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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.24 no.41 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2014

 

ARTÍCULO

El catolicismo integral como mecanismo de inclusión social urbana para los migrantes campesinos y trabajadores manuales. El caso del presbítero Franz Bohle Schwerter, Osorno, Chile (1894-1897) *

The Integral catholicism as a mechanism of social inclusion for migrant urban farmers and laborers. The case of the priest Franz Bohle Schwerter, Osorno, Chile (1894-1897)

 

Jorge Muñoz Sougarret

Centro de Estudio para el Desarrollo Local y Regional (CEDER), Universidad de Los Lagos, sede Osorno. Décima Región de Los Lagos, Chile.

Av. Lord Cochrane 1225, Osorno, Chile.

jorge.munoz@ulagos.cl

 

Fecha de recepción: 13 de marzo de 2013 

Fecha de aceptación: 3 de abril de 2014

 


Resumen

Analizaremos aquí las relaciones entre los representantes del catolicismo chileno con los nacientes sectores obreros y artesanales de la ciudad de Osorno (Chile) a fines del siglo XIX. Específicamente estudiaremos la vida pública del presbítero Franz Bohle, destacando su rol como aglutinador y conductor de los movimientos de trabajadores. Mediante su biografía describiremos cómo el catolicismo social se enfrentó a los desafíos del capitalismo moderno, y propuso una intervención integral en la sociedad en pos de defenderse de las corrientes liberales y anticlericales del partido Radical. Para rescatar la acción de este presbítero en la defensa del catolicismo social, hemos usado series documentales nunca utilizadas hasta el momento de considerar el conflicto religioso en el país, particularmente las aristas políticas del conflicto y los múltiples intereses cruzados de los actores involucrados para nuestra investigación.

Palabras claves: Catolicismo, Sociedad de masas, Trabajadores manuales

 

Abstract

In our study we focus on analyzing the relationships between the representatives of the Chilean Catholicism with the craft-workers in the city of Osorno (Chile) in the late nineteenth century. Specifically studying public life of the priest Franz Bohle, emphasizing is role as a driver of the labor movements. Throughout his life describe how social Catholicism faced the challenges of modern capitalism, and proposed a comprehensive intervention in society towards defend liberal and anti-clerical Radical Party. To rescue the action of this priest in defense of social Catholicism, we used documentary series previously never used when considering the religious conflict in the country, particularly aimed to show the political conflict and multiple cross interests of stakeholders involved in our research.

Key words: Catholicism, Mass society, Laborers.


 

La segunda mitad del siglo XIX abrió una puerta a la crítica religiosa nunca antes vista en los países latinoamericanos, inclusive en aquellos con fuertes alianzas entre el mundo político y la Iglesia católica. En respuesta a las críticas, en algunos países latinoamericanos, agrupaciones de laicos comenzaron a reunirse y manifestarse públicamente a favor de los dogmas cristianos; rechazando violentamente las posturas asociadas a las tendencias laicizantes (Romero & Romero, 1978: XV; Meyer, 1986: 7-8; Lynch, 1991: 77-78). A su vez, la alta curia de aquellos países tendió a deslegitimar las acciones más extremas de los sectores laicos, facilitando el camino a los sectores anti-clericales que apuntaron a ellos sus críticas -motejándolos despectivamente de ultramontanos o intransigentes- (Di Stefano, 2010).

Son los sectores laicos que, sin dar oídos a las críticas, no cesaron en su defensa de la infalibilidad papal e incorporaron las nuevas líneas sociales emanadas desde el apostolado de León XIII, proponiéndose intervenir tanto en el ámbito público como privado de sus sociedades. Las acciones emprendidas, que iban desde la creación de organizaciones de trabajadores a clubes de lectura, han sido consideradas por Émile Poulat como la simiente del ‘catolicismo integral'1 , que configuró una readecuación de la acción de los laicos dentro de la Iglesia, junto con su apertura a las problemáticas de los sectores de trabajadores urbanos.Nuestra hipótesis es que en Chile existieron formas del catolicismo que pudieron elaborar un discurso coherente con las realidades particulares de diversos grupos de trabajadores, tanto urbanos como campesinos. Esa plasticidad estuvo ajena a las directrices centrales del arzobispado nacional. Hubo diferencias locales que propusieron acercar el discurso de las encíclicas vaticanas al lenguaje y simbolismos de los sectores de trabajadores urbanos y migrantes campesinos, además de relacionar tales imágenes con sujetos reconocibles por la grey. La simplificación de la sociedad fue apoyada y agradecida por los primeros grupos de trabajadores llegados a las ciudades desde el campo, quienes por su falta de lazos sociales con la urbe se sentían desubicados y excluidos de facto.

En concordancia con lo dicho anteriormente, presentaremos el estudio de una serie de enfrentamientos entre eclesiásticos que proponían un integrismo católico y los defensores del laicismo en la ciudad chilena meridional de Osorno a fines del siglo XIX. La selección se debe a que en ella se asentó un gran número de emigrados alemanes desde la segunda mitad de ese siglo, que demostraron abiertamente su religión (luterana) y sus posturas políticas (liberales). Rechazando sus manifestaciones se encontraba un nutrido grupo de eclesiásticos llegados directamente desde Europa, con vasta experiencia en los conflictos anti clericales de Italia y Alemania, que, asimismo, no tenían ninguna cercanía con la curia capitalina de Chile (y sus lazos políticos). Disputados por ambos grupos se encontraba una masa de trabajadores criollos e indígenas que, durante el período, comenzaban a integrarse a las formas modernas y urbanas de trabajo y participación política. Tal mixtura de circunstancias provocaron formas de comprensión del catolicismo que no tuvieron paragón dentro del país y que acabaron por generar el rechazo de los sectores políticos y eclesiásticos. 

Metodológicamente nos abocaremos a construir la trayectoria del diocesano germano Franz Bohle Schwerter, en sus años a cargo de la parroquia de San Mateo de Osorno (1887-1897), y a través de su persona lograr una construcción histórica que facilite la comprensión del porqué de sus decisiones y las de sus contemporáneos. En este punto seguimos a René Remond (1988: 100) cuando indica que el estudio del catolicismo desde las diócesis o parroquias permite comprender la historia social y política de la Iglesia, especialmente para fines del siglo XIX, como mecanismo para rastrear a los movimientos "misioneros" que desde dentro de los sectores trabajadores intentaron detener su des-cristianización.

 

Contextualización nacional y regional del área de estudio

Prudente es esbozar el escenario geográfico, político y social sobre el cual se moverán los actores centrales de nuestro trabajo. Osorno, ciudad fundada  en 1558, se levanta en el 40º35' paralelo sur, en la confluencia de los ríos Rahue y Damas. Su vida urbana duró poco debido al levantamiento de las poblaciones indígenas (mapuches), que hicieron que la ciudad se despoblara en 1604. En respuesta la corona hispana desarrolló un modelo de guerra defensiva, que entregó una franja del territorio autónomo a los mapuches a cambio del cese de hostilidades y el respeto de los puertos. La Araucanía nació como una franja desde el mar a la cordillera comprendida entre los paralelos 37º a 39º sur, territorio autónomo limitado al norte por el río Bío Bío y la ciudad de Concepción, en tanto que al sur la ciudad de Valdivia defendía su frontera (Encina, 1956, 157-159, 167-170 y 185-198).

Los fuertes que conectaban al mundo indígena con el español, tanto al norte como al sur de la Araucanía, se transformaron rápidamente en plazas comerciales que intercambiaban productos elaborados con material proveniente del ganado vacuno en pie. Los vacunos provenían de la zona de Tandil (al sur del río de La Plata) y eran llevados hasta la Araucanía por diversos grupos indígenas que habitaban la pampa, para posteriormente ser intercambiados por metales, telas y licores en las plazas fuertes españolas (Mandrini, 1987 y 1991; Bandieri, 1996). La importancia del ganado para el abastecimiento de la zona central de Chile hizo que los gobiernos borbónicos propusieran la refundación de parte de las ciudades destruidas durante el levantamiento indígena de 1598; así, la ciudad de Osorno fue repoblada en el verano de 1796.

Originalmente la ciudad de Osorno fue planificada como una colonia agrícola modelo, pero vio su destino truncado por las guerras independentistas. Durante la guerra los asentamientos al sur de la Araucanía (Valdivia, Osorno y la isla de Chiloé) se mostraron fieles a la causa realista, pero al ser invadidos por el Ejército Libertador en 1820 y 1826, las principales familias fueron descabezadas y se cerraron sus rutas de intercambio comercial con Lima. Por cerca de treinta años el Estado chileno dejó que la provincia de Valdivia -que incluía los espacios ya descritos- viviera en el ostracismo político y con una economía que sobrevivía únicamente gracias al intercambio con los indígenas de la Araucanía (territorio que en el trance independentista no fue modificado) (Guarda, 1973: 103-104).

Hacia la década de 1850 la apertura de los mercados de exportación de cereales en el área Pacífico (California y Australia, especialmente), hicieron que los sectores dirigentes del país redirigieran sus miradas hacia la Araucanía y territorios circundantes. Se estableció como verdad que los indígenas tenían cautivas las tierras más fértiles de Chile, siendo necesario que el Estado interviniera y rescatara los terrenos en beneficio de la economía nacional. La respuesta estatal fue la elaboración de un plan conjunto de fortalecimiento de los asentamientos fronterizos ya existentes y la creación de nuevos en el interior del territorio indígena (mezclas de fuertes militares con misiones religiosas), todo en pos de una intervención militar posterior -iniciada en 1862- (Pinto, 1992).

Este cambio en el rumbo político benefició a las dos principales ciudades de la Provincia de Valdivia (Valdivia y Osorno), ya que la creación de un plan maestro de complementariedad económica entre las ciudades abrió las puertas para el mejoramiento económico de ambas -Valdivia por su cercanía con el puerto de Corral actuaba como polo de acopio y exportación de productos, en cambio Osorno por su posición en los valles centrales, actuaba como núcleo productor-. El Estado, no obstante impulsar tal plan de desarrollo, desconfiaba aún de los sectores dirigentes locales, por lo tanto estableció que la provincia de Valdivia fuera receptora de colonización europea, entregándoles a los colonos todo el apoyo estatal (económico, físico y político) para erigirse como los nuevos sectores dirigentes de la provincia, a costa de los connacionales.

Durante la segunda mitad del siglo XIX tanto la Argentina como Chile estaban embarcados en una política de captación de inmigración extranjera, y ambos países fueron aconsejados por un mismo grupo de intelectuales; descollando la figura de Juan Bautista Alberdi por sobre todos. Durante su exilio en Chile, Alberdi desarrolló un modelo de inmigración que sería aplicado, posteriormente, tanto en Chile como en la Argentina. Se basaba en que frente a la imposibilidad cultural de levantar un sector proletario e industrial en el corto plazo, los países americanos debían importar trabajadores y empresarios del norte de Europa; los americanos aprenderían observando y replicando lo realizado por los colonos (Alberdi, 1943: 75-96; Norambuena, 1990: 30). Agregando únicamente una cláusula, no se entregarían derechos políticos a los colonos (a excepción de que se nacionalizaran). Aquello fortificaría su relación de dependencia hacia el Estado nacional y sus representantes en la región de asentamiento, disminuyendo, idealmente, los posibles contubernios con las élites locales.

Paralelamente se estableció un marco legal -ley de colonización de 1845- que normó la entrega de beneficios y presentó los requisitos básicos para el colono. La instalación de las agencias de colonización en los principales puertos de los principados germanos hizo que la primera oleada de colonos que arribó a la provincia (en 1849) tuviera un perfil urbano y se desempeñara en oficios manuales o comerciales (Harris, 2001: 143-155). En el momento de su arribo percibieron las potencialidades del tráfico realizado con los indígenas de la Pampa y Araucanía, mediante el establecimiento de talleres artesanales que procesasen los cueros de vacunos y, posteriormente, exportarlos al puerto de Hamburgo. Mientras tanto, establecieron destiladoras de alcohol, producto que intercambiaban con los mapuches por ganado. Finalmente, y ya transformados desde productores familiares a sociedades comanditarias, establecieron tiendas comerciales y de habilitación monetaria para satisfacer las demandas de consumo de sus trabajadores (Blancpain, 1974: 260 y 337; Carreño, 2006). En síntesis, en un espacio reducido de tiempo los inmigrantes se emplazaron como los principales motores económicos y sociales de las villas sureñas, reclamando un sitial equivalente en su dirigencia política.

 

Espacio inmaterial en disputa: Lo privado y lo social

Ejemplificaré buena parte de los supuestos mencionados empezando por la posición hegemónica de la comunidad germana en Osorno. Lo que debemos indicar primeramente es que las comunidades regionales se encontraban excluidas de facto de la política; antes de la reforma de los gobiernos municipales, en 1891, las decisiones locales y provinciales eran controladas por funcionarios estatales con asiento en las provincias (intendentes y gobernadores); funcionarios públicos que controlaban la calificación electoral que estipulaba quién podía o no votar, lo cual facilitaba el control del resultado de las elecciones. Se daba así casi absoluta continuidad a los partidos de gobierno en desmedro de los partidos de oposición y comunidades regionales (Silva, 2005). Enfrentada a aquel cuadro, la comunidad germana de Osorno se abocó a desarrollar una rica vida pública que influenciará (por medios no políticos) las decisiones de intendentes y gobernadores.

Si su capacidad política se veía constreñida por la organización burocrática del país, la comunidad germana intentó hacer valer ante al gobierno nacional su importancia por medio de su rol como fuerza empresarial y empleadora en la ciudad; no obstante contar con pobres recuentos estadísticos para el período, podemos afirmar que contrataban más del 30% de la mano de obra de la ciudad, la cual se veía sujeta a sus empleadores debido al pago del salario en vales intercambiables exclusivamente en las tiendas comerciales de la fábrica o empresa. Tal sujeción empeoró cuando las tiendas comerciales iniciaron políticas de préstamos a los trabajadores y de arriendo de cuartos para su alojamiento.2 Finalmente, no menos importante, los trabajadores dependían de sus empleadores para acceder a la salud.

El aumento de la masa laboral en la urbe incrementó la recurrencia de brotes infecciosos y frente a la nula respuesta gubernamental, los sectores de empresarios germanos vieron en la salud otro mecanismo de protección/coacción de los trabajadores y sus familias. En 1884 se creó la sociedad de beneficencia de Osorno que propuso el apoyo higiénico exclusivamente a los sectores de trabajadores disciplinados -desestimando a los corruptos o imposibilitados para el trabajo-.3 Logró así, con apoyo estatal, la creación del primer hospital de la ciudad (1890). Como ejemplo, podemos indicar que en el año 1894 el hospital dispensó 2.135 recetas médicas y sus respectivos medicamentos; número significativo, levemente superior a la media de población urbana (Pizarro, 1894: 794). La información anterior muestra la capacidad económica y de injerencia de los grupos empresariales germanos dentro de la sociedad criolla osornina, influencia que se acrecentaba en el momento de examinar las actividades para el fuero interno de su comunidad.

En 1854 se fundó el Instituto Alemán, orientándose desde 1864 hacia la educación exclusiva de germanos; en 1862 se creó el club Osorno, encaminado a la ayuda mutua y sociabilidad entre los industriales de la comunidad; en 1863 se estableció la iglesia luterana y en 1865 la primera compañía de bomberos, dividiéndose en 1867 en dos compañías: una de germanos y otra de chilenos (Aranda, Llarena& Tenajo, 1920: 575-576, 579 y 583; Blancpain, 1970: 45-46; Club Osorno, 1901: 3; Montecino, 1965: 51). Esta extensión social de la comunidad se vio coronada con un cambio arquitectónico en el centro cívico urbano: en el margen norte de la plaza de armas se estableció el cuartel de bomberos Germania, el Instituto Alemán, la iglesia luterana y el club Gimnástico Alemán; construcciones que por su arquitectura, colorido y elevación dominaban la plaza -por sobre los edificios criollos coloniales -. Sin una contrapartida visible, la comunidad germana monopolizó el uso del espacio público; transformándolo en un vehículo de su ideario político de cara a las representaciones gubernamentales.

Frente al amplio abanico social y político desplegado por la comunidad germana, la élite criolla poco podía presentar en cambio. Su intento por permear los cargos inferiores de la maquinaría pública local fracasó y, a su vez, vivieron como una bofetada que el único cargo de importancia entregado a un habitante de Osorno por el Estado (Gobernador) fuese dado a un germano, políticamente liberal y anti-clerical. El descontento y encono allanaron el acercamiento definitivo entre los sectores de la élite criolla y los representantes de la Iglesia romana, singularmente con los asentados en las misiones indígenas que circundaban la ciudad.

El origen de las misiones en torno a Osorno tuvo su génesis en el concordato acaecido en 1831 entre el gobierno de José Joaquín Prieto y el Vaticano, que reanudó la práctica colonial de establecer misiones religiosas en territorios de alta concentración de población indígena (Bravo, 1993: 204). Estas fueron conducidas por miembros del clero secular provenientes de Italia, profundamente comprometidos en la defensa de las prerrogativas del catolicismo frente a los embates de las ideologías liberales. Historiográficamente este evento ha sido visto como el inicio de la romanización del clero chileno; sin adentrarnos en esa discusión, sí es posible observar cómo en las alocuciones del clero secular crecerán las menciones a encíclicas papales, dando pie a su difusión dentro de la grey nacional.4

Acorde con la indicación anterior, el papado vio con beneplácito la constitución del obispado de Ancud, en la Isla de Chiloé (que incluía la diócesis de Valdivia). La designación de su primer obispo delineó su perfil futuro, recayendo en el dominico Justo Donoso Vivanco, abogado y teólogo graduado de la Universidad de Chile, fundador de la primera publicación exclusivamente católica del país (Revista Católica) y rector del seminario de Santiago. Asumido su cargo en 1845 inmediatamente convocó un sínodo para ordenar al clero e instruyó a las misiones para ser más prolijas en la enseñanza del dogma a los indígenas (Anónimo, 1895: 69 y 166-117). El sínodo se amplió con el arribo de capuchinos italianos en 1848, enviados con instrucción expresa de realizar labores en las misiones de la Araucanía y provincia de Valdivia.

En Osorno se instalaron en la misión de Rahue, adquiriendo notoriedad su parroquia por ser un centro de educación para las poblaciones indígenas y última posta antes de llegar a la villa osornina. Su cercanía con la ciudad, menos de una legua, hizo que los indígenas y mestizos que decidían avanzar hacia la urbe (y sus tentadores puestos laborales) pasaran una temporada en la Misión, tanto para pulir sus conocimientos en el idioma castellano como para asimilar los códigos económicos y sociales imperantes (Pinto, 1993: 137-138 y 146-147).

Para nuestro tema resulta central el llamado del obispo de Ancud, Francisco de Paula Solar, solicitando en 1859 un envío de jesuitas alemanes para la provincia. Esta petición impulsó el arribo de germanos católicos a las ciudades provinciales, en dos oleadas (1862-4 y 1873-5) que iniciaron abiertas animosidades y fracturas dentro de la comunidad germano-chilena (Blancpain, 1970: 32-34). La fisión originada por el pasado de estos católicos en Alemania, marcado por los enfrentamientos durante la Kulturkampf fue reproducido y revivido al encontrarse con sus compatriotas luteranos.5

 

Franz Bohle Schwerter

El 22 de marzo de 1859 desembarcaron en Puerto Montt, 100 kilómetros al sur de Osorno, los padres jesuitas Teodoro Schwerter y Bernardo Engberg; fundando dos días después el colegio San José. La creación de una escuela católica para los inmigrantes germanos de aquella religión anticipó la llegada de numerosas familias que entrarían a la provincia por Puerto Montt, e inclusive en aquellos primeros días la demanda de matrículas allanó la llegada de Fernando Schwerter, hermano de Teodoro, como preceptor (Held, 1986: 18). Postreramente, vía el puerto de Corral, arribaría en 1863 su hermana Angela, su esposo Norbert Bohle y su hijo de dos años, Franz. Criado al candor de una familia ardorosamente católica y con el recuerdo de sus mayores sobre las penurias y acoso vividos bajo el gobierno del canciller Bismarck, la vocación sacerdotal del niño nació pronto, siguiendo estudios diocesanos en el seminario de Ancud. Concluyó la primera juventud con su ordenación como sacerdote, a la edad de 26 años, en la catedral de Santiago por monseñor Mariano Casanova, siendo su primera actividad la diaconía de Gabriel Flores, diocesano encargado de la parroquia San Mateo de Osorno (Schwerter, 1983: 59).

El Osorno que recibió a Bohle en 1887, vivía en constante tensión entre las facciones religiosas. Desde el asentamiento de la iglesia luterana ocurrían constantes acosos a los fieles que participaban en las liturgias e incluso su primer pastor debió abandonar el país por las frecuentes amenazas de muerte recibidas (Blancpain, 1970: 47-48; Becerra, 2007: 31-32). Públicamente el Estado negó la existencia de la conflictividad, mientras instruía a sus representantes locales para que fueran celosos en la contención de las facciones extremas del catolicismo y favorecieran el laicismo dentro de la población. Aquello significó la instalación en la ciudad de funcionarios con un claro sesgo anticlerical, inclinación que terminó por acentuar el conflicto religioso.

La afirmación habitual sobre la preponderancia del catolicismo en la América luso-hispana sin ser falaz, esconde las diferencias que se produjeron entre las diversas regiones y cómo en algunas de ellas el credo romano se encontraba en una posición desafortunada. En Osorno existieron elementos sociales, políticos y arquitectónicos que velaban al visitante que la comunidad germano-luterana era la principal fuerza social. Sus casas habitacionales y edificios públicos contaban en promedio con tres pisos, ubicados en torno a la plaza de armas, resaltando sus coloridas fachadas, en contrapunto con la baja y colonial arquitectura criolla o la semidestruida parroquia de San Mateo (Koll, 1997: 41-42).

Cuando arribó Bohle el catolicismo osornino no tenía referentes sociales ni arquitectónicos, las acciones emprendidas por sus predecesores habían sido de corte moral, con escaso eco en la población laica.6 En cambio Bohle optó por la senda de abocarse a las problemáticas socio-laborales por sobre las morales, siendo su principal antecedente nacional la figura de Abdón Cifuentes, propulsor del catolicismo social y de la participación del laicado quien, en su viaje al sur del país en 1886, conquistó a Bohle y lo convenció del sentido de la labor parroquial.

Cifuentes fue el epítome del catolicismo integral en Chile, de ascendencia mesocrática, activo defensor de las prerrogativas vaticanas y furioso arengador contra los opositores de la Iglesia romana; cosechó en el transcurso de su vida un sinnúmero de detractores (muchos de ellos dentro de la Iglesia de Santiago). 7 Impresionado con los modelos de asociaciones obreras creadas en Europa por Adolfo Kolping y el Conde de Mun, junto al presbítero Ramón Ángel Jara fundó la Asociación Católica de Obreros de Santiago en 1878 y, posteriormente en 1883, la Unión Católica de Chilze (Valdivieso, 2006: 205 y 223-226). En el marco de aquella institución viajó en 1886 a Puerto Montt, donde patrocinó una subsidiaria y el primer periódico católico de la ciudad El Llanquihue (Cifuentes, 1936: 149 y 245-247). Cifuentes imaginaba a la Unión Católica como una organización que se extendía integralmente a todas las ramas de la vida pública de los laicos.8

La curia de Santiago desconfiaba de las organizaciones de Cifuentes y colocaba peros a que los laicos realizaran acciones en nombre de la Iglesia. La abierta denuncia de Cifuentes contra los dignatarios de la Iglesia temporal de Chile y la preferencia de estos últimos por las anacrónicas instituciones laicas del tiempo colonial (cofradías), le significaron un progresivo aislamiento dentro del mundo católico nacional, inclusive de las instituciones a las que ayudó a crear (Cifuentes, 1936: 144; Errázurriz, 1934: 185). Alejándonos de aquella polémica, es visible que el organigrama católico defendido por la curia de Santiago era inaplicable en las ciudades del sur, que por su destrucción durante la colonia no contaba con cofradías u otra organización de laicos. En cambio, las organizaciones de Cifuentes en su ataque al liberalismo y protestantismo establecieron imágenes reconocibles para los laicos osorninos, habitantes de una ciudad con población inmigrada que se ajustaba a aquel patrón.

La falta de instituciones laicas y el conocimiento de primera fuente de las acciones emprendidas por las organizaciones de Kolping en Alemania, alentó a Bohle (y otros germano-católicos) a participar en la creación de una nueva base social para el catolicismo; siendo su primera acción parroquial la creación de una célula de la Unión católica en Osorno. Para celebrar la llegada del jubileo papal en 1888, Bohle organizó la primera acción pública de la acción que incluyó canto, baile y discursos en las calles osorninas y la plaza de armas.9 La manifestación mostró a los sectores protestantes y de tendencias políticas anticlericales la existencia de una base social católica, que antes silenciosa ahora adquiría voz a través de la mediación de la parroquia.

Este catolicismo en movimiento adquirió valor político dentro del tensionado marco institucional del gobierno liberal de José Manuel Balmaceda. Las disputas entre ejecutivo y legislativo que devinieron en la guerra civil de 1891, restó poder e influencia a los representantes estatales de la ciudad; generando un vacío de poder rápidamente notado por las fuerzas políticas regionales. En Osorno los más conspicuos representantes de la comunidad empresarial germana (en su mayoría del partido Radical) planearon un golpe de timón que expulsara a los funcionarios estatales de sus cargos, los que serían reemplazados por los dirigentes de la comunidad germana de Osorno. Ricardo Piwonka, el empresario y político más destacado de su comunidad, luego de obtener la ratificación telegráfica de la caída de Balmaceda, el 30 de agosto de 1891, dispuso la leva nocturna desde los barrios industriales para realizar un asalto a las habitaciones del Gobernador y Jefe de Policía. La coacción ejercida sobre los trabajadores surtió efecto y durante la madrugada del 31 eran arrestados todos los representantes del Estado en la ciudad, puestos sus cargos a disposición y asaltadas las casas de los adherentes al gobierno, incluida la quema de la imprenta del periódico El Damas (Cornejo, 1993: 54-58 y 61). Se puede argüir que parte del éxito de la leva de trabajadores se debió a la reunión previa al asalto sostenida por Piwonka con el párroco Bohle, donde él indicó que aunque no participaría, tampoco llamaría a la desmovilización.10

La caída de Balmaceda instaló nuevamente en el debate la posición de las élites provinciales en el control de la política nacional, ya que los partidos buscaron alianzas políticas nuevas que pudieran disputar el control del gobierno; todo en un marco de ampliación del electorado, desde uno censitario al universal masculino (Eyzaguirre, 1986: 127-128 y 131-132). Para los partidos era fundamental la mediación de los actores regionales con el fin de captar el electorado nuevo, particularmente a los trabajadores artesanales de las urbes. La legislación que terminó por consolidar al frente local como el primordial en política fue la aprobación de la ley de Organización y Atribuciones a las municipalidades (publicada el 22 de diciembre 1891). Inspirada en los cantones suizos, pretendió quebrar las prácticas intervencionistas del gobierno, trasladando la calificación de los votantes a las municipalidades, obteniendo las juntas calificadoras municipales la capacidad efectiva de controlar quién vota e interviniendo por defecto en los candidatos (Orrego, 1904: 88-89; Reinsch, 1909: 528-529; Valenzuela, 2000: 152).

La Iglesia católica no quedó fuera del nuevo mundo político; raudamente Bohle (quien había asumido la parroquia en vacancia, por enfermedad del titular Flores) asesoró y acompañó a sectores de trabajadores calificados en la creación de la Sociedad Unión de Artesanos11. Esta organización mutual creó una escuela nocturna para socios y obreros no afiliados, reposando su línea académica en conocimientos técnicos y jurídicos (ambos necesarios para enfrentar y defenderse en un mundo laboral desregulado).12 Paralelamente en dependencias de la parroquia de San Mateo se creó la escuela de San Gabriel, dispuesta a recibir a los hijos de artesanos y obreros13, mientras en el subterráneo de la parroquia se dispuso la imprenta del partido Conservador, desde la que nació el periódico El Artesano.

 

El catolicismo osornino disputa el espacio público (1894-1897)

La aparición de un movimiento católico organizado y politizado levantó los resquemores de los sectores germanos que creyeron que, después del levantamiento de agosto de 1891, los sectores de trabajadores eran su fuerza política de choque. El cambio en el panorama político local coincidió con las primeras elecciones de representaciones municipales bajo la nueva ley comunal, en 1894, elección que dividió la política partidaria chilena en dos frentes: un sector que reunía al partido Conservador con los que reivindicaban la figura del ex presidente Balmaceda (partido Liberal-Democrático), pasando a denominarse "la alianza" -grupo primordialmente conservador y receloso del avance del laicismo-; y un segundo frente constituido entre el partido Radical y Liberal, que aunque constituían las facciones progresistas de la política chilena, vivían profundas fracturas entre sí -en gran medida por el furioso anticlericalismo de los radicales-. No obstante inclinarse la balanza política en el nivel nacional a favor del conservadurismo no existía certeza en torno a cómo votarían las circunscripciones con un electorado influenciado por inmigrantes protestantes.

La iglesia católica de Osorno en este contexto comprendió que podía utilizar como plataforma política al Partido Conservador, en su camino por desplazar de todo cargo municipal a representantes de la comunidad germana14,

enfrentando la elección municipal de 1894 como un punto de inflexión para demostrar su decisión de transformarse en la principal fuerza social y política de la ciudad.

La elección de abril de 1894 erigió a ‘la alianza' como primera fuerza eleccionaria de la ciudad; sin embargo, no pudo obtener la presidencia del Consejo municipal, quedó compuesto por tres regidores conservadores (Samuel Burgos, Abelardo Plaza de los Reyes y Basilio Garay, presidente de la Unión de Artesanos), un liberal-democrático (Uladislao Montecino), dos liberales (Germán Bueno y Felizardo Asenjo), dos segundos alcaldes (Carlos Fuschlocher y Ricardo Piwonka, liberal y radical respectivamente) y un alcalde, Fernando Matthei, liberal (Ojeda, 1895: 18-19). Antes de cumplido medio año "la alianza" inició conversaciones con el partido Liberal con miras a quebrar el municipio y expulsar a los germanos -a cambio de la entrega de la presidencia del Consejo Municipal a un representante del liberalismo-.15

Desconociendo los acuerdos de la curia chilena, que desaprobaba toda negociación de los católicos con representantes del liberalismo (Anónimo, 1869), el conservadurismo osornino aceptó la entrega de Germán Bueno a cambio que se presentara una moción de censura para destituir al alcalde Matthei. Agraviada la facción germana, que observó que las diferencias de nacionalidad habían roto la camaradería partidaria, ésta se dispuso a organizar una manifestación nocturna a principios de noviembre para demostrar a los sectores conservadores que no abandonarían la política municipal, y mucho menos sus posturas anticlericales -algunos contemporáneos han cifrado la manifestación en un número fluctuante entre 80 a 200 personas- (Ojeda, 1895: 38; Jil de Veras, 1895: 23). La prolongación de la actividad toda la noche y la participación del jefe de policía (Carlos Viertel) y sus subordinados, tuvieron su reverso en la celebración diurna del ascenso de Bueno el día 2 de noviembre y, ya el día 4, del despido de Viertel (Ojeda, 1895: 41; Jil de Veras, 1895: 26-27).

Abelardo Contreras, juez de primera instancia de la ciudad, de afiliación política radical, abierto anticlerical y conocido defensor de los intereses de los germanos, en el momento de conocer el despido de Viertel, dispuso su revocatoria y mandó aprehender a todos los involucrados en el "complot". Un evento llevó a otro y frente a la reunión del alcalde Bueno, los ediles y Bohle en la casa del primero, Contreras ordenó sitiar la casa e invocar la rendición de la cofradía (Jil de Veras, 1895: 29-31).

La inusual decisión de Contreras galvanizó a la ciudad y sus inmediaciones; paulatinamente en torno a la casa de Bueno se agolparon grupos de mujeres, niños y jóvenes que hacia la noche fueron acompañados por hombres llegados desde los barrios industriales y los campos circundantes. Las fuentes coinciden en el abultado número de personas que acompañó el asedio durante la noche (más de mil), nunca la pequeña ciudad (contaba con poco más de cuatro mil personas) vio su centro tan congestionado y convulsionado.16 A la mañana del 10 de noviembre un grupo de 200 jinetes y cerca de mil personas a pie se dispusieron a romper el sitio y liberar a los cautivos; su marcha desde la plaza pública hizo huir a las fuerzas policiales y a los instigadores del sitio. Los mismos sitiados, cual medio de asegurar la integridad física de Contreras y Viertel, embarcaron a los nombrados en un vapor y se los expulsó de la ciudad (Jil de Veras, 1895: 36-41).17

Conocida las informaciones en la capital, el gobierno nacional puso su mayor celo en acabar con todo germen de conato revolucionario en la ciudad y ordenó el retorno del juez Contreras con un destacamento militar, junto a la inmediata aprehensión de los instigadores del motín (Jil de Veras, 1895: 45-46 y 58). Por medio de una fianza fueron puestos rápidamente en libertad Bohle, Garay y otros, evento que coincidió con la quema de las propiedades de Ricardo Piwonka, Juan Ide y Martin Hott, quienes elevaron sus reclamos hacia el gobierno, junto con la solicitud de militares a la ciudad.18 Al no producirse lo solicitado, establecieron patrullas privadas de vigilancia armada para proteger sus intereses y personas19, llegando al punto que el vicecónsul del imperio germánico con residencia en Osorno informó al presidente de Chile que apoyaba a los vecinos y daría parte al ministerio alemán.20 El Estado chileno deseoso de contener un problema interno que podía transformarse en un conflicto de cancillerías, vio con buenos ojos cuando la corte de apelaciones de Concepción sobreseyó el caso sin imputados (Jil de Veras, 1895: 57).

La actividad de la curia de Santiago no fue más diligente que la estatal, intentó acallar las informaciones restándole importancia al fondo religioso del conflicto,e indicando que respondía a la conducción irresponsable de los partidos políticos (Blancpain, 1970: 36). Esta respuesta puede ser entendida desde tres frentes paralelos, primeramente se había provocado un cambio en la curia chilena con la asunción arzobispal de Mariano Casanova. Este, de corte más académico que sus antecesores y con abiertas desconfianzas hacia el clero de media y baja extracción social, fue visto desde el primer momento como un abierto opositor a las agrupaciones de laicos y a la participación en política contingente de los presbíteros (Román, 1913: IX-X y XIX; Serrano, 2009: 338-341). La personalidad del arzobispo nos permite abordar el segundo frente: este estaba enfrascado en una política de facilitar el diálogo entre Chile y la Argentina, debido al aumento de la intensidad del discurso bélico entre ambos países. Su mediación podía parecer improcedente sí en su arquidiócesis apoyaba ataques xenofóbicos (Román, 1913: 982 y 988). Finalmente el último frente, y el más complejo, es que dentro de la política nacional la figura del presbítero Bohle había adquirido una relevancia notable. Posteriormente a su liberación, los senadores conservadores lograron que, en los años 1895 y 1896, se aumentara el sueldo de Bohle -con incrementos superiores al cuarenta por ciento cada vez- y se lograra una sustantiva subvención a la parroquia y escuela de San Gabriel (Rozas, 1899: 35-37). Levantando las quejas de los diputados radicales y ciertas facciones del liberalismo, que tuvieron su punto álgido en febrero de1897 cuando se detuvo la aprobación del presupuesto nacional por la discusión sobre si Bohle merecía seguir recibiendo aumentos salariales, no obstante encontrarse inmerso en litigios penales.21 Tras tres días de encarnizada lucha, los votos conservadores aprobaron el aumento a $1.000 del sueldo al párroco de Osorno (en 1895 era de $500 pesos).22

Al indicar estos tres frentes hemos querido mostrar porqué Bohle se transformó rápidamente en un individuo incómodo para la Iglesia de Chile; esto no significa que el arzobispado no compartiera su temor a la influencia de los germanos del sur entre los sectores de trabajadores criollos, pero no podía admitir o justificar abiertamente la cruzada de Bohle23; todo lo anterior sin profundizar en los lazos que unían a la alta Curia de Santiago con la clase dirigente del país, que la llevaba muchas veces a matizar su discurso antiliberal.

Lamentablemente la no intervención estatal y arzobispal dejó que las odiosidades en la ciudad se agudizaran, explotando la bilis de ambos sectores en la prensa periódica.24 Inmerso en el enrarecido ambiente, el párroco Bohle decidió cambiar el nombre del periódico El Artesano por El Obrero, ateniéndose a las variaciones sufridas en las identidades laborales en la región y en el mundo; cambio del epígrafe que trajo consigo un giro hacia la reivindicación de ciertas demandas obreras que la Iglesia consideraba propias: salario justo, exención del trabajo a mujeres y niños, junto al descanso dominical. Todas estas peticiones atentaban contra las bases materiales de la industrialización osornina.25

Finalmente Bohle consolidó su posición en la presidencia de la sociedad de la Cruz Roja, desde donde se propuso reemplazar a la beneficencia pública en el apoyo a los grupos de trabajadores -pretendiendo romper los lazos paternalistas creados por los industriales germanos hacia sus obreros- (Sánchez, 1948).

El modelo de catolicismo integral enarbolado por Bohle finalmente se vio truncado por el asesinato del juez Contreras, el 5 de abril de 1897. A pesar de nunca existir prueba judicial sobre la participación del presbítero en el atentado, las facciones radicales iniciaron una ruidosa propaganda contra su persona y, para las facciones arzobispales, esta imputación allanó el camino a su salida de la parroquia de Osorno (Morel, 1898).26

Tras un año de investigación, en 1898 Bohle pudo abandonar su domicilio, donde vivía su arresto, y volver a las tareas religiosas -actividades que según sus detractores nunca abandonó-. Su liberación, además, permitió su relocalización en la parroquia de Curaco de Velez, en la Isla de Chiloé y bajo la atenta protección del Obispo ancuditano, Ramón Ángel Jara.27 Bajo este ministerio se mantuvo por quince años, creó el templo parroquial, el hospital y las capillas de Huyar Alto y Palqui. Además en 1906 asumió la dirección del periódico El Llanquihue de Puerto Montt, se vio envuelto en una nueva denuncia senatorial por su supuesta intervención electoral28 y, postreramente, fue reconocido por el Vaticano con el título de Monseñor (Schwerter, 1983: 59), prelatura que no lo sacó del ostracismo impuesto por la Iglesia de Santiago, sino que esta situación que le acompañó hasta su muerte, en 1927 en la ciudad de Puerto Montt.

La partida definitiva de Bohle de la ciudad dejó huérfano a un movimiento católico popular que nunca pudo llegar a la madurez plena; sin la conducción del párroco las organizaciones sociales crecieron dentro de su fuero gremial sin comprometerse en la formación de alianzas, entre organizaciones o con partidos políticos.29 La división del catolicismo osornino fue aprovechada por los partidos políticos tradicionales que atrajeron a sus adherentes, incitándolos a retornar al status quo previo a 1891 (suponía que la vida religiosa debía regir el interior del hogar, no el espacio público).

 

Comentarios finales

Consideramos que lo central para entender los eventos anteriormente expuestos es observar la base social del catolicismo osornino, y desde sus particulares intereses proponer una lectura del porqué adhirieron a la causa católica. Detractores y adherentes destacaron que eran los sectores de trabajadores manuales (con calificación o sin ella) los principales participantes del catolicismo osornino y sus organizaciones, situación que se puede comprender desde dos puntos de análisis: el primero a partir de la conformación del mercado laboral y segundo por el cariz del mensaje católico que difundieron las organizaciones osorninas.

El mundo osornino del trabajo era un mundo nuevo; solamente con el arribo de los inmigrantes germanos y su impulso fabril es que se generó un verdadero mercado laboral que atrajese contingente poblacional desde los campos circundantes. Durante las últimas dos décadas del siglo XIX estos trabajadores comenzaron a desempeñarse en diversas labores manuales e industriales y, con ello, entablaron relaciones con el mercado de consumo anteriormente cerrado a sus posibilidades. Empero, el discurso del progreso como una fuerza de crecimiento indefinido del poder del hombre sobre la naturaleza continuaba siendo muy abstracto para poblaciones profundamente ligadas a la cultura campesina e indígena. En este sentido, el discurso del catolicismo propugnado por Abdón Cifuentes apelaba a un reconocimiento igualitario de los gremios, que basándose en el respeto a la propiedad privada, se estableciera una homologación del trabajo con la propiedad; punto de partida para una plataforma democrática de la sociedad, imaginada como una sociedad transparente. Este discurso caló profundo en sectores de trabajadores sin privilegios ni abolengos, de entrada tardía al mercado de consumo y que buscaban equiparar rápidamente sus estándares de vida al de sus empleadores.

En Osorno este discurso se materializó con la elaboración de organizaciones de apoyo mutuo (educacional, económico, sanitario y familiar) que solidariamente establecieron redes de apoyo y contención de los migrantes rurales. Los trabajadores reconocían que debían combatir por su independencia económica y de consumo, acción que profundizaba su individualización pero, a su vez, no estaban dispuestos a sacrificar su participación en una sociedad inclusiva e igualitaria (Valdivieso, 2006: 227-231). Para concluir la idea podemos afirmar que el catolicismo integral les entregó a los trabajadores osorninos una manera particular de comprender su inserción dentro del mercado laboral, de consumo y social, de la pequeña ciudad industrial, facilitando su comprensión de los roles que jugaban el resto de los participantes y confiriéndoles proyectos de futuro acordes a su desarrollo laboral y educacional.

La curia nacional no desconocía el poder y arraigo que tenía el discurso anti liberal dentro de los sectores de trabajadores; no obstante su forma personalista, su humanismo heroico y sus posiciones intransigentes hicieron que fuera visto como un germen de posibles estallidos revolucionarios que como un movimiento conservador (Fermandois, 2004: 143). Lo acaecido en Osorno fue condenable, incluso peligroso, porque mostró la posibilidad de aplicar las máximas del catolicismo integral a una sociedad urbana y de crecimiento económico sostenido, con seguidores urbanos, que tangiblemente palpaban las expresiones materiales de la modernidad y, aún más importante, con posibilidad de ejercer acción y presión política por el sufragio.

 El catolicismo integral osornino no era una caricatura sino un evento político relevante para la ciudad; así fue entendido por los representantes de los partidos políticos, sin embargo, sin el apoyo tácito del arzobispado su posibilidad de proyección fue limitada e impidió, en parte, su desarrollo como movimiento social de masas (lo que sí ocurrió en otras latitudes a principios de siglo XX, como la Argentina o Colombia).

 

Notas

*. Este artículo se realizó en el marco del Proyecto de Núcleos investigativos DIULA 06/2011Mentalidades, identidades y transgresiones: formas de exclusión social en la ciudad de Osorno, financiado por la Dirección de Investigación de la Universidad de Los Lagos, sede Osorno

1. Movimiento que, a inicios del siglo XX, consideraba indisoluble la vida privada de la pública, por lo mismo exigía a los laicos católicos la reivindicación militante de su fe y que combatieran a los propulsores de la laicización de la sociedad -tanto en ámbitos político electorales como en la política callejera- (Poulat, 1969: 49 y 78-80; Isambert, 1978: 608).

2. El Censo de 1885 indicó que Osorno contaba con una población aglomerada ascendiente a 3.097 personas, distribuidas en 2.073 casas, 1.918 ranchos y 43 cuartos, los últimos con un promedio de seis personas por habitación. Diez años después la población aglomerada ascendía a 4.667, divididas en 2.220 casas, 1.810 ranchos y 700 cuartos (Oficina Central de Estadística, 1889: XL y 48; 1904: 242-243).

3. Carta firmada por Carlos Fuchslocher y otros, Osorno abril 1884; Archivo Nacional Ministerio del Interior (en adelante, ANMI), Vol. MCCXLII, foja s/n.

4. Específicamente fueron las encíclicas Mirari Vos de Gregorio XVI (1832) y Qui Pluribus de Pío IX (1846), las letras más utilizadas como base para la romanización; la primera por su reafirmación de la invariabilidad temporal de la Iglesia y la segunda por llamar a los Obispos a defender la fe y vigilar que su rebaño permanezca en ella (Serrano, 2009: 84-85).

5. La Kulturkampf fue una política que propuso la imposición de una religión nacional en la naciente Alemania. Legislativamente se plasmó en las leyes de Mayo (1873-1874), que enfrentó al Estado con la oposición civil de los sectores católicos romanos; enfrentamientos que se extenderían hasta principios de la década de 1890, cuando el Emperador medió por un reconocimiento pleno del credo romano en el Imperio (Kannengieser, s/f.).

6. Una de las pocas pastorales que han sobrevivido del predecesor de Bolhe, el párroco Flores, se refiere así a los principales problemas de Osorno: "La piedad, antes tan arraigada en Osorno, ha desaparecido casi por completo en este desgraciado pueblo. La única creencia que reina es el más absoluto indiferentismo. Lo más triste es que también las mujeres tienen poca o ninguna religión. Hay en la Parroquia por lo menos 500 parejas amancebadas". La mención al indiferentismo no nos parece casual, esa palabra y su contenido aparecen en el apartado noveno de la Encíclica Mirari Vos de Gregorio XVI. Lo indicamos ya que en encíclicas posteriores no surgen menciones tan claras sobre aquel tema, primer elemento que nos acerca a la consideración de las bases teóricas del actuar de los eclesiásticos osorninos (Simons & Pape, 2008: 99).

7. Imposible referirse extensamente a los escritos de Cifuentes, por lo que simplemente hemos seleccionado un fragmento que consideramos representativo: "porque para los que vemos en el catolicismo, en las verdades que él enseña y en las virtudes que inspira, el colmo de la perfección social, vuestra manifestación es un ejemplo que irá diciendo a los indiferentes y a los egoístas: en esta guerra universal contra la Iglesia, todos sus hijos deben correr a defenderla; el que no lucha contra el enemigo se convierte en su auxiliar y en su cómplice; el que no proclama y ostenta en alto su bandera, esa bandera inmortalizada en el calvario para salvación y ventura del linaje humano, es un cobarde, si no acaso un traidor" (Cifuentes, Tomo I, 1916: 615).

8. En el siguiente discurso Cifuentes proponía las bases programáticas de su organización: "[...] la Unión Católica debe promover a todo trance el establecimiento y la multiplicación de colegios, escuelas, academias, periódicos y libros que difundan y lleven a todas partes la doctrina católica y con ella los preservativos contra la pestilente atmósfera de errores que nos contamina" (Cifuentes, Tomo II, 1916: 38).

9. Editorial (1888, 12 de enero). El Rahue, p. 2.

10. Editorial (1898, 27 de febrero). Los radicales osorninos. El Obrero, p. 1.

11. Fundada a fines de 1891, se estableció como una organización de apoyo mutuo y defensa política de los trabajadores contra los industriales: "Solidariamente unidas sus fuerzas e impulsadas a un mismo fin emancipará a sus socios del tutelaje de los pudientes industriales, no esterilizará su poder y trabajo, y por el contrario, robustecerá su poderosa acción y ejercerá verdadera influencia en la cosa pública" (Peralta, 1991: 31-32).

12. Al abrir sus puertas, en agosto de 1893, lo hizo con el siguiente currículo: Lectura, principios de gramática práctica, escritura por copia y dictado, historia nacional y geografía, aritmética "con aplicación en los negocios más comunes en la vida del obrero", higiene pública y principios de derecho chileno (Sociedad Unión de Artesanos de Osorno, 1991: 13).

13. Bohle, F. (1893, 10 de marzo). Apertura Escuela San Gabriel. La Estrella del Sur, p. 3.

14. Una postura contraria se encuentra en la historiografía que sostiene que el partido Conservador atrapó y coartó a la Iglesia nacional, véase Lynch, 1991: 100; Meyer, 1991: 9.

15. Un cronista de la época expuso así los motivos de la tertulia: "[...] buscaban los ilustres ediles su libertad de acción, conquistar desde ese momento su independencia y desligarse del vasallaje en que, aún a tiempo, se conocieron estaban esclavizados como chilenos" (Jil de Veras, 1895: 20).

16. "Los tumultos de gente del pueblo que cuchicheaban en todas partes, el alborozo, el ir y venir de la gente de campo, que ya invadía la ciudad y, lo que era más grave, que la mayor parte de éstos llegaban a las tiendas á comprar balas para revólveres, hacía presumir un grave resultado. Respecto de los millonarios y honorables sostenedores de la causa del juez, habíanse retirado a ocultarse en sus domicilios, sin atreverse á afrontar la situación á pecho descubierto" (Jil de Veras, 1895: 35 [cursivas en el original]).

17. Honorio Ojeda (1895: 59) acérrimo defensor de la facción radical y germana de la ciudad, con estupor describió la heterogeneidad de individuos que integraban al grupo que liberó a los sitiados, multitud que sin jerarquía se conjugaba como una mixtura de población indígena (probablemente venida de la misión de Rahue), obrera y de desposeídos de la ciudad -la llamó "una Babilonia en que á nadie se reconocía como Jefe"-.

18. Carta al ministro del Interior, Osorno s/f probablemente fines 1894; ANMI, Vol. MMIX, foja s/n.

19. Carta del gobernador Gonzalo Pizarro al ministro del Interior, Osorno 9 de enero 1895; ANMI, Vol. CXXIII, foja 5.

20.   Telegrama de R. Kraushaar al presidente de la República, Osorno s/f; ANMI, Vol. MMIX, foja s/n.

21.      Por una petición de la cámara, la corte de apelaciones de Concepción informó que existían cinco juicios abiertos contra el presbítero: Por flagelación y lesiones a un menor, falsificación de documentos, incendio, sedición y desacato a la autoridad junto con desorden público. Véase Cámara de Diputados. Sesión 43ª extraordinaria, 1 de febrero 1897.

22. Véase Cámara de Diputados. Sesión 43ª extraordinaria, 1 de febrero 1897; Sesión 44ª extraordinaria, 2 de febrero 1897; Sesión 45ª extraordinaria, 3 de febrero 1897.

23. En una comunicación privada entre el arzobispo Casanova y el Vaticano en 1898, el primero pidió el cambio de la sede obispal desde Ancud a Valdivia, para combatir la perniciosa influencia de los inmigrantes protestantes en las ciudades del sur (Retamal, 2002: 835).

24.   "En la tarde de este día recorrió algunas calles de la ciudad la procesión organizada por el ‘amado y digno' cura Bohle, en celebración de la purísima. / Tras de las andas y de los santos sacados de la iglesia para pasearlos al aire libre seguía una escasa concurrencia compuesta en su mayor parte por la gente del pueblo y de indígenas [...] / ¿Y no es acaso hasta repugnante ver en medio de imágenes y santos á un individuo por mil títulos abominables -cual es el cura Bohle- llevando en sus manos el crucifijo y sobre sus hombros las investiduras de la Iglesia?". Original La Voz de Osorno, copiada en Editorial (1896, 17 de diciembre). El Obrero, p. 2-3. 

25.   "[...] cuando se desprecian los preceptos de Dios hasta el estremo de confundir los días festivos con los comunes de trabajo, impidiendo que los obreros puedan oír la santa misa como es obligación estricta para todo cristiano; cuando, en fin, se pone todo el empeño imajinable para embrutecer al hombre, haciéndole olvidar y despreciar sus obligaciones para con Dios, entonces se ve lo que pasa en Osorno". Editorial (1897, 4 de febrero). La criminalidad en Osorno. El Obrero (Osorno), p. 1. Editorial que hace un guiño directo al quinto apartado de la encíclica Quanta Cura de Pío IX, que indica la preeminencia del culto a Dios sobre "los principios de la mejor economía pública".

26.   El diputado radical Abraham König se refirió al desprecio por la germanidad en Bohle y los tintes clasistas en sus discursos: "Pude ver i oir entonces cómo se miraba al cura i lo que se él se decía. A pesar de ser alemán de nacimiento, aparecía como enemigo irreconciliable de sus compatriotas, i todo su empeño consistía en dividir a los alemanes de los chilenos, echándoles en cara a estos últimos que vivieran en pobrezas, mientras que los primeros nadaban en la fortuna". Cámara de Diputados. Sesión 7ª ordinaria, 10 de junio 1897, p. 117.

27. Anterior a su excarcelación, Bohle ya había dado muestras de su deseo por abandonar Osorno definitivamente: "Nosotros nos lamentamos la desgracia en que ha de caer este infeliz Departamento con la desaparición del referido señor Bohle. Todo quedará en poder de los radicales que quieren hacer de Osorno un verdadero imperio. El señor Bohle se ha sacrificado hasta lo último para unir a los católicos y clase obrera dándoles lecciones para que no estén sumergidos al yugo opresor que han querido hacerles cargar los impíos". En Cartas al Editor (1897, 22 de julio). Carta de Osorno. El Llanquihue, p. 3.

28. Cámara de Senadores. Sesión 10ª ordinaria, 28 de junio 1906, pp. 277-278.

29. Sin contradecir lo anterior, es notable el impacto de la acción de este catolicismo en la definición de las nuevas identidades laborales en Osorno. Como ejemplo podemos indicar que en el Censo de 1895 únicamente 35 hombres se declararon artesanos, número que ascendió a 1.968 en el censo de 1907 (Oficina Central de Estadística, 1904: 293-294; 1908, 1174-1175).

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