dar de manera separada e independientemente en los demás indicadores (Luna y Altman, 2011). Este trabajo da cuenta de la relevancia de la desafección de los ciudadanos y del desenraizamiento de los vínculos entre partidos y ciudadanos como elementos importantes para comprender la desinstitucionalización de un sistema de partidos.
Asimismo, la visibilidad de un conflicto interno de la magnitud del proceso de selección del candidato presidencial de la Concertación, precedida por varias expulsiones y renuncias de líderes partidistas, pone en evidencia la dificultad de la coalición dominante para ser permeable a las presiones de cambio y de su escasa flexibilidad para distribuir recursos entre los sectores díscolos. Este trabajo quiere llamar la atención sobre la relevancia de tener en cuenta también el modo en que funcionan las organizaciones partidistas cuando se mide la institucionalización del sistema de partidos. Del mismo modo que lo plantearon originalmente diversos trabajos, la manera en que se organizan los partidos permite entender la dinámica del sistema de partidos31. En ese sentido, y a la luz del caso de la Concertación y de los partidos que la integran, la rigidez organizativa, es decir, la oligarquización del proceso de toma de decisiones y la incapacidad para atender las presiones internas, dan cuenta de la dificultad de los partidos de representar los intereses y demandas de sus militantes y de alejarse (cada vez más) de sus votantes.
El modo en que las élites hacen política resulta clave para comprender la desinstitucionalización. La capacidad de adaptación a los nuevos desafíos o, en su caso, el silencio o la ausencia de respuesta a esos desafíos, supone retos significativos para la élite política chilena y para ambas coaliciones partidistas: la renovación de los vínculos con los votantes, la recuperación de la confianza en los partidos y la capacidad para brindar respuestas satisfactorias en término de issues y políticas públicas hacia los sectores más movilizados, se convierten en cuestiones claves para superar un proceso de desinstitucionalización creciente.

Notas

* Una versión previa de este artículo fue presentada en el V Congreso Checo de Ciencia Política, en Hradec Králové, en República Checa, los días 13 y 14 de septiembre de 2012. Los autores agradecen los comentarios de los participantes del panel donde se presentó este trabajo así como los de los evaluadores anónimos de la Revista SAAP, que ayudaron a mejorar el artículo.

1 Por una lado, la Concertación ha sido tradicionalmente conformada por el centrista Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido por la Democracia (PPD), el Partido Socialista de Chile (PSCh), los dos partidos socialdemócratas, y el Partido Radical Social Demócrata (PRSD), el más pequeño de los cuatro. Por otro lado, la derecha se articulaba en torno a la Coalición por el Cambio (antes Alianza por Chile), en la que confluyen la centroderechista Renovación Nacional (RN), de la que provenía su candidato, Sebastián Piñera, y la postpinochetista Unión Democrática Independiente (UDI).

2 Según Mainwaring y Scully (1995), un sistema de partidos está institucionalizado si se cumplen cuatro condiciones: patrones de competencia estable, raíces de los partidos en la sociedad, legitimidad de los partidos y los procesos electorales ante los ciudadanos e importancia de las organizaciones de partidos. Sin embargo, Luna y Altman (2011) afirman que las dimensiones de la institucionalización de los sistemas de partidos no están necesariamente correlacionadas positivamente. Ver también Payne et al. (2006) y Jones (2005).

3 Barómetro de las Américas, Chile, 2010, Latin American Public Opinion Project (Lapop), disponible en www.vanderbilt.edu/lapop. Agradecemos a Lapop y sus mayores contribuyentes (Usaid, PNUD, BID y la Universidad de Vanderbilt) por la posibilidad de utilizar sus bases de datos.

4 Algunos analistas advertían sobre esta tendencia ya durante la década de 1990. Sin embargo, los valores nunca fueron tan bajos y se afirmaba que era una situación más generalizada entre los países desarrollados. Ver Angell (2003).

5 La pregunta realizada es: "Independientemente de su posición política, ¿ud. aprueba o desaprueba la forma como la Concertación está desarrollando su labor?".

6 En esa cita electoral la participación superó sólo levemente el 40 por ciento de las personas habilitadas a votar. Ver "Una amplia abstención y dura derrota del Gobierno marcaron las elecciones municipales", disponible en www.cooperativa.cl/noticias/pais/politica/municipales.

7 Según algunos autores, este es el principal cleavage que guía la competencia política en Chile después del retorno a la democracia, ver Torcal y Mainwaring (2003).

8 Barómetro de las Américas, Chile, 2010, Latin American Public Opinion Project (Lapop), disponible en www.vanderbilt.edu/lapop.

9 Esto se consiguió romper en la última elección legislativa cuando un pacto electoral alternativo a las dos coaliciones tradicionales, "Chile limpio. Vote feliz", agrupado en torno al Partido Regionalista de los Independientes, ganó tres escaños.

10 Teóricamente, este alcanza el 33,4 por ciento de votos para obtener un escaño en los distritos binominales (M=2). En realidad, el listón es un poco más bajo. Ver Siavelis (2005), Altman (2006) o Dosek (2010), entre otros.

11 Los sistemas de partidos de débil institucionalización o incoactivos son aquellos donde, según Mainwaring y Scully (1995: 17), las agrupaciones partidistas tienen dificultades para vincularse con los ciudadanos, no cuentan con raíces fuertes y permanentes en el electorado ni funcionan sobre la base de reglas y estructuras razonablemente estables; existe inestabilidad de la competencia partidista y los ciudadanos manifiestan rechazo hacia las instituciones partidistas y las elecciones como mecanismo para decidir quién gobierna.

12 Ver también Rivas Leone (2006).

13 ME-O no fue el primero en abandonar a los partidos oficialistas. Durante el gobierno de Bachelet, varios líderes tradicionales abandonaron (o fueron expulsados) de las agrupaciones concertacionistas como Adolfo Zaldívar (ex-PDC), Alejando Novarro, Carlos Ominami (ambos ex-PS) o Fernando Flores (ex-PPD), entre otros.

14 Ante la imposibilidad de Bachelet de presentarse como candidata, se especulaba también sobre otros nombres como José Miguel Insulza, Secretario General de la Organización de los Estados Americanos o Ricardo Lagos, expresidente entre 2000-2006, pero ninguno contó con apoyo suficiente en las encuestas de opinión pública.

15 Escalona sostuvo que "Hemos vivido un período complicado para la Concertación, el tema de los díscolos, algunos de los cuales prosiguen anunciando candidaturas presidenciales al ritmo de grupos musicales de moda, confundiendo la política con la farándula de una manera irremediable (...) más allá de todos estos personajes anecdóticos que surgen, que creen que la legitimidad social surge del reggaetón, nosotros vamos a reclamar una vez más el apoyo de la mayoría en diciembre". Ver "Escalona reiteró críticas al 'díscolo' Enríquez-Ominami y su candidatura", disponible en: www.cooperativa.cl/noticias/pais/politica/partido-socialista.

16 Ver "Enríquez-Ominami da inicio a una nueva etapa tras renunciar al Partido Socialista", disponible en www.latercera.com/contenido/674_140747_9.shtml.

17 Ver "Partidarios de Enríquez-Ominami quieren primarias", disponible en www.lanacion.cl/partidarios-de-enriquez-ominami-quieren-primaria/noticias/2009-06-11/231439.html.

18 Como candidata, Bachelet también había intentado distanciarse de las élites partidistas. Había liderado un cambio en el seno de la dirigencia oficialista, ya que encarnaba mucho de nuevos valores que modificaban el statu quo dominante. Era mujer, divorciada, madre soltera de tres hijos, agnóstica, que había sido torturada durante la dictadura, hija de un general que había sido asesinado por el régimen autoritario de Pinochet. Bachelet había ejercido como ministra de Defensa y como tal había conseguido representar un ícono para la reconciliación nacional. Su carisma, su cercanía y su papel como ministra le había llevado a contar con un alto nivel de aprobación ciudadana.

19 Encuesta nacional de opinión pública, Centro de Estudios Públicos, de octubre de 2009. Disponible en www.cepchile.cl.

20 Barómetro de las Américas, Chile, 2010, Latin American Public Opinion Project (Lapop), disponible en www.vanderbilt.edu/lapop.

21 Barómetro de las Américas, 2010, Latin American Public Opinion Project (Lapop), disponible en www.vanderbilt.edu/lapop.

22 Ver Lewis-Beck y Stegmeier (2000) y Duch y Stevenson (2008) sobre la problemática del voto económico.

23 Ver Luna et al. (2010).

24 Ver Bunker y Navia (2009).

25 El liderazgo de ME-O concentra sobre todo la expresión en las urnas. Según los datos de Lapop, son sobre todo las personas que votaron por Arrate Mac-Niven los que han participado en los últimos doce meses en alguna manifestación o protesta pública, ver Barómetro de las Américas, Chile, 2010.

26 Un análisis más detallado de las movilizaciones durante el período presidencial de Sebastián Piñera (2010-2014) se pueden encontrar en Dosek (2012b).

27 Una discusión sobre el modo en que se genera el vínculo de representación con liderazgos populistas se puede encontrar en Freidenberg (2011).

28 Una discusión más amplia sobre esta cuestión, ver Dockendorff y Kaiser (2009).

29 Ver Freidenberg (2007: 25) para la definición del concepto de populismo.

30 Ver por ejemplo Sánchez (2008).

31 Esto se relaciona con la cuarta dimensión de institucionalización que supone que "los partidos no están subordinados a los intereses de líderes ambiciosos" y que "hay una tendencia a que los procedimientos internos del partido se hagan rutinarios" (Mainwaring y Scully, 1995: 5).

 

Bibliografía

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Anexo

Tabla 2
Operacionalización de la variable dependiente


Modelo

Variable (etiqueta)

Operacionalización
(codificación)

Categoría de referencia

Formulación de la pregunta

Código
Lapop

I

Voto en las elecciones presidenciales de 2009

0 = "Marco Enríquez-Ominami"
1 = "Eduardo Frei"
2 = "Sebastián Piñera"

1 = "Eduardo Frei"

¿Por quién votó para presidente en las últimas elecciones presidenciales de 2009?

VB3

II

Voto en las elecciones presidenciales de 2009

0 = "Marco Enríquez-Ominami"
1 = "Eduardo Frei"
2 = "Sebastián Piñera"

2 = "Sebastián Piñera"

¿Por quién votó para presidente en las últimas elecciones presidenciales de 2009?

VB3

Fuente: elaboración propia.

 

Tabla 3
Operacionalización de las variables independientes


Variable (etiqueta)

Operacionalización
(codificación)

Formulación de la pregunta

Código LAPOP

Sexo

0 = mujer; 1= hombre

 

Q1

Edad

0 = 18-25; 1 = 26-35; 2 = 36-45; 3 = 46-55; 4 = 56-65; 5 = 66+ (CR)

¿Cuál es su edad en años cumplidos?

Q2

Educación

0 = 13-18 años
1 = 9-12 años
2 = 0-8 años (CR)

¿Cuál fue el último año de educación que usted completó o aprobó?

ED

Ingreso

0 = 0 – 158,000 pesos
1 = 159,000 – 278,000 pesos
2 = 279,000 – 433,000 pesos
3 = 434,000 – 813,000+ pesos

¿En cuál de los siguientes rangos se encuentran los ingresos familiares mensuales de este hogar, incluyendo las remesas del exterior y el ingreso de todos los adultos e hijos que trabajan?

Q10

Ideología

 

No se recodifica

Cambiando de tema, en esta tarjeta tenemos una escala del 1 a 10 que va de izquierda a derecha, en la cual el número 1 significa izquierda y el 10 significa derecha. Hoy en día cuando se habla de tendencias políticas, mucha gente habla de aquellos que simpatizan más con la izquierda o con la derecha. Según el sentido que tengan para usted los términos "izquierda" y "derecha" cuando piensa sobre su punto de vista político, ¿dónde se encontraría usted en esta escala?

L1

Desempeño del gobierno saliente
(voto retrospectivo)

0 = "muy bueno" o "bueno"
1 = otras respuestas (regular-muy malo) (CR)

Hablando en general acerca del gobierno que acaba de terminar, ¿diría usted que el trabajo que realizó la Presidenta Michelle Bachelet es...?

M1A

Funcionamiento de la democracia

0 = "muy insatisfecho(a)" o "insatisfecho(a)"
1 = "satisfecho(a)" o "muy satisfecho(a)" (CR)

En general, ¿usted diría que está muy satisfecho(a), satisfecho(a), insatisfecho(a) o muy insatisfecho(a) con la forma en que la democracia funciona en Chile?

PN4

Confianza en los partidos políticos

0 = 1-4 (poca y mediana)
1 = 5-7 (mucha) (CR)

¿Hasta qué punto tiene confianza usted en los partidos políticos?

B21

* CR se refiere a la "categoría de referencia".
Fuente: elaboración propia.

 

Tabla 4
Datos de la encuesta Lapop versus resultados electorales


Candidato (Coalición)

Sebastián Piñera

Eduardo Frei

Marco Enríquez-Ominami

Encuesta (abs.)

414

287

125

Encuesta (%)*

44.70

31.00

13.50

Voto real en 1ª vuelta (%)

44.06

29.60

20.14

Diferencia
(resultados vs. encuesta)

+0.64

1.4

-6.64

* Sobre las respuestas válidas.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Lapop y de la página web del Ministerio del Interior (www.elecciones.gov.cl).

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