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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.40 supl.1 Rosario dic. 2020

 

ARTÍCULOS

Crispaciones conectivas en pandemia

Connective Crises in a Pandemic

 

Sebastián Castro Rojas

Sebastián Castro Rojas es docente e investigador de la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: srcastrorojas@gmail.com


resumen

El presente trabajo tiene por objetivo abordar situaciones sucedidas en el contexto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) en Argentina, dispuesto para enfrentar la pandemia de Covid-19. Se abordan reflexiones que involucran el consumo de redes digitales y su funcionamiento en este contexto de aislamiento y cuarentena. El texto se interrogara acerca de cómo los individuos aumentaron su socialidad digital producto de la situación que se atravesó. Además, reconstruye cómo los argentinos experimentaron en y con la red, viviendo en y con los medios sociales y conectivos (Van Dijck, 2016). Creemos que es relevante reflexionar sobre estas alteraciones y cambios que se dieron, y que modificaron los imaginarios tecnológicos subjetivos en la pandemia. Para ello, se abordan tres situaciones que se visibilizaron en el contexto pandémico del Covid-19. En primer lugar, se pensará la tríada educación, redes conectivas y habilidades para el desarrollo de las tareas. En segunda instancia, se verá el consumo excesivo de pantallas –infoxicación–, con sus variantes de entretenimiento, sociabilidad y teletrabajo. En tercer lugar, se revisará cómo los individuos experimentaron y vieron alterada su vida mediante las tecnologías de vigilancia y control tanto epidemiológico como social.

palabras clave: Subjetividades; Educación; Redes conectivas; Consumo

summary

The aim of the work is to address situations that have occurred in the context of Social, Preventive, and Mandatory Isolation (ASPO) in Argentina to deal with the Covid-19 pandemic. It addresses reflections involving the consumption of digital networks and their operation in this context of isolation and quarantine. The text asks how individuals have increased their digital sociality as a result of isolation and quarantine. In addition, it reconstructs how Argentines experienced in and with the network, living in and with social media and connectives (Van Dijck, 2016). We believe it is relevant to reflect on these alterations and changes that occurred by modifying the subjective technological imaginaries in the pandemic. To this end, we address three situations that became visible in the context of the Covid-19 pandemic. Firstly, the triad: education, connective networks and skills for the development of tasks. Secondly, the excessive consumption of screens -infoxication- with its variants of entertainment, sociability and teleworking, and thirdly, how individuals experienced and saw their lives altered by the technologies of epidemiological and social surveillance and control.

keywords: Subjectivities; Education; Connective networks; Consumption


“Para la mente del intelectual, lo que está ocurriendo, pese a la pena,
es una fiesta porque todo lo que ves está cambiando el mundo.
El pensador está viviendo un momento mágico”
Baricco (2020)

El presente texto tiene por objetivo abordar ciertas situaciones ocurridas en el contexto del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) que se decretó en la República Argentina como respuesta política para enfrentar la pandemia de Covid-19 en el año 2020. 
En esta línea, se recuperan reflexiones que involucran el consumo de redes digitales y su funcionamiento en este contexto de aislamiento y cuarentena. Nos interrogamos sobre cómo los individuos aumentaron su socialidad digital producto de la situación que se atravesó, y de qué manera los argentinos experimentaron en y con la red, viviendo en y con los medios sociales y conectivos (Van Dijck, 2016). Creemos que es relevante reflexionar sobre estas alteraciones y cambios que fueron modificando los imaginarios tecnológicos subjetivos en la pandemia.
Es importante detenerse sobre tres situaciones que se visibilizaron en el contexto pandémico del Covid-19. En primer lugar, se pensará la tríada educación, redes conectivas y habilidades para el desarrollo de las tareas. En segunda instancia, se verá el consumo excesivo de pantallas –infoxicación–, con sus variantes de entretenimiento, sociabilidad y teletrabajo. En tercer lugar, se revisará cómo los individuos experimentaron y vieron alterada su vida mediante las tecnologías de vigilancia y control tanto epidemiológico como social.
La interrupción de la movilidad, el traslado y la circulación de los ciudadanos por el Decreto 297/2020 en el espacio físico produjo, en primera instancia, un malestar social, junto con momentos de incertidumbre y ansiedad. Poco a poco, los ciudadanos fueron vehiculizando las maneras, las posibilidades de estar en contacto mediante redes virtuales que estaban a su disposición. Continuar con el trabajo desde entornos digitales y desde su hogar fue el desafío. Esta situación potenció las posibilidades que habían sido relegadas, como el teletrabajo, pero trajo nuevas problemáticas e inconvenientes a cada uno de los hogares argentinos.
En primer lugar, nos detenemos sobre la tríada educación, redes conectivas y habilidades para el desarrollo de las tareas. Una de las principales situaciones experimentadas y vividas por el colectivo de la educación fue la conectividad a la red. La cuarentena mostró situaciones positivas, como la adaptación por parte de muchos docentes a entornos educativos diferentes –fuera del aula–, y una predisposición a seguir en contacto con los estudiantes mediante las plataformas digitales. También, brindó una fotografía cruda y evidenció las falencias sobre la conectividad en el territorio nacional. Esto dejó en evidencia los problemas técnicos, de acceso a la red y la baja calidad de las conexiones, tanto en los hogares argentinos como en los dispositivos de acceso a la web, tales como notebooks, PC o celulares.
Sin embargo, esta situación impensada e inédita para muchos docentes y estudiantes se vivió en el día a día durante el primer semestre de 2020. La pandemia y la imposibilidad de asistir a las Instituciones Educativas motorizó la comunicación mediante plataformas virtuales; el e-mail o la mensajería instantánea, como el WhatsApp, o las videollamadas mediante Hangouts o Meet; las videoconferencias con Jitsi Meeting, Zoom o Google Meet, y otras apps que permitían juntarse de manera virtual. Estas aplicaciones aparecieron en los escritorios de las PC, notebooks y celulares y comenzaron a formar parte del nuevo escenario de conectividad de docentes, trabajadores y familias. Las pantallas cobraron relevancia como única forma de contacto con otros docentes y con los estudiantes.
Con el paso de los días, se modificó la forma del contacto de los ciudadanos. Lo que era visto como distante de las tecnologías potenció y posibilitó que las entrevistas, los vivos de Instagram y Facebook, las conferencias por Zoom y las charlas a través de las plataformas digitales se convirtieran en algo rutinario. Sin embargo, son varias las preguntas y los problemas que esta situación nos muestra, y que hizo visibles para los Estados, las instituciones gubernamentales y educativas.
En este contexto, se potenciaron maneras disímiles de experimentar la conexión, algunas veces fallidas, como los problemas de audio cortado, imagen en pausa, sin audio, imagen con sombra o pixelada, luz del ambiente, corte de luz en el hogar, o el más preocupante corte de la conexión. En otras ocasiones, se pudo realizar la conexión y el encuentro en lo virtual con menor dificultad, y se logró cumplir con el contacto. Estas situaciones crispaban aún más el estado de los internautas en pandemia. Los docentes y los estudiantes no habían sido entrenados en las lógicas de funcionamiento de la interfaces de videoconferencia. Por ello, se sucedieron hechos que ocasionaron sentimientos de malestar y crispación, como pérdida de micrófono, o retardos del sonido, hecho que sucedía en los encuentros donde varios participantes hablaban al mismo tiempo. Además, este sentimiento de fastidio y desasosiego potenciaba el estado general de incomodidad por la situación sanitaria nacional. A ello, se suma un malestar más por la imposibilidad de elaborar o diseñar materiales audiovisuales en corto tiempo para los estudiantes. Estos hechos ocasionaron que el colectivo educativo viviera un estado de crispación constante, un malestar e incomodidad, al no poder llevar a cabo el contacto.
Con el desarrollo de las redes digitales y las posibilidades de interconexión que posibilitó la web desde fines del siglo XX, se experimentaron cambios abruptos en las formas de distribuir y circular la información. Estos cambios tecnológicos en las redes técnicas fueron observados y trabajados por distintos académicos. Castells (1996) considera que las nuevas estructuras sociales u organizaciones estarían atravesadas por lo que él denomina la sociedad red. Es, justamente, esta sociedad actual que basó sus formas de trabajo en las conexiones en redes multifacéticas la que se ve observada por su funcionamiento dispar. Es esta sociedad red la que pone de manifiesto que la brecha tecnológica existe y profundiza más el acceso al trabajo y la educación. Como resultado de lo experimentado y vivido en el ámbito de la educación, en el marco de la pandemia, se vislumbra que
 si algo quedó claro durante las primeras semanas de cuarentena es que ninguno de los actores de la interfaz educativa estaba preparado para afrontar el desafío: ministerios y escuelas sin planes de contingencia, profesores que no sabían gestionar una videoconferencia, hogares sin la conectividad adecuada, padres y madres que debían dedicarse a la docencia casera mientras teletrabajaban, etc. La brecha digital afloró de manera brutal (Scolari, 2020).

En segundo lugar, este texto se propone reflexionar sobre cómo el estado de incertidumbre, crispación, ansiedad y angustia de los ciudadanos fue llenado minuto a minuto con búsquedas de datos sobre el Covid-19. Este estado de ansiedad produjo en muchos ciudadanos mayor consumo de pantallas. La voracidad de consumo, así como la gran circulación de información académica y científica, posibilitaron en la primera etapa de la pandemia que existiera un mensurado tratamiento informativo, que diera lugar a la palabra del saber científico. Poco duró ese momento y, muy rápidamente, la lógica del hecho noticioso, la alarma y la primicia informativa volvieron a ganar las pantallas de los canales televisivos y los portales de medios digitales.
Este consumo constante de datos e informaciones alteró y agudizó las angustias de los ciudadanos. Cada individuo aumentó su consumo diario de información sobre temas médicos y virales. Creció de manera desmedida el consumo de medios tradicionales y medios sociales digitales, según datos de las consultoras del ecosistema digital, como ComScore. Aumentaron las conexiones de streaming y la descarga de videos, tanto desde la web como en los celulares.
Este consumo desmedido, entendido como infoxicación –intoxicación de información– o, en este contexto, “infodemia”, alteró de manera sustantiva los vínculos entre los individuos. Esta sobreabundancia informativa atiborró a los usuarios de mensajes, recetas, videos explicativos sobre qué hacer y qué no hacer en la pandemia. La intoxicación también estuvo acompañada por cadenas constantes de circulación de información, reenvíos o compartidos en los grupos de mensajería instantánea o redes sociales. Se multiplicaron en todas las redes digitales los mensajes de prevención del virus y acerca de cómo cuidarse para no contagiarse. Se distribuyeron videos, presentaciones, placas con recetas o medicamentos particulares para prevenirse del mal viral mediante todo tipo de soportes y medios. La mensajería instantánea, como WhatsApp, fue la más utilizada, tanto en Argentina como en España, en la cuarentena. Hubo “una sobreabundancia de información –alguna exacta y otra no– que hace difícil que la gente encuentre fuentes dignas de crédito y fiables” (OMS, 02/02/2020, citado en Salaverria et al., 2020: 8).
Las informaciones falsas, mentiras, sin fuente de verificación confiable, también agudizaron las sensaciones de angustia y desconcierto ante el escenario mundial. Estas emociones de agobio ante tanta información cruzada y sin sustento científico ocasionaron malestar en la población en general. En este sentido, un estudio llevado adelante en varios países –Alemania, Argentina, Corea del Sur, España, Estados Unidos y Reino Unido– entre marzo y abril de 2020 por el Reuters Institute for the Study of Journalism, reveló que “un tercio de los encuestados afirmaba haber visto mucha o muchísima información falsa o engañosa en la última semana, sobre todo a través de las redes sociales y los sistemas de mensajería” (Salaverria et al., 2020: 9).
Los ciudadanos dispusieron de más tiempo de conexión, a pesar de la angustia de la pandemia. Se experimentó en y con la red, en un tiempo de conexión y consumo de las pantallas incesante. Vivieron la incertidumbre de lo que está por suceder conectados y con las redes. Se acomodaron y consumieron información sobre la pandemia desde el dispositivo que estuviera a mano, ya sea celular, notebook o PC. Navegaron en la web, y escucharon a los investigadores y epidemiólogos con atención. Revisaron informes, leyeron y escucharon con atención los avances del virus en el planeta. También la conectividad y el acceso abierto permitieron disponer de la posibilidad de leer, mirar reservorios digitales vedados para el público en general como, por ejemplo, el acceso a colecciones completas de Bibliotecas Nacionales y privadas, museos, o productoras audiovisuales.
La conectividad y la instantaneidad de la circulación de la información en la red permitieron consumir productos audiovisuales, imágenes o fotos de alta calidad, y se observaron fotos en 360° de la pandemia en el mundo. El virus mostró cómo la pausa ocasionada en la máquina implacable y voraz de consumo capitalista dejó paso a postales de quietud en las capitales de cemento mundiales. La pausa mundial, también permitió observar paisajes naturales, como playas, lagos, montañas, con distintos climas, en los rincones del planeta. La naturaleza mostró sus cualidades y miramos perplejos las postales del mundo, detenido, en calma y con espacios sin cuerpos humanos en las calles: un mundo en pausa, casi sin movimientos, en las calles, en las rutas y en los cielos.
Esta sensación de tiempo detenido, como en pausa constante, no fue experimentada por todos de la misma manera. En los ciudadanos se manifestaron el malestar y la incomodidad cotidiana, el desvelo nocturno y agobio ante lo desconocido. La incertidumbre presente ante escenarios catastróficos trasmitidos por todas las pantallas circulaba por todas las interfaces a todo momento. La ansiedad de los individuos y los estados emocionales alterados se sucedieron en todos los grupos sociales. El consumo desmedido de información sobre el virus fue acompañado por el miedo a lo desconocido. El filósofo coreano Byung-Chul (2020) reconoce que
El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad.

En tercer lugar, queremos detenernos en la forma en que esta sociedad red y el acelerado desarrollo tecnológico nos deja preguntas abiertas. El desenvolvimiento de los Estados que intentan controlar el virus, la circulación de la información falsa y a los individuos. La pandemia les otorgó la posibilidad del control digital de las poblaciones. Esta fascinación que se experimentó por conocer dónde, cómo y cuándo se movilizan los individuos pone de manifiesto que se pueden vulnerar los derechos individuales y colectivos sin el consentimiento de los sujetos. En esta línea, debemos reflexionar sobre qué datos otorgamos y a quién, por ello
las agrupaciones que se centran en defender derechos digitales de los ciudadanos recomiendan que las apps recopilen solo datos necesarios para su funcionamiento y que pasado un tiempo destruyan esa información. También sugieren que sean apps de código abierto para que puedan ser monitoreadas y evaluadas por la comunidad (Jaimovich, 2020).

Las tecnologías de vigilancia y control epidemiológico permitieron a los gobiernos y sus distintas dependencias –Ministerios, Secretarías– conocer, monitorear los movimientos y realizar un seguimiento pormenorizado e individual. La salud de la población y la trazabilidad epidemiológica para identificar la red de relaciones, contactos o posibles contagios fue la excusa que posibilitó una vigilancia digital, un panóptico digital desde las pantallas de los centros de seguimiento oficiales. Por ello,
con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud (Byung-Chul, 2020).

Las aplicaciones y los celulares se convirtieron en fuentes de datos para los Gobiernos y las Agencias Sanitarias. Fueron fuentes para disciplinar a los ciudadanos. Todos los gobiernos desarrollaron aplicaciones con interfaces amigables para que los ciudadanos llenaran con sus datos personales, con su localización, provincia, municipio, calle y, así, conocer el estado general ante síntomas compatibles con Covid-19.
Para mayo de 2020, ya había en funcionamiento por parte de los Estados más de 25 aplicaciones para el monitoreo y seguimiento de ciudadanos. 
Son todas plataformas que cuentan con el aval del gobierno donde se aplicarán, y que están diseñadas para informar automáticamente a los usuarios o funcionarios de la salud pública si alguien estuvo potencialmente expuesto a Covid-19; es lo que generalmente se conoce como “notificación de exposición” (Jaimovich, 2020).

En este contexto sanitario mundial se desarrollaron aplicaciones que posibilitaban conocer y saber el estado de salud de los ciudadanos, pero también estos procesos automatizados, así como los algoritmos, ofrecieron información de todo tipo sobre cada uno. Se experimentó una sobrevigilancia en los comportamientos de los individuos.
Estas tres situaciones que se visibilizaron con la pandemia ocasionaron crispación en la conectividad y nos mostraron una fotografía cruda, actual y preocupante, a mejorar en el corto y mediano plazo. Debe producirse una mejora –con calidad y cantidad conectiva– de toda la infraestructura técnica de las redes existentes. Estudiantes, docentes e instituciones educativas deben disponer de dispositivos –notebooks, PC, celulares– acordes para producir y compartir en las interfaces educativas. Es necesario planificar, capacitar y diseñar programas educativos que potencien las capacidades de lo digital para promover la enseñanza por procesos, metas y objetivos.
Los ciudadanos consumen cada vez más pantallas y, por ello, creemos que el control y la vigilancia biopolítica vinieron para quedarse. Debemos promover acciones colectivas para proteger los datos que circulan en las redes, y que los derechos individuales no sean avasallados por las empresas tecnológicas y los gobiernos de turno.

Bibliografía

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