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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.40 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2013

 

DOSSIER

Trabajo juvenil: entre la producción cultural y la reproducción económica

 

Viviana Seoane*, Hernán Longobucco**

* Prof. en Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Mg. en Ciencias Sociales con orientación en Educación y doctoranda en Ciencias Sociales, FLACSO Argentina. Prof. Adjunta Interina de la Cátedra Política y Legislación y Directora de la Especialización en Nuevas Infancias y Juventudes, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. E-mail: viviseoane@gmail.com
**Prof. en Educación Física y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Maestrando en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata. Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Política y Legislación de la Educación, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. E-mail: herjol76@gmail.com


Resumen

La teoría socioeducativa y, principalmente, los estudios de trayectorias han abordado el papel del trabajo en la vida de las y los jóvenes haciendo hincapié en el rol que cumple para la reproducción económica, social y cultural. La influencia de la ciencia económica llegó a hegemonizar estos estudios construyendo las principales categorías utilizadas en las investigaciones. Este artículo comienza con el análisis estadístico de algunas variables de las bases producidas por SITEAL y SEGETP tales como tasas de escolarización y nivel de ocupación juvenil. Luego, problematiza con aquellos estudios que no logran registrar otras formas que asume el trabajo en los proyectos de vida juveniles y propone la construcción de una perspectiva analítica que ponga de manifiesto el conjunto de actividades que realizan a diario.

Palabras clave: Jóvenes; Educación; Trabajo Juvenil; Producción Cultural

Abstract

The socio-educational theory and mainly the trajectories studies have addressed the place of work in the lives of young people, highlighting its role for economic, social and cultural reproduction. The hegemonic position of economic theory in these studies led to the prevalence of their categories in research. This article begins with the statistical analysis of some variables of the data bases produced by SITEAL and SEGETP such as enrolment rates and level of youth employment. Then, it problematizes those studies that fail to account other forms assumed by work in the life projects of young people. Finally, proposes the construction of an analytical perspective that shows the set of activities performed daily by them.

Key words: Youth; Education; Youth Labor; Cultural Production.


 

de la vida sino que deben combinarse en cada etapa del ciclo vital.
Carles Feixa (en Muñoz González, 2013)

Una de las primeras manifestaciones que la teoría socioeducativa ha construido sobre el rol del trabajo en la vida de los jóvenes se asoció al estudio de la movilidad social. De esa extensa producción iniciada en la década de 1960 surgieron las primeras reflexiones que aportaban información sobre los movimientos de los individuos y las familias al interior de los sistemas de categorías socio-profesionales o de clases sociales1. El estudio de la movilidad social consolidó una creencia a modo de dogma indiscutible: el papel de la educación y las certificaciones que aportan los sistemas educativos son indispensables para comprender los procesos de movilidad social. De modo que el tránsito por la escuela fue concebido como una etapa de preparación de las y los jóvenes para la vida adulta tanto en términos políticos (ciudadanía) como económicos (trabajo). Tal era la importancia atribuida a la formación recibida en la escuela que, en muchos países, las instituciones denominadas actualmente de educación tecnológica y/o formación profesional constituyeron la principal -si no la única- oferta educativa disponible para los sectores de menores recursos económicos2.
Hacia finales de esa década fueron varias las investigaciones que comenzaron a estudiar esta problemática desde una perspectiva absolutamente diferente. Las teorías críticas reproductivistas (Karabel y Halsey, 1976) o teorías críticas (Apple, 1979), referenciadas en los trabajos de Bowles y Gintis (1983), Bernstein (1990), Baudelot y Establet (1990), Bourdieu y Passeron (1988), en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, constituyeron variados ejemplosen donde el punto focal ya no estaba puesto en el descubrimiento de los aportes de la educación a la economía sino en la percepción subyacente del individuo sobre el orden social del que formaba parte3.
Todos estos autores partían de la idea marxista que todo proceso social de producción es, al mismo tiempo, un proceso de reproducción. En sus fundamentos residía el hecho que la reproducción capitalista produce no solo la mercancía, no solo la plusvalía, sino también produce y reproduce la propia relación capitalista: el trabajador en la condición de asalariado. El concepto de reproducción de Marx, con los autores e investigaciones de la época, comenzaba a cobrar otros destinos y se volvía una de las principales ideas fuerza de estas teorías. Tanta era su potencia que se convertiría en el eje estructurador de muchos de sus argumentos. De manera que las ideas de producción y reproducción social y cultural representaban nuevos caminos a recorrer por los investigadores.
Uno de los problemas asociados a la noción general de reproducción presente en las investigaciones consistía en sus variadas interpretaciones: desde la reproducción cotidiana de la fuerza de trabajo hasta la producción biológica, la producción de personas diferenciadas por género, o la producción generacional de la fuerza de trabajo, y nutriéndose de todas ellas, la confusa mediación existente entre la reproducción simple del circuito del capital hasta la reproducción de las relaciones sociales que constituyen una de las condiciones para la acumulación capitalista continuada (Willis, 1991 citado por Fernández Enguita, 1999, págs. 640-659). A partir de esta constatación, Paul Willis logró separar la reproducción social, la reproducción cultural de la producción cultural. No obstante, los conceptos de reproducción y producción, comenzaban a cubrir una gran cantidad de elementos comunes, aunque en niveles de abstracciones diferentes.
Por reproducción social el autor entiende a la sucesión de las relaciones entre clases sociales (y no de las clases mismas), en la medida en que esas relaciones son necesarias para la continuidad del modo de producción capitalista. En cambio la producción cultural consiste en procesos de actividad y creatividad, considerándola un campo de la construcción colectiva y creativa de la clase subordinada. Es necesario comprender las lógicas relativamente independientes de la llamada producción cultural, así como los diversos significados que estas lógicas ponen en juego en el seno de la relación social y los procesos ideológicos y limitantes que dan lugar a la reproducción cultural a partir de la producción, y que se ligan, por lo tanto, a la producción social.
De esta manera Willis intentaba sostener una perspectiva dialéctica por la cual la reproducción social debía partir de situarse en el medio cultural, en las prácticas y en las producciones materiales de la existencia cotidiana4. Señalaba así un principio fundamental para los investigadores:

"Debemos investigar las producciones culturales colectivas de la existencia, cuyos fundamentos de determinación y atracción en lo que es heredado y lo que ordinariamente se sufre por imposición pero de un modo que, en cualquier caso, es creativo y activo. Cada generación, cada grupo, cada persona, vive estas producciones culturales como si fueran nuevas. En general, a esto es a lo que me refiero con producción cultural" (Willis, 1991: 433-434).

Desde esta perspectiva, el trabajo de las personas pero, fundamentalmente, el trabajo en la vida de los jóvenes representa una buena parte de la producción cultural de las nuevas generaciones. Sin embargo, al analizar los primeros estudios sobre la movilidad social, los postulados de las teorías de capital humano así como los de las teorías críticas reproductivistas, se observa una cuestión en común muchas veces pasada por alto: la enorme influencia de la ciencia económica en la imposición de una visión acerca del sentido que tiene el trabajo en el mundo occidental capitalista.


Foto de Mariella Galloso.

Para la ciencia económica el trabajo representa "el factor primario por excelencia que entra en la producción de todos los bienes y constituye gran parte de su valor comercial" (Ricossa, 1990). Así definido, el trabajo es un factor humano que simboliza el esfuerzo físico y mental orientado hacia la producción que puede ser remunerado a través de un salario o bien gratificante por sí mismo. También puede ser considerado odioso y forzoso, o por el contrario, gozoso o muy amable para quienes lo realizan.
En una economía nacional de tipo capitalista el trabajo constituye una fuerza, es decir, el conjunto de individuos capaces de trabajar y deseosos de hacerlo a cambio de una remuneración. Se incluyen aquí aquellos que lo hacen de forma independiente como los que dependen de otras personas, por no ser propietarios de los instrumentos que utilizan para la producción de bienes o servicios.
Los estudios demográficos vinculados a la ciencia económica consolidaron con sus investigaciones esta visión sobre el trabajo. A partir de la demografía aplicada a la economía se pueden identificar el total de la población de un país y la fuerza de trabajo presente en un lapso de tiempo. La diferencia entre ambos factores determina la población no activa, es decir, la población que no trabaja ni busca empleo. Por otra parte, también se puede determinar la tasa de participación, que representa la relación entre las fuerzas de trabajo y la población en edad de trabajar edad que, generalmente, es fijada por la legislación de cada Estado nacional. A largo plazo y prescindiendo de los movimientos migratorios, la disponibilidad de trabajo varía aproximadamente igual que el total de población.
Ahora bien, la ciencia social y en especial los estudios socioeducativos, usualmente, no han cuestionado este enfoque economicista del trabajo, más bien se han preocupado por identificar la función educativa, ya sea como preparación para la vida adulta, ya sea como reproductora de las desigualdades sociales. Así, la escuela representa o bien uno de los canales más importantes para la movilidad social, o bien uno de los elementos principales que mantiene la distancia entre las clases sociales en las sociedades modernas. En síntesis, desde este punto de vista la escuela representa un dispositivo que permite justificar (legitimar) la diferente distribución de las personas en la sociedad a partir de las credenciales y preparación que brinda.
La influencia de la perspectiva economicista se extendió también hacia los estudios sobre el papel del trabajo en la vida de los jóvenes, centrándose en la preparación que la escuela brinda a las nuevas generaciones y en las disposiciones y habilidades construidas durante la etapa escolar con las que enfrentarán el futuro inmediato una vez finalizada la escuela. Sin desconocer el valor que tienen y el conocimiento que aportan estos trabajos, la vida de las y los jóvenes se compone de grupos y actividades en función de los proyectos que emergen en su paso por diferentes redes de socialización (Dayrell, 2004; Lahire, 2007). Para conocer cómo se conforman los mundos juveniles y los proyectos que elaboran hacen falta estudios que privilegien un enfoque cultural por sobre un enfoque economicista.

Trabajo Juvenil y Escolarización Secundaria

La revisión de los estudios destinados a analizar las trayectorias escolares de las y los jóvenes así como la preparación para su futura inserción conlleva la discusión en torno de la categoría trabajo, al mismo tiempo, genera un interrogante acerca de los trayectos lineales5 desde el sistema educativo hacia el mundo laboral inmediato de las jóvenes generaciones.
El enfoque economicista representa a la juventud como una etapa de transición a la vida adulta y no como un ciclo vital6 en sí mismo, obligando a la escuela a constituirse en un dispositivo encargado de dicha preparación. Se puede reconocer a una de las formas en las que se ha cristalizado la influencia de este enfoque a partir de la construcción de indicadores socioeducativos. Uno de los más utilizados es el que correlaciona tasas de escolarización del nivel secundario con trabajo juvenil.
Las transformaciones de fines de la década de los años noventa y comienzos de siglo XXI determinaron que las y los jóvenes accedieran a trabajos precarios, flexibles, mal remunerados. Son imprescindibles nuevas investigaciones para saber si esta situación ha comenzado a cambiar: qué trabajos realizan actualmente los jóvenes, cómo opera la clase, el género, el sexo en los diferentes comportamientos y en las oportunidades laborales, entre otras. A más de diez años del fin de siglo y transcurrida una nueva década, es necesario aunque insuficiente mostrar el comportamiento del grupo de edad de 15 a 17 y de 18 a 24 años en las variables relativas a su inserción en el mercado formal y en la educación tomando como punto de partida el año 1993 hasta el 2011.
En Argentina, las tasas netas7 de escolarización de nivel secundario se incrementaron desde un 50% en el año 1993 (50,22% los varones y 55,39% las mujeres) hasta llegar a valores que superan el 80% de la población en el año 2011 (83,28% varones y 85,73% mujeres). Este crecimiento es más acelerado en el caso de las mujeres a partir de la crisis del 2001. Así, la tasa neta de escolarización secundaria alcanza el 80,3% en el año 1999 para las mujeres mientras que para los varones trepa a 83,3% cuatro años después.
Según SITEAL (2008), en el año 2006 un tercio de los adolescentes entre 14 y 17 años de América Latina fundamentalmente los varones) se ha integrado desde edades tempranas al mercado de trabajo. Sin embargo, Argentina junto a Chile y Uruguay conforman el grupo de países que presenta las tasas de actividad de jóvenes más bajas de toda la región. Por ejemplo, para el grupo de 14 y 15 años la tasa es de 4,3%,considerando zona urbana y rural (5,6% varones, 2,8% mujeres) y en el de 16 a 17 años la tasa de actividad sube a 13,5% (17,6%varones, 9,4% mujeres).
En Argentina, el porcentaje de jóvenes de 15 a 24 años que solo estudia muestra una tendencia en aumento en el período 1993/2011. La baja tasa de actividad para el grupo de 14 a 17 años, presentada en el párrafo anterior, se corresponde con el incremento en las tasas de escolarización del nivel secundario. El análisis que sigue muestra la variación en cada grupo de edad según sexo.
Los porcentajes de jóvenes que estudian y son inactivos en el año 1993 rondan el 64% y alcanzan cerca del 84% en 2011. El análisis por sexo que muestra el gráfico Nº 1 indica que las mujeres estudian más y trabajan o buscan empleo menos que los varones. A su vez, el porcentaje de varones que solo estudian aumenta en el transcurso del período un 24,93% mientras que el de mujeres un 15,20%, aunque cabe aclarar que parten de valores muy disímiles (58,04% varones, 70,52% mujeres). Los porcentajes se mantienen estables a partir del año 2001 alcanzando valores cercanos al 80%, tanto para varones como para mujeres.


Gráfico Nº 1
: Porcentaje de jóvenes de 15 a 17 años que estudian y son económicamente inactivos en el período 1993-2011 según sexo. Inactivos en el período 1993/2011 según sexo Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC

La franja etaria de los 18 a los 24 años también muestra un comportamiento ascendente (del 25% en 1993 hasta el 32% en 2011), aunque con porcentajes considerablemente inferiores al grupo anterior, ya que son muchos menos las y los jóvenes que estarían en condiciones de solo estudiar. En el gráfico Nº 2 se puede observar un comportamiento oscilante de los valores durante el período (subiendo y bajando cada dos o tres años). El porcentaje de mujeres mayores de 18 años que solo estudian es mayor que el de los varones de su misma edad, incluso las distancias por sexo aumentan comparadas con la franja de 15 a 17 años.


Gráfico Nº 2
: Porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que estudian y son económicamente inactivos en el periíodo 1993/2011 según sexo.
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC.

Jóvenes que estudian y trabajan

El gráfico Nº 3 ilustra la tendencia respecto del porcentaje de jóvenes que estudian y trabajan o buscan empleo y ubica en el año 2004 el punto máximo de distancia entre los valores para el grupo de 15 a 17 y en el 2006 para el de 18 a 24 años.


Gráfico Nº 3
: Porcentaje de jóvenes de 15 a 17 años que estudian y son económicamente activos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC.

Durante el período analizado 1993/2011, el porcentaje de jóvenes que estudian y son económicamente activos no ha variado sustancialmente, exceptuando lo que sucede en el año 2004, donde aumenta considerablemente el porcentaje de varones que realizan las dos actividades (estudiar y trabajar o buscar empleo) en comparación con los otros años del mismo período. El análisis por sexo permite distinguir claramente dos etapas: la primera que va de 1993 a 2003 y la segunda que va hasta el 2011. En la primera, se observa que el porcentaje de varones y mujeres que estudian y trabajan es algo inferior que en la segunda. Sin embargo, llama la atención que para el final del período varones y mujeres se equiparan en un valor de alrededor del 3%.
La franja de jóvenes de 18 a 24 que estudia y es económicamente activa ha aumentado levemente de una década a la otra. Se destaca el porcentaje más bajo de la serie en el año 2001 y más alto en el año 2006. El análisis por sexo del gráfico Nº 4 muestra, para algunos años, una mayor participación de las jóvenes mujeres en el mercado de trabajo, ya sea trabajando o buscando empleo, con valores que se equiparan a los de los varones.


Gráfico Nº 4
: Porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que estudian y son económicamente activos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC.

Comparando ambos gráficos se observan diferencias notables entre las dos franjas de edad. Por un lado, es de esperar que el grupo en edad de cursar la escuela secundaria participe menos en el mercado formal, ningún valor del grupo supera el 9% (salvo el año 2004). En cambio, los valores del grupo de 18 a 24 años superan en todos los años el 12%. Por otro lado, el análisis por sexo reafirma la tendencia analizada en los gráficos Nº 1 y 2: a menor edad, las mujeres trabajan menos que los varones.

Jóvenes que solo trabajan

El comienzo del período estudiado 1993/2011 coincide con las transformaciones de las economías latinoamericanas producto de sucesivas crisis económicas y la consecuente segmentación de los mercados que derivaron en trabajos mal remunerados, flexibles y poco calificados para los jóvenes. Es probable que en aquella situación las y los jóvenes se vieran forzados a acompañar a sus familias en el sostén económico a través de trabajos remunerados o realizando tareas en emprendimientos familiares o trabajando en el hogar y en el acompañamiento y cuidado de hermanos o familiares produciendo un excedente de tiempo para que los adultos mayores trabajasen o buscaran trabajo.
El gráfico N.°5 coloca nuevamente al año 2004 como un punto de inflexión que marca el fin y el comienzo de una nueva etapa, mostrando ahora los valores más bajos de la serie. El porcentaje de jóvenes que no estudia y trabaja viene disminuyendo desde fines de la década de los años noventa de manera considerable en la franja de 15 a 17 años. Comienza en el año 1993, con un 26,78% para los varones y un 11,19% para las mujeres, hasta descender al 5,21% y 1,43% respectivamente en el 2011. Este dato, alentador por cierto, indica que el trabajo juvenil de los alumnos en edad escolar, en cualquiera de sus formas, desciende de una década a la otra.


Gráfico Nº 5
: Porcentaje de jóvenes 15 a 17 que no estudian y son económicamente activos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC

El gráfico N.°6 muestra que el porcentaje de varones que no estudia y es económicamente activo supera el 50% en casi todos los años del período observado. En el caso de las mujeres, el porcentaje que no estudia y trabaja se mantiene de manera estable en valores cercanos al 30%. Sin embargo, coincidiendo con la tendencia antes señalada para el grupo de 15 a 17, los porcentajes de jóvenes que no estudian y son económicamente activos también viene descendiendo en el transcurso del período analizado.


Gráfico Nº 6
: Porcentaje de jóvenes 18 a 24 años que no estudian y son económicamente activos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC

El pasaje de las y los jóvenes de la escuela a los estudios superiores y al trabajo

Observar un corte específico de estudiantes que cursan el último año de la escuela secundaria técnica puede contribuir a echar algo más de luz sobre la relación trabajo juvenil y escolarización. Sobre todo si se trata de una población que eligió a la escuela técnica y/o a la formación profesional como destino de preparación para el futuro inmediato.
Así como existe el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL), Argentina cuenta con una política pública para la producción de estadística e información relativa a las alumnas y alumnos que concurren a las escuelas secundarias técnicas del país. En el marco del INET8, desde el año 2009, se lleva a cabo un seguimiento de egresados9 que recoge información relevante para el análisis de la relación educación-trabajo con el propósito de mejorar la inserción futura de los jóvenes.
Durante el primer año se realizó un estudio censal10 a través del cual se indagó el perfil de los alumnos y alumnas que terminaban de cursar la escuela secundaria técnica. Uno de los temas11 refería a la condición de actividad. El CENUAETP puso de manifiesto que el 25% de los jóvenes se encontraba trabajando, el 13% buscaba trabajo y el 60% restante se encontraba inactivo12. Coincidiendo con la tendencia registrada por los informes de SITEAL analizadas en párrafos anteriores, la tasa de actividad de los varones en edad escolar resulta mayor que la de las mujeres.
El estudio realizado tuvo en cuenta otros indicadores para hacer una caracterización de los alumnos que estaban estudiando y trabajando. Entre los que tenían sobreedad aumentaba la proporción de jóvenes económicamente activos dando elementos para pensar que el trabajo podría ser un obstáculo para el cumplimiento de una trayectoria escolar ideal. También era apreciable la mayor incidencia de alumnos activos que habitaban en hogares sin núcleo13, evidenciando la importancia del aporte económico de los alumnos en el sostén familiar. Por último, la proporción de alumnos activos aumentaba entre la población migrante interna (los que tuvieron que trasladarse de ciudad o de provincia para cursar la escuela técnica) y migrante internacional14 (en cuyo caso las razones del traslado no estaba en directa relación con la decisión de estudiar en la escuela técnica).
En el año 2011, el INET realiza un estudio de inserción15 de los estudiantes censados en el año 2009. Los datos muestran que el 61,6% de las y los jóvenes se encontraban en actividad (trabajando o buscando empleo) de los cuales el 48,7% de los egresados declararon estar trabajando, mientras que el 12,8% se encontraba desocupado (sin trabajar, pero buscando trabajo). El análisis del tipo de ocupación que declaraban los jóvenes en este estudio confirmaba que el 76% de ellos trabajaban en relación de dependencia, el 20,6% hacía trabajos por cuenta propia y solo un 3,4% respondieron ser empleadores. El análisis por sexo mostraba que los varones tenían una participación económica mayor y las mujeres presentaban una tasa de inactividad elevada (46,8%).
El porcentaje de jóvenes que estudiaban y trabajaban era del 27,5% y las diferencias por sexo rondaban el 3%. El análisis por estratos mostraba que la participación de jóvenes que estudiaban y trabajaban era mayor en aquellos que pertenecían a los estratos medios (28,4%) y habían tenido trayectorias educativas regulares16 (27,7%). Esta nueva investigación constató una cierta correlación entre tipo de estudio superior y cantidad de horas de trabajo. Así, el mayor porcentaje de jóvenes que se encontraban cursando estudios universitarios trabajaban no más de 20hs semanales (62%), mientras que los que estudiaban carreras de nivel superior no universitarias trabajaban entre 21 y 40 horas semanales (36,6%) y más de 40 horas semanales (36,5%). Por último, el porcentaje de mujeres (80%) que continuaba estudiando era mayor que en los varones (68%).

¿Jóvenes NiNi o trabajo no remunerado?

En los años noventa, se dio en llamar NiNi a los jóvenes que ni estudian en el sistema educativo ni trabajan en el mercado de trabajo formal, excluyendo de este modo la participación en otras redes de sociabilidad y socialización igual de importantes en la vida de los jóvenes. A partir de este indicador se ha etiquetado a un grupo de la población joven bajo la presunción de que quien no cumple con los itinerarios establecidos se convierte en un problema social. ¿Quiénes son las y los jóvenes considerados NiNi? ¿Pueden vivir su juventud sin realizar ninguna de las dos actividades que forman parte de los proyectos de vida? ¿De qué actividades se componen las vidas de estos jóvenes? A continuación se presentan datos que el SITEAL construye para Argentina y que abona la idea de la existencia de un grupo de jóvenes que ni estudia ni trabaja.
El grafico Nº 7 analiza el porcentaje de jóvenes que la perspectiva hegemónica economicista denomina NiNi. Es decir, aquellos jóvenes que no estudian, no trabajan ni buscan empleo. Se observa que en la franja de 15 a 17 años existe una tendencia auspiciosa para esta perspectiva. A partir del año 1993 desciende considerablemente el porcentaje de jóvenes NiNi hasta el año 2004. El análisis por sexo muestra que el porcentaje de varones en todo el período es algo inferior al de mujeres. Por otra parte, en los últimos seis años varones y mujeres mantienen valores estables que oscilan entre el 7% y el 9%.


Gráfico Nº 7
: Porcentaje de jóvenes de 15 a 17 años que no estudian y son económicamente inactivos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC


Gráfico Nº 8
: Porcentaje de jóvenes de 18 a 24 años que no estudian y son económicamente inactivos en el período 1993/2011 según sexo
Fuente: Elaboración propia con datos de SITEAL sobre la base de EPH del INDEC

Por su parte, en la franja de 18 a 24 años, el último gráfico indica que las diferencias en los valores según sexo son muy importantes. Son muchas más las mujeres NiNi que los hombres. En los varones, el análisis del período muestra una tendencia levemente ascendente que alcanza su valor máximo en el año 2009 y se mantiene relativamente estable (entre el 5 y el 8%). En las mujeres, en cambio, la tendencia oscila de manera pronunciada entre el 18% y el 24 %, mostrando los valores más bajos en 2002 y 2011. Si bien se observan valores que no superan el 16% de la población los NiNi colocan varias preguntas: ¿qué otro instrumental metodológico puede colaborar en el registro de otras actividades culturales juveniles? ¿Existe tanta diferencia en los porcentajes entre las mujeres y varones NiNi? ¿Es posible que las mujeres estudien más que los varones (ver gráfico1 y 2) y, sin embargo, se observe una distancia de 20 puntos porcentuales entre varones y mujeres NiNi?

Algunas reflexiones sobre la producción cultural y el trabajo juvenil

Un fenómeno sobre el que SITEAL (2008) llama la atención es el trabajo no remunerado de los jóvenes. En América Latina, un tercio de los jóvenes entre 14 y 17 años que trabaja no percibe remuneración alguna por las tareas que realiza. La proporción de jóvenes que trabajan sin remuneración es siete veces mayor que entre los adultos, poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de la relación laboral y de la condiciones de trabajo. No obstante, muchas veces se trata de actividades que asumen sentidos diferentes, tanto para las familias de origen como para los jóvenes, y la evaluación que de ellas se hace reafirma la posición hegemónica economicista relativa al trabajo. Actividades de subsistencia o de apoyo a emprendimientos familiares no suelen ser considerados trabajo y comparten el tiempo con la escuela. Si el trabajo juvenil ha sido considerado una de las causas de la presencia de trayectorias educativas irregulares o del abandono escolar, el trabajo no remunerado convive con la escuela más que el trabajo asalariado. En las áreas rurales, el trabajo juvenil no remunerado es tres veces mayor que en las urbanas y se trata, por lo general, de hogares pobres. En las áreas urbanas, el trabajo no remunerado se reparte de forma equitativa en actividades primarias a cargo de varones y en el comercio, con fuerte presencia de jóvenes mujeres. "Las tareas y el valor del trabajo en estos casos no lo asigna el mercado sino el universo de significados que organiza la distribución del tiempo entre los miembros del hogar" (SITEAL, 2008)
Las consideraciones clásicas sobre el ingreso al mercado laboral de las y los jóvenes que definen como elementos centrales para su incorporación: el capital humano y el nivel de desempleo existente en el mercado. Este esquema teórico supone que el individuo se presenta en un mercado a negociar con potenciales empleadores y su salario se determina en función del exceso o escasez de mano de obra. Así, su carrera profesional dependerá de lo que vaya acumulando a lo largo de la vida, adquiriendo una cierta capacidad de negociación: educación, experiencia, cualificación.
La teoría está lejos de la realidad porque la entrada en el mercado de trabajo asalariado se realiza en un espacio social construido, significando límites y barreras (no económicas) a la salarización. Para los jóvenes de sectores populares, incorporarse al mercado de trabajo formal se encuentra en estrecha relación con su inserción en la ciudad. De las historias profesionales sin cualificación, se desprende que el acceso a un primer empleo asalariado está definido, principalmente, por dos variables: sexo y recursos familiares (Casassus, 1998).
La visión economicista del trabajo y las dificultades para relevar el trabajo no remunerado de las y los jóvenes favorecieron la construcción de un nuevo grupo juvenil definido por la ausencia de participación en el sistema educativo y en el mercado de trabajo formal. Rodrigo Negrete Prieto y Gerardo Leyva Parra (2013) discuten la categoría de los NiNi y afirman que es más una etiqueta que un concepto sólido y que no ha formado parte de ninguna Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET) de la OIT para definir qué es y qué no es trabajo, ni de otros foros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero es reforzado por la OCDE a través del vocablo Neet. El término NiNi es una traducción de la voz NEET o Neet (Not in Employment Education or Training) utilizado por primera vez en 1999 en un informe de la Social Exclusion Unit, Gran Bretaña.
"Se asume (o se supone) que para la población joven solo tiene sentido trabajar o estudiar, es decir, estar en la economía de mercado -el ámbito de interacción donde se ofrecen y adquieren servicios laborales- o estar preparándose para ello; de no ser así, tal pareciera que se tratara, en primer término, de recursos humanos desperdiciados". (Negrete Prieto y Leyva Parra, 2013)
El término NiNi ha sido difundido y asumido como concepto y prescribe roles sociales para el grupo estudiado durante este trabajo. Así, las estadísticas estiman probable que un joven en edad de asistir a la escuela secundaria asista y/o trabaje sin considerar las diferentes lógicas en juego a la hora de decidir por una, otra o ambas actividades y presumen que estudiar y trabajar en el mercado laboral son las únicas actividades y ámbitos de participación de las y los jóvenes. La perspectiva economicista, ¿no debería dialogar con otras perspectivas teóricas que definan al trabajo como una producción cultural y no solo por su valor económico?
Al ser interrogados sobre sus múltiples actividades, las y los jóvenes recurrentemente no incluyen como trabajo ciertas tareas porque no obtienen a cambio una remuneración estable o regular o porque se trata de una relación laboral caracterizada por la informalidad del vínculo. El trabajo no remunerado y el trabajo como producción cultural forman parte de los mundos de vida juvenil17 (Leão, Dayrell y Batista dos Reis, 2011; Muñoz González, 2006) en la búsqueda de autonomía personal pero también como una actividad a través de la cual es posible imaginar, crear, inventar algo no producido hasta el momento. En el caso de los jóvenes etiquetados NiNi sus mundos no parecen corresponder con los itinerarios establecidos para ellos, negándoles la posibilidad de elaborar proyectos personales y sociales con base en la producción cultural y no en la reproducción económica. Esta otra definición del trabajo juvenil, como producción cultural y no como actividad productiva, explica que sea vivido por las y los jóvenes como constitutiva de los mundos juveniles y no como una opción frente a la escuela. Los estudios de trayectorias muestran una limitación fuerte cuando no logran registrar estos otros sentidos del trabajo juvenil.
Comparar la década de los años noventa con la del dos mil permitió mostrar una serie de mejoras en los indicadores de estudio y trabajo de las y los jóvenes y también reflexionar en torno a los aportes de la investigación socioeducativa y las limitaciones de un enfoque que, por un lado, mide los recorridos escolares tomando como único criterio la edad y, por otro, define excluyentemente el trabajo juvenil como la participación en el mercado de trabajo formal.
Las tasas de escolarización de nivel secundario se incrementaron de una década a la otra en un 30%. ¿Existe correlación alguna entre este incremento y el descenso de las tasas de actividad de los jóvenes en edad de cursar la escuela secundaria? La respuesta a esta pregunta implicaría considerar otros factores, como por ejemplo, el nuevo horizonte generado con la sanción de Ley de Educación Nacional N° 26.206/06, la obligatoriedad de la escuela secundaria y el desafío que supone para el Estado la incorporación de todos los jóvenes a las escuelas. El aumento del porcentaje de jóvenes que solo estudian en las franjas de edad analizadas permite pensar que la obligatoriedad juega un papel importante en la ampliación de las oportunidades educativas. Un dato a resaltar es que el porcentaje de jóvenes de 15 a 17 que estudian y trabajan viene descendiendo desde el año 2004 y las diferencias por sexo se reducen hasta alcanzar valores similares a final del período. Para el grupo de 18 a 24, la tendencia es más estable con valores próximos entre varones y mujeres.
Cuando se compara la variable trabajo según sexo, se observa que estadísticamente las mujeres trabajan menos que los varones. Sin embargo, como ya fue señalado, realizan trabajo no remunerado en el hogar que no suele ser representado como trabajo y pocas veces es relevado por los estudios que buscan reconstruir las trayectorias de los jóvenes. Ante esta aparente contradicción, es necesario que la investigación socioeducativa construya nuevas formas de indagar a las y los jóvenes para mostrar en toda su complejidad la categoría trabajo juvenil. Carles Feixa propone la restructuración del ciclo laboral de las personas y de los mercados de trabajo.

"...no tiene sentido que una persona tenga su primer empleo estable hacia los 40 años y tampoco tiene sentido que un jubilado a los 65 deje de trabajar y pase a hacer nada. Yo creo que deberíamos ir hacia un modelo, más que dual (según el modelo alemán basado en combinar formación con prácticas remuneradas en empresas), triangular, en el cual desde los 16 años cualquier sujeto debería vivir su vida a caballo entre la educación, el empleo y la cultura o el ocio. En la sociedad del conocimiento, la educación dura toda la vida. No debes abandonarla a los 18 o a los 25 años, porque lo que aprendes a esa edad no te va a servir siempre y porque la formación permanente te va a servir sea cual sea la profesión que tengas o que vas a desarrollar" (Feixa en Muñoz González, 2013).

Si prepararse para acceder a la vida adulta implicaba estudiar para luego trabajar, en la actualidad, el carácter plural del sujeto joven (Lahire, 2004) hace del trabajo en sus múltiples sentidos una dimensión vital como el estudio. Solamente los análisis centrados en la intersección de clase, género, sexo, generación, lograrán mostrar la complejidad de los mundos juveniles donde estudiar y trabajar representa para las y los jóvenes un mismo desafío.

Notas

1 Al primer tipo de movilidad se la denominó intrageneracional porque que estudiaba los movimientos de los individuos como miembros de una generación y, al segundo tipo, intergeneracional porque se dedicaba a indagar en la relación existente entre el status o posición de origen de los individuos y su posición en el sistema de categorías socioprofesionales (Boudon y Bourricaud, 1990).

2 También fue en la década de 1960 cuando la preparación para el trabajo de las jóvenes generaciones cobró notoriedad con la aparición de la teoría del capital humano. De acuerdo a los postulados de estas teorías, las desigualdades de ingresos entre los individuos, y por lo tanto, su diferente aporte para el desarrollo del país, se debía a los distintos niveles de capacidad productiva instalada. Esta capacidad era correlacionada directamente con los años de escolarización logrados. La idea de garantizar la eficiencia en la asignación de recursos era la mayor obsesión que exponían a la hora de defender sus argumentos. No obstante, con el paso de los años comenzó a perder notoriedad a favor de la corriente marxista de la educación, entre otras cuestiones, por no ser tan evidente el papel de la educación en el desarrollo económico.

3 Desde un enfoque marxista, Bowles y Gintis (1983) retomaban este punto de partida para examinar el carácter de las fuerzas y relaciones sociales de producción en la división jerárquica del trabajo, y así buscar las claves para comprender las funciones de los sistemas educativos. Se insistía en la importancia de la educación para la formación de los diferentes tipos de personalidades, que se ajustan a las necesidades de un sistema de relaciones laborales dentro de un modo económico de producción capitalista.

4 La reproducción cultural supone investigar el medio cultural a través de complejos procesos ideológicos y observar ciertos rasgos esenciales que tienden a reproducirse y se hallan en continuidad con formas limitantes (como el racismo, el sexismo, la distinción entre trabajo manual y no manual, lo privado, la autoridad), que colaboran en el mantenimiento de la producción capitalista. Entonces la reproducción social es parte de la producción cultural: es indudable que los procesos ideológicos favorecen la producción de la reproducción cultural a partir de la producción cultural, y que ciertos rasgos elementales de la lógica del proceso de trabajo capitalista se imprimen materialmente sobre las experiencias vivas y los significados (Willis, 1988). Sin embargo, este proceso no se da por determinación directa, en parte porque está mediado por situaciones cambiantes y novedosas, que se producen por la acción de las clases menos favorecidas a través de las categorías, los significados y las realidades que aportan ellas con la resistencia y la lucha.

5 La idea de definir un trayecto en la vida escolar de los jóvenes fue construida a partir de la vasta obra de Pierre Bourdieu. En La Reproducción(1995), este autor utiliza el concepto de trayectoria escolar para precisar la forma y el ritmo que va adquiriendo el tránsito por el sistema educativo. El supuesto básico es que, a partir de la estructura y el ritmo de cada estudiante (edades para el ingreso, edades para cada uno de los niveles y edades para el egreso), la forma que adquiera el paso por la escuela se convierte en un elemento decisivo para describir los recorridos seguidos y el curso que puedan tomar. La investigación que reponga las trayectorias de los jóvenes va a permitir generar un conocimiento acerca de las expectativas que genera el propio sistema educativo, y de alguna manera, su eficacia. Por ello algunas investigaciones utilizan el concepto de trayectoria asociado a los siguientes adjetivos: regulares, irregulares, lineales, teóricas, ideales, reales, etc.

6 La "juventud" como concepto teórico es una construcción socio-cultural e histórica que surge a fines del siglo XX para identificar a un sector de la población con características propias. Si bien los jóvenes fueron quienes dieron respuesta a los requerimientos del aparato productivo, su reconocimiento generalizado se dio varias décadas después de iniciado el siglo XX. A partir de los años '60, la juventud comenzó a entenderse no ya como una preparación para la vida adulta sino como la fase culminante del desarrollo humano, como un ciclo vital con características propias, cuyo límite se ubicaba alrededor de los treinta años. El desarrollo de los medios de comunicación de masas y las industrias culturales audiovisuales lograron la industrialización de las culturas juveniles en las sociedades urbanas y se convirtieron en el factor dominante de las economías de mercado.

7 La tasa neta de escolarización secundaria expresa el porcentaje de población que por su edad debería encontrarse cursando la escuela secundaria. "Es el cociente entre las personas escolarizadas en el nivel secundario con la edad pertinente al nivel y el total de población de ese grupo de edad, por cien". SITEAL - Base de Datos. Disponible en: http://www.siteal.iipe-oei.org/base_de_datos/consulta#

8 Instituto Nacional de Educación Tecnológica - Ministerio de Educación de la Nación.

9 A comienzo de ese año se pone en marcha el Sistema de Seguimiento de Egresados (SEGETP) con el propósito de realizar estudios sobre inserción ocupacional de los egresados de las escuelas técnicas y sobre trayectorias educativas. Durante dos años (2008/2010), el SEGETP fue dirigido por Gustavo Álvarez y Viviana Seoane, y Hernán Longobucco era integrante del equipo de investigación. Para consultas http://www.inet.edu.ar/estudios-investigaciones/sistema-de-seguimiento-de-egresados/

10 El SEGETP se compone de estudios que implican censos de alumnos, encuestas de inserción y estudios de trayectorias. En el 2009, se llevó a cabo el primer Censo Nacional de Ultimo Año (CENUAETP) dirigido a todos los alumnos de las escuelas secundarias técnicas de gestión estatal.

11 Los temas sobre los que indagó el censo fueron condición laboral, experiencia escolar, prácticas socioculturales y expectativas a futuro.

12 Lucarini, A. y Triano, S. Serie Alumnos y Alumnas de ETP. Trayectorias escolares. Censo Nacional de Último Año de Educación Técnico Profesional 2009. Buenos Aires: INET - Ministerio de Educación, Presidencia de la Nación, 2011.

13 El CENUAETP define hogares sin núcleo a aquellos en los que las y los jóvenes no conviven con sus padres.

14 El tema excede el presente artículo pero es importante mencionar un fenómeno relativamente reciente para la investigación social. Los jóvenes migrantes constituyen un tema de la agenda pública de América Latina. A diferencia de los jóvenes de sectores acomodados que migraban en calidad de estudiantes dado que eran portadores de la condición juvenil. Un estudio reciente sobre el corredor Paraguay-Argentina, muestra que la movilidad territorial de los jóvenes migrantes encuentra razones vinculadas al acompañamiento familiar o a la búsqueda de un mejor destino con oportunidades laborales, educativas, culturales. El grupo de jóvenes en los que se observa tasas más altas de migración es el de 20 a 24 años (40,8% varones, 30,7% mujeres). Se trata de una emigración eminentemente joven, que concentra un alto porcentaje de mujeres. La feminización del proceso migratorio ha encontrado nuevas razones para justificar la movilidad: de la reunificación familiar a la búsqueda de oportunidades para mejorar las condiciones de vida. Se recomienda el trabajo de Miranda, A., Cravino, M. C. y Martí Garro, S. "Transiciones Juveniles de Migrantes Paraguayos/as en la Argentina: condiciones de vida y vigencia de las redes", en Última Década N° 37, CIDPA Valparaíso, Diciembre 2012, págs.11-39.

15 El seguimiento de egresados llevó a cabo un segundo estudio de inserción (ENIE) en el 2011que consistía en realizar una encuesta a una muestra del total de alumnas y alumnos censados en el año 2009. El estudio buscó conocer qué actividades y ámbitos de inserción laboral y educativa mostraban los egresados de la escuela técnica al año de haber terminado la escuela.

16 Define la trayectoria escolar de aquellos jóvenes que cursaron la escuela secundaria sin repetir ningún año.

17 Los mundos de vida juveniles resultan de dinámicas, formas de agregación y vinculación que, a veces, reciben el nombre de culturas juveniles, tribus urbanas o movimientos juveniles.

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