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Propuesta educativa

versión On-line ISSN 1995-7785

Propuesta educativa (Online)  no.40 Ciudad Autonoma de Buenos Aires nov. 2013

 

RESEÑAS

La Sociedad de Iguales
Rosanvallon, Pierre, La Sociedad de Iguales, Buenos Aires, Manantial, septiembre de 2012, 375 páginas.

 

Alejandra Sendón*

* Mg. en Ciencias Sociales con Orientación en Educación, FLACSO Argentina; Lic en Educación, Universidad de Buenos Aires; Investigadora de FLACSO; Integrante del Programa Nacional Mapa Educativo, Subsecretaría de Planeamiento, Ministerio de Educación de la Nación. E-mail: masendon@flacso.org.ar

 

Pierre Rosanvallon realiza en este ensayo un recorrido histórico de la noción social de igualdad, desde el siglo XIX hasta la actualidad. A la vez, desarrolla una filosofía política de la igualdad en la que intenta superar visiones que se circunscriben a la igualdad de oportunidades. Posiciones contemporáneas que, sin abandonar la idea de competencia meritocrática, proponen distribuciones sociales de diferentes tipos de recursos para mitigar las diferencias.
Al caracterizar, históricamente, la sociedad actual y poner en cuestión la idea de igualdad de oportunidades es evidente la riqueza de esta obra respecto de los rasgos que adquiere hoy la desigualdad educativa. El individualismo creciente, la necesidad cultural de singularidad, la exposición al riesgo desigualmente distribuido, la profundización de las desigualdades económicas al interior de las naciones y la ruptura del lazo social son algunos de los rasgos que nos caracterizan. Fenómenos como los procesos de segregación escolar o la centralidad que adquieren las trayectorias educativas de los individuos por señalar algunos muy vigentespueden ser leídos y considerados políticamente en esta clave.
El autor parte de la evidencia de una "contradicción de la época": se habla mucho de las desigualdades pero se hace poco para reducirlas. La consigna de igualdad no es universal, ni tampoco se materializa en las experiencias. Esto ocurre a la luz de una "ruptura secular" caracterizada por una fuerte regresión de la "ciudadanía social" y la "democracia- sociedad".
Esta "crisis de la igualdad" tiene como antecedente la que se dio hacia 1880-1900, durante la "primera globalización", en épocas de nacionalismos, proteccionismos y xenofobia. La respuesta a esta "primera crisis de la igualdad" fue el desarrollo de los "Estados sociales redistributivos".
En el "siglo de la redistribuición", a partir del surgimiento de los "Estados providencia" se reducen fuertemente las desigualdades en pocos decenios a partir de tres grandes reformas: la instauración de impuestos progresivos, el establecimiento de mecanismos de seguro social y la representación y regulación colectiva del trabajo que mejora notablemente la condición del asalariado. El autor asocia culturalmente estos cambios a la sensibilidad movilizada por la Guerra Mundial que sentó las bases para la idea de una "sociedad de semejantes" que, a su vez, legitimó el imperativo de mayor igualdad, incluso entre clases sociales. En este momento, comienza a considerarse como causa estructural de las desigualdades, ya no las diferencias individuales sino el modo de organización social. En macroeconomía, las ideas keynesianas constituyeron la plataforma de los Estados-providencia porque la redistribución era la que generaba una gran contribución al crecimiento económico.
Hasta la década de 1970 se produce un movimiento importante de reducción de las desigualdades. Por ese entonces, comienzan a surgir concepciones "posliberales" que suponen a las empresas independientes ya que, por su nuevo gran tamaño, no dependían ni de los accionistas, ni de los bancos, ni de los Estado. Eran consideradas "tecnoestructuras" capaces de redistribución y disminución de las desigualdades. Todo dependía de la calidad de la organización absolutamente especializada. Se teorizaba acerca de la "desindividualización" del poder en la empresa que aseguraba que fuera perfectamente competitiva.
Lo que Rosanvallon denomina "el gran vuelco" tiene que ver con la desocupación masiva, el advenimiento de nuevas formas de inseguridad social y la caída de las instituciones de la solidaridad, que llevaron a la emergencia a los "Estados de asistencia" que, de esta manera, se limitaron a administrar situaciones flagrantes de exclusión social. El Estado-redistribuidor-providencia se deslegitima, en parte, como consecuencia de observar que los riesgos sociales como las largas situaciones de exclusión socialestaban repartidos desigualmente en la sociedad y que se relacionaban con ciertas poblaciones y determinados sectores sociales. Surge así una ideología que pone en el mercado la eficacia de la que carece el Estado. Se retorna a la crítica al impuesto, se erosiona fuertemente el sentimiento de deuda social que había que honrary se produce un cambio cultural en el que la sensibilidad por la situación del otro se desplaza desde la cuestión social hacia nuevas temáticas, como la situación ecológica o la atención a las generaciones futuras. Las transformaciones en relación al trabajo son fuertes. El trabajo se "singulariza" y se enaltece la creatividad como principal factor de producción.
En los dos siglos en que se delinea la "sociedad de los individuos", las instituciones modernas muestran un pasaje del "individualismo de la universalidad" al "individualismo de la singularidad". El primero, implicó la negación del cierre de los individuos en su condición de origen reconociendo al individuo como generalidad y fundamentando una sociedad de iguales en este sentido. El segundo, corresponde a una nueva etapa de emancipación humana guiada por el deseo de los individuos de acceder a experiencias plenamente personales. En este marco, dos son las fuentes de legitimación de la desigualdad: el azar y el mérito. El azar aparece como igualador absoluto a la vez que objetiva posiciones sociales apartándolas de todo juicio. El mérito (o la meritocracia), por su parte, es más difícil de definir y analizar. Ha sido estructurante de gran parte del imaginario democrático de las sociedades contemporáneas y se utilizó para descalificar, en nombre de la igualdad, proyectos de redistribución. Rosanvallon discute la idea de igualdad de oportunidades vinculada a nociones basadas en la meritocracia. En el período revolucionario, la igualdad de oportunidades se asocia a la igualdad legal. Se abre, formalmente, la "carrera al talento" dejando fuera de consideración las desigualdades de partida. En una segunda línea de acciones se intenta neutralizar esta desigualdad de partida, ya sea institucionalmente como es el caso de la escuela republicana en Francia: la misma escuela para todoso realizando acciones compensadoras para superar las desventajas de partida. Aquí, el autor señala que las desigualdades no están solo en la partida, sino que hay múltiples discriminaciones a lo largo de toda la vida para ciertos sectores, grupos, poblaciones. Finalmente, la idea de "igualdad radical de oportunidades", intenta neutralizar todo cuanto depende del azar por medio de la redistribución compensadora. Esta idea no solamente es irrealizable en el sentido de que casi nada depende de la pura elección, sino que deja de lado socialmente a los individuos o grupos que realicen las peores elecciones. Rosanvallon, entonces, critica este desarrollo teórico por su insuficiencia para fundar una filosofía social. A partir de su análisis, el autor propone que "la idea de igualdad debe ser reformulada en una era reconocida de la singularidad. El desafío es constituir una 'economía política ampliada' del lazo social que permita fundar una verdadera teoría general de la igualdad integrando sus diferentes dimensiones, con el objeto de dar bases sólidas y universales a las acciones reformadoras" (pág. 316). Y retoma los principios de la "sociedad de iguales" que estaban contenidos en el "espíritu de la Revolución": similaridad, independencia y ciudadanía. La similaridad y la ciudadanía deben ampliarse. La nueva expectativa de una "igualdad de las singularidades" se superpone al proyecto original de la constitución de una "sociedad de semejantes". La idea de ciudadanía tiene que ser enriquecida, porque no se trata ya del sufragio universal sino de "hacer sociedad juntos". De ahí proviene el imperativo de la "comunalidad". El ideal de una sociedad de individuos autónomos perdió ampliamente su vigencia en un marco donde la interdependencia se impone en todos los espacios sociales. El principio que expresa la relación entre individuos, actualmente, es el de reciprocidad. Esta idea sustituye la perspectiva estrecha y ya no pertinente desde el punto de vista económicode "igualdad de mercado". Singularidad, reciprocidad y comunalidad son los principios que el autor propone como organizadores actuales de la idea de sociedad de iguales.
La idea de singularidad que desarrolla implica una vinculación entre individuos, una "igualdad de las singularidades" y la construcción y reconocimiento de las particularidades como filosofía compartida de la igualdad. Todo tipo de discriminación es entendida en este marco como una "patología de la singularidad". En relación con la acción pública, con las políticas, esta noción propone un acompañamiento de la "individualización de lo social" atendiendo, a la vez, la generalidad a través de la elaboración de reglas justas y a la particularidad por medio de desarrollo de acciones de "atención al prójimo". El autor advierte una cuestión interesante: las "ambigüedades de la singularidad". Es decir, la individualización actual toma la forma de realización del individuo, pero también la de un apremio de imperativos contra él. Además, sostiene que el respeto, la integridad, la no discriminación y el reconocimiento son elementos centrales para el combate que significa construir singularidad, por la tensión que existe entre la individualización-emancipación y la individualización-fragilización. La reciprocidad entendida como igualdad en la interacción, organiza el intercambio y la implicación entre individuos. En este punto, lo que Rosanvallon señala como principal respecto de la acción política es el rechazo por las asimetrías en relación con las reglas y las instituciones. Los privilegios rompen la reciprocidad generando desconfianza y deslegitimando al Estadoprovidencia.
La comunalidad es una forma social donde conciudadanos construyen un sentido en común. El ciudadano es mucho más que portador de derechos personales. El separatismo y la secesión, tal como puede verse en muchos países en relación con el espacio urbano, implican un desinterés por formar parte de la comunalidad. De esta manera, se eclipsa la ciudadanía democrática y surge el "ciudadano-propietario". Articulando estos tres principios de igualdad, Rosanvallon propone el desarrollo de una sociedad de iguales que, atendiendo a la pluralidad, no descuide elementos amenazantes como la reproducción social, la desmesura y los separatismos.

Recibido el 20 de noviembre de 2013

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