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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.22 no.37 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2012

 

ARTICULO

Muerte, esperanza y protesta en el pentecostalismo chileno. Las representaciones del cielo en la Iglesia Evangélica Pentecostal de Chile1

Death, hope and protest in Chilean Pentecostalism. The representations of the heaven in the Evangelical Pentecostal Church of Chile

 

Miguel Ángel Mansilla

INTE- Universidad Arturo Prat. Chile mansilla.miguel@gmail.com

Fecha de recepción: 10 de noviembre de 2011
Fecha de aceptación: 28 de marzo de 2012

 


Resumen

El cielo fue para el pentecostalismo la construcción de un espacio mítico y mágico que proveyó de recursos simbólicos a los conversos desheredados, pobres y marginados. Fue un espacio de idealización y de proyección de la comunidad pentecostal que servía como un modelo de las relaciones sociales que debían darse en la tierra. Así el cielo se representó bajo seis imágenes, siendo concebido como: espacio político; espacio festivo; un lugar de eterna jubilación; capital simbólico;  de eterna felicidad; y como espacio del fin del hambre.

Palabras claves: Pentecostalismo; Cielo; Paraíso.

Abstract: Death, hope and protest in Chilean Pentecostalism. The representations of the heaven in the Evangelical Pentecostal Church of Chile.

The heaven was for the construction of Pentecostalism mythical and magical space that provided symbolic resources converts desinherited, poor and marginalized. It was a space of idealization and projection of the Pentecostal community that served as a model of social relations that should exist in the earth. So the heaven is represented in six images, having been conceived as political space, festive space, a place of eternal retirement capital symbolic of eternal happiness, and as a space of the end of hunger.

Keywords: Pentecostalism; Heaven; Paradise.


 

Introducción

El cielo, paraíso o la idea de Isla de los bienaventurado "es de tradición celta y luego la simbología tradicional la ha recogido como imagen del Paraíso Terrenal y residencia venturosa de los muertos" (Valle, 1999: 1267). La creencia de este espacio de los Bienaventurados "como una tierra de felicidad, otras veces llamada Isla de los Felices, forma parte de una amplia concepción, extendida por todas partes" (Martínez, 1999: 244). Para aquellos que creen en el cielo, la vida se les hace más llevadera y la muerte algo menos dramática en su condición de oprimidos y explotados. Como destaca Patch: "desde siempre el ser humano ha alimentado, extraños pensamientos,  sobre un espacio idílico...con ideas muy concretas sobre una edad de oro en el medio perfecto, o bien sobre una utopía o alguna comarca a donde llegará después de la muerte si se porta bien" (Patch, 1956: 11). En la concepción patrística, el cielo será el destino final de la ciudad de Dios, que se caracterizará por el compañerismo con los miembros de la familia y con los santos bíblicos, junto a Dios. Las recompensas serán eternas, rodeados de jardines, ríos y mansiones con calles de oro. Mientras que en la época medieval, "en el cielo se viviría con cuerpos glorificados, habría mansiones según el grado de bienaventuranza, sería una sociedad perfecta, con goce social y los santos del cielo verían el sufrimiento de quienes están en el infierno y no les tendrían piedad" (Garret, 1996: 807). De igual manera Jean Delumeua destaca que en la Edad Media "las personas imaginaron el paraíso como una ciudad con muros de oro, rodeada de praderas floridas y bañada en una luz divina, donde paseaban los santos" (Delumeua, 2003c: 754). No obstante, en la Edad Media, con la aparición de las urbes, el cielo comenzó a ser imaginado como una ciudad amurallada, tal como eran las ciudades de ese entonces. Esa es la imagen que queda hasta hoy, pues  algo similar encontraremos en los distintos relatos pentecostales: una incorporación entre urbe y campo. Sin embargo la casuística medieval destacaba una vista clara entre el cielo y el infierno, los beatos disfrutan del sufrimiento de infaustos; mientras que los del infierno sufrían más viendo la felicidad de los benditos en el cielo. En el Medievo fue cuando más se exaltó la esperanza edénica, pero con la Reforma Protestante estas creencias menguaron. "Los Reformadores desarrollaron doctrinas sobre el cielo consideradas como teocéntricas, pero el cielo no fue un tema central como lo fue la tierra" (Garret, 1996: 807). El protestantismo al centrar la confianza regeneradora del individuo creyó en mejorar las condiciones del ser humano en la tierra. La Doctrina del progreso reemplazó la doctrina de la escatología. Las condiciones de la vida podían ser mejoradas, por lo tanto los seres humanos anhelarían vivir y vivir más años en la tierra. Para el protestantismo la creencia infernal o celestial, no fueron más que imágenes bucólicas de la idea de progreso.     El concepto antropocéntrico del cielo llegó a su culminación en el siglo XIX. "En la era moderna, las ideas del trabajo productivo, desarrollo espiritual y progreso técnico contribuyeron a la plenitud de la sociedad ultramundana. Durante el siglo XX la vida eterna se transformó en una idea de vaga identidad" (McDonnell y Lang, 2001: 812). La nostalgia del Jardín del Edén dio paso progresivamente a la esperanza en un nuevo paraíso terrenal, esperanza que tiene menos que ver con la religión  y más con la noción de progreso (Delumeua,  2003b). La razón reemplazó la fe; la tierra al cielo; el progreso a la escatología; y la fábrica a la iglesia, de allí en adelante el jardín se transformó mito, para las iglesias. América Latina ha sido como la Mesopotamia del pasado: un lugar de paraísos, una "tierra donde fluye oro y plata", pero reservado para los colonizadores; en cambio a los nativos le espera la servidumbre incluso en su propio paraíso. El mito lo inventaron los mismos colonizadores.  "la inversión de la idea de paraíso en la tierra significó la refundación de la idea de mundo. En este contexto, la iconografía cartográfica y los grabados jugaron un rol importante para elaborar un discurso paradisíaco, sobre todo en los terrenos por conquistar." (Leiva, 2004: 141). En la literatura latinoamericana, "la esperanza, el amor, la solidaridad y las ansias de libertad son algunas de estas razones del vivir y el sentir latinoamericano que impulsan y fomentan la creación, búsqueda y, en ocasiones, hallazgo de ese "paraíso". Un paraíso que muchos escritores latinoamericanos todavía encuentran en su casa, su pueblo, su gente y su cultura" (Martínez, 2007: 52-53). Para los colonizadores América resultó ser una tierra paradisiaca, aquella tierra fantástica, imaginada  primero en la literatura y en la pintura  medieval y renacentista, y ahora vivida. Una vasta tierra a merced de quien quisiera tomarla: no igual al cielo, pero cercano y junto al trabajo de los indígenas esclavos se podía modelar mejor. Mientras que en Chile,

las imágenes sobre el cielo es una influencia del cielo europeo: es un cielo poblado de ciudadanos blancos y rubios. Santo Tomás de Aquino era representado con pelo rubio, Santo Domingo de Guzmán de color blanco y la barba que tendía a rubia, y los ángeles también de cabello rubio. Ante este controlado marco en el cielo moderno de los misioneros-clérigos europeos de los siglos XVI, XVII y XVIII, las culturas indígenas, africanas e ibéricopopulares construyeron una imagen propia de los santos y santas más allá del estrecho imperio cristiano que no hacía sino canonizar eternamente al blanco perfecto (Salinas, 2000: 3).

Los paraísos latinoamericanos, y como veremos más adelante de igual manera en los cielos pentecostales, son ricos en especias y recursos ecológicos, sonoros, fáunicos y áureos, pero las características fenotípicas de los habitantes que pueblan estos terrenos míticos los muestran como rubios,  masculinos y blancos. La influencia medieval, en relación a los habitantes paradisiacos permanece hasta hoy. La creencia en estos célicos espacios sirve a los oprimidos para enfrentar una cruda realidad terrena, aunque son muy criticados, porque los induce a esperar un bienestar empíreo y pierden el interés en la posibilidad del cambio terrenal y social. La creencia en el cielo no es sólo un anhelo para el más allá, sino como dice Marx, la crítica del cielo que se convierte con ello en la crítica a la tierra, pero no es sólo una protesta simbólica, sino que también es otra forma de protesta política. La creencia en el cielo, está más cerca de la idea weberiana de "que los hombres recurren una y otra vez a lo imposible, para lograr lo posible" (Weber, 2001: 205). De esta manera el cielo resulta ser un imposible para lograr lo posible en la tierra. Así el cielo no es una esperanza solo en el más allá, sino también una esperanza de mejorar el más acá.  Como destaca Hernández-Pacheco

La cultura cristiana ha sido asesina, rapaz y con una casta sacerdotal codiciosa, pero también con el constante grito de: ¡hay salvación! Por ello hay renacimiento en las decadencias, hay esperanza en las crisis y la promesa de un paraíso esperando. Es, como ninguna otra, una cultura de la esperanza, incluso allí donde hay revolución, dirigida por un profeta de provincia o campesino (Hernández-Pacheco, 2004: 134). 

¿Por qué puede resultar importante estudiar el cielo? Weber señala que "el contenido específico de la idea de salvación por un más allá puede significar más bien la liberación de los sufrimientos físicos, psíquicos o sociales de la existencia terrestre, o la liberación del absurdo desasosiego o caducidad de la vida en cuanto tal" (Weber, 1997: 419). En este sentido el interés de conocer la importancia de la creencia del cielo por parte de los pentecostales, nos ayuda a entender ¿qué era lo que ellos veían es ese espacio edénico?  ¿Qué funciones sociales, políticas,  económicas y simbólicas cumplieron tales creencias doradas? Siguiendo en lo que destaca el mismo Weber: "la nostalgia por el cielo, tiene interés especial para nosotros en cuanto trae consigo consecuencias prácticas para la conducta en la vida" (Weber, 1997: 419). ágenes que el pentecostalismo chileno2 tenía sobre el cielo y su importancia para la vida práctica. Para acercarnos a nuestro objeto de estudio lo haremos recurriendo a las Revistas Fuego de Pentecostés entre 1928- 2010 (desde ahora en adelante RFP), que pertenece a la Iglesia Evangélica Pentecostal, la denominación pentecostal más grande, y una de las más antiguas, de Chile.

Las imágenes del cielo en el pentecostalismo chileno

El pentecostalismo se constituyó en una contra-utopía porque se erigió con un pesimismo radical  con un rechazo profundo a la sociedad concibiéndola como  sinónimo de suciedad. Este mundo para los pentecostales era absurdo que no ofrecía ninguna promesa viable porque todo estaba corrompido por el espíritu humano. El ser humano era ontológicamente malo y egoísta y las metáforas fáunicas que mejor lo representaban eran los lobos y las serpientes. Los hombres son naturalmente malos, aunque quieran hacer el bien no pueden. Es un pesimismo moral, social y antropológico absoluto. Se concebía como ilusión el querer cambiar la sociedad, cuando el ser humano no tiene la capacidad de cambiarse a sí mismos. Solo la obra redentora de Jesús y la obra guiadora del Espíritu Santo pueden inducir al hombre a ser relativamente coherente y consecuente. Ante la concepción del hombre como un ser maligno y la sociedad como irredenta, la única posibilidad que queda era una esperanza celeste. ¿Qué hacer mientras llega la muerte? Hacer de la comunidad pentecostal una sombra de la comunidad celeste.   La creencia en el cielo hace que la vida se represente como mortífera y la muerte como la vida. ¿Por qué tal nivel de pesimismo? Nos atrevemos a decir que serían las mismas condiciones de vida que le tocó vivir a los sectores populares y en particular los pentecostales la mayor parte del siglo XX. Algunos antecedentes de la época nos muestran ciertos aspectos. Salvador Allende, Ministro de Salud en 1939, dice: "La estadística demográfica habla implacablemente y explica por qué en Chile la gente enferma más y muere más pronto que en casi en ninguna otra parte del mundo" (Allende, 1939: 38).3  Los historiadores Collier y Sater señalan que por los años 1960 "los chilenos vivían más, pero no necesariamente mejor. Todavía en 1960, casi la mitad de las casas de campo no contaban con más de dos habitaciones; más del 50% de ellas no tenían acceso al agua potable. La desnutrición, de hecho, seguía siendo un problema. En la provincia de Santiago, la más rica del país, el 60%de la población sufría de desnutrición entre 1968 y 1969" (Collier y Sater, 1998: 251). El hambre, la des-habitación, las malas condiciones laborales y las vestimentas andrajosas eran una realidad. Por lo cual la búsqueda de los pentecostales  de la ascesis alimentaria (ayuno) e indumentaria (humildad) ayudaba a los pobres a transformar sus privaciones en virtudes. és (RFP) revisadas hemos encontrado distinta representaciones paradisíacas. Nosotros las hemos agrupados en seis. El cielo como espacio político, espacio festivo, espacio de eterna jubilación, capital simbólico, espacio de eterna felicidad y  fin del hambre.

El cielo como espacio político

Lo político no tiene que ver sólo con el poder o la participación en las elecciones, sino también con la elaboración de utopías en donde se proyecta una ciudadanía plena. A pesar de la igualdad referida, el cielo también era un espacio distintivo, los ciudadanos más ilustres eran los predicadores, los evangelizadores y los ganadores de alma. Esto nos ayuda a pensar porque el pentecostalismo crece, mientras el cielo fue una promesa viable, sostenible y plausible para los creyentes.

Es imposible creer que después de vivir una vida de pecado hasta la muerte vayamos a heredar una regia y celestial mansión. No importa que creamos estar en la verdadera y única iglesia del Señor. Si no nos hemos desvestido de la vieja y pecaminosa naturaleza no tendremos parte con la verdadera iglesia del Señor, la cual aquí milita en pureza y santidad de vida... No creáis que, porque pertenecéis a esta grande iglesia (madre iglesia) o aquel otro grandísimo movimiento, vais a ser salvo y reconciliados con Dios...quitaos la máscara religiosa...la iglesia de Dios es la que alberga el pecador arrepentido, convirtiéndolo en una nueva criatura y así desvistiéndolo de la naturaleza pecaminosa. Buscad esta transformadora y santa iglesia. La hay. Es conocida en este mundo por su santidad y reducido número de fieles. "Pocos son los que andan por el camino angosto. (RFP, 1931. N° 36: 7-8)

Entrar al reino del cielo tiene sus condiciones específicas. Significa vestirse con la indumentaria del sacrificio. La entrada al cielo de un pentecostal muerto es directa, no pasa por ninguna prueba o peripecia, como la que destaca Patch, al decir: "que los viajantes al cielo pasan por puente levadizos y estrechísimos que se elevan sobre terribles ríos" (Patch, 1956: 329). Esta es una imagen más bien medieval vinculada a los castillos, mientras que los relatos pentecostales se refieren a una villa que en medio tiene un trono y rodeado de jardines, ríos y calles áureas, como memoria de un pasado rural, debido a que los conversos eran los inmigrantes del campo a la ciudad (D`Epinay, 1968). El cielo pentecostal es más bien una síntesis entre lo mejor de la ciudad y el campo, dónde lo que importa es el individuo y no la institución.  Pertenecer a la religión oficial, como al catolicismo o a grandes movimientos religiosos como el protestantismo, no asegura la entrada al cielo, destaca implícitamente el relato. Se presenta una crítica implícita al catolicismo que se arroga el ser la religión verdadera, cuando en realidad es la conversión y la separación de los vicios, en el nombre de Jesús, la única y posible condición que asegura la entrada al cielo. Mientras el catolicismo siempre ha acusado al protestantismo y al pentecostalismo de herejes y sectas, el pentecostalismo acusa al catolicismo de máscara religiosa, idolatría y superstición. Así aparece una comparación entre la verdadera y la falsa iglesia. La verdadera iglesia transforma y cambia el individuo, la iglesia falsa deja ser al individuo abandonado en sus vicios. La verdadera iglesia conduce a sus feligreses al cielo, la falsa al infierno; la verdadera es transformadora del individuo, la falsa es conservadora y abandonadora; la verdadera es pequeña en número, la falsa es numerosa; la verdadera conduce a sus feligreses por el camino del sacrificio, la falsa por el camino del placer.   

Andando en la luz llegaremos al Cielo...Nuestro viaje es al cielo, caminamos pues con Jesucristo en unión con Él, pero hagámoslo con mucha precaución, ojalá no corras por delante, ni te quedes muy atrás de ÉL, si así lo haces te encontrarás viajando como en penumbras, sin protección y guía, les ocurriría como a Israel...mas nosotros avancemos por el camino que es Jesús, y con toda seguridad llegaremos al cielo (RFP 1994, N° 780: 10)

Esto permitió  al pentecostalismo legitimarse como religión verdadera frente a los pobres. El mismo d´ Epinay lo dice: "el cisma que expresa la revuelta de los pobres que fundan una religión que responda a sus necesidades" (d´Epinay, 1968:262). Conciencia que tenían los pastores: "Nosotros somos iglesias pobres, nuestros miembros son muy pobres" (d´Epinay, 1968:. 177), pero también los conversos: "y en el mismo instante mi vida cambió, absolutamente, de tal manera que al salir del templo, tenía la impresión que todo había cambiado, las calles, los árboles eran distintos. Era un barrio muy pobre, casas viejas, las calles sin pavimentar. Pero para mí todo era nuevo, todo estaba transformado" (d´Epinay, 1968: 81). Era la religión de los pobres, donde los pobres encontraban un lugar, un espacio donde ser persona, dejar de ser anónimos, vivir respetados como persona y como alternativa comunitaria,4 una "sombra del cielo" y una protección contra el infierno. Así como el pentecostalismo se presentaba como una religión de refugio, cerrada al mundo pero abierta al pobre, el cielo que se representaban los pentecostales, "es un jardín cercado, espacio de felicidad protegido contra la bajeza del mundo pecador, un refugio contra la injusticia" (Delumeau, 2003a: 230).

A las 7 de la mañana yo fui llevada arriba al cielo; y al llegar a un monte fui cegada, y me encontré en una meta. Vi allí un ser vestido y adornado de bandas relucientes. Vi también allí una hermana muy conocida. Ambas nos miramos y nos sonreímos, mas no nos fue dado hablar. Había también un hermano muy conocido de la Iglesia, mas éste estaba muy a la orilla y temblaba. La potencia que a mí me llevaba me dijo: "He allí el seno de Abraham", y miré y vi un trono blanco, a semejanza de un gasómetro, y vi una escala en forma de caracol. Yo corrí para subir, mas en ese momento un ser con una espada en la mano, levantó el brazo como para impedirme y dijo: "no es tiempo todavía", y abriendo un libro me dio una pasta blanca en forma de pan, y a la hermana también, pero al hermano no le dio (RFP, 1928. N° 3: 4).

El cielo es el espacio de la conciencia donde las personas se conocen, encuentran y quieren estar juntas: es el espacio de la convivencia. La creencia en el cielo "es la nostalgia del Jardín del Edén" (Delumeau, 2003b: 20), es decir el lugar de la igualdad, la libertad, la abundancia y el ocio. Es una protesta contra el trabajo esclavizante. En el cielo el trabajo se confunde con lo lúdico, el cántico, el paseo y el descanso. Es una nostalgia por el campo previo al patrón donde la tierra es de todos y de nadie a la vez. Por ello la muerte, para los pentecostales, no resulta tan cruda porque tenían la esperanza de encontrase con los familiares y hermanos en el cielo. Aparece nuevamente la imagen de trono blanco como la residencia de Dios, la imagen de Dios como Rey. El cielo es una monarquía. Es una monarquía protegida contra la injusticia y la invasión. La espada es un elemento de hierro, símbolo de severidad, lucha y permanencia y significa un lugar restringido y selectivo. 

volé hacia arriba, y mientras volaba lo hacía en sentido caracol y cada vez me remontaba más y más. De repente vislumbré un hermoso edificio, y pensé que sería el palacio de Dios...en ese momento mientras hablaba me vino a la memoria el himno N° 63 y comencé a cantarlo. Cuando estaba cantando oí en derredor de la sala sonidos de instrumentos que tocaban al son del himno, y el Señor me dijo: "¿Oyes? Donde te han oído alabar, ellos también alaban al Señor". Al terminar el himno pedí permiso al Señor para ir donde estaban los hermanos que se habían venido de la tierra, porque yo conocía a muchos de los que habían partido de la tierra para venir del cielo: "Sí, me respondió Él, aquí hay miles y miles de hermanos que están alabando al Señor y en estos momentos están danzando y glorificando a Dios. Tú tienes que volver a la tierra porque aún no es tu tiempo que vengas aquí (RFP, 1935.  N° 78)

El cielo es imaginado como una "ciudad amurallada y la puerta está resguardada por ángeles guardianes" (Patch, 1956: 329; Dulumeau, 2003b: 230). Las murallas resguardan el "Palacio de Gobierno Celeste" o la "Casa de Gobierno Estrellado" para que no entren los expropiadores, sino sólo los expatriados de la tierra. El cielo tiene muchas características físicas, pero "las más recurrentes son la presencia de la música, instrumentos musicales y cantos" (Dulumeau, 2003a: 315). Es un espacio de eterna festividad, ocio y descanso, donde: trabajar es cantar y cantar es trabajar; el trabajo es festivo y lo festivo es trabajo; descansar es trabajar y trabajar es descansar. En el cielo representado por los pentecostales el trabajo adquiere connotaciones ontológicas y liberadora de la opresión patronal y fabril. Por ello como la tierra tiene algo del infierno, la comunidad pentecostal tiene algo del cielo: el trabajo espiritual se vincula con la libertad, la cooperación y la voluntad. La música es uno de los componentes principales de los servicios religiosos pentecostales. Sirve como una forma especial de comunicación con seres sobrenaturales. Permite compartir sentimientos de pertenencia e identidad grupal. También expresa el sistema jerárquico expresado en la orquesta, la que simboliza la necesidad de una cooperación y solidaridad entre personas.

Vi al Señor rodeado de muchos ángeles. Me mostró una casa muy grande con puertas muy angostas, y todo lo que vi era blanco. Yo iba con mis joyas que siempre me coloco para ir a la iglesia; pero de repente me vi vestida con un vestido blanco muy sencillo y me sorprendo de verme sin mis joyas. El Señor nota mi sorpresa y me dice: "Aunque te pongas las mejores joyas y adornos no entrarás al cielo (RFP, 1928. N° 3: 3).

La imagen del cielo con presencia de casas con puertas angostas significa que la entrada al cielo está marcada por el sacrificio y el individualismo: el individuo se salva solo. La iglesia se presenta como una comunidad que no asegura absolutamente la salvación del individuo, sólo puede guiarlo, enseñarle y corregirlo. La salvación depende única y exclusivamente de la persona. Aparece nuevamente el blanco como sinónimo de realeza, pureza y triunfalismo. ¿Triunfo sobre qué? Sobre la opresión, como destaca Morin, esto significa que, "dado que el muerto, ya no es nada, no puede reconocer la soberanía de su vencedor" (Morin, 2003: 70). El blanco está relacionado con lo que no tiene brillo y destellos luminosos y no cromáticos. Se vincula con lo absoluto, simboliza lo primero y lo último, el principio y el fin, el nacer y el morir, el alfa y el omega, el renacimiento y la vida eterna. Libre de la muerte. ¿De qué muerte?  "De la servidumbre, en efecto, que produce los efectos cívicos de la muerte: porque el vencido está muerto para toda afirmación individual, pero este cadáver viviente, aunque este reducido al estado de útil animado, poseerá la mínima individualidad para reconocer su nada y la soberanía de su señor" (Morin, 2003: 70). Por ello en el cielo, los ciudadanos siderales se visten de blanco.  En las ritualidades pentecostales, como el bautismo, se viste a los novicios con vestiduras blancas para simbolizar la limpieza y pureza de sus conciencias. Así, el blanco representa el lugar paradisíaco donde se vuelve a la inocencia y la pureza (Csendes y Korn, 2008: 567). Los creyentes, cuanto más identidad manifiestan con el movimiento religioso, su vida es concebida con mayor blancura. La identidad es percibida como compromiso con la oración comunitaria, la predicación callejera y el discipulado de nuevos creyentes. La forma de blanquear y purificar la vida es haciendo estas actividades y así entrar al cielo. La blancura con la inocencia y pureza alude a la idea de blanquear la vida de los pentecostales, quienes en su vida anterior a la conversión habían sido alcohólicos, delincuentes o pendencieros y los juzgaban por su forma de vivir y no les escuchaban su predicación. Mientras ellos se autopercibían como con vidas puras, blancas e inocentes.  

Vio el lugar que Jesús, hace cerca de dos mil años fue a preparar para aquellos que le aman. Vio la blanca luz que glorificaban los rostros de los redimidos. Vio a misioneros y otros obreros que habían trabajado entre los abandonados de las ciudades cada uno rodeado de un grupo de los que Dios los había dado como gavillas de su cosecha. Vio a un misionero en medio de un grupo de niños africanos, cuyos rostros resplandecían de luz y gloria. Parecía que los habían sufrido más por la causa del Señor, eran los que tenían los rostros más resplandecientes (RFP, 1931. N° 37:7)

El rostro de los salvados se caracteriza por ser blanco y radiando una luz blanca. Nuevamente el blanco es reiterado. "Esta pureza contiene cinco líneas de significado. El primero es el concepto de ingenuidad, pureza, poder sobrehumano, poder sobre la muerte y sobre las fragilidades humanas, y por último el candor, derivado del latín candidez, que es blanco" (Fernández, Ruiz, Villaverde, Maroto, Jiménez, y Tristán; 2007: 41). Estos atributos del rostro radiante de luz era un premio al énfasis evangelizador y proselitista del pentecostalismo: los pentecostales predicaban y se esforzaban en ganar nuevos adeptos para ser premiados en el cielo. En la medida que haya menos énfasis en el cielo y sus diferentes premiaciones, menos evangelizadores y proselitistas serán los pentecostales y esto se constituye en uno de los motivos en la disminución del crecimiento pentecostal, que mostró en Chile hasta la década de 1980.5 El cielo es un espacio mágico de igualdad, felicidad, paz y justicia, sin embargo también es un espacio compensador y meritocrático, fundamentalmente para los predicadores y ganadores de almas. La promesa paradisíaca incentivaba el carácter proselitista y evangelizador del pentecostalismo. Un movimiento religioso reciente, como el pentecostalismo, sin memoria histórica, debía legitimarse con la cantidad de adherentes. La música y el canto son vida, por ello los pentecostales cantaban canciones dramáticamente victoriosas en los que  cantaban a la vida y no a la muerte, pero una vida de sacrificios.  

Pablo puede decir que "Nuestras viviendas están en los cielos", pero ¿podemos nosotros decir lo mismo? la palabra vivienda se puede traducir de distintas maneras, veamos estas tres: conversación, ciudadanos y Estado. Por ejemplo, si nuestra vivienda, o sea nuestra vida realmente está en los cielos, entonces nuestra conversación manifestará interés en las puras cosas terrenales. Con la palabra ciudadano llegamos a la misma conclusión. Un ciudadano de cierto país habla según sus costumbres y su idioma. Así también si nosotros somos verdaderamente ciudadanos del cielo, nuestros intereses se concentran en las cosas celestiales y será natural conversar sobre ellas. Sin embargo al examinar nuestras conversaciones diarias, vemos que hablamos poco o nada acerca del cielo y la venida de Cristo.... desde el día que creímos en Cristo Jesús somos salvos, ya no somos ciudadanos de este mundo... somos ciudadanos del cielo, nuestra conversación y nuestra acción debe estar de acuerdo con lo que predicamos... antes éramos esos pentecostales que irrumpíamos en ¡Aleluya! Gloria, honra y alabanza al Dios eterno, pero poco a poco la vida celestial se ha ido apagando por la vida terrenal y nuestra conversación es más de los acontecimientos del mundo que de las cosas del cielo (RFP, N° 639. 1982: 13).

El cielo es un espacio donde hay un trono de rey y alrededor mansiones, palacios y grandes casas donde las personas por el hecho de ser hijos e hijas de Dios serán ciudadanos. Como señala Delumeau, el cielo "es un lugar donde lo mío y lo tuyo no existe y donde la naturaleza se ofrece generosamente a todos" (Delumeau, 2003a: 221). Se piensa en un reinado justo, igualitario y pacífico. El cielo es concebido como un poder político, económico, social, cultural y sacerdotal que suple y desplaza el poder del Estado Nacional por ser éste permisivo a la opresión y explotación de los pobres. En el reino celeste no hay pobres ni ricos, todos son iguales.  óel crecimiento pentecostal, que ayudo a los pobres a resistir su miseria, pero dado que paulatinamente fueron reconocidos políticamente, alcanzaron movilidad social y los "nacidos evangélicos" experimentaban menos discriminación, esta sociedad se torno más llevadera y el cielo una realidad política menos deseada. Por ello, en el párrafo anterior se  puede observar una nostalgia por el pasado del pentecostalismo frente al presente de la década de los 80 donde ya se deja ver una aparición de la mundanidad: esto es  la secularización interna del pentecostalismo, en el sentido de que temas como el cielo y el premilenarismo ya no son materias dominantes a comienzo de la década de 1980; esto se percibe cada vez con mayor claridad.6

El cielo como espacio festivo

En el cielo, como en los templos pentecostales, la música cumple una función central.7 Es un lugar alegre, sonoro, bullicioso y donde se danza: hay música e instrumentos, todos tocan algún instrumento, fundamentalmente de viento, todos danzan y cantan.

En las iglesias pentecostales la música cumple varias funciones vitales.8 Para Garma "los himnos y "coritos" son fáciles de aprender y agradables para escuchar. Aquellos conversos que tienen dificultad para leer y escribir, van a aprender primero las letras de los himnos y posteriormente podrán leer más fácilmente la Biblia" (Garma, 2000: 69). En sociedades campesinas e indígenas con procesos tardíos de escolarización los templos pentecostales cumplieron funciones alfabetizadoras a través de la música y le lectura de la Biblia. Garma también destaca "la música pentecostal tiene también entonces un papel altamente didáctico. Los cantos le dan, a su vez, un tono festivo a los servicios. La alegría que promueven se puede entender como una recompensa a la vida sobria que se les exige a los conversos" (Garma, 2000: 69). La alegría expresada en los cultos pentecostales contrasta con lo que señala Vergara cuando dice: "es conocido el ascetismo de nuestros hermanos, que se le trasluce en su cara, generalmente sin sonrisa. También es proverbial su ausencia de toda manifestación de regocijo humano" (Vergara, 1962: 241). Es posible que esta seriedad frente a la vida cotidiana se deba a la desconfianza frente al mundo,  pero frente a la confianza que brinda la comunidad, se libera el cuerpo y el espíritu para terminar en alegría desbordante y esto implica nuevas fuerzas para enfrentar la hostilidad del mundo. De esta manera "la música de los rituales ofrece una diversión familiar sana para los adeptos y les ofrece un medio para soportar momentos de tedio o tareas difíciles (Garma, 2000: 69). Así la comunidad pentecostal es vista como un microespacio celeste, y por el cual elcielo sería una proyección idealizada de la comunidad. La Revista Pentecostal de Chile (1910-1927) y la Revista Fuego de Pentecostés (1928-1936) fueron dirigidas por el Pastor Hoover, quien mostró un gran interés por la música y los himnarios (Guerra, 2009: 138). A través del tiempo el pentecostalismo chileno se caracterizó por introducir algunos instrumentos musicales que no eran aceptados por las iglesias tradicionales en sus cultos por considerárseles de carácter popular o profano. La emotividad es el elemento que sobresale continuamente en las liturgias pentecostales. La música crea el ambiente y los textos garantizan el contenido temático de sanidad, avivamiento, adoración, etc., cuya finalidad es otorgar las condiciones necesarias para la manifestación del Espíritu Santo y su actuación dentro de la iglesia.

Asomos del más allá. Una señorita amiga mía, educada y culta, profesora de escuela falleció el mes pasado. Cuando venía de la transpiración de muerte y la agonía, exclamó: ¡Que música más bella! Oh, ¿no la oís? Dando otra boqueada -casi la última dijo: ¿No los oye cantar? Esta señorita nunca había sido lo que llaman una "fanática religiosa" sino una sencilla buena cristiana sin ostentación ni aparato de su piedad como si fuera especial (RFP, 1930. N° 26: 5).

El hecho de resaltar la escolarización de la persona que vio esta visión es para legitimar que la visión paradisíaca no se debe a un delirio analfabeto e ignaro, sino que incluso se puede ver personas cultas y escolarizadas en quienes predomina el raciocinio. La música himnológica y los cantos angelicales son vistos como una característica esencial del paraíso. Por ello en el pentecostalismo la música ocupará un lugar central en los cultos. De hecho, se dice que la única actividad terrenal que va a continuar en el cielo es la musical, pues todas las demás actividades como la oración, la predicación, el ayuno y la vigilia se acabarán, y sólo continuará la música. La música no es un sacrificio sino una celebración. Como destaca Cecilia Castillo: "el canto pentecostal se caracteriza por dos aspectos: interpretación permanente de la experiencia religiosa de las personas, permitiéndole su adaptación de acuerdo a las necesidades de cada comunidad. Y poseer "música oreja", es decir, música de fácil aprendizaje, con letra sencilla, que intenta reflejar la experiencia de vida del creyente" (Castillo, 2003: 186).

Yo, al perder mi conocimiento me encontré andando muy ligero...fui llevada delante de Dios...en ese momento miré hacia el trono y vi qué inmensa multitud de ángeles que danzaban, reían, cantaban: habían muchos instrumentos y músicos que tocaban, diferentes unos de otros. ¡Qué gloria! No había reposo un momento, todo era alabar a Dios, pero en diferentes formas. El Padre llama a un ángel y le dice que me lleve a mí al medio, donde participé a danzar como por un resorte hasta que caí de rodillas, que fue cuando me di cuenta que estaba en mi casa. Repito que yo danzaba con los ángeles rodeada de mi esposo y mis cinco hijos (RFP, 1935, N° 75: 11).

El cielo es un espacio festivo permanente en donde la risa y la danza son aspectos relevantes. El cristianismo arrojó el sentido del humor a lo profano y prohibido, la seriedad a lo divino y lo humorístico a lo humano. Extrapolando más, se podría decir que el cielo fue representado por la seriedad y el infierno por el sentido del humor. El pentecostalismo viene a rescatar la alegría cúltica. El evangelio es concebido como buena noticia, por lo tanto andar de buen humor expresado en el canto o en el tarareo,  es una forma de dar testimonio del cambio de vida. Como destaca Morin, "la vía celeste expresa la necesidad de una conciencia ya madura que desea huir de la contingencia mortal, de las determinaciones prácticas, para vivir por fin una vida separada y libre" (Morín, 2003: 157). Así el cielo es representado como un tiempo festivo, carnavalesco y con regocijo bullicioso con el regreso de los "hijos pródigos", descarriados y disolutos, esclavos del paroxismo del horror patronal, a la comunidad celestial. Esa misma alegría se debía manifestar y practicar en la comunidad pentecostal. El buen humor está vinculado a la buena disposición de hacer las cosas y figurativamente está relacionado con la genialidad y la jovialidad. Es una forma de entretenimiento y de comunicación humana, cuya intención es que la gente sea feliz y se ría. Es una de las grandes contradicciones del pentecostalismo: ¿cómo reír en un mundo que ellos consideraban tan malo? La risa se producía cuando un alcohólico se rehabilitaba, alguien sanaba, algún creyente encontraba trabajo o la comunidad alimentaba a algún hambriento. Otras formas de buen humor se producían en los momentos de éxtasis y oración. La forma máxima de buen humor era cuando una nueva persona se convertía en pentecostal.   Los pentecostales hicieron una clara diferencia entre baile y danza. La danza es percibida como "algo sagrado, extático y celeste" (Dulumeau, 2003a: 342), mientras que el baile como algo profano, orgiástico y sensual. En ese sentido sólo se resaltaba la danza en éxtasis.9 Como destacan Jaramillo y Murcia "la danza es un espacio que permea en sí misma la posibilidad del sentimiento en tanto es encuentro con la emoción y la pasión, reconquista de lo espiritual y lo corpóreo o trascendencia espiritual del cuerpo, y en tanto escenario de sufrimientos y alegrías, de angustias y calma, de voces y silencio" (Jaramillo y Murcia, 2002: 1). La danza pentecostal es una manifestación del Espíritu Santo y quienes la ejercitan, fundamentalmente son las mujeres por sus movimientos suaves, alejados un tanto de la masculinidad ruda y rustica del pentecostal. "Es una forma de comunicación y expresión por excelencia, un mundo de nuevos lenguajes, los cuales expanden su flexibilidad y alcance en todas las culturas (Jaramillo y Murcia, 2002: 1).

Seguimos adelante, y principié a oír música. Nadie puede imaginarse cuán maravillosamente dulce era la música. Había números incontables de ángeles tocando a voces cánticos de gloria. Yo quería haberme quedado allí para siempre. Jesús me dijo: "Mira, y miré y he aquí que se abrieron las puertas. Nunca he visto cosas más hermosas que aquellas puertas. Fueron resplandecientes; no como la nieve, sino como la luz, y fueron adornadas de joyas que brillaban más que diamantes. Entramos, y adentro oí cánticos de niños, algunos tendrían hasta siete años de edad, y desde ese porte hasta criaturas, todos correteando y palmoteando con sus manitos, cantando: "Hosanna en las alturas". Sus caritas brillaban de amor y alegría, y mientras pasaban cerca de las puertas, Jesús les hacía cariño. Luego miré al otro lado y vi una mesa llena de coronas (diademas), algunas llenas de joyas o estrellas, otras teniendo pocas y algunas no tenían ninguna. Más allá vi a los Apóstoles de Jesús y quise hablar con ellos, pero Jesús dijo: "No: ahora tendrás que regresar. Vuelve y cuéntalo sin cesar". Me puse a llorar y rogarle que me deje quedar, pero poniendo su mano en mi cabeza con la sonrisa más dulce que jamás haya visto, dijo: "Sí, vuelve, y cuéntalo a tu pueblo. Diles a todos que vengo pronto, entonces tendrás gozo". En ese momento me desperté; nunca he sabido cómo regresé. El cielo es un lugar maravilloso, hermoso y alegre, cuya descripción fiel no puedo contar (RFP, 1943: N° 73: 5).

La puerta de entrada simboliza el Alfa (símbolo bíblico): el principio de la vida. La puerta representa el rito de paso de un mundo a otro. Se pasa de un mundo objetivo, externo, superficial y sensible a un mundo interior, subjetivo, profundo, inmaterial o espiritual, poco apreciable por los sentidos. Es el paso del mundo de la existencia a la esencia. Es pasar de un estado a otro, de una condición a otra, de la miseria a la riqueza, de la explotación a la liberación. El pentecostalismo tenía muchos ritos de pasos. La conversión era entendida como el paso de un antes a un después, de la muerte a la vida, del diablo a Dios, etc. Al interior de la comunidad había otros ritos que simbolizaban esta distinción esencial: "alma nueva", "miembro probando", "miembro en comunión" o "miembro en plena comunión". También habían ritos de pasos para los líderes: "obrero probando", "obrero", "pastor probando", "pastor", "pastor presbítero", etc. La niñez como símbolo es parte de las representaciones populares asociadas con la debilidad humana y, en la tradición judeocristiana, con la pureza, ternura, juego, alegría, inocencia y sinceridad. La alta presencia de la niñez en el cielo viene a responder también a este tiempo donde existía una alta tasa de natalidad, ausencia de control de natalidad y alta tasa de mortalidad (Allende, 1939). En esa época los nacimientos eran legitimados como queridos por Dios. Frente a la pregunta ¿cuántos hijos van a tener? se daba la respuesta "los que Dios quiera". La niñez también se entendía desde los procesos que pasaban los conversos: "concepción", "dolores de parto", "partos", "nacimiento", "bebé espiritual", "niñez", "cristiano maduro", etc. La atención a las visitas era enfática, porque esas personas eran consideradas como "bebes espirituales" que necesitaban de "leche" y "alimentos espirituales", propios de las "almas nuevas". Aparecen muchas coronas como símbolo de premiación para aquellos pentecostales que realizaban trabajo de proselitismo. Cada persona conversa era una joya para el predicador. La corona era sinónimo de redención y adopción divina, mientras que las perlas en las coronas representaban a los conversos ganados. De ahí que un pentecostal llamaba a su discípulo "mi perla", lo que implicaba tres aspectos: la premiación misionera, la importancia de la persona para la comunidad y la responsabilidad del uno por el otro, el "ser guarda del hermano".     Otro elemento significativo es la aparición de los temas del mesianismo y milenarismo, tan presentes en el discurso pentecostal.

Llegamos al fin a una explanada donde había un portón blanco y muy grande; era el cielo...Vi allí la gloria de Dios con toda su maravilla; habían multitudes de miles y miles que cantaban gloria al Cordero de Dios; las bandas celestiales con instrumentos de oro precioso; maravillas que duraron toda una noche entera...vi a muchos ladrones redimidos por la sangre del Cordero... Me acerqué para conversar con él, y sus ropas eran tan hermosas que quise tocarlas, pero él no me lo permitió...Cuando estábamos para partir apareció mi bendito Padre Celestial lleno de su bendita gloria. Levantó la mano y dijo: "trabajad en la tierra"...cuando terminó la visión, vi que estaba en cama. Entonces me hinqué y me puse a orar, y después les prediqué el evangelio a toda la sala, y a las monjas, doctores, mozos y todos, y nadie me estorbó, ni siquiera protestó (RFP, 1928. N° 8: 4-5).

Las bandas resaltan patriotismo, ciudadanía y sentimientos guerreros. El cielo es visto como la patria celestial y un país que constantemente está luchando contra el mal. En las bandas resaltan los himnos y las marchas, se caracterizan por utilizar instrumentos de viento y de percusión, lo que implica el rechazo a la tecnología, aludiendo la tecnología como algo profano, mientras de los instrumentos musicales se resaltan los aspectos artesanales, campesinos y peregrinaje. Que los instrumentos sean de oro alude a su realeza, pureza y eternidad. Por ello la himnología y los coros pentecostales resaltaban la marcialidad que entendía la vida como una lucha constante entre el bien y el mal. La prédica se entendía también como una batalla entre Dios y el Diablo. La existencia de "ladrones redimidos" se refería a la idea de que los delincuentes, alcohólicos y pobres eran los preferidos de Dios, porque allí se manifestaba el poder transformador y regenerador del Espíritu Santo que otras religiones no podían evidenciar. La llegada de estas personas a la comunidad pentecostal era una verdadera fiesta cuando se convertían. Eran consideradas como las perlas de más alto valor: diamantes en bruto. De ahí el mandato divino de "trabajar en la tierra", es decir, seguir predicando y ganando conversos, especialmente ladrones.

El cielo como espacio de eterna jubilación

En la concepción del cristianismo existía la idea de la muerte como descanso y del cementerio como dormitorio por la resurrección del alma para vivir eternamente junto a Jesús. Esto se entendía por la idea de conversión: todo aquel que se convertía y aceptaba a Jesús como Salvador y Señor comenzaba a vivir la vida terrena en función de la vida celeste y su conducta de vida cotidiana era cristiana, es decir, según los códigos y normas de Cristo. Sin embargo, después de trescientos años de existencia del Cristianismo, las doctrinas inicial como el premilenarismo, la soteriología y la escatología entraron en crisis y fueron administradas por la iglesia. A partir de mediados del siglo IV los cristianos dejaron de ser hijos de Dios para transformarse en hijos de la iglesia. Por lo tanto, se entendió que todos los cristianos y cristianas podían ir al cielo, sin importar su conducta, sólo por permanecer bajo el alero de la iglesia, administradora de los bienes de salvación terrena y celeste. Sin embargo, la vida se siguió entendiendo como fatiga y carga, y la muerte como descanso.

La muerte es una cortina espesa y obscura que esconde de la vista mortal de aquella región desconocida...a veces algunos moribundos, al ver aquella cortina alzada, se detienen por un momento antes de pasar a su morada eterna, para decir a los que quedan lo que ven más allá. Algunos hablan de coros angelicales y música sublime, reconocen a amigos que les dan la bienvenida, y aún mientras el alma deja el cuerpo una luz gloriosa del otro mundo se reflexiona cara a cara y una sonrisa celestial...no tenemos miedo al ver el crepúsculo vespertino aunque sabemos que lo seguirá una noche obscura sin luz y sin luna ni estrella. Descansamos de nuestro trabajo y con fe esperamos el amanecer de otro día. Así el crepúsculo de la vida, no hay temor para los que saben que amanecerán en gloria, y pueden cantar: "Y cruzaré la noche/ lóbrega sin temor/hasta cuando venga el día/ de perennal fulgor/ ¡Cuan placentero entonces/Con El será morar/ Y en la mansión de gloria/ Con mi Jesús reinar!/ Salvo en los tiernos brazos/ De mi Jesús seré; /Y en su amoroso pecho/ Siempre reposaré (RFP, 1936, N° 95: 7)

El cielo es visto como la utopía del ocio y una sociedad sin trabajo. El trabajo es entendido, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, como una carga y un castigo que terminará con la muerte, como una actividad denigrante, embrutecedora y servil. Trabajar es sufrimiento, ignominioso, abyecto, caliginoso y sombrío. Esta concepción del trabajo se inserta dentro de la concepción premilenarista, donde se enfatiza la vida como un "éxodo simbólico" en el cual la principal característica es el desierto y el yermo, donde sólo se cuenta con la ayuda de la Divina Providencia. La vida es esa noche lóbrega que se cruza sin temor, porque ya viene el día de la vida eterna en el cielo, viviendo en mansiones gloriosas, promesas incomparables para aquellos que no tenían casa propia.

¡Cuán diferente será el estado del creyente en el cielo de lo que es aquí. Aquí nace para trabajar y sufrir cansancio, pero en el país de la inmortalidad, la fatiga nunca se conocerá. Ansioso de servir a su Maestro, halla sus fuerzas insuficientes a su celo; su clamor constante es: ¡Ayúdame a servirte, oh Dios mío! Si es realmente activo, tiene mucho trabajo: no demasiado para su voluntad pero más que bastante para sus fuerzas, de manera que dice: No estoy cansado del trabajo, sino cansado de ello! Para el cristiano, el día caluroso de cansancio no durará para siempre, el sol está cerca del horizonte. Se levanta otra vez en el día más brillante que jamás haya visto, sobre un país en donde sirve a Dios día y noche, y sin embargo, descansan de sus trabajos. Aquí el descanso es parcial; allí es perfecto. Allí todos descansan, han alcanzado la cumbre de la montaña, han ascendido al seno de su Dios. Más alto no puede ir. ¡Ah obrero cansado! Piensa en el gozo celestial de tu experiencia feliz cuando descansarás para siempre ¿Puedes  concebirlo? Será descanso eterno: un poco de reposo que queda, aquí mis mejores goces llevan la triste inscripción mortal sobre su frente; pero allí, todo es inmortal; el arpa no se enmohecerá, la corona no se marchitará... el goce es infinito. ¡Feliz día, feliz día, cuando la mortalidad será absorbida por la vida y el Domingo eterno habrá empezado! (RFP, 1940. N° 141:11).

Aquí encontramos que la identidad pentecostal todavía no estaba asociada al ethos del trabajo que más tarde describiría Ossa (1991). Más bien el trabajo es visto como una condena necesaria. La vida en sí misma es como tierra de oscuridad, lóbrega, de sombra de muerte y sin orden, y cuya luz es como una densa tiniebla. La vida del ser humano es una brega sobre la tierra, donde la vida del creyente y la del jornalero son similares: ambos suspiran por la sombra, esperan el reposo de su trabajo, muchas veces viven meses de calamidad y noches de trabajo cuando ni siquiera el estar acostado satisface. Porque al acostarse, se desea levantarse, mas la noche es larga, y se está lleno de inquietudes hasta el alba. Fenece la esperanza y ahí recién se reflexiona en que la vida es un soplo ya que por el duro trabajo la esperanza de vida de la persona es muy corta. Como señala Morin, "el cielo no tiene en efecto otro sentido que el de ser verdadera patria del hombre en la que ya no está determinado ni dominado por nada extraño, donde las escorias de este mundo no tienen cabida, donde la lucha contra el mundo encuentra un final y nada le es negado" (Morin, 2003: 158). Esta es la esperanza del obrero: el eterno descanso, donde nunca más volverá a trabajar por necesidad, sino por libertad. El trabajo obligatorio es un mal necesario para vivir en la tierra, pero el encanto del cielo es el descanso del trabajo obligado. El cielo es el fin del trabajo mortífero.

El Edén está aquí todavía; abramos los ojos y miremos esta tierra maravillosa...Pensemos nosotros los que amamos al Señor, los que tenemos su luz; lo que sería esta tierra, sin el pecado, si este mundo fuera un reino, el Reino de Dios. Ya no habría necesidad de mantener miles y miles de soldados en pie de guerra...hospitales, sanatorios, farmacias, doctores, casas de locos, grandes colegios y universidades para educar los doctores, practicantes, enfermeros, etc....Ni cantinas, bares, casas de maldad y todos los negocios parecidos como loterías, sorteos, rifas, etc.... aún ni se sentirían las violentas agitaciones políticas con el fin de nombrar los que dictan las leyes que jamás cesan de crear otras nuevas... Así que no es el trabajo la causa de la ruina actual de este mundo, sino el pecado... Así el trabajo, aun en el Edén, era una bendición... nosotros trabajemos como Adán en sus primeros días, con la sonrisa en el alma con la presencia permanente de Dios (RFP, 1931. N° 49: 7).

La edad de oro del pasado humano se perdió por el pecado que trajo todo el dolor y el sufrimiento, pero se puede vivir aún en la comunidad pentecostal como una "sombra del Edén". La vida comunitaria es una ilusión paradisíaca. Las personas que se convierten al pentecostalismo dejaban la vida disoluta y delictiva, iban a la escuela con la intención de lograr una alfabetización básica para aprender a leer la Biblia.

El pentecostalismo contribuyó a socializar ciudadanos, responsables de sí mismos. Para los pentecostales no era bien visto recurrir a la ayuda del Estado. Pedir algo a las instituciones estatales era considerado como acto idolátrico, falta de fe y desconfianza en Dios. La expresión "Jehová es mi Pastor" era un realidad vivida, que sólo se podía expresar a través de la ayuda de la iglesia o una provisión inesperada de alguien. Pedir algo, incluso alimentación, fuera de la hermandad, implicaba acto de mendicidad, considerado como un grave pecado.  

El año, el día, la hora, y el momento pronto llegará para terminar su vida en esta tierra. Entonces comenzará, o la felicidad en el cielo o el terrible llanto en el infierno. Una vez llegando  a estos lugares, no hay manera de regresar a esta tierra. Estará usted allí para siempre, para toda la eternidad. Tenga pues cuidado cada uno de asegurar su entrada al cielo. Es el Señor Jesucristo el único que puede limpiarnos de todo pecado y darnos la vida eterna para gozarla en la gloria con Él (RFP, 1936. N° 97: 4).

La creencia en la inmortalidad del alma, el abismo entre los vivos y los muertos, la  inocuidad de los muertos y la visión de la muerte como la verdadera vida, produjo en los pentecostales actitudes y representaciones hacia la vida y la muerte que hasta hoy permanecen.10 Entre los aspectos más destacables está el que los pentecostales no dramatizan en los funerales, no son asiduos visitantes de los cementerios y ven el primero de noviembre con indiferencia.

De una u otra forma el cielo es un espacio del no trabajo, del ocio y de la liberación laboral. A pesar de la importancia que el trabajo tenía para los pentecostales, no era lo ideal. No significaba que se le rechazaba, sino sus condiciones, porque se resaltaba el trabajo como vocación espiritual, es decir el trabajo como libertad, realización y movilidad social. Por lo tanto en la medida que las condiciones laborales han ido mejorando en la sociedad chilena,  el cielo como espacio de jubilación, ocio y realización, ha ido perdiendo su interés.

El cielo como capital simbólico

Como destaca Bourdieu "el capital simbólico es una propiedad percibida o utilizada por agentes sociales cuyas categorías de percepción son de tal naturaleza que les permiten distinguirla y reconocerla, conferirle algún valor" (Bourdieu, 1997: 108). La creencia del pentecostalismo en el cielo como tierra prometida se transformó en el recurso simbólico para los desheredados y explotados que componían las iglesias pentecostales para enfrentar la pobreza y la miseria.

Estando en el hogar de mi hermano, allí me dio el ataque y morí, y mis hermanas se pusieron a orar, y yo en esos momentos andaba en el cielo con unas ropas blancas y largas, y mis brazos eran alas, allí volaba por unos jardines muy hermosos y llegué a unos palacios, donde habían hermanas que se han ido con Cristo, y me encontré con mi hermana Jetrudis...allí danzamos todas de la mano, pero qué felicidad que no se puede explicar. Allí habían ríos hermosos, jardines tan preciosos. Andaba en aquellaalegría, pero cuando estuve en el espacio, miré hacia la tierra y la veía negra, cuando unas manos suaves se pusieron en mis hombros y me dijo el Señor: hija, tienes que volverte a la tierra, porque me tienes que servir más todavía, y en un momento estuve en mi lecho, y en mi cuerpo, y volví a la vida, gracias a sus misericordias. Mis hermanos estaban orando y llorando por mí (RFP, 1981 N° 623: 7).

En la década de 1980 Chile vivió sus peores momentos como país como producto de los efectos de la implementación del modelo neoliberal que afecto tanto que la pobreza se disparo hasta el 45 % de la población chilena. Fenómeno como el desempleo, sin casas, salud, alimentación y vestimentas eran los mayores problemas para los pobres. Justamente estas necesidades se constituyeron en las promesas diferidas más enfáticas de los pentecostales. Pero además eran los recursos más visto en los cielos, considerado como un espacio de mansiones, sin hambre, con vestimentas sencillas (solo túnicas), indoloro y de eterna juventud. Así la promesa del cielo se constituye en recursos simbólicos para aquellos que no disponían de recursos económicos y sociales básicos. 

ESTRECHA ES LA PUERTA Y ANGOSTO ES EL CAMINO QUE LLEVA A LA VIDA. Sin lugar a dudas meditaremos ahora que vamos transitando por el camino angosto donde influyen sobre nosotros la corrección, la disciplina y las amonestaciones del Señor, tener en alta estima a los que nos presiden en el Señor. Aprender a andar por la estrechez del camino con la fe inquebrantable en aquel que dijo: YO SERÉ CONTIGO, aunque andemos por los valles de sombras y de muerte, sabiendo que las tribulaciones son necesarias y nos acercan aún más a los pies del Santo de Israel. En la Iglesia se siente el gemido del que va sangrando de dolor, del que sufre cristianamente por amor a aquél que le tomó por soldado, las oraciones con lágrimas y llantos de los padres por sus hijos para que ellos entren por la puerta estrecha: aquí está la bendición: "EL CAMINO ANGOSTO NOS LLEVA A LA VIDA". ¡Aleluya! A esa vida victoriosa e inmortal en el gozo eterno del Señor de la gloria. (RFP, 1987 N° 689: 10).

El camino al cielo es entendido en muchas veces como "camino angosto" o "valle de sombra de muerte", es decir ayuda a los oprimidos  y explotados a darle otro significado a su miseria y no caer en el pesimismo y ser arrastrado por el alcoholismo, el fatalismo o la indiferencia. De esta manera el cielo paso de un espacio mítico a un espacio deseado y esperado que brindara fuerza y valor a los creyentes pentecostales que estaban rodeados por la miseria de la vida.11

El cielo como espacio de eterna felicidad

Las constantes referencias al cielo en el discurso pentecostal chileno de la época mencionadas, tienen como función dar respuesta institucional a los altos índices de mortalidad, tanto adulta como infantil. Así, el cielo fue el recurso que permitió disminuir el miedo a la muerte para que los pentecostales se enfrentaran a ella frente a frente y con alegría. El cielo fue presentado como un lugar donde todo el mundo quiere ir y de donde no desean volver nunca más.

Al acercarse el fin todas estaban a su lado (una niña de 17 años) llorando. Por fin todo había pasado, al aparecer. Pasaron varios momentos en el lamento en general. Cuando de repente la niña abrió los ojos y hablando con claridad y rostro lleno de gozo dijo: "He vuelto para decirles que he visto. He visto...¡Oh es maravilloso, es maravilloso!". Y se fue. Más tarde al contárnoslo la madre dijo: "Ya no puedo llorar sino alabar"...Asombrados vieron que su rostro era radiante de gozo. En momentos cuando expiró, alzó los brazos y extendió las manos como dando la bienvenida a alguna persona (RFP, 1930. N° 26: 5).

El cielo es un espacio de eterna felicidad de donde nadie quiere volver. Por ello para el pentecostalismo la persona muere y ya no hay nada que hacer; el muerto no tiene poder ni para hacer el bien ni el mal. Las personas cuando mueren, van al cielo o al infierno, según su conducta de vida, y no regresan. Los muertos tienen conciencia y no quieren ni pueden salir del espacio celestial donde están. Por ello se elimina toda necrolatría. Esto les permite como grupo religioso romper con la tradición y la herencia religiosa, sobre todo con la imaginería santoral. Los muertos no tienen poder, los humanos son santos (se consagran a una causa buena) mientras viven, no cuando mueren. El santoral conlleva al poder sacerdotal y la administración religiosa institucional.      

Yo estaba arrodillada al lado de ella, y la tenía asida de la mano. Le dije, mamá si Jesús está cerca apriéteme la mano. Haciendo un esfuerzo me lo hizo. Entonces vinieron momentos de profundo silencio porque sabíamos que el fin se acercaba. Estaba tranquila con ojos cerrados, cuando de repente abrió los ojos con una mirada de admiración y sorpresa, extendiendo la vista más allá del cielo raso. Entonces la mirada cambió en una mirada de bienvenida y vino una expresión de gozo indescriptible; entonces de repente alzó los dos brazos y bien extendidos, como para dar la bienvenida a alguna persona, exclamó con una voz clara: ¡"Ahora por siempre Jesús"! (RFP 1930. N° 26: 5).

Eran épocas cuando "los moribundos morían en sus camas, rodeados de sus familiares y de los niños" (Elías, 2009: 43) y en que la pieza del moribundo era un espacio público. El viaje al cielo es vivido como un sentimiento y una experiencia previa al partir y con la misma intensidad de alegría, felicidad y éxtasis. 

"...El tema del sermón en aquella noche fue: "El vestido, la vestidura de justicia y el vestido de la boda". Al terminar el sermón la anciana dijo al pastor que pensaba que esa era su última oportunidad de asistir a la iglesia -de manera que dijo ella- si no vuelvo esté seguro que ya he partido. La enfermedad ha consumido mi fuerza. - Voy a ir a visitarle- dijo el pastor- pero si Dios le llamare mientras ¿no tiene miedo de aparecer? - ¡Oh, no!- contestó ella- estoy vestida para las bodas del Cordero. No me cerrarán las puertas, porque estoy preparada. Él me ha vestido con el traje magnífico de la salvación y me ha cubierto con el manto de justicia" (RFP, 1931. N° 38: 5).

Las credenciales al cielo significan brindar a la persona de los atuendos requeridos para entrar a la ciudad celestial. Las "bodas del cordero" es el código que utilizan los pentecostales para hacer referencia a la venida invisible de Jesucristo, es decir, es la posición premilenarista: mientras se desencadena en la tierra el apocalipsis,  el cielo es un espacio de festividad y matrimonio entre Jesús y la Iglesia mística (D` Epinay 1970; Schäfer, 1992), esto es, el cuerpo de cristianos y cristianas que lograron cumplir las demandas bíblicas.

Tuve un sueño anoche...soñé que la hora había llegado, que por tantos años he procurado estar preparado a afrontar la hora de mi muerte... No tuve nada de miedo. ¿Cómo tener miedo? Mi pieza estaba llena de ángeles...me llevaron a los cielos estrellados. ¡Y cómo cantaban! Nunca he oído cosa semejante...No puedo decirle lo que sentí al estar a la vista del cielo...todo era tan lleno de paz, tan puro, tan hermoso, tan glorioso. Al acercarnos vi abrirse las puertas, y con aumento de rapidez entramos en la ciudad. ¡Y qué bienvenida! Todos tan alegres, todos parecían vestidos de alegría. La alegría estaba en la fragancia de las flores, la música de las arpas, el cántico de toda lengua, el apretón de mano -de alegría porque yo había llegado...hallé allí a todos mis hijos, ninguno de ellos perdido...y después de un tiempo, no sé cuánto, vi a los ángeles que me trajeron a mi querida esposa. La amé más que cuando estábamos en la tierra. Era más linda que cuando nos casamos. Nos sentamos juntos bajo el árbol de vida y anduvimos por el lado del río que corre del trono...luego caminamos por las calles (RFP, 1933. N° 61: 4).

Este es un milenarismo arcano en donde aparece el cielo como una ciudad pacífica y gloriosa. Esta ciudad está llena de jardines y música, es multinacional y multirracial. El cielo es un espacio de conciencia y familiar. Es una ciudad  urbana- rural.  Las "puertas abiertas" y el "apretón de mano" como bienvenida y confianza se viven ahí, donde se perciben la fragancia de las flores del jardín. En realidad, el cielo se presenta como reflejo de la iglesia ideal. La comunidad  pentecostal se presenta como sustituta del cielo en la tierra. La cordialidad y la bienvenida celeste eran lo que se vivía en las iglesias pentecostales.  El cielo se presento como la última y única respuesta para la muerte infausta, trágica y precoz, que no podían ser explicadas en momentos de alta mortalidad, pero también para los enfermos que no eran sanados, por ello la oferta de sanidad era muy importante en las predicaciones pentecostales. 

El cielo como fin del hambre

La crisis salitrera (1915-1929), la Gran Depresión (1929-1932) y la dictadura militar (1973-1989)  adquirieron en Chile proporciones devastadoras. Los salarios descendieron cerca de la mitad durante el período 1929-1933, mientras que la desocupación alcanzó más de 12%. Las estrategias populares para enfrentar el desempleo y el hambre fueron a través de albergues para cesantes y las ollas comunes. Chile fue el país al que más le afectó la crisis por diez años, es decir, hasta 1939. Luego este fenómeno se repitió durante la Dictadura Militar (1973-1989). Estas condiciones sociales y económicas tan adversas generaron profunda desesperanza y contribuyeron a poner las miradas en el cielo como la única posibilidad del fin del hambre y la miseria.12 Pero también el templo pentecostal era un espacio de la mitigación del hambre. Las comidas eran frecuentes después de los cultos, celebraciones de cumpleaños, nupciales, velatorios, etc. muy frecuente al interior de los templo.  

¡Qué lugar más hermoso es el cielo! El sitio donde está Cristo; allí veremos Su rostro y llevaremos su nombre escrito en nuestras frentes (Apoc, 22:3-4). En su presencia tendremos plenitud de gozo; nadie sentirá allí el hambre ni sed; el dolor habrá desaparecido para siempre, y Dios hará secarse las lágrimas de nuestros ojos. Hay muchos que, por la gracia de Dios, saben que van a estar allí, y aún ahora están deseando ir allá para ver el rostro de aquel Salvador vivo que murió por ellos. Bien podemos exclamar: ¡Oh qué hogar, que dulce hogar!/ Cristo en su amor, nos llevará/ Para habitar la Gran Mansión/ Que preparado está/ Mas ni la falta del dolor/ Ni la presencia de paz/ Podremos comparar con ver/ ¡Señor Jesús! Tú faz. Haga Dios que todos los que leen estas líneas se encuentren con nosotros en aquel Hogar, y que juntos allí cantemos alabanzas a Jesús durante el día eterno sin cesar, pues que sólo por Él podemos llegar al Hogar tan feliz".13 (RFP, 1934. N° 63: 7)

El cielo es un espacio del fin del hambre, la enfermedad y el sufrimiento.14 Es un espacio de la nominalidad y familiaridad, donde las personas dejan de ser anónimas y despreciadas, y tienen un nombre, pertenecen a la familia de Dios. Pasan de indio a hermano, de campesino a hermano, de pobre a rico, de marginal a ciudadano, etc. Es muy interesante que el aspecto que aparece con más frecuencia sea el fin del hambre. Esto era una gran preocupación para los pentecostales, quienes eran muy pobres. Por ello muchas referencias estaban vinculadas a la comida: la Biblia como alimento, como pan, como leche, como miel, etc.

ustedes quieren ir al cielo. Pero escuchen con sólo querer no van a llegar nunca...Ud. Tiene que emprender la marcha...no sabe cómo emprender la marcha. Bote los naipes, los dados, las copas, los cigarrillos, las conversaciones y chistes sucios, las películas, los bailes. Bote todo lo que no es semejante a Dios. Salga al camino real con la espalda a todos los antiguos amigos y clame a Dios...entonces ya ha emprendido la marcha. Él ve que Ud. está abandonando el pecado y comienza a tomar nota. Está interesadísimo. Y cuando le oye clamarle, y sabe que su corazón está en el asunto, de veras, y que en verdad le desea de todo corazón, Él vendrá a Ud. Él vendrá a su lado para ayudarle a emprender la marcha. (RFP 1931. N° 38: 5).

En este relato, el cielo es una ciudad cuya llegada depende de las condiciones que se exigen en la tierra para llegar, entre ellas dejar los vicios como naipes, alcohol, cigarros, películas y bailes.15 Todas estas credenciales para llegar al cielo tienen implicancias prácticas en la vida cotidiana como, por ejemplo, un mejor uso de los recursos. Ante la crisis social los "jinetes del Apocalipsis" se hacen patentes: hambre, guerra, enfermedad y muerte, que se convierten en espectros muy reales. La  precariedad de la vida se concibe como un éxodo con dirección a la tierra prometida en donde fluye leche y miel. Así Israel fue el modelo más cercano con el cual se identificó el pentecostalismo chileno. Ahora aparece el "hebraísmo pentecostal" y la sociedad chilena fue concebida como Egipto, de la que había que emigrar. 

Esta es una protesta simbólica, en un doble sentido. Primero, el pasado de los pentecostales es el catolicismo, por lo cual el pasado es asumido como muerte. Se dice con frecuencia: "antes cuando estaba en el mundo estaba muerto en delitos y pecados". En cuanto a la muerte biológica, los "moribundos" dicen: "conocer el mañana, porque el ayer es la muerte y el futuro es la vida". Segundo, se construyen dos espacios mortuorios: los pentecostales van al cielo y los católicos van al infierno. La muerte es "vida eterna", "conciencia", "libertad", "premiación", "coronación", espacio donde el viajante desea y quiere estar. No es necesario tenerle miedo a los muertos porque ellos no quieren regresar a la tierra a visitar a sus familiares vivos: ¿quién quiere regresar del cielo, donde se vive la vida plena, a la tierra, donde se vive la contradicción la muerte-vida?  Pero tampoco los muertos tienen el poder para volver a la tierra. Los cadáveres no tienen poder sobre los vivos: ni hacen bien ni mal. Así el cielo, espacio de los muertos, será la "meta suprema" para los pentecostales, en tanto  el infierno como "fuego", "prisión", "castigo", "terror", para los no-pentecostales: un lugar donde los muertos no quieren estar;  por ello siempre quieren volver a la tierra y se hace necesario adornar sus tumbas, incluso comer junto a ellos.

A modo de cierre

La vida del pentecostal, pobre de entre los pobres, resulta ser tan dura que no puede vivirse en la crudeza de la pura realidad, se necesitan recursos simbólicos para soportarla y enfrentarla, no sólo como promesa esperada sino también vivenciada. Para la concepción pentecostal el cielo es un espacio real y mágico en donde los oprimidos virtuosos serán recompensados, no por su miseria, sino por su ascetismo y anacoterismo en la tierra. El cielo no es sólo una promesa post morten y futura, sino que también puede ser experimentada aquí en la tierra como un tiempo y un espacio mágico, que es construido por el Espíritu Santo en el corazón de cada creyente, en la comunidad pentecostal, en los cultos familiares, en la oración, en la lectura bíblica, en la predicación callejera y en las vigilias. Es decir existe un cielo diferido y un cielo viático.

En el cielo diferido sólo entrarán los pentecostales virtuosos. Esta concepción paradisíaca viene a cumplir dos roles fundamentales en el discurso religioso: como esperanza y consuelo para soportar la injusticia social, la opresión y la miseria; y otro como control social sobre el alcohol, la sexualidad extramarital, la violencia y el ocio;  el cielo viático es vida y muerte. Para vivenciar el cielo viático hay que morir a través de los distintos ritos de la muerte simbólica como el bautismo y la santa cena; los tiempos pasado y presente son muerte. Pero el paraíso viático es vida para aquellos que vivencian los ritos y logran aceptar el paraíso diferido.  

Pero en la medida que los pentecostales mejoran sus condiciones de vida, (como ha pasado tantas veces con grupos religiosos oprimidos) pensarán menos en el cielo, querrán vivir más en la tierra, incluso luchar para que este mundo sea mejor. Eso fue lo que sucedió en el año 1000 con el cristianismo según Lomnitz (2006: 118). D´ Epinay también señaló algo similar al decir: "los premilenaristas, fundada en la espera del reino, resisten difícilmente la prueba del tiempo" (D´Epinay, 1983: 99).  El cielo sólo será tema de interés para aquel tipo de pentecostalismo que aún sigue viviendo en condiciones de marginalidad y exclusión social; no obstante en la medida que el creyente mejora sus condiciones de vida desea menos el cielo y quiere vivir más en la tierra.

Notas

1. Este artículo es parte de la investigación Postdoctoral Fondecyt con el proyecto "Protestantismo y pentecostalismo aymara en la Región de Tarapacá desde 1990 al 2010". N° 3120162. Chile.

2. Para conocer en más detalle sobre la historia social, política, económica y cultural del pentecostalismo ver los siguientes textos: Orellana (2008); Mansilla (2009); Sepúlveda (1999); Canales (2000).

3. Salvador Allende también destaca: "Entre nosotros, existen problemas de salubridad en cuyo origen intervienen deficiencias de alimentación que se manifiestan en elevada mortalidad infantil; deficiencia de estatura, peso y de forma del esqueleto; frecuencia de la tuberculosis y de otras enfermedades infectocontagiosas. Con los antecedentes expuestos creemos haber demostrado en forma incontrovertible la afirmación que hacíamos de que en nuestro país las condiciones de vivienda son pésimas y en consecuencia tienen decisiva influencia en nuestros cursos de morbi-mortalidad" (Allende 1939: 47)

4. Sobre la relación pobreza y pentecostalismo se puede ver los siguientes autores: Palma (1988); Ossa (1990); Mansilla,  (2010);

5. Al respecto ver el artículo de Corvalán (2009) 

6. Al respecto a los indicios y miedos a la secularización del pentecostalismo se puede ver los textos de: Ossa (1996); Mansilla (2008a); Mansilla (2011).

7. En relación a los templos pentecostales chileno se puede visitar el trabajo de Vidal (2011)

8. En relación a la importancia de la música en el pentecostalismo se recomienda ver los textos de: Guerra (2009);  Barrios (2011).

9. Sobre el rol, las características e importancia de la danza en el pentecostalismo chileno se puede consultar la obra de Hollenweger (1997).

10. En relación a las actitudes de la muerte se recomienda ver el artículo de Mansilla, (2008b)

11. En relación a la pobreza y el pentecostalismo, ver los textos de: d´Epinay (1968);  Ossa. (1990);  Slootweg, (1991) Mansilla y Llanos (2010)

12. Frente a ello se destacan otros relatos: "Gilberto Rojas Catalán, Pastor Diácono de la amada Iglesia de El Carmen (Q.E.P.D.). "El lunes 17 de mayo, fue llamado a la presencia de su Maestro, el amado pastor diácono Gilberto Rojas Catalán. Este siervo de Dios nació el 4 de septiembre de 1921, en la ciudad de Melipilla. Su infancia fue triste, de muy escasos recursos, muy niño emigró a Santiago, donde su vida deslizó en el mal. Se convirtió al Señor el año 1946 y en el año 1964, fue llamado al ministerio...sus funerales fueron muy concurridos..." (Revista Fuego de Pentecostés N° 637. 1982: 11).

13. Revista Fuego de Pentecostés 1934. N° 63: 7.

14. Algunos relatos señalan la importancia de este cielo como fin del hambre como producto de vidas hambrientas: "Biografía del Amado Pastor Diácono Juan Misael Cea Pérez (Q.E.P.D.). Nació el 24 de agosto de 1933 en la ciudad de Laja. Su infancia fue muy pobre debido al alcoholismo de su padre, muchas veces él salió a buscar el pan para su madre y su hermanos. Abrumados por los problemas, a su temprana edad, decide quitarse la vida y es en ese momento cuando escucha la voz de Dios que le dice: "No te quites la vida porque para ti hay una vida mejor"... En el año 1975 su Pastor Miguel Tapia Pavés, escucha la voz de Dios, mientras caminaba, que le dice: "Juan Cea Pérez está elegido para el ministerio". Siendo confirmado por un sueño dado al hermano Juan Cea...Despertó muy preocupado y mucho más se preocupó cuando su pastor Miguel Tapia lo llamó y le preguntó "si acaso él tenía el llamado al ministerio" Él le contó este sueño y varias cosas que Dios le había mostrado. Fue presentado como obrero en el año 1975 y aprobado por esa misma comisión de pastores que vio en el sueño, siendo designado a la Iglesia de Santa Bárbara, allá fueron con su esposa y familia...el día 15 de noviembre del año 2002 a las 09:50 fue llevado a descansar con Dios al paraíso, cumpliéndose por él dicho en su agonía: "la muerte es como un sueño", y que Dios se lo llevaría de esta forma..." (Revista Fuego de Pentecostés N° 881. 2003:18).

15. En relación al pentecostalismo y el alcoholismo como miedo a los vicios, ver el texto de: Mansilla. (2011)

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