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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo vol.29 no.2 Mendoza Dec. 2012

 

DOSSIER

 

Francisco Romero: América en el diálogo epistolar

Francisco Romero: America in the Epistolary Dialogue

 

María Marcela Aranda1

Universidad Nacional de Cuyo

 


Resumen

El epistolario del filósofo argentino Francisco Romero (Sevilla, 1891 - Buenos Aires, 1962) con colegas y discípulos de Chile y con extranjeros afincados voluntariamente o no en ese país, constituyó una notable red intelectual en torno al conocimiento de América, entre 1934 y 1962. La construcción del americanismo filosófico fue una de las preocupaciones aglutinantes, y las reflexiones que se produjeron se entroncaron con las circunstancias políticas, ideológicas, sociales, culturales y económicas de cada uno de sus miembros.

Palabras clave: Francisco Romero; Chile; Diálogo epistolar; Americanismo filosófico.

Abstract

The correspondence of the argentine philosopher Francisco Romero (Seville, 1891 - Buenos Aires, 1962) with colleagues and disciples of Chile and foreign voluntarily or not settled in that country, constituted a remarkable intellectual network in the knowledge of America, between 1934 and 1962. The construction of Philosophical Americanism was a central concern, and reflections that occurred were connected with political, ideological, social, cultural and economic circumstances of each member.

Keywords: Francisco Romero; Chile; Epistolary Dialogue; Philosophical Americanism.


 

Mi biografía es mi trabajo

Francisco Romero, carta 20 de diciembre de 1949

Consideraciones preliminares

Las cartas remiten con frecuencia a las vivencias e intentan objetivar aquello que aconteció, lo que está sucediendo y lo que está por venir (May, G. 1991). Se emparentan con la literatura autorreferencial, pues el autor vuelca en el "diálogo" con su destinatario, las experiencias sensibles y prácticas de su vida cotidiana. El lenguaje es vehículo de transmisión y es mediador entre autor y texto y entre texto y lector. En efecto, las cartas expresan de manera sensible el tono de una época, los aciertos y desaciertos de los espíritus que las escriben y que comparten un lenguaje y una cosmovisión, dentro del cual pueden proyectar con fuerza vanguardista los ideales de la época. Por eso llegan a constituir redes intelectuales que emergen como respuesta novedosa frente a las urgencias de los tiempos que viven. Se trata entonces de una lectura de la experiencia, del recuerdo y la conciencia de los hechos (Gusdorf, G. 1991).

El epistolario del filósofo Francisco Romero es expresión clara de la construcción de una notable red intelectual con colegas y discípulos de Estados Unidos y de países de América Latina y Europa. En particular, se busca conocer y caracterizar los temas predominantes en esas redes que Romero mantuvo con coetáneos y contemporáneos de Chile o de otros países europeos o americanos, de paso o estadía en ese país. En especial, en algunos nombres de la filosofía nacional, sean ellos mismos chilenos o de origen europeo y americano, por causa del exilio o por afincamiento voluntario en ese país; entre ellos: Mario Ciudad Vásquez, Edmundo Concha, Humberto Díaz Casanueva, Armando Donoso, Ramón de la Serna, Amanda Labarca, José Medina Echavarría, Enrique Molina, Simón M. Neuschlosz, Augusto Pescador, Waldo Ross, Udo Rukser, Santiago Vidal Muñoz, Félix Schwartzsmann, Arturo Torres Rioseco y Juan de Dios Vial Larraín.

La lectura y análisis de las cartas permite dialogar con las circunstancias históricas, sociales e institucionales en las que se inscribieron estos corresponsales; así como contextualizarlas en el marco de la historia de las ideas, en especial desde el concepto de historia definido por Romero. El hombre, aseguraba, es el espíritu que busca en libertad "lo que debe ser y lo que vale"; y la historia es:

[...] la conquista progresiva de la libertad, la lucha contra la opresión de la naturaleza que nos rodea y contra la tiranía de los motivos culturales que anidan en el hombre mismo [...]: la ignorancia, la violencia, el egoísmo (Romero, F. 1947, 151).

Las ochenta y nueve cartas analizadas están fechadas entre los años 1934 y 1962. Pero hay años en los que no se registra correspondencia: 1935, 1936, 1953, 1957 y 1959. Estos silencios son significativos desde el punto de vista personal y desde lo político-ideológico, en cuanto fueron años marcados por las secuelas de la crisis económico-financiera mundial y con diferentes experiencias políticas y sociales en América Latina: la alternancia de gobiernos democráticos y dictaduras; la radicalización del debate ideológico, el surgimiento del peronismo, el gobierno del Frente Popular en Chile, entre ellos. Otro dato importante es la nacionalidad de las personalidades con quienes Romero mantuvo contacto epistolar: Donoso, Díaz Casanueva, Molina, Ciudad Vásquez, Ross, Vidal Muñoz, Labarca, Schwartzsmann, Torres Rioseco, Concha y Vial Larraín son chilenos. Entre los extranjeros, hay españoles (Medina Echavarría, Pescador), un húngaro (Neuschlosz) y un prusiano (Rukser).

Cada caso tiene sus particularidades. Pescador, por ejemplo, recaló en Chile tras un intenso paso por la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia). Neuschlosz se destacó en la Facultad de Medicina de Rosario (Argentina), antes de llegar a la Universidad de Chile. Díaz Casanueva trabajó junto a Mariano Picón Salas en el Instituto Pedagógico Nacional El Paraíso, de Caracas. José Medina Echavarría vivió primero exiliado en el Distrito Federal, México, donde impulsó la sociología latinoamericana.

El locus y la filiación institucional y profesional de los corresponsales de Romero ayudan a revelar el tenor del intercambio. No todos escribieron desde la capital santiaguina. Enrique Molina escribió desde Concepción, donde ejercía como rector de la Universidad que él fundara. Labarca lo hizo desde su experiencia docente en la Escuela de Temporada (de Verano) de la Universidad de Chile; Vial Larraín en la Universidad Católica y las últimas cartas de Pescador proceden de la Universidad Austral de Valdivia. Mientras que la misiva de Torres Rioseco está timbrada en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos de Norteamérica. Las cartas de Romero desde Martínez, Buenos Aires.

Estas circunstancias permiten comprender el tipo de colaboración que existió entre los escritores, sus intencionalidades, sus lugares de interpelación al otro. Alternaron sus tareas académicas con inquietudes de la crítica literaria, el periodismo, el editorialismo, la medicina, las artes plásticas, la defensa de los derechos de la mujer y el libre acceso a la igualdad de posibilidades; por ejemplo, Ciudad Vásquez, Concha, Donoso, de la Serna, Labarca o Vidal Muñoz. Hubo filósofos, abogados, sociólogos, literatos, epistemólogos y antropólogos; en su mayoría ejercieron la docencia universitaria y representaron a Chile ante organismos internacionales (ONU, UNESCO, CEPAL). Otros se afincaron en el exterior y visitaron esporádicamente Chile, como Waldo Ross.

Se trata, entonces, de un universo variado, cuyo capital cultural es densamente considerable. Como se analizará más adelante, ello es notorio en los intercambios de Romero con de la Serna, Molina, Donoso, Pescador, Díaz Casanueva y Vidal Muñoz.

Los itinerarios vitales en el contexto histórico

Dado que la mayoría de los autores son chilenos y que las cartas analizadas se han escrito entre los años 1934 y 1962, es preciso enmarcar este análisis en la época que, en términos históricos, América Latina está "en búsqueda del nuevo equilibrio", después de la crisis de 1929, que se sintió sobre el sistema social, económico y político-ideológico e impactó al interior de cada país. (Halperín Donghi, T. 2008, 371). Más tarde, el contexto mundial occidental se sacudiría con guerras y experiencias totalitarias político-ideológicas: el ascenso del nazismo y fascismo, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y el posterior reordenamiento bipolar de la Guerra Fría. Todos estos eventos influyeron directa o indirectamente sobre América Latina, sea como refugio para los exiliados políticos, o escenario de reflexión de propios y extranjeros para la resignificación del Continente en la percepción mundial.

Debido al desprestigio de las élites políticas y las dudas sobre la viabilidad del modelo agroexportador, se agudizaron los conflictos sociales y se favoreció la aceptación social de regímenes autoritarios, civiles y militares. Se sucedieron alzamientos cívico-militares exitosos en la Argentina (1930), Chile (1932, revolución militar socialista), Uruguay (1933), Brasil, Perú, Guatemala, El Salvador y Honduras. Los años 30 expresaron la sintomatología social de una crisis de dependencia, distribución, participación y legitimidad del poder político y de identidad que se conjugó en un proceso que reclamaba cambios al Estado liberal y que activó la polarización social (Girbal Blacha, N. 2002; Ansaldi, W. 2001).

Hubo diferentes alternativas políticas en América Latina. El Partido Comunista se organizó en Brasil, Chile, Cuba, Argentina, Colombia y Venezuela. El gobierno populista de Lázaro Cárdenas en México y la experiencia aprista de Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, se autodenominaron alternativa revolucionaria. La corriente ideológica de derecha, bajo signo católico y/o fascista, reorientó los existentes integralismo brasileño y sinarquismo mexicano. Surgieron alianzas policlasistas entre empresarios y trabajadores, enfrentados al tradicional predominio agrícola, y con intereses de clases proclives al conflicto, que fortalecieron el liderazgo carismático y el ejercicio autoritario del poder, pues estos regímenes requerían estabilidad y bonanza económica (Getulio Vargas en Brasil en los años 30, y en los 40, Juan D. Perón en la Argentina).

En respuesta a la crisis económica, América Latina apostó al desarrollo basado en la industrialización sustitutiva, que fue relativamente exitoso, al menos hasta los años 60 y en países grandes, como Argentina, Brasil y México. Los efectos sociales fueron complejos. Por un lado, la nueva burguesía industrial desafiaba a la dirigencia política tradicional. Por otro, creció el número e importancia de trabajadores urbanos, cuya tradición de lucha por derechos sindicales, fue retomada por los políticos para estimular y controlar a las organizaciones obreras.

Además, en México, Chile y Bolivia se discutió sobre la reforma agraria, es decir, la propiedad y explotación de la tierra. También se radicalizó el debate político-ideológico entre izquierdas y derechas y creció el peso político de los partidos obreros, pero no se tradujo en transformaciones cualitativas en el funcionamiento del sistema político, debido a la incompatibilidad entre la creciente presencia obrera y las exigencias del modelo de acumulación (de Riz, L. 1979; Halperín Donghi, T. 2008).

En Chile, se adoptó la política frentista sugerida por la Tercera Internacional (Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, 1938-1941); y le siguieron las administraciones radicales (Juan Antonio Ríos, 1942-1946 y Gabriel González Videla, 1946-1952), la experiencia "populista" de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958) y el gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964) (Drake, P. 2002; Muñoz Gomá, O. 1986). En 1948 se sancionó la ley para la defensa permanente de la democracia, que ejerció la censura y proscripción del Partido Comunista y obligó al exilio a figuras de la cultura nacional (por ejemplo, el senador Pablo Neruda).

Por otro lado, desde los años 50 creció en la región la influencia del pensamiento económico de los organismos internacionales, en especial la Comisión Económica para América Latina-CEPAL, cuya eficacia ideológica debe sopesarse recordando que su aporte en el orden de las ideas sobrepasó los marcos académicos y transformó esos estudios en ensayos históricos, en programas de partidos y gobiernos y en elementos de análisis de los organismos internacionales (Neiburg, F y M. Plotkin, 2004; Jobet, J. 1955; Ramírez Necochea, H. 1969; Pinto Santa Cruz, A. 1959; Ahumada, J. 1958; Silva Vargas, F. 1974).

En tanto, el paradigma del Estado de bienestar, impuesto en varios países de América, tuvo sus peculiaridades en la Argentina. Entre 1930 y 1943, fue sustitutivo y restaurador de la política conservadora; entre 1945 y 1955, fue nacional y popular, garante de los derechos sociales otorgados en años anteriores y, finalmente, desarrollista entre 1958 y 1966, cuando profundizó la industrialización con lógica concentradora favorable al capital extranjero, antes que una lógica distribucionista a favor de toda la sociedad.

Los dos últimos períodos fueron importantes en la vida personal y profesional de Francisco Romero, sobre todo por la proscripción partidaria y sindical y por la inestabilidad político-institucional que marcaron el segundo. Las mayorías populares fueron excluidas del Estado y reemplazadas por sectores militares, empresariales y sindicales afines. Las fuerzas armadas -gendarmes de la doctrina de la seguridad nacional- se afianzaron como custodios del orden constitucional con rasgos antidemocráticos y esto provocó antagonismos en la sociedad argentina, que derivó en la derogación de la constitución peronista de 1949 y el restablecimiento de la Carta de 1853. Luego de la renuncia de Arturo Frondizi (1962), fueron elegidos Arturo Illia y Carlos Perette, de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Pero fue un gobierno institucionalmente frágil, por la oposición del peronismo, los militares y los sindicatos, y por la falta de apoyo del propio partido liderado por Ricardo Balbín.

En el epistolario de Romero y sus corresponsales se observa el afán por cultivar perfiles académicos y profesionales comprometidos con el quehacer político y cultural de la región. El filósofo y editor Mario Ciudad Vázquez (Santiago, n. 1915), formado bajo la guía de Enrique Molina, había enfatizado la responsabilidad ético-social del filósofo. El espesor cultural y social adquirido por Humberto Díaz Casanueva (Santiago, 1907-1992) en su vida diplomática y sus vinculaciones con intelectuales contemporáneos (Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Pablo de Rocka), le llevaron a militar en defensa de la descolonización y contra el apartheid en Sudáfrica, tras vivir el ascenso del nazismo. Armando Donoso (Talca, 1886-Santiago, 1946) abordó el pensamiento y la cultura de América Latina desde el ensayo, el periodismo y la crítica literaria (Zig-Zag, Pacífico Magazine, El Mercurio). Integró el Grupo de los Diez y fue cercano al arielismo; entrevistó a personalidades chilenas de la época (José T. Medina, Crescente Errázuriz, Enrique Mac Iver, Gonzalo Bulnes); y en 1914 integró el jurado que premió los "Sonetos de la muerte" de Gabriela Mistral.

Udo Rukser (Posen, Prusia Oriental, 1892-Quillota, 1971) se refugió en Chile en 1939, escapando del nazismo. Era abogado especialista en derecho internacional y académico de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Se interesó por la influencia nietzscheana en el arte y la literatura iberoamericanos, y editó junto a Albert Theile una revista literaria de emigrantes (Deutsche Blätter, 1943-1946), para movilizar a la opinión pública a favor de la lucha española.

El filósofo y abogado Enrique Molina (La Serena, 1871-Concepción, 1964) fue docente y rector de liceos y de la Universidad de Concepción y ministro de Educación Pública entre 1947 y 1948. Su teoría ético-estética -ethos de la cultura americana y chilena- buscaba el equilibrio entre la utilidad y la proyección de los cambios sociales, psicológicos y culturales. Esa cultura integral era condición y tarea de la conciencia libre y temporal que el individuo lograba al interactuar en sociedad. Juan de Dios Vial Larraín (Santiago, n. 1924), abogado y filósofo, se orientó hacia la construcción cartesiana del saber, desde la unidad de infinitas experiencias y su dinamismo metafísico. En los años 70 fue delegado de Chile ante la Asamblea de la OEA y miembro del Comité Interamericano de Cultura.

José Medina Echavarría (Castellón de la Plana, España, 1903-Santiago, 1977) fue exiliado del republicanismo español. Primero estuvo en México (1939), donde su compatriota José Gaos ya era un referente intelectual y el presidente Cárdenas promocionaba la apertura de la Casa de España (1938), luego El Colegio de México (1940), a instancias de Daniel Cosío Villegas y Alfonso Reyes. Con su enfoque sociológico del destierro estudió la vigencia de las instituciones democráticas en América Latina desde los años 50 (Fondo de Cultura Económica, 1939-1944). Dirigió la Escuela de Sociología de FLACSO y trabajó en la CEPAL en Santiago.

Edmundo Concha (Temuco, 1918-Santiago, 1998) fue ensayista, crítico literario y columnista de Las Últimas Noticias (1947-1961) y El Mercurio (1961-1998) y profesor en el Departamento de Técnicas de la Comunicación en la Universidad de Chile, donde escribió en la revista Anales. Además colaboró en Atenea. La Academia Chilena de la Lengua lo premió en 1985 por el manejo exquisito, sintético y agudo del lenguaje. También fue dibujante técnico de la Dirección General de Obras Públicas y jefe de relaciones públicas de ENDESA (1951).

En este universo se destacan las cartas de la pedagoga, crítica literaria, escritora y diplomática Amanda Labarca (Santiago, 1886-1975). En las huellas identitarias de su lucha es clara su pertenencia a la emergente clase media, su resistencia al orden conservador, la militancia en el Partido Radical y en corrientes feministas, vinculándose con organizaciones y publicaciones favorables a la educación y el voto de la mujer y contra el cohecho. Los presidentes Arturo Alessandri Palma y Aguirre Cerda apoyaron su afán para lograr la equiparación de las mujeres en el Código Civil. Coordinó la sección Estatus de la Mujer ante la ONU (1946); y fue la primera mujer latinoamericana en ocupar una cátedra en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile (1964).

Ramón de la Serna (Valparaíso, 1894-Santiago, 1969) estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. En los años 20 fue corresponsal de los diarios madrileños El Sol y La Libertad en Alemania, donde se contactó con grupos literarios berlineses de vanguardia. Regresó a España como traductor de textos alemanes (Jung, Spranger, Burkhardt, Vossler). Tras la Guerra Civil se trasladó a Chile, donde continuó con sus traducciones y escritos literarios y colaboró en El Mercurio.

El médico especializado en física biológica Simón M. Neuschlosz (Budapest, 1893-Santiago, 1950) había pasado por varias universidades europeas antes de recalar en la Universidad Nacional del Litoral, Argentina, entre 1924 y 1943. Su discusión con Romero se centró en la formación intuitiva del conocimiento, según el positivismo y el kantismo.

El abogado y filósofo Augusto Pescador (Orihuela, Alicante, España, 1910-Santiago, 1987) alternó la docencia con la representación oficial de su país ante gobiernos europeos. En 1939 se instaló en Bolivia y cinco años después fundó la Facultad de Filosofía y Letras. Tras la revolución universitaria de 1954 se dirigió a la Universidad de Concepción. Defendió el americanismo y el valor del espíritu colectivo como fuente de lo histórico, pero objetivado en el lenguaje, derecho, política, ciencia, moral, religión, costumbres, formas de vida, etc., que el pueblo y el tiempo habían formado.

El filósofo Waldo Ross (Santiago, n. 1916) vivió principalmente en Europa y Canadá. En su idea de un universo múltiple y discontinuo, la existencia iberoamericana estaba fundada en el aporte español y la reacción del europeo frente a la enormidad de la naturaleza americana. El yo se liberaba en búsqueda de sí mismo, concibiendo a la libertad como unión espacial de la naturaleza indómita y nutricia. Félix Schwartzsmann (Santiago, n. 1915) también incursionó en la dimensión geográfica de América Latina, pero entrecruzando las distintas ramas del conocimiento: antropología filosófica, teoría del arte, sociología, física cuántica y epistemología. Participó del proceso de reforma de la Universidad de Chile y dirigió su Revista de Filosofía. También fue linotipista y dirigente sindical (1938 -1949). Desde 1935 se contactó con la Argentina a través de Romero y del lingÜista Raimundo Lida. Concibió al hombre y la otredad en América Latina a partir de valoraciones opuestas del desarrollo histórico y cultural; y ese todo, que es la soledad del otro, expresa la relación urgente y densa que el americano siente por la naturaleza2. Otro historiador de la cultura fue Arturo Torres Rioseco (Talca, 1897-Berkeley, California, 1971). Enseñó en universidades de Estados Unidos y América Latina. Fundó el Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana y dirigió la Revista Iberoamericana(Pittsburgh). El "chileno universal", según Gabriela Mistral, se vinculó a la Poetry Society de Nueva York, y algunos de sus miembros -Amado Nervo y Pedro Henríquez Ureña-, lo invitaron a la Escuela de Verano de México, junto con José Vasconcelos, Gabriela Mistral y Antonio Caso. En su obra se aprecian diferentes niveles de análisis: por períodos, épocas o movimientos; y por evolución de un género, tema, estilo, corriente de ideas e historia literaria de un país, por las relaciones interculturales y notas sobre autores y libros.

Por último, el artista plástico y filósofo Santiago Vidal Muñoz (Santiago, 1918-1996) enfatizó la relación entre filosofía, ética y arte en la formación profesional universitaria. Se abocó a la historia de las ideas y la sociología del saber en Chile, pues le interesaban las experiencias radicales, sociales, culturales y espirituales del hombre. Ahondar en la conciencia americana era superar la asimetría entre la preferencia por lo europeo y el debilitamiento del proceso autóctono, para indagar por lo propio y desde lo propio en problemas universales y determinados cultural e históricamente, en especial el humanismo integrador de la mujer.

Las cartas

Dice Francisco Romero que la verdad del conocimiento se logra por su conformidad con la realidad objetiva; y que para indagar en el hombre, hay que penetrar en las estructuras que éste crea y transforma en su propio ambiente (Jalif de Bertranou, C. A. 1980). El análisis del epistolario refleja esos quehaceres, visibilidades e invisibilidades de sujetos individuales que intercambiaron ideas, sensaciones y apreciaciones, inmersos en contextos socio-históricos específicos. En carta a Enrique Molina, Romero elogiaba el lugar fundacional del chileno en la filosofía iberoamericana, debido a "su acción universitaria y cultural", y que está plasmada en una comunicación hecha a la Academia de Ciencias de Buenos Aires sobre "La filosofía iberoamericana, panorama y perspectivas" (10 de septiembre de 1941)3.

Las cartas pueden analizarse considerando diferentes criterios, que al combinarlos, permite acercarse a la complejidad de la escritura y recepción de la correspondencia que es objeto de estudio. El primer criterio se enfoca en el escritor y su lugar de pertenencia geográfica, social e institucional. Otro criterio atiende al fondo de las cartas, es decir: a) los temas de investigación desarrollados por los protagonistas; b) la comunicación de libros y revistas editados o en proceso inminente de serlo; c) la recurrencia de los temas filosóficos que ocupaban a Francisco Romero y sus colegas y amigos, y también sus ausencias; y d) el tono personal e intimista. Finalmente, un tercer criterio enfatiza su contextualización y su relación con la teoría y la praxis filosófico-ideológica de los autores.

En cualquiera de estos criterios, el análisis debe resolver e incorporar dos cuestiones relacionadas con la perspectiva de la Historia de las Ideas. La primera de ellas refiere a la dimensión sincrónica y diacrónica y considera la frecuencia y duración en el período señalado de la correspondencia. La segunda cuestión -ya dilucidada- ofrece un breviario biográfico de los personajes mencionados para entender las vidas intelectuales.

Se observa que, en general, la correspondencia ocupa breves e intermitentes lapsos: una década o dos. Por ejemplo, los intercambios con Donoso, Díaz Casanueva, Neuschlosz, Medina Echavarría, Ross, Labarca, de la Serna, Schwartzsmann, Ciudad Vásquez, Torres Rioseco, Concha, Rukser, Vial Larraín. Pero en otros casos, el contacto fue asiduo y permanente a lo largo de las cuatro décadas; tal ocurre con Vidal Muñoz, Molina y Pescador (las cartas con este último son mayoría en el universo estudiado).

En todas las cartas, se manifiesta la actitud amistosa del argentino con la sociedad chilena. A Amanda Labarca le revela su admiración por el país y su gente, que había visitado en 1943, y que compartía con Ortega y Gasset, "quien de regreso de su estada ahí me dijo que era ese uno de los poquísimos países donde todavía era agradable vivir" (31 de agosto de 1949).

Otro ejemplo de esta actitud es la repercusión de su pensamiento en las asociaciones científicas. Muchos autores que se cartearon con Romero lo hicieron desde una pertenencia institucional; por ejemplo, Mario Ciudad Vásquez, director de la Revista de Filosofía de la Universidad de Chile, lo invitó a colaborar con artículos y notas de la Cátedra Alejandro Korn, que el argentino dirigía en el Colegio Libre de Estudios Superiores en Buenos Aires y éste le correspondía con afecto:

El designio de crear la Revista de Filosofía fue ya una gran cosa, y la realización es también excelente, como puedo apreciar por el primer número. Reciban todos los señores colegas, y usted especialmente como Director, mis felicitaciones muy cordiales, personales y en nombre de la Cátedra A. Korn. En la revista del Colegio, Cursos y Conferencias, saldrá nota. [...]. Me agradaría colaborar en la Revista. Acaso tenga listo dentro de un par de meses un trabajo titulado "El problema de las categorías de Renouvier", sólo apto para una publicación especializada como la de ustedes (18 de septiembre de 1949).

Ese mismo año, Enrique Molina le comunicaba que la Sociedad Chilena de Filosofía lo había elegido miembro honorario y lo invitaba a dictar cursos "considerando su valiosa y fecunda labor filosófica, de importancia continental y mundial", además del apoyo moral y la cooperación hacia la institución (Santiago, 26 de agosto de 1949). Romero aceptaba y recalcaba el esfuerzo de sus colegas, pues representaba un estímulo "fervoroso y constante" en el sentido de propender a la extensión y profundización de los estudios filosóficos en Iberoamérica, en nuestra América, una e indivisible en esto como en tantas otras cosas" (cursivas nuestras, 31 de agosto de 1949).

El argentino quería resignificar la filosofía iberoamericana en una perspectiva internacionalista, y en carta a Armando Donoso le comunicaba que Molina había sido designado representante de Chile en el comité de la Cátedra A. Korn y le informaba la iniciativa de Alfredo Palacios sobre el congreso de universidades latinoamericanas en La Plata "con sentido y alcance simultáneamente universales y americanos" (cursivas nuestras, 26 de diciembre de 1942).

Entendía que los americanos y extranjeros afincados por diversas circunstancias en la región, estaban incluidos en este plan continental; en especial los exiliados por motivos políticos a partir de los años 30. Cuestión que se debía quizás a la afinidad telúrica con España y sentir como propias las heridas de la Guerra Civil, o a una concepción amplia de la cultura iberoamericana, que reconocía el acervo ibérico. Esto se materializó en la Cátedra Korn; en un esfuerzo análogo, a su juicio, con la labor de la Biblioteca Filosófica proyectada por la editorial Losada (carta a Enrique Molina, 8 de mayo de 1941). Así le encargaba al español José Medina Echavarría:

[...] hacer un archivo de cuantos filosofan en América, [...] necesitamos todos los datos de actividad intelectual, cursos, publicaciones, etc. [...] hable de esto con los colegas españoles, [...] (para que me remitan) toda la información [...]. Todo esto entra dentro de cierto plan de política cultural. Necesitamos por imperio de la hora lograr la coherencia espiritual de América, y esto no se logra con discursos de banquete. Hay que trabajar por equipos (cursivas nuestras, 22 de agosto de 1940).

Según Romero, el creciente interés por la historia de las ideas filosóficas en América Latina, hacia los años 40, señalaba la madurez de la conciencia de la región y la indagación sobre la peculiaridad del "hecho americano". Le expresaba a Enrique Molina su afán por realizar la tarea del "americanismo filosófico, fundada en mi convicción del porvenir y trascendencia de los estudios filosóficos en nuestra América" (cursivas nuestras, 8 de mayo de 1941).

Era necesario superar el autodidactismo y avanzar en el crecimiento de las carreras de filosofía, publicaciones especializadas, debates públicos, traducciones y contactos permanentes entre especialistas de la región (Zea, L. 1983). Pero también concebía el ejercicio de la filosofía como función de la cultura en América Latina. Así le manifestaba a Pescador, decano de la Escuela de Filosofía y Letras de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Mayor de San Andrés. Tras lamentarse de "la insegura situación argentina", celebrabala creación de escuelas o facultades de filosofía en Montevideo (Vaz Ferreira), Guatemala (Juan José Arévalo), Bogotá, Paraguay y Venezuela, a las que veía como:

[...] seguro inicio de la madurez que va alcanzando la cultura en estos países [...]. Es de desear que estas Facultades inicien relación entre sí, [...], intercambio de publicaciones, informes y personas. Aunque conceptúo muy importante el de profesores, me parece todavía más el de estudiantes. [...]. Todo esto es alentador y sistemático por su paralelismo (cursivas nuestras, 29 de noviembre de 1945).

Santiago Vidal Muñoz confirmaba el entusiasmo de Romero, y advertía sobre las dificultades del trabajo filosófico en Chile y la escasez de publicaciones especializadas:

La amplitud de criterio para enfocar cuestiones sociales, psicológicas, educacionales, religiosas, etc. es evidente, [...] ha contribuido a esto el creciente intercambio cultural de diversos órdenes entre nuestros países y, sobre todo, el proceso de ósmosis más racional y sometido [...] a crítica de las contribuciones filosóficas europeas y norteamericanas. Falta, sí, aún, la coordinación en escala continental de los estudios filosóficos en la región americana [...] porque la realidad de nuestros países no constituye parcelas aisladas, sino una totalidad con orígenes comunes y destino también común. Nuestro mundo contemporáneo, creo, en ningún dominio de la cultura, ya admite la independencia, el aislamiento (cursivas nuestras, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1954).

Pero dos décadas antes Donoso ya se preocupaba del mutuo desconocimiento de los trabajos de los colegas americanos (por ejemplo, la revista argentina Humanidades, remitida por Ricardo Levene), en contraposición al envío de material desde Alemania o Inglaterra (Santiago de Chile, 24 de agosto de 1934). Igualmente apoyaba el americanismo nacido y consolidado en la fraternidad amistosa y académica, antes que en conveniencias políticas coyunturales:

Realice usted la generosa idea que se propone, de una agrupación de amigos de América, ajena a toda razón oficial y a todo protocolo pueril. [...]. Con Pedro Henríquez Ureña, para mí uno de los valores más firmes de América, usted podría echar las bases de [...] esa necesaria vinculación espiritual interamericana, forjada a espaldas de legaciones y embajadas (cursivas nuestras, Santiago de Chile, 24 de agosto de 1934).

Por su parte, Díaz Casanueva, que en los años 40 colaboró con Mariano Picón Salas en el Instituto Pedagógico Nacional El Paraíso, de Caracas, exaltó la proyección americanista de las obras y el magisterio de Romero en Venezuela, y el impacto de su labor editorialista en la Colección Biblioteca Filosófica de Losada. Tras solicitarle un ensayo inédito para colaborar en la Revista Nacional de Cultura, afirmaba que "a mis estudiantes recomiendo siempre las ediciones Losada" (Caracas, 12 de marzo de 1940).

En carta a Vidal Muñoz, Romero se entusiasmaba por la expansión de las redes intelectuales de colegas y discípulos entre los países americanos: Risieri Frondizi y Adolfo P. Carpio en Puerto Rico, Medardo Vitier y H. Piñera Llera en Cuba, J. Cruz Costa en São Paulo, Francisco Miró Quesada en Perú, Leopoldo Zea y Eduardo Nicol en México, Domingo Casanovas y J. D. García Bacca en Venezuela, Jaime Jaramillo Uribe en Colombia, Arturo Ardao en Uruguay, Andrés Avelino en Santo Domingo, Augusto Pescador y M. Kempff Mercado en Bolivia (aunque ambos dejaron sus cátedras por cuestiones político-universitarios en ese país, y el segundo se exilió en São Paulo) y Ricardo Resta y Ricaurte Soler en Panamá. Este esfuerzo se coronaba con el progreso del editorialismo filosófico en América Latina: Dos etapas del pensamiento en Hispanoamérica (L. Zea, 1949), La formación de la mentalidad mexicana, 1910-1950 (P. Romanell, 1954), La filosofía en Argentina (L. Farré, 1955), Espiritualismo y positivismo en el Uruguay (Ardao), La lógica (Miró Quesada), La aparición y El sentimiento de la vida cósmica (Iberico), Pensamiento panameño y concepción de la nacionalidad en el siglo XIX (Ricaurte Soler) (cartas a Santiago Vidal Muñoz, 20, 25 y 27 de setiembre de 1954).

Sin embargo, la percepción de algunos autores chilenos sobre el desarrollo de la filosofía en su propio país, se contraponía al optimismo de Romero. Díaz Casanueva instaba a viajar al argentino y advertía:

[...] Chile es un país interesante y desesperado desde su paisaje hasta el interior del hombre. [...]. El actual rector de la Universidad (de Chile) es un hombre joven (Juvenal Hernández Jaque, 1933-1953) que también quiere remover este ambiente [...]. Chile es un país con mucha intemperancia y dificultad para la preocupación filosófica y aquí uno se ve forzado a [...] trabajar en tono múltiple [...]. (Santiago de Chile, 20 de diciembre de 1937).

¿No piensa venir alguna vez a Chile? Si la próxima lucha presidencial -que es decisiva para Chile (referencia a las elecciones que dieron el triunfo al candidato del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda)- se resuelve a favor de la cultura, creemos [...] que un remezón de la Universidad tendríamos que darlo con el consejo y la ayuda de grandes amigos extranjeros como Ud. (Santiago de Chile, 8 de junio de 1938).

Waldo Ross también se quejaba de que en Chile, "las editoriales no se interesan en publicar libros filosóficos" (Viña del Mar, 12 de septiembre de 1947). Y comentaba favorablemente la formación de estudiantes argentinos que asistían a su curso de "Introducción a la Metafísica", confirmando los esfuerzos de la universidad chilena para sintonizar con sus similares iberoamericanas (Viña del Mar, 3 de febrero de 1950).

Santiago Vidal Muñoz, en tanto, pedía orientación a Romero en lo referente a estatutos, reglamentaciones y métodos de trabajo de las sociedades científicas argentinas, en especial el interés en fundar una Sociedad de Estudios Filosóficos en Chile, a pesar de que "siempre hay que lidiar con la dejación y la lentitud con que trabajamos muchos latinoamericanos" (Santiago de Chile, 15 de mayo de 1948). Coincidía con el argentino que en Iberoamérica predominaban formalismos e intereses personalistas que atentaban contra el éxito de estas actividades. Según Vidal Muñoz:

[...] lograremos vencer la inercia del medio, las suspicacias y los intereses adversos a estas iniciativas sanas. [...]. Somos cómodos y autosuficientes. Los trastornos que hubo tiempo atrás en relación con la 'reforma universitaria' y sobre todo de la Facultad de Filosofía, dividieron al profesorado del ramo (de la Universidad de Chile). [...] creo que el grupo patrocinante será una garantía4. (Santiago de Chile, 21 de junio de 1948).

Aunque este corresponsal estaba entusiasmado con la recién fundada Sociedad Chilena de Filosofía (Santiago de Chile, 30 de julio de 1948), coincidía con Romero en la necesidad de producir pensamiento crítico de la realidad iberoamericana. Por eso confiaba en los intercambios estudiantiles y académicos entre instituciones de la región:

Razón tiene Ud. cuando dice que falta en nuestras Universidades el criterio de la dedicación exclusiva a estas faenas propias de la actividad superior del espíritu. [...]. Agréguese a esto el hecho más importante de las dos últimas décadas: la toma de conciencia de la importancia de esta disciplina y del papel que le ha cabido en la formación de nuestra cultura y del papel que necesariamente debe corresponderle en los años venideros. [...] porque la realidad de nuestros países no constituye parcelas aisladas, sino una totalidad con orígenes comunes y destino también común. [...] los filósofos, por su peculiar naturaleza espiritual, no pueden laborar a ciegas, sin ajustarse a los grandes designios de la Filosofía que ha tenido en épocas pretéritas y que debe tener ahora y en el porvenir inmediato [...] (cursivas nuestras, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1954).

Un renglón apreciado en las cartas está dedicado al intercambio de los trabajos particulares, pues las redes funcionaban como un circuito productor de conocimiento, que reconocía los diferentes aportes. En efecto, es posible secuenciar los avances de Romero en una obra que él consideraba capital para condensar sus reflexiones acerca de la condición humana y la filosofía iberoamericana, que transmitió a Pescador, Ciudad Vázquez y de la Serna, respectivamente:

[...] tengo retrasado mi libro en preparación sobre antropología filosófica, todo él ya pensado. Quiero darle un empujón definitivo este fin de año y comienzos del otro, cuando mis tareas externas amainen un poco (12 de agosto de 1949).

[...] ando enfrascado en un trabajo sobre el hombre, [...] [y me interesa referirme en especial a] la refutación de las tesis de la total historicidad y de la soledad (2 de enero de 1950).

Estoy trabajando mucho en mi antropología filosófica. [...]. Lo que me gusta más es que puedo reducir a un motivo único -aún afirmando la radical dualidad del hombre- todo lo humano: lo no espiritual, el espíritu y la cultura. Creo que este punto capital va a resultar claro (9 de febrero de 1950).

Junto con este intercambio, las cartas comunicaban los encuentros entre especialistas, revistas, libros, traducciones, opúsculos, colaboraciones periodísticas, congresos, seminarios y ateneos (entre ellos, el III Congreso Interamericano de Filosofía de México, 11-23 de enero de 1950; y el IV Congreso Interamericano de Filosofía de Santiago de Chile, 8-15 de julio de 1956); y también sobre el editorialismo en América Latina, en especial Losada. Estas circunstancias se relacionaban con las coyunturas políticas de los países involucrados: la Guerra Civil española y el exilio de los republicanos en Europa y América (1936-1939); la Segunda Guerra Mundial; la revolución universitaria boliviana (mediados del siglo XX); el ascenso y consolidación del peronismo, la "Revolución Libertadora" y los gobiernos constitucionales en la Argentina; y ellas se mencionaban directa o indirectamente, en particular si los autores se sentían "censurados" en su correspondencia. Romero, que fue crítico de la gestión peronista, así lo expresaba a Enrique Molina:

La dicha Cát. Korn sigue adelante a pesar de todo. Ya usted conoce nuestra postura en el Colegio Libre, estos años, naturalmente, no han sido pacíficos. Más de una vez nos llegó el susurro del cierre inminente ya dispuesto. [...]. De la actitud del Colegio da razón la circunstancia de que un buen haz de candidatos democráticos pertenece, de un modo u otro, a nuestras filas, empezando por el candidato a la presidencia de la Nación. [...].

[...] echamos las bases para un centro interamericano de intercambio filosófico. [...] Pero no me pareció prudente ponerlo en marcha dadas las circunstancias de estos años.

[...] Los días por aquí son tormentosos. [...] yo sigo optimista, porque conozco y siento la solidez y el profundo buen sentido de nuestro pueblo, de cuya adhesión a los principios democráticos cada vez hay más pruebas, [...] (cursivas nuestras, 11 de febrero de 1946).

A su turno, Pescador reflexionaba acerca del impacto de la política argentina sobre el destino de los colegas filósofos (en especial, Risieri Frondizi, Sánchez Reulet y Pucciarelli) y sus analogías con la experiencia personal:

Al llegar de Bolivia, con mi familia, encontré su eufórica carta. Las noticias que tengo me hacen ver que la democracia y la libertad se están consolidando en la Argentina. Me alegro no sólo por ideologías, sino por Uds. y hasta por mí, pues América se iba poniendo inhabitable y siempre es bueno que los que hemos huido de la tiranía de nuestra patria podamos contar con algún país donde se respira libertad, [...] (cursivas nuestras, 13 de enero de 1956).

Tras la "Revolución Libertadora" en la Argentina, Romero confiaba en retornar a la universidad, y este relato de las circunstancias políticas del país es excepcional, dado su tono intimista referido a la denuncia y a su condición profesional:

El presidente y vicepresidente provisionales (generales Eduardo Lonardi y Pedro E. Aramburu) son magníficas personalidades; el otro día, en resonante acto público, los denominó 'llamas vivas de la Revolución' uno de los jefes del Partido Socialista, Ghioldi, y creo que con esto basta para que usted comprenda la calidad de ambos. La intentona peronista de estos días fue bastante grave (referencia a los sucesos de José León Suárez), pero se reprimió sin muchos inconvenientes, aunque con sangre abundante. [...]. Mi hermano (el historiador José Luis Romero) dejó de ser interventor de la Universidad de Bs. Aires, por uno de los naturales vaivenes de la situación; su salida compensó la del ministro clerical. Pero la situación universitaria no ha cambiado; el nuevo interventor5 es hombre de indudable y enérgica postura democrática: encabezó la resistencia universitaria, lo acompañé entonces, en 1945. El gobierno acaba de establecer la autonomía de las Universidades, como nunca ha existido.

[...]

Le contaré algo de mí. Todos los profesores universitarios que abandonaron sus cargos a causa de la tiranía fueron repuestos 'formalmente', pero, dado el tiempo corrido, se resolvió juiciosamente que todas las cátedras salieran a concurso, para que se justificara la aptitud. Sólo 4 profesores fueron exceptuados de esta condición en todo el país: Ricardo Rojas, Alfredo Palacios, el Dr. Houssay (Premio Nobel) y yo. Yo he renunciado al privilegio y me he presentado a concurso. A su tiempo decidiré mi situación universitaria definitiva, que deseo sea sólo en Bs. Aires, donde es probable que además de la Cátedra asuma la dirección del Instituto de Filosofía de la Fac. de Filos. y Letras. De momento, [...] tuve que hacerme cargo de dos cátedras que tenía antes en La Plata, y de una en Bs. Aires, y aquí tendré que ocupar estos días otra. [...]. Soy jurado en los concursos de cinco Facultades y [...] tendré que intervenir en la reestructuración; [...] (16 de junio de 1956).

Las cartas transmitían las novedades bibliográficas y editoriales de América y Europa, y se discutían las hipótesis de trabajo, metodologías y nuevas categorías. Las acciones, afirmaba Romero, suponen previsión, y ésta se extrae de conocimientos e ideas. Es decir, que para teorizar es necesario conocer los hechos, pues una teoría sobre lo humano individual o colectivo, sobre el hombre, la historia y la sociedad, es a su vez, un hecho humano, histórico, social (Romero, F. 1939, 161). A Pescador le anunciaba la publicación del ensayo Ideas y Figuras (Buenos Aires, Losada, 1949) (12 de agosto de 1949), de su Teoría del Hombre (Buenos Aires, Losada, 1952)y la segunda edición de Filosofía de la persona; además de un número de la Revista Cubana de Filosofía y varias tesis universitarias producidas en Estados Unidos (Wisconsin, Columbia) consagradas a su obra (22 de febrero de 1952). Otros títulos publicados fueron: Papeles para una Filosofía (Buenos Aires, Losada, 1945), Filósofos y problemas (Buenos Aires, Losada, 1947), Filosofía contemporánea (Buenos Aires, Losada, 1944), Sobre la filosofía en América (Buenos Aires, Losada, 1952) (cartas a Félix Schwartzsmann, 27 de mayo de 1950 y 6 de diciembre de 1952). Por su parte, Edmundo Concha le agradece el envío de Filosofía y Libertad6. Romero y Udo Rukser compartieron el interés por Goethe, de quien aparecieron varios escritos en Nosotros (1932) y La Vida Literaria (1952) (24 de junio de 1952). También celebró la aparición de Panorama de la sociología contemporánea (México, Casa de España en México, 1940), de Medina Echavarría, por su espíritu clarificador:

Por aquí ha faltado hasta ahora quien ponga firmemente las bases del problema sociológico, y promueva una incitación seguramente orientada. [...] inevitable punto de partida desde ahora para cualquier serio aprendizaje, y aún instrumento de trabajo que habrá que tener a mano de continuo para reconducir a la unidad del panorama completo los temas de cualquier parcial averiguación. [...].

Por mi parte, he de utilizarla mucho, porque [...] interesa mucho la filosofía de la cultura, que naturalmente no puede prescindir de ella (cursivas nuestras, 3 de junio de 1940).

Los trabajos de Romero se conocieron fuera de la Argentina gracias a los esfuerzos publicitarios de los colegas y la prensa. Edmundo Concha le decía en 1961:

Mi profesión, el periodismo, permite conocer de cerca a los prohombres. Y en el ir y venir correspondiente, a veces cuesta mucho no entregarse a la peor enemiga de nuestra profesión, la desesperanza. Por eso es [...] reconfortante saber que hay hombres como Ud., pensadores profundos e independientes cuya superioridad intelectual no está empañada por la soberbia ni la vanidad.

De regreso a Chile, [...] tuve el agrado de encontrar su carta del 22 de marzo, en la cual compruebo que fue recíproca nuestra impresión personal. Gracias también por los volúmenes que me ha enviado, y de los cuales daré debida cuenta acá en la prensa.

Mi buen amigo: será para mí siempre particularmente grato referirme -en artículos, conferencias, etc.- a su obra en la medida en que ella continúe desarrollándose. De ahí que le agradezca desde ya cualquier remesa que Ud. me haga sobre ella (Santiago de Chile, 23 de junio de 1961).

Las actividades del Colegio Libre de Estudios Superiores también figuran en el epistolario de Romero, por ejemplo las conferencias ("El neokantismo y la restauración filosófica") y los cursos sobre filosofía moderna, recompensados por el extenso auditorio dispuesto a tomar clases (5 de abril de 1951).

Pero Romero fue reticente a explayarse sobre su vida personal. Sólo en algunas cartas, junto con mencionar la historia política argentina e iberoamericana en general, resaltan datos biográficos, para responder a la requisitoria de algún corresponsal. Por ejemplo, a Ramón de la Serna le cuenta en 1949 que llegó muy chico a la Argentina, donde recibió toda su formación. En el Colegio Militar (1910) realizó estudios superiores técnicos y se retiró "por propia voluntad" en 1932, revistiendo como Mayor. Desde esa fecha fue designado titular en la Universidad de Buenos Aires; y luego, "también por propia voluntad, dejé mis cátedras universitarias en 1946". Tenía palabras de especial reconocimiento hacia sus "maestros", como el Gral. Enrique Mosconi, de quien fue su ayudante y admirador como creador de la aeronáutica militar y la industria petrolera. La naturaleza del argentino da la impresión en las cartas estudiadas de haber sido recoleta, dados sus reparos a los viajes:

Mi mayor placer es estar con mi gente y trabajar. No salgo de aquí (localidad de Martínez) sino por motivos ineludibles... y aún eludo alguno de ellos. Estoy cerca de Bs. Aires, pero, dentro de casa, me parece estar en otro mundo. Tengo un diminuto parque en este pueblo de quintas, no veo sino árboles desde mis ventanas. Han sido demasiado generosos conmigo, he recibido invitaciones de casi todas las universidades hispanoamericanas, y de las de Yale, Columbia, Chicago y la New School of Social Research. Una gran universidad norteamericana quiso hacerme dr. H. C., pero no me era posible ir: usted sabe que estos grados suelen otorgarse en presencia (20 de diciembre de 1949).

Apenas una mención escueta a un acontecimiento importante en su vida, cuando le comunica a Simón M. Neuschlosz: "Mi esposa tuvo el lunes un varoncito; todo fue bien" (23 de mayo de 1941).

Conclusiones

En este trabajo se ha examinado el epistolario de Francisco Romero con colegas chilenos y extranjeros afincados en ese país de manera transitoria o definitiva, entre los años 1934 y 1962, como se ha expresado al comienzo. Muchos de ellos habían recorrido diferentes países de la región antes de establecerse en Chile. Para el argentino este proceso de escritura andariega contribuía, desde la filosofía y el conocimiento, al propósito principal que persiguió y plasmó en las cartas. Se trata de la construcción de redes intelectuales abocadas al "americanismo filosófico", es decir, filosofía iberoamericana posicionada desde la región y en diálogo crítico y constructivo con filosofías de otras latitudes. Como afirma Zea, su abundante correspondencia le convertía en el guía y conductor del filosofar en Latinoamérica (Zea, 1983); y sintetizó sus preocupaciones académicas y profesionales en la carta dirigida a Santiago Vidal Muñoz:

[...] Despertar y encaminar el interés filosófico (divulgación, información en escritos, conferencias, etc.).

La formación de jóvenes especialmente dotados, en la cátedra universitaria, en el Colegio Libre y en el trato personal. No puedo quejarme de los resultados.

La marcha de la filosofía en nuestra América. Y esfuerzos para la intercomunicación desde la Cátedra A. Korn del Colegio Libre.

La conexión de la filosofía iberoamericana con la norteamericana (cursivas nuestras, 25 de setiembre de 1954).

También se ha podido verificar en qué medida el contexto histórico nacional y de la región y el mundo dialogaron con las situaciones personales y profesionales de los protagonistas. Al escribir desde sus pertenencias geográficas e institucionales, fue posible comprender sus teorías y praxis filosóficas e ideológicas. La propuesta de Romero, que sostuvo firmemente en su correspondencia, era llevar a cabo una política cultural, acorde al ambiente histórico-ideológico entre los años 40 y 60 en Iberoamérica y el mundo.

Es notable el esfuerzo de los corresponsales para que sus instituciones se incorporasen al trabajo activo, permanente y continuado con otras similares de la región. Cada uno observaba con atención las semejanzas y diferencias en la evolución histórica, política, social e ideológica de su país en relación con los otros. Y esto los estimuló a abocarse a la tarea de hallar el camino propio de reflexión, es decir, desde la singularidad, pero sin perder de vista el horizonte americanista. Romero decía, en 1953:

Hay una nueva presencia del corresponsal, antes casi imperceptible en la vaguedad de la lejanía; hay una nueva responsabilidad ante esa presencia como palpable. Pero simultáneamente con este triunfo sobre el tiempo de nuestra vida, con su densificación y posibilidad de aprovechamiento al minuto, que empiezan con el nacimiento de la gran industria y se aceleran cada vez más, ocurre la dilatación cognoscitiva del tiempo, se abre paso la conciencia, científica ante todo, pero ampliamente vulgarizada, de las magnitudes inconmensurables del tiempo cósmico, geológico, biológico y prehistórico (cursivas nuestras, Romero, 1953, 154).

Por último, el análisis exhaustivo de las condiciones de la actividad filosófica en la Argentina, Chile, México, Bolivia, Perú, Uruguay, Paraguay, Brasil, Centroamérica, se contrapone a la escasa visibilidad de las circunstancias personales de Francisco Romero. No abundan datos biográficos en sus cartas y, en caso de encontrarlos, es un signo de cortesía hacia la inquietud de los corresponsales. Esto se manifiesta, por ejemplo, con los españoles exiliados por razones políticas y que fueron acogidos, sobre todo, en México, Argentina y Chile. Estos diálogos funcionaron como un mecanismo de acompañamiento fraterno para hacer frente a lo desconocido: la geografía, los giros idiomáticos, las búsquedas laborales, las lógicas académicas y políticas, las nuevas emociones, las costumbres diferentes. Romero -que había nacido en España y llegado muy chico a la Argentina, como hemos dicho- sabía de este desarraigo, aunque no siempre lo explicitó en sus correos.

Desde una perspectiva humanista e internacionalista, la función de la filosofía iberoamericana consistía en acondicionar el clima cultural para facilitar la reflexión de las comunidades que querían realizar sus ideas, filosofías e ideologías en la vida pública, basándose en tres notas fundamentales: seriedad, información y disciplina. Ante la pregunta ¿existe o ha existido filosofía en nuestra América?, Romero insistía en la necesidad de tomar conciencia del filosofar, sistematizarlo, asimilarlo y convertirlo en punto de partida de lo que debía seguir siendo hecho por otras generaciones en América. La libertad, afirmaba Romero, es la experiencia histórica colectiva e individual en Iberoamérica, donde el hombre "tiene ante sí un amplio horizonte geográfico y social abierto a su libre iniciativa" (Romero, F. 1952, 17). La filosofía, por lo tanto:

[...] es la conciencia de la cultura, la cultura humana pensándose a sí misma [...] es la cultura en cuanto idea o problema; el espíritu humano que en gran parte ha creado la cultura espontánea y aún inconscientemente, volviéndose sobre ella para comprenderla y juzgarla, para descubrir sus fuentes, aclarar sus fines y estimar su sentido (Romero, F. 1947, 147-148 y 150).

Notas

1. Docente e investigadora en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. <marcela.aranda06@gmail.com>

2. Puede verse el reciente libro: Ibarra Peña, Alex (comp.). 2012. Homenaje a Félix Schwartzmann. Pensar lo humano y sentir al prójimo desde Chile y América. Chile: Bravo y Allende Editores / Grupo de Estudios del Pensamiento Filosófico en Chile.

3. Sobre la teoría y la praxis filosófica de Francisco Romero en Chile y en América Latina, ver, entre otros: Ossandón, Carlos. "El concepto de normalidad filosófica en Francisco Romero", en Ossandón, Carlos. Hacia una filosofía latinoamericana. 1984. Santiago: Nuestra América, 67-91; Sánchez, Cecilia. 1992. Una disciplina de la distancia. Institucionalización universitaria de los estudios filosóficos en Chile. Santiago: CER-CESOC; Santos Herzeg, José. "Modulaciones y reverberaciones del concepto romeriano de normalidad", en Sequeiro, A (comp.). 2003. Globalización, región y liberación: filosofía y pensamiento latinoamericano. Córdoba: Del Copista, 327-343; Silva Rojas, Matías. "Normalización de la filosofía chilena. Un camino de clausura disciplinar", en: Universum, v. 24, nº 2, 2º semestre, 2009, 172-191.

4. Vidal Muñoz menciona a los que habrían aceptado formar parte de esta Sociedad de Estudios Filosóficos: Enrique Molina, Juan Gómez Millas, Abelardo Iturriga, Oscar Ahumada, Humberto Díaz Casanueva, Mario Ciudad Vásquez, Roberto Munizaga, Luis Oyarzún, Bogumil Jasinowski; que serían conocidos de Romero [carta cit.].

5. Entre los años 1955 y 1962, se sucedieron los siguientes rectores-interventores: Prof. José Luis Romero, Ing. José Babini, Dr. Alejandro Cevallos y Dr. Risieri Frondizi.

6. Referencia al opúsculo aparecido en: Romero, Francisco, "Filosofía y Libertad"; Roberto Giusti, "Por la libertad de la cultura" y Juan Antonio Solari, "Objetivos claros, acción fecunda". 1958. Col. Biblioteca de la Libertad. Buenos Aires: Asociación Argentina para la Libertad de la Cultura.

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