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Cuaderno urbano

versión On-line ISSN 1853-3655

Cuad. urbano vol.21 no.21 Resistencia dic. 2016

 

ARTICULOS ARBITRADOS

Desigualdades socioeconómicas y segregación residencial en dos décadas de signo político y económico opuesto
La aglomeración Gran Buenos Aires entre 1991 y 2010

 

Gonzalo Martin Rodriguez

Licenciado en Sociología (UBA). Magíster en Planificación Urbana y Regional (UBA) y doctor en Ciencias Sociales (UBA). Fue becario del CONICET y del Lincoln Institute of Land Policy de EE. UU. Es investigador adjunto del CONICET con sede en el Centro de Estudios Urbanos y Regionales CEUR-CONICET

http://www.ceur-conicet.gov.ar/.

Recibido: 23-09-16. Aprobado: 25-10-16.


Resumen

Se estudia cómo evolucionaron paralelamente las desigualdades socioeconómicas y los niveles de segregación residencial socioeconómica (SRS) en la Aglomeración Gran Buenos Aires (AGBA) en dos períodos de signo político y económico opuesto -neoliberalismo primero, progresismo después- comprendidos entre 1991-2010. El trabajo se apoya en un marco teórico que vincula desigualdades socioeconómicas, SRS y renta del suelo. Los resultados de la investigación muestran para el caso de la AGBA evidencias favorables a la hipótesis de que mejoras en la distribución de la riqueza tendrían un efecto positivo en términos de optimizar la mezcla de estratos socioeconómicos en el espacio residencial. Es además el primer estudio que aporta estimaciones sobre niveles de SRS en la AGBA sobre la base de datos del último censo de 2010. Propone una metodología original para lidiar con los problemas derivados del uso de zonas censales para medir la segregación residencial.

Palabras clave

Segregación residencial, distribución del ingreso, renta del suelo.

Abstract

Socioeconomic inequalities and residential segregation over a period of two decades of opposing political and economic policies in the Greater Buenos Aires agglomeration between 1991 and 2010

A study of the parallel evolution of socioeconomic residential segregation (SRS) and socioeconomic inequality indicators in the Greater Buenos Aires Agglomeration (AGBA) over two periods of opposing political and economic trends (neoliberalism frst, progressivism later) which developed in Argentina between 1991 and 2010. The main finding of the research is that between 2001 and 2010 levels of SRS in the AGBA may have decreased as a consequence of, among other factors, the strong and progressive distribution of wealth in favor of the lower and medium lower strata of population. This is the frst study to provide data on the levels of SRS in the AGBA based on information of the last census of 2010, and also provides a rigorous and innovative methodology to deal with problems arising from the use of census tracts to measure residential segregation.

Keywords

Residential segregation, income distribution, ground rent.


 

INTRODUCCIÓN

Distintos países latinoamericanos, entre ellos la Argentina, transitaron en los últimos tres o cuatro lustros novedosas experiencias de transformación política, social y económica que, sin llegar a considerarse radicales o revolucionarias, pueden interpretarse como supera-doras de las políticas neoliberales de las que estos mismos países fueron objeto durante buena parte de las décadas del 80 y 90. El presente trabajo tiene por objetivo analizar cómo evolucionaron paralelamente los indicadores de desigualdades socioeconómicas y de segregación residencial socioeconómica (en adelante, SRS) en el caso de la Aglomeración Gran Buenos Aires (en adelante, AGBA, principal centro urbano de Argentina), en el marco de dos contextos políticos y económicos de signo opuesto. Nuestro punto de partida teórico supone que las transformaciones en la sociedad producen -intencionalmente o no- cambios en el espacio habitado, entendido este como una construcción social compleja e histórica. Políticas de Estado que influyan en la distribución de la riqueza y oportunidades -es decir, aumentando o reduciendo las distancias socioeconómicas- afectarán la manera en que las personas pertenecientes a los distintos estratos se localizan en la ciudad unos en relación con otros.

Buscaremos entonces determinar si los niveles de SRS han variado de manera consistente con el signo opuesto que tuvieron las dos grandes etapas que caracterizaron la historia reciente del país. Por un lado, la "década neoliberal" (1989 a 2001, aproximadamente)1, signada por las políticas de ajuste del gasto fiscal, la privatización de servicios públicos y la liberalización de los mercados que resultaron en niveles récord de pobreza, desempleo y concentración de la riqueza, con un conocido desenlace: la crisis económica y política que se extendió desde fines de 2001 y a lo largo de todo 2002 (RodRíguez, 2002). Por otro lado, el período de recuperación económica con inclusión social que comenzó en el año 2003 con la llegada al poder del primero de tres sucesivos gobiernos peronistas en su vertiente progresista conocida como kirchnerismo2, que estuvo caracterizada por la recuperación del rol protagónico del Estado en la economía, la renacionalización de empresas privatizadas, la recuperación del empleo, del mercado interno y la distribución de la riqueza, entre otras cosas (ARceo, MonsAlvo et ál., 2008; CENDA, 2010; RofMAn y BlAnco, 2011). Estudios previos han encontrado evidencias sobre la relación entre distribución de la riqueza y segregación, en contextos tan distintos como los EE. UU. (WAtson, 2009) y la ciudad de Córdoba en Argentina (MARengo y eloRzA, 2014). Concretamente, nuestra hipótesis espera encontrar en la AGBA un aumento en los niveles de segregación residencial en el período intercensal de 1991-2001 y su disminución posterior en el período intercensal 2001-20103.

El objetivo propuesto excede en mucho la simple curiosidad por el esclarecimiento empírico de un fenómeno que cada vez interesa más a los investigadores sociales en Latinoamérica. Decenas de estudios empíricos desarrollados en las últimas décadas pusieron evidencia los efectos nocivos que la segregación residencial de tipo socioeconómica tiene particularmente para los sectores menos favorecidos (cunhA, MARcos et ál., 2006; KAztMAn, 1999; sAlviA y de gRAnde, 2008; sAnhuezA y lARRAñAgA, 2007), dando cuenta, además, de la malignidad que adquieren estos efectos cuanto mayor es la escala geográfica, es decir, la superficie de los territorios homogéneos en pobreza (sABAtini, cáceRes et ál., 2001). Justificamos entonces la necesidad de esta investigación en las evidencias que sugieren que mayores niveles de mixidad socioespacial permitirían mayor interacción entre grupos sociales, la reducción de estigmas socioterroriales, un acceso más equitativo a servicios y demás valores de uso urbanos por parte de todos los ciudadanos, junto a una inversión pública espacialmente más justa y eficiente. En síntesis, una ciudad más integrada, equilibrada y predispuesta al desarrollo económico con inclusión social. Si como anticipaba KAztMAn (2001: 186) observando el escenario latinoamericano a comienzos del siglo XXI "la polarización espacial de las clases actuará como un cemento de las desigualdades que impedirá un posterior repliegue hacia situaciones más equitativas", adquiere entonces particular relevancia conocer qué ocurrió específicamente con la SRS en grandes metrópolis que -como Buenos Aires- atravesaron en relativamente poco tiempo abruptas transiciones entre modelos políticos y económicos de muy diferente signo.

Existen distintas formas de estudiar la segregación residencial. Una frecuente es aquella que pone el foco exclusivamente en sus manifestaciones espaciales más visibles, fuertemente connotadas y sensibles en el imaginario colectivo: las urbanizaciones cerradas, de un lado, y las diversas formas de hábitat precario popular en el otro extremo (PRéteceille, 2000). Esta clase de estudios recurren a técnicas cualitativas pero también cuantitativas cuando se trata de determinar la magnitud y la evolución del fenómeno; por ejemplo, de los countries y villas miseria. Reivindicando dicha clase de estudios, nuestro trabajo se inscribe más bien en una segunda vertiente de trabajos que observa al conjunto de la ciudad -sin distinción de tipologías de hábitat- y la forma en que los distintos estratos socioeconómicos se distribuyen en su interior. La metodología propuesta en este estudio es entonces principalmente de índole cuantitativa a través de índices estadísticos y otras técnicas de análisis espacial, sin detrimento de los fundamentos teóricos que oportunamente serán expuestos. Estos últimos incluyen una crítica al enfoque clásico de la Escuela de Chicago, la afirmación de la segregación como una relación de poder y el aporte de la Teoría de Renta del suelo para comprender cómo se vinculan desigualdades socioeconómicas y procesos de segregación residencial.

LA SEGREGACIÓN RESIDENCIAL

Como tantos otros en ciencias sociales, el concepto de segregación residencial es polisémico y frecuentemente referido con una multitud de sinónimos o expresiones equivalentes como segregación espacial, urbana, territorial, socioespacial o sociourbana, entre otros. En este trabajo optamos por el adjetivo "residencial", pues entendemos que sintetiza adecuadamente tanto la especificidad espacial en que se manifiesta la segregación como su correspondiente unidad de análisis: la vivienda y su localización.

Referiremos como enfoque clásico de la segregación residencial a aquel inspirado en la Ecología Humana de la Escuela de Chicago -corriente de pensamiento surgida en EE. UU. a comienzos del siglo XX-, y que puede resumirse en el mundialmente conocido enunciado de Park (1926: 18) acerca de que "las distancias físicas tan frecuentemente son, o parecen ser, indicadores de distancias sociales". Aunque los sociólogos de Chicago (Park, BuRgess, McKenzie y WiRth, entre otros) nunca dieron una definición precisa, en su empleo recurrente a lo largo de sus obras el término segregación residencial aparece como una categoría meramente descriptiva y prácticamente despojada de contenido teórico. Todo es segregación residencial, y no importa si los grupos involucrados en la distribución espacial que se analiza son negros y blancos, ricos y pobres, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes o simpatizantes de los clubes de fútbol A y B. Tampoco distingue entre grupos segregados y aquellos que los segregan, y soslaya cualquier análisis de los mecanismos a través de los cuales la segregación se genera y reproduce (RodRíguez, 2014) recurriendo a eufemismos tales como segregación voluntaria o autosegregación. Los fundamentos que daban sustento a la tesis de Park sobre la correlación entre distancias sociales y espaciales eran de hecho particularmente frágiles en la Ecología Humana. Según louis WiRth la separación entre grupos era el resultado del rechazo mutuo y consentido de individuos con modos de vida incompatibles (WiRth 1938: 15). Para McKenzie, obedecía a misteriosas fuerzas magnéticas que operaban atrayendo a los similares y rechazando a los diferentes (McKenzie, 1924: 301). Y la segregación -sea racial o socioeconómica- no era considerada un problema; Park y BuRgess manifestaban su creencia de que la segregación contribuía a "mantener las distancias sociales, fijar el estatus y preservar la independencia del individuo", a tal punto que una sociedad sin segregación "sería una sociedad donde no hay personas ni libertad" (Park y BuRgess, 1921: 164-165).

En la actualidad ya no es frecuente encontrar académicos que sugieran una defensa irrestricta de la segregación residencial. Al contrario, existe cierto consenso de que se trata de un fenómeno que es preciso mitigar o al menos contrarrestar de algún modo y en alguna medida. Y sin embargo, el concepto mismo ha permanecido mucho tiempo huérfano de una verdadera definición teórica, evidenciando así la notable influencia que la tradición ecológica de Chicago continúa ejerciendo sobre buena parte de la sociología urbana contemporánea, incluso entre grupos académicos que jamás reconocerían empatía alguna con dicha corriente. Esto último se evidencia en algunas de las definiciones de segregación residencial más citadas hoy día en la literatura. Anglosajones como MichAel White la definen como "la distribución desigual de los grupos sociales en el espacio físico"(White, 1983: 1009) y MAssey y denton (1988: 282), como "el grado en que dos o más grupos viven separados unos de otros en diferentes partes del medio urbano". Incluso autores latinoamericanos como sABAtini y sieRRAltA (2006: 3) la entienden simplemente como "una relación espacial: la de separación o proximidad territorial entre personas o familias pertenecientes a un mismo grupo social, como sea que éste se defina".

Frente a las limitaciones teóricas del enfoque clásico, nos inclinamos por repensar la segregación residencial como una relación social de poder, un enfoque en el cual la distribución desigual de los grupos sociales no es la segregación residencial propiamente dicha, sino, en todo caso, su objetivación en el espacio. Dicho de otro modo, la cuestión del poder es central al concepto de segregación, y si no hay un ejercicio de este poder, entonces no hay segregación. Ya lo decía hace casi un siglo un miembro anónimo de la comunidad negra de Chicago, poco después de los violentos incidentes raciales de 1919 que tuvieron lugar en esa misma ciudad. Interrogado por la Chicago Comission for Race Relations sobre qué entendía él por segregación racial, aquel informante anónimo respondía que "los negros tienden a agruparse al igual que los miembros de otros grupos raciales. Yo no considero que esto sea segregación. Pero cuando un esfuerzo es hecho desde afuera para agruparlos, lo que acarrea restricciones de movimiento, de residencia o de actividad, entonces tenemos segregación" (The Chicago Comission for Race Relations 1922: 510, traducción propia).

Desde esta perspectiva, se trata entonces de revelar primero cuál es la naturaleza de una distribución desigual y cuáles sus factores determinantes, y recién en una segunda instancia se puede afirmar si existe o no segregación. Definimos así la segregación residencial socioeconómica (SRS) como una relación social en la cual los grupos sociales de mayor poder económico restringen, condicionan o limitan (de manera no siempre consciente, intencional o maliciosa) las oportunidades de acceso al suelo urbano a los grupos de menor poder económico. De ello resulta su distribución desigual u otras formas de separación en el espacio físico de la ciudad.4 La distribución desigual en el espacio -junto con otros fenómenos que la refuerzan, como la fragmentación urbana (BoRsdoRf, 2003; thuillieR, 2005)- es el resultado de la segregación, la objetivación en el espacio de una relación social y no el mero reflejo natural de diferencias sociales.

SEGREGACIÓN, RENTA DEL SUELO Y DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA

¿Cómo se realiza la conversión de distancias socioeconómicas en separación espacial? En la mayor parte del mundo capitalista los seres humanos nacen formalmente libres e iguales, y no existen dispositivos que establezcan a priori adónde puede cada persona localizar su residencia. Aun así, pareciera existir en líneas generales una correlación entre precios del suelo (e inmuebles) y el poder adquisitivo de quienes lo habitan. Esta correspondencia no es el producto mágico de la mano invisible del mercado, sino de las rentas del suelo. La renta del suelo puede definirse como aquella porción de la riqueza socialmente producida que sus propietarios jurídicos -los terratenientes- están en condiciones de reclamar para sí a cambio de cederla en modo venta o alquiler a quienes necesiten utilizarlo con algún fin (JARAMillo, 2003: 3; liPietz, 1985: 102; MARx, 1987: 617; toPAlov, 1979: 164). Originalmente desarrollada por dAvid RicARdo y reformulada luego por MARx y otros pensadores del siglo XX específicamente para explicar los precios del suelo rural, en años recientes sAMuel JARAMillo (2003, 2009) realizó una excelente adaptación de esta teoría para explicar la formación y movimiento de los precios del suelo urbano. JARAMillo identifica casi una decena de rentas a las que clasifica en primarias (originadas en el sector de la construcción) y secundarias (originadas en el uso del suelo). Son estas rentas las que hacen posible que el suelo se comporte como una mercancía bastante particular: el suelo no es producido por producido por nadie y no tiene un coste de producción, y tiene, sin embargo, un precio en el mercado. Por razones de espacio nos limitaremos a presentar solo dos tipos de renta que son las que principalmente intervendrían en la conversión de distancias socioeconómicas en distancias espaciales.

La primera es la llamada Renta Secundaria de Monopolio de Segregación (RSMS). Esta renta tiene su origen en la idiosincrasia de las élites, y su principal motivación es hacer explícitas y visibles las diferencias de estatus: habitar en ciertos lugares específicos de la ciudad se convierte en una muestra de pertenencia social a un estrato más elevado. Para habitar en estos lugares positivamente connotados los individuos están dispuestos a pagar "una suerte de impuesto privado... en una cuantía tal que sobrepase las posibilidades de otros sectores sociales" (JARAMillo, 2009: 164). No solamente las élites consienten el pago de esta renta o sobreprecio, sino que "esta pauta social... va a extenderse al conjunto de la sociedad" haciendo así evidente "el consumo conspicuo diferencial que pueda permitirse cada una de las clases y capas" de la sociedad (JARAMillo, 2009: 163-164). Por medio de esta renta, cada estrato consigue segregar a aquel ubicado inmediatamente por debajo, salvo, en última instancia, el estrato más pobre, que no estará en condiciones de segregar a nadie.

La segunda modalidad de renta que interviene en la conversión de distancias socioeconómicas en distancias espaciales es la Renta Secundaria Diferencial de Vivienda (RSDV). Esta renta puede pensarse como el ahorro diferencial (fundamentalmente en concepto de transporte, tiempos de viaje y lucro cesante) que una buena localización de la vivienda permite respecto de los valores de uso complementarios que sirven a la reproducción de la fuerza de trabajo (lugares de empleo, consumo, servicios educativos, de salud, culturales, infraestructuras, etc.), y que generalmente se ubican en o próximos a las zonas centrales y subcentros de cada sistema urbano. Es preciso aclarar que JARAMillo no vincula explícitamente la RSDV con la segregación residencial: en última instancia -sostiene- todo el ahorro diferencial es apropiado por el terrateniente y se incorpora al precio del suelo. Resultaría indistinta entonces para todos los grupos sociales la localización de la vivienda respecto de los lugares donde los valores de uso se concentran, y la localización ya sea céntrica o periférica sería consecuencia de una simple decisión basada en gustos o necesidades personales. Desde nuestro punto de vista, en cambio, la RSDV sí operaría como mecanismo de segregación a partir de un sencillo razonamiento: para trasladarse de un lugar a otro, las élites utilizan mayormente medios de transporte más caros (automóvil, taxis, remís, etc.), mientras que los estratos de menores ingresos utilizan otros más baratos (transporte público masivo). Por lo demás, la magnitud económica del lucro cesante por tiempo de viaje también dependerá del nivel de ingresos de cada trabajador. De allí la deducción es bastante obvia: desde un mismo lugar y hacia un mismo destino, el ahorro diferencial en términos absolutos no será el mismo para las élites que para las clases populares, siendo entonces el ahorro diferencial de las élites el que, capitalizado, modelará el precio del suelo en las zonas residenciales próximas a los centros y subcentros.

La diferencia entre ambos tipos de renta podría resumirse de la siguiente manera: en la RSMS lo que interesa a las personas es la composición socioeconómica del vecindario donde viven o quieren vivir; la separación es impuesta al otro de manera consciente y deseada -o como mínimo consentida- por medio de un tributo que están dispuestos a ceder al terrateniente. En la RSDV, en cambio, lo que interesa es la accesibilidad a los valores de uso complementarios; en este caso, si bien la separación también es impuesta por los grupos de mayor poder económico sobre los de menor poder, es el efecto no deseado e inintencional que se deriva de la competencia -en condiciones desiguales- por el acceso a valores de uso complementarios que, en la ciudad capitalista, son insuficientes y desigualmente distribuidos en el espacio (RodRíguez, 2014).

De la forma en que operan estas dos rentas se desprenden dos hipótesis directamente abiertas a contrastación empírica. Primero, que existirá una correlación positiva entre precios del suelo y nivel socioeconómico de quienes lo habitan. Segundo, que cuanto mayores sean las distancias socioeconómicas -en términos de poder adquisitivo-, mayores tenderán a ser las distancias que separen a los diferentes estratos socioeconómicos. Esto último está claro especialmente en el caso de la RSMS: si el ingreso del estrato alto aumenta manteniéndose constante el ingreso del estrato bajo, los terratenientes reclamarán para sí una renta mayor, simplemente porque pueden hacerlo. Y el estrato alto aceptará pagar este mayor impuesto; después de todo, conseguirá restringir aún más cualquier probabilidad de que elementos de estratos de menor nivel consigan localizarse en su vecindario.

Existen, desde luego, mediaciones de todo tipo que intervienen en este proceso, relativizan-do, retardando o aun contradiciendo la conversión de distancias sociales en espaciales y haciendo que esta no se opere mecánicamente. En primer lugar, los cambios en la riqueza familiar suelen no traducirse de manera automática en cambios de lugar de residencia. Existe el apego sentimental al barrio, los costos de las operaciones inmobiliarias son altos, o simplemente no se dispone del tiempo y la energía suficientes que requiere mudar un hogar. Por otro lado, no todos los seres humanos dan la misma importancia a la distinción social; algunos incluso podrán no darle ninguna importancia, resultándoles por completo indiferente la composición del vecindario donde viven; otros preferirán recurrir a otros consumos conspicuos (un automóvil de alta gama, el tipo de vestimenta, etc.) como medio para visibilizar su pertenencia de clase, incluso a una clase superior a la que realmente pertenecen. También sucede que los sectores populares pueden habitar en zonas céntricas, ediliciamente degradadas y donde sin ser bajo el precio del suelo, tampoco es tan alto dado que no se impone allí la RSMS. Para estos grupos, el hacinamiento también puede funcionar en muchos casos como estrategia para soportar las altas rentas en las proximidades al centro (JARAMillo, 1999), lo mismo que la ocupación irregular de inmuebles abandonados. Fenómenos de fragmentación urbana como las urbanizaciones cerradas implantadas en periferias metropolitanas mayormente pobres también pueden generar una situación de falsa mixidad entre grupos de muy distinto poder adquisitivo. Por último, el Estado también puede jugar un rol importante desde la planificación urbana, por ejemplo, decidiendo sobre la localización de conjuntos de viviendas sociales o estableciendo normas restrictivas en términos de edificación en altura o tamaño mínimo de los lotes. En definitiva, la mejor muestra de que estas mediaciones existen es que la distribución desigual de los grupos socioeconómicos nunca es absoluta; de hecho, abundan en casi todas las ciudades zonas con niveles importantes de mezcla social.

Cabe aclarar que no todos los académicos han estado ni están de acuerdo con que las distancias espaciales permiten siempre leer distancias de estatus. MichAel White y el propio Park han destacado la poca distancia física que separaba a los negros de los blancos durante los tiempos de esclavitud en los EE. UU.; es decir, altas distancias sociales asociadas a baja distancia espacial (Park, 1914; White, 1983). En sentido similar, fRAncisco sABAtini sostiene que las grandes ciudades latinoamericanas, caracterizadas por "grandes diferencias sociales, bajos niveles de movilidad social y relaciones jerárquicas entre grupos y clases", estarían, al mismo tiempo, "más abiertas a la mezcla social en el espacio" (sABAtini, 2003: 17). Pero aunque formalmente válidos, no existen estudios empíricos rigurosos que sostengan tales argumentos. Sin pretender profundizar en este tema, resulta atractivo a los fines de este artículo el corolario a la tesis de sABAtini: si acaso la rigidez de la estratificación social latinoamericana se viese en algún momento alterada -por ejemplo, por políticas redistributivas de la riqueza y oportunidades de ascenso social como las ocurridas en Argentina entre 2003 y 2010-, la segregación residencial aumentaría en vez de descender. Más razones, entonces, para explorar qué fue lo que efectivamente ocurrió en la AGBA entre 1991 y 2010.

METODOLOGÍA

Se propone un modelo simplificado de causa y efecto, en el cual la variable independiente es la desigualdad socioeconómica, operacionalizada en términos de desigualdad de poder adquisitivo y medida como la distribución del ingreso mensual de los hogares a través del llamado Coeficiente de Gini. Es un índice que varía entre 0 y 1, indicando 0 la máxima distribución (todos los individuos perciben el mismo ingreso) y 1 la máxima concentración (una sola persona recibe todo el ingreso). Para calcular Gini recurrimos a las bases de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Argentina (INDEC). La variable dependiente es la segregación residencial socioeconómica (SRS), operativamente definida -ahora sí- como la distribución desigual de los diferentes estratos socioeconómicos en el espacio. Se utilizaron datos de los censos nacionales de 1991, 2001 y 2010.

Medir la SRS supone al menos tres pasos metodológicos. El primero refiere a una doble elección cartográfica: i) el recorte de la macro-unidad espacial "ciudad" y ii) y, por otro lado, de las micro-unidades espaciales que contienen datos censales agregados. El segundo paso consiste en definir la variable que utilizaremos para clasificar la población de la ciudad en diferentes categorías de nivel socioeconómico. El tercero y último consiste en seleccionar, entre las decenas de índices existentes propuestos en la literatura especializada, aquellos que utilizamos en nuestra medición. Para la definición de unidades espaciales hemos procedido del siguiente modo. La entidad geográfica de estudio es la Aglomeración Gran Buenos Aires (AGBA), tal como ha sido detectada y delimitada por el INDEC para el censo de 2010. Es decir que a la aglomeración en 2001 y 1991 se le han adicionado superficie y población (rural), que en sentido estricto no integraban la aglomeración en esos años. Esta decisión se fundamenta en que consideramos conveniente utilizar una misma entidad espacial constante en sus límites y superficie para todo el período. Respecto de las micro-unidades espaciales -subdivisiones de la macro-entidad AGBA- que utilizaremos, son los denominados radios censales.5 Conviene recordar que el uso de estas zonas censales para medir la segregación residencial conlleva algunos inconvenientes, pues existe en estadística espacial un problema conocido como la Unidad Espacial Modificable, PUEM, o MAUP por sus siglas en inglés (oPenshAW, 1983; RodRíguez, 2013). Consiste básicamente en que el valor de los índices de segregación (como de cualquier índice de correlación espacial) se verá afectado por la forma y tamaño arbitrario de las zonas que agrupan los datos censales: cuanto más pequeñas son las unidades espaciales, estas naturalmente tienden a ser más homogéneas en sí y heterogéneas entre sí respecto del atributo analizado; como resultado, los índices tenderán a ser mayores cuanto más pequeñas sean las unidades espaciales y menores cuanto más grandes, respectivamente. Por otro lado, aun manteniendo constante el tamaño (superficie) de las zonas, los índices también podrán variar según cuál sea su trazado preciso (por ejemplo, si sus límites pretenden o no dar cuenta de zonas socialmente homogéneas en algún atributo). En síntesis, el PUEM supone una seria dificultad para comparar niveles de segregación ya sea entre distintas ciudades como para una misma ciudad en distintos momentos históricos.

Para lidiar con el PUEM implementamos una estrategia metodológica relativamente sencilla en su concepción, aunque tediosa en su ejecución debido a los miles de polígonos censales que componen la aglomeración en cada año. Para controlar el efecto potencialmente distor-sivo producido por las sucesivas subdivisiones que afectaron a gran cantidad de radios en los censos de 2001 y 2010 (lo que podría informar falsos o exagerados aumentos en la segregación entre censo y censo), se procedió a restituir toda la cartografía censal de 2001 y 2010 a la cartografía censal de 1991 y reunificar todos aquellos radios que hubiesen sido objeto de subdivisión. La principal limitación de este procedimiento es que no permite precisar la escala geográfica exacta a la que corresponden las mediciones (y como consecuencia, no permite comparar niveles de segregación de la AGBA con los de otras ciudades), pero tiene una importante ventaja que es la de posibilitar series históricas de índices comparables para una misma entidad espacial en el tiempo.

En cuanto a la clasificación de los hogares en categorías de nivel socioeconómico, idealmente utilizaríamos alguna variable directamente vinculada con el poder adquisitivo de los hogares, pero dado que los censos en Argentina no relevan información sobre ingresos, debemos entonces utilizar una variable proxy indicativa de este. Siguiendo el mismo criterio adoptado en otros estudios (gRoisMAn y suáRez, 2005; MARengo y eloRzA, 2014; AutoR, 2008; RodRíguez vignoli, 2001), optamos por la variable Máximo Nivel de Instrucción de los Jefes/ as de hogar (MNIJ), asumiendo que las puntuaciones en esta variable permiten anticipar de manera aproximada el poder adquisitivo de los hogares. A partir de la variable MNIJ se construyó una clasificación exhaustiva y dicotómica de los hogares de la AGBA en dos grandes clases: Nivel Socioeconómico Bajo (NSB) y Nivel Socioeconómico Alto (NSA). NSB incluye hogares cuyo jefe cuenta con un nivel de instrucción de hasta secundario incompleto; NSA agrupa los hogares cuyo jefe ha completado un nivel de instrucción de secundario, terciario o universitario. Finalmente, para medir la segregación residencial utilizamos tres índices de uso extendido en la literatura: Disimilaridad (D), Entropía (H) y Gini (G). Los tres índices varían entre 0 (ausencia de segregación) y 1 (máxima segregación) y fueron calculados utilizando la aplicación Geo-Segregation Analyzer.6

ASPECTOS FÍSICOS Y DEMOGRÁFICOS DE LA AGBA

La Aglomeración Gran Buenos Aires (AGBA) es una entidad geográfica que puede pensarse como la ciudad real, el "continuo edificado" o simplemente la mancha urbana con total abstracción de fronteras políticas, jurídicas o administrativas. Incluye a la llamada Capital Federal de la República Argentina (o Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde 1994), y se extiende sobre 32 municipios cercanos. La AGBA es delimitada previamente a cada censo de acuerdo con una metodología basada en criterios estrictamente físicos implementada por dicho organismo desde el censo de 1991 en adelante (INDEC, 1998; INDEC, 2003; vAPñARsKy, 2000).

Fundada por los españoles en 1580, Buenos Aires fue durante casi dos siglos apenas un pequeño caserío fortificado con su puerto a orillas del Río de la Plata. A mediados del siglo XIX (producto del emplazamiento de la red ferroviaria, una incipiente industrialización y los masivos flujos inmigratorios) comenzó a crecer de manera casi exponencial hasta convertirse en una de las más grandes urbes del mundo. El crecimiento de la aglomeración a través del tiempo se ha dado en sentido radial siguiendo sus principales arterias de circulación, en particular de las numerosas líneas ferroviarias que la conectan con el interior del país y el resto de la región. Igual que la mayoría de las ciudades ribereñas, su centro histórico, político y de negocios no se localiza en el centro geográfico, sino sobre la costa del río, al este. En el año 2010, la aglomeración en su conjunto contaba con más de 13.5 millones de habitantes, alrededor de 1.5 millones más que 2001 y 2.3 millones más que en 1991. Actualmente la población de la AGBA representa casi el 34 % de la población total del país, cifra diez veces mayor a la de otras ciudades argentinas que le siguen en orden de importancia, como Gran Córdoba y Gran Rosario.

Históricamente el proceso de suburbanización de Buenos Aires ha tenido como principales protagonistas a las clases populares, cuya localización periférica fue por mucho tiempo facilitada por una variedad de factores: la falta de regulación en la conversión de suelo rural a urbano, las facilidades de acceso al crédito inmobiliario para las clases trabajadoras durante las décadas de 1940 y 1950 y el subsidio al transporte ferroviario (a partir de su estatización en la década del 40). Todo ello posibilitó a estos sectores localizar su vivienda relativamente lejos del centro sin que ello implicara un gasto significativo en transporte (toRRes, 1975; 1978; 1993). Por su parte, tanto las élites como las clases medias han priorizado la proximidad al centro, aunque también a lo largo de sus corredores radiales, particularmente aquel que va del centro a la periferia norte de la aglomeración, patrón al que los especialistas suelen referir como típicamente latinoamericano (sABAtini, cáceRes y ceRdá, 2001). En décadas más recientes se estaría produciendo una suburbani-zación bajo nuevas modalidades, que ya no tiene como únicas protagonistas a las clases populares, sectores que, por lo demás, ya no cuentan con las mismas facilidades de antes para acceder a un terreno de manera regular. Frente a las políticas que desde los años 70 afectaron el empleo y el salario industrial, la falta de créditos y las fuertes limitaciones normativas a nuevos fraccionamientos baratos en la periferia, los movimientos de ocupación como las tomas de tierras (asentamientos irregulares) se han convertido en la principal estrategia de acceso al suelo para una buena parte de los sectores populares. También ha venido cobrando creciente importancia el rol de una parte de las élites y clases medias altas: motivadas por la percepción de una creciente inseguridad e inspiradas en la búsqueda de recuperar formas de sociabilidad comunitaria y cierto contacto con la naturaleza, optan por trasladar su lugar de residencia a nuevas urbanizaciones cerradas en la periferia. Así, las zonas periféricas de la aglomeración siguen siendo mayormente ocupadas por los estratos de nivel socioeconómico bajo, aunque con una presencia cada vez más visible de población de nivel socioeconómico superior. La figura 1 permite visualizar de manera aproximada (mediante el Cociente de Localización, QL7) el impacto -sobre la configuración territorial de la AGBA- de la dispersión de las élites y clases medias hacia la periferia ocurrida entre 1991 y 2010. Extensas zonas donde la presencia de hogares de NSB era superior a la media urbana han cedido terreno a una mayor presencia relativa de hogares de NSA.

 


Figura 1. Distribución espacial de hogares NSB en la AGBA, 1991-2010 Fuente: elaboración propia sobre datos y cartografía del INDEC

DESIGUALDADES SOCIOECONÓMICAS EN LA AGBA

Corresponde ver en primer lugar cómo evolucionaron las desigualdades socioeconómicas en la AGBA en los dos contextos político-económicos enunciados en nuestra hipótesis. La concentración del ingreso comenzó a evidenciar un aumento notable (figura 2) desde por lo menos el golpe cívico-militar de 1976, y se prolongó de forma sostenida a lo largo de más de veinticinco años. El coeficiente de Gini pasó de un valor muy bajo de 0.382 en 1974, a uno de 0.457 en 1991. La década neoliberal culminó en la crisis de 2001-2002 con una concentración de la riqueza récord histórico (Gini de 0.576). Cuando en 2003 cambió radicalmente el signo político y económico del país (recuperación del crecimiento económico apoyado en políticas redistributivas y de inclusión social), Gini inició un rápido retroceso hasta llegar al 0.405 promediando el año 2010, un valor muy por debajo al de 2001 y muy cercano al que tenía en el momento de producirse el Golpe de 1976. Es decir que en menos de una década se consiguieron revertir casi treinta años de distribución regresiva del ingreso.

Aunque la desocupación no es estrictamente un indicador de desigualdad socioeconómica, puede servir también para ilustrar las profundas diferencias entre ambos modelos político-económicos. Altos niveles de desempleo suelen asociarse no solo con ausencia de salarios para el sector desempleado, sino, además, con bajos salarios para buena parte del sector efectivamente ocupado. Ciertamente, podemos observar (cuadro 1) que los índices de desempleo en la AGBA evolucionaron de manera muy similar a la distribución del ingreso (5.3 % en 1991, 19 % en 2001 y 8.2 % en 2010).

 

PRECIOS DEL SUELO Y NIVEL SOCIOECONÓMICO

Examinaremos brevemente ahora la correlación entre precios del suelo y nivel socioeconómico de la población. Esto es importante, ya que de no verificarse de manera clara y contundente, nuestro marco teórico e hipótesis podrían verse legítimamente cuestionados. Utilizando datos socioeconómicos del censo 2010 y de precios del suelo (promedio en dólares) para cada uno de los 47 barrios8 que integran el ámbito específico de la Capital Federal (GCBA 2011),9 podemos observar que, en efecto, la correlación es fuerte y significativa (cuadro 2). El coeficiente de correlación de Pearson entre precio del suelo y proporción de hogares NSB en cada barrio es -,673 (es decir, a mayor precio, menor presencia relativa de hogares NSB), y llega a -,847 al utilizar precio del suelo en su transformación logarítmica. La recta de mínimos cuadrados en la figura 3 ilustra esta correlación de manera gráfica e intuitiva.

Cuadro 1
Valores de Gini y desocupación en la AGBA, 1974-2010

Año

Desocupación

Gini

Año

Desocupación

Gini

1974

2,4

0,382

1997

14,3

0,517

1980

2,3

0,424

1998

13,3

0,525

1982

3,7

0,432

1999

14,4

0,53

1984

3,6

0,442

2000

14,7

0,533

1985

4,9

0,424

2001

19

0,563

1986

4,5

0,438

2002

18,8

0,576

1987

5,2

0,448

2003

17,7

0,5

1988

5,7

0,44

2004

14,1

0,457

1990

6

0,455

2005

12

0,434

1991

5,3

0,457

2006

11,3

0,447

1992

6,7

0,448

2007

8,9

0,451

1993

9,6

0,446

2008

8,5

0,413

1994

13,1

0,452

2009

9,8

0,412

1995

17,4

0,475

2010

8,2

0,405

1996

18,8

0,471

Fuente: elaboración propia sobre datos de la EPH, INDEC

Cuadro 2
Correlación entre precios del suelo y porcentaje de hogares NSB y NSA. CABA, 2010

Precio del m2

Precio de m2 (log)

l

Proporción Hogares NSB

Proporción Hogares NSA

Precio del m2

1

,931**

-,673**

,673**

Precio del m2 (log)

,931**

1

-,847**

,847**

Proporc. Hogares NSB

-,673**

-,847**

1

-1,000**

Proporc. Hogares NSA

,673**

,847**

-1,000**

1

Todas las correlaciones son significativas al 0.01
Fuente: elaboración propia sobre datos del GCBA (2011)

 

DESIGUALDADES SOCIOECONÓMICAS Y SRS

Observemos -ahora sí- los cambios en la distribución desigual de los grupos socioeconómicos en la AGBA en cada uno de los cortes temporales. El análisis que sigue a continuación se basa en los valores de los índices conseguidos a partir del método de restitución cartográfica al censo de 1991. También se muestran los datos obtenidos de las zonificaciones censales originales de 2001 y 2010, pudiendo el lector notar por sí mismo las significativas distorsiones en las que se podría incurrir de no aplicarse el método de restitución cartográfica para lidiar con el PUEM. Teniendo en cuenta la clasificación dicotómica de los hogares, la segregación del estrato NSB mostró -contrariamente a lo esperado- poca variación en la década del noventa (cuadro 6): aumentó muy ligeramente según los índices D y H, e incluso se redujo -también sensiblemente- según el índice G. El período posterior muestra un comportamiento que sí es consistente con la hipótesis, en el cual la segregación del grupo NSB se redujo notablemente entre 2001-2010. En este caso es total la coincidencia en los tres índices utilizados, y se destacan los valores del índice H, según el cual la segregación disminuyó nada menos que un 9.5 % en relación con 2001.

 


Figura 3. Correlación entre precios del suelo y proporción de hogares NSA por barrio. CABA 2010
Fuente: elaboración propia sobre datosdel INDEC y GCBA (2011)

Precio del m2 en Dólares (Log) Cuaderno Urbano. Espacio, Cultura, Sociedad. Vol. 21, N.º 21 (noviembre de 2016). Pp. 005-028. ISNN1666-6186.

 

Cuadro 3
Evolución de los índices de segregación, AGBA 1991-2010

MÉTODO

1991

2001

2010

VAR. 1991-2001

VAR. 2001-2010

ABS.

REL.

ABS.

REL.

Radios

censales

originales

D

0,444

0,445

0,426

0,001

0,20%

-0,02

-4,50%

H

0,197

0,199

0,181

0,002

1,00%

-0,019

-9,50%

G

0,588

0,584

0,553

-0,004

-0,70%

-0,031

-5,30%

Radios censales restituidos a 1991

D

0,444

0,448

0,431

0,004

0,90%

-0,017

-3,79%

H

0,197

0,203

0,187

0,006

3,05%

-0,016

-7,88%

G

0,588

0,589

0,561

0,001

0,17%

-0,028

-4,75%

Fuente: elaboración propia sobre datos y cartografía del INDEC

SÍNTESIS Y CONCLUSIONES

A pesar de que los niveles de SRS en la AGBA se mantuvieron casi constantes durante la década neoliberal 1991-2001 (a primera vista, un resultado no compatible con la hipótesis), dichos niveles sí disminuyeron significativamente durante el período posterior 2003-2010. Estas evidencias permiten sostener la direccionalidad de la hipótesis general de trabajo de la que partimos: mejoras en la distribución del ingreso traerían consigo menores niveles de segregación residencial. En el mismo sentido, la fuerte correlación entre precio del suelo y nivel socioeconómico de los hogares en el ámbito de la Capital Federal justifica la pertinencia del marco teórico aquí adoptado. Sin negar la existencia de otros factores, las desigualdades socioeconómicas y su magnitud parecen tener, ceteris paribus, un peso significativo en la modelación de los precios del suelo, y restringir las alternativas de localización de los grupos de menor poder económico en el espacio urbano.

A los cientistas sociales muchas veces nos gusta presumir sobre posibles implicaciones que nuestros hallazgos pudieran tener en materia de políticas públicas que mejoren el bienestar de la población. Después de todo, sentimos -y aceptamos- esa legítima demanda de parte de quienes desde dentro y fuera del campo científico nos interrogan sobre qué estamos investigando y cuál es la utilidad de nuestro trabajo. En el tema específico que aquí tratamos, confiamos en que si la distribución del ingreso (entre otras políticas redistributivas y de acceso a derechos) en un contexto de crecimiento económico ha tenido per se un impacto positivo en la calidad de vida de la mayoría de la población, las evidencias de su posible impacto también sobre los niveles de SRS serían un motivo adicional para reivindicar las políticas redistributivas y de inclusión social como las desarrolladas en la Argentina entre 2003 y 2010. No obstante lo anterior, no podemos soslayar que los niveles de SRS en la AGBA siguen siendo altos, lo que puede ser fácilmente corroborado -más allá de lo índices estadísticos- por una simple recorrida por la ciudad y sus zonas más alejadas. Cualesquiera sean los niveles de mezcla social que consideremos mínimamente "aceptables", sin dudas no son los que existen en la actualidad, y la SRS no solo es elevada, sino que continúa afirmándose mediante nuevas formas de separación en el espacio, como las urbanizaciones cerradas, y con las ya conocidas formas de hábitat precario.

Sería importante en este sentido que los futuros censos en Argentina comiencen a dar cuenta de la magnitud precisa (cantidad, superficie, habitantes, etc.) de las urbanizaciones cerradas, lo que permitiría a los investigadores aprovechar los datos censales para realizar estudios específicos sobre estas formas de hábitat residencial segregador y fragmentado. También resultaría importante abordar el estudio de cuestiones tales como las trayectorias residenciales y los movimientos en la renta del suelo, factores que indudablemente subyacen a los cambios globales en la distribución espacial de los distintos estratos socioeconómicos. Por otro lado, y aun cuando el trabajo realizado sobre la principal urbe de la Argentina puede considerarse de suficiente trascendencia, queda pendiente replicar el mismo estudio sobre una muestra o conjunto de ciudades, lo que permitiría alcanzar mayores grados de generalización en la afirmación (o refutación) de las hipótesis y validación del marco teórico.

Pensando en el futuro, se plantea el interrogante sobre qué puede ocurrir con la SRS teniendo en cuenta el nuevo escenario político y económico abierto en el país a partir de la reciente derrota electoral del kirchnerismo a fines de 2015. A priori, el modelo propuesto por la triunfante alianza electoral de centro-derecha que llegó al poder se diferencia poco de aquel modelo neoliberal de los 90. Como consecuencia, sería de esperar un nuevo aumento de la SRS al cabo de los próximos años. Pero aún falta mucho para realizar cualquier estimación certera al respecto.

Notas

1. Presidencias de Carlos Saúl Menen (1989-1999) y Fernando de la Rúa (1999-2001). Este último renunció a su cargo en el marco de la crisis de fines de 2001.

2. Período compuesto por un primer mandato a cargo de Néstor Kirchner (2003-2007) y dos mandatos consecutivos de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Vale aclarar que tanto el kirchnerismo como el menemismo (no así el breve gobierno de De la Rúa, miembro del partido Radical) tuvieron la misma identifcación político-partidaria, que es el Partido Justicialista. Cuando hablamos de signo político opuesto nos referimos a la orientación de sus respectivas políticas económicas y sociales.

3. Períodos intercensales que aproximadamente coinciden con los dos modelos político-económicos de signo opuesto mencionados.

4. En el caso de la segregación residencial de tipo racial o étnica, la separación se ha impuesto históricamente a través de instrumentos legislativos y jurídicos, como fueron el Apartheid en Sudáfrica o los Convenios Restrictivos y las Ordenanzas de Segregación durante la primera mitad del siglo XX en los EE. UU. Y por supuesto, las prácticas de limpieza étnica por medio de la violencia directa ejercida por grupos extremistas como el Ku Klux Klan.

5. Los radios censales son la unidad espacial más pequeña para la que se reportan datos censales, y son delimitados siguiendo el único criterio de contener aproximadamente trescientas viviendas. Sus límites se mantienen generalmente constantes en el tiempo, salvo por subdivisión en caso de verse incrementada signifcativamente la cantidad de viviendas entre censo y censo. Pueden considerarse entidades similares, pero por más de un motivo no equivalentes, los census tracts de EE. UU. o el setor censitario en Brasil.

6. Software y fórmulas disponibles en línea en http://geoseganalyzer. ucs.inrs.ca.

7. El índice QL nos dice qué tan representado está el grupo en cada zona censal en relación con su proporción en la ciudad. Está subrepresentado en la zona si varía entre 0 y 1, y est sobrerrepresentado cuando QL es mayor a 1. El QL no es en sentido estricto uníndice de segregación. Zonas muy extensas de la periferia pueden estar muy poco habitadas, siendo por lo tanto marginal su incidencia en el valor de los índices de segregación, más allá del alto impacto que puede generar su visualización en el mapa.

8. Los 47 barrios en Ciudad de Buenos Aires fueron delimitados por primera vez en 1972. Son entidades territoriales de valor cultural, simbólico e identitario cuyos límites físicos históricamente no coincidieron con jurisdicciones políticas o administrativas. Recién en 2005 conjuntos de barrios fueron agrupados para conformar las nuevas quince comunas de la ciudad, las que sí representan actualmente entidades de orden político y administrativo local.

9. No existen estudios sobre precios del suelo para el conjunto de la aglomeración.

 

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