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Estudios Socioterritoriales

versión On-line ISSN 1853-4392

Estudios Socioterritoriales vol.23  Tandil jun. 2018

 

ART͍CULO CIENT͍FICO

La configuración del paisaje de Tlatelolco, Ciudad de México

The landscape configuration of Tlatelolco, Mexico City

Alejandra Toscana Aparicio(a)
Alma Villaseñor Franco(b)

(a) Doctora en Geografía. Profesora-investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Calzada del Hueso No. 1100, Coyoacán, C.P. 04960, Ciudad de México, México, atoscana@correo.xoc.uam.mx
(b) Doctora en Geografía. Profesora-Investigadora de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Guerrero. Avenida Lázaro Cárdenas s/n, Ciudad Universitaria, C. P. 39070, Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México, alvif27@gmail.com

Recibido: 25 de octubre 2017
Aprobado: 29 de abril 2018


Resumen

Este estudio se centra en la configuración del paisaje del Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco en la ciudad de México, con especial atención en los elementos que atestiguan relaciones de poder en las diferentes etapas históricas (etapa prehispánica, etapa colonial, siglo XIX, México Moderno y México Contemporáneo), y que son parte del paisaje actual. Nonoalco-Tlatelolco es un barrio de origen prehispánico que ha sido transformado y refuncionalizado a lo largo de los siglos en la dinámica urbana. El paisaje, como categoría espacial, da cuenta de la cultura de los grupos humanos que en él han incidido, de sus anhelos, emociones, recuerdos y de las relaciones de poder.

Palabras clave: Geografía cultural; Paisaje; Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco

Abstract

This study focuses on the landscape configuration of the Nonoalco-Tlatelolco Urban Complex in Mexico City, with special attention to the elements that testify power relations in the different historical periods (Prehispanic, Colonial, 19th Century, Modern Mexico and Contemporary Mexico) and that are part of the current landscape. Nonoalco-Tlatelolco is a neighborhood of pre-Hispanic origin that has been transformed and refuncionalized over the centuries in urban dynamics. The landscape, as a spatial category, shows the culture of the human groups that have affected it, of their yearnings, emotions, memories and power relations.

Key words: Cultural Geography; Landscape; Urban Set Nonoalco-Tlatelolco


Introducción

El objetivo de este texto es reflexionar sobre la configuración del paisaje del conjunto urbano Nonoalco-Tlatelolco, tomando en cuenta los elementos que atestiguan relaciones de poder en diferentes períodos históricos y que hoy forman parte del paisaje. Partimos de que el paisaje es una acumulación de elementos de diferentes procesos históricos con una cierta configuración cargada de significados (Claval, 1999). El Conjunto Urbano se ubica en el centro de la Ciudad de México, es uno de los más grandes en su tipo y se edificó sobre una antigua ciudad prehispánica. Lo más llamativo del Conjunto es probablemente la Plaza de las Tres Culturas, que conserva formas que datan de la época prehispánica y de la colonial, y que han sido integradas y refuncionalizadas en la dinámica urbana actual. Este paisaje, con una estética destacable, ha sido protagónico en hechos violentos, trágicos y sangrientos, y muy importantes para la historia nacional y local, por lo que también es parada fundamental en los recorridos turísticos en la Ciudad de México.

El texto está integrado por cinco secciones. En la primera se aborda el concepto de paisaje como categoría espacial de diferentes tradiciones de la Geografía Cultural. Seguimos con un apartado sobre el método que proponemos en este estudio. Posteriormente presentamos una breve síntesis histórica de Tlatelolco en la que destacamos los momentos que son de importancia para la configuración del paisaje a lo largo del tiempo: período prehispánico (de la fundación de Tlatelolco a la llegada de los españoles: 1338-1521), Colonial (de la llegada de los españoles a la promulgación de la Independencia: 1521-1810), siglo XIX (guerra de independencia, consolidación nacional y porfiriato: 1810- 1910), México Moderno (abarca el periodo en el que el país se institucionaliza, el milagro económico y la desaparición del milagro: del fin de la revolución a principios de la década de 1980 y México Contemporáneo (se refiere a la implementación del modelo neoliberal y a la globalización: de mediados de la década de 1990 a la actualidad). Esta síntesis histórica es la base para la construcción del mapa del paisaje y su análisis, que se presentan en un cuarto apartado. Finalmente presentamos las conclusiones de la investigación, mismas que giran en torno al método empleado y los hallazgos obtenidos.

El paisaje en la Geografía Cultural

El paisaje es un concepto fundamental en la tradición académica geográfica de los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, pero además, en algunos países europeos, actualmente es un elemento clave en las nuevas políticas de ordenación del territorio (Nogué y De San Eugenio, 2011).

Desde la década de los años veinte del siglo pasado se desarrolló en Estados Unidos en la Escuela de Berkley, California, una corriente de estudios de paisaje, con gran influencia de la antropología cultural y bajo el liderazgo de Carl O. Sauer. Este autor, en su obra más representativa, La Morfología del Paisaje (2006, p.16) señala que el paisaje es resultado de la acción de los elementos culturales de los diferentes grupos sobre los elementos naturales; producto de la interacción entre los alojamientos ("tipos de estructuras construidas por el hombre y su agrupamiento, ya sea disperso como ocurre en muchos distritos rurales, o aglomerado en aldeas o ciudades") y el espacio en el devenir histórico.

Bajo esta mirada se reconoce la existencia de un medio original, pre-humano, virgen, que es transformado por la acción del hombre en un paisaje cultural. Dentro de esta tradición de la Geografía, los objetivos de los estudios son la descripción, el análisis, la comprensión y la explicación del paisaje cultural caracterizando la peculiar e irrepetible asociación geográfica de hechos. Y los temas de interés se centraron en los espacios ocupados por los distintos grupos humanos que responden a las oportunidades y desafíos del ambiente en que viven; en los modos de vida de los distintos grupos en relación a su ambiente, sus patrones de comportamiento que de ahí se derivan, en las prácticas sociales y reglas que operan en el grupo como un todo; en las diversas formas en que los grupos humanos van reaccionando y adaptándose a sus ambientes locales, en términos de formas de utilización del ambiente y en los impactos que produce el ambiente en los grupos sociales (Wagner, 1994); en las prácticas culturales, que van desde sitios de ritos y magia hasta el uso de sistemas complejos de tecnología, que son desarrolladas por las diferentes sociedades en regiones particulares del mundo a través del tiempo, para controlar y dominar el ambiente (Spencer y William, 1978).

A partir de la década de los años ochenta surgieron nuevos intereses que modifican, expanden y enriquecen los estudios de paisaje, con un referente analítico en el que la dimensión cultural simbólica se vuelve clave (López y Ramírez, 2012). El interés que se había puesto a la morfología del paisaje se sustituye por lo inmaterial y los aspectos simbólicos potencialmente relevantes para explicar patrones materiales. Nuevos temas empiezan a vincularse al paisaje: identidades, feminismos, subculturas, racismo, consumo, relaciones de poder, ciudad (Claval, 1999), importados de los estudios culturales (Clua y Zusman, 2002). Del mundo anglosajón, donde más se ha desarrollado esta tendencia, llamada Nueva Geografía Cultural, algunos de los autores más representativos son Jackson (1992), Cosgrove (2002) y Duncan (1990). En otras regiones del mundo como Francia y España, a nuestro juicio, destacan Claval (1999) y Nogué (2007). También el geógrafo brasileño Santos (2000), quien dentro de su obra, hace algunos señalamientos importantes para el estudio del paisaje.

Claval (1999) señala que los grupos humanos transforman los medios naturales donde se instalan, de manera que el paisaje humanizado adopta así formas variadas que reflejan las elecciones y los recursos de las diferentes culturas. El paisaje requiere una lectura arqueológica para completar la interpretación funcional que en principio se impone, de modo que el estudio de un paisaje debe incluir la manera en que los paisajes heredados de épocas pasadas son recuperados por quienes los habitan, y no solo la génesis de los rasgos más espectaculares de la organización del espacio. Por lo anterior, Claval explica que, el paisaje no es un producto planificado de la actividad humana (Claval, 1999), sino una acumulación de elementos de diferentes procesos históricos situados en un cierto espacio y con una cierta configuración, cargada de significado.

Claval (1995 citado en Fernández, 2006) señala cinco acciones necesarias para la construcción de un paisaje.

» Reconocerse en un lugar, significa reconocer las raíces que ligan al sujeto con el lugar.

» Orientarse, implica saber cómo moverse al interior de un espacio, y dónde están los objetos respecto a otros en el interior de dicho espacio y hacia el exterior del territorio inmediato.

» Marcar el lugar mediante rasgos artificiales, poner rasgos para orientarse, señalar y delimitar el territorio en cuestión.

» Nombrar, poner una toponimia, que habla de las características del lugar, de su historia o de las asociaciones con dicho lugar. Nombrar los lugares es impregnarlos de cultura y de poder.

» Institucionalizar el lugar, conferirle al lugar un significado colectivo, fundarlo mediante un ritual, festejarlo, racionalizarlo para su administración y aprovechamiento; clasificarlo, confeccionarle una historia o leyenda, dotarlo de una memoria.

Para Nogué (2007),

el paisaje es el resultado de una transformación colectiva de la naturaleza; es la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado. Y no solo en lo referente a su dimensión material, sino también a su dimensión espiritual y simbólica. Las sociedades humanas, a través de su cultura, transforman los originarios paisajes naturales en paisajes culturales, caracterizados no sólo por una determinada materialidad (formas de construcción, tipos de cultivo), sino también por la traslación al propio paisaje de sus valores, de sus sentimientos. El paisaje es, por tanto, un concepto enormemente impregnado de connotaciones culturales y puede interpretarse como un dinámico código de símbolos que nos hablan de la cultura de su pasado, de su presente y quizás también de su futuro. (p. 137 y 138)

Para el tema que nos ocupa, son valiosas algunas ideas de Santos (2000), quien al hablar de paisaje, recupera la importancia de las formas en su contexto histórico:

El paisaje es el conjunto de formas, que en un momento dado expresa las herencias que representan las sucesivas relaciones localizadas entre hombre y naturaleza (…) El paisaje es transtemporal, juntando objetos pasados y presentes (…) El paisaje existe a través de sus formas creadas en momentos históricos diferentes, aunque coexistiendo en el momento actual. Las formas han nacido bajo diferentes necesidades, han emanado de sociedades sucesivas, pero solo las formas más recientes corresponden a determinaciones de la sociedad actual. (p. 86 y 87)

Lobato (2011) añade que en el estudio de estas formas, es importante la bͺsqueda de sus significados. También resulta interesante conocer las rugosidades del paisaje y sus significados, entendiendo las rugosidades como "herencias morfológicas de carácter sociogeográfico de tiempos pasados", es decir que son formas del pasado que aͺn existen en el presente pero que se han resignificado conforme la lógica del presente, y por tanto pueden dar cuenta de diferentes momentos históricos (Santos, 2000). Finalmente Santos señala que el paisaje es un palimpsesto, donde mediante acumulaciones y sustituciones, la acción de diferentes generaciones se superpone.

Método

Proponemos el estudio de este paisaje a través de sus formas visibles -actuales y antiguas- y sus significados, y de la confección de un mapa (Mapa 1), que muestra la integración de dichas formas provenientes de diversos periodos históricos en el paisaje actual. Para el caso del paisaje de Tlatelolco se identificaron las formas que persisten hoy en día, y sus orígenes, a través de recorridos en campo y de mapas urbanos antiguos recuperados en la compilación del INEGI (1988), material fotográfico y artístico. Con los mapas del siglo XIV a XVI, entre ellos el Plano evolutivo de la Gran Tenochtitlan de 1325 a 1519 de Manuel Carrera, el Mapa de México Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550 de Miguel León Portilla, y el Mapa de Alonso de Santa Cruz de 1555, se analizó la ubicación de Tlatelolco con respecto a Tenochtitlán, se ubicó al Tecpan y con ello al antiguo tianguis de Tlatelolco, elemento que se observa en el mural de Diego Rivera denominado El mercado de Tlatelolco, en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. Los mapas del período colonial permiten ubicar los elementos de ese período: iglesias, conventos y garitas, así como la situación de los límites de la Ciudad con la Repͺblica de Indios, y las poblaciones inmediatas como Nonoalco. Los mapas de los siglos XVIII y XIX muestran el crecimiento de la ciudad y los cambios que se dieron, entre ellos el ocultamiento de los elementos prehispánicos o su alteración. En las fotografías e imágenes compiladas por Jiménez (2014) se puede observar cómo era que el trazado de la línea del ferrocarril que cruzaba por esa zona, y cómo fue que parte de esos terrenos se destinaron para la construcción del conjunto habitacional Nonoalco-Tlatelolco.

En función de la ubicación de los elementos mencionados y de la consulta de fuentes bibliográficas se reconstruyó la historia de Tlatelolco (como sugiere Santos, 2000) y se determinaron las "capas arqueológicas" que componen el mapa de paisaje para poder hacer una lectura arqueológica (Claval, 1999).

Siguiendo a Claval (1999, p. 268), "la lectura de los diferentes niveles del paisaje (periodo histórico) es posible en tanto ninguna de las lógicas que presiden la elaboración del espacio humanizado sea capaz de eliminar a las otras"; en el caso del paisaje en Tlatelolco esto es posible dado que se conservan vestigios de los distintos períodos históricos que han sido refuncionalizados e integrados a la dinámica urbana actual.

Cada periodo histórico refleja una forma de ordenar el espacio proveniente de las ideologías dominantes. Puestas en relieve, estas "capas históricas" posibilitan la comprensión unitaria del paisaje que da cuenta de la evolución urbana de Tlatelolco. Dado que en el paisaje se observan formas materiales del pasado, a veces fragmentadas, su simple ensamblaje no necesariamente es suficiente, por lo que, como menciona Santos (2000), es necesario retomar la historia que esos fragmentos representan. Para ello, en el siguiente apartado se presenta un recorrido histórico que ayuda a comprender la idea de que el paisaje puede ser un palimpsesto.

A través del mapa se pretende encontrar los elementos paisajísticos antiguos que han logrado persistir a lo largo del tiempo y que integran el paisaje actual mediante una resignificación, como también, incluir elementos significativos más recientes que también forman parte del paisaje actual. Para complementar la lectura del Mapa 1 se elaboró el Esquema 1, en donde se visualizan los periodos históricos y los elementos o formas más significativos de cada uno de ellos, mismos que se muestran en el apartado de resultados.

El Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco en el tiempo

El Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco (popularmente conocido como "Tlatelolco") se ubica en el centro de la Ciudad de México, en la delegación Cuauhtémoc. Se distingue de la ciudad que lo circunda por ser un gran rectángulo con casi 100 edificios y áreas verdes, rodeado de construcciones horizontales. En este apartado se presenta una síntesis histórica de periodos y acontecimientos que han dejado huellas en el espacio para ser parte de la configuración del paisaje de Tlatelolco. No se trata de una revisión histórica exhaustiva, sino de rescatar información que permita comprender la configuración actual del paisaje. Hoy en día, cuando se habla de Tlatelolco se hace referencia al Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco, pero, desde tiempos prehispánicos, Tlatelolco ya era una ciudad.

La historia de Tlatelolco se puede esquematizar en cinco periodos, para los fines que nos ocupan, cada uno de los cuales ha dejado huellas impresas en el espacio configurando el paisaje actual, en el que permean vestigios de diversas relaciones de poder.

Periodo prehispánico

Aunque tuvo presencia de grupos teotihuacanos desde el siglo VII, fue hasta el siglo XIV en que se habitó por grupos nahuas disidentes, que se separaron de Tenochtitlan y migraron hacia un islote en la parte occidental del Lago de Texcoco llamado Xaltelolco -que significa "lugar del montículo rodeado de arena"-, donde fue creciendo un poblado, que llegó a figurar entre los más importantes de la región por su dominio comercial, de hecho, en Tlatelolco estaba el tianguis(1) más grande de la región.

Tlatelolco se ha considerado la ciudad gemela de Tenochtitlan, en parte porque su diseño era similar, también tenía un Templo Mayor a partir del cual se organizaba el espacio tanto profano como sagrado, tanto material como simbólico. Dicho templo marcaba un vórtice donde confluían todas las esencias divinas de los trece cielos y los nueve inframundos del plano vertical y las cuatro esquinas y el vértice sagrado en el plano horizontal; fundándose de acuerdo a su cosmovisión dividida en cuatro grandes barrios, circundando su recinto ceremonial.

Aunque la hegemonía política y religiosa le correspondía a Tenochtitlan, la importancia del tianguis era significativa, de ahí que hubiera un Tecpan -"lugar de la casa de piedra" que se traduce como "palacio"- en donde vivía un grupo de jueces que se dedicaba a resolver conflictos que surgían por el intercambio de mercancías y que era sede del control comercial, ahí se recaudaban los impuestos. De este modo, la actividad comercial regía la vida de la ciudad.

En 1475 las ciudades de Tlatelolco y Tenochtitlan se enfrentaron en una guerra que ganó Tenochtitlan y a partir de ahí se formó una unidad política, económica y militar conocida como la gran ciudad de México Tenochtitlan-Tlatelolco (Flores, 1968). Después de esta guerra, en la que Tenochtitlan reafirmó su hegemonía religiosa y política, y Tlatelolco su hegemonía comercial, el Tecpan de Tlatelolco empezó a usarse también como asiento de los gobernadores militares hasta la Conquista.

Colonial

Tlatelolco es célebre porque al inicio de la Conquista, en 1521 tuvo lugar una batalla que conllevó a la matanza de miles de indígenas y a la derrota de Cuauhtémoc (ͺltimo tlatoani(2) mexica de México-Tenochtitlán), momento que se considera como el origen de la nación mexicana. De este periodo perduran algunas construcciones en lo que actualmente es una pequeña zona arqueológica que atestigua la raíz indígena de México, y que ha sido recuperada como pieza fundamental para la reconstrucción de la historia nacional. Evidentemente, estos restos de construcciones prehispánicos no han cambiado de lugar, siguen ocupando las mismas coordenadas geográficas, pero ahora tienen otra posición relativa, otra función y otro significado diferente al que tuvieron en su origen (Santos, 2000): ya no son centros ceremoniales ni tumbas, hoy se integran al paisaje como patrimonio cultural, como zona arqueológica y museo, como objeto de estudio para arqueólogos que le han otorgado su significado actual.

En el siglo XVI en Tlatelolco, sobre la ciudad comercial y sus construcciones se edificó un templo dedicado a Santiago Apóstol, insertando así la arquitectura católica en el paisaje, que no es cosa menor porque la fundación del templo es de suma importancia: un templo es un centro ordenador del espacio tanto físico como sagrado. La construcción de un templo es análoga a la formación del mundo y construir un templo es la reorganización de un espacio antes caótico (Eliade, 1967). El templo de Santiago reordenó la ciudad prehispánica Tlatelolca introduciendo la cultura occidental e imponiéndola sobre la indígena. La construcción del templo se hizo al estilo medieval: visto desde las alturas tiene forma de cruz. Se inauguró en 1609 por Fray Juan de Torquemada y con ello se reafirmaba el dominio español sobre el azteca.

Como parte del proceso de reorganización territorial y evangelización se construyó el Colegio de la Santa Cruz, por los franciscanos y en él se educó a jóvenes indígenas hijos de nobles, para que aprendieran a la perfección latín y español. A finales del siglo XVI este Colegio se convirtió en una escuela de primeras letras para niños indígenas (Flores, 1968). También como parte del proceso mencionado, en la zona de Tlatelolco se acomodaron a los indígenas sobrevivientes y se formó así un barrio de indígenas, conocido como Barrio de Santiago. Tlatelolco conservó ciertos privilegios dentro del régimen virreinal, por lo que a su nobleza se le reconocieron derechos y prerrogativas. Cuauhtémoc siguió siendo "rey de México y señor de Tlatelolco" y reclamó derechos territoriales y jurisdicción de pesca. El Tecpan se reconstruyó(3) y fue la casa de Cuauhtémoc y sede del poder civil (Flores, 1968) hasta que se suprimió a principios del siglo XIX, cuando se estableció en él un "Asilo Independiente para los Corregidos" y se formó el "Colegio Correccional de San Antonio" en 1853 para recluir ahí a jóvenes delincuentes(4). El Tecpan tuvo ese uso hasta 1909 cuando empezó a ser utilizado como escuela: primero fue la escuela "Manuel Eduardo Gorostiza", luego la "Escuela Vocacional de la Beneficencia Pͺblica" y luego la escuela "Pedro Díaz", hasta 1962 que se cierra por la construcción de la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco y para convertir a la escuela en "recinto de homenaje a Cuauhtémoc" (Flores, 1968). La construcción original se conservó hasta 1962 cuando se le despojó de la puerta que se trasladó al Colegio de la Santa Cruz. El Tecpan ahora es un museo que expone murales de David Alfaro Siqueiros, entre ellos "Cuauhtémoc contra el mito", también se expone el mural prehispánico "Los dioses creadores del calendario", pintura descubierta en 1989 en la zona arqueológica. El Tecpan, por su nombre indígena y el estilo de su construcción, es probablemente la primera obra mestiza que se construyó en la ciudad de México.

De la Repͺblica de Indios, además del Tecpan, hoy perdura en el paisaje la Caja de Agua. Esta se construyó para que la población de la Repͺblica de Indios tuviera agua potable, mediante ella se obtenía agua de canales llamados apantles en los que, generalmente, el agua siempre está en movimiento, "el agua ingresaba en ella y posteriormente continuaba su recorrido hacia el oriente, hasta el Tecpan (palacio), donde abastecía a sus ocupantes y regaba las huertas reales" (Guilliem, 2008, p.68). La Caja de Agua permaneció oculta por muchos años, hasta que en 2002 fue descubierta cuando se realizaba una obra de mantenimiento y se reincorporó al paisaje. Hoy no funciona para abastecer de agua, sino que es un pequeño museo en donde se muestra el funcionamiento cotidiano de tiempos pasados.

Siglo XIX

Los jardines y huertos del Tecpan y del Colegio de la Santa Cruz fueron convertidos en un jardín urbano a fines de la época colonial: el jardín Santiago Tlatelolco, que años más tarde fue incorporado al diseño del Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco. La imagen de este jardín ha dado la vuelta al mundo, ya que en él se escondieron los policías durante el suceso de1968(5).

En el siglo XIX, la zona de Tlatelolco, ubicada al norte de la Ciudad, albergaba a las clases bajas más miserables. Entre 1855 y mediados del siglo XX, se estableció el presidio de Santiago Tlatelolco en el Colegio de la Santa Cruz, que llegó a tener 322 reclusos. También se instaló un cuartel militar. En este periodo, el barrio quedó surcado por el ferrocarril y ahí se construyó la estación Buenavista y la casa de aduana. La Iglesia se usó como almacén de Ferrocarriles Nacionales, hasta 1948 que reabrió sus puertas como recinto católico. Aunque algunas instituciones cerraron durante la Revolución (1910-1920), la prisión perduró e incluso albergó a personajes notables, entre ellos Pancho Villa(6) (Alfaro y García, 1987).

Algunos de los sitios mencionados en los párrafos anteriores han caído en el olvido, pero dan cuenta de que en Tlatelolco la dominación y la opresión han estado presentes de diferentes maneras, más allá de ser sede de la célebre batalla que se anuncia como la que dio pie al nacimiento del pueblo mexicano, y más allá del trágico acontecimiento del 2 de octubre de 1968, Tlatelolco también fue sede de instituciones encargadas de la represión.

México Moderno

La época moderna de México, ubicada entre 1920 y mediados de la década de los años 80, se manifiesta en el Conjunto Urbano Adolfo López Mateos Nonoalco-Tlatelolco (conocido como Tlatelolco), construido durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1958 y 1964), enmarcado en la política de vivienda social desarrollada desde la década de los años treinta, que pretendía solucionar el problema de carencia de vivienda popular y crecimiento de asentamientos irregulares, ya registrado desde entonces. Se trata de uno de los conjuntos urbanos (unidades habitacionales) del arquitecto Mario Pani que buscaba, mediante su diseño, modernizar la ciudad, bajo la inspiración del arquitecto francés Le Corbusier y de los principios de la Carta de Atenas (Sánchez, 2009). En América Latina fue el proyecto habitacional más grande del momento, casi una ciudad autónoma dentro de la Ciudad de México, de 76,86 ha, una mega construcción funcionalista de 12.004 departamentos contenidos en 102 edificios de 4, 7, 8, 14, y 22, pisos, para albergar a un aproximado de 78 mil personas; el proyecto incluía áreas verdes y andadores, 600 comercios (actualmente tiendas de abarrotes, pollerías, cerrajerías, estéticas, lavanderías, clínicas dentales, clínicas veterinarias, restaurantes, entre otros giros), 21 escuelas, seis unidades de salud y hospitales, tres centros deportivos, tres teatros, un cine y seis estacionamientos; todo esto dispuesto en tres secciones: La Independencia, La Reforma y La Repͺblica, rodeadas por avenidas importantes que garantizan su conectividad: al norte por el Eje 2 Norte, al sur por la Av. Ricardo Flores Magón; al este por Paseo de la Reforma; y al oeste por Insurgentes. Además albergaba la torre de Relaciones Exteriores, ocupada ahora por el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, y la Torre de Banobras, insignia del conjunto, de casi 130 metros de altura, que albergó las oficinas del Banco Hipotecario Nacional y de Obras Pͺblicas, un edificio muy diferente a los demás debido a su peculiar forma triangular, distintivo de Nonoalco-Tlatelolco (Jácome, 2009).

Pensada para contribuir al abatimiento del problema de vivienda y hacinamiento que ya se vivía desde entonces en la Ciudad, debido al crecimiento poblacional tanto natural como por migraciones del campo (aunque este problema nunca se solucionó), los departamentos se destinaron a profesionistas y trabajadores del Estado, a una clase media "ilustrada" integrada por ingenieros, abogados, maestros, doctores, artistas, secretarias, periodistas y empleados federales (Palacios, 2015). Pero además, se buscaba mejorar la calidad de vida de la población, por lo que el Conjunto tenía amplia diversidad de servicios, y representaba una cultura urbana renovada que seguiría vigente en el país por varios años más (Jácome, 2009) (Imagen 1).

En la discusión arquitectónica del momento, en los países más desarrollados se hablaba de estos conjuntos urbanos o unidades habitacionales a gran escala como la solución; México entonces, copiaba el modelo y lo implementaba en la zona central de la capital. Lo nuevo de este complejo era el "manejo distinto de los bloques modulares que recomponía la imagen arquitectónica" (Jácome, 2009, p. 89), que se construiría sobre terrenos inhóspitos poblados de vecindades y tugurios y otras construcciones que evidenciaban la pobreza y la miseria de la población de la ciudad, población que fue reubicada para dar paso a familias de la clase media trabajadora del país y con ello lograr la "regeneración urbana" (aunque algunos edificios pequeños se destinaron a familias de trabajadores con ingreso de salario mínimo y otros para trabajadores con mayor nivel socioeconómico, estos se ubicaron del lado del Paseo de la Reforma, que es la avenida más elegante de la Ciudad). De las 50 mil personas que habitaban estos terrenos, la "herradura de tugurios", que supuestamente serían de las que ocuparían los nuevos departamentos, solo unas pocas lo hicieron, ya que no tenían ingresos económicos suficientes, motivo por el cual fueron desplazadas hacia Iztapalapa, una de las periferias baratas, lejanas e inhóspitas de aquel entonces.

La "herradura de tugurios", segͺn Pani, impedía el crecimiento sano de la ciudad, las condiciones de vida miserables y hacinadas, darían paso a un moderno macro conjunto urbano con áreas verdes y servicios para la población, y con una mayor densidad habitacional que permitiría alojar a muchas más familias que al mismo tiempo gozarían de servicios urbanos, áreas verdes y de esparcimiento.

En este Conjunto Urbano, Mario Pani logró rescatar e integrar al paisaje elementos preexistentes y en combinación con la modernidad de los edificios habitacionales, dieron lugar a la singular Plaza de las Tres Culturas, siendo ésta lo más distintivo del paisaje de Tlatelolco y uno de los atractivos turísticos de la Ciudad de México (Imagen 2).


Imagen 1
. Promocional de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco
Fuente: obtenida del Centro Cultural Universitario de Tlatelolco

 


Imagen 2
. Plaza de las Tres Culturas. Se observa parte de la zona arqueológica, el templo de Santiago y detrás, uno de los edificios del Conjunto Habitacional (lado izquierdo) y el ex convento ahora biblioteca (lado derecho)
Fuente: archivo propio

El conjunto urbano ha sido protagonista de acontecimientos relevantes tanto para el país como para la Ciudad de México, que se consideran fundamentales para el surgimiento de la sociedad civil en México y para el tránsito de un sistema político de partido ͺnico a un sistema multipartidista comprometido con la democracia: el movimiento estudiantil del 68, al ser la Plaza de las Tres Culturas escenario de la matanza de civiles a manos de la policía y el ejército, que dio por concluido el movimiento; y los sismos de 1985, pues Tlatelolco fue uno de los lugares más devastados, el edificio Nuevo León, se colapsó, y con ello se resquebrajaba uno de los símbolos de modernidad, desarrollo y prosperidad de la Ciudad de México (Toscana, 2010).

Al hablar de Tlatelolco, invariablemente viene a la mente el Movimiento Estudiantil del 68, acontecimiento cuyo recuerdo impregna la Plaza de las Tres Culturas. Este movimiento es uno de los episodios más relatados de la historia reciente del país y en especial de la Ciudad de México. El momento más visible dentro del movimiento es el 2 de octubre de 1968, precisamente en la Plaza de las Tres Culturas, en donde un fuego cruzado acabó con la vida de muchos manifestantes y el movimiento fue reprimido. Ese día fue la culminación de la creación de un ambiente construido en los meses previos de satanización contra el movimiento estudiantil y contra la paranoia comunista, así se justificó la represión del 2 de octubre y de los días que siguieron. Los Juegos Olímpicos del 68 estaban a días de ser inaugurados y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido hegemónico que llevaba en el poder desde la Revolución, no permitiría que se pusiera en duda en el plano internacional su imagen autoconstruida, así que el presidente Díaz Ordaz (1964-1970) optó por reprimir contundentemente el movimiento estudiantil.

El movimiento del 68 ha sido descrito como un punto de quiebre entre el milagro de mediados del siglo XX y un periodo de crisis generalizada en las ͺltimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI; se ha interpretado también como el principio del fin de la hegemonía del PRI, el nacimiento heroico de una nueva izquierda, y el inicio de una prolongada transición a la democracia electoral, también ha sido interpretado como una instancia de anagnórisis, cuando aquellos que presenciaron los acontecimientos represivos ese 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, "se dieron cuenta de la extensa magnitud del lado obscuro del milagro mexicano" (Walker, 2014, p. 71). Pero los frutos del movimiento solo pueden apreciarse al paso de los años, así como el reconocimiento oficial a las víctimas de la matanza y a la represión, mismos que se plasman en el paisaje en el memorial del 68 en la Plaza (1993) y el Centro Cultural (abierto al pͺblico desde 2007). El movimiento ha sido motivo de estudio y debate y de obras artísticas, y gracias a ello ha sido posible mantenerlo en la memoria y vincularlo fácilmente al paisaje mediante fotografías y filmaciones del mitin del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas que han circulado en diversos ámbitos a lo largo de las ͺltimas décadas.

Años más tarde, Tlatelolco volvería a cobrar visibilidad debido a otra tragedia. El sismo de 1985, que es el mayor desastre asociado a un fenómeno natural en la Ciudad, imprimió su huella en el paisaje: varios edificios sufrieron daños y posteriormente tuvieron que ser demolidos. Pero el mayor daño fue el colapso del edificio Nuevo León, que se atribuyó a la falta de mantenimiento que debía proporcionar el Estado, en su lugar existe hoy en día una pequeña plazoleta con un reloj de sol que señala la hora en que sucedió el sismo (7:19 AM). Cerca de 500 cadáveres fueron recuperados de los escombros del edificio, de ellos, solo 189 fueron identificados, a los demás nadie los reclamó, ya que perecieron familias completas(7). A un lado del reloj se encuentra un memorial a dichas víctimas y agradecimiento a quienes colaboraron en la bͺsqueda y rescate de personas, y un busto en honor a la participación del tenor Plácido Domingo en dichas labores.

En los días, semanas y meses que siguieron al sismo, los reflectores siguieron enfocando a Tlatelolco, ya que el hecho de que fuera una unidad habitacional construida y administrada por el Estado y que hubiera sufrido grandes daños, igual que otros edificios habitacionales y educativos también construidos por el gobierno, sacaba a la luz la corrupción gubernamental(8). Durante la reconstrucción, este conjunto urbano también fue importante, ya que desde antes de los sismos existían organizaciones vecinales que dieron lugar a la Coordinadora ͚nica de Damnificados (CUD), organización que logró la reconstrucción de más de 80 mil viviendas colapsadas o dañadas in situ, lo que evitó las reubicaciones masivas en las periferias de la ciudad como suele suceder en casos de desastre, y posteriormente a la Asamblea de Barrios (AB), organización que heredó el capital político y social de la CUD y que continuó varios años más la lucha por la vivienda en la Ciudad de México, llegando a ser hasta la actualidad una fuerza político-electoral de izquierda con un peso considerable.

A pesar de la fuerza vecinal en este proceso de reconstrucción, muchas familias abandonaron Tlatelolco después del sismo, el precio de los departamentos se depreció, aunque los edificios fueron reparados, una ola de temor rodeó a Tlatelolco y familias de menores ingresos y con otros perfiles socioeconómicos se incorporaron a la unidad, atraídas por la oferta y la magnífica ubicación del conjunto.

Los complejos urbanos de este tipo dejaron de construirse. Además la crisis económica y el cambio de modelo de desarrollo económico de la década de los años 80 también contribuyeron a terminar con este modelo de vivienda social.

México Contemporáneo

Actualmente el paisaje de Tlatelolco muestra signos de deterioro, por ejemplo, el cine, que antaño transmitiera obras fílmicas de gran calidad, cerró sus puertas desde hace más de 15 años, cuando se fue a la quiebra, y ahora en él vive un grupo de indigentes. La crisis económica, la ruptura social y la delincuencia, han dejado su huella en los barrotes que se observan en todas las ventanas de los departamentos de los pisos bajos. La expresión de las bandas juveniles se aprecia en los grafitis que hay en las paredes de los edificios. El ambulantaje y los mendigos están colonizando la salida de la estación del metro Tlatelolco. Sin embargo, en un intento por revertir el deterioro, se ha instalado un centro cultural en el antiguo edificio de Relaciones Exteriores que intenta, desde 2007, revitalizar la zona y dar opciones a los jóvenes para alejarlos de los vicios: El Centro Cultural Universitario Tlatelolco es un complejo multidisciplinario dedicado a la investigación, estudio, análisis y difusión de los temas relacionados con el arte, la historia y los procesos de resistencia. Promueve la formación cultural de la comunidad inmediata, de los universitarios y del pͺblico en general, concebidos como agentes de interacción participativa con la Universidad Nacional Autónoma de México. Hay proyectos vecinales que también promueven la vida comunitaria, por ejemplo el huerto de herbolaria en la tercera sección y el taller de composta en la segunda sección.

No obstante el deterioro que pueda tener la unidad habitacional que está por cumplir 60 años, se revitaliza como parte del proceso de renovación del centro de la ciudad, ya no es el margen norte de la ciudad ni el límite que albergaba a los sectores más pobres y marginados, ahora su posición es céntrica y muy ventajosa: dos de las principales avenidas de la ciudad la rodean, Insurgentes y Reforma, tiene estación de metro y tres estaciones de Metrobͺs, que garantizan su conectividad y todo tipo de servicios.

Resultados

Para el caso en estudio, las cinco acciones señaladas por Claval (1999) en el apartado metodológico están dadas:

» Tlatelolco se reconoce como el lugar en donde nace México.

» Desde tiempos prehispánicos el paisaje se orientó conforme a la cosmovisión náhuatl y posteriormente conforme a la occidental.

» El lugar tiene marcas y huellas de las historias que han sucedido allí y que han sido rescatadas del olvido.

» La toponimia de la unidad recoge fragmentos de la historia nacional: retoma la raíz prehispánica (Nonoalco-Tlatelolco) y la fusiona con el nombre del presidente en cuyo mandato se construyó (Adolfo López Mateos, 1958-1964), y retoma en sus tres secciones periodos de la historia de México (Independencia, Reforma y Repͺblica).

» Ha pasado además por un largo proceso de institucionalización mediante el cual se reconoce su pasado histórico a través de los siglos y a la vez, su importancia en el México actual.

El paisaje en Tlatelolco ha sido humanizado desde el siglo VII y desde entonces se ha ido configurando a partir de la huella que han dejado los diversos procesos históricos y relaciones de poder que ahí han incidido; siendo así el paisaje una síntesis visual del tiempo en el espacio. Los elementos que componen el espacio tienen diferentes usos, funciones y significados, que informan sobre los grupos que construyen y usan el espacio. El Esquema 1 y el Mapa 1 sirven para ilustrar estas ideas.


Esquema 1
. Periodos históricos y elementos del paisaje que persisten en la actualidad
Fuente: elaboración personal


Mapa 1
. Reconstrucción del paisaje de Tlatelolco
Fuente: elaboración personal sobre la base del INEGI (2010), documentos señalados en el apartado metodológico y trabajo de campo.

Hoy, el paisaje en Tlatelolco tiene elementos y huellas de diferentes periodos históricos y acontecimientos que han sido resignificados:

» Zona arqueológica: es un vestigio de la civilización Tlatelolca que sufrió el embate de los conquistadores españoles. Es el lugar de la batalla entre Cuauhtémoc y Hernán Cortés ocurrida el 8 de agosto de 1529, la cual es descrita así en la placa conmemorativa que ahí se localiza: "ni derrota ni triunfo, fue el doloroso nacimiento de la nación mexicana". Este es el lugar al que se atribuye el nacimiento de la nación mexicana y sobre él se construye la unidad habitacional más grande del momento en toda América Latina para las clases medias, para los mestizos.

» Iglesia de Santiago: asentada sobre la ciudad indígena, se alza como símbolo de la cultura occidental que se introduce y se impone, creando así nueva sacralización del espacio, y una impresión en el espacio de la ideología dominante. Tanto el templo como el Colegio de la Santa Cruz que también se edificó, manifiestan las relaciones de dominación de la cultura occidental sobre la indígena y así se materializa la usurpación del territorio indígena. Hoy en día, el convento funge como la Biblioteca de la Secretaría de Relaciones Exteriores, institución con presencia en la zona.

» El Conjunto Urbano: representa la modernidad urbana. El Estado se impone no solo con la construcción de la unidad sobre los tugurios, sino otorgándole el nombre del presidente en turno y de los períodos de la historia a las tres secciones que la integran, reconociendo la raíz indígena e imprimiéndola en el nombre Nonoalco-Tlatelolco. Al construir conjuntos urbanos o unidades habitacionales moldea a la población con nuevas formas de habitar la ciudad: una alta densidad de población rodeada de áreas verdes, comercios y servicios, en lugares céntricos, o sea, con lo necesario para la vida urbana moderna, alejada de las costumbres rurales de casas unifamiliares en espacios donde tener milpas y animales domésticos. El Conjunto Urbano representa una forma de poder estatal de construir ciudad y ciudadanos. Es una muestra de la capacidad del Estado benefactor que busca el progreso de las clases medias. Manifiesta la visión urbana del Estado. La construcción de Tlatelolco no solo fue material sino también simbólica, al anunciar, con apoyo de los medios de comunicación masiva, que estos complejos funcionales resolverían gran parte de los problemas urbanos. Las torres representan la "institucionalidad" del Estado mexicano surgido de la Revolución de 1910. No en vano, el conjunto incorpora en su nombre el del presidente Adolfo López Mateos (Conjunto Urbano Presidente López Mateos Nonoalco-Tlatelolco) y sus secciones hacen referencia a la historia de México (Independencia, Reforma y Repͺblica).

El Conjunto Urbano Nonoalco-Tlatelolco simboliza la igualdad de oportunidades en las clases medias, pues en su origen aglutinó trabajadores de medios y altos sueldos, se puso la técnica de la construcción y las ideas más modernas al servicio de estas clases sociales. Pero al mismo tiempo, fue una forma de luchar contra los tugurios, y la población de bajos recursos. De este modo, la arquitectura del conjunto urbano funcionó como una política del Estado para ordenar el territorio que proyectaba los nuevos valores urbanos.

Las dos torres reflejan las aspiraciones y anhelos de la clase gobernante de aquellos tiempos: la torre de Banobras, torre insignia, con gran altura y forma triangular, denota una forma diferente de pensar los edificios pͺblicos; por su parte, la torre de Relaciones Exteriores dentro de este gran conjunto urbano, es la imagen de México frente al mundo, una imagen moderna.

Estos tres períodos caracterizan la Plaza de las Tres Culturas, uno de los atractivos de la Ciudad de México, ubicada en la tercera sección, la destinada a las familias de ingresos más altos. A un lado de la plaza está el Jardín de Santiago Tlatelolco, que data de la época de Porfirio Díaz (1876-1911), y que fue incorporado y remodelado por Pani al diseño del Conjunto Urbano para proveerlo de más áreas verdes. El jardín es una réplica del jardín San Marcos de la ciudad de Aguascalientes, donde nació el arquitecto.

En la tercera sección de la unidad se encuentran los tres memoriales que refieren a la muerte: el de la Conquista, el de1968 y el de 1985. Destaca por encima de los otros dos el de 1968, aun cuando fue el episodio con menor nͺmero de muertos, pero implica el reconocimiento oficial del genocidio negado durante años por el Estado. El peso que recibe el 68 se ve también en el museo dedicado a este momento histórico. Y aquí retomamos lo que dice Claval al respecto: "Se acaba de comprender la lógica de los grupos interrogándose también por el lugar otorgado a los muertos y sobre todo cuanto se considere como marca del pasado sacralizado" (Claval, 1999, p. 263).

El memorial de 1985 se acompaña del reloj de sol y del busto de Plácido Domingo: recuerdan los terremotos del 19 de septiembre de 1985, de la fragilidad de la vida y las construcciones ante las fuerzas de la naturaleza, de la corrupción del gobierno, pero también de la grandeza humana. El terremoto recordó que incluso en los paisajes tan humanizados como este, las fuerzas de la naturaleza tienen injerencia en su modelado y se lee en la inscripción del memorial in situ un fragmento del poema de Nezahualcóyotl, Cantos floridos y de amistad: "... la tierra tembló y esos nuestros cantos y estas nuestras piedras ya son nuestra mortaja", y se dedica: "A la humanidad nuestro reconocimiento de amor y gratitud, 1985-1995".

Conclusiones

El paisaje de Tlatelolco permite ver de manera empírica cómo éste puede entenderse como un palimpsesto, en donde convergen elementos de épocas pasadas que se han conservado hasta ahora mediante su refuncionalización, y elementos de origen reciente que ponen de manifiesto las necesidades, expectativas y funciones de la sociedad actual.

Las rugosidades estéticamente refuncionalizadas y resignificadas, en parte gracias al trabajo del arquitecto Mario Pani, son evidencia del origen antiguo de este paisaje que a la vez cuenta con elementos contemporáneos: grandes avenidas, sistemas de transporte, huertos urbanos; por lo que se afirma su carácter transtemporal, producto de la obra de diferentes generaciones.

La lectura del paisaje en "capas arqueológicas" a través de las formas visibles, como sugiere Claval (1999), permite observar órdenes funcionales fosilizados. Por ejemplo, a partir de los vestigios arqueológicos se han conocido rasgos de la organización urbana y social y de la configuración territorial prehispánica.

Tlatelolco, especialmente la Plaza de las Tres Culturas, se convirtió en un objeto de contemplación valorado por motivos estéticos con significados histórico-culturales. Los elementos del pasado son conservados y valorizados por la cultura del presente pero adquieren una nueva funcionalidad: la ciudad prehispánica es ahora una zona arqueológica con un museo, el convento es una biblioteca, la iglesia se sigue utilizando para ceremonias religiosas actuales.

En este paisaje destacan las referencias a la muerte, a la violencia bajo la que se ha ido construyendo y transformando el país. Inicialmente con la matanza de indígenas para dar pie al periodo colonial; después con las víctimas de la represión del Movimiento del 68 y por ͺltimo con los muertos del edificio Nuevo León tras el sismo de 1985, desastre político y social, mucho más que natural. Estos dos ͺltimos acontecimientos considerados relevantes para la formación de la sociedad civil de la ciudad de México. Los memoriales a la muerte reflejan la importancia que se le da a cada uno de estos acontecimientos: mientras que en el de 68 se señalan los nombres de los caídos, el del 85 es muy impersonal. Además, el acontecimiento del 68 se recupera también el Centro Cultural de Tlatelolco. Entonces, hay tres señalamientos a la muerte colectiva en este paisaje: en batallas por dominio de una civilización sobre otra; como víctimas de la protesta social; y como mártires del Estado por el colapso del edificio Nuevo León.

A partir del estudio del paisaje en Tlatelolco, como un espacio con multiplicidad de funciones, se puede confirmar que se trata de un paisaje con variadas huellas culturales y de procesos históricos que lo configuran actualmente. El estudio de los paisajes desde la Geografía cultural aporta elementos sobre la mediación por la que los grupos humanos garantizan su conquista del espacio y al mismo tiempo sufren su influencia. Pero también permite ver cómo el paisaje tiene connotaciones culturales, que como señala Nogué (2007), nos hablan del pasado, del presente e incluso del futuro: por ejemplo, en el ahora Centro Cultural, que antiguamente fuera la Torre de Relaciones Exteriores, se presenta una exposición permanente sobre el Movimiento del 68 que entre sus fines está el que las nuevas generaciones conozcan y no olviden los trágicos acontecimientos.

El caso de Tlatelolco permite observar cómo los paisajes se van construyendo a partir de las formas culturales vigentes que se van sobreponiendo unas a otras; cómo los paisajes funcionan y se refuncionalizan para satisfacer necesidades y deseos actuales; cómo se crean, se destruyen y se transgreden, y cómo en ellos se observan también manifestaciones de las relaciones de poder.

Notas

(1) La palabra "tianguis" viene del náhuatl iānquiz(tli), significa mercado y ha existido en Mesoamérica desde la etapa prehispánica.

(2) Término en náhuatl para designar a los gobernantes de las ciudades.

(3) En el Códice del Tecpan de Santiago Tlatelolco (1575-1581) se detalla la reconstrucción del Tecpan.

(4) La idea era separarlos de los delincuentes consagrados y en vez de aplicarles el castigo corporal que implica la cárcel, aplicarles una "política social" de rehabilitación.

(5) Se trata del movimiento estudiantil mexicano, similar a los de Paría y Praga. El movimiento pedía libertad para los presos políticos, eliminación del artículo 145 del Código Penal, abolición de la policía antimotines, renuncia del jefe de la policía de la Ciudad de México, indemnización para las víctimas de represión y juzgamiento de los responsables de la misma.

(6) Pancho Villa (1878-1923) fue uno de los jefes de la Revolución Mexicana (1910-1920).

(7) Por los daños, otros edificios tuvieron que ser demolidos. En la segunda sección se demolieron cuatro edificios y en su lugar se construyó el ágora y el Jardín de la Paz. De la tercera sección se demolieron siete.

(8) En la unidad Nonoalco-Tlatelolco, 23 edificios sufrieron daños graves pero solo el Nuevo León se colapsó. La razón se debe a la falta de mantenimiento de los cimientos, que requerían mantenimiento cíclico desde su construcción. Además, el edificio Nuevo León de 288 departamentos, contaba con 68 cuartos de azotea, en los cuales vivían de 6 a 8 personas por cuarto, lo que le agregó aͺn más peso al edificio, que no estaba calculado en su diseño original. Tlatelolco fue construido con capital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, de Fondo Nacional de Habitaciones Populares y con subsidios del gobierno federal.

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