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Argos

versión On-line ISSN 1853-6379

Argos vol.37 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2014

 

RESEÑAS

Jacques-Emmanuel Bernard, La sociabilité épistolaire chez Cicéron, Paris, Honoré Champion Éditeur, 2013, 641 pp.

En tanto representa el 6,5% del corpus de cartas antiguas conservadas (novecientos cincuenta y cuatro, sobre un total de quince mil cartas), la correspondencia de Cicerón ocupa un lugar prominente entre los textos que la Antigüedad nos ha legado. Inclasificable, ella difiere no sólo de las cartas filosóficas de Platón, Epicuro y Séneca, sino también de las Epístolas de Horacio, Plinio el Joven y Símaco, al igual que de las cartas cristianas de Agustín y Jerónimo, y de los innumerables papyri descubiertos por la arqueología en los siglos XIX y XX. Paradójicamente, aunque la bibliografía consagrada a Cicerón es gigantesca, su correspondencia ha dado lugar a pocas monografías específicas, que la han abordado siempre desde una perspectiva disyuntiva, o bien histórica o bien lingüística. A esta escasez de estudios específicos se suma el problema del estatuto genérico de la carta, pues si bien ésta está estructurada por una serie de regularidades semióticas (verbigracia, la apertura, el corpus, el cierre), presenta al mismo tiempo una variedad infinita de enunciados que impiden caracterizarla de acuerdo con criterios temáticos. Según Bernard, esta dificultad explicaría el hecho de que la correspondencia ciceroniana rara vez haya sido estudiada por sí misma. Así pues, con el propósito de subsanar las lagunas detectadas en la bibliografía, el autor se propone estudiar de manera más sistemática la correspondencia, considerándola como un todo orgánico y como un proceso dinámico, poniendo en evidencia las articulaciones alrededor de las cuales se organiza y se constituye al mismo tiempo como práctica social y como práctica discursiva. Valiéndose de la terminología de la retórica clásica y de las ciencias humanas (en particular, la lingüística pragmática y la sociología), su análisis apunta a dilucidar de acuerdo con qué principios elementales el lenguaje de las cartas se adapta a los datos sociales de la interacción entre los corresponsales. La noción de decorum, que se corresponde sobre todo con una adecuación social, resulta esencial para dar cuenta de la práctica epistolar ciceroniana en la medida en que Cicerón la presenta no como un artefacto literario sino como un officium que liga entre sí a dos personas.

Luego de una introducción general (pp.13-28), el plan de la monografía se articula en torno a tres partes que reflejan el proceso dinámico de la práctica epistolar. En las dos primeras se delinea un protocolo de lectura, cuya aplicación o ilustración podrá verse en la última parte, en contexto. Con este diseño el autor busca problematizar la idea, expresada fundamentalmente en las historias de la literatura, de que la carta es el lugar de la intimidad y la espontaneidad, poniendo el acento, en cambio, en las restricciones socio-discursivas que pesan sobre la práctica epistolar en Roma a fines de la República: restricciones materiales y funcionales (Parte I), restricciones personales (Parte II) y, por último, restricciones circunstanciales (Parte III). Para las dos primeras partes el autor ha utilizado la totalidad del corpus de la correspondencia ciceroniana, novecientos cincuenta y cuatro cartas (en la edición de la Collection des Universités de France), a las cuales añade las cartas conservadas en los discursos y en los tratados.

En la primera parte, “Matérialité et fonction de la correspondance” (pp. 31-104), se presentan los aspectos materiales y funcionales de la práctica epistolar ciceroniana, que constituyen una suerte de cuadro extrínseco a tener en cuenta. A diferencia de las cartas de Séneca y de Plinio el Joven, las cartas ciceronianas fueron efectivamente enviadas a sus destinatarios y, por lo tanto, llevan en sí las huellas de su autenticidad; este aspecto merece ser tomado en consideración para ubicar las cartas en su justa perspectiva comunicacional. Esta primera parte se organiza en dos capítulos: “Lettre et objet” (pp.33-69) y “Litterarum officium” (pp. 71-104). En el primero, Bernard explora las consecuencias de que la carta sea a la vez un texto y un objeto, característica que hace a su especificidad, pero que al mismo tiempo dificulta su análisis según criterios exclusivamente literarios, en tanto ella recoge una cultura material donde los objetos mismos vehiculizan un sentido y son el resultado de interacciones sociales. Se propone reconstruir aquí lo que denomina “el acto epistolar”, considerado como una práctica social, a la vez concreta y discursiva, a partir de las indicaciones contenidas en la correspondencia misma. Este proceso incluye consideraciones sobre la periodicidad y extensión de las cartas; la elección de un soporte de escritura adecuado y de un mensajero eficaz; el dictado o la redacción autógrafa; la preponderancia del mensaje escrito por sobre el mensaje oral; la rapidez y puntualidad de la respuesta; el cumplimiento y reciprocidad de los officia por vía epistolar; la elección de un estilo ad hoc en función de la situación de comunicación; la adopción de un lenguaje formal (oratio) o informal (sermo) alrededor de los polos interaccionales de la comitas y la grauitas, y, finalmente, sobre la recepción, destrucción, archivo, difusión y publicación de las cartas, en tanto todos estos aspectos tienen consecuencias directas sobre su estilo y contenido, y merecen, por lo tanto, ser tomados en consideración en el análisis de la sociabilidad. El segundo capítulo examina el carácter funcional del intercambio epistolar que, en el contexto de la amicitia romana, permite cumplir con importantes officia de la vida social tales como recomendar, consolar, felicitar, aconsejar y mantener la familiaritas al escribir y responder una carta.

La segunda parte, “L’interaction épistolaire” (pp.107-246), constituye el centro del trabajo en tanto la correspondencia de Cicerón debe ser considerada como una forma de comunicación en la que la interacción cumple un papel preponderante. Esta interacción es estudiada en dos capítulos: el primero, “L’adaptation aux destinataires” (pp. 111-164), procura poner en evidencia los principios genéricos que regulan la comunicación epistolar con el otro, según los diferentes contextos de enunciación. Bernard establece una tipología a partir de los ciento un destinatarios que figuran en la correspondencia de Cicerón, distinguiendo dos tipos de relaciones: las relaciones oficiales y las relaciones personales, según el contexto de los officia. Para establecer una tipología de cartas que resulte operativa hay que tener en cuenta la función de la carta, el estatus del destinatario y del autor, y el número de destinatarios. En función de estos tres elementos, el autor propone distinguir tres grandes clases de cartas, desde el punto de vista de su recepción: las cartas de carácter oficial o semi-oficial; las cartas personales con carácter público o semi-público; las cartas personales con carácter privado. Analiza también la sociabilidad lúdica por medio del sermo iocosus y el carácter cohesivo de los studia, que señalan la pertenencia a un mismo grupo sociocultural, fundado sobre el hecho de compartir una cultura común. En tanto la cuestión de la denominación resulta importante para aprehender la relación epistolar, Bernard se detiene en la inscriptio, salutatio y en el apóstrofe que cada destinatario recibe en el cuerpo de la carta, a los efectos de clasificarlos desde los más formales a los más íntimos. En el segundo capítulo, “La construction de soi” (pp. 165-246), se analizan las reglas de lenguaje que sigue Cicerón en su correspondencia para la elaboración discursiva de una imagen de sí y del otro (doble construcción de una persona) según la relación de las dignitates. Se explora aquí el lugar común de que la carta constituye un reflejo del carácter del escritor, que ha dado pie a tantas lecturas en clave biográfica sobre la correspondencia ciceroniana, y se concluye que “[…] précisément parce qu’elle est à la jonction du souci de l’autre et du souci de soi, la lettre est une forme discursive qui entraîne une certaine tension. Elle est un mode d’échange régulé par des habitus. […] la lettre est moins l’expression d’une idiosyncrasie que d’un style se référant à des normes et à des modèles” (p. 172). En el caso de Cicerón esta problemática puede iluminarse a partir de la teoría de las cuatro personae que se encuentra en el De Officiis (I, 109-116). Más allá del simple reflejo del carácter, hace falta interrogarse sobre el papel que puede jugar el lenguaje, mediado por la retórica, en la construcción de la persona epistolar. En consonancia con esto, las siguientes páginas se dedican, sucesivamente, al examen de las personae epistolares de los Tulli Cicerones, de Cicerón, de Quinto Cicerón, de Quinto y de Marco, sobrino e hijo de Cicerón respectivamente, y, por último, de los libertos más próximos a la gens. Las marcas metadiscursivas que surgen de la correspondencia presentan una imagen ideal del escritor, sapiens et urbanus. En el apartado dedicado a la persona epistolar de Cicerón merece especial mención la sección que indaga sobre un lugar común de los estudios ciceronianos, a saber, su “vanidad”. Bernard propone situar esta cuestión en el marco de una problemática que la Antigüedad no ha ignorado: la περιαυτολογία o elogio de sí, un componente esencial de la vida griega y romana, que responde a una necesidad retórica a la cual el orador no puede escapar. Tras examinar la tensión existente entre la necesidad política y retórica del elogio de sí y la reticencia moral que suscita en las relaciones interpersonales, se concluye que debe considerarse que existe una lógica cívica de la “vanidad”, que deriva de la estructura misma de la ciudad y de la necesidad que ella impone a las élites de que practiquen la auto-celebración. De esta manera, la “vanidad” no pondría de relieve un defecto psicológico individual sino una suerte de deber de estado de que el individuo esté a la altura de su personaje cívico. Asimismo, atendiendo al contexto, se constata que la auto-celebración en Cicerón se manifiesta casi siempre cuando su auctoritas se encuentra amenazada. En el mismo sentido, con la famosa exaltación de su consulado, Cicerón no hace más que inscribirse en una tradición destinada a hacer conocer los actos que ha realizado, civiles o militares, a través de toda suerte de escritos que buscan proyectar su renombre para la posteridad e incrementar el rédito político en el presente. Siendo un homo nouus, Cicerón no tenía otra opción para existir políticamente más que construirse una imagen para luego intentar imponerla.

La tercera y última parte, “L’adaptation aux circonstances” (pp. 249-404), se circunscribe a la correspondencia de Cicerón con Pompeyo, César y Dolabella, es decir, a un conjunto de 20 cartas, estudiadas en tres capítulos distintos: “La correspondance de Cicéron avec Pompée” (pp. 257-310); “La correspondance de Cicéron avec César” (pp. 311-371) y, por último, “La correspondance de Cicéron avec Dolabella” (pp. 373-404). El propósito de este examen diacrónico es hacer perceptibles las consecuencias que la guerra civil produjo en la consuetudo epistularum. El análisis de Bernard muestra cómo el conflicto da un tono particular al intercambio epistolar “usual” (genus litterarum usitatum, Fam. 4. 13. 1), en tanto acentúa la dimensión política de la correspondencia, que asume a menudo un carácter propagandístico. Por otra parte, los lazos entre los corresponsales se vuelven cruciales en un período en el que las nociones de amicus e inimicus son casi intercambiables y pierden a menudo su significación. La relación de Cicerón con sus corresponsales atraviesa numerosas crisis y permite medir el efecto de situaciones conflictivas sobre la interacción epistolar en distintos momentos. El análisis muestra cómo, incluso en tiempos conflictivos, las cartas contribuyen al mantenimiento y refuerzo de la sociabilidad, mostrando la adaptación de los corresponsales a la temporis ratio. La urbanitas de las cartas permite así la regulación de la violencia y de las tensiones, públicas y privadas, y posee un valor político incuestionable.

Luego de la conclusión (pp. 407-411), que vuelve sobre los aspectos centrales tratados a lo largo de la monografía, se presentan en un anexo (pp. 415-547) 101 noticias epistolográficas que Bernard elaboró para el centenar de corresponsales de Cicerón. Estas noticias constituyen una suerte de diccionario cuyo propósito es facilitar la consulta de las cartas, en tanto ofrecen una aproximación sinóptica a las principales características de la interacción puesta en práctica en las cartas intercambiadas por Cicerón: datos biográficos, apóstrofe de los corresponsales, caracterización en sus cartas de su personalidad y de su manera de escribir, remisión a bibliografía específica. Es digna de nota también la copiosa bibliografía reunida al final de la monografía (pp. 549-617), que cubre más de un siglo de investigaciones.

En suma, tanto por su enfoque rigurosamente integrador como por el hecho de revisitar antiguas discusiones e inaugurar nuevas líneas de trabajo La sociabilité épistolaire chez Cicéron es una obra de consulta obligada tanto para los historiadores como para los filólogos interesados no sólo en la figura de Cicerón, sino también en la República tardía.

Soledad Correa

UNR - CONICET

soledad.correa@yahoo.com.ar

Fecha de recepción: 28-03-14
Fecha de aceptación: 28-03-14

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