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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.36 Rosario dic. 2018

 

RESEñAS

Libro: Geopolítica y geoeconomía en el proceso globalizador
Rita Giacalone
Acontecer Mundial, Fondo Editorial Universidad Cooperativa de Colombia, 2016 (208 pp.).

 

Amalia Stuhldreher

Profesora de la Universidad de la República, Uruguay. E-mail: astuhldreher@hotmail.com

El libro Geopolítica y geoeconomía en el proceso globalizador de Rita Giacalone (Universidad de los Andes, Venezuela) representa una contribución relevante para la comprensión de las dinámicas mundiales contemporáneas, en el cual la interpretación parte de la historia económica como forma de análisis del actual contexto de globalización avanzada. Aunque el trabajo toma en cuenta discusiones teóricas de la disciplina de las relaciones internacionales o la economía política, se trata de una obra cuya claridad y estructura permite un acercamiento a las temáticas planteadas también a un público no especializado interesado en ahondar en la comprensión de las problemáticas globales actuales y su eventual proyección a futuro.
El foco del análisis está dado por la interrelación que plantea la autora entre geopolítica y geoeconomía en el devenir del sistema internacional moderno desarrollado a partir de la Paz de Westaflia (1648), permitiendo esbozar elementos de ese binomio presentes en la actualidad. En particular, el libro sistematiza con claridad los factores cruciales de los cinco períodos que aborda y focaliza la interacción entre los intereses de los Estados y otros actores característicos de las diferentes etapas que abarca la periodización sugerida por la autora. En ese sentido, representa un esfuerzo significativo la integración de realidades históricas diversas sin forzar la especificidad de los procesos en esquemas interpretativos estrechos. Por el contrario, se busca aquí discutir el proceso globalizador, planteando su interrelación con los debates económicos y con la evolución tecnológica propios de las fases analizadas.
Desde el punto de vista teórico-conceptual, el trabajo toma en cuenta el marco interpretativo de la teoría del juego evolutivo, utilizada por autores como Stephen Krasner (2000), Sugden (1989) o Aski (2002): se entiende aquí que los actores del juego internacional son racionales pero miopes, ya que no poseen un conocimiento común sobre el juego que están jugando y proceden según el método de prueba y error (Krasner, 2000: 34). Según esta visión, con el devenir del tiempo, los actores seleccionan aquellas estrategias que les permiten alcanzar los mejores resultados. Esto hace que otros actores puedan imitar dichas estrategias (Sugden, 1989: 90; Aski: 2002). La pregunta central que guía esos abordajes es si existen jugadores que tienen incentivos o capacidades para desarrollar nuevas instituciones que podrían suplantar la soberanía estatal, dado que los arreglos institucionales vigentes no tenderán a colapsar, sino que tenderán a predominar los elementos propios del statu quo.    
De acuerdo con su título, el libro busca iluminar el devenir histórico del proceso globalizador desde el análisis del binomio de la geopolítica y la geoeconomía. En ese contexto, la geopolítica se entiende como disciplina que no se limita a estudiar la división del mundo en Estados y sus respectivas capacidades materiales (poderío militar, población, territorio, recursos naturales), sino que también refiere a las estrategias de los gobiernos, sus condicionantes e impactos en las relaciones interestatales. Por su parte, la geoeconomía se diferencia de la geografía económica, ya que no sólo se ocupa de las capacidades y recursos económicos de cada Estado, sino que también explicita las preferencias por modelos de desarrollo, articulación de intereses con otros Estados y los conflictos que ellos generan.
Desde el punto de vista conceptual, la autora señala la complejidad del proceso globalizador y sus implicancias, en el que el único consenso existente refiere a su impacto en el desarrollo del sistema internacional. Pese a que las dificultades conceptuales que marcan la construcción teórica en torno a la globalización han surgido diversos abordajes que abarcan momentos históricos asociados al capitalismo, de cuya evaluación también se derivan valoraciones respecto al proceso de globalización como tal. La autora postula una visión según la cual la globalización no representa un concepto monolítico e indiferenciado, sino que constituye una compleja agregación de fenómenos con consecuencias estratégicas, políticas, culturales y sociales, que a su vez pueden ser afectados por dichos factores. Se evita así una interpretación del fenómeno en términos dicotómicos (positivo o negativo), que debe ser promovido o detenido. Por el contrario, lo que se remarca es la necesidad de que el proceso redunde en pos de los intereses específicos del ámbito local, nacional y regional (Tonelson, 1997).
Asimismo, esta visión dinámica del mundo como inmerso en el proceso de globalización (antes que como un sistema globalizado), permite una mirada diferenciada y por ende más asertiva de los distintos momentos históricos, escapando de esa forma a la estrechez de algunos abordajes teóricos elaborados para contextos históricos determinados.
Después de la Introducción, de corte conceptual, el primer capítulo del libro tematiza la estructuración del sistema internacional moderno, donde el análisis desde el punto de vista de la geopolítica parte de la Paz de Westfalia (1648), con la consiguiente instauración del sistema internacional moderno, regido por los principios de la soberanía estatal sobre un territorio geográfico determinado, la igualdad formal entre los Estados y la no intervención en los asuntos internos de otro Estado. A partir de ellos se analizan los factores geopolíticos y geoeconómicos propios de la modernidad, considerando al siglo XV como punto de inflexión histórica, momento en el que se inicia la integración del mundo en un solo sistema político mundial, creando las bases para el proceso globalizador actual. 
Si bien Westfalia no representó el fin de las guerras y los conflictos, los enfocó en factores geopolíticos y geoeconómicos distintos a los de etapas previas. La impronta del imperialismo y el mercantilismo asociado se convertirían en rasgos esenciales de la competencia por el territorio y el comercio (donde resultaría esencial el control del espacio marítimo), a lo que se suman los movimientos migratorios. Fue el imperio español, con el descubrimiento de América, el que encarnó con mayor claridad la unificación imperial y el ideal geoeconómico de los mercantilistas en el siglo XVII, antes de ser suplantado por Inglaterra. En términos geopolíticos, el resultado de estos procesos a partir de Westfalia fue un sistema internacional en el cual los Estados se constituyen en los actores por excelencia, que se extendió fuera de Europa, reforzando rasgos como la soberanía, con el control exclusivo sobre un territorio y con el legítimo monopolio de la fuerza para mantenerlo. El concepto de interés nacional actuaría como guía de su accionar más allá de las fronteras.
En el segundo capítulo del libro se analizan factores geopolíticos y geoeconómicos de poder mundial a partir de la Revolución Industrial, con las nuevas tecnologías y las nuevas ideas económicas, que se habían visto favorecidos en forma previa por la denominada protoindustria en Inglaterra desde el siglo XVII. A partir de un nuevo reconocimiento social de la actividad intelectual, en particular los cambios tecnológicos determinaron una drástica transformación de los sistemas productivos, de las relaciones sociales, las formas de gobierno, así como las comunicaciones y transportes. Asimismo, dichas transformaciones sumaron nuevos factores geopolíticos y geoeconómicos para los gobiernos europeos. Por otra parte, Giacalone señala que las transformaciones mencionadas no pueden abstraerse de las nuevas ideas respecto a la propiedad, así como a la relación entre Estado y economía, corporizadas por las contribuciones de Adam Smith, de cuyas ideas surgiría el liberalismo, base teórica del capitalismo. Por otra parte, la respuesta dialéctica en los trabajos de Karl Marx representa una de las interpretaciones más conocidas de la Revolución Industrial, con derivaciones en el debate posterior que reconocen aportes como los de Dobb (1946; 1976) y Sweezy (1950). Una mención aparte merece la interpretación del neoinstitucionalismo, en particular los aportes de Douglas North (1981).
Más allá de eso, la autora aborda las consecuencias geopolíticas y geoeconómicas de la Revolución Industrial, con la expansión del comercio internacional a través del sistema colonial de las naciones europeas, con Inglaterra a la cabeza. Por su parte, el proceso de independencia de las colonias inglesas y españolas durante los siglos XVIII y XIX es interpretado por la autora como el resultado del interés geoeconómico europeo por construir una única economía mundial apoyada en el capitalismo industrial. Para los países de América latina el resultado fue que tras lograr la independencia, se integraron al sistema europeo: ya no estarían bajo el control político español, sino que se incorporarían a través del capitalismo industrial inglés. El sistema colonial se desplazaría ahora hacia nuevos territorios (Oriente y reparto de áfrica), con potencias imperiales que apelarían a la negociación diplomática y a los acuerdos comerciales interestatales. Las interpretaciones sobre las motivaciones para esa reactivación colonial imperialista varían (Granados Erzo, 2010), donde jugarían factores como la geopolítica, el nacionalismo económico o la teoría de la globalización.
El tercer capítulo del trabajo aborda el siglo XX en lo que hace a la transición entre el balance de poder europeo a las dos guerras mundiales y al sistema bipolar. Como postula Giacalone, ya a principios del siglo XX el mundo se había transformado en un territorio "políticamente apropiado", donde ya no existía la válvula de nuevos territorios a ser colonizados, lo que alteraba la dinámica que había permitido ordenar las relaciones entre Estados del sistema internacional. Así, factores geopolíticos y geoeconómicos condujeron a la Primera Guerra, que redibujó el mapa de Europa y sus colonias, moviendo el eje del poder mundial a Estados Unidos (Stevenson, 2004), donde se viviría un período de estabilidad y crecimiento que terminaría en una burbuja especulativa y con el crack de 1929. La respuesta keynesiana del New Deal apuntó a incrementar la demanda mientras la economía recuperaba su equilibrio. Por su parte, la Unión Soviética apuntó a la economía planificada por un lado y por otro al objetivo geopolítico que priorizó la seguridad aún a través de un pacto de no agresión con Hitler, que se quebraría con el expansionismo nazi y con un conflicto de alcance global.
Más allá de los impactos diferenciales en las economías de los países implicados, los acuerdos de pos-guerra tuvieron implicancias a nivel geopolítico, ya que son equiparables a la Paz de Westfalia y al Congreso de Viena (1815) por los cambios que implicaron para el funcionamiento del sistema internacional, con un nuevo orden mundial con una institucionalidad (ONU, GATT, FMI, etc.), que se vería marcado por la Guerra Fría y la bipolaridad. Aunque las que siguieron fueron décadas signadas por el "equilibrio del terror" de la amenaza nuclear, la autora señala que esos tiempos no constituyeron una unidad monolítica, con períodos de "distensión": mientras se sucedían conflictos en el Medio Oriente, Asia y áfrica, por su parte Europa lograba reorganizarse en torno de un proyecto integrador. Paralelamente surgían nuevos actores económicos en el sistema internacional, como las empresas transnacionales (TNC), que se beneficiaron de la economía de paz desarrollando nuevas tecnologías y nuevas formas de automatización del trabajo que permitieron la automatización de la producción en masa. En particular Estados Unidos se convertiría en una suerte de paradigma de la sociedad de consumo moderna. A nivel del sistema internacional, las TNC promueven en buena parte el proceso globalizador, a través del comercio internacional, la inversión extranjera directa (IED) y la transferencia de tecnología (Kleinert, 2001). Llegado prácticamente el fin del siglo XX, la implosión de la Unión Soviética desemboca en un sistema internacional en el cual Estados Unidos, con sus intervenciones, se desplazaría del multilateralismo al unilateralismo.
El cuarto capítulo focaliza el inicio del siglo XXI, con el tránsito del unilateralismo a la multipolaridad y al regionalismo. Tras la caída del muro de Berlín (1989) y la finalización de la geopolítica de la Guerra Fría, Estados Unidos plantea un Nuevo Orden Mundial que propugnaría la libertad y la democracia a todo el mundo (unilateralismo), mientras volvía a ubicarse junto con la Unión Europea como motor de la economía global. Sin embargo, factores como el reposicionamiento de las potencias emergentes como los BRICS (en particular China) afectan la reconfiguración mundial. En términos de multipolaridad, se suman complejos regionales con diferentes posibilidades de proyección geoeconómica, que generan interrogantes respecto a su capacidad de permanencia y su función en el proceso globalizador, ya que el regionalismo no cumple en todos ellos el mismo rol. De allí es que se plantee la pregunta respecto a su fortalecimiento o debilitamiento en el nuevo contexto. Frente a la posibilidad de un "multilateralismo regional" (Mylonas y Yorulmazlar, 2012), también surgen la pregunta si la multipolaridad generará fuerzas centrífugas en las regiones, debido a que la emergencia de nuevos actores globales determinará cambios en el análisis de costo-beneficio de los pequeños Estados ("multipolaridad descentralizada", Garzón, 2015).
Consecuentemente, volviendo al hilo conductor del libro, se plantea la pregunta respecto a si las cuestiones actuales de geopolítica y geoeconomía son reflejo de los intereses de los Estados que nacieron en Westfalia, en un contexto en el cual el rol del regionalismo cambió tras la Guerra Fría. Evidentemente la respuesta no es unívoca, por lo que es necesario identificar cuál es la entidad que prevalece: aunque el Estado-nación tenga todavía vigencia en el futuro cercano, la transformación no puede soslayarse al perder exclusividad  y poder como actor del proceso globalizador.
Finalmente, en su quinto y último capítulo el trabajo profundiza la organización geopolítica y los escenarios del proceso globalizador, diferenciando por regiones. Allí el mundo islámico y las subregiones del Cáucaso y el Océano índico constituyen los escenarios con mayor probabilidad de enfrentar guerras regionales o locales, que pueden desencadenar enfrentamientos globales. La autora postula aquí que desde el punto de vista geopolítico, en el siglo XXI las regiones representan "sistemas abiertos" con diversas relaciones económicas y políticas con el sistema global, otras regiones y otros Estados: en definitiva el juego interestatal sigue vigente, aunque el proceso globalizador haya determinado cambios en el carácter del juego y sus (nuevos) actores con sus propios proyectos geopolíticos y geoeconómicos.
Retomando las herramientas teórico-conceptuales iniciales, Giacalone concluye que aunque el juego se haya tornado más rápido, los actores siguen siendo miopes, a lo que se suma una mayor incertidumbre en torno a las reglas y resultados deseables del juego, que se ha complejizado. Pero según su visión, la conciencia de la conflictividad latente podría engendrar también su eventual prevención, ya que el proceso globalizador promovería la circulación y adaptación de ideas aplicadas en otros contextos históricos.  
Para finalizar, cabe señalar que el trabajo de Giacalone representa un claro ejemplo de cómo el análisis histórico riguroso puede efectuar claros aportes a la comprensión diferenciada de las diferentes etapas de procesos complejos como la globalización avanzada, a la vez que permite una consideración asertiva de los desafíos contemporáneos y futuros, así como de eventuales estrategias para su abordaje y resolución. En tiempos globales marcados por la incertidumbre y el cuestionamiento a categorías tales como los sistemas democráticos de  los Estados-nación o procesos de integración que se habían considerado exitosos en términos de reaseguro de la paz y la prosperidad como el caso europeo, este trabajo proporciona claves de análisis de la complejidad geopolítica y geoeconómica del sistema internacional actual. En ese sentido, la lectura de este libro propicia una comprensión cabal de eventuales espacios de acción que eviten que los conflictos latentes se diriman por las armas. Para los lectores latinoamericanos este trabajo constituye una bienvenida contribución a la comprensión de las dinámicas globales en las que también se ve inserta la región, lo que permite deducir espacios e implicancias para las acciones futuras de sus actores, ya sean de naturaleza estatal o no.   

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