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Temas y Debates

On-line version ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.31 Rosario June 2016

 

ARTÍCULOS

¿Ascenso social o movilidad espuria? Un análisis de las trayectorias de movilidad social. Argentina 2007 - 2008

Upward Mobility or Spurious Mobility? An Analysis of Social Mobility's Trajectories. Argentina 2007-2008

 

Jésica Pla, José Rodríguez de la Fuente y María Clara Fernández Melián

Jésica Pla es Investigadora Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. E-mail: jesicapla@gmail.com

José Rodríguez de la Fuente es Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. E-mail: josedelafuente_86@hotmail.com

María Clara Fernández Melián es Becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. E-mail: mariafernandezm@yahoo.com


resumen

En este artículo ponemos en relación dos campos de estudio de las ciencias sociales: el de la movilidad social y el del mercado de trabajo. Complementamos el análisis de la relación origen / destino de clase con el de las condiciones de inserción en el mercado de trabajo, desde un enfoque metodológico cuantitativo. A su vez, cuestionamos la mirada funcionalista de la movilidad social que asimila movilidad con igualdad y reproducción con desigualdad, especificando la forma que asumen las trayectorias de movilidad. Para el caso argentino, en los años 2007-2008, se ha observado que una parte importante de la población ha mejorado su posición en relación al mercado de trabajo, aunque en términos de clase reproduzca su posición de origen.

palabras clave: Estratificación social; Movilidad social; Movilidad espuria; Mercado de trabajo; Condiciones laborales y recompensas sociales.

summary

In this paper we relate two fields of study in social sciences: social mobility and labour market. We complement the analysis of class origin / destination relationship with the analysis of the conditions of participation in the labour market. Thus, we question the view of the functionalist approach of social mobility, which assimilates mobility with equality and reproduction with inequality. For the Argentine case, in the years 2007-2008, it has been observed that a significant portion of the population has been improving their labor market position, although, in terms of class, they reproduces their origin position.

keywords: Social stratification; Social mobility; Spurious mobility; Labour market; Working conditions and social rewards.


1. Introducción

Tradicionalmente, los estudios de movilidad social hacen foco en analizar los cambios que se producen entre la clase social de "origen" y de "destino" de las personas. En una sociedad de clases, las pautas de movilidad-reproducción suelen ser relativamente estables (Goldthorpe, 1987; Erikson y Goldthorpe, 1992), excepto periodos de grandes cambios estructurales. A la vez, al ser procesos de larga duración "tardan" en asentarse como cambios en la composición de la estructura de clases. Por este motivo, estos estudios no permiten observar cambios en las dinámicas del empleo o en la conformación de las clases sociales en tanto volúmenes diferenciales de capital que detentan (Echeverría Zabalza, 1999). Ahora bien, ¿qué pasa cuando una serie de procesos de cambio estructural, motivados por aspectos políticos y económicos, de relativa corta duración, tienen impactos relevantes en el mercado de trabajo, en su composición, su demanda, sus características, etc.?
En Argentina, luego de la década de los noventa, signada por las reformas neoliberales, comienza un proceso caracterizado por un nuevo dinamismo del mercado de trabajo (Palomino, 2007), en un contexto de crecimiento dinámico de la economía, una re-centralización del empleo como eje organizador del modelo socio político (Novick, 2006) y a la par de una serie de reformas y contrarreformas en el campo de la política social y la intervención estatal sobre la cuestión social (Danani y Hintze, 2011) que reubican la seguridad social como eje de la respuesta a ésta. A partir de estas coordenadas, en este artículo realizamos un abordaje conjunto de dos campos de estudio de las ciencias sociales: el de la movilidad social y el mercado de trabajo, con el objetivo de aportar elementos que permitan caracterizar de manera enriquecedora los procesos sociales que ha atravesado la Argentina en la última década.
Para ello, partiendo de los cambios anteriormente referidos, nos proponemos enriquecer el análisis de la movilidad social con un estudio de las condiciones de inserción en el mercado de trabajo. En este sentido, no sólo analizamos la movilidad ocupacional intergeneracional a partir de tasas absolutas, sino que las relacionamos con las condiciones de inserción en el mercado de trabajo, como medida proxy para observar si aumentan o disminuyen las recompensas sociales obtenidas al cambiar de posición social con respecto al origen.
Los resultados que se presentan en este artículo son los primeros emergentes conceptuales y empíricos que se enmarcan en el proyecto de investigación PICT 2011-2189, "Tendencias y transformaciones en la estructura social: El impacto de los procesos de movilidad social en los horizontes de consumo y la participación política. Un análisis de la Región Metropolitana de Buenos Aires. 2003-2011", dirigido por el Dr. Eduardo Chávez Molina y subvencionado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva). Dicho proyecto tuvo como objetivo principal establecer en qué medida los patrones de movilidad social de los individuos se encuentran asociados a sus expectativas de consumo y a los tipos y formas que adquiere su participación política, en un contexto de consolidación de un nuevo modelo económico-político, durante el periodo 2003-2011. En el proyecto, a su vez, convergen diferentes tesis de grado y posgrado. Por otro lado, el presente trabajo también se enmarca en el proyecto PICT 2013-2709 "¿Una nueva fragmentación social?: Socialización/riesgos, movilidad social y representaciones subjetivas sobre lo político. RMBA 2009-2014", dirigido por la primera autora de este artículo y subvencionado por el Organismo anteriormente citado.1

2. Antecedentes

El estudio de la movilidad social y la especificidad de la movilidad espuria o la inconsistencia de status
El estudio de la movilidad social constituye el análisis de los procesos por los cuales los individuos pasan de una posición a otra en la sociedad, pudiéndose abordar desde dos dimensiones distintas: por un lado, la intergeneracional, es decir, el pasaje de padres/madres a hijos/hijas y, por otro, la intrageneracional que se produce a lo largo de la vida de una misma persona (Lipset y Bendix, 1963; Torche y Wormald, 2004).
Lipset y Zetterberg (1963), en su trabajo pionero sobre movilidad, reflexionan sobre la discrepancia de status, esto es, la posibilidad de que un mismo individuo ocupe simultáneamente varias posiciones que no estén "de acuerdo" entre sí. Una persona puede ascender ocupacional y económicamente y estar socialmente excluida a causa de su origen familiar o, a la inversa, una familia puede descender ocupacionalmente pero retener la posición social. Asimismo, algunas posiciones pueden perder o ganar prestigio en diferentes períodos y por consiguiente producirse procesos de movilidad sin que se produzca un cambio de empleo. Los autores observan que los procesos de movilidad ocurridos en Occidente a la luz de los procesos de industrialización, de crecimiento del comercio, de la producción de servicios y de la burocratización de la industria y el gobierno, permiten analizar y explicar las posiciones políticas e ideológicas de los individuos y la existencia de un mayor o menor grado de estabilidad en cada una de las sociedad estudiadas. A su vez, señalan que en períodos de crisis económica, muchos trabajadores manuales que son despedidos y no encuentran empleo en sus ocupaciones usuales pueden constituirse en pequeños empresarios o también pueden producirse pasos de posiciones manuales a no manuales (específicamente a ocupaciones llamadas "de cuello blanco" inferiores y de comercio). Ninguno de los casos implica directamente una inmediata movilidad económica ascendente, pudiendo no modificar su status o su nivel de ingresos.
De acuerdo con los autores, toda sociedad comprende varias jerarquías separadas (social, económica, educacional, étnica, etc.), cada una de las cuales tiene su propia estructura de status y sus propias condiciones para el logro de una posición de prestigio dentro de esa estructura (Lipset y Zetterberg, 1963: 81). Cuando un individuo ocupa distintas posiciones en algunas de las distintas jerarquías se puede hablar de una discrepancia de status y los procesos de movilidad vendrían a acentuar esta diferenciación, creando y/o modificando las distintas combinaciones. A su vez, cada jerarquía está determinada por distintos factores: antecedentes de familia, pautas de consumo, educación, etc. y puede diferenciarse en base a la afiliación religiosa, el origen étnico, la pertenencia a asociaciones, entre otras. De este modo, los individuos o los grupos sólo raramente ocupan posiciones de "igual" prestigio en todas las jerarquías a las que pertenecen (Lipset y Bendix, 1963: 287).2
Dentro del campo de los estudios de estratificación y movilidad social, hegemonizados en las dos décadas de posguerra por la mirada funcionalista, en los años setenta comenzaron a ganar importancia otras dos líneas de análisis: una neoweberiana, representada principalmente por Goldthorpe, y el enfoque neomarxista, cuyo mayor referente es Wright. Los neoweberianos consideran el trabajo como servicio, pero también como símbolo de status, lo que permite observar las recompensas materiales y simbólicas. Las clases sociales se definen por la posición de los miembros en las relaciones de producción, de mercado, de autoridad, entre otros, y esta pertenencia condiciona las posibilidades de optar por las diferentes posiciones de destino. Por otro lado, el enfoque neomarxista incorpora la idea de clase a los estudios sobre movilidad como situación objetiva y de conflicto y cobran especial relevancia los indicadores de propiedad de los medios de producción y la cuestión de la dominación (Pla, 2013b).
En Argentina, los estudios sobre movilidad social comenzaron tempranamente a partir de Germani (1963) y Rubinstein (1973). El primero de dichos autores va a plantear la conformación y ampliación de un sector de clase media como consecuencia de un crecimiento extraordinario de la economía y a través de un proceso de movilidad intrageneracional ascendente que comienza en el período de la inmigración masiva, desde 1860, y que se prolonga hasta 1920. Por su parte, Rubinstein (1973) va a señalar que la industrialización intensificó la movilidad pero sin alterar sustancialmente los sistemas de relaciones entre las clases sociales, e incluso considera que el grado de movilidad en toda la historia argentina resulta relativamente bajo. Mientras Germani analiza los procesos de movilidad social en términos de cambios de ocupación, Rubinstein toma propiedades que definirían a una clase, tales como variables laborales, ingresos, educación y vivienda.  Beccaria (1978) continuó la línea de Germani, según la cual un determinado proceso de cambio estructural determina un sistema de movilidad social específico, y luego Jorrat (1987; 1997; 2000) realiza un contraste de los resultados con los antecedentes dejados por investigaciones anteriores.
Hasta hace poco tiempo atrás -con la excepción del trabajo de Beccaria (1978) y los constantes aportes de Jorrat-, la temática de la movilidad social ha estado fuera del "foco" de las ciencias sociales. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se ha observado un nuevo auge de esta temática (Kessler y Espinoza, 2007; Dalle, 2007, 2011; Gómez Rojas, 2011; Chávez Molina y Gutiérrez Ageitos, 2009; Pla, 2009, 2013a y 2013b, 2011 en co-autoría con Salvia; 2010 en co-autoría con Chávez Molina;  Salvia y Quartulli, 2011; Riveiro, 2011; Fernández Melián, Rodríguez de la Fuente y Troncoso, 2012; entre otros).
Por su parte, Kessler y Espinoza (2007) distinguen, para los años noventa, un proceso de movilidad de carácter espurio, que se diferenciaría de períodos anteriores: ascensos en la escala de prestigio ocupacional acompañados por descensos en las recompensas sociales asociadas a ésta. A comienzos de esta década, la sociedad argentina presenta una pauta de movilidad intergeneracional de clase que se ubica dentro de pautas internacionales, lo cual ratificaría la idea de que la vinculación entre el crecimiento de la desigualdad y la baja movilidad social no es concluyente (Jorrat, 2005; Pla y Salvia, 2011; Salvia y Quartulli, 2011; Dalle, 2011b: 78). Dalle (2011b: 78) para el Área Metropolitana de Buenos Aires, Pla y Salvia (2011) y Salvia y Quartulli (2011) para el nivel nacional encuentran tendencias similares a las descritas por Jorrat. En particular, señalan que al controlar los posibles efectos del cambio estructural sobre la estratificación social es posible observar que la relativa fluidez de la estructura socio-ocupacional esconde un proceso de mayor polarización social, con alta capacidad de auto-reproducción en la cumbre y fragmentación de los sectores medios tradicionales (Salvia y Quartulli, 2011), dando lugar a un relativo equilibrio entre la movilidad descendente y ascendente. Algunos autores abordan los estudios de movilidad social desde la perspectiva de la heterogeneidad estructural (Chávez Molina, 2013; Salvia y Quartulli, 2011), que plantea la coexistencia de sectores, ramas o actividades donde la productividad del trabajo es elevada, es decir, similar a la que alcanzaban las economías de los países desarrollados, junto con otras ramas o actividades en que la productividad resulta mucho menor respecto a las registradas en las economías centrales. Asimismo, hay trabajos de carácter más específico que vinculan la movilidad social y las clases con el género, como en el caso de Gómez Rojas (2011) y Riveiro (2011); o lo circunscriben a un área de estudio determinada como, por ejemplo, a un barrio periférico de la provincia de Buenos Aires (Chávez Molina y Ageitos, 2009; Chávez Molina, Pla y Derteano, 2011). Por último, el trabajo de Fernández, Rodríguez y Troncoso (2012) incorpora la cuestión de la formalidad laboral en los estudios de movilidad.
A grandes rasgos, los trabajos se distinguen por la elección de un determinado esquema de clase, lo que consecuentemente conlleva a disímiles resultados. Dichos esquemas captan distintos aspectos de la estructura social, debido a que los objetos a los cuales hacen referencia son de diferente naturaleza y remiten a perspectivas diversas.
Particularmente, en lo que a la temática de este trabajo refiere, Filgueira y Geneletti han observado tempranamente que el crecimiento de las clases medias en América Latina durante la década de 1960 se encuentra inmerso en un tipo de desarrollo en el cual la modernización de la estructura ocupacional se adelanta a la estructura productiva, provocando una asincronía en la estructura social y un "distanciamiento entre prestigio y aspiraciones (ocupación-educación) y posibilidades materiales en términos de niveles de vida y consumo (ingreso)" (1981: 121). El aumento del sector terciario y secundario en detrimento del primario, la expansión de la educación, la modernización social, el desarrollo económico, la industrialización, así como la capacidad diferencial de absorción del ingreso nacional tienen como consecuencia una mayor heterogeneidad e inconsistencia de las clases (Ibídem).
Las capas bajas de la clase media son las mayores protagonistas del crecimiento de esta clase, particularmente, los empleados de oficina, vendedores y personal subalterno de la industria, comercio y servicios conjuntamente con los profesionales:
La configuración de status de esta fracción de la clase media se define en el orden ocupacional por el acceso a actividades de empleados de oficina, en el orden educacional por la oposición de niveles similares a los de los grupos más ricos e incluso superiores, mientras que con respecto de los ingresos se trata de una categoría de muy baja percepción relativa (Filgueira y Geneletti, 1981: 120).
Este proceso de crecimiento de las clases medias pero también de aumento de la heterogeneidad interna y de la inconsistencia de status en el estrato bajo permite pensar, en términos de los autores, en un proceso de movilidad de carácter parcial, ya que su dinámica se encuentra bloqueada por las particularidades del crecimiento y desarrollo regional.  
Décadas después, un proceso relativamente diferencial es analizado por Kessler y Espinoza (2007). Los autores sostienen la hipótesis de la conformación, durante la década de los noventa, de una movilidad de carácter espuria producto de un proceso de empobrecimiento social que comienza en los años setenta y que se profundiza en los años noventa. Esta hipótesis sugiere que el ascenso en la escala de prestigio ocupacional no implica una mejora en las recompensas sociales asociadas a ésta, situación que cuestiona la relación lineal entre movilidad ascendente y mejora en las retribuciones, status social, etc. Ante esto, los autores indican que, posiblemente, los fundamentos de esta forma novedosa de movilidad social se basen en el comportamiento no tradicional de la relación funcional entre factores contingentes como la educación, la ocupación y los ingresos (Kessler y Espinoza, 2007: 261).
Particularmente plantean que, si bien, en este caso, un individuo puede haber aumentado su jerarquía ocupacional, social (y aun sus ingresos corrientes), está expuesto a la experimentación de una pérdida de la estabilidad que sin duda afectaría su percepción de bienestar, cuestión que excede la dimensión económica e incluye, por ejemplo, la existencia de incertidumbres sobre su futuro (Kessler y Espinoza, 2007: 35). En este sentido, el hecho de que el desfasaje entre la dimensión objetiva del rol y la subjetiva del status se produzca en el interior de un mismo grupo es un proceso fuertemente perceptible para los individuos, mientras que las diferencias intercategoriales se encuentran mucho más interiorizadas por dichos grupos.
Resulta interesante poder diferenciar dicha problemática de la idea de inconsistencia ocupacional, ya que mientras esta última remite a una situación en la que es el propio emplazamiento social el que se percibe como poroso y susceptible de deterioro, la inconsistencia de status refiere a la dificultad de acceder a posiciones consideradas "sólidas", al hecho de "que aparezcan contradicciones entre los diversos registros (económicos o simbólicos) de una posición, que los posicionamientos híbridos se incrementen y que los actores puedan conocer de manera simultánea y contradictoria movilidades ascendentes o descendentes en diversos ámbitos sociales, y ello incluso en la mayor parte de los estratos sociales" (Araujo y Martuccelli, 2011: 169).
Por su parte, Franco et al. (2011) distinguen tres tipos de hogares, que caracterizan como de "clase media", tomando como variables la ocupación y el ingreso total del hogar (como variable proxy del consumo)3, al analizar el período de 1990 a 2007 para el conjunto de la región de América latina. En primer lugar, una clase media "consistente" donde el principal proveedor de ingresos tiene una ocupación no manual y un ingreso acorde a la clase en cuestión,4 una clase media "inconsistente" que se diferencia de la primera debido a que el proveedor tiene una ocupación manual y, por último, una clase media "precaria", formada por asalariados no manuales con inserción laboral inestable, ingresos reducidos y, en ocasiones, sin contrato ni cobertura social. Entre las ocupaciones no manuales de esta clase suelen darse situaciones de ascenso por la existencia de mayores oportunidades de empleo y también de descenso a partir de las crisis económicas. A su vez, se plantea la existencia de cierta homogeneización de los ingresos entre el estrato bajo (manuales) con mayor nivel educativo y las capas del estrato medio-bajo (no manual) con, al menos, secundaria completa, lo que da lugar a una disociación entre tipo de ocupación e ingresos y la pérdida de status simbólico y material para el estrato medio en cuestión.
En consonancia con estos mismos interrogantes, Sembler (2006: 64) se refiere, para el caso Latinoamericano, a un proceso de "tercerización espuria" de la estructura social en donde el paso a empleos no manuales no está asociado directamente a mejoras de ingresos y en los niveles de vida. Pérez Sainz et al. (2006), enfocándose en los cambios que han producido estos novedosos procesos de movilidad social en las biografías de los individuos, plantean la necesidad de repensar el sentido que la movilidad social tiene para estos sujetos que experimentan trayectorias socio-ocupacionales que adquieren nuevas significaciones estructuradas en torno a la incertidumbre y al riesgo. Por su parte, Pla (2013a) señala que las trayectorias de movilidad se encuentran atravesadas por marcos de certidumbre/incertidumbre que se asocian a las formas, dinámicas y características del mercado de trabajo, a su relación con los procesos políticos que dan forma a la seguridad social, y de manera conjunta a los ingresos que recibe, en cada periodo histórico determinado, cada clase social.
Es debido a estas cuestiones que el proceso no puede reducirse únicamente a un efecto directo de movilidad social o de entrada o salida de la pobreza. Por el contrario, lo que se configura es una nueva forma de las desigualdades "dinámicas" (Fitoussi y Rosanvallon, 1996). Éstas se caracterizan por no estar ligadas a grandes colectivos, y por su inestabilidad y variabilidad en un mundo en que las formas de diferenciación y jerarquización social adquieren cada vez modos más individualizados. Los estudios estadísticos que suponen clasificaciones estables pierden productividad ante dimensiones de estudio de tipo topográfico y biográfico que intentan aprehender las diferentes trayectorias individuales atomizadas, las cuales revelan una mutación radical en las relaciones entre lo individual y lo colectivo. Al no responder a las grandes categorías que todavía tienen fuerza discursiva, y conjugada con las constantes interpelaciones sobre la responsabilidad individual, la proliferación de estas desigualdades dinámicas llevan a un creciente sentimiento de culpa por parte de las personas que no pueden establecer líneas explicativas entre biografía e historia.

Las dinámicas del mercado de trabajo en Argentina, 2003-2010
En términos del mercado de trabajo, la década de los noventa fue un período marcado por la flexibilización laboral, la apertura comercial y la desindustrialización de la economía. Dichos procesos tuvieron efectos regresivos sobre el mercado de trabajo, no sólo por aumento de las tasas de desocupación sino por un retroceso en el campo de las condiciones laborales: mayor precariedad, informalidad y retracción de los salarios (Pla y Salvia, 2009).
La convulsionada crisis política, institucional pero también económica y social de 2001 significó un punto de inflexión. En el marco de un contexto internacional favorable, y junto con el abandono del tipo de cambio convertible, se registró un mejoramiento de la producción industrial, un abandono de la preeminencia del sector financiero, un crecimiento en el Producto Bruto Interno, una reversión de las tendencias contractivas en el mercado de trabajo y un crecimiento en el nivel de los salarios, etc. (CENDA, 2010; Azpiazu y Schorr, 2010).
A su vez, a partir del año 2003 se refundaron instituciones clave en términos de integración social, tales como la Negociación Colectiva por salarios y condiciones de trabajo entre empresarios y trabajadores, el Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil, y la Comisión Nacional de Trabajo Agrario (Novick, 2006; Palomino, 2007; MTEySS, 2010). En este contexto, Palomino (2007) plantea que a partir de 2004 se generó un quiebre, caracterizado por el aumento del empleo registrado y la disminución relativa del no registrado, lo que permitiría hablar de un "nuevo régimen de empleo", que se diferenciaría del anterior, cuyo basamento era la situación de precarización laboral.
Sin embargo, a pesar de los signos favorables que manifiesta el nuevo ciclo económico, pueden detectarse ciertos elementos que empañan el halo de "novedad" que éste aparenta encarnar. Varios autores han señalado la contracara del proceso de revitalización del sector manufacturero: si bien en los últimos años dicho sector ha sido un importante generador de puestos de trabajo, persisten elevadas tasas de explotación y de empleo "informal" (Azpiazu y Schorr, 2010; Ortiz y Schorr, 2007). De esta manera, desde otra óptica, puede hablarse de una continuidad de un mercado de trabajo segmentado en sus rasgos estructurales (Salvia et al., 2005; Salvia y Quartulli, 2011): las actividades de alta productividad conviven junto con otras actividades rezagadas, de baja productividad. Es así como la expresión visible de tal heterogeneidad estructural se evidencia en la coexistencia de fuerza de trabajo diferenciada en términos de su nivel de productividad y por ende de la calidad de sus empleos.
De acuerdo con esto, consideramos que el estudio de la condiciones laborales (inestabilidad, precariedad laboral, informalidad, imprevisibilidad, entre otros) resulta de gran pertinencia, dada su persistencia en la actualidad: lejos de enterrarse en el pasado, los sedimentos del modelo neoliberal subsisten en nuestros días, afectando diferencialmente a los distintos sectores de la sociedad.
Con relación a una de las temáticas específicas que compete a este trabajo, Castel (1999) plantea que la precariedad del empleo tomó el lugar de la estabilidad como régimen dominante de la organización del trabajo en los años '90. A medida que el mercado se internacionalizó y que aumentó la competencia, el trabajo se ha vuelto el blanco principal de una política de reducción de costos de producción acompañada por esfuerzos para bajar el precio de la fuerza de trabajo, mientras que se ha aumentado su eficacia productiva (Castel, 1999: 27). La condición salarial estable y protegida pasa a ser considerada por muchos como aquello que obstaculizaba la hegemonía del mercado. Como resultado de este proceso, se observa la "desestabilización de los estables" tanto de los puestos obreros como de los empresariales, la instalación de la precariedad como condición laboral y la aparición de un nuevo perfil de individuos supernumerarios que no pueden ser integrados, ni siquiera "explotados" (Castel, 1999: 26).

3. Diseño de investigación

Se utilizaron datos provenientes de la Encuesta sobre Estratificación y Movilidad Social realizada en los años 2007 y 2008 por el Centro de Estudios de Opinión Pública (CEDOP) de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA).5 Ésta es representativa del total del país a partir de una muestra estratificada, multi-etápica y aleatoria en todas las etapas del muestreo. Se ha trabajado con un tamaño final de 1.830 casos, si bien el tamaño muestral es de 3.313 casos.
La población estudiada se circunscribió a aquellas personas que estaban ocupadas y que tenían entre 25 y 65 años al momento de la encuesta. Con esta delimitación se busca captar a individuos que, con mayor probabilidad, se encuentren en una etapa de madurez ocupacional, es decir, en una edad en la que normalmente ya han recorrido la mayor parte de su trayectoria ocupacional (Erikson y Goldthorpe, 1992). Si bien estos autores sitúan esa edad mínima entre los 30 y 35 años, Echeverría Zabalza (1999)6 agrega que dicha delimitación dependerá de los cambios en los procesos de inserción y maduración profesional, que varían según la época, el tipo de trayectoria y el país o zona.
Los datos son analizados desde un enfoque cuantitativo, a partir de tablas de movilidad (Goodman, 1965), que permiten calcular índices brutos de movilidad y tablas de contingencia. La tabla de movilidad es producto del cruce entre la clase7 de origen (en las filas) y de destino (en las columnas) del encuestado, en términos absolutos. Posee una forma de matriz en la cual se tiene una población de carácter "cerrada", ya que los individuos en destino están presentes en origen y viceversa y tanto en destino como en origen se encuentran las mismas categorías ordenadas en una misma posición (Cachón Rodríguez, 1989), de mayor a menor nivel de jerarquía. En relación a la clase de origen, ésta se obtiene a partir de la pregunta por la ocupación del principal sostén del hogar cuando el encuestado tenía entre 14 y 16 años.

El esquema de clases sociales
El esquema de clases sociales utilizado se ha construido a partir del Nomenclador de la Condición Socio-Ocupacional (CSO) elaborado por Torrado8 (1992; 1998) debido principalmente a que fue pensado para su aplicación en el estudio de la estructura social argentina y a que resulta apropiado para operacionalizar con las variables de la encuesta utilizada.
Desde la perspectiva de la autora, las relaciones de producción implican una determinada división social del trabajo, y a su vez constituyen el criterio para definir los subconjuntos de agentes sociales que ocupan una posición equivalente en el espacio social (Torrado, 1998: 234). A dichos subconjuntos los denomina clases sociales, que, a su vez, se subdividen en fracciones de clases (diferenciaciones horizontales) y capas sociales (diferenciaciones verticales-jerárquicas).
El nomenclador de la CSO, en su modalidad agregada, da cuenta de 12 estratos construidos a partir de las siguientes variables: ocupación, categoría de ocupación, rama de actividad, sector de actividad y tamaño del establecimiento. Para nuestro análisis, los estratos del CSO fueron reagrupados en categorías que dan cuenta de diferencias de clases y condiciones de vida, y que permiten el análisis de la movilidad social, siguiendo el criterio original de Torrado y los aportes de Boado Martínez (2008), Pérez (2011), Sacco (2011) y Pla (2013a) (Ver Tabla I).

Tabla I. Agregación del esquema de clases

En primer lugar, los directores o gerentes de empresas incluyen a empleadores o asalariados del sector privado en establecimientos de más de cinco ocupados, que siendo propietarios, asumen también tareas de dirección, o que siendo asalariados tienen la dirección a su cargo. Los profesionales en función específica comprenden a ingenieros, médicos, economistas, entre otros, tanto como a empleadores, cuenta propia y asalariados de sector privado o público. Los propietarios de pequeñas empresas pertenecen al sector privado y son empleadores en establecimientos de más de cinco ocupados y también participan directamente en procesos de trabajo de carácter preponderantemente no manual. Entre los cuadros técnicos y asimilados se cuentan enfermeras, maestros, profesores en la categoría de asalariados de sector privado o público. Los pequeños productores autónomos comprenden a técnicos y afines, comerciantes y vendedores y trabajadores especializados (carpinteros, electricistas, etc.) como empleadores de hasta cinco ocupados o técnicos y comerciantes en la categoría de cuenta propia, todos ellos del sector privado. En el caso de los empleados administrativos y vendedores son asalariados de ambos sectores de actividad como secretarios, cajeros, entre otros. Los trabajadores especializados autónomos tienen las mismas ocupaciones manuales que los mencionados anteriormente pero en la categoría cuenta propia. Los obreros son asalariados del sector privado o público, en el caso de los calificados pueden ser carteros, policías, etc. y en los no calificados pueden ser peones, personal de maestranza, etc. Los peones autónomos, denominados por Torrado (2007) como "trabajadores marginales" en trabajos posteriores son trabajadores no especializados en las categorías de empleador o cuenta propia del sector privado. Por último, los empleados domésticos son trabajadores que se desempeñan en hogares particulares.
La autora busca constituir grupos homogéneos que den cuenta de cierta identidad social y cuyos miembros presenten similares condiciones de vida lo que le permitirá captar las particularidades de la formación social de la Argentina, en donde se articulan el modo de producción capitalista y la forma de producción mercantil simple (Torrado, 1992; 1998). De aquí el interés en diferenciar, en la clase trabajadora, a los trabajadores marginales, definidos a grandes rasgos como un conjunto de ocupaciones emergentes de la forma de producción capitalista en sociedades dependientes. Específicamente, en este tipo de relación de producción se encuentran trabajadores con baja o nula calificación y/o educación formal, quienes, por carecer de oportunidades de inserción estable en la esfera capitalista o en la producción mercantil, venden su fuerza de trabajo ocasionalmente en el sector de la construcción o el transporte de carga, o se refugian en la venta callejera de bienes y servicios diversos, es decir, en ocupaciones y sectores de muy baja productividad que les reportan ingresos mínimos (Torrado, 1992).9

El análisis de la movilidad social
En los estudios de movilidad social, para estar en condiciones de afirmar si se produjo o no movilidad es necesario poder comparar la clase social de origen con la de destino, tal como se explicitó en el diseño metodológico. En base a esto, se elaboran tablas de movilidad que permiten analizar y describir los procesos de movilidad social ocurridos, en términos de tasas absolutas. Para el caso de este artículo, se relacionan esas tablas y sus resultados con las condiciones laborales, estableciendo una diferencia entre quienes ascendieron, reprodujeron o descendieron en la estructura de clases. En términos operacionales, se consideran individuos en condiciones laborales irregulares a aquellos que son10:
  • Asalariados, trabajadores familiares con remuneración fija o empleados domésticos a los que no se le realizan descuentos jubilatorios o no se le proveen servicios de salud o, en caso de despido, no son indemnizados.
  • Cuentapropistas que no gozan de estabilidad laboral.11
  • Trabajadores familiares sin remuneración fija.
De manera más específica, caracterizamos las trayectorias de movilidad según los criterios presentados en la Tabla II.

Tabla II. Tipos de trayectorias

Es necesario aclarar que se analizan únicamente las condiciones laborales de los encuestados, es decir, de los "destinos", y no interviene la situación laboral del PSHO cuando el encuestado tenía 16 años.12 De este modo, la caracterización del PSHO sólo incide para poder definir la situación de movilidad o reproducción social.

4. Los procesos de movilidad intergeneracional desde la inserción laboral

Como mencionamos hasta ahora, en este artículo se aborda de manera novedosa la intersección entre los estudios de movilidad social y los de mercado de trabajo. En primer lugar se presenta la tabla de movilidad (Ver Tabla III), que permite describir las tendencias de movilidad intergeneracional y la síntesis de éstas, que se plasman en los índices brutos de movilidad.

Tabla III. Tabla de movilidad. Porcentajes de entrada y salida.
Índices brutos de movilidad. Población ocupada. Argentina 2007/2008

En consonancia con otros estudios sobre movilidad social en Argentina (Jorrat, 2005; Pla y Salvia, 2009; Chávez Molina et al., 2011: 185), observamos que el índice bruto de movilidad es de 63,6%, es decir que 6 de cada 10 personas ocupan en el año 2007 una posición de clase diferente a la de la persona que era el sostén del hogar en el cual habitaba el encuestado o encuestada a los 16 años. A su vez, existe una primacía de la movilidad ascendente sobre la descendente. En términos de intensidad, los índices muestran que hay una leve diferencia en favor de la movilidad de corta distancia, es decir, entre estratos contiguos o vecinos, en contraposición a la de larga distancia. Esta tendencia se condice con aquellas relevadas por otras investigaciones (Salvia y Pla, 2009, 2011; Salvia y Quartulli, 2011: 157; Dalle, 2011).
De manera más específica, se observa que los mayores niveles de reproducción de la posición de clase entre la población ocupada se encuentran entre quienes pertenecen a la clase media alta y clase trabajadora (49% y 37%, respectivamente). De manera opuesta, la clase media es la que menos capacidad de reproducción presenta, ya que sólo un 13% de los individuos encuestados que provienen de un hogar de clase media mantienen esta posición. Esto lleva a preguntarnos: ¿qué destino tienen los encuestados de origen de clase media que no reproducen su condición de clase? Aproximadamente 4 de cada 10 ascienden a la clase media-alta y 2 de cada 10 descienden a la clase media rutinaria: es decir, entre los que tienen como origen la clase media (posiciones técnicas) es mayor la probabilidad de ascender a una posición profesional o gerencial que de descender a un trabajo no manual rutinario.
Tal como se mencionó anteriormente, el nivel de herencia de la posición de clase es importante entre quienes tienen como origen la clase trabajadora. Sin embargo, un considerable porcentaje logra cruzar la barrera de clase, accediendo principalmente a la clase media rutinaria (20%) y en menor medida a la clase media alta (15%), aunque también descendiendo a la clase trabajadora marginal en un 20%. La clase trabajadora marginal presenta un alto porcentaje de reproducción (1 de cada 3 individuos), pero presenta un mayor nivel de ascenso a la clase trabajadora (35%). A su vez, un 16% respectivamente asciende a la clase media rutinaria y a la clase media alta.
En sintonía con los cambios estructurales de las últimas décadas, a la tercerización de la economía y la conformación de puestos no manuales de baja calificación, es de esperar que las clases trabajadoras accedan a esos puestos. En relación con el ascenso desde posiciones de clase media a la clase media alta, el fenómeno podría estar explicado, en parte, por la constitución de la educación universitaria como canal de ascenso social. Y también a la ampliación de puestos de alta calificación en el sector moderno de servicios, con un alto nivel de productividad y competencia, como resultado de un período de crecimiento económico y de una política orientada a la reactivación del mercado interno que generó nuevos canales de movilidad social.
Otra manera de analizar las tasas absolutas de movilidad es a través de los porcentajes de entrada, que permiten observar la composición de cada clase y así dar cuenta de su grado de homogeneidad/heterogeneidad. En primer lugar, se observa el peso que adquieren quienes provienen de la clase obrera en las demás clases, sobre todo en la clase media rutinaria (de la cual representan un 44%) y en la clase trabajadora marginal (60%). Como ya se adelantó, estos movimientos están estrechamente vinculados a los procesos de cambio estructural gestados a fines de los años setenta y consolidados en la década del noventa, que tuvieron como consecuencia una ampliación de la oferta de puestos disponibles en el sector terciario y en el empleo marginal, en conjunción con una destrucción de puestos en el sector industrial (Pla, 2013a; Rodríguez de la Fuente y  Pla, 2013). Estos factores permitirían hablar de una movilidad forzada por cambios estructurales, que también pueden ser percibidos al observar los marginales de la tabla: la clase trabajadora pasa de representar un 47% a un 28% del total de la población ocupada en el año 2007-2008, mientras que la clase media rutinaria y la clase trabajadora marginal crecieron de un 17% a un 21% y de un 10% a un 16%, respectivamente.13
Por otro lado, un dato relevante surge al analizar la composición de la clase media-alta y observar que está conformada en un 17% por hijos provenientes de la clase media rutinaria y un 28% de hijos con orígenes en la clase trabajadora. En este caso, los ascensos podrían haber sido habilitados por la obtención de credenciales educativas que permitieron su profesionalización y/o por su inserción como empleadores en unidades económicas de pequeña escala.
Hasta ahora hemos descrito las tendencias de movilidad intergeneracional, y su relación con los cambios estructurales de Argentina durante las últimas dos décadas. Pero el objeto de este artículo es relacionar dichas tendencias con el tipo de inserción laboral (condiciones laborales), en pos de caracterizarlas. A dicho fin, se generó una clasificación que vincula las distintas trayectorias de movilidad (ascenso, reproducción, descenso) con el tipo de inserción laboral (regular e irregular). Esta combinación dio lugar a 6 categorías que son presentadas en la Tabla IV.

Tabla IV. Porcentaje de individuos según tipo de movilidad. Argentina 2007 - 2008

Lo primero que se observa es que, aunque los individuos hayan ascendido, reproducido o descendido inter-generacionalmente, en cada una de las categorías tienen mayor peso aquellos que han mantenido o mejorado sus condiciones laborales. Éstos representan, aproximadamente, un 68% de la población en estudio (28,4% de movilidad ascendente consistente, 25,8% reproducción con condición regular y 14,4% de movilidad descendente contradictoria). Por otro lado, los resultados muestran que, más allá de que se puede hablar de una tendencia que denotaría una mejora general de las condiciones laborales para una mayoría de la población, las probabilidades de acceder a puestos con mayor protección o estabilidad son diferenciales según la movilidad social. No es lo mismo ascender, descender o mantenerse en la misma clase de origen. Aquellos que han experimentado movilidad ascendente presentarían mayores probabilidades de conseguir puestos de trabajos en condiciones regulares (28%). Estas probabilidades de acceso a este tipo de empleos van atenuándose para los casos en los que se produce un proceso de herencia (25%), y más aún para los casos de descenso (14%), en donde, además, la probabilidad de insertarse en empleos regulares es prácticamente igual a la de insertarse en empleos irregulares.
De manera sintética, la movilidad social ascendente absoluta de la última década en Argentina es en mayor proporción consistente. A diferencia de las hipótesis que se señalaban una década atrás (Kessler y Espinoza, 2007; Sembler, 2006), la recomposición del mercado de trabajo durante los últimos años habría operado en pos de que se consolide la correlación entre ascenso social e inserción laboral regular. Aun reproduciendo la clase social, se distingue una mayor probabilidad de insertarse en condiciones laborales regulares, lo cual daría otro matiz a la idea de herencia.
Para indagar en esta cuestión, se presenta a continuación la Tabla V, que permite abordar la relación existente entre la clase social de origen y el tipo de movilidad experimentado, es decir, cómo y cuánto influyen los orígenes en el proceso de movilidad que atravesará el individuo y en relación con el tipo de inserción laboral (formal o informal).

Tabla V. Tipo de movilidad según clase de origen del encuestado. Porcentaje. Argentina 2007 - 2008

A partir del cuadro anterior, podemos sostener que es en los extremos de la estructura de clases en donde se encuentran los casos más antagónicos. Aproximadamente entre un 75% y un 78%14 de aquellos que tienen como origen la clase media-alta o clase media han accedido a puestos en condiciones laborales regulares, en mayor medida a través de la reproducción de clase para los primeros y de la movilidad ascendente consistente para los segundos. En cambio, sólo 56% (46,6% + 9%) pudo lograr lo mismo en el caso de los provenientes de la clase trabajadora marginal, aunque un 47% de ese porcentaje sea explicado por la movilidad ascendente consistente, poniendo de manifiesto un importante proceso de movilidad de clase y de mejora de las condiciones laborales para quienes provienen de lo más bajo de la estructura social.
Para el caso de los que tienen orígenes en la clase media, tanto el ascenso como el descenso parecerían conducir a la obtención de puestos con mayor protección laboral y/o estabilidad, representando casi 4 de cada 10 individuos en el primer caso y un tercio en el segundo. En el caso de aquellos que provienen de la clase media rutinaria y de la clase trabajadora, más de un tercio experimentan movilidad ascendente consistente pero sólo un 15% y 7% respectivamente experimentan movilidad descendente contradictoria.
La movilidad ascendente consistente presenta los mayores porcentajes en todas las clases, oscilando entre un 34% y un 47%. Sin embargo, en segundo lugar, para la clase media rutinaria y la clase trabajadora, adquiere mayor importancia la reproducción social como forma de acceso a puestos de trabajo con mayores recompensas sociales (23% para ambos casos). Mientras tanto, en el caso de la clase media alta y media, ese lugar lo ocupa la movilidad descendente contradictoria.
Por último, interesa observar que la movilidad ascendente espuria presenta valores bajos en todas las clases, siendo menor al 10%, con excepción de la clase trabajadora marginal, donde alcanza un 25%.

5. Resumen de evidencias

En este artículo hemos analizado los procesos de movilidad intergeneracional y su relación con las transformaciones ocurridas en el mercado de trabajo en los últimos años. Al hacerlo, enfatizamos la relevancia de caracterizar dichos procesos no sólo como situaciones de cambio o reproducción entre posiciones de la estructura social, sino a la luz de los contextos históricos, sociales, políticos y económicos específicos que los caracterizan. Si bien las tradicionales hipótesis15 de los estudios sobre movilidad social parecerían tomar sentido en la Argentina reciente, con una zona de cierre social entre las clases mejor ubicadas en la estructura social y un fortalecimiento de la barrera entre las posiciones de clase trabajadora y las posiciones de clase media, tanto "hacia arriba" como "hacia abajo", esas tendencias adquieren peculiaridades en un contexto de cambio en el rol del Estado como estructurador de las relaciones capital/trabajo, de la recentralización del empleo y la revitalización del mercado de trabajo en general.
Por otro lado, se ha hecho una revisión y rastreo teórico de ciertas nociones y conceptualizaciones que estuvieron presentes en los estudios tempranos de movilidad social y que fueron retomados en las últimas décadas para caracterizar los procesos de ascenso social a finales del siglo XX: "incongruencia o discrepancias de status" (Lipset y Bendix, 1963; Lenski, 1954), "distanciamiento entre prestigio y niveles de vida y consumo" (Filgueira y Geneletti, 1981) y "movilidad espuria" (Kessler y Espinoza, 2007), entre otros. De alguna manera, todas estas aproximaciones al análisis de la estructura social concuerdan en que es necesario comprender el fenómeno desde un enfoque multidimensional de la estructura de la movilidad social (Horan, 1974) que la analice a la luz de los procesos sociales, económicos y productivos por los cuales atraviesa una sociedad y de la orientación de las políticas públicas. En este sentido, este trabajo ha tratado de alinearse en estas intenciones, incorporando algunos aportes novedosos a la temática.
Con respecto al análisis empírico, una primera tendencia que cabe señalar es que, aunque los individuos hayan ascendido, reproducido o descendido intergeneracionalmente, en cada una de las categorías tienen mayor peso aquellos que han mantenido o mejorado sus condiciones laborales. No obstante, no es lo mismo ascender, reproducir o descender, ya que, para los que logran lo primero, las probabilidades de acceder a puestos de mejor calidad son más altas que para los segundos y terceros. En otras palabras, a pesar de los cambios en el mercado de trabajo que se dieron en la última década del siglo XX, es en las posiciones superiores en donde se continúan concentrando las inserciones con mayor protección en términos laborales. Sin embargo, los resultados abordados permitirían, en principio, marcar un contrapunto con la idea de movilidad o tercerización "espuria", ya que aproximadamente un 78%16 de los ascensos evidenciados en la tabla de movilidad es consistente.  
A partir del estudio específico de la clase social de origen, puede interpretarse que, en todos los casos, la movilidad ascendente consistente es la que tiene mayor peso, sobre todo para la clase trabajadora marginal y la clase media, aunque en esta primera la movilidad ascendente inconsistente también sea importante, lo que remarca la importancia de contemplar el análisis de los orígenes sociales para este tipo de estudio. También es relevante remarcar el peso que adquiere la reproducción con condición regular para aquellos que provienen de la clase trabajadora y la clase media rutinaria. Si bien se presentan mejoras para la clase trabajadora en su conjunto, ésta aún continúa presentando situaciones de irregularidad e informalidad relevantes, principalmente en su estrato marginal.
Estos procesos son efecto de una mayor regulación estatal sobre el mercado de trabajo, en términos de recomposición del sector industrial, de la implementación de paritarias sindicales, del incremento de la participación en la negociación colectiva del empleo asalariado del sector privado y de la revitalización de los acuerdos en torno al Salario Mínimo, Vital y Móvil que se dieron a partir del 2003 (Palomino, 2007; Panigo y Neffa, 2009). Sin embargo, como contracara, se observan persistentes niveles de informalidad, insuficientes aumentos del salario real y significativas brechas salariales. En este sentido, puede hablarse de una continuidad de un mercado de trabajo segmentado en sus rasgos estructurales a partir de la incidencia de la heterogeneidad estructural (Salvia y Quartulli, 2011).
Resulta interesante remarcar que la inclusión de la cuestión de las condiciones laborales en el estudio de la movilidad social permite matizar las tendencias encontradas en estudios previos, complejizando la mirada sobre las trayectorias de los individuos. De lo que se trata es de caracterizar los procesos de movilidad, a partir de otras variables que no sean únicamente el origen y el destino social de los individuos. Esto implica la incorporación de dimensiones que den cuenta con una mayor precisión de aquello que denominamos cotidianamente "movilidad ascendente", "movilidad descendente" o "reproducción". Claro está que para completar esta propuesta de caracterización, resultaría indispensable dar cuenta de las percepciones y representaciones que los sujetos implicados en dichas trayectorias tienen acerca de los cambios y las permanencias en las posiciones. ¿Qué implicancia tienen las trayectorias de movilidad para los sujetos? ¿Son percibidas por los sujetos como ascendentes, descendentes, reproductoras, inconsistentes, etc., las distintas trayectorias aquí delimitadas? En palabras de Bourdieu (1990), de lo que se trata es de comprender el "sentido de posición" que los individuos tienen sobre su posición en el espacio y de las distancias a tener, respetar o hacer respetar .
De este modo, hemos intentado incorporar elementos indispensables para el estudio de la movilidad social, como un modo de reconocer los procesos cambiantes que ha atravesado nuestro país en las últimas décadas, procesos en los que la acción estatal tuvo un papel fundamental. En este sentido, Palomino (2007) indicaba que éste es el camino para dejar de "pensar a destiempo la realidad social", incorporando los elementos característicos de cada periodo, y no permanecer atado a esquemas interpretativos que fueron pensados para otras décadas. En particular, retomar la centralidad del rol del trabajo por sobre la idea de libre mercado (Novick, 2006) constituye un eje clave para pensar las transformaciones de la estructura y movilidad social. A partir de los resultados de este trabajo, hemos observado que una parte importante de la población ha visto mejorar sus condiciones de vida, no sólo ascendiendo de manera consistente sino también mejorando su posición en relación al mercado de trabajo, aunque en términos de clase reproduzcan su posición de origen.

Referencias

1 Para información acerca de los integrantes, producciones y proyectos del grupo "Desigualdad y Movilidad Social" del Instituto de Investigaciones Gino Germani, consultar: http://estructuraymovilidadsocial.sociales.uba.ar/

2 Anteriormente a estos autores, pero en la misma sintonía, Lenski (1954) contrapone la visión unidimensional según la cual los individuos se agrupan en función de una sola posición jerárquica con la idea de que existen distintas posiciones en diversas jerarquías verticales que, incluso, no suelen correlacionarse entre sí. Para poder analizarlo, el autor propone pensar en una dimensión horizontal a la que llama "consistencia", en base a la cual se pueden comparar las posiciones ocupadas en las distintas jerarquías. Para esto, utiliza dos variables: el status social para el cual define cuatro jerarquías (ingreso, educación, ocupación y etnia), y la cristalización del status, en base a la cual asigna puntajes para todas las jerarquías con una misma escala a los fines comparativos.

3 Esta manera de "conceptualizar" a la clase media no es realizada desde una perspectiva de clase. En este artículo adherimos a este último tipo de abordaje, solamente utilizamos la perspectiva que sostienen estos autores con el objeto de repasar los antecedentes que dan marco a nuestro problema.

4 La delimitación de los ingresos se realizó en base a la distribución de los ingresos de los principales proveedores del hogar. En el caso de la clase media "consistente" es equivalente a 4 líneas de pobreza como límite inferior y el valor del percentil 95 de la distribución como límite superior.

5 La base de datos ha sido suministrada por el Prof. Raúl Jorrat, a quien agradecemos por su amabilidad y colaboración.

6 Si bien es cierto que el período de madurez ocupacional debería considerarse a partir de los 30 y/o 35 años, para este trabajo, debido a la cantidad de casos con la que se cuenta en la encuesta, se ha decidido partir de un límite inferior de 25 años. Para tomar esta decisión se han hecho pruebas sobre los resultados a obtener, y no presentaron variaciones. En trabajos anteriores se tomaron decisiones en el mismo sentido (Pla, 2013).

7 Las tablas de movilidad también permiten comparar percepciones de clase, nivel educativo, etc. de origen y de destino del encuestado.

8 Este esquema fue diseñado originalmente por de Ípola y Torrado (1976). Los autores desarrollaron un esquema teórico basado en la noción de división social del trabajo en la sociedad capitalista latinoamericana. Distinguen relaciones de explotación concebidas como relaciones de producción determinantes que configuran a las clases sociales y, a su vez, relaciones de producción determinadas, en particular de propiedad, de posesión, de control técnico y de detentación, que dan lugar a las capas sociales (Sembler, 2006).

9 Para un abordaje completo sobre la problemática de la marginalidad ver Cortés (2002); Salvia (2007). Para un abordaje específico desde la perspectiva de la estratificación social ver Faletto (1993).

10 Automáticamente quedan fuera de esta categoría los empleadores.

11 Este concepto es medido a partir de una pregunta específica en la encuesta: "¿diría usted que su trabajo principal es/era estable?"

12 Una de las razones por la cual se toma dicha decisión metodológica es porque no es posible reconstruir la condición de la inserción laboral de la totalidad de los PSHO, debido a que no se relevó para éstos la "estabilidad laboral", impidiendo caracterizar así a los trabajadores cuenta propia.

13 Debido a que no se trabaja con cohortes de edades, no puede inferirse que el tamaño de la clase de origen represente a la estructura de clases de un determinado período.

14 41% y 33,9% de individuos que provienen de clase media-alta experimentan, respectivamente, movimientos de reproducción regular o de descenso contradictorio. Por su parte, 38%, 8,5% y 31% de individuos que provienen de la clase media presentan, respectivamente, movimientos ascendentes consistentes, de reproducción regular o de descenso contradictorio.

15 La existencia de un relativo cierre social (Parkin, 1984) y de una zona de amortiguamiento (Erikson y Goldhtorpe, 1992) se han postulado como dos de las más importantes hipótesis sobre los patrones de movilidad a nivel mundial. La primera remite a que la clase alta recluta a la gran mayoría de sus miembros internamente o de estratos cercanos (lo que implica una movilidad de corto alcance). La segunda, refiere a una zona de amortiguamiento que divide las posiciones obreras de las medias y que se traduce en una dificultad para cruzar dicho límite, es decir, para experimentar movilidad de largo alcance tanto ascendente como descendente.

16 De los 669 casos que experimentaron movilidad ascendente, 519 la han experimentado en forma consistente.

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Recibido: 20/04/2015.
Aceptado: 31/12/2015.

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