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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.37 Rosario jun. 2019

 

ARTÍCULOS

De liberales y desarrollistas: el Herald y Clarín frente a la política económica de Martínez de Hoz (1976-1981)

Of liberals and desarrollistas: the Herald and Clarín against the economic policy of Martínez de Hoz (1976-1981)

 

Marcelo Borrelli

Marcelo Borrelli es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: marcebor@yahoo.com


María Sol Porta

María Sol Porta es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: solporta@gmail.com


resumen

La última dictadura militar argentina iniciada el 24 de marzo de 1976 tuvo un objetivo refundacional con dos grandes pilares: la represión clandestina y la política económica encarada por el ministro José Martínez de Hoz en el periodo 1976-1981. Esta última fue concitando diversos rechazos y apoyos de parte de los principales actores políticos del momento, y la prensa escrita fue un espacio de particular debate sobre la economía nacional. En este sentido, es que en este artículo realizamos un análisis que contrasta la posición editorial de los periódicos The Buenos Aires Herald y Clarín frente a la política económica de Martínez de Hoz, teniendo en cuenta que ambos matutinos representaron dos posiciones divergentes que discutían entre sí: la liberal en el caso del Herald y la desarrollista en el caso de Clarín.

palabras clave: Herald; Clarín; Prensa argentina; Dictadura militar argentina; Martínez de Hoz

summary

The last Argentine military dictatorship started on March 24, 1976 had a refoundational objective with two main pillars: the clandestine repression and the economic policy faced by the minister José Martínez de Hoz in the period 1976-1981. The latter was attracting various rejections and support from the main political actors of the moment, and the written press was a space of particular debate on the national economy. In this sense, it is that in this article we conducted an analysis that contrasts the editorial position of The Buenos Aires Herald and Clarín newspapers against the economic policy of Martínez de Hoz, taking into account that both morning papers represented two divergent positions that discussed each other: the liberal in the case of the Herald and the desarrollista in the case of Clarín.

keywords: Herald; Clarín; Argentine press; Argentine military dictatorship; Martínez de Hoz


Introducción

En este artículo nos proponemos comparar las posiciones editoriales de los matutinos Clarín y The Buenos Aires Herald en relación con la política económica de la última dictadura militar durante el ministerio de José Alfredo Martínez de Hoz (1976-1981). Ambos diarios ofrecieron un consenso expectante ante el nuevo gobierno militar e hicieron de su política económica un objeto de análisis constante en sus editoriales.
Como ha sido señalado por diversos estudios históricos1 la última dictadura militar argentina (1976-1983) se propuso "refundar” la sociedad y la política locales, para lo cual llevó adelante un programa clandestino de represión contra los miembros de organizaciones políticas armadas, sectores gremiales combativos, obreros, estudiantes y opositores políticos. A su vez, intentó plasmar una serie de modificaciones radicales en el ámbito económico a través de las políticas de su primer ministro de Economía, que tendrá como uno de sus ejes centrales la valorización financiera en desmedro del sector industrial. De todos modos, a pesar del poder con el que contaron los militares para llevar adelante este programa, desde el propio seno de las Fuerzas Armadas surgieron fuertes resistencias a los planes de Martínez de Hoz, lo que en parte imposibilitó el cumplimiento cabal de los objetivos iniciales. Al unísono, la oposición de los sectores económicos afectados por esta política, y las objeciones de los dirigentes partidarios o la Iglesia Católica que retomaban sus quejas, pondrán bajo discusión permanente las decisiones económicas del gobierno.
A lo largo de los cinco años que duró la gestión ministerial, que contó con el apoyo crucial del presidente de facto, el general Jorge Videla, tanto Clarín como el Herald mantuvieron una atención constante sobre los pormenores de la política económica. Su posicionamiento en tanto actores políticos fue consecuencia de la interacción de dos elementos: por un lado, las decisiones de política económica y sus consecuencias; por otro, la expectativa acerca del rol que debía cumplir la dictadura como agente de cambio en la economía argentina, punto sobre el cual los discursos de ambos diarios evidenciaron fuertes diferencias que provenían de su adscripción a posiciones muy disímiles en relación con la economía y el rol del Estado en ella.

El periódico como actor político y su voz editorial

Para el desarrollo de la investigación partimos de la idea de que las publicaciones periódicas son vehículos activos destinados a la conformación de espacios sociales, la construcción de públicos, la legitimación de corrientes de opinión y la influencia concreta en las decisiones políticas y de interés público. Por eso es que entendemos al diario como un actor político cuya esfera distintiva dentro del sistema político es la de influir en la toma de decisiones colectivas, y cuya configuración institucional se realiza en torno al poder político y al poder económico (Borrat, 1989).
En relación con la sección editorial, objeto específico de nuestro estudio, ésta es definida como la forma de periodismo de opinión e interpretación por medio de la cual se expresa el punto de vista personal de quien dirige un diario, o de la empresa a través de un equipo de editorialistas especializados en los distintos campos de la realidad (Castelli, 1991: 193). Es allí donde se resume la posición institucional de un medio de prensa y se sistematiza explícitamente su línea política e ideológica (Borrat, 1989: 33; Sidicaro, 1993: 9). Por su particularidad, el editorial está destinado a ejercer una influencia decisiva sobre ciertos sectores del público. En principio, sobre aquellos sectores que Price (1994) denomina público atentoy, principalmente, sobre elpúblico activo y la elite política.2  Su relevancia reside en la posibilidad que a través suyo tiene un medio de prensa de influir e intervenir en la vida social y, potencialmente, de transformarla (Díaz, 2002: 33).

Clarín y el Herald, una mirada en espejo

El diario Clarín lanzó su primer número el 28 de agosto de 1945. Su fundador fue Roberto J. Noble, un político conservador que decidió incursionar en el mundo periodístico y dirigió el diario hasta el día de su fallecimiento, el 12 de enero de 1969. Luego su viuda, Ernestina Herrera de Noble, se hizo cargo de su dirección hasta su fallecimiento en junio de 2017. Desde la década del sesenta el matutino se posicionó en el mercado periodístico como un referente clave de la clase media de los principales centros urbanos de la Argentina, en particular de su capital, Buenos Aires. Durante el periodo 1976-1983 fue el diario con mayor tirada en la Capital Federal y, además de ser el líder indiscutido en la publicación de los avisos clasificados, alcanzó una amplia influencia en la opinión pública nacional.3 Su posición se consolidó aun más durante la etapa democrática iniciada a fines de 1983; en efecto, en la actualidad es el principal grupo de medios de Argentina ‒por la cantidad de medios en su poder, por la alta rentabilidad comercial y por la cantidad de público que sigue a los medios del grupo‒ y ha extendido su participación empresarial a otros sectores productivos y financieros no directamente ligados a la comunicación (Borrelli, 2016b, Mochkofsky, 2011; Ramos, 1993; Sivak, 2013; 2015).
Hacia finales de la década de 1950, y hasta inicios de la década de 1980, Clarín abrazó el ideario político del desarrollismo argentino encabezado por el dirigente Rogelio Frigerio y el ex presidente Arturo Frondizi (periodo 1958-1962). Hacia 1970 esta vinculación se concretó en una alianza ideológica, política y financiera con el partido que aglutinaba al pensamiento desarrollista nacional, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). El vínculo se expresó en el pensamiento editorial del matutino y en la participación de hombres del desarrollismo en la redacción de Clarín, quienes trabajaron ejerciendo un verdadero "control ideológico” de su línea editorial.
Para Clarín y el desarrollismo la economía era la base de la cual dependían todos los demás niveles de la vida social argentina. Sin dar el "gran salto” del subdesarrollo hacia el desarrollo no podrían resolverse los acuciantes problemas nacionales. La demanda era planteada en términos radicales, en tanto el país debía regenerarse a sí mismo a través de la "solución desarrollista”: afianzar la sustitución de importaciones, profundizar la tecnificación del campo y la integración agroindustrial, integrar productivamente el país, modernizar la producción energética, consolidar el capital interno y estimular la llegada del capital externo, impulsar la inversión y las "industrias de base” ‒siderurgia, petroquímica, papelera, etc.‒, afianzar la alianza de clases entre capital y trabajo para el progreso y la grandeza nacional, entre sus propuestas más relevantes (Acuña, 1984; Morando, 2013; Nosiglia, 1983; Sikkink, 2009). Lo importante para los desarrollistas era que estas propuestas se llevaran a cabo, poniendo en segundo plano el tipo de gobierno que las implementara.
Dentro del escenario económico argentino, el desarrollismo pretendía alejarse tanto del "populismo” como del liberalismo. El primero, porque propiciaba una distribución del ingreso a favor de los sectores populares sin ocuparse por ampliar la capacidad productiva, lo cual determinaba su fracaso. El segundo, porque con sus planes de ajuste intentaba restringir el consumo para reactivar la economía sin ocuparse tampoco de la cuestión de fondo que era la estructura productiva.
Para llevar adelante semejante transformación se requería la acción concertada y solidaria de todos los sectores sociales, y esta unidad no debía ser puesta en peligro por la lógica confrontativa de los partidos políticos. En particular, la Iglesia y las Fuerzas Armadas Argentinas eran sumamente valoradas por ser los representantes por antonomasia de la identidad nacional. En este sentido, el desarrollismo supo cultivar vínculos abiertos con los sectores castrenses "nacionalistas” e "industrialistas”, en particular del Ejército.
El Buenos Aires Herald (BAH), al que sus lectores y periodistas llamaban simplemente el Herald ‒y que dejó de editarse durante el año 2017, bajo el control del grupo local AmFim‒ empezó a publicarse el 15 de septiembre de 1876, como un semanario, bajo el nombre de Buenos Ayres Herald. Por entonces, la comunidad angloargentina era reducida en comparación con otras, pero por lo general próspera e influyente, en un contexto de estrecha relación entre el país y Gran Bretaña debido a la gran cantidad de inversiones británicas, tratados bilaterales y acuerdos de comercio. Lo dirigía William T. Cathcart, proveniente de una colonia escocesa afincada en tierras de Montegrande, provincia de Buenos Aires. Estaba escrito en inglés, a excepción de algunos avisos y del editorial, que presentaba una versión en inglés y otra en castellano.
A lo largo de su centenaria historia, el Herald tuvo distintos dueños hasta que en 1925 pasó a manos de los hermanos Junius Julius y Claude Ronald Rugeroni, quienes por entonces eran propietarios del periódico The Times of Argentina. En 1968, el grupo Evening Post Publishing Company de Estados Unidos compró una porción mayoritaria de las acciones. Ésta sería la composición accionaria del medio durante el período 1976-1981 que consideramos aquí.
Con la compra, fue ratificado como director/editor el periodista inglés Robert Cox, quien ejercía ese cargo desde 1968. En parte por la impronta de su conductor, y en parte porque el contexto político vertiginoso de las décadas del sesenta y setenta así lo exigía, el diario fue ampliando de a poco su perspectiva, antiguamente centrada en la pequeña colectividad en la que había nacido, para incluir temas de la realidad argentina. Así, pasó a ser un medio de referencia e información no sólo para la comunidad británica4, sino para la comunidad angloparlante en general. Esto incluía a un sector reducido pero influyente de ejecutivos extranjeros que habían llegado al país con la instalación de sucursales de compañías trasnacionales durante la segunda etapa sustitutiva de importaciones, en los años sesenta. Tenía una tirada mucho menor que la de Clarín; desde fines de los 60 y durante los 70, el rango estimado se encontraba entre los 17.000 y los 35.000 ejemplares.5 Sin embargo era, como indica Díaz (2002: 217), una fuente de información sobre la actualidad argentina en medios internacionales y, en el plano nacional, un diario cuyo público incluía, además de empresarios, a "diplomáticos […], políticos e intelectuales”, es decir, a sectores que tenían influencia sobre la toma de decisiones públicas. También era un medio valorado por sus colegas, y sus reflexiones editoriales solían ser retomadas como fuente de autoridad por diarios o revistas políticas.
En términos ideológicos, se identificaba con lo que aquí llamaremos un "liberalismo puro” o "anglosajón”, centrado en la defensa del libre mercado ‒con particular rechazo al intervencionismo estatal en la economía‒ pero con particular preocupación por el resguardo de las prácticas e instituciones de la democracia liberal.6 Desde esta perspectiva, mantenía una posición profundamente crítica respecto del peronismo ‒por lo que consideraba sus tendencias autoritarias que atribuía a su líder Juan Domingo Perón‒ y, en general, un rechazo constante hacia cualquier tipo de práctica política o medida económica a la que identificara como "populista”. Al mismo tiempo, se autoproclamaba un diario "de centro” y esta supuesta equidistancia de los "extremos” de izquierda y derecha que tensionaban la vida política argentina, no sólo constituiría una definición ideológica sino también un recurso argumentativo con el que pretendió convalidar sus posiciones.

Clarín y el Herald durante la gestión económica de Martínez de Hoz (1976-1981)

Un "consenso expectante”: la posición frente al golpe de Estado y las nuevas autoridades económicas.

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 fue recibido con un consenso expectante por parte de los diarios (Borrelli, 2016b; Díaz, 2002; Porta, 2010). Ambos lo interpretaron como una acción "inevitable” de las Fuerzas Armadas ante un gobierno peronista que había dejado un "vacío de poder” y se había desintegrado por su propio fracaso (BAH, 24/3/1976; Clarín, 24/3/1976, 25/3/1976). En cambio, en el terreno económico, las coincidencias irán dejando paso a posiciones disímiles.
El 2 de abril de 1976, el nuevo ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz7, anunció por cadena nacional de radio y televisión sus primeras medidas consistentes en un programa clásico de "estabilización”. Los grandes objetivos incluían la reformulación del rol estatal al consagrar el principio de "subsidiariedad” -que implicaba la intención de privatizar empresas estatales-, el "redimensionamiento” estatal para reducir el "gasto improductivo” y el déficit fiscal ‒que según el ministro eran los principales responsables de la emisión monetaria y la consecuente inflación8‒, la preservación de la "libre competencia” y el aprovechamiento de las "ventajas comparativas” del país. Algunas de sus medidas concretas fueron un congelamiento salarial por tres meses ‒con fuerte perjuicio para los trabajadores que perdieron un 40% de su salario real (Novaro y Palermo, 2003: 62)‒, la fijación de un nuevo régimen cambiario, la devaluación de la moneda y la disminución gradual de los derechos de exportación de productos agropecuarios. El ministro aseguró que se trataba de un programa que tenía como finalidad la implantación de una economía de "producción” en reemplazo de una economía de "especulación” (Clarín, 3/4/1976: 2-3; Palacio Deheza, 1981: 346-384).
La designación de Martínez de Hoz fue un evidente signo desalentador para la perspectiva ideológica del desarrollismo que representaba Clarín, que fue expuesto tempranamente y sin titubeos por el propio MID en un comunicado público dado a conocer el 19 de abril de 1976 (MID, 1981: 12-16). Sin embargo, la palabra institucional del matutino fue más cautelosa. Si bien no realizó un análisis pormenorizado del discurso del 2 de abril, sí entendió que las medidas de ajuste que de él se desprendían eran un "sacrificio” inevitable frente a los desmanejos "populistas” del gobierno peronista (Clarín, 3/4/1976).9 Lo que sí dejó en claro desde un primer momento es que su adhesión permanente al autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional” estaría condicionada a la implementación de lo que hemos denominado como la "solución desarrollista”. Por eso, dos días después del golpe de Estado, lo advertía implícitamente al afirmar que aunque se estaba frente a "la hora del acierto” se hacía indispensable "no equivocar esta vez el diagnóstico y proceder a erradicar, de una vez por todas, las trabas que afectan nuestro crecimiento y los vicios que minan la voluntad de avance de la Nación” (Clarín, 26/3/1976).
A diferencia de Clarín, el Herald se expresó abiertamente esperanzado con respecto a las nuevas autoridades económicas y sus planes. En principio, por el franco contraste con la etapa peronista que para el Herald se había caracterizado por su exceso de "estatismo” económico, en el marco de un proceso de "demagogia populista” que de no frenarse llevaría a la Argentina "rumbo al desastre” (Porta, 2010). En ese marco, la figura de Martínez de Hoz fue particularmente ensalzada(BAH, 31/3/1976) y el anuncio de su plan económico generó una gran expectativa. Al día siguiente de conocidas las nuevas medidas, ya desde el título del editorial ‒"Dr. Martínez de Hoz: Firme paso adelante”‒ se anticipaba un estilo editorial apologético10 (BAH, 3/4/1976). Más que un análisis pormenorizado de las medidas anunciadas, lo que el diario en inglés ofreció a sus lectores fue un voto de confianza centrado en la persona del funcionario, con un optimismo que se extendía también al nuevo gobierno. De modo que parafraseaba a Martínez de Hoz para confirmar que la política y las medidas informadas eran "sanas y razonables” en tanto contribuirían a "devolver la confianza” (BAH, 3/4/1976). Y concluía: "Es un momento muy especial cuando un discurso tan largamente esperado, colma las expectativas. Eso, precisamente, fue lo que ocurrió anoche”.

Política económica y plan represivo. Los primeros meses de la dictadura

Durante los primeros tiempos de la gestión económica, Clarín privilegió su apoyo al gobierno por sobre la desconfianza que le provocaba el nuevo ministro: en sus editoriales tendió a destacar positivamente la descompresión de la situación crítica anterior y el "ordenamiento” que se estaba realizando en la macroeconomía nacional. Incluso, elogió algunas medidas puntuales de las nuevas autoridades económicas11 y expresó cierta coincidencia con algunos conceptos vertidos por el ministro. Principalmente, se manifestó de acuerdo con los objetivos de "racionalización” estatal propuestos por Martínez de Hoz, que incluían la reducción del gasto público, el achicamiento de la planta de empleados, la mejor asignación de los recursos y la privatización de empresas estatales (Clarín, 30/3/1976,4/4/1976, 26/4/1976).12
Junto con esta inicial mirada contemplativa en el ámbito económico, el matutino defendió a ultranza la legitimidad de la "lucha antisubversiva” y el rol protagónico que tenían en ella las Fuerzas Armadas, condenó duramente los atentados o crímenes que se adjudicó la guerrilla durante los primeros tiempos de la dictadura y rechazó con vehemencia las denuncias internacionales que sindicaban al propio gobierno militar como el principal responsable sobre los actos criminales vinculados a la represión.13
Esta moderación inicial de parte del diario puede atribuirse tanto a la necesidad de la empresa periodística por mantener buenas relaciones con un gobierno que daba sus primeros pasos con un importante consenso14, como a que, en el campo económico, los objetivos de largo plazo de Martínez de Hoz, vinculados a la valorización financiera y a la apertura comercial, aún no estaban abiertamente expuestos.
La preocupación en Clarín sobre el rumbo económico se hará más explícita en algunos editoriales puntuales a partir de septiembre de 1976. En parte, este giro hacia posiciones más críticas puede ligarse a la declaración pública que el MID diera a conocer a principios de septiembre, objetando minuciosamente la orientación económica del Palacio de Hacienda (MID, 1981: 22-23).15 El matutino se mostrará preocupado por la "tendencia” ascendente de la inflación y el déficit fiscal (Clarín, 30/9/1976), por la "gravedad de la contracción económica” (Clarín, 13/10/1976) y alertará sobre la "preocupación colectiva” que había por la situación de la economía (Clarín, 16/10/1976). Además, comenzó a hacer hincapié en la contradicción entre los objetivos declamados por parte del equipo económico y la práctica concreta de su política; particularmente, por el retraso en la puesta en marcha del "redimensionamiento” estatal que iba a contramano de la "filosofía económica” sustentada por el gobierno (Clarín, 19/10/1976; 14/11/1976; 19/11/1976). Y, ya con un tono más confrontativo, criticará fuertemente la baja de aranceles a la importación decretada por el equipo económico para ciertos insumos básicos, bienes intermedios y productos terminados en noviembre de 1976 (Clarín, 27/11/1976; 16/12/1976; 2/12/1976; 4/1/1977), que fue presentada por las autoridades como una forma de mejorar el nivel interno de precios y procurar la eficiencia en la estructura productiva.16
La distancia del matutino con el derrotero económico de la dictadura se realizó en simultáneo a la ponderación positiva del proceso "revolucionario” ‒así lo denominaba Clarín‒ abierto el 24 de marzo de 1976, el rol de las Fuerzas Armadas en la "lucha antisubversiva” y la figura del presidente Videla (Clarín,17/12/1976).17 Al cumplirse un año del golpe de Estado, en marzo de 1977, el matutino confirmó su adhesión al "Proceso” y su demanda de una mayor profundización de la "revolución” iniciada en 1976(Clarín, 27/3/1977), en tanto la propuesta de las Fuerzas Armadas tenía "total vigencia”, aunque la clave continuaba siendo ofrecer las "respuestas materiales” vinculadas a la economía (Clarín, 24/3/1977). En definitiva, aunque no lo dijera explícitamente, su opción desde un principio fue que el régimen militar se transformara en una dictadura desarrollista. Es decir, que encarara en forma definitiva la "lucha antisubversiva”, que reordenara el "caos” político, económico y social que había heredado del gobierno peronista y que impusiera una amplia disciplina social en el marco de la recomposición de la autoridad pública, pero que encauzara estas acciones "reorganizadoras” por medio de la puesta en marcha de un programa económico de corte desarrollista.
Por su parte, el Herald refrendaba sin ambigüedades su apoyo a la política económica y entendía que el naciente gobierno era una oportunidad única para implementar un programa económico liberal que corrigiera definitivamente los males del "populismo” económico, que se traducían en empresas ineficientes y poco competitivas, consumidores perjudicados, sobredimensionamiento estatal, gasto público exacerbado e inflación persistente, entre otros perjuicios. Esta oportunidad de reorganizar el país llegó a ser presentada como una épica bélica, con términos como "campaña”, "lucha”, "guerra” y "batalla”, que eran asumidas por la "tropa” del "Dr. Martínez de Hoz”; por ejemplo, cuando mencionaba su objetivo de vencer al "dragón de la inflación” que estaba al "acecho” y amenazaba con "devorar” a la sociedad (BAH, 6/11/1976). En tal sentido, el Herald compartía con el ministro no sólo un ideario económico sino también el modo de presentar públicamente su gestión como una "batalla” (BAH, 31/8/1977), metáfora que desde ya coincidía con el ideario militar y sus objetivos refundacionales.
Sin embargo, al unísono con el apoyo y los elogios hacia la conducción económica, el Herald comenzó a elevar el tono en su denuncia sobre la violencia política y la responsabilidad de las autoridades militares por las consecuencias de la política represiva, en lo que se convertirá posteriormente en una de las características sobresalientes y más recordadas de su política editorial.18 Esto podría parecer paradójico, pero encontraba su razón de ser en el posicionamiento tradicional del diario: liberal en lo económico pero también en lo político, lo que equivalía a defender al mismo tiempo el ideario del libre mercado y las garantías individuales.
En relación con las responsabilidades de la represión, en sus editoriales no había una generalización sino que elípticamente se atribuían a los más "duros” dentro de las Fuerzas Armadas, mientras que el presidente Videla era catalogado como uno de los "moderados” del gobierno.19 Esta visión era compartida por numerosos actores políticos, con fuerte asidero en la prensa diaria de la época, y respondía también a la caracterización de la situación que el propio Videla solía hacer frente a los que le reclamaban en privado por los efectos de la represión. En consecuencia, durante toda esta etapa la figura presidencial fue apuntalada por el diario y mantenida al margen de las numerosas denuncias sobre violaciones a los derechos humanos sobre las que se hizo eco. El propio Cox (2002), y periodistas de su redacción como Uki Goñi (Porta, 2016), coinciden en que el apoyo a Videla se justificaba porque las alternativas a su liderazgo implicaban una represión aún mayor; pero además, porque el presidente y jefe del Ejército era el más importante sostén político de Martínez de Hoz, en medio de los cuestionamientos que sectores de las Fuerzas Armadas realizaban al ministro.

Liberalización del mercado financiero y apertura comercial: ¿más o menos liberalismo?

En junio de 1977, con el gobierno afianzado en el poder, el equipo de Martínez de Hoz profundizó su rumbo con una reforma que arbitraba la creación de un mercado financiero de corto plazo libre de regulaciones, en el marco de la apertura de la economía. Su funcionamiento era una "ruptura completa” con respecto al pasado (Canitrot, 1980), ya que hasta ese momento era el Estado el principal orientador del mercado de capitales, que además reasignaba sus recursos hacia la industria (Cibils y Allami, 2010: 114-5; Schvarzer, 1986: 61-62).20
Junto con la reforma se puso en práctica una política "antiinflacionaria” que incluyó una política monetaria ortodoxa restrictiva que estimuló el alza de la tasa de interés y devendrá en un proceso recesivo que se extenderá hasta abril de 1978, cuando se le puso fin por presión de las Fuerzas Armadas. Durante ese lapso las tasas de interés subieron y el producto industrial cayó el 25% (Canitrot, 1983). De esta manera, al adoptar una política que reducía la demanda global, la conducción económica truncó una etapa de auge económico que, a pesar de la inflación, podría haber dotado al régimen de mayor respaldo social.21 Periodo que además, en condiciones de salarios controlados, hubiera redituado muy altos beneficios a los sectores empresarios que constituían la base social de sustentación política del régimen. Por ello, la decisión de política económica era una muestra diáfana de que Martínez de Hoz no vacilaba en su objetivo de liberalizar el mercado de capitales y crear las condiciones para que funcionara sin restricciones como instrumento para el disciplinamiento social (Canitrot, 1980).
Fue a partir de la reforma financiera que las objeciones de Clarín comenzaron a apuntar de manera más integral al conjunto de medidas que estaba impulsando el Palacio de Hacienda, a su filosofía, y a la figura de Martínez de Hoz y la de otros integrantes de su equipo. Así, en el segundo semestre de 1977 advirtió sobre el perjuicio que se estaba ocasionando a la industria nacional por el achicamiento del mercado interno, por el peso del costo financiero, la presión fiscal, las rebajas arancelarias a los productos importados y la ausencia de incentivos para exportar(Clarín,13/7/1977; 26/7/1977; 2/8/1977; 20/8/1977; 6/9/1977); renovó su inquietud sobre la situación de los asalariados (Clarín, 1/11/1977; 6/12/1977; 30/12/1977) y continuó insistiendo sobre los males del "estatismo”, la persistencia del déficit de las cuentas públicas, la expansión del gasto público y la inacción para adoptar la "racionalización administrativa” (Clarín, 15/7/1977; 16/8/1977; 19/10/1977; 8/11/1977; 29/11/1977). Otro tema excluyente de la editorialización fue la alerta por la "recurrente inflación”, ya no sólo adjudicada al "desborde” del gasto público, el déficit y la emisión monetaria, sino también al "alto costo del dinero” que generaba la suba de la tasa de interés, aumento que era trasladado a los precios constituyendo "una fuente autónoma de inflación” (Clarín, 12/8/1977; 30/9/1977; 13/10/1977).22 A todo ello se sumó la enfática advertencia sobre el endeudamiento público externo, sobre el que se manifestó abiertamente en contra porque esos recursos eran destinados a cubrir el déficit presupuestario, por lo que advertía, en estilo predictivo23, que se estaba gestando una "pesada carga a futuro”24 (Clarín, 1/11/1977; 6/12/1977; 30/12/1977).
En definitiva, a partir de mediados de 1977, en una interpretación que observa en perspectiva todo el periodo de análisis, Clarín comenzó a abandonar el consenso expectante con que había recibido al gobierno militar frente al evidente rumbo que estaba tomando la política económica, para exhibir un estilo editorial claramente admonitorio25, aunque ceñido principalmente al ámbito económico, que luego cedió paso a la expectativa crítica, por la cual el diario se mantuvo a la espera de cambios pero ahondando su veta impugnadora; al menos hasta fines de 1978, cuando aún parecía mantenerse una esperanza de un eventual "cambio de rumbo” en la política económica.
El Herald, frente al nuevo escenario planteado por la reforma financiera, mantuvo su posición de defensa del equipo económico, aunque se mostró preocupado por la "alarmante” e "inquietante” suba de las tasas de interés y por la especulación financiera a la que dio lugar (BAH, 1/10/1977; 20/10/1977; 26/10/1977). Incluso se quejó, no sin ironía, de la falta de "sentido común” de los "jóvenes y brillantes tecnócratas del doctor Martínez de Hoz” (BAH, 11/7/1978) (véase nota al pie siguiente). Pero si el Herald abandonó su defensa cerrada de los primeros tiempos respecto del equipo económico, lo hizo para plantear la necesidad de una mayor ortodoxia liberal, en consonancia con los liberales tradicionales, como el político Álvaro Alsogaray o el secretario de Hacienda Juan Alemann.26 Si algo estaba fallando en la política económica, era por falta y no por exceso de liberalismo:

Acaso sea cierto que, al no querer tomar medidas demasiado duras, el gobierno se ha auto-impuesto un handicap excesivo, y que el único resultado probable sea el fracaso, lo que obligaría a que las medidas subsiguientes fuesen duras de verdad. Pero los motivos de este fracaso, no serían la falta de moderación sino moderación excesiva. (BAH, 13/7/1978).
 
Para 1978 el matutino continuó demandado un mayor recorte del gasto público, renovó su preocupación por las consecuencias de la reforma financiera y también advirtió, al igual que Clarín, por lo que ya entonces veía como un excesivo endeudamiento (BAH, 1/2/1978; 17/7/1978). Pero de todas formas estas objeciones no escalaban de tono, ya que para el Herald la gestión Martínez de Hoz seguía siendo la gran oportunidad del liberalismo económico en Argentina. Había, por tanto, que apoyar al ministro.

El enfoque monetario de la balanza de pagos (1979-1981): dos versiones contrapuestas

En medio del crecimiento de las objeciones provenientes de diferentes sectores,  Martínez de Hoz dio por finalizada la etapa de política contractiva en abril de 1978. Se rendía así a la presión ejercida por las Fuerzas Armadas, que temían que la conjugación de altas tasas de interés con descenso del PBI se reflejara en un efecto negativo sobre el nivel de empleo. El 11 de mayo de 1978 el ministro anunció las nuevas medidas contra la inflación, que incluía una liberación total del tipo de cambio que dio inicio a la sobrevaluación del peso (el equipo económico procedió a ajustar la tasa de cambio a un ritmo inferior al del alza de los precios). Comenzó a generarse de este modo un retraso cambiario que, en los hechos, contradecía el discurso inicial de Martínez de Hoz del 2 de abril.27
Durante 1978, a los índices preocupantes que estaba arrojando la economía en términos de inflación y recesión, se sumó la incertidumbre sobre el rumbo del plan económico y la continuidad del ministro. Todo ello en medio de la generalización de opiniones críticas sobre la realidad económica, que abarcaba una multiplicidad de actores que conformaron un verdadero "frente informal” (Quiroga, 2004: 167): algunos integrantes de las Fuerzas Armadas, la Iglesia, los empresarios industriales, un sector del agro afectado por la sobrevaluación de peso, los comerciantes ligados al mercado interno, los sindicalistas, los dirigentes políticos, la prensa, y amplias capas de la ciudadanía.
Lejos del "cambio de rumbo” que pedían estos sectores, en diciembre de 1978 la conducción económica del "Proceso” decidió jugar a fondo su capital político con la adopción del enfoque monetario de la balanza de pagos. Esto implicó una profundización de la apertura hacia los capitales externos, la apertura comercial por medio de las reducciones arancelarias y la sobrevaluación del peso a través de la denominada "tablita” cambiaria: se trataba de un cronograma oficial que informaba sobre el porcentaje de la devaluación del peso en los sucesivos meses, siendo cada devaluación menor que la anterior. Se esperaba así que, en una economía abierta, los precios internos fueran descendiendo al acoplarse con los externos. En la práctica, este mecanismo no hizo más que estimular la especulación en el mercado financiero en perjuicio de los sectores industriales pequeños y medianos.28
Clarín, ya posicionado en su rol de "juez” desarrollista de las medidas económicas y como virtual "abogado” defensor de los intereses del empresariado nacional se ubicó como un opositor incisivo de las autoridades económicas, con el propósito de demostrar la regresión que suponían las medidas impuestas. Durante todo 1979 sus editoriales ratificaron su impugnación total a la política económica y la denuncia de la grave afectación de la economía nacional: pese a un relativo mejoramiento en los términos del PBI, y a la aparente tranquilidad macroeconómica que otorgaba la entrada de capitales especulativos por las medidas implementadas, el contexto económico seguía atravesado por una alta inflación, por un magro coeficiente para el salario real y por los problemas de los sectores industriales afectados por las rebajas arancelarias y la sobrevaluación del peso. A ello se sumaba el auge de la valorización financiera en un mercado atravesado por la volatilidad, el cortoplacismo y el crecimiento del endeudamiento público y privado con el exterior (que en gran parte iba a la especulación).29
En este nuevo contexto, el estilo apologético del matutino, con el que había caracterizado a la dictadura en sus primeros tiempos, pasó a un segundo plano para dejar lugar al estilo admonitorio en torno a la cuestión económica.30 Al mismo tiempo, se enfatizó el estilo altamente predictivo que alertaba sobre la crisis que se estaba gestando con la manipulación cambiaria y arancelaria, la entrada de capitales especulativos y el endeudamiento de las empresas públicas y privadas.
En medio de los cuestionamientos, el Buenos Aires Herald se mantuvo como una voz de apoyo hacia la gestión Martínez de Hoz. No fue un respaldo acrítico, ya que por momentos no ahorró advertencias o reconvenciones. Sin embargo, en toda circunstancia sostuvo el argumento de que, aún con sus errores, la política aplicada era la mejor opción frente a las alternativas existentes. Sus observaciones siempre eran de forma, dirigidas a medidas puntuales, sin cuestionar la orientación de fondo. Y ante la evidencia que el plan estaba fracasando en el cumplimiento de su gran promesa ‒la derrota de la inflación‒ el matutino pedía más ortodoxia. La sensación de que la gran oportunidad de transformar al país según preceptos liberales se escurría de las manos era, por entonces, una constante muy presente en sus editoriales. Por caso, frente al anuncio de la "tablita”, afirmaba en diciembre de 1978:
Que sobre esto, nadie se llame a engaño. La inflación debe ser frenada en estos meses venideros o el gobierno, en su forma actual y con sus actuales políticas, probablemente esté condenado. Es hora de que el doctor Martínez de Hoz se amuralle para su última gran defensa. La inflación debe ser controlada ‒o debe haber indicaciones de que se la está frenando‒ de aquí a marzo. (BAH, 19/12/1978).31

La defensa del rumbo económico oficial lo llevó a cuestionar abiertamente a los críticos más acérrimos de Martínez de Hoz, entre ellos a los desarrollistas. El Herald identificaba con claridad el peligro que esta corriente de pensamiento suponía para su "oportunidad liberal”, ya que esa línea política tenía, como se ha mencionado, una fuerte tradición dentro del Ejército argentino y había generales enrolados en esta orientación que se oponían a Martínez de Hoz. Por esa razón, el matutino no dudó en denunciar una "campaña desarrollista” contra la política económica oficial, cuyo objetivo no era "eliminar la dictadura militar como tal, sino la parte manejada por el doctor Martínez de Hoz y reemplazarla con hombres del grupo de presión ‘desarrollista’” (BAH, 9/11/1978).32 Pero también le hablaba al gobierno, para advertirle contra estas "voces del pasado” que parecían estar cortejándolo, recordándole que los desarrollistas habían influido sobre la plataforma económica del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) que había llevado al peronismo a la presidencia en 1973, "con los resultados que hoy se padecen”.33

Crisis y final: ¿continuidad o cambio?

Entre marzo y abril de 1980, estalló la crisis financiera que marcó un punto sin retorno para la estrategia económica. A partir del cierre del Banco de Intercambio Regional, el 28 de marzo de 1980 ‒una de las entidades que más depósitos había captado en los últimos meses por sus altos rendimientos‒ y de otras entidades financieras, se quebró la confianza en el sistema financiero y se desataron violentamente todas las tensiones provocadas por las medidas impulsadas en los años previos.
Durante todo el segundo semestre de 1980, los editoriales de Clarín se consagraron a la denuncia sobre el deterioro de la situación económica. Frente a la nueva realidad que impuso la crisis, y ante el hecho de que la gestión Martínez de Hoz se encontraba cercana a su finalización, en este periodo puede rastrearse lo que denominamos como una editorialización de la resignación, que abandonó definitivamente la expectativa de que se concretara la "solución desarrollista” ‒manteniendo sin embargo la agenda de temas que preocupaban al ideario‒ a la espera que la sucesión gubernamental a realizarse en marzo de 1981 diera nuevas esperanzas para el ya frustrado "cambio de rumbo”. Paralelamente, Clarín se permitió marcar un límite a la legitimidad de la victoria en la "lucha antisubversiva” que las Fuerzas Armadas habían utilizado para gobernar, al destacar implícitamente su rol como activas impulsoras de una política económica que había excedido las atribuciones que se habían arrogado en el inicio del "Proceso” y que las estaba enfrentando con los "argentinos comunes”, "no extremistas”, que querían producir y trabajar "normalmente” (Clarín, 18/9/1980).
En ese segundo semestre se instaló el debate sobre si debía haber "cambio o continuidad” de la política económica en el nuevo periodo presidencial. Clarín, como era predecible, apostó por el "cambio”, a la espera que el nuevo presidente militar elegido por las Fuerzas Armadas en octubre de 1980, el general Roberto Viola, pusiera en acto sus coqueteos "productivistas” y diera un giro al "Proceso” para salvarlo; y con él, preservara a las Fuerzas Armadas de la política económica "antinacional” que las había alienado. Finalmente, en los ajetreados días de inicios de 1981, con el telón de fondo de las "corridas” hacia el dólar, la reducción drástica de reservas del Banco Central, la suba exorbitante de las tasas de interés pasivas, la fuga de capitales y el fin de la gestión Martínez de Hoz, Clarín explicitó lo que había sugerido en varios editoriales, pero también lo que había eludido destacar en otros: que el plan mismo del ministro era quebrar las bases del sistema productivo argentino con eje en la industria nacional. En palabras del diario, si se partía de que el programa monetarista subordinaba toda la economía a la evolución de la variable "precios”, escindiéndose de este modo de los intereses concretos de los sectores productivos, podía afirmarse que:
la renuencia al cambio, la intransigencia en las medidas que a todas luces se han mostrado como una traba al avance de la producción, se debe a que el estado de cosas actual es conscientemente provocado o, cuando menos, aquiescentemente tolerado, como parte de una estrategia global (Clarín, 23/2/1981).

Aun llegado a ese extremo el matutino insistió en la distinción entre Fuerzas Armadas y autoridades económicas; mientras las primeras eran incluidas en el campo de lo "nacional”, la conducción económica y las "corporaciones transnacionales” eran ubicadas en el "antinacional”, que en conjunto habían logrado avasallar a las primeras. Las palabras de la directora de Clarín el mismo día que finalizó el quinquenio Videla-Martínez de Hoz, en el editorial titulado "Asumir la realidad como fundamento de la esperanza” (Clarín, 29/3/1981), aunque revisaban en términos graves la "crisis” dejada por el equipo económico saliente y casi no recurrían al estilo apologético para referirse al régimen, revalidaban la postura mencionada al continuar apostando para que las Fuerzas Armadas cambiaran la orientación económica manteniendo la continuidad política:
Las Fuerzas Armadas, que tienen en su haber el triunfo contra la subversión al costo de enormes sacrificios, están en condiciones de realizar esa convocatoria [al pueblo, para llevar adelante las medidas que resuelvan la situación económica]. Se les presenta una alternativa en que la crisis económica puede llegar a minar los logros que han alcanzado en ese terreno y en que superar esa crisis puede dar la consolidación definitiva de la victoria y la realización de todos los objetivos que se trazaron al asumir el poder. (…)
Por eso, mostrar la realidad en su exacta medida (…) es un aporte al éxito del proceso militar y al éxito del flamante gobierno que preside el general Viola. Ver la realidad y callarla es trabajar para el pasado, decirla es comprometerse con el futuro. Hoy, como nunca, la realidad es el fundamento de la esperanza (Clarín, 29/3/1981).
                                                                                                                                            
En esta nueva etapa del "Proceso” que se abría con Viola, Clarín seguía apostando como desde marzo de 1976, por una dictadura desarrollista.
Para el Herald, 1980 fue el año en que comenzó a desmoronarse la posibilidad de continuar con la orientación económica liberal. En este marco, su premisa esencial fue conservar un rol de asesor crítico del gobierno, cuestionando aspectos puntuales de la política económica pero siempre desde una posición contemplativa.34 Desde ya, no se engañaba respecto de los problemas acumulados, y esto se reflejaba en cierta tensión entre los tonos mesurados y su apoyo a la gestión económica, con el reconocimiento de que el gobierno de Videla dejaba un escenario problemático para el futuro presidente, muy lejos de las expectativas generadas en 1976:
La economía que el presidente Jorge Rafael Videla legará a su sucesor se encuentra por cierto en mucho mejor estado que la que encontró en marzo de 1976, pero será mucho menos saludable que la sustancia de las esperanzas suscitadas en mucha gente por las autoridades al tomar el poder […] A pesar de la retórica de los inicios acerca de aprender a vivir de acuerdo con los propios ingresos, el gobierno, por razones tanto humanitarias como políticas, ha seguido con la política tradicional de tratar de mantener más elevadas de lo conveniente las inversiones en obras públicas y aún en bienes de consumo. Esto no sólo ha tornado más arduos los esfuerzos por amortiguar la inflación de lo que hubiera sido en otro caso, sino que también ha llevado al gobierno a acumular una enorme deuda externa […] De hecho, es probable que el próximo gobierno, que se verá sometido a mayor presión que el actual para que permita el aumento de los salarios y la expansión del consumo, descubra en la amortización de la deuda externa el mayor de los problemas. Esto no es nada que podamos esperar sin ansiedad (BAH, 26/6/1980).

Como se observa, la enumeración de problemáticas convivía con una tendencia a exculpar a Martínez de Hoz de los efectos adversos de sus políticas y con la persistencia de la fe en el liberalismo económico. Asimismo, puede identificarse la desconfianza con la que se observaba la inminente salida de Videla del poder, correctamente identificado como el principal sostén político del equipo conducido por Martínez de Hoz. Es que comenzaba a adquirir presencia en los discursos del Herald uno de los principales temores de aquel año: que el siguiente gobierno fuera incapaz ‒por vocación o por circunstancias‒ de sostener una política como la del ministro saliente, lo que redundaría en una modificación del rumbo económico.
De todas maneras, pese a que Martínez de Hoz no había producido el gran cambio que el diario había aguardado con expectativa desde 1976, hacia el final de su gestión, en medio de las críticas cada vez más furibundas por parte de diversos actores, su figura continuó siendo reconocida y comprendida por el matutino en inglés. Sus faltas, en todo caso, eran atribuidas a limitaciones externas a su proceder:
El doctor José Martínez de Hoz se está acercando al término de un período de cinco años en ese cargo. Pero aunque por supuesto no cabe esperar que ordene ningún cambio drástico, es actualmente el blanco de una andanada de críticas ‒y en ocasiones de envenenados denuestos‒ de una intensidad desusada aun frente a lo que aquí es norma […] Dadas las circunstancias que heredó y la existencia de sectores que le era vedado tocar, lo ha hecho tan bien como era razonable esperar […] debe reconocérsele al ministro el perdurable mérito de haber procurado transformar la economía del modo que entendió necesario y de no haberse conformado con remendar lo que encontró (BAH, 28/12/1980).

Inclusive, cuando a fines de 1980 el ritmo inflacionario dio señales de aminorar ‒el costo de vida anunciado en diciembre resultó ser de un 3,8% (BAH, 9/1/1981)‒, el matutino tomó la noticia como un indicio de que el programa económico comenzaba a rendir sus frutos y avizoró con optimismo un futuro de precios estables en el mediano plazo (BAH, 17/12/1980). Pero pronto llegó la decepción: a principios de febrero de 1981, en una iniciativa que fue presentada como un pedido de las nuevas autoridades económicas elegidas por Viola (Lorenzo Sigaut sería su ministro de Economía), el equipo de Martínez de Hoz anunció una devaluación del 10% para el peso y una serie de devaluaciones posteriores del 3% hasta agosto (cuando, en realidad, estaría fuera del gobierno). La medida, que apuntaba a corregir mínimamente el retraso cambiario antes de que asumiera la nueva administración, implicaba un virtual abandono de la "tablita” y tuvo en principio efectos muy adversos: ante la perspectiva de devaluaciones extra ‒ya que pese a la modificación el peso seguía muy retrasado‒ y la evidencia de que el gobierno dejaría de contener al dólar, la corrida cambiaria se intensificó. Las tasas de interés se dispararon y la garantía estatal de los depósitos35 hizo que, para asistir a los bancos, el Estado argentino tuviera que incrementar su emisión monetaria.
Este escenario frenó el incipiente descenso de la inflación que tanto había entusiasmado al Herald en diciembre de 1980. Pero más allá de eso, la devaluación imprevista fue interpretada acertadamente por el matutino como un primer indicio del cambio de rumbo económico y produjo, a su vez, un giro notable en la actitud del diario respecto del gobierno. Desde febrero de 1981 abandonó la moderación, comprobó con amargura que la "oportunidad liberal” se escurría definitivamente y le reprochó a la administración saliente no haber encarado las decisiones necesarias en su momento. Fue aquí, y no antes, cuando tomó distancia de Videla. Fue aquí cuando el periódico se permitió hacer reproches a Martínez de Hoz, aunque sin dejar de reconocer sus intenciones. Ahora que el "Proceso” parecía intentar una política económica menos sorda a la multiplicidad de reclamos sectoriales, el Herald dejaba de ser un asesor crítico para convertirse, simplemente, en un crítico decepcionado y desesperanzado:
DURANTE casi cinco años la mayoría de la gente dio por sentado que si el gobierno fijaba una cierta tasa de cambio para un número determinado de meses, ésta se mantendría tal como estaba establecido […] Con la devaluación de la semana pasada se destruyó este sentimiento de seguridad […] El probable resultado de esta situación no consistirá en que el gobierno advierta el error de su conducta y restrinja sus gastos a los medios con que cuenta ‒con esto se afectarían demasiadas vacas sagradas, muchas de ellas de supuesta "importancia estratégica”‒ sino en que tarde o temprano se descartará el programa en su totalidad, y será reemplazado por otro que sea malo por completo y no parcialmente (BAH, 10/2/1981).

De este desaliento surgirán las primeras referencias a la necesidad de una inminente democratización.36 No es que el Herald no hubiera mencionado antes la cuestión de la democracia. Antes bien, la democracia liberal y sus instituciones constituían uno de los valores centrales del discurso político del diario. Pero hasta entonces las referencias habían aludido a la "democracia” como un estado ideal y deseable, al que la Argentina debía aspirar, una vez que hubiera superado una crisis ‒económica, cultural, la provocada por el "terrorismo”, etc.‒ que amenazaba su supervivencia misma y que justificaba la suspensión coyuntural de los mecanismos democráticos. En el Herald, los objetivos del liberalismo político habían quedado supeditados a los del liberalismo económico. Pero una vez defenestrado éste, el matutino ya no tenía ningún motivo para apoyar al régimen. Para decirlo claramente: entre un gobierno militar "realista” y una democracia "populista” había preferido al primero, pero entre un gobierno militar o una democracia "populistas”, se quedaba con esta última, aunque más no fuera la democracia inmadura e imperfecta que, a sus ojos, podía ofrecerle a la sociedad argentina.

Reflexiones finales

Una primera constatación del análisis comparativo apunta al hecho de que el carácter refundacional de la dictadura no se limitó exclusivamente a una propuesta de las Fuerzas Armadas en el poder, sino que tuvo eco en otros actores sociales: desde concepciones y proyectos muy distintos para el país, tanto Clarín ‒desarrollista‒ como el Herald ‒liberal‒ creyeron ver el en el golpe de Estado que depuso a Isabel Perón la finalización de una etapa histórica y el inicio de otra que debía refundar definitivamente los cimientos de la sociedad argentina. Pero el contenido de esa refundación, más aún en el terreno económico, fue un espacio en disputa en el que ambos diarios intentaron posicionar sus propuestas a través de sus editoriales.
La opinión institucional de los diarios estudiados acerca de la política económica fue un aspecto clave en cuanto al posicionamiento general respecto de la dictadura. En el caso de Clarín, la expectativa de que los militares implementaran una política de corte desarrollista ‒una mirada verosímil, si se tiene en cuenta que ese había sido el sesgo de dictaduras anteriores y de buena parte de las Fuerzas Armadas hasta el momento‒ hizo que el diario pronto se distanciara de los pasos emprendidos por el equipo de Martínez de Hoz. De todas maneras, esto no implicó una quita de apoyo al régimen en tanto a lo largo del período 1976-1981, junto al paulatino distanciamiento en el ámbito de la política económica, el matutino dirigido por Herrera de Noble conservó su aval en términos políticos al "Proceso” buscando que se convirtiera en una dictadura desarrollista. Tal posicionamiento le permitía un doble juego: no colisionar con el poder político militar y a la vez exhibirse ante sus lectores como un periódico con relativos márgenes de independencia crítica. Esto tuvo réditos materiales y simbólicos para el periódico, toda vez que al resguardar a los militares de las objeciones desarrollistas, la empresa periodística mostraba su buena voluntad hacia quienes manejaban discrecionalmente el Estado, lo que evidentemente le permitió acceder a negocios como el de Papel Prensa. Y simultáneamente, al erigirse como "juez” y "censor” de una política económica que afectaba a la ciudadanía en general, exhibía un margen de autonomía respecto al poder militar, reafirmaba su coherencia doctrinaria al revalidar los principios desarrollistas y "compensaba” la funcionalidad con el poder militar que se desprendía de otras decisiones editoriales, como la autocensura en torno a las informaciones sobre la represión clandestina.
Por su parte, lo que identificaba al Herald con el nuevo gobierno era la expectativa de que finalmente se retornara al camino económico de la ortodoxia liberal, que el matutino, al igual que otras voces liberales, vinculaba al supuesto "éxito” de Argentina como país a principios del siglo XX. El abandono de esa orientación había derivado para el diario en la inviabilidad de la estructura económica argentina, junto con la agitación social y la crisis política. De allí el respaldo ferviente a Martínez de Hoz, a Videla y su gobierno, en tanto apoyo fundamental para la continuidad de una política que pronto se volvió muy resistida. Si hubo un distanciamiento con el régimen, éste se verificó en el campo de lo social, donde la preocupación por las consecuencias del terrorismo de Estado ‒aún en el marco de un discurso que validaba la "guerra contra la subversión”‒ hizo del diario una rara avis en un contexto de censura y autocensura generalizada. Pero así y todo, no había un cuestionamiento de fondo hacia el gobierno. La vinculación entre la expectativa económica del diario y el apoyo al régimen se comprueba frente al abandono de la política económica a fines del gobierno de Videla e inicios de la administración Viola, en 1981: fue a partir de allí, y no antes, pese a las críticas en materia de derechos humanos, que el Herald comenzó a insistir en la necesidad de un proceso democratizador que planteara una superación del régimen militar.
En el ámbito de las coincidencias, ambos matutinos le otorgaron una preponderancia decisiva a la dimensión económica, al punto de supeditar cualquier salida electoral a la implementación de los cambios económicos según cada orientación analizada. También apoyaron en términos políticos el gobierno de las Fuerzas Armadas, en tanto les resultaba la mejor opción posible dadas las circunstancias, y coincidieron en el apoyo a la figura de Videla, más pronunciadamente en el caso del Herald, por ser el presidente de facto el apoyo decisivo para la política económica liberal y por considerarlo un "moderado” que podía frenar a los sectores más intransigentes de las Fuerzas Armadas.

Para finalizar, la  profundización en los discursos de dos medios tan disímiles en cuanto a sus expectativas económicas, pero a la vez coincidentes en su apoyo político al gobierno, pone de manifiesto aspectos que merecen ser más estudiados en relación con la última dictadura militar argentina. Por un lado, el necesario consenso social con el que contó. Si bien es cierto que la feroz represión emprendida condicionó fuertemente las posibilidades de oponerse a ella, no es menos verdadero que su entrada en escena, y su continuidad en el poder por casi ocho años, fueron acompañadas por discursos que la sostuvieron políticamente. Por otra parte, las diferencias en cuanto a los posicionamientos en los diarios ponen en cuestión un supuesto muy difundido en la memoria social sobre el período, que atribuyen a los años dictatoriales una suerte de uniformidad discursiva. Si bien es evidente que hubo una suerte de hegemonía discursiva en los medios sobre ciertos campos ‒por caso, el consenso en torno a la "lucha antisubversiva”‒, también lo es el hecho de que, por debajo de ese consenso, existió una pugna acerca del proyecto que el "Proceso” debía legar como bisagra en la historia argentina, y de la cual Clarín y el Herald fueron activos protagonistas.

Referencias

1 Canelo (2008), Cavarrozi (2006),  Novaro y Palermo (2003), Quiroga (2004), Yannuzzi (1996).

2 El público atento es aquel que tiene una atención continua o se implica en los asuntos políticos. El público activo ostenta un compromiso con los asuntos políticos que incluye los medios formales de participación política o una participación más informal pero activa. La elite política designa a los líderes políticos, funcionarios de gobierno, miembros de partidos políticos, formadores de opinión y, en términos generales, a aquellos sujetos que participan públicamente en roles políticos (Price, 1994: 58-60).

3 De 1976 a 1981 el promedio anual de ventas de Clarín, según datos del Instituto Verificador de Circulaciones (IVC) fueron: 312 mil en 1976, 392 mil en 1977, 461 mil en 1978, 497 mil en 1979, 543 mil en 1980 y 575 mil en 1981 (Sivak, 2013: 314). Un estudio de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), citado por Getino (1995: 91), indica que de 1970 a 1980 Clarín tuvo un aumento de la venta neta y del porcentaje sobre el total del consumo del 22% al 31%.

4 Para 1976 el registro parlamentario británico estimaba que había alrededor de 17.500 súbditos británicos en Argentina, incluyendo sus descendientes. La comunidad británica de principios de siglo se había reducido por diversos factores, entre ellos, el retiro de las inversiones inglesas en los servicios públicos y el alistamiento de los súbditos ingleses en la Segunda Guerra Mundial (Graham Yooll, 2000: 284).

5 No hay datos oficiales puesto que el diario no estaba asociado al Instituto Verificador de Circulaciones. Las cifras corresponden a  cálculos de periodistas del diario y de Díaz (2002).

6 A diferencia de la corriente mayoritaria del pensamiento liberal argentino, que si bien enfatizaba la defensa del libre mercado políticamente estaba asociada a proyectos de corte autoritario (Heredia, 2002; 2003; Vicente, 2014). Un ejemplo de este tipo de pensamiento en la prensa puede verse en el caso de La Nación (Sidicaro, 1993).

7 Abogado de ideas liberales y de familia terrateniente, había tenido diversos cargos públicos ‒ya había sido ministro de Economía por un breve tiempo en 1963‒, se había desempeñado como ejecutivo de diversas empresas nacionales y estaba ligado a los centros financieros mundiales (Muleiro, 2011; Rapoport, 2007: 600-1; Túrolo, 1996; Vázquez, 1985: 129-130).

8 La inflación de 1975 había sido de 182,8% (Ferreres, 2005: 450) y a fines de marzo de 1976 la tasa anual de inflación equivalente era superior al 700% (Novaro y Palermo, 2003: 62).

9 Téngase en cuenta que el gobierno de María Estela "Isabel” Martínez de Perón (1974-1976) había finalizado con altísimos índices inflacionarios, déficit público, inminencia de cesación de pagos, pérdida de reservas del Banco Central, problemas en la balanza de pagos, falta de inversión productiva, desabastecimiento, crecimiento del mercado negro y especulación.

10 Que busca difundir los beneficios de determinado sistema de gobierno (Rivadaneira Prada, 1986; citado en Castelli, 1991: 195-6).

11 Como por ejemplo el nuevo precio del trigo que beneficiaba al agro (Clarín, 11/4/1976), el permiso para que las empresas extranjeras volviesen a tener la posibilidad de cooperar con la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (como había ocurrido en el periodo frondicista de 1958-1962) (Clarín, 20/4/1976), y la eliminación del monopolio estatal en la comercialización de granos porque apuntaba a la "desburocratización” de la economía (Clarín, 6/8/1976).

12 Pese a este acuerdo, es importante advertir que para la concepción desarrollista de Clarín la racionalización debía encararse para fortalecer el rol del Estado, que debía ser el eje para promover y organizar las inversiones extranjeras que el país necesitaba y cuya intervención eficiente en la economía era fundamental. En este punto, entonces, se alejaba de las concepciones liberales tradicionales que se enrolaban en la idea de un Estado que debía achicarse para dejar en "libertad” a los actores económicos privados.

13 De todas maneras, frente a ciertos acontecimientos violentos que no podían ser adjudicados a la guerrilla, demandó que el Estado ejerciera con "responsabilidad” el monopolio de la fuerza que le era legítimo y que controlara a las supuestas "bandas irregulares” que ejercían la represión en forma ilegal. Por otra parte, también expresó, a tono con su concepción desarrollista, que la cuestión "subversiva” no podía encararse meramente desde su faceta militar, sino de manera "global” al resolver los problemas económicos de fondo que desde su perspectiva generaban la existencia de estas demandas políticas radicalizadas (Clarín, 19/6/1976; 25/6/1976; 28/6/1976).

14 Y de quien obtendrá beneficios comerciales, en tanto la Junta Militar avaló la participación de Clarín en la estratégica empresa productora de papel para diarios Papel Prensa S.A, en la que Clarín y los diarios La Nación y La Razón pasaron a ser socios del propio Estado en una controvertida operación concretada entre fines de 1976 y principios de 1977 (Borrelli, 2016b: 159-180).

15 Clarín no se expresó editorialmente sobre el documento del MID, ni sobre la polémica posterior que se generó con integrantes del Ministerio de Economía, en línea con la intención de la dirección del diario de no quedar asociado directa y públicamente con el partido desarrollista (Asís, 2000). El documento sí fue reproducido en su superficie redaccional (Clarín, 19/9/1976: 11).

16 Pese a estas objeciones, algunos acontecimientos emanados desde el poder militar le permitían mantener cierta expectativa de cambio en la orientación económica. Puntualmente, Clarín ofreció un rotundo aval a la creación en septiembre de 1976 del Ministerio de Planeamiento de inspiración neodesarrollista (Clarín, 26/8/1976; 4/9/1976). Conducido por el general Ramón Genaro Díaz Bessone, tenía como objetivo elaborar un "Proyecto Nacional” para dotar al régimen de un criterio de legitimación que trascendiera el de la "lucha antisubversiva”. En términos económicos, Díaz Bessone proponía un capitalismo desarrollista subsidiado por el Estado que era un desafío directo al liberalismo tecnocrático y monetarista que planteaba Martínez de Hoz. Sin embargo, sus planes no prosperaron ante el cerrado aval de Videla a su ministro de Economía y finalmente renunció a fines de 1977. Clarín, luego de haber apoyado sin ambigüedades el proyecto planificador durante 1976 y 1977 (Clarín, 20/11/1976; 30/8/1977), decidió no opinar editorialmente sobre la renuncia de Díaz Bessone (Borrelli, 2016a). El Herald, por su parte, tomó con cierta distancia todo lo relacionado a este nuevo ministerio, al que consideraba un "cuco en nido ajeno” que no debía duplicar las funciones realizadas de manera "perfectamente adecuadas” por los ministerio de Economía e Interior (BAH, 5/1/1978).

17 Clarín incluso intentó leer algunos de los discursos de Videla en "clave desarrollista” y contraponerlos con la política de Martínez de Hoz. Por ejemplo, al conmemorarse el Día de la Industria el 2 de septiembre de 1977, Videla sostuvo que había que encarar "sin dilaciones” "la implementación de grandes proyectos en el plano de la siderurgia, la química pesada, la petroquímica, la celulosa y el papel” (Clarín, 3/9/1977: 2-3), lo cual fue interpretado por Clarín como una contraposición con el "eficientismo” que quería transformar al país en productor de materias primas y que por lo tanto debían compatibilizarse esos fines enunciados por Videla con las políticas concretas "que no siempre alcanzan tan prominente nivel” (Clarín, 4/9/1977).

18 Ya desde épocas tan tempranas como mayo de 1976 el matutino cubrió en sus tapas y denunció en sus editoriales hechos como el asesinato del legislador uruguayo Zelmar Michelini (exiliado en Buenos Aires y víctima del Plan Cóndor), el secuestro de niños junto a sus padres militantes, el crimen de los curas y seminaristas palotinos en julio de 1976 o la desaparición de personas tras ser secuestradas. El Herald se convirtió así en una de las escasísimas cajas de resonancia para los familiares de desaparecidos, a quienes recibía en su redacción y sobre cuyos pedidos de habeas corpus informaba a la justicia. En especial, se concentró en aquellos casos de personas víctimas de la represión que eran insospechadas de pertenecer a organizaciones guerrilleras (a las que el diario atacaba duramente), como el embajador argentino en Venezuela Héctor Hidalgo Solá, los periodistas Jacobo Timerman y Edgardo Sajón o los dirigentes políticos Hipólito Solari Yrigoyen y Alfredo Bravo, entre otros.

19 Los "duros” dentro del Ejército se identificaban en su ferviente anticomunismo, la oposición a la política de Martínez de Hoz ‒con la excepción de los generales Ibérico Saint Jean y Albano Harguindeguy‒ y el rechazo a un posible diálogo con los civiles para elaborar el futuro del "Proceso” (Canelo, 2008). En general, se trataba de los militares que comandaban los Cuerpos de Ejército y estaban comprometidos directamente con las operaciones represivas (como por ejemplo, Carlos Guillermo Suárez Mason o Luciano Benjamín Menéndez). De parte de los "moderados” se encontraba el general Roberto Viola, dispuesto a discutir, a partir de 1977, el futuro político del país con dirigentes de los partidos tradicionales. Videla  intentó trascender las disputas debido a su rol presidencial y mantener el equilibrio entre las facciones, y aunque era cercano a Viola y entendía que el "Proceso” necesitaba algún tipo de convergencia con las fuerzas civiles conservadoras, coincidía con el "largoplacismo” de los "duros” al ser el principal aval de los cinco años que le había prometido a Martínez de Hoz para desarrollar su política económica (Martínez de Hoz, 2014: 24; Túrolo, 1996: 61).

20 Con la reforma cesaba el sistema de depósitos nacionalizados y centralizados a través del cual era el Estado el que regulaba el funcionamiento de las entidades bancarias definiendo la capacidad prestable de cada una. Con los cambios introducidos, se permitía que los bancos captaran depósitos por su propia cuenta y su política de préstamos pasaba a estar condicionada al volumen de los depósitos que cada entidad pudiera atraer, se autorizaba que las tasas de interés se definieran a través de la oferta y la demanda sin el estricto control estatal de antaño y se creaban amplias facilidades para la instalación de nuevas entidades financieras (Schvarzer, 1986: 61-62). Su implementación tuvo dos etapas. La primera estuvo signada por la liberación de las tasas de interés bancarias a partir de junio de 1977. La segunda, más gradual, se caracterizó por la reducción de las restricciones al movimiento de capitales con el exterior, que se completó hacia mediados de 1980. Al institucionalizar la presencia de tasas elevadas de interés y mecanismos que alentaban el cortoplacismo fue la primera medida contundente del equipo económico que afectó al sector industrial pequeño y mediano ligado al mercado interno (Schvarzer, 1986: 179).

21 Durante 1977 el Producto Bruto Interno (PBI) creció un 6,39% (Ferreres, 2005: 229).

22 En el bimestre septiembre-octubre de 1977 el Estado decidió impulsar el alza de las tasas de interés tomando préstamos a través de las empresas públicas y de la Tesorería. El aumento de esta demanda, en convergencia con la caída de la liquidez por la política contractiva, provocó una explosión en las tasas de interés internas a fines de 1977 y principios de 1978 (Schvarzer, 1986: 70).

23 El estilo predictivo en el editorial es el que diagnostica resultados de tipo social y político utilizando el método de interpretación causal determinista (Rivadaneira Prada, 1986; citado en Castelli, 1991: 195-6).

24 En efecto, durante la dictadura el porcentaje de la deuda externa con relación al PBI fue incrementándose vertiginosamente: en 1976 significó un 18,9%; en 1977 un 19,3%; en 1978 un 23,9%; en 1979 un 30,2%; en 1980 un 37,3%; en 1981 un 48%; en 1982 un 60,5% y en 1983 un 59,9% (Rapoport, 2007: 669).

25 El estilo admonitorio exhorta al cumplimiento de reglas, advierte peligros, llama al orden y a la concordia buscando un equilibrio permanente en el sistema frente a las contradicciones que alcanzan niveles de grave enfrentamiento (Rivadaneira Prada, 1986; citado en Castelli, 1991: 195-6).

26 En el equipo económico podían distinguirse dos posiciones, una encarnada por Alemann, quien representaba a la derecha liberal tradicional vinculada a las clases dominantes agrarias tradicionales con inversiones diversificadas en industria, comercio y finanzas. La otra era la de los "jóvenes tecnócratas” de la derecha liberal tecnocrática, ligada a los postulados de la escuela de Chicago y de sus máximos exponentes a nivel internacional, el premio Nobel de 1974, Friedrich August von Hayek y el de 1976, Milton Friedman. Sus principales exponentes en el equipo económico fueron Guillermo Walter Klein, Alejandro Estrada, Alberto Grimoldi y Ricardo Arriazu, quienes pugnaron por la adopción del enfoque monetario de la balanza de pagos que efectivamente adoptará la política económica a partir de 1979 (Canelo, 2008: 60-1).

27 Cuando había asegurado que el problema inflacionario había sido abordado por "correcciones artificiales (…) como el control de precios, el control de cambios, los controles de importación y subsidios a la exportación” que actuaban sobre las "consecuencias y no sobre las causas del fenómeno” (citado en Palacio Deheza, 1981: 350).

28 Rougier y Fiszbein (2006: 10) afirman que la política económica en esta etapa generó una "desindustrialización selectiva”, en tanto perjudicó estratégicamente a las pequeñas y medianas empresas, mientras que los sectores más concentrados del capital eran beneficiados por la asignación de recursos, subsidios y prerrogativas de parte del Estado (Castellani, 2009).

29 Clarín (11/1/1979; 12/2/1979; 22/2/1979; 25/2/1979; 19/5/1979; 23/5/1979; 21/6/1979; 23/6/1979).

30 El tono apologético quedó acotado a las expresiones de celebración por la "paz ganada” en la "lucha antisubversiva” y la revalidación del crédito de las Fuerzas Armadas para implementar los cambios prometidos o para forjar una salida institucional del "Proceso” con ellas como tutoras de la nueva democracia.

31 Dos días después retomó el tono épico en el editorial titulado "El Stalingrado de la Argentina” (BAH, 21/12/1978), en el que se equiparaba la estrategia antiinflacionaria con la gesta en la que los soviéticos habían detenido el avance alemán en la Segunda Guerra Mundial. El editorial se explayaba en los argumentos que el Herald repetiría durante toda esta etapa: que la inflación no cedería hasta que no se bajara el gasto público y que la recesión era un componente desagradable, pero insoslayable de la "batalla” antiinflacionaria.

32 En efecto, Frigerio mantuvo sus críticas a Martínez de Hoz con cierta aspiración de disputarle el cargo ministerial (Sivak, 2013: 334). En este campo, en mayo de 1978 el desarrollismo impulsó la creación de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) ‒a la que Clarín sostendrá financieramente‒, una usina de ideas e investigación económica que trabajaría detrás de un eventual Ministerio de Economía desarrollista (Sivak, 2013: 354-55).

33 El MID formó parte del frente de partidos liderados por el peronismo que gobernó desde mayo de 1973 y el que abandonó en diciembre de 1975. Sin embargo, los desarrollistas fueron duros críticos de la política del "Pacto Social” impulsada por el ministro de Economía Jose Ber Gelbard.

34 Por ejemplo, si en un editorial advertía sobre el riesgo de contraer "una deuda excesivamente alta”, al mismo tiempo presentaba la problemática como una "nube en el horizonte” del mediano plazo que el gobierno todavía estaba a tiempo de revertir (BAH, 10/5/1980).

35 La ley que oficializó la reforma financiera de 1977 había instalado la garantía estatal sobre todos los depósitos en moneda nacional, pese a la resistencia expresa de Martínez de Hoz (Martínez de Hoz, 1991: 151-6; Novaro y Palermo, 2003: 221-22). Esta garantía terminó atentando contra la estabilidad del sistema: los depositantes sabían que, en un contexto crítico, el Estado respondería ante ellos y en los momentos de fiebre especulativa las entidades financieras se aprovecharon de esa ventaja para ofrecer tasas de interés a valores inusitados.

36 Especialmente representativo de esta nueva tesitura resulta un editorial de principios de junio de 1981: "Después de la derrota del terrorismo izquierdista, la presunta necesidad de reformar la economía argentina fue la justificación fundamental de la prolongada presencia militar en el poder. Ahora el terrorismo izquierdista ha sido derrotado y la tentativa de transformar la economía ha sido abandonada. Y puesto que al parecer el régimen aplicará, quizá con cierta renuencia, medidas económicas y sociales que difieren en poco de las que se sentiría inclinado a aplicar cualquier representante electo del pueblo argentino, no se entiende bien qué justificación seria pueden ofrecer las autoridades militares de su permanencia en el poder” (BAH, 3/6/1981).

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Recibido: 23/04/2018.
Aceptado: 20/12/2018.

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