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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.40 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2013

 

DOSSIER

Educación y trabajo: Consideraciones actuales en torno al debate del papel de la educación

 

María Alejandra Sendón*

Mag.en Ciencias Sociales con Orientación en Educación, Facultad Latinoamericanda de Ciencias Sociales; Lic en Educación, Universidad de Buenos Aires. Es investigadora de FLACSO e Integrante del equipo Programa Nacional Mapa Educativo, Subsecretaría de Planeamiento, Ministerio de Educación de la Nación. E-mail: masendon@flacso.org.ar


Resumen

En un marco social en que la demanda por escolarización es creciente, el campo laboral realiza fuertes requerimientos al sistema educativo y, a la vez, la estructura de calificaciones del empleo no varía, el artículo trata el vínculo actual entre la educación y el trabajo. Se pone en cuestión la relación tan repetida "a más educación, más y mejor trabajo". Si bien se verifica una tendencia general en este sentido, si se complejiza el análisis el vínculo se desdibuja e incluso desaparece. Para grupos de trabajadores de sectores sociales medios y acomodados, adultos y varones la relación nivel educativo - empleo responde a lo que sostienen los discursos tradicionales. En cambio, cuando se profundiza el análisis se observan fenómenos distintos, como los procesos de sobreeducación de los más educados, una fuerte devaluación de las credenciales del nivel medio, situaciones de vulnerabilidad para las mujeres y para los jóvenes y una fuerte impronta del nivel social de origen aún para los egresados de niveles superiores. Esto pone en cuestión no sólo los discursos tradicionales sino también las herramientas utilizadas para la comprensión de este fenómeno.

Palabras clave Empleo; Educación; Juventud; Género; "Sobreeducación"

Abstract

In a social context in which the demand for education is growing, the labor market makes strong requirements to the education system and, at the same time, the qualification structure of employment does not vary, this article analyzes the connection between education and work. It calls into question the "well know" relationship "more education, more and better jobs". While the general trend is verified in this regard, if the analysis blurs the link disappears and even becomes more complex. For groups of adults and males, media workers and affluent social groups, the relationship between educational level - employment responds to the claims of the traditional speeches. However, when the analysis deepens, different phenomena are observed: "over-education" processes of the most educated, sharp devaluation of credentials from high school, vulnerabilities for women and youth, and a strong influence of the social level of origin even for graduates of higher levels. This calls into question not only the traditional discourses but the tools used to understand this phenomenon.

Key words Employment; Education; Young people; Gender; "Overeducation"


 

Introducción

El vínculo entre el sistema educativo y el mercado de trabajo es complejo. Las líneas de pensamiento que abordan esta temática son variadas. Existen posturas que encuentran una gran influencia, sea desde la educación hacia el mercado laboral como de éste hacia aquella. También hay posiciones que esgrimen que existe escasa o nula relación entre lo educativo y lo laboral (Tanguy, 1999; Morguenstern, 2000). A efectos del presente trabajo, el principal debate en torno al tema pone en tensión dos miradas opuestas: una, sostiene que las oportunidades en el campo del trabajo y la producción dependen de la generación de conocimientos y, otra, pone el énfasis en el mercado de trabajo para explicar el nivel de aprovechamiento de conocimientos que pueda generar el sistema educativo. Lo primero que queremos señalar es que, si bien en algunos momentos históricos puede verificarse que ante la expansión del mercado de trabajo, los que alcanzan mejores niveles educativos son también los que obtienen mayores oportunidades laborales, ocurre que cuando en el mercado laboral hay más personas educadas que puestos calificados, el "papel igualador" de la educación se desdibuja1. Los datos nos muestran que, en la actualidad, a medida que la educación se expande los certificados educativos se devalúan. También se observa que el nivel educativo alcanzado no es suficiente para explicar las posibilidades de estar ocupado y tampoco para asegurar mejores empleos. Es decir, además de la devaluación de credenciales, se observa una valoración diferencial de credenciales educativas.
Estas diferencias son múltiples. La bibliografía y los análisis realizados en el presente estudio nos sugieren abrir interrogantes acerca de otros factores que resultan relevantes a la hora de ocuparse de determinadas tareas, como por ejemplo: el capital social (Filmus, 2000; Sendón, 2005), la posición social de origen (Jacinto, 2005), el circuito educativo del que provienen los demandantes de empleo (Montes y Sendón, 2006) y la segregación de género que las empresas ponen en juego afectando las trayectorias laborales de sus trabajadoras y trabajadores (Novick, Rojo y Castillo, 2008).
Desde el punto de vista de las políticas públicas, la dificultad de adecuar el sistema educativo a las necesidades del mercado de trabajo ha sido verificada desde los años de desarrollismo como consecuencia de las fluctuaciones del mundo laboral (Jacinto, 2005). La problemática estriba en los plazos necesarios para la formación profesional. La escuela no puede adecuarse "de la noche a la mañana" a las demandas del trabajo, sobre todo, porque se necesitan varios años para la formación de una persona. Históricamente, la teorización del vínculo entre educación y trabajo ha otorgado diferentes papeles y significados a la educación para el empleo. Mientras que en los años sesenta los modelos desarrollistas definían a la educación como motor de desarrollo, en los años ochenta, los "teóricos de la reproducción" señalaban que la educación orientaba a cada clase social a un circuito educativo diferencial que determinaba un tipo de empleo. Por un lado, circuitos educativos más cortos y/o de menor calidad abiertos para quienes provenían de sectores sociales más pobres que luego ocuparían empleos vinculados al trabajo manual sin toma de decisiones y, en el otro extremo, circuitos educativos largos y de excelencia que brindaban fuerte formación teórica a los sectores más altos de la escala social para ocupar puestos de dirección y toma de decisiones. Los "teóricos de la resistencia" reconocieron a las "teorías de la reproducción", el descubrimiento de mecanismos socio-educativos que no se conocían. En efecto, la diversificación del sistema educativo sobre la base de las desigualdades de origen social "escondidas" detrás de la idea de la meritocracia y la teoría de los dones fue su tesis central. Sin embargo, "las teorías de la resistencia" ejercieron también fuertes críticas y el reduccionismo, el mecanicismo y el funcionalismo de las teorías de la reproducción fueron puestos en cuestión. Para estos teóricos, la educación también generaba espacios donde se podían ejercer resistencias a la imposición arbitraria de las desigualdades sociales.
En la actualidad, se superó la discusión del carácter reproductor y transformador de la educación. Ambos papeles pueden verificarse. Las investigaciones actuales muestran que, luego de las transformaciones sociales globales vinculadas con la crisis del empleo, de la sociedad salarial y de las instituciones (familia, escuela, etc.), no pueden trazarse trayectorias educativas y destinos sociales únicamente según los sectores sociales de origen. Es decir, como lo ha mostrado Tiramonti (2004), si bien el origen social incide en la trayectoria escolar de los individuos, también se registran procesos fuertes de fragmentación que diversifican los circuitos y las trayectorias educativas y sociales de los niños y jóvenes al interior de los sectores altos, medios o bajos. Incluso, hablamos de origen social categorizando a los grupos según sus ingresos o su condición de pobreza, pero ya no podemos entender a estos grupos como "clase social" en el sentido de conformación más o menos estable tanto económica como social y culturalmente (Fitoussi y Rosanvallon, 1997). Por esto mismo, los teóricos sociales señalan la necesidad de estudiar trayectorias, realizar estudios de seguimiento que permitan describir y comprender los recorridos sociales de los grupos (Rosanvallon, 1996; Dubet y Martuccelli, 1998) y las condiciones que los generan. Por su parte, los estudios específicamente dedicados a "educación y trabajo" en nuestro país indican lo mismo. Ponen fuerte énfasis en los estudios de trayectorias para comprender la vinculación entre el origen socio-económico-cultural, la formación y el empleo y/o procesos de inserción laboral y social (Jacinto, 2012; Sendón, 2005).
Esto no significa que no haya desigualdades sociales y que esas desigualdades no puedan rastrearse, tanto en el sistema educativo como en el empleo. Todo lo contrario: las desigualdades se han vuelto difíciles de "ordenar" con los modelos teóricos que manejamos. De allí, la necesidad de análisis que involucren la mayor cantidad de categorías en juego para entender la temática globalmente (Rosanvallon, 1996).
Partiendo de este marco analítico, nos interesa indagar el vínculo entre educación formal y empleo en el actual contexto de recomposición del trabajo, luego de la fuerte crisis de los años noventa que colapsó en 2001. Entonces, además de la revisión bibliográfica en torno a los temas que nos ocupan, analizaremos algunos datos de fuentes secundarias como la Encuesta Permanente de Hogares y la Encuesta Anual de Hogares Urbanos realizadas por el INDEC2.

El contexto de análisis

Las transformaciones sociales globales afectan tanto a la educación como al empleo. Ya se ha hablado con lucidez de las transformaciones del mundo del trabajo asalariado en las últimas décadas (Castel, 1997) y también conocemos las mutaciones de la escuela (Dubet y Martucelli, 1998). En nuestro país, donde el trabajo asalariado nunca llegó a generalizarse porque gran parte de la población se refugiaba en el empleo informal, la crisis fue muy fuerte hacia los años noventa culminando en una tasa de desocupación superior al 20% a principios de la década siguiente. Luego, en el período denominado post-convertibilidad, se recupera el nivel de empleo. Sin embargo, el empleo asalariado no está en absoluto generalizado y nuevas formas de contratación emergen. La educación también ha sufrido cambios de importancia. Diríamos, resumiendo bruscamente, que continuó expandiéndose y que se diversificó enormemente. Esta diversificación tiene que ver con las dinámicas de fragmentación que han caracterizado Tiramonti y su equipo (Tiramonti, 2004; Tiramonti y Ziegler, 2008).
Tanto el mercado de trabajo como el campo de la educación podrían considerarse como fragmentados. Actualmente, modernos puestos de trabajo que requieren alta capacitación formal con altísimos niveles de estabilidad conviven con trabajo "en negro" (muy extendido aún en nuestro país). También, nuevos trabajos, desestructurados, que requieren altas calificaciones pero que son inestables por definición, a veces, son ejercidos por jóvenes que no poseen certificados educativos tan altos pero tienen una "expertise" adecuada. También, en ámbitos estatales, hay empleos por contrato por tiempo determinado que tienen mucha estabilidad en la práctica, pero no gozan de algunos beneficios del empleo asalariado típico, como aguinaldo u obra social. Además de los "profesionales liberales" que ejercen por cuenta propia están los nuevos empleos vinculados a los servicios personales, de persona a persona, tanto de calificación profesional (vinculado a tratamientos de medicina estética o asesoramiento para la crianza de bebes, por ejemplo) como de calificaciones más bajas (jardineros, organizadores de fiestas). En fin, actualmente, el mundo del trabajo no puede describirse como segmentado en dos o tres grandes sectores (directivos, empleos estables y formales de clase media y trabajadora y un empleo marginal inestable e informal) porque el modelo del asalariado es lo que se ha transformado.
El papel de la escuela también ha cambiado. Si bien consideramos que la educación formal cumple algún papel en el acceso y en la calidad del empleo, también sostenemos que este papel no puede describirse de modo simple ni mecánico. Ni siquiera podemos intentar un modelo explicativo que resuma las tendencias generales en cuanto a las funciones de la educación en el empleo ya que, en algunos casos, los datos indican que la educación no está cumpliendo ningún papel en relación con posibilidad de estar empleado.
En efecto, como veremos a lo largo de este trabajo, el nivel educativo se relaciona positivamente con la inserción laboral y su calidad cuando analizamos varones adultos con niveles de ingreso medio y alto. En la población de bajos ingresos, en los jóvenes y en las mujeres, los certificados educativos no surten los mismos efectos. Esta información se entiende en el marco de análisis explicitado: las trayectorias educativas y laborales son complejas, cambiantes, más individualizadas que en épocas anteriores. También, hay datos concretos que deben considerarse como punto de partida en la descripción de la relación educación-trabajo, por ejemplo, la estructura educativa y la obligatoriedad, el nivel educativo general de la población, la estructura ocupacional y de calificaciones del mercado de trabajo, las condiciones económicas de las personas educadas, su edad, el sexo. El juego de estos factores es lo que se propone analizar el presente trabajo.


Foto de Eduardo Pavón, www.eduardopavon.com

El papel "clásico" de la educación para el trabajo: ¿continuidades y rupturas o nuevas lecturas?

Si consideramos el conjunto de los ocupados, vemos que las credenciales educativas mejoran la situación laboral en algunos aspectos como la calificación del empleo y los ingresos. La calificación de los puestos de trabajo se incrementa a medida que aumenta su nivel educativo. En los que tienen secundario completo aumenta la calificación técnica y en las personas con superior completo se incrementan los puestos de calificación profesional que son los que se supone tienen por haber finalizado estudios medios y superiores, respectivamente (cuadro 1). Es decir: a mayor nivel educativo alcanzado, mejores son las calificaciones de los empleados aún cuando la mayoría de los egresados podría -al menos, teóricamente, por su formación- desempeñarse en puestos más calificados todavía.

Cuadro 1

Fuente: elaboración propia en base a EPH tercer trimestre de 2010, INDEC. *El coeficiente de variación correspondiente a esta celda es algo más de 28, cuando estamos trabajando con un error menor a 20% en todo el documento como lo recomiendan los documentos metodológicos de EPH y EAHU

Los ingresos constituyen otro factor que mejora a medida que aumenta el nivel educativo. En este sentido, un trabajo actual (Fernández y González, 2012) muestra que, entre 2001 y 2011, tanto en el empleo registrado como en el no registrado, los niveles educativos medio y alto especialmente este último,tienen ingresos más altos que los ocupados con nivel educativo bajo. Esta diferencia a favor de los más educados se da en un contexto de reducción de las brechas de ingresos entre los diferentes grupos.
Ahora bien, estos datos que han sido muy utilizados para sostener que la educación constituye una especie de "llave" que abre las puertas del mercado de trabajo, deben ser analizados junto con otros elementos que ponen en cuestión este tipo de afirmaciones. Este es el objetivo de los siguientes apartados donde abordaremos cuestiones vinculadas con la desocupación de los educados y la pobreza; la estructura de calificaciones y su relación con el sistema educativo formal; la situación de jóvenes y mujeres en el mercado de trabajo y la demanda de calificaciones por parte del mercado de empleo.

Desocupación de los educados y devaluación de credenciales

El proceso denominado "devaluación de credenciales" no es un hecho nuevo ni privativo de nuestro país. En efecto, el papel que los niveles educativos alcanzados realizaban en la inserción laboral y en el desarrollo de trayectorias laborales se ha debilitado. Posiblemente, cuando el acceso a la educación era mucho más selectivo, el certificado obraba a modo de indicador del origen socioeconómico. En cambio, actualmente, el acceso y el egreso se han expandido y tener certificado de nivel medio no indica en absoluto pertenecer a sectores medios o medio-altos. Entonces, otros factores estarían jugando junto con el certificado educativo a la hora del ingreso al mundo laboral.
La desocupación es un tema que merece un análisis por separado y que ilustra esta cuestión del "valor" de las credenciales educativas en el empleo. Como vemos en el cuadro 2, el secundario por sí mismo no mejora significativamente la situación de desocupación. Los niveles de desocupación de la población con hasta educación primaria completa (primaria completa y secundaria incompleta) son de 8.5% y la tasa para el grupo con hasta secundario completo  (secundario completo y superior universitario incompleto) es de 8.1%. Por lo tanto, el secundario perdió su papel diferenciador en el acceso al mundo laboral.

Cuadro 2

Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

Lo que se observa, en general, es que los niveles educativos no mejoran la situación de desempleo ya que puede constatarse que la población sin instrucción tiene una tasa menor de desocupación que la población que finalizó primaria y secundaria o bien que cursa primaria, secundario o superior universitario. Incluso, llama la atención que los niveles de desempleo sean más altos en los que tienen algún nivel educativo incompleto. Esto tendría que ver con el tipo de empleo al que se orienta quien, además de trabajar, también estudia: trabajos que permitan compatibilizar ambas actividades. La baja tasa de la población sin instrucción podría vincularse con que el mercado demanda como vimosempleos con bajas calificaciones.
Sin embargo, estos datos también resultan insuficientes para el análisis. Como mencionamos en el apartado anterior, la posesión de credenciales educativas mejora algunos aspectos de la calidad del empleo como la calificación de la tarea realizada y los ingresos, pero también se constata que estas mismas credenciales no contribuyen al mejoramiento de la inserción laboral ya que los educados están más desocupados que los no instruidos, como acabamos de ver. Por eso incluimos información que nos aproxime al origen social de los desempleados.
Al respecto, es interesante observar que los ingresos familiares, como una aproximación al sector social de origen de las personas, inciden muy fuertemente en el acceso al mercado de trabajo. Estar desocupado es una posibilidad mucho más alta para los que, aún teniendo el mismo nivel educativo, pertenecen a familias con menores ingresos. Como vemos en el cuadro 3, son los más desfavorecidos socio-económicamente los que están más desempleados independientemente del nivel educativo que hayan alcanzado. Aquí puede observarse que el nivel de ingreso familiar incide en las personas de todos los niveles educativos en su acceso al empleo.

Cuadro 3

Fuente: Elaboración del Lic. Julián Falcone, EPH, 2010, INDEC.

Un altísimo porcentaje de los activos con nivel educativo superior o universitario del quintil más pobre es desempleado. En efecto, es casi el 18%. Para los que tienen hasta secundario completo la tasa es 16,24% y para los que tienen hasta título de primaria es de 11,88%. Es decir que la tasa de desempleo de los más pobres es independiente del nivel educativo que hayan alcanzado. Incluso, si analizamos al interior de los universitarios, podemos comprobar que solamente los tres quintiles de ingreso más alto tienen bajas tasas de desocupación (y se pueden considerar consecuencia de la rotación laboral), mientras que los dos quintiles más bajos tienen tasas similares a los otros pobres. Para estos sectores el certificado de educación formal no cumple un papel igualador.
Aquí surgen diversos interrogantes relacionados con otros mecanismos de acceso al empleo, como el capital social y el capital simbólico de las personas. Si esto es así, también es interesante preguntarse por qué la educación formal no puede ayudar ni siquiera a la acumulación de estos tipos de capital. Al respecto, una cuestión a indagar es la diferenciación de los circuitos educativos a los que acceden los más pobres, aún aquellos que logran ascender mucho en la estructura educacional. Procesos de "cierre social como exclusión" (Parkin, 1984) pueden dar lugar a que grupos provenientes de determinadas instituciones no logren vincularse con agentes y recursos de otros grupos que, en este caso, podrían ayudarlos a insertarse laboralmente. Estos procesos de cierre social han sido señalados como elementos centrales en la configuración fragmentada del sistema educativo en la actualidad (Tiramonti y Ziegler, 2008). Algunos grupos de escuelas -y las familias- desarrollan procesos de selección y permanencia vinculados justamente a la exclusión implícita de ciertos grupos socio-culturales (no necesariamente económicos).
Sintetizando: para los sectores sociales más vulnerables, la educación no mejora el acceso al empleo. Para los que, en virtud de otros mecanismos que operan en la inserción laboral, logran incluirse en el mercado de trabajo, el nivel educativo alcanzado sí tiene una incidencia positiva en algunos aspectos que hacen a la calidad del empleo. Los sectores sociales más acomodados, que probablemente se aseguren el ingreso al empleo a través de su capital social -que se ha señalado como la principal fuente de acceso al empleo juvenil (Filmus y Sendón, 2001)-, son los que se favorecen con la acumulación de certificados educativos que inciden positivamente en sus ingresos y en sus calificaciones.

La estructura de calificaciones y la devaluación de credenciales

Vemos en el cuadro 4 la comparación entre el nivel educativo alcanzado por la población en nuestro país y la calificación de los puestos de trabajo en la actualidad. Casi la mitad de los puestos que hay en el mercado laboral son de calificación operativa y, junto con los puestos no calificados, hacen a casi el 73% de los empleos. El grupo de población menos educada (que tiene hasta secundario incompleto) suma el 66%. Esta diferencia, por sí misma, genera devaluación de credenciales educativas haciendo que personas más educadas que necesitan empleo se ocupen en estos puestos.

Cuadro 4

Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) Procesado con Redatam+SP

La problemática más llamativa que se observa es la situación de los egresados de la escuela secundaria. Una proporción de estos egresados no podrán conseguir empleos de calificación técnica. En efecto, leyendo por fila el cuadro 4, vemos que casi el 24% de la población urbana tiene como último nivel educativo alcanzado el secundario pero, solamente, el 17% de los puestos de trabajo demandan una calificación técnica. Como puede verse, la mayoría de las tareas laborales (casi 50%) de calificación operativa que requieren nivel de educación primariaserán cubiertas por una porción importante de egresados del nivel medio y, por lo tanto, estarán sobre-educados4 en relación al puesto que cumplan, como veremos más adelante.
Esta cuestión abre un debate acerca de la formación para el trabajo. Desde el punto de vista de las teorías neoclásicas, la acumulación de capital humano mejora la productividad. Evidentemente, esto no se verifica para los desempleados educados que hay en nuestro país. Al respecto, ¿qué incidencia puede tener en la productividad poseer una capacitación superior a la que requiere el puesto que se ocupa? Por otro lado, se abren interrogantes en relación a los empleados sobreeducados: ¿qué ocurre con lo aprendido cuando es relegado y no utilizado en la práctica? Desde otra posición teórica se señala que la sobre-educación puede hacer que los conocimientos aprendidos en la formación se desaprovechen y se vuelvan caducos al no tener oportunidades de ser implementados en los puestos de trabajo reales (Kóvacks, 1998).
Analizar el vínculo entre el nivel educativo alcanzado y la calificación de la ocupación principal de los ocupados nos permite observar el fenómeno muy extendido de "sobre-educación" en el mercado laboral. A los efectos de observar la relación educación-trabajo, esta categoría describe un aspecto central de la calidad del empleo.
En el caso del nivel secundario, la mayoría de los ocupados con secundaria completa (56,6%) están empleados en puestos con calificación operativa, al igual que los que solamente han completado el primario (55,6%) (cuadro 5). Esto nos habla, nuevamente, del peso que ha perdido la educación secundaria con relación al mercado laboral, de lo insuficiente que resulta tener el nivel completo para obtener empleos más calificados. Los datos muestran que, también para la superior universitaria, la tendencia del mercado es subvalorar los niveles educativos alcanzados. Por supuesto, este fenómeno es más fuerte para la población con educación secundaria que para los que tienen nivel superior universitario completo.

Cuadro 5

Fuente: elaboración propia en base a EPH tercer trimestre de 2003 y 2010, INDEC.

Comparando datos de 20035 y 2010, observamos que se incrementaron levemente (algo más de un punto porcentual) los puestos con calificación profesional en Argentina (cuadro 6). Pero estos nuevos puestos no fueron cubiertos por personas con alta capacitación en términos del sistema educativo formal (cuadro 5). En efecto, las personas con educación superior universitaria completa disminuyeron en lugar de incrementar su peso en los puestos de más alta calificación. Estos datos muestran la dificultad en el vínculo entre el sistema educativo y el mundo laboral, especialmente, como decíamos al inicio de este trabajo, por la imprevisibilidad de la coyuntura en el mercado laboral frente a la necesidad de planificación que requiere la organización de un sistema de enseñanza6.

Cuadro 6

Fuente: elaboración propia en base a EPH tercer trimestre de 2003 y de 2010, INDEC.

A los que tienen nivel medio o superior universitario completo les empeora la situación en relación a la calidad de su empleo principal: su participación disminuye en los puestos de más alta calificación entre 2003 y 2010 incrementándose en las calificaciones más bajas de la escala (cuadro 5)7. Aún cuando los puestos de calificación profesional aumentaron, los mismos no fueron cubiertos por los más educados.
Y esto ocurre por el comportamiento del sector privado. En efecto, si analizamos algunos datos de las EPH de los años 2003 y 20108 encontramos que en ese período el sector privado es el que más se expandió ampliando los puestos en todas las calificaciones ocupacionales (aunque fueron las calificaciones más bajas las que más se extendieron en ese lapso de tiempo). La participación de las personas con niveles educativos altos también aumentó levemente en el sector privado Sin embargo, estos trabajadores no se incorporaron a tareas profesionales, ya que su participación en estas ocupaciones bajó cuatro puntos porcentuales en el período que estamos tomando. Es por esto que aumentó la sobre-educación, como vimos, en ocupados altamente educados. Se deduce que el sector privado no cubrió sus puestos más calificados utilizando el criterio de "nivel educativo alcanzado" como requisito principal. Evidentemente, este sector del mercado no valora la capacitación necesaria en base al título obtenido. Mientras tanto, en el sector público, la participación de ocupados con nivel educativo superior en tareas de calificación profesional se amplió en el período pero no llegó a contrarrestar el comportamiento del sector privado que expandió mucho más su demanda de trabajadores.
La baja valoración del título superior por parte del sector privado nos resulta interesante porque excluye algunas posibles interpretaciones en relación a las diferentes racionalidades puestas en juego por cada uno de los sectores (público-privado) a la hora de seleccionar personal. Es decir: si el sector privado cubre sus puestos de alta calificación con personas menos educadas que las disponibles es porque lo considera la opción más conveniente y rendidora. Y los datos muestran que en ese rendimiento no se ponen en juego las credenciales educativas, al menos en cuanto a su jerarquía formal.
Esto abre cuestionamientos fuertes a cualquier intento de vincular la formación que otorga el sistema educativo con la que requieren los puestos de trabajo. Y también surgen interrogantes al respecto: ¿De qué tipo son las demandas de capacitación profesional que el sector privado requiere para cubrir sus puestos de calificación más alta cuando personas menos educadas formalmente -o bien sin titulaciones- son las que efectivamente los cubren? Siendo esto de este modo, ¿por qué las demandas del sector privado del mercado de trabajo se dirigen al sistema educativo? ¿Qué papel juega en esta situación la conocidísima problemática de falta de actualización de los contenidos y de los métodos del sistema de educación? ¿Para ciertos puestos laborales son más adecuados sistemas de formación de tipo informal, diferentes a los que organizan el sistema educativo formal? ¿Cómo incide en estos fenómenos la combinación de expansión y fragmentación educativas?
Lo que claramente se pone de manifiesto de la lectura de los datos disponibles es la dificultad de "poner en correspondencia" los niveles educativos con los puestos de trabajo, el "desajuste estructural" entre ambos campos. La relación que estudiaron Bowles y Gintis (1981) se ha transformado drásticamente. Lo que antes podía verse más o menos claramente ahora no se ve o es más complicado de develar. Esto se debe por un lado a que los niveles educativos de la población crecieron y con esto se fragmentó la escuela y sus significados sociales - y productivos. Esto significa que en cada grupo de escuelas o instituciones se obtendrán herramientas muy diferentes en relación con el empleo, aún siendo del mismo nivel u orientación y tanto para los niveles educativos medios como los superiores. Y, por otro, a que la expansión de la inclusión educativa actual desdibuja lo que antes hicieron explícito los estudios de los teóricos de la reproducción: acceder a determinados niveles educativos estaba vinculado con un origen social, una cultura y prácticas de clase determinadas. Estos fenómenos (amplia expansión y fuerte fragmentación) constituyen, a nuestro entender, una interpretación hipotética potente para comprender la falta de valoración de las credenciales educativas por parte del mercado de trabajo.

La relación educación formal-calificación laboral: su configuración territorial

La distribución territorial de títulos educativos y empleos calificados también pone en evidencia el mismo fenómeno de "desajuste estructural" entre sistema educativo y mercado de trabajo:

En efecto, el gráfico 1 muestra que las calificaciones ocupacionales más bajas de la escala (no calificada y operativa) son la mayoría de las ocupaciones en todas las jurisdicciones del país, representando alrededor del 75%. En algunos casos (como Neuquén, Santa Cruz o Santa Fe), las calificaciones son algo más altas que el promedio, mientras que en otros casos (Santiago del Estero, chaco o Misiones) son más bajas. Y lo más llamativo es la diferencia que hay en este aspecto entre Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el resto del país. En la Ciudad Autónoma, encontramos que aproximadamente el 45% de las ocupaciones son de calificación alta (profesional o técnica) mientras que el 55% restante son ocupaciones no calificadas o de calificación operativa. Es la única jurisdicción del país donde la demanda de empleo es de tan alta calificación.


Gráfico 1:
Calificación de las ocupaciones principales y nivel educativo de la población según jurisdicción. Año 2010
Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU - INDEC.

Respecto de la distribución territorial de los niveles educativos alcanzados, también es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la que tiene mayor cantidad de personas con alta capacitación desde el punto de vista de sus niveles educativos. Además, observamos que en todas las provincias, excepto en Santa Cruz, el porcentaje de población con altos niveles educativos excede al porcentaje de ocupaciones con altas calificaciones.
Esto no hace más que verificar lo visto para el total país: la mayoría de los poseedores de niveles educativos medios y altos no pueden conseguir ocupaciones acordes al nivel educativo alcanzado porque no existe la cantidad suficiente de estos puestos. Dicho de otro modo, la proporción de empleos de baja calificación (no calificados y operativos) es mayor a la de personas con niveles educativos bajos (hasta secundario incompleto). En cambio, la relación se invierte para los más educados: hay porcentajes mayores de personas más educadas (secundario y superior-universitario) que porcentajes de puestos de alta calificación (técnica y profesional).
Situación que provoca desajustes entre mercado de empleo y sistema educativo porque personas más educadas terminan empleadas en puestos que requieren menor calificación. En este sentido, podría afirmarse que el mercado laboral no es capaz de "metabolizar", de absorber, la ampliación del acceso a educación. Por este motivo, si bien interesa la inclusión educativa como un factor con potencialidad democratizadora respecto del mercado de trabajo, también debe tenerse en cuenta la falta de correspondencia entre la estructura de calificaciones de mercado de empleo y la estructura formal del sistema educativo. Esto muestra, nuevamente, que la vinculación que se daba por sentada entre educación y trabajo debe ser revisada partiendo de la diversificación que se registra tanto en el campo educativo como en el laboral.
También debe ponerse en cuestión que la educación pueda equiparar tantas diferencias, que sí son tenidas en cuenta en el mercado de empleo y que no tienen que ver con la capacitación requerida por los puestos. Estas diferencias se relacionan, entre otras cosas, con la desigualdad social en general (Jacinto, 2005), con la desigualdad etaria y con la desigualdad de género (Novick, Rojo y Castillo, 2008) que analizaremos más adelante.
El caso de la provincia de Santa Cruz alimenta la hipótesis que se ha ido desarrollando a lo largo del presente trabajo: hay un "desajuste estructural" o "falta de correspondencia" entre el sistema educativo formal y el mercado de trabajo9. Aún cuando Santa Cruz es la única jurisdicción del país donde hay más ocupaciones con altas calificaciones que personas con altos niveles educativos (siguiendo nuestro parámetro de correspondencia), la mayor parte de quienes tienen nivel medio completo y superior o universitario completo están sobre-educados para los puestos que desempeñan, más aún que los porcentajes correspondientes al total del país (cuadro 7).

Cuadro 7

Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) Procesado con Redatam+SP

Esta constatación muestra mayor complejidad en la relación educación-trabajo. No se trata solamente de una fuerte expansión de la educación y una insuficiente demanda de personas calificadas para el empleo. Esta es una de las dimensiones a tener en cuenta, pero viendo los datos de Santa Cruz verificamos que los niveles educativos alcanzados no son un factor preponderante para explicar la elección de determinados perfiles para cubrir una vacante en el mercado laboral. En efecto, independientemente de que la oferta y demanda de calificaciones sea más o menos equilibrada, el mercado selecciona a las personas con otros criterios además del nivel educativo alcanzado. En los casos del secundario y superior universitario, no son los niveles educativos que más inciden en el logro de ocupaciones altamente calificadas (cuadro 7).
Lo que nos interesa remarcar es la relación unidimensional que suele tener tanto el sentido común como algunos estudios acerca del vínculo entre educación y trabajo. El "desajuste estructural" entre el sistema educativo y el mercado de empleo es una idea que nos ayuda a ver que no existe este tipo de relación y que debe profundizarse en otros factores que inciden a la hora de la inserción laboral.

Empleo, educación, edad y sexo

Un factor que influye negativamente en la inserción laboral es la edad. Si bien para los jóvenes de nuestro país la tasa de desempleo ha mejorado mucho (más de 10 puntos porcentuales entre 2003 y 2010, con la crisis de 2009 en el medio10), éste es un fenómeno global. La inserción laboral de los jóvenes en general es dificultosa, en empleos de baja calidad, a través de trayectorias largas y complejas y con derroteros diferentes según los niveles sociales y también con influencias importantes de los procesos de individualización social actual (Jacinto, 2012).
Analizando particularmente datos de Argentina, vemos que ser joven11 tiene un peso mucho más significativo en la inserción laboral que tener estudios completos (cuadro 8). Aún cuando los jóvenes actuales se favorecieron por una fuerte expansión de la educación formal, esto no impacta en la inclusión en el mercado de trabajo.

Cuadro 8

Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) Procesado con Redatam+SP

Y también puede verse (cuadro 9) que los estudiantes tienen más inconvenientes para conseguir empleo que los que no estudian (sea porque ya tienen su título o debido a que abandonaron el sistema educativo sin obtenerlo). La dificultad en compatibilizar estudio y empleo es otro factor que parece dejar a los jóvenes menores posibilidades de acceso a un puesto de trabajo y engrosa su desempleo. El cursado de estudios y la condición juvenil confluyen aquí para complicar la inserción laboral. Es posible que el hecho de estar estudiando limite las opciones de empleo, sea por cuestiones de incompatibilidad horaria, por carga horaria o por afinidades de tipo más cualitativas. Los jóvenes que cursan el secundario o la universidad necesitan empleos que permitan seguir la regularidad de sus estudios y esto, posiblemente, haga que su condición de desempleados sea más frecuente.

Cuadro 9

Fuente: elaboración propia en base a datos de Encuesta Anual de Hogares Urbanos - EAHU Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) Procesado con Redatam+SP

Ahora bien, también pareciera ocurrir que los jóvenes que estudian y trabajan presentan trayectorias escolares más inestables. Según un censo realizado por el Ministerio de educación (INET, 2009) a los estudiantes del último año de la escuela secundaria técnica, aquellos que se encontraban activos (trabajando y buscando empleo) habían repetido más frecuentemente años escolares que los que sólo estudiaban (los inactivos). La diferencia entre ambos grupos resultó de más de 10 puntos porcentuales. Para este estudio, el vínculo entre repitencia y participación económica indicaría que la inclusión laboral temprana afecta a las trayectorias escolares más que representar evidencia de valoración de los estudios técnicos incompletos por el mercado laboral.
Tanto los datos que vinculan a los estudiantes con mayores niveles de desempleo como estos últimos, que relacionan trayectorias educativas más irregulares con inserción laboral temprana, muestran una dificultad de compatibilizar estudio y trabajo que afecta especialmente a los jóvenes. En el marco de una estructura de calificaciones como la que analizamos y de una consiguiente fuerte expansión de la sobre-educación de los ocupados esta información nos habla más de las dificultades que tienen los jóvenes para cumplir sus estudios (incluso los obligatorios) a causa de la necesidad de trabajar que de problemas de productividad vinculados a la escasez de formación. El sexo es otro de los aspectos a considerar para interpretar las desigualdades en la inserción laboral y su calidad. Las mujeres han sido, y son, objeto de múltiples discriminaciones. La educación, sin embargo, ha dejado de ser una de ellas ya que actualmente las egresadas de los niveles educativos más altos representan porcentajes mayores a los de los varones.
Tanto las mujeres de la población económicamente activa como las inactivas12 tienen niveles educativos más altos que los varones. En el gráfico 2 puede verse que en el nivel superior universitario completo las mujeres activas representan más del doble que los varones.


Gráfico 2
: Población económicamente activa por nivel educativo alcanzado y sexo. 2010
Fuente: Elaboración propia en base a E.A.H.U. Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
Nota: Los porcentajes corresponden al total de mujeres o varones activos distribuidos según su máximo nivel educativo Alcanzado

El mercado de trabajo, en cambio, es un campo aún muy segregacionista para las mujeres. Pero no sólo para las mujeres en general sino también para las mujeres muy educadas. Esta tendencia ya fue marcada por Rosalía Cortés, quien en un estudio acerca de mercado de trabajo y género mostraba una tendencia iniciada en 2002 con la crisis bancaria, el agotamiento del crédito y los cierres de firmas de servicios a empresas en el sector privado. La autora señala que a partir de ese momento la desocupación se extendió a segmentos con niveles educativos más altos, sobre todo de mujeres. "Entre 1994 y 2002 la tasa de empleo de las mujeres con al menos secundario completo cayó más que entre las menos educadas, y la tasa de desempleo aumentó más. En cambio la dinámica de expulsión de trabajadores varones no varió en el 2002: la tasa de ocupación cayó más abruptamente en los sectores que venían perdiendo empleo durante los noventa, como la construcción y la manufactura, donde se concentraban trabajadores con bajos niveles educativos" (Cortés, 2003, pág. 82).
Queremos remarcar este dato porque nos informa tanto acerca de la discriminación laboral como en relación a las desigualdades que ni siquiera altos niveles educativos pueden contrarrestar. Una caracterización del empleo femenino, su segregación horizontal y vertical junto a una sobre-educación femenina mucho más alta que la de los varones, nos informa también acerca del "desajuste estructural" entre sistema educativo y el mercado de empleo. Los desajustes entre educación y trabajo se visibilizan especialmente cuando analizamos las condiciones de trabajo de las mujeres y, especialmente, de las mujeres que tienen niveles educativos más altos.
Muchos de los procesos de segregación en el mercado laboral que involucran a las mujeres también pueden registrarse en los jóvenes. El argumento de la economía clásica estriba, básicamente, en los problemas de productividad de estos grupos. Así, por ejemplo, muchos de los jóvenes están en formación, entonces no tendrían suficiente capital humano acumulado. Además, la teoría del capital humano argumenta que la experiencia laboral es otro tipo de capital humano del que carecen los jóvenes. En la misma línea se sostiene que las mujeres acumulan menor capital humano por su "mayor compromiso con la familia" lo que impide su mayor participación en la producción y así pierden la oportunidad de incrementar su experiencia laboral que es una manera de acumular capital humano o productividad (Sollova Manenova y Baca Tavira, 1999). Otro argumento para explicar la discriminación de jóvenes y mujeres tiene que ver con la alta rotación laboral, las inasistencias y la impuntualidad. En los jóvenes debido a las combinaciones de empleo y estudio, y en las mujeres por sus ocupaciones extralaborales. Esto incrementaría los costos laborales de estos grupos y, así, su improductividad.
Esto no se verifica en la práctica. Novick, Rojo y Castillo (2008) muestran que la evidencia empírica para Latinoamérica no parece respaldar ni menor productividad ni mayores costos laborales para las mujeres. Las trabajadoras registradas mostraron menor rotación de empleo que los varones en Argentina (Castillo, Novick, Rojo y Tumini, 2008). En los últimos años y hasta la actualidad, los datos disponibles para nuestro país13 muestran que los cambios laborales (entradas y salidas registradas durante el mes) han sido más frecuentes entre los varones que entre las mujeres (gráfico 3):


Gráfico 3

Fuente: Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, DGEyEL, SSPTyEL, MTEySS, en base a Encuesta de Indicadores Laborales

Arriagada (2007) señala, contrariamente a los argumentos de la teoría económica clásica y mostrando el fenómeno de segregación laboral femenina, la subutilización de capacidades laborales de las mujeres, lo que muestra una falta de valoración de a formación en el mercado de trabajo. La teoría de los mercados segmentados o duales critica fuertemente a la teoría del capital humano, refiriéndose especialmente a los supuestos básicos de los que parte que se vinculan a la maximización de recursos como única lógica estratégica en un marco de libre competencia. La teoría de la segmentación del mercado laboral "se refiere a situaciones donde grupos de trabajadores con características comparables están compartimentados y aislados (segregados) en segmentos principales y secundarios dentro de la estructura ocupacional de la empresa. (...) Las mujeres, a quienes se les atribuye una mayor movilidad laboral asociada a la crianza de los niños, tenderían a resultar excluidas del segmento principal de las empresas. Por lo tanto, la teoría predice el acceso a los segmentos secundarios del mercado de trabajo tanto varones como mujeres, mientras que las posibilidades de acceder al segmento principal serían mayoritariamente para los varones." (Castillo, Novick, Rojo y Tumini, 2008, pág. 48).
La teoría de los mercados segmentados también vincula los diferentes sectores laborales con los orígenes sociales de los ocupados (Sollova Manenova y Baca Tavira, 1999). Los segmentos y sectores obedecen, según algunos exponentes de esta teoría, a las subculturas de clase: la clase baja, la trabajadora y la clase media. Sin embargo, la vinculación entre segmentos ocupacionales y clases sociales tampoco alcanza para explicar la discriminación de las mujeres en el empleo. El proceso de segregación sexual en el mundo laboral es interesante por su complejidad, justamente porque no hay ni procesos de exclusión total ni tampoco se circunscriben a los grupos de mujeres más desfavorecidas socio-económicamente. Lo cierto es que las mujeres están actualmente más educadas que los varones y ellas consiguen puestos adecuados a esa capacitación en menor medida que ellos (cuadro 10). En efecto, tanto en los grupos con escasa o nula educación formal como en los que tienen altos niveles educativos, las mujeres ocupan los puestos más descalificados.

Cuadro 10

Fuente: Elaboración propia en base a E.A.H.U. Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Procesado con Redatam+SP

Por otro lado, los varones ocupan en mucha mayor proporción posiciones directivas y jerárquicas en general mientras que las mujeres tienen preponderancia en los puestos más bajos de la estructura jerárquica como puede verse en el gráfico (Grafico 4).


Gráfico 4
Fuente: Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial, DGEyEL, SSPTyEL, MTEySS, en base a Encuesta de Indicadores Laborales

Investigaciones cualitativas que estudiaron a las mujeres en el mercado laboral han mostrado que además de las diferencias en cuanto a la persistencia de elevadas brechas salariales inclusive en casos de idéntica calificación y cargo jerárquico, menor grado de inserción femenina, mayor nivel de precariedad, menor participación femenina en cargos de supervisión, gerenciales y de dirección, existen "territorios de hombres" y "territorios de mujeres" en los sectores estudiados14 (Faur y Zamberlín, 2008).
Los "territorios masculinos" separados de los "territorios femeninos" varían de sector en sector y de empresa en empresa. Es decir que la segregación, tanto horizontal como vertical, no es uniforme en todo el mercado laboral. La segregación horizontal se vincula con tipos de actividades y sectores que están "destinados" a las mujeres según la cultura organizativa de cada empresa y la segregación vertical tiene que ver con la imposibilidad de las mujeres de acceder a puestos de cierta jerarquía del organigrama, también se suele denominar "techo de cristal". Estos fenómenos se expresan en la mayor participación femenina en el sector de servicios y en las representaciones sociales vinculadas con las mayores capacidades de las mujeres en relación al cuidado y protección, o en tareas delicadas que en ocupaciones de dirección y con necesidad de toma de decisiones y dirección. En efecto, las empresas tienen definiciones que vinculan las ocupaciones a características masculinas o femeninas y así definen espacios para varones o mujeres sin vinculación con las características técnicas de las ocupaciones. Por esto, aún cuando las mujeres han alcanzado mayores niveles educativos que los varones, no ocupan puestos jerárquicos en la misma proporción que ellos ni tampoco tienen empleos de calificación tan alta como la de ellos.
Estos territorios separados obedecen a condicionantes de género que dan lugar a situaciones de vulnerabilidad de la mujer en el mercado laboral. Así, ciertos patrones culturales desincentivan el trabajo femenino, como la desigual distribución de las responsabilidades domésticas y del ámbito de la familia conjuntamente con la falta de servicios de apoyo al cuidado infantil adecuados. Factores como "la flexibilidad para realizar jornadas laborales extensas e imprevistas y la disponibilidad para realizar viajes se constituyen en obstáculos para el acceso a puestos gerenciales, mostrando que la compatibilización de las responsabilidades familiares y laborales constituye un aspecto esencial en el desarrollo profesional de las mujeres" (Novick, 2008, págs.16 y17). Es decir que las mujeres, históricamente circunscriptas al cuidado del hogar y la familia, tienen aún actualmente, cuando sus niveles educativos formales son más altos que los de los varones, dificultades para desprenderse de estos condicionantes socio-históricos.
Por determinaciones históricas, jóvenes y mujeres terminan formando parte de procesos de segregación laboral que son intrínsecos al funcionamiento del mercado de trabajo. Esta idea es la que nos interesa subrayar ya que es la propia configuración histórica del mercado laboral la que posibilita, facilita, produce y reproduce la diferenciación. Los datos actuales indican que sobre esta desigualdad no pueden operar los niveles educativos formales. Se trata, obviamente, de un campo altamente competitivo donde las estrategias económicas son, posiblemente, mucho más fuertes que en otros campos. Las luchas y procesos vinculados a la dominación de ciertos espacios son fuertes y es funcional que algunos subgrupos estén de antemano segregados de algunas posiciones clave.
Aquí consideramos que, más allá de la formación que el sistema educativo pueda brindar, lo que él puede aportar es la conciencia crítica de la producción y reproducción de estas desigualdades participando culturalmente en el cambio. Además, como señala Rosalía Cortés (2003), son necesarias "políticas de expansión de la infraestructura del cuidado infantil" como parte de las políticas educativas y de empleo orientadas a igualar las oportunidades de participación de mujeres y varones en el mercado de trabajo. En efecto, la falta de oferta de instituciones educativas de nivel inicial, particularmente las de maternal, que se registra en nuestro país afecta a las familias y especialmente a las mujeres y dificulta su inserción y desarrollo laboral. La mejora en el desarrollo de la cobertura de jardines maternales constituye una política educativa y laboral de protección social universal porque no focaliza ni en las mujeres ni en niños pobres y está contemplada en las actuales leyes educativas.
Finalmente, parece observarse un mercado laboral que, más que segmentado por origen social o nivel educativo, está "multisegmentado". Nos referimos a que son muchas las categorías a considerar para entender la inserción laboral. Incluso, como mostraron los estudios de género citados, las representaciones a priori del tipo de empleo que circunscriben a determinados grupos de población - las mujeres en este caso pero también podría pensarse en los jóvenes y en otros grupos - varían de empresa en empresa.

Oferta y demanda de calificaciones

Dentro de esos aspectos que hacen complejo el vínculo escuela-trabajo está el tipo de calificación demandada por el mercado según el modelo económico en cada momento histórico. En los últimos años se registró una fuerte expansión tanto de la actividad agraria como de la manufactura y la industrial en el país a partir de la denominada post-convertibilidad (Kulfas, 2009; Palomino, 2008; Arceo et al, 2008). También es conocido el interés de las empresas por conseguir determinado tipo de mano de obra que no pueden cubrir. En efecto, desde fines de 2004 el INDEC releva información relativa a la "demanda laboral insatisfecha". Se denomina de este modo a "la ausencia de oferta idónea de trabajadores para responder a un requerimiento específico por parte de las empresas, organismos públicos, o cualquier otra organización que actúe como demandante de sus servicios, expresada mediante avisos en los diarios o internet, carteles en la vía pública, búsquedas de boca en boca, etc." (INDEC, 2007, pág. 1).
A partir de este relevamiento el INDEC realiza una publicación periódica (INDEC, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012). Allí muestra que hacia fines de 2005 el 42% de las empresas u organismos habían realizado búsquedas de trabajadores y el 13 % de ellos no habían podido cubrir su demanda. Hacia la misma época del año, en 2006, el 40% de las empresas había realizado búsquedas laborales y, de ellas, el 12% no pudo cubrir su demanda. En 2007, estas cifras fueron 43% y 11,5%. En 2008, fueron 30% de las empresas las que buscaron trabajadores y 9% las que no los consiguieron. En 2009 los porcentajes fueron de 36% y 8%. En 2010, 41 y 8% respectivamente y en 2011 el 40% de las empresas buscaron personal y el 10% de ellas no pusieron cubrir los puestos buscados. En esta etapa, 2005-2011, tanto la demanda de trabajadores como la demanda laboral insatisfecha se mantienen bastante constantes.
Si analizamos los datos respecto de la calificación buscada por las empresas en la misma etapa, observamos variaciones muy importantes. Como lo muestra el siguiente gráfico (gráfico 5) mientras que en 2006 el 60% de la demanda insatisfecha era de calificación operativa (que implica tareas con baja capacitación) solamente el 10% era de calificación profesional, luego se va incrementando la demanda por calificación profesional que siempre es superior al 30%. La demanda insatisfecha de calificación técnica ronda aproximadamente en el 25%. Y la demanda insatisfecha de calificación operativa se mantiene alta, cerca del 45%. Pero observando todo el período se observa que la demanda insatisfecha de las diferentes calificaciones es muy fluctuante. Esta fluctuación de los requerimientos del mercado dificulta una respuesta desde el sistema educativo y de cualquier sistema de formación imaginable dada la irregularidad de las demandas.


Gráfico 5
Demanda Laboral insatisfecha según calificación requerida. 2005-2011
Fuente: Elaboración propia en base a datos de INDEC, 2006 a 2012.

Lo interesante de esta información es que estaría mostrando la "valoración diferencial de las credenciales educativas". Por un lado encontramos muchas personas con niveles educativos medios y altos completos que se desempeñan en puestos laborales que requieren muy bajas calificaciones.
Por otro, el mercado laboral muestra altos niveles de demanda laboral insatisfecha tanto para ocupaciones de bajas como de altas calificaciones. Analizando los puestos solicitados según grupo de actividad (INDEC, 2012), podemos ver que los egresados de la escuela media técnica tienen una formación más congruente con los puestos técnicos demandados en este momento por el mercado de trabajo15. La reactivación económica e industrial respecto de los años noventa, requiere, según esta encuesta, de algunos perfiles profesionales específicos como ingenieros o especialistas en cuestiones contables, por ejemplo. Es interesante señalar los efectos de la desindustrialización agudizada en los años noventa, tanto en el desmantelamiento de la escuela técnica como en la elección de carreras universitarias. El éxodo hacia otras modalidades de secundario que se dio en esos años, junto con la desaparición de escuelas técnicas y/o de la modalidad completa como ocurrió en algunas jurisdicciones del país16, tienen relación directa con la falta de formación de técnicos e ingenieros que hay en la actualidad.
No es posible, con los datos disponibles, analizar los títulos de la población económicamente activa. Sin embargo, lo que parece observarse aquí es un determinado tipo de "desajuste" vinculado no ya a la estructura jerárquica del sistema educativo sino a sus contenidos o, en todo caso, a su estructura horizontal. El tipo de formación: la obsolescencia de los contenidos, los métodos utilizados para el aprendizaje, el desajuste entre la teoría y la práctica, los aprendizajes realizados fuera del su contexto de utilización o aplicación, el denominado "saber-hacer", etc. han sido ya estudiados como problemáticas del sistema educativo en todos sus niveles. Es posible que esta problemática sea una de las fuentes del desajuste entre sistema educativo y mercado de trabajo. Otra de las cuestiones podría vincularse a mecanismos de segmentación horizontal del sistema educativo. Esto significa que la oferta dentro de cada nivel es de diversificada calidad. Como ha mostrado hace décadas la investigación local (Braslavsky, 1985) cada nivel tiene diferenciaciones internas. Este fenómeno se ha intensificado y complejizado en los últimos años según nuevas investigaciones (Tiramonti, 2004; Tiramonti y Ziegler, 2008). Se han mostrado dinámicas de fragmentación del sistema generadas por lógicas muy diversas. Cada grupo de escuelas, según culturas institucionales e idearios particulares acerca de sus alumnos, sus necesidades y futuros posibles, tiene orientaciones y resultados de formación muy diferentes. Esta configuración, no sólo por las diferencias cuantitativas sino también por cuestiones cualitativas vinculadas a las concepciones de lo que es estar formado en la actualidad, podría estar incidiendo en este fenómeno de búsqueda fallida por parte del mercado de trabajo.
Se trata, consideramos, de un desajuste profundo porque implica tanto que el mercado laboral en general requiere menores calificaciones que las que la población educada posee teóricamente como también que una parte del mercado de trabajo requiere un tipo de calificación que no encuentra, aún entre una amplia oferta de trabajadores educados.
Este tipo de desajuste también requiere de políticas integrales que, en el marco de un modelo económico y político determinado abarquen la producción y el sistema educativo a largo plazo. La formación es un proceso de muy largo plazo. La "producción" de un profesional lleva al menos 5 o 6 años de universidad y los postgrados resultan muchas veces muy necesarios para el desempeño laboral profesional. Al respecto, ya hemos citado estudios que mencionan el fracaso de los intentos de ajustar el sistema educativo al mercado de trabajo durante el desarrollismo justamente debido a las fluctuaciones del mercado laboral (Jacinto, 2005).
Más allá de los ajustes que políticamente pudieran desarrollarse para vincular de la manera más virtuosa posible el sistema educativo y el mercado de trabajo, este artículo está orientado a mostrar que los discursos que justifican al sistema educativo por su función económica en el mercado de trabajo esconden deliberadamente muchos de los fenómenos que hemos analizado aquí. La educación y la prolongación de los niveles obligatorios de formación se justifican en sí mismos por la complejidad de la vida actual, especialmente por la aplicación de nuevas tecnologías a diversas áreas de la vida cotidiana y por los efectos igualadores que la educación puede brindar a largo plazo a partir del cambio cultural.

Síntesis y conclusiones

El informe nos introduce en la temática del vínculo entre el sistema educativo y el empleo en la actualidad. Los datos analizados muestran un papel positivo de la educación en relación al empleo. Esta vinculación, sobrevalorada en la mayoría de los discursos acerca de educación y trabajo, puede solamente verificarse para determinados grupos y en determinadas condiciones. En efecto, si bien la educación mejora la calidad del empleo (en calificación e ingresos), no alcanza para garantizar que la mayor parte de sus egresados obtengan empleos calificados. El vínculo unilineal entre los niveles educativos obtenidos y las condiciones en relación al mercado de trabajo (tasa de empleo, de desempleo, calidad de los puestos) invisibiliza la complejidad de la relación. Para grupos de trabajadores de sectores sociales medios y acomodados, adultos y varones la relación nivel educativo - empleo responde a lo que sostiene este tipo de discursos. Si se complejiza el análisis el vínculo se desdibuja e incluso desaparece.
El campo laboral valora cada vez menos los certificados del nivel medio y comienza a observarse cómo se devalúan también los certificados de estudios superiores. En la misma línea, se observa que la capacitación que brinda el sistema educativo es muchas veces desaprovechada por el mercado laboral encontrándose altísimos niveles de sobre-educación entre los ocupados que tienen secundario completo y también entre los universitarios. La propia estructura de calificaciones de las ocupaciones actuales junto con la expansión de la educación explican los fenómenos de sobre-educación en aumento.
La segregación laboral de jóvenes y mujeres con niveles educativos altos es un síntoma claro de lo que denominamos "desajuste estructural" entre el sistema de formación y el mercado de empleo. La educación, por sí misma, no alcanza para explicar mejores inserciones y empleos de mayor calidad. Lo mismo puede verse al analizar la situación de alta desocupación de los pobres más educados. Y este análisis también posibilita visualizar la debilidad teórica que nos afecta a la hora de analizar el vínculo actual educación-trabajo. Las cuestiones de pobreza, empleo juvenil y femenino, tanto como su relación con la educación de estos grupos, nos advierte sobre algunas cuestiones básicas a tener en cuenta para los estudios de educación y trabajo:

La historicidad de la incorporación de los diferentes grupos sociales a la educación y al empleo es imprescindible para comprender la situación actual. Tanto jóvenes como mujeres se incorporan al empleo burgués (fuera de la unidad familiar como núcleo productivo del campesinado) en desiguales condiciones respecto del varón. Su fuerza de trabajo era más barata. También la incorporación al sistema educativo, tanto de las mujeres como de los jóvenes más pobres, fue un proceso absolutamente desigual. Sin embargo, diríamos que la democratización educativa para pobres y mujeres está mucho más lograda que su incorporación igualitaria al sistema productivo. Lo cultural, la escuela, aún cuando a largo plazo puedan tener un poder transformador determinante, pueden ser espacios donde se transita aparentemente de manera igualitaria sin que la igualdad se traduzca en los ingresos o en las posiciones más importantes en el mundo laboral. Esto parece ser lo que mejor explica un aspecto del vínculo escuela-trabajo hoy: el sistema parece haber cedido a la demanda de mayor acceso a la educación al costo de que esta acumulación de niveles educativos no surtan los mismos efectos para todos en el campo productivo. Las desigualdades de género son un claro ejemplo de esto.
Las discriminaciones sociales y culturales que forman parte de las representaciones sociales, que son absolutamente arbitrarias y construidas (como que las mujeres no sirven para determinados trabajos y sí son buenas para otros como cuidado, etc; o que a mayor educación, mayor trabajo) son legitimadoras de las diferencias en el campo de la producción y el trabajo. Pero es el propio funcionamiento del mercado laboral el que genera estas desigualdades.
Finalmente, otro elemento que muestra la difícil relación entre los campos del trabajo y de la educación es el alto nivel de demanda insatisfecha de puestos técnicos que señalan las empresas en Argentina a la vez que muchos egresados del secundario y del superior universitario están desempeñándose en puestos de baja calificación. Este fenómeno nos hace pensar, por un lado, en la valoración (y necesidad) diferencial de títulos y saberes por parte del mercado laboral. Por otro, abre una puerta para que el Estado pueda realizar acciones tendientes a mejorar las condiciones de trabajo de los egresados, promover igualdad de género y etaria, y proveer al mercado laboral de mano de obra calificada. Aún cuando esto no sea suficiente para asegurar inserción igualitaria para todos los grupos, sí es parte del problema. Las políticas en este sentido requerirían procesos integrales, de largo plazo y que involucren altos compromisos de responsabilidad empresaria ya que las fluctuaciones económicas pueden llevar a cambios bruscos en materia de necesidades laborales.
Respecto del análisis del vínculo educación-trabajo podemos concluir que hacen falta estudios que abran las dimensiones de análisis. Los datos cuantitativos clásicos no alcanzan para entender el quiebre fuerte que se produce en algunos casos. Asimismo, por las transformaciones de las trayectorias de los individuos en la actualidad se hacen necesarios estudios longitudinales. Estos estudios también podrían ayudar a clarificar cuáles son los circuitos por los que transitan los diferentes grupos sociales entre la escuela y el trabajo para indagar el verdadero papel que la educación estaría jugando en el empleo y en la igualdad de oportunidades. Las investigaciones clásicas de la década del ochenta, las conocidísimas teorías de la reproducción, podían identificar y equiparar clase social, circuito educativo y "destino" laboral. Estas teorías describían procesos culturales y económicos por los cuales el destino social estaba "digitado" desde el origen. Más allá de las también conocidísimas críticas teóricas a estas teorías que básicamente se fundaban en el reduccionismo del papel de la escuela, se le reconocía el mérito de haber echado luz sobre la falacia de que la educación era la misma para todos. Estos procesos, como hemos señalado, se han complejizado. No sólo no hay una escuela única sino que tampoco hay un ajuste lineal entre sectores sociales y escuelas. La diversificación de los estilos de vida ha incidido también en el sistema educativo, en los tipos de escuela que las familias eligen. También entre las escuelas más pobres podríamos encontrar estilos institucionales diferentes y públicos diferentes aunque todos sean pobres. Para los interesados en la relación educación-trabajo estos procesos son centrales. También lo son las importantes transformaciones del mercado laboral y su vínculo con los cambios en los estilos de vida actual. Al respecto, consideramos que hoy el mundo del empleo podría describirse como "multisegmentado". En efecto, son múltiples los aspectos y categorías que deben tenerse en cuenta para comprender la inserción laboral en la actualidad.
Por último, este trabajo nos advierte acerca de la necesidad de realizar estudios cualitativos que analicen las condiciones de trabajo, las conceptualizaciones, las segregaciones que las empresas realizan en torno a los jóvenes pobres con diferentes niveles de estudio alcanzado. Del mismo modo que se ha hablado de "territorios masculinos y femeninos" sería interesante indagar los "territorios" que el mundo laboral reserva para estos jóvenes o para egresados de determinados grupos de instituciones educativas, entre otros temas. No solamente su diferenciación y/o segregación sino los significados sociales compartidos que legitiman al interior de cada empresa esta diferenciación. Este conocimiento nos informará acerca de los significados que se dan a las diferentes instituciones educativas desde el mundo del empleo. Este es un insumo central para hablar del papel de la educación en el trabajo y del trabajo en la educación.
Políticamente, la visión estructuralista, crítica o no, que insiste en el vínculo entre sistema educativo y mercado de trabajo subordina la actividad educativa al sistema productivo sin más. Los datos analizados en este trabajo muestran que el vínculo no se da y que no es sólo la cuestión de la pobreza la que incide en este desencuentro. Ser joven, ser mujer son otros factores de incidencia. Pero además, si bien en este trabajo nos limitamos a describir datos secundarios cuantitativos, lo que también concluimos es que son necesarios estudios que muestren el modo en que la juventud, la condición de género, por ejemplo, se producen, se construyen en la escuela, en el trabajo. Estos estudios podrían ayudar a la actividad educativa en su función principal a nuestro entender que es la formación para participar en sociedad (no sólo en el trabajo). A medida que las herramientas sociales de comunicación y gestión social se complejicen, la educación, aún cuando no ayude a conseguir mejores empleos o empleos acordes con la formación (porque no hay tales empleos, entre otras cosas) debe formar para la vida social. Esta formación incluye, por ejemplo, poder operar sistemas de información para los que la formación del secundario es importante. También incluye el conocimiento crítico de lo social, del ejercicio de ciudadanía, de participación social y política. En fin, los conocimientos productivos que otorga la escuela no se limitan a su utilización en el mercado de trabajo. Y aún cuando estos conocimientos sean "subutilizados" por el mundo laboral no dejan de ser productivos desde el punto de vista individual y social.

Notas

1 Esto es importante si tenemos en cuenta que aproximadamente un cuarto de la población de nuestro país cuenta solamente con nivel educativo secundario, por lo que no pude operar con niveles educativos más altos que, en algunos casos, se acumulan para equilibrar otras desigualdades

2 "La EAHU al igual que la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) es una encuesta de propósitos múltiples que releva información sobre hogares y personas en torno a las siguientes temáticas: situación laboral, características demográficas básicas (edad, sexo, situación conyugal, etc.), características migratorias, habitacionales, educacionales e ingresos. Más allá de su gran amplitud temática, los aspectos laborales adquieren una relevancia central. Entre los conceptos principales que permiten dar cuenta de la relación de la población con el mercado de trabajo se encuentra el de condición de actividad, categoría ocupacional, subempleo, informalidad, entre otros." Consultado en http://www. indec.gov.ar/redatam/NEW_EPH/EPH_EAHU_Conceptos.pdf, el 7 de enero de 2013.

3 La calificación refiere al nivel de complejidad de las tareas y la utilización de herramientas en los diferentes trabajos. Involucra conocimientos y habilidades técnicas necesarias para el proceso de trabajo. La categoría "sin calificación" se diferencia de las otras calificaciones. La "calificación operativa" remite a actividades manuales rutinarias adquiridas a través de la experiencia y que exigen atención y determinado ritmo. La calificación técnica requiere conocimientos teóricos y prácticos específicos. Son actividades que requieren habilidades manuales adquiridas gracias al entrenamiento formal (escuela secundaria o terciaria técnica) o informal en el puesto de trabajo. Y la "calificación profesional" demanda conocimiento teórico tanto general como específico. Los conocimientos requeridos para esta calificación son impartidos por altos niveles educativos como el universitario. (Naclerio, A., 2005).

4 Equiparamos nivel educativo primario con calificación operativa, secundario con calificación técnica y superior universitario con profesional por la definición que típicamente se da a las calificaciones. Ver cita N° 3 donde se definen las calificaciones de las ocupaciones.

5 EPH 2003, 2010, INDEC

6 Consideramos que cada modelo de desarrollo social incluye tanto al mundo laboral como al campo educativo y que es preciso que así sea desde el punto de vista de la política pública. Lo que aparece aquí es la imposiblidad de un ajuste vis a vis entre mercado de trabajo y sistema educativo.

7 La educación media completa mejora las posibilidades de acceder a empleos menos precarios, menos informales y algo mejor remunerados que los que no tienen la educación media completa (Jacinto, 2006).

8 Según elaboración propia de datos correspondientes a EPH-INDEC, tercer trimestre de 2003 y 2010.

9 La vinculación entre sistema educativo y mercado laboral mediante la idea de correspondencia fue desarrollada en los estudios crítico-radicales-reproductivistas de la década del ochenta. Especialmente Bowles y Gintis (america capitalista) analizaron este tipo de vínculo. Nosotros consideramos que hay procesos actuales de fragmentación y complejización tanto del sistema educativo como del mercado laboral que vuelven muy compleja esta relación. Esto, más allá de las múltiples críticas que se han realizado a estos modelos teóricos de la reproducción, es un debate que debe profundizarse. Diversos estudios hacen énfasis en el estudio de trayectorias de estudio y trabajo debido a este fenómeno. Acordamos con ellos, pero no solamente por el desdibujamiento de los papeles clásicos de la educación para el trabajo sino porque observamos que, en algunos casos, la educación parece no ejercer papel alguno en la inserción laboral.

10 Elaboración propia en base a datos de EPH 2003 y 2010- INDEC.

11 Tomamos a este grupo de edad como jóvenes (20 a 29 años) porque a partir de esta edad la mayoría está en condiciones de haber finalizado el secundario.

12 Entre los inactivos, el 5,0% de las mujeres tiene nivel superior universitario completo mientras que solo el 2,9% de los varones llegaron a este nivel educativo.

13 La Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) es realizada por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social en el contexto de la Subsecretaría de Programación Técnica y estudios Laborales. Tiene una periodicidad mensual y permanente. Se encuesta a empresas privadas formales de más de 10 trabajadores. La encuesta tiene por objetivos conocer la evolución del empleo y su estructura, aportar información sobre necesidades de capacitación y sobre las normas que regulan el mercado de trabajo. Se realiza en Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario , Gran Mendoza y Gran Tucumán.

14 Fábricas de químicos cosméticos, empresas de desarrollo de software, agencias de publicidad y hoteles

15 En consonancia con estas nuevas demandas vinculadas a la reactivación económica, una de las decisiones más notables desde el sector educativo ha sido la re-estructuración de la educación técnica que en muchas jurisdicciones había prácticamente desaparecido. El tema en prospectiva será la reversión de los efectos del desmantelamiento de la educación técnica en nuestro país y de las posibilidades que el mercado pueda brindar a sus egresados.

16 Algunas jurisdicciones abandonaron la modalidad técnica a partir de la Reforma impulsada por la Ley Federal de Educación de los años noventa.

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