Editorial

El trigésimoquinto número de Argos -que tengo el placer de presentar- nos ha deparado, a quienes venimos ocupándonos de la elaboración de la revista, una grata sorpresa: la necesidad de agregar unas cuantas páginas a las ya abundantes del volumen precedente; tantas y de tal calidad han sido las colaboraciones recibidas. De mantenerse esta afluencia, probablemente pronto tengamos que anticipar el plazo de recepción.

Esto habla, por un lado, del crecimiento de Argos en la consideración de los investigadores en estudios clásicos (sobre todo, como es natural, de los argentinos); por otro lado, del firme progreso de los estudios clásicos en nuestro país, a despecho de la posición absolutamente marginal que ocupa la enseñanza del latín y del griego en el sistema educativo argentino.

Aludo a esta situación paradójica, en primer lugar, porque me parece encomiable el esfuerzo que realizan tantos investigadores de nuestras disciplinas en un contexto que no es precisamente favorable (especialmente para los más jóvenes); en segundo lugar, porque creo que la cuestión de la enseñanza del latín y del griego en nuestra educación (su pasado, su presente, su futuro) merecería una atención particular, a la luz de esta "persistencia contra corriente" de nuestros estudios. Si la investigación sobre el mundo clásico sigue creciendo en la Argentina a pesar de que el estudio de las lenguas clásicas fue casi barrido de la enseñanza media y reducido al mínimo en la terciaria y universitaria, tal vez eso sea en sí mismo la prueba de que el conocimiento del mundo grecorromano (comenzando por sus lenguas) no era, en nuestro país, una herencia inerte de la que había que liberarse sino un patrimonio necesario que debía en cierto modo redescubrirse y renovarse. ¿Y si esto fuera así, no habrá llegado el momento de que los docentes e investigadores del mundo clásico pongamos un poco más la mirada en lo que nuestras disciplinas pueden todavía ofrecer a una educación general en evidente crisis?  Por lo pronto las páginas de Argos recibirán con beneplácito colaboraciones relacionadas con esa vasta y difícil temática.

En virtud de esta notable afluencia que estoy destacando y de la excelente labor realizada por los evaluadores -que en muchos casos no se han limitado a aprobar o desaprobar sino que han hecho aportes significativos para mejorar el material evaluado- Argos está funcionando como una verdadera palestra de estudios clásicos. Vaya entonces un sincero agradecimiento a todos los colaboradores y a todos los evaluadores, con quienes estamos transitando esta estimulante experiencia.

Otra significativa novedad: en este número inauguramos la sección de "Notas breves", que hasta el momento no había resultado convocante. Es de esperar que esa sección vaya engrosándose con el aporte de muchos otros colegas.

Este volumen incluye, además, un extenso artículo de Paolo Fedeli, quien ha tenido la gentileza de concedernos un adelanto del comentario al libro 4 de Propercio en el que está trabajando por estos días; un gesto que nos honra.

En la sección de "Semblanzas" hemos incluido, por primera vez, la de un extranjero, que fue, además de ilustre estudioso, amigo de la Argentina, Geza Alföldy. Ampliamos entonces el criterio de esa sección, para dar cabida no sólo a los colegas argentinos fallecidos, sino también a aquellos extranjeros que contribuyeron al desarrollo de los estudios clásicos en nuestro país. También aquí esperamos nuevas colaboraciones, pues todos sin duda recordamos a otros maestros que nos han dejado su afecto y su enseñanza.

Esta confluencia de grandes maestros, de investigadores experimentados y de jóvenes investigadores, en la que cada uno pone lo suyo para lograr un fruto común, es el ideal que perseguimos y al que esperamos acercarnos un poco más en cada número.

Arturo R. Álvarez Hernández