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Sociedad y religión

versión On-line ISSN 1853-7081

Soc. relig. vol.27 no.47 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2017

 

ARTICULO

Ciencias Sociales, catolicismo y política. Episodios de la trayectoria pública de José Luis de Ímaz1

Social sciences, catholicism and politics. Episodes in the public trajectory of José Luis de Ímaz

 

Guido Ignacio Giorgi

CEIL-CONICET

Saavedra 15, 4to piso, CABA

giorgiguido@yahoo.com.ar

 

Recibido: 28-07-2016

Aceptado: 05-11-2016


Resumen

El nombre del sociólogo José Luis de Ímaz suele asociarse a su obra académica de mayor trascendencia: Los que mandan, publicada en 1964. Empero, su trayectoria político-académica recorre cinco décadas con una inscripción en dos mundos sociales superpuestos: el movimiento católico y las ciencias sociales.

Este artículo analiza una serie de episodios de la biografía de de Ímaz que permiten dar cuenta del repertorio de formas de intervención pública de este cientista social inscripto en redes del mundo católico. En cada uno de ellos, de Ímaz buscó, explícita o implícitamente, incidir sobre la realidad argentina, sugiriendo cursos de acción, presentando proyectos de ley, brindando diagnósticos de situación o asumiendo cargos políticos en gobiernos de facto y democráticos. A todas estas intervenciones públicas subyace la misma cosmovisión inspirada en el horizonte de sentido de la Doctrina Social de la Iglesia católica.

De esta manera, la reconstrucción de la trayectoria de de Ímaz aporta al conocimiento de las relaciones entre religión y política, por medio de las experiencias de intervención pública en la cuales convergieron los mundos religioso y de las ciencias sociales en la Argentina durante el siglo XX.

Palabras clave: Argentina; Catolicismo; Trayectorias; Intelectuales; Sociología Política.

 

Abstract

The name of Argentinian sociologist José Luis de Ímaz is usually linked to his most famous academic opus: Those who rule, published in 1964. Nevertheless, his political and academic trajectory goes through five decades, embedded in two overlapped social worlds: the catholic movement and the social sciences.

This paper examines the repertoire of his public interventions as a social scientist, a catholic cadre and as politician. In each episode, we consider de Ímaz aimed to have impact on public affairs, by suggesting courses of action, issuing draft bills, delivering situational diagnosis or even accepting political positions either in dictatorships or democratic governments. Behind these public interventions lays the very same cosmovision inspired in the communitarianism of the Social Doctrine of the Catholic Church.

The reconstruction of de Ímaz biography allows us to know better the relationship between religion and politics, by studying a number of experiences in which converge the religious world and social sciences world in Argentina during the XXth Century.

Keywords: Argentine; Catholicism; Trajectorie; Intelectuals; Political Sociology.


Introducción

El nombre de José Luis de Ímaz suele estar asociado a su obra sociológica de mayor trascendencia: Los que mandan, publicado en 1964 a la edad de 36 años2. Este libro es un hito en la historia de la sociología argentina, y supuso la consagración de su autor en el mundo intelectual vernáculo. Empero, su trayectoria político-académica transita cinco décadas con una inscripción en dos mundos sociales superpuestos: el movimiento católico y las ciencias sociales. La trayectoria de de Ímaz permite ver la convergencia de ambas identidades, ya que él es uno de los protagonistas del proceso de institucionalización de la sociología durante la década de 1960, al mismo tiempo que es un exponente de los cuadros del movimiento católico formados durante las décadas de 1930 y 1940 y que salieron a la palestra durante las décadas siguientes. Esta doble pertenencia permitió a de Ímaz desplegar su fuerte vocación hacia los problemas públicos en tanto sociólogo y católico.

Por ello, el objetivo fue analizar las transformaciones en la relación entre religión y política en la Argentina a partir de las modalidades de intervención en la esfera pública y en la política de de Ímaz, sociólogo y cuadro católico. Para ello, tomamos cinco episodios de su biografía, como académico de lo político, consejero del Príncipe, experto socialmente comprometido, alto funcionario y legislador. Vemos así el repertorio de estrategias posibles ensayadas para incidir sobre la política y la política pública, sugiriendo cursos de acción, presentando proyectos de ley, brindando diagnósticos de situación o asumiendo cargos políticos en gobiernos de facto y democráticos.

Lejos de un oportunismo coyuntural, detrás de dichas intervenciones públicas se vislumbra una misma cosmovisión inspirada en el horizonte de sentido de la Doctrina Social de la Iglesia católica, en ocasiones antiliberal y en otras mostrando significativas afinidades con el neoliberalismo respecto del rumbo de ciertas políticas públicas. Concretamente, en todos los episodios de Ímaz reiteró la necesidad de que el Estado permitiese y alentase la participación de actores privados, sin desentenderse de sus “obligaciones indelegables”. Esta línea nos permite unir el mundo social del catolicismo integral de la década de 1930, el proyecto corporativista de la Revolución Argentina, y el neoliberalismo finisecular del gobierno de Carlos Menem.

 

1. Preludio

José Luis de Ímaz nació en 1928 en la Ciudad de Buenos Aires. Su padre era un inmigrante vasco dedicado al comercio y su madre una porteña de ascendencia vasca. Tras una primera infancia en una chacra en Las Flores (Buenos Aires), los de Ímaz se afincaron en el distinguido Barrio Norte (Ciudad de Buenos Aires). La familia de Ímaz constituye un buen ejemplo de la catolización y politización de ciertos sectores urbanos en Buenos Aires en la década de 1930. Por un lado, la Guerra Civil Española los movilizó hacia el bando nacionalista, participando en los Legionarios Civiles. Contemporáneamente, el Congreso Eucarístico Internacional de 1934 en Buenos Aires llevó a la madre de José Luis a sumarse al efervescente movimiento católico (Mallimaci, 1992). En particular, se involucró financieramente con las publicaciones del nacionalismo católico-hispanista Sol y Luna que compartían el mismo tono de las revistas Pampero y El Fortín, primeras lecturas del niño José Luis (Galván, 2012: 30).

Sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Champagnat le permitieron acceder a un nuevo mundo de sociabilidades. Para los de Ímaz, el Champagnat constituía un ascenso social mediante la educación: “casi sin darme cuenta, ingresé al mundo de los privilegiados” (de Ímaz, 1977: 18). Esta pertenencia liminar a “la clase alta” lo dotó de inquietudes que luego tradujo en sus más potentes investigaciones sociológicas sobre las elites3.

De Ímaz es parte de un movimiento generacional de jóvenes formados en el catolicismo integral (Mallimaci, 1992). En particular, la Acción Católica Argentina (ACA) fue la principal estructura de socialización y sociabilidad de laicos en un proceso de catolización de todos los espacios de la sociedad (Giménez Béliveau, 2005: 219), en el cual se formaron cuadros católicos (Donatello, 2011). En la Juventud de la ACA –su “gran maestra en la vida”– realizó una carrera interna que se inició a los 12 años, presidente de un centro de estudiantes a los 17, y luego dirigente nacional estudiantil. De allí, la génesis de su visión del mundo: “desde que tuve uso de razón, la Casa [la Iglesia católica] me confirió sus claves para entender el mundo” (de Ímaz, 1977: 24). Esa identidad ideológico-religiosa lo acompañó toda su vida: “Nunca me separé de mi Casa-Iglesia […] ni aun cuando pasé por la literatura marxista, ni por los interrogantes psicoanalíticos, ni tampoco al estar prolongadamente expuesto al relativismo, ese mal añejo a las disciplinas que conforman mi profesión” (de Ímaz, 1977: 23).

La militancia religiosa se articuló con su breve participación en organizaciones políticas del nacionalismo católico. La lectura del bestseller antisemita Kahal y Oro, de Gustavo Martínez Zuviría, lo impulsó a incorporarse a la rama juvenil de la Alianza Libertadora Nacionalista que apoyaba al Coronel Juan Domingo Perón. Entre 1944 y febrero de 1946, un adolescente de Ímaz repartió periódicos, asistió a conferencias de Jordán Bruno Genta y Bonifacio Lastra, y protagonizó las grescas callejeras entre los bandos “nacionalistas” y “democráticos”.

La inercia de los círculos sociales donde se había formado lo llevó a estudiar leyes en la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Allí, Mario Díaz Colodrero, dirigente del Consejo Superior de Jóvenes de la ACA, lo invitó a sumarse a la Asociación de Propagandistas, un centro de estudios orientado a organizar y formar a estudiantes universitarios católicos de derecho en la que el padre Manuel Moledo encabezaba reuniones de debate político-religioso. En paralelo, participaba del Ateneo de la facultad y en la Confederación General Universitaria, de orientación peronista.

En 1952, tras graduarse como abogado y trabajar brevemente en los tribunales de Trabajo, de Ímaz fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para estudiar en el Colegio Mayor Guadalupe y en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, España. Allí coincidió con el sociólogo Juan Carlos Agulla, que cursaba su doctorado en el Colegio Mayor, en el mismo programa que, cuatro años antes, había tomado Díaz Colodrero. Esta beca sitúa a de Ímaz en las redes intelectuales de las derechas católicas hispanistas. Los institutos de cultura hispánica eran instituciones creadas por el gobierno franquista en Iberoamérica para promover la defensa de la hispanidad y fortalecer la Comunidad Hispánica de Naciones. Sus tareas se concentraban en actividades de intercambio y difusión cultural, en el marco de la lucha contra el comunismo alineada con los Estados Unidos (Rodríguez, 2015).

De Ímaz transitó un camino colectivo de desencanto con el peronismo: en 1953 “Me sentía ‘peronista en retiro efectivo’ [porque] Perón negaba con los hechos el contenido humanístico y cristiano de su pensamiento [y] a través del proyecto de contrato de explotación petrolífera con la California-Argentina S.A., la traición resultaba programática” (de Ímaz, 1977: 99). Luego, el conflicto entre el gobierno y la Iglesia fue una situación liminar para los católicos peronistas. Así, desde fines de 1954 de Ímaz se volcó al activismo antiperonista, participando de manifestaciones como la de Corpus Christi y repartiendo panfletos.

Concretado el golpe de Estado de 1955, tras la figura del dictador Eduardo Lonardi se alinearon distintas corrientes nacionalistas. Desplazados del gobierno por la fracción liberal en noviembre de 1955, se reorganizaron en la Unión Federal Demócrata-Cristiana4. De Ímaz integró dichos grupos: primero lonardista, luego adherente y candidato por la Unión Federal a la convención constituyente en 1957. El fracaso abrumador de esta apuesta política le provocó un fuerte desencanto: “Ahí cerré una etapa de mi vida” (De Ímaz, 1977: 120). Esto ocurre paralelamente con el al retroceso del modelo de la cristiandad del catolicismo integral, en el cual primaba un enfoque militante de la religión (Zanca, 2006). Empero, la vocación pública siguió guiando a gran parte de los jóvenes formados en ella, como de Ímaz.

 

2. Cinco estrategias de intervención pública

Como vimos, la niñez y adolescencia de de Ímaz estuvo casi completamente inscripta en los mundos sociales del movimiento católico. Recién a los 26 años de Ímaz inició su camino de reconversión profesional de abogado a cientista social. Hasta su muerte viviría no sólo para la sociología, sino también de ella, como docente universitario e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)5. Sobre ello, fue articulando una destreza profesional vinculada tanto al rol del intelectual clásico como al de saber experto. Las credenciales de “sociólogo” lo dotaron de autoridad para intervenir en la arena pública como interlocutor de los “factores de poder”.La reconversión se inició en 1954, facilitada por cierta holgura económica que le permitió extender sus estudios. Primero, se inscribió en la licenciatura en Ciencias Sociales y Diplomacia de la Universidad Nacional del Litoral, de la que egresó en 1957. Luego, se incorporó al Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Católico, nacionalista, con pasado peronista, a de Ímaz le costó ganar la confianza de la nueva cabeza de la Sociología en la UBA, el laico, liberal y filosocialista Gino Germani6. Contra todo prejuicio, el italiano lo aceptó como discípulo: “Germani me rehizo […] Me sentía frente a un auténtico maestro, a un hombre integralmente dedicado a la investigación y la enseñanza” (de Ímaz, 1977: 127-128). La ideología cientificista del proyecto germaniano lo llevó a abandonar su militancia político-religiosa por el rol de académico profesional, que abrió paso a su período más fértil intelectualmente7.

 

2.1. Primer episodio: el sociólogo de lo político y los factores de poder

Integrado al Departamento de Sociología (UBA), de Ímaz inició un cursus honorum académico. Dictó clases como auxiliar docente primero y profesor adjunto luego. En agosto de 1958 defendió su tesis, intitulada “Río Cuarto. Estructura Social de una Ciudad Argentina”, para el doctorado de Derecho y Ciencias Sociales bajo la dirección de Germani.

En 1959 integró la selecta camada que recibió las primeras becas de investigación, una interna de la UBA, y otra externa del recientemente creado CONICET. Esta le permitió viajar a Francia, donde tomó cursos con Mattei Dogan, Maurice Duverger y Raymon Aron, y estudió a los clásicos de la sociología política, como Gaetano Mosca, Wilfredo Pareto y Robert Michels. De vuelta en la Argentina en 1961, inició la investigación de la que surgiría Los que manda.

Junto a esta formación en sociología de las elites, de Ímaz sumó otras dos fuentes intelectuales para Los que Mandan. Primero, dos libros del nacionalismo argentino: La Argentina y el Imperialismo Británico de los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, de la que de Ímaz recuperó la idea de que desde el proceso independentista las elites porteñas habían sido gerentes de los intereses británicos; y La Teoría del Estado de Ernesto Palacio, “magnífico estudio sobre la circulación de las élites” (de Ímaz, 2004: 54). También el libro de Charles Wright Mills The Power Elite, de amplia difusión entonces, del cual el argentino retomó las principales preguntas y conceptos de investigación.

La investigación se desarrolló entre abril de 1961 y junio de 1964, en el marco del Instituto de Sociología (UBA), con la participación de estudiantes de la licenciatura. En una primera etapa, de Ímaz se interesó por la clase alta de Buenos Aires, analizando las guías sociales y afiliaciones a clubes de sociedad (de Ímaz: 1962). Las conclusiones fueron que “La clase alta porteña desempeñó un papel decisivo en el pasado argentino pero actualmente no dirige ni la vida económica ni política ni intelectual” (de Ímaz, 1963a: 34). Esto lo llevó a reorientar su estudio hacia las cúpulas dirigentes en función de las posiciones jerarquizadas en diversas esferas de la vida social: gobierno, partidos políticos, fuerzas armadas, sociedad rural, empresarios, Iglesia y sindicatos.

El argumento de Los que mandan es el siguiente: la Argentina vive una crisis de conducción causada por la falta de una clase dirigente. La generación destinada a dicha función fracasó al no estar preparada para adaptarse al pasaje de una sociedad simple a otra de estructura compleja. De Ímaz explica este fracaso por dos cuestiones. Por un lado, la ausencia de procesos de socialización comunes entre los elencos dirigentes ocasionó una alarmante incomunicación general: de elites oligárquicas a elites especializadas, que recién entran en diálogo cuando son dirigentes. Por otro, una falta de conducción en el nivel colectivo. La generación dirigente de ese entonces se muestra inmadura, carente de la “base para mandar” y conducir un Estado moderno. A esto contribuyó la primacía de la lucha política, que alentó la inmediatez y las dicotomías excluyentes. El autor preveía que la única salida era la renovación de las clases dirigentes, que debían dejar las dicotomías en el pasado. Creía que esto era posible entre los dirigentes sindicales, los eclesiales y los empresariales. Empero, no era tan optimista con los militares y era definitivamente pesimista respecto del vacío generacional en los partidos políticos (de Ímaz, 1964: 236-250)8.

El escepticismo respecto de los políticos profesionales era parte del clima de época. En una disertación organizada por el Congreso por la Libertad de la Cultura9, de Ímaz sostuvo que en sociedades plenamente modernas los partidos estaban a cargo de “incorporar todos, o una buena parte, de [l]os intereses al sistema político” (de Ímaz, 1963b: 57). Empero, en la Argentina las alternancias entre gobiernos democráticos y dictaduras impedían que los partidos cumplieran esa función. Ante ello:

los intereses, ideologías o cosmovisiones que los partidos políticos no sean capaces de incorporar al sistema político […] serán incorporados a éste por otros elementos, que no es precisamente un partido político (de Ímaz, 1963b: 62).

Estos “elementos” alternativos conformaban los “factores de poder”. Hijo de la matriz del catolicismo integral, antiliberal por default, de Ímaz no percibía al sistema de partidos como la forma naturalizada de la democracia. Es un argumento de época, generado por la percepción general de que el sistema de partidos ya no podía garantizar un régimen de dominación política (O’Donnell, 1982; Smulovitz, 1991). Las intervenciones de de Ímaz como sociólogo de lo político contribuyeron a consolidar dicha concepción de ideas.

De Ímaz les hablaba directamente a los “factores de poder”: a los empresarios (publicó en sus revistas y dio conferencias), a los militares (expuso las conclusiones de Los que mandan en el Centro de Altos Estudios de las Fuerzas Armadas) y a los sindicatos (fue profesor de Sociología del Instituto de Capacitación y Formación Social de la CGT)10. Es particularmente interesante el discurso programático que destinó a los empresarios. De Ímaz les criticaba su incapacidad para articular acciones colectivas, conminándolos a establecer un programa ideológico común y a organizarse como grupo de presión. Esto les permitiría expresar sus intereses por fuera de los partidos, los cuales “tienden a parecerse más entre ellos” y a relegar otros intereses que no sean los propios (de Ímaz, 1963c). Dichas intervenciones situaron a de Ímaz como un interlocutor valorado por diversos “factores de poder”. En gran medida, su pertenencia a círculos sociales elevados le allanó el camino para convertirse en proveedor de diagnósticos a empresarios, sindicalistas, obispos y militares. Recíprocamente, estas conexiones le facilitaron la recolección de datos que hasta el día de hoy son de difícil acceso11.

A mediados de la década de 1960, dicha demanda “externa” por ese saber experto se correspondía con una ascendente carrera como académico. De Ímaz era reconocido como un referente de la sociología científica argentina12. Se incorporó al cuerpo de investigadores del CONICET, cargo que mantuvo hasta el final de sus días. Los que mandan se convirtió en uno de los mayores éxitos editoriales de la sociología argentina, con cuatro ediciones en su primer año de publicación (1964) y su traducción al inglés en 197013. En términos institucionales, abandonó el agitado departamento de Sociología de la UBA para incorporarse al no menos revoltoso departamento de Sociología de la UCA; también se adscribió al instituto de Ciencia Política de la Universidad del Salvador.

Esta vuelta al redil confesional (a la “Casa”) se enmarca en la creciente conflictividad que vivieron las casas universitarias en los sesenta. La sociología en la UBA arrastraba disputas desde una revuelta estudiantil contra el proyecto germaniano en 1962, que terminó en el alejamiento del sociólogo italiano. Respecto de la UCA, en 1966 se produjo un fuerte conflicto entre el fundador del departamento, José Enrique Miguens, y el rector monseñor Octavio Derisi, zanjado con la renuncia del primero (cf. Giorgi, 2010; Pereyra; 2012). Al mismo tiempo, la intervención de las universidades por la dictadura de 1966 provocó renuncias y despidos entre los docentes, reacomodando el pequeño escenario de la sociología académica argentina14.

En el Departamento de Sociología de la UCA de Ímaz desarrolló un programa de formación e investigación empírica que pretendía continuar el proyecto de la sociología científica germaniana. En realidad, desde su creación en 1959 la sociología en la UCA tenía una fuerte impronta cientificista, con una orientación teórico-metodológica volcada a la investigación empírica y a la acción práctica (Pereyra en Cigales y Bodart, 2015). Esta se inscribe en una tradición dentro del mundo católico,  por comprender las transformaciones de la sociedad argentina mediante el estudio científico de la realidad, en la cual podemos colocar a Alejandro Bunge, José Enrique Miguens y el mismo José Luis de Ímaz15. Por ejemplo, ante las críticas que recibía del mismo Germani, de Ímaz defendería al departamento de Sociología de la UCA en un contexto de politización de los claustros universitarios:

Así, Germani, los alumnos de los años superiores de Sociología de la Universidad Católica Argentina –y sólo ellos en nuestro país por paradoja- resultaron los únicos depositarios de toda la labor que usted realizara, y los herederos de un esfuerzo intelectual a prueba de quiebras institucionales (de Ímaz, 1969: 664).

A la distancia, el cambio de institución implicó un viraje en el perfil de de Ímaz, iniciando un lento proceso de pérdida de su gravitación en el mundo académico argentino. De hecho, la sociología en la UCA se aisló de los debates políticos de época, retrocediendo hasta quedar reducida a un programa de posgrado en la década de 198016. ¿Cómo comprender el derrotero profesional e intelectual de de Ímaz luego de Los que mandan? Una hipótesis parcial puede encontrarse en la circulación y recepción de su obra dentro y fuera de la academia.

Dentro del campo académico, de Ímaz y su obra no encontraron interlocutores interesados en debatir sus hallazgos sobre las elites. Es notable la ausencia de mediaciones que contuvieran a de Ímaz dentro de la actividad académica. El relativo aislamiento de la UCA respecto del mundo de debates sociológicos de la época, fuertemente politizado y radicalizado, es probable que haya agravado esta situación. Años después, de Ímaz comentaba amargamente sobre el destino de Los que mandan: “La investigación fue aprobada por Germani y el libro no mereció comentarios bibliográficos de mis pares, sólo los ‘gramscianos’ cordobeses de Pasado y Presente” (de Ímaz, 2004: 59).

La magra recepción del mundo académico contrasta notablemente con su éxito entre los factores de poder que estudiaba e interpelaba en su obra. El requerimiento de su saber experto tocaba una dimensión subjetiva de su generación, que de Ímaz identificó agudamente:

Nos gustaba que nos ‘llamaran’, satisfacía nuestro ‘ego’ el que prestaran correcta atención a nuestro currículum. Pero lo que más nos placía era que al ‘co-optarnos’ desde el poder militar se nos liberara de los costos de la lucha por el poder. Presentábamos el activo –nuestra impoluta vida profesional– y nos eximíamos del pasivo; la pelea cotidiana dentro de un partido político, en el que no sólo no se respetarían nuestros títulos, sino que incluso se nos pospondría a causa de ellos (de Ímaz, 1977).

Frente a la ausencia de mediaciones académicas, el llamado a la participación política resultaba irresistible para de Ímaz, formado en la vocación política del catolicismo integral de su generación.

2.2. Segundo episodio: el asesor político en las sombras17

En 1966 se produjo un nuevo golpe de Estado. Muchos de los funcionarios de la nueva dictadura –la Revolución Argentina– se reclutaron de círculos sociales a los que pertenecía José Luis de Ímaz, lo cual le garantizó un acceso directo al centro del poder.

De Ímaz explicitó tempranamente su apoyo al nuevo gobierno de facto. En septiembre de 1966 escribió un capítulo en La Revolución Argentina, libro publicado por el Instituto de Ciencia Política (USAL) el cual brindaba sustento ideológico para el Onganiato. Allí, de Ímaz señala que la democratización y movilización de las “masas populares” es un dato ineludible de la estructura social. Frente a ello o se gobierna por la “fuerza-fuerza […] ejerciendo una auténtica dictadura”, con el riesgo de levantamientos populares, o se integra a las masas. Empero, la cultura paternalista argentina vuelve proclive a “las masas populares a adherirse a los sistemas autoritarios”, lo que contribuiría a crear “un clima favorable a la adhesión” popular a la Revolución (de Ímaz, 1966: 189-190). Un año después de realizar este aporte intelectual, de Ímaz se convirtió en asesor y redactor de un ambicioso proyecto de participacionismo a pedido del secretario de Gobierno, Mario Díaz Colodrero, uno de los personajes claves del corporativismo del gobierno.

En 1968, de Ímaz realizó una estadía en los Estados Unidos gracias a la beca Eisenhower. A su vuelta, fue invitado a dar una conferencia sobre su experiencia en Casa Rosada ante parte del Gabinete nacional. Entre ellos, estaba Díaz Colodrero, aquel que lo había invitado a la Asociación de Propagandistas de la ACA en 1946, y con quien mantenía una “vieja, probada y reiterada afinidad” (de Ímaz, 1977: 209). Días después de dicha conferencia, Díaz Colodrero lo contactó para comentarle que Onganía estaba resuelto a lanzar el año siguiente una “política de participación”: la primera inserción institucionalizada de los distintos sectores de la comunidad dentro del proceso gubernativo. Y lo invitó a preparar documentos que sirvieran para el debate. De Ímaz aceptó el convite, ocupando el rol de intelectual detrás del trono.

Ligado al Ateneo de la República, Díaz Colodrero ocupaba desde octubre de 1966 la secretaría de Gobierno, responsable de diseñar y gestionar la política interior de la Revolución Argentina. En esta materia el gobierno aspiró a ser más que una pausa momentánea del sistema político liberal, y para ello propuso –infructuosamente– echar las bases de una nueva estructura política: una nueva fórmula política (Giorgi y Mallimaci, 2012).

El diagnóstico de partida era el agotamiento del régimen liberal vigente desde 1853. Para ellos resultaba indispensable la refundación de la Argentina sobre otras bases políticas, sociales y culturales. En el largo plazo, esto significaba diseñar y poner a funcionar una fórmula política, sustentada en un tipo de sociedad comunitarista. Es decir, era necesario modificar el funcionamiento societal, es decir, las modalidades mediante las cuales los individuos se relacionaban mutuamente, participaban de lo público y canalizaban sus demandas. Aunque nunca se cristalizó en una programática, sí se tradujo en acciones concretas: el comunitarismo social de la secretaría de Estado de Promoción y Asistencia de la Comunidad, el participacionismo comunistarista de la secretaría de Gobierno y el participacionismo sindical de la secretaría de Trabajo forman parte de un ambicioso proyecto. Lejos de ser preexistente al golpe, esta fórmula política fue tomando forma durante los primeros años de la dictadura, a la luz de las tensiones palaciegas y a la capacidad programática de los funcionarios: si hacia 1966 era un difuso horizonte de sentido que oponía liberalismo a comunitarismo, en 1969 se expresaba en las medidas concretas de la directiva de Participación.

De Ímaz fue responsable de operacionalizar la propuesta del participacionismo comunitarista de la secretaría de Gobierno. Según de Ímaz: “A mí se me pidió que hiciera un estudio preliminar. Elaboré un proyecto en vistas a la apertura del Gobierno Militar comenzando desde la base municipal. Todo eso debería culminar con la participación por antonomasia” (de Ímaz, 1977: 211). El resultado de su labor junto a Díaz Colodrero fue una serie de directivas, la última de las cuales fue la Directiva de Participación, presentada por Onganía en la III Reunión de Gobernadores de 1969.

La Directiva de Participación ordenaba a los secretarios de Estado y a los gobernadores “estructurar un sistema de participación de la comunidad” en los tres niveles de gobierno, creando consejos y comisiones asesoras en distintos temas o sectores, integradas por representantes de todos los grupos interesados. Estas serían instancias de vínculo orgánico con la dependencia estatal pertinente, cumpliendo dos funciones: a) de asesoramiento en la toma de decisión; b) de comunicación entre la comunidad y el Gobierno. El objetivo de estos “mecanismos de participación” era “promover así una auténtica transformación de estructuras administrativas, sociales y económicas desactualizadas, mediante el acuerdo de las personas más capaces de arbitrar las soluciones técnicas” (Secretaría General de la Presidencia, 1969).

Los efectos de la aplicación de la Directiva de Participación sólo los podemos imaginar: lanzada entre el 5 y el 7 de mayo, el 29 de ese mes estalló el Cordobazo provocando la renuncia del gabinete en pleno. Para de Ímaz, esta fue una experiencia novedosa, aunque frustrante: “Era la primera vez que me había sido dado estar ‘detrás del trono’ […] mi rol había sido tan solo el de fautor de un proyecto. Pero un proyecto que ya no era mío, sino de la administración. ¡Terrible, en esos casos, ser intelectual!” (de Ímaz, 1977: 214). Aun cuando su función fue principalmente técnica, su abierto compromiso hacia el gobierno conllevó una frustración mucho mayor: “Cinco meses pasé en total a la sombra del poder […] en los que ratifiqué mi íntimo convencimiento de que mi vocación era intelectual” (de Ímaz, 1977: 2013). La decepción con la política lo acompañaría durante 19 años, hasta 1989 cuando volvió a ocupar una oficina pública. Entre tanto, en el rol académico recuperó una plaza fuerte desde la cual intervenir en la cosa pública sin comprometerse políticamente.

2.3. Tercer episodio: el experto católico comprometido

Luego de esta frustración, de Ímaz retornó al trabajo académico. Dejó detrás la sociología política de los grupos dirigentes, y se abocó al estudio de los grupos marginales (“los hundidos”). Este giro temático se produjo dentro del entorno de la UCA, traduciendo la clásica preocupación del movimiento católico por la cuestión social. Se dedicaría la siguiente década al estudio de la marginalidad que se había convertido en un problema de investigación central para las ciencias sociales latinoamericanas desde mediados de la década de 1960. Este interés se desprende de los estudios sobre la modernidad, el desarrollo y la dependencia en América Latina, como el proyecto Marginalidad dirigido por José Nun, Miguel Murmis y Juan Carlos Marín18.

Si bien esta reorientación temática de de Ímaz se comprende parcialmente por el estado de la agenda de las ciencias sociales regionales, nuestro personaje articuló la tarea de la sociología científica con el compromiso militante del proyecto de la promoción humana fundado en valores cristianos. En efecto, de Ímaz matizó su postura acerca del carácter a-valorativo de la ciencia social:

No creo en la ciencia social neutra, ni en la eliminación aséptica de los valores; considero indispensable […] colocarla al servicio de la comunidad concreta —el tiempo y el espacio que nos toca vivir— para orientarla en la dirección de nuestros amores (de Ímaz, 1974a: 53).

Aunque se trate de un giro respecto del ethos cientificista del proyecto germaniano, de Ímaz seguía adhiriendo a la idea de que la sociología debe proceder con cierta metodología que garantizara la neutralidad de los datos. Empero, este proceder debía orientarse en última instancia por valores que no habría que ignorar, en su caso, el “humanitarismo cristiano”. Desde esta perspectiva de Ímaz abordó el fenómeno de la marginalidad. Se concentró en estudiar las experiencias de organizaciones laicas católicas dedicadas al trabajo en comunidades pobres de la Argentina. Justamente, en una de ellas de Ímaz concilió la tarea del científico y el servicio a la comunidad: entre 1976 y 1986 integró el Consejo de Administración de FUNDAPAZ, entidad sin fines de lucro dedicada “a la promoción humana y el desarrollo solidario de comunidades rurales pobres”19.

Del estudio sociológico de las experiencias de dichas organizaciones confesionales escribiría Una estrategia de promoción humana, su libro con mayor carga propositiva. Uno de sus ejes se basa en las tareas de educación y de formación de comunidades de base. Denominada Estrategia de Educación Integral (EEI), comprendía dos ciclos de cursos: los “concretos”, orientados a la capacitación laboral práctica, y los “abstractos”, abocados a una formación en valores de la familia, la nacionalidad y espiritualidad. Considerando estos últimos de Ímaz reafirma la necesidad de una formación espiritual adecuada a las características religiosas de las poblaciones:

La educación integral sólo debería ser impartida por agencias cristianas, para un público que está en las antípodas de la secularización. Su mundo es “sacro” […] Esto no siempre lo entiende el hombre urbano (de Ímaz, 1979: 64).

De Ímaz recupera el elemento evangelizador de este tipo de experiencias político-caritativas, señalando que el objetivo debía ser “que la Buena Nueva y el encuentro con Dios resulten más personalizados” (de Ímaz, 1979: 61). El sociólogo cientificista se combina aquí con el católico integral convocado a la acción: la producción de datos al servicio del militantismo político-caritativo (Mabille, 2004). El aporte de de Ímaz reside en el análisis y formalización de estas experiencias, para brindar insumos para dos interlocutores: las instituciones intermedias privadas y los funcionarios estatales. Las primeras debían ser “las grandes dinamizadoras de la promoción humana”, ya que “son las que ponen en marcha a los ‘grupos de base’”. Estos tienen la función de ser “el tamiz del Estado [así como] los testigos y los cobayos de un mundo mejor, vale decir más solidario”. De esta manera, emerge el principio de subsidiaridad de matriz religiosa. El segundo interlocutor sería el de los funcionarios estatales, particularmente los responsables de las áreas de planificación y de bienestar social: “creemos –a partir de estas líneas- que lograremos convencer a algunos para que asuman un proyecto y una decisión política. La ‘decisión política’ en favor de la promoción es la piedra basal” (De Ímaz, 1979: 7-12).

Un objetivo de de Ímaz era la articulación de las experiencias privadas con la acción estatal. No es una propuesta “estatalista” que exija al Estado hacerse cargo de la promoción humana, sino una propuesta subsidiaria por la cual el Estado debía potenciar, sin interferir, la acción de los organismos privados. En este sentido de Ímaz incluye en dicho libro un proyecto de Ley para la creación de la secretaría de Estado de Promoción Humana (SEPH) dentro del ministerio de Bienestar Social de la Nación. La SEPH se ocuparía de la “población marginal”, hacia la cual implementaría “acciones tutelares, de promoción individual y colectiva, de policía del trabajo y de seguridad social, de reemplazo y subsidiariedad en la generación de auténticas fuentes de trabajo para con individuos, grupos y familias, en tanto y cuanto resulten pertinentes” (de Ímaz, 1979). Si bien este proyecto caería en saco roto, brinda pistas de las coordenadas desde las cuales de Imaz proyectaba su trabajo20.

La voluntad de vincular academia y Estado lo llevó a reorganizar el Departamento de Sociología (UCA) –formalmente dirigido por una de sus discípulas, Beatriz Balián– priorizando la "sociología aplicada que permitan un ulterior pasaje a la acción". Por ello, la programación de las líneas de investigación del Departamento “se corresponde con los temas de las áreas administrativas del Ministerio de Bienestar (o Acción) Social y otros de Educación" (de Ímaz, 1983: 13). Este es un caso notable de la articulación institucional entre Estado y sociología universitaria en la Argentina21.

 

2.4. Cuarto Episodio: el alto funcionario

Consejero del Príncipe, interlocutor académico de los “factores de poder”, experto comprometido con las organizaciones cristianas de promoción humana, ninguna de estas formas de intervenir públicamente implica ocupar posiciones de toma de decisión, sino la elaboración de herramientas para que otros lo hagan: diagnósticos científicamente construidos, propuestas de cursos de acción pública, etc. En 1989, de Ímaz cruzó al otro lado del escritorio, convirtiéndose, momentáneamente, en parte de los decisores.

La vocación intelectual reafirmada tras la frustración de la caída del Onganiato quedó en segundo plano. La vocación política, latente desde su juventud como cuadro católico, despertó por la invitación a sumarse al ministerio de Cultura y Educación de la Nación. Su titular era Antonio Salonia, iniciado en política en la UCRI y luego en el MID. Entre 1958 y 1962, durante la presidencia de Arturo Frondizi, Salonia había ocupado la Subsecretaría de Educación de la Nación, del Ministerio de Educación y Justicia, cuyo ministro era Luis Mac Kay. Dicha gestión llevó adelante la ley de Enseñanza Libre, que habilitó la educación superior a las instituciones privadas y confesionales. Luego, Salonia se dedicó a la gestión educativa privada (fundó su propio colegio, Nueva Escuela 2000) y en 1984 formó parte de los creadores de la Academia Nacional de Educación. La combinación de pasado desarrollista, experiencia en gestión educativa y perfil de laico católico lo llevaron al gabinete de Carlos Menem, donde permaneció desde julio de 1989 hasta diciembre de 1992.

Entre otras vertientes, Salonia reclutó a sus funcionarios y asesores de diversas redes católicas, con un perfil técnico vinculado al mundo educativo y universitario confesionales, como Beatriz Balian, Alfredo Tagliabue, Carlos Ríos, Alfredo Van Gelderen y Francisco Piñon22. Entre ellos, de Ímaz ocupó la Dirección Nacional de Asuntos Universitarios entre 1989 y 1991. Este alto cargo, formalmente enmarcado en la Administración Pública, en los hechos suele ser un nombramiento político. Luego, en 1991 de Ímaz alcanzó el cargo político más alto en toda su vida, subsecretario adjunto de Educación, cuyas competencias eran prácticamente las mismas que la de su puesto anterior.

Desde su cargo, de Ímaz impulsó la reforma del sistema universitario, en consonancia con el espíritu de “Revolución Educativa” proclamada por las autoridades del ministerio. En este marco, se abocó a la elaboración de un proyecto de ley de sistema universitario, presentado sin suerte al ministro Salonia. Dicho proyecto proponía la creación de un Sistema Universitario integrado por las universidades oficiales, las privadas, las provinciales y los Institutos universitarios, dentro de un mismo marco regulatorio. Entre otras cuestiones, se planteaba la evaluación externa de las universidades, la introducción de indicadores de eficiencia y equidad, la desregulación salarial y un nuevo régimen de gobierno universitario. Asimismo, el proyecto contemplaba instancias de participación “no tradicionales” de la comunidad no universitaria en las casas de altos estudios públicas y privadas. Se trataba de incorporar a: “los Colegios Profesionales, a los ex-alumnos graduados de la universidad, a los medios empresarios locales, a las agrupaciones civiles, vecinales, sindicales, del sector docente y no docente, a las cooperadoras de padres, a las autoridades públicas y demás asociaciones voluntarias” (de Ímaz, Auernheimer, Nicholson & Paz, 1992: 285). Esta se llevaría a cabo a través de fundaciones creadas ad-hoc, que tendrían voz y voto en los distintos órganos de gobierno universitario (de Ímaz et al, 1992: 270).

Son evidentes las similitudes con el proyecto participacionista suscripto por de Ímaz durante el Onganiato. El mismo mecanismo de integración de la comunidad en la cosa pública y en el proceso de toma de decisiones se afilia a la matriz comunitarista de raíz católica, fundada en el principio de subsidiariedad. Las asociaciones enumeradas por la ley no son otra cosa que los grupos intermedios en que debía organizarse la sociedad.La matriz subsidiaria, implícita en el proyecto de ley, se vuelve evidente luego de que abandonara el cargo: en 1992 de Ímaz traslada su interés por las políticas educativas al departamento de Sociología de la UCA, donde se abocó a la preparación del Libro blanco sobre el sistema educativo argentino. Ese texto articula una programática de gobierno para el sistema educativo, que responde a una concepción subsidiaria del Estado. Su función “indelegable” de garantizar la educación para todos los ciudadanos se articula con “un principio de subsidiariedad por el cual las comunidades intermedias están llamadas a cubrir supletoriamente las falencias de las que adolece la gestión oficial” (de Ímaz et al, 1992: 236). Este derivado intelectual de la Doctrina Social de la Iglesia es afín al pensamiento neoliberal hegemónico en ese momento en su intención de transferir gran parte de las responsabilidades del Estado hacia la “sociedad civil”. Más allá de esta convergencia en el curso de acción, tanto la trayectoria como la visión del mundo de de Ímaz (y de los cuadros católicos participes del ministerio Salonia) nos habilitan a considerarlo como un neoliberal23.

De Ímaz concluyó su paso por la alta gestión pública reconvertido en experto en educación. La experiencia estatal tuvo el efecto de investirlo de un saber en materia educativa hacia el cual orientó su carrera. En este caso, el aprendizaje práctico de gestión suplió la ausencia de una formación teórica especializada.

 

2.5. Quinto Episodio: el legislador

A diferencia de lo sucedido en 1970, la salida de de Ímaz del gobierno no lo arrastró al desencantamiento de la política. En un primer momento, se incorporó al equipo de asesores del ministro del Interior Gustavo Béliz. Tras la renuncia de este último al gobierno en 1993, de Ímaz lo acompañó en sus aspiraciones electorales, que en 1996 dieron lugar al partido Nueva Dirigencia (ND).

De Ímaz quedó a cargo de los equipos técnicos en Educación de la fundación Nueva Dirigencia. Para Béliz, el experimentado sociólogo era una credencial de la capacidad técnica del equipo que lo secundaba. Durante la campaña para las elecciones de octubre de 1997, Béliz señalaba que “vamos a llevar en nuestra lista de legisladores porteños a la personalidad más importante de la Argentina en la materia [educativa], el profesor José Luis De Imaz" (Diario La Nación, 7 de septiembre de 1997, “La campaña rueda por las calles”).

Como parte de ND, de Ímaz elaboró una propuesta de gobierno en el área educativa. Para ello, retomó y amplió los lineamientos presentados en el Libro Blanco para proyectar el futuro sistema educativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (cf. de Ímaz, 1996). El equipo de trabajo que redactó ambos libros estaba compuesto mayoritariamente por cuadros técnicos, sin trayectoria partidaria, profesores o egresados en sociología, ciencia política y economía de universidades confesionales, en particular de la UCA.

La propuesta educativa seguía la misma línea de subsidiariedad estatal que recorre la vida de nuestro personaje. Primero, desde una concepción negativa del Estado ponderaba a “la escuela privada [que] racionaliza mejor sus recursos, emplea más intensivamente su cuerpo docente, sus costos unitarios son menores que en la educación oficial” (de Ímaz, 1996: 116). Esta defensa de las instituciones privadas por sobre el Estado no debe confundirse con una aceptación del lucro en educación: el horizonte de sentido del equipo redactor liderado por de Ímaz no es de tipo empresarial, sino de subsidiariedad del Estado.

Segundo, y más significativamente, el proyecto proponía reinstaurar la educación religiosa en la currícula obligatoria, a partir de la interpretación de la ley 24.195 Federal de Educación de 1993. En tanto esta definía difusamente que la educación debe ser “integral”, de Ímaz retomó la propuesta de la EEI (ob. cit. de Ímaz, 1979), remitiendo el carácter integral “a la búsqueda del sentido de la vida”, la cual “que tiene una inevitable raíz religiosa” (de Ímaz, 1996: 181). Se trata de educar en valores, en tanto “todos los principios sustentadores de nuestra convivencia, filosófica e históricamente, vienen deducidos del Evangelio”, al cual se debe recurrir para “poner orden […] en medio de la anomia” (de Ímaz, 1996: 183). También, la Ley 24.195 alentaba la descentralización de los servicios educativos para dotar a las comunidades de mayor poder de decisión local. En este sentido la propuesta era que la decisión de impartir o no educación religiosa en las instituciones públicas debía ser potestad de cada una de las comunidades educativas, en un debate descentralizado en torno a cada perfil institucional. Así, habría “establecimientos dotados de educación católica para quienes la solicitaran, y judía, y evangélica, etc.” (de Ímaz, 1996: 185).

A esta cesión de competencias de los gobiernos nacional y provinciales se agregaba otra: los docentes de estas materias deberían estar habilitados por la autoridad religiosa del culto correspondiente, lo cual les daría injerencia en la selección del personal. Para de Ímaz, la tarea educativa quedaba asimilada a la evangelización: “A los futuros docentes habrá que formarlos haciéndoles comprender que los valores… simplemente valen”, remarcando que él mismo “No dejar[ía] en ningún momento de anunciar el Evangelio” (de Ímaz, 1997: 10).

El prestigio de Ímaz lo llevó a ser candidato a legislador por ND en la Ciudad de Buenos Aires. En octubre de 1997, la lista Alianza Acción por la República-Nueva Dirigencia obtuvo el 17% de los votos (3ra fuerza política en el distrito), granjeándose 11 sillas en la Legislatura porteña, una de ellas para el sociólogo.

Como legislador porteño (1998-2000), la tarea de de Ímaz se concentró en impulsar el mencionado proyecto de ley de sistema educativo para la Ciudad de Buenos Aires, uno de los 8 anteproyectos que competían. A pesar de la matriz religiosa de su proyecto, no contó con el pleno apoyo de la Conferencia Episcopal Argentina, que pretendía que la educación religiosa fuera obligatoria mientras que el proyecto de Ímaz iba en esa dirección, pero dejando la decisión en cada colegio (diario La Nación, 24 de octubre de 1998, “Dispares voces sobre el pedido de la Iglesia porteña”). Este matiz muestra el margen de acción de un laico comprometido que no respondía directamente a la línea oficial de la Iglesia. El bloque de legisladores de ND valoraba el trabajo de de ímaz, considerando que su proyecto de ley era “la más novedosa y transformadora de todas cuanto se presentaron en la Legislatura. Nos permitió, de tal modo, ubicarnos en una inteligente vanguardia de cambio y progreso, frente a muchas voces que solo pretenden cristalizar el status quo y el atraso” (Béliz, 1999: 23). Empero, el proyecto educativo deimaziano no prosperó.

En 2000, Béliz acompañó a Domingo Cavallo como candidato a vicejefe de Gobierno de la Ciudad, siendo derrotados por Aníbal Ibarra y Cecilia Felgueras. Disuelta esa alianza, de Ímaz continuó en los equipos de Béliz en el lanzamiento de "un plan de gobierno para volver a ser Nación" (diario La Nación, 15 de junio de 2002, “Béliz presentará en 10 días su plan nacional de gobierno”). Sin embargo, pocos meses después el ex ministro del Interior de Menem fue nombrado ministro de Justicia por el flamante presidente Néstor Kirchner; para ese entonces, de Ímaz ya había abandonado a su antiguo referente político.

En este recorrido, de Ímaz se había convertido en un prestigioso experto en materia educativa, referente más allá de su filiación política. Así, Juan José Llach, ministro de Educación de la Nación (1999-2000) lo convocó para que integrara el consejo asesor de Educación Básica con “figuras prestigiosas del ámbito educativo”24. En el mismo sitial lo ubicaba la prensa, al indagar su opinión –junto a ex ministros del área y académicos– sobre la propuesta del presidente interino Adolfo Rodríguez Saá de eliminar el ministerio de Educación.

 

3.  Algunas notas a modo de cierre

La reconstrucción analítica de la vida de José Luis de Imaz es una excusa para estudiar las estrategias mediante las cuales intelectuales católicos y sociólogos pretendieron intervenir en el debate público y orientar las acciones del Estado en el último tercio del siglo pasado. La intensidad y extensión del caso estudiado agrega un interés extra, pero que no debe llevarnos a confundir la singularidad colectiva de una trayectoria con una supuesta excepcionalidad individual. Por el contrario, el análisis de trayectorias es un método que sirve para dar cuenta de las maneras en que una subjetividad porta las marcas de las fuerzas sociales de cada época. En otras palabras, de lo que se trata es de comprender las trayectorias en función de fenómenos sociológicos mayores, evadiendo las explicaciones centradas en atributos individuales fuera de lo ordinario.

En nuestro análisis, hemos procurado dar cuenta tanto de la especificidad de cada episodio como de las líneas de continuidad que los unen, considerándolos eslabones dentro de un encadenamiento que recorre toda la biografía de nuestro personaje. El componente de fondo es una cosmovisión socio-religiosa generada en formas de socialización particulares ligadas a variantes modernizadoras del catolicismo integral. Esto se articula con credenciales académicas que lo habilitaron a hablar desde un saber experto: del mundo académico al mundo de la política y del Estado, y de allí al espacio público (cf. Morresi y Vommaro, 2011). Empero, difícilmente la figura de de Ímaz pueda condensarse en una de las categorías teóricas que las ciencias sociales brindan para el ejercicio del etiquetamiento: intelectual, experto, político.

En efecto, el análisis profundo de los vericuetos biográficos de de Ímaz nos devuelve un fresco más complejo sobre el cual señalaremos dos cuestiones.

En primer lugar, las condiciones de posibilidad para que de Ímaz se convierta en interlocutor válido para distintos actores externos a la academia deben buscarse no principalmente en la acumulación de credenciales expertas que lo doten de autoridad científico-técnica, sino en las redes de sociabilidades que de Ímaz fue tejiendo, consciente e inconscientemente, en la escuela, en la parroquia, en la militancia en el movimiento católico, en su activismo en organizaciones nacionalistas, en las universidades Católica y de Buenos Aires. En ese sentido, la lógica técnica de la expertise no basta para comprender, por sí sola, la incidencia pública de nuestro personaje. Lejos de ser experto en un campo, a lo largo de su trayectoria transita diversas temáticas: grupos dirigentes, estructura social, marginalidad, divorcio, educación. Esta capacidad para deslizarse de un tema a otro lo aproxima a las formas de intervención pública de los intelectuales, aun cuando el fundamento de legitimidad sea técnico-científico.

En segundo lugar, el proyecto político-intelectual de de Ímaz debe comprenderse a partir de los ámbitos de socialización y sociabilidad religiosas en los que estuvo inmerso a lo largo de su vida. Aquel proyecto era, en esencia, el del principio de subsidiariedad: una sociedad organizada en cuerpos intermedios, en la que el Estado tiene la obligación de abstenerse de actuar donde ya actúa un cuerpo social intermedio, pero sí de asistir a aquellos que no pueden subsistir por sí solos. Su fuente doctrinal es la Doctrina Social de la Iglesia, conocida por de Ímaz desde pequeño, que se combinaba con el llamado a la acción pública que nos permite comprender sus sucesivas incursiones desde la torre de marfil académica hacia extramuros, en particular la actividad política. La cosmovisión comunitarista atraviesa todas las intervenciones públicas de nuestro personaje: desde el desplazamiento de los partidos políticos del rol de representación política, en pos de favorecer la organización de grupos de presión que respondan a los cuerpos intermedios (de empresarios, de sindicatos, etc.), pasando por la reivindicación del trabajo social de las organizaciones caritativas cristianas allí donde el Estado no puede llegar, hasta los sucesivos intentos de orientar la acción del Estado hacia el impulso de una matriz societal de tipo comunitarista (y un rol del Estado en consonancia). Esto se expresó en distintas propuestas, tanto durante el Onganiato como en la década de 1990, momento en el cual convergieron cuadros neoliberales y cuadros católicos sobre la base de afinidades electivas entre el principio de subsidiariedad y primacía de los cuerpos intermedios, y el antiestatismo del Consenso de Washington. En este punto, cabe reflexionar sobre la multiplicidad de posiciones tomadas desde el mundo católico frente al liberalismo en distintos momentos (cf. Mallimaci, 2002).

Más allá de estas variaciones históricas, el principio de subsidiariedad es el eje ideológico que guía sus intervenciones públicas. Esto revela una dimensión de su intervención pública que nos remite a la figura del intelectual. Sin embargo, el énfasis en mantener las formas y el registro científico dan cuenta de la imbricación entre ambos modelos de intervención pública, aquí fusionados y nutridos, entre otras fuentes, por el llamado a la acción pública en la cual de Ímaz se formó en el movimiento católico.

 

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18. Secretaría General de la Presidencia (1969). Participación: directiva del Presidente de la Nación del 29 de julio de 1969. Buenos Aires.

 

Notas

1. El presente artículo es la reelaboración de un trabajo presentado en las Jornadas Recuperando trayectorias intelectuales en el Estado, organizadas por Martín Vicente en la Universidad Nacional de Gral. Sarmiento en 2013. Agradezco las lecturas críticas que a versiones previas de este trabajo hicieron Diego Pereyra, Sergio Morresi, Joaquín Algranti y Nicolás Damín.

2. Publicado por EUDEBA, Los que mandan traspasó los muros de la academia para convertirse en un best-sellers de la sociología científica argentina, cuyo estilo discursivo es menos amigable para el público general que el de la tradición ensayística. Fue reeditado 14 veces, traducido al inglés, al alemán, al sueco y al japonés, y reseñado en revistas académicas internacionales.

3. El Colegio Champagnat es un establecimiento de educación primaria y media dirigido por la Congregación de Hermanos Maristas. Tradicionalmente, asisten allí los hijos de sectores acomodados de la Ciudad de Buenos Aires. En la décadas de 1930 y 1940 eran docentes varios referentes del nacionalismo católico, como Guillermo Furlong.

4. Sobre la Unión Federal Demócrata-Cristiana, ver Fares, 2007.

5. Futuras líneas de indagación podrían concentrarse en las huellas burocráticas de de Ímaz en su carrera en CONICET, lo cual daría una imagen más precisa del proceso de institucionalización de las ciencias sociales en la Argentina.

6. Diego Pereyra (2005) desliza la hipótesis de que Germani aceptó a de Ímaz para mostrar el pluralismo del departamento de Sociología.

7. En el Departamento de Sociología (UBA), de Ímaz trabajó en dos áreas de conocimiento: sociología de los grupos dirigentes, y estructura social. De allí surgieron trabajos como el de Río Cuarto (“Movilidad Social en Argentina (Estudio realizado en un pequeño grupo urbano)”, en Revista Mexicana de Sociología, v.20 n°3, 1958, pp. 743-750; “Pucará y Jasimaná; el desarrollo económico y social en dos comunidades indígenas”, conferencia pronunciada el 17/7/1963 en el Consejo Federal de Inversiones bajo auspicios del Instituto de Desarrollo Económico y Social; “Estratificación Social del Sector Primario en Ucacha”, en Desarrollo Económico, V.1 n°4, 1962, pp. 47-61; La clase alta de Buenos Aires. Instituto de Sociología- UBA, 1962; Estructura social de una ciudad pampeana, Departamento de Filosofía-UNLP, 1965; Los Hombres del confín del mundo: Tierra del Fuego, Buenos Aires, EUDEBA, 1972.

8. Para una reflexión sobre el impacto de esta obra, véase Pereyra (2011).

9. El Congreso por la Libertad de la Cultura se presentaba como un espacio de resistencia política y activismo intelectual por oposición a totalitarismo comunista. Sus actividades servían de sustento de una red internacional entre intelectuales y político desde la izquierda antistalinista hasta el liberal-conservadurismo (Jannello, 2012).

10.  Esta red estaba referenciada en el dirigente metalúrgico José Alonso. Ver Scodeller, 2013.

11. La cocina de la investigación de Los que mandan fue narrada por el mismo de Ímaz (2004).

12. En noviembre de 1965, de Ímaz coordinó un seminario que congregó a las principales figuras de la sociología científica argentina del período, excepto Germani, que estaba fuera del país. Asistieron Juan Carlos Agulla y Adolfo Critto (Universidad Nacional de Córdoba), Floreal Forni y Gerardo Andujar (UBA), José Enrique Miguens, Francisco Suárez y el mismo de Ímaz, por el Centro de Investigaciones (UCA). Las actas de dicho seminario se publicaron en Del sociólogo y su compromiso, Buenos Aires, Ediciones Libera, 1966.

13. Publicada por la State University of New York (Estados Unidos), la edición en inglés llevaba en la solapa la recomendación de Seymour Martin Lipset, uno de los más influyentes politólogos del siglo XX, quien creía que “el libro es uno de los más importantes estudios empíricos hecho en América Latina”.

14. Notablemente, así como De Ímaz y otros pasaron de la UBA a la UCA, otros profesores de la UCA pasaron a la UBA (Justino O’Farrel y Gonzalo Cárdenas, fundadores de las cátedras nacionales), y jóvenes egresados de la UBA dictaron clases en la USAL (Roberto Carri y Juan Carlos Portantiero), acelerando un recambio generacional en todas las casas de estudio.

15. El mismo de Ímaz (1974b) se ocuparía de reivindicar a Alejandro Bunge como un precursor de la sociología científica en la Argentina.

16. Para una narración de la historia de la sociología en la UCA, ver Amadassi y López Fidanza (2011) y Pereyra (2012).

17. Esta sección retoma una línea de trabajo sobre la Revolución Argentina, las redes católicas y los proyectos comunitaristas y participacionistas (Giorgi, 2010 y 2012; Giorgi y Mallimaci, 2012).

18. Presente en los trabajos de Germani con una acepción distinta, la marginalidad adquirió status de “teoría” a partir del Informe del Proyecto Marginalidad, y con la publicación en la Revista Latinoamericana de Sociología del artículo de Nun "Superpoblación relativa, ejercito industrial de reserva y masa marginal", Vol. 5, nº. 2, julio 1969: 180-225. (Cf. Belvedere 1997).

19. Cf. http://www.fundapaz.org.ar/es/article.php?id=FUNDAPAZ.

20. Esto remite a una diferencia entre la sensibilidad de base religiosa hacia la cuestión social y a variantes políticas popular-conservadoras de los grupos católicos del Onganiato y el elitismo –también de base religiosa– de los intelectuales liberal-conservadores que pasaron a primer plano con la última dictadura militar. Acerca de este último punto, consultar Vicente (2012).

21. Un ejemplo es la tesis doctoral presentada en la UCA en 1982 por María Inés Passanante, becaria de CONICET dirigida por de Ímaz, sobre las políticas públicas para la tercera edad.

22. Se trata de expertos e intelectual en materia educativa provenientes del mundo católico, que desde fines de la década de 1950 vienen ocupando altos cargos en el Estado. Al respecto, se puede consultar los trabajos de Laura Graciela Rodríguez (por ejemplo, 2013).

23. Los fundamentos sociológicos de la afinidad entre la doctrina social de la Iglesia Católica y el pensamiento neoliberal deben buscarse en la socialización religiosa de los miembros de la Escuela Austríaca de Economía. Agradezco a Sergio Morresi por esta observación.

24. Allí convergieron dos grandes redes de expertise educativa: la católica (de Ímaz, van Gelderen, Antonio Battro) y FLACSO (Cecilia Braslavsky, Daniel Filmus, Juan Carlos Tedesco).

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