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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.36 no.1 Mendoza June 2019  Epub Nov 24, 2020

 

DOSSIER: FILOSOFÍA Y GÉNERO EN CHILE

Mujeres y filosofía en la Universidad de Chile de los años 60: el aporte de Patricia Bonzi y Eliana Dobry1

Women and philosophy at the University of Chile in the 60s: the contribution of Patricia Bonzi and Eliana Dobry

María José López1 

1Académica del Departamento de Filosofía, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Contacto: mjlopezmerino@gmail.com

Resumen

Realizaremos un breve recorrido histórico hasta la conformación de la generación de los 60, mujeres filósofas en la Universidad de Chile, que comienzan tempranamente una carrera como ayudantes y luego como profesoras. Centramos este estudio en dos figuras señeras de esa década: Eliana Dobry y Patricia Bonzi. En ellas se da una combinación de rasgos que hasta ahora se han propuesto como excluyentes para la época: la dicotomía entre la profesionalización de la filosofía versus el compromiso con la realidad social y política (Jaksic, I. 1983). A contrapelo de esta caracterización, estas mujeres son, primero, dos ejemplos que ponen en entredicho la dicotomía entre lo académico y lo político, y que, en segundo lugar, también ponen en jaque la distinción entre, ser meras profesoras-lectoras y filósofas creativas e investigadoras (Sánchez, C. 1992).

Palabras clave: Filosofía; Universidad de Chile; Mujeres; Historia de mujeres; Historia de los años 60

Abstract

In the present article, we will make a brief historical journey until the formation of the generation of the 60s, women philosophers at the University of Chile, who begin their early careers as assistants and later as teachers. We focus this study on two outstanding figures of that decade: Eliana Dobry and Patricia Bonzi. In them there is a combination of traits that until now have been proposed as excluding for the time: the dichotomy between the professionalization of philosophy versus the commitment to social and political reality (Jaksic, I. 1983). Contrary to this characterization, these women are, two examples that question the dichotomy between the academic and the political, and, also jeopardize the distinction between being mere teacher-readers and creative philosophers and researchers (Sánchez, C. 1992).

Keywords: Philosophy; University of Chile; Women; History of women; History of the 60's

Si la educación general de los varones no fuera un desiderátum entre nosotros ¿concebiríase en efecto la idea de dar instrucción aún elemental a los niños varones y no a las mujeres? ¿Al hermano y no a la hermana? ¿Al que ha de ser esposo y padre y no a la que ha de ser esposa y madre? ¿Por qué perpetuar deliberadamente en uno la barbarie que no quiere perpetuarse en el otro? ¿Por qué hacer lo contrario de lo que aconsejaría la naturaleza, que es instruir a la que ha de ser madre de niños, puesto que está destinada a ser madre y a llevar con ella los gérmenes de la civilización al hogar doméstico, puesto que ella ha de ser plantel de una nueva familia por la unión conyugal?

Domingo Faustino Sarmiento, 1849, 71 .

1. La llegada de las mujeres a la Universidad de Chile: el siglo XIX

La historia de la educación formal de las mujeres en todos sus niveles es tan reciente en la región que las palabras de Sarmiento en el epígrafe, abogando por la defensa de un mínimo igualitarismo basado en argumentos conservadores, suenan entre nosotros con una extraña actualidad. Y es que la educación, especialmente la educación universitaria, es un privilegio al que solo hace muy poco tiempo puede aspirar legítimamente el grupo de las mujeres en Chile.

La primera estudiante mujer matriculada en una universidad en Chile, Dolores Egaña Fabres, fue excepcionalmente matriculada en la antigua Real Universidad de San Felipe, en 1810, en el fragor de la primera independencia y bajo el impulso de su padre Juan Egaña, jurista y catedrático de la misma universidad (Guerín, S. 1928, 414 ). Casi 70 años más tarde, después de una larga y ardua polémica, se firma en 1877 el decreto que permite a las mujeres realizar estudios superiores en universidades chilenas. Este fue conocido como el decreto Amunátegui, ministro que lo promulgó y, antes de eso, lo defendió públicamente, enfrentando el ataque de los sectores católicos conservadores.

Se trata del primer paso en la entrada e instalación de las mujeres en el ámbito universitario. La polémica que da origen a este decreto se desata años antes, en 1872, con la petición ante el Consejo Universitario de la Universidad de Chile, de Antonia Tarragó, para que los exámenes del colegio Santa Teresa, colegio privado de mujeres que ella dirigía, fuesen válidos para ingresar a la universidad (Ver Sánchez, C. 1992, 3 ). Luego se sumaría la solicitud de Isabel Le Brun, quien pediría lo mismo para el Colegio de mujeres de la Recoleta (ibíd., 5). Estas peticiones se apoyan en la recientemente conseguida libertad de exámenes, es decir, que los alumnos de instituciones secundarias no tengan que rendir exámenes ante el Instituto Nacional (ibíd., 3 nota 13). Cuestión que es, a su vez, parte de la discusión sobre la libertad de enseñanza, el tutelaje público de la educación, y la polémica entre colegios estatales laicos y colegios privados religiosos.

En su contenido, esta polémica enfrenta, a través la prensa escrita, a republicanos liberales y conservadores católicos por el rol de la mujer en la sociedad. Durante casi una década por los diarios y revistas, se discuten los beneficios o peligros que una formación profesional traería para la mujer, la familia y la sociedad complete (Ver ibíd., 8 y ss.). Una de las figuras centrales en esta polémica es Valentín Letelier (Ruiz, C. 2006).

Letelier con su clara visión de la necesidad de institucionalizar el estado social y democrático, defiende la posición liberal de Amunátegui y su decreto. Argumentando que: “En abstracto, es un absurdo admitir como normal un estado social en que la cultura de la mujer es en esencia notablemente inferior a la del hombre, y no hay razón alguna para que el Estado se encargue de la instrucción completa del hombre, dejando abandonada la de la mujer al mercantilismo o al sectarismo” (Letelier, V. 1895, 278). Desde una posición racional y modernizadora como la de Letelier resultan inexplicables estas diferencias en la formación de hombres y mujeres, discriminación que no responde tampoco a las nuevas necesidades sociales que el país debe enfrentar, ni reconoce la igualdad moral entre hombres y mujeres que para el autor, ya a fines del siglo XIX, es evidente.

Pero Letelier va más allá y cuestiona el tipo de formación que reciben las mujeres, su calidad y orientación, a nivel básico y secundario. A través de colegios en los que “se descuida por completo el desarrollo sistemático del físico (deportes), no se enseñan ni siquiera los rudimentos de la ciencia y, lo que es peor, se descuida la educación moral porque se la confunde y se la suple con las prácticas externas del culto” (ibíd., 278).

Lo más grave para Letelier es el compromiso del Estado en esta discriminación hacia la mujer. El Estado que debería garantizar cierta igualdad y desarrollo social para todos sus individuos, se ve más bien influido por miradas sectarias, convirtiéndose en un propagador de los prejuicios, mitos y falsas creencias acerca de la instrucción de la mujer. Por el contrario, para el autor el Estado debe dar las garantías a todos: “Nuestro deseo es que el Gobierno, sin perjuicio de la iniciativa individual, se encargue de la instrucción de la mujer, no como empresa de partido, sino como empresa de Estado, sin miradas hostiles ni propósitos sectarios y con el convencimiento de satisfacer una positiva necesidad social” (ibíd., 283). Este compromiso estatal, abrirá las posibilidades de emancipación económica de la mujer, logro que no sería más que el reflejo de la decisiva emancipación cultural, que podría, a juicio de Letelier, permitirle romper con las ataduras de la dependencia2.

La educación y con ella la emancipación de la mujer es parte de la labor del Estado y en ella está comprometida no solo la mujer y su destino, sino la sociedad completa: “[…] un Estado (concluiremos) no puede desentenderse de los sistemas de educación destinados a formar el espíritu de la mujer, sin dejar en peligro el orden social para lo futuro” (ibíd., 284). Tal como recuerda Sánchez, los argumentos de Letelier, “[…] permitieron exigirle al Estado, una instrucción semejante para los dos sexos y hacer también de la mujer un 'ser social'” (Sánchez, C. 1992, 593). Esto es relevante porque, desde la perspectiva de Letelier, lo más importante es el aporte que la mujer formada en las distintas esferas profesionales puede hacer no solo a su propio destino y emancipación personal, sino al desarrollo y la cultura del país. El orden social depende, en gran medida, del aporte que tanto hombres como mujeres pueden hacer, ensanchando las posibilidades de nuestra cultura.

2. Las primeras mujeres en el Instituto pedagógico: La institucionalización de la filosofía

El Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, es fundado por el mismo Valentín Letelier y por Diego Barros Arana, en 1889, quienes hace tiempo venían impulsando la idea de un centro de formación universitaria en humanidades, que tuviera a su cargo, la misión de formar nada menos que a los profesores de secundaria de todo Chile. Amanda Labarca será la primera mujer que se gradúe en la nueva institución -como profesora de castellano- y publica en el año 1922 las Lecciones de Filosofía, primera obra de Filosofía escrita por una mujer en Chile, que vuelve a publicarse una década más tarde junto a la obra La razón del caos de otra mujer, Orfilia Lagunas. En efecto, de acuerdo el estudio realizado por José Santos, de un total de aproximadamente 250 libros de filosofía publicados hasta finales de la década del cuarenta, estos son los dos únicos libros publicados por mujeres3.

Como recuerda Sánchez, Amanda Labarca se dedica, sobre todo, a plantear temas de educación y humanismo, identificando en algunos de sus escritos las figuras de la madre y la maestra (ibíd., 294). En esta línea, se comprende su adscripción todavía al mundo de valores en el que la mirada masculina imperante proyecta su propia visión sobre la profesión. En este caso el rol de profesora, es visto bajo la influencia del rol familiar tradicional atribuido a la mujer. Pese a ello, Labarca es una intelectual, que no deja de experimentar el conflicto práctico con ese mismo rol y su contradicción con su condición de mujer. En este sentido, Sánchez concluye: “En una de sus primeras entrevistas reveló ella (Amanda Labarca) la ruptura con su familia, situación que la llevó a cambiar el apellido del padre por el Labarca de su marido. Por lo general, el reciente ingreso de las mujeres al espacio de la cultura y del saber las hacía entrar en conflicto con su familia y con la firma que podía incluirlas en el espacio del libro y la escritura” (ibíd., 593).

En 1935 se crea en el Instituto Pedagógico de la Facultad de Filosofía, el “Curso especial para formación de profesores de filosofía” bajo la dirección de Pedro León Loyola4. Este curso marca un importante hito en la especialización en filosofía, pues visibiliza por primera vez de una manera clara la formación específica en los estudios en filosofía. (ibíd., 60). Los profesores que vienen de una malla común en pedagogía y humanidades y que siguen la especialidad en filosofía se titulan de Profesores de Estado con mención en Filosofía. En este curso de Filosofía, se formarán en los años siguientes figuras relevantes en el desarrollo de la disciplina y de la Universidad, como son Jorge Millas5 y Luis Oyarzún6. A esta misma generación pertenece Carla Cordua, que en 1948 entra a estudiar a la Universidad de Chile (ibíd., 596).

Con la llegada de los años 50 toma fuerza un nuevo impulso en la Universidad de Chile. Se crean importantes instituciones culturales, como la orquesta sinfónica, el teatro experimental de la Universidad de Chile y el coro y ballet de la Universidad, estos últimos surgen de agrupaciones del Instituto Pedagógico. Esencialmente modernizador, este impulso renovador impacta sobre todo en las ciencias exactas y técnicas pero también llega al Instituto Pedagógico (ibíd., 91), poniendo como tema central la “profesionalización” de las humanidades, que deben ahora responder a nuevo criterios de excelencia.

En 1952, bajo este mismo contexto de renovación y apertura, Cordua recibe una beca y parte a estudiar a Alemania, primero Colonia y luego Freiburg, donde asiste a conferencias de Heidegger y estudia a Husserl. Luego vuelve a Chile y se convierte en la primera profesora en ocupar una cátedra en el Departamento de filosofía, la cátedra de Lógica (ibíd., 596). Cordua es probablemente la primera filósofa “profesional” de la Universidad de Chile, instalada completamente en el pensamiento de los grandes filósofos contemporáneos europeos, sobre todo, con una formación de excelencia y un reconocimiento temprano a su labor dentro y fuera de Chile. Dueña de una cátedra en la Universidad de Chile, comenzará una producción intelectual propia. Hay que insistir sí, como ya han señalado otros estudios, en la completa excepcionalidad de la figura de Carla Cordua. Como recuerda Bulo, en los años cincuenta, la total escasez de profesoras y producción filosófica femenina es evidente (Bulo, V. 2013, 79). Según los datos recopilados por Santos, entre las 111 obras de filosofía de este periodo es publicada solo una escrita por una mujer: una traducción de Magdalena Santa Cruz. En la década de los sesenta las publicaciones en filosofía ya ascienden a 148 e incluyen solo dos obras de mujeres: se publica un texto sobre filosofía cristiana de Beatrice Ávalos y aparece el primer libro de Carla Cordua, titulado: Mundo Hombre Historia. De la filosofía moderna a la contemporánea (1969).

Cordua, como suele sucederles a muchas mujeres cuya participación en ciertos ambientes es completamente excepcional, no repara en el hecho de ser una excepción. Como plantea Sánchez, su excepcionalidad coincide con una especie de ceguera acerca de la propia condición de hacer filosofía en Chile siendo mujer. Sánchez recuerda que, en entrevistas, Cordua reconoce que ha enfrentado dificultades por su condición de mujer, pero al mismo tiempo, que esas dificultades no han sido relevantes. En opinión de Sánchez: “Podría decirse que para ella la filosofía es sin llorar […] como se sabe la expresión sin llorar es recurrente entre quienes se dedican a la política y deben soportar la dureza que conlleva. Cordua aceptó dicha dureza y ha demostrado estoicamente que es poseedora de un yo filosófico que no se doblega ante la adversidad” (Sánchez, C. 1992, 597). Esto quiere decir que, en definitiva, no pide que su excepcionalidad sea tomada en cuenta a la hora de sopesar su aporte “filosófico”, el cual debería valorarse con independencia de su condición de mujer.

En esa misma década de los 50 surge una figura relevante para el Departamento de Filosofía y el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Se trata de Juan Rivano que obtiene su título de Profesor de Estado en Filosofía en el año 1955, luego de estudiar matemáticas, decide estudiar filosofía bajo la tutela de Jorge Millas, de quien es ayudante. En los años que siguen, Rivano se convierte en un importante profesor, con gran influencia sobre las nuevas generaciones de estudiantes. Primero, centra sus estudios en la lógica, para luego hacer uso de los instrumentos críticos de la lógica para leer autores de la tradición hegeliana inglesa como Francis Bradley y Harold Joachim (Jaksic, I. 1989,112).

En 1960 se titula también de profesor de estado en filosofía, Humberto Giannini, quién venía de una estadía en Italia, donde cursó estudios con Enrico Castelli. Giannini también se convertirá en un profesor de gran importancia no solo desde la formación en su cátedra de filosofía medieval, sino en general, en la formación de varias generaciones de estudiantes de la Universidad de Chile y en los nuevos giros que la disciplina irá tomando en la Universidad y en el país.

Hacia 1960, la Facultad de Filosofía y Educación alcanzó un aumento significativo de la matrícula, en gran medida impulsada por el aumento persistente de la población escolar secundaria (Mellafe, R. y González, M. T. 2007, 189 ). Esto ejercía una doble presión sobre la Facultad y en especial sobre el Instituto Pedagógico que, por una parte, recibía una mayor demanda por educación universitaria, aunque continuaba siendo proporcionalmente baja frente la población (Ver ibíd., 191) y, por otra, soportaba la presión de los colegios y liceos que requerían un mayor número de profesores, con una escolarización secundaria ya masificada. Desde luego, la presión demográfica, la nueva misión y los cambios sociales instalaron un obstáculo no menor, que hasta hoy se mantiene vigente para las humanidades en la Universidad de Chile: las dificultades para un debido financiamiento.

En la misma época se experimenta una profundización y una diversificación de los estudios de filosofía en la Universidad de Chile. En primer lugar, profundización porque se crea la Licenciatura en Filosofía, cuyo plan de estudios consistía en una serie de seminarios que se sumaban a los cursos ya recibidos en el “Curso especial para profesores de Filosofía”, por lo que los egresados tendrían en adelante una formación más completa.

En segundo lugar, ocurre una diversificación de la filosofía, producto de nuevos intereses y desarrollos disciplinares divergentes. En 1963 se crea el Centro de Estudios Humanísticos (de la sede Occidente) a cargo del profesor Roberto Torretti7, en compañía de la misma Carla Cordua. Este Centro busca un acercamiento a la filosofía de la ciencia y tiene un marcado acento investigativo a diferencia del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía, marcado por su importante labor docente en el Instituto Pedagógico.

3. Profesionalización de la filosofía y la creciente presencia de la política: Patricia Bonzi y Eliana Dobry

En este ambiente llegan al instituto pedagógico a fines de los años 50, Patricia Bonzi y Eliana Dobry, primero estudiantes, luego ayudantes y finalmente profesoras que marcaron la enseñanza de la filosofía en la Universidad de Chile a partir de los años 60. Eliana Dobry estudia lógica con Carla Cordua, en la cátedra que esta profesora obtiene a la vuelta de su estadía en Alemania. Al parecer las enseñanzas y la figura de Cordua la influyen profundamente y fijan rápidamente su vocación filosófica. De hecho Dobry publicará uno de sus primeros artículos, justamente en lógica formal, en coautoría con Humberto Giannini y Manuel Vallejos (Dobry, E.; Giannini, H. y Vallejos, M. 1958).

El principal impulsor académico de las carreras, tanto de Dobry como también de Bonzi, es justamente Juan Rivano, quien les pedirá expresamente a ambas trabajar con él como ayudantes. Así Eliana Dobry será ayudante de cátedra de Rivano en temas de epistemología y lógica. Con Rivano se acercará al pensamiento de Hegel y de Marx y también, a una visión progresivamente más política de la filosofía. Esto tiene que ver con el contexto de los años 60, durante el ascenso de renovadas ideas de izquierda, socialistas y marxistas, que comienzan a instalarse en las Facultades universitarias de Latinoamérica y consecuentemente también en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile. Estas ideas provienen también, en alguna medida, al menos de figuras locales influyentes, como el propio Rivano. Dobry al igual que muchos de su generación se ve fuertemente influida por las lecturas y críticas políticas del profesor Rivano.

Para algunos lectores de esta época, lo que vive Rivano es el paso de ser un filósofo profesional durante los años 50 a un filósofo crítico y radical durante los 60 (Jaksic, I. 1989, 126 y ss.). Lo cierto es que la especialización y la preocupación política conviven en el pensamiento de Rivano, hasta en sus épocas más críticas. Y si bien transita hacia un pensamiento cada vez más radical en el campo de la filosofía marxista, no abandona la metodología de trabajo y la mirada sobre la filosofía que en palabras de Jaksic componen la visión “profesional” de la filosofía.

En este sentido recuerda Bonzi acerca de Rivano: "Carismático yo no sé si es la palabra, él era muy buen profesor. Porque su argumentación era ‘perfecta’, pero sobre todo porque hacía clases sobre las materias que él estaba aprendiendo: Entonces su clase era muy fresca, se veían las preguntas, las dudas, los titubeos... Nos hacía pensar junto con él" (Rodríguez, J. 2016).

Volvamos ahora a la trayectoria de Dobry: se titula con una tesis completamente “clásica” sobre Platón en 1969, titulada Menon: una introducción y un comentario, dirigida obviamente por Rivano. Más tarde comienza a publicar y hace ayudantías para los estudiantes de filosofía en diferentes asignaturas. Traduce textos que no estaban disponibles en castellano, escribe y comenta el pensamiento de Hegel y Marx y los textos de su maestro Rivano. Luego de su ruptura con Rivano, hacia fines de los años 60, llega a ser profesora de la recientemente fundada Facultad de Ciencias Sociales. Esto dura solo hasta los primeros años de la dictadura, pues en el año 1976 debe salir al exilio en Inglaterra, luego de ser detenida por los organismos de seguridad del régimen. Muere pocos meses después de su partida sin haber podido terminar los estudios doctorales que ya había iniciado en Inglaterra.

Paralelamente, Patricia Bonzi, contemporánea y amiga de Dobry, también se convertiría prontamente en ayudante de Rivano, aunque también trabajó con Francisco Soler y Armando Cassigoli. Sus intereses estarán primero orientados hacia temas de teoría del conocimiento y a autores de filosofía moderna, especialmente Descartes, Hegel y, más tarde, Husserl. Ganará una beca para una estadía en Italia a comienzo de los años 60 y a mediados de esta década presenta su tesis titulada Apariencia y realidad en Bradley, desarrollada junto a Rivano y centrada en este pensador hegeliano inglés que había traducido y difundido el mismo Rivano en Chile.

Bonzi traduce a Maquiavelo, lee y estudia a Descartes en francés y comienza con sus escritos propios, como aquel que ella misma recuerda en torno al tema de la libertad en la modernidad. Llegó a ser profesora de Departamento de Filosofía a fines de los años 60, donde siguió trabajando con Bradley, Hegel, Husserl y la filosofía moderna. En el año 1971 parte del Departamento de Filosofía del Instituto Pedagógico, junto a Humberto Giannini, a la Sede Norte de la Universidad, donde fundan junto a otros profesores, un nuevo Departamento de Filosofía. En esta escuela de filosofía, bastante experimental para la época, Bonzi comienza a ampliar sus temas de trabajo hacia otros ámbitos como el pensamiento latinoamericano, el pensamiento chileno del siglo XIX, e incluso del siglo XX, y junto a Carlos Ruiz y Renato Cristi realizan un recordado curso: “Taller de filosofía chilena”. En 1974 es exonerada junto a la mayoría de sus compañeros de la Sede Norte, y parte exiliada a París, donde cursó un DEA en filosofía. Vuelve a la Universidad de Chile solo en el año 1990 luego de la vuelta a la democracia.

La condición de excepción de estas dos mujeres en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile de los años 60 resulta bastante evidente. Si bien Bonzi recuerda a varias de sus compañeras de la época, reconoce la presencia antes que ella de Magdalena Cassigoli y luego de ella de Sonia Sáez, solo recuerda a Eliana Dobry como su estrictamente contemporánea, siendo ellas las únicas dos mujeres de su generación que llegaron a ser ayudantes y luego profesoras. En esa Universidad de los años 60 muy convulsionada y de rápidos cambios modernizadores, la situación de las mujeres no parece haber cambiado significativamente. Todavía su presencia sigue siendo la de “representantes excepcionales del género” (Bulo, V. 2013, 81 ).

A Bonzi le sucede un poco como a Cordua, parece haber vivido ese período con las dificultades y desafíos propios que aquella excepcionalidad sin haber sido completamente consciente de la misma en esa época. Cuando le pregunto insistentemente por “otras mujeres” ella me confiesa que le resulta ahora increíble pensar que Eliana y ella misma eran las únicas mujeres ayudantes o profesoras de esa época, algo en lo que no había realmente reparado. Reconoce, que no tenía real conciencia de que en esa época, tan importante en su desarrollo como filósofa y para la institución de la filosofía en la Universidad de Chile, seguían siendo en realidad tan pocas las mujeres en su misma situación.

4. El ascenso del conflicto: ¿filosofía profesional o filosofía comprometida?

Dos procesos políticos decisivos marcarán este período de los años 60 para la filosofía en la Universidad de Chile y las vidas de estas dos académicas, dos procesos que además están entrelazados: el ascenso político y social de la izquierda y sus ideas, y el proceso de la reforma universitaria.

Por una parte, el ascenso de las fuerzas de izquierda y más tarde su unión en un frente común, que desde comienzos de los 60 viene desarrollándose en el país, a partir sin duda del ejemplo de la revolución cubana y del desarrollo y conflicto entre una vieja y una nueva izquierda. Fuerzas diversas de una izquierda en expansión, que primero se oponen al gobierno democratacristiano de Eduardo Frei y luego se instalan como una alternativa de gobierno que logra ganar las elecciones de 1970 con Salvador Allende a la cabeza de la Unidad Popular, pero que terminarán fraccionadas en grupos incluso contrarios a Allende y a su “revolución en democracia”. Este proceso genera un nuevo escenario para los procesos de la institucionalización de la filosofía en Chile que se ve, en cierto sentido, tironeada y presionada por nuevos actores, intereses y proyectos políticos que comienzan a hacerse protagónicos del espacio universitario.

Por otra parte, la reforma de la Universidad de Chile asume, en especial en la Facultad de Filosofía y Educación, un rol de catalizador político, que alimenta y apura los procesos de división y radicalización ya en curso en la sociedad chilena y en la misma Facultad. En el año 1967, en la Facultad de Filosofía logra abrirse paso la propuesta de reformar el gobierno universitario, incluyendo en él a estudiantes y funcionarios. Se trata del ansiado y discutido co- gobierno universitario, una de las demandas más anheladas por estudiantes y por académicos afines a la reforma. Antes de esperar la resolución del Consejo Universitario que terminaría aprobando la reforma pero excluyendo la medida del co-gobierno, la Facultad, bajo el decanato de Ramírez Necoechea y con el apoyo del Consejo de Facultad, comenzó a implementar la medida (Mellafe, R. y González, M. T. 2007, 214), lo que provocó una fuerte reacción del Consejo Universitario, que declaró la necesidad de intervenir la Facultad, lo que a su vez provocó la renuncia del Rector Eugenio González. Esto profundizó la crisis que se hizo estructural, dividiendo a la universidad, a sus Facultades, académicos y alumnos en dos bandos irreconciliables. Como dice Mellafe, estos hechos impondrán “…una línea de demarcación en todo el proceso de reforma de la Universidad de Chile. A un lado se alinearán los que estaban por el cogobierno y al otro, los que se oponían. Así el cogobierno pasó a ser el principio ordenador de todas las posiciones relativas a la Reforma Universitaria (ibíd., 218).

En el año 1968 esta crisis encuentra un camino de posible solución a partir del funcionamiento de los Claustros Reformados en todas las facultades de la Universidad. Producto de este proceso altamente participativo se elabora una propuesta conjunta recogida en un documento llamado Acta de Acuerdo, que plantea la necesidad de una nueva estructura académica para la Universidad, la necesidad de descentralización y de desarrollo a nivel nacional de la Universidad. Al mismo tiempo señala la necesidad de una reforma del gobierno universitario (ibíd., 223). A pesar de los conflictos, en el año 1971 se promulga un nuevo Estatuto Orgánico (decreto n° 4.513) que cristaliza toda la discusión y el proceso anterior de reforma en dos orientaciones fundamentales: la comprensión de la Universidad de Chile como una comunidad democrática, que sume su responsabilidad en la formación de una conciencia objetiva y crítica de la sociedad chilena, y su carácter de Universidad Nacional (ibíd., 231).

En el convulsionado contexto de esta época, Patricia Bonzi y Eliana Dobry van abriéndose un lugar en la Facultad y el Departamento. Ambas alumnas y ayudantes de Rivano lo acompañan, hasta cierto punto al menos, en el proceso de “descubrimiento” de una filosofía comprometida con la realidad y con el cambio social, como lo hace en general toda una generación, la de los 60, que se ve movilizada por el cambio social y los cambios ocurridos en cuba en el 59 y en Paris y otras universidades del mundo en el 68. Pero a diferencia de otros muchos seguidores de Rivano, ninguna de las dos cae en el maniqueísmo de oponer academia y compromiso político o social. No hay que olvidar que Rivano fue un activo participante de la reforma, uno de los pocos profesores del Departamento de Filosofía que casi hasta el final apoyaron las reformas, a diferencia de figuras emblemáticas como Jorge Millas o el mismo Giannini.

Hacia finales de década de los 60 Rivano se fue convirtiendo en una especie de mito, como acentúa Sánchez (1992, 165 ), “el mito del eterno crítico: siempre más allá o más acá del resto de las posiciones, como una máquina de argumentar, cuya fascinación era comprobable en el número de sus seguidores”. Esto lo llevo finalmente a volverse también crítico del proyecto de reforma que salió del proceso participativo, como también sería luego un severo crítico de la conformación del frente común de izquierda, la Unidad Popular, una vez ya producido el triunfo de Allende. A fines de los 60 Rivano, fiel solo a su impulso crítico, reconocía que: “La reforma en realidad no ha cambiado la estructura de poder de la universidad que sigue siendo jerárquica y clasista, y donde los partidos políticos del país, han instrumentalizado el conflicto y se lo han apropiado” (Jaksic, I. 1989, 147).

En este contexto, Bonzi y Dobry toman un camino diferente. Conservan sus intereses académicos al mismo tiempo que van sumando intereses políticos. Ambas se alejan de las posiciones más radicales y se hacen críticas de las visiones más sectarias y excluyentes. La distancia con el maestro Rivano se hace evidente, quien ya se encuentra imbuido en un proceso político, en cierto sentido propio. Progresivamente estas dos profesoras jóvenes discípulas de Rivano, pero no rivanistas, no participarán ni de la perspectiva ni del tono de las críticas del grupo de los rivanistas (Sánchez, C. 1992, 166 ).

También hacia fines de los 60 y comienzo de los 70 se alejan de los grupos de “políticos militantes” de la Facultad, facciones que querían supeditar el estudio y la organización de la filosofía en la Universidad a las concepciones del pensamiento marxista. De hecho, a comienzos de los años 70 un grupo de profesores y alumnos, con el apoyo del decano Ramírez Necoechea, hacen una propuesta de un nuevo plan de estudios para la Licenciatura en Filosofía, que respondía a los estrictos parámetros de una filosofía marxista (Sánchez, 1992, 168 y ss ).

Lo que resulta interesante, desde la perspectiva de esta primera generación de mujeres profesionales de la filosofía y políticamente comprometidas, encarnadas en Patricia Bonzi y Eliana Dobry, es que la hostilidad que recogen Jaksic y Sánchez entre dos formas incompatibles de concebir la filosofía durante los años 60 y comienzos de los 70 no se dan en ellas. Estas nóveles profesoras, no tuvieron la necesidad de elegir entre el compromiso con la realidad política y la vocación académica especializada (Jaksic, I. 1989, 108). No tuvieron tampoco, o no quisieron más bien, elegir entre ser profesoras “lectoras” y ser profesoras investigadoras y creativas, sino que abrieron un camino propio, importante también, para las futuras generaciones, sobre todo de mujeres.

Es innegable que como muchos de su generación vivieron de manera cada vez más intensa el compromiso político con un mundo de izquierda de fines de los 60 y comienzos de los 70. Eliana Dobry como militante del partido socialista y Patricia Bonzi que, aunque no militó, estuvo ligada también al socialismo. En este sentido, se trata de académicas que “se reconocen en las marcas políticas de las que la filosofía se hace cargo a partir de los años 50” (Sánchez, C. 1992, 598 ). De hecho, con la llegada de la dictadura ambas sufrieron de manera dramática la represión y vieron sus vidas personales y profesionales quebradas, por esta “catástrofe” como la llama Bonzi, siguiendo a Marchant. Es decir, ambas sufrieron las trágicas consecuencias que el compromiso político podía asumir a comienzo de los años ‘70, perdiendo sus trabajos, siendo perseguidas y reprimidas por la feroz dictadura de esos años.

Pero este compromiso no les restó vocación académica, ni búsqueda de la especialización y menos la realización de un camino académico propio. La ruptura profesional con Rivano en este punto puede ser clave. Ambas representaron visiones donde la Facultad y la filosofía no se sometían a la política partidaria, ni a la reducción de la pluralidad y la crítica filosófica. En este sentido, puede resultar clave la importancia de Giannini, sobre todo en la trayectoria de Bonzi. Hay que recordar que acompaña y apoya a Giannini en su proyecto de una nueva escuela de filosofía en la Sede Norte, un proyecto, que como ella misma ha declarado es una “iniciativa (que) nace en medio de la crisis y agitación institucional y política que en esa época vive la universidad” (Bonzi, P. 2013, 69). Se trata de un proyecto en cierto sentido libertario, que busca ampliar las posibilidades de la filosofía y salir de las imposiciones sectarias que la limitan en ese momento, ya antes del golpe de estado, en la Facultad de Filosofía y Educación.

Liderado por Giannini, pero llevado adelante por un grupo de profesores en su mayoría jóvenes, surge la iniciativa de renovar el Departamento de Filosofía para transformar la docencia y la investigación. Si no hubiera sido por la dictadura, probablemente habría tenido una importante proyección a la hora de ampliar y diversificar la filosofía en la Universidad de Chile, siguiendo el proyecto, ya implícito en las discusiones de la reforma universitaria, de hacer de la Universidad de Chile una verdadera universidad nacional (ibíd.,70). Es, entonces, este Departamento de Filosofía de la Sede Santiago Norte el que emprende la tarea de hacer filosofía, primero en condiciones de crisis y luego bajo opresión (ibíd., 72). En este proyecto innovador y completamente fuera de los sectarismos de la época, Bonzi es una parte fundamental, cooperando en la formación de algunas de las líneas de investigación más notables que ha producido ese grupo académico, como aquella que hace surgir junto a Ruiz y Cristi, acerca de la filosofía chilena.

Por otro lado, este camino propio de Dobry y Bonzi, también está marcado por una manera de comprender la labor profesional y un especial interés en la labor académica de profesoras formadoras. El carácter de formadoras, especialmente dedicadas a la docencia universitaria, resulta muy importante en el impacto que ellas tienen en las nuevas generaciones. Esto se inicia con la labor de estas mujeres como ayudantes en los años 60. Hay que recordar que como señala Sánchez, es justamente en los años 60 cuando “en el ámbito de los estudios filosóficos, la ayudantía llegó a adquirir un peso y una importancia que antes no tenía y ello porque ahora se podía ejercer de un modo más objetivo y menos comprometido con la autoridad del profesor del que se era ayudante” (Sánchez, C. 1992, 159). Se puede decir que en esta década los ayudantes se institucionalizan, se hacen un espacio y ganan una cierta autonomía. Ambas son parte de este proceso, el que las orienta y les permite desarrollar una vasta experiencia primero como ayudantes, luego como profesoras. Muchas de sus ex estudiantes en distintos períodos, recuerdan la especial capacidad de estas mujeres en su trabajo de ayudantes y luego de profesoras.

En el caso de Bonzi esto tiene al menos dos períodos, ya que retoma su labor de profesora universitaria después de su exilio. Así, a partir de 1990 comienza un segundo período de formación de estudiantes e instala líneas de trabajo en el Departamento de Filosofía con cursos, seminarios de grado, investigaciones que resultan altamente habilitantes para los estudiantes en los ámbitos de filosofía francesa contemporánea, fenomenología y filosofía política contemporánea. Solo para recordar un punto donde Bonzi es completamente indispensable: el rescate y revitalización de la preocupación por la filosofía chilena, que Bonzi, siguiendo la línea de los esbozado en la Sede Norte, pero ahora en los años 90, desarrolla en vistas a recuperar y dar a conocer figuras emblemáticas del Departamento de Filosofía como: Luis Oyarzún, Jorge Millas, Bogwmil Jasinovski, Felix Schwartzmann, presenta estos autores a las nuevas generaciones. Justamente algunos de sus grandes maestros.

Esto nos lleva a otra dicotomía que las figuras de Bonzi y Dobry, sobre todo instaladas en esa primera etapa de la institucionalización de la filosofía de mujeres en Chile en los años 60, nos pueden ayudar a desbaratar. Para algunos habría una cierta incompatibilidad entre el quehacer académico de formación de nuevas generaciones como profesor y la labor del filósofo puro, o investigador creativo. Sin duda tanto Dobry como Bonzi ejercieron temprana y decididamente la docencia universitaria, pero eso no las convierte en meras profesoras de filosofía, o “repetidoras” de los pensamientos de otros y no filósofas. Podemos rescatar aquí la oposición que fijarían ya a fines de los 70 la polémica entre Barceló y Giannini acerca de la existencia o inexistencia de la filosofía en Chile. Según Barceló en Chile no habría verdaderos filósofos, ya que no hay una verdadera tradición filosófica. Para Giannini en cambio la filosofía no es solo un conjunto de autores clásicos, sino más bien una conversación viva, un ejercicio, basando en nuestra experiencia y nuestra vida con ellos, que por supuesto va inserta en una o mejor en unas tradiciones desde las que se conversa8. Desde la perspectiva de Barceló que sería la predominante en los filósofos chilenos los años 70 y 80 en Chile, es posible preguntarse como hace la misma Sánchez: “¿No será que la historia de la filosofía, tal como la aprendemos, nos obliga a mantenernos en el plano de la docencia, imposibilitándonos para la creación?” (ibíd., 190).

La verdad es que en el caso de Bonzi y Dobry, resulta evidente que su creatividad y su capacidad de abrir nuevos pensamientos y preguntas es indesligable de su labor formadora como profesoras de generaciones, profesoras formadoras y lectoras, pero no repetidoras. La introducción de nuevos autores y temas a la discusión nacional y el pensamiento propio desde esas conquistas, son cuestiones que involucran necesariamente creatividad y altas cuotas de investigación de primera línea. Ejemplo de ello, en el caso de Bonzi, es la incorporación entre sus lecturas de los todavía desconocidos escritos de Hannah Arendt, de cuya introducción a Chile es responsable junto con Cristina Hurtado (ibíd., 598). En la misma línea, está la introducción del pensamiento de Emanuel Levinas en Chile que también es obra en gran medida de Bonzi a la vuelta de su exilio en Francia. En definitiva, como plantea Fuentes:

La trayectoria intelectual y vital de Bonzi marcaron en ella un itinerario filosófico propio: de ser una experta en el pensamiento moderno y en autores posthegelianos ligados a la lógica, como Bradley y Joachim, deriva prontamente hacia un interés cada vez mayor hacia el patrimonio intelectual chileno y al examen del presente político del país, más tarde y ya una vez en Francia se interesa por el pensamiento francés contemporáneo probablemente encontrando en los pensamientos de Arendt y Lévinas, desde la política una, y la ética el otro, respuestas para sus propias paradojas y utopías intelectuales y personales. ¿Qué paradojas? La violencia, la indiferencia política, el totalitarismo, la dictadura, el exilio, la exclusión. ¿Qué utopías? El privilegio del otro, la fraternidad, la libertad. Su ejercicio filosófico tiene que ver con buscar en los autores que estudia respuestas a sus propias preguntas y en formar para que otros encuentren también en ese diálogo las suyas. Esa autonomía intelectual es su principal legado9.

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1 Agradezco a Patricia Bonzi la generosidad de responder mis preguntas sobre este período, sin lo cual, no habría sido posible este trabajo. Agradezco también las valiosas críticas y aportes de los profesores José Santos y Juan José Fuentes, que han alimentado y enriquecido este trabajo.

2“Lo que las hace esclavas del hombre es el hecho de estar subordinadas a él tanto en el orden económico como en el orden intelectual. Económicamente, no se emanciparán mientras no adiestren sus facultades para bastarse a sí mismas, ni se emanciparán intelectualmente mientras no se ilustren para pensar con criterio propio. Los apóstoles de la esclavitud femenina son lógicos cuando niegan a la mujer aquella educación que desarrolla la razón: mantenerla en ese estado de inferioridad es el medio por excelencia de hacerla aceptar pasivamente el modo de pensar y de sentir que ellos quieran imbuirla” (Letelier, V. 1895, 272).

3José Santos ha llevado a cabo un estudio acerca de los libros de filosofía que se han publicado en Chile desde la colonia hasta nuestros días. Aunque dicho trabajo aún no ha sido publicado, el autor me ha facilitado sus resultados para incluirlos en este escrito.

4Para una historia de la institucionalización de la filosofía en Chile, ver: Sánchez, C. 1992 y Santos, J. 2012.

5Jorge Millas (1917-1982) fue uno de los principales filósofos de la historia de Chile. Estudió Derecho y Filosofía en la Universidad de Chile, egresando de la Facultad de Filosofía y Educación en el año 1943. Estudió luego en la Universidad de Iowa, donde obtuvo el grado de Master of Arts. Fue influenciado por el pensamiento del filósofo español José Ortega y Gasset y del alemán Martin Heidegger. Desarrolló su labor académica en EEUU, Chile y Puerto Rico. Sus obras más importantes: Idea de la Individualidad (1943), Goethe y el espíritu de Fausto (1949), Ensayo sobre la historia espiritual de occidente (1960), Idea de Filosofía (1970), De la tarea del Intelectual (1974), Idea y defensa de la Universidad (1981).

6Luis Oyarzún (1920-1972) fue filósofo, escritor, poeta y profesor de estética. Estudió Filosofía y Derecho en la Universidad de Chile. Fue profesor y fundador de la Escuela de filosofía de la Universidad Austral de Valdivia. Algunas de sus principales obras fueron: La infancia (1940), Poemas en prosa (1943), El pensamiento de Lastarria (1954), Mediodía (1958), Diario de Oriente (1960), Temas de cultura chilena (1967), Meditaciones estéticas (1981).

7Roberto Torretti Edwards (1930). Estudió filosofía y derecho en la Universidad de Chile a comienzos de la década del 50. Años más tarde se doctoró en Filosofía en la Universidad de Freiburg. Se ha dedicado sobre todo a la filosofía de las ciencias, la física y las matemáticas. Algunas de sus más influyentes publicaciones han sido: Manuel Kant. Estudio sobre los fundamentos de la filosofía crítica (1967; cuarta edición 2013), Filosofía de la Naturaleza. Textos Antiguos y Modernos (1971), Philosophy of Geometry from Riemann to Poincaré (1978), Relativity and geometry (1983), Creative Understanding: Philosophical Reflections on Physics (1990), La geometría del universo y otros ensayos de filosofía natural (1994), The Philosophy of Physics (1999), Diccionario de lógica y filosofía de la ciencia (2002), Estudios filosóficos 2007- 2009 (2010).

8Para ver una referencia a la polémica: Sánchez, C. 1992, 143 y ss. Para consultar los textos originales de la polémica Giannini-Barceló: Friz, C. 2011.

9Entrevista a Juan José Fuentes, alumno y luego ayudante y colaborador de Patricia Bonzi. Hoy profesor del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Recibido: 08 de Marzo de 2019; Aprobado: 02 de Agosto de 2019

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