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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.22 Rosario dic. 2011

 

OBITUARIOS

In Memoriam Guillermo O'Donnell (1936-2011)

 

Osvaldo Iazzetta

"Creo tener la capacidad de mirar una cosa, dibujarla y después ponerle un nombre, por ejemplo: estado burocrático autoritario, ciudadanía de baja intensidad, democracia delegativa. Luego, estos conceptos provocan debates, pues como intelectuales siempre aspiramos a crear discusiones y a promoverlas, es la vida que hemos elegido".
Esta respuesta que Guillermo O'Donnell nos ofrecía en una entrevista que le efectuamos junto a Hugo Quiroga a fines del '96, no sólo confirma su probada capacidad para orientar la agenda de la ciencia política de estas últimas cuatro décadas sino también, ilustra acabadamente el compromiso y pasión puestos en esa empresa intelectual. En esa entrevista también nos confesaba que "...si quien escribe no tiene ciertas pasiones -por la gente, por lo que pasa en el país y en el mundo- la teoría resulta muy estéril".
Esta postura y este modo de asumir la vida, le dio un sello muy particular a su obra, movido constantemente por la urgencia de pronunciarse sobre temas que consideraba cruciales e incluso le provocaban indignación. Si bien este impulso puede explicarnos el agrado que siempre despertó su autenticidad -y la elegante franqueza con que solía manifestar su disconformidad con lo existente-, no basta para comprender la envergadura de su contribución a la ciencia política de nuestro tiempo, que ha hecho de su obra una inagotable y fecunda fuente de inspiración para tantas investigaciones.
En efecto, quienes lo hemos leído desde su primer gran trabajo, Modernización y autoritarismo (1972), sabemos que aquella noble motivación siempre estuvo acompañada y guiada por una lúcida mirada y un rigor analítico que le permitieron descifrar el sentido de una época y anticipar los desafíos que se avecinaban. Lo mostró en sus estudios sobre la naturaleza de los nuevos autoritarismos en los años 70, en su análisis sobre las acechanzas que rodeaban a la transición a la democracia poco después, y finalmente, en su llamado a apartar toda autocomplacencia frente a las democracias vigentes, alentando una crítica democrática de éstas que contribuyera a su extensión, profundización y mejora.
En suma, Guillermo disponía de la singular capacidad de elevarse y mirar desde otro lugar y de otro modo aquello que nos aquejaba, poniéndole nombre a ese problema, para reconocerlo, precisarlo y sobre todo, enfrentarlo. Esta es una rara cualidad reservada a muy pocos pues aunque hayamos sido testigos por igual de un mismo tiempo y realidad, fue entre nosotros un contemporáneo capaz de abrir nuevos caminos al conocimiento, permitiéndonos disponer de una mejor comprensión de lo que nos rodeaba.
Su reciente muerte, el pasado 29 de noviembre, nos privará de esa potente intuición, originalidad y vitalidad para renovar constantemente el debate que siempre distinguió a su obra. Nuestra Facultad también ha perdido a un entrañable "colega y amigo" -expresión afectuosa que él utilizaba con frecuencia- quien recibió de esta Universidad su más alta distinción académica al otorgarle el Doctorado Honoris Causa en 1999. La conferencia magistral que pronunció en esa ocasión -luego publicada por esta revista en su número 4, bajo el título "Régimen y estado en la teoría democrática"-, ya anunciaba los lineamientos de su nueva preocupación en torno al vínculo entre estado y democracia que condensaría en su último libro, Democracia, agencia y estado. Teoría con intención comparativa, aparecido en 2010 y en el que trabajó pacientemente durante una década como quien prepara su legado intelectual. Desde 1999, se convirtió en un asiduo visitante de esta casa, asistiendo a numerosas reuniones académicas, congresos y talleres de discusión. En esas visitas disfrutaba el intercambio con jóvenes graduados y estudiantes y era un entusiasta promotor de encuentros que siempre lo mostraban como un interlocutor atento y curioso, dotado de una humildad ejemplar -siempre sorprendía devolviendo la pregunta "¿y ustedes como lo ven?"- y generosa disposición al diálogo.
Esta misma escena se ha repetido innumerables veces en otras universidades de nuestro país -y del exterior-, especialmente tras su regreso definitivo a su tierra, convirtiéndose en un referente decisivo para las nuevas generaciones de estudiantes que se han acercado a la ciencia política.
No existen dudas sobre sus méritos para hacerse acreedor del amplio reconocimiento que recibió en nuestro país y tampoco ignoramos su entrega y constante compromiso por construir un campo académico profesionalizado provisto de instituciones capaces de nuclear ese espacio en el orden nacional. Lo recordamos como un decidido impulsor del CEDES en tiempos muy difíciles (1975) cuando esta disciplina aún no tenía la madurez que adquirió con la recuperación de la democracia, por su empeño en fortalecer a la SAAP como un ámbito capaz de congregar a quienes hoy la practican de manera extendida o por su preocupación por promover la disciplina entre los jóvenes graduados como lo testimonia su apoyo a becas que faciliten su asistencia a los congresos internacionales organizados por IPSA.
En suma, es mucho lo que la ciencia política argentina le debe en términos de conocimiento y de consolidación de la disciplina y también es cierto que la distancia -habiendo residido tantos años en EE.UU. y algo menos en Brasil- no le impidió que su país siempre estuviera en el centro de sus preocupaciones intelectuales. Sin embargo, aunque podamos sentirnos halagados por su pertenencia a esta tierra, su gravitación y proyección sobrepasa ampliamente nuestras fronteras.
Las noticias sobre los ecos de su muerte en tantos otros puntos del planeta que lamentan su pérdida y hoy le rinden tributo nos habla en cierto modo de una figura ecuménica. Ello no sólo es atribuible a su prolongada labor académica en el exterior, a su actuación como presidente de la IPSA, al enorme impacto de sus libros traducidos a diferentes idiomas o como formador de tantos colegas esparcidos por el mundo que siguen inspirándose en su obra, sino especialmente, al hecho de que aún refiriéndose a Argentina y Latinoamérica, siempre mantuvo la aspiración de contribuir teóricamente desde este lugar del planeta, aportando una mirada propia sobre problemas universales como el autoritarismo, la democracia y los riesgos que encierra para el hombre toda concentración de poder. Esta es una poderosa razón para explicar la universalidad y vigencia que mantendrá su obra.

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