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Argos

versión On-line ISSN 1853-6379

Argos vol.36 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

ARTÍCULOS

Coqui plautinos: el cuerpo subalterno como amenaza

Viviana Diez

Universidad de Buenos Aires

vividiez@yahoo.com

 


Resumen

Este trabajo se propone examinar algunas características de la máscara del coquus en el corpus plautino. En primer término, se estudia el modo en que este personaje, a partir de las referencias al castigo físico y a la pasividad sexual, es construido como un cuerpo subordinado al servicio de otros. Luego, se consideran sus apariciones como ladrón y como proveedor de placeres corporales. Proponemos que la forma en que los cocineros son representados en la palliata de Plauto pone en evidencia el vínculo que la axiología republicana establece entre actores sociales subalternos, corporalidad y amenaza a los mores maiorum.

Palabras clave. Plauto; Coquus; Subaternidad; Cuerpo; Axiología.

Abstract

This paper examines some characteristics of the coquus mask in the plautine corpus. First, we study how this character, from references to physical punishment and sexual passivity, is built as a subordinate body to the service of others. Then, we consider his appearances as a thief and a provider of bodily pleasures. We propose that the way cooks are represented in Plautus' palliata shows us the link established by Republican axiology between subaltern social actors, body and threat to mores maiorum.

Keywords. Plautus; Coquus; Subalternity; Body; Axiology.


 

La palliata, género teatral de un alto grado de codificación, presenta un sistema de personajes que se estructura sobre la atribución de rasgos estables a cada uno de ellos, fácilmente reconocibles para el público. En dicho sistema, pueden identificarse al menos dos grupos: uno conformado por aquellos imprescindibles para el desarrollo de la trama (como el seruus, el senex o el adulescens) y otro, por los que se suelen denominar roles menores, entre los que se encuentra el coquus, en el que nos centraremos. La mirada habitual de la filología sobre esta máscara es la que encontramos, por ejemplo, en González Vazquez (2004: 59-60), que plantea que es un rol menor cuyo aporte dramático consiste en contribuir al tono risueño, a partir del uso de la comicidad gestual que implica su aparición en escena, siempre ligada a la presencia de utensilios, cacharros, cestas de comida, que aportan gran dinamismo y colorido a la acción. Sus intervenciones generan risa, interrumpiendo brevemente el desarrollo del argumento y también ayudando a la caracterización de otros personajes, como sucede, por ejemplo, con Congrión y Ántrax, que, en un pasaje de Aulularia (vv. 296-320), establecen un contrapunto con el seruus Pitódico con el objetivo de ridiculizar la avaricia del viejo Euclión, al mismo tiempo que la describen a través de hipérboles. En general los eruditos han analizado su aparición en función de problemas textuales o lucubraciones sobre el funcionamiento de las compañías teatrales (Conrad 1918) o se han centrado en el examen de las continuidades y rupturas respecto del modelo de la comedia griega (Lowe 1985a; 1985b), por ser este un personaje con claros antecedentes en el corpus conservado de la néa. Si bien la relación con el mageirós es indudable, su reelaboración, como es habitual en la poética del Sarsinate, adopta una variedad de formas, que merecen ser exploradas en sí mismas y en función de su contexto de representación1.

Más allá de estas posturas críticas, que han privilegiado el examen de la función dramática general de los cocineros y de sus antecedentes helénicos, proponemos un análisis que atienda a la especificidad de la composición plautina de la máscara que nos ocupa y a la vinculación de los rasgos que esta reviste con el contexto sociocultural de la práctica teatral de la que forma parte2. En este sentido, consideramos que el modo de representación de nuestro personaje en la palliata plautina retoma y reelabora cómicamente la forma en que la cultura romana republicana construye la identidad de los actores sociales subalternos. Así, el examen de los elementos que se conjugan en dicha representación nos permite acceder a la axiología que opera en el vínculo scaena/cavea y que conforma el marco ideológico en el que se desarrolla este acontecimiento artístico.

En nuestra opinión, la construcción de la figura del coquus, tal como sucede en el caso del servus o de la meretrix, se organiza en torno a la puesta en primer plano de su identificación como cuerpo al servicio de otros, rasgo que, en el sistema de valores referido, se constituye en marca de subordinación y marginalidad. A su vez, esta posición de alteridad resulta potencialmente amenazante, como vemos a partir de dos formas de aparición en el corpus plautino de la dramatis persona que nos ocupa y que son las que consideraremos en este trabajo: por un lado, su caracterización como ladrón y, por otro, su condición de agente competente en las cuestiones asociadas a la satisfacción de los apetitos corporales, cuya peligrosidad reside en la posibilidad de que sus acciones desencadenen la inobservancia de los mores maiorum3. En otras palabras, sostenemos que existe una correspondencia entre la ubicación subordinada del cocinero, el rol constitutivo de la corporalidad en la definición de su identidad y el carácter antimodélico de su comportamiento y de las acciones que promueve en otros.

Examinaremos en primer término los elementos a partir de los que se organiza la representación de nuestro personaje como marginal, luego nos ocuparemos de la vinculación entre su oficio y el latrocinio -tal como puede verse en Aulularia, Pseudolus y Casina- y por último revisaremos su aparición como dispensador de placeres sensoriales en Menaechmi y Mercator, que son aquellas comedias en las que, a nuestro criterio, esta función se hace más evidente4.

El coquus: un cuerpo subordinado

La condición de subalternidad atribuida al coquus se advierte tanto en los testimonios de la comedia como en otras referencias a este oficio. Veamos un ejemplo de estas últimas en el siguiente pasaje ciceroniano, donde se explicita su indignidad5:

Inliberales autem et sordidi quaestus mercennariorum omnium, quorum operae, non quorum artes emuntur; est enim in illis ipsa merces auctoramentum seruitutis. [...] Opificesque omnes in sordida arte uersantur; nec enim quicquam ingenuum habere potest officina. Minimeque artes eae probandae, quae ministrae sunt uoluptatum: "Cetarii, lanii, coqui, fartores, piscatores" ut ait Terentius; adde huc, si placet, unguentarios, saltatores, totumque ludum talarium. (Cic. Off. 1. 150)

Indignas y despreciables en un hombre libre son las ganancias de los asalariados, a quienes se les paga por su esfuerzo y no por su habilidad. En efecto, en ellos la paga es un contrato servil. [...] Todos los artesanos se ocupan de una actividad despreciable; en efecto, nada digno de un hombre libre puede hallarse en un taller. No deben ser tampoco aceptados aquellos oficios que suministran placeres: "vendedores de pescado, carniceros, cocineros, embutidores y pescadores", como dice Terencio, y añade a estos, si quieres, los perfumistas, los bailarines y todo el juego de azar. (Traducción propia)

Como vemos, dada su ocupación, estos mercennarii son descriptos por oposición a una élite y constituyen una alteridad definida por el uso que imperiosamente deben darle a su cuerpo: por un lado, servirse de él para asegurarse la subsistencia por medio del trabajo físico o manual, por otro, atender a las necesidades corporales del grupo dominante (tanto las básicas, como la alimentación, cuanto las derivadas de su posición de privilegio, como, por ejemplo, las demandas sexuales). Dicha élite, por su parte, se caracteriza por una condición esencial: su relación con el cuerpo es diferente a la de los sujetos marginales, puesto que no necesitan recurrir a él para sobrevivir. En consecuencia, todos aquellos que sí se valen de su cuerpo para sostenerse día a día conforman el conjunto de la sociedad romana que debe ser dominado por legítimo derecho, pues la relación con el propio cuerpo determina la relación con el cuerpo de los otros. Frederick (2002) conceptualiza esta operación a partir de la noción de penetrabilidad, que define como la intrusión de la experiencia de lo corporal en el sujeto racional y que puede darse no solo como sufrimiento físico o violencia sexual (las formas más habituales en que el cuerpo puede ser penetrado, por los golpes o por una relación genital intrusiva), sino también por la vivencia de sensaciones, como el placer, el apetito, el agotamiento o el dolor, que reducen al sujeto a la mera experiencia y llegan a anular o reducir la capacidad discursiva y el discernimiento moral. Así, dentro de un cuerpo social que presenta diversos grados de penetrabilidad, los varones de los sectores dominantes son impenetrables por definición, por un sistema normativo que hace a sus cuerpos intangibles para otros y que encuentra parte de su justificación en esa relación de dominio que estos sujetos nucleares6 son capaces de mantener con su propia corporalidad. En otras palabras, en el caso de estos actores sociales, las funciones biológicas y los apetitos son siempre controlados y nunca imponen su materialidad en el hambre, el cansancio o el deseo, como sí lo hacen en todos aquellos que encuentran en el uso del cuerpo su posibilidad de subsistencia7.

En relación con estas definiciones culturales, los coqui resultan individuos en los que la experiencia corporal es constituyente y está siempre en primer plano dado que no solo usan su cuerpo para vivir, sino que también, como señala Cicerón en De officis, son aquellos que con sus habilidades manuales suministran placer8.

La representación del cocinero que aparece en la palliata resulta coherente con la que hemos visto en el texto ciceroniano y con el funcionamiento jerárquico descripto por la crítica, en tanto este personaje se configura a partir de referencias a dos cuestiones que usualmente constituyen a los sujetos como meros cuerpos al servicio de las élites: las alusiones a la práctica sexual pasiva y al castigo corporal9. Ambas alcanzan su mayor desarrollo en Aulularia. El intercambio entre los cocineros, ya en su primera aparición, reviste connotaciones sexuales. Cuando el esclavo que los ha contratado les dice que dividan las provisiones para comenzar el trabajo, ellos contestan:

ANTH. Me quidem hercle, dicam <tibi> palam, non diuides;
si quo tu totum me ire uis, operam dabo.
CONG. Bellum et pudicum uero prostibulum popli.
post si quis uellet, te haud non uelles diuidi. (Aul. 283-286)

ANTH. Por Hércules, a mí desde luego, te lo voy a decir claramente, no me dividirás. Si querés que vaya entero a algún sitio, lo haré.
CONG. ¡Qué delicada y pudorosa, esta verdadera puta del pueblo! Seguro que si alguien quisiera, no te opondrías a dividirte
10.

El doble sentido de diuidere, señalado por Adams (1982: 151) como vocabulario descriptivo de los actos sexuales, da pie a Congrión para referirse a su compañero como prostibulum popli, una combinación de sustantivo y modificador que designa a las prostitutas de más baja condición11, que no son más que un cuerpo absolutamente penetrable.

Más adelante, el cocinero Congrión sale gritando de la casa: ita me miserum et meos discipulos fustibus male contuderunt. / totus doleo atque oppido perii, ita me iste habuit senex gymnasium (Aul. 409-410: "pues a mí, miserable, y a mis discípulos nos golpearon fuertemente con varas. Todo me duele y perecí completamente, pues este viejo me tomó como palestra"). Luego, refiriéndose al mismo hecho, le dice a su agresor (v. 422): ita fustibus sum mollior magis quam ullus cinaedus ("pues por las varas estoy más blando que un maricón") y cuando finalmente Euclión ha puesto su oro a salvo y accede a la preparación del banquete, el cocinero recuerda lo sucedido (v. 454): Temperi, postquam impleuisti fusti fissorum caput ("Justo a tiempo, después de que llenaste mi cabeza de fisuras con la vara"). Vemos aparecer prácticamente todos los elementos que se relacionan con el dolor físico habitualmente señalado en los esclavos, como el calificativo miser y el instrumento del castigo (fustis, en tres oportunidades), los verbos dolere y perire y la imagen de las heridas infligidas (fissorum caput). También encontramos una expresión metafórica que refiere al cuerpo, cosificándolo a partir de su identificación con un espacio para la práctica deportiva del boxeo. Por último, cabe señalar el pleonasmo (mollior magis) del verso 422, que asemeja el resultado de la paliza a la posición del afeminado (cinaedus), un caso que puede considerarse como un ejemplo de la asimilación de las diversas formas de penetrabilidad y de la consecuente puesta en primer plano del cuerpo, propia de la subalternidad12.

En las restantes apariciones del coquus las referencias al castigo corporal no son tan abundantes, pero están presentes. En Pseudolus, por ejemplo, se le dice al cocinero en dos oportunidades la expresión i in malam crucem (vv. 839 y 846) referida a la pena de crucifixión. Por su parte, Cilindro en Menaechmi expresa el temor a los golpes que recibirá por su demora en el verso 275: uae tergo meo. Cabe recordar que estos son enunciados que encontramos con alta frecuencia en boca de los esclavos13.

Furtificas manus: un cuerpo ladrón

Pasemos ahora a la construcción del coquus como ladrón, que se despliega, como hemos señalado, en Aulularia, Pseudolus y Casina. En primer lugar, repasaremos las veces que se lo menciona como fur o rapacida tanto por parte de quienes los contratan, como por parte de los cocineros mismos. En Aulularia, el seruus Pitódico se refiere, en el verso 370, con un apelativo humorístico a los que ha contratado (tantum rapacidarum, "banda de ladrones") y señala la identificación del oficio con el robo:

PYTH. sed uter uestrorum est celerior? memora mihi.
ANTH. Ego, et multo melior. PYTH. Cocum ego, non furem rogo. (Aul. 321-
322)

PYTH. Pero, decíme, ¿cuál de ustedes es más rápido? Recordámelo.
ANTH. Yo, y mucho mejor. PYTH: Pregunto como cocinero, no como ladrón.

En Pseudolus, se menciona el lugar de la contratación del cocinero en estos términos: Forum coquinum qui uocant, stulte uocant, / nam non coquinum est, uerum furinum est forum (vv. 790-791, "Quien lo llama foro de los cocineros, lo llama estúpidamente, pues no es el foro de los cocineros, sino el foro de los ladrones") y en Casina, se designa a Citrión con el vocativo fur (v. 720).

En cuanto a la manera de llamarse entre aquellos que ejercen el oficio, encontramos en Aulularia el intercambio de réplicas entre los coqui, en el que el insulto de incompetencia es respondido con la sospecha de delito, repetido dos veces y subrayado por expresiones como trium litterarum homo y trifurcifer, forma cómica atestiguada solo en Plauto14:

ANTH. Cocus ille nundinalest, in nonum diem solet ire coctum.
CONG. Tun, trium litterarum homo, me uituperas? fur.
ANTH. Etiam fur, trifurcifer. (Aul. 324-326)

ANTH. Ese es un cocinero de feria: suele ir a cocinar cada nueve días.
CONG. ¿Te atrevés a insultarme vos, individuo de seis letras? ¡Ladrón!
ANTH. Ladrón vos, seis veces ladrón
15.

Por su parte, en Pseudolus aparece lo que Lowe (1985b: 414) identifica como una novedad respecto de los mageiroi griegos: el mismo cocinero reconoce su hábito de robar (An tu inuenire postulas quemquam coquom / nisi miluinis aut aquilinis ungulis?, "¿Es que pretendés encontrar algún cocinero sin uñas de milano o águila?", vv. 851-852). En nuestra opinión, en esta última cita se hace evidente la relación corporalidad-latrocinio. El robo, es decir la violación de las normas, se configura a partir del cuerpo, ya que este es tanto el medio para concretar el daño (que se hace con las uñas o con las manos), cuanto la herramienta que puede evitar la posibilidad de sufrirlo, como veremos en Ps. 858-865. En el pasaje ya citado, se ponen en primer plano las manos del coquus que inevitablemente se dan al robo, como las garras de las aves de rapiña. También la breve aparición del cocinero en Casina remite a la operación física de apropiación de lo ajeno, al identificar a estos sujetos con los arbustos con espinas:

OL. Vide, fur, ut sentis sub signis ducas. CI. Qui uero hi sunt sentis?
OL. Quia quod tetigere, ilico rapiunt: si eas ereptum, ilico scindunt.
Ita quoquo adueniunt, ubi ubi sunt, duplici damno dominos multant.
(Cas. 720-722)

OL. Ladrón, procurá conducir tus arbustos espinosos bajo los estandartes.
CI. ¿Pero por qué estos son mis arbustos espinosos?
OL. Porque todo lo que tocan, enseguida lo atrapan; y, si vas a recuperarlo, enseguida te llenan de arañazos. Así, dondequiera que van, dondequiera que están, causan un doble perjuicio al amo que los emplea.

De modo complementario, la prevención de estas acciones también se define en términos marcadamente corporales. La forma que Balión concibe para salvaguardar los bienes amenazados consiste en una serie de acciones organizadas a partir de paralelismos en los movimientos de desplazamiento y ocupación del espacio que configuran una imagen visual potente, de marcado ritmo:

quoquo hic spectabit, eo tu spectato simul;
si quo hic gradietur, pariter progredimino;
manum si protollet, pariter proferto manum:
suom si quid sumet, id tu sinito sumere;
si nostrum sumet, tu teneto altrinsecus.
si iste ibit, ito, stabit, astato simul;
si conquiniscet istic, conquiniscito.
item his discipulis priuos custodes dabo. (Ps. 858-865)

Adonde mire él, mirá también vos; si se va a alguna parte, andá con él; si alarga la mano, alargá la mano también: si agarra algo suyo, dejáselo agarrar; si es nuestro lo que agarra, por la otra parte agarrálo vos. Si camina, caminá vos; si se para, paráte vos. Si se agacha, agacháte vos. También pondré un vigilante particular a sus pinches.

En este pasaje se genera una sensación de proximidad física que se constituye como la única manera de salvaguardar el patrimonio: oponer un cuerpo defensor, un custos, al cuerpo que con su sola presencia constituye una amenaza para los bienes materiales.

La otra forma de protección consiste en la desaparición de ese cuerpo temido. Esta variable se expresa en términos cómicos en los siguientes versos:

COQ. nam ego ita conuiuis cenam conditam dabo
hodie atque ita suaui suauitate condiam:
ut quisque quicque conditum gustauerit,
ipsus sibi faciam ut digitos praerodat suos.
BAL. Quaeso hercle, prius quam quoiquam conuiuae dabis,
gustato tute prius et discipulis dato,
ut praerodatis uostras furtificas manus. (Ps. 881-887)

COC. Porque yo les voy a servir hoy una cena tan exquisita y deliciosamente deliciosa que, cualquiera que pruebe cualquiera de mis platos, se va a comer los dedos.
BAL. Entonces, por favor, antes de servirle la cena a los invitados, probála vos mismo y dásela a tus pinches, para que se coman sus manos ladronas.

Aquí, además, se articulan en el coquus las referencias al cuerpo-ladrón (furtificas manus) y a la cena exquisita, otra forma de la corporalidad en primer plano. Nuestro personaje, que a partir de su oficio puede proveer placeres físicos, es capaz de provocar experiencias intensas del orden de lo sensorial -una comida tan exquisita en este caso-, que deriven en una intrusión de lo corporal en lo racional (lo que definimos anteriormente a partir del concepto de penetrabilidad). Dicha penetrabilidad, impropia del varón modélico, puede derivar en una peligrosa inobservancia de la norma, como veremos de manera más específica en el siguiente apartado.

Ahora bien, en lo que hace a la caracterización del coquus como ladrón, sin duda, Aulularia presenta una trama en la que este motivo resulta un elemento muy adecuado para la pintura del viejo avaro. ¿Qué más amenazante para Euclión que estos temibles invasores de su morada? Sin embargo, no existe una explicación similar, es decir de carácter argumental, para abordar los otros casos examinados: la extensa escena en Pseudolus y la concentrada descripción del personaje en Casina, articulada exclusivamente en torno a su descripción como fur. La lectura de estos pasajes desde la perspectiva que nos hemos propuesto nos lleva a considerar que, en el contexto de la axiología republicana, la asociación corporalidad-improbidad reviste sentidos específicos. Como vimos al principio es el uso del propio cuerpo en el trabajo y, más aún en el caso de los cocineros, de todas las dimensiones sensoriales involucradas en él, lo que los constituye como sujetos marginales. Así, la representación de este personaje a partir de su condición corporal, coherente con la ubicación asignada en la estamentaria sociedad romana, se relaciona directamente con su identidad como ladrón, como ha surgido en las construcciones de este personaje que examinamos. La combinación de estos factores constituye una unidad indisoluble, que tiene como consecuencia en el plano prescriptivo que estos actores sociales subalternos deban permanecer controlados y subordinados a las élites, por el potencial peligro que implican para los sujetos pertenecientes a ellas y para su patrimonio.

Placer y saber del cuerpo

Pasemos ahora a analizar la forma en que se articulan las referencias a la alimentación y la sexualidad en la figura del cocinero, que, construido como el referente experto en estas cuestiones, es capaz de manipular a los varones nucleares a partir de su conocimiento, tal como lo hacen otros sujetos marginales (prostitutas, esclavos) presentes en este género dramático.

Examinaremos para ello las dos escenas en las que, a nuestro juicio, se muestra con más claridad la relación señalada y que comparten una característica básica. En efecto, ambas son situaciones que se organizan en torno a un reconocimiento fallido típicamente asociado a la peripecia cómica, como es frecuente en la palliata, en virtud de la vasta potencialidad de este recurso para provocar la risa de los espectadores. Así, en Menaechmi (vv. 273-332), el cocinero Cilindro confunde a Menecmo II con su gemelo y, en Mercator (vv. 741-802), el coquus, que no tiene nombre, confunde al senex Lisímaco con su par Demifón y a la esposa del primero con su amante. Este juego escénico relacionado con la identidad permite a los cocineros evidenciar su manejo de la situación y construirse como autoridades en el conocimiento de sus interlocutores y sus circunstancias. En primer caso el cocinero se topa con Menecmo II y cree que es Menecmo I, el amante huésped de su ama, la meretrix Erocia, para quien debe preparar la cena. Como recién ha regresado del mercado y no la tiene lista, comienza a disculparse ante la mirada atónita de Menecmo II y su esclavo Mesenión. Veamos cómo valida Cilindro el conocimiento que tiene de este personaje que, por su parte, sostiene no saber quién es el cocinero, ni tener relación con él. Dice Menecmo II:

MEN. sed ubi nouisti me? CYL. Ubi ego te nouerim,
qui amicam habes eram meam hanc Erotium? (Men. 299-300)

MEN. Pero, decíme, ¿dónde me conociste? CIL: ¿Que dónde te conocí? ¿A vos, que tenés por amiga a mi ama, esta Erocia?

Al negar Menecmo esta condición, responde el cocinero:

Non scis quis ego sim, qui tibi saepissime
cyathisso apud nos, quando potas? (vv. 302-303)

¿No sabés quién soy yo, que tan frecuentemente te sirvo vino cuando bebés en nuestra casa?

Luego de un intercambio que continúa este tono, Cilindro esboza una teoría sobre lo que está sucediendo en el siguiente aparte y finalmente, le pregunta a su interlocutor si le parece adecuada la provisión para la cena:

Solet iocari saepe mecum illoc modo.
quam uis ridiculus est, ubi uxor non adest.
(.) Satin hoc quod uides
tribus vobis opsonatumst, an opsono amplius,
tibi et parasito et mulieri? (vv. 317-321)

Con frecuencia suele bromear conmigo de esta manera, es muy cómico cuando su esposa no está presente.
(.) Lo que ves comprado ¿es suficiente para ustedes tres, o compro más, para vos, el parásito y la mujer?

Como vemos, en los pasajes citados se articula una serie que reúne la bebida, la comida y el sexo en la relación adúltera, pues, de acuerdo a lo que indica Cilindro, partícipe necesario para el servicio en esos momentos, el encuentro entre Erocia y el senex reúne estos tres elementos. Así, al hábito de visitar a la amica (designa a la meretrix con un término que destaca la relación interpersonal con connotaciones eróticas), se suma el beber saepissime, la ausencia de la esposa legítima (uxor non adest) y el aspecto gastronómico, marcado por la abundancia (an opsono amplius).

En el caso de Mercator, el cocinero llega con sus ayudantes a preparar la comida para la que ha sido contratado y ve a quien cree que es su cliente. Este intenta despedirlo para no verse perjudicado frente a su esposa, que ha regresado del campo, ni ser descubierto en su empresa de auxiliar a su amigo enamorado. Pero el cocinero no le hace caso y evidencia el vínculo que los une. Pregunta si no van a cenar en el verso 750 y al ver a la mujer que lo acompaña, exclama: Haecin tua est amica, quam dudum mihi / te amare dixti, quom obsonabas? ("¿Esta es tu amiga, la que me decías hace un ratito que amás, cuando comprabas la comida)?", vv. 753-754) y agrega además, en el verso 755: Satis scitum filum mulieris. uerum hercle anet. ("Qué buena forma de mujer, aunque por Hércules, en verdad es un poco vieja"). Nuevamente aquí aparecen las referencias a la comida y al intercambio amoroso que se encuentra por fuera de la institución matrimonial.

Con todo, esta relación entre placeres de la mesa y placeres del lecho no solo está en boca del coquus, sino que aparece también en otros aspectos de las obras examinadas. Por ejemplo, en el monólogo que pronuncia Demifón, el verdadero senex enamorado del Mercator, quien rivaliza con su hijo por una esclava que el joven ha comprado. Al justificar su comportamiento, hace una especie de declaración en la que señala: decurso spatio breue quod uitae relicuomst / uoluptate, uino et amore delectauero ("Poco tiempo me queda de vida, me deleitaré con los placeres del vino y del amor", vv. 547-548) y enuncia, a modo de máxima: demum igitur quom sis iam senex, tum in otium / te conloces, dum potes ames ("Al final, pues, cuando se es viejo, entonces hay que entregarse al ocio, hacer el amor mientras se pueda", vv. 552-553) en un discurso que constituye el reverso de la vejez prescripta en el sistema de valores republicano que recoge, por ejemplo, el Cato Maior ciceroniano. Este mismo personaje dice, pocos versos después: uxor me exspectat iam dudum esuriens domi ("Mi esposa me espera desde hace rato muerta de hambre en la casa", v. 556). Entendemos que este verso resulta una especie de inversión de lo que está organizando para él, ya que así como a su deseo le corresponden el amor y el uinum, de los que se propone disfrutar, su presente lo constituye la uxor esuriens a la que decidirá evitar en los versos siguientes. A nuestro entender, en los dos lexemas que constituyen el sintagma se concentra la negación del placer en sus dos aspectos complementarios: el sexual, por un lado, en la mención de la uxor, con y para quien no existe el disfrute erótico, y, por otro, el de la mesa y el banquete, estrechamente relacionado con el anterior, en la predicación esuriens. Ambos dimensiones son inaccesibles para una matrona, a quien le estaba vedado el acceso a esas prácticas destinadas al goce corporal, en tanto su función social se limitaba principalmente a la procreación y su ideal de comportamiento consistía en la pudicitia y la mesura.

Por su parte, Menaechmi exhibe también el vínculo entre alimentación y sexualidad en la relación entre Erocia y Cilindro. Entre los versos 219-225 se desarrolla un breve diálogo entre la meretrix y su coquus que muestra una suerte de sociedad simbólica en la provisión de placeres a Menecmo, amante de la joven, para que este resulte complacido y se mantenga el beneficio que el senex le proporciona (en palabras de ella misma: qui mi est usui et plurimum prodest, "Que me es tan útil y me beneficia tanto", v. 358). En dicho diálogo, Erocia envía a Cilindro a comprar provisiones para la cena y confía en él para la satisfacción de su invitado, mientras el coquus, por su parte, responde con una muestra de acuerdo y una indicación que establece la escena del placer planificada:

ER. sportulam cape atque argentum. eccos tris nummos habes.
CYL. Habeo. Er. Abi atque obsonium adfer; tribus uide quod sit satis:
neque defiat neque supersit. CYL. Cuius modi hi homines erunt?
ER. Ego et Menaechmus et parasitus eius. CYL. Iam isti sunt decem;
nam parasitus octo hominum munus facile fungitur.
ER. Elocuta sum conuiuas, ceterum cura. CYL. Licet.
cocta sunt, iube ire accubitum. ER. Redi cito. CYL. Iam ego hic ero. (Men. 219-
225)

ER. Agarrá la cesta y la plata, acá tenés tres monedas.
CYL. Ya las tengo. ER. Andá a comprar provisiones y fijáte que alcancen para tres.
Que no falte, ni sobre. CYL. ¿Qué tipo de personas serán?
ER. Yo, Menecmo y su parásito. CYL. Entonces son como diez; pues el parásito fácilmente hace por ocho.
ER. Ya te dije quiénes comen, preocupáte del resto. CYL. De acuerdo. Está todo
cocinado, ordená que pongan la mesa. ER. Volvé pronto. CYL. Pronto estaré aquí.

Ahora bien, si el coquus puede establecer con la meretrix esta relación de colaboración es porque aparece revestido de una cierta autoridad que le permite actuar adecuadamente en estas situaciones y explicar y comprender lo que sucede. En el caso de Menecmo, procurará sostener la posibilidad del banquete incluso frente a la negativa enfática del hombre, intentando encaminar la acción en esa dirección. De hecho, sus últimas palabras serán: ibo intro et dicam te hic adstare Erotio, / ut te hinc abducat potius quam hic adstes foris ("iré adentro y diré a Erocia que estás aquí para que te haga entrar y no te deje esperar aquí en la puerta", vv. 331-332).

Ese conocimiento de las íntimas formas de comportamiento y hábitos del varón que visita a su amante aparece también en Mercator. En su primera intervención, el cocinero dice:

Agite ite actutum, nam mi amatori seni
coquendast cena. atque, quom recogito,
nobis coquendast, non <quoi con>ducti sumus.
nam qui amat quod amat si habet, id habet pro cibo:
uidere, amplecti, osculari, alloqui;
sed nos confido onustos redituros domum. (Mer. 741-746)

Vamos, apúrense, que tengo que cocinar la cena para un viejo enamorado. Aunque, pensándolo bien, será cocinada para nosotros, no para el que nos contrató. Porque el que ama, si tiene lo que ama, toma por alimento verlo, abrazarlo, besarlo, hablarle. En cambio nosotros, estoy seguro de que regresaremos llenos a casa.

Aparecen en este pasaje, además del vínculo comida-placer sexual ya señalado, la enunciación por parte del cocinero de una descripción con valor de enseñanza acerca de las actitudes humanas pasionales y, al mismo tiempo, la exhibición de su pericia para tomar ventaja de esta situación para sí y para su grupo.

Así, por un lado, hemos evidenciado el claro vínculo existente entre alimentación, bebida y disfrute erótico, que constituye la base sobre la cual se trazan los intercambios entre el coquus y el senex. El comportamiento ilícito de este último, organizado en torno al exceso en estas prácticas que contradicen el modo de actuar esperable en un uir habilita las vías de relación con nuestro personaje, tanto como lo hace con la meretrix o, en muchas ocasiones, con el seruus, cuando este se constituye en artífice de la concreción del deseo sexual. En otras palabras, son las prácticas asociadas al cuerpo y a su satisfacción las que fundan el espacio de intersección entre sujetos nucleares y subalternos que pone en escena la comedia. Pero, además, es relevante caracterizar cómo es la relación que se establece a partir de los cruces señalados: esta no reproduce las jerarquías sociales republicanas, ni siquiera es simétrica, sino que trastoca el lugar de autoridad porque el saber se encuentra en el campo de los subalternos y las posibilidades de dominio de las situaciones resultan inversamente proporcionales a la ubicación de cada sujeto en los estamentos sociales. Se produce así una asociación entre saber y poder, a partir de la cual los sujetos marginales pueden organizar la experiencia, mandar, aprovechar en su propio beneficio las situaciones en que se encuentran los varones nucleares porque conocen el funcionamiento de la distribución de esos placeres, que son placeres exclusivamente corporales. De este modo, se constituyen en sujetos capaces de enseñar acerca de ellos, tal como lo hemos visto en la descripción del senex enamorado hecha por el cocinero de Mercator. En efecto, esta posición no es privativa del coquus sino que se presenta como un rasgo compartido por las diferentes máscaras de la comedia que corresponden a representantes de los estratos bajos de la sociedad, que antes mencionamos. En este sentido, vemos asumir la función didáctica al esclavo Mesenión, en el cierre de la escena con el cocinero Cilindro. Su amo, azorado frente a la situación, se pregunta cómo ha podido el cocinero conocer su nombre. Las razones que plantea el seruus son las siguientes:

MEN. Sed miror qui ille nouerit nomen meum.
MESS. Minime hercle mirum. morem hunc meretrices habent:
ad portum mittunt seruolos, ancillulas;
si quae peregrina nauis in portum aduenit,
rogitant cuiatis sit, quid ei nomen siet,
postilla extemplo se applicant, agglutinant:
si pellexerunt, perditum amittunt domum. (Men. 337-343)

MEN. Pero me extraña cómo supo mi nombre.
MESS. ¡Por Hércules!, no tiene nada de extraño. Las meretrices tienen esta costumbre: envían esclavitos y esclavitas al puerto; si llega alguna nave extranjera, preguntan de dónde es, de quién es. Después, inmediatamente, se unen, se pegotean a él. Si lo engañan, recién cuando está arruinado lo envían de vuelta a casa.

Frente a la consternación de Menecmo II, el seruus es capaz de articular una explicación convincente que persuade al amo y cuyo contenido nuevamente se relaciona con el funcionamiento del oficio de las prostitutas, vinculado al usufructo del placer corporal, aunque esta vez la revelación del saber sea funcional a los intereses del dominus. Por su parte, este tipo de enunciación también aparece en boca de la meretrix Erocia, que organiza su casa para recibir a Menecmo y revela la verdadera dinámica de la relación que la une con él y que permanece oculta para el incauto enamorado. Dice: sternite lectos, incendite odores; munditia / inlecebra animost amantium; / amanti amoenitas malost, nobis lucrost ("Dispongan los lechos, enciendan perfumes; el refinamiento es la tentación del ánimo de los amantes; para los amantes un ambiente agradable es ruinoso; para nosotras lucrativo", vv. 354-356). Nuevamente, la real comprensión de los objetivos, condiciones y consecuencias de estos intercambios está en el sujeto marginal, el varón puede ser engañado y no ser capaz de distinguir lo que lo perjudica y lo que lo beneficia (cf. As. 215-226).

Sin embargo, esta condición de inferioridad no afecta a cualquier varón sino solo a aquellos sujetos nucleares que buscan ejercer prácticas reñidas con el mos maiorum y caracterizadas fundamentalmente por un defecto señalado como contrario a los valores romanos como es la incontinentia, tenga esta la forma de deseo sexual, de gasto desmedido en el banquete, de inclinación excesiva al lujo. Son aquellos varones incapaces de ejercer el control sobre los deseos o necesidades del cuerpo los que sucumben y quedan a merced de estos sujetos. Es decir, una vez ingresados en el territorio de la corporalidad, quienes mandan son aquellos que viven de su cuerpo, en el sentido de que este les es imprescindible para subsistir, condición vergonzante para la élite, según vimos anteriormente en el pasaje de De officiis. Se hace evidente aquí el mecanismo que describimos al principio: el vínculo con la propia corporalidad se constituye en marca diferenciadora fundamental entre dominantes y dominados y se encuentra en la base de la organización social republicana. Los sujetos marginales son un cuerpo, viven de él, sirven con él a otros y lo experimentan en toda su materialidad, mientras que los sujetos que ejercen el poder predican para sí el autodominio como valor fundamental, que tanto los distingue del primer grupo, cuanto legitima de esa manera su dominio sobre él. Ahora bien, si un senex o un adulescens no logran dicho dominio, ingresan a ese otro territorio, el de la marginalidad, que no pueden controlar, porque en él son extranjeros que deben ser guiados por ese otro u otra más competente y quedar muchas veces expuestos así al ridículo o la expoliación. Esta situación que pudimos ver y que se repite en numerosas ocasiones en la palliata produce la mentada inversión de jerarquías, tan frecuente en la comedia plautina, que muestra a los sujetos nucleares en posición de carencia, demandando desde un lugar menesteroso la provisión de los placeres que solo los sujetos subalternos son capaces de proveer y que, es necesario señalar, rara vez consiguen, en plena concordancia con la axiología vigente.

Conclusiones

En el marco de la perspectiva de análisis elegida, que tiene como propósito indagar las relaciones entre los textos plautinos y su contexto social de producción y circulación, hemos podido observar en los pasajes y obras examinados formas específicas de representación de la subalternidad. Tanto en el caso del cocinero ladrón como en el que asume una posición didáctica y de superioridad en relación con los placeres corporales, el personaje del coquus aparece vinculado a una serie de prácticas y valores fuertemente reñidos con la moral republicana prescripta. Esperamos haber mostrado cómo esta posición se vincula al hecho de ser concebido como sujeto marginal, condición que se apoya en su configuración a partir de la necesidad de ejecutar trabajo físico y de ser capaz a su vez de proveer de placeres corporales a aquellos a los que sirve. A su vez, esta concepción de la corporalidad opera como la marca que, desde el punto de vista de la élite, permite diferenciar a los sujetos nucleares de aquellos que deben ser dominados, controlados o disciplinados.

La inclusión y repetición de estas representaciones se deben sin duda a la lógica dramática que recurre a ellas, debido a su innegable efecto cómico. Dicho de otro modo, consideramos que, en una sociedad timocrática, con rígidos estamentos y una muy escasa movilidad social, la representación de lo que se aparta de la axiología vigente funciona como una estrategia de interpelación al público, que percibe la diferencia entre la doxa circulante y lo que sucede en escena. Esa temporaria trasgresión de la norma, utilizada como base para el despliegue de la comicidad, puede lograr atraer y sostener la atención de los espectadores. Estos, que, de acuerdo con las condiciones materiales de representación de este género teatral, pueden dispersarse en cualquier momento, deben ser permanentemente convocados y atraídos por recursos que resulten eficaces.

En este contexto de valores, la expansión del motivo del cocinero ladrón, que ha sido identificada por la crítica como una innovación plautina frente a sus originales griegos, resulta coherente, ya que permite explotar cómicamente los prejuicios y creencias propios de su auditorio. De este modo, la palliata vehiculiza una manera de pensar y percibir la relación cuerpo/probidad moral propia de su contexto social, que, lejos de cuestionarlas, refuerza las jerarquías establecidas. Por otra parte, la inversión jerárquica que vimos en la segunda parte del análisis es perfectamente coherente con el espíritu festivo e irreverente de esas fiestas cívicas en las que tiene lugar la performance plautina y, sin dudas, se incorpora a las tramas en virtud de su eficacia para provocar la risa. Pero esta alteración del orden imperante solo es posible en tanto corresponde a un momento absolutamente circunscrito en el tiempo y en el espacio, en el que pueden ocurrir estas cosas, porque solamente ocurren en el escenario. Un escenario que, además, despliega un tipo de dinámica teatral que no nos deja olvidar nunca que se trata de teatro, que no tiene nada que ver con la realidad y que, al desarmarse la scaena, todo volverá a ser como debe ser.

Notas

1 Un estudio de la continuidad del personaje en el conjunto de la comedia grecolatina se puede encontrar en Dohm (1964).

2 Nos inscribimos de este modo en la perspectiva analítica de Rosivach (1998) o de Rabaza-Pricco-Maiorana (1998), entre otros.

3 Esto se verifica principalmente en relación con la comida, como es esperable por el oficio, pero también con los placeres sexuales, con los que la alimentación aparece enlazada de manera constante, dadas las ocasiones en que esta es provista.

4 Dejaremos de lado otras comedias en las que interviene la máscara del coquus (Curculio, Miles gloriosus, Truculentus y Bacchides) porque presentan otras características, como la condición de adivino del cocinero en Curculio o la frustrada función de verdugo en el Miles. Para un inventario de las apariciones del personaje en el corpus plautino, cf. Lowe (1985a).

5 Entendemos que el texto ciceroniano, si bien tiene una fecha de composición posterior a la comedia plautina, puede servir como referencia para pensar las variables ideológicas presentes en el género dramático, ya que estos tratados de carácter prescritivo recogen un estado de cosas vigente y en esta cita, además, se establece una relación explícita con un autor de la palliata, lo que avala la idea de continuidad expuesta.

6 Definimos como sujetos nucleares aquellos ubicados en una posición dominante en el plano económico y en el simbólico, es decir los integrantes de la élite.

7 Sobre este tema, cf. también Diez-Nenadic-Palacios-Pozzi-Schniebs-Tola (2010).

8 Las referencias a la introducción de este oficio en Roma han sido estudiadas por Gowers (1993), quien señala la actitud ambivalente frente a la práctica de estos sujetos y la reflexión de índole moral que su aparición provoca, relacionada con la generalización de prácticas alimenticias no tradicionales en Roma.

9 El uso de este tipo de referencias a la corporalidad es un recurso frecuente para depreciar la posición del otro, no exclusivo del contexto que estamos analizando. Así, puede aparecer de varias maneras: como marca de jerarquización (en el caso que nos ocupa), como recurso cómico en los intercambios entre esclavos (Asin. 297-298; Most. 1-84) y también como herramienta de descalificación intraélite en el discurso político (Cic. Sen. 13).

10 Las citas en latín corresponden a la edición de Lindsay (1959) y las traducciones son propias.

11 Cf. Adams (1983: 330 y 343).

12 Para las connotaciones culturales de las prácticas sexuales homoeróticas, cf. Williams (1999).

13 Cf. As. 276; Bac. 902; Cas. 611; Epid. 65.

14 Se establece un juego semántico en estos vocativos sobre la base de las tres letras que conforman la palabra fur. Cf. nota siguiente.

15 Para mantener el juego de palabras de este pasaje, alteramos el sentido de trium, traduciéndolo por seis, en lugar de por tres, de acuerdo a la cantidad de letras de la palabra ladrón en castellano. Otro tanto sucedió con el prefijo tri- de trifurcifer.

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Fecha de recepción: 20-04-13
Fecha de aceptación: 17-06-13

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