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Temas y Debates

versión On-line ISSN 1853-984X

Temas debates (En línea)  no.41 Rosario jun. 2021

 

ARTÍCULOS

La militancia social en Jujuy (1990-2015): un estudio de trayectorias militantes

Social Militancy in Jujuy (1990-2015): A Study of Militant Trajectories

 

Adrián Pablo Berardi Spairani

Adrián Pablo Berardi Spairani es investigador asociado del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín, Argentina. E-mail: adrianberardi@gmail.com


resumen

Este artículo propone analizar trayectorias de militantes sociales en la provincia de Jujuy, Argentina, a partir de indagar la manera en que los sujetos establecen su compromiso, las condiciones que determinan su inscripción militante y su quehacer político. En este sentido, se analizará la historia de dos militantes de organizaciones sociales, quienes comenzaron a militar en el período (1990-2015) mediante un estudio microestructural, como un modo de recuperar la perspectiva de carrera propuesta por Howard Becker. Para alcanzar los objetivos establecidos, se desarrolló una metodología de corte cualitativo. Se utilizó la técnica del relato de vida, lo que permitió reconstruir las trayectorias y recuperar la mirada que los militantes tienen sobre su propia actividad.

palabras clave: Militancia social; Organización social; Jujuy; Carrera militante; Participación política

summary

This article aims to analyze trajectories of social activists in the province of Jujuy, Argentina, investigating the way in which the subjects establish their commitment, the conditions that determine their militant registration and their political work. In this sense, the history of two militants of social organizations that began military in the period (1990-2015) will be analyzed through a microstructural study, recovering the career perspective proposed by Howard Becker. To achieve the established objectives, a qualitative methodology was developed using the life story technique, which allowed reconstructing the trajectories, recovering the look that the militants have on their own activity.

keywords: Social militancy; Social organization; Jujuy; Militant career; Political participation


Introducción

Este trabajo se propone analizar la militancia social argentina en el período 1990-2015, a partir de la reconstrucción de la trayectoria militante de dos dirigentes sociales de la provincia de Jujuy. El objetivo principal se centra en comprender qué elementos determinan el involucramiento en este tipo de militancia; cuáles son las etapas por las que atraviesa cada uno de los militantes; qué repertorios ponen en marcha; y cuáles son los objetivos que persiguen.
En este sentido, el trabajo propone indagar la evolución de la participación política en espacios de militancia social para comprender la manera en que este tipo de militancia ocupó (¿y ocupa?) un rol central en la representación de distintos sectores sociales, y en tanto mediadora entre el Estado y la sociedad civil.
Los estudios sobre la militancia social en Argentina pueden dividirse en dos grupos: 1) aquellos vinculados al surgimiento de las organizaciones de Derechos Humanos, como espacios de participación militante y resistencia a las políticas autoritarias de la dictadura cívico-militar iniciada en 1976; y 2) los relacionados con la emergencia de las organizaciones socio-territoriales a partir de las trasformaciones estructurales de la década de 1990 y la incorporación de un nuevo actor: el desocupado.
En el primero de los casos, los trabajos se concentraron en dos perspectivas: una relacionada con la heterogeneidad hacia el interior del movimiento de Derechos Humanos; la otra, vinculada con la estrategia política –denuncias en el ámbito institucional, la movilización y ocupación del espacio público, etcétera–, donde se visibilizó la demanda de memoria, verdad y justicia, cuyo destinatario principal era el gobierno.
De esta manera, los trabajos de Calderón y Jelin (1985), Jelin, (1995), Landi y González Bombal (1995), Pereyra (2005 y 2008), Barrios (2008) y Alonso (2013) dieron cuenta de la conformación y trasformación de esos espacios desde la restitución democrática. En tanto, otras investigaciones pusieron en discusión el surgimiento de organizaciones vinculadas con la defensa de los Derechos Humanos durante la democracia como, por ejemplo, las relacionadas con la violencia institucional, la impunidad y el reclamo de justicia (Pita, 2001 y 2010).
Por su parte, los trabajos vinculados al estudio de la militancia social en la década de 19901 analizaron el surgimiento de nuevas organizaciones a partir del impacto de las políticas neoliberales (Cerrutti y Grimson, 2004) en el marco de un proceso de desindustrialización, desafiliación, territorialización (Merklen, 2010), acción directa no convencional, democracia directa y demanda de autonomía (Svampa, 2008). De esta manera, las nuevas organizaciones de desocupados se configuraron como formas de militancia alternativas a las actividades políticas tradicionales (Svampa y Pereyra, 2004), pero tenían un anclaje en la configuración de referentes barriales con experiencias militantes o asociativas anteriores (Manzano, 2004 y 2013) y “lealtades políticas de referencia” (Schipani, 2008: 89).
Algunos trabajos se preocuparon por recuperar la relación entre el Estado y estas nuevas organizaciones sociales. Pusieron, así, el énfasis en las interacciones y diálogos que se producían a partir de la aplicación de distintos programas sociales (Quirós, 2006).
Por último, un conjunto de investigaciones procuró dar cuenta de la reacción de las organizaciones sociales a lo largo de los gobiernos kirchneristas (2003-2015). En esta línea, las investigaciones de Cortez (2010), Perelmiter (2010), Natalucci (2011) y Pagliarone (2012) analizaron las formas en las que organizaciones de corte social y territorial se incorporaron a los entramados político-institucionales y gubernamentales.
En el caso particular de Jujuy, las investigaciones sobre la militancia social se dividen en dos grupos. El primero llevó adelante el estudio de las organizaciones sociales emergentes en la década de 19902, y dio prioridad a las condiciones de surgimiento dentro del análisis del ciclo de protestas en Jujuy. De esta forma, tendieron a realizar un análisis sociopolítico y económico, donde la práctica militante forma parte de las condiciones generales del desarrollo de la provincia. Esto terminó por mostrar a la militancia como una imagen dentro de una fotografía general del contexto. El segundo grupo, por su parte, analizó el devenir de la Organización Barrial Túpac Amaru.3 Dio cuenta de sus condiciones de inicio y el lugar que ocupó en la escena provincial, pero desatendió las particularidades de la militancia social. De esta forma, es posible observar que los trabajos producidos con anterioridad a este desarrollaron un tipo de estudio macroestructural de la organización, y no prestaron atención a las particularidades del militante.
En este sentido, el presente trabajo integra el marco de discusión respecto de la identificación de la militancia social en dos planos: 1) como el resultado de una hibridez entre la militancia sindical y la partidaria; y 2) como un tipo particular de militancia, en principio novedoso e independiente de las estructuras estatales. Sin embargo, se propone indagar la militancia social por medio de un estudio microstructural (Fillieule y Accornero, 2016), a partir del análisis de las trayectorias militantes, para recuperar la perspectiva de carrera (Becker, 2012). El estudio de la carrera militante permitirá dar cuenta de las trayectorias mediante el análisis de los aspectos objetivos y subjetivos que interpelan al militante.
De esta manera, se podrá comprender cómo cada una de las etapas o secuencias que atraviesa el militante se encuentra condicionada por la etapa o secuencia anterior. Esto da cuenta de la militancia como un proceso dinámico (Fillieule, 2001), que se encuentra determinado por la relación existente entre el contexto sociopolítico, la oferta de participación, las redes sociales (Diani, 2004), y la percepción del militante sobre su quehacer político, tanto en el pasado como en el futuro (Fillieule, 2012). En este sentido, se recupera el sentido que los propios  militantes le otorgan a su trayectoria (Agrikoliansky, 2017). Para llevar adelante estos objetivos, daremos cuenta de la trayectoria de dos militantes de las principales organizaciones sociales de la provincia de Jujuy que, si bien son contemporáneos, su inscripción militante se produce en períodos diferentes.
Usar el caso de Jujuy para discutir la militancia social no es arbitrario: desde la recuperación democrática en 1983, la provincia inició un ciclo de protestas que se sostuvo a lo largo de varios años; fue testigo de los primeros cortes de ruta y conformación de organizaciones de desocupados. Además, fue una provincia que, producto de la protesta social, se vio sujeta a una importante inestabilidad política por casi una década, incluso con la renuncia constante de gobernadores. En este sentido, este trabajo reconstruye ese contexto sociopolítico, en tanto presenta un interés para la comprensión del caso jujeño y permite, al mismo tiempo, vislumbrar el contexto en que se inscriben esas trayectorias.
Metodológicamente, se estableció un abordaje de tipo cualitativo. Se utilizaron entrevistas en profundidad a partir de la técnica del relato de vida (Kornblit, 2007). Este abordaje no solo permite dar cuenta de las trayectorias de los militantes, sino que también permite recuperar la mirada del militante en el momento que describe su historia en un contexto determinado (Della Porta, 2014). Posibilita hacer “comprensible su mundo” (Meccia, 2012: 41) por medio de entrevistas en profundidad, para lo cual se utiliza la técnica del relato de vida.4

El ciclo de protestas en Jujuy

En Jujuy, la recuperación democrática de 1983 estuvo marcada –como en el resto del país– por una fuerte crisis económica, acompañada de la concentración, centralización del capital (Ramírez, 2001) y una caída sustancial en el desempeño de los espacios productivos (Schorr y Golovanevsky, 2012). El resultado de esto fue una fuerte expulsión de mano de obra asalariada, que fue absorbida por las estructuras estatales. Entre los años 1983 y 1989, la planta total de empleados estatales en la provincia aumentó de 23.563 a 42.120 trabajadores (Aramayo, 2009).
El incremento del empleo estatal generó un fuerte aumento del gasto público, el cual fue financiado por medio de endeudamiento. En tanto, las limitaciones económicas del gobierno provincial llevaron a que los trabajadores estatales se incorporaran a la planta gubernamental bajo la  “figura del contratado y con salarios bajísimos (Lagos y Gutiérrez, 2006: 266).
Por su parte, los trabajadores del sector productivo privado fueron afectados por despidos, congelamiento de salarios y falta de pagos5 (Gómez y Kindgard, 2006). Estos elementos, sumados a las formas de precarización laboral y los bajos salarios en el empleo público, fueron los principales ejes de la movilización social (Karasik, 2006) y el inicio del ciclo de protestas a fines de los años ochenta.
La falta de capacidad del Estado provincial para dar respuesta a los problemas vinculados al mercado de trabajo, los bajos salarios, el atraso en los pagos y el deterioro del sistema productivo –en un contexto inflacionario– fueron los elementos claves para que, en 1988, se conformara el Frente de Gremios Estatales (FGE)6 (Aramayo, 2009).
La aparición en la escena pública del FGE determinó el comienzo de una ola de movilizaciones en la provincia. Sin embargo, a pesar de hacer visibles los conflictos sociales, la falta de legitimidad y representación política, la debilidad del partido de gobierno y de ocupar un lugar de importancia en la renuncia de gobernadores en la década de 1990, el FGE no logró proyectar su rol hacia un programa político electoral (Belli y Slavutsky, 1996 y 2003).
Por otra parte, durante esta década, se conformaron dos espacios de participación político-social. Por un lado, tomaron forma los centros vecinales, donde los distintos partidos políticos desplegaban sus estrategias electorales territoriales, con mayor o menor peso. Por el otro, la Organización Social Juanita Moro, integrada principalmente por militantes –mujeres, en su totalidad– de la Unión Cívica Radical. Esta organización desarrolló una fuerte articulación con el gobierno provincial y los municipios, principalmente porque algunas de sus integrantes eran miembros del Poder Legislativo, o bien tenían vínculos con las estructuras gubernamentales. Al mismo tiempo, acompañado por un clima de época, comenzó a conformarse el movimiento de mujeres de Jujuy. Además, se formaron comisiones de mujeres en los diferentes barrios, aunque no mantenían una estructura orgánica y sus integrantes provenían, principalmente, de los espacios partidarios o sindicales (Berardi Spairani, 2017).
No obstante esto, ninguno de estos espacios mantenía una independencia de la militancia tradicional. Por el contrario, aparecen como espacios anexos a la militancia partidaria. En este sentido, Carlos, ex secretario general de ATE Jujuy, afirma que, en aquellos años, “si vos querías militar lo hacías en el partido… o como mucho en un sindicato; las organizaciones son de los noventa [y] en los centros estaban los militantes de los partidos, eran todo lo mismo” (Carlos, junio 2015).
A principios de la década de 1990, la descentralización de la salud y la educación –enmarcadas en el programa neoliberal vigente en Argentina durante aquellos años– generó un fuerte aumento del gasto público provincial y produjo un aumento del endeudamiento para contener el déficit económico. A su vez, la privatización y/o cierre de empresas estatales –como la mina Aguilar, Altos Hornos Zapla, el ramal del Ferrocarril Belgrano, que conectaba San Salvador de Jujuy con La Quiaca, y el cierre de la mina Pirquitas– llevó a un nuevo ciclo de expulsión de mano de obra que el Estado no pudo absorber. Esto elevó sustancialmente los índices de desempleo; por caso, la desocupación en la provincia aumentó un 13% entre 1993 y 2001 (Aramayo, 2009).
Al mismo tiempo, el proceso político que se abrió en la década de 1990 en Jujuy estuvo marcado por un estado de “ingobernabilidad coyuntural” (Lagos y Gutiérrez, 2009: 102), donde, con excepción de Guillermo Eugenio Snopek, quien falleció en el medio de su mandato, los gobernadores entre 1990 y 1998 debieron renunciar en el marco de un clima de fuerte protesta social.7 A pesar de eso, el Partido Justicialista (PJ) mantuvo la hegemonía política, y logró gobernar la provincia desde 1983 hasta 2015, aunque se vio obligado a establecer diferentes estrategias –como la ley de lemas en 19918– para garantizar la unidad del PJ provincial y evitar su dispersión en los momentos de crisis.
Sin lugar a dudas, el momento más álgido de la protesta social en la provincia se vivió a partir de la creación de la Multisectorial de Jujuy –integrada por el FGE, colegios de profesionales, centros vecinales y centros de estudiantes universitarios– el 25 de octubre de 1990 y la conformación de un Cabildo Abierto seis días después, en el que confluyeron distintos sectores sociales, luego de multitudinarias marchas, las cuales provocaron la renuncia del gobernador (Ferrari, 2014).
A lo largo de la década de 1990, los paros y las protestas en Jujuy fueron recurrentes, producto de diferentes problemáticas tales como la falta de pago, el desempleo o la precarización. Sin embargo, dos hitos marcaron esas protestas: 1) La Marcha de la Dignidad, que unió la ciudad de San Salvador con La Quiaca el 12 de junio en 1996 (allí se leyó un pliego de reivindicaciones que incluía, entre otras, la creación de un fondo de desempleo, que se frenen los despidos y se paguen los salarios en tiempo y forma) (Kindgard, 2009); 2) cortes de ruta masivos9 entre los meses de mayo y junio de 1997, donde la principal característica fue la unidad entre la figura del desocupado y la lucha de los trabajadores ocupados (Valerdi, 1998 y Rodríguez Blanco, 2002 y 2011).
Estas protestas se iniciaron con el corte de ruta del 20 de mayo de 1997 en Libertador General San Martín, departamento de Ledesma.10 La puesta en marcha de una acción represiva para lograr desarticular la protestas generó un efecto contrario: llevó la unidad entre los manifestantes y los pobladores, lo cual provocó el repliegue de la Gendarmería (Aramayo, 2009) y fortaleció la protesta.
La expansión de los cortes de ruta a lo largo de toda la provincia le permitió al FGE articular sus acciones con distintas fracciones de la sociedad, principalmente los desocupados. Al mismo tiempo, se creó la Coordinadora de Piqueteros y Desocupados de la Provincia de Jujuy y la Multisectorial de Jujuy. Por otra parte, sectores de Iglesia Católica, principalmente de Humahuaca y La Quiaca11, se incorporaron a las protestas.
La protesta social en Jujuy también permitió el surgimiento del Centro de Desocupados y Desempleados del Departamento Ledesma y, posteriormente, la Corriente Clasista y Combativa (CCC)12 –liderada por Carlos “El Perro” Santillán, dirigente del Sindicato de Empleados y Obreros Municipales-SEOM de San Salvador– y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), integrada, entre otros gremios, por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), cuyas figuras predominantes fueron Fernando “Nando” Acosta y Milagro Sala.
En las elecciones de 1999, el Gobernador interino Eduardo Fellner (perteneciente al PJ) ganó las elecciones y comenzó un ciclo de ordenamiento político e institucional. A pesar de eso, las políticas de ajuste y el ciclo de protestas se mantuvieron vigentes. La novedad, sin embargo, fue el surgimiento de la Organización Barrial Túpac Amaru (OBTA), que se desempeñó como la rama territorial de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) de Jujuy.13
Entre 2003 y 2006, la protesta se fue disipando, como consecuencia de que la desocupación bajó casi un 13% (Aramayo, 2009). En este caso, el gobierno provincial volvió a ser un factor clave en la absorción de mano de obra desocupada, aunque el empleo público mantuvo las principales características de la década anterior: bajos salarios, forma de contratación irregular, precaria e inestable. Incluso, en muchos casos, los trabajadores del Estado provincial percibían como salario un plan social: “Nosotros cobrábamos un plan social…, dábamos capacitaciones…, cursos, talleres, clases de apoyo en la primaria y la secundaria,… dependíamos del ministerio… por esto muchos nos afiliamos a ATE y empezamos a militar desde ahí” (Martín, militante de la CCC y ATE, septiembre de 2016).
Un dato que permite dar cuenta del crecimiento de la planta estatal es la afiliación sindical en la Asociación de Trabajadores del Estado. Según José, ex secretario adjunto de ATE Jujuy, los afiliados “aumentaron más del 25% en los últimos años, alcanzamos a más de 17.000 personas” (José, septiembre de 2016).
En lo que respecta al peso de las organizaciones sociales, la CCC tuvo una “virtual desaparición” (Moscovich, 2013: 145), mientras que la Organización Barrial Túpac Amaru se consolidó a partir del trabajo en los barrios. Este reordenamiento de fuerzas sociales dio origen a la Red de Organizaciones Sociales, bajo el liderazgo de Milagro Sala (Moscovich, 2013).
La OBTA se convirtió en el principal interlocutor con el gobierno nacional –bajo las presidencias de Néstor  Kirchner y Cristina Fernández–, y desarrolló una fuerte capacidad de organización por medio de acciones beligerantes y de la inserción en los barrios más pobres (Battezzati, 2014 y Moscovich, 2009). Esto debilitó las estrategias clientelares del partido de gobierno. Por otra parte, la relación directa con el gobierno nacional limitó la capacidad represiva del Ejecutivo provincial y constituyó a la Tupac como el principal agente de veto en la provincia.
En el año 2012, la Túpac Amaru dio un salto a la esfera político-partidaria y conformó el Partidopor la Soberanía Popular (PSP). Para las elecciones legislativas de 2013, el PSP conformó una alianza electoral, el Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular (FUyO), y obtuvo 4 bancas en la Cámara de Diputados local (Tavano, 2015). Por otra parte, la CCC sufrió una fuerte fractura en su interior: en 2006, algunos sectores abandonaron el espacio y confluyeron en la conformación del Movimiento Tupaj Katari, bajo el liderazgo de Carlos “El Perro” Santillán (Villagra, Zinger y Patagua, 2014), parte fundamental de la construcción del Movimiento Popular La Dignidad (Manzano y Ferrari, 2015), que dio origen al Frente de Organizaciones Independientes (FOI), con cierta proyección nacional.

Las trayectorias

Federico nació en La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, en el año 1977. Hijo de un militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR), en la década de 1990 comenzó a participar del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde realizó sus estudios secundarios. En 1994, se afilió a la Juventud Comunista Revolucionaria (JCR), pertenenciente al PCR. Como estudiante de Historia de la Universidad de Buenos Aires se involucró en la militancia universitaria y formó parte de la Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA). En 1997, abandonó sus estudios universitarios y viajó a Jujuy, donde se integró a la Corriente Clasista y Combativa. Se constituyó en el principal referente de esa organización en el departamento de Ledesma. En 2014, luego de ser candidato a diputado provincial, renunció a la CCC y al PCR, para volcarse a la militancia sindical de docentes universitarios.
Javier nació en La Esperanza, departamento de San Pedro, Jujuy, en el año 1975.  Proveniente de un hogar pobre, su familia vivió siempre en el lote Parapetí, frente al Ingenio La Esperanza, donde su padre trabajaba. Desde 2001, milita en la Organización Barrial Túpac Amaru. En ese contexto, fue coordinador de la cooperativa de viviendas que puso en marcha la organización en el lote. Además de ser uno de los principales referentes de la organización en la zona, fue concejal por el Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular en el Concejo Deliberante de La Esperanza. Cuenta Javier que comenzó a militar principalmente motivado por la necesidad: “Empecé [a militar] en el 2001 más que nada por necesidad […], tenía mi hijo, que hoy tiene 17 años, y acá en los ingenios trabajaba como golondrina [y] a veces robaba para comer” (Javier, noviembre de 2015).
Sin embargo, el mundo de la política no le era ajeno. Muchas veces era convocado por dirigentes políticos de la zona para participar de distintos actos a cambio de algún tipo de retribución. En este sentido, Nicolás, dirigente de la juventud de la Unión Cívica Radical de Jujuy, afirma que “la política [muchas veces] le llega a los jóvenes solo si están en una necesidad de acceder al recurso, a un sueldo o a algún beneficio” (Nicolás, septiembre de 2016).
En el año 2001, la Organización Barrial Túpac Amaru comenzó a realizar un trabajo territorial en el paraje Parapetí, a partir de la instalación de un merendero. Unas vecinas que participaban en la organización invitaron a Javier a sumarse. Según su propia percepción, la llegada de la Túpac y el rol de su principal dirigente, Milagro Sala, le cambió la idea que tenía de su vida y lo motivó a involucrarse en la militancia social. “En 2001 llegó Milagro Sala con otra mentalidad, donde ella nos decía que el trabajo social lo teníamos que hacer entre todos, y si teníamos que levantar la Argentina lo teníamos que hacer entre todos” (Javier, noviembre de 2015).
Al poco tiempo de participar en el merendero, fue beneficiado con un plan social y, como contraprestación, realizaba tareas de desmalezamiento en el barrio. Esa actividad le permitió comenzar a dedicarse tiempo completo a la militancia social.
En el caso de Federico, los primeros pasos en la participación política tienen dos hitos: el primero se dio cuando, junto con sus padres, participó de la protesta docente conocida como la “Marcha Blanca”14 y de las manifestaciones en repudio a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final en la década de 1980. El segundo se relaciona con su participación en el Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, y lo que él denominó “la lucha contra las privatizaciones”. Estos elementos lo fueron “forjando políticamente”, y determinaron de su compromiso militante. Según sus palabras:
Cuando yo llego al Nacional Buenos Aires, armamos todo lo que fue la lucha contra Menem, contra las privatizaciones..., si bien siempre se dice que “la década del 90 fue una década neoliberal” hubo mucha lucha en contra de todo eso, fueron derrotadas, pero hubo mucha lucha... Y ahí me fui forjando... fui conociendo, fui aprendiendo política (Federico, diciembre de 2014).

A diferencia de Javier, no es la pobreza un detonante de su involucramiento, sino que hay una combinación entre la influencia del entorno familiar y el espacio educativo. El contexto sociopolítico actuó como motivación de su participación y estuvo acompañado por las redes interpersonales en las que estaba inscripto, que influyeron en su mirada respecto de esos acontecimientos y facilitaron su participación.
La familia y los espacios educativos aparecen en las distintas trayectorias de militantes sociales como elementos de socialización política y motivación para el involucramiento político. Así lo reafirma Pedro, dirigente de la Asamblea de Trabajadores Desocupados de Jujuy (ATD Jujuy):
La cuestión de la militancia me viene por una cuestión de familia, mi vieja era del PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores]... Además, llego a la militancia, también, por un punto de vista más teórico, digamos. En el secundario fui a un colegio de elite, leí El hombre mediocre de José Ingenieros, y empiezo a cuestionarme algunas cosas, me defino ateo, y empiezo a leer Kant y después para criticar a Kant, Marx, y bueno… entré por ese lado (Pedro, septiembre de 2016).
Para Federico, un momento histórico que lo llevó a profundizar su compromiso fue el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, México, en enero de 1994. Un diálogo con su padre marcó ese hito:
Yo me acuerdo el 2, 3 de enero, mi padre estaba en un ventanal que tenía la casa de mi abuela, me acerco y le digo “Me quiero ir a México a pelear con el subcomandante Marcos”, y me dijo “¿no te parece que hay mucho quilombo acá para que te vayas a otro lugar?”, y me cagó, porque la verdad tenía razón (Federico, diciembre de 2014).

Luego de este diálogo, se afilió a la JCR del PCR, donde la figura de Carlos “El Perro” Santillán comenzaba a proyectarse a nivel nacional desde su rol de dirigente sindical en Jujuy. Así, dejó su militancia estudiantil y su quehacer militante se vinculó con la política nacional.  En 1998, fue enviado por el partido a Jujuy para trabajar junto a Santillán en la campaña electoral del SEOM, y ese fue un momento fundante de su militancia social: “En el año ’98 me proponen que me venga a Jujuy a ayudar a la campaña, porque el Perro tenía las elecciones del SEOM [y] yo me enamoré de la lucha de Jujuy. O sea, para mí el Perro era el nuevo Che Guevara; yo venía a Jujuy para hacer la revolución junto al Perro” (Federico, diciembre de 2014).
Una vez instalado en Jujuy, con apoyo del PCR, inició su militancia en la CCC: “Sinceramente estaba convencido que desde Jujuy íbamos a hacer la revolución. Y me vine por eso, me vine con 21 años de edad cumplidos…, dejé todo, dejé estudio, dejé trabajo, dejé casa” (Federico, diciembre de 2014).
En ese sentido, los marcos ideológicos y la búsqueda de los caminos hacia la revolución son elementos claves para el compromiso que asumen algunos sectores de la militancia social, y en muchos casos requieren dejar de lado otras cosas de la vida. Afirma Pedro:
Yo dejé todo para militar, me alejé de todos mis amigos, de toda mi gente de la infancia para dedicarme a militar, y hasta me alejé de lo que podría haber sido una carrera productiva económicamente, justamente para asumir esto, el compromiso hacia la transformación social, la revolución social (Pedro, ATD Jujuy, septiembre de 2016).

Esta búsqueda de la revolución no es determinante en toda la militancia social. En el caso de Javier, su participación estaba sujeta a las necesidades del lugar donde vivía, lo cual no significa que no haya habido una trasformación en su vida, pero ese cambio no está marcado por abandonar su status social, sino por cambiar la mirada que los otros tienen de él: “Para mí [participar] fue un cambio porque empezamos a ser útiles en la sociedad. Y eso es lo que queríamos nosotros, ser útiles, hacer algo, porque no teníamos nada para hacer” (Javier, noviembre de 2015).
Los inicios de la trayectoria de Javier también involucran cambios que representan un abandono de su vida anterior, pero son cambios para mejorar sus condiciones de vida. El ingreso a la Túpac implicó, para él, dejar de robar y pasar a acceder a ciertos recursos económicos sin ser explotado. Significó comenzar a ayudar a los otros, abandonar la “vagancia” y pasar a ser útil. Esa utilidad que define Javier se relaciona con su incorporación al plan Jefes y Jefas de Hogar15, y a la realización de tareas de desmalezamiento y limpieza del Lote. Así, para él, “los trabajos sociales [me permitieron] ser bien visto por la sociedad”.
No obstante, su actividad militante no era solo una tarea social y una retribución económica. Para poder acceder a esos recursos, la Organización ponía en marcha un conjunto de acciones colectivas beligerantes.
Nosotros para obtener los planes sociales cortábamos el puente San Pedro, [sin embargo eso] perjudicaba a la sociedad, era lo malo; o sea, la parte negativa de que hagamos un corte de ruta, y que estés al frente, porque veías que estabas perjudicando a otra gente más que nada, pero son varios los cortes de ruta que hicimos ahí en el puente San Pedro, pidiendo planes sociales, bolsón de mercadería, las tierras para la construcción de viviendas, pago de cooperativistas (Javier, noviembre de 2015).

En la historia militante de Javier, la puesta en marcha del Plan de Emergencia Habitacional, durante el gobierno de Néstor Kirchner, en 2004, le permitió iniciar un proceso de consolidación de su militancia. Por un lado, logró constituirse como referente de la organización en el barrio y, por el otro, acceder a una vivienda digna y a recursos económicos.
Según él,la construcción de viviendas fue un punto muy importante en la vida de Parapetí. En primer lugar, porque garantizó que los jóvenes no migraran a las grandes ciudades, ya que podían encontrar un trabajo en la cooperativa de la Túpac y, en segundo lugar, porque cambió la lógica de la vida cotidiana en el lote16, con la construcción de más de 300 viviendas. De la misma forma en que para Javier la participación en la Tupac cambió su vida y la de sus vecinos, otros militantes reafirman el peso que tuvo la organización en el cambio de  vida de las personas. En este sentido, el vínculo entre la militancia social y la pobreza tienen un punto de conexión. Otros militantes sociales reafirman el rol de su actividad política como condición de posibilidad para mejorar su vida y la de los demás, es decir, transformar una realidad que les es propia. Así lo cuenta Sonia, referente de la CCC de San Pedro:
Yo vengo de una familia muy humilde, he visto muchas necesidades y las he padecido, [por eso] para mí la militancia tiene que ser luchar por construir una sociedad mejor, más igualitaria, yo quiero vivir en una sociedad donde puedan vivir tranquilos mis hijos, mis nietos (Sonia, septiembre de 2016).

Por su parte, Federico se involucró en la CCC promovido por los requerimientos del partido. Era “un soldado del partido”, dice, y este punto implicó un sinnúmero de acciones que, en muchos casos, no fueron elegidas por él. Su compromiso con el partido constituyó un sentido de pertenencia, una mirada sobre el mundo social, y estableció el orden en sus prácticas militantes. “Dejar la comodidad” de su casa y abandonar los beneficios de “clase media acomodada de Buenos Aires” para hacer la “revolución” desde Jujuy era, según él, lo que su “convencimiento ideológico” marcaba. Era parte de su compromiso revolucionario y para con el partido.
La mirada que sostiene Javier es diferente. Existe un contexto socioeconómico que condiciona su involucramiento, pero su participación política está ligada a la mejora de su calidad de vida y no a un convencimiento ideológico tan claro. A pesar de esto, remarca que sus condiciones de vida eran el resultado de largos procesos de explotación y exclusión en la provincia.
De acuerdo con la trayectoria de Federico como militante de la CCC, en 1999 se mudó a  Libertador General San Martín, departamento de Ledesma, con el objetivo de comenzar la construcción política de la organización en esa localidad, mediante la organización del sector desocupado. El primer paso era garantizar el acceso a los recursos –vía planes sociales y bolsones de comida– para los sectores más empobrecidos. Al igual que Javier, la forma de garantizar ese acceso era por medio de la organización política y de la ocupación del espacio público. En ese sentido, los cortes de calles y rutas se instauraron como el principal repertorio de acción beligerante.
Federico, como un desocupado más, obtuvo un plan social y, como contraprestación, realizó trabajos de pavimentación para la municipalidad. Según él, esa tarea tenía dos funciones específicas: obtener recursos para lograr la subsistencia y afianzar su vínculo con los desocupados y los marginados de Libertador: “Antes de pensar en la política… uno piensa en la panza, tiene que tener llena la panza, entonces yo sabía que, resolviendo las necesidades, luchando por resolver esas necesidades, íbamos a avanzar en otros aspectos de la cuestión, de la construcción política” (Federico, diciembre de 2014).
Según su propio relato, existen dos puntos claves para ganarse el respeto y la legitimidad que le permiten su construcción política: primero, atravesar las mismas necesidades de sus compañeros y, segundo, demostrar que la organización era la única forma de resolver la pobreza y el hambre, como elementos claves hacia una revolución. De acuerdo con estas observaciones, afirma: “Yo pasé a tener las mismas necesidades de mis compañeros. Yo fui un dirigente que pasé las mismas cosas que mis compañeros, quizás por eso me gané el respeto” (Federico, diciembre de 2014). En este sentido, su construcción política se sostenía a partir de lograr empatía y consenso con los sectores empobrecidos de Ledesma, al compartir con ellos las mismas condiciones de vida. Es decir que la legitimidad de sus prácticas no se daba por resolver los problemas de los otros, sino principalmente porque él era uno más de ellos.
La idea de la militancia social como paso previo para la construcción política –revolucionaria, en términos de Federico– es puesta en discusión por otros militantes sociales, y se sostiene sobre la base de la existencia o no de una militancia social que antecede a una construcción “política”, en tanto siempre hay una doble militancia, si se la considera desde las prácticas. Pedro sostiene lo siguiente:
Nosotros [en la ATD] sostenemos la idea de la doble militancia, social y política, yo canalizo mi militancia social del movimiento, pero también llevo una militancia política en el núcleo político. Entonces, al menos para nosotros es una doble responsabilidad, la construcción de la organización política y en paralelo el desarrollo del movimiento [social]. Para que nuestro trabajo no sea solo intelectual, si hay que armar el escenario lo hacemos nosotros, si hay que descargar mercadería la descargamos; la búsqueda de equilibrar se articula de esa manera (Pedro, ATD Jujuy, septiembre de 2016).

En el caso de Javier, la militancia social no viene asociada a una idea de revolución, sino que es determinante para cambiar su vida de pobre y alcanzar la dignidad. No obstante, esta idea es configurada desde el discurso de la Túpac. “Cuando llegué a la Túpac mi vida toda ha cambiado”, sostiene la canción que da comienzo al documental El gran rompecabezas17, el cual reconstruye la esencia del discurso y las ideas de la organización. Así lo detalla Raúl Noro, referente de la Túpac y esposo de Milagro Sala, al sostener que la organización tenía que “trabajar el tema de la estima y la dignidad de cada compañero”. 
Otros militantes de la organización también reproducen la idea de que la Túpac y Milagro Sala le cambiaron la vida a las personas. Señala Patricia que “Milagro me sacó de un hombre golpeador, le dio una casa a él para que se vaya y él se fue. Entonces Milagro me dijo ‘todo lo que vos tenés acá dáselo a él, yo te compro todo a vos’. Lo mismo hizo con otras mujeres golpeadas por los hombres, le cambiaba la vida” (Patricia, marzo de 2016). A su vez, Florencia considera que “la aparición de la Túpac es muy importante en Jujuy, le cambió la vida a muchísima gente, mejoró sus condiciones de vida, incluso la mia” (Florencia, marzo de 2016).
Por su parte, desde la CCC de Libertador, Federico comenzó el armado político en distintas regiones de la provincia. El objetivo era el mismo: crear los marcos de posibilidad para la revolución. En su relato afirma: “Yo armaba localidades pensando que en esas localidades íbamos a armar la revolución…, el objetivo era la toma de poder… y resolverle los problemas a la gente, era un pasito hacia la revolución” (Federico, diciembre de 2014).
También la CCC, con Federico como coordinador, comenzó a participar en la construcción de viviendas por medio del Plan de Emergencia Habitacional, al igual que la Túpac. Sin embargo, el punto de mayor importancia en su militancia en la CCC fue la toma de tierras ubicadas en la región conocida como El Triángulo, propiedad de la Empresa Ledesma, el 20 de julio de 2011.18 Como los cortes de ruta en 1997, las tomas de tierras se extendieron en distintas regiones y barrios de la provincia durante semanas. Si bien las distintas miradas muestran divergencias en torno al conflicto, todas dan cuenta de su magnitud e importancia:

En San Pedro se ocuparon las 150 viviendas que eran de un programa de viviendas del gobierno…, le pegaban patadas a las puertas, entraban y ocupaban. Con las tomas, Milagro Sala con todo su operativo, sale a pedir a la gente que desocupen, y que hagan las cosas por derecha. [Y el gobierno provincial] sacó el programa “Un lote para cada jujeño”… El 2011 dejó a la vista que el gobierno utilizó a las organizaciones sociales o que hubo mucha conveniencia; ella [Milagro] estaba medio al frente conduciendo eso, ahí apostaron por eso, y a enfriar el conflicto (Sonia, CCC, septiembre de 2016).

Desde mi punto de vista, la toma de tierras de El Triángulo estuvo planificada por la CCC [y] fue un fenómeno que se masificó de forma espontánea y sin una finalidad o sin una orientación. Fue el hecho más importante, pero también el que muestra mayores contradicciones, porque fijate que se da todo ese quilombo y un par de meses después Fellner vuelve a ganar, lo que muestra justamente los límites enormes del insurreccionalismo, se levantó medio Jujuy…, meses después vuelve a ganar Fellner, o sea, en realidad ese hecho no generó ningún tipo de clic, ningún tipo de convicción de la importancia del poder popular (Pedro, ATD Jujuy, septiembre de 2016).

Me tocó estar en el Instituto de Vivienda en julio del 2011, yo estuve justamente en el ojo de la tormenta cuando fueron las usurpaciones masivas y la toma de terrenos en la provincia, fue tremendo, creo que fue el cimbronazo más grande que tuvo el gobierno del peronismo de los últimos diez años (Diputada provincial por el PJ, septiembre de 2016).

En 2011 era subdirector de Inmuebles de la provincia…, la crisis de la tierra era una cuestión real, que evidentemente no había sido atendida como debía, o no habían tomado la magnitud de lo que representaba la crisis habitacional y la crisis de tierra en toda la provincia de Jujuy. Si bien detonó en Ledesma creo que era una cuestión generalizada, y fue el justicialismo el que en su momento dio una respuesta rápida, concreta, con un plan provincial, que se llamó “Un lote para cada familia jujeña” (Diputado provincial por el PJ, septiembre de 2016).

El conflicto de la toma de tierras culminó con una fuerte represión. No obstante, fue un acontecimiento que marcó la historia militante de Federico, porque él estaba convencido de que era el paso previo hacia una revolución. “¿Cuántos casos hay que un pueblo se alce contra un terrateniente y le gane?”, se pregunta. Si bien la organización logró la entrega de las tierras, estos acontecimientos profundizaron ciertas fracturas dentro de la CCC, y generaron el alejamiento de Federico de la organización. Según sus palabras, la dirección del partido le dio la espalda y traicionó sus propios marcos ideológicos.
En 2013, Federico fue candidato a concejal de Libertador General San Martín por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), pero no pudo acceder a la banca. Un año después, abandonó su militancia en la organización y se volcó a la militancia sindical. Formó parte de la Lista 4, “Unidad de los Trabajadores Docentes de las Universidades Nacionales”, en las elecciones de la CONADU Histórica de 2015, como candidato a Secretario de Organización (Suplente).
En tanto, y a partir de su militancia en Parapetí, Javier no solo logró posicionarse como el principal referente de la organización en La Esperanza, sino que además en 2013 se incorporó a la militancia partidaria. Integró el Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular (FUyO) y obtuvo una banca en el Concejo Deliberante de La Esperanza. Eso definió, desde su mirada, su lugar como militante: “Nunca me consideré militante, lo que yo siempre fui era el muchacho que estaba a cargo de las cooperativas de Parapetí, me di cuenta hace poco que era militante porque llegué a ser concejal” (Javier, noviembre de 2015).
A diferencia de Federico, el relato de Javier no muestra la necesidad de una construcción política más allá de su militancia social. Sin embargo, otro militante del FUyO sostiene que la conformación de espacios políticos electorales por parte de las organizaciones sociales es el resultado de la militancia social:
Ser parte de otro tipo de estructuras te permite llegar a espacios de toma de decisiones, donde los objetivos son más generales y no tienen que ver solamente con la vida de tu sector sino con la vida de todos. [Pero al mismo tiempo] es importante tener en cuenta que desde los movimientos sociales de la provincia se haya dado el paso hacia la política partidaria, a través de un partido político, permitiendo que sectores que no tenían participación directa lo puedan tener. Entonces vos de repente ves un sujeto que fue negado históricamente a los derechos básicos, pero también a los lugares de decisión, y hoy logró tener un espacio de participación (Patricio, Movimiento Evita Jujuy, marzo de 2016).

Conclusiones

Este artículo se propuso analizar la militancia social en Argentina a partir de la reconstrucción de las trayectorias de militantes de la provincia de Jujuy, desde la perspectiva de carrera. El objetivo planteado implicaba poder dar cuenta de la manera en que los sujetos se involucran en la militancia social, cuáles son sus motivaciones y de qué manera se inscribe su trayectoria en el contexto sociopolítico. Por otra parte, este trabajo se propuso aportar a la discusión respecto de la militancia social como un tipo particular de militancia, o bien como el resultado de una hibridez entre la militancia partidaria y sindical, desde una perspectiva microestructural.
Para alcanzar estos objetivos presentamos inicialmente un breve recorrido histórico referido a la protesta, la movilización social y el surgimiento de las organizaciones sociales en la provincia de Jujuy, como parte de un contexto en el que los militantes se ven inscriptos.  Entender el marco contextual en el que se desarrolla la militancia tiende a ser un factor objetivo clave para entender el involucramiento político, aunque su determinación no siempre es absoluta y existen otros factores que condicionan el establecimiento del compromiso político.
En este caso particular, el trabajo permite dar cuenta de que la particularidad del contexto jujeño es fundamental para el involucramiento militante, aunque en algunos casos los relatos no dan cuenta de la magnitud del impacto. El surgimiento de la CCC y la OBTA es el resultado de un ciclo de protestas y se constituyen como una oferta de participación específica que termina por ser de vital importancia en la trayectoria de los militantes analizados.
Asimismo, los relatos de los distintos militantes permiten mostrar que las motivaciones, como interrelación entre aspectos objetivos y subjetivos –o, si se quiere, entre intereses y posibilidades–, no son idénticas para todos. Las diferencias no solo están determinadas por una condición social, por la socialización política y las oportunidades de participación. Tampoco el acceso al sistema educativo o los vínculos familiares parecen determinantes en el momento del ingreso o sostenimiento de la militancia. Por el contrario, el involucramiento militante se puede dar por distintas variables, aunque resulten fundamentales los vínculos sociales que acerquen a los sujetos al espacio de militancia.
Otro aspecto a destacar se vincula con los fines de la militancia social. En un caso, se observa claramente que la militancia en una organización social aparece como un medio para alcanzar un fin; en el otro, la militancia social surge como un fin en sí mismo. En este mismo sentido, surge un aspecto por demás de interesante. En el caso de Federico, su pertenencia al PCR determinó un marco ideológico de acción que lo llevó a participar en espacios vinculados a los sectores desocupados para, una vez organizados políticamente, llevar adelante una revolución, en un contexto específico donde el descontento popular se vio reflejado en un ciclo de protestas de más de una década. En el caso de Javier, por su parte, su relato no muestra un objetivo más allá de la participación en la organización como un espacio de “asistencia” a los sectores empobrecidos. A pesar de esto, ambos militantes atraviesan procesos similares en términos de su iniciación, su aprendizaje y la construcción de una estima pública o reconocimiento, que en cierto punto configura la posibilidad de convertirse en dirigentes.
Otro punto clave es que ambos militantes llegan a un mismo sitio: la inscripción política institucional a partir de la participación electoral. Esta situación constituye un punto de vital importancia para el estudio de la militancia, en tanto el compromiso se transfiere a un ámbito institucional. A partir de esto, se pueden formular nuevas preguntas: ¿Cuál es la importancia de la inscripción electoral del militante social? ¿Por qué los militantes tienen una proyección electoral? ¿Es un objetivo planteado ante ciertas oportunidades políticas? ¿Cómo es el salto de ser demandante del Estado a intentar formar parte de su estructura? Estos son algunos de los interrogantes que abre este trabajo, y que permiten pensar la forma en que los distintos espacios de militancia se entrecruzan.
Aquí se pudo dar cuenta de la forma en que la militancia social se encuentra atravesada por las trayectorias de sus dirigentes. El peso que tienen el “Perro” Santillán y Milagro Sala en los relatos de los militantes aquí presentados muestra el lugar que ocupan los liderazgos y sus procesos de influencia en los recién iniciados, pero también cómo esos dirigentes provienen de una militancia tradicional. Esto también es recuperado en la historia de Federico, dado que él proviene de una militancia partidaria. Entonces, la militancia en una organización social forma parte de un insumo para la construcción política.
Sin lugar a dudas, este trabajo no pretende establecer una generalidad. Por el contrario, estas páginas permiten dar cuenta de que la militancia social presenta particularidades que necesariamente deben ser analizadas en un espacio y tiempo determinados. Al mismo tiempo, deben ser usadas como herramientas para continuar el análisis y la comprensión de la diversidad de las formas de participación en la Argentina contemporánea.

Referencias

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2 Entre otros Benielli (2012), Berengan (2013), García Vargas (2000), Gómez y Kindgard (2002), Iñigo Carrera y Gómez (2011), Rodríguez Blanco (2002 y 2011), Rivero (2003), Villagra, Zinger y Patagua (2014), Manzano y Ferrari (2015).

3 Battezzati (2012), Manzano (2015), Moscovich (2013), Ríos (2011), Tavano (2015).

4 Las voces de los militantes que aquí se reproducen forman parte de un trabajo de campo realizado en la provincia de Jujuy entre los años 2014-2017. A fin de preservar la identidad de los militantes, los nombres fueron alterados.

5 El panorama general del mercado de trabajo estuvo configurado a partir de los despidos producidos por la empresa Ledesma, el Ingenio La Esperanza en San Pedro, y el cierre de minas como Pirquitas y Pan de Azúcar. A esto se sumó el achicamiento de la planta de trabajadores de Mina El Aguilar en Abra Pampa y la privatización de la minera Altos Hornos Zapla en Palpalá, que dejó a más de 3.000 obreros desempleados. La situación se complejizó con quiebras y despidos en otros rubros, como el procesamiento de papel y minerales (Gómez y Kindgard, 2006).

6 El 3 de mayo de 1988, luego de una masiva marcha de trabajadores del Estado provincial, se creó el Frente de Gremios Estatales. Allí se agruparon el Sindicato de Empleados y Obreros Municipales (SEOM), el Centro de Educadores y Docentes de Enseñanza Media y Superior (CEDEMS), la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), la Asociación de Docentes y Educadores Provinciales (ADEP), la Asociación de Trabajadores de Sanidad (ATSA) y la Asociación del Personal Universitario de la Administración Pública (APUAP).

7 El 10 de diciembre de 1987 asume la gobernación Ricardo José Manuel de Aparici, en un contexto de crisis económica y fuerte protesta social por parte de los trabajadores estatales, perjudicados por la falta de pago y el congelamiento de salarios en un clima inflacionario. Producto de la fuerte protesta social, De Aparici renuncia en diciembre de 1990. Asume su cargo el vicegobernador Eduardo Huascar Alderete. En diciembre de 1991, asume la gobernación Roberto Rubén Domínguez, también obligado a renunciar en junio de 1993, en medio de una fuerte protesta social. En ese contexto, asume el vicegobernador José Carlos Ficoseco, quien en iguales circunstancias renuncia en abril de 1994. Lo sucede provisionalmente Oscar Agustín Perassi, electo por la Legislatura de Jujuy. En diciembre de 1995, asume el cargo de gobernador Guillermo Eugenio Snopek, luego de ser elegido en los comicios, pero muere en febrero de 1995. Su lugar es ocupado por el vicegobernador Carlos Alfonso Ferraro, quien, víctima de la crisis social y económica, renuncia en noviembre de 1998, momento en el que la Legislatura jujeña elige a Eduardo Alfredo Fellner como gobernador en transición. Luego de ganar las elecciones en 1999, Fellner mantendrá el ejercicio del poder del Estado provincial hasta 2007.

8 Establecía que cada sub-lema –corriente interna de cada partido– podía presentarse por separado en las elecciones. No obstante, ganaría las elecciones el partido que más votos obtuviera al sumar los porcentajes de cada sub-lema, y el sub-lema más votado impondría sus candidatos.

9 El corte de ruta no es novedoso en la provincia de Jujuy. Existe un antecedente de este tipo de repertorio de protesta en la región de Abra Pampa en 1986, llevado adelante por los obreros de las empresas Metalhuasi y Pirquitas (Gómez y Kindgard, 2002; Kindgard, 2009 y Ríos, 2011).

10 En Libertador, el proceso de desocupación fue creciente a causa de “los despidos en Ledesma tras la mecanización de la cosecha de caña” (Aramayo, 2009: 131), lo cual se sumó al aumento del trabajo precarizado y los altos índices de explotación laboral (Valerdi, 1998).

11 Donde se creó, en 1994, la Comisión de Desocupados de La Quiaca, liderada por el Padre Jesús Olmedo.

12 Conformada en 1994, surgió como una corriente político-sindical-clasista del PCR, aunque mantuvo cierta independencia del partido. Tuvo su mayor expansión en la provincia de Jujuy y La Matanza (Buenos Aires). Fue uno de los principales actores de los cortes de ruta de la época y administró gran cantidad de planes sociales (Fornillo, 2009).

13 Sus primeras actividades se centraron en el programa “Copa de Leche”, destinado a cubrir las necesidades de los niños de barrios marginados. Posteriormente, comenzó a gestionar los planes Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (Rodríguez Blanco, 2011) y el Programa de Emergencia Habitacional (Battezzati, 2014 y Moscovich, 2009). A principios de 2009, sus miembros alcanzaban el 10% de la población provincial. Llegó a ser el tercer empleador de Jujuy –el primero era el Estado provincial y el segundo el Ingenio Ledesma– y el segundo empleador privado; pero principalmente llegó a ser una organización con fuerte capacidad de veto en la política local (Moscovich, 2013).

14 La Marcha Blanca, desarrollada el 23 de mayo de 1988, y promovida principalmente por el la Central de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, fue una de las principales protestas de sector docente durante la década de 1980, y se constituyó en un hito político de la militancia sindical docente.

15 Sobre el programa Jefas y Jefes de Hogar, ver Repetto, Potenza Dal Masetto y Vilas (2006).

16 Cuando me entrevisté con Javier, él me propuso ir a recorrer el Lote Parapetí más allá del Barrio de la Túpac Amaru. A un costado de las casas de material y las calles pavimentadas del barrio, separado por un alambrado, había un gran número de “ranchos” hechos con troncos de árboles y atados con alambres. Esas “casas” estaban rodeadas de calles de tierra y malezas de todo tipo. Frente a ellas, un gran campo, perteneciente al Ingenio La Esperanza, en el que no se produce –por pedido de la Túpac Amaru–, para evitar las plagas –principalmente ratas– que genera la caña de azúcar. Al preguntarle a Javier por esas “chozas”, me contó que él vivía en una así, y que todo el lote era de esas casas hasta que llegó la Túpac. También me dijo que eran terrenos en los que, por ahora, la Túpac no podía construir porque debían ser cedidos por el Estado provincial.

17 El gran rompecabezas es un documental realizado por la Organización Social Túpac Amaru (realización integral de Diego Paz, y producción de Silvana Espinosa y Diego Paz) al conmemorarse los 13 años de su surgimiento.

18 Sin embargo, no es el primer acontecimiento de toma de tierras en la zona. La CCC protagonizó otros intentos en los años 2000, 2002 y 2008, a partir de lo cual logró obtener algunos terrenos. En 2010, un grupo de personas intentó ocupar las tierras de El Triángulo, pero fue desalojado por personal de seguridad de la empresa Ledesma. El gobierno municipal, por su parte, había acordado la entrega de tierras para la construcción de viviendas, pero no cumplió.

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Enviado: 03/09/2020.
Aceptado: 25/11/2020.

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