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Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Ensayos

versión On-line ISSN 1853-3523

Cuad. Cent. Estud. Diseñ. Comun., Ensayos  no.124 Ciudad Autónoma de Buenos Aires  2023  Epub 07-Jul-2023

http://dx.doi.org/10.18682/cdc.vi124.4416 

Artículos

México, libros como signos de su historia cultural. Clasificar, reflexionar: letras para la infancia y religión

Arnulfo Uriel de Santiago Gómez1 

1 Doctor en Historia por la EHESS, París: tesis “Edición y librería francesas en México durante el siglo XIX” dirigida por Roger Chartier. Maestro en Edición (Universidad de Guadalajara), y en Comunicación (UNAM). Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Autor de “Las Ciencias Sociales en América Latina. Siglo XIX” (Argumento, 2013). Coautor con Sarah Corona de Niños y libros. Publicaciones infantiles de la SEP (2011).

Siendo la literatura infantil y juvenil (LIJ) un fenómeno complejo, no abordo aquí el estudio de sus distintas formas ni el más general de la religión. Tampoco esbozo su historia, sino presento una lista de manifestaciones de una de sus múltiples caras: las letras religiosas dirigidas a la niñez y a la juventud como expresión de creencias o formas de culto propias de las poblaciones que han poblado el territorio que hoy ocupa México, diversas conforme a las épocas históricas aquí consideradas. Parto de considerar que la LIJ en general, y este rostro en particular, muestra la riqueza de nuestra herencia cultural. Así, las partes que integran este artículo van de nuestros pueblos originarios a la evangelización española; y luego en algunas de sus décadas desde el siglo XIX hasta el XXI. Alrededor de la LIJ puede continuarse el diálogo, el estudio de múltiples soportes: la oralidad en las voces que reproducen sus leyendas, cantos y oraciones; o sus textos mismos a través de los medios de comunicación o en impresos, para invitar a una reflexión en común acerca de nuestra historia cultural.

Palabras clave: LIJ religiosa; México y Nueva España; Doctrina cristiana; Buen cristiano; “Librería española”.

Abstract

Being children’s and youth literature (LIJ) a complex phenomenon, I do not address here the study of its different forms nor the most general of religion. Nor do I sketch its history, but I present a list of manifestations of one of its many faces: religious letters directed at children and youth as an expression of beliefs or forms of worship typical of the populations that have populated the territory that Mexico occupies today, diverse according to the historical periods considered here. I start from considering that the LIJ in general, and this face in particular, shows the richness of our cultural heritage. Thus, the parts that make up this article go from our native peoples to Spanish evangelization; and then in some of its decades from the 19th to the 21st century. Dialogue can continue around the LIJ, the study of multiple supports: orality in the voices that reproduce their legends, songs and prayers; or their texts themselves through the media or in print, to invite a common reflection on our cultural history.

Keywords: Religious LIJ; Mexico and New Spain; Christian doctrine; Good Christian; Spanish bookstore.

Resumo

Sendo a literatura infantil e juvenil (LIJ) um fenômeno complexo, não abordo aqui o estudo de suas diferentes formas, nem a mais geral da religião. Também não esboço sua história, mas apresento uma lista de manifestações de uma de suas muitas faces: cartas religiosas dirigidas a crianças e jovens como expressão de crenças ou formas de culto típicas das populações que habitam o território que o México ocupa hoje, diversos de acordo com os períodos históricos aqui considerados. Começo por considerar que o LIJ em geral, e esse rosto em particular, mostra a riqueza de nossa herança cultural. Assim, as partes que compõem este artigo vão dos povos nativos à evangelização espanhola; e depois em algumas de suas décadas do século 19 ao século 21. O diálogo pode continuar em torno do LIJ, o estudo de múltiplos apoios: oralidade nas vozes que reproduzem suas lendas, canções e orações; ou seus próprios textos através da mídia ou impressos, para convidar uma reflexão comum sobre nossa história cultural.

Palavras chave: LIJ religioso; México e Nova Espanha; Doutrina cristã; Bom cristão; “Livraria espanhola”.

Desde concepciones distintas de la literatura infantil y juvenil (LIJ), puede darse aliento a las búsquedas históricas: al mirar estas letras y su desarrollo bajo distintos ángulos, lo que varía es la escala de tiempo considerada para ejercicios semejantes. La idea central de este artículo es que esa creación destinada a la niñez en lo que hoy es México tiene un origen antiguo y que, desde nuestro presente, conviene recuperar las riquezas de esta herencia de culturas diferentes porque al hacerlo iluminamos nuestro presente, al precisar en ella algunos elementos para debatir acerca de los problemas sociales actuales.

Acerca de la LIJ, de la visión que se tenga pueden depender los resultados de una observación acerca de sus características, de los elementos que la conforman, de los procesos que la describan, de lo clasificado como valioso dentro de sus catálogos. Al respecto, sostengo lo que expresé en La letra niña:

Entiendo la literatura infantil como una manifestación cultural, en la cual se asumen y expresan características específicas de la sociedad en la que surge. Esta producción textual refleja el diálogo con la infancia que, con modalidades particulares, desarrollan las comunidades humanas: una creación imaginaria colectiva por la que hombres y mujeres recrean para sus niños y niñas sus ideas sobre el origen del mundo, la creación del hombre y de la vida, las normas que guían la vida cotidiana, su historia como pueblo, sus aspiraciones y proyectos futuros, los frutos de su imaginación, sus juegos. Como tal, la literatura infantil [y juvenil] asume las múltiples formas de la convivencia, de la tradición oral en las comunidades a la lectura en silencio, individual, como un fenómeno vital y dinámico en constante recreación.

Me refiero, pues, a un concepto amplio de literatura infantil […] (2013, p. 13).

Otras ideas acerca de la LIJ toman primeramente en cuenta como el elemento esencial su calidad literaria, y destacan como lo más valioso en estas letras lo publicado en las últimas décadas. Al investigar intento confrontar visiones que encumbran lo más actual como lo único valedero en la creación literaria para la niñez. En palabras de Daniel Goldin:

Como prácticamente todas las literaturas para niños en el mundo, la literatura mexicana tiene en sus orígenes dos vertientes. Una ligada a la didáctica, moral o religiosa, y otra ligada a la tradición oral o a la investigación folklórica. Aunque en la gran mayoría de los casos estas dos vertientes suelen confundirse por una parte porque rara vez se presenta a la patria sin idealizarla hasta convertirla en un bucólico paisaje de los valores morales. […] Como ya señalé anteriormente hasta hace pocos años la producción era muy escasa. No hay mucha literatura y la mayoría de los libros ha sido, con toda justicia, condenada al olvido. […] Los grandes cambios en la literatura para niños en México, en la relación del escritor con la palabra y con los niños, vinieron más tarde, particularmente a partir de la década de los ochenta: es aquí cuando comienza nuestra verdadera modernidad (1997, p. 23, 25).

Cada quien es libre de seguir sus creencias, y de defenderlas con sus argumentos. Antes de desarrollar los míos en este texto, y sin ningún ánimo “misionero” o de ganar prosélitos, creo útil citar a Juan Villoro, quien recuerda la propuesta de Rafael Barajas El Fisgón hecha en la FIL (Feria Internacional del Libro) de Guadalajara en 2018, quien:

... habló de la necesidad de escribir la historia de la literatura infantil en México. En los últimos treinta años millones de niños han descubierto la literatura gracias a libros que antes no existían. Una pléyade de escritores, dibujantes, editores, libreros, diseñadores, cuentacuentos, maestros, padres de familia y promotores de la lectura ha logrado una revolución cultural desde la infancia. Es mucho lo que falta por hacer, pero no es exagerado decir que las historias de Francisco Hinojosa, Mónica Brozon, Vivian Mansour, Antonio y Javier Malpica, entre muchos otros, forman parte de lo que en el futuro será visto como la Edad de Oro de la literatura infantil en México (2019).

¿Para qué puede servir entonces esa historia de la LIJ mexicana propuesta por El Fisgón? Defender la idea de hacer historia, sí, pero a partir de 1980, pues prosigue Villoro: “Toda tarea mítica tiene incontables precursores. A principios de los años ochenta” (2019). Esta visión, al centrarse en la preeminencia de las creaciones de una generación de agentes editoriales todavía vivos, no deja vuelo para viajar al pasado.

Pero como investigador puedo dar fe de que a veces tengo la impresión de que los temas mismos se nos imponen: los libros y las voces que se desprenden de las páginas del tiempo se niegan a seguir en el encierro, y reclaman un lugar. Queda en sus manos, en el juicio de quienes lean estas líneas, asignar a estas letras un lugar -o bien negárselo por falta de calidad literaria, como propugnan quienes dan prioridad a este criterio- en la trayectoria de la LIJ mexicana.

Antes de trazar algunas de las sendas de la fe (para creencias diversas) que expresan estos textos, de leerlos uno a uno como si fueran cuentas de un rosario literario (una disculpa por no huir de metáforas fáciles), explico cómo llegué a pensar en que sería útil tratar de esbozar un panorama de estas letras destinadas a la niñez.

Un ejercicio de metodología

Si en este artículo considero a la LIJ en México como una creación que enriquece nuestra historia cultural, desde sus manifestaciones vistas como expresiones de rostros distintos, asumo algunas consecuencias de esta idea que me llevan a decisiones de investigación, es decir, que conducen al desarrollo de una metodología: a) ha sido un estudio multidisciplinario; b) es una búsqueda bibliográfica, y de una forma más general, es una investigación editorial, y c) indaga en la materialidad de los textos. Si tuviera que encontrar un factor que fuera común denominador de estas vertientes, englobaría todas ellas en un objetivo, contribuir a desarrollar una historia cultural.

a) La LIJ desde una vertiente de estudios multidisciplinaria

La visión de la LIJ que presento aquí, ciertamente parcial, es fruto de una investigación multidisciplinaria, sobre todo, en cuanto es deudora del seguimiento de sus noticias aportadas principalmente por dos materias: la historia de la educación mexicana, así como la literaria propiamente dicha.

Y aquí es pertinente indicar que mi acercamiento al tema no parte de una visión o de un conocimiento religioso. Por lo mismo no profundizo en el análisis del contenido de estos textos: si mi formación como profesor de escuela primaria puede reflejar que he sido formado en un laicismo que reconoce nuestra Constitución, por mi formación familiar no ligada a cultos o a creencias -aunque tuve toda la libertad para compartirlos y vivirlos con mis amistades sin ninguna restricción- pienso que eso es una garantía de poder observar sin prejuicios tales fenómenos al menos cuando se reflejan en creaciones literarias o en impresos, quizás con distancia mas seguramente con respeto.

b) Estudiar las huellas de la LIJ en fondos bibliográficos: investigar la edición

Otra condición se ha cumplido en dos procesos ligados con mi propia trayectoria profesional ligada a la investigación de temas editoriales: por una parte, de manera muy particular, mi participación en proyectos bibliográficos se ha visto cristalizada en análisis y listas de la edición de impresos con finalidades educativas realizados por la Secretaría de Educación Pública desde su creación en 1921 hasta los inicios del siglo XXI. (2011)

Una investigación puede llevar a otra. Si bien poder ofrecer tales catálogos de nuestra producción cultural es una meta en sí misma, una vez cumplida esa meta me pareció evidente que no es bastante por sí misma: cada lista sigue sus propias reglas bajo las cuales fue organizada y construida. Participar en ese proyecto ha hecho posible pensar después en que puede haber otras reglas: vaya, para decirlo de forma más directa, que esa gran lista -de las pocas con las que ahora cuentas quienes estén interesados en la LIJ en México- puede ser desagregada, que dentro de ella coexisten varias otras listas posibles como expresiones distintas, siempre y cuando como investigadores seamos capaces de plantear una posible necesidad de su estudio

c) La LIJ observada a partir de las características materiales de los textos

Reflejo en este texto una tercera vía de estudio que, de alguna forma, es consecuencia de la anterior: durante décadas de ejercicio profesional -a partir de que en 1977 tuve mi primer grupo de 55 niños con edades de 5 a 8 años en la ciudad de México-, he reunido materiales impresos dirigidos a la niñez y a la juventud, por lo que alimento mis propias listas de estas obras con mis propios hallazgos: he sido visitante asiduo tanto de las ferias del libro como de las librerías de ocasión.

Es un proyecto personal: continuar la elaboración de una bibliografía de la LIJ en México, que progresivamente contribuya a dar forma a una masa crítica que aliente un análisis más a detalle de sus manifestaciones. Este artículo puede ser visto como un primer resultado de esta clasificación por tipo y organización temporal ubicada por etapas primero, y cuando llega a ser posible dado el número de sus ediciones, ordenadas por décadas: es la misma colección la que lleva a pensar en las posibilidades que puede ofrecer su clasificación bajo esa idea de los diversos rostros de la LIJ en México.

De ahí surgen preguntas que guían proyectos para recopilar información: en México, ¿cómo pensar en trazar una historia de la literatura infantil y juvenil capaz de abarcar la complejidad de sus múltiples manifestaciones a través del tiempo, las dimensiones de su geografía, las diversas formas en que las culturas la han expresado?

Clasificar para reflexionar, un ejercicio para pensar, intentar ver de maneras diferentes los temas de estudio que pueden ser de interés. Analizar esta literatura dedicada a la niñez en México bajo algunas de estas caras: clásica, indígena, cosmopolita, o ver cómo todas estas facetas marcan las ediciones más actuales. Aquí me concentro en las letras religiosas: en plantear algunas de las conexiones de la LIJ con la religión desde una perspectiva amplia que tome en cuenta diversas producciones literarias destinadas a la infancia, a sus distintas fuentes editoriales.

Como hilo conductor para desarrollar el tema, por sí mismo extenso y demasiado ambicioso para tratar de abarcarlo en su totalidad, el texto se organiza a partir de dos ejercicios: a) plantear breves apuntes acerca de su evolución en épocas distintas, y b) comentar algunas ediciones o textos cuyos datos puedan ilustrar algunos aspectos relevantes acerca de esta relación entre la LIJ y la formación religiosa.

Así, las partes que integran este artículo van de nuestros pueblos originarios a la evangelización española; y luego en algunas de sus décadas desde el siglo XIX hasta el XXI. Alrededor de la LIJ puede continuarse el diálogo, el estudio de múltiples soportes: la oralidad en las voces que reproducen sus leyendas, cantos y oraciones; o sus textos mismos a través de los medios de comunicación o en impresos, para invitar a una reflexión en común acerca de nuestra historia cultural.

Uno. Un comienzo mesoamericano. Los textos pueden hablar de religiones diferentes

Al tratar de diferentes creencias, la idea es simple, e incluso así las reglas de la clasificación abren vías para ubicar soluciones distintas, nuevos campos de investigación. Por su raíz histórica y debido a su permanencia en nuestra sociedad hasta nuestros días, la referencia a una LIJ religiosa podría referirse en nuestro país sobre todo a la literatura ligada con la religión cristiana: ya por lo mismo un tema amplio y exigente, difícil de abarcar en sí mismo, al incluir otras producciones provenientes de religiones diferentes se amplía la dificultad.

Tengo que admitir de inicio mi ignorancia respecto a la existencia de circuitos de edición y circulación de una LIJ hecha para difundir otras religiones, a partir por ejemplo de libros de texto o de doctrina, recreativa o textos apologéticos. Habría aquí una pregunta a resolver, ligada con la libertad de cultos que proclama nuestra Constitución.

Desde un punto de vista cronológico, esa cuestión resulta también pertinente si dirigimos nuestra atención a las culturas originarias de nuestro territorio, cuyos saberes y concepción del mundo eran complejos y ciertamente diferentes a los nuestros, aunque algunos de sus rasgos perviven en los tiempos actuales en nuestras poblaciones indígenas. Sólo como una referencia de interés, cito aquí a Alfredo López Austin:

El mundo mesoamericano estuvo repleto de dioses y de seres invisibles; reverberaban sus presencias en los campos, en las fuentes, en los hogares, en el monte. Cursaban el cielo los astros, y en él bullían los pequeños cargadores de aguas, vientos, rayos y granizo. Desde los cerros, depósitos de aguas, los dioses protectores de los pueblos ahuyentaban las enfermedades (1990, p. 147).

Al referirse a la transmisión de textos por medio de la tradición oral, Ángel María Garibay K. explicó algunas bases del sistema de enseñanza y aprendizaje entre los mexicas:

- De los 3 a los 6 años acudían los niños a los templos, donde había una sala especial para la enseñanza de mitos, ideas generales de moral, reglas de convivencia humana. Esas mismas formas de enseñanza se hallaban en los hogares, sobre todo de los principales.

- En las escuelas de los plebeyos, los telpuchcalli o “casa de muchachos”, era norma general reunirse cada tarde en un sitio llamado cuicacalli o “casa del canto” para aprender de memoria palabras y ritmo de los cantos religiosos, o heroicos, y practicar los pasos de las diversas danzas colectivas que eran expresión viviente y dramática de las creencias religiosas y de temas épicos.

- Los hijos de los principales, pero también niños y adolescentes que dieran muestras de talento, accedían a una educación superior en el calmécac o “hilo de casas”. Con rigurosa disciplina, preservaban en la memoria los himnos sagrados, los relatos históricos, la interpretación y comprensión de los Códices, entre otros saberes (1987, pp. 142-144).

Dos. La permanencia de la herencia mesoamericana tras la Conquista

Algunos cantos dirigidos a la infancia pueden verse en el manuscrito de los Cantares mexicanos (2011), transcritos entre 1582 y 1597. Amos Segala considera que el revisor y redactor más importante de los textos en náhuatl de Sahagún fue el también gobernador de los indios de la capital, Antonio Valeriano (1990). Este autor cita lo que el copista anota en el folio 40: “Aquí comienza un canto para niños, o para niños pequeños, que se cantaba en la ciudad de México para la fiesta de San Francisco. Fue escrito cuando vivíamos allá, junto a la iglesia y aún éramos niños” (1990, p. 162).

De los Cantares (2011), transcribo su inicio: las dos primeras estrofas que incluyen ya la incorporación al texto en náhuatl de mensajes de evangelización (p. 668-709).

Ya man toncuicatlatocan

tihuexotzinca

ma toncuicapepehuacan aya

xochitl totlayocotl

in toconyachihuazque

in tipipiltzitzintli

ma onahahuialon

amoxcali manica.

Ya cuel conetle

ma xihuallacan antepilhuan

y ma oncuicatlatlanihua anqui ya nican

y acon y ye quichiuh ilhuicatl yn tlalticpac aya

o anqui ya yehuatl Totatzin Dios aya

ontlaneltoca toyollon

tipipiltzitzinti

ma onahahuialon amoxcali manican

ya cuel conetle.

O xiuhquechol

choocan tlatoa ye noyollo

çan niquelnamiqui a

yn anpipiltzitzinte tomachhuane

que huel çotehua

yn itlatol Ycelteotl

y ilhuicatl yyollo

Dios mochiuhtoquin cayio.

Digámoslo con cantos,

nosotros huexotzincas,

demos principio al canto.

Flor es nuestra creación,

lo que haremos,

nosotros niñitos,

que haya alegría en la casa de los libros, aquí.

Date prisa niño,

venid ya, vosotros príncipes,

que con cantos se pregunte aquí:

¿Quién hizo el cielo y la tierra?

Él, Nuestro Padre Dios.

Lo cree nuestro corazón,

nosotros niñitos.

Que haya alegría en la casa de los libros, aquí.

Date prisa niño.

Cual pájaro xiuhquéchol

canta llorando mi corazón.

Sólo lo recuerdo,

vosotros príncipes, sobrinos nuestros.

Nosotros admiramos

la palabra del Dios único,

corazón del cielo,

Dios que a sí mismo se hace.

Siguiendo rutas sinuosas hasta nosotros, un canto como éste muestra que se producían mensajes específicamente destinados a la niñez, para transmitirle una visión del mundo, y muy posiblemente al rescatarlas del olvido, quienes contribuyeron a preservar textos como este los adaptaron para servir a los nuevos fines de la evangelización.

Tres. Un texto de larga duración en algunas de sus ediciones: el catecismo

Las huellas de la Conquista militar y espiritual llegan hasta nosotros. En solo unos meses, habrán pasado ya 500 años de la caída de Tenochtitlán en poder de los conquistadores el 13 de agosto de 1521, lo que da una resonancia distinta al tratamiento de estos temas. Conviene escuchar la voz autorizada de Elisa Ramírez Castañeda al referirse a la rápida acción de los misioneros españoles para convertir a los indígenas a una nueva fe:

En 1523 ya se había fundado la primera escuela para hijos de caciques en Texcoco. A la llegada de los franciscanos se establecieron escuelas y conventos en Tlaxcala, Texcoco, Huejotzingo y la ciudad de México. Se educaría a los hijos de los nobles por la influencia que tendrían sobre sus pueblos, esperando que fueran útiles en la difusión de las nuevas creencias y conocimientos; serían los nuevos promotores del cambio y se potenciaría así la educación que sólo unos cuantos podían recibir directamente (2014, p. 30).

Para semejante empresa, las poblaciones de horizontes culturales tan lejanos entre sí tuvieron que encontrar medios para comunicarse, que ensayaron a partir de escuchar sus lenguas diferentes, muchas de las cuales vinieron a desarrollar formas escritas que hicieron avanzar con su afán de contacto de los españoles con los pueblos indígenas. Como indica Juan Luis González García:

... los indios tenían que demostrar una sincera fides praeceptorum, la cual sólo podía obtenerse con el aprendizaje del catecismo, previo al bautismo. Así pues, el catecismo, la recta fides, debía ser objeto de memorización por parte de los indígenas.

Como la institución del catecumenado prácticamente no existía en los primeros tiempos de la evangelización, la catequesis hubo de ser sumaria y limitada a los puntos fundamentales. Una vez bautizados, los indios, niños o adultos, debían seguir atendidos y continuar su formación en la doctrina cristiana […]. Esta catequesis se impartía a través de la predicación oral -lo cual pertenecía a una tradición muy arraigada desde la tardía Edad Media-, pero invariablemente con el apoyo de los catecismos, ya fueran manuscritos o impresos. Los catecismos en Nueva España y en el Perú -al menos un centenar fueron elaborados sólo a lo largo del siglo XVI- eran un calco de los usados en la Península para los conversos (2007, p. 190).

Trazo un recorrido entre los siglos coloniales ahora para dar algunos ejemplos de ediciones con fines educativos y a la vez de formación del buen cristiano. Entre los recursos empleados en labores de evangelización, lo escrito comenzó a tener una posición destacada, sea manuscrito o impreso.

Hubo un comienzo temprano para este trasplante de la doctrina cristiana en el Nuevo Mundo. Agustín Millares Carlo y Julián Calvo mencionan ediciones destinadas a la infancia entre la producción de Juan Pablos y del primer taller de imprenta en América, instalado en la ciudad de México:

Zumárraga, Juan de, O. F. M. 60. Doctrina cristiana breve para uso de los niños. México, Juan Cromberger, 1543. Cita esta obra Beristáin (Biblioteca Americana Septentrional, III, pág. 323), como la cuarta en la producción del prelado mexicano, y afirma haberla visto en la librería del convento de San Francisco de Tezcoco. García Icazbalceta opina que Beristáin tomó la noticia de la Biblioteca Universal Franciscana de fray Juan de San Antonio (II, pág. 235: “Doctrina brevis christiana ad parvulorum utilitatem. Mexici, typis, Joannis Cromberger, in 4o .” (1990, pp. 171-172).

Irma Contreras García informa en su obra sobre la castellanización de los grupos indígenas durante el siglo XVI, que por orden del primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, se imprimió en México en 1546 la Doctrina christiana breve traduzida en lengua mexicana, escrita por fray Alonso de Molina, que luego se tradujo al purépecha y al otomí, entre otras: “Lo importante es que esta Doctrina fue escrita también en español y destinada para uso de los niños y los mancebos, hijos de los naturales” (1985, p. 186).

Incluso al adaptarse al orden social de los pueblos indígenas, la experiencia europea en los procesos de enseñanza y de lectura infantil estuvo marcada por las divisiones sociales y de género. Documenta la afirmación anterior el Códice franciscano, siglo XVI, manuscrito que publicó Joaquín García Icazbalceta con “las relaciones ó informes que hacia 1570 dieron los franciscanos a pedimento del Visitador del Consejo de Indias, Licenciado Juan de Oviedo”, (1941, p. VII) cuyo informe incluye la “Copia y relación del Catecismo de la Doctrina Cristiana que se enseña á los niños desta Nueva España, y el orden que los religiosos desta provincia tienen en los enseñar” (1985, p. 29). La evangelización, entendían, tenía que atender las características de públicos diversos, como puede verse al inicio de esta Doctrina christiana breue traduzida en lengua Mexicana por el padre fray Alonso de Molina.

Nican ompehua in nemachtiliztlatolli in ytoca doctrina christiana, in quimomachtizque in ixquichtin pipiltzitzintin, yuan in telpupuchtin in ympilhuan nican Nueva España tlaca. Aquí comienza un enseñamiento que se llama Doctrina Cristiana, la cual han de aprender todos los niños y mancebos hijos de los naturales dersta Nueva España (1985, p. 30).

El informe presenta luego la “Doctrina de los niños en los patios de las iglesias”, que retomo primero en cuanto sus indicaciones marcan una adecuación a las divisiones sociales que los españoles reconocen entre la comunidad indígena:

Los que miran y consideran las cosas conforme á la calidad y necesidad de cada una dellas, no enseñan indiferentemente á los niños hijos de los indios, sino con mucha diferencia, porque á los hijos de los principales, que entre ellos eran y son como caballeros y personas nobles, procuran de recogerlos en escuelas que para eso tienen hechas, adonde aprenden á leer y escribir y las demás cosas que abajo se dirán, con que se habilitan para el regimiento de sus pueblos y para el servivio de las iglesias, en lo cual no conviene que sean instruidos los hijos de los labradores y gente plebeya, sino que solamente desprendan la doctrina cristiana, y luego en sabiéndola, comiencen desde mochachos á seguir los oficios y ejercicios de sus padres […] (1985, p. 55).

Sería ingenuo pensar que tales impresos se hacían para lectores infantiles: eran herramientas que los misioneros podían emplear, mezclando el español con las versiones de la doctrina en lenguas indígenas, para llevar el evangelio a estas nuevas poblaciones y que su mensaje fuera leído por el español y repetido por audiencias de los pueblos. El informe da indicios también de que se reconocía una división entre niños y niñas, a partir de la diferencia establecida entre las actividades a las que se les tenía destinados.

... los que advierten en ello no permiten que los hijos de los populares entren en las escuelas ni aprendan letras, sino sólo los hijos de los principales, y con los demás tiénese este modo: que cada día en amaneciendo se juntan en los patios de las iglesias los niños hijos de la gente plebeya, que ellos llaman macehuales, y las niñas hijas de macehuales y principales, y luego de mañana, antes que se diga misa, los cuentan y buscan por sus barrios ó tribus, según que estén repartidos; […] y cuando ya saben toda la doctrina y dan buena cuenta della, tiénese cuidado de despedirlos y enviarlos á sus casas, para que los varones ayuden á sus padres en la agricultura ó en los oficios que tuvieren, y las muchachas tengan compañía á sus madres y aprendan los oficios mujeriles con que han de servir á sus maridos […] (1985, p. 56).

La lista de impresos de Millares Carlo y Calvo añade otra edición: “Gilberto Maturino, O. F. M. 32.- Cartilla para los niños, en lengua tarasca, México, ¿Juan Pablos?, 1559” (1990, p. 114). Esa presencia de la niñez como audiencia puede documentarse en otras producciones literarias durante la dominación española, como vemos a continuación.

Cuatro. Religión expresada con el cuerpo: tradición oral, villancicos

La evangelización fue el requisito que la Corona española asumió como compromiso para adquirir sus dominios en el Nuevo Mundo. Había que imponer la religión católica y hacer que los dioses mesoamericanos recularan de ser posible hasta el olvido. Su vida soterrada tiene tal poder que tiñe todavía ahora de muchas de las creencias populares de nuestras tierras, en un sincretismo que reflejan las fiestas y las celebraciones del calendario.

Con todo, resulta inevitable cargar el acento en la religión católica. Durante el Virreinato, a lo largo de tres siglos, puede localizarse una producción literaria que tuviera como destinatarios posibles a los niños, entre una herencia desarrollada en Europa y lo que en tierras de Nueva España aprovecharon los misioneros en sus tareas de evangelización desde los primeros años de la Colonia.

Hace falta insistir -en el caso de la literatura infantil- en la superposición que se da durante toda la Colonia de dos tradiciones orales, la española y la indígena, que nos alcanza hasta nuestros días en la herencia cultural que practicamos con nuestros niños en México.

Fray Juan de Ribas fue de origen español y uno de los doce misioneros fundadores de la provincia del Santo Evangelio de México […]. Zulaica dice que “para grabárselas más profundamente [la religión católica], hacía representar en las fiestas, las vidas de los santos con el resultado que era de esperar, dado el fervor de los neófitos. Corresponde a fray Juan de Ribas ser el primero que recurrió a representaciones escénicas para evangelizar a los indios (Contreras García, 1985, p. 178).

Al utilizar este recurso, los misioneros aprovecharon el gusto por la escenificación que tenían los mexicas o los pueblos mesoamericanos en general, como lo documentan otros estudios. Pronto, sin embargo, este esfuerzo de adaptación a las diversas culturas indígenas por parte de los misioneros se detuvo, aunque su inercia se reflejaría durante los tres siglos de la Colonia y, solamente por referirnos al punto central de estas páginas, este arsenal de recursos que se alimentó de la herencia cultural europea y mesoamericana dejaría una honda huella en los mensajes destinados a la infancia.

¿Y la música, la poesía? El villancico fue un género ligado a las fiestas religiosas, sobre todo la Navidad: se escribió y cantó en la lengua del pueblo. En Nueva España hubo “negrillas”, recuperando giros del habla de la población negra, y “tocotines” en lenguas indígenas. Demos el salto a la segunda mitad del siglo XVII cuando Sor Juana Inés de la Cruz (2012) se acercó al villancico, a la poesía religiosa, del cual doy un ejemplo que pudiera ser considerado al alcance de la niñez:

Negrillos

1. Cantemo, pilico,

que se va la reina,

y dalemu turo

una noche buena.

2. Iguale, yolale,

Flacico de pena,

que nos deja ascula

a turo las Negla.

1. Si las Cielo va

y Dioso la lleva,

¿pala qué yolá,

si Ella sa cuntenta?...

Al respecto, es ilustrativa la carta del padre jesuita Pedro de Morales, publicada en 1579 por Antonio Ricardo, y que cita Margit Frenk Alatorre al indicarnos que en los colegios de indios se enseñaba a los niños a cantar y tocar instrumentos, para que participaran en los oficios religiosos y en las celebraciones: “Hay una procesión; frente a un arco de triunfo ‘ocho niños estudiantes [del colegio de San Pedro y San Pablo], vestidos de galanes’ danzan ‘al son de un acordado instrumento’; mientras bailan, ‘a cada vuelta’ recitan una poesía” (1989, p. 69).

Respecto a la Compañía de Jesús nos informa María Elvira Buelna Serrano, precedida por tres órdenes: de San Francisco (1524), de Santo Domingo (1526) y de San Agustín (1533), sus 15 primeros integrantes partieron de Sevilla el 15 de junio de 1572 para llegar primero a Veracruz el 12 de septiembre y el 28 de ese mes a la ciudad de México, donde:

... se percataron de la importancia de educar a los jóvenes criollos del lugar, pues éstos carecían de una adecuada instrucción para su formación. […] Para percatarnos de la importancia de la labor pedagógica de los jesuitas en la Nueva España es necesario tener presente que el Estado real sólo financiaba la educación superior. Fue hasta el siglo XVIII cuando el Estado absolutista empezó a tener injerencia en la educación básica, pues anteriormente el clero era la organización que se dedicaba a esta actividad. Para lograr sus objetivos, era necesario empezar con los rudimentos. Por ello, cuando la sociedad edificaba un colegio en alguna ciudad, lo primero que establecía era una escuela de leer, escribir y contar; estas escuelas eran gratuitas y las conducía un hermano coadjunto. En estas escuelas también se enseñaba a los niños la doctrina cristiana, la piedad y la fraternidad (1990, p. 65, 67).

A brincos y a saltos, sigo esta rápida revisión del tema, repito, como ejercicio para ver nuevos ángulos a partir de la clasificación de la LIJ en relación con la religión. ¿Cómo aprendían a leer en tierras mexicanas durante el siglo XVIII? Hago referencia a dos testimonios biográficos. Puede apreciarse a través de ellos que la práctica de la lectura era solamente una entre muchas otras prácticas que buscaban acercar a Dios a la población novohispana, que variaban según su origen étnico y social. Sin tratar de abarcar a todas las culturas y pueblos que convivieron en la sociedad colonial, hago referencia a formas múltiples de la lectura entre el texto, la imagen y la actividad corporal.

Un primer testimonio sobre la manera de leer lo debemos a Juan Luis Maneiro y a su obra De vitis aliquot mexicanorum, publicada en latín en Bolonia entre 1791 y 1792 durante el destierro de los jesuitas emigrados a tierras italianas tras su expulsión de la Nueva España que tanto trastocó los sistemas de enseñanza coloniales.

Ya en español, Vidas de algunos mexicanos ilustres, Maneiro incluye entre otras la biografía de Agustín Castro, nacido en 1729 en Córdoba, hoy Veracruz, y fallecido en Bolonia en 1790:

El 24 de enero nació, y pronto dio a entender lo que produciría mente tan despierta, bien cultivada. Su padre era capaz de intentarlo, inteligente y hábil, en especial en esta ciencia de enseñar, hizo pintar, pues era rico, grandes cuadros de la Sagrada Escritura, del Génesis al Apocalipsis y los distribuyó por toda la casa. […] Gastó mucho y ocupó precisamente a Ibarra, para México lo que Corregio para Italia. […] Con gusto recordamos este artificio y otros semejantes, que vuelven en verdad deleitoso el aprendizaje de la historia (1988, p. 497).

Este recurso a la imagen, imagen para ser leída y seguida como marco de todas las actividades cotidianas, nos puede parecer actual. Como parte de la enseñanza religiosa, tiene sin embargo más bien antecedentes en la conquista espiritual emprendida en tierras americanas por los misioneros en los inmensos territorios americanos dominados por la Corona española.

Las imágenes se convirtieron en uno de los primeros medios empleados para intentar traducir los fundamentos de la doctrina cristiana para la comprensión de las poblaciones indígenas, y de ello fueron prueba los llamados catecismos testerianos. Hay similitudes con el recurso empleado por el padre de Agustín Castro todavía en la primera mitad del siglo XVIII. Que no fue el único recurso utilizado por esta capa privilegiada de la población, vista aquí en la casa de un pariente de Virrey, nos lo comprueba la continuación de la cita:

Por su parte también tuvo Agustín óptimos libros hasta para aprender a leer. Así leyó desde pequeño y no los olvidó jamás, la Historia de Fleury, los Anales de Andricomio, el Discurso sobre la Historia Universal de Bossuet y otros por el estilo, que excitaran a la virtud y picaran la curiosidad intelectual (Maneiro, 1988, p. 497-498).

Otro testimonio de la formación de la niñez a fines del siglo XVIII es el del padre José Miguel Guridi y Alcocer (1906), quien tras la Independencia de México integró el cuerpo legislativo de la nueva nación. Nacido dentro de una familia de prestigio en San Felipe Ixtacuiztla de la provincia de Tlaxcala, cerca de los volcanes, redactó un manuscrito autobiográfico entre 1801 y 1802. ¿Cómo se transmite este texto? Su edición impresa más de un siglo después se hizo a partir del “Manuscrito inédito de la colección de D. Joaquín García Icazbalceta que publica por primera vez su hijo D. Luis García Pimentel”.

La cita permite seguir la formación religiosa y el aprendizaje de la lectura en el último cuarto del siglo XVIII de Guridi y Alcocer:

Me despertó el conocimiento más temprano de lo regular, lo que proporcionó, que en una edad muy tierna, recitara yo las oraciones de la doctrina christiana que me enseñaba cuidadosamente mi madre, y algunos trozos de relaciones y romances en que me instruían otras gentes, por la gracia que les hacía oírlas de mi boca. El crecido numero de discípulos, que frecuentaba la escuela en que me pusieron a leer, no permitía al Maestro tomar á todos las lecciones por sí mismo, partiendo esta ocupación con varios decuriones. El que me tocó, no avisaba quando yo no la sabía, pero a cambio de estirones de orejas que me daba, previo el ajuste en que entrábamos sobre el número de ellos. En breve produjeron éstos el efecto de enfermarme, en tal grado, que estuve al perder una oreja. Expresé a mi padre el origen de mi achaque, y me sacó al punto de la escuela, llevándome a casa de un tío mío pobre, para que me enseñara, a mi y al hermano que me seguía.

Nada aprovechamos a su lado. [...] arrojábamos los libros y salíamos en fuerza de carrera de su cuarto” (1906).

Estamos frente a una religión vista en sus actos cotidianos, que integra la enseñanza del catecismo de memoria. Resulta extraño apreciar que, incluso si en casa se aseguraba la memorización de la doctrina cristiana a edad temprana, luego el aprendizaje de la lectura no era asegurado ni por la existencia de una escuela ni la presencia de un maestro ni la adquisición de libros. La mención del “decurión” que hace aquí Guridi y Alcocer ofrece un testimonio temprano de un sistema semejante al que se va a desarrollar en el país la Compañía Lancasteriana, a partir de la década de 1820 y todavía activo en el último cuarto del siglo XIX.

Se añadía á esta insubordinación el embeleso y perdedero de tiempo de una capilla que me hizo edificar mi padre, adornada de colaterales, campanarios y todos utensilios. No se hacía función en la Parroquia, que no celebrase yo también en mi capilla. Para las procesiones, no bastando a formarlas los muchachos que concurrían, hacia muñecos o figurillas de cera, que pegadas en unos texamaniles, y conducido cada uno de éstos por dos de mis compañeros, los paseábamos al rededor del patio con la mayor gravedad y circunspección [...]. El entretenimiento era tal, que me abstraía aun de las diversiones propias de aquella edad. Ni la pelota, ni el trompo, ni el papalote, ni los colorines, ni nada de este jaez jugué.

Empleado de este modo, y sin aprovechar en los primeros rudimentos, esto es, en leer y escribir, cumplí diez años (1906).

Cinco. Siglo XIX: libros para manos infantiles, herencia de los siglos coloniales

Tras las grandes revoluciones de fines del siglo XVIII, las de Estados Unidos y de Francia, el siglo XIX puede verse como una era de intercambios más intensos a nivel mundial, comerciales y culturales. En América se suceden las convulsiones sociales que dieron origen a nuevas naciones que comienzan su desarrollo independiente, manteniendo rasgos de la dominación española o portuguesa.

Europa continúa con las transformaciones no solamente políticas, sino las derivadas de la revolución industrial, que requieren para una producción creciente la búsqueda y desarrollo de nuevos mercados a escala mundial, en un intercambio que incluyó a toda América Latina, sin duda desigual.

Los ejemplos de textos infantiles que presento, a partir del siglo XIX, indican claramente que el intercambio de mercancías entre Europa y América -y en el caso específico de naciones europeas con México- también incluyó a la producción editorial.

A grandes rasgos, puede decirse que la población de los diversos dominios españoles estaba acostumbrada a que muchos de los libros a que tenían acceso fueran por lo común hechos por prensas europeas, sin menoscabo de la producción local, salida de imprentas cuya producción fue mantenida bajo estricto control durante todo el dominio español. Tiende a pensarse que esta situación habría cambiado drásticamente a partir de la declaración de Independencia, a partir sobre todo de los años de 1820. Los datos indican que el origen extranjero de los libros continuó en las décadas siguientes, y que incluso pudo acelerarse durante la segunda mitad de dicho siglo.

Que haya libros que provengan de las prensas europeas no fue, repito, un elemento novedoso para una población acostumbrada a este hecho, sobre todo que resultaba caro hacer las ediciones localmente. Con los datos que presento puede verse otro elemento sustantivo: estas ediciones son un testimonio de que el modelo educativo propio del Virreinato pudo mantenerse en las nuevas naciones americanas, aunque aquí me concentro sólo en el caso mexicano: la Cartilla, el Catecismo de Ripalda y el Catón Cristiano. Resulta un punto que debe reflexionarse el hecho de que la historia de la educación no haya reparado en estas ediciones.

Los asientos bibliográficos que incluyo en este artículo son una muestra de las estrategias seguidas por los libreros franceses para ofrecer a públicos americanos productos que necesitaron. No se les encuentra en las bibliografías ni de México ni de Francia para el periodo que estamos tratando.

Cartilla de la doctrina cristiana reproducida por los libreros franceses corresponde al modelo empleado comúnmente en México, por no hablar de otras regiones. Se trata de una edición de un solo pliego, de 16 páginas, que contiene silabario y las oraciones que todo buen cristiano debía saber.

Cartilla y Doctrina cristiana, dispuesta para el uso y fácil inteligencia de los niños americanos, arreglada á la última ortografía castellana y aumentada en el silabario. Paris, Libreria de Rosa [aproximadamente de 1831]. Versalles, Imprenta de Marlin. 16 p.

La edición anterior es un claro indicio de la temprana instalación en la Ciudad de México de la familia de libreros franceses que tenía a la cabeza a Frédéric-Guillaume Rosa, quien habría enviado a su hijo para atender el negocio de librería desde los años de 1820. Veamos un segundo título:

Cartilla y doctrina cristiana para el uso de los niños que aprenden a leer. Paris, Librería de Garnier Hermanos, sucesores de D. V. Salvá, Calle de Lille, n°1. Méjico: J.M. Andrade, Portal de Agustinos, N° 3. 1854. Paris.- Imprenta de J. Claye y Ca., Calle San-Benito, 7. 16 p.

Hasta ahora son pocas las menciones de la Librería de Garnier Hermanos en México, pero queda claro que mantuvieron una relación comercial con uno de los libreros mexicanos más conocidos del siglo XIX, José María Andrade. Es clara también la mención de que los Garnier -por cierto muy activos en Brasil durante todo el siglo prácticamente-, son los sucesores de una Librería Española que fue muy reconocida, la de Vicente Salvá.

Una de las figuras principales del clero en México, Clemente de Jesús Munguía, preconizaba la soberanía de la Iglesia y la subordinación única a la autoridad del Papa, así como la preeminencia de una lectura intensiva del catecismo.

Yo, como vosotros, lo tengo y estudio desde mi infancia; medito diariamente en él, y a deciros la verdad, le poseo como un tesoro. Puedo aseguraros, que este libro ha sido para mí un gran maestro, y que nunca he ocurrido a su texto sin descubrir nuevos espacios, sin hallar nuevas instrucciones, sin descender con mi entendimiento a mayor profundidad. Esta es mi constante lectura, éste es mi amado libro (1859, p. 14).

Munguía habla de las ediciones existentes del Catecismo de Ripalda, que existió en su versión abreviada y en su versión explicada, de la que también hubo ediciones mexicanas, pero no resultan pertinentes para el tema que nos ocupa. Incluyo pues aquí dos testimonios de esta actividad editorial francesa en español, conocida desde su registro en la Bibliografía de Francia como “librería española”, aludiendo más a la lengua en que las obras producidas estaban escritas, que a su origen. Doy paso entonces a mis dos ejemplos:

a. Catecismo de la doctrina cristiana, por el P. Ripalda. Año 1830, Mejico, se expende en la Libreria de Galvan, Portal de Agustinos. Paris, en Casa de Rosa, Calle del arrabal de Montmartre, n° 6, 1830. Imprenta Moreau, calle Montmartre, n. 39. 144 p.

El primero como puede verse es una muestra temprana de la participación de librerías francesas en el mercado mexicano, y liga a la muy conocida Librería de Galván con el librero francés Rosa, quien habría mantenido actividad en México desde inicios de la década de 1820, es decir, acompaña nuestros primeros años de vida independiente como nación, y pudo adaptarse a las muy cambiantes situaciones políticas de ese periodo.

b. Catecismo de la doctrina cristiana, por el Padre Geronimo de Ripalda, de la Compañía de Jesús. Revisto, corregido y anotado por el R. P. Basilio Arrillaga, de la misma Compañía. Aprobado por el Sr. Arzobispo de Mégico, Dr. D. Lázaro de la Garza, segun sus decretos de 13 de Enero de 1852 y 21 de Noviembre de 1854, y único mandado enseñar en todas las escuelas del Imperio, de órden del Supremo Gobierno. Publicado por Mariano Galvan Rivera. Nueva edición, Megico, 1866. Poissy.- Imprenta de A. Bouret. 128 p.

“Se vende en Mégico en la Librerìa Megicana, esquina de los portales de Mercaderes y Agustinos; en la de Galvan, interior de la casa núm. 5 del callejón del Espíritu Santo, y en los Estados en los Depósitos de libros de la Librerìa Megicana”.

En sí mismo el registro bibliográfico es rico en información: se trata de un título considerado como “único mandado enseñar en todas las escuelas del Imperio, de órden del Supremo Gobierno”. Vemos también aquí otra muestra de la colaboración de Mariano Galván Rivera con la familia Bouret, que poco antes de 1850 estuvo presente en México y desde ese año se funda la Librería de Rosa y Bouret. Ya vimos en el ejemplo anterior a Galván coeditando en 1830 con este librero Rosa, por lo que puede decirse que las alianzas establecidas entre libreros franceses y mexicanos tuvieron duración en el tiempo.

Quiero incluir otro título que también se empleó durante el Virreinato para la formación del buen cristiano, y que durante el siglo XIX ofreció una lectura antigua a sus nuevos lectores infantiles, para una lectura ahora en las escuelas que las nuevas naciones americanas buscaban impulsar. Al incluir estos dos nuevos ejemplos de ediciones religiosas y educativas, a la vez, cumplo además con dar evidencia de la actividad de dos libreros franceses que editaron en español para el mercado mexicano, aunque también mantuvieron actividad para otras regiones de América.

c. Caton cristiano con ejemplos, para uso de las escuelas; añadido con un nuevo método de escribir por reglas, y cinco modos de ayudar á misa. Nueva edición, corregida y perfeccionada segun las reglas de ortografía de la Real Academia Española. Paris, Librería de Lecointe y Lasserre, Quai des Augustins, 49, 1838. Imprenta de Panckoucke, calle des Poitevins, 14, 94 p. (Déclarations des imprimeurs à Paris: 30 000 ejemplares).

Al presentar estos títulos, no busco integrar una lista exhaustiva, sino únicamente indicar algunas de las líneas que caracterizaron la edición religiosa para la niñez en México durante esta época. La obra anterior es de la Librería de Lecointe y Lasserre que también arribó a México hacia los años de 1840. Estando ligado Lecointe con Bouret por cuestiones familiares, de esta casa pudo derivarse la después célebre Librería de Rosa y Bouret. El último dato es relativo al tiraje, muy alto como puede verse: 30 mil ejemplares, y proviene de las declaraciones de los impresores de París, que por ley debían realizarse como una medida para mantener la vigilancia sobre la producción de las imprentas, incluso tratándose de ediciones en español hechas en Francia. Consideremos un último ejemplo de esta ·librería española”, o ediciones hechas en Francia en lengua española para los mercados americanos, en este caso claramente ligado con el mexicano.

d. Nuevo Caton Cristiano y Doctrina Cristiana, para enseñar á leer á los niños. Nueva edicion aumentada. Paris, Librería de Garnier Hermanos, Sucesores de D. V. Salvá, Calle de Lille, n° 1. Méjico: J. M. Andrade, Portal de Agustinos, N° 3. 1859. Paris.- Imprenta de Pillet fils aîné. calle de Grands-Augustins, 5. 72 p.

Los Hermanos Garnier ciertamente son, para esta segunda mitad del siglo XIX, una de las más poderosas casas de edición de Francia. Hasta ahora su actividad en el mercado mexicano, dada sobre todo a partir de su conexión con José María Andrade en coediciones como la aquí señalada, no ha sido muy mencionada. Por otra parte, Los mensajes religiosos no se transmitieron únicamente mediante la doctrina cristiana, sino que se expresaron también en relatos literarios. Los ejemplos que señalo a continuación provienen también de la “librería española”, la misma empresa internacional de edición francesa aquí señalada, fueron editados en París, aunque hubo también ediciones en español provenientes de Estados Unidos, en estos casos de la segunda mitad del siglo XIX aunque luego incluyo alguna edición de las primeras décadas del siglo XX.

e. Genoveva. Una de las mas bellas y famosas historias de los tiempos antiguos. Referida con novedad para todas las personas de bien y particularmente á madres é hijos. Paris. Rosa, Bouret y Cia. 1857. (Biblioteca de la Juventud) Isle.- Imprenta Marcial Ardant Hermanos.

“Genoveva esposa del conde Sigifredo”, el capítulo primero, inicia: “Muchos siglos ha, muy poco tiempo despues que la aurora del Evangelio disipó las tinieblas del paganismo en Alemania”. Y en el frontispicio que acompaña la portada puede verse inscrito “Genoveva” al pie de un grabado de la heroína cristiana de rodillas y cubierta con una piel de animal, frente a un hombre vestido a la usanza de europeo antiguo (Sigifredo), con arco y flecha.

En su “Prólogo” puede leerse: A vosotras, buenas madres, va principalmente dedicado este librito, á vosotras, las que sois sensibles á todo lo honesto y hermoso, y que teneis por lo mejor y los mas bello de la tierra nuestra sacrosanta religion ; á vosotras, sí, y á vuestros caros hijos, en cuyos corazones anheláis despertar estos bellos sentimientos y conservarlos puros.

¿Podríamos no considerar un autor religioso como Schmid? Aquí vemos una edición que nos llega también por medio de estos libreros franceses. Haría falta mencionar que las ediciones educativas y religiosas como la doctrina y el catón cristiano logré ubicarlas en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia. Otros ejemplos que menciono son de textos que he adquirido a lo largo de muchos años en librerías “de viejo”, o sea de libros de ocasión. Existieron también muestras religiosas de ediciones mexicanas, y con una de ellas quiero cerrar este apartado. Los datos provenientes del mismo libro dan testimonio de que hubo mensajes que se adaptaron a una división por género: LIJ mexicana para niños, y otros títulos destinados a niñas lectoras:

1880

José Rosas Moreno, La Moral verdadera al alcance de los niños, Un libro para mis hijos, Últimos pensamientos. Máximas, consejos, fábulas y poesías de José Rosas, 3ª edición de E. Murguía. México, Antigua Imprenta de Murguía, Calle del Coliseo Viejo Núm. 2, 1889, 192 p.

“Proemio” […] Si en la lucha que os aguarda quereis adoptar un lema, como los caballeros de la antigüedad, aceptad este que mi amor os indica: DIOS, LA VIRTUD Y LA PATRIA. México, Febrero de 1881. 4ª de forros: “OBRAS DE JOSÉ ROSAS” Que se hallan de venta en la Antigua Librería de E. Murguía, calle del Coliseo Viejo N. 2 y en las principales librerías. […] LIBRO DE ORO DE LAS NIÑAS. - Nuevas lecciones de moral, en verso $ 0.12 (p. VI).

Seis. Siglo XX: ejemplos de colección y de nuevos géneros del discurso religioso

Durante años he ido conformando mi propia colección de textos destinados a la infancia en México. Quiero anotar a continuación algunos asientos bibliográficos de impresos destinados a la niñez. Desde luego entiendo que sobre todo el siglo XX requiere un análisis más serio y completo, pero esta lista cumple bien con los propósitos de este artículo: clasificar para pensar en la LIJ, en el rostro religioso de las letras mexicanas para la infancia y la juventud.

Muestro pues algunos de mis hallazgos encontrados en librerías de libros de ocasión en la Ciudad de México, dejando que hablen por sí mismos sus datos provenientes de los impresos mismos.

Al hablar de una colección particular, entiendo también que difícilmente una lista bibliografía puede pretender ser exhaustiva y, con todo, en aras de un tratamiento cronológico, presento tales ediciones con autores y temas religiosos por década, dejando así a los lectores de este artículo formular sus propias ideas al respecto.

Me mantengo pues, más bien, en una lógica todavía de generar una lluvia de ideas, toda vez que la información acumulada hasta el presente no me permite todavía afinar un panorama respecto de esta producción cultural. Avancemos pues década tras década, con algunos saltos que pueden tener la ventaja de compartir el reto de ir alimentando esta bibliografía con aportes en común. La invitación queda abierta.

1900

C. Schmid, La Paloma seguida del Canario, Nueva edición ilustrada con láminas, París, Librería de Garnier Hermanos, Rue des Saints-Pères, 6, 156 p.

p. 154 París. - Typ. Garnier Hermanos, 6, rue des Saints-Pères. (Cl.) 266.11.05 [Esta clave podría indicar que la edición es de noviembre de 1905.]

El libro, en realidad, contiene dos relatos: “La paloma” y luego “El canario”. El canónigo Schmid (quien vivió de 1768 a 1854), es también autor de Genoveva de Brabante. En “La paloma”, aborda apartados como “Todo redunda en beneficio de los que aman a Dios”, o bien “Amaos los unos a los otros”. Destaca desde luego que el editor sea la Librería de Garnier Hermanos, de París, que tuvo actividad en México. En mi ejemplar puede leerse una dedicatoria manuscrita en tinta azul que recuerda que los libros infantiles fueron un regalo, por ejemplo, en ocasión del fin de cursos escolares, y nos da un indicio de la forma de pensar de sus lectores: “Raquel: No olvides que si bien alegra mucho una persona jovial, precisa adquirir un carácter formal, si se desea hacer felices a los seres que nos rodeen. Ma. Luisa Córdova. - 11 - 27 - 1921.”

1920

Lecturas clásicas para niños, tomo I, adaptado por Gabriela Mistral, Palma Guillén, Salvador Novo y José Gorostiza, ilustrado por Gabriel Fernández Ledesma y Roberto Montenegro, México, Secretaría de Educación Pública; Departamento Editorial, 25 de octubre de 1924, 334 pp., 50 000 ejemplares.

Esta obra muestra la apertura del régimen surgido de la Revolución mexicana a los temas religiosos, considerándolos aquí como lecturas clásicas destinadas a la niñez, a la que ofrecía un panorama amplio de textos de muy diversas creencias provenientes de Oriente: Los Vedas, Relato del Diluvio; El Kata Upanishad; El Ramayana; La leyenda de Buda. A esas lecturas incorporó Los Hebreos, y de este pueblo del Antiguo Testamento: La historia de José; Moisés; Sansón y Dalila. Y del Nuevo Testamento: Nacimiento de Jesús, Parábolas de Jesús. Destacan desde luego la calidad de sus adaptadores, y entre ellos las chilena Gabriela Mistral invitada a México por el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos. Ser editado a 50 mil ejemplares, para esos años, es un indicio por sí mismo notable.

1930

C. M. de Heredia, S. J., Historietas y leyendas para chicos y grandes, dibujos de Cahero, México, edición de autor, 1937, 304 p. Con aprobación eclesiástica.

En la portada aparece un dibujo a color con un religioso de edad (identificado por un bonete) sentado en un sillón al que se le ven los brazos de madera en que él apoya sus brazos mientras está en actitud de escuchar a una niña de unos 6 años que carga su muñeca. Atrás de ellas una madre sentada carga a su bebé, y parado junta a ella un hombre vestido de traje carga a un niño de unos cuatro años. Una niña de unos 10 o 12 años observa la escena detrás del religioso: hay un niño y una niña pequeños sentados a los pies del sillón, y dos niñas y dos niños -uno de los cuales está vestido con traje y corbata- se alinean detrás de la pareja de adultos, sin que con la imagen pueda identificarse el lugar en que se ubican todos.

1950

Las Sagradas Escrituras, México, Editorial Nueva España, S. A., s/a, 54 p. Taller de la Editorial Nueva España, S. A., Burdeos, 15.

(Única en rústica: “Precio de cada tomo $ 5.00. Toda la colección en dos tomos empastados”).

Llama la atención esta edición porque integra lo que en las Lecturas clásicas para niños, tomo I, corresponde al Antiguo y Nuevo Testamento, dentro de una serie cuyos textos integran partes de ambos volúmenes originalmente publicados en 1924 y 1925.

Veamos a continuación dos ejemplos de la participación de una empresa que llegó a dominar las publicaciones para la niñez entre las décadas de 1960 a 1980, Editorial Novaro. El primero es un formato pequeño con pasta dura, con las aprobaciones eclesiásticas y autorización para imprimirse en 50 mil ejemplares por Miguel Dario Miranda, y reproduce un título orioginalmente hecho para lectores infantiles de Estados Unidos.

Padre Gales, Santa Teresa, ilustraciones de William De J. Rutherfoord, México, Editorial Novaro-México, S. A., 1ª edición de 50,000 ejemplares 1959, 20 p. Traducción de Lucy Bonilla.

Nihil Obstat: Pbro. Dr. Francisco Aguilera, Censor Deputatus. Imprimatur: Miguel Darío Miranda, Arzobispo Primado de México, Curis del Arzobispado de México, 17 de diciembre de 1958.

Indica el libro:

Los libros de la colección “Primeros libros para niños católicos” se publican en castellano en virtud de convenios establecidos con Western Printing and Lithographing Co., de Racine, Wis., EE. UU., quienes juntamente con Catechetical Guild Educational Society, de Minnesota, y Artist & Writers Guild, Inc., de Nueva York, tienen asegurados los derechos de reproducción total o parcial en todo el mundo. […] Editorial Novaro-México, S. A., Donato Guerra, 9, México 1, D. F.

El segundo ejemplo de Editorial Novaro es seguido por otro de la década siguiente:

1970

Libro fantástico. Vidas ejemplares, México, Organización Editorial Novaro, S. A., 1979, 224 p., 50,000 ejemplares.

2ª de forros: “Publicación aprobada por la Secretaría de Educación Pública”.

“Un libro extraordinario” Vidas ejemplares fue, desde su aparición, la revista más leída en todo el mundo de habla hispana. […] Ahora, en este número del Libro Fantástico, ofrecemos una selección extraordinaria, verdaderamente antológica, de biografías de algunos de los santos más importantes cuya vida nos impresiona, ya que por sus hechos y por su obra, ya por su amor y caridad para con el prójimo o por su comunicación espiritual con Dios. […] San Martín de Porres, Sant Teresita del Niño Jesús, Su Santidad Juan XXIII, San Ignacio de Loyola, Santa Bernardita, San Francisco de Asis y San Juan Bosco son las vidas ejemplares que presentamos aquí.

1980

Vidas ejemplares. El padre Eusebio Kino, Segunda época, Año III, Núm. 25, julio de 1988, revista mensual editada por “Obra Nacional de la Buena Prensa”, A. C., 32 p., 50,000 ejemplares.

Leyenda en la portada: “V Centenario de la Evangelización de América (1492-1992)”. $3.50 “nuevos pesos”.

En ambos casos, la historieta constituye un nuevo vehículo para las lecturas religiosas. ¿Desde cuándo? ¿Hasta qué punto este género fue aprovechado para tales fines? Es solamente uno más de los temas posibles para seguir el estudio de esta relación de la LIJ y la religión. Otra vez pueden apreciarse grandes tirajes de 50 mil ejemplares. Otra pregunta: si ésta es una producción de la “Obra Nacional de la Buena Prensa”, ¿cuáles lecturas serían consideradas por grupos de la sociedad como ediciones salidas de la “mala prensa”? Nuevamente se abre camino otro tema que posiblemente diera ocasión a unas visión más amplia relativa a nuestra LIJ. Cierra el siglo XX un vestigio de las luchas entre la Iglesia y el gobierno, de interés por ser incluida en una serie didáctica, graduada para la enseñanza, y con un tiraje de 10 mil ejemplares. ¿Editado para qué escuelas? O expresado de manera más precisa: ¿Qué se ofrecía a la lectura en las escuelas privadas? Las indicaciones que extraigo de la misma obra pueden brindar algunos elementos de interés para al menos atisbar algunos de los contenidos y visiones de la historia de México presentados como vía para la formación de la niñez en México.

1990

Pedro Uriel Rodríguez, La Guerra Cristera. Cuarto grado (material de apoyo), México, Forja Editores, S. A. de C. V., 1992, 32 p., 10,000 ejemplares.

Mensaje para el momento actual. “Es muy importante luchar por nuestras libertades, buscando sobre todo medios pacíficos”. “El amor a Cristo y a su iglesia deben ser el principal motivo para engrandecer nuestra vida y a nuestra patria”. 4ª de forros: Sin duda alguna uno de los episodios más importantes de la historia de México en este siglo ha sido la lucha que se dio en los años veintes por alcanzar la libertad religiosa, pues en ella se puso de manifiesto el deseo de los mexicanos por mantener sus derechos que les habían sido negados en algunos artículos de la Constitución de 1917 y, con mayor rigor, mediante una legislación contraria a la religión en 1926. La respuesta de los católicos fue, en primer lugar, de mucha paciencia, los propios obispos preferían esperar y dejar que la situación tomara un rumbo diferente. Pero al no encontrar respeto a sus derechos ni por medios legales, se lanzaron a una lucha armada conocida como LA GUERRA CRISTERA (p. 32).

Quiero cerrar esta lista bibliográfica con otro título que permite ver cómo la doctrina cristiana constituye un steady-seller, una edición de muy larga permanencia: cierra el círculo abierto por las ediciones mexicanas del siglo XVI de las que hablé en apartados anteriores. De nuevo aparece como producto de la Obra Nacional de la Buena Prensa, mas sobre todo quiero subrayar la información que presenta con los datos de fechas de cada “edición”, en realidad reimpresiones, con las cifras de tiraje: 1ª edición agosto 1945, 17,350 … hasta ésta de 1991. De esta edición con 52 reimpresiones el tiraje total que informa esta editorial es de 26,400,215. (p. 2) Vuelve a tener el “Imprimatur: Miguel Darío Miranda, Cardenal Arz[obispo]. Primado”. Transcribo la ficha bibliográfica:

Roberto Guerra, S. J., Mi primera comunión, México, Obra Nacional de la Buena Prensa, A. C., 53ª edición 1991, 32 p., 2,000,000 ejemplares.

p. 2

1ª (agosto 1945 a 8ª (febr. 1959) 8 tirajes 315,215

9ª (abril 1960) a 26ª (oct. 1969) 18 tirajes 835,000

27ª (mayo 1970) a 39ª (marzo 1979) 13 tirajes 4,250,000

[39ª (mar. 1979): 1er tiro de un millón]

40ª (marzo 1980) a 51ª (dic. 1989) 12 tirajes 17,000,000

[50ª (no. 1988): 1er tiro de 2 millones]

52ª (dic. 1990) a 53ª (dic. 1991) 2 tirajes 4,000,000

Derechos reservados a favor de Obra Nacional de la Buena Prensa, A. C., Orozco y Berra 180, Sta. María la Ribera.

Se terminó de imprimir esta 53ª edición el día 12 de diciembre de 1991, festividad de Nuestra Señora de Guadalupe, en los talleres de Offset Multicolor […] El tiro fue de 2,000,000

Nihil obstat: Wilfredo Guinea, S. J., Cens. Eccles.

Imprimi Potest: Carlos Soltero, S. J.

Praep. Prov. Mexic. México, 31 de octubre de 1973

Imprimatur: Miguel Darío Miranda, Cardenal Arz. Primado

México, D. F., 5 de diciembre de 1973

Presenta también lo que puede verse como un programa de lectura. Como puede verse, hay sugerencias de formas de leer, y de aprender la doctrina, que se han transformado para los nuevos lectores de fines del siglo XX:

“Un buen consejo al catequista” Si quieres que la preparación de tus niños a la Primera Comunión sea más eficiente y completa, mucho te recomendamos que aproveches “Mi Primera Comunión. Libro del maestro”. En este libro va todo lo que lleva el libro del niño, pero con la explicación clara de cada pregunta. “Prólogo” Hijo mío: […] Aquí encontrarás todo lo que debe saber uno que se prepara para hacer su Primera Comunión. Pero NO ES NECESARIO QUE TE APRENDAS LAS PREGUNTAS DE MEMORIA, basta con que entiendas bien lo que en ella se te enseña, y que sepas responder a ellas CON TUS PROPIAS PALABRAS. Después que ya te hayas preparado para tu Primera Comunión con este librito, entonces sí debes aprender bien, de MEMORIA, las preguntas que están en el Catecismo que te enseñen. […] Tú no serás ingrato; tú si seguirás estudiando tu catecismo hasta que lo aprendas bien. Así, el Divino Jesús, a quien vas a recibir en tu corazón, estará contento contigo. Además encontrarás en él una serie de explicaciones sobre la vida de Cristo, hechas en términos tales, que todos los niños las entenderán fácilmente. Así, conociendo mejor a Quién van a recibir, más se enamorarán de El, para nunca olvidarlo en su vida (p. 3).

Siete. Siglo XXI: Últimos signos de la influencia religiosa en las ediciones para la niñez

Si la mayor parte de las ediciones de las que aquí he tratado tienen referencia directa a la Iglesia católica, dado el carácter de universal que asume, no debe extrañar la presencia de grandes editoriales internacionales, lo que puede ser uno de los rasgos que definen la LIJ en México alimentada por corrientes venidas del exterior en muy diversas etapas de su historia. Para estas últimas décadas puede seguirse esta pista.

a. Grandes firmas del mundo en busca de mercados latinoamericanos

Hablo a continuación de firmas que por sí mismas indican el innegable peso de los grandes consorcios editoriales a nivel internacional en nuestro mercado nacional. Su presencia en México, al mismo tiempo que en sus países de origen y otras naciones latinoamericanas, indica un proceso de oferta cada vez más uniforme que merece ser estudiado, así como la introducción de la producción para este público de nuevas tecnologías.

Como menciono para el origen europeo de la doctrina, o para los ejemplos de la LIJ de los que hablé durante el siglo XIX, puede concluirse que no es un fenómeno nuevo. Un antecedente de estos procesos de globalización de la edición se desarrolló con la entrada progresiva en los mercados de las nuevas naciones en América Latina de los libreros franceses desde 1820, que se acrecentó en la segunda mitad del siglo XIX, periodo en que también pueden encontrarse títulos en español de editores de Estados Unidos.

Más bien interesa resaltar que una rama editorial como la infantil y juvenil, de la cual forma parte la edición de los libros de texto para diversos niveles escolares, atrae el interés de aparatos editoriales muy desarrollados tanto técnicamente como en la elaboración de contenidos educativos. Las ediciones escolares son un centro de interés para las iglesias; en México alimentan los contenidos de instituciones educativas privadas.

Ya en el siglo XX, esta influencia de editoriales extranjeras continúa. El regreso de las editoriales españolas marca el último cuarto del siglo veinte, tras la crisis editorial española desde la Guerra Civil en 1936. Justamente su semilla no sólo en México sino en América Latina fue la salida de importantes editores españoles. Es el caso de Rafael Giménez Siles, de Juan Grijalbo, de Joaquín Díez-Canedo entre muchos otros intelectuales españoles que vinieron a enriquecer la cultura de América. Menciono algunos de los grupos editoriales que han incrementado su influencia en la literatura escolar o recreativa, y que mantienen nexos con la institución religiosa.

Ediciones SM abre operaciones en México en 1995, integrante de Ediciones SM (Sociedad de María) que un grupo de profesores marianistas fundó en Vitoria, España en 1937. Puede subrayarse el papel que sus premios creados en España en 1987, han tenido en la difusión de esta literatura. Los premios El Barco de Vapor y Gran Angular se establecieron en México en 1996, de Ediciones SM y con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, otro indicio de la coordinación del Gobierno con editoriales privadas. Estos premios merecen también un seguimiento de parte de los investigadores: son una de las marcas distintivas del despegue de esta literatura.

SM es un proyecto cultural y educativo con dos áreas de actuación plenamente integradas: la labor editorial de las empresas SM, dedicadas a la elaboración de contenidos y servicios educativos, publicaciones religiosas, y literatura infantil y juvenil, y la labor social de la Fundación SM, que destina los beneficios del grupo editorial a mejorar la calidad de la educación y a hacer llegar la docencia y la cultura a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. En la actualidad es uno de los actores más destacados del sector editorial iberoamericano, con un claro liderazgo en sus ámbitos de actuación, y su proyecto se va afianzando en cada uno de los nueve países en los que está presente: Argentina [2002], Brasil [2002], Chile [1987], Colombia [2006], España [1937], México [1995], Perú [2007, Puerto Rico y República Dominicana [2005].

SM recomienda en su portal mexicano en la red a algunas de las principales plumas de la LIJ de nuestro país, en el apartado dedicado a la “Escuela católica” de primero de primaria a tercero de secundaria, junto con los valores anunciados en alguna de sus obras: Antonio Malpica (amor a la familia); David Martín del Campo (honestidad, justicia, responsabilidad); Ignacio Padilla (autodeterminación, identidad, autoestima); Judy Goldman (naturaleza, sociedad); Juan Villoro (autodeterminación, ingenio). Tal clasificación, ligada aquí a una finalidad de promover la religión a través de lecturas recreativas, constituye una mirada diferente a la que correspondería a una mirada llamémosle laica, a la que el discurso oficial de la Secretaría de Educación Pública nos ha acostumbrado.

Del reconocimiento que ha ganado esta fundación y de la amplitud de sus relaciones tanto internacionales como en México, entre muy diversos organismos del Gobierno federal y varias universidades públicas y privadas, es un buen ejemplo el siguiente, más relacionado con “escuelas públicas, centros comunitarios de educación básica” que con la LIJ:

Con motivo del centenario del natalicio del Beato Oscar Arnulfo Romero, Obispo y Mártir, a celebrarse el 15 de agosto de 2017, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), mediante su Instituto Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos (IDEDH) y la Fundación SM, en alianza con la Secretaría de Educación Pública (SEP), el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) convocan a escuelas públicas, centros comunitarios de educación básica y organizaciones de la sociedad civil a participar en la segunda edición de este premio. La segunda edición del Premio Iberoamericano de Educación en Derechos Humanos Óscar Arnulfo Romero se realiza en México con el valioso apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la Fundación SM, CNDH México, ILCE, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el INEE, la CONAFE, Indesol, Imjuve, CONAPRED, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los derechos humanos, la Red Latinoamericana de Convivencia Escolar, ANUIES, UAM, Universidad Iberoamericana, iiSUE, Difusión Cultural UNAM, Museo Memoria y Tolerancia, la Fundación SINADEP, AAPA-UNAM y el British Council en México.

En noviembre de 2016, siendo organizadores la Fundación SM y la Secretaría de Cultura del gobierno federal de México, se celebró en la Ciudad de México el III Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil (Cilelij): “El derecho a la literatura en un mundo cambiante”.

En los años a venir, ¿cambiará esta relación que se ha desarrollado en México, al más alto nivel oficial y dentro de nuestras universidades, que apoya los proyectos de esta Fundación y se apoya a su vez de su papel como expertos de esta expresión literaria y de sus conexiones que parten de España para bifurcarse por todas América Latina?

Algunas observaciones finales

Como todo rosario, una vez pasadas sus cuentas puede recomenzarse en cualquier parte. Para cerrar lo que aquí expongo, lo primero es decir otra vez que el trabajo de rastreo de textos para armar un repertorio no lo presento como parte de un análisis histórico de la LIJ mexicana.

No presento pues una historia de este tema, ni pretendo resumir mínimamente el contexto de cada una de las etapas -así sea Mesoamérica, la Nueva España o el México independiente-, de las que incorporo algunas huellas de sus manifestaciones. Es una recopilación de noticias sobre la LIJ hecho a partir de lecturas principalmente de esas dos vertientes bien desarrolladas en nuestro país: la historia de la educación y la literaria, y junto a ellas entremezclo una búsqueda de materiales en bibliotecas, centros de documentación, librerías en general y de ocasión: esas fuentes diversas son a la vez una fuerza y una debilidad para los resultados que aquí presento. Porque más que un análisis acabado de la cuestión, apenas encuentro algunas líneas posibles de investigación que solamente vislumbro, sin realmente proseguir una verdadera búsqueda de resultados. Abro y propongo un diálogo sin resolver las cuestiones abiertas, aunque para concluir sí quiero al menos apuntar posibles hallazgos.

i. El peso que tiene para la investigación la concepción que se tenga de la LIJ

Mi texto responde a una idea central: la LIJ tiene un origen antiguo, en tanto acompaña a la humanidad en su desarrollo de formas de comunicación entre las diversas generaciones, y organizar y apreciar los elementos de esta creación puede servir para enriquecer la discusión acerca de algunos de nuestros debates sociales, en los que esta literatura ocupa un lugar entre las prácticas culturales.

Dejar evidencia de que la religión se ha apoyado para la formación de la población en textos, en los cuales puede ubicarse una graduación por edades para su transmisión, tiene que ver con las prerrogativas diferentes que en cada uno de los países se han otorgado a las instituciones religiosas: con las formas en que interviene en la educación; las posibilidades que tienen de manejar o no sus propios medios de comunicación; con la libertad de creencias y las formas que ésta asume en una sociedad determinada.

Con lo limitado que esto sea, este repertorio de textos, de impresos y de noticias bibliográficas de ediciones hoy muchas veces inaccesibles -pero de las cuales consta su existencia- abre una posibilidad para enriquecer discusiones acerca de los temas arriba enunciados, más allá de los prejuicios o las opiniones por razones políticas o de fe. Proponer un repertorio como el aquí tratado me ha ocupado durante décadas: sin investigación, los debates difícilmente pueden darse, y si se dan parten de un contexto muy limitado por lo que así son sus resultados.

ii. El recuento de letras religiosas para la niñez es ciertamente incompleto, y no sólo católico

La cuestión religiosa amerita una amplia discusión. Ciertamente aquí no la abordamos: pero también es cierto que una vez declarado nuestro laicismo constitucional, en nuestra sociedad hay prácticas de edición y de comunicación religiosas que están todo el tiempo presentes y son muy activas, siendo a la vez muchas veces ignoradas para amplios sectores de la población. Por ejemplo, en general en la academia no hemos mostrado mucho interés por conocer las cifras de tiraje y de inversión económica hecha para este sector o prácticamente para cualquier otro dentro de la LIJ en México: ¿gozan de buena salud las librerías religiosas en las ciudades del país? Ahí están, y también las editoriales ligadas a instituciones de creencias en su mayoría católicas han ocupado durante años un amplio espacio en ferias internacionales del libro como la de Guadalajara.

No mencionarlas, no estudiar cómo funciona este circuito, no hace que desaparezcan ni que limiten su influencia. Lo mismo ocurre con otras agentes editoriales que ni siquiera son mencionados, y que como ya señalé desconozco, en el caso de otras iglesias que editan sus propios libros de texto, de doctrina o recreativos: es una laguna de este recuento.

Atender a esa diferencia en las concepciones del mundo y del origen de la existencia humana, que nutren los contenidos de publicaciones o de textos transmitidos por la voz, abrió para mí la puerta para considerar también una producción textual que hoy conocemos gracias al rescate hecho durante el siglo XVI tras la Conquista: la herencia mesoamericana.

iii. La LIJ en México como muestra de una política de la lengua: el predominio del español

Incluir esta producción en otras lenguas diferentes del español implica recuperar esa esencia doctrinaria en una producción textual que por sí misma representa otro de los rostros de la LIJ en el territorio que actualmente denominamos México: cruza sus caminos con la LIJ en lenguas indígenas. Al considerarlas aquí, con todo, ganamos un claro ejemplo de diversidad religiosa, la cual en sí misma es un tema trascendental para el avance de las libertades fundamentales dentro de las sociedades mexicanas.

¡Qué difícil es encontrar textos en náhuatl o en lenguas indígenas destinadas a la infancia, en este recuento de letras religiosas! Otra vez topamos con un tema que se nos aparece como evidente. No debería extrañarnos: son lenguas que han estado prácticamente desterradas de los medios de comunicación, entre ellos de la edición hasta muy avanzado el siglo XX.

No debe entonces extrañarnos que este tema -letras y difusión de la doctrina entre público infantil o adolescente de origen indígena- asuma no únicamente la expresión en cualquiera de los idiomas originarios mexicanos, sino que puede ser estudiado desde una política de la lengua, o sea en la enseñanza del español a los indígenas.

iv. Una literatura en múltiples soportes: impreso o manuscrito; imagen o música

Esta política de la lengua se manifiesta en diferentes formas de acuerdo con las épocas que se estudien, y en ellas puede verse cómo se intenta responder al reto de comunicación que implicó que las civilizaciones americanas se confrontaran a partir del siglo XVI con las europeas. La LIJ es deudora de las tecnologías de la comunicación que le han servido de soportes, aportadas desde experiencias diferentes de las comunidades que las emplearon y mezcladas en periodos en que fueron puestas a prueba.

De la voz que expresaba oraciones a las representaciones teatrales; de catecismos que corrieron manuscritos a los impresos que pronto comenzaron a difundirse tras la llegada de la imprenta en 1538; de la prédica en los templos a los villancicos que acompañaron festividades populares; de los catecismos en imágenes a las representaciones en pinturas de la historia santa; del catecismo aprendido de memoria o cantado.

Y todavía el estudio de las formas que asume esta literatura dirigida a la niñez puede estudiarse considerando los lugares en donde está al alcance de sus públicos lectores, así sean éstos los propios infantes o adultos que funjan como mediadores de cualquiera de sus expresiones, entre ellas la lectura. Abrir ese aspecto a la reflexión implica hablar de la devoción pública en los templos o la que se ejerce en el interior de las familias; de las formas de enseñanza de la doctrina en las escuelas y, por tanto, de los métodos que asumía su práctica cotidiana mediante la lectura o la repetición de memoria.

Somos deudores hoy de todas estas prácticas culturales. ¿No es demasiada pretensión creer que la LIJ ha alcanzado solamente a fines del siglo XX y comienzos del XXI su estado mayor de desarrollo tecnológico? Cualquiera que sea nuestro juicio acerca de la calidad literaria de los textos transmitidos de generación en generación oralmente, esta tradición que seguramente sigue presente en nuestras comunidades tiene su origen muy lejos en el tiempo, y es propia de la historia de las letras para la infancia. No está por demás recordar que en Nueva España hubo “negrillas”, recuperando giros del habla de la población negra, y “tocotines” en lenguas indígenas, (otra vez la cuestión del prestigio desigual otorgado a las lenguas en nuestro país, que refleja desigualdades sociales evidentes), y que entre sus creadoras se cuenta a Sor Juana Inés de la Cruz, por si lo que entra a discusión es la calidad de sus autores, si bien siempre queda el recurso de acudir a otros argumento: que tales mensajes ya nada tiene que decirle a las audiencias infantiles y juveniles de la actualidad o que, para decidir si un texto puede ser editado hoy, por fortuna podría recurrirse a escritores y editores en activo que sí estarían capacitados para así decidirlo, sin necesidad de dejar que ediciones juzgadas previamente como innecesarias alcanzaran a nuevos públicos, ocasionando un dispendio de recursos.

Todo lo anterior es más fácil presuponerlo si como sociedad hacemos tabla rasa de la herencia social acumulada, y eso también puede lograrse cuando se le ignora: tal vez eso explique el poco interés que hasta ahora han despertado investigaciones que tengan por objetivo sistematizar esta producción, o que la LIJ mexicana no esté reunida en ningún acervo de manera unificada, lo que facilitaría su análisis.

v. La LIJ de contenido religioso: textos muy antiguos destinados para nuevos lectores

Las noticias que incluyo aquí, para lo aportado a estas ediciones del siglo XIX, son otro fruto de otra de mis experiencias de investigación, las cuales hasta ahora han permanecido fuera de las obras tratadas por los historiadores de la educación en México: muestran la intervención de grandes empresas de edición francesas en nuestro país, si bien sólo constituye una parte de los mercados que buscaron abrir en América para su creciente producción editorial durante el primer siglo de vida independiente. Bien podríamos hablar de ella como otra herencia ignorada, cuyo análisis abriría nuevas vías de estudio para las historias de la edición y de la educación en el caso que nos ocupa, es decir, en México. La permanencia de estos títulos antiguos provenientes de España, por ejemplo el Catecismo de Ripalda que es un auténtico steady-seller, una obra capaz de perdurar desde el siglo XVI hasta muy probablemente nuestros días: a ello me refiero cuando hable de textos muy antiguos para los nuevos lectores de una nueva nación independiente. A esta lista se suman en esta centuria las ediciones de la Cartilla y del Catón cristiano, textos que integraban las lecturas coloniales para formar buenos cristianos desde la infancia.

No resulta un ángulo menor cuando se trata de estas letras religiosas, pues estas ediciones son un indicio de que permanecieron formas de enseñanza de la lectura y de la escritura coloniales, cuando ya era irreversible el final del dominio colonial español en gran parte de sus dominios americanos. No abundo más en estas cuestiones que ameritan un tratamiento más a profundidad, pero pienso que vale la pena al menos enunciarlo.

Esa empresa internacional de edición que revelan estas ediciones pueden verse como un antecedente de la intervención de grandes consorcios, provenientes sea de Estados Unidos y nuevamente de Europa -principalmente de España-, con la que cierro mi recuento. Subrayo que en algunos de los más ambiciosos encuentros internacionales que dan noticia de los avances alcanzados en la literatura infantil y juvenil hay una participación de grupos editoriales ligados con la edición religiosa, si bien con sus filiales del sector privado.

Nuevamente los bordes se entremezclan, pues para organizar estos encuentros al menos en México pueden ubicarse en algunos de ellos como coorganizadores a instituciones del sector público como el Gobierno Federal y algunas universidades públicas y privadas.

vi. Una rama editorial modernizada: de las buenas lecturas a la lectura para entretener

No me queda duda de que tales relaciones no son nada más diplomáticas, sino que los apoyos se expresan de manera más efectiva cuando tienen que ver con financiamientos públicos, con la contraparte del prestigio ganado al tomarse la foto al lado de grandes autores mexicanos y de figurar en las inauguraciones de encuentros internacionales como promotores de una educación y una literatura de vanguardia.

Lo que hoy prevalece como modelo de LIJ está moldeado a partir de una mezcla de las aportaciones de quienes escriben textos y de quienes los ilustran, en libros que reflejan cada día de manera más eficaz nuevos recursos técnicos, que llegan las obras a nuevas versiones en pantalla. La tecnología nos deslumbra, y las editoriales y actores editoriales pregonan una lectura por placer, una literatura que hable a una niñez lectora diferente. La LIJ proveniente de editoriales religiosas busca cada día más aprovechar estas nuevas posibilidades, sea a través de la edición o incluso entrar al abordaje de los medios de comunicación. No son, pues, una excepción en medio de toda la oferta destinada a la niñez. A la investigación, empero, le corresponde no retomar acríticamente el mismo punto de vista, que muchas veces se mezcla como es tradición en este tipo de letras, con una misión evangelizadora y desde luego comercial.

En mi concepto, merecerían una discusión amplia capaz de analizar los contenidos de estas obras para evidenciar que, detrás de la idea de una LIJ recreativa perviven a la vez posiblemente otros fines -cuando así sea-, así como la comparación de sus tirajes, mercados, ganancias -incluyendo lo que aportan las instituciones públicas a la realización de encuentros internacionales-. Lo anterior se haría posible con una investigación más abierta, que no dejara fuera de su visión a una LIJ considerada quizás como una manifestación cultural cuya hora pasó hace mucho tiempo, cuando algunas de sus manifestacionmes están más activas que nunca.

Esa ilusión de que la LIJ alcanza en la época de la que hablemos su máximo nivel de expresión literaria muy probablemente también podamos apreciarla en otras épocas, aquí en este recuento ya presentes en algunas de las décadas de los siglos XIX y XX: ya la religión católica libró batallas por la buena prensa con el canónico Schmid, con Genoveva de Bramante, con las obras de José Rosas Moreno.

Ya en pleno siglo XX, la SEP desde sus primeros años incluyó la historia santa, algunos de los libros sagrados de diversas culturas, entre sus Lecturas Clásicas para Niños. En sus versiones en español, resumidas, intervinieron algunas de las mejores plumas nacionales y, por mencionar otro ejemplo notable, también la chilena Gabriela Mistral, quien luego ganaría el Premio Nobel de Literatura.

La innovación para ganar lectores, y para llevarles de forma más efectiva los mensajes doctrinales, también tuvieron su lugar entre una de las lecturas que llegó a ser considerada parte de la canasta básica de los mexicanos: la historieta. De igual forma, puede tomarse partido en pro y en contra de estos productos, según el concepto que asumamos para definir los alcances de la LIJ. Pero en este recuento, antes de abrir esa discusión, me resulta evidente que esos mensjaes tienen necesariamente que ser incluidos. Hablan de ese derecho algunas de las cifras que proporcionan respecto a sus tirajes millonarios, los cuales en general no solamente desconocemos sino que en general no generan interés.

vii. Consideraciones finales

¿Puede resultar extraño que una parte de nuestra producción literaria destinada a la infancia haya tenido -tenga todavía, y seguramente tendrá- tintes de formación religiosa? ¿Será prudente continuar ignorándolo, como avestruz que esconde su rostro? Lo que presento busca ante todo hacer ver que este tipo de ediciones fueron y son significativas para nuestra sociedad. Ignorarlas, y por ese medio otorgarles su invisibilidad, afecta los alcances de un análisis sobre la historia cultural en México, siendo la religión que heredamos de la Conquista Espiritual española todavía mayoritaria entre la población de México, y de forma más precisa altera la reflexión acerca de aspectos ligados con el desarrollo de la literatura infantil e incluso con la historia de la educación.

Entre los temas apuntados como ventanas posibles para seguir el estudio de esta relación entre religión y literatura infantil y juvenil, haría falta integrar la producción impresa de todas las creencias religiosas, si de verdad se aspira a evaluar con justeza las manifestaciones de estas prácticas culturales dentro de una visión que capte la diversidad. Como ocurre en general con la edición de la LIJ, también en el caso de las producciones impresas ligadas a manifestaciones religiosas haría falta pensar en integrar un fondo que permitiera su análisis, e hiciera más fértil la reflexión que intenté desarrollar en estas páginas.

Ese elemento religioso ligado a los contenidos que libros editados para su lectura en México vehiculan, tanto en sus textos como en sus imágenes, ha sido un indicio de que ningún panorama de esta producción editorial puede estar completo si no se integra en su estudio el acercamiento directo a sus producciones, la lectura de sus contenidos, y desde luego sería central la investigación que busque ligar estos libros con sus lectores.

Pese a la evidencia de la importancia de la edición religiosa en general, puesto que hubo años en que bastaba recorrer la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco, para advertir que ocupaba una zona muy extensa, lo que puede rebelar la fuerza económica de esas editoriales, hasta ahora son pocos los estudios que se le han dedicado.

Ello nos remite también a un público primero bien delimitado para estas empresas, en familias que envían a sus hijos a escuelas privadas -las cuales generan su propia demanda, que mantiene una producción editorial destinada a sectores con poder adquisitivo-, y en segundo lugar abiertas también a buscar lectores entre la mayoría católica de la población mexicana.

Bibliografía

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Received: July 01, 2020; Accepted: October 01, 2020; corrected: January 01, 2021

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