SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.37 número1El libro en Grecia y Roma: Soportes y formatos índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Argos

versão On-line ISSN 1853-6379

Argos vol.37 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2014

 

RESEÑAS

Johann Chapoutot, Le nazisme et l'Antiquité, París, Colección "Quadrige", PUF, 2012 (1ª ed. 2008), 643 pp., ISBN: 978-2-13-060899-81.

La aparición en 2012 en la colección "Quadrige", de la conocidísima editorial francesa Presses Universitaires de France, de este trabajo del profesor Johann Chapoutot, en realidad su segunda edición, es una buena oportunidad para volver sobre un libro que ha supuesto un auténtico hito en los estudios sobre el uso que los sistemas políticos totalitarios del siglo XX europeo hicieron de los tópicos vinculados con el mundo grecorromano, y más teniendo en cuenta que, en el caso del nazismo alemán, apenas había hasta ahora estudios de conjunto como el que nos ocupa2.

La lectura de este libro nos lleva a plantearnos una cuestión que no deja de resultar paradójica: ¿qué necesidad tenía de invocar al mundo antiguo un régimen etnocéntrico que, por basarse en la supuesta superioridad de la raza aria, debería buscar sus fundamentos últimos en el mundo germánico y no en el sur mediterráneo?

La respuesta no resulta menos sorprendente: no se trata sólo de la megalomanía de un régimen que quiso emular las grandes realizaciones materiales de los principales imperios antiguos -;de los que de algún modo se consideraban sus sucesores-;, o los escritos más o menos exaltados de algún fanático profesor de Historia Antigua seguidor del NSDAP. Como demuestra el autor, el régimen nazi se apropió del mundo antiguo y sus realizaciones, considerándolas en la práctica como obras propias de la raza y la nación arias, al tejer un discurso histórico mixtificador que hacía de griegos y romanos conspicuos representantes antiguos de la nación aria, quienes, habiendo partido de una patria común primitiva (Urheimat) situada en el norte de Europa, marcharon al sur donde, como élites guerreras, sometieron a poblaciones no arias más numerosas. Presentado de esta manera, el proclamado "Reich de los mil años" podía justificar, entre otras cosas, su política expansionista no sólo invocando la doctrina del "espacio vital" (o Lebensraum) -;que necesitaría el pueblo alemán para alcanzar su adecuado desarrollo-;, sino en definitiva como recuperación de unos territorios que antaño pertenecieron a los ancestros de su pueblo.

Esta reivindicación de la AntigÜedad, que llevará al nacional-socialismo a considerar a griegos y romanos como guías privilegiados y espejos de las grandes gestas que el pueblo alemán estaba llamado a protagonizar, fue utilizada conscientemente por la maquinaria de propaganda y adoctrinamiento nazis como uno de sus principales argumentos en la construcción del hombre nuevo que preconizaba el nazismo.

Ello explica que el recurso a los tópicos y héroes antiguos se encuentre en todo tipo de documentos y vectores3, desde el Mein Kampf hitleriano y los discursos de los jerarcas o las obras del ideólogo principal del nazismo, Alfred Rosenberg, hasta el cine de Leni Riefenstahl, las obras de los artistas más afines al régimen -;frente a las realizaciones de los artistas del llamado "arte degenerado" o Entartete Kunst-;, los manuales escolares, los artículos científicos de muchos profesores universitarios (en particular, de la raciología, que vivió su época dorada durante el periodo de gobierno nazi, liderada por el raciólogo oficial, Hans Friedrich Karl GÜnther), los artículos de los periódicos y revistas más afines al ideario nazi (como el Völkischer Beobachter, Das Reich o el semanario de las SS, Das Schwarze Korps) o los simples panfletos que utilizaban para el adoctrinamiento de los suyos el partido, las Hitlerjugend, las SA o las SS. Y a pesar de la heterogeneidad de soportes, el discurso es notablemente coherente, lo cual demostraría que los diversos actores se limitaban a seguir unas líneas maestras previamente trazadas, emanadas desde el poder.

Esta diversidad de fuentes, principal prueba del grado de intencionalidad y conciencia con que el nazismo recurrió al mundo antiguo, que ha obligado al autor a una meticulosa y sistemática investigación en diversos archivos, como el del ministerio de Educación del Reich, el del ministerio de Propaganda o los de Berlin-Lichterfelde, queda perfectamente reflejada en las páginas del libro, no sólo en su abundante bibliografía (pp. 601-634) -;dentro de la cual destacan sobre todo las fuentes primarias-;, sino también en el gran número de citas que jalonan la exposición, que demuestran la propia erudición del autor, pero que a veces hacen la exposición algo repetitiva y monótona y la lectura difícil, por lo que son de agradecer las breves conclusiones, muy clarificadoras, situadas al final de cada uno de los capítulos del libro, que se completan con unas conclusiones generales que ocupan las pp. 585-592.

Según Chapoutot, son tres las funciones que cumplió la AntigÜedad para el nazismo: una función de exaltación, otra de modelo y otra de advertencia profética (cf. p. 16), y atendiendo a esas tres funciones ha dividido el libro en tres partes: "L'annexion de l'Antiquité" (pp. 17-224), "L'imitation de l'Antiquité" (pp. 225-424) y "L'écho de l'Antiquité" (pp. 425-583), divididas cada una de ellas a su vez en tres capítulos.

Partiendo de ciertas teorías familiares a los círculos eruditos germanos del XIX, que suponiendo el origen nórdico de toda civilización trasladaron desde la India al norte de Europa la supuesta patria común indoeuropea, el nazismo reiteró e impuso el principio de que todas las grandes realizaciones culturales de la AntigÜedad, en particular, las de griegos y romanos, fueron obra de pueblos de raza aria y origen germánico que, en migraciones sucesivas, se trasladaron al sur de Europa y dominaron la cuenca mediterránea.

Esta apropiación descarada y mixtificadora de la AntigÜedad, que aparece en el ideario nazi ya en 1920, pretendía, de un lado, fortalecer la identidad nacional alemana y la "conciencia de sí mismo" (o Selbstbewusstsein) tras la debacle de la Primera Guerra Mundial; además, ponía las bases de un ideario anexionista y expansionista que primero consideraba propias las grandes realizaciones espirituales del pasado, para luego acabar justificando la conquista de unos territorios que, a fin de cuentas, habrían pertenecido a sus supuestos ancestros, como sucedió con la conquista de Grecia en la primavera de 1941.

En este esfuerzo por forjar el mito fundacional nazi, para Hitler, gran amante de la AntigÜedad clásica, en particular la romana, las raíces de la supuesta grandeza primitiva del hombre nórdico no debían buscarse en los estratos más antiguos de la tierra germana, como hacía la Ahnenerbe4 de las SS de Himmler, sino fuera del Reich, en los lugares donde se asentaron las civilizaciones griega y romana, entendidas desde esta perspectiva como ancestros del actual pueblo alemán, pues los antiguos germanos no pudieron alcanzar en su suelo patrio un adecuado nivel cultural por la dureza del clima de las tierras del norte.

Dotados así de un origen prestigioso, el nazismo se propuso modelar también un nuevo tipo de hombre, el politischer Mensch, u "hombre político", transposición exacta del zoon politikon griego, entendido como el hombre al servicio del Estado. Igual que es griego el concepto también lo será el ideal de educación de ese nuevo hombre, que deberá recibir una formación completa al modo griego, donde tendrá la primacía el ejercicio físico.

En un contexto de cambio del modelo educativo, Chapoutot nos descubre el conflicto abierto entre germanistas y prehistoriadores, de un lado, y clasicistas e historiadores de la AntigÜedad, de otro. Al final, fueron éstos los que mejor supieron jugar sus cartas, consiguiendo, con las adaptaciones necesarias5, que el griego y el latín sufrieran una merma menor de la temida en la reforma de los programas escolares de 1938.

Sin embargo, esta especie de matrimonio de conveniencia entre nazismo y ciencias de la AntigÜedad, que se escenificó en las puestas en escena de las Jornadas del arte alemán de MÜnich o en las Olimpiadas de 1936, fue criticada por su carácter superficial e inauténtico por Heidegger, ya que no suponía el abandono del tecnicismo y el redescubrimiento del concepto del hombre griego auténtico, lo cual le llevó a alejarse de un movimiento político que inicialmente había despertado sus esperanzas.

La importancia concedida al ejercicio físico, según el modelo educativo griego, pretendía esculpir el cuerpo del nuevo hombre alemán siguiendo las líneas perfectas de la estatuaria griega clásica -;prueba irrefutable de la perfección del hombre nórdico que antaño habitó esas tierras-;, para contraponerlo al cuerpo del no ario, en esencia el del judío. Pero esa búsqueda de la perfección corporal, que reflejó en todo momento el arte oficial, no tenía una función meramente estética o higienista, sino que, siguiendo en ello el carácter agonal de la cultura griega, trataba de convertir al nuevo hombre en el soldado político que el nazismo necesitaba. Este parentesco heleno-germánico y su simbolismo fue perfectamente resumido en una de las grandes realizaciones del cine de la época, la Olimpia de Leni Riefenstahl.

Pero no todo lo griego podía servir de modelo a un régimen que rechazaba abiertamente el intelectualismo y que presumía de ser consecuente con su racismo extremo. Así, de los pensadores griegos antiguos uno de los mejor considerados por el nazismo fue Platón6 -;sobre todo el del tríptico constituido por República, Político y Leyes-;, por su tripartición de la sociedad y el Estado en filósofos-reyes, soldados y productores, que los nazis tomaron como precedente de su modelo de sociedad. Además, se apreciaba en él su filoespartanismo, pues no en balde Esparta y su modelo político-social -;dominio de una élite racial superior sobre una mayoría de poblaciones alógenas-; y eugenésico, y su militarismo fueron las piedras angulares que las nuevas autoridades trataron de reproducir en el interior de Alemania.

Junto al modelo griego se imitó también el romano, pueblo con el que los nazis decían compartir una unidad de origen racial. De Roma, a quien Hitler consideraba la creadora de la idea moderna de Estado, se admiraba tanto el modelo militar de las legiones como su red viaria, que sirvió de modelo para la red de carreteras y autopistas que construyó el nazismo. De entre los líderes el más admirado fue Augusto, en quien se veía un sorprendente paralelismo con Hitler, por ser ambos restauradores de sus respectivos estados. Pero de Roma se imitaba ante todo el monumentalismo de los restos conservados de la antigua Urbs, el cual se trataba de replicar en el gigantismo de las realizaciones arquitectónicas del nuevo régimen, yuxtapuestas conscientemente con muestras de un neodorismo que pretendía ser reflejo simbólico de la identidad racial de los antiguos griegos y romanos con el actual pueblo alemán.

De otro lado, el mito fundacional creado por el nazismo se inserta en una particular concepción dialéctica de la historia, basada en un feroz biologismo y darwinismo, que le lleva a explicar la historia de la humanidad como una lucha ininterrumpida entre las diversas razas humanas por el espacio y la supervivencia; en el marco de esa historia, los últimos milenios habrían sido testigos del enfrentamiento entre Occidente y Oriente, entre la raza superior aria y una infrahumanidad oriental, mezcla de diversas razas y pueblos, entre ellos el judío, a quien incitaría su atávico "odio de raza".

Tras la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo por los romanos en el 70 d. C., se inició la diáspora judía, tras la cual los judíos evitaron el enfrentamiento directo con el hombre nórdico occidental, prefiriendo la infiltración, la traición y el complot como modo de vencer al gran Imperio Romano.

Desde esta perspectiva histórica, el cristianismo paulista, todo él impregnado de judaísmo, fue el responsable del hundimiento de Roma, un estado aristocrático, jerarquizado y discriminatorio, tras sublevar a los oprimidos y a los esclavos con un mensaje igualitarista y de justicia social. Esa estratagema, que funcionó en la AntigÜedad, vuelve a repetirse en el presente bajo el disfraz del judeo-bolchevismo, con lo que el Reich alemán vuelve a enfrentarse al mismo escurridizo enemigo que ya fue capaz de acabar con Roma.

Pero el mundo antiguo, además de ejemplo, debe servir de advertencia, en concreto, el Reich alemán debe reflexionar sobre las causas que provocaron la caída de aquellas grandes civilizaciones nórdicas para evitar así repetir sus errores.

Entre esas causas se cita en primer lugar la fuerte contracción de la natalidad -;no hay riqueza sin hombres-; y la constante sangría provocada por las frecuentes guerras, en particular las guerras civiles, que en el caso de Grecia, sobre todo tras la guerra del Peloponeso, provocó la entrada de población de origen oriental y semita, con la consiguiente mezcla y debilitamiento de la raza nórdica7. Uno de los principales síntomas de la decadencia racial griega habría sido la instauración de la democracia, y el proceso de mezcla se aceleró en la época helenística con el imperio de Alejandro Magno, personaje que suscitaba opiniones enfrentadas en la historiografía oficial.

En el caso romano, además de las frecuentes guerras, se citaba la sustitución de la pequeña propiedad agrícola -;no olvidemos que a Roma la hicieron grande sus campesinos soldados-; por un sistema de extensos latifundios trabajados por esclavos, lo que provocó la alteración de la sangre romana y la desaparición de la vieja virtus por un sistema de valores que priorizaba el placer individual y el disfrute inmediato. El golpe de gracia le fue dado al mundo romano con la concesión de la ciudadanía romana a todos los hombres libres del Imperio en 212 por Caracalla y luego con el cristianismo.

Uno de los capítulos más polémicos y discutibles del trabajo de Chapoutot es precisamente el último, en el cual viene a justificar la decisión del FÜhrer, contra toda lógica militar, de resistir a toda costa el avance de los soviéticos -;cuyo episodio más sangrante y absurdo fue la batalla de Berlín-; como una forma de escenificar el Finis Germaniae que, en su opinión, el FÜhrer contempló desde siempre, más incluso que una posible victoria: pues, ya que no podría haber un Reich de los mil años, era conveniente morir heroicamente, para que la muerte de estos nuevos héroes nórdicos sirviera de ejemplo, y acicate, a las generaciones futuras en los nuevos combates que estaban por venir, igual que el sacrificio de Leónidas y los suyos sirvió de revulsivo a los griegos para derrotar a los persas. De esta manera, el autor cree explicar el sentido último de las palabras de Hitler cuando, al comienzo de la guerra, dijo que no volvería a haber nunca en la historia de Alemania un nuevo noviembre de 1918: es decir, el Reich podría ser derrotado, pero esa derrota sería absoluta, sin paliativos. Además, atribuye al nazismo un sentido escatológico y apocalíptico, coherente con su visión biologista y darwinista de la historia: en la guerra que se libraba frente a las hordas orientales de Stalin sólo cabía la victoria o la destrucción completa del vencido. En este contexto, tendrían todo su sentido los frecuentes ejemplos de la AntigÜedad (Leónidas, la Roma asediada por Aníbal) o el de Federico el Grande, en 1762, durante la guerra de los Siete años, invocados en los periódicos alemanes de los últimos meses de la guerra para pedir un último esfuerzo al sufrido pueblo alemán para tratar de revertir una situación que ya era manifiestamente desesperada. Y consideramos polémica y discutible esta tesis porque atribuye a una bien pensada y orquestada puesta en escena el final dramático del régimen que incluiría el suicidio de su principal artífice, otorgando así al FÜhrer una coherencia y espíritu calculador -;"[...] la conscience lucide d'une inéluctable défaite prédominait chez un Hitler bien plus rationnel et calculant qu'on ne le dit parfois" (p. 555)-; muy alejados de la imagen que del mismo nos transmite la historiografía oficial.

Cristóbal Macías Villalobos

Universidad de Málaga

cmacias@uma.es

Notas

1. Este trabajo se ha elaborado en el marco del proyecto de investigación Marginalia: en los márgenes de la tradición clásica, financiado por el MCINN (FFI2011-27645).

2. Como señala el propio autor (cf. p. 7), hasta ahora apenas se tenían algunos estudios parciales sobre la suerte de las ciencias históricas durante el III Reich o sobre la relación entre la arquitectura nazi y la AntigÜedad.

3. La diversidad de documentos y vectores portadores del mismo mensaje se explica por el interés de las autoridades de hacer llegar ese mensaje a todo tipo de públicos, desde los especialistas universitarios o los más fieles al nazismo hasta el pueblo alemán en general.

4. Ahnenerbe, término alemán que significa "herencia de los ancestros", fue una organización creada el 1 de julio de 1935 en el seno de las SS para buscar pruebas, sobre todo arqueológicas, del supuesto dominio prehistórico del pueblo ario.

5. Así, hubo que renunciar a que la gramática fuera la columna vertebral de la enseñanza sustituida por una historia teñida de moral. Además, los latinistas, aprovechando las buenas relaciones con la Italia de Mussolini a partir de noviembre de 1936, fecha de la firma del Eje Roma-Berlín, defendieron la enseñanza del latín frente a la helenofilia alemana tradicional argumentando el valor ético de la enseñanza de la lengua de Roma y de su historia.

6. Por el contrario, los autores griegos que quedaron postergados en el periodo 1933-1945 fueron Aristóteles, estigmatizado como un lógico muy cerebral y como responsable de la decadencia de la educación griega tradicional; Sócrates, corruptor de la juventud ateniense, antítesis de Platón, cuya propia fealdad, decían los especialistas nazis, ajena a los cánones raciales nórdicos, delatarían su pertenencia a una raza inferior; y sobre todo los estoicos, "expresión filosófica del crepúsculo de la raza" (cf. p. 306), fruto de la migración de población oriental que, supuestamente, habría inundado Atenas a finales del s. V a. C., por haber defendido una concepción igualitaria y monista de la humanidad.

7. Partiendo de la teoría de los vasos comunicantes, se decía que todo espacio dejado libre por los representantes de la raza nórdica era ocupado por poblaciones alógenas (cf. pp. 497-498).

Fecha de recepción: 20-10-13
Fecha de aceptación: 21-10-13

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons