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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.20 no.32-33 Ciudad Autónoma de Buenos Aires  2010

 

ARTÍCULO

Observaciones sobre el difícil arte de la representación : Los evangélicos frente a los temas controversiales

 

Joaquín Algranti

UBA/CEIL-PIETTE CONICET

Saavedra 15 4º piso (1082) Buenos Aires

jalgranti@ceil-piette.gov.ar

 

Pablo Schencman

UBA/CEIL-PIETTE CONICET

Saavedra 15 4º piso (1082) Buenos Aires

pabsche@yahoo.com.ar

 

Fecha de recepción: 28 de mayo de 2010

Fecha de aceptación: 23 de agosto de 2010


Resumen

Diversas producciones dentro de las ciencias sociales abordan el caso de los pentecostales para observar un ejemplo de reproducción mecánica entre las opiniones que expresan sus fieles y la interpretación del mundo que proclaman sus líderes religiosos. Nuestro artículo, toma datos de la encuesta surgida del proyecto'Religión y Estructura Social en Argentina', para confrontar dicha recurrencia. Circunscriptos al resultado que arrojan un conjunto de preguntas, nucleadas en torno a la salud sexual y reproductiva de los encuestados, queda señalado el hiato que distancia las posiciones litúrgicas con aquellas que expresan los protestantes argentinos. Luego trascendemos los datos empíricos para encarar una reflexión teórica sobre las complejidades propias de la representación como práctica de liderazgo y posicionamiento institucional cristalizado hacia el exterior de una comunidad religiosa.

Palabras claves: evangélicos, temas controversiales, representación, lideres religiosos.

 

Abstract

Several productions within social sciences deal with the case of pentecostalism to observe an example of mechanical reproduction among the faithful opinions and the worldview proclaimed by their religious leaders. Our article takes data from the survey emerged from'Religion and Social Structure in Argentina' project to confront that recurrence. Circumscribed to the result of a set of questions, nucleated around sexual and reproductive health of the respondents, remains notable the hiatus that distance the liturgical positions with those that the argentine protestants expresses. Then, we transcend the empirical data to address a theoretical reflection on the complexities of representation, practice of leadership and institutional positioning, crystallized toward the outlying of a religious community.

 

Key Words: evangelicals, controversial issues, representation, religious leaders.


 

Introducción

Como cualquier objeto de estudio, el pentecostalismo, carga indefectiblemente con la herencia de las investigaciones anteriores que marcan una base firme sobre la cual pensar, mientras que restringen, a su vez, la percepción dinámica y cambiante del fenómeno con el peso de los primeros diagnósticos. En este sentido, los pentecostales poseen el rótulo implícito de ser políticamente conservadores. Esta "sospecha", devenida hoy en prenoción y autentico obstáculo epistemológico, tiene su origen en los estudios pioneros de d´Epinay (1968), Willems (1967) y Camargo (1968) durante la década de 1960 y 1970. El carácter en su momento apolítico de este grupo sumado al rechazo del mundo en un contexto de profunda convulsión social, conducía a su caracterización en términos de un movimiento conservador, es decir, como una expresión religiosa que tiende a reforzar al status quo, recuperando los valores de la familia, el trabajo y el respeto por las autoridades. Ya sea que se los conciba como una fuerza modernizadora o como un refugio de tradición, una cosa era segura: los pentecostales no representaban un cuestionamiento radical del orden existente a diferencia, por ejemplo, de la Teología de la Liberación y del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Sobre este diagnóstico, se acopla tiempo después la perspectiva conspirativa que denuncia la alianza de líderes evangélicos con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en América Latina (Stoll, 1990). Pese al esfuerzo intelectual de los nuevos estudios sociológicos y el giro, como señala Maria Julia Carozzi (1993), sobre la Antropología y los métodos cualitativos, la sospecha persiste actualmente tal vez no como una teoría sistemática, pero sí como una prenoción que acompaña al modo en que se construye y analiza al objeto (Miguez, 1998; Semán, 1998; Mariano, 2006). Por otro lado, nuestro trabajo no puede ignorar otro conjunto de estudios que han abordado las formas que adoptan las creencias en la modernidad, ya sea bajo la forma de un mercado religioso, como trabaja Alejandro Frigerio (2007) siguiendo los estudios anglosajones o a través de la idea de campo religioso como plantea Fortunato Mallimaci (2008) desde la tradición francesa. Una autora representativa de esta tradición es Danièle Hervieu-Léger. Sus trabajos intentan contrarrestar una pérdida de interés, por parte de los grandes centros de investigación, sobre los estudios sociológicos de la religión. En este sentido se concentra en la desmitificación de la ficción secular, hegemónica dentro del contexto de las últimas décadas del siglo XX, abordando los modos que la creencia adopta en esos momentos y la imposible aseveración de una laicización progresiva de la sociedad. Resulta, entonces, inevitable incorporar la perspectiva de Hervieu-Léger (1993:109):

"La modernidad ha destruido los sistemas tradicionales de la creencia, pero no ha podido evacuar la creencia. Se expresa de forma individualizada, subjetiva, dispersa y por medio de la multiplicidad de significaciones que los individuos elaboran de manera cada vez más independiente del control de las instituciones de la creencia (y en particular de las instituciones religiosas)."

A sabiendas de las posibles disonancias que pueden generar la conjugación de  condicionantes tan diversos, buscaremos recuperar la pregunta por una posible inclinación ideológica del movimiento evangélico en la Argentina, abordando la opinión sobre temas controversiales que dividen a la sociedad. Dadas las características del instrumento y la forma que adoptan sus resultados nuestra interpretación inicial tratará, por un lado, de sentar las bases para las futuras etapas del trabajo donde la incorporación del instrumental cualitativo aporte una profundidad que actualmente apenas intuimos. A su vez, relevar la posición de los creyentes frente al aborto, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales y la educación sexual en las escuelas (cuestiones que fueron incluidas en la encuesta) nos permitirá descentrar algunas representaciones dominantes sobre el mundo evangélico, en especial aquellas que homogeinizan esquemáticamente el vínculo entre los representantes y los representados.

 

La sexualidad en pugna

En la sociología de la religión existe la tendencia a sobrevalorar los presupuestos teológicos, o sea, el corpus de dogmas que otorgan identidad a un grupo determinado y fundamentan sus creencias, a la hora de estudiar la orientación práctica de los fieles en su vida cotidiana (Freston, 2001:282). Al neo-pentecostalismo se le suele imputar, por ejemplo, una cosmovisión ascética, que incluye un marco dualista de comprensión del mundo y una lectura literal de la Biblia, entre otras cosas. Estos atributos teológicos no sólo se proyectan sobre la comunidad evangélica en su totalidad, sin distinguir grados de pertenencia ni estrategias de apropiación y negociación de los sentidos, sino que también se extienden hacia la clasificación política de los grupos. Es así que Wynarczyk (1999, 2006) divide políticamente al campo protestante entre el polo histórico liberacionista y el polo bíblico conservador, trasportando diferencias teológicas al terreno de la ideología, sin mediaciones ni ajustes. Uno de los criterios implícitos de esta mirada es el de una fuerte correspondencia entre las instituciones, los especialistas y los legos. Esto lleva a asumir que, al menos en materia religiosa, los creyentes piensan y actúan como sus líderes. Esta representación no sólo es propia de ciertos sectores académicos, sino que expresa también la postura que los mismos pastores suelen tener de su congregación. Ahora bien, el "principio de correspondencia" presenta serias dudas cuando se lo confronta con las opiniones de los creyentes frente a temas controversiales. Uno de ellos, tal vez el más polémico, es el plano de la sexualidad, como un ámbito intensamente tematizado de la vida evangélica. La lucha contra la despenalización del aborto, el rechazo de la homosexualidad o el consenso sobre las relaciones sexuales dentro del matrimonio, parecen, a primera vista, acuerdos indiscutidos. Sin embargo, las posturas tienden a diversificarse cuando se interroga a las personas sobre estos temas, evidenciando un desfasaje entre los representantes y los representados.

Siguiendo las cifras que arroja la encuesta podemos decir que la vida sexual de los evangélicos es un dominio disputado en el que no gobierna directamente una moral religiosa, por lo menos no en los términos en los que la presentan sus líderes. Para empezar el 73,9 % está "Muy de acuerdo" con que haya educación sexual en las escuelas y el 13,6% "Algo de acuerdo", dejando apenas un 10,3% disconforme con esta propuesta. Aquí la opinión de los evangélicos tiende a concordar con la de los católicos y con el total de la población.

 

Grafico I: Grado de acuerdo con educación sexual en las escuelas

 

Esta perspectiva se acentúa cuando se les pregunta por los sectores que debe tener en cuenta el gobierno al decidir sobre el uso de anticonceptivos y el control de la natalidad1. Para los evangélicos se encuentra en primer lugar los derechos de los individuos con un 34,7%, después los planteos de los médicos y científicos con un 32,5% y en tercer lugar la opinión de obispos y pastores con un 18,5%. Si bien esta última cifra triplica la importancia que los católicos le otorgan a los obispos -5,8%-, se mantiene bajo en comparación con el lugar de los médicos y los derechos individuales.   

 

Grafico II: Opinión  valida sobre anticonceptivos y natalidad

 

Como plantea René Padilla, el presidente de la fundación Kairós, al reflexionar sobre los resultados de la encuesta: "Obviamente, no bastan los postulados doctrinarios. La gente reclama el derecho a la autonomía de conciencia y decisión". La postura de los evangélicos se vuelve aún más firme al asentar una posición sobre las relaciones sexuales antes del matrimonio. Aquí nuevamente existe un sector importante que confronta con la orientación oficial de las iglesias. Pese a los esfuerzos de los pastores y líderes, a pesar de los espacios de formación, de consejería, las charlas de jóvenes y la enorme literatura sobre el noviazgo, las opiniones se mantienen divididas. Si sumamos a los que están "Muy de acuerdo" con los que están "Algo de acuerdo", nos encontramos con que el 50,4% de los evangélicos contempla positivamente las relaciones sexuales antes del matrimonio, mientras que el 43,7% restante se declara en desacuerdo. Así y todo se plantea una fuerte diferencia con la mayoría católica en donde el 79,8% de sus miembros acepta -si sumamos nuevamente los Muy de acuerdo con los Algo de acuerdo- la posibilidad de esta práctica, siendo rechazada por el 15,8%. Pareciera que algunos creyentes marcan una distancia con los discursos institucionales que circulan en los numerosos espacios de interacción religiosa. Esto se presenta tanto en el plano íntimo de la vida sexual como en ciertas opiniones comunes que caracterizan la presencia pública del movimiento evangélico; nos referimos específicamente al caso de la homosexualidad y el aborto.

 

Grafico III: Grado de acuerdo sobre relaciones sexuales pre-matrimoniales

 

 

Dos posturas frente a la homosexualidad y el aborto

Es conocido en el ámbito cristiano que después de la Ley de libertad de cultos, los tres temas que despiertan mayor interés e involucramiento de las organizaciones evangélicas en el debate público son la despenalización de la marihuana, el matrimonio homosexual y el problema del aborto. Pareciera que, en principio, existe un acuerdo sobre la naturaleza negativa de las "drogas", las "desviaciones sexuales" y el "derecho a la vida", que habilitaría la búsqueda de acciones conjuntas. La dispersión de denominaciones encontraría en estas áreas puntos de cristalización de una lucha común, capaz de unir las expresiones diversas del movimiento evangélico. Esta fue probablemente la apuesta implícita de las organizaciones católicas y evangélicas que se opusieron activamente a la Ley de matrimonio igualitario que fue aprobada en julio del 2010 en la Argentina. Sin lugar a dudas las coordenadas generales de su diagnóstico eran correctas -al menos para el núcleo duro especialistas religiosos y laicos consagrados-, pero no consideraron los matices interesantes que surgen cuando se tiene en cuenta la opinión mayoritaria de los creyentes periféricos. En este sentido, la encuesta revela que frente a la afirmación la "homosexualidad es una enfermedad", el 46,5% de los evangélicos se encuentra en desacuerdo, más que los católicos (41,1%) y que el total de la población (43,6%). A su vez, el 31,8% está "Muy de acuerdo" y el 15,9% se identifican con la opción "Algo de Acuerdo".

 

Grafico IV: Grado de acuerdo con la frase: "La homosexualidad es una enfermedad"

 

Es posible afirmar, a sabiendas de los límites de los instrumento cuantitativos, que existe un grupo numeroso de creyentes que tiende a distanciarse de la posición más dura de los evangélicos que ven en la homosexualidad una enfermedad de la cual es posible curarse. Hagamos aquí una breve digresión que persigue la finalidad de aunar argumentos, previos y futuros, en torno a un elemento transversal al apartado de opiniones controversiales relevadas por la encuesta. Nos referimos al contraste que surge entre determinados discursos, o prescripciones dogmáticas, respecto al correcto uso corporal que han de poner en práctica los creyentes evangélicos. Dentro de esa batería de preconceptos, sostenidos luego por diversas publicaciones institucionales, hallamos la metáfora de un cuerpo sagrado (Martin, 1987), otorgado por dios, digno de cuidados (e incluso placeres) mas no de interferencias o de conductas indignas que lo degraden. La particular operacionalización de esta noción resultará fundamental para comprender que un término medular del léxico médico pueda ser incorporado dentro del discurso religioso de forma aproblemática. Sólo si partimos de la noción de un cuerpo divino, celestial al que hay que preservar y depurar de influencias degradatorias la homosexualidad puede rotularse de enfermedad, entendida como un estado patológico, pasajero. Luego, determinados grupos que se proclaman poseedores de un saber científico-religioso aportarán una batería de métodos que revertirán esa situación. Sin embargo, ese discurso cuenta con resistencias, adaptaciones o apropiaciones particulares que deberán ser analizadas más adelante pero dejan intuir la idea de un cuerpo conectado con el mundo, territorio de disputas y atravesado por influencias que lejos se haya de someterse o circunscribirse al discurso univoco de los pastores. Retomemos entonces el tópico central de este apartado a partir del documento de ACIERA divulgado en el Mensuario Cristiano El Puente en Octubre del 2008:

"Los estudios científicos realizados hasta el presente, consideran que la homosexualidad es una perturbación que se forma durante el desarrollo psicosexual. Está comprobado también que dicha conducta puede modificarse. Tenemos muchísimos casos en nuestras iglesias que dan testimonio que estos cambios son posibles con la ayuda de Dios." (p. 44)

Es así que mientras El Puente celebra, también en este número, la oposición de los diputados cristianos Hugo Acuña y Cynthia Hotton al proyecto de extensión de los beneficios de las obras sociales a las parejas del mismo sexo, casi la mitad de los evangélicos encuestados decide correrse de la posición oficial, siguiendo una tendencia similar, como muestra el gráfico, a la de los católicos y la población total de los argentinos. Uno de cada dos evangélicos sigue la opinión del "Mundo" antes que las versiones oficiales que reclaman los representantes de su credo. Se trata de una realidad que alcanza a la órbita del catolicismo, trayendo nuevamente la pregunta por la relación siempre conflictiva entre aquellos pocos que hablan en nombre de muchos. En pos de sumar más argumentos a nuestra lectura incorporemos aquí otros datos que trascienden las respuestas que los evangélicos brindaron respecto a los aspectos controversiales. Por ejemplo, al contemplar los motivos de adhesión a la religión encontramos una división porcentual muy similar a la observada hasta aquí. Mientras un 53,4% especifica una motivación de adhesión radicada en lo doctrinal o deóntico (el 37,8% se identificó con la opción "Porque hay que vivir según la voluntad de dios" y el 15,6% con "Porque es la única religión verdadera"), un grupo equivalente a este (tengamos en cuenta que se trata de una pregunta que contempla respuestas múltiples) halla razones íntimas, privadas y personales para su creencia (36,7 % "Por convicción personal"; 30,3% "Porque me siento contenido/a"; 20,3% "Porque comparto algunas ideas y valores de la religión"). Por lo tanto, debemos remarcar la convivencia de, al menos, dos cosmovisiones evangélicas que nos previenen de considerar las diversas posturas frente a tópicos controversiales como un hecho sui generis.

Para completar el panorama podemos mencionar la situación del aborto y la opinión de los creyentes frente a tres frases: "La mujer debe tener derecho siempre que lo decida", "El aborto debe estar permitido sólo en algunas circunstancias" y "El aborto debe estar prohibido en todos los casos". Otra vez, la idea de la postura evangélica como un bloque homogéneo que pese a su naturaleza plural logra unirse por un objetivo común -en este caso, de rechazo- es puesta en duda ante un campo fracturado en dos posiciones. Si realizamos nuevamente la operación de sumar al 6,7% que está de acuerdo con que la mujer decida con el 48,1% que acepta la posibilidad del aborto en algunas circunstancias, nos encontramos con que el 54,8%de los evangélicos encuestados contempla esta opción como una práctica posible. Existe, a su vez, un 37,4% que está a favor de la prohibición total y un 7,8% que no responde a la pregunta. En los católicos el porcentaje sumado de las dos primeras frases asciende al 80%, apenas más alto que el 78% de la población total. Hay un 15% de los católicos y un 16,9% del total que rechaza el aborto en cualquier circunstancia. La fractura que evidencia el campo evangélico ante una cuestión en la que se asume el acuerdo casi como un presupuesto de la identidad religiosa, repercute en la visión de los líderes según los testimonios que recoge la nota titulada "Pastores y Referentes opinan sobre inédita encuesta religiosa en la Argentina" del portal Pulso Cristiano, N° 118, el 4 de Septiembre del 2008. Allí, por ejemplo, Rafael Pedace, Pastor presidente de la Fundación Una Vida Mejor, pone de manifiesto la sorpresa de los resultados:

"La ligereza con que se trata al aborto es otra demostración de la desvalorización de la vida humana en una sociedad carente de principios. Es preocupante ver el porcentaje de aprobación que tiene el aborto aún entre el pueblo evangélico. Es impostergable que la iglesia recupere su indelegable protagonismo en comunicar a las personas la palabra profética que encienda la luz y marque el rumbo"

Es posible comprender más claramente la preocupación de Pedace si observamos el gráfico a continuación. Allí se ve con toda contundencia la división de los evangélicos encuestados frente a un tema que, en términos religiosos, no presentaría discusión, ni debate, ni posturas intermedias; no por lo menos dentro del discurso oficial que pretende representar al conjunto. Y es aquí, justamente, en donde se encuentra, a nuestro entender, el núcleo del problema que explicita la encuesta.  

 

Gráfico V: Posiciones frente al aborto

 

Palabras finales

La posición de los evangélicos ante los temas controversiales nos permite realizar dos observaciones finales. La primera, tiene que ver, como mencionábamos antes, con la lógica misma de la representación. Los trabajos que sobredimensionan los acentos teológicos de un grupo, sobredimensionan, sin saberlo, la posición de los representantes que son justamente los que amplifican dichos acentos, como estrategia de diferenciación frente al lenguaje del "Mundo" y al lenguaje de otras religiones y como forma de construir su propio liderazgo. El peligro de pensar que todos los creyentes son reproductores del discurso oficial, consiste en suprimir la dialéctica compleja entre los representantes y los representados, en donde el acto de autoridad de los portavoces nunca es un ejercicio mecánico, sin fisuras, ni resistencias. Como plantea Bourdieu (2001:91) al tratar el problema de la representación:

"El poder sobre el grupo que se trata de hacer existir en tanto que grupo es inseparablemente un poder de hacer el grupo imponiéndole principios de visión y de división comunes, por tanto, una visión única de su identidad y una visión idéntica de su unidad."

Ahora bien, este poder sobre el grupo que depende de la construcción de clasificaciones legítimas, plantea un desafío constante a los delegados o a los aspirantes a construir discursos rivales. En este sentido analítico, podríamos comprender que la mitad de los evangélicos, que respondieron la encuesta, provienen de otra religión (el 92,5% del catolicismo). La necesidad de distinguirse respecto de un grupo de fieles con los que no se sienten identificados en pos de aunar su perspectiva personal, con los lineamientos institucionales y la cosmovisión grupal aparece claramente como la suma de razones que llevaron a la persona al cambio. La encuesta hace explícito el defasaje que atraviesa a los evangélicos y en mayor medida a los católicos entre las posiciones oficiales frente al aborto, la homosexualidad o las relaciones prematrimoniales y la postura de los creyentes, sin duda, más dividida, más "contaminada" y, tal vez, -habría que ver con nuevos estudios- sino se trata de una postura conscientemente crítica de los discursos legítimos. El descentramiento de los portavoces autorizados pone en cuestión los intentos por deducir automáticamente la ideología del movimiento evangélico a partir de su orientación teológica o a través de los documentos de sus organizaciones.

La segunda observación concierne a los creyentes que sí se alinean con las posiciones oficiales. Aquí es preciso subrayar que al referirse a las relaciones prematrimoniales, a la incidencia de obispos y pastores en las políticas de gobierno -anticonceptivos y natalidad- y en relación a la prohibición del aborto, el sector de los evangélicos que se identifica con el discurso de sus representantes es claramente superior al de los católicos. Como toda minoría religiosa obligada a diferenciarse en un medio cultural adverso, su núcleo duro es proporcionalmente mayor comparado con el catolicismo que, en tanto religión hegemónica, ve diluida su posición frente a estos temas. Cabe preguntarse también por el rol central de las instituciones religiosas, no sólo la iglesia sino también las industrias culturales evangélicas y las campañas internacionales, como espacios formadores de opinión desde donde circulan y se proyectan nuevos discursos. Es probable que la vida institucional del templo, con sus circuitos ampliados de participación, sea una de las claves para comprender la tendencia de un sector en reproducir las posiciones instaladas. En términos estrictamente religiosos la novedad que trae el movimiento evangélico frente a los temas controversiales es la existencia de una alternativa mayoritaria entre las minorías, que se caracteriza por radicalizar los planteos católicos2. Ahora bien, cualquier intento de deducir automáticamente la ideología de este grupo proyectando al núcleo duro de creyentes sobre el total de la población para demostrar, por ejemplo, su carácter conservador o fundamentalista, evita pensar lo que la realidad nos devuelve a través de las encuestas, esto es, el carácter siempre problemático que asume el juego de las representaciones entre los delegados y aquellos por los que pretenden hablar.

 

Notas

1. La pregunta de la encuesta es la siguiente: Cuándo el gobierno debe decidir sobre el uso de anticonceptivos y el control de la natalidad, ¿usted considera que debe tener en cuenta principalmente la opinión de los obispos y pastores, los planteos médicos y científicos o los derechos de los individuos?

 

2. En este sentido deberíamos complejizar el panorama con un dato que resulta, al menos, llamativo: en la encuesta se puede observar que los pentecostales bautizarían a sus hijos en menor medida (85,6%) que el total de la población (87,3%) y mucho menos que la población católica (93,9%). A partir de esto podemos suponer que el nivel de "normalidad" o "incuestionabilidad" que la práctica tiene para las personas católicas no se condice con el grado de trascendencia que las personas adherentes al pentecostalismo le otorgan a este rito de iniciación.

 

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