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Cuaderno urbano

versión On-line ISSN 1853-3655

Cuad. urbano vol.8 no.8 Resistencia dic. 2009

 

ARTÍCULOS ARBITRADOS

Transformaciones e improntas urbanas en un espacio local. El caso de Vaqueros, Salta

 

María Ángela Aguilar y María Eugenia Sbrocco

María Ángela Aguilar
Licenciada en Sociología. Magíster en Sociología (IUPERJ, Río de Janeiro). Docente investigadora del Consejo de Investigaciones y Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta. Categorizada II por el Sistema de Incentivos.

María Eugenia Sbrocco
Arquitecta (UNT), especialista en asentamientos humanos (Universidad de Chile). Investigadora del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta y del Instituto de Planeamiento, Conservación del Patrimonio y Desarrollo Territorial de la Universidad Católica de Salta.

Institución: CIUNSa y Facultad de Humanidades. UNSa.Teléfono: 0387-4901904 Mails: maaguilar@sinectis.com.ar; eugeniasbrocco@ciudad.com.ar

 


Resumen

El trabajo analiza las transformaciones socioespaciales en una comunidad periurbana con marcados rasgos rurales -Vaqueros- elegida por sectores medios de población como lugar de residencia, en un contexto de transformaciones macroestructurales. Para entender los cambios en esa localidad, en primer lugar se los analiza como parte de un proceso más amplio de expansión de ciudades medianas, como Salta. Luego, el foco se coloca en el ámbito local para indagar sobre los modos dominantes de ocupación del espacio desde principios del siglo XX hasta la actualidad, en una secuencia que abarca desde las primeras fincas hasta los loteos recientes. Finalmente, se exploran las huellas que van dejando sus habitantes, así como su relación con las diferentes maneras de representar la naturaleza.
En el trabajo de campo se utilizaron diferentes registros: planos catastrales, observación en terreno y entrevistas realizadas a diferentes grupos de pobladores.

Palabras claves Espacio, transformaciones territoriales, representaciones.

Abstract

This paper analyses a local community located in a suburban area, with clear rural marks: Vaqueros. It was selected by middle class residents in a context of macrostructural transformations. In order to understand local changes, there were analyzed as part of a wider process, as part of the suburbanization of Salta city. Then, the focus was the local space itself in order to inquire about different ways of land occupation from the early 20th Century to the present. In the last part, we explore the traces of the inhabitants and the relationship with different representations of the nature. The work was based on: cadastral information; field work and interviews of different groups of residents.

Key words Space, territory transformations, representations.


 

PRESENTACIÓN

La escala de análisis de este trabajo es la de una comunidad periurbana -próxima a la ciudad de Salta y con marcados rasgos rurales- elegida por sectores medios de población como lugar de residencia permanente desde principios de los 90, lo que ha generado transformaciones de variada naturaleza, en un contexto de cambios macroestructurales que marcaron también las modalidades de expansión de ciudades medianas, como Salta.

El artículo se centra en aquellas transformaciones de carácter socioespacial producidas a partir de que grupos sociales, antes ajenos e independientes, se vuelven interdependientes y en las huellas que sus prácticas van dejando en el espacio. Se analizan también los rasgos que caracterizaban la configuración social más antigua y su expresión en el espacio geográfico a partir de un análisis en retrospectiva del proceso de ocupación territorial: de los loteos periurbanos más recientes hasta las fincas que datan del siglo XIX. La suburbanización implicó a su vez el desplazamiento de nuevas generaciones de vaquereños hacia localizaciones -asentamientos- en la periferia de la ciudad capital (Salta), flexibilizando límites geográficos fuertes entre ambos territorios -el río Vaqueros- a través de una intensa interacción de los circuitos de sociabilidad y de los ámbitos de reproducción de la vida.

Complementariamente se indaga sobre los imaginarios acerca de la naturaleza y el uso del espacio de nuevos y antiguos pobladores.

1. Vaqueros en el contexto de suburbanización de la ciudad de Salta

Referirnos a Vaqueros como parte del proceso de suburbanización implicaba un ejercicio de distanciamiento espacial y temporal que hiciera posible observar ese entramado específico como parte de una configuración más amplia y tener en cuenta el proceso de transformaciones macroestructurales que expresan en lo local determinados cambios a escala global.

El rápido e importante crecimiento poblacional registrado en Vaqueros y sus transformaciones en términos espaciales, políticos y sociales no son consecuencia, exclusivamente, de un conjunto de decisiones individuales que confluyen al azar en esa localidad. Se producen en el marco de transformaciones político-económicas facilitadoras. Ello implica prestar atención a la forma en que crecen y se modifican los límites espaciales de las ciudades, entendiendo que las variaciones en el patrón de ocupación espacial no son ajenas al modelo general de desarrollo o modelo de acumulación dominante (álvarez et al, 1993 y torres en Svampa, 2002). Sin embargo, estos modelos no alcanzan de igual manera, ni al mismo tiempo a las distintas regiones de un país con desarrollos desiguales marcados. Es entonces oportuna una breve referencia retrospectiva a las diferentes formas de ocupación del espacio urbano, a la luz de los cambios en esos modelos y sus efectos diferenciados.

La ciudad de Salta ha sufrido procesos de ampliación de sus límites físicos que podemos subdividir en tres grandes etapas. La primera corresponde a la urbanización ocurrida entre las décadas del 40 y 60. En ese período, la ampliación de la ciudad registra una visible expansión de la trama urbana, con un fuerte crecimiento de su población. La tasa de crecimiento intercensal pasa de 23,6 % en el período 1947-14 a 43 % entre 1960-47. Un estudio sobre el tema (álvarez, 2003) señala que este período se caracteriza por la constitución de un mercado de trabajo libre, la relajación de las relaciones semiserviles junto con la ampliación de grupos asalariados y la conformación de una incipiente clase media. La modalidad de expansión dominante fue a través de los denominados "lúteos económicos urbanos" (aguilar, álvarez y sbrocco, 2000), lo que permitió el acceso a la tierra a importantes sectores de población, muchos de ellos migrantes del interior de la provincia que se instalaron en la ciudad y construyeron sus viviendas, mayoritariamente por autoconstrucción. Los sectores medios en ascenso también accedieron a la compra en loteos mejor localizados y a través de la construcción por encargo. Este proceso se vincula con la ampliación de los servicios urbanos y con el crecimiento del sector asalariado en el mercado de trabajo local.

La segunda ampliación se produce entre las décadas del 60 y del 80 a través del desarrollo de la periferia estatal. A diferencia de la anterior, estuvo vinculada principalmente con el papel activo del Estado nacional con la implementación de políticas habitacionales fuertemente centralizadas, que tendieron a facilitar la acumulación de capital y dinamizaron la economía. El impacto de esas operatorias fue decisivo para la ciudad debido a la localización en sus extremos norte y sur de megabarrios, asociado con una importante especulación inmobiliaria. Estas viviendas estaban destinadas a sectores medios asalariados. A mediados de los ochenta también la política del Estado provincial contribuye a esa ampliación con el desarrollo de programas de viviendas que atendieron parcialmente la demanda de sectores de escasos recursos (aguilar y sbrocco, 1997).

La tercera ampliación, la que particularmente nos interesa, se produce a partir de la década del 90 y se caracteriza por el desarrollo de políticas de marcado cuño neoliberal, que tienen su impacto en la producción urbana y habitacional. Por un lado, el proceso de reformas del Estado y por otro las transformaciones productivas acompañadas de flexibilización y precarización de las condiciones de trabajo y aumento del desempleo. En este marco general, Salta se expande por medio de dos nuevas formas de urbanización. Una de ellas tiene como protagonistas a pobladores jóvenes que, excluidos del mercado, reclaman al Estado el derecho a la compra de tierra a precios accesibles. Esta modalidad es reconocida como asentamientos, que se suceden en diferentes zonas de la ciudad desde finales de los años 80 y hasta el presente. Un resultado del proceso fue el logro de la principal reivindicación, la obtención de la posesión de la tierra que se concreta con el Programa Familia Propietaria (Aguilar y sbrocco, 1997).

En el otro extremo del espectro socio-espacial, la ciudad se suburbaniza según el patrón de "desconcentración" (gottdiener, 1994: 9) que venía gestándose en otras ciudades del país y de la región latinoamericana: los barrios cerrados y la expansión hacia municipios vecinos a la ciudad capital. En Salta, los primeros son parte de la expansión que se promueve dentro de los límites urbanos, en tierras vacantes con especiales condiciones paisajísticas. Estos barrios se ofrecen al mercado con infraestructura parcial, pero el acceso a las mejoras urbanas es más rápido que en otras zonas de la ciudad por la mayor capacidad de gestión de sus pobladores ante los organismos correspondientes, por la posibilidad de hacer frente al costo de servicios ya privatizados y por lazos de proximidad con los actores políticos responsables. La expansión hacia municipios vecinos: Vaqueros (Norte), San Lorenzo (Oeste) y Cerrillos (Sur) es la otra expresión del patrón de desconcentración. El acceso al crédito y ahorros propios de sectores medios y altos junto a la oferta de tierras, la mejora de la infraestructura, el auge de la tecnología de la información son elementos que influyeron en este nuevo patrón de crecimiento.

2. De la(s) finca(s) a los arriendos de los loteos

Desentrañar la tensión entre la construcción de relaciones sociales y las transformaciones en el espacio de un pueblo implicó una indagación sobre los rasgos que caracterizaban a la configuración social más antigua, así como su expresión en el espacio geográfico. Este rastreo histórico, a su vez, echa luz sobre el tejido de lazos sociales actuales y sobre las representaciones que se construyen en el vínculo entre los antiguos y los nuevos pobladores.

La dimensión de espacio no puede entenderse como factor explicativo de las relaciones sociales que en ellas se desarrollan, pero es condición de existencia necesaria para su acaecer. No es el espacio el que produce relaciones de vecindad o extranjería, pero sí podemos entenderlo como facilitador de vínculos (simmel, 1939)1. Es por una parte condición de posibilidad de estos últimos y por otra, expresión de su realización. No hay una única lectura posible del espacio, entre otras cosas, porque no hay una sola escritura sino varias superpuestas, al modo de los palimpsestos. Desde este punto de vista es soporte pero que se transforma en relación con la trama de relaciones sociales. Los lazos cimentados en el tiempo entre los que lo habitan lo construyen y resignifican. Vaqueros no será el mismo antes y después de los horticultores o de los tabacaleros, ni antes ni después de la confluencia de sus nuevos habitantes o del desplazamiento hacia otros municipios de recientes generaciones de vaquereños.

Como jurisdicción político administrativa el Municipio tiene una corta historia, ya que fue fundado en 1970. Sin descuidar la importancia de los ritos de fundación y su frecuente recuperación como amalgama de la comunidad, el asentamiento poblacional como espacio social es bastante anterior, estrechamente vinculado con la estructura productiva y las formas de tenencia de la tierra.

La(s) finca(s)

En 1920, el área que hoy ocupa lo que marcan los límites territoriales del pueblo estaba dividida en tres fincas, pero sólo una de ellas, hasta entrado el siglo XX, cubría más de las dos terceras partes del territorio y es la que da origen al nombre del pueblo (figura 2).

En el siglo XIX la finca principal pertenecía a la familia Toranzo, se denominaba Vaquero y tenía una extensión que transponía ampliamente los límites actuales del pueblo, cubriendo gran parte del departamento La Caldera. Carlos Serrey, abogado y escritor, senador nacional en la década del 30 y emparentado por matrimonio con la elite local, es su propietario desde principios del siglo XX. Por esa época, parte de la finca se destinaba a la producción agropecuaria, pero la mayor parte se mantenía improductiva. Sus propietarios, que según los testimonios tenían una marcada presencia y gozaban de reconocimiento simbólico y material, en tanto eran reconocidos como los legítimos dueños y como los patrones, no vivieron en Vaqueros. Es por ello que el control se encontraba en manos de administradores. Los relatos dan cuenta del predominio de relaciones sociales basadas en lazos de servidumbre con vínculos fuertemente jerarquizados, no sólo en las relaciones laborales sino también sociales, en sentido amplio. Delia cuenta: "...Y el señor éste (el administrador) era muy enérgico de más..., era gente dura, lo ha citado porque no había ido a cumplir, y él le ha dicho que no tenía ninguna obligación, y ha sacado un talero para pegarle. Lepegaba. Y ha sacado un talero, y este hombre se le ha parado y le ha pegado a él... porque él no había ido... a cumplir esa tarea, los ha desalojado de Vaqueros. Des-puésya no les pegaba, los sacaba, los desalojaba con todos los muebles afuera, de hoy para mañana".

La protección contra los riesgos sociales -que cubría solamente lo vinculado con comida y techo- estaba garantizada por este vínculo personalizado y marcadamente desigual en términos de poder. El poder del patrón, en este caso ejercido por el administrador, se conjugaba con la débil presencia de representantes de instituciones estatales, como Comisario o Juez de Paz, cuyas fronteras con el espacio de la finca eran extremadamente difusas. Dice otra de las entrevistadas refiriéndose a un administrador: "Dice que iba con el comisario, y gente, y policía, y agentes, y lo que sea, y a empleados de él le sacaban los muebles afuera:'- ¡Rajen de aquí!'".

Las otras dos fincas que integraban Vaqueros tienen escasa presencia en el imaginario local. Una de ellas, Buena Vista, es un desmembramiento de la finca principal vendida a principios del siglo XX. La otra, Curuzú -originalmente de los jesuitas- pertenecía por esa época a una persona de origen alemán que pasaba en ella largas temporadas con su familia; sin embargo, sus vínculos con los restantes pobladores eran escasos. De su actividad productiva se sabe poco.

Los arriendos

Las primeras -aunque lentas- transformaciones en Vaqueros se vinculan con la llegada de varias familias de origen europeo, particularmente españolas, entre las décadas del 10 y el 30. El que abrió brecha, según los registros orales, fue un francés atraído por las noticias de la existencia de un molino en desuso, que reactivó y que su familia mantuvo en funcionamiento hasta fines de los 40. Allí se molía la producción de subsistencia de lugareños de todo el departamento La Caldera. Pero la producción principal de estos primeros migrantes fue la horticultura, cuyos productos comercializaban en el mercado de la ciudad. La construcción del puente que une Vaqueros con la ciudad, en 1912, no es ajena a la estrategia de localización de estas familias. Sin el puente la posibilidad de comercialización de lo producido era improbable. El cultivo era realizado en fracciones, arrendadas a la finca y localizadas sobre la ruta que la cruza. La figura del arriendo en ese período, además del pago de un canon anual, incluía la prestación de trabajo personal "con una obligación máxima de20 días al año" (mata, 2005: 278).

La existencia de arrendatarios de origen criollo seguramente es aún anterior al asentamiento de estas familias, aunque su presencia está más desdibujada en la memoria local. Su ubicación era en fracciones distantes a la ruta de acceso. Es posible que la figura hubiera correspondido a los denominados agregados en el código rural de 1880 "aquel que entra a ocupar en la estancia o chacra una fracción de ella con la sola condición de remunerar al dueño o patrón con su servicio personal en épocas dadas del año" (mata, 2005: 277). Si bien ambos prestaban servicios personales, la diferencia entre unos y otros estaba marcada no sólo por los recursos que permitían a los primeros pagar el canon además de contratar a peones para que cumplieran su obligación, sino también por un mayor reconocimiento y prestigio social2. Beatriz relata la imagen del lugar en los años 30: "Vaqueros era campo, campo, no vas a creer lo que es ahora. Eran tierras para trabajar nada más... y bueno, se vinieron a poner aquí primero verduray después tabaco".

El inicio del cultivo de tabaco junto con la llegada del peronismo al poder -que con la llamada ley de expropiaciones obligó a la venta de las tierras que estaban arrendadas por este sector de medianos productores- es otro factor que en ese entonces modificó las características de la estructura productiva. Las primeras plantaciones de tabaco comenzaron entre 1944 y 1948. Fueron las compañías tabacaleras las que estimularon las primeras producciones, financiando la compra de tierras y equipos y garantizando la compra de la producción. Dado el auge de este cultivo, entre el 55 y el 60 lo llamaron "oro verde".

Los productores de verdura accedieron a la compra de hasta cinco hectáreas y los productores de tabaco, hasta diez. Junto con ello se diversifican los vínculos relacionales en términos de poder, ya que se va desdibujando la figura de un único patrón, reemplazado por varios con un estilo de gestión menos servil. Esto es parte del incipiente desarrollo de una producción agrícola capitalista y del proceso de salarización que -aunque débil- lo acompaña y se extiende a las zonas rurales a partir de la legislación y las prácticas sociales sindicales generadas durante el peronismo.

Los testimonios indican que en este período hay también arrendatarios de origen criollo que se dedicaron al cultivo del tabaco. A diferencia de aquellos, no consiguieron acceder a la compra de tierra en las condiciones favorables que establecía la política de expropiación del peronismo. En estos casos son ellos los que trabajaban la tierra, con escasa e irregular contratación de mano de obra. Con el tiempo pasaron a ser ocupantes sin una figura legal que los protegiera y aún hoy algunos están en juicio con los herederos de Serrey. Otros lograron la propiedad por la figura de posesión veinteñal, que al decir de uno de los entrevistados: "de veinte añal nada, cien años, doscientos años...".

La radicación de aquellos pequeños y medianos arrendatarios de origen europeo marcó un cambio en la estructura productiva de la zona, en la ocupación y visibilización del espacio y en los vínculos relacionales de los pobladores de esa época. La referencia a esas familias reconocidas como importantes es frecuente en los relatos de antiguos pobladores. Además es evidente que la magnitud de la finca, así como las características de las relaciones que establecieron sus propietarios, connotaron el desarrollo posterior de la localidad. Es interesante destacar el reconocimiento de los arrendatarios y nuevos propietarios hacia la figura de Serrey, considerando una condescendencia de su parte las visitas esporádicas o los almuerzos compartidos con las entonces nuevas familias vaquereñas cuando, ocasionalmente, visitaba la localidad.

La finca Curuzú, como ya se mencionó, también registra estos cambios. Sin embargo, en la memoria de los entrevistados esta parte de la historia de Vaqueros tiene escasa presencia, sólo algunas menciones no muy precisas. La mayor información se la pudo obtener de una de las herederas de una fracción de la finca que se dedicaba a la producción de flores. Se trata también de una familia de origen europeo que en los años 30 adquiere una parcela de siete hectáreas a un precio muy razonable. Estos nuevos propietarios dedicados a la floricultura no se instalaron en el lugar. Se percibe en los discursos diferencias de clase y estilos de vida. A diferencia de los otros productores, que sólo disponían de jardineras para comercializar sus productos, éstos contaban con vehículo automotor para el transporte de las flores a la ciudad en la que instalaron su propio negocio de venta.

Respecto del proceso de ocupación y localización de actividades en Vaqueros, hasta mediados de siglo XX las principales actividades públicas y las parcelas productivas estaban desplazadas hacia el Norte, respecto de lo que es hoy el centro comercial del pueblo. Uno de los indicadores de ese emplazamiento es la localización de servicios, como policía, escuela, correo postal, almacén, centro de salud y el molino para la molienda de granos producidos en la zona3, todos ubicados en las adyacencias de la ruta como vía de circulación principal, localización espacial que cambiará de manera significativa en su desarrollo posterior (figura 3

Los loteos

Del arrendamiento o compra de parcelas que varían entre cinco y diez hectáreas para la actividad productiva, hacia la década del 60 se produce una nueva escala de subdivisión, la de loteos para viviendas unifamilares, en superficies que podrían establecerse entre 300 y 500 m2. Esto puede asociarse con otro movimiento de población vinculado con la fuerza de trabajo que comenzó a incorporarse a la producción tabacalera. Si bien se trataba de migración golondrina proveniente del interior y de Bolivia, muchos de ellos se asentaron en el lugar. Lo que es hoy el centro del pueblo y donde se concentran las actividades comerciales y de servicios tuvo su origen en un loteo cuyos terrenos fueron comprados en parte por trabajadores del tabaco y pobladores de radicación más antigua en la localidad, que previamente estaban asentados en calidad de piseros4 dentro de las fincas.

El segundo loteo de la época -que originalmente era una parcela productiva- se ubica en una zona intermedia entre los ríos que delimitan el actual pueblo (Vaqueros y La Caldera). En ese lugar se encuentra uno de los secaderos más antiguos, construido en adobe, hoy en desuso. Es factible plantear que en ambos loteos, algunos lotes fueron adquiridos para vivienda de fin de semana por propietarios de clase media, habitantes de la ciudad.

El proceso de asentamiento paulatino de población estable en la localidad dio lugar a la fundación del Municipio de Vaqueros, que hasta entonces (1970) dependía del departamento La Caldera. El hijo del primer Comisionado municipal y luego Intendente nos relata aquellos tiempos: "...teníamos un problema: teníamos que hacer trámites en Salta, pero primero teníamos quepasar por ¡a Municipalidad.., entonces íbamos a La Caldera, de La Caldera... a la ciudad... convinimos en tratar de hacer no un Municipio, sino una delegación municipal... cosa que sepuedan hacer los trámites aquí'.

También su primera secretaria de Gobierno recuerda la etapa fundacional: "...como comisionado municipal fue nombrado donJulio Catalán Arellanos5... y menos mal que donJulio ha tenido buenas relaciones con lafamilia Serrey, yo también mis buenas relaciones, así que nos donó la tierra donde está la Municipalidad... y despuésya empezó a llegar la plata del gobierno, y hemos seguido, y es la que está ahora la Municipalidad".

Entre la etapa de fundación municipal y la del proceso de transformaciones objeto de este estudio, transcurrieron veinte años. La gran expansión de loteos se produce en la década del 90. El origen de este proceso presenta varios factores asociados. Por una parte, la resolución de un largo juicio sucesorio, de los descendientes de Serrey, que permitió regularizar parte importante de los dominios a principio de los 90, facilitando la subdivisión y venta de nuevas parcelas. Por otra parte, como ya anticipamos, la ciudad capital se expande hacia municipios vecinos caracterizados por cerros, ríos y frondosa vegetación, como elementos principales de la composición espacial y del entorno geográfico, dotados también de cierta infraestructura y servicios. Estos factores asociados con los precios relativamente bajos y accesibles para una clase media con ahorros y búsqueda de un estilo de vida diferente fueron importantes en la primera etapa del crecimiento de Vaqueros.

Así, en pocos años se multiplican los loteos cuyas parcelas, a diferencia de los años 60, superan los 1000 m2. Esto generó un rápido aumento de los precios. Un análisis de avisos clasificados en el diario local6, más el seguimiento en terreno permiten observar el crecimiento exponencial del precio de la tierra en pocos años7, a la vez que va disminuyendo progresivamente el tamaño de los lotes ofrecidos. En los últimos años y luego de la recuperación de la crisis de 2001, la subdivisión y el loteo continúan aumentando y extendiéndose cada vez a mayor distancia de la ruta, que es el eje sobre el que se desarrolla el proceso de expansión.

Otro aspecto por señalar es que los primeros loteos de los 90 presentan dos localizaciones alejadas del área más densamente ocupada hasta entonces. Una, en la zona alta, balconea el río Vaqueros sobre la finca Buena Vista; la otra se emplaza en la zona donde antiguamente se encontraba el molino harinero y se extiende contigua a la ruta o calle San Martín, como se denomina en la extensión que atraviesa el Municipio.

Si bien no se ha profundizado en la historia de las sucesivas subdivisiones, se conoce que parte de los lotes fueron adquiridos a los herederos de la finca Vaquero, en fracciones de hasta cuarenta hectáreas luego parceladas para su venta en terrenos para vivienda. Otros fueron loteados por los mismos herederos. También se puede inferir, a partir del análisis de la documentación catastral, que el origen de los nuevos loteos se asienta en antiguas parcelas de aproximadamente cinco hectáreas, arrendadas primero y compradas más tarde por pequeños productores agrícolas. Es interesante señalar las dificultades que presenta reconstruir la historia catastral y dominial de un espacio dado. Paradójicamente, el espacio se vuelve de alguna manera intangible cuando se intenta completar el rompecabezas de su ocupación, límites y morfología en concordancia con sus ocupaciones y ocupantes.

Las sucesivas subdivisiones fueron ocupando nuevos territorios o completando los primeros, de manera más o menos aleatoria. Por tratarse de un proceso en desarrollo, no hay aún patrones definitivos.

Este proceso de transformaciones en la localidad generó a su vez un impacto en la ciudad capital. La subdivisión, venta e incremento del precio de la tierra implicó la expulsión de nuevas generaciones de vaquereños (ver cita 11) y su desplazamiento en sentido inverso: desde Vaqueros hacia los asentamientos ubicados en las márgenes del río Vaqueros en el municipio capital8.

Esta emigración, que parece ser importante y sentida por muchos pobladores, añade un elemento más de tensión y contribuye a dimensionar la magnitud de esta serie de transformaciones socioespaciales de los 90, asociadas con el proceso de conurbación. Así describe Fernando, uno de los afectados: "...Yo llego a estebarrio en el año 86... mi suegro medecía quetenía quepensaren los chicos... es entonces que junté platita y busqué comprarme un terrenito para hacer mi casa... quería volver a Vaqueros y los chicos también, pensábamos queallá sípodíamos conseguir, pero no se pudo, la plata no nos alcanzó... y justo se dio que mi amigo Eusebio me dijo que en lasorilias del río estaban dando (terrenos) fiscales, yo no sabía mucho así quevine solo... cuando ¡legue un señor... nos daba un lugar a cambio de entregarle unos 100 australes9 que en ese tiempo era poca plata, es que todo era caro, uhh... No había trabajo y además las cosas subían mucho".

 

Este conjunto de pobladores se encuentra colocado en una situación paradójica y de particular inestabilidad, tanto en términos de la configuración social como del espacio físico. Ellos prolongan sus lazos con la comunidad en términos de redes de sociabilidad y de uso de determinados servicios. Continúan participando de actividades recreativas, como festivales de música, doma, fútbol, festividades religiosas y fiestas del carnaval, pero también algunos aspectos relacionados con la reproducción de sus vidas cotidianas permanecen fijados en el lugar, como la educación de los hijos en escuelas de Vaqueros o la atención de problemas de salud en lasalita. Finalmente, mantienen vínculos en términos institucionales y políticos ya que, al no haber realizado cambio de domicilio, continúan ejerciendo su derecho al voto en el ámbito municipal. O sea, si bien materialmente ya no viven en Vaqueros, siguen sintiéndolo como su lugar, donde desarrollan parte de sus actividades rutinarias. Sin embargo, los lazos que los unen se han debilitado, no son de aquí ni son de allá. No se sienten reconocidos en igualdad de condiciones, menos aún respecto de los nuevos pobladores. La cita siguiente es gráfica al respecto: "No nos ayuda (en referencia al Intendente de Vaqueros), él dice que tenemos que pedirle al Intendente de Salta. Él se hace el bueno con los nuevos, con los 'cholos' que tienen auto y todo. Para ellos sí anda risa y para nosotros los pobres nada" (Raquel, que ahora vive en un asentamiento del otro lado del río, fuera de Vaqueros).

 

3. Huellas en el espacio e imaginarios sobre naturaleza10

"¡Cómo ha cambiado Vaqueros! Nada que ver con lo que era antes". Ésta u otras expresiones similares son recurrentes en los relatos de nuestros entrevistados como en charlas informales con los vecinos del lugar. De entre estos cambios, los más visibles se relacionan con las marcas en el territorio que fueron dejando los que aquí llamamos nuevos pobladores, o "vaquereñospor elección"11, que indican un proceso de apropiación expresado en el cambio del paisaje del lugar: de plantaciones a lotes demarcados y cercados, a casas más o menos vistosas en las que se observa una estética particularmente cuidada. En términos materiales las nuevas casas y los cercos que las delimitan no sólo cambian el paisaje, sino que levantan barreras que son particularmente sentidas por los nativos, ya que se instalaron en el lugar del tabaco, de las plantaciones de papas, de los potreros, cortando las vías de circulación espontáneas que, aunque pertenecían a las fincas, los vecinos del lugar construían y atravesaban sin dificultad. Esto exhibe, hace pública la diferencia de estilos de vida, además de la desigual disposición de capital económico que implica una producción de diferencia en el espacio social y físico.

En un ejercicio para indagar los modos en que unos se diferencian de los otros, es sugestivo prestar atención a las diversas maneras por como se imaginan la naturaleza. Este enfoque permite confrontar cosmovisiones de nativos y extranjeros -en el sentido que Simmel (1939) da a este concepto relativo a la tensión entre proximidad y distancia- sobre el vínculo entre espacio y naturaleza.

Los relatos de un sector importante de los extranjeros, que remiten a los motivos que entraron en juego en la decisión de trasladarse a vivir a Vaqueros, refieren reiteradamente a la naturaleza, concepto que aparece asociado con la idealización de la vida de campo: con sus colores y aromas, con el cambio del ruido del tránsito por el trinar de pájaros y el rugir del río. Una imagen bucólica y en algunos casos con tintes románticos de recuerdos de infancia. Esa opción por un estilo de vida más próximo a la naturaleza implica un proceso de resignificación, una recreación a imagen y semejanza, asignándole un plus de sentido de lo bueno y bello y controlando lo molesto. Requiere disciplinarla, domesticar al campo, eliminando aquello que incomoda desde la perspectiva y el habitus (bourdieu, 1997) urbano: insectos, barro, maleza... Se parece a una búsqueda de naturaleza a la medida, recreándola a partir de una mirada mediada por el gusto profesional-medio-urbano, hecho carne, para el cual la naturaleza salvaje ha quedado lejos de sus experiencias cotidianas.

Según Elías hay una "relación entre configuración de los hombres y sensibilidad ante la naturaleza" (1996: 302), cuya particular apropiación se realiza a partir de esa configuración. A lo largo del proceso civilizatorio hay un distanciamiento de la naturaleza, la que pertenece cada vez menos al espacio vital cotidiano de las personas. La disociación y confrontación de naturaleza y sociedad es en realidad producto del proceso civilizatorio occidental urbano. El hombre se fue alienando de la naturaleza en el sentido de que ésta se transforma en algo cada vez más ajeno a su experiencia socializada.

Podemos trasladar esta lectura al caso que estudiamos. Para los nativos de Vaqueros la naturaleza forma parte de su entorno vital cotidiano, no están distanciados de ella, no la construyen como contraste, al menos en la experiencia a diario de sus vidas. Es posible decir que hacen por necesidad lo que los extranjeros hacen por placer. Un ejemplo lo encontramos al comparar la función que tienen, el lugar que ocupan en el calendario y la forma de denominar a ciertas actividades que desarrollan unos y otros. Es el caso de caminar, andar en bicicleta o a caballo. Para parte de los nativos, son los medios de los que disponen para desplazarse diariamente para ir al trabajo, para ir a la escuela, para hacer las compras, para recoger leña, para salir en busca de changas. Para parte de los nuevos pobladores, son actividades vinculadas con el uso del tiempo libre, ya se trate de un ejercicio deportivo, de una actividad social o realizada por prescripción médica para mantenerse en forma. Se trata entonces de caminatas, cabalgatas o bicicleteadas. Mientras unos las intensifican al atardecer, en horarios de descanso o los fines de semana, los otros las realizan los días hábiles cuando aquellos utilizan sus vehículos como medio de transporte. Lo que para unos es una actividad que se realiza "disfrutando de la naturaleza", para los otros es un medio que se despliega con la naturaleza, a veces a su pesar.

La domesticación del campo desplegada por los primeros se expresa, por ejemplo, en el tratamiento de parques y jardines. Estos varían de estilo según el perfil de sus dueños. Desde los rústicos, armados con cuidado descuido y árboles autóctonos, a los parquizados más trabajados y con árboles exóticos. Ambos se diferencian del patio de tierra, del afuera de la vivienda de una parte de los nativos cuya vegetación controlan en verano para que no invada los espacios habitables. Entre estos extremos existe un abanico de prácticas y usos intermedios tanto de nativos como de extranjeros. De entre estos últimos hay quienes se encuentran a medio camino entre unos y otros en este vínculo con la naturaleza y la relación necesidad-placer. Desde la mirada ciudadana les atrae la naturaleza, el verde de la vegetación, les llama la atención el silencio y la tranquilidad, pero su capital económico o la etapa del ciclo de vida en que se encuentran los aproxima a la necesidad. Los estudiantes, por ejemplo, se desplazan caminando, en bicicleta o a dedo hacia la universidad o el trabajo pero esto no impide que los fines de semana se reapropien del espacio en forma de caminatas recreativas o deportivas o con paseos al río, especialmente en verano.

Parte importante de los nativos se relaciona con la naturaleza en tanto medio de reproducción de la vida. Este tipo de vínculo está presente en el registro de casi todos los entrevistados, jóvenes o viejos, productores o peones de campo, comerciantes o empleados. El trabajo en el campo y primordialmente en la cosecha de tabaco está incorporado, ya sea en sus propias experiencias vitales, o en la de sus padres, cosechando o controlando la cosecha, como peón contratado o como ayuda familiar. En estos últimos casos la explotación se lleva en los cuerpos, y deja huellas. Para todos es una tarea sacrificada. Sin embargo, hay quienes incorporan en los recuerdos o en las vivencias una dimensión lúdica y de fuerte identificación. En los recuerdos que se remontan a la infancia -casi todos se iniciaron en la vida laboral a edades muy tempranas- está presente la tensión entre el trabajo como diversión, la primera experiencia de recibir una paga por la tarea realizada y el sacrificio asociado con la dureza de la tarea.

Continuando con Elías, este autor interpreta que los hombres que integran las capas de dos frentes12 (1996: 346) quieren escapar de las coacciones civilizatorias pero no pueden hacerlo porque son parte de sí, se han transformado en autocoacciones. Si bien puede parecer extremo analizar en estos términos la elección de Vaqueros como hábitat, resulta atractiva la idea que sugiere un procedimiento complejo y complementario de domesticar la naturaleza, socializándola, civilizándola, para eliminar de ella sólo aquellos aspectos considerados negativos, al mismo tiempo que se busca descivilizar determinados aspectos de la sociedad vividos como incómodas presiones. En esta dirección se pueden rescatar algunas ventajas señaladas al tomar distancia de la civilización, como la amplitud de los terrenos que, a su vez, permite mantener suficiente distancia con los vecinos preservando la esfera de privacidad, el andar vestidos más informal y cómodamente, la disminución de peligros para los niños que se mueven más libremente, la ausencia de ruidos de tránsito.

La pretensión de desocializar lo social es un movimiento infructuoso, ya que la construcción de la propia identidad ha incorporado como parte de sí las autocoacciones. Además, salvo que decidan tomar distancia efectiva de la configuración social mayor, les resulta imprescindible para ser reconocidos como uno más. En general necesitan vestirse de determinada manera para ir a trabajar, al cine o a cenar fuera. Muchos de ellos se desplazan en sus vehículos a la ciudad diariamente, donde realizan gran parte de las actividades vinculadas con la reproducción: trabajo, educación de los hijos, recreación o hacer sus compras en el supermercado de la ciudad.

otro ejemplo sintomático del vínculo buscado y construido con la naturaleza es el color con el que identifican a Vaqueros13. Para los nuevos pobladores la asociación con el verde fue inmediata. Este color se eligió en casi todos los casos, porque evoca a la naturaleza. La opción por el rojo, en algún caso, también se realizó en relación con un aspecto de la naturaleza, los atardeceres. Es significativo que el único entrevistado que no asocia el color con la naturaleza, el campo o la vegetación llegó al pueblo con bastante anterioridad y por razones diferentes. Es ajeno a la oleada inmigratoria de los 90 y con el tiempo construyó un fuerte vínculo relacional con los lugareños, no ajeno a un largo recorrido para transformar la distancia en proximidad, para que lo reconozcan como uno más.

El tema de la naturaleza y la vegetación, en cambio, tiene diferente presencia en las entrevistas realizadas a antiguos pobladores. Frente al monocromo del verde, entre los nativos la gama de colores para referirse a Vaqueros se amplía evocando diferentes recuerdos o experiencias, lo que podría entenderse como indicador de un vínculo más profundo y prolongado con el lugar. Cuando el color elegido es el verde la asociación más frecuente es con el tabaco y el trabajo en el tabaco, cuando se lo vincula con la vegetación es por contraste con paisajes más áridos propios de regiones andinas de las que muchos provienen. El amarillo también se asocia con el tabaco durante el proceso de secado y su particular aroma. El rojo y el negro, representativos del poncho salteño que simboliza la tradición y los valores autóctonos, fue evocado también por algunos de los entrevistados. En otros casos los colores reenvían a experiencias personales: grises por los momentos tristes y amarillo por la época de juventud, o celeste por el cielo y blanco por ser un color transparente como su gente. Esta última referencia remite al contraste que indirecta y elípticamente la entrevistada establece con aquellos que no son de Vaqueros, menos francos, menos transparentes. Para otro de los entrevistados, la presencia de los que llegaron, expresada en la proliferación de loteos, la retracción del campo y el deterioro de las condiciones climáticas quitaron a Vaqueros su color: "Nada, ningún color, se decoloró". Finalmente Arcadio, entrevistado atípico respecto del perfil de los nativos -alguien que si bien trabajó muchos años como peón en la cosecha de tabaco se permitió explorar una veta creativa, le gusta pintar y escribir poemas, vende sus cuadros y también restaura, además de mantener frecuentes contactos con la ciudad- trajo a la charla referencias sobre otros países y lugares del mundo. En este caso, Vaqueros le evoca "todos los colores por la naturaleza, las calles, las vestimentas". Vemos entonces que los imaginarios recreados refieren a una dimensión simbólica más homogénea entre los extranjeros, y con mayores matices entre los nativos.

Podemos decir que desde la mirada de unos y de otros, el espacio habitado y reconocido como lugar propio ha sido objeto de cambios significativos, con huellas territoriales visibles, que agudizan los contrastes sociales. El lugar habitado y reconocido como propio es descifrado, sin embargo, de distintos modos por agentes dotados de esquemas de percepción y apreciación del mundo social variables en función de diferentes posiciones y trayectorias sociales, que generan maneras especificas de representárselo. Esto permite explicar los diversos sentidos que la naturaleza adquiere en los relatos presentados.

reflexiones finales

El trabajo aporta a la comprensión de las relaciones que articulan y entrelazan las transformaciones espaciales con los procesos productivos y los movimientos poblacionales a lo largo del siglo XX, en la localidad estudiada. Los cambios en la conformación espacial: de fincas, a arriendos, a loteos presentaron también transformaciones en la estructura productiva, en las condiciones de trabajo y en los estilos de gestión. De fincas escasamente productivas en términos agropecuarios, con relaciones de dominación extremadamente desiguales, a la producción agrícola de carácter familiar, con la horticultura, al inicio de una producción agrícola capitalista incipiente, con las plantaciones de tabaco, al ingreso de las tierras al mercado inmobiliario a través del proceso de loteo. Esos cambios fueron acompañados por diferentes movimientos poblacionales: los habitantes originarios14, las primeras familias de origen europeo que se instalaron como pequeños agricultores, luego las migraciones desde el interior de la provincia, primero golondrina luego estabilizadas en el lugar, de trabajadores y sus familias para la cosecha de tabaco. Posteriormente, la migración urbana-periurbana de sectores medios acompañando el proceso de loteo.

A su vez, es de destacar la fuerte vinculación de las transformaciones del último período en la localidad en cuestión con aquellas de la ciudad de Salta. El patrón de desconcentración de sectores medios hacia municipios vecinos, en este caso Vaqueros, junto con el proceso de subdivisión, loteo y aumento del precio de la tierra, además de la disminución de la demanda de mano de obra en la actividad productiva local, tienen por resultado un desplazamiento-expulsión de pobladores en sentido inverso, desde Vaqueros hacia los asentamientos del otro lado del río, en la ciudad capital.

La reflexión sobre las diferentes maneras como los habitantes dejan marcas en el territorio y las diversas representaciones sobre "naturaleza" visibilizan la relación entre los modos de simbolizar con las trayectorias sociales en contextos socio-productivos y espaciales específicos. Además se reflejan en los estilos de vida y en las prácticas rutinarias.

 

Notas

1-Tenemospresente, sin embargo, que en las sociedades globalizadas la construcción de lazos se autonomiza literalmente del espacio. El espacio deviene virtual. También es importante recordar que las sociedades globalizadas están lejos de cubrir todo el globo.

2- Lo documentado por Mata lo relata también una descendiente de aquellas familias migrantes, quien recuerda que los europeos podían contratar peones para cumplir la obligación, en cambio los criollos debían realizarla ellos mismos bajo el rigor del látigo.

3- Se podría hipotetizar que como el molino data de siglos anteriores, su uso y la llegada de una cantidad importante de personas de diferentes lugares pudo generar un espacio de actividades públicas en el área de su localización, ubicado sobre la ruta nacional que une la localidad con la ciudad Capital, con el pueblo de La Caldera y con la provincia de Jujuy.

4- Llamaban piseros a aquellos a quienes el patrón cedía en préstamo una parcela de tierra dentro de la finca donde podían tener animales y huerta para subsistencia.

5- El primer Intendente pertenecía a una de las familias de aquellos primeros migrantes.

6- Relevamiento iniciado por los alumnos de la cátedra Métodos y Técnicas de Investigación I, carrera de Antropología, UNSa, y continuado posteriormente en el proyecto.

7- En un período de nueve años el precio de los terrenos sobre la ruta principal suben de $ 3,50 a $ 70 el m2. Si bien hubo inflación en ese período, además de la convertibilidad de la paridad dólar-peso, el incremento es mucho más elevado que el registrado en zonas con menor crecimiento.

8- En tierras que se ocupan como asentamiento y luego son regularizadas por el programa Familia Propietaria.

10- Entendemos los imaginarios, siguiendo a Díaz (1996), como construcciones sociales que remiten a representaciones colectivas, manifestándose a nivel simbólico, en valores, lenguajes y prácticas sociales. Si bien surge de la coincidencia valorativa de individualidades, se autonomiza y adquiere forma propia que, a su vez, provee de parámetros tenden-ciales a los sujetos para juzgar y actuar, produciendo efectos de realidad. Complementariamente, los imaginarios son dinámicos, sujetos a transformaciones en épocas de cambios sociales. Son epocales y funcionan como reguladores de las prácticas sociales.

11. En Aguilar, Costilla (2007) se trabajan distinciones teóricas entre "vaquereños de raigambre" equivalente a viejos pobladores o nativos, "vaquereños por elección", extranjeros o nuevos pobladores y "vaquereños despojados", los que debieron desplazarse desde Vaqueros hacia la ciudad capital.

12- Se refiere a los que integran tanto la sociedad cortesana como la burguesa, y considera que son las capas más propensas a integrar los movimientos románticos.

13- En las entrevistas realizadas se les preguntó cuál era el color que les evocaba Vaqueros. La idea fue tomada de un trabajo realizado por Armando Silva (1992) en las ciudades de Bogotá y San Pablo.

14- Denominamos habitantes originarios a la población que habitaba el territorio en estudio al inicio del período de análisis.

 

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