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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.40 supl.1 Rosario dic. 2020

 

ARTÍCULOS

Nuevos públicos en pandemia: Distanciamiento social y teatro rosarino

New Publics in the Pandemic: Social distancing and theatres from Rosario

 

Orlando Verna, Anabella Berdinelli, Malena Contreras, Ignacio Noviski, Noelia Privitera y Celina Rosales

Orlando Verna es docente e investigador de la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: vernaor@yahoo.com.ar

Anabella Berdinelli pertenece a la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: anabella.dara-berdinelli@hotmail.com

Malena Contreras pertenece a la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: malecontreras@hotmail.com

Ignacio Noviski pertenece a la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: ignacionoviski@gmail.com

Noelia Privitera pertenece a la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: priviteranoeliaf@gmail.com

Celina Rosales pertenece a la Escuela de Comunicación Social, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: celinarosales9@gmail.com


resumen

Este ensayo reflexiona sobre las representaciones discursivas adoptadas en medio de una urgencia que conmovió las bases conceptuales, redimensionó la oferta y promovió la visualización del futuro inminente del teatro independiente de la ciudad de Rosario. Las reflexiones forman parte de la nueva estrategia de abordaje y gestión del proyecto de Extensión Universitaria “Nuevos públicos en construcción III”, de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y contienen el valor de la palabra puesta en funcionamiento en el mismo momento de la zozobra producida por los cambios en la sociabilidad de las personas, que impactaron directamente sobre el convivio que estructura al teatro. Formaron parte del ciclo virtual de videoconferencias organizado por el proyecto, con el auspicio de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencia Política, llamado “Extendiendo vínculos: Conversatorio sobre teatro en pandemia”, que se desarrolló entre el 7 de mayo y el 4 de junio de 2020. Con esas y otras voces se aborda una realidad inquietante: si el convivio y el arte aurático siguen desaparecidos de escena, quizás sea hora de repensar el concepto de teatro.

palabras clave: Representaciones discursivas; Pandemia; Convivio; Teatro

summary

This essay reflects on the discourse representations adopted during an urge that moved the conceptual basis, re-dimensioned the offer, and promoted the visualization of the foreseeable future of Rosario’s independent theater. The reflections are part of the new approach and administration strategy of the Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales University Extension project “Building new publics III”. These thoughts contemplate the value of the word in movement as well as the unease produced by the changes in people’s sociability; aspects that impacted directly over the agreement through which theater is structured. These ideas were part of the videoconferences virtual cycle “Expanding Bonds: Conversations about Theater in the Pandemic”, organized by the project, with the sponsorship of the Secretaría de Extensión of the Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, and conducted between May 7th and June 4th, 2020. With these and other voices, a disturbing reality is addressed: if coexistence and auratic art continue to disappear from the scene, perhaps it is time to rethink the concept of theater.

keywords: Discursive representations; Pandemic; Conviviality; Theater


El 21 de marzo de 2020 no fue uno más en la vida de todos los argentinos. Empujado por una crisis sanitaria que se acrecentaba en torno al nuevo Covid-19, y en medio del temor que profundiza la situación de otros países, el Gobierno argentino decidió decretar el fin de lo que para muchos significaba un impulso cotidiano. Aislarse obligatoriamente no solo significó una crisis moral y un estancamiento en la rutina, sino que volvió imposible una característica que le da sentido a muchas actividades propiamente humanas y artísticas: el convivio.
Con el transcurrir de los meses, se ha visto cómo muchas prácticas han encontrado paralelismos para salir adelante. Actividades que parecían imposibles de desarrollar en un principio vieron en la tecnología una fuente de avance que logró superar estos obstáculos, sin volver a la normalidad como la conocíamos y respetando un protocolo que ya se ha convertido en costumbre. Sin embargo, las prácticas artísticas, esas que irremediablemente necesitan al convivio y al espectador para salir adelante, parecen haber quedado estancadas en esa normalidad que el tiempo se llevó. Entonces, ¿será imposible, al menos hasta llegar a una solución para volver a la coyuntura, retomar esa característica del convivio que ha impulsado las actividades artísticas a través del tiempo?
De algo podemos estar seguros: en contextos similares, los hombres siempre han encontrado una salida para lograr volver a reencontrarse. Hay muchos casos de enfermedades que requirieron el aislamiento obligatorio y total, y la pandemia por Covid-19 no debería ser tomada como un fenómeno de novedad, si se tiene en cuenta que, a grandes rasgos, podríamos decir que hemos tenido casi un centenar de experiencias similares, como la lepra, la peste bubónica o incluso la fiebre amarilla. Sin embargo, según Iazetta (2020), sí podemos encontrar ciertas novedades en cuanto a la civilización actual. Quizá lo diferente en este momento no sea la situación pandémica en sí, sino sus características en torno al proceso de globalización en el cual se enmarca. Como bien precisaría Marshall McLuhan, en una especie de anticipo filosófico, el mundo se ha convertido en una verdadera aldea global. No existe rincón al cual no se pueda acceder de manera remota mediante los avances tecnológicos. La interrelación como tal ha cambiado en su concepto y aquello que antes requería una presencia obligatoria ha virado hacia el hecho de poder dialogar y discutir libremente con alguien que puede encontrarse a kilómetros de distancia. Este fenómeno sí representa algo nuevo, porque ofrece un reemplazo a las prácticas presenciales. Mientras que, en la Edad Antigua, el aislamiento significaba un encierro total y completo para cada individuo –y en consecuencia el freno total de su rutina–, en estos contextos hemos podido encontrar un reemplazo para continuar con nuestras actividades habituales de manera remota, sin sufrir un cambio drástico en nuestras vidas rutinarias.
El cuestionamiento, sin embargo, se hace indiscutible. ¿Puede la presencia real ser reemplazada por la virtual? En todo caso, ¿qué simbolismos se llevaría puestos en este proceso de imitación? En este artículo, tomaremos las diferentes miradas acerca de un concepto artístico que, si bien ha intentado ser reemplazado, parece haberse detenido en el tiempo hasta la renovación de una realidad presencial que aún se hace esperar.

La crisis del convivio

Determinar la medida del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio como medida de prevención del contagio del virus Covid-19, o coronavirus, afectó a un sinnúmero de actividades sociales y económicas naturalizadas en el ámbito de la cultura. Inhabilitada la masividad, judicializada la reunión, e impugnados los contactos cercanos, algunas modalidades de expresión cultural, sobre todo las que se justifican solo en su convocatoria territorial, recibieron la cuarentena sanitaria como una prohibición; las llevó a una reflexión, obligada y fecunda, acerca de sus propias construcciones como arte.
El golpe es especialmente duro en este entorno, sobre todo porque la habitualidad resulta irremplazable. Muchas prácticas sociales intentan adaptarse a la virtualidad, que supuso una posibilidad concreta donde encontrar nuevas experiencias que intenten reemplazar una presencialidad que prácticamente quedó prohibida. Por más o por menos, terminaron dando fruto y creando un punto de vista que quizá cambie la mirada de ver el mundo en el largo plazo. Sin embargo, las prácticas artísticas se encontraron con una imposibilidad de base, que inhabilitó sus actividades y que limitó su expansión desde los principios del brote. Iazzetta (2020) desarrolló en este punto algunos conceptos particulares que quizás ayuden a definir las causas por las que el entorno artístico se vió tan afectado. Para este autor, hay algo que nunca podría adaptarse a la transformación que se ha puesto en marcha a raíz del aislamiento, y que muestra que quizás algunos aspectos deban mantenerse congelados excepcionalmente hasta recuperar el curso “normal” de las cosas. Existen prácticas, presenciales y clásicas, donde el valor del encuentro físico en sí mismo es irremplazable. El teatro, por ejemplo, es más un ritual que una actividad. El sentido del rito y de la esencia que genera el transcurso de observar o realizar una obra teatral le gana en importancia al objetivo concreto de narrar una historia comprensible. Ya diría Benjamin (1972): “El teatro es arte aurático por excelencia”, de manera que no puede ser des-auratizado –como sí sucede con otras expresiones artísticas–, y remite a un orden ancestral, a una escala humana antiquísima del hombre, ligada a su mismo origen.
Esto, además, puede ser observado al retomar el concepto de efervescencia social mencionado por Durkheim (1968), donde se hace alusión a aquellos procesos sociales en los que los individuos se encuentran reunidos, donde se produce un alto nivel de intensidad de la vida colectiva, y se genera una modificación en los lazos sociales. En estos procesos nombrados por Durkheim, la presencialidad resulta insustituible, porque compone una característica fundamental para poder lograr el sentido mismo de la situación: sin presencia, no hay reunión, y por lo tanto no hay ritual. Sin esa sensación corpórea de estar compartiendo ese proceso, no podríamos lograr igualarlo en lo más mínimo. Muchos encuentros adquieren estas características: las manifestaciones, mencionadas por Durkheim como uno de sus grandes ejemplos, pueden ser encasilladas perfectamente dentro de este grupo, ya que la importancia de su objetivo radica en la reunión y en el agrupamiento físico. Sin que haya comunicación presencial sería imposible crear una manifestación o sentir sus sensaciones originales.
Ahora bien, entonces, surge la incógnita: ¿es imposible repensar una alternativa que represente una salida a esta realidad inadmisible? Iazzetta (2020) tiene, en este punto, una mirada muy particular. Si bien comprende que el fenómeno de efervescencia se mantiene, y ve como imposible sustituir la práctica teatral sin poder reemplazar la significancia del ritual en sí mismo, el docente opina que, en contextos como estos, “los hombres siempre se las han ingeniado para encontrar formas de acercamiento”. Las salidas concretadas para aplaudir a las 21 horas, o las expresiones artísticas en los balcones, denotan un hilo de esperanza para pensar que no todo está perdido.

¿Hay alternativas de un teatro sin presencialidad?

La pregunta puede ser muy bien contestada en la definición misma de lo que se conoce como teatro. Las ensoñaciones de la contemplación la asocian a su etimología y se le reconocen como origen ancestral el encuentro, la cercanía y el contacto entre los cuerpos, resumidos en la noción de convivio. De allí la conclusión de que cualquier manifestación artística que no posea esa característica no es teatro, y de que otros dispositivos de reunión detonarán otras artes, a las que seguramente no se les llame teatro, aunque se las asocie al teatro.
La idea de que si el teatro es encuentro entonces habrá que pensar el teatro de cero direccionó el interés por la desterritorialización de la producción y de la expectación en el ámbito del teatro; se puso nuevamente la reconceptualización del teatro no ya como una preocupación filosófica, sino, hoy, como una real, urgente, y que se encuentra en un punto de resolución.
El teatro tiene también como característica estructural su espontaneidad. El aquí y ahora, que podría rápidamente remitir al concepto de aura de Walter Benjamin, del vivo y la convicción de estar frente a un acontecimiento, que se presenta como único e irrepetible, estaría intervenida por la capacidad de la tecnología de convertirlo en un registro y de poder reproducirlo hasta el infinito. Así, el debate se centró en la posibilidad, necesidad o hábito de archivar o no el material, ya que su posterior circulación negaría el hecho irrepetible antes referido.
De acuerdo con el paradigma de que “nadie hace teatro solo”, se sugirió no entender al teatro circunscripto a los artistas, sino a todas las personas dedicadas a las artes y técnicas que determinan el carácter colectivo de la creación teatral. No solo eso se limita a eso, ya que la nueva normalidad pondría en crisis, además, el lugar y el rol del espectador. Se advirtió acerca de la responsabilidad en la manutención del vínculo que debería implicar no solo a los teatreros, sino también a los espectadores. En ese sentido, Ignacio se interrogó acerca de qué están haciendo los espectadores teatrales para mantener el vínculo con el teatro.
De todas maneras, quedan por responder las preguntas acerca de los efectos sociales y culturales del distanciamiento sanitario en referencia a las nuevas fobias de relacionamiento, como el miedo a acercarse a otras personas o de participar de reuniones, sobre todo para los grupos de riesgo.
Finalmente, y ante la obligación de evitar el convivio, cupo la sugerencia de recategorizar la idea de teatro, pensar en una nueva conceptualización, y en la suposición de una forzada transformación –pero transformación al fin– de lo que era el teatro, ya que, como refiere el director Eugenio Barba, se trata de una decisión política de hacer teatro “como se pueda”. Sobre esta puerta abierta hacia un futuro diferente se puede pensar en el caso de Teatro Abierto en tiempos de apertura democrática, y en particular en uno de sus textos, de donde se desprenden tres ideas centrales que podrán ayudar a pensar la novedad por venir: el teatro sobreviviente, la resistencia y la resiliencia, como capacidad del arte y el teatro de sobreponerse a una situación, adaptarse y volver a construir.

El teatro rosarino y el aislamiento

En lo particular del teatro rosarino, cultiva la cercanía como ideología y es, a su vez, la cercanía lo primero que la pandemia se llevó (Druetta, 2020), al punto que la última novedad de producción antes de la cuarentena fue el microteatro. El presente transcurre con salas de teatro que son el fruto de la autogestión de teatreros, quienes hoy no pueden habitarlas, y con actores que trabajan desde la reflexión para identificar cuál será el rumbo del teatro en la llamada “nueva normalidad” y pensar, así, cómo construir algo que se asemeje a la intimidad de una función, que hoy queda lejos en el tiempo pero cerca en la piel.
El teatro de la región se caracteriza, además, por su versatilidad y capacidad de resistencia, sostenido por una red de actores y espectadores que promueven y defienden tanto la actividad como la diversidad de propuestas en la ciudad. Sin embargo, en este contexto donde el aislamiento es la regla vital de supervivencia, el desafío radica en lograr hacer una lectura profunda en torno al teatro que no quede anclada a la nostalgia de las experiencias del pasado.
Frente a la ausencia de la actividad teatral, que es motor y militancia y, al mismo tiempo, para muchos, trabajo y sustento, los teatreros se encuentran en un momento de coyuntura que los lleva a reflexionar acerca de su profesión. Propuestas no faltaron, pero siempre estuvieron meditizadas por una pantalla. Hubo quienes representaron sus obras vía streaming. Otros optaron por incursionar en los vivos de Instagram o Facebook, y hay incluso quienes subieron obras grabadas previamente a YouTube. Sin embargo, ¿es eso teatro? ¿Es teatro grabado? ¿Se trata de un rito mediatizado? ¿Estamos en presencia del surgimiento de una nueva categoría de teatro? Para muchos pensadores y artistas, el teatro no puede carecer del encuentro humano. En palabras de Nuñez (2020), no es posible imaginar un teatro desde la virtualidad, un teatro donde se obvie ese encuentro, donde no se produzca el rito, es decir, donde no tenga lugar el convivio.
A pesar de esto, al margen de la pregunta filosófica que surge al pensar en esta actividad en el marco de una pandemia, no se puede obviar la delicada situación económica que están viviendo aquellos teatreros que dependen de los ingresos que obtienen de las funciones y de los talleres. Para ellos, el panorama es muy distinto de quienes tienen otros ingresos para subsistir. Por este motivo, debieron depender de distintas ayudas mínimas que el Estado Provincial les propició, y de aquellas logradas a través de la autogestión de redes de artistas. En este sentido, el teatro no deja de ser una actividad cultural más, y excede su funcionalidad poética cuando es la subsistencia lo que está en juego.
Sin embargo, aun en las peores condiciones existe un imán entre los hacedores del teatro, los espectadores y el teatro en sí, que no permite que este vínculo desaparezca. El director de teatro inglés Peter Brook (2005) asegura que el teatro se basa en una característica humana muy particular, que es la necesidad que surge de vez en cuando de establecer con el prójimo una relación renovada y más íntima. Tal vez, entonces, en este momento, el teatro no sea urgente, pero sí el hecho de encontrarnos sigue siendo una necesidad, y para eso prescindimos del teatro.

Conclusiones

Las crisis sociales exponen grietas que eran previas a la misma crisis y, en ocasiones, las agrandan. En el caso particular de la pandemia de Covid-19, la hendija que se dejó entrever fue la de la crisis del convivio, causada, en parte, por el inminente avance de las nuevas tecnologías, como las relacionadas con las pantallas. A su vez, estas plataformas virtuales fueron las que permitieron que muchas actividades artísticas, que se nutren del convivio, no dejaran de exponer o trabajar sobre su actividad y encontraran soluciones pasajeras a la problemática del encierro. Sin embargo, esto no fue el caso de todas las experiencias artísticas, y así lo demuestra el teatro.
Aunque por momentos pareciera que una de las posibilidades es una reconfiguración de la actividad teatral que prescinda del encuentro aurático, los teatreros aseguran que el teatro no puede vivir sin el convivio. Las palabras de Brie (2020) suenan como un consejo para el futuro del teatro. Más allá de algunas ideas en torno a cómo podría expandirse para su regreso, admite que “mientras haya un hombre sobre la tierra, va a haber teatro” pero presencial. Es un modo de reafirmar que la forma del teatro es siempre el estar en crisis, pero que nunca va a dejar de existir.
Según Jorge Dubatti,
en el teatro se vive con los otros: se establecen vínculos compartidos y vínculos vicarios que multiplican la afectación grupal (…) El convivio multiplica la actividad de dar y recibir a partir del encuentro, diálogo y la mutua estimulación y condicionamiento, por eso se vincula al acontecimiento de la compañía (del latín, cum panis, compañero, el que comparte el pan). El teatro, en tanto acontecimiento convivial, está sometido a las leyes de la cultura viviente: es efímero y no puede ser conservado, en tanto experiencia viviente teatral, a través de un soporte in vitro.

Bibliografía

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