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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.33 no.2 Mendoza Dec. 2016

 

NOTAS Y COMENTARIOS

La filosofía latinoamericana como humanismo. Reflexiones a partir de la obra de Pablo Guadarrama González

Latin American philosophy as humanism. Reflections from the work of Pablo Guadarrama González

 

Dante Ramaglia1

Universidad Nacional de Cuyo / INCIHUSA-CONICET

 


Resumen

En la siguiente exposición se propone un comentario de la obra del filósofo cubano Pablo Guadarrama González, denominada Pensamiento filosófico latinoamericano. Humanismo, método e historia. La perspectiva humanista que es postulada contiene una serie de precisiones que son analizadas en sus implicaciones teóricas y prácticas. Asimismo, se extiende su estudio de las ideas filosóficas a distintos momentos del desarrollo particular seguido en América Latina, al igual que está acompañada esta tarea historiográfica de consideraciones metodológicas que resultan significativas. Desde el conjunto de temas planteados por el autor se retoman sus aportes en relación a debates que se inscriben en el cruce disciplinario de la filosofía y la historia de las ideas, que se ubican inicialmente en el contexto latinoamericano pero aspiran a una proyección con alcances universales.

Palabras clave: Filosofía latinoamericana; Historia; Humanismo; Pablo Guadarrama González.

Abstract

We comment the Cuban philosopher Pablo Guadarrama González’s Latin American philosophical thinking. Humanism, method and history. The humanistic perspective posited therein contains some assumptions that we analyze in their theoretical and practical implications. Furthermore, we extend his study of philosophical ideas to different moments of Latin America’s particular development, being this historiographic task accompanied by significant methodological considerations. Of all the themes posed by this author, we take his contributions to the debates raised in the interdisciplinary intersection of philosophy and the history of ideas, initially located in a Latin American context but with universal projection.

Keywords: Latin American philosophy; History; Humanism; Pablo Guadarrama González. 


 

Humanismo y alienación en la intersección de la filosofía y la historia de las ideas

Resulta un hecho consensuado entre la mayoría de los especialistas la consolidación que han alcanzado los estudios referidos a la filosofía latinoamericana. No menos constatable es la trayectoria signada por múltiples debates que han generado distintos problemas relacionados con este campo de investigaciones, lo cual sin duda consiste en un aspecto valorable respecto a las discusiones filosóficas que han animado su constitución. Partiendo del reconocimiento de la validez que poseen las polémicas suscitadas, es posible señalar que en el momento actual se han desplazadolas anteriores consideraciones sobre su posibilidad o no como saber filosófico autónomo para dar lugar a una serie de reflexiones que han avanzado en una línea afirmativa que se ocupa de otras cuestiones que se desprenden de su misma existencia. Esto último contiene diferentes implicaciones; una de ellas es la situación favorable que se observa en el presente, sin duda derivada a partir de una extensa reconstrucción histórica que ha sustentado la demarcación de características que ha presentado nuestro pasado filosófico en diferentes momentos, así como se desprende una mirada programática que se ha ejercido frecuentemente para indicar desarrollos posibles que se procuran como finalidades a alcanzar en el pensamiento filosófico latinoamericano. Por cierto, esto también ha variado en el tiempo, desde las manifestaciones iniciales que efectuaron las primeras aproximaciones historiográficas hacia mediados del siglo XX, y junto con esa labor de rescate asentaron un cierto desarrollo que se debía afianzar a futuro, hasta las investigaciones realizadas en las últimas décadas, que no solo renovaron el conocimiento de nuestra historia de las ideas, sino que promovieron una línea de indagación filosófica que se afirmó a partir de perfilar su objeto y metodología. Esto no supone que se hayan zanjado todos los debates abiertos, pero sí es claro que las discusiones actuales se encuentran con un camino ya trazado que marca nuevos rumbos a seguir.

En la labor desplegada por el filósofo cubano Pablo Guadarrama González cabe reconocer una expresión contemporánea de esta conjunción de las definiciones acerca de la filosofía latinoamericana con la tarea de reconstrucción histórica. Si, en principio, puede ubicarse su propia reflexión en esa tradición intelectual que se ha mencionado con anterioridad, igualmente no deja de inscribirse con una enunciación singular que ha venido desarrollando a lo largo de su extensa y valiosa producción escrita2. En particular, nos interesa referirnos a una de sus últimas publicaciones, denominada Pensamiento filosófico latinoamericano. Humanismo, método e historia3, que consiste en la compilación en tres tomos de varios de sus textos que giran sobre la temática aludida en el título. Sin poder dar cuenta de la amplia y compleja serie de cuestiones que se tratan en estos libros, queremos concentrar la exposición en la perspectiva que se ofrece acerca de la significación y caracteres asignados a la filosofía en América Latina, perspectiva que está connotada por la particular comprensión que elabora Guadarrama acerca del humanismo, al mismo tiempo que se ponen de relieve algunas interpretaciones realizadas sobre distintas etapas, corrientes y autores que son analizados. Cabe aclarar que el conjunto de proposiciones que se desprende de estas obras contiene una determinada manera de dar cuenta del sentido asignado ala filosofía, así como se ofrecen pautas metodológicas que abarcan también a su historiografía, si bien este modo propio de abordaje surge de un diálogo y valoración crítica respecto de otras posiciones que son reseñadas. Desde este punto de vista, el autor mencionado traza un extenso recorrido por la historia de la ideas filosóficas en nuestros países, con apreciaciones que tienden a evaluar la significación de sus distintos momentos, al mismo tiempo que plantea una serie de precisiones sobre las modalidades adoptadas por el pensamiento filosófico que se ha venido constituyendo hasta el presente, en el marco de una revisión que contiene un balance de lo ya alcanzado y una ponderación sobre los desafíos actuales.

Una primera cuestión tratada por Guadarrama deslinda la significación que es asignada al humanismo, lo cual, además de ser un enfoque prioritario desde el que se reconstruye la trayectoria intelectual seguida en América Latina, se interpreta a la luz de la tradición humanista que proviene principalmente de la cultura occidental e incluso reconoce su origen y presencia en otras culturas orientales y amerindias. Aun cuando postule que no representa una única tendencia lineal en la historia, encuentra una formulación precisa acerca de cuáles son sus notas características:

El humanismo no constituye una corriente filosófica o cultural homogénea. En verdad se caracteriza en lo fundamental por propuestas que sitúan al hombre como valor principal en todo lo existente y, a partir de esa consideración, subordina toda actividad a propiciarle mejores condiciones de vida material y espiritual, de manera tal que pueda desplegar sus potencialidades siempre limitadas históricamente. La toma de conciencia de estas limitaciones no las ve como obstáculo insalvable, sino en pivote que moviliza los elementos para que el hombre siempre sea concebido como fin y nunca como medio. Sus propuestas están dirigidas a reafirmar al hombre en el mundo, a ofrecerle mayores grados de libertad y a debilitar todas las fuerzas que de algún modo puedan alienarlo (Guadarrama González, P. 2012a, 24).

Igualmente resulta destacado el hecho de que el humanismo adquiere un sentido progresivo a través de diferentes momentos de realización históricos, al mismo tiempo que se confronta permanentemente con el fenómeno de la alienación4. En este sentido, en las culturas antiguas la acción humana se encuentra subordinada con mayor énfasis a fuerzas naturales o sobrenaturales que la determinan, aun cuando se advierta también la aparición de formaciones intelectuales que contribuyeron a afirmar el valor central de lo humano como es el caso paradigmático de la Grecia clásica. Por otra parte, se propone leer la historia de la filosofía universal como un proceso de desalienación que se va logrando en distintas instancias, sin dejar de mediar obstáculos y retrocesos relativos. En ello influye el conocimiento que se acrecienta, al igual que los sucesivos cambios operados en las relaciones políticas, sociales, económicas y religiosas, entre sus principales factores. Desde este punto de vista plantea Guadarrama una interpretación histórica del concepto de enajenación, señalando como se traslada su uso del ámbito religioso al sociológico y las sucesivas redefiniciones que se observan en distintas épocas, con una tematización particular a partir de la modernidad.

De este modo se repasa el rechazo a distintas formas de enajenación con el desarrollo aportado al conocimiento científico por Copérnico, Kepler, Bruno y Bacon, el humanismo que se trasluce en utopías renacentistas como la de Moro, el contractualismo de Rousseau y en general el iusnaturalismo, el materialismo de Holbach y la Ilustración en sus diferentes variantes. Un análisis detallado merece la filosofía de Hegel, en quien resulta central la noción de espíritu alienado, con lo cual adquiere una connotación positiva que afirma que la enajenación hace posible la realización del espíritu y que el mundo se revele en sus distintas manifestaciones como resultado de este proceso. En contraparte, se traduce con una connotación negativa en las teorizaciones que van de Feuerbach a Marx y Engels, siendo estos últimos quienes superan la crítica dirigida a la enajenación religiosa para apuntar a las formas de alienación que imperan en la formación de la sociedad burguesa y el capitalismo, en que –según palabras de Marx– la crítica del cielo se convierte en la crítica de la tierra, tal como se lo describe en una cuidadosa lectura de sus textos fundamentales (Guadarrama González, P. 2012a, 42 y ss.).

Las consecuencias de los cambios desarrollados con la revolución industrial también se repasan en las obras de teóricos clásicos de la sociología como Weber, Simmel y Durkheim, quienes observan los resultados que derivan de las nuevas relaciones productivas y advierten sobre el surgimiento de formas de dominación. Asimismo la enajenación se relaciona con otras categorías como reificación, cosificación, fetichismo, etc., en particular abordadas desde la teoría marxista y otras vertientes sociológicas, antropológicas, psicológicas y filosóficas provenientes del pensamiento contemporáneo. En este sentido, se destacan los análisis de Lukács y de los representantes de la Escuela de Frankfurt, en particular de Horkheimer, Adorno, Marcuse y Habermas, con las diferentes variantes críticas que presenta cada uno de ellos a los aspectos alienantes que diagnostican en la conformación de la sociedad capitalista y de consumo.

Del análisis efectuado deviene como cuestión principal desvelar los modos de enajenación que el ser humano genera en su interacción social y, especialmente, la manera en que estos se han incrementado con el desarrollo del capitalismo que favorece las relaciones mercantilizadas y la explotación en el mundo del trabajo. Una primera observación aclara que las formas alienadas se han producido a lo largo de la historia humana, aun cuando se verifique una mayor complejidad que llega hasta las modalidades adoptadas por las sociedades contemporáneas. Esta extensión que reviste la alienación se ejemplifica en la comprensión de la misma como una inversión de la relación sujeto-objeto. Las distintas objetivaciones creadas por la praxis social se transforman en autónomas y tienden a lograr una subordinación de los seres humanos hasta no reconocerlas como un producto propio. En su reverso la búsqueda de formas superadoras de la enajenación se han presentado en todo momento y cultura, por este motivo la humanización se entiende como la tendencia a perfeccionar cualitativamente la actividad humana para lograr mejores condiciones de existencia, tal como se afirma: “(…) el concepto de humanismo presupone siempre asunción, incorporación, ensanchamiento de la capacidad humana en beneficio de la condición humana” (Guadarrama González, P. 2012a, 59).

Otra discusión significativa que incorpora el autor es la referida a la vinculación de la alienación y el humanismo como tendencias contrapuestas a la trayectoria seguida desde la modernidad hasta nuestros días. En particular, de la constatación que las formas enajenantes se acrecientan con la formación del capitalismo no se deduce que necesariamente estas hayan sido superadas en la experiencia ocurrida con el “socialismo real”, como se suponía que iba acontecer según lo vaticinaba el marxismo tradicional. En este punto, la explicación recurre a la subsistencia de relaciones monetarias y mercantiles que inciden en el carácter privado del trabajo, tema ya advertido por Marx, y también se señala la enajenación que deriva del poder, ejercido mediante el Estado y el partido, de lo colectivo sobre lo individual, al igual que el predominio de formas burocráticas que sustituyeron a las relaciones libres de cooperación y solidaridad entre los individuos. En un plano más general, se subtiende la cuestión acerca del hecho de que si los procesos que desencadenó la modernidad a nivel planetario han llevado a incrementar uno u otro polo, el de la alienación o el humanismo. Aun cuando no se soslayen las graves dificultades atravesadas en el mundo globalizado que golpean mayormente a los países periféricos, junto con las nuevas formas de alienación que afectan a la explotación laboral y el deterioro ambiental que se producen con el avance de las relaciones capitalistas de producción, considera el autor que de modo dialéctico se ha generado una comprensión más adecuada de estos fenómenos alienantes que contribuye a visualizar los modos de cambiarlos, incluyendo los ensayos socialistas que suponen una apuesta de largo plazo que prepara el camino a lo porvenir. En esta mirada optimista también se incorporan los adelantos científicos y técnicos, la mejora en los transportes y las comunicaciones, sin dejar de indicar su posible uso instrumental como formas de dominación o manipulación, así como se cifra esta posibilidad de cambio en la toma de conciencia de problemas globales, como la insuficiencia alimentaria, el crecimiento demográfico y los peligros ecológicos. Como puede observarse, la intervención en el debate acerca de la significación que deviene de ese proyecto moderno en el mundo presente, encuentra en las tesis de Guadarrama la promoción de sus posibilidades emancipatorias. Si bien es posible coincidir en que esta posición muestra una denuncia de las inconsistencias que presentan los tópicos elaborados por el discurso posmoderno, no debe dejar de advertirse la necesidad de superar algunas de las consecuencias que se derivan de la experiencia histórica relacionada con el desarrollo de la modernidad hasta nuestros días. Independientemente de las repercusiones que tuvo ese debate en un momento, se impone retomar las vías alternativas que deben buscarse frente al impacto negativo que ha aparejado en muchos aspectos el despliegue del mundo moderno.

Aportes latinoamericanos acerca de la condición humana

Por otra parte, la orientación hacia el humanismo representa un modo fundamental desde donde es examinada la historia de las ideas filosóficas en América Latina. En tal sentido, hay que remarcar que, además de la propia reflexión de Pablo Guadarrama sobre este tema, ha tenido una significativa participación en la generación de un proyecto de investigación colectivo que se desarrolló con la participación de investigadores de varios países latinoamericanos, denominado: El pensamiento latinoamericano del siglo XX ante la condición humana. Acerca de los fundamentos que le dieron origen y los resultados que se obtuvieron del mismo, el autor nos ofrece una síntesis en uno de sus capítulos, en lo que puede ser considerado como un valioso testimonio de una tarea conjunta que él coordinara (Cfr. Guadarrama González, P. 2013,420-440). El documento preliminar de este proyecto fue elaborado por el citado pensador cubano, a partir del cual se discutieron los detalles y alcances del proyecto a emprender con el apoyo de varios especialistas de la región, lo cual tuvo ocasión de realizarse en una reunión del 15 de julio de 2001 en el marco del Corredor de las Ideas del Cono Sur que se desarrollaba en la ciudad de Asunción en Paraguay, a la que tuve la oportunidad de asistir. En esa instancia se constituyó un Comité Académico Internacional, presidido por Arturo Roig y conformado por Pablo Guadarrama como coordinador general y con figuras de relieve como coordinadores nacionales, que a su vez convocaron a numerosos investigadores para realizar las obras en cada país, incluyendo a quienes no estuvieron inicialmente en esa reunión, lo cual le daría una gran envergadura y extensión a nivel continental a este proyecto. Los resultados se fueron dando a conocer primero en el sitio: ensayistas.org/critica/generales/C-H y luego fueron apareciendo volúmenes dedicados a distintos países, como son los referidos a México, Colombia, Perú, Cuba, que ya están editados y otros se encuentran en un estado avanzado, como es el caso de Venezuela, Argentina y Puerto Rico.

La perspectiva desde la cual se encararon los estudios por naciones de los intelectuales más representativos ha tenido que ver con el relevamiento de su producción a partir de la presencia de una reflexión antropológico-filosófica. Si esta se relaciona en primera instancia con la noción de condición humana, igualmente se han tenido en cuenta los planteos esbozados acerca de otros problemas conexos, como son: las ideas en torno a la esencia o supuesta naturaleza humana, que incluye la orientación hacia el humanismo, la solidaridad, el determinismo, la libertad y la enajenación como supuestos; las posturas gnoseológicas que se sostienen en cada caso; la relación del ser humano con la naturaleza, Dios, la religión, el Estado, la sociedad civil, la familia, el género, las razas, las clases sociales, las generaciones, la integración latinoamericana, los derechos humanos, etc.; las propuestas ideológicas, políticas, jurídicas y la actitud ante el progreso social; las tesis sobre el desarrollo de la ciencia, la técnica y la modernización; las concepciones sobre el papel de la educación, el arte, la literatura y los métodos para el perfeccionamiento humano; entre las cuestiones principales que son tratadas de acuerdo a los criterios que se adoptaron como orientativos de la investigación. Los diversos puntos de vista que surgen de estas indagaciones en cada autor y nación permiten ofrecer un panorama de las ideas que primaron en la intelectualidad latinoamericana del siglo XX. La intención inicial de este proyecto consistía justamente en dar cuenta en los volúmenes producidos de esta visión particular y a la vez de conjunto que sirviera como fuente de consulta, tanto para educadores e investigadores de las humanidades y las ciencias sociales como para un público más amplio interesado en la cultura latinoamericana.

El desarrollo pormenorizado por países, y que abarca a distintos representantes por su valor teórico antes que una selección dada por el factor ideológico, ha dado por resultado una versión diversa y matizada de los temas tratados, sobre lo cual Guadarrama igualmente ofrece una interpretación sobre algunas de las conclusiones preliminares que surgen de estos estudios:

Entre ellas se destaca que los representantes más significativos de la vida intelectual latinoamericana del siglo XX indudablemente han dado continuidad y enriquecido –por múltiples vías de expresión cultural y en especial a través de diferentes formas de la práctica educativa, política, intelectual– la prevaleciente tendencia humanista, desalienadora y contrahegemónica que ha caracterizado en sentido general a la historia latinoamericana de dicho pensamiento, a pesar de la existencia en el siglo XX de algunas manifestaciones alienantes, retrógradas y conservadoras, pero estas no constituyen la tendencia prevaleciente (Guadarrama González, P. 2013, 439).

De la observación citada, que constituye además la hipótesis principal que guía el proyecto, cabe agregar que se aspira a que la evaluación de esta tendencia favorable hacia el perfeccionamiento humano, contenida en numerosas elaboraciones surgidas de la historia de nuestro pensamiento, sea válida como marco conceptual que promueva esa misma línea de reflexión para aportar ideas y valoraciones que mejoren la condición humana, en lo cual se evidenciaría asimismo una contribución de la cultura latinoamericana a nivel mundial.

El pensamiento filosófico latinoamericano entre lo universal y lo particular: originalidad, autenticidad e identidad

Otra serie de cuestiones que son tratadas por Pablo Guadarrama se refieren a los aspectos teóricos y metodológicos relacionados con el pensamiento filosófico y su abordaje historiográfico. Una cuestión preliminar que se intenta precisar se vincula con la misma denominación de esta filosofía como latinoamericana, lo cual es objetado por el autor en cuanto entiende que no se debería calificar mediante gentilicios o patronímicos este tipo de estudios. Del mismo modo, se afirma que una producción filosófica no tendría que reducirse en su nombre a una cultura, época histórica o pensador determinados, ya que generalmente ella trasciende este marco inicial cuando representa un aporte, si bien reconoce que en un sentido amplio son legítimas esas adjetivaciones que son utilizadas para identificar un período, corriente o pertenencia nacional. Aplicado al caso de América Latina resulta válida esa identificación en la medida que designa un conjunto de ideas filosóficas que se han desarrollado a través del tiempo y revisten ciertas características distintivas. Pero igualmente aclara que no se trata de indicar esta pertenencia por el hecho de haber sido producidas en nuestras tierras, sino que el criterio fundamentalmente tiene que ver con el valor teórico que poseen en su misma formulación epistemológica y axiológica, así como el hecho de estar articuladas al propio legado cultural. Podría decirse que prima en esta interpretación la significación estrictamente filosófica de las obras y autores que son considerados como parte de nuestra historia intelectual, cuya validez se orienta igualmente a mostrar las contribuciones que revisten un grado de universalidad.

En parte puede compartirse esta perspectiva que destaca la legitimidad que procede de la misma significación teórica que contienen las concepciones realizadas para considerarse como aportes que integran la tradición filosófica latinoamericana. La ubicación geográfica no indica mucho si no se piensa como un lugar de enunciación del propio discurso, que implica igualmente el modo en que se connotan los objetos de la reflexión, especialmente en el caso de ámbitos que se relacionan con la filosofía práctica. En este punto quizás sí sea necesario indicar que la misma situación histórica y cultural, lo que según Raúl Fornet Betancourt define a la filosofía como saber contextual, tiene un lugar destacado para designar al pensamiento filosófico cultivado en nuestra región. El sentido y la función que reviste la filosofía adquieren en consecuencia una especificidad que se concreta en la tematización realizada respecto a los mismos problemas de donde parte la reflexión, que tienen una fuerte carga de acuerdo al contexto particular que se presenta en América Latina, independientemente que los resultados teóricos pueden ampliar su horizonte de significación para alcanzar una validez universal. Esto último, sin duda no lo desconoce el autor en los textos que comentamos, aunque su énfasis recae más en superar los dos enfoques metodológicos que se han planteado usualmente en torno a esta discusión: uno de ellos da prioridad a lo universal abstracto, tal como puede observarse en las posturas más tradicionales y academicistas; y otro sobrevalora lo nacional o regional, como es el caso de las posturas afirmativas acerca del pensamiento latinoamericano que se dieron inicialmente. En este sentido, lo que propone Guadarrama, y lo ha anticipado también en otra de sus obras (cfr. Guadarrama, P. y Pereliguin, N. 1989), es considerar la relación dialéctica entre lo universal y lo específico en la filosofía y la cultura latinoamericana. Si en este enfoque se reafirma principalmente la dialéctica como modo de comprensión, también puede señalarse que se trata de una universalidad concreta.

Una temática que se deriva de lo anterior, y que ha sido constantemente debatida en relación a la filosofía latinoamericana, se vincula con la originalidad y autenticidad de la misma. Sin duda que esta discusión se retoma desde una posición que ya no cuestiona la existencia de esta filosofía, al constatar las producciones relevantes que se han dado a lo largo de la historia y el grado de afianzamiento alcanzado en el último tiempo. En la perspectiva ofrecida por el autor cabe destacar que la pregunta por la originalidad queda desplazada por la indagación acerca de la autenticidad. De este modo, lo que interesa delimitar es hasta qué punto una elaboración filosófica, sin importar que sus referencias conceptuales remitan a otros autores y procedencias, permite dar cuenta de las cuestiones que suscita la propia realidad: “En la historia universal una filosofía ha sido original y auténtica cuando no ha planteado simplemente ideas nuevas, sino cuando estas se han correspondido con las exigencias históricas de su momento en los diferentes planos, esto es, sociopolítico, económico, ideológico, científico” (Guadarrama González, P. 2012a, 80). Por ejemplo, se señala que la filosofía moderna se encuentra en su apogeo en la época de la expansión del capitalismo y luego declina su autenticidad en la etapa contemporánea cuando deja de responder a las nuevas condiciones sociales. Una consideración similar se esboza acerca del retraso relativo respecto al desarrollo del capitalismo que reviste la producción filosófica en América Latina, que explica sus desfasajes en las corrientes adoptadas en ciertos momentos históricos y podría añadirse también las alternativas que se han ensayado en algunos casos a partir de visualizar esa experiencia moderna desde una perspectiva diferente.

De la preocupación por la autenticidad, que se reseña en distintas instancias y formulaciones intelectuales, se derivan apreciaciones sobre la cuestión de la identidad. Más allá de que este tópico ha sido recurrentemente explorado por la cultura latinoamericana, Guadarrama ubica sus antecedentes en la lucha contra el colonialismo y la liberación nacional que se produce a partir del siglo XIX en América Latina, al igual que otros países de Asia y África. De allí se desprenden los planteos que hicieron eje en la cultura nacional, que en el presente incorporan igualmente la constatación de la diversidad, incluso dentro de la aspiración a un proyecto de unificación regional. La complejidad en el caso latinoamericano se remite a sus vínculos con la cultura occidental, que ha permeado la misma comprensión del devenir que sigue la filosofía y la cultura entre nosotros. En este punto resulta imprescindible para sustentar una afirmación identitaria el autoconocimiento que ha promovido el estudio crítico de su historia. Constituye sin duda un enfoque adecuado la propuesta de considerar la identidad como resultado de un proceso histórico y concreto, al mismo tiempo que requiere una construcción que la vaya definiendo. Del reconocimiento alcanzado en relación a formas de identificación comunes, sin ocultar las diferencias existentes, se contempla que constituye un avance hacia el logro de la autenticidad, esto es, la correspondencia de los productos culturales con las exigencias del ser humano que posibilitan mejorar las condiciones de existencia (cfr. Guadarrama González, P. 2012a, 103-105).

Acerca de la historia de las ideas filosóficas: metodología, balance y situación actual

En buena parte de los tres volúmenes reseñados se ofrecen estudios históricos referidos a diferentes períodos, corrientes de pensamiento y autores, acompañados de consideraciones relativas al método utilizado a partir de una ponderación de distintas alternativas que se presentan en este campo de investigaciones. Sin poder aquí dar cuenta de las detalladas exposiciones que realiza el autor sobre estos temas, se tratará de consignar algunos aspectos que resultan relevantes, en particular, las síntesis y evaluaciones que realiza acerca de algunos momentos de nuestra historia intelectual, junto con las pautas teóricas y metodológicas que se han seguido en su tratamiento.

En lo referente a las indicaciones metodológicas, un problema ineludible se vincula a la elección de criterios de periodización. En tal sentido, se advierte que usualmente se han empleado en América Latina periodizaciones y clasificaciones retomadas de la historia filosófica mundial, especialmente de la tradición europea. Una primera observación aclara que de modo frecuente la recepción realizada en la filosofía latinoamericana no se ha dado en forma pasiva, por lo que cabe destacar la apropiación crítica que se realiza de concepciones que son recreadas. Otro elemento remarcado tiene que ver con la complementación que debe efectuarse entre la periodización derivada de la misma actividad filosófica con otras que surgen de distintos ámbitos, como son las que aluden a aspectos socioeconómicos, políticos, ideológicos, según el grado de desarrollo científico, de los nexos con el arte, la literatura, la religión, entre los principales. Igualmente se recomienda tener en cuenta las particularidades que surgen del contexto específico, pero también influyen otras situaciones que se dan a nivel mundial. Esto último, podría servir para constatar en qué medida en la propia cultura se dirimen esos procesos de alcance universal, ya sea porque medie una relación necesaria o, en ciertos casos, habría que revisar el desajuste producido para comprender adecuadamente la situación latinoamericana, como por ejemplo se verifica en muchas de las posiciones que se acoplaron al posmodernismo o bien en otras tendencias que no pasaron de ser modas intelectuales que se adoptaron en un momento.

Asimismo el carácter complejo que posee el desarrollo de las ideas filosóficas en el caso de América Latina dificulta una clasificación precisa por corrientes, en especial cuando se quiere identificar a un determinado pensador dentro de la misma. No solo las tendencias intelectuales han presentado variantes significativas respecto de sus versiones europeas, sino que aun un mismo autor experimenta modificaciones en su trayectoria, en que se adscribe a más de una escuela y, en ciertas ocasiones, combina eclécticamente más de una orientación. Esta dificultad que se describe resulta bastante común en el estudio de muchos representantes del pensamiento filosófico latinoamericano. Una explicación inicial se encuentra en la preferencia otorgada a la utilización de distintas herramientas teóricas para dar respuesta a problemas concretos, ubicados en el ámbito práctico, que promueve mayormente una filosofía de carácter político y social. Antes que limitarse a una ortodoxia doctrinaria, la reflexión filosófica en América Latina se ha vinculado a demandas de la realidad e incluso en esta inclinación ha recurrido a distintas formas de expresión que exceden el discurso filosófico en sentido estricto, tal como lo observara en su momento José Gaos cuando acuñó la expresión de pensamiento para referirse a esa forma más amplia y diversa que se presenta en nuestros países desde su fundación.

Sin por este motivo dejar de lado el rigor teórico con que entiende a la filosofía, Guadarrama identifica al pensamiento filosófico latinoamericano con características similares cuando se ocupa de aclarar su función ante las urgencias que se viven en el momento presente, lo cual va más allá de la necesidad de periodizar y clasificar para atenerse a estudiar nuestro pasado. A partir de esta posición va a afirmar:

En el caso tan conflictivo de estas tierras, como de otras regiones del mundo, donde las huellas de la dependencia no pueden cicatrizar en tanto se mantengan las actuales circunstancias, la filosofía expresa en mayor medida los elementos sociopolíticos de su contenido: La filosofía en América Latina tiene que ocuparse de los destinos del hombre contemporáneo ante los desafíos que plantean múltiples problemas globales, ecológicos, demográficos, integradores, migratorios, interétnicos, tecnológicos, etc. Aun cuando múltiples disciplinas abordan cada uno de estos problemas, la filosofía está obligada a planteárselos desde la perspectiva totalizadora con que debe apreciarlos el hombre real y no el de las estadísticas, con sus preocupaciones y propuestas resolutivas (cfr. Guadarrama González, P. 2012a, 124).

Desde este punto de vista es posible señalar que la filosofía latinoamericana ha tendido comúnmente a interpretarse dentro de un marco más general, ya sea el que proviene de los conflictos y situaciones que se relacionan con su propio contexto, pero que se ligan también a una dimensión mundial en que encuentran su inserción. Por este motivo también se puede constatar la articulación con otras disciplinas relativas a las ciencias humanas y sociales, que se muestra como un modo productivo y necesario de encarar la actividad filosófica dentro de nuestra tradición cultural. A la vez que se tratan de evitar las actitudes de neutralidad valorativa o de un excesivo profesionalismo que se retroalimentan desde una filosofía encerrada en sí misma.

Como se ha mencionado anteriormente, se encuentra en las interpretaciones de Guadarrama un estudio pormenorizado de distintas manifestaciones y figuras intelectuales que abarcan las distintas etapas de la historia de la filosofía latinoamericana. De sus enfoques hermenéutico-críticos se retoman a continuación algunos de sus resultados fundamentales, que por cierto son tratados con mayor extensión en los libros comentados.

Respecto al comienzo de la filosofía en América Latina, aunque se plantea como un tema abierto a distintas posiciones, el autor se inclina por señalar que este no se da propiamente en las culturas amerindias previas a la conquista5. Si bien se reconocen una serie de concepciones cosmológicas, éticas y antropológicas elaboradas en las principales civilizaciones indígenas, como son las relativas a las culturas azteca, maya e inca que son destacadas a través de la exposición de sus ideas más significativas (cfr. Guadarrama González, P. 2012a, 127-154). No obstante considera que este desarrollo no llegó a alcanzar el grado suficiente de madurez y sistematicidad, interrumpido por la misma colonización europea en que se va a producir una crisis profunda, por lo que se distingue a estas concepciones como “prefilosóficas”, al mismo tiempo que se constata su enraizamiento y permanencia hasta las actuales culturas originarias. En este sentido, merecen una valoración positiva en muchas de sus facetas, tales como las nociones referidas a la integración del ser humano a todo lo existente, las reglas éticas que orientaron las relaciones intersubjetivas y principalmente comunitarias, el vínculo inescindible establecido con la naturaleza y las prácticas religiosas en que sustentaron sus ideas y mitos las poblaciones indígenas, cuyas formas de racionalidad resultan diferentes a la que se pretendía imponer desde la mirada occidental. Su aporte puede ser asimilado al de otras grandes culturas de la antigüedad, por lo que se confirma que: “(…) es posible pensar que algunas de las culturas amerindias más avanzadas llegaron a ubicarse en el umbral de la reflexión filosófica, especialmente por el lugar que ocupó el tratamiento de la problemática antropológica en sus producciones espirituales” (Guadarrama González, P. 2013, 445).

Por otra parte, se ofrece una visión matizada de la significación filosófica del período colonial, debido a lo cual se sostiene que el pensamiento de los siglos XVI y XVII exige ser revalorado frente a la interpretación que solo lo descalifica como dogmático y oscurantista. El contenido humanista cristiano se encarna en algunas de las posturas defensivas que se esgrimieron ante la situación de la población indígena, así como otras vertientes se ocuparon de temas referidos a la circunstancia americana. La preocupación antropológica se mantuvo latente en un momento posterior, mediante la reflexión de distintos sacerdotes que hizo de transición a las ideas de la Ilustración que comenzaron a difundirse a partir del siglo XVIII. La filosofía ilustrada va a consumar ese humanismo precedente que estará también presente como fundamento de los procesos de independencia, que alentaron sin duda otros cambios sustanciales mediante nuevas doctrinas sociales y políticas que se expandieron en nuestros países ya a comienzos del siglo XIX, cuando se inicia la construcción de las naciones hispanoamericanas. Una figura destacada por su ideario emancipador e integracionista es Simón Bolívar, no ajeno a un utopismo que marcaría una profunda huella en nuestra historia.

En el siglo XIX se consigna la manifestación de una diversidad de corrientes de pensamiento con su irradiación en distintos ámbitos, como son: el sensualismo, el empirismo, el racionalismo, el utilitarismo, la ideología, el eclecticismo, el espiritualismo, el romanticismo, el krausismo, el positivismo, el liberalismo, el socialismo utópico, entre las principales tendencias filosóficas que reconocen una singular adopción entre nosotros a partir de su procedencia inicial de Europa. Una atención especial merece el positivismo, o en términos más abarcadores el cientificismo, que se desarrolla a partir de la segunda mitad de ese siglo hasta principios del siglo XX, al cual se lo destaca como el que posee una mayor significación. En particular, se lo califica como sui generis y entiende el autor que cumple una función progresista en el momento de formación de las burguesías nacionales. Sin duda que ello se sustenta en la demarcación de algunos de los representantes elegidos, como es el caso de Enrique José Varona, a quien se dedica un extenso estudio destinado a mostrar sus posiciones en relación al conocimiento científico, sociológico, antropológico, ético y político (cfr. Guadarrama González, P. 2012b, 33-228). Una dirección semejante se confirma en otro autor representativo del cientificismo, José Ingenieros, en cuya obra se inspiraron muchos posicionamientos progresistas y antiimperialistas que proliferaron a comienzos del siglo XX. Los motivos a favor de la unidad latinoamericana igualmente se presentaron en intelectuales que ya están ubicados en concepciones que representaron la superación del positivismo que se produjo a partir de esa etapa, tales como José Enrique Rodó, José Vasconcelos, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña, Alejandro Korn, por citar algunos de los autores que son analizados. Un antecedente significativo de esta posición integracionista y latinoamericanista se concentra en la ilustre figura de José Martí, a quien se lo destaca como un autor que desarrolla sus fecundas ideas como alternativa a la hegemonía del positivismo y con una singular definición del humanismo práctico. En este último caso se concibe que su discurso todavía se mantiene vigente como una clara orientación para el pensamiento latinoamericano contemporáneo (cfr. Guadarrama González, P. 2012a, 355-404).

En el momento que se abre desde mediados del siglo XX se consideran diversas corrientes filosóficas introducidas en Latinoamérica, como el neopositivismo, el existencialismo, la filosofía analítica, el neotomismo, el marxismo, etc. Resulta destacada la importancia de la “filosofía de la praxis” que atraviesa a las distintas tendencias mencionadas, pero encuentra una mayor definición y alcances en la teoría marxista. Esta última perspectiva, que sostiene Guadarrama en sus mismas proposiciones filosóficas, encuentra a su vez una detallada exposición de sus manifestaciones principales en nuestra historia intelectual. Igualmente se destaca el carácter singular del marxismo en las enunciaciones que provienen de algunos pensadores latinoamericanos, así como puede observarse un sentido similar a través de su articulación con el terreno de la praxis política, como se da en el caso de la experiencia revolucionaria cubana, de lo cual, como ejemplo significativo, se exponen las tesis humanistas desarrolladas por Ernesto Che Guevara (cfr. Guadarrama González, P. 2013, 217-404).

Un momento afirmativo se reconoce particularmente a propósito del surgimiento de los planteos contemporáneos acerca de la filosofía latinoamericana, tal como se describe de modo principal a través de la consideración de la obra de Leopoldo Zea, quien resulta resaltado en cuanto promotor de un mejor conocimiento en el plano de la historia de las ideas y en las distintas derivaciones de su pensamiento que orientan esa misma tarea historiográfica. Igualmente son valorados los aportes realizados por Arturo Andrés Roig en estos campos disciplinares, que trazaron un rumbo determinado a la reflexión filosófica latinoamericana en su momento de consolidación. Estas contribuciones serían decisivas para la constitución de los lineamientos teóricos que se afianzaron con la llamada filosofía de la liberación, una expresión propia en que confluyeron muchos intelectuales, entre quienes se destaca la obra producida por Enrique Dussel. La evaluación del autor en torno a la filosofía liberacionista remarca sin duda sus aportes en relación a una posición progresista, crítica del capitalismo dependiente y a favor de los sectores más postergados de nuestros pueblos, que revalora asimismo la cultura y las ideas filosóficas latinoamericanas. No obstante, señala la diversidad de posiciones existentes en su interior, lo cual no siempre permite visualizar propuestas comunes en el plano político-social, así como señala las limitaciones de algunos de sus representantes para inclinarse hacia un modelo alternativo socialista o que contenga una mayor criticidad. El hecho de que no sea un movimiento filosófico homogéneo y la ambigüedad ideológica de ciertas categorías utilizadas, se observa como indicativo de la primera etapa de la filosofía de la liberación, tal como lo analizara en su estudio pionero Horacio CeruttiGuldberg, no obstante se advierte que ha ido clarificándose teóricamente y radicalizando sus posiciones con posterioridad. De todas maneras, Guadarrama rescata la proyección que alcanza esta corriente a nivel mundial y su significación con respecto a la temática del humanismo: “La filosofía de la liberación constituye una de las expresiones de continuidad de lo mejor de la tradición humanista y desalienadora que ha caracterizado al pensamiento latinoamericano en su historia” (Guadarrama González, P. 2013, 473).

En el balance efectuado se repara en la situación actual de la filosofía en América Latina, que es considerada como una actividad que ha logrado autonomía y reconocimiento académico. Este proceso deriva en parte de una mayor consolidación institucional, con la existencia de numerosas facultades y centros de investigación en distintos países, la creación de revistas y editoriales especializadas, la formación de asociaciones filosóficas y la realización de congresos, entre otros aspectos destacados. Además se señala que incide en este afianzamiento la línea de trabajo relacionada específicamente con la filosofía latinoamericana y la historia de las ideas, que han alcanzado una profundización de sus propuestas teóricas y herramientas metodológicas en las últimas décadas. Igualmente influye el reconocimiento internacional de algunos desarrollos de la producción filosófica local, al mismo tiempo que se ha incrementado el intercambio y la inserción en las discusiones que se sostienen a nivel mundial. A las investigaciones sobre nuestro pensamiento y su formación histórica desarrolladas por los propios autores latinoamericanos se añade el creciente interés evidenciado por estudiosos de otras regiones, lo cual además es posible observar que ha ampliado las perspectivas en vistas a un diálogo interdisciplinario e intercultural que se entabla en algunas expresiones contemporáneas.

Del recorrido que nos ofrece Pablo Guadarrama en sus consideraciones conceptuales y metodológicas acerca del pensamiento filosófico latinoamericano y su historia, hay que remarcar la amplitud de los distintos temas que trata detalladamente y con profundidad en los apartados que componen estos volúmenes. En una primera instancia sería destacable el conocimiento erudito que muestra en sus diferentes estudios, pero seguramente esto no oculta una intención que se sobrepone y subtiende a lo largo de sus exploraciones que buscan mostrar la riqueza filosófica y cultural que se encuentra contenida en nuestra América. Esta orientación se traduce en la confirmación de una función social progresista, emancipatoria y humanizadora que tiende a revelarse como el sentido y las características constatables y deseables de la filosofía latinoamericana. Indudablemente el logro de una actitud favorable a esta tendencia es lo que ha alentado la trayectoria intelectual seguida en la obra del mismo autor que estamos comentando.

Notas

1 Instituto de Filosofía Argentina y Americana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo / INCIHUSA-CONICET. <ramaglia@mendoza-conicet.gob.ar>.

2 En este sentido, pueden citarse algunos de sus libros más relevantes: Guadarrama González, P. 1986; 1989; 1994; 1997; 2001; 2008. Asimismo, hay que destacar que muchos de sus trabajos han sido resultado de la participación y dirección de obras colectivas realizadas por investigadores cubanos, en especial de la Universidad Central de Las Villas en Santa Clara, donde se han llevado adelante las siguientes obras: Guadarrama González, P. (dir.) 1993; 1995; 1998; 2010; 2012.

3 Guadarrama González, P. 2012a; 2012b y 2013.

4 Sobre el término alienación se ofrece también una delimitación conceptual: “Todo poder supuesto a fuerzas aparentemente incontroladas por el hombre, que son expresión histórica de incapacidad de dominio relativo sobre sus condiciones de existencia y engendradas consciente o inconscientemente por el hombre, limitan sus grados de libertad y se inscriben en el complejo fenómeno de la enajenación” (Guadarrama González, P. 2012a, 24).

5 Un criterio diferente se encuentra en otras obras recientes sobre la historia del pensamiento latinoamericano que parten de considerar como primeras filosofías las de los pueblos orginarios americanos: cfr. Dussel, E. et al. 2009; Beorlegui, C. 2004.

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