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Cuyo

On-line version ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.38 no.1 Mendoza June 2021  Epub Aug 03, 2021

 

DOSSIER: ¿OPORTUNIDADES DE LA PANDEMIA?

Los muros de aire. Momentos y representaciones de la pandemia

The walls of air. Times and representations of the pandemic

Gustavo Ogarrio Badillo1 

1Latinoamericanista. Cursó la licenciatura, la maestría y el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. Es profesor desde 2008 en el Colegio de Estudios Latinoamericanos de la UNAM. Contacto: ogarriozappa@gmail.com

Resumen

En este ensayo se propone abordar en tres momentos el análisis de los comportamientos políticos y económicos ante la pandemia. El primero de ellos se distingue por ese aparente tiempo suspendido de los cuerpos, aunque el capital orille al sacrificio a millones de trabajadores en el mundo y, en particular, en regiones como Nuestra América; el segundo ciclo de la pandemia es caracterizado como un purgatorio a cielo abierto, la etapa del contagio y los fallecimientos a gran escala; el tercero es el de la vacunación y una lucha geopolítica por su mercantilización; es quizás el momento en el que contamos con mayor conciencia sobre el impacto trágico de la pandemia y en el que nuestra corporalidad exige ser representada como parte de los ecosistemas. Además, las nociones de individualismo y comunidad son ejes también del análisis que propone el artículo.

Palabras clave: Pandemia; Momentos; Representaciones; Comunidad; Corporalidad

Abstract

This essay proposes to address the analysis of political and economic behavior in the face of the pandemic in three moments. The first of them is distinguished by that apparent suspended time of the bodies, although the capital borders on the sacrifice of millions of workers in the world and, in particular, in regions like Nuestra América; the second cycle of the pandemic is characterized as open-air purgatory, the stage of contagion and large-scale deaths; the third is that of vaccination and a geopolitical struggle for its commercialization; it is perhaps the moment in which we have the greatest awareness of the tragic impact of the pandemic and in which our corporality demands to be represented as part of the ecosystems. In addition, the notions of individualism and community are also axles of the analysis that the article proposes.

Keywords: Pandemic; Moments; Representations; Community; Corporality

El Chale, renegrido, abriendo la boca con sus dientes de oro, se colocó el primero en el extremo de la proa, señalando con asombro las montañas verdes. No mostraba alegría sino una especie de todas las emociones: pena, rabia, tristeza, y seguía señalando como si el espectáculo no fuera posible, como si todavía hubiese una esperanza. José Revueltas, Los muros de agua

Introducción: sobrevivir al virus interpretándolo

La pandemia desatada en 2020 en Wuhan, China, lleva ya más de un año instalada en todo el mundo. Ha sido un proceso insólito para las experiencias sociales, políticas y económicas de nuestro tiempo; ha generado una crisis diferenciada sin precedentes y un nivel de mortalidad que, en el caso de México, alcanza ya oficialmente, a finales de marzo del 2021, los 200.000 fallecimientos. Una tragedia cuyo alcance todavía no es previsible. Se vuelve apremiante reconsiderar experiencias límites tales como el dolor, el duelo, la corporalidad, la relación entre lo individual y lo social; el lugar que ocupa la riqueza material y la acumulación de capital ante la sobrevivencia; el papel de las modalidades de la política ante la crisis, el contrapunto entre el agotamiento del neoliberalismo, una tentativa de relanzamiento de un Estado de bienestar y experiencias concretas de políticas comunitarias que se desmarcan de las dos anteriores.

Este año de pandemia, que parece no tener precedentes en la experiencia moderna del último siglo, también nos ha exigido, todo el tiempo desde que comenzó la alerta sanitaria y el confinamiento, modos de interpretar lo que se venía diciendo sobre sus causas, las maneras de enfrentar el peligro y la amenaza que provenía del contagio creciente y aparentemente inevitable del coronavirus. Estado y sociedad produjeron una larga estela de interpretaciones para comprender y actuar ante el Covid-19. Incluso, se pueden identificar ciclos en estas interpretaciones, maneras de conceptualizar y narrar lo que era el proceso social, médico y económico, como una manera de colocarse ante la misma pandemia.

El primer “objetivo” en estos modos de comprender e interpretar la pandemia fue el de la sobrevivencia: tal parece que de la manera en que concibiéramos las posibilidades y el alcance del contagio dependería la vida de una parte importante de la sociedad… nuestra propia vida. También hubo respuestas muy heterogéneas que iban desde negar la existencia misma del virus, desdeñar la normativa de la emergencia sanitaria, concentrada sobre todo en el uso del tapabocas, cuestionar el proceso de vacunación, hasta elaborar una idea de algo así como la dictadura Covid. Estas posiciones se colocaban en la perspectiva de una desconfianza creciente ante la figura del Estado y de su papel interventor en las políticas de salud; configurando también complejos procesos de reelaboración de una dimensión “mística” que interpretaba la pandemia a su modo y que encontró en las redes sociales, por ejemplo, una de sus expresiones más intensas: segmentos de cierta religiosidad virtual insertados en el contexto de propagación del virus, articulados para negar la pandemia y, sobre todo, para emprender un ataque sistemático contra las políticas de salud pública y que más bien fortalecían o respaldaban posiciones políticas y tendencias neoliberales que habían perdido el control directo del Estado nacional y/o en abierto respaldo a formas políticas caracterizadas como neofascistas.

Quizás el coronavirus fue primeramente un misterio amenazante. Afirma Susan Sontag (1988), a propósito de su reflexión sobre la tuberculosis y el cáncer: “Basta ver una enfermedad cualquiera como un misterio, y temerla intensamente, para que se vuelva moralmente, si no literalmente, contagiosa” (p. 16). De esta primera etapa destaca una reflexión filosófica que muy pronto decretó que la distancia de los cuerpos dictada por las medidas contra el contagio era una “abolición” de la otredad, como la del filósofo italiano Giorgio Agamben (2020):

Aún más triste que las limitaciones de las libertades implícitas en las prescripciones es, en mi opinión, la degeneración de las relaciones entre los hombres que pueden producirse. El otro hombre, quienquiera que sea, incluso un ser querido, no debe ser acercado o tocado, y de hecho hay que poner una distancia entre nosotros y él que algunos dicen que es de un metro, pero según las últimas sugerencias de los llamados expertos debería ser de 4,5 metros (¡esos cincuenta centímetros son interesantes!). Nuestro vecino ha sido abolido.

Una argumentación en la que es evidente la perspectiva de un liberalismo de raigambre europea que responde casi como un reflejo político instintivo: si la libertad inmediata, la de tránsito o movilidad, no se ejerce de manera irrestricta incluso en una situación extrema, en la que la cercanía posibilita el contagio, se abre la posibilidad de un horizonte totalitario. Lo que no parece tan evidente es que esta reflexión se despliega desde una matriz estrictamente individualista: la pandemia es pensada desde el individuo, la otredad está figurada sobre todo como vecindad. Es probable que planteamientos como los de Agamben hayan generado polémicas interesantes y abiertos cuestionamientos en diferentes zonas de América Latina debido a la enorme distancia que existe entre esta matriz política del individualismo europeo y la experiencia social, quizás mucho más abigarrada y heterogénea, en la que se desplegaron las consecuencias de la pandemia en nuestras sociedades en América Latina.

Sin embargo, en otros momentos de la pandemia, han surgido reflexiones desde otras perspectivas: algunas más enfáticamente sociales y otras desde prácticas comunitarias. Es en este contrapunteo que se juegan algunas representaciones y respuestas a la pandemia: entre lo ilusoria que puede resultar la representación estrictamente individual del contagio y del propio cuerpo, y las representaciones y prácticas en las que la articulación social y comunitaria entran en juego para definirse ante esa tensión entre Estado y sociedad en la que se generan las políticas hacia el cuerpo y la enfermedad, así como sus metáforas o su misma imposibilidad de ser pensadas desde cualquier analogía. Digamos que hay un ámbito semiótico en el que se genera un orden simbólico de la pandemia: una disputa por la definición de normalidad, enfermedad y corporalidad.

Este proceso ha sido complejo y está inscrito en un amplio horizonte de discursos y símbolos: desde las comunicaciones y rutinas gubernamentales para transmitir su normatividad, ya sea hasta cierto punto voluntaria o impuesta, hasta las cadenas de significaciones que circulan en redes sociales como el negacionismo que desconoce la existencia social del virus, casi siempre desde una matriz individualista, o como las luchas sociales y comunitarias que se vieron obligadas a recalar en los efectos de la pandemia para resignificar e impugnar la noción misma de normalidad, pero que ya habían incluso desafiado antes la misma imposición de una normalidad neoliberal de mediana duración. Hay un último elemento en estas experiencias y representaciones del orden simbólico de la pandemia: ¿qué impacto ha tenido la pandemia en relación a una posible modificación sustancial de la forma histórica actual del capitalismo?

En este ensayo trataremos de darle cierta coherencia a estos planteamientos para un posible análisis de las experiencias límite que ha dejado el coronavirus y que vinieron a impactar en nuestros modos de vivir, de pensarnos y de reflexionar sobre la totalidad de la vida en este momento histórico del capitalismo y de posibles alternativas a su violento proceso de acumulación a escala global.

Primer momento: el tiempo suspendido de los cuerpos

La pandemia se va expandiendo durante los primeros meses del año 2020 de la forma aparentemente menos política: es considerada un inesperado proceso infeccioso; enfermedad viral, contagio, mitigación, salud pública, cuarentena o confinamiento, son las palabras clave de este primer momento. Afirma Pilar Calveiro (2020) sobre este período inicial: “(…) ocurren un sinnúmero de cosas simultáneamente y subterráneamente mientras se desarrolla la pandemia (…) la emergencia sanitaria se aborda desde el código social imperante, que es biopolítico e inmunitario”.

No podía ser de otra manera: por más que la pandemia rompa al inicio cierta inercia en la perspectiva de los gobiernos en todo el orbe y resquebraje a las economías en todos los niveles y articulaciones, se vuelve hegemónico un modo de enfocar el contagio, esto no sin antagonismos al interior de los esquemas gubernamentales y económicos. Una presión abiertamente capitalista que pondera el valor de cambio, la estabilidad del libre intercambio comercial, de la economía de mercado, por encima de la mitigación del virus, de la ampliación sanitaria de la infraestructura estatal para su posible control y/o de una política económica emergente de bienestar para contener las consecuencias del confinamiento. Hay toda una economía política de la pandemia y esta se despliega alrededor de recuperar la ganancia de las grandes empresas globales y nacionales por encima del valor de uso de la producción y las mercancías de sobrevivencia.

“El 28 de marzo de 2020 -indica Calveiro en el artículo referido- ya hay más de 3 mil millones de personas confinadas a nivel global, muchas de ellas en aislamiento forzado decretado por algunos Estados de Europa, Asia y América. ¿Por qué y para qué? No se pueden responder aún estas preguntas ni creo que estén disponibles los elementos para poder hacerlo, pero considero importante no perderlas de vista”. Los primeros dos meses de la pandemia hubo en América Latina al menos tres casos importantes de control cuasi militar de confinamiento que podría equivaler a un estado de excepción, como temía Agamben, solo que lo que estaba en juego no eran únicamente las libertades individuales, sino el control represivo de importantes movilizaciones sociales que habían entrado en fases diferenciadas de impugnación directa a gobiernos abiertamente neoliberales, incluso, con rasgos neofascistas, en 2019. Estos países fueron Chile, Ecuador y Brasil. Además, en todo el subcontinente el imperativo de “defender la salud” se despliega a partir de las asimetrías y profundas desigualdades entre quienes pueden guardar el confinamiento y aquellos sectores de la sociedad que tienen que “arriesgar su salud” para que funcione al mínimo el sistema de distribución capitalista de bienes y consumo.

La pandemia rápidamente deja ver en los primeros meses de su expansión ciertos modos de lo político y lo económico; esto desde las interpretaciones gubernamentales y de la misma sociedad, interpretaciones sumamente heterogéneas y antagónicas. Es en este momento que se definen dos comportamientos de la política gubernamental que van a marcar la intervención de los Estados nacionales en los siguientes meses de la pandemia: el primero va a asumir como una responsabilidad de los gobiernos tanto las medidas sanitarias como la ampliación de la capacidad de los hospitales públicos para atender los contagios, con sistemas de salud en América Latina sumamente debilitados y fracturados en las últimas décadas por el neoliberalismo y su proceso de desmontaje de la salud pública con la privatización acelerada de los servicios de salud. La otra manera de asumir lo que significa el virus será una prolongación de un modo propiamente neoliberal y que muchas veces coincide con planteamientos que partían de una matriz individualista e, incluso, negacionista. Esto ha marcado las tensiones políticas y económicas que se han dado ante el avance de la pandemia. Por un lado, encontramos planteamientos como el del mismo Agamben (2020): la epidemia es una invención, un engaño a escala planetaria con “medidas de emergencia frenéticas, irracionales y completamente injustificadas”. Por otro lado, se pide la rehabilitación de un Estado de bienestar que contenga tanto el contagio como la crisis de las economías.

Las restricciones autoritarias y cuasi totalitarias a ciertas libertades se instalaron como las bases de un argumento que también sostenía que estábamos ante un estado de excepción que se ampliaría a nivel global ante el contagio: una desproporción militarista ante una “gripe normal”. El extremo de estas posiciones se expresó meses después a través de las declaraciones y las acciones gubernamentales del gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil. El Centro de Investigaciones y Estudios de Derecho Sanitario de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (USP) y Conectas Derechos Humanos analizaron sistemáticamente la política del Estado brasileño durante el 2020 y llegaron a la siguiente conclusión: “(…) nuestro estudio ha revelado la existencia de una estrategia institucional de propagación del virus, promovida por el Gobierno brasileño liderado por el presidente de la República” (Brum, 2021). Lo anterior cambiaría el enfoque sobre el negacionismo gubernamental de algunos países latinoamericanos ante el virus: no hubo solamente omisiones en políticas de salud en Brasil que tuvieran como objetivo mitigar y contener el coronavirus, más bien hubo una abierta política de exterminio calculado en la omisión, pero también en la implementación gubernamental de medidas de propagación del virus, esto en la apertura forzada de escuelas, de espacios públicos y de burocracias de diferentes niveles.

Vale la pena citar en extenso la nota informativa sobre el citado análisis de las acciones del gobierno de Bolsonaro ante la pandemia:

Existe intención, existe un plan y existe una acción sistemática en las regulaciones gubernamentales y en las declaraciones de Bolsonaro, según señala el estudio. “Los resultados disipan la persistente interpretación de que parte del Gobierno federal es incompetente y negligente a la hora de gestionar la pandemia. Muy al contrario, la sistematización de los datos, aunque incompletos por la falta de espacio en la publicación para tantos eventos, revela el compromiso y la eficacia de la acción del Gobierno federal para difundir ampliamente el virus en el territorio nacional, declaradamente con el objetivo de reanudar la actividad económica lo antes posible y a cualquier precio”, afirma el editorial de la publicación. “Esperamos que esta línea del tiempo ofrezca una visión global de un proceso que vivimos de forma fragmentada y a menudo confusa” (Brum, 2021).

Como sabemos, Brasil es el segundo país del mundo con mayor número de muertes y contagios; el primero es Estados Unidos de Norteamérica, el principal conductor y divulgador de este esquema similar de aparente omisión. Esto último hasta el 20 de enero de 2021, fecha en la que dejó la presidencia Donald Trump y en la que el nuevo presidente, Joe Biden, dio un giro hacia la intervención del Estado en la protección pública de la salud y comenzó con un ambicioso plan de vacunación. Lo anterior dio lugar a otro proceso: la acumulación de vacunas y de importantes excedentes de las mismas que dejaron ver una geopolítica basada en la producción y concentración a gran escala de las potencias mundiales; la vacunación se convertiría en una competencia económica desigual a nivel global y la continuidad de un orden mundial muy parecido al neoliberal.

Es en el primer ciclo de la pandemia en el que aparentemente se suspendió el tiempo de la modernización neoliberal o de la rearticulación de un Estado de bienestar. Los cuerpos más vulnerables -el cuerpo como la matriz de la producción en todas sus escalas- se activaron de manera excepcional para salvar a las economías… y a un puñado de empresas globales, salvando aparentemente su propia y mínima precariedad y sacrificando millones de vidas en nombre de un capitalismo contemporáneo en crisis.

Segundo momento: nueva normalidad o el contagio como purgatorio a cielo abierto

El segundo momento de la pandemia es el de las puertas abiertas del contagio: al estricto confinamiento inicial le sigue un purgatorio a cielo abierto. Es el momento por excelencia de la rehabilitación de la palabra normalidad, ya sea nueva o necesaria y que sirve de atenuante para el momento trágico de la reactivación de la economía a todas las escalas; por consecuencia, es el momento de la propagación más alta de la pandemia. En México, este proceso comienza el 1º de junio de 2020, el día en que se termina la Jornada Nacional de Sana Distancia. El mandato estatal “quédate en casa” es también insuficiente: privilegia el cuerpo individual y la salud de las y los que tienen asegurada la sobrevivencia económica; no concibe la “multidimensionalidad del cuerpo” o la representación común de las y los cuerpos como comunidad, más allá de la metáfora sociológica del “cuerpo social”.

En un artículo titulado: “Me cuida mi comunidad: el trabajo emocional en tiempos de Covid-19”, Ana Karen León Sánchez, Diana Thalía Jiménez Martínez y Helena Fabré Nadal plantean esta multidimensionalidad del cuerpo de la siguiente manera:

Si el discurso estatal está enfocado exclusivamente en la dimensión física del cuerpo, ¿cómo hacemos para construir prácticas de cuidado en la que se evidencie la multidimensionalidad del cuerpo? De hecho, si el Estado históricamente ha tenido el monopolio de la violencia ¿por qué asumir que también tiene el monopolio del cuidado? Nuestras reflexiones van en otra dirección: ¿cómo construimos prácticas comunitarias de cuidado cuyo centro sea el cuerpo, el territorio, la vida y en donde el trabajo reproductivo -¡y emocional!- no sólo lo tengan que realizar las mujeres? (León Sánchez, Jiménez Martínez y Fabré Nadal, 2020).

Estas preguntas desde el feminismo comunitario también tienen como soporte una crítica y luchas concretas contra la violencia feminicida, normalizada ya desde antes de la pandemia y que con el confinamiento entraron en una nueva y dramática situación:

¿Cómo pueden quedarse en casa las mujeres en un país feminicida como lo es México, donde la casa es un espacio de peligro por la violencia intrafamiliar, sexual y feminicida a la que están expuestas? Desde esta perspectiva, el “si te cuidas tú, nos cuidamos todos” reactualiza las desigualdades históricas que viven mujeres, comunidades indígenas y comunidades en la periferia porque ese “tú”, ese “todos” parece no contemplarnos. Esta enunciación, además, presenta el cuerpo desde una cuestión individual” (León Sánchez, Jiménez Martínez y Fabré Nadal, 2020).

El límite de las políticas estatales del cuidado ante el coronavirus es su propia concepción individual del cuerpo; es imposible en un Estado, ya sea neoliberal o benefactor, una concepción comunitaria de los cuerpos. Sin embargo, cuando el Covid-19 tuvo su momento de amplio contagio en América Latina, su ciclo más intenso de dolor y muerte, tal parece que también se reactivó una respuesta social marcadamente comunitaria, quizás a veces en pequeños brotes de comunidad, pero también en sectores que venían de luchas de un pasado inmediato que también irrumpieron y enfrentaron la normalización del neoliberalismo en su fase más agresiva, la previa a esta pandemia.

Es en este segundo momento que la permanente amenaza de las olas de contagio y muerte de Covid-19, la continuidad de los modos del neoliberalismo y la insuficiencia de una rehabilitación casi imposible del Estado de bienestar, constituyen los modos dominantes en disputa ante la pandemia. Sin embargo, también es en esta fase que se vuelve más identificable un tercer modo de estrategia social contra la pandemia y también contra la inminente reactivación de una economía mundial que amenaza con recargarse de extractivismo, apropiación violenta de los territorios y de los “recursos naturales”: “(…) las colectividades han ingeniado nuevas respuestas ante el aparente aislamiento, encontrando algunas alternativas precisamente en las múltiples dimensiones del cuerpo” (León Sánchez, Jiménez Martínez y Fabré Nadal, 2020). Una respuesta colectiva, a veces comunitaria, a veces intensamente solidaria en ámbitos urbanos, como afirma la escritora y activista mixe, Yásnaya Elena Aguilar (2020): “(…) la pandemia es el inicio de una serie de eventos y de consecuencias climáticas que nos van a enseñar a tener respuestas colectivas”.

Tercer momento: la corporalidad como parte del ecosistema y el retorno acelerado del capitalismo normalizado

Con el tercer momento de la pandemia, el de la amplia expectativa de una salida a través de un proceso global de vacunación, siempre conducido e impuesto por las grandes potencias económicas, es posible ya retomar la pregunta por el proceso al que nos ha llevado el confinamiento, pero también el contagio, el dolor y la muerte a una escala impensada. El dolor, así como el cuerpo en su concepción multidimensional, se han instalado en el centro del proceso de humanización y conciencia crítica que ha dejado la pandemia. A pesar de vivirse como dolor individual por la pérdida y ante la misma crisis de los sectores más expuestos a las consecuencias del Covid-19, el dolor también ha entrado en un proceso de socialización y colectivización. Nunca como antes tanto dolor ha tenido tantas respuestas virtuales, tanta necesidad de duelo, no solo en redes sociales sino también en ese tiempo suspendido del mismo duelo que va entrando en un despliegue de memoria colectiva:

es imprescindible que en nuestros espacios podamos compartir el dolor, nuestras emociones y sentires, para, desde ahí, construir horizontes de esperanza. “No nos une el dolor sino la respuesta al dolor (...). Cuando todo esto pase, habremos aprendido a compartir el dolor, venga de donde venga y sea el que sea” (León Sánchez, Jiménez Martínez y Fabré Nadal, 2020).

¿Cuál es la “ilusión occidental de la naturaleza humana”? se preguntaba el antropólogo Marshall Sahlins (2011). El supuesto egoísmo inherente a la naturaleza humana a partir del cual se caracterizaba la construcción del mundo occidental en la antropología, en la sociología y en la economía, no sería más que una poderosa proyección de la ideología del capitalismo. A esto tendríamos que sumarle la ilusión colonialista de separar la corporalidad de las sociedades no occidentales de la “naturaleza”, un auténtico soporte tanto de la apropiación moderna de los “recursos naturales” como del actual extractivismo en territorios de comunidades indígenas. Egoísmo transformado en interés privado como motor del actual despojo. Los gobiernos actuales que intentan rehabilitar en parte un Estado benefactor contemporáneo no han podido, o no han querido, desmontar el egoísmo del gran capital transnacional para apropiarse de los territorios de comunidades enteras o del agua o de los llamados, de forma cosificante, “recursos naturales”.

Es casi seguro, como una amenaza latente en el mundo que vendrá después de la pandemia, que se reactivará con mayor vehemencia el orden capitalista del valor de cambio de manera acelerada. El regreso a una supuesta normalidad como promesa del fin de la pandemia es quizás la restauración de un infierno de explotación, precarización a todas las escalas y de violencias territoriales. Esto a pesar de que la pandemia también ha dejado un proceso de concientización colectiva sobre la sobrevivencia misma, el cuidado y la solidaridad desde lo común; sobre el dolor como la articulación de respuestas compartidas. ¿Qué pasará con la continuidad, regreso y reconfiguración de las luchas y movimientos sociales que se organizaron contra la normalidad neoliberal y que todavía no es posible identificar en sus particulares activaciones concretas al recalar en el tiempo aparentemente detenido de la pandemia?

Como afirma la misma Yásnaya Aguilar (2020):

Lo que está pasando con el agua, con el aire y con este virus es que te dice, por si no te acordabas, que tú también eres ecosistema y estás correlacionado. Parece como algo obvio y básico, pero organizarse es juntarse de nuevo y ver qué vamos a hacer.

La corporalidad multidimensional, esa que implica tanto el territorio como la sociedad misma, en esta pandemia también ha dejado claro que no está separada de los ecosistemas y que es urgente reconsiderarla desde esa perspectiva. No sabemos todavía si esto último alcanzará a tomar fuerza como utopía que se expresará en cierta dimensión política después del aparente fin de la pandemia; es decir, el punto de partida para reorganizar una resistencia colectiva ante la amenaza de un retorno más violento del egoísmo capitalista a escala mundial, que buscará recuperar de manera vehemente todo el capital “perdido” con motivo de la pandemia.

Quizás estamos como el personaje de la novela de José Revueltas, Los muros de agua, que hemos citado como epígrafe de este ensayo: señalando con el dedo el fin de la pandemia, así como El Chale señala las Islas Marías, la cárcel con sus muros de agua a la que se dirige, y lo estamos haciendo todavía con algo de esperanza, con la plena conciencia de que también estamos señalando nuestra futura prisión. Un mundo que después de la Covid-19 nos dejará atrapados en estos muros de aire del purgatorio de la nueva normalidad en los que volverán a renacer el despojo, la violencia y el egoísmo capitalista recargados de esa matriz individualista; pero también un mundo en el que los cuerpos sobrevivientes tendrán otra vez la certeza de que todo el dolor acumulado y compartido será un poderoso comienzo para intentar otra vez vivir en comunidad a cualquier escala.

Referencias bibliográficas

Agamben, Giorgio (11 de marzo de 2020). Contagio. Ficción de la razón. Recuperado de: https://ficciondelarazon.org/2020/03/11/giorgio-agamben-contagio/Links ]

Aguilar, Yásnaya Elena (29 de agosto de 2020). La pandemia nos va a enseñar a tener respuestas colectivas. Entrevista de Jacobo García. El País. Recuperado de: https://elpais.com/ mexico/2020-08-29/yasnaya-e-aguilar-la-pandemia-nos-va-a-ensenar-a-tener-respuestas-colectivas.htmlLinks ]

Brum, Eliane (23 de enero de 2021). Un estudio sostiene que Bolsonaro lideró una “estrategia institucional de propagación del virus”. El País. Recuperado de: https://elpais.com/ sociedad/2021-01-23/un-estudio-revela-que-bolsonaro-lidero-una-estrategia-institucional-de-propagacion-del-virus.htmlLinks ]

Calveiro, Pilar (2 de abril de 2020). Coronavirus en tiempos de biopolítica. La otra (edición en línea). Recuperado de: https://www.laotrarevista.com/2020/04/coronavirus-en-tiempos-de-biopolitica/Links ]

León Sánchez, Ana Karen; Jiménez Martínez, Diana Thalia y Fabré Nadal, Helena (19 de abril de 2020). Me cuida mi comunidad: el trabajo emocional en tiempos de Covid-19. La Jornada Semanal (edición en línea). Recuperado de: https://semanal.jornada.com.mx/2020/04/19/me-cuida-mi-comunidad-el-trabajo-emocional-en-tiempos-de-covid-19-2739.htmlLinks ]

Revueltas, José (2020). Los muros de agua. México: Ediciones Era. [ Links ]

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Sontag, Susan (1988). La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas. Madrid: Debolsillo. [ Links ]

Recibido: 21 de Abril de 2021; Aprobado: 07 de Junio de 2021

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