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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.30 no.2 Mendoza Dec. 2013

 

RESEÑAS

Sánchez Cuervo, Antolín y Ambrosio Velasco Gómez (coords.), Filosofía política de las independencias latinoamericanas.
Madrid, Biblioteca Nueva / Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2012, 281 págs.

 

Pedro Ribas

Universidad Autónoma de Madrid
adolesbanditi@hotmail.com

 

El libro está constituido por un colectivo de artículos que abordan el proceso de Independencia latinoamericana atendiendo a sus raíces filosóficas e históricas y desde presupuestos no siempre coincidentes, como lo muestra Miguel León-Portilla en el Prólogo. El primer ensayo, el de Ambrosio Velasco, vincula el pensamiento independentista de los revolucionarios mexicanos (Hidalgo, Morelos) con la tradición humanista de Salamanca (Vitoria, Las Casas). De manera que las ideas revolucionarias que inspiraron la revolución mexicana iniciada en 1808 no proceden, contra lo que suele afirmarse, ni de la Ilustración europea, ni de la Revolución Francesa, ni de la Constitución de Cádiz, sino del humanismo que, nacido en la obra de Vitoria y Las Casas, arraiga en América para incorporar la tradición autóctona mexicana y convertir así la defensa de lo nacional, lo mexicano, en defensa de una independencia que se justifica en las teorías de los humanistas de Salamanca. Quizá lo problemático es llamar "republicano" a ese humanismo, al menos en el sentido en que se habla de republicanismo desde la Ilustración.

María del Carmen Rovira Gaspar estudia la influencia que el revolucionario Miguel Hidalgo recibió de su maestro de teología José Pérez Calama. Rovira insiste en que esta influencia, que representa una línea agustiniana, opuesta a la escolástica tomista y próxima al erasmismo, tiene su núcleo básico en el "humanismo republicano" de la escolástica española de Salamanca, la de Alonso de la Veracruz, Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Juan de la Peña, Domingo de Soto. "Este 'humanismo republicano' replanteó críticamente el ejercicio legítimo de la soberanía; se opuso en ciertos momentos y situaciones al poder del papa y en forma definitiva al poder absoluto de Carlos V; analizó y reprobó su poder sobre las nuevas tierras descubiertas, respetando y señalando a algunos de sus representantes" (71). El trabajo de Carmen Rovira complementa lo dicho por Velasco y muestra, al mismo tiempo, cuánto falta por estudiar si se quiere enjuiciar correctamente el nacimiento y consolidación de las ideas independentistas en el México del siglo XIX. Pero lo que Rovira muestra de forma especial es lo complejo, prolongado y autóctono de este proceso, frente a las simplificaciones que a menudo se presentan acudiendo tan sólo a influencias de fuera.

Manuel Moreno Alonso escribe "Las razones de Blanco White sobre la independencia de América en la polémica con Servando Teresa de Mier". Aunque el lector puede echar aquí en falta alguna contextualización, Moreno Alonso deja claro que Blanco y Teresa de Mier discrepaban. Blanco quería conciliación; Teresa decía: "nos insulta quien nos habla de conciliación" (96). Sería interesante saber si esos documentos en inglés que cita Moreno Alonso (textos de Blanco) están publicados en alguna parte. Y quizá también se sorprenda el lector de que se hable de virreyes y de actitudes violentas, pero no se nombre a los que figuraron como revolucionarios de la independencia de América (Bolívar, San Martín, etc.; sí se habla de Miranda). Es posible que se deba a que no los nombren ni Blanco ni Teresa de Mier.

Edgar Montiel contribuye con "Garcilaso Inca y la independencia de las Américas. Presencia de los Comentarios reales en la formación del ideario de la Independencia y los Derechos Humanos". El autor muestra la influencia que el texto de Garcilaso Inca tuvo en los movimientos emancipatorios en América. Y no solo eso, sino la lectura que hicieron hombres esenciales de la Ilustración europea, como Locke, Montesquieu, Marmontel. Los Comentarios fueron también influyentes en hombres de la independencia de Estados Unidos, como Thomas Jefferson. No siempre fueron leídos de la misma forma, pues sirvieron unas veces para defender la monarquía como mejor modo de gobernar los países independientes (tomando la rebelión de Tupac Amaru como símbolo de una nobleza inca, caso de Francisco de Miranda) y, otras, para la defensa de la república (Bolívar).

Juan Francisco Martínez Peria, en su artículo "La revolución haitiana y su ideario político: la universalización de la libertad y la igualdad", realiza un recorrido crítico de las etapas de esta revolución de Independencia, la primera que se produce en América Latina. Muy oportuno el análisis que efectúa de los prejuicios con los que a menudo se ha abordado el proceso independentista haitiano, que tiene características especiales por haber sido en realidad una rebelión de los esclavos negros, los cuales fueron capaces de organizarse y derrotar a sus amos blancos. En esta revolución no sólo se trataba de librase del yugo colonial, sino de lograr el reconocimiento de la igualdad. De ahí que la revolución haitiana merezca "ser reconocida no sólo como la primera revolución descolonial del Tercer Mundo, sino también como una de las grandes revoluciones democráticas de la era moderna" (138).

Estela Fernández Nadal es la autora del siguiente texto, "Modernidad, utopía, independencia. Un recorrido histórico y conceptual para la lectura de los textos de Francisco de Miranda", en el que afirma que el descubrimiento de América contribuyó decisivamente a romper la imagen medieval y a introducir la racionalidad moderna. Según esta racionalidad, el hombre es capaz de transformar el mundo, y no sólo de seguir viviendo conforme a una pauta tradicional. Esta nueva concepción, estimulada por el Renacimiento y promovida por la Ilustración con la idea de progreso, es el marco en el que cabe la utopía. Esta recibe una especial dimensión con las revoluciones independentistas de América. Fernández Nadal traza un cuadro teórico sugerente acerca del papel de la utopía, pero el pensamiento de Miranda casi se queda en pretexto. Quizá habría sido oportuno, teniendo en cuenta la gran figura que es Miranda, haberle dejado hablar más a él mismo sobre la utopía.

Stefan Rinke, en su artículo "Procesos revolucionarios, élites criollas e identidades atlánticas en la época de la independencia" ofrece mucha información bibliográfica sobre diversos aspectos de la independencia latinoamericana y su compleja relación con la Ilustración europea, la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa. Probablemente, esta información bibliográfica es lo más positivo del trabajo de Rinke, que muestra así aspectos que están por estudiar, pero tanta información sobre diversas dimensiones resta unidad al artículo, que toca muchísimos hilos sin entrar a fondo en ellos.

José Mª Hernández Losada afirma en su trabajo "Filosofía política y discurso público en la crisis de Independencia" que pretende más una exploración que una conclusión. La exploración gira en torno al hecho de que "las mismas ideas y lenguajes pueden ponerse al servicio de programas distintos" (200). En este sentido, pone en relación el debate de la Conquista y el de la Independencia, relación en la que se observa que unas mismas ideas sirvieron a fines diferentes. Así, la disputa Las Casas-Sepúlveda formula propuestas distintas, pero desde una base común: el derecho natural y de gentes cristiano. A partir de ahí, Hernández Losada muestra la difusión y el uso que tuvo la obra de Las Casas en diversas lenguas, aunque sea a veces con la mediación de Raynal o Vattel. Teresa de Mier, Miranda, Bolívar, son ejemplos de un uso de la obra de Las Casas para legitimar la independencia. Según el autor, debería investigarse más la relación entre realidad simbólica e imaginaria en la cultura política liberal, ya que el decoro (término que Hernández Losada usa profusamente y que parece referirse al respeto y reconocimiento del otro) sigue siendo básico en la sociedad de hoy.

Tomás Pérez Viejo, en "La hispanofobia como elemento de movilización en las guerras de Independencia. ¿Un mito historiográfico?" da respuesta a la pregunta que figura en el título, respuesta que es afirmativa, y en justificarlo consiste el desarrollo del artículo. El autor admite que la hispanofobia fue una clave de la Independencia, pero no porque el origen, la nación, fuese el desencadenante de la guerra, sino su consecuencia. Pérez Viejo lo demuestra acudiendo a los datos estadísticos sobre peninsulares y criollos en América y a la estructura social y política imperante en Latinoamérica; estructura en la que la distinción "entre criollos y peninsulares tenía más que ver con la forma de integración con respecto a los aparatos burocráticos y la organización económica de la Monarquía que con el lugar de nacimiento" (228), lo que es ilustrado con ejemplos tan oportunos como convincentes.

Ángel Rivero escribe "La filosofía de la independencia de Brasil", artículo en el que muestra la diferencia de la independencia de Brasil respecto de los otros países latinoamericanos. Tal independencia es paradójica: no es resultado de un levantamiento revolucionario para dejar de ser colonia y convertirse en país independiente. Al contrario, la monarquía, los Braganza, se trasladan de Portugal a Brasil estableciendo allí la capital de la monarquía. "La paradoja de Brasil es que su independencia, proclamada en 1822, es resultado de la demanda de independencia de Portugal en 1820; que la soberanía nacional de Portugal la proclaman las Cortes (Parlamento) y que la independencia de Brasil la proclama el rey" (244). Pero ¿qué clase de independencia es una independencia proclamada por la monarquía, cuando lo típico de las independencias es justamente la proclamación de soberanía nacional frente a la monarquía absoluta? Rivero explica esta paradoja de Portugal, la metrópoli, que de pronto se considera colonia de Brasil. En esta explicación tiene un papel relevante el juego de las potencias europeas hegemónicas, Inglaterra y Francia, y, ante todo, la invasión napoleónica de la Península Ibérica: "Sin la conmoción continental creada por Napoleón, nunca se habría producido la conversión de Brasil en reino" (250). Este camino particular de Brasil, el gran país de Suramérica, es resultado de las conexiones políticas, comerciales y culturales del Atlántico en la modernidad, lo que llama Rivero "el desarrollo del orden constitucional sobre los viejos Estados".

Antolín Sánchez Cuervo aborda en "Lecturas de la Independencia en el exilio español de 1939. José Gaos, Joaquín Xirau, Eduardo Nicol", el pensamiento de estos tres exiliados acerca de la Independencia de la América hispana. Se trata de un análisis de hermenéutica filosófica, no de un estudio histórico, como es lógico tratándose de comentar a tres distinguidos filósofos. Sánchez Cuervo enlaza exilio y redescubrimiento de América, conforme a las palabras que el autor toma de Gaos: "hicimos un nuevo descubrimiento de América. Sabíamos de la América española, pero qué diferente vivir su vastedad y diversidad en el presente, su profundidad y complejidad por el pasado y aun a su juventud, su fermentar de formación, y por las tres cosas su plétora de posibilidades de futuro" (259). Redescubrir América era importante, pues mientras Ortega y otros hicieron un redescubrimiento de Europa, ello ocurrió, dicho en palabras de Nicol, a costa de "la pérdida de América" (260). Sánchez Cuervo compara las coincidencias y diferencias entre los tres exiliados al enjuiciar la Independencia. El proyecto de integración iberoamericana sustentado por Xirau no hacía sino actualizar el de Bolívar y Aranda en sintonía con Vitoria. También Nicol resalta el humanismo proyectado por España en América, aunque aquí apunta Sánchez Cuervo la paradoja entre la forma con que Nicol subraya las ideas de comunidad y alteridad, como correctoras de la subjetividad individualista moderna, y la rigidez con que Nicol entiende la filosofía como reflexión conforme al logos occidental. Lo cierto es que, guiándose por el espíritu comunitario de Suárez, habla Nicol de una comunidad de espíritu entre España y la América española que fue revelada por la Independencia y que él llama hispanidad. Interesante que hable de hispanidad en este sentido tan republicano y tan alejado de resabios imperialistas.

En definitiva, un libro que ofrece perspectivas distintas y hasta contrapuestas sobre la filosofía de la Independencia. Algunos, como Velasco Gómez, Rovira Gaspar y Hernández Losada, aun reconociendo el peso del liberalismo anglosajón en este proceso, acentúan de forma muy convincente el papel de la propia tradición humanista española, la cual negaba el derecho de conquista y ponía en cuestión la dominación colonial. Otros autores subrayan la importancia de dicho liberalismo anglosajón. El debate está abierto. Quizá habría sido oportuno aquí estudiar el pensamiento de los propios revolucionarios destacados: Bolívar, San Martín, Hidalgo, etc., pero las consideraciones hechas en el libro iluminan indudablemente el contexto intelectual en el que estos revolucionarios operaron.

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