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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.27 no.47 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2017

 

ARTICULO

Ritualizando la identidad tradicional. La misa tridentina de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X

Ritualizing tradicional identity. The Tridentine Mass of the Society of Saint Pius X

 

María Bargo

Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín

Diagonal Norte Av. Roque Sáenz Peña 832, Piso 6, CABA (C1035AAP)

merytoflins@hotmail.com

 

Recibido: 26-02-2016

Aceptado: 16-08-2016


Resumen

El objeto trabajo que dio lugar al presente artículo fue comprender el rol que otorgan los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X -conocidos como “lefebvristas” y autodenominados “la Tradición”- a la celebración de la misa tridentina o preconciliar. Para tal fin, mi estrategia fue explorar mediante diversas técnicas de campo como la observación participante y la descripción etnográfica el ritual de la misa y su papel en la construcción del grupo. Complementando estos métodos con las entrevistas en profundidad a miembros del grupo y con la revisión de fuentes facilitadas por ellos, pude entender cómo este logra sintetizar los elementos que hacen a la conformación de la identidad tradicional. A partir del análisis de sus momentos y características pretendo demostrar cómo el rito es para los fieles un sello distintivo. En este sentido, la expresión “vivir según la tradición” implica una presencia ascética en el mundo, la búsqueda por conservar “la Iglesia de siempre” y el resguardo de determinados valores morales. A su vez, crea un sentimiento de pertenencia grupal a través de la construcción de un relato y de la regulación de las diferentes instancias de sociabilidad que afectan la vida cotidiana. Como se verá, todos estos elementos son ritualizados en el momento de la misa.

Palabras clave: Misa tridentina; Tradición; Identidad; Ritual; Fraternidad Sacerdotal San Pio X.

Abstract

This paper aims at understanding the role conferred to the celebration of the tridentine mass by the members of the Society of Saint Pius X (better known as “lefebvristas” and self- styled “the Tradition”). The research focuses on the ritual of mass and its role on creating the group through diverse research techniques such as participant observation and ethnographic description. Complementing these methods with interviews to the members of the group and the revision of sources, I was able to understand how it synthesizes the elements that model the traditional identity. By analyzing its moments and characteristics, I try to demonstrate how the rite becomes a distinctive sign. “Living according to the Tradition” implies an ascetic presence in the world, keeping “church as it always was” and guarding certain moral values. Also, it creates a feeling of belonging to the group by constructing a story and regulating sociability, affecting the people’s daily life. As it will be shown, all these elements are ritualized in the mass.

Key words: Tridentine mass; Tradition; Identity; Ritual; Society Saint Pius X.


Introducción

En el año 2010 comencé a interesarme por los estudios antropológicos sobre religiones, en el marco de la elaboración de mi tesina de grado. En tal sentido, y considerando la escasez de investigaciones sobre los sectores más conservadores del catolicismo, comencé con el trabajo de campo en la capilla Nuestra Señora de Fátima, perteneciente a la Fraternidad Sacerdotal San Pio X1 en la localidad de Martínez, ubicada en el norte del conurbano de la ciudad de Buenos Aires. Presentaré una aproximación sobre el ritual que el grupo celebra, intentando comprender sus características y su significado, los roles de quienes participan en él y las diferencias que pueden verificarse con respecto al Novus Ordo Missae (celebración instaurada a partir de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II). La misa, como veremos, constituye una marca identitaria, pues es uno de los rituales básicos que diferencia a la Fraternidad de otros sectores dentro de la Iglesia. Es allí donde se ve explícitamente cómo repercute el orden moral defendido por la congregación y la clara separación que ésta establece con su entorno. Asimismo, y en consonancia con las características que Durkheim (1912) reconoce en el ritual, la misa reafirma la autoridad de la tradición, revitaliza las creencias y reactualiza la historia mítica del grupo. En síntesis, la misa constituye el elemento fundamental mediante el cual los miembros del grupo consiguen proclamarse “la Tradición”, siendo ésta su conformación identitaria principal. Antes de adentrarme en el tema, procederé a explicar la metodología utilizada para llevar a cabo la presente investigación.

El trabajo de campo fue practicado en distintos espacios de sociabilidad del grupo y asistí a diferentes actividades dentro de la capilla como catecismo, doctrina, coro, misas semanales y dominicales. Observé instancias de la vida de quienes componen la Fraternidad, pude conocer otros ámbitos externos a ella, y hacer salidas recreativas con algunos de sus miembros. Me entrevisté con sacerdotes, jóvenes y mujeres en la capilla y en las casas de algunos de ellos, lo cual me permitió hablar con integrantes de sus familias y observar sus relaciones y prácticas2. Para comprender mejor al grupo, sumado al material proveniente de las entrevistas, de la observación y de la participación en eventos colectivos, revisé literatura específica y otra facilitada por los miembros de la congregación tales como folletines, cuadernos, programas de eventos, páginas web oficiales y extraoficiales.

A lo largo del trabajo intentaré presentar cómo la misa dentro de su entorno, puede leerse como una presencia “ascética activa” (Weber, 1979), lo cual implica enfrentarse al mundo morando en su interior. Los integrantes de la Fraternidad tienen una relación paradójica con la modernidad, ya que se le oponen pero, a la vez, surgen de ella. Este doble movimiento se puede ver principalmente en la forma en que tramitan lo identitario, en la cuestión moral, en el desenvolvimiento de un relato histórico (sintetizado por medio del rito de la misa). A continuación describiré los orígenes de la congregación y su llegada a la Argentina.

 

1. De Trento al Concilio Vaticano II

Los relatos que los miembros de la Fraternidad utilizan para referirse a su historia apelan a la idea de seguir con “la Iglesia de siempre”. Esta expresión fue usada en reiteradas oportunidades, lo que me condujo a preguntarme qué implicaba ese “de siempre”. Para contestar este interrogante, los integrantes del grupo se remiten al Concilio de Trento (1545-1563) convocado por Pablo III (1534-1549) y finalizado bajo el mandato de Pio IV (1559-1565). El mismo es también conocido por la Contrarreforma a que diera lugar, pues buscó responder a las tendencias y propuestas del protestantismo luterano y calvinista. Asímismo, estableció la unidad en el rito (bajo el nombre de misa tridentina o tradicional) y abolió las celebraciones con variantes locales, determinando varios dogmas, cuestiones disciplinarias y puntos de la doctrina cristiana; señala asimismo las verdades teológicas en las cuales creer (Alberigo, 1993).

Si bien quienes pertenecen a la Fraternidad refieren al episodio de Trento a lo largo de las entrevistas, marcan como punto de inflexión al Concilio Vaticano II (1962-1965). Este último fue anunciado y presidido primeramente por Juan XXIII (1958-1963) y continuado luego por Pablo VI (1963-1978). Tuvo como objetivo dar respuesta a las necesidades de los tiempos modernos, adaptándose y dialogando con ellos. Procuró promover un mayor desarrollo de la fe, renovar la moral de la vida cristiana, e intentar una aproximación a diferentes corrientes y orientaciones religiosas (sobre todo a las orientales). Juan XXIII lo pensó como un proceso de aggiornamento, es decir, una puesta al día de los discursos y las prácticas de la Iglesia ante el mundo moderno. Esto, como sostiene Touris (2010), causó un impacto y una renovación en los modos de sociabilidad de los católicos, y alimentó las raíces de lo que se considera el cisma de los seguidores de monseñor Lefebvre3. Dentro de los participantes existió un conjunto de 250 obispos (cerca del 10% del total) que bajo el nombre de Cœtus Internationalis Patrum y liderado por Monseñor Marcel Lefebvre, apuntó a conservar la disciplina y la doctrina tradicional de la Iglesia manifestando su oposición a medidas tales como la libertad religiosa y la colegialidad (conformación de colegios episcopales integrados por obispos que participan en las decisiones junto al Sumo Pontífice). Podríamos decir a partir de las palabras de Lefebvre en el decreto fundacional de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X de 19744 que, efectivamente, son el Concilio y las interpretaciones en materia doctrinal las que dan origen a la congregación:

[N]os atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia modernista del Concilio [Vaticano II], esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.

En la época en que se desarrolló el Concilio Vaticano II, Monseñor Marcel Lefebvre ocupaba el puesto de superior general de la congregación de los Padres del Espíritu Santo, pero decidió renunciar a su cargo por considerar que el grupo estaba alejándose de los valores tradicionales. Luego de dejar su puesto, fundó en 1970 la Fraternidad Sacerdotal San Pio X en Friburgo, Suiza. Allí fue aprobada por el obispo local, Monseñor Charriere; y, seguidamente, avalada por Roma. La congregación surgió con la intensión de “seguir con la Iglesia de siempre”, es decir, con los sacramentos, la doctrina y la misa, tal como eran antes de las reformas conciliares.

El 30 de julio de 1988 Lefebvre, junto con el brasileño monseñor de Castro Meyer, consagra a Alfonso de Galarreta, Bernard Fellay, Richard Williamson y Bernard Tissier de Mallerais como obispos, sin mandato pontificio (autorización papal). La medida adoptada por el fundador de la congregación trajo conflictos con la jerarquía eclesial, lo cual generó que éste fuera separado de sus cargos y, al igual que los otros obispos ordenados, excomulgados. En 2000, la Fraternidad realizó una peregrinación a Roma para retomar conversaciones con Juan Pablo II (1978-2005), quien tuvo actitudes consideradas positivas por los miembros del grupo pero fue Benedicto XVI (2005-2013) quien el 21 de enero del 2009, levantó la excomunión a Lefebvre y a los otros obispos.

La congregación arribó a la Argentina hace aproximadamente 30 años. En 1977 Lefebvre visitó por primera vez el país y en el año 1978, a pedido de los feligreses, se enviaron sacerdotes, que se establecieron en una casa en Martínez comprada por los mismos fieles. Es allí donde realicé el trabajo de campo.

 

2. Misa y reafirmación identitaria

El modo en que la Fraternidad conforma su identidad en relación con la modernidad mediante un doble vínculo: surgiendo en ella pero oponiéndosele. Es en este sentido que el grupo se autoproclama “la Tradición”, reivindicando un pasado opuesto a la actualidad. Como sugiere Soneira en su texto sobre la situación del campo católico en Latinoamérica (2001), tras el Concilio Vaticano II la tradición puede ser pensada como un pasado normativo o una memoria autorizada. El problema radica en quién es el depositario del discurso legítimo o, en otras palabras, quién está autorizado a revelar la verdad, ya que el pasado es concebido como depositario de sentido para las prácticas de los fieles. Por eso, resulta importante destacar que dicha tradición es ritualizada mediante la misa por quienes integran la Fraternidad Sacerdotal San Pio X. Éstos reconocen en ella una de sus principales causas de lucha y diferenciación, por lo cual intentaremos conocer su sentido y características.

La celebración, a diferencia del Novus Ordo Missae5, es en latín (lengua litúrgica del catolicismo), y en ella el sacerdote se ubica de espaldas a los fieles. Se caracteriza por la vestimenta tanto de los laicos, como la del sacerdote y los monaguillos; la ubicación y las particularidades del altar; los adornos y ornamentos; las expresiones y oraciones que pronuncian los presentes y los sacerdotes, entre otras cosas. Asimismo, y en consonancia con las características que Durkheim (1912) reconoce en el ritual, la misa reafirma la autoridad de la tradición, revitaliza las creencias y reactualiza la historia mítica del grupo. El autor sostiene que el rito sirve para “mantener la vitalidad de esas creencias, para impedir que se borren de las memorias, o sea en suma para revivificar los elementos más esenciales de la conciencia colectiva” (2012 [1912]: 422). En tal sentido, resulta pertinente señalar que, según Giménez Béliveau, “la misa pre-conciliar es un instrumento fundamental para reafirmar la tradición, y por lo tanto la base sobre la que se sustenta la Fraternidad San Pio X” (2000: 284). Ésta constituye una marca que diferencia a la congregación de otros sectores conservadores del catolicismo (Opus Dei, Verbo Encarnado, etc.), a quienes definen como “de línea media”. Explican que los últimos aceptan los cambios que el Concilio Vaticano II propone, los cuales modifican la liturgia, llevan a una pérdida de la fe, y van en contra de los valores dogmáticos6. Asimismo, el rito los opone a los “progresistas” y “modernistas” de la Iglesia Católica.

La congregación rechaza los ritos que difieren de la misa “de siempre”, pues como explica su declaración fundacional (1974): “A la misa nueva correponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo, seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal; todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre”. La celebración debe reflejar el cuidado y el respeto de las formas, y muestra la “santificación” de un orden, el respeto a la autoridad, y a quienes la poseen (los sacerdotes). El rito, según Durkheim, permite el acercamiento a lo sagrado, por lo cual quien participa de él debe someterse a algún tipo de “iniciación previa que lo introduzca progresivamente en el mundo sagrado” (2012 [1912]: 359). En el caso de la Fraternidad, la “iniciación” mencionada por el autor aparece claramente visible al comienzo de la celebración, y dicho momento se desdibuja con los cambios introducidos tras el Concilio Vaticano II. Es la primera parte aquella que permite a quienes participan del rito separarse de lo mundano y adentrarse así en el espacio de lo sagrado. En una clase de doctrina, el padre Juárez (uno de los sacerdotes pertenecientes a la Fraternidad), nos explicó que en la misa existen tres fases: una para la purificación, purgar los pecados y prepararse para el sacrificio (desde el comienzo de la celebración hasta el final del Evangelio); otra que es el ofertorio y canon que incluye la consagración7; y, por último, la comunión que va desde el “Padre Nuestro” hasta el final.

Las misas que presencié poseen ciertas características generales que no varían según el día o la modalidad de la celebración. Al entrar y salir de la nave, los fieles tocan el agua bendita ubicada al costado de la puerta, se persignan y realizan una genuflexión con la pierna derecha. La liturgia es casi totalmente en latín, excepto por las lecturas que hace el sacerdote y algunas fórmulas que recitan los presentes que son en español. El padre sólo gira hacia el público en el momento de leer y cuando pronuncia las palabras “dominus vobiscum” (el Señor esté con ustedes), el resto del tiempo permanece de espaldas a los fieles. A lo largo de la celebración, suele tener las manos en posición de oración y sólo las separa al consagrar o leer. Alterna también las posturas, estando de pie, de rodillas o haciendo genuflexiones según la atención y el respeto que implique el momento. Durante la misa los fieles siguen con detenimiento el misal8 o bien observan los movimientos del sacerdote. En la consagración, el monaguillo, que viste tunicela blanca sobre alba negra y hace las veces de secretario o asistente del padre, acerca los recipientes que contienen el vino y el agua, y los entrega al sacerdote. Este último eleva su mirada con detenimiento hacia el pan y el cáliz que contiene el vino, y pronuncia unas fórmulas en latín mientras quien lo asiste hace sonar unas campanillas. Cualquier niño o joven de la Fraternidad que sepa en qué debe ayudar al sacerdote puede ser monaguillo (muchas veces quienes llegan temprano a la capilla son invitados a cumplir ese rol). Tanto el joven como el celebrante, realizan una genuflexión con la pierna derecha en señal de reverencia cada vez que pasan por delante del sagrario, es decir, lugar del templo donde se guarda la hostia. En el momento de la comunión, los presentes en estado de gracia9 que desean hacerlo se arrodillan ante la balaustrada que delimita el altar. Allí el sacerdote deposita la hostia consagrada en la boca de los feligreses mientras el muchacho que lo asiste coloca la patena10 debajo de sus rostros. Hacia el final, se rezan algunas oraciones a la Virgen, pidiendo intercesión para alcanzar la salvación, y los presentes se consagran a San Miguel Arcángel (patrono de la Iglesia y la lucha contra los demonios).

 La capilla ofrece misa los domingos y entre semana, aunque a estas últimas no concurren muchos fieles (los días de semana no asisten más de 15 personas, que son en su mayoría mujeres y madres de familia). En el altar, los días de semana, están prendidas solo 2 de las 6 velas que hay, por ser la misa de menor complejidad litúrgica que la dominical. Al entrar pueden verse, del lado del altar, cortinas color bordó y ocre cubriendo las paredes, figuras de santos y vírgenes a los laterales, arreglos de flores y hojas y ornamentos dorados. Los feligreses se distribuyen por los bancos de manera desordenada. Puntualmente, las misas semanales son más breves que las dominicales, no contienen cantos, y en ellas el sacerdote no predica. Éste, vestido con una casulla color blanca con una cruz dorada, se retira luego de las oraciones finales junto con el monaguillo por el costado del altar mientras el público permanece callado, llevándose algunos objetos consigo (copones, cálices, misal, Biblia).

Los días de semana el rito suele coincidir con las clases de aerobics del gimnasio de enfrente, por lo que sobre el suave murmullo de las oraciones en latín y los rezos silenciosos, suenan las indicaciones de los instructores y la música electrónica. La cuestión del silencio como forma de ascesis es analizada por Ludueña (2002) para observar el caso de comunidades monásticas benedictinas. El autor sostiene que el mismo es tanto externo como interno, ya que permite la escucha de Dios, el distanciamiento de lo corporal y terrenal y la oración. Así, está ligado a la obediencia y a la disposición del cuerpo como “medio para” (2002: 76). Esta condición es también central para quienes integran la Fraternidad en el momento de la misa y en el espacio de la capilla donde se celebra el ritual. El silencio dispone y conduce a la obediencia, actuando como forma de ascesis corporal. Queda claro que quienes participan del rito logran distanciarse de lo terrenal, haciendo caso omiso de los sonidos externos. Podemos comprender al silencio como práctica de distanciamiento dentro del propio mundo, como presencia ascética intramundana (Weber, 1979), pues aún en un entorno que no es propicio para mantener la concentración, los fieles congregados en la capilla disponen su cuerpo a la escucha y la oración.

Los domingos, a diferencia de los otros días, hay dos turnos de misa matutina. El de las 11:30 hs. es el de mayor convocatoria, y la celebración es, en este caso, cantada. La misa de los domingos es considerada más sagrada y solemne, por lo cual posee elementos que la semanal no tiene. Todas las velas del altar están prendidas, y en el momento de empezar el sacristán toca la campana reiteradas veces. La gente comienza a entrar en el templo. Por ser la capilla un lugar considerado sagrado, los fieles sociabilizan de las puertas para afuera, tanto antes del comienzo de la celebración como después de su conclusión. Quienes me reconocen dentro del templo hacen una reverencia con la cabeza y sólo me saludan una vez que estoy afuera. Se observa entonces que los espacios y momentos son claramente delimitados y exigen un respeto determinado. Como señala Douglas -al referirse a la oposición que nuestras sociedades hacen entre “santidad e impureza”- “cosas sagradas y lugares sagrados deben ser protegidos contra la profanación” (1966: 20). De acuerdo con lo descripto, los elementos, momentos y roles de quienes asisten a la misa tridentina, expresan claramente esta separación entre lo sagrado y lo profano. La misa, al ser el momento que marca más explícitamente esta tensión, es clave para que la Fraternidad refuerce y reactualice su pertenencia al colectivo. Durkheim afirma que “[l]a división del mundo en dos ámbitos que comprenden, uno, todo lo sagrado, y el otro, todo lo profano, es el rasgo distintivo del pensamiento religioso” (2012 [1912]: 90). Explica también que “la vida religiosa y la vida profana no pueden coexistir en el mismo espacio [ni en] las mismas unidades de tiempo” (2012 [1912]: 358). Los domingos, el sacerdote, que viste casulla verde con detalles dorados (el cambio en los colores de la casulla se debe al tipo de celebración, y está ligado al calendario litúrgico11), entra por la puerta principal y, escoltado por los monaguillos que cargan velas y esparcen incienso (consiste en una preparación de hierbas aromáticas y aceites esenciales), se dirige hacia el altar. Los fieles entonan un canto en español, mientras el sacerdote toma un recipiente con agua bendita y junto con sus asistentes camina por el pasillo central rociando a los congregantes. El sacerdote y los laicos, durante el rito dominical, cantan en latín todas las partes de la misa (con excepción del canto de entrada y comunión, que son en español). En varias canciones entonan coros a dos voces. Los fieles van llegando a la capilla por tandas, y permanecen de pie en la puerta hasta que el sacerdote hace alguna pausa en su discurso entre los distintos momentos del ritual. A diferencia de las misas semanales, la población es más heterogénea y los asistentes intentan ir adelante cuando llegan para ocupar los primeros bancos. El público es mayoritariamente adulto, aunque concurren algunos adolescentes y niños. Hay matrimonios jóvenes, familias numerosas, padres y madres mayores con algunos de sus hijos. Se congregan decenas de fieles (siendo más de ochenta hacia el final de la celebración), y muchos de ellos por no encontrar lugar para sentarse, deben quedarse de pie.

Al comienzo del sermón, el sacerdote hace anuncios sobre necesidades económicas que tienen en la capilla (promocionando productos para vender a beneficio de la congregación, o pidiendo colaboración para la compra de algún ornamento, etc.), sobre eventos o retiros, y luego dirige un mensaje que comienza haciendo referencia a las lecturas efectuadas. Un aspecto que llama la atención es que el eje de la prédica es similar a medida que pasan los años (pude ver esto al comparar homilías escuchadas en los primeros años de trabajo de campo, desde el 2010 hasta principios del 2011, y en los últimos, a principios del 2012 y 2013). El padre invita a los fieles a intentar vivir la fe y mantener las formas en lo cotidiano, llevando un “estilo de vida cristiano”. Otro rasgo interesante del mensaje dirigido a la feligresía, es que no se refieren directamente a ningún acontecimiento del momento, ni a temas políticos o polémicos recientes, los cuales son abordados a la salida del templo o en clases de doctrina, seminarios o jornadas ofrecidas. Las oraciones finales, a diferencia de las rezadas entre semana, son en latín y luego de ellas el sacerdote y los monaguillos se retiran de la capilla por el pasillo central.

Sidorova, al referirse a los usos ceremoniales de lo verbal y al analizar el lenguaje ritual, explica que la comunicación con lo trascendental está en manos de especialistas, los cuales utilizan un lenguaje específico: “el lenguaje ritual empleado para la comunicación con lo invisible y lo inhumano no sólo es peculiar en su forma y significado, sino que también tiene reglas de uso diferentes a las de los lenguajes comunes (profanos)” (2000: 96). Si observamos la descripción anterior a la luz de este aporte, podemos entender esta restricción de los temas abordados, como modo de separación entre el plano divino y los aspectos mundanos. El silenciamiento de temáticas de actualidad está ligado, a su vez, al distanciamiento del y en el mundo.

 

3. Missale romuanum: el cuidado de las formas y el respeto a la autoridad sacerdotal

Uno de los sacerdotes de la Fraternidad escribió un trabajo comparativo entre la “Misa de Pablo VI” y la “Misa de siempre” en el cual, citando a Lefebvre, explica que la misa constituye el “acto religioso más importante, […] fuente de toda la doctrina católica, la fuente de la fe, de la moral” (Gomis, 2013: 9). En ella, el sacerdote es medio y representa al hombre ante Dios y a Dios ante el hombre, por lo cual exige cierta obediencia. El texto sostiene que la misa se realiza en memoria del sacrificio de Jesús en la cruz. Éste busca adorar y agradecer a Dios, refleja sumisión y pertenencia a Él, y sirve para reparar culpas y alcanzar la salvación. El cristianismo debería, entonces, estar sostenido por la renovación incruenta del sacrificio del calvario.

El citado trabajo comparativo cuenta que la Iglesia ve en el rito de la misa la profesión y el baluarte de la fe, considerándola una respuesta práctica a la herejía y afirmando que el papado debería apoyarse en ella. El mismo San Pio X promovió el movimiento litúrgico para santificar y dignificar el templo, y marcó la importancia del mantenimiento de las formas. Dicho Pontífice sostenía que la misa debía tributarse para glorificar a Dios en primer lugar, y luego para la santificación propia. El sacerdote agrega que el Concilio de Trento al unificar y perfeccionar el rito, buscó combatir la “herejía Luterana” que impulsaba cambios en la fe, mientras que el Concilio Vaticano II al establecer cambios litúrgicos pactó con el ecumenismo e instituyó una celebración semejante a la cena protestante.

A partir del último Concilio se pasa a un rito comunitario y colectivo, lo cual trae la pérdida de autoridad sacerdotal. Para los miembros del grupo solo el sacerdote debe tener acceso a lo sagrado por ser el que recibe el poder para consagrar. En la “misa nueva”, afirma el escrito, no se menciona la sacralidad del sacerdote, debilitando así el ministerio; cualquiera puede tocar los vasos sagrados (mientras que en la misa tradicional son los sacerdotes y monaguillos los únicos autorizados a hacerlo), leer las lecturas e incluso dar la comunión; la “misa nueva” deja a un lado el latín (lengua que permite conservar la doctrina, aleja de la corrupción, y se remite al misterio y a lo sagrado); no existe la balaustra que delimita el espacio sagrado asignado a los padres y ministros, desacralizando así a quien celebra, y equiparándolo a los feligreses. Notamos aquí cómo las relaciones sociales son traducidas en “espacios sociales” (Bourdieu; 1999), es decir, en un determinado uso del lugar físico según la posición o el rol de cada parte. La división de roles trasladada a lo espacial refleja el acceso diferenciado a lo sagrado, por la posesión de capitales simbólicos ligados a lo trascendental (por parte de quienes pueden ocupar el altar). Como sostiene Giménez Béliveau al observar la misa celebrada por la congregación, “[s]on los sacerdotes los únicos afectados a la gestión de lo sagrado, el uso de la palabra que comunica con la esfera de lo trascendente es exclusivo de ellos” (2000: 287).

Para los miembros del grupo, la cuestión de la autoridad sacerdotal es de gran importancia: determina el estatus correspondiente a cada uno, ordena jerárquicamente, y establece una separación marcando límites entre los que la poseen y los que no, excluyendo a algunos de la posesión del capital simbólico, mientras legitima a otros como portadores del mismo. Giménez Béliveau se refiere a ello con el ejemplo del uso del latín, sosteniendo que éste “refuerza el orden constituido, marcando netamente la separación entre especialistas y no-especialistas” (2000: 287). Los integrantes del grupo coinciden en que el poder proviene de Dios y explican que “da una investidura” a quien lo posee. Al ser “divino”, y haber sido otorgado a algunos por parte de Dios, la autoridad es aceptada al punto tal que no se cuestiona y es considerada como natural. Quienes poseen la autoridad, según la congregación, son los encargados de ordenar y guiar, llevando al otro a Dios. Como sostiene Durkheim, “los seres sagrados son, por definición seres aparte […] Hay todo un conjunto de ritos que tiene por objeto llevar a cabo este estado de separación que es esencial” (2012 [1912]: 349). En este caso, aquellos que adquieren un poder divino (es decir, los sacerdotes) son separados del resto de los fieles mediante diferentes recursos explicitados en el ritual. Una joven apoya esta creencia:

[l]os clérigos en la Fraternidad son diferentes, se distinguen de los que se visten de civil. Usan sotana para verse diferentes porque tienen un poder diferente […] Son elegidos en la sociedad y más elevados. Exigen otro comportamiento, reverencia y respeto porque es alguien distinto. Escucharlos es una bendición, por lo que hay que cuidar qué se habla y cómo12.

Vemos en la cita anterior cómo la vestimenta -al igual que el uso del espacio- funciona como dialéctica de sacralidad, es decir, como distinción que expresa las diferencias de estatus y poder. Uno de los sacerdotes me explicó que por tradición “en la ordenación el obispo pasa el poder que él recibió cuando fue ordenado, y así hacia atrás hasta llegar a los apóstoles; […] viene de Jesús y tiene la capacidad interior y espiritual de obrar en los sacerdotes”. El padre Gutiérrez, otro sacerdote de la congregación, sostuvo que:

El sacerdote en los sacramentos es la autoridad por ser intermedio de Dios y por tener carácter sacerdotal recibido en los sacramentos que dan poder […] Se puede [siendo sacerdote] llevar al otro a la gracia sobrenatural. La soberanía natural conduce al orden social orientado al bien común, y es igual en la vida espiritual13.

Si bien en la misa el trato diferencial hacia el sacerdote aparece de modo más explícito, este se mantiene en lo cotidiano, pues los sacerdotes son tratados de un modo especial incluso fuera de los espacios que posee la congregación. Un examen que una joven de la Fraternidad realizó para la Escuela del Niño Jesús y Santa Teresita -institución perteneciente a la congregación- explica que la “misa nueva”, no solo no respeta la autoridad del sacerdote, sino que es una mera cena que no implica ninguno de los “valores dogmáticos”:

Se circunscribe a la sola noción de “Cena” […] todo esto no implica ni por asomo la presencia real […] solo corresponde a la presencia espiritual de Jesucristo […], tampoco habla de la verdad del sacrificio, sino que aferrándose al hecho de que es un sacrificio incruento, directamente se lo anula14.

Otra de las “deficiencias” que atribuyen al Novus Ordo Misae y que consideran un cambio “irreverente” es que en la comunión se puede recibir de pie y en la mano; en cambio sostienen que debe recibirse de rodillas (demostrar respeto, reverencia y sumisión a Dios) y en la boca (por considerar que las manos pueden estar contaminadas y el gesto de recibimiento con ellas puede ser irrespetuoso). Douglas (1966) explica que la idea de polución intenta influenciar el comportamiento y a su vez puede ser utilizada para la reivindicación de status. Esto es visible en las descripciones anteriores, ya que el estudio afirma que sólo los sacerdotes pueden tener contacto (luego de las purificaciones y abluciones necesarias) con lo sagrado. El trabajo comparativo de la joven sentencia que las características del Novus Ordo Missae “confirman injuriosamente la implícita negación de la fe en el augustísimo dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía”15. Concluyen que esta misa se aleja de la teología católica, y es “un equívoco” pues da lugar a interpretaciones diferentes y contradictorias, por lo cual los dogmas eucarísticos pueden ser afirmados y negados al mismo tiempo. En el caso de la Fraternidad, el respeto de las formas puede ser entendido como producto de las fuerzas morales expresadas en los símbolos, las cuales, según Durkheim (1912), producen efectos reales en las vidas de los creyentes. Así, a partir de lo descripto, podemos comprender el poder aglutinador que posee el ritual y entender la centralidad que le otorgan quienes integran la congregación.

 

Conclusión

Entre los que componen el grupo existe un fuerte sentimiento de pertenencia acentuado por el mantenimiento de las formas, la moral y las tradiciones explicitadas, sobre todo, en la misa. El hecho de que la misa misma sea la principal diferencia que ellos señalan al compararse con otros grupos del catolicismo, nos indica su centralidad para los miembros de la Fraternidad. Se definen así por oposición a quienes la practican de otro modo. El rito conforma una marca característica, un sello distintivo, que da identidad a quienes integran la congregación. Es también, según los entrevistados, una de las principales causas que generan adhesión al grupo.

Los objetos, la vestimenta, la distribución del y en el espacio, y los momentos o gestos que se dan a lo largo de la celebración, permiten conservar un determinado orden social. En el caso de la Fraternidad, vemos cómo la misa “revela” este orden buscado: instituye una lógica y marca un rumbo que será adoptado en las diferentes actividades de quienes componen y adhieren a la tradición, tanto en las que estos llevan a cabo en la capilla, como en las que realizan en el día a día.

Una de las consecuencias que trajo la celebración del Concilio Vaticano II fue la aparición de movimientos, grupos laicales y congregaciones que nacieron en reacción a ciertos puntos tratados allí. La Fraternidad se cuenta dentro de los movimientos gestados a partir del Concilio aunque en oposición a él. El grupo busca explícitamente que se vuelva a “la Iglesia de siempre”, definiéndose en contra de las tendencias de aggiornamento que adoptó Roma a partir de la década del sesenta. Actualmente, quienes componen el grupo continúan manteniendo dicha posición, luchando contra el “pacto con la modernidad”. El convencimiento por parte de la congregación es tal que se auto-conciben, incluyendo en el colectivo a otros con ideas y búsquedas semejantes, como la Tradición misma. La apelación a una tradición como opción identitaria se ofrece como alternativa para el entendimiento de la realidad, y como un modo de inteligibilidad del mundo que crea y recrea lazos constantemente. En efecto, entre los integrantes de la Fraternidad existe una fuerte unión, un sentimiento de pertenencia sostenido, entre otras cosas, por el hecho de “ir para un mismo lado: para el lado de la tradición”, es decir, por un acuerdo en el modo de habitar y enfrentarse a la realidad. De este modo, se produce una cosmovisión determinada y un sistema de prácticas que le dan sentido.

Ser la Tradición implica preservar y promover una moralidad centrada en el cuidado de las formas mediante mecanismos disciplinarios. Al mismo tiempo, es oponerse a los principios modernos, es un modo de estar en el hoy apelando a un pasado y ritualizando lo que es concebido como bueno y verdadero. En conclusión, vemos que el grupo posee un doble vínculo con la modernidad y sus valores, ya que se define contra pero surge en ella, lo cual significa que para poder existir debe poder elegir habitar el hoy desde la tradición.

 

Bibliografía

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Fuentes

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Gomis, J. M. (2013) Misa de siempre o Misa de Pablo VI ¿Cuál elegir? Un problema de conciencia. Buenos Aires.

 

Notas

1. La Fraternidad Sacerdotal San Pio X (cuyos miembros suelen ser conocidos como “lefebvristas” y se autodenominan “la Tradición”) es un grupo católico pre-conciliar fundado por Monseñor Marcel Lefebvre tras el Concilio Vaticano II. El artículo se basa en la investigación de campo que realicé entre los años 2010 y 2013.

2. Opté por preservar la identidad de todos, utilizando nombres ficticios en el momento de citar fragmentos de conversaciones mantenidas durante los encuentros.

3. Sin embargo quienes integran la congregación se dicen católicos y explican que su opción por la tradición no es cismática.

4. http://www.fsspx-sudamerica.org/secciones/declaracion1974.html [último acceso el 25/02/2016].

5. Misa instituida por el Concilio Vaticano II que, según la Fraternidad, por ser en el idioma local se presta a errores de interpretación por problemas de traducción, alejándose así de la verdad.

6. Los dogmas de fe conforman los fundamentos o puntos capitales de toda religión. Se creen revelados por Jesucristo a los hombres y son testificadas por la Iglesia.

7. En el ofertorio se presentan el pan y el vino que serán transformados en cuerpo y sangre de Cristo. El canon es la parte de la celebración eucarística que contiene las palabras sacramentales que van desde el Prefacio hasta el Padre Nuestro. La acción por la cual un sacerdote que celebra la misa convierte el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo, es conocida como consagración.

8. Es un libro litúrgico que contiene todas las partes y oraciones para la celebración del rito de la misa.

9. Estar libre de pecado y culpa, es decir, haber recibido el perdón por medio de la confesión y haber realizado sacrificio y penitencia.

10. Plato o bandeja pequeña donde se deposita la hostia consagrada y utilizada exclusivamente en la misa.

11. El calendario litúrgico es el que marca los tiempos y celebraciones cristianas a lo largo del año. En el rito, los sacerdotes utilizan vestimentas de colores diferenciados según la época en la cual se encuentren, correspondiendo, por ejemplo, el color verde para el tiempo ordinario. De no ser así, puede vestir color purpura o rojo.

12. Entrevista con una de las jóvenes de la Fraternidad llevada a cabo en febrero del 2012 en su casa en Martínez.

13. Entrevista con el Padre Gutiérrez, realizada a fines del 2011 en la capilla de Martínez.

14. Trabajo de Fátima para la escuela del Niño Jesús y Santa Teresita, del año 2007.

15. Ídem anterior.

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