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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.40 supl.1 Rosario dic. 2020

 

ARTÍCULOS

Pandemia y tradición: ¿Es posible mirar hacia el futuro?

Pandemic and Tradition: Is it Possible to Look to the Future?

 

Sebastián Matías Stra

Sebastián Matías Stra es docente e investigador de la Escuela de Trabajo Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: sebastianmstra@gmail.com


resumen

El presente artículo tiene la intención de reflexionar sobre la noción de tradición selectiva, trabajada por Raymond Williams, como un posible herramental conceptual pertinente para el análisis de las formas contemporáneas de mirar hacia el pasado y re-instalar una tradición que recupere esas miradas en el presente y en el futuro, en relación con el contexto actual, caracterizado por la crisis social y sanitaria, profundizada por la pandemia de Covid-19. Para ello, se propone pensar estas herramientas conceptuales a partir de dos momentos diferenciados. En un primer lugar, revisaremos ciertas referencias discursivas, en plataformas sociales y medios de comunicación, que ofrecieron un marco interpretativo para una experiencia individual y social inédita. En segundo lugar, se pretenderá identificar incipientes estrategias gubernamentales y de algunos actores de la sociedad civil como un posible intento de fundar una tradición delimitada sobre el desarrollo de la pandemia y sus derivas políticas, económicas y sociales.

palabras clave: Tradición selectiva; Pandemia; Williams

summary

This article intends to reflect on the notion of selective tradition, worked on by Raymond Williams, as a possible pertinent conceptual tool for the analysis of contemporary ways of looking at the past and re-installing a tradition that recovers those views in the present and in the future, in relation to the current context characterized by the social and health crisis, deepened by the Covid-19 pandemic. To do this, it is proposed to think about these conceptual tools from two different moments. In the first place, we will review certain discursive references, on social platforms and the media, which offered an interpretive framework for an unprecedented individual and social experience. Secondly, the objective is to identify incipient governmental strategies and those of some civil society actors as a possible attempt to found a defined tradition on the development of the pandemic and its political, economic and social drifts.

keywords: Selective tradition; Pandemic; Williams


“Las ideas son vueltos perdidos que jamás quedan en los bolsillos”
Rosario Bléfari

En el presente artículo, se propone un repaso por la noción de tradición selectiva que Raymond Williams abordó en una serie de textos que podríamos ubicar en la época pre-fundacional de los estudios culturales ingleses y de las discusiones dadas en el marco de la New Left Review. Se tratará de reflexionar sobre dichas elaboraciones como un posible herramental conceptual pertinente para el análisis de las formas contemporáneas de mirar hacia el pasado y re-instalar una tradición que recupere esas miradas en el presente y en el futuro, en relación con el contexto actual, caracterizado por la crisis social y sanitaria, profundizada por la pandemia de Covid-19.
Para ello, intentaremos pensar estas herramientas conceptuales a partir de dos momentos diferenciados. En un primer lugar, revisaremos ciertas referencias discursivas, en plataformas sociales y medios de comunicación, que ofrecieron un marco interpretativo para una experiencia individual y social inédita.
En segundo lugar, se pretenderá identificar incipientes estrategias gubernamentales y de algunos actores de la sociedad civil como un posible intento de fundar una tradición delimitada sobre el desarrollo de la pandemia y sus derivas políticas, económicas y sociales en nuestro país, en lo que podríamos identificar como operaciones de “tradición selectiva”.

Sobre la tradición selectiva en Williams

Definido por Beatriz Sarlo (1979) como un historiador “de las formas de las ideas”, el trabajo intelectual de Raymond Williams estuvo –sobre todo en sus primeros textos, que formaron parte de los denominados por Stuart Hall (2010) como libros seminales– vinculado a la indagación permanente por la modalidad de emergencia, perduración y circulación de una idea o un conjunto de ideas en una época, una cultura y una tradición determinadas.
Sin embargo, para estudiar y comprender estas formas de “diálogos” intergeneracionales, el autor se vio en la tarea de ir delimitando un conjunto de mediaciones que conforman su definición de “cultura”, entendida –por decirlo muy laxamente– como las maneras de dar respuestas creativas a la experiencia de vivir en comunidad. Tal es el caso de los primeros y rudimentarios pasos hacia esa definición que, en textos como “La cultura es algo ordinario”, leemos: “Una cultura supone un conjunto de significados comunes, obra de todo un pueblo, a la que se le brindan significados individuales, fruto de toda la experiencia personal y social comprometida de un ser humano” (Williams, 2001a: 46).
El concepto se consolida en The Long Revolution, donde describirá tres categorías generales que integran la definición de cultura: la primera es la “ideal”. Para esta categoría, “la cultura es un estado o proceso de perfección humana, en términos de ciertos valores absolutos o universales” (Williams, 2003a: 51). El autor agrega la categoría “documental”, que entiende la cultura como “la masa de obras intelectuales e imaginativas en las que se registran de diversas maneras el pensamiento y la experiencia humana” (2003a: 51). Finalmente, se suma la definición “social” de la cultura. Para esta definición, cultura es “la descripción de un modo determinado de vida, que expresa ciertos significados y valores no sólo en el arte y el aprendizaje sino también en instituciones y el comportamiento ordinario” (2003a: 51).
Ese matiz dialógico de su idea de cultura –y que le valió la crítica determinante1 de un historiador marxista como Edward Thompson– implica una permanente conversación entre diversos elementos que la integran, al comprenderla como “todo un modo de vida”.
Hay una forma latente en toda la intención y la energía humana: la de reflexionar sobre su propia experiencia, donde una cultura es a la vez tradicional y creativa. La tensión entre los antiguos y los nuevos significados introducen la dimensión de la tradición como un punto central en esta primera parte de la obra del autor galés.  
En este registro, no hay una sola idea en su obra a la que se dote de naturalidad. Nada de lo dicho debe ser considerado como simplemente dado. Williams intenta recomponer el grado de artificialidad que tienen aquellas formas del pensamiento que componen las perspectivas comunes de una época.
En esta línea, la persistencia de algunos elementos del pasado en detrimento de otros implica un conjunto de operaciones que no tienen lugar en el momento en el que los hechos suceden, sino en el tiempo en donde estos elementos son rescatados. En ese período, o conjunto de períodos, se conforma aquello que Williams denomina como su tradición. Este compuesto de codificaciones tiene un funcionamiento dado por los condicionamientos coyunturales del momento en el que tiene lugar la composición de la tradición: “Teóricamente, un período se documenta; en la práctica, ese documento se absorbe en una tradición selectiva, y ambos son diferentes de la cultura vivida” (Williams, 2003a: 59).
La propuesta de este artículo es reflexionar sobre la pertinencia de dichas formulaciones para conjeturar, quizás a modo de ficción analítica, las formas en que las comunidades dan sentido a una experiencia individual y social inverosímil, y también las maneras en que los diversos niveles del Estado podrían estar habilitando operaciones de tradición selectiva para el registro de esas respuestas ante la complejidad pandémica y sus derivas sociales.
Más allá de que el concepto de tradición selectiva puede ser utilizado para el análisis de actividades específicas, la forma de comunicación general que tiene una cultura y la manera en que se vincula con los patrones pasados está atravesada por un constante proceso de selección.
Muchos años más tarde, en Marxismo y Literatura, Williams (2009) dará cuenta del carácter fuertemente determinante de la vinculación entre los registros y las elecciones que conforman una tradición puntual y las formas de construcción hegemónica. En ese sentido, propone a la clase como el elemento central en esta manera de construir como artificio las vistas al pasado.
Mark Fisher, en sus elaboraciones sobre el realismo capitalista, retomará la importancia de la tradición en la manera en que el capitalismo “subsume y consume todas las historias previas” (Fisher, 2019) y lo hará, justamente, a través de la lectura de un autor muy trabajado y debatido por Williams, como T. S. Eliot:
Eliot, anticipando a Harold Bloom, propuso la existencia de una relación recíproca entre lo ya canonizado y lo nuevo en la cultura: lo nuevo se define en respuesta a lo ya establecido; al mismo tiempo, lo establecido debe reconfigurarse en respuesta a lo nuevo. La consecuencia a la que arriba Eliot es que el agotamiento de lo nuevo nos priva hasta del pasado. La tradición pierde sentido una vez que nada la desafía o modifica. Una cultura que solo se preserva no es cultura en absoluto (Fisher, 2019: 24).

Mirando hacia el pasado

Desde comienzos de 2020, la pandemia por Covid-19 se conformó como un tema de interés nacional y local. Se incorporó como tópico en las discursividades mediáticas y en el diálogo circulante en plataformas sociales (Van Dijck, 2016), y configuró cierta “agenda melding” (McCombs, 2006), que implicó, en algunos casos, la disposición de comunidades con intereses y valores compartidos, para reducir la disonancia cognitiva (Calvo y Aruguete, 2018).
No obstante, y más allá de que estas formaciones de comunidades se van cerrando hacia burbujas informativas acordes a sus tradiciones y expectativas cognitivas sobre un tema determinado, se ha sucedido –desde marzo de 2020 y tal vez un poco antes– una serie de imágenes inéditas que fueron, en general, blanco del interés y la estupefacción común.
Hemos visto, quizá por primera vez para, al menos, dos generaciones, cómo la muerte global se aglomeraba en el espacio público: las imágenes de las salas de espera en Italia y España, los cadáveres en las calles de Ecuador y Brasil, los camiones llenos de féretros o las fosas comunes en Estados Unidos. También asistimos a la carrera científica en tiempo real2 para encontrar la cura que suponga cierto control de ese caótico natural que amenaza y avanza sobre nuestros cuerpos, nuestra persistencia biológica y nuestra vida en comunidad. Vimos, sobre todo en el comienzo y desarrollo de la cuarentena más rígida, que los fragmentos que estructuraban nuestra temporalidad –del trabajo, del estudio, del ocio– se fueron diluyendo en un loopeado espacio íntimo. Muchas de estas imágenes plantean interrogantes sobre los cuales todavía no hay respuestas definitivas, y donde los pronósticos son cada vez menos seguros.
Ante esto, podríamos decir que, para habilitar ciertos marcos de comprensión de esa experiencia sin precedentes, se recurre a la transposición de las temporalidades presentes y pasadas. Es una manera de poder construir un presente comprensible a través del cruce objetivo entre historia y memoria.
Sucede que hasta en la forma de nombrar las pandemias podemos encontrar ejercicios de tradición selectiva. Por ejemplo, es el caso de la gripe española de 1918, que, probablemente, se originó en Kansas, por lo que se podría haber llamado gripe norteamericana (Waisbord, 2020), pero que derivó en española, en tanto el país europeo fue el único que no censuró la publicación de los informes sobre la enfermedad y sus consecuencias, a diferencia de los otros países centrados en el conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial.3 Ni hablar de la permanente insistencia de Donald Trump de llamar “virus chino” al Covid-19, en un desafío a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en los protocolos confeccionados en 2015, que prohíben la vinculación de cualquier enfermedad con referencias a ubicaciones geográficas –ya sea por ciudades, países o continentes– o a especies animales.
En su artículo “El virus es el mensaje”, Sandra Valdettaro recurre a la noción de “horizonte de expectativa”, citando a Paul Virilio. Entiende esa noción como un conjunto de claves interpretativas que “permearon las vidas imaginarias de los hombres de cada siglo” (Valdettaro, 2020: 152). Interpreta este planteo “en términos de la eficacia de lo imaginario como condición de lo simbólico y lo real. Tal como los niños con los juegos, la humanidad se fue adiestrando mediante un sinnúmero de materialidades imaginarias para jugar luego un juego real” (Valdettaro, 2020: 152).
Recuperamos aquí la lectura de Valdettaro para interrogarnos sobre las incumbencias de la construcción de la tradición, en términos de selectividad de elementos traídos al presente, para el desarrollo y profusión de una potencial imaginación sobre el futuro. ¿Qué elementos se intentaron recuperar para empezar a darle a la experiencia global inédita que nos atraviesa el matiz simbólico de un juego que como especie podemos seguir jugando?
Una de las maneras en que podemos estructurar nuestro interés sobre el presente es a través del reservorio de una amplia discursividad ficcional, conformada por años y años de construirnos y educarnos como consumidores mediáticos: años y años de memoria cinematográfica, literaria, televisiva, radial y, más recientemente, de diversas y heterogéneas materialidades significantes que componen el actual panorama post-mass mediático.
Se trata de una reserva de discursividad ficcional que Valdettaro nombró como “pedagogía mediática catastrofista”, y que nos da ciertos antecedentes de diversas formas de “estados de excepción”, desde el Decamerón, de Giovanni Boccaccio, hasta La peste, de Albert Camus o Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Luego, podemos detenernos en las distopías futuristas al estilo de Blade Runner, Years and Years o Black Mirror, que indican cierta co-evolución entre ser humano y técnica, que incluso superan las formas extensivas –del tipo mcluhaniano–, más propias del paradigma de la New Flesh. Por último, podemos señalar las obras más específicas del género cine pandemia, como Contagio, dirigida por Steven Soderbergh; Virus, bajo la dirección del surcoreano Kim Sung Soo; o Epidemia, dirigida y producida por Wolfgang Petersen. Se establece, así, un conjunto de narrativas literarias, cinematográficas y audiovisuales que fueron conformando sus propios rankings e incluso, últimamente, algunos records de ventas.
Por otro lado, si consideramos el horizonte del sistema de mediatización contemporánea, podríamos pensar ciertas reestructuraciones de patrones en vistas de organizar la selectividad de la tradición. Un término que podemos recuperar como un keyboard contemporáneo –de acuerdo con la modalidad analítica del Williams (2003b) de Palabras Clave, libro pensado por el autor para continuar el trabajo iniciado en Cultura y Sociedad (2001b)– es justamente la palabra “infodemic”, traducida como infodemia, y definida por la Organización Mundial de la Salud como: “sobreabundancia de informaciones, algunas precisas y otras no, que se produce durante una epidemia. Puede generar confusión y, en última instancia, desconfianza en los gobiernos y en la respuesta de salud pública” (World Health Organization, 2020).
Estos señalamientos de los organismos internacionales apelan también a recuperar cierta característica tradicional de los medios de comunicación, que es la consideración de la información como servicio. De esta manera, los medios –y sus profesiones derivadas– se estructuran como instituciones legítimas para establecer la selección, clasificación y ordenamiento de aquello que se quiere comunicar, pero también del control social, vía la vigilancia permanente del cumplimiento de la norma y la transmisión de ciertos preceptos morales.
En esta línea, la UNESCO, en su informe “Periodismo, libertad de prensa y Covid-19”, plantea: “El periodismo es clave para proporcionar información fidedigna en medio de esta amplia ‘infodemia’, para combatir los mitos y rumores. Sin la acción del periodismo, el contenido falso puede expandirse de manera desenfrenada» (UNESCO, 2020a).
Esta suerte de enunciación sobre la legitimación de los mensajes producidos por los medios se articula con ciertas formas de registro propias de las tecnologías móviles actuales que, probablemente, puedan generar ciertas actitudes ligadas a un delacionismo ciudadano, en convergencia con instituciones tradicionales de comunicación y plataformas sociales.
Una de las primeras imágenes representativas de este momento se pudo observar al inicio del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio en la ciudad de Rosario. El sábado 21 de marzo por la noche, el periodista de Telefé Rosario, Maximiliano Raimondi, se prestaba a recorrer la Terminal de Ómnibus, que estaría presuntamente vacía. Sin embargo, las instancias inesperadas de las modalidades enunciativas del directo televisivo hicieron que, en vez de mostrar dársenas vacías, se encontrara con un colectivo de turistas argentinos recién llegados de Camboriú, Brasil, en una unidad que había, al menos, escondido informaciones sobre su arribo a la ciudad.
Esta suerte de servicio de control en directo del medio de comunicación se articuló con decenas de publicaciones en plataformas sociales como Twitter, Facebook e Instagram, donde se “escrachaba” públicamente a quienes habían sido identificados como los viajeros que violaban la cuarentena y las disposiciones sanitarias.
Podemos conjeturar que estas dimensiones del fenómeno se pliegan al uso del directo televisivo como “régimen enunciativo”, en términos de Verón (2013), vinculado a las características principales de la “televisión histórica”. El complejo escenario post-mass mediático de la mediatización contemporánea se tamiza con un contrato de comunicación que coloca en un lugar central al interpretante Estado-nación, donde los medios, al autodesignarse como un servicio social, reafirman su tradición institucional y se diferencian de otras formas de circulación de información, como las plataformas sociales.

Mirando hacia el futuro

Para finalizar, señalaremos brevemente, y de manera un tanto arbitraria, algunas propuestas para intentar pensar la conformación de una tradición selectiva que ordene ciertas formas de vivenciar este presente pandémico, pero mirando hacia el futuro. Allí, podemos visualizar algunos actores institucionales que intentan inscribir su voz en el registro de los hechos.
Horacio González sugiere que “las instancias de discusión colectiva deberán contar con distintos impulsos organizativos” (2020, 44). En estos “impulsos”, imagina las universidades, las instituciones científicas estatales y privadas y el conjunto de los núcleos del sistema educativo nacional, como las entidades encargadas de “coordinar” los debates.
En este marco, podemos leer una serie de propuestas fomentadas desde distintos niveles del Estado como, por ejemplo, el proyecto, iniciado en junio de 2020, que propone que el Archivo General de la Nación, dependiente del Ministerio del Interior, reúna y conserve los materiales de difusión pública producidos por el Estado argentino en el marco de la campaña de salud contra el Coronavirus (Covid-19). Dicho proceso prevé la compilación de todos los materiales producidos, para luego ingresar en la etapa de identificación y conservación y, finalmente, garantizar su acceso abierto y público. Esta política de conservación se alinea con el documento especial de la UNESCO, “Convirtiendo la amenaza del Covid-19 en una oportunidad para un mayor apoyo al patrimonio documental”, que sugiere que “el patrimonio documental es un recurso importante para ofrecer una perspectiva histórica sobre la forma en que los gobiernos, sus ciudadanos y la comunidad internacional han abordado las pandemias en el pasado” (UNESCO, 2020b).
Por otro lado, a nivel local, y quizás en una línea que implica mayor participación ciudadana, el Museo de la Ciudad de Rosario “Wladimir Mikielievich” lanzó la convocatoria abierta “Registro de pandemia”, que se propone confeccionar “un archivo textual y audiovisual que genere material de información para trabajos futuros y testimonios de esta situación histórica que plantea la pandemia de Covid-19” (Museo de la Ciudad “Wladimir Mikielievich”, 2020).  
La institución convoca a usuarias y usuarios que envíen, mediante la plataforma de intercambios discursivos WhatsApp, sus registros –que pueden articularse en formato texto, video o audio– sobre las experiencias vinculadas con la pandemia en sus vidas cotidianas.
Por un lado o por otro, asistimos a incipientes procesos de configuración de una tradición selectiva futura. Se trata de una forma de organizar los elementos del pasado, tomando en consideración las jerarquizaciones presentes y futuras.
El tiempo dirá cuánto de todo ese interminable flujo de energía humana que constituyen las ideas de una época se perderá y cuáles serán los pequeños destellos que compongan su tradición. Sugerimos aquí pensar, desde un fragmento de la obra de Williams, los pliegues, rupturas y continuidades que constituyen y construyen las diversas tradiciones, así como las formas en que la constitución de una tradición implica, a su modo, ciertas operatorias sobre el presente.

Referencias

1 Nos permitimos decir “determinante”, en tanto la reseña de The Long Revolution por parte de Edward Thompson (1961) implicó un viraje sustancial en la obra de Williams, que llevó a la escritura del famoso artículo “Base y superestructura en la teoría cultural marxista”, publicado en 1973 por la NLR. Otra de las instancias que llevó a este viraje epistemológico hacia un marxismo más de raigambre gramsciana fue, justamente, su contacto, a principios de los años setenta, con el floreciente Centro de Estudios Culturales de Nápoles (Hall, 2017).

2 Carrera científica que se ha mencionado en términos de “guerra fría” y que se convierte en una especie de batalla por dominar la nueva reconfiguración del mapa geopolítico mundial. A propósito, se puede consultar la nota “De la Guerra Fría a la pandemia: la carrera por la vacuna contra el Covid-19, un nuevo capítulo del escenario geopolítico”, publicada en Ámbito Financiero el 11 de agosto de 2020.

3 “Aunque algunos investigadores afirman que empezó en Francia en 1916 o en China en 1917, muchos estudios sitúan los primeros casos en la base militar de Fort Riley (EE.UU.) el 4 de marzo de 1918” (Pulido, 2018).

Bibliografía

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