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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.41 Rosario jun. 2021

 

ARTÍCULOS

“Ello habla antes, en otra parte”: para una crítica de las evidencias del sentido a partir del caso Carlos Matus 1

“It speaks before, elsewhere”: Notes for a Critique of the Evidences of Meaning Based on the Carlos Matus Case

 

Celeste Viedma

Celeste Viedma es becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: mcviedma@gmail.com


resumen

El presente artículo se propone producir, a partir de un caso, una reflexión teórica en torno a los modos en que trabajamos con discursos en ciencias sociales. En particular, procura presentar elementos pertenecientes a la escuela francesa de análisis del discurso: los aportes de Michel Pêcheux sobre la lectura althusseriana del psicoanálisis y el trabajo teórico de Foucault, en los que cobrarán especial relevancia el concepto de interdiscurso, así como la noción de heterogeneidad constitutiva del discurso elaborada por Jacqueline Authier-Revuz. Se presenta la hipótesis de que esta teoría es sumamente fructífera para horadar dos evidencias que operan como obstáculos epistemológicos al momento de producir conocimiento en nuestras disciplinas: el “autor”, entendido como fuente de sentido del discurso, y el llamado “contexto”, en términos de las coordenadas espacio-temporales de su formulación. Se procura analizar los modos en que operan ambas evidencias en el estudio un caso particular: las lecturas contemporáneas acerca de los desarrollos del economista chileno Carlos Matus. Para ello, se conforma un corpus preliminar en el que se demuestran regularidades que difícilmente puedan ser advertidas desde una perspectiva que reproduzca las dos evidencias mencionadas.

palabras clave: Ethos; Discurso; Autor; Varsavsky; Matus

summary

The article aims to produce a theoretical reflection on the ways in which we work with discourses in social sciences, based on a case. In particular, it seeks to present elements from the French school of discourse analysis: the contributions of Michel Pêcheux on the Althusserian reading of psychoanalysis and Foucault's theoretical work, in which the concept of interdiscourse and the notion of constitutive heterogeneity of discourse developed by Jacqueline Authier-Revuz will gain special relevance. The hypothesis is that this theory is very productive in order to discuss two evidences that operate as epistemological obstacles when producing knowledge in our disciplines: the "author" as a source of discourse sense and the so-called "context" as the spatial-temporary coordinates of its formulation. It analyzes the ways in which both evidences operate in the study of a particular case: the contemporary readings about the writings of the Chilean economist Carlos Matus. For this, a preliminary corpus is formed which demonstrates regularities that can hardly be noticed from a perspective that reproduces the two evidences mentioned.

keywords: Ethos; Discourse; Author; Varsavsky; Matus


¿Qué entendemos por sentido cuando trabajamos con discursos en ciencias sociales? El presente trabajo se alimenta, a grandes rasgos, de aquella pregunta. Se trata de un interrogante que emergió de los surcos marcados por la labranza de un trabajo de investigación todavía en curso. Los bueyes que lo posibilitaron llevan el nombre de distintas instancias colectivas que serán oportunamente referidas. La metáfora pretende señalar que lo que intento aquí es dar cuenta de una pregunta, podría decirse, teórico-epistemológica, que comenzó a sobrevolar cada vez con mayor persistencia un proceso de investigación empírica. Para facilitar la lectura, organizo el texto en dos secciones: una primera que pretende oficiar de introducción y análisis del caso; y una segunda parte en la que me propongo introducir una reflexión acerca del modo en que trabajamos con discursos en ciencias sociales.
El caso que nos ocupa, al que refiero en el título, es el de Carlos Matus (1931-1998). Se trata de un economista chileno que participó como consultor en diversas instituciones académicas –las principales son el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (ILPES-CEPAL) y el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) venezolano, entre otras– y que formó parte del gobierno de la Unidad Popular en Chile con diferentes cargos ejecutivos. A su vez, Matus ha sido recuperado en las últimas décadas por el campo de estudios vinculado al análisis de políticas públicas y del accionar estatal2, fundamentalmente por sus aportes teóricos para la comprensión de la planificación como actividad inescindible de la dimensión política, que se sintetizan en una propuesta específica denominada planificación estratégica situacional. A partir de un primer acercamiento a los escritos matusianos de los años sesenta y setenta, sostengo la hipótesis de que en ellos adquieren particular importancia las resonancias de los debates sobre “estilos de desarrollo”. Estos últimos consistieron en una serie de propuestas elaboradas desde distintas instituciones científicas de la región y en las que confluyen diversas figuras del campo intelectual. Se caracterizaron por abocarse a demostrar la factibilidad de “estilos de desarrollo” alternativos al centrado en el crecimiento económico (Aguilar et al., 2015; Grondona, 2016). Algunas de las aristas o dimensiones en las que observo estas convergencias entre Matus y los debates sobre “estilos de desarrollo” fueron publicadas recientemente en un trabajo de mi autoría (Viedma, 2018). Con vistas a la especificidad del presente artículo, me interesa enfocarme en un aspecto de dichas convergencias: la enunciación o el ethos. Entiendo por ello, de acuerdo con Dominique Maingueneau (2002), el “tono” o la “vocalidad específica” que permite construir una figura de “garante” de lo dicho en todo texto escrito. Quisiera mostrar que en los escritos tempranos de Carlos Matus existen rastros de la construcción del ethos presente en los trabajos de una de las figuras participantes de los debates sobre “estilos de desarrollo”, el físico argentino Oscar Varsavsky. Tal es la hipótesis que articula la primera parte de este texto.
En segundo término, el análisis del caso procura alimentar las reflexiones del apartado subsiguiente, que versan en torno a las relaciones entre lo que Jacqueline Authier-Revuz (1984) denominó heterogeneidad mostrada y heterogeneridad constitutiva del discurso. Mientras que la primera refiere a las marcas textuales que separan la voz principal de un texto de las voces ajenas, la segunda designa su exterior constitutivo, aquel Otro que habla en el texto sin que su “autor” lo advierta. La distinción entre una y otra concierne al modo en que quisiera ubicar el análisis del ethos realizado en la primera parte, en relación con una teoría del discurso. Me interesa partir de allí para poner en cuestión dos evidencias que, sostengo, operan como obstáculos epistemológicos al momento de producir conocimiento en nuestras disciplinas: el “autor” como fuente de sentido del discurso y el llamado “contexto”, referido a las coordenadas espacio-temporales de su formulación. Entiendo que algunas lecturas contemporáneas sobre la producción teórica de Carlos Matus son solidarias de ambas. El objetivo es trazar las coordenadas para una teoría del discurso que sea capaz de erosionar dichas evidencias, para lo cual recupero los conceptos interdiscurso y forma-sujeto del discurso elaborados por Michel Pêcheux en Les vérités de La Palice (2017). Hacia el final del trabajo se exponen algunas conclusiones generales y la apertura de nuevos interrogantes.

1. Primera parte: presentación y análisis del caso

A los fines de delimitar un corpus de trabajo preliminar, he seleccionado los siguientes textos de Carlos Matus: cuatro capítulos de la compilación Dos polémicas sobre el desarrollo en América Latina (1970), Estrategia y plan (1972), Planificación de situaciones (1980) y Adiós, señor presidente (2014 [1987]). En cuanto a las publicaciones de Varsavsky, incluyo las siguientes: Ciencia, política y cientificismo (2012 [1969]), Proyectos Nacionales (1971) y Estilos Tecnológicos (2013 [1974]). El propósito de este trabajo excede una descripción detallada de las condiciones de emergencia de cada uno de estos textos, pero sí corresponde advertir, en virtud de la hipótesis que quiero desarrollar, que se trata de publicaciones que, por la ya mencionada trayectoria de sus autores y los espacios institucionales en los que circularon, podrían considerarse como pertenecientes al género científico-académico. La primera cuestión que me interesa señalar es, pues, que estos textos presentan la particularidad de subvertir, con mayor o menor intensidad, la especificidad de la escena genérica esperada para publicaciones de estas características. La palabra científica suele presentarse relativamente desprovista de marcas de subjetividad enunciativa. El ethos suele asumir, en este caso, el carácter de la objetividad o imparcialidad (Maingueneau, 2002). En el corpus analizado, sin embargo, existen varios elementos que parecen no corresponderse con aquella escena esperada, lo cual produce lo que Arnoux (1987) denomina ruptura de la isotopía estilística. En este caso, se trata de la irrupción de fragmentos que remiten a variedades de lengua, lecto, estilo o géneros diferentes. Describiré a continuación aquellos elementos y ofreceré, más adelante, una hipótesis acerca del efecto de sentido que producen en el caso que nos ocupa.
En primer lugar, se observa una clara presencia de marcas de subjetividad enunciativa o, en términos de Catherine Kerbrat-Orecchioni (1981), de subjetivemas. Es decir, se utilizan unidades del repertorio de la lengua en las que el enunciador asume su opinión de manera explícita:

Todo esto puede ser ignorancia mía o excesiva exigencia; en todo caso, me siento un tanto desarmado teóricamente para ofrecer una respuesta satisfactoria a la crítica, pese a la convicción que tengo sobre la debilidad y limitaciones de la argumentación contraria, y pese a haber repasado rápidamente la bibliografía sobre el tema. Por consiguiente, haré aquí un esfuerzo por poner en claro mis intuiciones surgidas precisamente al calor del asunto (Matus, 1970: 49, énfasis mío).

Tratar de referirse a tantas cuestiones tan mal estudiadas es una imprudencia científica, sin duda. Tengo sin embargo la convicción de que este tipo de imprudencias hace hoy mucha falta, aunque sea para estimular el pensamiento original de otros autores que cometan menos errores que uno (Varsavsky, 1971: 12, énfasis mío).

Estos modos del decir pueden ponerse en relación, además, con los objetos acerca de los que se habla. En el primer caso, el autor se refiere a su propia “ignorancia”, a encontrarse “desarmado teóricamente para ofrecer una respuesta satisfactoria” y a haber “repasado rápidamente” ciertas lecturas. En el segundo, hay referencias a estar cometiendo una “imprudencia científica” e, incluso, “errores”. Parece, pues, que ambos abrevan en un cierto ethos que no coincide con lo esperable para el género científico que es, precisamente, el de un saber acabado, completo y lo más desprovisto de errores posible. Me gustaría sugerir, a su vez, que este “tono” resulta propio del género ensayístico, en tanto la voz principal es aquella que presenta dudas, que se encuentra inmersa en una búsqueda, cuestión sobre la que volveré más adelante.
Se observa también un uso reiterado de la forma sintáctica de la interrogación como modalidad de la enunciación:

Aceleración ¿hacia dónde? Tal es la cuestión que parece plantearse en forma cada vez más precisa durante el último quinquenio (…). La preocupación del momento no es la velocidad sino la dirección del desarrollo (Matus, 1972: 18, énfasis mío). 

Ya entre los mismos planificadores son muchos los que se preguntan “¿desarrollo para qué?”, “¿qué va a contener ese PBI?”, “¿qué le va a tocar a cada uno?” (Varsavsky, 1971: 24-25, énfasis mío).

No se trata de meras preguntas retóricas, sino de la expresión de otras voces en el texto, a las que la voz principal convoca. Es decir, constituyen un rasgo polifónico (Ducrot, 1986). Una posible hipótesis para comprender a quién/es pertenecen estas voces se sugerirá más adelante, al analizar el aspecto polémico de la enunciación. Es necesario señalar que esta manera de formulación de la pregunta se reitera, en el caso de Matus, acompañada del uso de explicaciones como la siguiente:

Supóngase que alguien al despertar se encuentra en un tren que va en dirección al Norte y piensa consciente o inconscientemente que ese es el único viaje que puede emprender; su única preocupación en ese caso es buscar la forma de llegar más rápido (…). No se pregunta: ¿por qué voy al Norte?, porque ese interrogante supone conocer no ignorar que existe un Sur, un Este y un Oeste. En efecto, ese viajero camina en una dirección, pero no la ha elegido. Mientras no descienda del tren y tome otro hacia una estación diferente, su preocupación será mejorar las condiciones del viaje emprendido (Matus, 1972: 15-16, énfasis original).

Esta ejemplificación sencilla conduce a hipotetizar que lo que se observa en estos documentos podría ser denominado como un fenómeno de ethos compuesto (Maingueneau, 2002), es decir, como una forma de la enunciación en la que se mezclan múltiples “tonos” correspondientes a diferentes géneros de discurso. En el caso de Varsavsky, se observa, además, como ha sido señalado en un trabajo reciente (Grondona, 2018)3, una fuerte presencia de elementos provenientes del género literario de la fantasía científica como, por ejemplo, la inclusión de una fábula de ciencia ficción denominada “Monox” en el capítulo final de Proyectos Nacionales (1971). Todos los capítulos de este libro contienen, a su vez, epígrafes provenientes de refranes populares o letras de tango:

“Que el mundo fue y será una porquería…”
Discépolo, “Cambalache”

Este autor quiere un mundo mejor que el de Discépolo. Lo quiere aquí, en su país, para vivir en él (Varsavsky, 1971: 22-23).

No es solo la incorporación del cancionero popular lo que supone una ruptura con el género científico, sino también el modo en que aquel “mundo de Discépolo” es retomado luego en el texto. Una vez más, modalidades como “este autor quiere” manifiestan una actitud explícita del enunciador respecto de aquello que enuncia. Se observa también una adecuación a un registro situacional más bien informal, que contrasta con las formalizaciones que se encontrarán posteriormente en el libro, vinculadas con el uso de modelos de experimentación numérica en ciencias sociales. Considero que el uso de letras de tango tiene un efecto similar al que señalan Grésillon y Maingueneau (1984) con respecto a los refranes: enunciados que pertenecen al colectivo, palabras retomadas como las de todos. Esto se ve reforzado, especialmente en el caso de Varsavsky, por el uso constante de la primera persona del plural, que abreva en la construcción de un nosotros que incluye al destinatario del texto.
Matus, por su parte, en Adiós, señor presidente (2014 [1987]), intercala capítulos de carácter expositivo con otros que narran ficciones, denominadas “escenas”, de las que se sirve para ejemplificar los contenidos teóricos. La primera escena, por ejemplo, cuenta la retirada de un presidente que pierde la posibilidad de reelección. La segunda representa una primera reunión de gabinete entre el presidente y sus ministros, seguida de la “transcripción” –ficticia– de las notas tomadas por uno de ellos durante la reunión. Por otra parte, el Prólogo del libro es una carta dirigida al “Señor Presidente”.4 La toalidad de elementos dan cuenta también de la mencionada subversión del género científico.
Quisiera sugerir dos hipótesis posibles para comprender esta mixtura. La primera es que se trata de textos que proyectan dos tipos de destinatarios diferentes5: por un lado, los colegas “expertos” y, por el otro, un público lego al que parecen esforzarse por alcanzar. De allí que, en el caso de Varsavsky, ambos “tonos” aparecen en ocasiones separados por marcas textuales, como paréntesis o guiones (presentaré a la brevedad una muestra de este último aspecto). Parece, pues, que las ejemplificaciones mencionadas, las preguntas retóricas o las referencias a elementos de la cultura popular constituyen un esfuerzo didáctico por alcanzar al público lego, en comparación al público habitual de los textos académicos, al que también, no obstante, se hace un esfuerzo por interpelar. Se produce, a su vez, cierto efecto de inscripción del enunciador en aquel colectivo al que se dirige, lo que señala una posición particular, en la cual la complicidad constituye una forma de la interpelación política.
La segunda hipótesis consiste en que, en ocasiones, la referida ruptura de la isotopía estilística produce un efecto de sentido que asocio con la polémica. Es decir, sugiero que existe otro elemento que da cuenta no solo de mixtura o coexistencia de ethos diferentes, sino también de una marcada presencia de ethos polémico. Considero aquí a la polémica como una forma de construcción de escenarios que tiende a la disposición de posiciones en disputa, mutuamente excluyentes (Amossy, 2017). Esto se observa en las reiteradas referencias a figuras de la agresión con las que se polemiza abiertamente (Reale y Vitale, 1996), curiosamente señaladas con los mismos apelativos:

Según la mayoría de los economistas, la mejor manera de medir el “grado de desarrollo” de un país (…) es por su ingreso anual por habitante (…). Cuando hablamos de “ingreso” se tratará del PBI –producto bruto interno–, y se usa para consumo, inversiones y exportaciones (Varsavsky, 1971: 77, énfasis mío).

No es de extrañar que los creyentes en ese numerito, pero que se dicen revolucionarios, se muestran vacilantes cuando llega el momento de la verdad, de introducir los cambios más profundos (“si el producto se estanca perderemos crédito internacional”) (Varsavsky, 1971: 81).

La concepción puramente monetarista de la inflación, con el escuadrón de economistas fenosituacionales producidos en masa por la Universidad de Chicago, padecen de un simplismo parecido (…). Si fueran arquitectos, podrían doctoral y científicamente remendar la fachada de un edificio deteriorado en sus estructuras y dejarlo perfectamente bien remendado… hasta que el próximo temblor lo eche abajo, con doctores y todo (Matus, 1980: 62, énfasis mío).

Las citas anteriores permiten observar varios elementos. En primer lugar, podemos considerar las ya mencionadas marcas sintácticas que parecen señalar aclaraciones para el público lego (“PBI –producto bruto interno–”). En segundo lugar, el uso del apelativo “los economistas” designa el “blanco” con el que se polemiza. Volveré sobre este punto más adelante. Se recurre también a ciertos metalogismos, como el sarcasmo: “los creyentes en ese numerito” –con el diminutivo como forma de la injuria–, la alegoría del edificio tirado abajo “con doctores y todo” (allí se observa una cierta discordancia estilística) y la directa descalificación de la figura adversaria (“padecen de un simplismo ingenuo”). La cita de Varsavsky introduce, además, aquella otra voz con la que polemiza marcada entre paréntesis y comillas, como forma de la heterogeneidad mostrada (ver infra 2). Esta última característica –la disposición de múltiples voces o una forma acentuada de la polifonía,algunas veces marcada y otras no– se reitera principalmente en los textos de Varsavsky y también en Matus, lo que contribuye notoriamente a la construcción del ethos polémico.
También se observan algunas técnicas de la refutación, como la apodioxis o el rechazo directo de un argumento por considerarlo directamente estúpido o insensato (Reale y Vitale, 1996):

Los costos de una alternativa de desarrollo deben medirse en función de la eficacia para lograr un objetivo; si el desarrollo vertical-costero lleva implícita la dependencia externa y la desocupación, por ejemplo, no interesa mucho por cierto que sea más barato. Que yo sepa, gastar menos sacrificando el objetivo perseguido no es un principio de economía, sino por el contrario, de “mezquindad” y por lo demás es una actitud que no se basa sobre ninguna categoría científica conocida (Matus, 1970: 53, énfasis del autor).

En la cita anterior, se muestra, además, cierto sarcasmo y tono coloquial. En particular, podemos señalar la introducción de una variedad propia del registro situacional de la comunicación oral: “que yo sepa”. A continuación, se verá otro ejemplo de este último aspecto.
Quisiera volver en este punto sobre otros apelativos con los que ambos autores delimitan ciertas figuras de la agresión. He recortado para ello algunas citas algo extensas, a los fines de enfatizar las regularidades que se observan al respecto:

Algo que tiene un parentesco lejano con nuestro método es practicado por los intelectuales, que trabajan para los institutos de futurología, aunque su método descarta la coyuntura fenosituacional como productora del futuro y es burdo, mecánico, tecnocrático y superficial (Matus, 1980: 91, énfasis mío).

Si ese futuro no coincide con el predicho por los futurólogos “alejados” (casi digo “alineados”), y admitiendo que éstos saben de qué están hablando, tanto peor, pues ir contra una tendencia es como navegar contra el viento: cuesta más esfuerzo y requiere una estrategia especial (Varsavsky, 1971: 10, énfasis mío).

El llamado “cientificismo” en la teoría económica moderna capitalista, tiende a “deshumanizar” los hechos, “descosificar” los objetos y sobre estas bases busca establecer “leyes” generales... (Matus, 1980: 113, énfasis mío).
Todo estudio integral de esta sociedad termina mostrando la necesidad y posibilidad de cambiarla; por lo tanto esos temas son autocensurados y no se hace sino cientificismo: ciencia leal al sistema (Varsavsky, 1971: 93, énfasis mío).

La dialéctica marxista tampoco refuta en todos los planos y hace inútiles la sociología, la economía y las ciencias políticas fenosituacionales, sino que acoge sus partes de verdad, las supera y precisa los límites de su validez. Esto es importante de destacar, porque algunos marxistas antimarxistas creen que no tienen nada que aprender de la ciencia no marxista (Matus, 1980: 117, énfasis mío).

No es en cambio un libro adecuado para economistas ortodoxos, liberales o marxistas, pues el poco respeto con que se manejan los conceptos clásicos les resultará demasiado irritante (Varsavsky, 1971: 92, énfasis mío).

Como puede verse, tanto Matus como Varsavsky polemizan con “futurólogos”, con el “cientificismo” y con “marxistas ortodoxos”, en un caso, o con “marxistas antimarxistas” en el otro (esto último resulta más llamativo, pues conduce a pensar que quien enuncia la formulación “marxistas antimarxistas” se sitúa a sí mismo dentro del marxismo). Advierto, no obstante la coincidencia, que en el caso de Matus “cientificismo” aparece entre comillas, a diferencia de Varsavsky, quien no introduce marcas en este término.6 En especial en Varsavsky, la subversión del mencionado género científico que analizo no parece resultar ajena a aquel “cientificismo” blanco de la polémica. Se destaca, a su vez, en una de las citas, la acumulación de invectivas o agresión en forma de serie: “burdo, mecánico, tecnocrático y superficial”. Aprovecho para señalar, también, la introducción de una variedad propia del registro situacional de la comunicación oral: el “casi digo” marcado entre paréntesis, elementos que se repiten a lo largo de todo Proyectos Nacionales. Es necesario volver aquí sobre lo señalado previamente acerca de cierta inscripción del ethos en el género ensayístico, que tiene como característica no solo la presencia de dudas y preguntas, sino también la disposición de una multiplicidad de voces. Recuérdese lo señalado previamente acerca de las “imprudencias” y los “errores”: el ensayo presenta una búsqueda, el “sujeto del ensayo se funda cada vez en un lugar distinto del entrecruzamiento múltiple pero limitado de lecturas y escrituras” (Grüner, 2000). Las figuras de la agresión mencionadas parecen, por lo demás, proponernos una respuesta a la pregunta por aquellas voces que se introducían en los usos de la interrogación señalados anteriormente. 
El carácter polémico de los textos es referido de manera explícita en ocasiones, es decir, forma parte no solo del ethos mostrado –del que depende efectivamente su eficacia–, sino también del ethos dicho (Maingueneau, 2002), y se presenta no solo en el texto sino también en algunos elementos paratextuales:

El autor se ocupó también de problemas de política científica en un discutido libro –Ciencia, política y cientificismo– donde se sostiene que la ciencia actual no es neutra sino fiel a este sistema social (…).  Es alérgico a cargos directivos, turismo científico y subsidios extranjeros, pero no está totalmente libre de ninguno de esos pecados (Varsavsky, 1971: 6 – Notas sobre el autor).

Cabría decir, en efecto, que Carlos Matus ha sido un activo generador de polémicas, y alguna publicación reciente del Instituto da buena cuenta de ello (Prebisch, pág. X en Matus, 1972 – Prólogo).

En la primer cita, se observa un fragmento de las “Notas sobre el autor” de Proyectos Nacionales (1971), posiblemente escrito por el mismo Varsavsky, lo que nos remite a la relación entre el sujeto empírico que habla, el enunciador como figura discursiva o “yo” del discurso, y el sujeto del enunciado en tanto objeto de discurso, así como a las posibles relaciones/juegos que pueden establecerse entre ellos (Filinich, 1998). Asimismo, se hace referencia explícita a la polémica –“un discutido libro”– y se evidencia también un cierto sentido del humor o de ironía en la descripción del “autor” como “alérgico” a elementos típicos del campo científico académico –cargos, subsidios–, pero, a su vez, como alguien que “no está totalmente libre de ninguno de esos pecados”. Estas formulaciones suponen también una discordancia estilística en relación con lo esperado de un libro perteneciente al género científico y, en particular, a lo esperado para el elemento paratextual destinado a ofrecer una breve nota biográfica acerca de quien escribe. En la segunda cita, se observa una referencia a Matus como “un activo generador de polémicas”, en referencia al libro Dos polémicas sobre el desarrollo en América Latina (1970), en el que el economista participó con cuatro contribuciones.7 Estas contribuciones se destacan precisamente por el tono polémico, como el que se observa en la siguiente cita:

No defiendo, pues, ningún dualismo en el plano teórico; y aunque me parezcan imprecisas las críticas hechas a mi posición, sólo defiendo la libertad para elegir categorías de análisis eficaces, coherentes y reales. En síntesis, se llamó, con criterio muy personal, “dualismo” a la tesis considerada, para después objetarla no por sus fundamentos, sino por ser “dualista”. ¡Quien le pone a otro, y a la fuerza, el traje de “dualista” no puede por tanto criticarlo diciendo que está mal vestido! (Matus, 1970: 172, énfasis mío).

Nótese en la última línea la analogía, entre signos de exclamación, al “traje de ‘dualista’”, que pareciera ser un recurso de cierto humor o ironía –nuevamente, discordancia estilística–, y que polemiza con otro autor del libro en cuestión. En función de esta última cita, quisiera señalar que este modo particular de polemizar, que finaliza con una comparación o analogía que parece develar como absurda la posición contraria, aparece en forma reiterada en los materiales analizados:

Entender la asimetría actores-situación es la base de cualquier estrategia, donde cada actor tiene un plan que se opone o inhibe a los planes de los otros actores. Este concepto está en la esencia de la superación del concepto puramente normativo de planificación, que equipara el acto de escribir una receta de cocina con el de preparar el guiso (Matus, 1980: 92, énfasis mío).

Es natural, pues, que todo aspirante a científico mire con reverencia a esa Meca del Norte (...). Elige alguno de los temas allí en boga y cree que eso es libertad de investigación, como algunos creen que poder elegir entre media docena de diarios es libertad de prensa (Varsavsky, 2012 [1969]: 8, énfasis mío).

Por último, en las citas que recorté para este trabajo pueden entreverse varios objetos de discurso en común8: desarrollo, planificación, viabilidad, política, etcétera. En efecto, las regularidades entre los textos no se limitan a una manera de decir sino también a “lo dicho” (Maingueneau, 2016), lo cual no es sorprendente en tanto la primera se construye a través del discurso. En este sentido, las formas de la polémica pueden ser comprendidas también como modalidades argumentativas (Amossy, 2017). Las siguientes citas constituyen un gran ejemplo para dar cuenta de la relación entre manera de decir y mensaje (Maingueneau, 2002) o, mejor, de la imposibilidad de establecer una frontera entre ambos:

Las reformas de estructura y la redistribución del ingreso son temas abordados por los planes y los asuntos teóricos de los planificadores, pero fueron tratados bajo un prisma determinado: mejorar las consecuencias del sistema social, no cambiarlo (Matus, 1972: 17, énfasis mío).

Conformarse con proponer una alta tasa de crecimiento es en esencia pedir “más de lo mismo” socialmente, lo cual puede ser suficiente definición para quienes estén satisfechos con este sistema social, pero no para quienes quieren cambiarlo (Varsavsky, 1971:  24-25, énfasis mío).

Urge señalar que, si bien en el presente trabajo me aboqué únicamente al análisis de aspectos vinculados al ethos, la investigación que estoy realizando procura dar cuenta también –y ante todo– de regularidades en una serie de elementos y los modos de articularlos, en un corpus que incluye los escritos seleccionados para este artículo, entre otros.
Hasta aquí, pues, el análisis de los materiales. Me referí, en primer lugar, a la presencia de elementos que subvierten la escena genérica esperada para publicaciones pertenecientes al género científico-académico, lo cual produce una ruptura de la isotopía estilística del texto. Sugerí, luego, la hipótesis de que se trataría de casos de ethos compuesto, y que estos autores parecen proyectar dos lectores distintos, el “experto” y el lego. Me detuve posteriormente en el análisis de elementos característicos del ethos polémico, y en ese marco encontré regularidades en cierto tipo de discordancias estilísticas y figuras de la agresión referidas. Ambas hipótesis abonan a la construcción de un ethos propio del ensayo, en el que el enunciador dispone de una multiplicidad de voces en aras de dar cuenta de una búsqueda específica a través del texto. Pasemos, entonces, a la segunda parte del trabajo, en la que me propongo establecer algunas reflexiones vinculadas con el modo en que puede ubicarse el análisis de la enunciación en relación con una teoría del discurso. 

2. Segunda parte: elementos para una reflexión teórico-epistemológica9

El lector podría preguntarse, llegado este punto, por la existencia de posibles referencias explícitas en los textos. En efecto, la voz de Varsavsky es traída por Matus en Estrategia y Plan (1972), en ocasión de reflexionar acerca de los avances en materia de modelización matemática realizados por el argentino. Allí, Matus destacaba los aportes de Varsavsky para la elaboración de una matemática que pueda resultar adecuada para las ciencias sociales y, en particular, para su uso en el cálculo de viabilidad política de ciertas estrategias de desarrollo, cuestión en la que advertía una vacancia.10 ¿Por qué es significativo esto último? Pues porque, en los textos analizados, Matus delimita la voz varsavskiana como una voz ajena y la circunscribe a la utilización de modelos matemáticos para el análisis de la realidad social. Sin embargo, en el análisis que realicé se observa que existen resonancias entre ambos que exceden la voz reclamada como propia, afinidades en aquellos fragmentos textuales que no se encuentran distinguidos por ninguna marca como voces ajenas. Trataré de ofrecer una reflexión acerca de esto a continuación.
De acuerdo con la perspectiva de Authier-Revuz (1984), todo discurso se encuentra atravesado por elementos que refieren a otros discursos. Las formas de la heterogeneidad mostrada, es decir, los modos en que un “autor” dispone y delimita otras voces, constituyen un modo de lidiar con la polifonía que atraviesa aquella voz que se reclama como propia. Es decir, las formas en que se inscriben otras voces en el discurso representan un modo de negociación con su heterogeneidad constitutiva, con aquel Otro que habla en él sin que su “autor” lo sepa. Dice Authier, al referirse a la lingüística de la enunciación, que reconocer esos trazos del Otro implica “descentrarse fuera de un lugar ilusorio” (1984: 12). Por su parte, Oswald Ducrot (1986) advierte acerca de la necesidad de no solo no reducir la enunciación al sujeto empírico11, sino también de no reponer, en la instancia de la enunciación, a un sujeto dueño de sí mismo y de lo que dice: “es esencial que la enunciación, en tanto tema del sentido, en tanto objeto de las cualificaciones contenidas en el sentido, no sea percibida, por ser el objeto de estas cualificaciones, como algo que necesariamente deba tener una fuente y una destinación” (Ducrot, 1986: 200). De allí que procuro considerar los aspectos concernientes al ethos analizado previamente también como forma de la heterogeneidad constitutiva,es decir, como trazos de aquel Otro que habla allí donde parece hablar el “yo” del discurso. La misma operación ha sido realizada por Maingueneau (2016), en su articulación de la configuración del ethos y sus posibilidades con la dimensión del interdiscurso pecheutiano, del que es solidaria la heterogeneidad constitutiva de Authier-Revuz. Es cierto que aquel “yo” se construye como una instancia enunciativa, pero tal construcción –atravesada por preguntas como “¿quién soy ‘yo’ para hablar así de esto?, ¿quién es ‘él’ para que le hable así de esto?, ¿quién soy ‘yo’ para ‘él’, al que le hablo así de esto?” (Pêcheux, 1978: 44)– no se realiza desde la radical prescindencia del Otro. Con esto no pretendo reducir una forma de la heterogeneidada la otra, cuestión sobre la que Authier advierte explícitamente, sino sugerir que es provechoso articularlas en virtud del caso que nos ocupa.
Quisiera continuar esta reflexión en diálogo con dos formas de trabajo con discursos que encuentro habituales en ciencias sociales. Como mencioné, trataré de referirme a dos “evidencias” que, entiendo, funcionan como obstáculo epistemológico en la investigación en nuestras disciplinas. La primera de ellas es la evidencia del “autor” como fuente del sentido, es decir, la noción de acuerdo con la cual el sentido del discurso proviene del sujeto empírico que lo enuncia. La segunda refiere al llamado “contexto”, a la comprensión del sentido del discurso como expresión de una “época”. Me propongo relacionar esta cuestión con las elaboraciones pecheutianas sobre el interdiscurso y la forma-sujeto del discurso.

2.a. La evidencia del “autor”

Entre las lecturas contemporáneas de Carlos Matus es frecuente encontrar, más o menos explícita, la tesis de que sus desarrollos teóricos constituyeron una “autocrítica” al desempeño del Gobierno de la Unidad Popular en Chile, en el que Matus participó con diferentes cargos ejecutivos.12 Es pertinente señalar que esta lectura ha sido autorizada por el mismo Matus en diferentes instancias y, muy especialmente, a través de la escena enunciativa construida en unos de los libros que analizamos aquí. En efecto, la carta con la que inicia Adiós, Señor Presidente (2014 [1987]) recupera ciertos aspectos biográficos del Matus empírico, al tiempo que remite –aunque sin nombre propio13– a acontecimientos como las dificultades en el gobierno, la dictadura militar y la muerte del presidente:

Fui estudiante universitario, fui asesor, fui su Ministro, fui profesor e investigador, trabajé como técnico y también como opositor a la dictadura (…). Usted supo que gobernar es una tarea dura, mucho más compleja y de naturaleza distinta a la de ganar elecciones. Usted constató que estábamos impreparados para gobernar (…). Créame, Señor Presidente, que su heroísmo le ahorró el bochorno de ver correr apresurados hacia el lado opuesto de los ideales que confesaron a muchos que parecían ejemplares de lealtad. La confusión reemplazó al dogmatismo (Matus, 2014 [1987]: 11-12).

Puede leerse allí, en efecto, un fuerte tono de “autocrítica” y también de reconocimiento o admiración hacia la figura del mandatario. Entiéndase bien: no pretendo desoír dicha “autocrítica” ni tampoco señalarla como equivocada, cuestión que sería al mismo tiempo imposible y absurda. Resulta claro que esta narración participa del sentido de las formulaciones matusianas, pero su mera reproducción  me resulta peligrosamente insuficiente en tanto obtura la posibilidad de otras lecturas, particularmente sobre sus escritos más tempranos.
En un trabajo reciente de elaboración colectiva (GEHD, 2014), se ha vuelto sobre el problema de la unidad del autor y se recuperan, entre otros aportes teóricos, elementos de la escuela francesa de análisis del discurso. Allí se señalaba, a partir del caso de Oscar Varsavsvky, que dicha unidad podía descomponerse en tres evidencias: la homogeneidad de la “obra”, pensada como la totalidad de lo escrito por un “autor”; la evidencia del “autor”, que expresaría “su” punto de vista en un texto; y la noción de un “individuo” empírico, que pudiera ser biografiado. En la sección anterior, al señalar la existencia de resonancias entre la palabra varsavskiana y la matusiana, me ocupé de la segunda evidencia (dejaré las otras de lado, aunque no son del todo ajenas al caso). En efecto, el concepto de heterogeneidad constitutiva permite desestabilizar esa evidencia. Lo que me interesa destacar es que no se trata tan solo de separar al sujeto empírico del enunciador en tanto figura de discurso, ni tampoco únicamente de descomponerlo en una multiplicidad de voces, cuestión que por sí sola permitiría el análisis lingüístico –polifónico– de la enunciación, sino de desestabilizar la evidencia del “autor” como fuente del sentido en tanto aquella figura discursiva “yo” se encuentra siempre-ya atravesada por diferentes voces. A esto se abocó Michel Pêcheux al señalar, a partir de la lectura althusseriana de Freud y Lacan, que la constitución de las evidencias del sentido y del sujeto se articulan en la figura de la interpelación ideológica: “es preciso comprender cómo se designan los ‘voluntarios’ en este reclutamiento (…) cómo todos los individuos reciben como evidente el sentido de lo que escuchan y dicen (…) en tanto que ‘sujetos hablantes’ (…) único medio para no repetir, bajo la forma de un análisis teórico, el ‘efecto Münchhausen’ que se da al colocar (…) al sujeto del discurso como origen del sujeto del discurso” (Pêcheux, 2017: 140). Antes que fuente del sentido, la forma-sujeto es un efecto del discurso que se constituye a través de un proceso de interpelación que realiza la sujeción al Otro –al Sujeto, en términos de Althusser–, lo que impide reconocer tal sujeción: “el lenguaje sirve tanto para fundarnos en el Otro como para impedirnos radicalmente comprenderlo” (Lacan, 1983: 367).
Quien habla comete –y se somete a– dos olvidos: el primero es aquel por el cual el sujeto “selecciona” tal o cual decir y no otro, siendo este “otro” un decir posible, que se encuentra “en el campo de sus reformulaciones posibles en la formación discursiva considerada” (Pêcheux, 2017: 153). Es la formación discursiva que domina al sujeto la que delimita lo que puede y debe ser dicho al interior de ella. En el juego de esta “selección” opera la heterogeneidad mostrada en tanto disposición de otras voces en el discurso. Sin embargo, aquel olvido nº 2 requiere de un olvido nº 1, anterior en tanto condición, que remite al exterior de aquella formación discursiva y da cuenta de que aquel que habla, identificado con la formación discursiva que lo domina, no puede ubicarse por fuera de ella. Esto es importante porque el sentido, desde esta perspectiva, no se encuentra “dado” por la literalidad de los términos14, sino que se construye en su relación con otros términos en cada formación discursiva, que a su vez olvida su dependencia respecto del “todo complejo con dominante” de las formaciones discursivas, el interdiscurso,sometido a leyes de contradicción-subordinación. Es importante señalar que, en Pêcheux, una formación discursiva determina lo que puede y debe decirse a partir de una posición dada en determinada coyuntura de la lucha de clases, es decir, de una formación ideológica. El interdiscurso es, pues, el “conjunto estructurado de manera relacional” y no una mera “yuxtaposición de formaciones discursivas” (Glozman y Montero, 2010: 88). En el texto en el que me baso para este análisis, el interdiscurso es presentado como instancia inconsciente constitutiva del hablante y, por esa razón, resulta asimilable al concepto de ideología (Glozman y Montero, 2010).
Lo que interesa destacar de todo esto es que el sentido del discurso no puede buscarse en el “autor” en tanto sujeto empírico que lo enuncia, pero tampoco en la figura de un enunciador que dispone ciertas voces en el hilo del discurso conforme una “intención”. Esto puede parecer sencillo en la teoría, pero se trata de una trampa en la que los y las cientistas sociales caemos con facilidad cuando analizamos entrevistas en profundidad, cuando trabajamos con documentos y cuando estudiamos las contribuciones teóricas de tal o cual “autor”, como en el caso de Matus. Lo que permite esta perspectiva es producir una lectura sobre los escritos matusianos que pone en tensión el modo en que el “yo” enunciador se construye. Intento, entonces, disputar aquellas miradas que entienden la propuesta teórica de Matus en términos de mera “autocrítica” al desempeño del Gobierno de la Unidad Popular. De allí que me interesa recuperar aquel olvido nº 1 como forma de la heterogeneidad constitutiva,terreno del interdiscurso, del inconsciente y de la ideología, recordando siempre que el “olvido” no refiere a la “pérdida de lo que algún día habríamos sabido (…) sino [al] recubrimiento de la causa del sujeto al interior mismo de su efecto” (Pêcheux, 2017: 145). El olvido es, pues, el desconocimiento necesario de la forma-sujeto del discurso. No habla el “autor”, sino “ello”.

2.b. La evidencia del “contexto”

Me gustaría ahora referirme a otra evidencia que es, a mi entender, contradictoria con la primera, aunque –¿paradójicamente?– suele aparecer en solidaridad con ella. Encuentro de manera reiterada en las lecturas contemporáneas de Carlos Matus cierta operación que identifica planificación normativa con planificación del desarrollo. Explicaré brevemente a qué me refiero con esto. En varios textos matusianos se establece una distinción entre un tipo de planificación que incorpora el cálculo de la viabilidad política necesaria para llevar adelante una acción determinada (denominada, en principio, planificación estratégica,luego situacional) y otra que asimila el plan a una norma y desatiende los aspectos sociales, culturales y políticos en el proceso de planificación (planificación normativa). En un trabajo anterior (Viedma, 2018), he demostrado que en los escritos tempranos de Matus la planificación normativa se vincula con una estrategia de desarrollo en particular, basada en la preocupación por la velocidad de crecimiento. La propuesta de planificación estratégica emerge allí como forma de trabajo para otra estrategia de desarrollo alternativa, centrada en la preocupación por la dirección del proceso, tomado en sus aspectos sociales, políticos y culturales. Pues bien, en las lecturas de Matus contemporáneas parece olvidarse aquella distinción, al tiempo que se tiende a asimilar, como señalé, planificación normativa con planificación del desarrollo. De acuerdo con esta visión, los primeros escritos de Matus estarían “influenciados” por su participación en la CEPAL, o muy cercanos a la visión del “desarrollo” –en singular– preponderante en este organismo por entonces. Nuevamente, es la palabra del propio Matus la que autoriza esta lectura, como lo muestran los siguientes fragmentos de la entrevista realizada por Franco Huertas:

La planificación tradicional, inicialmente una simple técnica de proyecciones económicas  que  gradualmente  se  transformó  en  planificación del desarrollo económico  y  social.  Yo  la  vi  nacer  y  en  alguna  medida  participé  en  su desarrollo. Es una planificación que ignora todos los actores del proceso social, menos  el  Estado  o  el  gobernante  que  planifica (Huertas, 1994: 11, énfasis mío).

El Dr. Prebisch, en la CEPAL, al menos en toda la etapa inicial, nunca quiso hablar de planificación, en parte por resistencia al término y en parte por comprender que lo que allí se estaba gestando era una técnica para hacer proyecciones económicas sobre el futuro (...). Este sesgo determinista recibió más tarde el refuerzo de la teoría económica positiva y de los aportes de la econometría, que rara vez escapan a la tentación de las predicciones. Los economistas más clásicos miraron al principio con gran desconfianza esa técnica de proyecciones, pero después se apropiaron de ella y la convirtieron en lo que hoy es la planificación del desarrollo económico y social (Huertas, 1994: 33, énfasis mío).

Si la mirada a la que me referí previamente, vinculada a la “autocrítica”, suponía un Matus dueño de sus palabras, esta otra lo reduce al color de una cierta “época” que se postula “como algo que vendría dado y que se predica, además, en singular (el contexto)” (Grondona, 2019: 227). Sería entonces el carácter atribuible a un “contexto”, a ciertas coordenadas espacio-temporales –las oficinas de la CEPAL, ubicadas en Santiago de Chile hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta–, aquello que por entero habla en Matus y que permite asir el sentido de sus formulaciones más tempranas. Esta mirada presenta el inconveniente de suponerle al “contexto” una peligrosa homogeneidad. Entiende, por ejemplo, que el desarrollo impulsado por la CEPAL era uno y siempre igual a sí mismo, y se vuelve ciega a las acaloradas discusiones que atravesaron dicho organismo por la definición de una “estrategia” o un “estilo” de desarrollo, entre varios posibles (Aguilar, 2016). Tanto Matus como Varsavsky fueron activos intervinientes en aquellas disputas por un “desarrollo” que todavía no era tal, en tanto su sentido no se encontraba estabilizado, no resultaba “evidente”. Ambos fueron críticos, además, de la utilización irreflexiva de modelos matemáticos elaborados para otros fines, sin por ello renunciar a la posibilidad de formalizar el cálculo político mediante el uso de una “nueva matemática” que fuera capaz de asir la complejidad del proceso social.15 Volvamos ahora a la teoría.
Buscar el sentido del discurso en la formación discursiva que lo domina supone, en términos de Pêcheux, dar cuenta también de las diversas posicionesque la producen y reproducen en el seno de la lucha de clases a partir de relaciones de subordinación, contradicción y determinación, en una determinada coyuntura.16 Esto no solo significa que una cierta “época” es siempre-ya heterogénea por las relaciones que la configuran, sino que además se encuentra también atravesada por coordenadas espacio-temporales múltiples, en tanto una formación discursiva –lo que puede y debe ser dicho– resulta de y puede remitirse a diversas luchas ocurridas en otros lados y en otros tiempos17: “‘ello habla’ (‘ça parle’) siempre ‘antes, en otra parte e independientemente’” (Pêcheux, 2017: 144). Conviene señalar aquí que Pêcheux distingue dos mecanismos discursivos a través de los cuales se constituyen tales “evidencias”: el de preconstruido y el de articulación, que refieren respectivamente a procesos metafóricos y metonímicos (Karczmarczyk, 2014). Mientras que el primero remite a las evidencias con la que el sujeto recibe los objetos de su discurso (“lo que cualquiera sabe” y “lo que cada uno puede ver”), el segundo refiere a aquello que vuelve “evidente” un encadenamiento específico (“el hilo del discurso”). La riqueza de la perspectiva pecheutiana reside, justamente, en que tanto la formación de los preconstruidos como la articulación de los enunciados de una secuencia discursiva específica (del intradiscurso como “interior”) se producen en el terreno del interdiscurso en tanto exterior constitutivo. Por eso, el “contexto” no es entonces el lugar seguro al que podemos ir por fin en busca del sentido porque, al colocarlo bajo la lupa, lo encontramos siempre-ya atravesado por otros tiempos históricos y espacios geográficos. Al atender a la materialidad específica del texto, se nos revela constituido por capas de múltiples temporalidades y locaciones que no se forman en él, sino que lo preceden (Grondona, 2019). Es justamente el efecto de preconstruido aquel que opera en afirmaciones que explican el sentido del discurso “por el contexto”, donde este último funciona como efecto ideológico cuyas características “cualquiera sabe”, “cualquiera puede ver”. De manera más precisa, es este efecto el que permite la problemática asimilación entre planificación normativa y planificación del desarrollo,y le supone a este último un sentido único que los textos matusianos reproducirían. Solo puede suponerse que tal o cual formulación responde a cierto “clima de época” a costa de enceguecerse violentamente frente a las luchas que la atravesaron. Antes, en otra parte.

3) Conclusiones: “más allá” de la voluntad del sujeto

A lo largo de este trabajo me aboqué, en primer lugar, a mostrar regularidades en una selección preliminar de materiales, en particular a lo que refiere a la construcción del ethos. Observé la presencia de una subversión, en los textos de Carlos Matus y Oscar Varsavsky, de la escena genérica esperada para publicaciones del género científico. Trabajé también la hipótesis de la existencia de un ethos compuesto que suponía la proyección de dos lectores diferentes –el “experto” y el lego–,así como un ethos polémico que se mostraba en el uso de figuras de la agresión y en ciertas discordancias estilísticas. Consideré, a su vez, ambas hipótesis como expresión del ethos característico del ensayo como género discursivo, que presenta una búsqueda, antes que un saber acabado. En la segunda parte, procuré producir una reflexión en torno a la relación entre la heterogeneidad mostrada y la heterogeneridad constitutiva del discurso. Señalé entonces la necesidad de no reponer, en el análisis de la construcción de la escena enunciativa, al “autor” dueño de sus palabras. Antes bien, sugerí la necesidad de considerar también al ethos como forma de la heterogeneidad constitutiva, en términos de atender a la intromisión de otras voces dentro de las fronteras que la voz “Matus” en tanto “yo” enunciador reclamaba como propia. Por último, ensayé una argumentación que procuraba poner en cuestión dos obstáculos epistemológicos al trabajo con discursos en ciencias sociales, y señalé, en particular, cómo funcionaban ambos en las lecturas contemporáneas de Carlos Matus. Me valí de las elaboraciones pecheutianas sobre la forma-sujeto del discurso para observar la necesidad de cuestionar la concepción del “autor”, por un lado, y del “contexto”, por el otro, como fuentes de sentido del discurso. A la luz de esta crítica, la propuesta matusiana más temprana podía ser analizada en su especificidad, sin quedar presa de una “autocrítica” formulada con posterioridad, o bien de un “clima de época” peligrosamente homogéneo. A esta altura, es probable que el lector haya advertido dos problemas o preguntas frente a los cuales nos encontramos parados, indefectiblemente, hacia el final del recorrido.
El primer problema ha sido formulado de manera muy precisa en un trabajo reciente: “¿Con qué criterios poner en serie determinados documentos? ¿Dónde y cómo identificar relaciones entre secuencias, entre discursos producidos en diferentes coyunturas? ¿Cómo producir un encuentro entre materiales diversos, dispersos?” (Aguilar et al., 2014: 8). No se trata de un interrogante menor, ya que al presente trabajo podría hacérsele, con toda razón, la siguiente pregunta: ¿por qué recortar el corpus a partir de criterios autorales (Matus, Varsavsky)? El interdiscurso y la identificación de formaciones discursivas por él delimitadas, pese a –o quizás en virtud de– su productividad teórica, resulta escurridizo a la hora de poder establecer nuevas unidades, reanudar elementos, distinguir series que permitan formular hipótesis en el trabajo con documentos. En el texto de Pêcheux, no resulta claro si el interdiscurso, tal y como lo definimos previamente, puede ser aprehensible o analizable (Glozman y Montero, 2010). Las autoras mencionadas sugieren en aquel trabajo dos coordenadas que, sin sacrificar el recorrido, permitan asirlos materiales y establecer relaciones entre ellos de acuerdo con criterios específicos: el concepto de dominio interdiscursivo de Jean-Jacques Courtine como forma de delimitar “regiones” a partir de la observación de regularidades, seguida de la noción foucaultiana de problematización como la descripción de un “haz de interrogantes” del que ciertos sentidos emergen como respuestas históricamente situadas. En función de mi trabajo en particular, entiendo que este camino permitiría producir un análisis que, sin tomar a Matus como pleno “autor” ni reducirlo al “contexto”, pueda dar cuenta de su intervención en tanto itinerario de una problematización o dominio interdiscursivo específico. Es probable que esto conduzca, posteriormente, a desmontar el corpus inicial, en el que “Matus” funcionaba como punto de partida o, más precisamente, dominio de referencia (Courtine, 1981), para volver a establecer nuevos recortes y agrupamientos.
El segundo problema que quisiera mencionar refiere a una pregunta que podría decirse fundante para las ciencias sociales: la relación individuo-sociedad. Esta relación constituye uno de los nudos problemáticos más peliagudos para la teoría social. Lo que me interesa sugerir aquí es que la escuela francesa de análisis del discurso ofrece herramientas para, antes que resolver este problema, desarmarlo. Previamente mencioné que la evidencia del “autor” y del “contexto”, si bien son contradictorias entre sí en tanto localizan el sentido en dos fuentes diferentes, suelen aparecen en solidaridad la una con la otra. Este comentario no fue caprichoso; lo sugerí con intención de volver sobre aquello que, a mi entender, las articula: la falta de una teoría del discurso, de una teoría del sujeto y, más precisamente, de una teoría del inconsciente. En el primer caso, tenemos un “autor”dueño de sí y de su decir, una agencia que no conoce determinación, un yo completo18que sabe lo que dice. En el segundo caso, tenemos un sujeto sin resto, aplastado por el Otro, que no puede más que reproducir estructuras o ser soporte de ellas, es decir, un no-sujeto. En ambos casos, lo que no existe es el sujeto dividido del inconsciente. Sostengo que si la escuela francesa de análisis del discurso puede desarmar el binomio individuo-sociedad es porque ha incorporado y trabajado la teoría psicoanalítica del inconsciente. A su vez, el binomio se desarma porque sus términos –“individuo” y “sociedad”– ya no pueden concebirse como exteriores uno de otro:
 
Este “más allá” [de la voluntad del sujeto] no es lo que encontraría inevitablemente el sujeto portador de sentido, ni aquello en función de lo cual se determinarían las formas concretas de su existencia y de la de su discurso; es lo exterior en el sujeto, en el discurso, como condición constitutiva de existencia (Authier-Revuz, 1984: 2, énfasis en el original).

El “más allá” de la voluntad del sujeto no se encuentra en aquello que, desde “afuera”, “determina las formas concretas de su existencia y de su discurso” –a la manera del aplastante “contexto”–, sino que es lo exterior en el discurso y en el sujeto. Este “más allá” del sujeto no existe por fuera de él, sino que es lo exterior en él. Por eso –arriesgo–, desde esta perspectiva, no hay “relación” entre individuo (pre-social) y sociedad (sin individuos), sino sujetos siempre-ya interpelados, en clave althusseriana, y una positividad social producida-reproducida discursivamente por las relaciones entre ellos. Cuál será la agencia posible, sea individual o colectiva, luego de este atravesamiento es una cuestión que excede los propósitos de este trabajo. En todo caso, sugiero a modo de hipótesis que el binomio no se resuelve sino que cae, como quien dice, por su propio peso.

Referencias

1 Este artículo constituye una revisión del trabajo monográfico final presentado para el seminario de doctorado “Teoría, metodología y usos del análisis del discurso en ciencias sociales”, dictado por María Eugenia Contursi y Manuel Tufró en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Agradezco a los docentes por su atenta lectura y generosos comentarios. El trabajo fue presentado posteriormente en el III Congreso Latinoamericano de Teoría Social. Quisiera agradecer igualmente a coordinadores y comentaristas de la Mesa correspondiente, quienes contribuyeron para la versión final que aquí se presenta. Por último, es necesario mencionar también que se trata de una elaboración que se alimenta de distintas instancias de trabajo colectivas, que serán mencionadas oportunamente a lo largo del trabajo.

2 Podemos nombrar aquí, sin pretender exhaustividad, los trabajos de Bernazza (2019), Neirotti (2016), Sotelo Maciel (2016), Moncayo (2015), Spinelli (2012), Castellano Bohórquez (2004), Ossorio (2003), entre otros.

3 El trabajo de Grondona (2018) ha resultado un insumo para el ejercicio que ensayo, pues trabaja la construcción de escenarios polémicos en Proyectos Nacionales y en la revista de ciencia ficción Más Allá (1953-1957), en la que Varsavsky participó. También quisiera señalar que buena parte del análisis que realizo aquí halla ecos en el trabajo realizado por estudiantes y docentes del Seminario de grado “Saberes expertos, discursos y la construcción de ‘problemas sociales’”de la carrera de Sociología (FSOC-UBA), en donde trabajamos con Proyectos Nacionales, específicamente en aquellos aspectos relativos a la enunciación.

4 El análisis de la totalidad de los materiales sugiere que existe, como ha señalado Claudia Bernazza (2006), una progresiva profundización del ethos compuesto al que me referí previamente en el caso de Matus. Esto se debe a que los elementos extraños al género científico-académico adquieren mayor presencia en Adiós, Señor Presidente, en comparación con los textos anteriores. Esta es una cuestión que la extensión del presente trabajo no me permite desarrollar, pero que no quería dejar de señalar como un aspecto que podría indagarse con mayor profundidad.

5 Esta hipótesis, en el caso de Varsavsky, es especialmente deudora del trabajo realizado colectivamente con estudiantes y docentes del Seminario “Saberes expertos, discursos y la construcción de ‘problemas sociales’”, al que me referí en una nota al pie anterior.

6 El “cientificismo” tendrá un lugar central en la producción de Varsavsky, tanto en Ciencia, política y cientificismo (2012 [1969]) como en sus otros textos. En cuanto a Matus, las comillas parecen sugerir una cierta distancia. Tomo aquí la distinción entre el “discurso indirecto libre” y las “palabras mantenidas a distancia”. Sostiene Authier-Revuz que “estas comillas son la marca de una operación metalingüística local de toma de distancia: una palabra, en el devenir del discurso, está dirigida hacia la atención del receptor, como el objeto, el lugar de una suspensión de compromiso –de aquella que funciona normalmente para otras palabras (…) [que] determina una suerte de vacío a colmar, por una interpretación, un pedido de glosa si se quiere, glosa que se explicita a veces, que permanece, por lo general, implícita” (1981: 2).

7 A partir del capítulo de Matus titulado “El desarrollo del interior de América Latina: ¿tesis fantasiosa o interrogante fundamental?”, el libro continúa con distintas réplicas y contraréplicas a sus principales argumentos, en las que participaron diversos integrantes de ILPES-CEPAL, organismo del que Matus era colaborador por entonces.

8 Con esto no me refiero a que dichos objetos de discurso “sean lo mismo” o que posean el mismo sentido en todos los materiales analizados, como si se tratara de un mismo objeto de indagación cuya unidad podría suponerse de antemano (Foucault, 2002). Antes bien, sugiero que la repetición de los mismos significantes vuelve necesaria la postulación de una hipótesis sobre dicha articulación que es necesario indagar. Por supuesto, una vez más, tal indagación excede el propósito de este trabajo. 

9 Quiero señalar que estas reflexiones son en buena parte deudoras del trabajo que vengo realizando en diferentes instancias colectivas: el dictado del Seminario “Saberes expertos, discursos y la construcción de ‘problemas sociales’”, el proyecto Ubacyt “Asincronías, multilocaciones y formas de delimitación del ‘desarrollo’ como problema social”y el grupo de estudios sobre tiempo histórico y espacio geográfico que funciona en el Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”.

10 Con posterioridad, Matus tomará distancia y se mostrará reservado frente a la posibilidad de utilizar la matemática para el cálculo social y político (ver, por ejemplo, Matus, 1985). Volveremos sobre este punto.

11 En el texto de Ducrot (1986), el término “sujeto hablante” refiere al “ser empírico”, mientras que “locutor” refiere al “ser de discurso”. El aporte de este autor consiste, en realidad, en el cuestionamiento a la unicidad del sujeto hablante, al distinguir entre el sujeto empírico, el locutor como responsable del enunciado al que remiten las marcas de primera persona –al que previamente me referí como enunciador– y los –múltiples– enunciadores en tanto aquellas otras voces que se expresan en la enunciación, organizadas por el locutor.

12 Aunque el rastreo certero de su trayectoria por el Gobierno presenta algunas dificultades (Carazzato, 2000), la bibliografía coincide en que fue Presidente de la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), Presidente del Consejo de la Corporación de Fomento y Producción (CORFO), asesor económico del Gobierno, Presidente del Banco Central de Chile y, entre junio y noviembre de 1972, Ministro de Economía («Juraron nuevos ministros» (El Mercurio,18/06/1972; «Renuncia total del gabinete», El Mercurio, 01/11/1972).

13 Resulta sugerente la falta de nombre propio en el texto para un “Señor Presidente” que es, a todas luces, Salvador Allende. Más allá de las intenciones manifiestas del “autor” (sobre las cuales no enunciaré hipótesis alguna), propongo en todo caso tomar esa ausencia como síntoma que empuje a hacer tambalear la mencionada “autocrítica”.

14 Ello remite a la advertencia realizada en una nota al pie anterior respecto de la consideración de aquello de lo que se habla como “objetos” cuya unidad podría suponerse dada (Foucault, 2002). En otros términos, podría decirse que esta perspectiva conlleva la ruptura de la unidad entre significante y significado, que constituye en realidad una no-relación: “la ‘relación significado/significante’ es un efecto de significación, efecto que depende de la estructura del lenguaje que cuestiona significantes (y no de la relación significado/significante)” (Althusser, 1996: 58). Esto significa que “la metáfora es lo que funda el efecto de realidad (literalidad), y no el efecto de realidad (literalidad) el que funda las metáforas” (Karczmarczyk, 2016: 116).  

15 Pese a que, como adelantamos, Matus se mostrará escéptico ante esta posibilidad en el futuro, es importante destacar que no es esa la posición de su producción más temprana: “el concepto de estrategia supone la posibilidad de experimentar o ensayar las acciones y reacciones sociales en un plano donde el modelo construido sustituye a la realidad y los ensayos del analista a las perturbaciones materiales del sistema (…). Si tal modelo se pudiese construir rigurosamente y programarse en una computadora, manteniéndolo al día con los nuevos acontecimientos, el ‘estratega’ tendría un instrumento inestimable para elegir con criterio flexible un camino o una cadena de acciones (Matus, 1972: 104, énfasis mío). Aunque critica numerosos modelos en boga –entre ellos, la econometría, también referida en la entrevista de Huertas–, Matus destaca allí los trabajos en modelización matemática del mismo Oscar Varsavsky, sobre los que se cierne el optimismo que encontramos en la cita anterior. Desarrollé esta cuestión en un trabajo reciente (Viedma, 2020).

16 En el trabajo previamente citado, Glozman y Montero (2010) señalan un desplazamiento en textos posteriores de Pêcheux en relación con la sobredeterminación del interdiscurso –como todo complejo con dominante de las formaciones discursivas–, respecto de las formaciones ideológicas ancladas en la lucha de clases. Es decir, se produce una desestabilización de aquella intrincación de las formaciones discursivas en las formaciones ideológicas. Tal movimiento puede ser pensado a la luz de las encrucijadas teóricas que atraviesan la articulación entre marxismo y psicoanálisis, en particular en torno al problema de la eficacia de las estructuras (Karczmarczyk, 2014). No es el propósito de este trabajo reflexionar en torno de este desplazamiento, sino establecer que, con prescindencia de la posición que se asuma respecto de la sobredeterminación estructural/eficacia material, ningún espacio-tiempo histórico puede ser reducido a una cuestión de “época” entendida en términos homogéneos.

17 Esta cuestión puede relacionarse con lo establecido por Étienne Balibar (2012) en torno a la ruptura de la identidad cronológica en el estudio de la particular combinatoria de una problemática. Excede a los propósitos de este trabajo la profundización en esta relación –también deudora de un trabajo colectivo–, pero no quería dejar de sugerirla.

18 En rigor, en términos de la teoría psicoanalítica lacaniana, el sujeto no es jamás completo sino sujeto dividido, de la falta. En todo caso, aquello que se cree a sí mismo “completo” es el yo, una imposibilidad pero también una ficción necesaria: “el sujeto no sabe lo que dice, y por las mejores razones, porque no sabe lo que es” (Lacan, 1983: 367). En la lectura de Althusser, y también de Pêcheux, esta instancia corresponde a la forma-sujeto y al efecto de desconocimiento de la ideología.

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Enviado: 25/09/2020.
Aceptado: 20/12/2020.

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