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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.38 no.1 Mendoza jun. 2021  Epub 03-Ago-2021

 

DOSSIER: ¿OPORTUNIDADES DE LA PANDEMIA?

Interculturalidad: ¿nueva normalidad o nueva realidad?1

Interculturality: new normality or new reality?

Guillermo Martínez Parra1 

1Maestro en Filosofía y Doctor en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC-UNAM). Contacto: sir_guillermo_parra@yahoo.com.mx

Resumen

En este momento de incertidumbre constante, tenemos por objetivo realizar una reflexión en torno al problema de la pandemia de Covid-19 y de las dificultades que esta provocará en nuestro contexto latinoamericano y mundial. No es un momento sencillo para la reflexión, ni para la filosofía en particular. En este ensayo recurro a dos pensadores que son una fuente viva para hacer un análisis sobre lo que podemos reconocer como una nueva realidad, para ello pondremos en cuestión la conceptualización sobre la nueva normalidad y el retorno a ella. Recurrimos a la obra de Raúl Fornet-Betancourt para determinar en qué medida la filosofía intercultural puede mostrar lineamientos de una praxis posterior a la pandemia; en el mismo tenor retomo el pensamiento de Jürgen Habermas, pero analizando los procesos de deslegitimación o ilegitimidad que sufren ciertos gobiernos en medio de la pandemia y cómo ello causará un impacto inmediato en nuestra región.

Palabras clave: Mundos de vida; Multiculturalidad; Interculturalidad; Diálogo; Conflicto; Vida

Abstract

At this time of constant uncertainty, we aim to reflect on the problem of the Covid-19 pandemic and the difficulties that it will cause in our Latin American and global context. It is not an easy time for reflection, nor for philosophy in particular. In this essay, I turn to two thinkers who are a living source to do an analysis of what we can recognize as a new reality, for this we will question the conceptualization of the new normality and the return to it. We use Raúl Fornet-Betancourt´s work to determinate to what extent intercultural philosophy can show guidelines for post-pandemic praxis, in the same wording I return to the thinking of Jürgen Habermas, but analyzing the processes of delegitimation or illegitimacy suffered by certain governments amid the pandemic and how this will have an immediate impact in our region.

Keywords: Worlds of life; Multiculturalism; Interculturalism; Dialogue; Conflict; Life

Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú. Armando Manzanero

Este trabajo está dedicado a todos los que ya no se encuentran con nosotros.

(…) en todo problema serio la incertidumbre se extiende hasta las raíces mismas del asunto. Ludwig Wittgenstein

Quiero comenzar mi reflexión con una descripción muy somera de la pintura: “El filósofo en meditación”, de Rembrandt. En esta pintura el filósofo se piensa a sí mismo en su relación con la verdad y la realidad, además de tener un acercamiento indirecto al mundo. Pero son tres los elementos que le permiten al pensador vincularse con el mundo externo a su consciencia: la mujer cuidadora del fuego, la escalera de caracol, además de una pequeña ventana, todo ello bajo el entorno mortecino de su cuarto.

Este filósofo viejo y meditabundo parece estar aislado de la exterioridad. Lo cierto es que esa mujer representa la relación con el otro ser humano, ella vigila el fuego, busca o pretende su perpetuidad, metáfora de la razón desde la época griega, fuego que representa la luz de la consciencia, el desarrollo intelectual, el lumen. Por otro lado, se encuentra la escalera como lazo con la dimensión metafísica, la esfera que se está más allá de la fisis, o quizá, porque esa es la otra interpretación, es el contacto con la vida terrenal propia de la sociedad. Asimismo, también tenemos una pequeña ventana, la cual emite la luz que ilumina el cuadro; ese es otro punto de contacto con la vida presente al exterior de la casa o del estudio del filósofo.

La luz sugiere dos vías de interpretación del cuadro, la cual se puede relacionar con dos dimensiones humanas: el estado físico o el estado de ánimo del pensador, quien tiene las manos juntas, como meditando en la verdad. El inicio de un día se anuncia con la entrada de la luz por la ventana, momento especular en donde el sabio también conoce esa realidad que la luminosidad desvela, la realidad que se encuentra más allá de la mirada: el ser humano puede ver la esencia de las cosas. Pero es factible una interpretación diferente, en donde la imagen crepuscular no sea la importante, pues en todo caso la lumbre del fuego sería innecesaria, salvo que fuese para calentar los alimentos. Pienso que se está aquí en la transición, en el ocaso, al final de una vida, pues en ella se descubre el misterio; la verdad llega con el culmen de la existencia, en todo caso es un filósofo que hace recordar a Baruch Spinoza y su tranquilidad de alma.

Aunque todavía es posible realizar una lectura distinta del cuadro, la interpretación del filósofo y pensador solitario, pasivo, tranquilo, en tanto que solo puede filosofar en la inmensa soledad, separado de la alteridad, o bien, ajeno a lo que sucede en la realidad. Esta figura del pensador o del intelectual sustraído del mundo es una visión querida por varios sectores de la sociedad y por otros intelectuales que suponen la lejanía del filósofo.

Si hoy actualizamos este último símbolo, la imagen cliché, tendríamos a un pensador encerrado en casa, en su mesa de trabajo o estudio, con su computadora de última generación, su Tablet, su teléfono móvil, solo, encerrado en su caverna virtual.

En contacto con el exterior gracias a su conexión de Internet, informándose sobre el acontecer del mundo a través de su ventana azul. Encerrado por la pandemia. Cumpliendo con su responsabilidad ética, sin duda su deber frente al otro es realizado. A través del Zoom imparte sus clases, da conferencias, asiste a congresos, no sin miedo, pues siempre puede perder la conexión, el Internet se puede caer o la luz le puede jugar en contra. Estamos en esta caverna virtual que nos une a miles de kilómetros, pero que nos separa de la realidad. El filósofo sin poder salir de la caverna virtual reitera sus tesis o principios filosóficos desde su “nueva normalidad”, esperando que llegue el día de poder salir. Pero ese día no será normal, será el día de una nueva realidad. Toda la sociedad, y no solo el filósofo, se encuentra enclaustrada en el mundo virtual y cuando regresemos a nuestras actividades cotidianas todo será diferente. El filósofo latinoamericano vive esta realidad de manera diferente a sus colegas europeos.

Quizá la necesidad de pensar urgentemente la realidad sea uno de los rasgos característicos de la filosofía latinoamericana, sino es que este talante sea la nota distintiva de una forma de pensar, de nuestra manera de reflexionar sobre el mundo. La filosofía intercultural reconoce tal necesidad como una de las fuentes de las cuales mana su metodología y que se retrotrae hasta Alberdi, quien se cuestiona de manera pertinente para su época, e intemporal para las generaciones futuras, en donde se encuentra incluida la nuestra: “¿cuáles son los problemas que la América está llamada a establecer y a resolver en estos momentos?” (Alberdi, citado en Fornet-Betancourt, 1992, p. 35).

Esta pregunta marca el ritmo de respuesta de nuestros problemas, situaciones que se extienden por todo el globo y las cuales tienen una connotación mundial, tal como es el caso que hoy experimentamos de manera muy concreta con la pandemia de Covid-19. Si bien es cierto que aun cuando todos los seres humanos padecemos esta crisis sanitaria, también podemos constatar cómo cada país o cada región dan diversas respuestas al fenómeno.

Las circunstancias cambian de acuerdo a los contextos y las necesidades pueden ser paliadas de mejor manera si las condiciones económicas lo permiten. Es casi una obviedad señalar que los países pobres de nuestra región sufrirán una caída estrepitosa en el ámbito económico, con lo cual se presentan consecuencias inmediatas para los seres humanos de carne y hueso: situaciones como “el miedo a perder el empleo por parte de quien lo tiene o el miedo de no encontrar trabajo cuando no se tiene” -parafraseando a Eduardo Galeano- serán más comunes que de costumbre; la bancarrota de empresas, la pérdida de las percepciones en el empleo fijo y el aumento del empleo informal como vía de salida a todas estas cuestiones son señaladas puntualmente por el teólogo y filósofo mexicano Mauricio Beuchot (2020):

No podemos dejar la justicia social a la buena voluntad de los gobiernos, sino insistir en que es una obligación que tienen. Como ha sostenido Paulette Dieterlen, los pobres tienen derechos especiales, debidos a su situación de necesidad extrema, y existe una obligación para con ellos, no un asunto de caridad o buena voluntad. Esta obligación se ve agravada cuando se dan situaciones como la de la pospandemia, en las que dicha vulnerabilidad social se agranda (p. 32).

La pobreza, que desde siempre fue uno de los tópicos pensados por excelencia desde el ámbito filosófico en nuestra región, habrá de ser también tema para nosotros y para los filósofos de las generaciones venideras, cuestión de debate. Puesto que en la relación existente entre la situación concreta de los sujetos y la filosofía se encuentra la intersección con la eticidad. Es decir, que la preocupación económica no solo tiene un sentido técnico, sino humano y frente a la incertidumbre que nos revela el futuro como aquello contingente, azaroso o casi inasequible, así podemos decir que vivir resultará temerario, nos queda plantear los límites éticos que representa la riqueza insultante frente a la pobreza deferente.

Para el análisis de estos problemas casi nunca se encuentra preparado, ya no digamos el filósofo, sino en lo que nuestros días conocemos como el intelectual. No se predice el futuro. Porque el pensamiento y la filosofía “siempre llegan tarde” para nuestra mala fortuna. Como la lechuza de Minerva que emprende su vuelo al atardecer. Parece que tanto el filósofo como el intelectual, el analista político o el científico social tampoco cuentan las herramientas anticipatorias del futuro. Nadie conoce la historia hasta que acontece, parece decirnos Hegel. En todo caso, cuando el pensador se atreve a predecir el porvenir, lo hace ya desde sus propios supuestos o teorías conceptuales, solo para poder confirmar desde ellas lo que “pasará”.

Es conocido por varios de nosotros el libro que circuló de inmediato sobre la pandemia que lleva el título Sopa de Wuhan (2020), texto que divulga las ideas de filósofos fundamentalmente europeos. Pero sucede que en tal obra -y en varias de las que le continúan- se presentan los temas manidos de los mismos autores. De este modo lo acentúa Raúl Fornet-Betancourt (2020):

Leyendo obras que, a mi manera de ver, se pueden tener por representativas de esta toma de la palabra por parte de intelectuales de diferentes regiones del mundo ante la pandemia actual, por ejemplo, las compilaciones de textos publicadas bajo los títulos de Sopa de Wuhan, Covid 19 o Capitalismo y Pandemia -las tres disponibles en las redes sociales-, he tenido la impresión de que, salvo muy escasas excepciones, las opiniones de los autores que en ellas escriben, son consideraciones que ponen en evidencia su impotencia o perplejidad; y que en este sentido parecen decir más sobre el estado intelectual en que se encuentra el pensamiento mismo de dichos intelectuales, que sobre la situación de la crisis y el modo cómo es sobrellevada por la gente en su vida cotidiana.

Así podemos constatar la manera en la cual Slavoj Žižek (2020) plantea de nuevo su tesis de fin del capitalismo, asegurando que la pandemia viene a asestarle un golpe mortal a la economía de mercado: “(…) la epidemia de coronavirus es una especie de ataque de la ‘Técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos’ contra el sistema capitalista global, una señal de que no podemos seguir el camino hasta ahora seguido, que un cambio radical es necesario” (p. 23).

También el filósofo surcoreano radicado en Alemania, Byung-Chul Han (2020), refuerza sus tesis sobre el Estado totalitario y plantea que en la medida en que regresemos a la “normalidad”, aquello que se realizó mediante la excepción devendrá regla cotidiana: “Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal” (p. 110), como el uso de drones y tecnología de identificación facial con la finalidad de controlar las actividades cotidianas de los ciudadanos, tal como lo hizo China para vigilar los brotes y rebrotes de Covid-19.

Para Judith Butler (2020), en cambio, la pandemia nos muestra el rostro de la xenofobia rampante en los estados modernos, del racismo rancio de las culturas dominantes, lo mismo que el extremismo de derecha contra las diferencias de género y la exclusión subjetivista de la diferencia en su sentido general: “(…) todos dan testimonio de la rapidez con la que la desigualdad radical, que incluye el nacionalismo, la supremacía blanca, la violencia contra las mujeres, las personas queer y trans, y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer su poderes dentro de las zonas pandémicas” (p. 60).

Si bien, desde esa síntesis apretada de posturas, de análisis de la realidad social, política, cultural y económica a nivel mundial, podemos obtener un panorama vivo de lo que están reflexionando y meditando algunos filósofos alrededor del mundo, la pregunta que es conveniente realizar se formula de la siguiente manera: ¿qué ideas y prácticas podemos poner en ejecución para los problemas que tiene y tendrá Nuestra América en medio de la pandemia y después de ella? Acompaña a esta cuestión una que es más grave aún, ¿qué realidad nos depara el futuro o qué nueva normalidad nos espera? ¿Qué pensamos nosotros respecto a lo que pasa actualmente en México y el mundo? ¿Qué vías de salida podemos encontrar frente a las consecuencias negativas que nos depara el futuro en lo inmediato? Tales cuestiones se intentarán problematizar en los siguientes apartados.

Interculturalidad “en medio” de la pandemia

Intencionalmente digo que estamos “en medio” de la pandemia, pues creo que aún nos falta algún tiempo para salir de la crisis sanitaria en la cual nos encontramos envueltos. Pero al mismo tiempo concibo que la reflexión realizada en este ensayo no tiene la premura de los análisis anteriormente mencionados, por ello se encuentra "mediada" por los acontecimientos. Comencemos con un análisis de la situación en nuestra región. La mayoría de los países del subcontinente, incluido México, entrarán en una recesión económica y no hay que tener virtudes oraculares para caer en la cuenta de ello. Las estimaciones de la CEPAL, en su informe de prensa del 15 de julio de 2020, plantean una reducción en el PBI de alrededor de -9 por ciento para América Latina y el Caribe:

Por otro lado, la caída de -9,1% del PIB y el aumento del desempleo tendrían un efecto negativo directo sobre los ingresos de los hogares y su posibilidad de contar con recursos suficientes para satisfacer las necesidades básicas. En ese contexto, la CEPAL proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones en 2020, con lo que el total de personas en esa condición pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana. Dentro de este grupo, el número de personas en situación de pobreza extrema se incrementaría en 28,5 millones, pasando de 67,7 millones de personas en 2019 a 96,2 millones de personas en 2020, cifra que equivale al 15,5% del total de la población.

La situación económica no es nada halagüeña para las mayorías desprotegidas del continente -tampoco para la población de Estados Unidos-, aunque esta crisis sistémica, en mi opinión, no representa la caída del neoliberalismo, al menos sí puede conformar un proceso de transición hacia un nuevo modelo económico; no debemos olvidar que las “necesidades básicas” de la población más pobre no se verán satisfechas. Remontar las consecuencias negativas de este fenómeno nos llevará mucho tiempo.

Por otro lado, en el ámbito político se presenta una disputa por demás creativa en el campo de la protesta y de la democracia, tanto participativa como electoral en América Latina, al mismo tiempo que aludimos a la situación peculiar de los Estados Unidos. Con esto quiero hacer referencia a los dos últimos procesos que cobraron particular relevancia en el espectro político: la elección del candidato del MAS (nombrado presidente Luis Arce) en un proceso precedido por un golpe de Estado y la acuciante situación de la recesión económica y la crisis sanitaria -a la que debemos añadir la crisis institucional-; todos estos factores dentro del contexto histórico juegan un papel determinante de la situación, pero el resultado de la elección requiere un análisis preciso. Pienso que, en la disputa por el poder político en Bolivia, el MAS pudo conseguir su triunfo no solo por la validez de sus principios éticos, sino debemos añadir a ello la crisis sanitaria y el punto nodal de la ilegitimidad del gobierno que efectúo el golpe contra Evo Morales, todo esto redituó pocos frutos o dividendos para la derecha2.

Por otro lado, encontramos la férrea resistencia consumada en las calles chilenas por la reforma a la constitución. En el cálculo de Piñera y los neoliberales que lo acompañan en el gobierno, la suma no cuadró cuando pensaron que la pandemia apagaría las protestas y que la resistencia perdería intensidad o potencia. Con el pasar de los días o las jornadas, los chilenos consiguieron remontar las dificultades que se les presentaron, todo ello desde una lucha enmarcada en el terreno de la calle y la disputa en el espacio público, aun cuando se puso en riesgo la vida. Todavía falta avanzar en la elección de los delegados como también fortalecer la resistencia en las calles, para lograr un verdadero cambio en la constitución; no obstante, los pasos de la izquierda parecen firmes.

Considero que ambos fenómenos nos dejan una clara lección “en medio” de la pandemia, que están más allá de las valiosas propuestas de los filósofos occidentales. Pienso que ambos acontecimientos van a guiar (en lo inmediato) otros procesos en el continente, esto es, la izquierda va a recuperar fuerza en diversos países en los cuales fue golpeada por militares, desacreditada por las fuerzas opositoras e incluso castigadas por el electorado que decidió apostar por el rumbo de la derecha. Aun cuando no debemos echar las campanas al vuelo, creo que hay tiempo para la celebración. Ahora bien, uno siempre se puede cuestionar qué relación existe entre el interculturalismo y las situaciones políticas concretas desarrolladas en el continente.

Yo diría que la reflexión filosófica -con la mediación del interculturalismo y más allá de él- como un segundo momento, esto es, como una reflexión que no solo conjetura, sino que juzga e interpreta nuestra realidad, puede aportar no la dirección definitiva, pero sí ciertas trazas o trazos para aquello que es “factible” en otras naciones de nuestro continente.

La diversidad cultural de nuestra región permite variaciones tanto en los espectros políticos como en el enriquecimiento de los recientes acontecimientos histórico-políticos. La experiencia compartida de fenómenos como las luchas de liberación o de resistencia de nuestros pueblos ganan en la acumulación de conocimientos y saberes que otros estados de la región podrían tomar como ejes de su acción. Ambas experiencias, tanto la chilena como la boliviana, se pueden reproducir en distintos países del Sur. Como resultado de las contingencias políticas e incertidumbres económicas la sociedad civil puede avanzar en una alternativa o cambio de dirección.

Pero en este panorama también es posible concebir el cansancio de la población y la desesperanza a la que se enfrentan los gobiernos de izquierda, pues el manejo de la crisis económica, la cual acompaña directamente a la crisis sanitaria puede menoscabar su legitimidad. En este sentido, creo que debemos esperar a los acontecimientos que se presenten en Argentina y México para tomarle el pulso a una “izquierda” democrática. Retomo la pregunta antes planteada, ¿qué sucederá cuando volvamos a la nueva normalidad? ¿Podemos denominar al resultado de todos los acontecimientos pretéritos nueva normalidad o nueva realidad?

Desde una perspectiva filosófica que interpreta o juzga hermenéuticamente los “hechos” diríamos que hay una nueva realidad y no una nueva normalidad. Hay en el uso de los términos o del lenguaje una intencionalidad que carga de sentido esos conceptos. En el caso de aquello que se ha dado en denominar por la inercia que los medios imponen y son adoptados por la opinión pública como “nueva normalidad”, mantiene un carácter de tipo normativo que representa un retorno a lo anterior -lo que había hasta antes de la pandemia-; no podemos regresar a ello (desde una instancia temporal esto resulta imposible, desde la instancia política tal retorno marcaría un error estratégico), las condiciones de vida devienen otras, especialmente por el número de personas que desafortunadamente fenecieron, de la ruina económica o de los problemas sociales que emergen. Ya nada podrá ser normal.

Simplemente no hay manera de volver al pasado, porque además el pasado ya era una carga para las mayorías de Nuestra América, que de una forma u otra “normalizaron” el despojo impuesto de fuera, la violencia cotidiana, la corrupción que invadía casi todas las esferas de la vida pública. Queda pensar en una “nueva realidad”, la cual será resultante tanto de incertidumbres que se deben pensar a la luz de nuestra identidad cultural en relación con las otras culturas, como de una historia de resistencia enmarcada en la fuerte tradición libertaria del continente y que encuentra como fuente a la cultura popular, el caudal más importante o la reserva de fuerzas emancipatorias: “La historia de la dominación es también una historia de resistencia; el pueblo resiste en nombre de valores, mitos y símbolos que experimenta como la raíz de su identidad. Esta es la fuente de la que quiere beber la filosofía de la liberación” (Fornet-Betancourt, 1992, pp. 45-46)3.

Así la filosofía se toma su tiempo para pensar, por ello juzgo pertinente retomar algunos principios de la filosofía intercultural, entre los cuales se destacan las siguientes tareas:

  1. Pensar nuestra realidad, pero problematizando la misma concepción del saber filosófico en el que nos desarrollamos a través de la contextualización.

  2. La desprivatización del sujeto epistémico, pensar más allá del sujeto o del individuo.

  3. Concebir una praxis liberadora en conjunto con ese nuevo sujeto que emerge en condiciones adversas.

  4. Constituir una filosofía intercultural que es resultado de los tres elementos anteriores una “prima philosophia”, filosofía política como herramienta de liberación, pero transversalizada por la interculturalidad.

En términos concretos podemos juzgar este proceso en donde los seres humanos ponemos en cuestión nuestra individualidad y comenzamos a pensar en la salida para las diversas crisis, las cuales pueden ser menos complejas si reflexionamos en común y si ejecutamos praxis colectivas. En donde difiero del planteamiento de Raúl Fornet-Betancourt es en su posición sobre la filosofía como filosofía prima o primera, en el sentido que se puede deducir lógicamente de la apuesta epistemológica; incluso cuando es clara la urgencia política. Pero no por ello la filosofía debe ocupar un lugar privilegiado epistémicamente dentro de una reflexión interdisciplinaria o desde una conceptualización intercultural. Por otro lado, considero válida la propuesta sobre una educación intercultural, es en este terreno en donde puede ser más fértil la apuesta filosófica de Fornet-Betancourt, para el tiempo porvenir, como atinadamente señala entre otros puntos:

Promover en la educación una formación epistemológicamente pluralista es además importante porque sin una verdadera integración del diálogo entre diversas epistemologías en los programas educativos no hay base sólida para el replanteamiento del ideal del conocimiento. Mas éste sería ya un cuarto aspecto en el que se muestra la importancia intempestiva de la filosofía intercultural para los procesos educativos en la sociedad actual (Fornet-Betancourt, 2006, p. 39)

De los aspectos recuperados por el pensador cubano, este me parece el más relevante y epistémicamente más acertado, pues el tiempo que corre necesita de una educación que forme a los seres humanos en el pluralismo epistémico, además de la contextualización de los saberes propios de los pueblos, una educación que abogue por este diálogo intercultural podrá salir del atolladero en el cual la ciencia y nuestros actos nos colocan en el presente, a través de la universalidad resultado del debate y el diálogo entre culturas. No es con más ciencia que saldremos del peligro en el cual estamos. Saldremos sí, con un tipo de conocimiento multidisciplinario, transversal, desde los contextos propios y colocando a la pluralidad epistemológica en el lugar de bisagra que unifique ese tipo de conocimientos con un conocimiento intercultural.

La pandemia generó cambios que el neoliberalismo ya estaba proyectando, dando lugar a transformaciones más veloces tales como el trabajo en casa, la educación desde los medios digitales, las compras por internet, el control policial desde los medios virtuales, entre otras; el impacto que esto causará aún está por verse. Pero una educación para el futuro deberá contemplar estos y otros factores. La participación de los Estados nacionales y los individuos tendrá que ir conformando un cambio de época; es deseable que ese cambio se asiente en la pluralidad epistémica. ¿En qué medida el pluralismo epistemológico podría ser útil?

La revaloración de conocimientos contextuales, es decir, de las formas de conocimiento que nuestros pueblos en el continente poseen, podrá indicarnos el camino a seguir para alcanzar relaciones societales no solo justas, sino también relaciones que implican el cuidado del planeta, que incidirían directamente en la formación de una ética y de principios valorativos, normativos, los cuales ayudarían en la transformación de nuestras relaciones sociales, culturales y con el ambiente. La dimensión práxica de liberación es el otro gran faro que alumbra la salida del túnel, para la construcción de una nueva sociedad. Para determinar la viabilidad de la edificación de una nueva sociedad, es forzoso analizar y juzgar con precisión los procesos actuales de legitimidad e ilegitimidad política que acontecen en la región. Tal es el objetivo de nuestro siguiente apartado.

Legitimidad e ilegitimidad política antes y después de la pandemia

Nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia ni sobre la presión de actuar en medio de la inseguridad. Jürgen Habermas

Es el momento de nuestra época que pasamos por una crisis de dimensiones globales en que la razón puede caer en la cuenta de sus límites. Es quizás también un momento oportuno para cambiar nuestra manera de pensar y de transformar la realidad, se abren las posibilidades para el futuro, pero primero hay que saber qué es lo que hicimos mal, antes de que se cierren todas esas posibilidades y que ya no se despliegue otra más. A esta epidemia sanitaria de condición planetaria, se debe agregar la pandemia neoliberal que deja más víctimas que cualquier otra enfermedad y, finalmente, queda una “patología” más: la enfermedad misma de la razón, razón que cree tener todos los medios para arreglar el desastre desatado por ella misma. De estas tres, es probable que para la sanitaria se encuentre una cura en un tiempo relativamente corto, pero las otras dos son más resistentes y complejas, requieren otro tipo de soluciones.

El encadenamiento de estas tres crisis pone en cuestión las reacciones de los gobiernos, tal y como el mismo Habermas lo califica en una entrevista que le realizan para el periódico Frankfurter Rundschau:

En el curso de la crisis hasta ahora, se ha visto, y de hecho en algunos países, que los políticos se han mostrado reacios a alinear su estrategia con el principio de que el esfuerzo del Estado por salvar toda vida humana debe tener prioridad absoluta sobre un acuerdo utilitario con los costos económicos indeseables que este objetivo puede derivar. Si el Estado permitiera que la epidemia se agotara para lograr rápidamente una inmunidad suficiente en toda la población, aceptaría el riesgo evitable del colapso previsible del sistema de salud y, por lo tanto, una proporción relativamente mayor de muertes. Mi "historia" también arroja luz sobre el trasfondo moral-filosófico de las estrategias actuales para hacer frente a tales crisis4.

Resulta de la mayor importancia la idea del conocimiento alcanzado por la sociedad, en el sentido de la acumulación de saberes y de aprendizajes que tienen una utilidad práctica, pues quizá como asegura el propio filósofo alemán, hoy más que nunca podemos dar cuenta de nuestra ignorancia. Lo cual indica al menos que todos los conocimientos técnicos, científicos, sociales y culturales son insuficientes para poder dar una respuesta a corto y mediano plazo para el problema que hoy nos sacude. La filosofía de la Escuela de Frankfurt a la que pertenece Habermas -como miembro destacado de la segunda generación- efectúo una crítica radical en contra de lo que se ha dado en denominar razón instrumental. En ese sentido, el juicio de Habermas es punzante: “La progresiva ‘racionalización’ de la sociedad depende de la institucionalización del progreso de conocimiento científico y técnico” (Habermas, 1984, pp. 53-54).

El progreso científico y tecnológico que tantos adelantos ha conseguido en el siglo anterior resulta indudablemente cuestionable en cuanto a su desempeño pragmático. No olvidemos que de la mano de esos adelantos tecnológicos no vinieron aparejados los avances éticos que se podría esperar de las lecciones que la historia no se cansa de enseñar. Pero a esa crítica realizada a la razón práctica instrumental, podemos sumar un cuestionamiento más fuerte al Estado como institución política que descansa en las ventajas “técnicas”, que se podrían esperar de la democracia.

Esta reflexión viene a cuento por los procesos políticos que estamos viviendo en medio de la pandemia y provienen de causas que se agravaron con el Covid-19, la legitimidad o ilegitimidad de diversos países de la región estaba puesta en duda desde antes de la emergencia sanitaria. Las elecciones para asumir los gobiernos de países del Cono Sur, como Brasil, Ecuador o Uruguay, son algunos ejemplos de cómo la derecha institucional o la derecha disfrazada con piel de izquierda asumieron el poder, aunque algunos de estos gobiernos lo hicieron bajo un fenómeno de desencantamiento que padeció la población en general, marcado por la ideologización de una opinión pública que modificó la voluntad e intereses de los pueblos en beneficio de las élites políticas. En el resultado de las elecciones, además de la direccionalidad de la “opinión pública”, influyen las campañas de odio, los juicios legales en contra de los gobiernos de izquierda, los golpes blandos y la prisión para los candidatos que podían hacerles frente a las élites económicas.

La falta de legitimidad democrática es un problema que se anuncia con la pandemia, pero aquella tiene larga data en varios de los países de la región. Esta ausencia de legitimidad no es solo de los gobiernos, sino de las instituciones gubernamentales. La sociedad civil cuestiona el papel del sistema de impartición de justicia, el sistema electoral y el sistema legislativo. Pero la falta de legitimidad se extiende también a la esfera de la ciencia y la tecnología. Esta crítica, que ya se realizaba en la época inicial de la Escuela de Frankfurt de una manera muy contundente; curiosamente es una reflexión que ahora se realiza de una manera muy superficial en la esfera de la cotidianidad. Se piensa, por ejemplo, que la vacuna será un triunfo de la ciencia médica y de la investigación científico-tecnológica, aunque el sentido común expresa las dudas pertinentes, convertidas en los lugares comunes manifestados por el sentir (general) de las personas.

En el nivel del científico y la praxis concreta de la técnica se tiene una idea parecida, pues se cree en el paradigma del progreso infinito, que se puede resumir en la siguiente tesis: el problema del atolladero de la ciencia se resuelve con más ciencia. Es en este sentido que Jürgen Habermas califica ese progreso como algo imposible, no solo por su condición inherente a la ciencia misma, sino por las consecuencias propias de ese desenvolvimiento: “El progreso técnico-científico parecía llevar aparejado un progreso de la civilización, a la vez moral y político” (Habermas, 1987, p. 315).

La ciencia prometía el cielo en la tierra, provocando el infierno en el planeta. Esta idea es planteada por Franz J. Hinkelammert, en el sentido de una crítica a la razón utópica en donde cuestiona el desarrollo del mercado, de la idea utópica del socialismo y de la libertad absoluta del anarquismo. Pienso que la idea de la ciencia y su progreso infinito es también una forma de expresión del conocimiento infinito que nunca será alcanzado, pues ese mismo ejercicio sapiencial puede destruir cualquier forma de eticidad y desarrollo político. Tal como lo constata el mismo filósofo juzgando el término de “planificación perfecta” del socialismo, pero que es igualmente una crítica válida frente a la relación inherente entre ciencia y neoliberalismo: “Aparece el mito tecnológico con sus proyecciones hacia el futuro. El desarrollo tecnológico es interpretado como un progreso tecnológico que por una especie de lógica implícita acerca a la humanidad cada vez más a la realización de sus sueños” (Hinkelammert, 1984, p. 164). Por otro lado, todas estas formas de expresión conceptual se enmarcan en el ámbito de la política y de la reflexión filosófica, estas son puestas en práctica por los mecanismos que operan por mediación de la opinión pública. Por esa razón, el otro pensador alemán, Jürgen Habermas, construye una interpretación sobre la opinión pública que se aleja de las versiones tradicionales del idealismo:

El espacio de la opinión pública como mejor puede describirse es como una red para la comunicación de contenidos y tomas de postura, es decir, de opiniones, y en él los flujos de comunicación quedan filtrados y sintetizados de tal suerte que se condensan en opiniones públicas agavilladas en torno a temas específicos. Al igual que el mundo de la vida en su totalidad, también el espacio de la opinión pública se reproduce a través de la acción comunicativa, para la que basta con dominar un lenguaje natural; y se ajusta a la inteligibilidad general de la práctica comunicativa cotidiana (…) (Habermas, 1998, p. 440)

Es en el lenguaje y en su carácter estratégico en donde se juega el momento del convencimiento para tratar a los otros como un medio y no como un fin, es decir, el diálogo tiene o posee una condición ambivalente. Por un lado, se muestra la capacidad creadora de un diálogo o de una comunidad dialogante que puede llegar a ciertos acuerdos, pactos o consensos sobre problemáticas que los aquejan. Pero existe otra posibilidad, el lenguaje es utilizado a través de la razón práctico-utilitaria desde su dimensión estratégica. Se trata de convencer al otro para utilizarlo conforme lo demandan los fines del poder y los fines políticos. Predominan así los objetivos de los especialistas o de los sujetos que tienen o poseen la fuerza para imponer sus argumentos, sin que sea precisa la discusión, el debate o el consenso.

Corolario: interdisciplina, interculturalidad, y consenso

Los acontecimientos nos muestran fácticamente que el desequilibrio ecológico nos cobrará la factura más temprano que tarde. La política como ejercicio de la construcción de un mundo más equitativo y justo será una herramienta ineludible, aunque en mi opinión la necesidad de un cambio de paradigma implica una nueva concepción filosófica que nos permita reconocer a los sujetos como fines en sí mismos, como ya lo decía Immanuel Kant, con la salvedad de que sea a partir de nuestro tiempo y nuestro contexto. Solo si la teoría de la acción comunicativa de Habermas se puede aplicar de manera concreta, por encima de su raigambre idealista, y si el interculturalismo puede abrirse más allá de la relación simplificante sobre la tolerancia cultural, frente a las otras tradiciones o pluralidades epistémicas, entonces ambas perspectivas filosóficas pueden aportar elementos teóricos y prácticos para la transformación que la realidad requiere.

Ello comenzará por un ejercicio de autocrítica y de un cambio de posiciones. No podemos seguir en un modelo neoliberal como tampoco deberíamos regresar a un Estado de bienestar que solo atenúe los efectos negativos. La filosofía que se sujete a tales modelos económicos no puede ofrecernos una alternativa válida. Así lo atestigua en su reflexión el pensador argentino Mario Heler (2007): “En última instancia, la ética del discurso no cuestiona sino que, por el contrario, adopta la comprensión instrumentalizadora del otro, propia del intercambio capitalista” (p. 150.)

La crítica debe comenzar, continuar y finalizar por el modelo neoliberal. O logramos un cambio civilizatorio o nos conducimos al precipicio. El carácter utópico de la teoría de la acción comunicativa sí debe ser recuperado, pues puede funcionar desde su campo operante en la historia. La condición utópica es una reserva no de esperanzas, sino de opciones o alternativas al modelo neoliberal, por ello hay que pensar y actuar más allá del capitalismo salvaje de este siglo para iluminar nuevas sendas, trayectos apenas imaginados e intuiciones que están porvenir.

El modelo de la democracia liberal que se presenta interactuando con la sociedad neoliberal debe ser cuestionado de manera radical, y de esa crítica política a la democracia liberal debe surgir un nuevo modelo de Estado. Una nueva democracia ajustada a un modelo económico diferente implica que las condiciones de posibilidad para la vida humana se coloquen en el centro del debate, lo cual requiere de mecanismos y metodología, además de una episteme que sustente ese cambio civilizatorio. ¿Cuál sería el papel de la filosofía en un momento de transición como el que hoy estamos experimentando? ¿La filosofía ocupará un lugar preeminente dentro de un proceso metodológico en donde las otras ciencias ocuparían solo un espacio secundario? ¿Acaso la filosofía será la protagonista de las transformaciones venideras como filosofía primera?

Pienso que cualquier escuela filosófica o corriente de pensamiento que sostenga esta idea en nuestra época caerá en un absurdo error, pues si aún le queda jugar un papel importante a la filosofía en el sentido epistémico, este solo será en relación con una visión interdisciplinar. Pero quizá lo que si puede hacer la filosofía, que las otras ciencias no están tan acostumbradas a ejercitar, es justamente poner en juego la crítica, esto es, una crítica en donde la filosofía se incluye a sí misma. Por otro lado, el pensamiento filosófico puede ofrecer también elementos críticos para la praxis, una praxis de liberación; el acto de filosofar siempre viene acompañado de la práctica política, al menos, en América Latina esa es una de las características esenciales de su historia.

En un segundo momento, la reflexión filosófico-analítica tiene que mover sus presupuestos universales que homogeneizan todo, la obra filosófica necesita cambiar su eje y pensar en la interrelación cultural de los pueblos de Nuestra América y del planeta. En el conocimiento, las creencias y los saberes de nuestros pueblos se tiene una oportunidad de diálogo intercultural, desde la cual pueden elaborarse éticas de cuidado de la vida, las cuales funcionan en la práctica, pero son desconocidas para nosotros. El vínculo ético que los pueblos de nuestra región mantienen con el cuidado de la tierra, el cuidado de sí y el cuidado o el reconocimiento del otro, como una fuerza práctica para la ejecución del buen vivir, son elementos recuperables para la acción y el pensamiento. Es probable que esa ética aún no sea vinculante en el sentido de la validez a un nivel universal e incluso a nivel legal, pero es vinculante en un sentido existencial. Hay una reserva de conocimientos en los pueblos y las culturas del mundo que pueden darnos un acercamiento a la respuesta de la hiper-explotación de los recursos naturales, de la expoliación desmedida y de la aniquilación de la vida por el sistema de producción que hoy se mantiene vigente.

Esas formas culturales diversas, con cosmovisiones diferentes e interpretaciones del mundo desiguales, pueden coincidir en las relaciones de éticas que en el juego del lenguaje encuentre un mundo que interpretar prácticamente. Los mundos de vida manifiestos en cada cultura, las diferencias entre pueblos, naciones o estados pueden enriquecer ese modelo ético que fue el dominante desde la perspectiva de la razón instrumental y que pervive desde la modernidad. La crítica a la modernidad no se sostiene solo en su origen y modelo económico, lo hace también en su modelo cultural impuesto al mundo desde Occidente. La racionalidad que nos ofrecía el cielo en la tierra, terminó por condenarnos a vivir el infierno en el planeta.

Para finalizar diré que la filosofía sin el consenso faltaría a su eminente tradición dialógica, el diálogo epistémico interdisciplinario, intercultural no es posible sin un mínimo de acuerdos, sin un mínimo de principios compartidos, sin la búsqueda del consenso para lograr el acuerdo en las situaciones de eminente apremio que se nos presentaran en el futuro, pues quizá la pandemia de Covid-19 solo es una alerta de los fenómenos graves que pueden acontecer con el planeta si seguimos con el ritmo de crecimiento económico que las naciones más poderosas se proponen conseguir en detrimento de los pueblos pobres de nuestra tierra, los cuales ponen los recursos naturales y a los seres humanos que habitamos en ella en una posición de riesgo vital.

Sin que necesariamente sea un catastrofista, si quisiera al menos decir que el modelo que sostiene esa cosmovisión está agotado desde hace décadas y no se puede mantener más, pero quienes se benefician de él no cederán de manera sencilla al cambio civilizatorio, para que ello suceda se debe llevar a cabo un largo proceso de aprendizajes, intercambios y formas de reconocimiento intersubjetivo en donde se manifieste el acuerdo para una transformación radical.

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1 Este trabajo se realizó gracias al apoyo del Programa de Becas Posdoctorales en la Universidad Nacional Autónoma de México, en donde actualmente el autor es Becario del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, asesorado por el Dr. Horacio Cerutti Guldberg.

2Basta señalar que en Estados Unidos la crisis sanitaria ya muestra sus primeras implicaciones políticas: en la elección presidencial en donde resultó electo Joe Biden se manifestó el descontento de una parte amplia del electorado por la manera en que Donald Trump actúo durante pandemia y las decisiones que se tomaron para combatir la epidemia.

3Han pasado ya 28 años desde la publicación del libro de Raúl Fornet-Betancourt, Estudios de filosofía Latinoamericana, y la actualidad de la tarea filosófica se presenta como pendiente que hay que realizar. Entre esas tareas se manifiesta justamente la revisión analítica de la categoría pueblo, que es la “fuente de la cultura”. Otras tareas que desde aquella época se intentan son: la desprivatización del sujeto de conocimiento y reflexionar sobre su lugar en la filosofía multiculturalista, además de concebir la filosofía sapiencial desde su praxis política.

4La entrevista completa no se encuentra en español, pero se puede consultar la página del periódico La vanguardia https://www.lavanguardia.com/cultura/20200404/48295927411/ habermas-nunca-habiamos-sabido-tanto-de-nuestra-ignorancia.html?fbclid=IwAR1n38n3I0up fyJmRvZ4kdHk5UyRjrJwYgBnF99Fi2Ydrx18rlc0Lx-W6ms De cualquier manera incluyo aquí la dirección del original para su consulta: Markus Schwering, “Jürgen Habermas über Corona: ‘So viel Wissen über unser Nichtwissen gab es noch nie’ ”, Frankfurter Rundschau, 10 de abril de 2020. Disponible en: https://www.fr.de/kultur/ gesellschaft/juergen-habermas-coronavirus-krise-covid19-interview-13642491.html

Recibido: 14 de Abril de 2021; Aprobado: 02 de Junio de 2021

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