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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo vol.27  Mendoza Jan./Dec. 2010

 

NOTAS Y COMENTARIOS

Notas para pensar la educación como práctica política. Una mirada desde Michel Foucault

Cristina Rochetti1
Universidad Nacional de Cuyo

La educación forma parte del ejercicio del poder y la práctica política. Intentaremos dar cuenta de esta afirmación a partir del rastreo de algunas notas de los textos de Michel Foucault, en especial algunos seleccionados en torno al concepto de "biopolítica", que permitan establecer dicha vinculación.

La estrecha relación de la educación con lo político y, más precisamente, la educación como un problema político, ha tenido a lo largo de la historia distintas formas de representación.

Cualquier historia de la educación, en especial las historias de Occidente, señalan la estrecha vinculación de la política y la educación. Es recurrente encontrar relatos acerca de la paideia griega, con sus ideales de perfección y belleza, en la cual la educación tenía como función política formar ciudadanos para la polis. La polis era el ámbito del ejercicio de la verdadera libertad, entonces la educación debía transmitir aquellos saberes y prácticas que regían la vida de la misma.

El problema planteado vuelve a encontrarse, en el contexto totalmente diverso de la época moderna, donde la idea de formación del sujeto adquiere o asume la paradoja de la libertad personal y la libertad política como controversia a resolver, o mejor dicho, la tensión cobra una nueva modalidad. Alejandro Cerletti, en su libro Repetición, novedad y sujeto en la educación, señala que:

Una de las paradojas de la educación concebida por la tradición iluminista consistía en satisfacer por un lado, el objetivo de la autonomía del sujeto -servirse de la propia razón sin tutelas ajenas- y, por otro, la necesidad social de que ese sujeto sea gobernable (Cerletti, A. 2008, 14).

Si bien los ideales de la autonomía y la necesidad de gobernabilidad parecían prácticamente irreconciliables, la modernidad se esforzó por conciliar los opuestos; uno de sus efectos fue la institucionalización de la idea de formar al sujeto en el ejercicio de su libertad a través de la razón y el deber. La escuela moderna fue el correlato de estos ideales: poder de conocimiento y poder disciplinario.

Ahora bien, por más intentos a favor de fijar los límites en el ejercicio de la razón a través del deber, la paradoja vuelve a mostrar la fuerza de su tensión en las críticas a la educación desde la teoría reproductivista y de los aparatos ideológicos del Estado. Estas críticas mostraron las grietas de una crisis que hoy vuelve a poner en jaque los modos de entender esa misma institucionalidad: nuevos sujetos, nuevos contextos, diversidad cultural, social, nuevas tecnologías, nuevos saberes.

Para Alejandro Cerletti, como para muchos autores contemporáneos, la cuestión política de la educación radica en esa tensión que se produce entre conservar y cambiar, entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que una sociedad considera como valioso conservar y transmitir y el espacio o el lugar para que lo nuevo se constituya en cuanto tal. Pensar en términos de "repetición y novedad" y apuntar la mirada a rescatar o encontrar los ámbitos o las grietas por donde posibilitar la presencia de lo otro como novedoso, posiciona la cuestión política de la educación en la dupla conservar-cambiar y en las condiciones de posibilidad para que esto ocurra.

Nuestro aporte consiste en rastrear algunas notas de los textos de Foucault, en especial los seleccionados en torno al concepto de "biopolítica", que nos permiten afirmar a la educación como una práctica política, que forma parte del poder político, y que en la actualidad puede ser mirada desde la perspectiva neoliberal. En este contexto, la dupla conservar-cambiar, que hemos planteado en el párrafo anterior, puede mostrar la misma tensión que se da entre el poder político y la sociedad civil.

La educación como práctica política

Foucault, en su intento por delimitar y precisar el modo o la metodología que utiliza para acceder al análisis de sus objetos, aclara que:

[...] lo que tiene una importancia política actual es determinar con claridad cuál es el régimen de veridicción que se instauró en un momento dado: justamente aquel a partir del cual podemos reconocer ahora, por ejemplo, que los médicos del siglo XIX dijeron tantas necedades sobre el sexo (Foucault, M. 2007, 55).

Trasladar el problema de legitimidad de un planteo a la cuestión del régimen de veridicción supone instalarse en el espacio de las reglas que permitieron validar ciertas prácticas y no otras; supone dejar de buscar causas que originan el surgimiento de objetos, para moverse en el ámbito de las condiciones y las reglas que permiten que aquello oculto, invisible o indiferente al campo de la acción se torne posible de ser analizado, discriminado, domesticado, encarcelado, según sea la política de verdad que circule en la época.

Detectar regímenes, reglas o normas, establecidas en forma de sistema, con una cierta coherencia interna, que no implica su sistematización o explicitación a modo de reglamentaciones o protocolos, sino que rigen las prácticas desde aquello que está permitido, se puede o está bien hacer, exige aguzar la mirada y la perspectiva. En este sentido, parece que Foucault nos invita a mirar no las cosas en sí, ni los acontecimientos o prácticas consumadas, estáticas, sino a mirar el juego, el movimiento posibilitado por un sistema de reglas que permite la constitución o el surgimiento de un objeto, un fenómeno o una práctica que es visualizada como verdadera o falsa, permitida o no.

Esta perspectiva de los regímenes de veridicción como condiciones de posibilidad introduce la cuestión de la circulación del poder y de su ejercicio como inherente al régimen mismo, pues las reglas y el juego que ellas permiten evidencian una dinámica de estrategias de circulación del poder; en suma una política de distribución, priorización y establecimiento de la verdad.

Si entendemos la política como una práctica de la verdad, expresada en el párrafo anterior, podemos pensar la educación como una práctica política no sólo referida a las decisiones de las políticas de turno, como comúnmente se la utiliza, sino, además, como una práctica que responde a un régimen de veridicción que en una época determinada permite la visualización de ciertos acontecimientos, hechos, objetos que irrumpen como problemas, intereses, necesidades y desafíos a resolver dentro del sistema educativo. En este sentido, la cuestión planteada desde la mirada de Cerletti, donde lo político de la educación consiste en la tensión conservar-cambiar, entre tradición y novedad, se ve enriquecida, ya que si en las prácticas se visualiza la tensión que se produce entre lo nuevo y lo viejo, entre la conservación y el cambio (pensemos en las nuevas tecnologías y su impacto en las prácticas educativas), se puede rastrear qué reglas de juego, qué políticas de verdad sostienen la tensión.

Bien puede objetarse que el punto de partida de la idea de Cerletti es una lógica dialéctica a diferencia de la propuesta de Foucault, que se efectiviza dentro de una lógica de estrategias, como él mismo aclara:

Pues la lógica dialéctica hace intervenir términos contradictorios en el elemento de lo homogéneo. Por mi parte les propongo sustituir esta lógica dialéctica por lo que llamaré una lógica de la estrategia. Una lógica de la estrategia no hace valer términos contradictorios en un elemento de lo homogéneo que promete su resolución en una unidad. La función de la lógica de la estrategia es establecer las conexiones posibles entre términos dispares y que siguen dispares. La lógica de la estrategia es la lógica de la conexión de lo heterogéneo y no la lógica de la homogenización de lo contradictorio (Ibid. 62).

Sin embargo, podemos señalar que conservar-cambiar no necesariamente requiere ser visto desde la posibilidad de una superación, sino también desde las condiciones de posibilidad que permiten dicha visualización.

Entonces, la educación es un práctica política, entendida la política como política de los regímenes de veridicción que obliga a poner la mirada en las reglas que rigen el juego que posibilita la visualización de objetos, acontecimientos y procesos que antes no eran visibles y que surgen en la tensión entre lo que se quiere conservar y lo que se presenta como novedoso.

La perspectiva liberal

En el intento por rastrear los modos en que se ha establecido el arte de gobernar o de hacer política, entendida como el ejercicio y circulación del poder, Foucault señala que es posible tomar como hilo conductor la noción de "gobierno". La idea de gobierno como conducción de los individuos a lo largo de su vida, caracterizada por la imagen del pastor que conduce y vela por un rebaño en movimiento hacia una meta, es propia de las sociedades orientales e introducida por el cristianismo en Occidente. Es aplicable a la imagen del maestro, profeta, al guía espiritual, pero también circula y se efectiviza en el señor feudal y las distintas figuras con autoridad de la Edad Media.

La crisis del pastorado abre paso a una "gubernamentabilidad política por parte de un poder soberano dando surgimiento a la 'razón de estado'". Este paso marca, para Foucault, un cambio de racionalidad, o si se quiere un cambio en las reglas del juego, o en las formas de veridicción. Lo que en el pastorado sostenía el ámbito de conformación de la verdad -la sabiduría, la prudencia, la justicia, en tanto virtudes desarrolladas por el pastor, maestro, ...-, ahora son desplazadas por una nueva matriz racional que tendrá como expectativa preservar el Estado, acrecentarlo, defenderlo y fortalecerlo al interior para enfrentar los riesgos exteriores. La cuestión de acrecentar y fortalecer el Estado se vincula con la relación riqueza-población, ya que la mayor producción y circulación de bienes y, por lo tanto, de moneda, posibilitan un aumento de la población. Parece que la cuestión del aumento cuantitativo, tanto de la población como de los bienes, está directamente relacionado con el fortalecimiento de la "razón de estado". Sin embargo, la relación riqueza / población / estado pasará por distintos modos de visualización hasta percibir la población como grupo / especie que puede ser susceptible de control. Foucault lo sintetiza del siguiente modo:

Ésta [la población] no se concibe como un agrupamiento de sujetos de derechos, ni como un conjunto de brazos destinados al trabajo, se la analiza como un conjunto de elementos que, por un lado, se vinculan al régimen general de los seres vivos y, por otro, pueden dar pábulo a intervenciones concertadas (Foucault, M. 2006, 414).

El surgimiento de la idea de "población" como especie humana que puede ser controlada, gestionada, administrada a través de leyes, reglamentaciones y disposiciones gubermanentales, y que ha generado una serie de tecnologías y prácticas que ponen en evidencia nuevas formas de veridicción, nos permite pensar que la educación, en este nuevo concepto de "biopolítica", forma parte de esas prácticas. Es importante señalar que Foucault entiende por "biopolítica":

[...] la manera como se ha procurado, desde el siglo XVIII, racionalizar los problemas planteados a la práctica gubernamental por los fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas, [...] (Foucault, M. 2007, 359).

Si bien los puntos suspensivos del texto de Foucault no incluyen explícitamente las prácticas educativas, podemos pensar que las decisiones políticas sostenidas por una forma de veridicción pueden encontrar en la educación y, en este sentido, en la escuela, el ámbito propicio para la reproducción y conservación de sus prácticas. Por otro lado, es posible pensar la formación de sujetos que legitiman esas prácticas y las reglas que surgen de las formas de veridicción antes mencionadas.            

La educación de la población como una cuestión de Estado y sostenida por una "razón de estado" tuvo en la época moderna, como correlato, una escuela para educar al soberano, donde la formación del ciudadano, como dice Cerletti, se debatía entre la libertad personal y la idea de un sujeto gobernable.

Sin embargo, en El nacimiento de la biopolítica Foucault señala que el liberalismo rompe con la "razón de estado" que desde el siglo XVI se ha ocupado de acrecentar y fortalecer el crecimiento del mismo Estado. La "razón de estado" se asienta en el principio de que siempre se gobierna poco, que es posible extremar medidas para intervenir y controlar. Al contrario, el liberalismo parte de la idea que siempre se gobierna demasiado, que el Estado es un mal necesario al que hay que limitar en su ejercicio y es la sociedad, la sociedad civil, la depositaria de la legitimidad. Según Foucault:

Más que una doctrina más o menos coherente, más que una política a la búsqueda de una serie de metas definidas con mayor o menor precisión, estaría tentado de ver en el liberalismo una forma de reflexión crítica sobre la práctica gubernamental; esa crítica puede proceder del interior o del exterior, y puede apoyarse en tal o cual teoría económica o referirse a tal o cual sistema jurídico sin vínculo necesario y unívoco (Foucault, M. 2007, 363).

Esta inversión de la tensión que obliga al Estado a tener que justificar cada intervención frente a la demanda reiterada de mayores libertades civiles por parte de la sociedad, ha generado una multiplicación y diversificación de los canales por donde circula y se efectiviza el poder. Lo que antes era expresado como prácticas de resistencia en el ejercicio del poder, hoy puede visualizarse como prácticas que imponen presencia y se hacen escuchar. Pensemos en la presencia de los reclamos de los derechos de géneros, la presencia de grupos antes excluidos, las agrupaciones vecinales, barriales, los que defienden el medio ambiente o los derechos de los animales, entre otras, sin pretender con esto hacer una lista exhaustiva.

El poder disciplinario y su correlato, la sociedad disciplinada, que caracterizaban al ejercicio de la "razón de estado" hasta el siglo XIX y principios del XX, muestran -con el surgimiento del liberalismo- una nueva disposición de fuerzas. Esto no quiere decir que el disciplinamiento con sus estrategias de control sobre el cuerpo hayan desaparecido y menos aún que se hayan reciclado; por el contrario, coexisten con nuevos modos de tratamiento y control. Estas nuevas estrategias están orientadas, según Foucault, hacia la administración y gestión de los problemas que la población (de un lugar, de una institución, de un país) presenta como prioritarios con referencia a sus necesidades como grupo humano. Para Foucault:

Ahora no se trata de ajustar el gobierno a la racionalidad, el individuo soberano que puede decir "yo, el estado", [sino] a la racionalidad de quienes son gobernados, quienes lo son como sujetos económicos, y en términos más generales, como sujetos de interés -interés en el sentido más general de la palabra-, a la racionalidad de esos individuos en cuanto, para satisfacer esos intereses en el sentido general de la palabra, utilizan una serie de medios, y los utilizan como quieren: esa racionalidad de los gobernados es la que debe servir de principio de ajuste a la racionalidad de gobierno (Ibid. 357).

Volviendo a la educación, podemos pensar cómo la perspectiva liberal que caracteriza Foucault forma parte de las nuevas prácticas que se visualizan en la escuela. La cuestión de la autoridad, por ejemplo, tan debatida en este último tiempo, pone de manifiesto esta inflexión que señalamos. Ya no se habla tanto de "equipo directivo" en un colegio, como de "equipo de gestión". Esto, más allá de ser un cambio de palabras, denota un traslado del "dirigir", en tanto señalar por dónde y hacia dónde vamos, a "gestionar" en tanto propiciar los medios para que las necesidades y problemas que surgen al interior de la comunidad educativa puedan ser resueltos. Por otra parte, en este mismo sentido, podemos mencionar que uno de los objetivos fundamentales en estos "equipos de gestión" se concentra en las estadísticas, exigidas por el "equipo de gestión" inmediato superior, para establecer porcentajes de "población" estudiantil que es promovida o repitente, porcentajes de espacios curriculares más adeudados, porcentajes de alumnos que rinden en marzo, en julio, diciembre, porcentaje de la población estudiantil que abandona, y así sucesivamente.

Si dirigimos la mirada a los alumnos, podemos percibir que prácticas que podían ser consideradas como una resistencia a un poder disciplinario, hoy toman forma activa y crítica, desafiando las viejas estrategias del poder disciplinario: la introducción de las nuevas tecnologías en la escuela (celulares) ha permitido grabar y filmar situaciones que antes quedaban reservadas a la privacidad del aula, generando una exposición y sobreexposición, pues son subidas inmediatamente a la red y vistas globalmente. Las agresiones y violencia, tanto de docentes como de alumnos, forman parte de los procesos multimediales que caracterizan la cotidianeidad escolar.

Así, por una parte, la escuela reúne resabios de prácticas disciplinarias propias de un poder que tiende a concentrar y acrecentar la figura de una autoridad y, por otra, prácticas que forman parte de una crítica al exceso de gobierno e intervención y abren paso a la demanda de los propios intereses particulares y de los intereses como población. Podemos pensar esta situación como la tensión entre la conservación y el cambio que propone Cerletti, y hemos podido señalar, siguiendo a Foucault, el régimen de veridicción que lo hace posible.

Podríamos preguntarnos, entonces, a partir de las notas alcanzadas: ¿cuál es la nueva racionalidad que transita los procesos de subjetivación que se gestan al interior de las prácticas educativas? Estos nuevos modos de intervenir ("gestión", "nuevas tecnologías", etc.), ¿responden a una crítica similar a la realizada por el liberalismo a la "razón de estado"? ¿Es posible, a partir de estos elementos de análisis, pensar y proponer nuevas prácticas educativas o simplemente podemos dar cuenta de lo que pasa?

Nota

1- Docente e investigadora en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. <cristinarochetti@yahoo.com.ar>

Bibliografía

1- Cerletti, Alejandro. 2008. Repetición, novedad y sujeto en la educación. Buenos Aires: Del Estante.         [ Links ]

2- Foucault, Michel. 2006. Seguridad, territorio y población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

3- Foucault, Michel. 2007. El nacimiento de la biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

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