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Argos

versión On-line ISSN 1853-6379

Argos vol.33 no.2 Bahía Blanca dic. 2010

 

IN MEMORIAM

Semblanza de Carlos Alberto Ronchi March

 

Ochenta y ocho años de pasión. Pasión es lo que ponía el Profesor Ronchi en todo lo que hacía. Detrás de la contención de su proceder cuidadoso y cortés, en cada conversación se descubría el ardor por el tema que trataba. A tal punto que era capaz de quedarse, portafolios en mano, narrando experiencias a su esposa Elsa, ni bien retornado al hogar.

El 22 de febrero había cumplido esa edad. No llegó a ver el inicio del Bicentenario, porque falleció el domingo 23 de mayo. A pesar del cansancio de los años y de los problemas que habitualmente ellos acarrean, su charla seguía siendo firme. Reflexivo, analizaba todo con tanto detalle que a veces se hacía indeciso en pequeñeces. Vivía rodeado de libros en su refugio de Longchamps, siempre interesado en las novedades pero memorioso de los grandes hitos, no solo de la literatura sino también de la bibliografía y especialmente de sus ilustres maestros, colegas y gente de la cultura. No hace mucho me pidió que le fotocopiara unos artículos, sobre la problemática de la lírica, que le interesaba ver; siempre estaba gustoso de recibir el gran obsequio de un libro.

Sus clases, desarrolladas a lo largo de cincuenta años en distintas sedes de la UBA, tenían no solo la virtud de mostrar su erudición y el amor por lo que hacía, sino la de despertar intereses y ofrecer orientaciones, más que presentar datos de manera sistemática. Con solo veinticuatro años de edad, gozando ya de una beca en Florencia, fue convocado por la Facultad de Filosofía y Letras para suceder a su maestro David Croce. Ganaría luego varias veces concursos docentes, por lo que fue titular de Lengua y cultura griegas IV y de Filología griega. Durante su larga estada en Hamburgo nació su hijo, a quien amó más allá de las palabras. La ciencia de Alemania siempre fue un modelo para él, pero supo aplanar las cimas alpinas que muchas veces quiebran el vínculo de aquella con su par peninsular, pues él valoraba profundamente la filología de los italianos. Giacomo Devoto y Giorgio Pasquali fueron maestros cuyos nombres, decires y anécdotas citaba frecuentemente; Carlo Alberto Mastrelli, quien hace pocos meses le dedicó un artículo-homenaje, Eugenio Coseriu, Bruno Gentili, Gabriel Bès, fueron colegas apreciados con los que mantuvo un trato constante; no menos los españoles Manuel Fernández Galiano, Martín Sánchez Ruipérez y Francisco Rodríguez Adrados.

Fundador del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, que presidió durante diez años, fue designado miembro de número de dicha Academia el 14 de junio de 1979 en el sillón Carlos Guido Spano, en el que sucedió a Francisco Luis Bernárdez. Su conferencia de recepción, realizada el 22 de abril de 1982, versó sobre "Dioniso y el dios de Delfos: la imagen de lo apolíneo en Grecia antigua", excelente discurso al que nunca dio una versión final para su publicación, tantas veces requerida: su perfeccionismo podía llevar a ocultar producciones de valor. Empero, fue autor de más de setecientos dictámenes sobre problemas del castellano en la Argentina y sobre vocabulario científico y técnico en nuestra lengua, preparados para la Academia Argentina de Letras, los cuales han sido publicados oportunamente en su Boletín y reunidos luego en cuatro volúmenes titulados Acuerdos acerca del idioma (Buenos Aires, 1984-1986). Precisamente estos intereses hacían que Ronchi tuviera reacciones ardorosamente apasionadas (de nuevo), toda vez que algún periodista fundaba sus argumentaciones en falsas etimologías. Publicó, además, artículos de filología griega en revistas especializadas. Su última aportación fue un breve estudio, aparecido dos meses antes de su fallecimiento, que dedicó como homenaje a su antigua colaboradora en el Departamento de Investigaciones Filológicas, la Profesora Amalia Nocito.

Representó a la Academia en encuentros internacionales celebrados en México, San Pablo, Puerto Rico, Caracas, Costa Rica, Montevideo, Madrid, Florencia; también representó al país en el congreso de la lengua realizado en Budapest. Fue asimismo miembro correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Nacional de Letras del Uruguay.

Su notable cultura y erudición sobre muy diversas disciplinas, la responsabilidad y compromiso con que emprendía sus tareas, lo valioso de sus logros, lo hicieron merecedor de variados premios: la Medalla de Oro del Colegio Nacional de Buenos Aires por su semblanza sobre Sarmiento; el premio Antonio Lamberti de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA; la Medalla Cultural de Oro, otorgada por el Gobierno de Italia; el Diploma de Honor, por Venezuela; el Premio Platino en Filología y Lingüística, concedido por la Fundación Konex; la condecoración de la Orden de Honor, por parte del Gobierno de Grecia. Una vez retirado de la docencia regular, la Universidad de Buenos Aires lo nombró Profesor honorario en 1996. Fue miembro del directorio de EUDEBA (1965-1966), concretó convenios en representación de la UBA ante las Universidades de Oxford y de Atenas (1981), dictó conferencias en las Universidades de Heidelberg, Munich, Hamburgo, Bonn y Florencia. Actuó durante dos semestres como profesor invitado-visitante en la Universidad de Heidelberg, donde entonces trabó contacto con el eminente filósofo Hans Georg Gadamer y otros grandes; en la Academia de Ciencias de Göttingen tuvo trato con el premio Nobel Werner Heisenberg. En el ámbito de nuestro país, fue designado Profesor honorario de la Universidad Nacional de San Juan y se desempeñó como asesor de varias publicaciones específicas de su campo de estudio.

Su carrera como investigador científico lo llevó a la categoría de Investigador Principal en el CONICET, donde además desempeñó tareas de gestión, defendiendo siempre en ese ámbito el merecido lugar que la filología, la lingüística y la literatura deben tener entre las ciencias humanas, tema que retomó, en septiembre de 2009, en un discurso que envió a la Academia Argentina de Letras.

Entre esas apasionadas palabras dijo "He sido durante toda mi vida y siento que lo sigo siendo, a pesar de la disminución que entrañan los altos años, un profesor de alma". A esa alma tan generosa y a la vez conflictuada por su insaciable aspiración a lo perfecto, dedicamos este recuerdo, humilde homenaje al que, seguramente, adherirán otros discípulos que tuvieron la valiosa experiencia de conocer las ricas facetas de la personalidad de Carlos A. Ronchi March.

Pablo A. Cavallero

UBA-CONICET

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