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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.24 Rosario dic. 2012

 

ARTÍCULOS

Guillermo O'Donnell y su compromiso con la democratización1

Guillermo O'Donnell and his commitment to democratization

 

Luis Tonelli

Luis Tonelli es Director de la Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UBA, Argentina. E-mail: luis_tonelli@hotmail.com

(1) Una versión más extensa de esta comunicación será publicada próximamente en la Revista Argentina de Ciencia Política, Eudeba.


Resumen

La obra académica de Guillermo O'Donnell está signada por el imperativo categórico de no permanecer ajeno a ninguno de los momentos históricos de su país y de su región, momentos históricos que él mismo colaboró en definir, explicar y en los que tomó parte en un amplio debate sobre ellos. Un trabajo titánico en el que O'Donnell enfrentó al etnocentrismo dominante del mainstrean disciplinar para demostrar en cambio que lo que sucedía en los arrabales del mundo tenía relevancia e interés para la ciencia política en su totalidad. El artículo realizará un recorrido por algunas de sus preocupaciones teóricas y coyunturales más relevantes.

Palabras clave: Ciencia política; Producción científica; América latina.

Summary

The academic field of Guillermo O'Donnell is marked by the categorical imperative to understand and to not remain detached to the historical moments of his country and the region, historical moments that he helped to define, to explain and to take part in an extensive discussion on them. A titanic work in which O'Donnell faced to disciplinary mainstrean dominant ethnocentrism to demonstrate instead, that the process that were happening in this part of the world, had relevance and interest to political science as a whole. The article will tour some of his theoretical and circumstantial concerns most relevant.

Keywords: Political science; Scientific production; Latin American.


 

En los cuarenta años de su brillante trayectoria como politólogo, Guillermo hizo gala de una amalgama infrecuente: su talento académico iba a la par de una actitud política notable. Porque, aunque la "academia" fue su lugar en el mundo (y que duda cabe de esto), a O'Donnell le cabe perfectamente lo que Karl Jaspers ha dicho de Max Weber: "su pensamiento representa la realidad de alguien que es político hasta la médula, alguien con un deseo de actuar al servicio del momento histórico" (Jaspers, 1998). Y todo alimentado por una voluntad inquebrantable que algunos cifran en los efectos de una poliomielitis contraída a la edad de 20 años, que dejó secuelas permanentes. No tengo los conocimientos suficientes para evaluar esa hipótesis psicológica, aunque sospecho que O'Donnell, sin la polio, hubiera sido el mismo O'Donnell.
La obra académica de Guillermo está signada por el imperativo categórico de no permanecer ajeno a ninguno de los momentos históricos de su país y de su región, momentos históricos que él mismo colaboró en definir, explicar y tomar parte en un amplio debate sobre ellos. Un trabajo titánico en el que O'Donnell enfrentó al etnocentrismo dominante del mainstrean disciplinar para demostrar en cambio que lo que sucedía en los arrabales del mundo tenía relevancia e interés para la ciencia política en su totalidad.
Guillermo se destacó también en la creación y dirección de instituciones académicas de la envergadura del CEDES en Buenos Aires, o el Instituto Kellogg en la Universidad de Notre Dame para que funcionaran como plataforma logística (y de poder) desde donde formar recursos humanos y producir y difundir ese conocimiento desafiante. O dirigiendo la International Political Science Association (IPSA) cuando fue elegido para presidirla durante el período 1988-1991. A lo que hay que sumarle sus actividades de asesoramiento en políticas públicas y su disponibilidad para intervenir en el debate público.
Ciertamente, su actitud y perspicacia política resultarán evidentes en sus tareas directivas y de creación institucional pero también, y este es el argumento que quiero desarrollar en esta comunicación, tanto en la forma de acometer su trabajo científico (en lo concerniente al papel de sus conceptualizaciones en relación al mainstream disciplinar, y en la construcción misma de sus conceptos) como en la función que él le reservaba a la ciencia política frente a la política y especialmente en el proceso de democratización. En él, el hombre académico y el hombre político forman una unidad indisoluble.
Es que aunque la producción de O'Donnell es una obra personalísima, ella está muy lejos, sin embargo, de ser esotérica o alternativa, y ya la naturaleza de esa excepcionalidad nos proporciona una clave para comprenderla: Guillermo fue un politólogo que supo estar en el centro del mainstream de la ciencia política pero desafiándolo permanentemente.
Evidentemente, O'Donnell no fue el típico investigador cuya tarea es la de llenar alguno de los múltiples casilleros en blanco que genera el establecimiento de un nuevo paradigma, esa actividad de investigación científica denominada por Thomas Kuhn como "ciencia normal". Pero tampoco fue alguien que aspirara a la fundación de un paradigma alternativo (o por lo menos, hasta su último trabajo,  el monumental Democracia, agencia y estado, cosa que discutiré brevemente al final de este trabajo).
O'Donnell dedicó la mayor parte de su actividad intelectual a entablar una dialéctica con el mainstream de la disciplina, desde dentro del mismo mainstream, logrando una intervención de peso en la confección de su agenda de investigación, al dirigir el foco de atención de la política comparada hacia muchos de los fenómenos que él contribuyó a definir decisivamente.
Esta peculiar modalidad de intervención echa por tierra la posición de quienes consideran que la obra de O'Donnell tiene un carácter mayormente ideográfico, de "thick description" de un fenómeno individual, localizado en tiempo y en espacio, más allá de la terminología politológica utilizada nada más que como "jerga".
Por el contrario, la estrategia en la que O'Donnell se embarca con su producción politológica logra políticamente, en el interior de la disciplina, trascender lo periférico de ese fenómeno que ocurre en el lejano Cono Sur de América Latina, gracias a establecer una conceptualización que discute con los marcos teóricos establecidos y que tiene, entonces, un doble efecto recontextualizador: la del fenómeno en si mismo que queda inscripto, en tensión, en el marco de una matriz teórica a la que desafía (parcialmente), y la segunda, la de la teoría en cuestión. De esta manera, su intervención produce una reorganización alternativa del campo intelectual de la ciencia política, atrayendo recursos humanos e institucionales ya sea en apoyo total, o en abierto rechazo de sus contribuciones, pero logrando que se suscite una discusión productiva (Bourdieu, 1971).
La estrategia de O'Donnell de discutir con el mainstream desde el corazón del mismo mainstream contrasta con la "actitud revolucionaria" de quienes se colocan fuera de él para fundar un circuito institucional alternativo. Ni siquiera durante la que podríamos considerar la "etapa neo-marxista" de su producción, trabajando en las "catacumbas" del CEDES durante la noche negra de la feroz dictadura del Proceso, Guillermo adoptará la actitud del intelectual que desde la autoridad que da su conocimiento científico de la realidad, y "fuera del sistema" reclama el lugar privilegiado de dirigir la vanguardia iluminada que llevará al cambio total.
Hay, si, muchísimas afinidades con respecto a la trayectoria de ese otro gigante de las ciencias sociales que es Max Weber, de gran influencia sobre O'Donnell, como él mismo lo confesaba con admiración. Uno no menor, es que ambos intentaron fallidamente una carrera política. Max Weber intentó sin éxito ser diputado y también fracasó en su intento por organizar un partido que atrajera a socialdemócratas y liberales con el fin de estabilizar la polarizada política alemana (Mommsen, 1989: 3-23).
De todos modos, siguió siendo una persona de consulta permanente por las autoridades y políticos del Imperio (especialmente Friedrich Neumann) e incluso participó en la redacción de la Constitución de Weimar, abogando decisivamente por la inclusión de su polémico artículo 48, aunque Hugo Preuss fue finalmente designado como secretario del Interior, en lugar de Weber, señalado como el principal candidato al cargo (Mommsen, 1984: 332-381).
Para O'Donnell, en cambio, su experiencia política fue tan efímera como traumática: nombrado subsecretario del Interior cuando solo tenía 25 años durante el gobierno de Guido, su corta experiencia en el cargo se dio en un violento contexto signado por la polarización exacerbada entre peronismo y antiperonistas, renunciando luego de una serie de polémicas medidas tomadas por su superior inmediato1 (Barón et al., 1995; Springler, 1968; Potash, 1996: 105). Después de unos pocos años recluido en su estudio de abogado y dictando clases en la flamante Escuela de Ciencia Política de la Universidad del Salvador decidió viajar a Estados Unidos como estudiante del doctorado de la Universidad de Yale.
Sin embargo, Weber y O'Donnell presentan una trayectoria sorprendentemente invertida: del politeísmo valorativo que, para él caracterizaba la política moderna, Weber eligió en sus trabajos como el fin último los intereses de poder de la nación alemana, su grandeza, sostenida en una visión teórica de la Machpolitiken el que la democracia solo tenía un valor circunstancial. Pero en un afamado artículo, Raymond Aron señaló que "En el fondo, Max Weber se traicionó a sí mismo con su teoría de la política pues jamás el poder, ni el suyo ni el de la nación, fue su dios" (Aron, 1981 [1964]: 403).
O'Donnell, por su parte, vivió una corta experiencia política frustrante en medio de la prohibición del peronismo, la creciente polarización y el conflicto entre "azules y colorados", pero toda su actividad académica estuvo orientada a la construcción de una ciencia política con un fuerte compromiso valorativo con la democracia.
Una de las críticas habituales que se le hace a la producción científica de O'Donnell es que sus conceptualizaciones eran demasiado demandantes en términos de datos, y que así sus contribuciones estaban más allá de la prueba empírica. Incluso, más allá de la posibilidad a futuro de llegar a operacionalizar sus variables, a la espera de que alguna vez la metodología pudiera dar respuesta técnica a semejantes desafíos (por lo que se criticaban las debilidades en su cientificidad metodológica).
Para la otra barricada de la ciencia política, los conceptos e hipótesis de Guillermo O'Donnell no se inscribían en el individualismo metodológico de la elección racional ni procedían deductivamente de axiomas de racionalidad primeros (por lo que se le criticaba su cientificidad teórica). Cuando, muy tempranamente, en su Modernización y Autoritarismo, a décadas de la generalización del uso actual de este enfoque en ciencia política, acudió a la teoría de juegos, lo hizo con una carga irónica muy importante, como para demostrar que los políticos argentinos, pese a querer hacer lo mismo que hacían los políticos de todo el mundo, o sea "maximizar los votos", obtenían un resultado distinto al del obtenido en las democracias consolidadas: el golpe de Estado. En las particulares circunstancias de la política inmediatamente después de la caída de Perón finalmente los políticos y los electores advertían que habían participado de un "juego imposible", siempre cancelado por su árbitro, las Fuerzas Armadas (O'Donnell, 1972).
O sea, O'Donnell no incurrió en la exploración ateórica de datos para dar cuenta de sus correlaciones a partir del análisis estadístico. Ni siquiera en la búsqueda estricta de material empírico para contrastar una conceptualización vigente y sobre la cual fundar una conceptualización alternativa, como reza el credo hipotético deductivo de la política comparada. Pero tampoco su teorización se basó en la deducción axiomática, para desde allí generar una naturaleza alternativa supuestamente explicativa de la política.
Guillermo, en cambio, tenía una capacidad única para generar conceptos que se convertían en verdaderos nombres propios, ese "darle el nombre a la bestia" (que elíptica y risueñamente quedaba asociada a la palabra inglesa conformada por sus iniciales: G.O.D.), esas "signaturas"2 polémicas que reformateaban la discusión, al alterar el contexto teórico en el que se daban.
Es que no solo aprendemos porque nuevos datos desafían nuestro conocimiento anterior (del tipo, a mayor desarrollo no siempre mayor democratización, lo cual era simplemente una "anomalía" teórica de la escuela del desarrollo político liderada por Seymour M. Lipset). Ni tampoco cuando logramos deducir de modo más sofisticado implicaciones particulares de axiomas genéricos.
También aprendemos, cuando recontextualizamos nuestro conocimiento previo (Rorty, 1993: 29). Y esa recontextualización no fue solo un efecto de la peculiar relación "política" establecida por O'Donnell respecto al campo intelectual sino que, también, esa actitud política se refleja en la construcción conceptual misma que efectúa O'Donnell.
Así se sucedieron "conceptos-signaturas" como el "B.A.", el "Juego Imposible", la puja entre "palomas y halcones" en la transición democrática, "Democracias Delegativas", "Accountability Horizontal", "Zonas Marrones", "Ciudadanía de baja intensidad", etc. La estrategia nominativa de O'Donnell abrió un campo de investigaciones en si mismo con cada "concepto-signatura", que conseguía inmediatamente al ser "dominio público" en la ciencia política, despertando polémicas con las teorizaciones del mainstream, contrastaciones empíricas, y debate público, en la medida que la ciencia política puede generarlo.
Guillermo O'Donnell alcanzó el reconocimiento académico en los inicios mismos de su carrera como politólogo por su contribución a los estudios sobre América Latina. Y ese interés por lo que sucedía en su país, la Argentina y el continente latinoamericano fue el motor continuo de sus reflexiones y trabajos. Pero como vimos, su estrategia para que ellos adquirieran relevancia era generando un "concepto- signatura" que los identificara y construyendo hipótesis que dieran cuenta de las especificidades del caso o regionales, interpelando las teorías generales para que esos fenómenos contribuyeran al cuerpo teórico de la democratización. Pero fundamentalmente, también para que esas conclusiones teóricas se plasmaran en políticas públicas y enriquecieran el debate público. O sea, que tuvieran un impacto real sobre la realidad.
En la visión del O'Donnell de Democracia, agencia y estado, los ciudadanos, pero especialmente, los politólogos a los que el libro va dirigido tanto "debemos preferir" a la democracia como "debemos cuidarla", y de este modo, para él la ciencia política no está ni debe estar libre de valores. Finalmente, la machtpolitik, el realismo político no deja de ser profundamente valorativo y nocivo para la de mocracia. El conocimiento empírico y con la intención de objetividad científica es el que debe ser puesto al servicio de la causa por la democratización del régimen y también por la democratización de la sociedad y del Estado.
En su artículo de 1996 sobre la pobreza (O'Donnell, 1996), que comienza con la potente frase "La situación social en América Latina es un escándalo", Guillermo va a dar una serie de "consejos" a los que pretenden combatirla. Allí su concepción de la ciencia política se acerca mucho más a la de John Dewey y de los primeros impulsores de la ciencia social estadounidense de producir conocimiento riguroso para alimentar la reforma social, cultural y política que al "cientificista" que luego se impuso en la ciencia política del mainstream (Farr et al., 1999; Tonelli y Aznar, 1993; Rorty, 1991).
Y también sus recomendaciones para los reformadores evidencian la "estrategia política" seguida por el mismo O'Donnell en el interior de la ciencia política, ya considerada. Los reformadores tienen que tener en cuenta las condiciones políticas que permitirían que los cambios sean aceptados y se produzcan, y Guillermo, lejos de proponer acciones revolucionarias, aconseja una táctica en donde los privilegiados puedan admitir las reformas (en la misma veta que él siguió respecto al mainstream de la ciencia política).
A pesar de que como él mismo lo admite, es poco lo que la ciencia política puede hacer frente al enorme problema de la pobreza, Guillemo afirma: "No subestimemos lo que puede ser conseguido por martillar resueltamente con propuestas de políticas públicas y con datos sobre la situación" (O'Donnell, 1998: 11). Frase que resume su propio compromiso político y moral con la democratización en un sentido integral, su inveterada voluntad para hacerle frente a las adversidades y su vocación por hacerlo desde el saber producido por la ciencia política cuando aconseja "analizar más sistemática y comparativamente políticas públicas sociales públicas y privadas", el operar para que las "políticas públicas sociales ganen autonomía frente a la política económica", y dejen de ser su "pariente pobre", y dado que "lo mejor es enemigo de lo bueno", no querer hacerlo todo y de una vez, si no estableciendo reformas parciales.
Desde el CEDES de Buenos Aires, en plena dictadura argentina, O'Donnell junto con Oscar Oszlak lanzaría una línea de estudios de políticas públicas, como un artilugio para hacer ciencia política crítica y propositiva en esos años de plomo. Para O'Donnell y Oszlak las "políticas públicas" configuraban "nudos" que resultaban puntos de observación privilegiados para considerar la toma de posición de los diferentes sectores del Estado y de los actores sociales involucrados y así afirmaban "que las políticas estatales deben ser entendidas en el marco de otras políticas estatales y de "políticas privadas" es, por supuesto, trasponer a un nivel más puntual el tema general del estado y la sociedad".
Así O'Donnell utilizaba todos los recursos, todos los registros, todas las oportunidades que como politólogo se le presentaban para contribuir a su perspectiva de democratización integral de la sociedad. Si en el plano del mainstream académico, Guillermo conseguía influir decisivamente en su agenda de investigación comparativa, el análisis de políticas públicas sería un puente fecundo para unir el conocimiento académico con las decisiones político-estatales. A lo largo de su carrera, participaría de numerosos proyectos de análisis concretos de políticas públicas. Se destacan sus informes para el PNUD de 2004 "La Democracia en América Latina: Hacia una Democracia de Ciudadanas y Ciudadanos" y también asesoraría sobre iniciativas puntuales y concretas para aumentar la calidad de la democracia, como las Auditorías Ciudadanas de Costa Rica y Argentina.
En su ambición por contribuir al proceso de democratización de la política y las sociedades, especialmente las de América Latina, O'Donnell no dudó en saltar las fronteras paradigmáticas de la ciencia política e incluso las disciplinarias, abrevando también en la economía, en la sociología, en la antropología, y en sus últimas obras, en el derecho, retornando a su disciplina originaria. Pero así como acudía a las diferentes "positividades" que podían servirle pragmáticamente a sus intereses explicativos, también entremezclaba, sin solución de continuidad, hipótesis sustentadas en conocimiento empírico con recomendaciones de política pública basadas en su instinto político junto con juicios de valor y complejos argumentos deontológicos. En un punto, O'Donnell que tenía en alta estima las investigaciones empíricas sentía que los problemas que generaban sufrimiento no podían esperar a que la ciencia política resolviera sus dilemas metodológicos para brindarles alguna respuesta.
Vale la pena citarlo en extenso reflexionando sobre estas limitaciones al recibir el título de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Rosario:
"En el fondo, esto nos remite a la eterna discusión -que como estudiosos de la política ustedes conocen-, acerca de qué es la política y cuáles son sus límites. La actual respuesta proveniente de la tendencia neo-conservadora es reducir excesivamente los límites de la política y asignarle un espacio muy pequeño, siendo el resto mercado y pasión. Esta postura sugiere que la política ocupe un lugar reducido pues de lo contrario podría resultar peligroso. El consejo metodológico que deriva de esta posición -y esto es motivo de algunas discusiones infinitas que vengo sosteniendo con mis colegas en el Norte- es que si no nos mantenemos dentro de esa pequeñez prolija, su abordaje se complica mucho teórica y metodológicamente, lo cual es cierto, y ese es el gran desafío. Si nos limitamos a analizar un estudio muy formal de alguna institución o régimen, o si nos limitamos a analizar como digieren los trabajadores políticas públicas bien conservadoras, si nos mantenemos en ese espacio, lograremos una buena empiria, salvo que asumamos los costos de preguntarnos cuál es el lugar que ocupa esa empiria en términos de la problemática de la democracia" (O'Donnell, 2001).
Una de las consecuencias de la obra de O'Donnell es que las insuficiencias de la ciencia política, derivadas de seguir manteniendo límites estrictos entre la investigación empírica y la teoría política (que aparecen fáciles de trazar solo desde la ingenuidad o la ignorancia) no deben ser barridas debajo de la alfombra, sino que es necesario encararlas y problematizarlas. No es casualidad que la "positividad" de la ciencia política provenga o de la base teórico-metodológica heredada de la sociología o de la adoptada (o impuesta imperialmente) por la economía (Barry, 1970).
Ciencias que ostentan una unidad de objeto, teoría y método que no tiene la ciencia política contemporánea y que la toma prestada de ellas, ya sea adoptando al homo sociológicus (estructuras sociales, internalización y externalización de valores, generación de hipótesis inductiva, y contrastación empírica) o al homo económicus (individuos maximizadores, rational choice, axiomas e inferencia deductiva) como la matriz donde situar a los actores y los procesos políticos. Sin embargo, el homo politicus, ese que propone conjuntamente metas colectivas, y define y redefine (o sea, recontextualiza continuamente) "lo público", no admite límites "positivos" para dar cuenta significativamente de una actividad que también es profunda y esencialmente normativa (Tonelli, 2007).
A partir de la materialización de ese gran proyecto de investigación que fue Transiciones desde un gobierno autoritario (1998), en el que junto a Phillippe Schmitter y Laurence Whitehead compilaron importantes trabajos de afamados colegas (además de escribir sus propias contribuciones), los tres siguieron ocupándose de la temática de la democratización, aunque cada uno seguiría un derrotero propio y personal.
O'Donnell, por su parte, ocupándose cada vez más de las cuestiones teóricas de la democratización, especialmente en los artículos luego compilados en su Disonancias (O'Donnell, 2007), incursiona en la filosofía política y en el derecho (seguramente porque en la dimensión legal, encontraba aunque más no sea la promesa de que lo deontológico tuviera materialización cierta), y redobla sus advertencias acerca de la necesidad de un Estado fuerte (y democratizado). Culmina colocando, finalmente, en el centro de su teorización, como "agencia", protagonista y responsable de las democratizaciones ulteriores al "ciudadano/a" (Ippolito-O'Donnell 2009a; 2009b) en la que sería su obra-legado, producto de una vida de reflexión y acción, su Democracia, agencia y estado.
Y es justamente, en esa última obra-legado, donde más que proporcionar un paradigma alternativo, O'Donnell al cruzar todos los límites de su eclecticismo y pluralismo teóricos hace un mapa conceptual de la democratización, que de tan complejo y pletórico en detalles y argumentaciones recuerda a ese mapa al que se refería Borges; un mapa que finalmente era la realidad misma.
Quizás, porque en su madurez total, Guillermo comprendió un tanto melancólicamente que más allá de sus esfuerzos y consejos de toda una vida, la democratización era obra de su protagonista, la agencia: la ciudadanía. Y de nadie más.

Referencias

1 Como él mismo lo narró extensamente en una entrevista.

2 Hago uso libre y lúdico de la síntesis de la teoría de las signaturas del S XVI que hace Michel Foucault en Las Palabras y las Cosas: "el sistema de signaturas invierte la relación de lo visible con lo invisible. La semejanza era la forma invisible, de lo que en el fondo del mundo, hacía que las cosas fueran visibles; sin embargo, para que esta forma salga a la luz, es necesaria una forma visible que la saque de esa profunda invisibilidad" (Foucault, 1974: 35).

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Recibido: 19/05/2012.
Aceptado: 21/06/2012

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