SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número40Trabajo juvenil: entre la producción cultural y la reproducción económicaDesigualdades múltiples, carreras escolares y pruebas en sistemas educativos postmasificación: Los efectos de la segmentación educativa en la construcción del sujeto índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Propuesta educativa

versão On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.40 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2013

 

ENTREVISTA

Entrevista a Didier Lapeyronnie*
Sociedad, política y escuela en los guetos urbanos.

 

Ivan Schuliaquer **

* Dr. en Sociología, Prof. de la Universidad de Paris IV-Sorbonne. Es investigador del Centre d'Analyse et d'Intervention Sociologiques (CADIS), fundado por Alain Touraine, de l'École des Hautes Études en Sciences Sociales y del Groupe d'Étude des Méthodes de l'Analyse Sociologique de la Sorbonne (GEMASS). Fue investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y Prof. de la Universidad Victor-Segalen de Bordeaux. Desde principios de 2013 preside el Consejo Nacional de la Innovación para el Éxito Educativo del Ministerio de Educación francés.
** Lic. en Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires; Mg. en Sociología, École Normale Supérieure y Paris IVSorbonne; Doctorando en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, y en Ciencias de la Información y de la Comunicación, Paris 3 Sorbonne-Nouvelle; Becario Conicet; Miembro del Centro de Estudios del Discurso y las Identidades Sociopolíticas (UNSAM). E-mail: ischuliaquer@yahoo.com.ar.

Didier Lapeyronnie es uno de los máximos referentes de los estudios sobre la marginalidad urbana. Su sociología, heredera de la de Alain Touraine y de la de François Dubet, se focaliza en la cuestión de los suburbios y en la inmigración e indaga en las desigualdades que atraviesan la vida de las ciudades a través de la pobreza, la segregación y la violencia1.
Sus investigaciones sobre la exclusión en la sociedad francesa contemporánea lo llevaron a utilizar el concepto de "gueto urbano" para describir la manera en que se vive en las áreas suburbanas de su país, término que generó muchas polémicas, pero que él reivindica. En este diálogo se exploran diversas dimensiones políticas y sociales de lo que sucede en esos barrios a través de la cuestión de género, del racismo, de la religión y de la situación de los jóvenes. Al mismo tiempo, se indaga sobre el lugar de la escuela y del Estado en esos contextos en tiempos en que la alianza entre clases medias y clases bajas parece haberse roto.

-¿Qué es un gueto urbano? ¿Por qué dice que no es una enfermedad, sino una solución para la sociedad?

-Un gueto urbano no es un barrio2, es una forma de organización social y colectiva que es llevada adelante por una población que es discriminada por razones sociales y raciales. Ante ese rechazo, esta población, después de un cierto tiempo, fabrica una organización que le permite protegerse y que tiende a territorializarse. Entonces, el gueto protege colectivamente, pero, al mismo tiempo, constituye una incapacidad para cambiar porque se construye alrededor de una categoría dominada. Después, hay barrios en los que hay pocos guetos y otros donde hay muchos, y que no necesariamente comprenden a toda la población.
El término "gueto" se aplica a la situación francesa para señalar que existe este tipo de organización y que la situación racial no es anecdótica, sino que es fundamental para comprender el fenómeno. No todos los inmigrantes viven en guetos, pero cada vez más hay barrios guetizados.

-En los ochenta, usted trabajó con el sociólogo François Dubet en investigaciones para el libro La galèr3. Ahí decían que, con la disolución del mundo obrero, los jóvenes de los suburbios en Francia estaban ante una crisis de sentido generalizado, marcada por la estigmatización y la exclusión, y en la que sobresalía una rabia desprovista de consciencia de clase o de movimiento social más amplio. ¿Cuáles son los principales cambios que se pueden ver en los barrios populares franceses entre ese momento y ahora?

-La galère habla del mundo de la banlieue4 en esos años, que no estaba guetizado. Desde entonces, muchas cosas cambiaron. En principio, la situación social empeoró. En ese período, la gente tenía un cierto grado de optimismo: pensaba que los problemas eran transitorios. Hoy eso se terminó.
Después, en el funcionamiento de los barrios, muchas cosas cambiaron. Primero, están mucho más cerrados que antes, autocentrados, mientras que en los ochenta la gente hizo, por ejemplo, "la marcha por la igualdad y contra el racismo"5. Es decir, había un movimiento hacia el exterior. Tampoco existía la violencia interna actual. Hoy, además, se siente que las distancias con el exterior son más grandes, y eso es un aspecto fundamental. Sobre todo en la relación con los servicios sociales, con la escuela, con las instituciones públicas. La gente ya no percibe a las instituciones de la República como vectores de integración, sino como obstáculos. Entonces, la tensión sube permanentemente.
Por otro lado, la situación de las mujeres se transformó radicalmente. Eso es lo esencial, al menos desde mi punto de vista. Uno puede ver la historia de la banlieue a través de las condiciones de las mujeres. Hoy su situación es muy crítica: se degradó considerablemente en términos de pobreza y de violencia. En los barrios, la lógica de encierro y de separación de sexos es muy fuerte. Para las investigaciones de La galère, en los barrios, armábamos grupos de discusión étnicos, con chicas y con chicos. Hoy, eso ya no es posible.
Otro cambio importante es el lugar que tomó la religión musulmana en la vida cotidiana y en términos de identidad, lo cual plantea un problema político que antes no existía. Estamos, entonces, en un mundo en el que se pasa de La galère al gueto.

-En su libro Ghetto urbain usted dice que la situación de los barrios se puede explicar a partir del racismo y del sexismo. ¿Por qué?

-Sí, a partir de la raza de los hombres y del sexo de las mujeres. Eso es porque hay una suerte de dialéctica entre el interior y el exterior del barrio y porque, como siempre, la experiencia del racismo se vive de maneras diferentes. Los hombres son pensados desde una identificación racial y masculina, muchas veces negativa, mientras que las mujeres, cuando aparecen como tales, escapan, parcialmente, a la discriminación racial. Entonces, tienen la capacidad de eludir el encierro del interior del barrio. Y esa capacidad es percibida por el resto de la población del gueto como una forma de traición: para la cultura y las normas de la gente es como una humillación suplementaria.
De esa manera, la cara de la femineidad, que protege a las mujeres fuera del barrio, se vuelve una forma de discapacidad al interior. Entonces, no se acepta la femineidad: se deja a las mujeres de lado, se intenta encerrarlas. Inversamente, hay cosas que protegen a las mujeres dentro del barrio, como llevar el velo. Eso supone problemas al exterior, porque el velo es un símbolo sexual que quiere decir: "Solo me acuesto con musulmanes, no estoy disponible".
Desde ahí se entiende cómo el gueto se organiza para controlar la sexualidad de las mujeres y cómo las mujeres trabajan para reapropiarse su cuerpo, su sexualidad, a la que ponen al servicio de ellas mismas, lo que las vuelve más inteligentes y les permite ir hacia el exterior. Estas relaciones entre la gente al interior de los barrios guetizados son cuestiones profundamente sociales y políticas, fundamentales para comprender la situación. Por eso, insisto sobre la idea del gueto.

-Además, usted dice que son las mujeres las que hacen rodar al barrio.

-Hay un clivaje identitario en el gueto en el que se repliegan y se protegen la mayoría de los hombres y una parte de las mujeres. Sobre todo, en las identidades familiares. Cuando uno va a la banlieue francesa, pregunta sobre la población y las respuestas siempre utilizan categorías familiares. Dicen: "En el barrio hay hermanos, hay madres". Porque esas son las categorías verdaderas del gueto: hermanos, madres, hijos. Son las que los hombres imponen a las mujeres para afirmar su lugar. Las mujeres tratan de escapar a eso. Al menos una parte de ellas. Entonces, ponen distancia porque esa identidad las encierra.
Los hombres se sienten amenazados por esa cuestión y por la relación sexual. En los guetos, ellos son muy irritables en lo que concierne a las mujeres, pero van al cabaret y una gran parte del dinero lo gastan ahí. Así, desexualizan lo que sucede al interior del gueto y de la familia y está prohibido decir que la chica de enfrente es linda. De hecho, ella no tiene derecho a salir, debe estar en su casa. Entonces, tienen esta especie de dialéctica muy fuerte que además los tiene angustiados por la traición femenina: permanentemente piensan que las mujeres son putas, que hay que encerrarlas, y que si se acuesta con él se va a acostar con otro. Es algo muy pesado y, ciertamente, ellos viven toda esa relación como un riesgo.
Mientras tanto, las mujeres intentan a través de las relaciones sexuales una forma de construcción personal, una manera de reapropiarse de su cuerpo del que el gueto las separa. Entonces, pasan mucho tiempo intentando reconstruir. Pero también hay un aspecto social muy fuerte, y que es una verdadera cuestión política, que es que eso las vuelve mucho más inteligentes que los hombres. Las mujeres están obligadas a estar en la reflexividad permanente, lo cual las hace, según mi perspectiva, más activas y más capaces de ir hacia el exterior. Entonces, el clivaje sexual se refuerza y eso se ve en los últimos años con el impacto de la crisis económica que golpeó en los barrios. En las crónicas en la prensa, los hombres no aparecen, se encierran, y son las mujeres las que tienen esta capacidad activa, de solidaridad, de estar en el barrio y de reivindicarlo. No todas, pero muchas.
Por eso, si uno quiere comprender cómo funciona el gueto, la cuestión de la sexualidad y la articulación con la cuestión racial son fundamentales, aunque también hay que incluir la cuestión de la pobreza. Si hay una población que se empobrece, su tendencia no es a ir hacia el exterior, sino a replegarse sobre lo que tiene. Y lo que tiene es la identidad familiar, la identidad religiosa. Es por eso que la gente habla de sí misma a partir de categorías familiares antes que de categorías sociales. Además, si uno habla con los hombres jóvenes y les pregunta qué serán dentro de diez años, no hablan de cuestiones ligadas al trabajo, siempre dicen: "Seré padre de familia y tendré hijos". Y también dicen: "Por el momento hay putas, pero un día encontraré una mujer que se parezca a mi madre y tendré hijos con ella". Visto de esa manera, no sé cómo harán para tener hijos.
Entonces, la sexualidad es algo muy fuerte en el gueto porque estructura la vida. Y el gueto, en el fondo, trabaja para que eso funcione y lo traduce en una manera de organización social y de vida colectiva. De ahí salen los interrogantes políticos que eso supone. A saber: en la política social, para decirlo brutalmente, habría que separar a los hombres de las mujeres para apoyarse sobre la fuerza positiva de las mujeres.

-¿Y cómo se hace para apoyarse en la fuerza positiva de las mujeres?

-Se puede hacer algo a través del reconocimiento, del apoyo, de favorecer su acceso al trabajo, de ayudar a las que estudian, de fomentar acciones sociales que movilicen su capacidad un poco más. Nada de eso se hace en Francia. Si se quiere que las políticas sociales sean eficaces hay que apoyarse ahí porque los hombres trabajan para cerrar ese mundo, mientras las mujeres intentan abrirlo.
Cuando uno tiene una conversación colectiva con los hombres, por un lado, y luego conversa con las mujeres, por otro, tiene la impresión de que el nivel intelectual aumenta de manera considerable. Pero no es porque las mujeres sean naturalmente más inteligentes que los hombres, sino porque es una estrategia. En mi investigación sobre el gueto, hice entrevistas en el marco de una intervención sobre grupos de hombres a los que les preguntábamos: "¿Por qué ustedes son tan tontos?". "Es cierto que somos tontos, señor, pero...". Es una cuestión que se explica. Entonces, hay una cierta consciencia.
También hay en los hombres una dimensión de decepción muy fuerte. Y los brutos se repliegan ahí. Para los hombres jóvenes, las mujeres más deseadas son aquellas que no se pueden tocar. Por supuesto, porque si uno la toca es una puta. Entonces, si ellas son deseables y bellas es peligroso. Muchos me dijeron: "Yo prefiero a las feas: es más seguro, no te pueden traicionar".
Además de eso, hay toda una dimensión de autodestrucción en los hombres muy fuerte y se percibe en su conducta. Por ejemplo, en los delincuentes, que son un poco delirantesy, a veces, parece que hicieran todo lo posible para ser agarrados. Por otro lado, en el barrio en el que yo trabajé en Francia, que es muy grande, todos los años hubo varios muertos por andar en moto sin casco. Muchos otros se mataron en accidentes de auto por imprudencias. Es decir, hay mucha mortalidad.
Ese costado de los hombres se ve en lo que marca Luc Broner en su libro La loi du ghetto6: el barrio nunca estuvo tan controlado. Pero no por la policía, sino por la gente que vive ahí. Además, él dice algo que yo también vi en el barrio y es muy exacto: que a las mujeres se las protege encerrándolas. Entonces, ahí hay una acción social en función de lo que hacen los hombres, que tiene que ver con que son brutos, pero también con su autodestrucción.

-Los guetos urbanos de los suburbios franceses fueron, y son, repetidas veces escenarios de revueltas, en las que siempre hay una fuerte crítica hacia el Estado nacional y a sus instituciones y en los que hay ataques concretos contra sus edificios. ¿Qué visión tienen en los guetos sobre el Estado y sus instituciones?

-Es algo que cambió profundamente en los últimos veinte años. Creo que se puede entender dentro de las condiciones globales de las sociedades europeas y de sus modelos políticos socialdemócratas. Ese modelo se basaba en la alianza entre las categorías populares y las categorías medias de lo público. Grosso modo era eso. Es decir, una especie de lucha de clases, pero reconstruida políticamente a partir de la asociación de estas dos categorías: los funcionarios y los obreros contra los burgueses y los ejecutivos. Hoy en Europa, evidentemente, los sectores populares se oponen a los sectores medios, y de ahí la dificultad general de la socialdemocracia.
En el caso francés quizás se acentúa un poco más todavía, porque las formas de integración política y social fueron construidas con el desarrollo del Estado nación durante el siglo XIX. En gran parte, a través de ciertas instituciones: de la escuela sobre todo, pero también de los servicios sociales. Entonces, en las categorías populares estaba la sensación de que la escuela era manejada por las clases medias, pero era "nuestra escuela", algo muy fuerte de la identidad nacional. Era a través de ella que uno crecía en la escala social y se integraba socialmente. Entonces, tenía una legitimidad muy fuerte.
Hoy la relación de la gente del gueto con el Estado se revirtió completamente. Las personas no perciben para nada que instituciones como la escuela sean vectores de integración social. Por el contrario, es percibida como algo malo, que cierra las puertas y que se volvió un obstáculo. Y que aparte es algo extranjero: la manejan blancos, que imponen normas y no dan ninguna contrapartida. Las instituciones en sentido amplio, que para la gente del barrio van desde la escuela hasta los Restos du Coeur7, les dan la sensación de que todo eso funciona para mantenerlos cerca de la sociedad, pero, al mismo tiempo, para impedirles acceder a la verdadera sociedad.
Eso crea tensiones muy fuertes porque la gente piensa que no vale la pena seguir las normas. Así, las instituciones pierden su legitimidad. De ahí la tirantez permanente y la violencia tan recurrente que hay contra los docentes, contra los choferes de bus, contra la policía. De ahí todas las dificultades que se presentan en los barrios populares: los docentes, pero también los trabajadores y los servicios sociales deben demostrar, cada vez que intervienen, que son legítimos. Eso ya no va de suyo. Por el contrario, se los considera ilegítimos.
Es un aspecto políticamente fundamental que se ve, por ejemplo, en la relación de la gente con la escuela, pero también en las tensiones casi permanentes con la policía, que es muy dura, y con la justicia. Eso tiende a reforzar el encierro, a lo cual se suma que las políticas del gobierno de Nicolas Sarkozy alejaron, aún más, las instituciones de los barrios populares.

-¿Y cómo hacen los docentes o la escuela para volverse legítimos?

-El problema de fondo es que su legitimidad depende de que las normas tengan una contrapartida. Pasa lo mismo con los trabajadores sociales. Antes se le decía a la gente de los barrios populares: "Portate bien en la escuela, trabajá bien, sé un buen alumno y tendrás un empleo que te insertará en la sociedad". Bueno, acá el problema es que el docente de hoy dice: "Portate bien, trabajá bien, sé respetuoso, no seas delincuente y el resto, bueno, lo veremos después porque no tengo nada que ofrecer". Así, la gente tiene la sensación profunda de que buscan imponerle normas arbitrarias y de que si trabaja bien no hay una contrapartida. Entonces, ¿para qué voy a respetar las reglas?
En ese sentido, para reconstruir la legitimidad de las instituciones me parece que, en principio, habría que ponerlas en una posición más favorable y que eso supondría formas de intervención política. La gente no cree más en la norma no solo porque no hay contrapartida, sino también porque sienten que no participaron en su elaboración: "Viene del exterior y se nos impone".
Para mejorar el trabajo de las instituciones hay que priorizar la integración política de esta población para esperar una especie de integración social. Sin embargo, hasta ahora eso se piensa al revés: que hay que integrarlos socialmente, que se transformen en buenos ciudadanos y que, después, ellos accederán y tendrán una representación política. Debería ser al revés: cuando sean reconocidos y asociados, tendrán otra relación con las instituciones.

-Para usted, el trabajo continúa siendo el factor estructurante de la sociedad. En ese sentido, ¿cuál es la situación en los barrios ante el desempleo y qué influencia tiene sobre cómo se estructura la vida?

-Es una pregunta complicada porque, para hablar de manera caricaturesca, lo que estructura al barrio es la falta de empleo. En el barrio en el que yo hice mi investigación, el trabajo está en gran parte ausente del universo de la gente. Mucha gente no trabaja. Y sus padres tampoco. Entonces, estructura, sí, como en cualquier lado, porque no es lo mismo tener empleo que no tenerlo. Además, es fascinante notar hasta qué punto las familias obreras quedan como testimonio de una cultura del trabajo: valoran mucho el compromiso personal, la calidad del trabajo. Y cuando se habla del mundo del gueto alrededor de ellos, no entienden que la gente no está más inserta en la estructura del trabajo y que no se comprende para nada la vida social y la construcción de identidad personal a partir de él. Todo parece una gran incomprensión. Entonces, si tu pregunta es general, la respuesta es que es complicado. Con la salida del mundo obrero, y de la idea de que las relaciones sociales y de clase se construían ahí, es evidente que ese universo desapareció.
Al mismo tiempo, pensar que estamos en un mundo en el que el trabajo no tiene importancia sería idiota. Pero es evidente que su fuerza integradora, en sentido general, se debilitó. Y en los barrios pobres, en los guetos, además, el trabajo se alejó. Históricamente se alejó. Al mismo tiempo, la gente, como decía antes, se define por su identidad familiar, por la religión, por la cultura, por el barrio. De ninguna manera por el trabajo.

-¿Por qué en el gueto la delincuencia y el fracaso escolar se transforman en acciones racionales para los individuos?

-Primero porque, como dije recién, que a uno le vaya bien en la escuela, no garantiza que después tenga éxito. Segundo porque el gueto tiene un funcionamiento, sobre las relaciones inter- personales, donde uno se conoce con todo el mundo y en el que hay una moral colectiva que se impone y que hace que siempre se juzgue si una persona es moral o no. Entonces, hay una moral a partir de la cual se evalúa a la gente, pero no en función de su capacidad, sino en función de su fidelidad. Fidelidad a lo que son, a su grupo. Ahora, si uno quiere que le vaya bien en la escuela eso implica que, de alguna manera, uno quiere salir del barrio. Entonces, es percibido de manera muy negativa. Va a traicionar. Cuando alguien empieza a preocuparse por trabajar bien, el grupo alrededor suyo se va a movilizar para decirle: "No, no podés hacernos esto". Se lo trae, entonces, a lo que él es.
Entonces, para los jóvenes es muy difícil porque no es que la movilidad social ascendente no tiene costos. Tiene costos: ¡cuesta muy caro! Eso supone que yo traiciono a mis compañeros: le doy prioridad a mi futuro personal. Incluso desde el punto de vista moral. Además, el sistema es percibido como un sistema brutal. ¿Para qué jugar un juego en el que perdería los apoyos que tengo para no ganar nada y para luego hacerme humillar por el sistema?
Desde ese punto de vista, ser bruto es una estrategia perfectamente racional. Es decir, el fracaso escolar, me cuesta mucho hacerle comprender esto a los docentes, es frecuentemente una elección por cuidar lo que tengo y mantener mi integridad moral. No siempre consciente, pero no deja de ser una elección. En las familias, muchas ligadas a la inmigración, tienen una ambivalencia muy grande porque, si sus hijos tienen éxito, no quieren que queden como unos desviados. Todo eso hace que, sobre todo para los muchachos jóvenes, el fracaso escolar sea una manera de adaptarse al contexto.

-¿Cómo se relaciona eso con la posibilidad de salir del barrio, de vivir en otro espacio?

-El gueto funciona a partir de evitar que la gente parta. Ellos fabrican colectivamente el gueto y se lo imponen a los otros, incluso desde la violencia, y también se lo imponen a ellos mismos. Pero, al mismo tiempo, cada uno quisiera irse, partir, tener a su familia viviendo en otro lugar. Es decir, individualmente hacen lo contrario de lo que producen a nivel colectivo. Y esa es una ambivalencia profunda.
Entonces, por una razón u otra, los que tienen mayor capacidad económica y cultural en cierto momento se van. No se puede estar adentro y estar afuera al mismo tiempo: hay que partir. Algunos hombres jóvenes parten por distintas circunstancias, pero el gueto los llama siempre.

-A principios de 2013 usted fue nombrado presidente de la Comisión para el Éxito Educativo del Ministerio de Educación de Francia. En función de sus trabajos de campo y de sus investigaciones, ¿qué caracteriza a los alumnos que tienen éxito en las escuelas de esos barrios?

-Es difícil de responder porque, cuando uno observa las familias, nota que no todos los hijos tienen los mismos resultados en la escuela. Hay ejemplos precisos en el gueto en los que el hermano mayor es ingeniero, y le va muy bien, y el hermano menor es dealer en el barrio. O de que uno es médico y el otro no terminó la escuela y, sin embargo, no tuvieron educaciones muy diferentes.
Me parece, de todas formas, que en el funcionamiento de los establecimientos educativos hay elementos alrededor de la autonomía, de la formación pedagógica, de la apertura hacia el barrio, que fomentan un éxito colectivo más grande. Por otro lado, la movilización de las familias es esencial. Después, no sé. En función de las investigaciones que hice, incluso dentro de las familias, o según el período de la vida de cada persona, no puedo responder esa pregunta de manera fáctica.

-¿Qué lugar ocupa para los padres la escuela como institución?

-En los barrios populares, los padres no necesariamente son coherentes. Subsiste la creencia de la necesidad del éxito escolar de los hijos. Pero también está la sensación de que la escuela no les ofrece todas las posibilidades, no los habilita, no se interesa por ellos. Hay una consciencia muy fuerte de la importancia de la escuela, pero, al mismo tiempo, una gran desconfianza. Entonces, quieren que sus hijos tengan éxito, pero no que vivan como los blancos. De ahí la gran presión sobre los chicos. Porque es contradictorio: por un lado, quieren que tengan éxito, pero, por otro lado, se preocupan porque perpetúen y mantengan una cierta continuidad personal, cultural y religiosa con la familia. Entonces, si tienen éxito escolar, reciben una gran presión de parte de los padres.
Al mismo tiempo, los modos de educación de los sectores populares en el gueto no son los de los sectores medios. Por decirlo rápido, en los sectores medios se educa a los chicos para el éxito y la autonomía y en un espacio, en general, democrático: uno se comunica con ellos y cree que deben desarrollarse para transformarse en individuos autónomos. A veces es un modo un poco perverso porque si no les va bien en la escuela se les suprime de cierta manera nuestro amor. Si los hijos tienen éxito, se los deja autónomos para lo que viene.
Si uno va a los barrios y habla con las familias, es curioso porque hay una frase que define bien qué es la educación para los sectores populares y todas las dificultades que eso conlleva. Dicen: "Yo no me fijo en las notas de mi hijo, me fijo en la conducta. Lo que yo quiero es que se porte bien". En los sectores medios, la conducta no importa, uno mira las notas. Si tu hijo se comporta como un tonto pero tiene buenas notas, no pasa nada. En cambio, ellos quieren que sus hijos sean respetuosos y se porten bien. Las notas vienen después.
Entonces, los sectores populares educan a los hijos para eludir los problemas antes que para la autonomía. Se los cría de una manera relativamente autónoma en función de la relación con otros niños, no se los molesta, y, cuando llegan a cierta edad, están obligados a ir hacia el exterior. Sobre todo los varones jóvenes que están en la calle para construir una autonomía con un grupo de pares. Mientras que a las chicas las tienen en el interior.
Es un modo de educación muy punitivo. Si el hijo hace algo que está mal, no se le saca el amor, se le pega. Pero, visto desde los docentes, todo eso es de una brutalidad terrible. Entonces, la gente de la escuela tiene la sensación de que los padres de los sectores populares no quieren criar a sus hijos, no se ocupan, renuncian o son violentos. Uno entrevista a los docentes y dicen: "No hay autoridad, estas familias hacen cualquier cosa". Ante eso, los servicios sociales ponen en marcha programas para enseñarles a las familias cómo educar a sus hijos. Y cuando uno habla con esos padres es absolutamente alucinanteporque se quejan de lo mismo, pero sobre los docentes y las clases medias. Ellos dicen: "Ya no hay autoridad en la escuela, hacen lo que quieren". Tienen la percepción de que en ese mundo democrático se deja hacer de todo, los chicos hacen lo que quieren, nadie los encuadra y en el que, además, hay un tipo de educación que intentan imponerles. Y, concretamente, dicen: "Pero si uno no le puede pegar a su hijo, ¿qué hace? ¿Lo deja que haga lo que quiera? Después vienen a quejarse si hace tonterías".
Entonces, esta presión de los sectores medios impone normas y esa relación con el sistema escolar tiene una dimensión de incomprensión con las familias, que piensan en otro modo de educación: en el de los barrios populares. Sin embargo, en la Francia de los 40, 50 y 60 todo el mundo era educado de esta manera.
Ahora estamos en un mundo en el que no se educa a los niños de la misma manera. En la estructura familiar, el gran cambio antropológico se dio a partir de que los padres empezaron a tener trato con sus hijos. No era el caso antes. Y en estos sectores populares eso no cambió: son las madres las que crían a los hijos y los padres intervienen cuando hay que dar una bofetada. Muchas veces tras el pedido de la madre. Y las instituciones deslegitiman esas formas de intervención.
Cuando hice mi investigación en el gueto, una chica me contó que volvió de la escuela luego de una reunión que tuvieron con los servicios sociales en la que les habían dicho que no había que aceptar que se los golpee. Entonces, dijo eso en la casa. Como respuesta, le pegaron dos bofetadas para que aprenda que la autoridad se respeta.
Todo eso junto hace evidente lo difícil que es el éxito, las incomprensiones culturales sobre el modelo educativo y la lógica que hace que el fracaso sea racional. Parecen relaciones complicadas. Entonces, desde la comisión pedagógica en la que estoy voy a ver si se puede trabajar sobre esta relación.

-¿Es ahí donde debe focalizarse?

-No solo en eso, pero creo que es una de las dimensiones sobre las que habría que reflexionar. Porque el sistema escolar francés es un sistema muy injusto. Y la injusticia creció: los niños de los sectores populares tienen menos éxito que hace algunos años. Ahí hay un gran problema.

Notas

1 Publicó una decena de libros sobre la cuestión, ninguno traducido al español, entre los que se puede mencionar: Campus blues. Les étudiants face à leurs études (con Jean-Louis Marie), París, Le Seuil, 1992; Les quartiers d'exil (con François Dubet), París, Le Seuil, 1992; L'individu et les minorités. La France et la Grande- Bretagne face à leurs inmigrés, París, PUF, 1994; Ghetto urbain. Ségrégation, violence, pauvreté en France aujourd'hui, París, Robert Laffont, 2008 ; Refaire la cité. L'avenir des banlieues (con Michel Kokoreff), París, Le Seuil-La République des Idées, 2013.

2 La palabra que usa Lapeyronnie es "quartier", cuya traducción literal es barrio. Sin embargo, en el marco de su discurso, cuando dice "barrios" se refiere a los barrios populares.

3 La galère: jeunes en survie (La galère: jóvenes sobreviviendo), París, Fayard, 1987.

4 Los suburbios.

5 La manifestación más importante fue en 1983, aunque después hubo otras marchas en los años subsiguientes en el espacio público, en las que también se protestaba contra el racismo.

6 La loi du ghetto: enquête dans les banlieues, Luc Bronner, Calmann-Lévy, París, 2010.

7 Una asociación sin fines de lucro que reparte comida de manera gratuita a los más desfavorecidos.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons