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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.32 no.2 Mendoza dic. 2015

 

INTRODUCCIÓN

CUYO y mis agradecimientos por el título de Profesora Consulta

 

Clara Alicia Jalif de Bertranou1

UNCuyo / CONICET

 

Autoridades presentes de la Universidad Nacional de Cuyo, colegas y amigos.

Agradezco el título que hoy se me confiere, motivo de gran orgullo para mí, y celebro las Bodas de Oro de la revista Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, fundada por el Prof. Emérito Diego Francisco Pró (1915-2000), luego continuada durante dos décadas por quien habla.

Cincuenta años de edición ininterrumpida para una revista académica son considerables en cualquier lugar del mundo, y mucho más en nuestro país, atravesado por tantos momentos difíciles. Sin embargo, es un honor haber cumplido a lo largo de tanto tiempo con sus metas editoriales y que hoy se halle incluida en importantes índices de revistas científicas por respetar estándares de calidad con la seriedad que se impone en estos casos.

Durante los años en los que el Prof. Pró editó esta revista pudimos ser testigos de sus desvelos para ver cristalizar una de sus metas, largamente anticipada por los trabajos que venía realizando en años previos, mediante escritos acerca del pensamiento y la cultura argentinos y de los equipos de trabajo que lo rodeaban. Eso aconteció en 1965 y a partir de 1984 entendió que la revista debía tener una denominación más específica, y a la vez más abarcadora, abocada a Filosofía Argentina y Americana; americana con sentido continental. Su idea era que la revista reflejara, sin ser excluyente, los estudios realizados en Mendoza, a través de la Universidad Nacional de Cuyo, particularmente de su Facultad de Filosofía y Letras con su Instituto de Filosofía.

Creo que, de un modo lejano, tiene antecedentes su proyecto editorial en las cátedras de Pensamiento Nacional, ideadas a fines de los años 40. Cátedras que debían impartirse en todas las carreras universitarias para no ignorar nuestro pasado intelectual y ser conscientes de nuestro propio conjunto de bienes.

Nadie desconoce que desde la psicología social es asunto importante la autoestima de los ciudadanos si quieren servir a la nación, pues suele ser la causa de las actitudes constructivas en los individuos, y no su consecuencia, para alcanzar acciones y resultados positivos. Así, entiendo que algunas de estas ideas podrían haber sido el punto de apoyo del Prof. Pró en la creación de Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana, y de las que nos hicimos cargo con entusiasmo cuando comenzamos a colaborar con él y luego al frente de la misma cuando, a sus casi 80 años, delegó la dirección en mi persona, como la del Instituto de Filosofía Argentina y Americana. El cargo lo ocupé luego por sucesivas elecciones del claustro académico.

Esta transmisión de la antorcha, por usar la antigua metáfora griega, me hizo comprender que no había sido fácil su tarea ni lo fue para mí. Exige dedicación y mucho tiempo, horas de trabajo para coordinar las contribuciones recibidas hasta llegar a la revista como un hecho. Un largo proceso en el que se postergan otras actividades porque se entiende que es una misión de servicio institucional. Esta noción, como tantas otras, la aprendí de él, aunque sería presuntuoso creer que la he cumplido a cabalidad. Seguramente no.

Vaya así mi homenaje sentido en la conmemoración.

Por otro lado, no puedo separar tajantemente lo que he hecho personalmente de la propia existencia de la revista. Con todo, quisiera remontarme brevemente a mis años de estudios universitarios, dado que mi vínculo académico comenzó allí y fue un continuum desde entonces.

Al ingresar a la Facultad con 17 años recién cumplidos no estaba definida mi vocación. Basculaba entre Letras y Filosofía, pero como teníamos un año común para todas las carreras que se dictaban en ese momento, encontrar en el primer trimestre del año al Prof. Carlos Ludovico Ceriotto al frente de la cátedra de Introducción a la Filosofía, fue determinante para mí. A partir de sus luminosas clases supe que deseaba estudiar Filosofía. De allí en más, mi vida universitaria la gocé plenamente en calidad de alumna, siempre absorta en lo que se nos enseñaba en las clases, aunque una deba reconocer que no todo era tan gustoso. Sin menoscabo de otras materias y docentes, recuerdo con particular afecto aquellas que constituían el núcleo más importante de la carrera, lo que en inglés llaman core como lo básico de algo o el corazón de un fruto, por ejemplo. Hitos que vienen a mi evocación, además de Introducción, fueron las Historias de la Filosofía (Antigua, Medieval, Moderna y Contemporánea), Historia del Pensamiento y la Cultura Argentinos, Filosofía de la Historia, Ética, Antropología Filosófica y Metafísica, con los profesores Arturo Andrés Roig, Manuel Gonzalo Casas, Luis Noussan Lettry, Juan Adolfo Vázquez, Diego Pró, Nolberto Espinosa, Arturo García Astrada, además de todos aquellos que ayudaron a mi formación universitaria. La lista es extensa.

Si la decisión primera fue tomada sin vacilaciones una vez afianzada, ya graduada la especialización en Filosofía Argentina la debo a lo que para mí fue un hecho inesperado. Al regresar después de cuatro años en el extranjero, asistía a distintos cursos de extensión, entre ellos a los que dictaba el Prof. Pró sobre la temática, hasta que no mucho más tarde me ofreció el primer trabajo para  integrar su equipo de investigación, mediante subsidios a los que postulaba y obtenía ante el rectorado de la UNCuyo. El estipendio era modesto, pero puedo decir (esa es mi impresión) que todos y cada uno se sentían afortunados. Los comienzos suelen ser sencillos y la continuidad en las tareas, más allá de ellos, exige tesón y perseverancia. Con humildad, creo que ambos requerimientos los he tenido. Y si el inicio en la especialización fue un tanto fortuito, pronto se convirtió en pasión.

En 1971 fui nombrada interinamente Jefa de Trabajos Prácticos en una nueva materia en la Facultad que abordaba la historia nacional y a nuestro cargo estaba desarrollar los aspectos filosóficos de los períodos tratados.

Años más tarde pasé a desempeñarme, mediante concurso, como profesora en la cátedra de Historia de la Filosofía Argentina, junto a don Diego, que al retirarse quedó en mis manos. Simultáneamente fui becaria y luego miembro de la carrera del investigador científico del CONICET, hasta mi jubilación. Pero hubo otro hecho simultáneo también, apoyada en nuestra iniciativa por el mismo Prof. Pró, y fue la inauguración de la cátedra de Historia de la Filosofía Latinoamericana, que dicté siempre, desde el primer día de su creación, en 1992, como extensión de mi dedicación en la Facultad, con la inestimable colaboración desinteresada de la Prof. Rosa Licata, compañera de estas aventuras intelectuales, a quien perdimos prematuramente. Ella también colaboraba altruistamente en Argentina.

Al abrirme a la filosofía latinoamericana pude trabajar en mi doctorado con las siempre oportunas observaciones del Dr. Arturo Andrés Roig, quien igualmente me hizo parte de sus equipos de investigación. De él aprendimos nuevas categorías de análisis todos los que nos acercamos a su generosa amistad. Su importantísima biblioteca personal, donada hoy a la UNCuyo, fue también fuente para nuestros estudios. Era y es un hecho singular leer en sus libros las marcas de su propia lectura. Una suerte de alerta para nosotros, pues si había posado la mirada quiere decir que eso era o es importante y demanda volver atrás para ayudarnos a comprender porqué señaló lo que señaló. Mi admiración y reconocimiento en este momento tan particular.

He entendido la especialidad en Filosofía Argentina y Latinoamericana como un campo del conocimiento que nos exige múltiples caminos. Requiere saber lo propio, lo de las reminiscencias ancestrales y lo que se ha dado al otro lado del Atlántico, para captar la singularidad de lo elaborado por nuestros filósofos y pensadores. Además, que no es un saber aislado de otros saberes, pues la historia, la literatura, las Humanidades en general y las Ciencias Sociales, son un apoyo de alto valor para situar las ideas en el espacio-tiempo y comprenderlas. Pero también -o quizás primero o conjuntamente- se precisa del conocimiento teórico, que implica largas lecturas y toma de posiciones. Difícil bisagra porque cada filósofo ha tenido su parte de verdad y acierto, que ha dejado su rastro. No se trata de optar por posturas eclécticas o escépticas, sino de pensar desde dónde situarnos, qué indagar y qué preguntar. Cuestión que se funde con la historia misma de la filosofía y que por cierto, dada su complejidad, suele consumir o agostar la propia existencia. Cuando la filosofía se viste de saber altivo, dudemos porque es solo un embozo. Así, entiendo que el saber, todo saber por sencillo y modesto que sea, es una herencia compartida. Somos deudores de muchos, de una constelación social que nunca llegaremos a precisar exactamente y en su totalidad, pero esa herencia compartida estamos obligados a distribuirla con sinceridad y espíritu abierto.   

Agradecimientos

Mi especial reconocimiento a la ex-decana Prof. Adriana García, bajo cuya gestión se hizo posible mi nombramiento de Profesora Consulta. Al Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras, al Consejo Superior de la UNCuyo y a las autoridades del momento, como a las actuales.

Al artista plástico Prof. Luis Quesada, creador de nuestro logo editorial e institucional. Asimismo al Consejo Editorial que integra la revista; a sus asesores; a los autores que han publicado en ella; a los evaluadores, que desinteresadamente expresan su juicio sobre artículos y notas; y a todos quienes colaboran con la edición. 

Quisiera agradecer también a alumnos que nos ayudaron en nuestras labores, algunos de ellos ya profesores, a quienes cito en orden alfabético: Jerónimo Ariño Leyden, Luciana Hug Sonego, Juan Manuel Ramaglia y Florencia Zalazar. A los alumnos que tuve en mi actividad docente. A los colegas del Departamento de Filosofía y de otros Departamentos de la Facultad; a la Cátedra Virtual para la Integración, ideada por el Lic. Miguel Longo, que me permitió como profesora una experiencia inédita; a quienes me invitaron a integrar sus proyectos de investigación y a quienes participaron de los propios; al personal de apoyo académico de las distintas Secretarías. A quienes fueron mis condiscípulos universitarios. A Ozono, Estudio de Comunicación Visual. A todos los bibliotecarios, de esta Facultad y del Sistema Integrado de Documentación-SID. Dentro de este último, al meritorio y eficaz personal especializado de la bdigital de la UNCuyo, siempre dispuesto a ayudar, como al del Archivo de Documentación. Al CONICET, que me dio la oportunidad de pertenecer a él como investigadora durante 32 años, además de los de becaria. Y, especialmente a esta Facultad donde me desempeñé durante 40 años.

Hoy están al frente de las cátedras que ocupé los Dres. Marisa Muñoz y Dante Ramaglia, a quienes agradezco como amiga la tarea y deseo toda ventura personal e institucional.

Finalmente, pero no menor, llevo en mi corazón a mis cuatro hijos dispersos por el mundo -Fabio, Eleonora, Marco y Evelina-, y a mis nietos. Ni qué decir de Arman, compañero desde mi adolescencia en la hazaña de vivir.

Sea dicho esto en memoria de mis padres y abuelos. ¡Muchas gracias a todos por la compañía en este momento!

Nota

1. Dra. en Filosofía. UNCuyo / CONICET. <cajalif@gmail.com>

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