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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.40 supl.1 Rosario dic. 2020

 

ARTÍCULOS

AD-DIO

Lucrecia Escudero Chauvel

Lucrecia Escudero Chauvel es Directora de deSignis (www.designisfels.net) E-mail: lescuderochauvel@gmail.com


2 de Junio 2020

La primera vez que vi a Paolo Fabbri fue en el curso de Teoría de la Información que dictaba en el recientemente inaugurado DAMS de la Universidad de Boloña. Era octubre de 1976 y era su primera lección. Estábamos sentados en la segunda fila con Jorge Lozano y Cristina Penamarin, lo que luego se llamó “el grupo de los hispanoparlantes”, pero nosotros aún no nos conocíamos. Su clase, como en el texto de Barthes que lo inspiraba tanto, la dedicó a las múltiples estrategias de uso de los anteojos negros –para él todo era sujeto de semiosis– y, dirigiéndose a un horizonte infinito detrás nuestro, explicó la forma de mostrar cómo se había llorado.
Recuerdo que nos dimos vuelta y vimos a una bellísima mujer que llevaba, precisamente, anteojos negros. Luego, usando el pizarrón, escribió, con esa letra de mosca que tenía, dinámicas entre letras –nada se puede leer sino en relación– y empezó su curso sobre las estrategias. Pensaba e iba produciendo conceptos ad hoc. Absolutamente fascinada, le saqué esta foto y fijé un gesto que le era propio, el del índice con el pulgar, que usaba cuando estaba explicando algo y que indicaba la pertinencia de un concepto en su abecedario gestual. “Miren hacia allí”, decía esa mano. Sin embargo, atrás estaba escrito ya AD-DIO.
Eso que veíamos y escuchábamos no era un ovni, sino que era un semiólogo en acción. Porque la pragmática estaba indisolublemente asociada a su forma de hacer semiótica, siempre cerca de los textos. Decía: “la Semiótica es una disciplina a vocación empírica”. No nos confundamos, por favor, no tiene nada que competir con las neurociencias. La Semiótica gana ahí donde produce la diferencia. Así fue como empezó su tarea de alfabetizador planetario y  nos enseñó a leer el mundo sub especie semiótica.
AD-DIO: mostrando que todo es provisorio, como un asceta despojado al que le gustaba solo leer y mirar imágenes y que –este es un rasgo que me parece importante– estaba de paso, en una temporalidad suspendida, que él pulía como un diamante. Siendo un hombre de una extremada elegancia, vivía fuera del mundo del consumo,  teorizando sobre el dandismo, porque él era un supremo dandy, concepto de profundo espesor trágico, del que su agrafismo formaba parte. Toda su trayectoria intelectual fue una pelea contra la banalidad. Ese era el efecto Fabbri.
¿Qué decir? Siguieron muchos años, décadas, de una amistad y generosidad sin fallas, hecha de risas y llantos, de congresos, coloquios, viajes, lecturas, exposiciones, siempre mostrando más allá, como en un horizonte, lo que era la Semiótica. Esa pasión nos la dejó como un don a aquellos que lo conocimos y lo escuchamos, que, por suerte, somos muchos a lo largo de varios continentes. Viajar con él era una fiesta, todo le interesaba, porque viajar era discurrir espacialmente una forma de descubrimiento. En un viaje de Italia a París, cuando aún había fronteras, escribió “Semiólogo” en la ficha de la Aduana. Semiólogo, palabra mágica, ¡se mi ó logo!
Convencida de que estaba frente a un autor prolífico –aunque Eco sostenía lo contrario–,  le fui pidiendo uno a uno sus escritos sueltos, con muchísimo tacto, porque era un hombre de pudor extremo frente a la escritura, ya que, en su condición de augur, cultivaba básicamente la oralidad encantatoria. Escuchamos juntos a los últimos cuentistas orales que los domingos recitaban leyendas colectivas en las plazas de Coyoacán y de Oaxaca. Era 1985, minutos antes del terremoto que asoló la Ciudad de México. Él preguntó: “¿En qué estación estamos? Porque el aire es raro”. Era el otoño, y ahí empezamos a diseñar el proyecto de la traducción de sus escritos al español, que fuera luego Tácticas de los Signos. Salió en Gedisa, en 1995, en  la colección que dirigía Eliseo Verón –otro de sus grandes amigos, con los que podía discutir toda una noche–, que se llamaba, suprema coincidencia, El Mamífero Parlante.
Su relación con América Latina, sus intelectuales y estudiantes fue constante desde su primer viaje a Argentina, a Rosario, en agosto de 1986, al Seminario Internacional de Formación Docente que habíamos creado cuando recién se recuperaba la democracia. Susana Frutos era el pie institucional desde la dirección de la Carrera de Comunicación Social en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario. Sus memorables conferencias en italiano, frente a un público de trescientas personas –cifra inaudita para la época–,  desplegaron los temas claves en la constitución de su primer paradigma, el de las estrategias discursivas: el discurso político como confrontación y conflicto, el discurso científico y las estrategias de descubrimiento, el discurso de las pasiones y la sinergia con la música y las artes. En estas conferencias, este “primer Fabbri” mostró la eficacia  simbólica de los discursos persuasivos, antes del giro semiótico y del “iconic turn” del fin de milenio. Editamos con Olga Corna las conferencias y la de tantos colegas que pasaron por el Seminario, como Paul Buissac, Gino Dorfles o Christian Metz. Él recordaría, muchos años después, la profunda e imborrable impresión que le había producido ese auditorio. Tal vez porque se había dado cuenta por primera vez de que él mismo podía ser un One Man Show.
 Luego siguieron sus viajes a Córdoba, Lima, Santiago, a Brasil, a Bogotá (donde lo acompañé en 2015). Sin embargo, regresaba  siempre a Rosario y a Buenos Aires, donde tenía sus queridos amigos Eliseo y Oscar Traversa, y a México, invitado por Alfredo Cid. Fue clave en la creación de deSignis en el año 2000 y, desde entonces, estuvo presente en la actividad editorial de la revista, con el envío regular de una contribución, una sugerencia, una orientación temática. En su última intervención en las conclusiones de la  mesa Trayectorias de la Semiotica Latinoamericana en el congreso de la AIS/IASS en Buenos Aires, el 9 de septiembre de 2019, insistió particularmente sobre la necesidad de una semiótica marcada.
Paolo ha sido el duende de la Semiótica, Puck, el personaje shakesperiano que producía desorden para que se pudiera entender mejor el orden. Sin duda, un magnifico e irrepetible agitador de ideas. Si existe un cielo de semiólogos –y estoy convencida por la forma que tienen las nubes–, hoy se está encontrando ahí con Eliseo, Umberto Eco, Algirdas, J. Greimas y Roland Barthes, que lo reciben esperanzados, y cuentan con que nosotros planearemos una gran fiesta para celebrarlo en la próxima primavera. Porque el último grande no apagó la luz.

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