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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.25 no.43 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2015

 

 

RESEÑA DE LIBROS

Dónde estaba Dios: católicos y terrorismo de Estado en la Argentina de los setenta.

Buenos Aires: Javier Vergara Editor. 352 p.

Morello, G. (2014).

Eliana Lacombe


¿Por qué la Iglesia católica argentina no reaccionó unánime y enérgicamente contra los crímenes de la Dictadura? Es una de las preguntas que vertebra el nuevo trabajo de Gustavo Morello.1 Dónde estaba Dios, es el resultado de una exhaustiva investigación sociológica realizada entre los años 2007 y 2011 para la obtención de su Doctorado en Ciencias Sociales de la UBA. En esta oportunidad, el autor propone abordar las complejas relaciones entre religiosidades y acciones políticas en la Argentina de los años ‘70 a partir del estudio de un caso: el secuestro de cinco seminaristas y un sacerdote de la congregación de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette en agosto de 1976 en Córdoba.

El libro tiene la virtud de ser una propuesta atractiva para diferentes tipos de lectores. Por una parte, narra una historia en un estilo literario ágil que recrea vívidamente el clima de época, los hechos y personajes. En tal sentido, puede leerse como una “no ficción”.2En segundo lugar, el autor incorpora las memorias y reflexiones de los sobrevivientes en un relato entretejido con una densa malla de datos históricos. La obra constituye una importante sistematización de información obtenida a partir de múltiples fuentes orales y gráficas, relevadas en archivos de Argentina y Estados Unidos.3Los datos y acontecimientos son presentados en el marco descriptivo de procesos sociohistóricos de largo plazo e interpretados en tensión con modelos teóricos propuestos por estudiosos de la sociología de la religión.4Desde esta perspectiva, la obra constituye un antecedente bibliográfico importante para los estudiosos de la religión, la política y la historia reciente. Podríamos considerar una tercera condición de este libro: su aporte al tratamiento judicial del caso.5

Si bien del autor se declara no neutral, su análisis está despojado de posiciones dogmáticas o afirmaciones prescriptivas. Su fuerte es la descripción y el análisis.

En los capítulos 2 y 3: El Asalto a los saletenses  y ¿Quiénes eran los secuestrados? a partir de la reconstrucción de las trayectorias biográficas de las víctimas: los seminaristas Daniel García Carranza, Alejandro Dausá, José Destéfanis, Humberto Pantoja Tapia y el sacerdote norteamericano James Weeks, el autor recompone la trama de relaciones entre las ideas posconciliares de la Iglesia católica, sus representaciones sobre el deber ser del católico centrado en el “compromiso con los pobres” y las acciones y opciones asumidas por los mismos.

En los Capítulos 4: La persecución religiosa y 5: Los saletenses, víctimas del Terrorismo de Estado, su pintura impresionista del último medio siglo en Argentina logra demostrar cómo la gramática de la violencia política estaba establecida años antes del último Golpe militar en 1976. Por eso elige hablar de Terrorismo de Estado como una forma de represión ilegal ejercida por el aparato estatal más allá de su origen electoral-civil o golpista-militar. Además describe cómo esa violencia instalada era vivida por los religiosos que desarrollaban su acción pastoral entre los pobres en una Villa miseria del norte de la ciudad. Las detenciones arbitrarias por parte de la policía, la tortura, la persecución, el asesinato, el espionaje y la delación eran prácticas recurrentemente sufridas por algunos habitantes de la Villa en que trabajaban los saletenses. Entre julio y agosto de 1976 se producirá el pico de la represión ilegal contra religiosos católicos, entre ellos asesinarán a los Palotinos y el obispo Angelelli.

Los detalles de la búsqueda de los seminaristas que inician algunos religiosos alertados por la monja Joan McCarthy -quién está en el escenario del secuestro pero no es llevada por La Patota del D2- por una parte, le permite a Morello dar cuenta de las rencillas internas de los grupos de represión. “Nosotros no los tenemos”, le dice al Principal de la Orden el jefe de inteligencia de la Policía Federal. Existían competencias entre los Servicios de Inteligencia de la Policía provincial, Federal y los distintos cuerpos de las Fuerzas Armadas por el botín que representaban los “enemigos políticos”. Además, señala que la zona militar comandada por el General Menéndez -el más “duro” de los militares argentinos- tenía cierta autonomía de acción y fue en la que se desplegó más terriblemente la represión del Estado terrorista.   

Morello propone que a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), y fundamentalmente de Medellín (1968), el catolicismo se bifurca en corrientes renovadoras y antiseculares que encontrarán en la sala de torturas de La Perla6su expresión más paradigmática. Los torturadores creen defender con sus actos la sociedad “occidental y cristiana” amenazada por el comunismo y la secularización; en tanto que las víctimas comprenden su acción de trabajo con los más pobres en fidelidad al cristianismo auténtico propiciado por el Concilio Vaticano II. Morello afirma que los saletenses son perseguidos por otros católicos por creer y practicar una forma de catolicismo.

En los capítulos 6 y 7: Hacia la libertad y Salvar a las víctimas: el asedio al gobierno militar, la reconstrucción minuciosa de cada una de las acciones llevada adelante por diferentes religiosos y laicos ante el secuestro de los saletenses, permite recomponer una imagen multidimensional sobre las maneras de sufrir y enfrentar al Terrorismo de Estado. Morello considera el universo de acciones significativas, desde un sacerdote que lleva todos los días a la Cárcel viandas individuales para cada seminarista detenido -en función de cuantas le reciben los guardias logra saber cuántos seminaristas permanecen aún allí y generar una vía de comunicación con los presos- hasta las comunicaciones “institucionales” entre el obispo Primatesta y el General Menéndez. A partir de un informe del Ejército enviado al Arzobispo, Morello logra recrear sus diferencias de opinión. En base al informe se pretendía culpar a los religiosos de ser una “célula marxista”; las anotaciones manuscritas del obispo al margen del documento disienten las consideraciones de los militares. Primatesta y Menéndez discuten la autenticidad católica de los saletenses a partir de la catolicidad o no, de las acciones de los seminaristas y de los objetos (libros y discos) secuestrados en el allanamiento a la casa de los religiosos. Primatesta es un mediador que cuida de no romper completamente las relaciones con el Ejército; pero usa esos espacios institucionales para intentar negociar la libertad de los religiosos. Morello llama a esta actitud “catolicismo institucional”. Según el autor esa es una visión laicista que reconoce la separación entre Estado e Iglesia; pero entiende que la institución es más importante que los individuos.

Otros religiosos, como la monja McCarthy, el sacerdote Weeks y el Superior de La Salette, Rolando Nadeau, representan carasmuchas veces desconocidas de “religiosos comprometidos” que enfrentaron al aparato terrorista del Estado argentino para salvar a las víctimas. Ellos, desde el primer momento se ocupan de lograr la ubicación, protección y liberación de los seminaristas recurriendo a todos sus contactos institucionales e informales, incluida la Embajada Norteamericana. El primero en ser liberado es Weeks, quien es expulsado inmediatamente hacia Estados Unidos. Su testimonio ante el Congreso norteamericano un mes después, será crucial para impulsar la misión de Amnesty International en nuestro país.

En la figura de Tortolo, el vicario castrense -quien niega  la ayuda a los seminaristas y no autoriza la asistencia de un sacerdote ni la entrega de una biblia a los detenidos-, se concentra la representación de lo que el autor llama el “catolicismo antisecular”. Como tal entiende aquel catolicismo que interpreta las reformas conciliares, el aggiornamento al mundo, como un ataque a la “verdadera religión”, y en su perspectiva integrista comprende a la identidad católica y nacional como la misma cosa. De allí que quienes tuvieran otra visión del catolicismo fueran considerados “otros”, enemigos de la Iglesia y la Patria. Morello planteará que la ideología de los militares católicos argentinos, como Menéndez y los torturadores de La Perla, sostenían el mismo principio: “El mito de la nación católica fue una forma de fundamentalismo religioso: una cierta identidad religiosa se constituyó en el rasgo identitario esencial de una comunidad secular” (Morello, 2014: 260).

El título del Capítulo 8 es ¿Por qué tan distintos comportamientos de los católicos frente al Terrorismo de Estado? Explicaciones a partir del caso La Salette. Pregunta que retomará y desarrollará teóricamente en el Capítulo 9: Las transformaciones del Mundo católico a la luz de la Modernidad. Allí Morello interpreta que las diferentes actitudes de los católicos ante el Terrorismo de Estado estuvieron relacionadas a las diferentes formas de asumir la secularización. Y en tal sentido considera: 1. Interpretar la secularización como algo hostil a Dios, o por lo contrario como una forma de encuentro con lo divino. 2. La laicización de la política: y las diferencias entre quienes consideraron al Estado como una esfera separada de la Iglesia y quienes -por derecha o izquierda- entendieron lo político y lo religioso imbricado, siendo esta una visión premoderna. 3. La pluralización de la sociedad y el catolicismo: como el surgimiento de nuevos actores civiles que “desestablecerán” a la Iglesia de su rol monopólico como mediadora ante conflictos sociopolíticos y 4. La autonomización de los sujetos: la consolidación de la “libertad de conciencia” como una nueva forma de subjetivación que, entre otras consecuencias, produjo el debilitamiento de la autoridad jerárquica de la Iglesia sobre las acciones individuales de su feligresía.

¿Por qué la Iglesia católica argentina no reaccionó unánime y enérgicamente contra los crímenes de la Dictadura? El autor plantea que, en la Argentina de los ’70, la muerte era tolerada como parte del juego político. Una visión consolidada como consecuencia de un proceso de militarización social. Siguiendo la percepción de un delegado de Amnesty International, el autor considera que el temor al Comunismo parecía alcanzar para suspender la ética de algunos obispos argentinos. Señala que las redes sociales que lograron incidir en decisiones políticas respecto de la represión en Argentina fueron las que articularon vínculos entre los ciudadanos y la opinión pública con los actores políticos y los gobiernos. Añade que la lucha contra la violencia política, no se vinculó tanto a ideas renovadoras sino a la proximidad de los actores comprometidos con las víctimas, a la cercanía con el “drama humano”. Finalmente afirma: “Los católicos antiseculares, comprometidos e institucionales, seleccionaron de un patrimonio común, con libertad y autonomía, lo que consideraban “sagrado”. Y esos elementos sagrados fueron la defensa de la cristiandad amenazada, la vida de las personas o lo que entendían como “bien común”.” (Morello, 2014: 303)

 

Notas

1. Morello es sacerdote jesuita, Dr. en Ciencias Sociales por la UBA y Mgter. en Ciencias Sociales por la UNC. Actualmente se desempeña como Profesor Asistente en Boston College (Estados Unidos).

2. Género literario creado por Rodolfo Walsh a mediados del siglo XX como manera de denunciar y dar a conocer investigaciones periodísticas sobre casos de violencia y corrupción política que eran censurados en los medios de información tradicionales.

3. En este sentido no es acertada la decisión del editor de sacar las referencias bibliográficas y de fuentes documentales del cuerpo del texto.

4. Fundamentalmente, F. Mallimaci, D. Levin y J. Casanova.

5. El caso de secuestro, tortura y reclusión ilegal de los saletenses por parte de la policía de Córdoba y el Ejército, forma parte de la conocida como “Mega-Causa La Perla” cuya instancia de juicio oral comenzó en Tribunales Federales de Córdoba el año 2013 y continúa desarrollándose hasta la fecha.

6. Centro Clandestino de Detención y Exterminio ubicado en cercanías de la localidad de Carlos Paz (Córdoba) que funcionó entre 1976 y 1983 a cargo del III Cuerpo de Ejército cuyo jefe máximo fue el General Luciano Benjamín Menéndez.

 

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