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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.26 no.46 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2016

 

EN ESPAÑOL

Las canonizaciones, vector de una estrategia católica "global"** 1

Canonizations, vector of a "global" Catholic strategy

Patrick Michel

Traducción de Mari Sol García Somoza

 

Recibido: 12-3-2014

Aceptado: 10-11-2014


Introducción

En su Mensaje a los polacos con ocasión de la canonización del Beato Juan Pablo II el 23 de abril de 2014, el papa Francisco retoma lo que su predecesor Benedicto XVI había resaltado tres años antes, en el momento de la beatificación de Juan Pablo II: "Abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible"2.

Juan Pablo II, elevado al loor de los altares, viene a agregarse a una práctica que venía incrementándose. Efectivamente, desde su elección en 1978, él mismo canonizó y beatificó a todos los papas predecesores. Algunos no dudaron en calificar a esta práctica -que luego será continuada a partir de 2005 por Benedicto XVI- de inflacionista, cuando no deplorada como una fábrica de santos.

Esta práctica, a menudo percibida como una ruptura con la tradición, sin duda es testimonio de un análisis estratégico de renovación de la Santa Sede sobre la presencia de la Iglesia en el mundo, buscando "invertir" una "irreversible" tendencia. En esta estrategia, la convocatoria de la santidad jugará un rol central, como emblema y vector de la "nueva evangelización" deseada por Juan Pablo II. A partir del recurso masivo a las canonizaciones y beatificaciones, se orienta a los re-agenciamientos del dispositivo vaticano, en los cuales estas canonizaciones y beatificaciones constituirían tanto una certificación como un medio.

 

1. Continuidades

Desde 1978 hasta 2005, Juan Pablo II procedió a unas 482 canonizaciones en el curso de 52 celebraciones y 1341 beatificaciones en otras 147 celebraciones. Este ritmo no se ve desacelerado por Benedicto XVI quien realizó 28 canonizaciones el 11 de octubre de 2009 y 262 beatificaciones el 29 de noviembre de 2008, según el sitio web del Vaticano3.

Para establecer una comparación: desde la creación de la Sagrada Congregación de Ritos, el 11 de febrero de 1588, por el papa Sixto V hasta la desaparición de Pablo VI en 1978, la Iglesia habría reconocido 302 santos y 1373 beatos4. Mientras que a lo largo del siglo XX, Pío X (1903-1914) procedió a 2 canonizaciones y 14 beatificaciones; Benedicto XV (1914-1922) a 2 y 7; Pío XI (1922-1939) a 17 y 42; Pío XII (1939-1958) a 32 y 41 (a las cuales se agregan la beatificación "colectiva" de los 29 mártires de China, los 25 mártires de Vietnam, y luego nuevamente los 56 mártires de China); Juan XXIII (1958-1963) a 10 y 5, y finalmente Pablo VI (1963-1978) a 17 y 37 (a las que se agregan las canonizaciones "colectivas" de los 22 mártires de Uganda, los 4 mártires de Tierra Santa y los 40 mártires de Gran Bretaña, así también como la beatificación "colectiva" de los 24 mártires de Corea).

Con la Constitución apostólica Divinus Perfectionis Magister del 25 de enero de 1983, Juan Pablo II reforzó este procedimiento, acentuando una tendencia anterior y antigua, hacia una consolidación de las prerrogativas del papa. En este procedimiento, simplificado, la importancia de los milagros se ve atenuada, pues el acento está puesto sobre la santidad de la vida religiosa.

El acto oficial de canonización -que siempre supone que la prueba sea remitida a dos milagros-, ocurre mucho tiempo después del reconocimiento popular de la santidad, pero incluso a veces este proceso es pedido por los fieles en vida la figura distinguida: Juana de Arco muere en 1431 y recién es canonizada en 1920; Zdislava de Lemberk, desaparecida en 1252 fue declarada santa en 1995; y la ceremonia de canonización de Agnès de Bohême, muerta en 1282 no tuvo lugar sino hasta 1989. En el caso inverso, Thomas Becket, asesinado en 1170 fue canonizado en 1173, Pedro de Verona y Antonio de Padua, lo fueron un año más tarde a su deceso. Más cerca de nuestros días, José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, muerto en 1975, fue beatificado en 1992 y canonizado en 2002. María Teresa de Calcuta, desaparecida en 1997 fue beatificada en 2003 por Juan Pablo II quien también fue objeto de una canonización espontánea e inmediata ya que la multitud gritó "Santo subito!" en el momento de su funeral en 2005. Su beatificación fue celebrada el 1 de mayo de 2011, es decir seis años después de su muerte, cuando el tiempo prescrito para abrir el procedimiento es de 5 años luego de la desaparición. Según el Vaticano, este no cumplimiento de la prescripción se explica por "la imponente reputación de santidad que gozaba el papa Juan Pablo II en vida, en el momento de y luego de su muerte" (Fouilloux, 2011:7).

La importancia de esta "reputación de santidad", la vox populi, testimonian que el santo es necesariamente el resultado de una construcción, así como el rol jugado hacia el exterior en esta construcción: la santidad -que depende de un reconocimiento y este hecho instaura expectativas- reposa y se acopla sobre un intercambio. A partir de aquí se inscribe en un repertorio de usos que permiten ubicarla bajo el signo de la maleabilidad. Y se ha llegado -como escribe Henri Desroche- a que la figura del santo se vea tan modificada "que no queda nada o casi nada del santo original" (Desroche, 1970:110), aún cuando incluso hubiera materia para remodelar. Analizando la figura del santo Charbel Makhlouf, Bernard Heyberger escribe que "no hay nada escrito o casi nada que deje huella de su existencia sobre la tierra, cuando de hecho es un santo cómodamente reconocido por su hagiografía (...) Este vacío, justamente, facilita la construcción de un discurso estereotipado, cargado de demostraciones indentitarias, por un lado católicas y por otro 'nacionales' maronitas" (Heyberger, 2003: 139-140)5.

En 1969 Pierre Delooz en su "Estudio sociológico de la santidad canonizada" extrajo la conclusión de que los santos pertenecen "en su gran mayoría al sexo masculino. Son casi siempre eclesiásticos y particularmente religiosos, generalmente actuaron desde un rol de líderes y han salido prioritariamente de medios sociales favorecidos." Por otro lado, son "sobre todo originarios de países latinos." Finalmente agrega que "las variaciones se producen a medida que transcurre el tiempo: la preponderancia de los varones sobre las mujeres está disminuyendo, al igual que la de los eclesiásticos sobre los laicos, aunque en menor medida" (Delooz, 1969:427).

El análisis del corpus constituido por 510 canonizaciones célebres hasta el 11 de octubre de 2009, realizadas por Juan Pablo II y su sucesor, no invalida, ni siquiera atenúa verdaderamente las observaciones de Delooz, más allá de la supuesta ruptura que instauraría el pontificado de Juan Pablo II. Este análisis desemboca en la constatación de una cuádruple permanencia:

- En primer lugar de la predominancia de la figura del mártir, sobre todo a través de las canonizaciones “masivas” (más aún, "colectivas"): 103 mártires de Corea (1984), 117 mártires en Vietnam (1988) y 120 mártires en Chine (2000). Ateniéndose a estos datos, esto último representa los dos tercios del número total.

- Luego, la predominancia de los clérigos sobre los laicos que se ve relativamente débil en el total (262 para los primeros y 248 para los segundos), pero mucho más acentuada si sólo nos atenemos a los 170 santos que fueron objeto de una canonización individual, esto es 142 bajo Juan Pablo II y 28 bajo Benedicto XVI: de 157 religiosos en total (129 y 28 respectivamente), 46 fueron fundadores de congregación (34 y 12 respectivamente) y 14 fueron laicos (13 y 1 respectivamente).

- En tercer lugar, la predominancia de varones sobre mujeres: 380 y 130 respectivamente para el conjunto de la población, la distancia se atenúa ligeramente cuando no se consideran las canonizaciones individuales: 122 varones (103 y 19) y 48 mujeres (39 et 9).

- Finalmente, si nos detenemos en la distribución de la cantidad por país6, de Europa sobre el resto del mundo.

Tomar en cuenta el conjunto de los santos canonizados podría desmentir esta última constatación. De hecho, con 96 mártires en Vietnam, 93 en Corea y 86 en China implicados en las canonizaciones masivas, a las que hay que agregarles los 13 asiáticos que fueron objeto de una canonización individual, Asia parece llevarse la mayor parte (alrededor del 47% del total), muy por encima de Europa (que cuenta con un 35%) y el continente americano (con alrededor de 8%).

Con las canonizaciones masivas, celebradas incluso más que las individuales, se instituye una empresa, la de la expansión misionaria.

En el momento en que solo contemplamos las canonizaciones individuales, la posición de Europa aparece fuertemente dominante (92 santos canonizados por Juan Pablo II y 22 por Benedicto XVI, es decir 114 sobre 170, o sea más de dos tercios), 13 países se encuentran representados. Se distingue que solamente Italia con 45 santos, cuenta con más de un cuarto de las canonizaciones. Las tres naciones latinas católicas europeas (Italia, España y Francia) representan más de la mitad del total, proporción que la lleva a casi el 60% si se agregan los santos polacos.

Le sigue América Latina con 39 canonizaciones, lo que representa un poco menos de un cuarto del número total, sucediéndole Asia con 13 santos (12 y 1), y América del Norte con 3.

Los predecesores a Juan Pablo II y Benedicto XVI: Pío XII (1939-1958), Juan XXIII (1958-1963) y Pablo VI (1963-1978) para mencionar aquellos correspondientes a un período contemporáneo y comparable en términos de duración en el cargo, habían celebrado unas 59 canonizaciones (32, 10 y 17) a las que se le agregan bajo Pablo VI las canonizaciones colectivas: 22 mártires de Uganda, 4 mártires de Tierra Santa y 40 mártires de Gran Bretaña, representando un total de 125.

Sobre ese total, contamos 90 religiosos -53 canonizaciones individuales (26, 10, 17), de las cuales 26 corresponden a fundadores (15, 2 y 9) y 37 en canonizaciones colectivas- casi las tres cuartas partes del total. A la mayoría de los laicos canonizados se los reconoció en ocasiones de canonizaciones colectivas: 97 varones -34 en canonizaciones individuales (16, 8 y 10) y 63 en canonizaciones colectivas-, 28 mujeres -25 en canonizaciones individuales (16, 2 y 7) y 3 en canonizaciones colectivas-. Los santos originarios de 16 países (en lugar de 26 como en los papados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI) vienen en un 76% de Europa (95), 17.6% de África (22, Uganda), y del resto del mundo una muy leve cantidad representada 6.4% (8).

El análisis de las beatificaciones a las cuales procedió Juan Pablo II -que implica un peso fuerte hacia el futuro puesto que los beatos actuales serán los santos de mañana- permite verificar las tendencias observadas. Juan Pablo II ha decretado, como dijimos, 1341 beatificaciones. Como modo comparativo, bajo los tres papados de Pío XII, Juan XXXIII y Pablo VI (de 1939 a 1978) las beatificaciones aumentaron a un total de 83 (41, 5 y 37), a las cuales hay que agregar 129 beatificaciones "colectivas" (bajo Pío XII: 24 mártires de China, 25 de Vietnam y nuevamente otros 56 de China; y bajo Pablo VI: 24 mártires de Corea). Todas las categorías comprendidas representan 212 beatificaciones.

Sobre las 1341 beatificaciones realizadas por Juan Pablo II, 1003 pertenecen a "beatificaciones colectivas". Los religiosos (de los cuales 116 son fundadores) representan el 82.5% del total efectivo y los laicos el 17.5% (la proporción de religiosos se eleva a un 82.5% si no se toma en cuenta las beatificaciones individuales). La distribución por sexo corresponde a 73.3% para los varones y 26.7% para las mujeres (la proporción de varones cae a 55.3% si no se tiene en cuenta aquí las beatificaciones individuales). Finalmente la distribución por país deja entrever una fuerte predominancia de Europa, con alrededor de 92% de beatificados. Dentro de ellas, España, Italia y Francia representan más del 65% de beatificados, porcentaje que aumenta a 77% si se le agregan los polacos. América Latina (4.8 %) y Asia (2.45 %) se posicionan muy por detrás, precediéndolas América del Norte (14 beatos), África (5) y Oceanía (2). Solamente hay que tomar en cuenta las beatificaciones individuales que no modifican en absoluto los datos: 276 europeos sobre 338 (representando 81.6 %). España, Italia y Francia representan más del 72 % de los beatificados. América llega detrás con apenas 8% (27 de beatos).

Recapitulemos, una fuerte continuidad existe entre los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI con los de sus predecesores. Santos y beatos siguen siendo lo que eran: mártires, en su mayoría eclesiásticos, sobre todo del sexo masculino y originarios de Europa, y en particular de los tres grandes países latinos a los cuales se les puede agregar -papa eslavo obliga- a Polonia.

Los cambios que se sucederán tendrán lugar, por un lado en la cantidad y, por el otro en el uso frecuente del recurso de canonizaciones y beatificaciones "colectivas", léase "masivas". Y finalmente, dentro de la lista de santos y beatos se abre una tendencia ampliamente a favor en número de los Elegidos originarios de regiones que no formaban parte de lo que se podría designar como "el espacio tradicional" del catolicismo.

 

2. Cambios y evoluciones

Los cambios de escala en materia de canonizaciones y beatificaciones participan, sin lugar a dudas, en las evoluciones del mercado de bienes de salvación mundializados obstruido hasta la saturación de los objetos de creencia, el acrecentamiento y diversificación de la oferta que busca adaptarse a las demandas locales (o más exactamente, a la evaluación que de éstas se hace).

La multiplicación de santos responde a una triple exigencia. En primer lugar, ofrecer siempre -en el marco de la individualización del creer y la exacerbación de la competencia- una gama cada vez más amplia de bienes de salvación, entre los cuales cada "consumidor" pueda encontrar el producto conforme a sus propias necesidades. El objetivo es así utilizar plenamente la figura del santo, intermediario entre la naturaleza y lo sobrenatural, para retomar las categorías de Dupront (1987:536), y transmitir mensajes en un universo globalizado, caracterizado por la proliferación de sentidos, donde la pretensión de monopolio ya no está asegurada sino que se despliegan estrategias rivales de máxima ocupación del espacio (encontramos diversos ejemplos de esta estrategia en la escena contemporánea como los neo-pentecostales). Finalmente, de lo que se trata es de responder a la pluralización (de ofertas de las interpretaciones) con pluralización, disimulando que la misma es un engaño porque solo multiplica, luego volveremos, lo mismo. La Iglesia actúa frente a evoluciones que afectarán al conjunto de las sociedades contemporáneas, con la emergencia ultra-rápida y mediatizada de figuras de ídolos o de héroes, cualesquiera sean los registros a los que se refieran esas figuras y la rapidez del desgaste que sufrirán. Desde este punto de vista, remarcablemente analizado por Willem Frijhoff (1998), arriesgando un paralelo entre el Padre Pío y el futbolista David Beckham (varios millones de referencias para cada uno en internet), la santidad se torna un producto de consumo masivo. En este sentido, las celebridades del mundo del espectáculo se sacralizan, así como de la figura del santo se hace una celebridad.

A cada uno de los santos y beatos le corresponde una "biografía", suponiendo que desde el Concilio Vaticano II está fundamentada cuidadosamente, aunque si lo analizamos a menudo se trata más de una hagiografía que de una historia. Colocadas unas detrás de las otras, estas "leyendas" constituyen un conjunto que De Certeau designó como un "monumento". De este monumento, subrayaba, "la retórica está saturada de sentido, pero del mismo sentido" (1988: 274). Canonizaciones y beatificaciones tejen la trama de un gran relato que combinando a-temporalidad, a-contextualidad y a-historicidad no deja leer más que univocidad. Producido en el interior de un mundo y referido al mundo, este relato busca -informando a este último- formarlo a semejanza del primero.

La base sobre la que se apoya este monumento es la tesis que afirma sin cesar que se encuentra verificada en la historia de la humanidad "una presión constante por la cual el hombre rechaza a Dios, hasta odiarlo. Ceder a esta presión equivale a desobedecer. Esta desobediencia significa "siempre se le da la espalda a Dios y, en un sentido, la libertad humana se cierra a él" (Dominum et vivificantem, 1986: 37). Ahí reside, para una Iglesia católica que incansablemente lo repite, la razón radical de las tragedias de la historia humana. En Glasgow, el 16 de septiembre de 2010, Benedicto XVI exhortando a no olvidar "las lecciones dramáticas del extremismo ateo del siglo XX", relaciona estos dramas con el hecho de "excluir a Dios, la religión y la virtud de la vida pública", lo cual no hace más que conducir "a una visión trunca del hombre" (Le Bars, 2010).

Esta interpretación se ve singularmente valorizada con las canonizaciones y beatificaciones "colectivas" o "masivas", cuyo objetivo no es tanto el de identificar un elegido sino el de asignar una significación cerrada a un acontecimiento o a una secuencia.

En esta corriente, en la actualidad se invoca a la historia muy frecuentemente forma de "deber de memoria". Relativo a la historia de España (con casi 1500 beatificados): "España volvió a ser tierra de mártires (…) En la zona republicana se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la Revolución Francesa (…) Fue un trienio trágico y glorioso a la vez, el de 1936 a 1939, que debe ser fielmente recordado para que no se pierda la memoria histórica"7.

Pero aquellos que la Iglesia eleva al honor de los altares, como lo subrayaba Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001: "no estaban implicados en las luchas políticas ni ideológicas, y tampoco querían estarlo (...) Muchos de los mártires muertos 'por el odio a la fe', y 'conscientes de morir por (ella)' gritaban como los Cristeros de México (1926-1929): ¡Viva Cristo Rey!"8.

Los beatos mártires de España se hicieron eco, en periodos borrosos y en contextos ocultos, de los 163 "mártires de Francia" de 1793-1794 (beatificados en 1984 y 1995) y de los 25 mártires de México de 1915 a 1937 (1992). Así también, retrocediendo siglos, los mártires de Košice de 1619 (1995), de Gran Bretaña entre 1584 y 1679 (1987) o de Irlanda entre 1579 y 1654 (1992). Víctimas del zarismo, como los uniatos polacos de 1874 (1996) que frecuentaban las filas del nazismo, mártires de Polonia entre 1939-1945 (1999 y 2000) y víctimas del comunismo, mártires de Ucrania en 1919-1973 (2001). Y dentro de esta "cohorte innumerable de santos" (Decornoy, 1999) se vuelve a dar un lugar considerable a los mártires en la difusión del catolicismo: los tres niños mártires de México en 1527-1529 (1990), los mártires de Brasil en 1645 (2000), y aquellos de Tierra Santa en 1895 (1982) y de Etiopía en 1940 (1989). Incluso aún a aquellos de Nagasaki en 1633-1637 (1981), Tailandia en 1940 (1989), Corea en 1839-1866 (1984), Vietnam de 1745-1862 (1988) y China de 1815-1930 (2000).

La Iglesia no destaca un tiempo -el de la violencia experimentada-, ni un lugar -donde se ejerciera la violencia-, ni la articulación de uno con el otro, es decir la situación específica en la que tuvo lugar esta violencia o lo que desembocó en ella. En el gran relato del martirologio católico se reproduce, una vez más, indefinidamente lo mismo, independientemente de las características propias de cada mártir: todo es reconducido hacia el "odio a la fe", testificando la "presión constante por la que el hombre rechaza a Dios". Es en este sentido que toda incriminación de cualquier responsabilidad a la Iglesia se comprueba desprovista de fundamento, puesto que el mismo escapa por definición a la contextualización. La iglesia no sabría verse imputada de tal o cual complicidad, con tal o cual poder, con tal o cual participación, tal o cual orden político, social económico percibido como injusto; esta complicidad y participación explican (sin necesariamente justificarla) la violencia padecida. Pues para ella, la explicación hay que encontrarla en otro registro9.

Por ejemplo, tratándose de la empresa misionera en China, el malestar de la insurrección de los "Bóxers" a principios del siglo XX, "que fue una ocasión para el derramamiento de sangre para muchos de los cristianos", está ligado al "odio acumulado y reprimido contra los extranjeros durante las últimas décadas del siglo XIX, con motivo de las vicisitudes políticas y sociales que sobrevinieron a la 'guerra del opio' y a la imposición de lo que se llamó los 'tratados desiguales' de las potencias occidentales. Empero -fue subrayado aquí- el móvil de la persecución de misioneros, incluso de origen europeo, fue muy diferente. Su masacre fue provocada por un motivo puramente religioso. (...) Existen indiscutibles documentos históricos que dan cuenta del odio anticristiano que empujó a los "Bóxers" a matar a los misioneros y fieles locales que había adherido a su doctrina"10.

Desde entonces una lógica similar busca hacer frente a una critica que no ha dejado de plantearse, con respecto a la beatificación o canonización de figuras controvertidas, ya se trate del papa Pío IX, autor de Syllabus y la encíclica Quanta cura (beatificado en 2000), del cardenal Alojzije Stepinac, arzobispo de Zagreb, cercano al régimen ustacha durante la Segunda Guerra mundial (beatificado en 1998), de Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei y cercano al régimen franquista (canonizado en 2002), o incluso de Carlos I, último emperador de Austria, muerto en exilio en 1922 (beatificado en 2004).

Frente a esta crítica, la Iglesia reitera sin cesar la validez, pertinencia y continuidad de un monopolio de la enunciación garantizado por la universalidad que la Iglesia reivindica y que constituye su fundamento, -frente a una mundialidad real construida sobre la pluralidad de las interpretaciones y organizada por una legitimidad que éstas no dudan en reivindicar. Benedicto XVI sabía las reacciones que provocaría el anuncio de la firma del decreto del 19 de diciembre de 2009, que reconocía las "virtudes heroicas" de Pío XII11. Pero de hecho, Pío XII podía ser beatificado a pesar de que se lo acusara de haber sido insensible al martirio judío, puesto que en verdad no podía haberlo sido porque la Iglesia lo reconoce como beato.

Con respecto a la santidad en la Iglesia, remite a esta defensa de la justeza autoproclamada del monopolio de la enunciación. Dentro de esta lógica, no es difícil descifrar el significado que reviste la canonización en 2004 de Gianna Beretta Molla (1922-1962), médica, madre de cuatro niños, que se rehusó a abortar sometiéndose a una intervención quirúrgica que hubiera podido salvarla, y murió luego de haber dado a luz. O aún más, la beatificación del cardenal Newman realizada por Benedicto XVI el 19 de septiembre de 2000, en la óptica de la denuncia del "liberalismo religioso" y de la "dictadura del relativismo" por un lado, y la crisis de la Iglesia anglicana por el otro.

En una perspectiva similar se ubica la designación de los santos Cirilo y Metodio como co-patrones de Europa, al lado de San Benito, para afirmar, frente al bloque soviético, el carácter inevitablemente provisorio de la ruptura de Europa en dos. Por su lado, la carmelita de origen judío, Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), muerta en Auschwitz en 1942 y canonizada el 11 de octubre de 1988 como co-patrona de Europa, junto a Santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena (Carta apostólica Spes aedificandi, 1999), dio lugar a numerosas protestas en el seno de la comunidad judía internacional, lo cual manifiesta que esta canonización podría ser interpretada como una reapropiación (pues simultáneamente el 9 de agosto fue proclamado por Juan Pablo II en el seno de la Iglesia, el día del recuerdo de la Shoah).

El dispositivo implementado por Juan Pablo II descansaba sobre la pareja constituida por la reiteración de un Splendor veritatis, y el ajuste de esta verdad central a la diversidad de las realidades locales por el sesgo del viaje. Resulta así un movimiento constante de ida-y-vuelta entre el centro y la periferia, que se alimenta de continuas transacciones. Canonizaciones y beatificaciones participan de este movimiento en el cual lo local es susceptible de sacar provecho de la obtención de "su propio beato" o "su propio santo", mientras que el Vaticano reafirma su centralidad. Una ilustración entre otras nos brinda en el año 2005 la apertura de la causa de beatificación del "Padre de la Independencia" y primer presidente de la República de Tanzania, Julius Kambarage Nyerere (1922-1999). En este caso, analizado por Marie-Aude Fouéré, el Estado "tiende a perder su legitimidad para producir imaginarios de la nación". En cuanto a la Iglesia católica, su monopolio de "la enunciación de una verdad religiosa en competencia con las nuevas Iglesias, y su estatus de interlocutor privilegiado en el seno del Estado tanzano se pone en cuestionamiento". Resulta así una fuerte convergencia entre uno y otro para utilizar como recurso simbólico "la promoción de la figura modificada de Nyerere" (Fouéré, 2008).

Desde que en 1864 Pío IX concluía el Syllabus sobre la estigmatización de la idea según la cual "el Pontificado romano puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna", la Iglesia está en situación de renegociar permanentemente su relación con el espacio, con el tiempo y con la autoridad. El dispositivo fijado a finales del siglo XIX para una Iglesia planteada como una alternativa anti-moderna a la modernidad, fue en cierto sentido replanteado por Juan Pablo II: el paréntesis para la modernidad supuestamente se cierra; la Iglesia no tiene más necesidad de situarse frente a ella. Sin embargo, hay otra posición que ha mostrado sus límites, la aceleración multiforme de un movimiento que trabaja y trastoca todas las sociedades, y plantea nuevamente la cuestión en relación con el tiempo y el espacio.

Pero aquí, donde el Islam o más aún los evangelismos, logran instaurar una relación con el territorio adaptada a las exigencias de las sociedades que más o menos se vuelcan repentinamente a la globalización; la Iglesia católica se mantiene, por su lógica institucional, encerrada en una concepción que cuestiona las evoluciones en curso. Y con respecto al transcurso del tiempo, frente a los movimientos indígenas en América Latina por ejemplo, que exigen el reconocimiento de su derecho a un sistema de creencias propio y a la lectura norteamericana según la cual América Latina no habría recibido la verdadera evangelización, Benedicto XVI se limita a afirmar que "el anuncio de Jesús y de su Evangelio en ningún momento significó una alienación de las culturas pre-hispánicas ni constituyó la imposición de una cultura extranjera" (Benedicto XVI, 2008).

 

Conclusiones

La multiplicación de las celebraciones de beatificaciones y canonizaciones participa, sin duda, de la puesta en escena de una coincidencia anunciada entre la universalidad reivindicada y la realidad de la influencia mundial de la Iglesia. Esta multiplicación es también susceptible de significar que aquello que no era más que un recurso entre otros, retomando la fórmula de Marie-Claire Lavabre (2006) con respecto a los usos políticos de la memoria en la escena contemporánea, se volvió un recurso por falta de otros.

 

Bibliografía

1. De Certeau, M. (1988, segunda edición en francés) L’écriture de l’histoire. Paris: Gallimard.

2. Delooz, P. (1962) "Pour une étude sociologique de la sainteté canonisée dans l'Église catholique". En Archives des sciences sociales des religions 13, pp. 17-43.

3. Desroche, H. (1970) "Sociologie de la sainteté canonisée". En Archives de sociologie des religions 30, pp. 109-115.

4. Dupront, A. (1987) Du sacré : croisades et pèlerinages, images et langages. Paris: Gallimard.

5. Frijhoff, W. (1998) Heiligen, idolen, iconen. Nimègue: Éditions Sun.

6. Fouéré, M-A. (2008) "La fabrique d’un saint en Tanzanie postsocialiste". En Les Cahiers d’Afrique de l’Est 39. Nairobi: Institut français de recherche en Afrique, pp. 47-97.

7. Heyberger, B. (2003) "Saint Charbel Makhlouf, ou la consécration de l’identité maronite". En Mayeur-Jaouen, C. (dir.), Saints et héros du Moyen-Orient contemporain (pp. 139-140). Paris: Maisonneuve et Larose.

8. Hayek, M. (1962) Le chemin du désert. Le Père Charbel moine d’Orient. Le Puy, Lyon: Xavier Mappus.

 

Fuentes

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2. Juan Pablo II (1983, 25 de enero) Divinus Perfectionis Magister. Recuperado de: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/apost_constitutions/documents/hf_jp-ii_apc_25011983_divinus-perfectionis-magister.html

3. De Decornoy, J. (1999, noviembre-diciembre) "L’Europe sanctifiée de Jean-Paul II". En Manière de voir 48 : 10-11.

4. Dominum et vivificantem, 1986. Recuperado de: http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_18051986_dominum-et-vivificantem.html

5. Lavabre, M-C. (2006, junio) "Actualité de la mémoire – Face-à-face avec Jacques Revel à l’occasion de la publication en France de Siegfried Kracauer" En Le Magazine littéraire.

6. Le Bars, S. (2010, 18 de septiembre) "Au Royaume-Uni, Benoît XVI encourage les chrétiens à se faire entendre face à la dictature du relativisme". En Le Monde.

7. Le Monde (2011, 16-17 de enero) "Jean-Paul II béatifié : 'Une forme d’auto-justification de la papauté' - Entretien avec Étienne Fouilloux": 7.

8. Carta Apostólica Spes aedificandi, 1er octubre 1999.

9. Video-mensaje del Santo Padre Francisco a los polacos con motivo de la canonización del beato Juan Pablo II (2014, 25 de abril). Recuperado de: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/pont-messages/2014/documents/papa-francesco_20140425_videomessaggio-polacchi.html

 

Notas

**. Revisado por Gabriela Irrazábal.

1. Una primera versión de este texto fue publicada con el título "Sanguinis effusione aut heroirco virtutum exercitio - Elementos para una antropología política de la producción y de los usos contemporáneos de la santidad canonizada", en Critique Internationale, Paris, n° 52, julio-septiembre 2011, pp. 111-127. © Presses de Sciences Po. El presente artículo se trata de un traducción de « Les canonisations comme outil d’une stratégie catholique « globale » (pp. 253-265), publicado en Baubérot, J., Milot, M. y Portier, P. (2014) Laïcité, laïcités. Reconfigurations et nouveaux défis. Paris. © Éditions de la Maison des Sciences de l'Homme.

2. Recuperado de http://w2.vatican.va/content/francesco/it/messages/pontmessages/2014/documents/papa-francesco_20140425_videomessaggio-polacchi.html Consultado el 22/04/2015.

3. Utilizamos los datos proporcionados por la Santa Sede, es decir la lista de canonizaciones y beatificaciones en la que cada una está acompañada por una nota en referencia al santo o beato. Sin embargo esta lista no se encuentra completa, puesto que termina en octubre de 2009 para las canonizaciones y en noviembre de 2008 para las beatificaciones. Tampoco es exhaustiva. Así también, curiosamente el sitio oficial del Vaticano no toma en cuenta, por ejemplo la beatificación realizada en Roma del 28 de octubre de 2007 de los 489 mártires de la guerra de España. Siendo una de las ceremonias más importantes de beatificación en la historia.

4. El condicional se impone aquí en la medida en que las fuentes son inciertas. Igualmente encontramos, por ejemplo las cifras de 296 santos y 808 beatificados. De hecho, como lo relevó a justo título Pierre Delooz, "si se puede acordar fácilmente sobre una definición de santo católico, un personaje sobre el cual la Iglesia acuerda un culto oficial, es imposible fijar exactamente una lista de aquellos que les conviene esta definición." (Delooz, 1962:18).

5. Bernard Heyberger cita a Michel Hayek para quien "el milagro más grande" de Charbel "reside en que su silencio dio lugar a una infinidad de palabras. (...) A partir de aquí escribir su historia se vuelve una tentativa vana, porque no ha habido tan historia en donde se pueda buscar tantos elementos como para 'fabricar' un libro" (Hayek, M. (1962) Le chemin du désert. Le Père Charbel moine d’Orient. Le Puy, Lyon: Xavier Mappus, pp. 14).

6. Este dato plantea naturalmente algunos problemas. Si la gran mayoría de los santos canonizados por Juan Pablo II y Benedicto XVI vivieron en los siglos XIX y XX, en períodos en que las actuales pertenencias nacionales pueden eventualmente tener sentido, qué sucede con aquellas canonizaciones anteriores a este período: 8 pertenecen al siglo XVIII, 16 al siglo XVII y 14 a siglos precedentes. Por otro lado ¿en dónde ubicamos a la Madre Teresa, de origen albanés?

7. Véase http://www.vatican.va//news_services/liturgy/saints/index_saints_sp.html (El subrayado es del autor).

8. Véase en http://www.abbaye-saint-benoit.ch/hagiographie

9. Lectura que sería luego cruzada y confrontada con las manifestaciones de "arrepentimiento" de la Iglesia entorno a las celebraciones a la llegada de su tercer milenio.

10. Véase en http://www.vatican.va//news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20001001_zhao-rong-compagni_sp.html

11. Fue reconocido como mártir junto a otros 19 venerados y beatos, entre ellos Juan Pablo II y el Padre Jerzy Popiełuszko. Como E. Fouilloux lo señala, viendo con razón en la beatificación de Juan Pablo II una "auto-justificación del papado", el proyecto de Benedicto XVI fue sin duda el de "impulsar en paralelo las causas de Juan Pablo II y de Pío XII, como Pablo VI había intentado hacer abriendo las causas de XXIII y de Pío XII en conjunto, para neutralizar las contradicciones entre los dos pontificados". Agrega que hermanar "la intransigencia de Pío IX y el modernismo encarnado por Juan XXIII, padre del Concilio Vaticano II, prueba la dimensión política de estas beatificaciones. Ellas buscan mantener un equilibrio y validar la hipótesis de una continuidad en el papado, cualesquieran sean los papas".

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